Los saqueos realistas

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Los saqueos realistas

     En continuidad con lo expresado en notas anteriores y según lo estudiado y redactado por el historiador venezolano Germán Carrera Damas, en su obra Boves. Aspectos socioeconómicos de la guerra de Independencia, resulta importante hacer referencia a la práctica del saqueo como un medio de encontrar recursos en tiempos de belicismo, tal como ha quedado expresado en lo tocante a la guerra de emancipación. En lo que sigue expondremos lo que este historiador venezolano reveló acerca de esta práctica y el papel que le ha otorgado la historia patria y la nacionalista, que lo ha asociado sólo con unas ejecuciones propias de las fuerzas militares realistas. La figura escogida para mostrar esta práctica ha sido la del asturiano José Tomas Boves. Sin embargo, existen pruebas fehacientes que dan fe de acciones comunes entre los jefes realistas, así como por parte de quienes lucharon en favor de la República. Por los distintos testimonios presentados por Carrera se puede confirmar lo extendido de la práctica del saqueo y permiten concluir que ella respondió a lineamientos comunes de las fuerzas en pugna.

     Carrera subrayó que resultaba notable la viva e incesante campaña sostenida en las páginas de la Gaceta de Caracas para demostrar que Boves y las tropas realistas estaban todas integradas por ladrones y asesinos que participaban en las acciones contra los criollos sólo por un botín. Fue esta actitud la que se hizo común para hacer referencia a los soldados del rey, y con la cual legitimar las acciones de los republicanos. En este sentido, Carrera citó palabras del general Daniel Florencio O`Leary quien llegó a expresar que los integrantes del ejército español se sentían obligados a cumplir órdenes superiores e incentivados, también, por la obtención de una compensación. De igual forma narraría José Félix Blanco sucesos ocurridos entre las postrimerías de 1813 e inicios de 1814. Éste llegó a utilizar adjetivos como el de monstruos crueles quienes estaban bajo las órdenes de Yáñez, Boves, Morales y Puig. Además, fueron acusados por Blanco de haber dejado desoladas las poblaciones de Calabozo, Barinas, Araure, Guanare, Barquisimeto, Nirgua y otros espacios territoriales donde saquearon y destruyeron sus vecindarios.

La Gaceta de Caracas y los realistas

     Carrera anotó que a Cajigal y a Ceballos se les recordaba por haber mostrado su desacuerdo con estas prácticas. Bajo este marco, mencionó el testimonio de José de Austria quien expresó que Ceballos, a pesar de mostrar oposición a los intentos de Independencia, no debía ser confundido con otros jefes del bando del rey que acompañaban sus operaciones con el pillaje, el asesinato y la quema de ciudades porque él trataba de evitarlos. Carrera no se detuvo en estos testimonios que podrían ser considerados de dudoso convencimiento por la parcialidad evidente mostrada por sus redactores. Más bien, agregó otros como los de Heredia, Urquinaona y Cajigal quienes a lo largo de la contienda no dejaron de expresar su disgusto y molestia con una práctica generalizada entre los contendientes.

     Lo relatado por Carrera y las evidencias que le sirvieron de base no parecen dejar dudas respecto a que el saqueo fue ejercido por parte de los jefes realistas, tanto en los llanos como en Occidente, al menos durante 1813 y 1814. Sin embargo, este historiador venezolano subrayó que las consideraciones acerca del saqueo no eran viables si se adopta la tesis de acuerdo con la cual se trató sólo de una apropiación violenta e inmediata, por

parte de un soldado, de todo lo que encontraba a su paso. Agregó que era necesario comprender este fenómeno en toda su amplitud. En consecuencia, resultaba indispensable ampliar la noción de saqueo hasta incluir los actos genéricamente denominados exacciones. Exacciones, bajo coerción, que formaron parte también de la arbitrariedad y la violencia. “Así, bien sea asumiendo formas ostensibles, bien sea disimulándose en las exacciones, el saqueo de la población civil fue una práctica continua de los jefes realistas”.

     En este contexto Carrera recordó que, a las formas ostensibles de saqueo, no sólo se debía tener en mente las que practicó Boves. A ellas se deberían sumar las que constituyeron procedimiento corriente entre los ejércitos en pugna, y las que de forma primitiva y brutal acometieron los esclavos en defensa de la causa del rey desde los tiempos de la Primera República. Igualmente, asumir la existencia de variados testimonios que, “aún cediéndole lo suyo a la mentalidad racista y esclavista de los testigos, revelan una realidad”. Hechos atroces como los cometidos en Caucagua, Curiepe y Guatire en tiempos de la Primera República, se repitieron en la Segunda República cuando los esclavos volvieron a cometer actos atroces en Yare, Santa Lucía y Santa Teresa. Operaciones que por lo incómodo de su asunción en tiempos de restitución del excluido, suelen ser eludidos o mostrados como una acción distributiva y natural entre los sometidos a expoliación.

     Las formas brutales de saqueo practicadas por las partidas de guerrilleros fueron denunciadas por la Gaceta de Caracas y miembros del ejército patriota como el caso de Rafael Urdaneta. Fueron de tal magnitud que Juan de Escalona en su “Relación de lo ocurrido en los dos sitios que sufrió Valencia en el año de 1814”, anotó que, para el año de 1813, los partidarios españoles pusieron a Valencia en tal disposición que ningún vecino de ella podía salir fuera unos metros, sin que se le diera muerte, fusilado o robado, por parte de los guerrilleros que merodeaban por las inmediaciones de la ciudad. Esta manera de ejecutar los saqueos fue común entre los cuerpos destacados de las grandes unidades militares para efectuar movimientos tácticos o estratégicos avanzados, según comprobó Carrera.

     En continuidad con lo examinado por este historiador venezolano, se debe agregar que la práctica del saqueo no resultaba suficiente para satisfacer los requerimientos de los ejércitos. Por esta razón se instrumentaron otras modalidades para satisfacer las necesidades de los combatientes. El caso de Caracas resulta paradigmático en este sentido. En esta comarca no se produjo el saqueo que se esperaba durante 1814. De ahí que se instrumentaron otros mecanismos para extraer de la población los últimos recursos de un espacio territorial en parte desolado y con afectación de sus propiedades. Carrera agregó que las exacciones tomaron su lugar a través de un régimen hacendario normal. Las exacciones que se habían instrumentado las dividió en tres modalidades principales: 1) los secuestros y confiscaciones de bienes pertenecientes a enemigos o emigrados sospechosos, 2) el acopio de provisiones y recursos para la guerra, mediante embargo, despojo o compra con pago diferido y aleatorio y 3) los empréstitos forzosos, impuestos y contribuciones especiales, multas o donativos, entre otros.

