Entrevista Leonardo Palacios – SoloConThaelman

Entrevista Leonardo Palacios – SoloConThaelman

     El martes 5 de abril nuestro presidente, Leonardo Palacios Márquez, aceptó la invitación del espacio «Solo con Thaelman» para exponer sus primeras impresiones sobre la implementación de la reforma del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras. Si quieres escuchar la entrevista completa click

Caracas en 1898: Calles y paseos

Caracas en 1898: Calles y paseos

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Caracas en 1898: Calles y paseos

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX

     Hacia 1898, de regreso de una de sus misiones diplomáticas, el historiador larense José Gil Fortoul colabora en diarios y revistas de Caracas, en los que narra la vida cotidiana en calles, plazas y paseos de la capital venezolana.

      Se ha dicho de la Plaza Bolívar, que es un salón. Agregamos, para que el símil no parezca estrambótico: ̶ en las noches de retreta.

     Allí se da cita en las noches del domingo y del jueves lo más culto y elegante de Caracas.

     Allí hacen gala nuestras damas, de tocados y trajes parisienses, y atraen miradas y corazones con su airoso trapío. Allí se estrena la levita flamante, el sombrero de aterciopelados reflejos y la corbata subyugadora. Allí se conversa, Sobre todo, allí se pasea con placer. Con placer, porque el piso es bueno. No se corre allí el peligro de tropezar con una piedra suelta, o sumirse en un atolladero, o dar un paso en falso en un zanjón, como sucede, por desgracia, cuando usted se echa a andar por esas benditas calles de Caracas.

     No hablamos en guasa, ni pertenecemos a la clase de los ‘inconformes’. Estos no hallan en la tierra nada bueno. A nosotros nos parece óptimo el paseo de la Plaza Bolívar. Pero las calles son pésimas y es preciso decirlo y gritarlo, a ver si se convierten pronto en calles de capital civilizada.

     Ni damos palos de ciego. El ministro de Obras Públicas, es un caraqueño joven y amigo del progreso. Tiene que desear, por consiguiente, que la capital merezca su nombre y sea digna de su categoría. Sabemos también que no se cansa de arbitrar los medios de lograrlo, y emplea útilmente la parte del tesoro que a su Ministerio corresponde. Pero debemos observar que tal parte es insuficiente, y que, si vamos a seguir a pasitos como ahora, no tendremos calles transitables ni de aquí a diez años.

     ¿La crisis fiscal? Si, ya lo sabemos. La crisis fiscal se ve y se siente. Lo que no se ve es su solución. Y ya es tiempo de que los señores ministros nos digan cuándo la veremos.

     Uno de nuestros colaboradores que sí es guasón, e interrumpe a cada instante su artículo para leer estas cuartillas, nos dice mordiéndose los bigotes: “La solución del problema de las calles no puede ser sino la consecuencia lógica de la solución del problema autonomista. Espere, compañero, y ya verá”. Dios lo oiga, porque si el proverbio no marra, vale más tarde que nunca.

     Entre tanto, echemos a volar la fantasía, y preveamos el Caracas del porvenir. No bien baja usted de la Plaza Bolívar a la esquina de las Gradillas o sube a la de la Torre, se va hasta el Guaire o hasta la estación de Petare por calles bien adoquinadas, barridas y regadas.

     Si va a pie, las aceras le invitan a caminar a paso rítmico, como lo exige el clima, sin preocuparse con tropezar en imprevistos estorbos. Se va usted atento a los ojos que fulguran detrás de las misteriosas celosías, y cuando no hay tales fulgores se apacienta usted mirando las fachadas. Ya no están barnizadas de chocolate ni mamey, ni se desconchan como aquellas de remotos tiempos que parecían enfermas de exótica erupción. Son blancas como las de Andalucía y Argelia, o sonríen (perdone usted el tropo) con el suavísimo primer verdor de las hojas primaverales.

