El anuncio al pueblo de que “estuviera tranquilo”, que “todo se había arreglado”, se debió a que realmente estábamos seguros de controlar la situación conforme la habíamos controlado hasta entonces. Pero un hecho impremeditado, ¡un imponderable trágico!, echó a perder nuestra estrategia y propulsó el golpe.
Los conjurados estaban en camino de pacificarse, al prometer el gobierno que Mario Ricardo Vargas no sería llamado. De hecho, todo estaba arreglado pacíficamente, pero el 23 en la mañana me llama Pérez Jiménez por teléfono para recriminarme.
¡Ahí está! ¡Esa es la forma como Uds. cumplen su palabra! ¡¡Mario Vargas vino!!
¡Es imposible! Nadie ha autorizado ese regreso, le respondí.
Pues vino y está en La Guaira. –contestó Pérez Jiménez fuera de sí.
Ocurría que Mario Ricardo Vargas había llegado en efecto para sorpresa de todos, y el comandante de la Guarnición de La Guaira, el “Mono” Mendoza, lo detuvo y le expresó su indignación porque Pérez Jiménez se había tranzado y lo había dejado a él, al “Mono” Mendoza, haciendo el papel de “bandido” de la historia.
El 22 había venido a Caracas el comandante y había visitado al presidente para anunciarle de la Guarnición de Maracay, Gámez Arellano, su disposición de sostener a todo trance al gobierno legítimo.
La de Vargas fue una locura. Si hubiera avisado su viaje le hubieran hecho aterrizar en Palo Negro para robustecer a Gámez Arellano. Pero cayó en la boca del lobo, y todo por actuar imprevistamente.
El “Mono” apresó a Vargas, pero éste le solicitó que lo dejara en libertad para venir a Caracas y arreglar el asunto entre Pérez Jiménez y el “Mono”. O sea, para decidir si se daba por fin el golpe o se pacificaban los ánimos.
Pero la presencia de Vargas en Caracas encendió de nuevo la mecha del polvorín. Los conjurados no creyeron conveniente esperar más y le plantearon a Vargas la necesidad de apoyar el golpe para decidir de una vez todos los problemas.
Entonces Mario Vargas apoyó el golpe, teniendo, como tenía, gran ascendiente personal sobre el comandante Gámez Arellano, de Maracay, le escribió una carta de su puño y letra, ordenándole plegarse a los acontecimientos.
La carta a Gámez Arellano fue llevada a Maracay por el mismo capitancito Sánchez que espiaba a Mario Ricardo Vargas en Saranak por orden de Pérez Jiménez.
Esto quiere decir que, si Mario Ricardo Vargas no regresa, el “Mono” hubiera hecho el ridículo por adelantar un golpe que estaba para ese momento pacificado o aplazado.
Explica el secretario del expresidente Rómulo Gallegos que todo está tan claro ahora, y cree que es buena labor explicar la verdad de estos hechos a Venezuela.
–¿Por qué suspendieron las garantías constitucionales?
No quiero decir nada que turbe la sagrada unidad de este momento, pero las garantías tuvieron que suspenderse parcialmente porque había demasiadas voces estimulando el golpe.
El miércoles 24 de noviembre, a las 11 de la mañana, Alberto Carnevali llama de Miraflores a la casa del presidente para anunciar “que ahora si es verdad que la gente está entrando al Palacio”. Gallegos telefoneó urgentemente a Gámez Arellano a Maracay y algunos dirigentes partieron, entre ellos Valmore Rodríguez, Edmundo Fernández y Luis Lander, pero ya Gámez Arellano había recibido la carta de manos del capitán Sánchez y Mario Ricardo Vargas había apoyado el golpe.
–¿No es duro destruir a esta hora la leyenda de la lealtad de Mario Ricardo Vargas?
Esta es la narración verídica de los hechos.
En resumen, fue una estrategia fracasada a última hora por causa de Vargas, quien se apareció clandestinamente con la intención de “ver qué pasaba” y “qué haría” y solo logró atemorizar más a Pérez Jiménez y hacerlo precipitar un crimen contra la Constitución, que de hecho estaba ya atenuado por la hábil estrategia de Palacio. . .”
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