     Según describió Carrera, el acopio de provisiones y recursos para la guerra era cosa de todos los días. En lo que respecta a los empréstitos forzosos, impuestos y contribuciones especiales, multas y donativos, éstos se practicaban con especial énfasis en espacios urbanos, aunque también los habitantes del campo se veían sometidos a despojos o compras diferidas y contribuciones especiales. A lo largo de este texto su autor va mostrando que Boves no fue el único y mucho menos el que inició la práctica del saqueo. Por diversas confirmaciones, que le sirven de sustento a sus reflexiones, puso de relieve que había sido Domingo Monteverde el “primer saqueador señalado de la larga serie”. En efecto, permitió a sus tropas el libre saqueo de bienes en lugares como Araure, Carora, Barquisimeto, Calabozo, San Carlos, los Valles de Aragua, La Guaira y Caracas.

     Pedro Urquinaona en Memorias de Urquinaona describió su proceder y que había sido reconocido por el mismo Monteverde. Inauguró un proceder cuya característica inicial fue que los soldados de su ejército eran europeos. Carrera agregó a los testimonios de Francisco Javier Yanes, Cajigal y Miyares que en sus comienzos la tropa de Monteverde era de origen europeo, y que no hubo diferencia de actitudes entre ese momento y cuando los ejércitos realistas fueron integrados con americanos. En algunos casos los servidores del rey lograban atesorar bienes para el lucro personal. Indicios de aprovechamiento individual por parte de militares como Morales, Monteverde o Morillo así lo certifican. En este sentido, Carrera citó el reporte elaborado por Urquinaona como comisionado del rey fechado el 15 de abril de 1814.

     La acusación de enriquecimiento no recayó sólo entre quienes dirigían la soldadesca a favor del rey. Al presbítero José Ambrosio Llamosas, capellán de Boves y comisionado de Morales, se le acusó de utilizar su investidura para labrar fortuna personal. Igual corresponde al caso del indio Reyes Vargas al que Carrera calificó de “consecuente depredador”. A Reyes Vargas le fue adjudicado, por parte de Manuel Yepes, robos a particulares como el caso de doña Josefa de Paris a la que despojó de dos de sus haciendas. También haber robado a doña Guadalupe Yepes y de secuestrarle a tres de sus esclavas y a doña Josefa Castillo a quien asesinó a su marido y robó animales y prendas de oro y plata. Todo ello en nombre del rey, lo que no quiere decir que éste avalara tales actitudes. De haber sido así los que integraron la tropa de Boves, Antoñanzas o Yáñez hubiesen pasado a ser integrantes del ejército español. La misma condición de desconfianza y distanciamiento con las castas jugó a favor de los republicanos, que pudieron integrarlos a la tropa que, en un momento anterior negros, mulatos y llaneros integraron. Cuestión esta última de difícil asunción por los remilgos que estimulan la elusión.

     A Monteverde y sus andanzas en contra de la propiedad ajena le seguirían las de Eusebio Antoñanzas en los llanos venezolanos, las de Rosete de quien se recordaba como líder de bandas indisciplinadas e inclinadas a la rapiña, la crueldad y a vivir del pillaje, igual toca a Yáñez y a su sucesor, Sebastián de la Calzada. Carrera subrayó que Morillo había llevado las exacciones a un mayor nivel que las de su amigo Morales, los que actuaron de manera autónoma y de lo que la historiografía venezolana sólo acusa a Boves.

     En términos generales, la práctica del saqueo acompañó las acciones de los jefes realistas a lo largo de la guerra. Tanto al comandar grandes ejércitos como en pequeñas partidas fue usual operaciones circunscritas en el pillaje y el saqueo. Por esta razón Carrera planteó la interrogante: “¿qué había de nuevo o de sorprendente, en materia de saqueo, en la actuación de Boves?”. Interrogante a la que agregó: ¿hizo alguna aportación original que justifique la asociación de su nombre con cuestiones económico – sociales de amplia proyección? El mismo autor estableció dos hechos que tienen que ver con estos asuntos. 1) que las formas de saqueo practicadas por Boves fueron similares a las realizadas por los jefes españoles que le antecedieron y le siguieron, 2) que el saqueo fue una práctica usual por casi todos los jefes españoles, regulares e irregulares, de forma continua. No obstante, se ha creído ver en las acciones ejecutadas por Boves aspectos de especial significación frente a toda una práctica común, incluso entre quienes integraron el ejército patriota.

     Es necesario insistir en este tema por la orientación historiográfica asumida bajo el influjo de la historia patria. También, por la exaltación de la Independencia como un bien positivo se ha asumido por desconocimiento, consciente o inconsciente, por costumbre o compromiso moral un quehacer que se hizo común por las circunstancias propias de una guerra, cuya mayor ferocidad se ha precisado en lo acontecido entre 1812 y 1814. La confusión ha persistido por la asociación de la acción de las castas con rebelión popular. Ello ha impedido la vinculación de lo sucedido en este período con un deseo de venganza, tal como se vio en los momentos que precedieron a la declaración del imperio de Haití en 1804.

Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte I

Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte I

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Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte I

     En junio 2023 se conmemorarán 70 años de la desaparición física de Antonio Pinto Salinas, uno de los dirigentes políticos más importantes del país durante la primera mitad del siglo XX, asesinado por el gobierno dictatorial del general Marcos Pérez Jiménez, el 10 de junio de 1953. 

     Economista de profesión y poeta de vocación, Pinto Salinas entregó la vida a favor de la democracia en momentos en que se desempeñaba desde la clandestinidad como secretario general del partido Acción Democrática. Cuando intentaba salir de Venezuela para asilarse en Trinidad, fue apresado en el estado Anzoátegui por una comisión de la Seguridad Nacional. De vuelta a Caracas fue acribillado de manera cobarde en una carretera guariqueña, mientras voceros del régimen trataron de imponer en los medios la versión del enfrentamiento.

     Rigoberto Henríquez Vera, miembro del Comando Nacional de AD en la clandestinidad, cuenta en extensa crónica publicada en el diario caraqueño La República, el 11 de junio de 1964, con ocasión de los once años del crimen de su compañero, interesantísimos detalles de la captura y del vil, asesinato cometido por los esbirros de la dictadura.