     Si es un carruaje, oye usted el golpear acompasado de las herraduras y siente girar veloces las ruedas de caucho sobre un suelo liso y duro. Ya los caballos no cojean sobre adoquines sueltos, ni van los carruajes dando tumbos.

La Plaza Bolívar de Caracas es el lugar de encuentro de venezolanos y extranjeros
La Plaza Bolívar de Caracas es el lugar de encuentro de venezolanos y extranjeros
Caracas es la metrópoli; la casa principal de la familia venezolana, y el salón de recibo de la casa
Caracas es la metrópoli; la casa principal de la familia venezolana, y el salón de recibo de la casa

Interacción con la audiencia

     Varios lectores se han apresurado a escribirnos acerca de nuestro artículo del sábado. Nos dicen que los caraqueños han visto con placer que “El Pregonero” tome tanto interés en el porvenir de la capital, y nos animan a insistir prometiéndonos una buena cosecha de aplausos. Gracias; insistiremos.

     Pero nuestra correspondencia de ayer nos trae también otras cosas, que no son flores, y a las cuales debemos consagrar hoy unas cuartillas. Vamos por partes, y empecemos por las cosas menudas.

     Dice un lector, que cuando mencionamos el Arco de la Federación, que adorna el paseo de la Independencia, lo hicimos de un modo ambiguo como si mostrásemos una punta de oreja goda. No hay tal, caro lector. En primer lugar, este humilde servidor suyo es un federalista convencido que ha escrito hasta un libro en favor de la práctica sincera del sistema federal: de suerte que la estocadita de usted ha “pasado”, como dicen los espadachines.

     Además, el ser o no ser partidario de la federación no tiene nada que ver con la estética. Y de eso se trata. El Arco de la Federación nada adorna allí donde está, y es un ataque indirecto a la arquitectura y al buen gusto. Cuando se le contempla con ojos de artista, más parece monumento anunciador de ruina, que un arco triunfal; y si el paseo se convierte en lo que debe ser, en un lugar de recreo donde no se vean sino cosas bellas, no hay duda de que el arco se le mandará a pasear por otros sitios.

     Como se mandará también a servir en otra parte al célebre viaducto, que no es vía, porque allí no pasa nadie ni nada, a no ser el viento de Catia.

     Otro lector, o lectora (debe ser lectora y guapa por el papel perfumado que gasta, por la letra menudita y nerviosa, y por el estilo salado y donairoso) se preocupa por las fachadas de las casas y dice que, aun cuando los matices del chocolate y del mamey le gustan mucho, no peleará por ellos; pero que las fachadas blancas, como las de Andalucía y Argelia, resultarían aquí una atrocidad, porque serían reflectores de nuestro implacable sol, y deslumbrarían, y quedarían como ascuas.

      ¡Cara lectora! Así como tiene usted la amabilidad de no discutir sobre el barniz del color del mamey y chocolate, le abandonaremos el campo y le rendiremos parias a la defensa de las fachadas blancas. Sólo que, debemos recordarle a usted, que recomendamos también el “suavísimo primer verdor de las hojas primaverales”. Trátase de buscar un matiz que regocije los ojos, contente el buen gusto y no nos haga rabiar con esos desconchamientos horrorosos que hoy vemos a cada paso. Usted debe ser, sobre guapa y donairosa, mujer de fino gusto en el arte de armonizar colores y matices, supuesto que en tocados y vestidos más parecen las caraqueñas hermanas de las hijas del Sena que no nietecitas de las beldades del Guadalquivir. ¿Querrá usted revelarnos las letras de su nombre y las señas de su casa? Iríamos al punto de interviewarla (perdone el barbarismo) para dar debida solución a este dificilísimo problema.

El Arco de la Federación, cuando se le contempla con ojos de artista, más parece monumento anunciador de ruina, que un arco triunfal
El Arco de la Federación, cuando se le contempla con ojos de artista, más parece monumento anunciador de ruina, que un arco triunfal

     Por último, un lector que debe ser viejo y economista, o viejo economista, nos objeta, que para transformar a Caracas del modo que dijimos se necesitan millones que debieran gastarse proporcionalmente en embellecer todas las ciudades de la República, queremos malgastarlos (así dice) en hacer de Caracas un París chico.

