Boletín – Volumen 120

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Boletín – Volumen 120

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición comienza con “Situación mercantil”. En uno de sus párrafos se lee: “A causa de la proximidad de las cosechas y de las fiestas pascuales hubo en octubre algún movimiento en las ventas, pero sólo en ellas porque en cuanto a pagos de vencimiento no hubo ninguna mejora” (Pp. 2165-2169).

     En relación con una plaga que afectaba la agricultura y una posible colaboración de científicos estadounidenses: “El Gusano de Monte y la quema de las sabanas” (Pp. 2169-2170).

     Relacionado con los avances de Colombia y las inversiones en transporte y el valor del café con el diseño de depósitos: “Valorización de café” (Pp. 2171-2172).

     En “El panamericanismo” se argumentó sobre la posibilidad de una relación armónica y respetuosa entre los países americanos. El mismo lleva la rúbrica de Vicente Lecuna (P. 2172). En lo referente a este mismo tema: “¿Fue un fracaso la quinta Conferencia Panamericana?” (Pp. 2173-2175).

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     Como recordatorio a la memoria de Adolfo Ernst “Estudios sobre las deformaciones, enfermedades y enemigos del árbol del café en Venezuela” (Pp. 2176-2184). Un estudio realizado por el italiano Gino Baglioni sobre las cooperativas agrícolas: “El arrendamiento colectivo en Italia” (Pp. 2184-2186).

     Viene a continuación la segunda parte de “Preparación de pieles y cueros en los Estados Unidos” (Pp. 2187-2193). Le siguen cortas notas, a saber: “La mejora del ganado vacuno en Venezuela”, “Experiencias respecto a ciertas enfermedades del ganado”, “Noticias de Colombia”, “Noticias del Ecuador”, “Sección de correspondencia” y “Participaciones” (Pp. 2193-2198).

     Para cerrar, los cuadros “Comercio de café en Maracaibo en septiembre de 1923”, “Café y cacao exportados por La Guaira en septiembre de 1923”, una nota: “Los fletes y el comercio exterior de Venezuela”, “Tipos de cambio en Caracas en octubre de 1923”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en septiembre de 1923” y “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en octubre de 1923” (Pp. 2198-2202).

Más boletines

Boletín – Volumen 78

Índice alfabético de la Ley Orgánica de la Hacienda Nacional vigente

Boletín – Volumen 118

Asambleas de la Cámara de Comercio de Caracas.

Boletín – Volumen 106

Situación mercantil

Revista Comercio, Marzo de 1990

Revista Comercio, Marzo de 1990

REVISTA COMERCIO

Revista Comercio, Marzo de 1990

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición está dedicada al tema de la fiscalidad desbordada. Se incorpora en el editorial una cita al ministro de Hacienda sobre el sistema de cambio diferenciales al propósito del tema central de la edición. Según SEDECO, específicamente la División de Estudios Económicos, Venezuela ha entrado en una fase de fiscalidad desbordada con las consecuencias del caso. Se reproduce un artículo de la revista Fortune en el que se presentan las ideas de Arthur Laffer sobre la economía de la oferta. Alan Reynold explica en un artículo sobre cómo se puede lograr más crecimiento económico mediante la fijación de menos impuestos.

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     Alberto Mansueti escribe sobre el fenómeno de la nacionalización de los bancos que está teniendo lugar en varios países. Ileana Matos de SEDECO analiza la pertinencia de la reforma fiscal y de la promulgación de la nueva Ley de Impuesto sobre la Renta. Posteriormente se presenta un análisis preliminar sobre la mencionada ley, incorporando algunas consideraciones teóricas y prácticas. A partir de la colaboración de diversos expertos, se hace un análisis de la nueva política comercial como estrategia para un nuevo desarrollo. Enrique Sánchez escribe un artículo en donde hace una crítica a la situación de los trabajadores venezolanos. Hugo Fonseca Viso explica cómo las circunstancias que vive la sociedad venezolana y la crisis en cuestión se derivan de una quiebra del Estado. Culmina la edición con el texto de Hans Neumann en el que analiza el papel de la privatización y su balance en diversos Estados. Eurídice Ledezma de SEDECO explica el caso de la empresa distribuidora L. Benedetti e Hijos C.A. en los últimos cien años.

Más revistas

Revista Comercio, Julio – Septiembre de 1982

La edición está dedicada al Metro de Caracas y a las condiciones del sistema financiero venezolano y las condiciones de los mercados internacionales.

Revista Comercio, Octubre 1984 – Marzo 1985

La edición plantea en su portada que la intervención estatal puede llevar al fracaso económico.