Antonio Pinto Salinas, dirigente politico de Acción Democrática, asesinado por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez

Así asesinaron a Pinto Salinas

     Apresarlo vivo o muerto. Nos encontrábamos en nuestro último refugio clandestino de los Palos Grandes, Antonio Pinto Salinas, Simón Alberto Consalvi, Gustavo Mascareño y yo. Comenzaba el mes de junio de 1953 y la persecución política nos tenía prácticamente acorralados. Las “conchas” escaseaban y cada día se hacía más precaria nuestra situación de dirigentes de la resistencia contra la dictadura. 

     Centenares de presos políticos eran torturados bárbaramente en la Seguridad Nacional y a todos se les preguntaba por nuestro paradero. Particularmente a Pinto Salinas se le buscaba con furia, con la orden de Pedro Estrada de “apresarlo vivo o muerto”. Fue entonces cuando el comando clandestino nacional de Acción Democrática, del cual era yo su Secretario General, decidió que Pinto Salinas se refugiara en una embajada y saliera fuera del país por algún tiempo.

     Antonio se negó a solicitar asilo diplomático. Nos argumentó y convenció de que, pese a los riesgos que se corrían, su refugio en una embajada produciría una repercusión negativa y desmoralizadora en la base del partido, por lo que prefería en todo caso, salir al exterior por la vía clandestina. Por intermedio de nuestro “piloto”, aparato de radio operado por Pedro Fonseca desde un extramuro capitalino, nos comunicamos con el Comando Exterior con asiento en Costa Rica y le hicimos conocer en breve mensaje cifrado, nuestra decisión de que Pinto Salinas, Secretario de Organización para el momento, realizara un viaje por algún tiempo. La respuesta no se hizo esperar y dos días después recibimos mensaje de Luis Beltrán Prieto Figueroa, donde se nos decía que compartían nuestro criterio y de que a toda costa deberíamos salvar la vida del valiente y abnegado compañero, quien iba a cumplir tres años de intensa actividad clandestina.

Por la ruta de oriente

     Se preparó entonces la salida por la ruta de oriente, hacia Trinidad. Se llamó a Hernán Contreras Marín, destacado por el Partido en Monagas, para que lo trasladara a Güiria, donde nuestro eficaz aparato de “Belandeo” lo recibiría para llevarlo sin pérdida de tiempo, en una pequeña lancha a la vecina Antilla. Se recomendó a Gustavo Mascareño la misión de buscar un chofer con auto propio, el compañero Eulogio Acosta, para realizar la primera etapa. Cuando ya todo estaba cuidadosamente preparado y estudiado, se fijó la noche del 9 de junio como fecha de partida. Mascareño y Eulogio esperarían a Pinto Salinas (su seudónimo era Luzardo) a las siete en punto en la Avenida del Country Club, donde lo llevaría en su auto Consalvi. De allí partirían esa noche por la ruta de “La Mariposa” ̶ vía Charallave ̶  a pernoctar al amanecer en Puerto La Cruz. 

     Tremendamente dolorosa fue la despedida. Nos abrazamos sin pronunciar palabra. Nos dolía la separación del hermano y compañero, sin presentir el horrendo drama que sobrevendría después. Había llegado la hora cero y Antonio abandonaba nuestro común lugar de los Palos Grandes. Media hora después Consalvi y Mascareño regresaban para dar cuenta de la misión cumplida.

Nos asalta la seguridad

     Mascareño era nuestro contacto con la calle. El hombre de confianza absoluta. Le dijimos que se quedara esa noche en la casa para no despertar sospechas entre los vecinos, con el entrar y salir de personas a nuestra “concha”. Las horas trascurrieron luego pesadamente. Nuestros ánimos estaban deprimidos. Yo tomé un libro me tendí a leer en mi lecho. Otro tanto hizo Consalvi en la habitación vecina, donde también se encontraba Mascareño. Eran las doce de la noche las estaciones de radio despedían sus programas con las notas del “gloria al bravo pueblo”.

     En efecto, los esbirros de Pedro Estrada rodearon nuestra morada y penetraron violentamente sin darnos tiempo ni siquiera de incorporarnos. A mi habitación, la más próxima al patio de atrás, entraron en tropel los asaltantes armados de ametralladora. Eran cuarenta en total. “¡Ese no es Pinto Salinas! . . . ¡Es el doctor Henríquez Vera!. . . ”, gritó el “Loco Hernández”, jefe de la comisión. Su grito oportuno me salvó la vida, pues la barbarie oficializada iba allí precisamente a matar a Pinto Salinas. Sin embargo, los esbirros apuntaban sus armas contra mi cuerpo inerme. Así tendido, boca arriba sobre el lecho, se me mantuvo un buen rato. De la habitación vecina traían ya maniatados a Consalvi y Mascareño. Nos preguntaban por Pinto. Dijimos que no lo veíamos desde hacía cinco días y que ignorábamos su paradero en Caracas. Mascareño dijo entonces: “yo los llevaré al lugar donde se encuentra. . . ” y salió seguido de unos cuantos agentes. Consalvi y yo pensamos de qué se trataba de una salida hábil de nuestro “contacto” para salir de aquella apremiante situación, que los llevaría a algún supuesto lugar de la capital. Esposados se nos condujo de inmediato a la Seguridad. Con nosotros venía también el señor Manilo Castro, encargado de la casa, de nacionalidad española, apresado también allí.

Luis Rafael Castro, mejor conocido como El Bachiller Castro, uno de los grandes esbirros de la Seguridad Nacional

Nos asalta la seguridad

     Mascareño era nuestro contacto con la calle. El hombre de confianza absoluta. Le dijimos que se quedara esa noche en la casa para no despertar sospechas entre los vecinos, con el entrar y salir de personas a nuestra “concha”. Las horas trascurrieron luego pesadamente. Nuestros ánimos estaban deprimidos. Yo tomé un libro me tendí a leer en mi lecho. Otro tanto hizo Consalvi en la habitación vecina, donde también se encontraba Mascareño. Eran las doce de la noche las estaciones de radio despedían sus programas con las notas del “gloria al bravo pueblo”.

     En efecto, los esbirros de Pedro Estrada rodearon nuestra morada y penetraron violentamente sin darnos tiempo ni siquiera de incorporarnos.