     ¿Qué se requieren millones? Ya sabríamos buscarlos donde los hay. ¿Qué sería malgastarlos? Eso no. Caracas es la metrópoli; como dijéramos la casa principal de la familia venezolana, y el salón de recibo de la casa. Bella, sería el lugar de delicias: grande y rica, motivo de orgullo de todos los venezolanos.

     Además, señor economista, los dineros gastados en calles limpias, plazas hermosas, paseos deleitosos, hoteles confortables, obras de higiene y obras de arte, se los devolvería a usted Caracas multiplicados por mil y más. Los provincianos vendrían a gozar de su capital y los extranjeros llegarían a comprarnos con haces de billetes el aroma de nuestras flores, el encanto de nuestro clima y los rayos de nuestro sol. Y cuando regresasen éstos a sus tierras frías y oscuras, dirían a los amigos, que a pie del Ávila existe una ciudad culta y bella donde vale la pena gastar los cuartos y pasar los meses del invierno.

     Afluirían turistas como, a Argel y al Cairo. También mercaderes, con telas y máquinas, inventos y artefactos. Vendrían artistas a buscar inspiraciones y a dejar obras hermosas. Correrían por esas calles el oro y el ingenio. Caracas sería un centro intelectual y mercantil.

     Sería, en suma, capital civilizada, porque la civilización es eso: calles y paseos, plazas y hoteles, agua sin microbios, casas confortables, muchos árboles que den sombra, muchas flores que alegran los ojos y perfuman el aire, teatros espaciosos, avenidas en que hormigueen caballos y carruajes. . .

     ¿Qué todo ese rumbo será para los ricos solamente? No, ¡pardiez! Para los pobres también, los cuales más que los ricos necesitan parques umbríos para descansar de sus faenas y distracciones de balde para olvidar alguna vez sus infortunios y miserias.

     En resolución, una capital se civiliza cuando emplea muchos dineros en embellecerse, y la belleza de una capital equivale a vida sana, agradable y fecunda.

Fuentes consultadas:

  • Gil Fortoul, José. La Caracas de 1898. Revista Crónicas de Caracas. Caracas, enero-junio, 1961

“Chivita” Lezama, patrimonio del béisbol venezolano

“Chivita” Lezama, patrimonio del béisbol venezolano

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“Chivita” Lezama, patrimonio del béisbol venezolano

Desde 1944, Lezama anima la tribuna izquierda ocupada por los seguidores del conjunto caraquista, bien como Cervecería o bien como Leones
Desde 1944, Lezama anima la tribuna izquierda ocupada por los seguidores del conjunto caraquista, bien como Cervecería o bien como Leones

     El conocido animador de los Leones del Caracas que en febrero de 2022 cumplió 103 años, sigue al equipo desde que se estrenó como Cervecería Caracas en el legendario Estadio de San Agustín, en el certamen amateur capitalino de 1942

     Cuando en mayo de 1942 el equipo Cervecería Caracas reemplazó al club Princesa de Maiquetía en la pelota de segunda división, Jesús Alejandro Lezama contaba con 23 años de edad y tenía seis años que había fijado residencia en Caracas tras llegar en el año 1936 de su nativa Tucupita.

     Lezama se convirtió tempranamente en seguidor del naciente conjunto cervecero, pues en sus filas militaban varios integrantes de la selección nacional que había ganado el campeonato mundial de beisbol amateur en la capital cubana, en 1941

Todavía faltaban un par de años para que hiciera el grado como primer animador del conjunto lupuloso, pero ya despuntaba, en las tribunas de madera del legendario Estadio San Agustín como el aficionado que a muy corto plazo sería el partidario más fiel de la divisa de mayor tradición ganadora en la historia de la pelota venezolana.