Diario El Nacional, edición del día siguiente del crimen cometido contra Pinto Salinas

     A mi habitación, la más próxima al patio de atrás, entraron en tropel los asaltantes armados de ametralladora. Eran cuarenta en total. “¡Ese no es Pinto Salinas! . . . ¡Es el doctor Henríquez Vera!. . . ”, gritó el “Loco Hernández”, jefe de la comisión. Su grito oportuno me salvó la vida, pues la barbarie oficializada iba allí precisamente a matar a Pinto Salinas. Sin embargo, los esbirros apuntaban sus armas contra mi cuerpo inerme. Así tendido, boca arriba sobre el lecho, se me mantuvo un buen rato. De la habitación vecina traían ya maniatados a Consalvi y Mascareño. Nos preguntaban por Pinto. Dijimos que no lo veíamos desde hacía cinco días y que ignorábamos su paradero en Caracas. Mascareño dijo entonces: “yo los llevaré al lugar donde se encuentra. . . ” y salió seguido de unos cuantos agentes. Consalvi y yo pensamos de qué se trataba de una salida hábil de nuestro “contacto” para salir de aquella apremiante situación, que los llevaría a algún supuesto lugar de la capital. Esposados se nos condujo de inmediato a la Seguridad. Con nosotros venía también el señor Manilo Castro, encargado de la casa, de nacionalidad española, apresado también allí.

Delación y torturas

     En las puertas del siniestro edificio nos encontramos de nuevo con Mascareño. Sigilosamente pude apenas decirle: “Luzardo está aquí en Caracas, no lo vemos desde el viernes…” Pasaron primero a Mascareño a la sala de interrogatorios y a los tres restantes se los colocó de espaldas en la oficina vecina, separada de la anterior por una división de vidrio esmerilado, de poca altura, de donde podíamos oír perfectamente todo. “Tú eres un traidor que nos has dicho que sabes dónde está Pinto: nos has engañado y confesarás su paradero, por las buenas o por las malas”, le dijo un espía a Mascareño. Consalvi, el español y yo agudizamos el oído. El miserable nos traicionaba y comenzó cobardemente, sin que lo torturaran, a confesar lo que sabía. Suministró todos los datos. Dio la ruta y hora de salida, el número, color y marca del vehículo, y los nombres de los acompañantes de Pinto Salinas.

     De inmediato salieron varias comisiones en su persecución. Eran las dos de la madrugada del 10 de junio. Vimos salir a Mascareño con rumbo desconocido, seguido de varios agentes, mientras que a nosotros se nos sometía a los mayores vejámenes y torturas. Desnudos y atados a la espalda fuimos colocados en “el ring”. A Consalvi y al español Castro se les golpeaba bárbaramente, hasta dejarles inconscientes en la habitación vecina. Se nos preguntaba de todo. Por nombres y direcciones, documentos cifrados, actividad clandestina y programaciones insurreccionales. Particularmente a mi se me preguntaba cómo había entrado por segunda vez clandestinamente al país y se me responsabilizaba de los últimos acontecimientos subversivos. Todos respondíamos no saber nada y dábamos explicaciones que no convencían a los esbirros enfurecidos, quienes una y otra vez nos insultaban y golpeaban. El más agresivo era el “Mocho” Delgado y el “Bachiller” Castro. El “Loco Hernández” fue más comprensivo y se complacía de repetirme: “No te matamos de vaina! Tienes una suerte de espanto! Yo te conocí en México, donde me hice pasar por estudiante y conocí a mucho exilado. Eso te salvó porque anoche buscábamos era a Pinto”.

Evolución del desarrollo urbano caraqueño – Parte II

Evolución del desarrollo urbano caraqueño – Parte II

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Evolución del desarrollo urbano caraqueño – Parte II

Urbanización Los Chorros

     De nuevo Don Eugenio Mendoza, un ciudadano al que mucho le deben los caraqueños en realizaciones urbanas, busca lo pintoresco del paisaje. Los Chorros son el norte. Hacia allá van los caraqueños a bañarse en sus pozos La Llovizna y ño Leandro. Don Eugenio, con ideas pero sin capital, logra interesar a su amigo Don Salvador Álvarez Michaud, hombre dinámico en la empresa de urbanización. Fundan la “Compañía El Ávila” y comprometen al doctor Alfredo Jahn para los planos y el presupuesto.

     Alvarez Michaud compra otras haciendas adyacentes para sumarla a “Los Castaños” y ampliar la urbanización. Los terrenos son ofrecidos a locha y a medio el metro cuadrado. No obstante, la gente todavía reticente a moverse de su casa de Caracas, no se decide a vivir en Los Chorros. Se tropezaba con la lejanía y la falta de comunicación. El Dr. Santos Dominicci a quien Don Eugenio le ha apartado un terreno lo rechaza con estas palabras: “necesitaría levantarme a las cinco de la mañana para transportarme a mi Clínica en Coche, pues gastaría dos horas para ir y dos para venir”.

     Míster Cherry, gerente inglés del tren de Petare, tenía la solución: llevar una línea desde Agua de Maíz hasta los Chorros. Don Eugenio, Gerente venezolano de los tranvías Caracas, por fin lo convenció vendiéndole además un lote de diez mil metros. El doctor Alfredo Jahn hizo tender un puente desde la casa de Louis Schlageter hasta la urbanización, Don Louis, que tenía una casa de temporadistas desde antes de construirse la urbanización de Los Chorros, no se cansaba de alabar su agua. La ofrecía a sus visitantes como si fuera un refresco.

     Las primeras casas que surgieron allí fueron las de Alfredo Pardo, Silvestre Tovar, Lorenzo Herrera Mendoza, Bartolomé López de Ceballos, Andrés Pietri, Manuel Felipe Núñez, José Loreto Arismendi, Pedro Mendoza, Carlos Siso, Helena Sanabria de Vegas, Soledad Braun, Felicia de Guzmán. La mayoría de estas personas estaban animadas de un gran amor por la naturaleza; empezaron por plantar grandes árboles para robustecer la flora y detener las crecientes de la quebrada de Tócome. La Compañía El Ávila en aquel tiempo no tuvo ayuda alguna del Gobierno, hizo cloacas y carreteras. La urbanización nunca se inundó.

     Mister Cherry, totalmente enamorado del paisaje, fabricó allí una magnífica casa que amobló a todo lujo. Solía decirle a Don Eugenio en su español enredado: ̶ Oiga colega, yo me conozco toda Europa, África, Asia y Oceanía y me parecen mejor Los Chorros. Conozco los Llanos y los Andes de Venezuela, las playas del Orinoco y del Caribe y me parecen mejor los Chorros. De modo que si los Chorros son mejor que todo lo que conozco no hay un sitio mejor en el mundo.

Paseo Los Caobos

     Caracas era una ciudad rodeada de haciendas. Hacia abril de 1920 la Compañía El Ávila, que después se denominó “Compañía de urbanización del Este”, adquiere para urbanizar las haciendas La Guía y La Industria de José Antonio Mosquera, hoy el hermoso paseo de Los Caobos. Al frente de dicha compañía están de nuevo Don Salvador Álvarez Michaud y Don Eugenio Mendoza.

     La Hacienda constaba de 563.000 metros cuadrados vendidos en un millón cuatrocientos mil bolívares. Una fortuna crecida para la época. Don Eugenio logra reunirla en noventa días. Vale la pena copiar párrafos del documento: “Cuánto dinero no han ganado personas que han adquirido terrenos en El Paraíso, El Ávila y después los han vendido. Esta pregunta sería contestada por quienes han triplicado sus inversiones en poco tiempo con esta clase de operaciones”.

     El primero que contestó fue el General Gómez, suscribiéndose con Br. 100.000. Lo siguió Don Juancho Gómez con cincuenta mil, Rafael Requena, Félix Galavis, Gertrudis López de Ceballos, y su hijo, Bartolomé, Juan Manuel Díaz y otros compraron acciones. La venta de los terrenos fue de Bs. 8, 7, 4, 3, el metro cuadrado. La Municipalidad prestó su apoyo tendiendo un puente sobre el río Anauco.

     Pero luego la operación se estancó porque Gómez trató de que le cedieran gratuitamente el lote del Museo de Bellas Artes y la Compañía se opuso. Los Caobos fueron conservados contra viento y marea por Don Eugenio Mendoza que rechazó jugosos negocios para explotar allí madera.

     Las primeras casas que allí surgieron fueron las de los doctores Tomás Bueno, Ricardo Razetti, la Clínica de Salvador Córdoba, la del doctor Carlos Acedo Toro y la de Don Eugenio. Por mucho tiempo estuvo allí instalado el Jai-Alai y el Restaurant La Suiza.

San Agustín y El Conde

     En 1925 ya se está enseñoreando la fiebre de oro de Venezuela, valorizando los terrenos. No pueden hacerse ya grandes mansiones sin desembolsar grandes cantidades de dinero. Por aquel tiempo surge una clase de urbanización nueva, al alcance de la clase media y la clase obrera, simbolizados en San Agustín del Norte y del Sur. Nace el “Sindicato prolongación Caracas”, dirigido por Don Luis Roche y Juan M. Benzo. Los acompañan para iniciar la equitativa urbanización: Alfonso Rivas, Tomás Sarmiento y Juan Bernardo Arismendi.

     Sobre los terrenos de La Yerbera, de la sucesión Guzmán Blanco, se levantaron hileras de casas pequeñas, uniformes, donde se ha aprovechado minuciosamente el espacio. Algunas tienen las ventanas cambiadas por balcones. Cada quien puede tener su casa por las facilidades que se donan.

     Ya la casa de ventanas españolas, amplia y acogedora, es un recuerdo del pasado. La primera guerra mundial ha traído como consecuencia que la casa se visite de noche cuando se regresa del trabajo. La casa se transforma en dormitorio. El amor sale a dialogar a los parques, a los clubs, a los bailes.

     Hacia 1927, en los terrenos de la antigua hacienda del Conde San Xavier, nace la urbanización El Conde para la clase media. Con cierta amplitud sobre las casas de San Agustín, intercalándose algunas hermosas quintas, según la fortuna del comprador, el Conde viene a ser una prolongación de San Agustín. La construyeron los hermanos Machado Hernández.

Urbanización la Florida y otras

     Por 1928 Don Luis Roche y Arismendi compran una hacienda de frutos menores del doctor Tomás Bueno para construir La Florida. La nueva urbanización fue la primera en Caracas con 22 metros de ancho y es la que abre el camino hacia el Este.

     También por aquel tiempo Don Eugenio Mendoza construye a Sebucán, haciendo los planos Hermán Steling, Edgard Pardo y Henrique Sibletz. Cincuenta bolívares se pagaba como cuota inicial del terreno. Fue una urbanización para ricos y pobres. Sebucán nació el 15 de junio de 1928.

     Caracas crece, se mete en la hacienda, la hacienda se mete en la ciudad. La Hacienda Blandín, donde se tomó la primera taza de café en Caracas, fue transformada en el Country Club. Sus propietarios compraron aquellos terrenos a Bs. 5 el metro cuadrado.

     Nacen los Claveles en 1932, entre Puente Hierro y la Roca Tarpeya, urbanización también de Don Luis Roche, después de haber construido Don Bosco, al lado de la Florida. Se urbaniza el peaje, propiedad de Don Eugenio Mendoza que casi regala a la gente pobre aquellos terrenos. Su consigna fue que “ningún rico podía hacer allí inversiones”

     Fue la urbanización para la gente de escasos medios. Nombres de trabajadores hoy bendicen su nombre, como sus primeros pobladores: Valerio Piña, Jacinto Arias, Martín Herrera.

     Las haciendas siguen parcelándose. En la de San Felipe nace La Castellana. La hacienda de Andrés Ibarra se convierte en Bello Monte. Su trapiche es hoy la Ciudad Universitaria. Los campos de nardos, cercanos a Petare, alabados por Arístides Rojas, son hoy La California, La Carlota. Mariperez es la hacienda de Chacao, de María Pérez. Las haciendas de melojo, de Don Cruz Orta, forman parte de la segunda etapa de Los Caobos. San Bernardino se levanta sobre las frescas campiñas de Gamboa, pobladas de durazno y de flores.

     Luego viene Altamira, iniciada igualmente por Roche, más o menos en 1942. Esta urbanización ostentará la mayor plaza de la capital, de 28 mil metros cuadrados. Será el centro del Este, una población nueva que crece apresurada, hermosa y moderna.

El Silencio

     En 1942, día aniversario de la Fundación de Caracas, el presidente Medina Angarita iniciaba el primer paso para construir sobre un barrio miserable la Caracas magnificente del porvenir. Trescientas treinta y una casas ocupadas por 3.100 personas cayeron bajo la pica demoledora para levantar allí las airosas y pesadas torres de la Avenida Bolívar. Sería ya la arquitectura recia, el bloque de cemento entronizado, el vuelo vertiginoso de una ciudad que se incorporaba para siempre al progreso avanzado del mundo.