     Hoy en su residencia de la parroquia San Juan, al lado de sus familiares más cercanos, guardando todas las recomendaciones que imponen los protocolos de bioseguridad en tiempos de pandemia, “Chivita” conmemora 103 años de su nacimiento. Llegó a este mundo en la capital de Delta Amacuro, la mañana del domingo 9 de febrero de 1919.

     Aunque para este 103 onomástico, Lezama no empleará la misma petición que mantuvo por más de treinta años, de exigir que le pagaran sus prestaciones sociales después de pasar toda una vida prestando servicios en el Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS) como cobrador, gracias a la mediación que en enero de 2022 le prestó el ex pelotero y presidente del Instituto Nacional de Hipódromos (INH) Antonio “Potro” Álvarez. Sus deseos se orientan hacia que la directiva de los Leones del Caracas se esfuerce por armar un equipo que sea capaz de ganar.

     Afirma que tiene esperanzas de festejar el 21° título de los Leones en la temporada 2022-23 porque no soporta la sequía récord de una docena de campañas consecutivas sin alzar el trofeo de campeones.

     A sus 103 años, Lezama goza de una envidiable memoria. En septiembre de 2021, recordaba, en entrevista con el periodista Gerardo Blanco, que hasta finales de los años setenta, pagaba su pasaje para acompañar al equipo cuando jugaban en el interior. Fue a partir de 1977, bajo la gerencia de Francisco Rivero (yerno del “Negro” Prieto), que lo integraron oficialmente a las giras del club. “Me daban viático y habitación, pero jamás cobré un sueldo”, rememoró.

A sus 103 años, Lezama tiene esperanzas de festejar el 21° título de los Leones en temporada 2022-23
A sus 103 años, Lezama tiene esperanzas de festejar el 21° título de los Leones en temporada 2022-23
La longevidad y energía de Jesús Alejandro Lezama son cualidades dignas de admiración de este singular personaje del deporte venezolano
La longevidad y energía de Jesús Alejandro Lezama son cualidades dignas de admiración de este singular personaje del deporte venezolano
“Chivita” ha sido testigo presencial de los 20 campeonatos que ha ganado el Caracas y las dos veces campeón de la Serie del Caribe
“Chivita” ha sido testigo presencial de los 20 campeonatos que ha ganado el Caracas y las dos veces campeón de la Serie del Caribe

     Lezama ha sido testigo presencial de los 20 campeonatos que ha ganado el Caracas en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) y ha estado en la cueva del club que se ha proclamado campeón de la Serie del Caribe en Hermosillo, México- en 1982, y en Maracay-Valencia- en 2006.

     Como una suerte de ñapa a su resumen curricular pueden agregarse otras cuatro coronas que elevan a 26 su palmarés y el del club. Son la de segunda división que ganó el Cervecería en el año 1942, las dos copas de campeón de primera división que alzó el conjunto lupuloso en las ediciones 1942-43 y 1945 y el gallardete que conquistaron en la Serie Interamericana de 1950.

     Su longevidad y energía son, sin lugar a dudas, cualidades dignas de admiración de este singular personaje del deporte venezolano. Difícilmente en el ambiente deportivo de Venezuela otro equipo puede lucir entre sus seguidores una figura tan emblemática y querida como la tienen los Leones.

     ¡Salud!, “Chivita” y que esa celebración de los primeros 103 años se complemente con el fin de la sequía.

De una corrida de toros a una corrida de cintas y algo más

De una corrida de toros a una corrida de cintas y algo más

POR AQUÍ PASARON

De una corrida de toros a una corrida de cintas y algo más

Durante el gobierno del general Guzmán Blanco, las corridas de toros en Caracas se realizaban en terrenos pertenecientes al hipódromo, en Sarría
Durante el gobierno del general Guzmán Blanco, las corridas de toros en Caracas se realizaban en terrenos pertenecientes al hipódromo, en Sarría

     Después de haber presenciado la corrida de toros a la que había sido invitada, Jenny de Tallenay, escribió que era más interesante que el “tumulto de la corrida” un acto llamado corrida de cintas que se presentó en el ambiente festivo parroquial. Describió la corrida de cintas de la siguiente manera. “La calle mostraba un decorado muy parecido al utilizado para la corrida de toros, con la diferencia que, de trecho en trecho, se extendían cuerdas a determinada altura, de una casa a otra. De estas cuerdas colgaban cintas de distintos colores y en cuya parte final llevaba un anillo de cobre”.

     El acto consistía, de acuerdo con su descripción, en que a la señal que se daba al extremo de la calle, algunos caballeros, portadores de una espada cada uno, partían a galope en sus caballos “cubiertos con elegantes caparazones”. A una velocidad constante la actividad consistía en atravesar con la espada uno de los anillos y tomarlo con la punta del arma. Para ella era un juego “muy animado” que mostraba un lado galante y amable. 

     Cuando un joven jinete cumplía con la tarea de tomar el anillo colgado en una cinta, se acercaba a una de las ventanas de las casas vecinas, “llenas de preciosas señoritas de ojos negros”, y hacía entrega de su trofeo a la más hermosa de ellas. Quien recibía la ofrenda entregaba al galante caballero unas flores que iban atados al extremo de la silla de montar y con las que adornaba a su valioso corcel.

     El más hábil de la justa, aquel que lograba ensartar la mayor cantidad de anillos, era paseado en hombros, al son de las charangas y el ruido de los fuegos artificiales. Agregó que el ruido de los cohetes era un “elemento indispensable de toda fiesta venezolana”. A cualquier hora se podían escuchar sus detonaciones porque hacía falta que la alegría se escuchara a lo lejos para “ser popular”. Más adelante agregó que fiestas como estas, que se desarrollaban en las calles, tendían a decaer. Desde 1881 se había instalado un hipódromo, “en el cual se dan corridas de toros”.

     Contó que en el nuevo establecimiento se apreciaban “tres o cuatro banderilleros atormentando sin mucho peligro unos bueyes flacos que parecen no tener otro cuidado sino volver a su establo lo más pronto posible”. Según su versión, para los días de corridas una gran cantidad de personas se aglomeraban en las taquillas para adquirir las entradas. Por lo que había observado, indicó: “una sociedad protectora de animales tendría mucho que hacer en Venezuela”.

     Muy cerca del hipódromo se encontraba una gallera. Describió que para preparar los gallos para una pelea se les cortaba la cresta, se les arrancaban las plumas del pecho y se les ataba por una pata durante semanas al pie de un poste y a alguna distancia de otro gallo, sin que pudieran acercarse para atacarse. “Cuando están bastante excitados por ese tratamiento bárbaro, se les hace entrar en el ruedo donde no tardan en encontrar la muerte”. Según constató los gallos negros y rojos eran los más ardientes y belicosos.

Las corridas de cintas se realizan en un ambiente festivo. Las calles son decoradas con cintas de colores
Las corridas de cintas se realizan en un ambiente festivo. Las calles son decoradas con cintas de colores
Tallenay describió el Palacio Legislativo de la República o Capitolio caraqueño, como un “monumento bastante satisfactorio”
Tallenay describió el Palacio Legislativo de la República o Capitolio caraqueño, como un “monumento bastante satisfactorio”

     Luego de haber presenciado este “bárbaro” acto volvió al lugar donde había sido invitada para presenciar la corrida de toros y la de cintas. Narró haber degustado un refresco preparado con guanábana, “fruta deliciosa y bastante rara, aún en Caracas”. Agregó que con esta fruta se preparaban bombones, confituras y helados. Otra fruta que llamó su atención fue la parchita o parcha. “Se cultivan dos especies, la mayor de las cuales proporciona una baya del tamaño de una piña, muy buena para comer aderezada con vino blanco, y la otra del tamaño de una manzana es apenas menos apreciada”.