     Lo interesante sería saber si Caracas está construída con arte, técnica y belleza, para que en ella viva feliz una humanidad que supo encontrar antaño en la paz sus mejores goces. Una ciudad que fue esencialmente romántica. Una ciudad donde la casa era lugar de armonía y recogimiento.

     Solo podrían contestarlo los señores arquitectos que hoy se reúnen a su sombra a dialogar.

     Guinand, por ejemplo, no se ha acostumbrado nunca al maquinismo de la época y prefiere el crecimiento limitado de la ciudad, para que no desaparezca la vieja fachada con su rezumo de magnolias y jazmines. El arquitecto Rafael Seijas Cook, constructor de aquel original Teatro Pimentel y viajero del mundo, desde su despacho de la torre sur de la Av. Bolívar, compara la técnica en el tiempo con otros países y emite el juicio alentador de que estos rascacielos son buenos en cualquier parte del mundo. Pero para la mayoría de las personas la Avenida Bolívar no fue construida con toda la técnica armoniosa. Sus avenidas señalan al viajante casas a la mitad o superficies de aleros que roban la generosidad del paisaje.

     Para nosotros la ciudad no es la misma que añoramos con depósitos de tradición. Quedan por ahí plazas antiguas, viejas estatuas que la gente no conoce. Todo está simplificado, duro geométrico. El árbol airoso de la hacienda ha muerto en la ciudad. El Ávila refulgía como una esmeralda. Para encontrarlo hemos tenido que tomar un ascensor.

¿Cómo hacer periodismo económico en entornos cambiantes?

¿Cómo hacer periodismo económico en entornos cambiantes?

¿Cómo hacer periodismo económico en entornos cambiantes?

     La Cámara de Caracas realizó un conversatorio con destacados periodistas que cubren la fuente gremial a propósito del Día Nacional del Periodista. Los ponentes invitados fueron Adriana Nuñez Rabascall, Ingrid Bravo Balabú, Áryeli Vera, José Gregorio Yépez y Román Lozinski. La moderación estuvo a cargo de Milagros Zambrano.

     ¿Cómo hacer periodismo económico en entornos cambiantes? fue el tema central de la actividad. Leonardo Palacios, presidente de La Cámara de Caracas, aseguró que los periodistas son una figura clave de la sociedad. Hacen de una manera muy sencilla la interpretación de los mensajes abstractos y datos de la fuente económica para que las personas puedan entender el contexto actual del país. “Muchos de ustedes tiene una polivalencia importante, cubren el área económica y cubren el área política, son dos áreas que no son excluyentes sino que son como una suerte de siamesas que van complementadas, y en definitiva una condiciona a la otra” expresó Palacios.

     Milagros Zambrano, periodista de Noticiero Venevisión, inició la moderación de la videoconferencia haciendo reflexión sobre el reto que enfrentan los comunicadores cuando tienen que aprender el significado de términos que van surgiendo en la economía venezolana, como “dolarización de facto”, para poder informar con precisión y claridad, en un entorno en el cual no existe acceso a indicadores oficiales. Destacando el valor de la información para los empresarios y público en general.

     José Gregorio Yépez, periodista del portal digital Contrapunto.com, comenzó manifestando que la forma de comunicación y el cómo el periodista se relaciona con la fuente, dependen de factores como el liderazgo del momento gubernamental y también de las empresas. “Hacer periodismo económico en un país sin cifras, es muy complicado. Entonces comenzamos a construirlos y hacer algunos referentes para tratar de ser lo más serio posible y llevar una información clara a la audiencia, que los ayude a tomar decisiones”.

     Para este periodista de amplia trayectoria en la fuente económica, es clara la diferencia entre la libertad de expresión de los medios de comunicación y la de los periodistas, que en ocasiones batallan para defenderla dentro de la empresa para la cual trabajan. Lo cual, cree, puede manejarse desarrollando habilidades para defender el contenido tanto en el caso de los reporteros como en el caso de los directores. En lo personal considera oportuno “tratar de hacer un periodismo ventana, donde todo el mundo pueda ver”

     Adriana Nuñez Rabascall, periodista corresponsal internacional, habló sobre la generación de periodistas, a la que pertenece, que trabajan a ciegas, sin cifras. Explicó que en este caso recurren a cifras que generan firmas independientes para tratar de entender qué pasa en el país y transmitirselo a las audiencias internacionales.

     Para Rabascall en esta situación hay que poner el acento en cómo lo está pasando la gente, sin la confrontación, sino tratar de entender por qué esto ocurre. Insistió que la economía actual es producto de las distorsiones del país. “Es la economía de guerra que estamos viviendo la que hace que se desencadenan diferentes entornos”

     Ingrid Bravo Balabú, directora de la versión digital del Diario 2001, en su presentación señaló que los periodistas se han visto obligados a buscar fuentes alternas sin sustituir la estatal. Planteó un cambio de paradigma, ahora se trata de contar la noticia, la incidencia y presentar mayores elementos porque la población en redes sociales demanda mayor información. Por ende, es necesario ampliar la vocería.

     Para Bravo Balabú las redes sociales han sido una alternativa para hacer frente a la persecución y la censura. Las plataformas obligan al periodista a ser mejor gracias a la retroalimentación, la inmediatez, en un país con escasos medios de comunicación convencionales y marcos legales que sancionan los masivos.

     Recomendó a sus colegas que en los entornos cambiantes es fundamental adaptar el contenido a las nuevas tecnologías, recabar data dura, incluir historias de vida y observar.

     Román Lozinski, periodista y presentador en Circuito Éxitos, señaló que la economía es transversal y es un tema sensible desde hace varios años. La inmensa mayoría de los venezolanos está afectado por la crisis económica según el nivel de vulnerabilidad, pero igualmente afectado. Comentó que hoy en día Venezuela es un país de ciudadanos expertos en economía.

     Desde su experiencia, el reto es “cómo hacer atractivo el tema, cómo hacerlo sexy, cómo hacerlo útil, cómo ser pedagógico en un entorno donde las cosas poco mejoran, y a ratos empeoran”. Con responsabilidad y respeto, ofrecer luces y soluciones a la audiencia.