      Narró que mientras conversaban en casa de su huésped con algunos lugareños, “tuvimos la oportunidad de constatar hasta qué punto les gustan los elogios y son sensibles a la crítica”, incluso si era benévola mostraban incomodidad y enojo. Agregó que entre si se prodigaban lisonjas con “las dosis más fuertes”. Afirmó que desde los periódicos más conocidos no se dejaba de comparar a Caracas con París, además de ponderarla como una capital refinada que mostraba ser muy civilizada. “Su tono es tal que pasarían en Europa, a pesar de su seriedad, por hojas satíricas untadas de miel”. Por eso añadió que quien había logrado cultivar amistades en Venezuela se tenía que cuidar de no expresar algo que pudiera herir el sentimiento patrio. “Casi había miedo de contradecirles”.

     Narró que continuaron sus paseos por la ciudad. En su tránsito se toparon, en una esquina de la Plaza Bolívar, con el Ayuntamiento “que no presenta nada notable”. Más adelante encontraron el Palacio Legislativo de la República, el Capitolio. De él expresó: “El conjunto del monumento es bastante satisfactorio”. Dijo en su descripción que del lado norte se encontraba un peristilo adornado con estatuas encargadas a un artista del país, “cuyas concepciones, hace falta decirlo, no tienen nada de ideal”. El salón destinado para las recepciones oficiales lo calificó de hermoso. De los cuadros expresó que como obras de arte eran de una calidad cuestionable, pero si tenían valor histórico por mostrar celebridades venezolanas.

     En otro lado observó unos muebles pintados con los colores de la bandera. de las salas dedicadas a las sesiones del Congreso las calificó de sencillas y donde había un espacio con rejas, destinado para el cuerpo diplomático. Sumó a su descripción que las mujeres no asistían a las sesiones, “como en Europa”, y tampoco existían tribunas públicas. Enfrente del Capitolio identificó una larga fachada, traspasada con ventanas ojivales o de estilo medieval, con un campanario pequeño que servía de adorno. Detrás de este espacio hubo un convento de franciscanos que fue transformado en Universidad Nacional. Hizo referencia acerca de la fachada que abarcaba este edificio y agregó que era mucho más grande que la edificación. Su visita a la construcción universitaria la condujo a un museo que funcionaba en la misma estructura. Allí apreció un museo y una biblioteca que estaban bajo la responsabilidad de Adolfo Ernst. 

     Para el museo agregó que se le había otorgado un amplio espacio y que albergaba una “reunión confusa de objetos curiosos más que una serie de colecciones serias”. Según su apreciación, Ernst no tenía tiempo ni presupuesto para mejorar la colección y darle una organización adecuada.

     A propósito de algunos objetos curiosos que encontró en el lugar, reseñó el caso de una “cabeza humana del tamaño de un puño”, al que calificó como un objeto “casi fantástico”. De acuerdo con su narración era obra de tribus indígenas del Orinoco, así como de algunos grupos de indios de Colombia, que practicaban “un modo particular de embalsamiento”. Agregó que eran piezas únicas desde que el gobierno de Colombia prohibió su venta pública, algunas de estas piezas podían llegar a los quinientos francos y por ello muchos indios “no tenían ningún escrúpulo en cometer para satisfacer su codicia”. Luego destacó la presencia en el museo de una bandera que había traído consigo Francisco Pizarro, que la había obtenido Antonio José de Sucre, en 1824, y que obsequió al Libertador.

     Al referir la presencia del ataúd donde reposaban los restos mortales de Simón Bolívar, “olvidados y desconocidos por tan largo tiempo en un cementerio pueblerino”, escribió: “triste mudanza de las cosas humanas”. En su opinión estos restos del pasado, “que deberían tener un sitio con los retratos reunidos en el Palacio Federal”, deberían estar en una galería especial que sería un museo histórico, por tal razón le pareció extraño encontrar colecciones zoológicas, botánicas y mineralógicas en el mismo lugar.