     Lozinski presentó como fórmula clave para lograr hacer periodismo económico en entornos cambiantes fundamentalmente hacer la información útil, hacer la elección correcta de la vocería y estar en contacto con la gente. “Tratar de ser el puente entre la información y la gente, las necesidades y la solución a los problemas”

     Áryeli Vera, periodista especialista en desarrollo empresarial y emprendimiento, comentó que el enfoque del periodismo ha ido evolucionando. En un principio el periodismo económico trataba del análisis del entorno, las cifras, la estructura del mercado y la comunicación económica. Ahora es una observación y conocimiento de las tendencias.

     Habló de la economía del comportamiento, como una herramienta importante para hacer periodismo económico en entornos cambiantes. El foco es la conducta de las personas.

     Vera hizo mención a una investigación que ha realizado sobre la Economía Crypto. Una economía basada en nuevas formas tecnológicas financieras. En Venezuela es un tema que empieza a brindar oportunidades. Es el individuo el que está tomando acciones sobre la economía. La Economía Social: el emprendimiento, ha tomado fuerza. Como una solución a los problemas económicos.

     Los invitamos a ver las ponencias de estos destacados periodistas en nuestro canal de Youtube: Cámara de Caracas

La figura de Boves Saqueador

La figura de Boves Saqueador

POR AQUÍ PASARON

La figura de Boves Saqueador

     De acuerdo con lo estudiado y examinado por Germán Carrera Damas en “Boves. Aspectos socioeconómicos de la Independencia” (1964), una de las modalidades para alcanzar recursos y sostener la guerra por la emancipación, frente a la monarquía española y entre quienes defendían la causa del rey, fue la expropiación y el saqueo contra el enemigo. La historiografía venezolana, en gran proporción, ha caracterizado las acciones del asturiano José Tomás Boves concentradas en el saqueo, el robo y la violación. Carrera ha expresado, en este orden, que la figura de Boves saqueador ha servido para mostrar una semblanza de odio, rencor e intereses viles representados por los realistas de Venezuela frente a la justificada lucha en pro de la libertad de los patricios criollos.

     El mismo historiador venezolano propuso la necesidad de ubicar al asturiano en un contexto inteligible de actuación, dentro del cual se pusiera de relieve su disposición a la confrontación a la luz del Decreto de Guerra a Muerte. El conjunto de reflexiones que presentaré, en este marco de ideas, las reduplicaré de la segunda edición de este texto reproducido por Monte Ávila Editores en el año de 1991. La orientación historiográfica que se ha generalizado, desde el 1800, fue de talante patriótico y nacionalista. Por lo general, los asuntos relacionados con la lucha por la emancipación se enmarcan en la demostración de logros positivos alcanzados con la ruptura del nexo colonial español.

José Tomás Boves, figura controvertida de la historia de Venezuela

     Esta opción historiográfica no ha dejado de estar presente, en especial, cuando se hace referencia a las acciones llevadas a cabo por parte de quienes defendían la monarquía. Es de hacer notar que el propósito por exponer los resultados de la Independencia como un logro positivo desdibujan lo que los hechos brutos y los testimonios a este respecto indican. La imagen de “Boves saqueador” ha servido para mostrar la cara contraria de la bonhomía e ideales con los que se ha asociado y asocia a quienes se tiene como baluarte de un logro positivo. Bajo esta intención la más relevante asociación que se ha arraigado de él es la del saqueo como una brutal y directa forma de apropiación, “el más claro atentado al derecho a propiedad y la más expedita fuente de recursos de que pueda disponer un guerrero”.

     Esta equivalencia se ha extendido junto con la tesis acerca de la estructuración de un sistema de expropiación tolerado y acicateado por Boves. Carrera destaca los atributos que se han sumado de testimonios proporcionados por parte de sus contemporáneos, y de aquellos que han hecho referencia a sus emprendimientos en tiempos posteriores. Así, se le ha adjudicado que hizo uso del saqueo como un incentivo entre sus seguidores. En este sentido, la idea de mayor aceptación es la que indica que atrajo a los llaneros con el atractivo del pillaje, con lo que se ha desplegado la idea según la cual este último fue una práctica común entre quienes le seguían y, en continuidad con esta aseveración, que el mismo formó parte de un sistema de acumulación.

     Para una ostensible demostración de esta disposición testimonial, Carrera tomó en consideración alegatos proporcionados por algunos de quienes participaron en la contienda como defensores de los intereses de la corona española. Uno de estos alegatos lo reproduce a partir de lo expresado por el Mariscal de Campo Juan Manuel de Cajigal. Según Carrera, Cajigal había establecido que Boves atraía a sus seguidores llaneros con la promesa del saqueo a las propiedades de peninsulares y criollos sin discriminar entre unos y otros. Otras informaciones ofrecidas por Carrera las encontró en Pablo Morillo quien no se ahorró sentencias poco favorables para el asturiano. Así, para un poblador de Calabozo de nombre Rafael Delgado quien, en una carta publicada en la Gaceta de Caracas, calificó a las tropas bajo su mando como facinerosos y ladrones que incursionaban en territorios de la comarca para adueñarse de los bienes de otros. Como ejemplo de una percepción que se había convertido en versión predominante, Carrera recordó la descripción tramada por Daniel Florencio O`Leary respecto al mismo personaje a pesar de haberla redactado en 1818.

     Lo interesante de las líneas trazadas por Carrera resulta de las fuentes a las que recurrió para presentar una primera semblanza de Boves. En su relato recordó lo delineado por el regente José Francisco Heredia para quien Boves se hizo acompañar de “gente de color” en un afán por destruir a la “casta dominante”. De igual manera, el obispo Narciso Coll y Prat, también citado por Carrera, Boves había habituado a sus tropas al pillaje y a los horrores más que a la obediencia y la disciplina militar. Lo propio haría Salvador de Madariaga al hacer referencia al mismo personaje a quien asimiló pasiones abyectas como la codicia y el odio racial.

     Otros contemporáneos como el caso del presbítero José Ambrosio Llamozas atribuyó a Boves más que motivaciones de adueñarse de los bienes de otros, la fuerte inclinación del asturiano por exterminar a los blancos y que los bienes de éstos debían pasar a manos de los pardos. Manuel Palacio Fajardo se encargó de atribuir a Boves su disposición por prometer a la “escoria del pueblo” las fortunas de blancos adinerados. Funcionarios que tuvieron que lidiar con este último no dejarían de anotar que él se hacía acompañar de nuevos combatientes para sus filas, con la promesa de aprovechar las riquezas de los blancos. José Manuel Restrepo agregó que a los llaneros que le acompañaron les atraía la esperanza del robo, del saqueo y de la licencia por Boves ofrecida para llevar a cabo todo tipo de excesos.

     En su indagación Carrera destacó que un rasgo predominante de la historiografía venezolana se había encargado de ofrecer, de forma uniforme, el estímulo del saqueo como el verdadero móvil de los actos de los soldados de Boves. En este orden de ideas, asentó que tal apreciación apenas permitía discernir dos posiciones generales, que escasamente diferían en el alcance reconocido al saqueo como incitación, pues algunos mostraron plena aceptación de esta tesis, como los casos de Caracciolo Parra – Pérez, Ángel Pérez o Acisclo Valdivieso Montaño, Laureano Vallenilla Lanz agregaría otro elemento, aunque circunscrito al incentivo aceptado.

     Vallenilla Lanz no sólo hizo referencia a las acciones de los llaneros al lado de Boves y de los que defendían la monarquía. Cuando escribió acerca de “La insurrección popular”, inserta en su conocido texto Cesarismo democrático, subrayó que los llaneros pasaron de ser “degolladores” a convertirse en “héroes leyendarios”, y que cómo al servicio de los caudillos patriotas actuarían con la misma energía, el mismo vigor y similar ferocidad, arrastrados por el mismo entusiasmo emocional y fanático de cuando se agruparon alrededor de la figura de José Tomás Boves. De acuerdo con las líneas citadas por Carrera Damas aquel dejó sentado que los llaneros contribuyeron a la distinguida empresa de “crear naciones recorriendo en triunfo medio continente desde el Orinoco, hasta las márgenes mismas del Río de la Plata”.

     Carrera Damas confronta ciertos convencimientos contemplados por algunos historiadores venezolanos alrededor del tema de los saqueos y la tolerancia representada por Boves. Carrera se interroga acerca del origen de esta tolerancia, más allá de la simplista explicación basada en la “condición infernal del asturiano”. Condición que se ha supuesto como la base axial para la explicación de las acciones plagadas de desmanes atribuidas a él. En este orden, Carrera consideró que la confrontación de la idea de tolerancia cómplice con la de tolerancia resignada posibilitaría una postura intermedia que él denominó “tolerancia activa” la cual fue expuesta de modo ostensible por el historiador venezolano Rafael María Baralt. 

     Ratificó, en esta ocasión, que el testimonio de Cajigal acerca de la manera cómo se llevó a cabo el saqueo de Valencia en 1814, introdujo un nuevo elemento al estudio de una nueva fase del saqueo practicado por las tropas de Boves. Carrera lo designó con la frase “el saqueo como un acto del servicio”, a diferencia de la designación como un “saqueador vocacional” que le adjudicaban otras fuentes como la Gaceta de Caracas. Agregó que la concepción del saqueo como acto del servicio habría sido la que se presentó durante el sitio de Valencia, donde previno a los valencianos a entregar sus posesiones para resguardarlos del saqueo, aunque permitió este junto con la entrega voluntaria de los habitantes de la ciudad. 

     La historia patria y nacionalista ha sido la encargada de difundir una imagen generalizada de Boves como un vil representante del saqueo y la expropiación, sin que falten algunos, en estos últimos tiempos, de asociar sus acciones con una forma de democracia distributiva. Carrera escribió que Boves y sus seguidores habían llevado a cabo saqueos desde que pasaron por Oriente, Barcelona y Cumaná, Calabozo, los valles de Aragua y Valencia. Llama la atención lo que sucedió en Caracas cuando alcanzó la capital y lo que se esperaba de sus tropas en tierras caraqueñas. Desde las páginas de la Gaceta de Caracas se difundieron noticias que informaban de lo que había realizado Boves y los suyos antes de alcanzar Caracas, hasta el punto de estimular una evacuación plagada de pánico que dejó casi despoblada la comarca. 

     Con el uso de una diversidad de fuentes Carrera anotó que ante la propaganda acerca de una desbordante violencia contra los integrantes de la comarca, éstos se encontraron con la publicación de un conjunto de proclamas que contemplaban la seguridad de las personas, las vidas y propiedades de los caraqueños. Ante esta situación Carrera se interrogó acerca de lo expresado por historiadores y la falta de consenso respecto a la narración de lo sucedido en este lugar. De importancia resulta ser el testimonio ofrecido por el obispo Coll y Prat quien achacó los desmanes a zambos y negros, fuesen o no llaneros. De las consideraciones de este último Carrera destacó que el saqueo de Caracas había sido limitado y perpetrado por pardos y esclavos, aunque ellos se llevaron a cabo en los alrededores de la ciudad y durante los primeros días de ocupación. También subrayó que fueron las tropas de Ramón González, integradas por negros, pardos y esclavos, las que refrenaron a los que pretendían desplegar los saqueos. Se presentó así a un Boves que acicateó el saqueo a otro que los limitó.

     En un intento de sistematización Carrera enumeró cuatro explicaciones en torno a Boves y su accionar en Caracas. Acisclo Valdivieso Montaño asoció este giro al eco que se produjo en el partido realista por el recibimiento señorial ofrendado a Boves. Su ingreso estuvo acompañado con fuegos artificiales, música y repique de campanas de las iglesias, al lado del acompañamiento de comisionados reales que lo escoltaron a la catedral, donde fue recibido por el arzobispo Coll y Prat y luego sería alojado en el Palacio Arzobispal. Valdivieso agregó otra elucidación en que destacó que la actitud de Boves en Valencia estuvo precedida por diecinueve días de rudos combates. En contraste con Caracas que fue ocupada sin largos y cruentos enfrentamientos, en combinación con los indultos y proclamas propiciadas por Quero y Chepito González.

     Una tercera explicación que Carrera califica de “curiosa factura” la ofreció Juan Uslar Pietri en Historia de la rebelión popular de 1814. Este último afirmó que los comandos que llegaron a Caracas tuvieron algunas diferencias en lo que respecta al dominio de la ciudad, una de ellas provino de la vanguardia al mando de Ramón González, quien no aceptó saqueos en actitud de agradecimiento hacia los patriotas a los que había servido durante la Primera República, versión bastante simple para Carrera. Una última versión la proporcionó Ramón Hernández de Armas para quien Boves había aceptado la promesa de serle entregado una considerable suma en un lugar que se encontraba en “extrema miseria”. Ante estos testimonios Carrera señaló el requerimiento de estudiar una práctica común durante la lucha por la Independencia de la que no fue ajena el caso de Boves.

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