En la misma edificación donde se encuentra la Universidad de Caracas, se aloja el Museo Natural, que reúne objetos curiosos. Su director es el Dr. Adolfo Ernst
En la misma edificación donde se encuentra la Universidad de Caracas, se aloja el Museo Natural, que reúne objetos curiosos. Su director es el Dr. Adolfo Ernst

     Refirió que en este espacio había vitrinas cerradas con especies animales disecadas. Entre ellos colibríes, el querre – querre o gálgulo, “así nombrado a imitación de su ruido” el cardenal, de plumaje rojo; el garrapatero, “que presta tantos servicios al ganado de los llanos; el tucán, “cuyas plumas brillantes proporcionan a los indios un elegante tocado, así como adornos para su hamaca y el “ya acabó”, “de matices variados como el arco iris. Entre las grandes especies disecadas y que se mostraban en el mismo recinto observó el águila de los Andes, gavilanes, un aguilucho, el alcaraván, “pájaro de las playas, a medias acuático y a medias terrestre, cuyo grito se parece a un ladrido de perro”, el “tarotaro”, especie de ibis, “cuyo canto recuerda el tañido de una campana”, la guacharaca, “especie de faisán muy abundante en las tierras calientes de Venezuela y muy apreciado por los gastrónomos delicados”, la grulla, el guácharo, “especie de chotacabras que caza por la noche”.

     De la entomología y exhibición de insectos, en el museo de Caracas, le pareció muy escueta y poco representativa. En cuanto a los arácnidos ocupaban un lugar relevante. De esta especie describió la araña grande, muy común en Guayana, tarántulas amarillas, azules y rojas, también venenosas y que podían atacar al ganado.

     De acuerdo con versiones recogidas por ella, la más venosa era la arañita de playa, de pequeño tamaño, muy difícil de ver, “cuya mordedura tiene consecuencias graves, a no ser que la persona mordida sea sangrada inmediatamente”. A pesar de ser muy comunes en Venezuela, recalcó, los alacranes, que los había de dos tipos, de acuerdo con la información por ella recabada, el negro y el amarillo, este último de gran poder venenoso, lo expuesto acerca de ellos no era muy excelso.

     De la biblioteca añadió que había sido conformada por los libros tomados de los conventos luego de haber sido suprimidos por ley. Según relató reposaban en ella unos 23000 volúmenes, de los cuales la gran mayoría era de carácter teológico. En otro ambiente se instaló una habitación denominada Salón Académico, el que estaba dedicado a las sesiones del consejo de administración de la universidad y de los concursos literarios que parecían muy comunes. Del mobiliario destacó su talante gótico y elaborado de damasco rojo. Observó vidrieras pintadas que adornaban las ventanas y que tres retratos, el de Simón Bolívar, José María Vargas y Antonio Guzmán Blanco daban vida a las paredes. Añadió que con lo expuesto en este espacio se tenía el propósito de instalar una galería de bellas artes, pero para ella era “muy pobre aún” porque apenas albergaba pocos cuadros, siendo las principales obras de dos pintores venezolanos, Martín Tovar y Tovar y Ramón Bolet Peraza, quien había fallecido a temprana edad. Tallenay afirmó que muchos de sus bocetos y cuadros se los había llevado un coleccionista inglés de nombre Spence.

     Una de las consideraciones que plasmó en su Recuerdos… se relaciona con la estructura urbana y los monumentos públicos que se podían apreciar en la ciudad. Para Tallenay el carácter general de una ciudad, la organización de sus localidades o barrios, la trayectoria de sus principales edificaciones resumía su historia. Subrayó que los monumentos públicos de Caracas habían sido conformados durante la época colonial o en “la administración del general Guzmán Blanco”.

A lo largo de sus reflexiones, la francesa Jenny Tallenay no tuvo palabras adversas hacia el presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco y sus realizaciones
A lo largo de sus reflexiones, la francesa Jenny Tallenay no tuvo palabras adversas hacia el presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco y sus realizaciones

     A lo largo de sus reflexiones Tallenay no tuvo palabras adversas hacia Guzmán Blanco y sus realizaciones. En lo que respecta a una ciudad que poco había cambiado en su estructura urbana, después de declarada la Independencia, la ponderó como un tiempo que había transcurrido “sin dejar nada tras de sí”.

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