Revista Comercio, Enero – Marzo de 1984

La edición plantea la idea de la gran disyuntiva que enfrentan los Estados en materia económica

Ana Pavlova en Caracas

Ana Pavlova en Caracas

El interés por el ballet en Venezuela se desató a principios del siglo XX por la visita de la compañía de danzas clásicas rusa, cuya vedette era la bailarina Anna Pavlova. Su visita a Caracas y Puerto Cabello, contratada por la Sociedad de Cines y Espectáculos, cautivó a los venezolanos, desde el dictador Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro, hasta el más humilde trabajador que asistió a las funciones. El periódico El Nuevo Diario, órgano al servicio del gobierno, dio intensa cobertura a la visita de la Pavlova a Venezuela. Recogemos en esta entrega un par de interesantes crónicas, la del 18 de noviembre de 1917, en la que reseñan el estreno con toda la parafernalia institucional para destacar la presencia del general Gómez y su comitiva en el Teatro Municipal, además de detalles de la presentación, y la del 7 de diciembre de 1917, para despedirla y agradecerle el buen sabor que dejó por su divino arte coreográfico.

Ana Pávlova (1881-1831) una de las principales artistas del Ballet Imperial Ruso y de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.

Ana Pávlova (1881-1831) una de las principales artistas del Ballet Imperial Ruso y de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.

El debut de la Pavlova

     “Presidió la espléndida fiesta de anoche en el Palco de Honor del Municipal, el señor General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional Electo de la República y Comandante en Jefe del Ejército Nacional, quien tenía a su lado al doctor V. Márquez Bustillos, Presidente Provisional de la República, y al señor general Caracciolo Parra Picón, Vicepresidente de la República, y estaba acompañado igualmente por los señores Ministros del Despacho Ejecutivo, el Gobernador del Distrito Federal, el Secretario General del Presidente Provisional de la República, el General José Vicente Gómez, Inspector General del Ejército; el coronel Alí Gómez, Vicepresidente de Aragua; el señor Raúl Capriles; el Secretario de la Gobernación del Distrito Federal, el Prefecto del Departamento Libertador; el general Graciliano Jaimes, Jefe del Cuerpo del Comando; el Cuerpo de Ayudantes y el de Edecanes y numeroso grupo de altos funcionarios.

     Entre la brillante concurrencia, anotamos la presencia de varios miembros de la familia del General Gómez y de la del señor Doctor Márquez Bustillos.

     Tanto a su entrada al teatro como a su salida, el señor General Gómez y el Doctor Márquez Bustillos fueron saludados con el Himno Nacional.

     El espectáculo que se ofreció anoche en el escenario del Municipal al público caraqueño fue completamente nuevo, insospechado podemos decir, porque en materia de bailes escénicos hemos estado siempre ayunos, aun tratándose de compañías de óperas, pues no suelen las que nos visitan incluir en sus presupuestos los lujos que imponen los cuerpos coreográficos.

     La rápida y primera impresión que dejó en los espíritus esta inolvidable noche de arte, tiene algo de feria, de sueño encantado, de reavivamiento de antiguas épocas o de viajes a lejanos países donde todo es ritmo, gracia, color, arrullos musicales.

     Todo el mundo canta o se mueve según principios armoniosos y este arte de la danza, tal como pudimos apreciarlo anoche, es la expresión más pura de las voces de la naturaleza en consorcio con el ademán y con el gesto.

     El principio artístico de Anna Pavlowa nos hizo sentir intensamente estas expresiones, por la suprema elegancia de los movimientos, por el justo acorde de éstos con lo que dicen las frases musicales y por su inconcebible agilidad de danzarina, que llega hasta un acrobatismo maravilloso. En su arte conciso y silencioso encierra todo: amor, dolor, alegría, locura, galantería, plástica y no puede limitarse en una volandera nota de una noche de estreno.

     La muñeca encantada es un verdadero cuento de hadas mímico, salpicado a ratos de humorismos en el desfile de las múltiples comparsas de muñecas, trajeadas con toda propiedad y cuyos movimientos automáticos imitaron a perfección los danzarines, destacándose entre todos los números el difícil «paso de dos», admirablemente bailado por la Pavlowa y el señor Volinine.

La célebre bailarina rusa interpretando el papel de Libélula.

La célebre bailarina rusa interpretando el papel de Libélula.

     En las siete Diversiones de la última parte todos los números fueron bellísimos; en extremo agradaron el típico baile popular de Jemandowski, en conjunto el minué de Paderewsky por la Plaskoviestzka y el señor Varjinski, el paso de tres, por Bustova Collinette y el señor Oliveroff, el vals de Chopin, fuera de programa, el vals de Primavera, la Libélula, por la Pavlowa y la elegantísima Gavota por ella misma y Volinine.

     De intención nos referimos en último término a la Noche del Walpurgis, del Fausto de Gounod, interpretada de acuerdo con el estilo ruso, en la decoración suntuaria y que resultó para nosotros la parte más extraña del espectáculo. Ese arte sintético, con algo de místico primitivo, tiene una sugestión de originalidad que subyuga. En él se mezcla al fausto religioso de los ortodoxos cierta desnudez pagana.

     En este arte se descubren alternativamente hieratismos de figuras egipcias, solturas de líneas como en los frisos griegos, academias que recatan algunos trozos de cuerpo con pedrerías o con sedas. Los trajes con colores detonantes y dibujos inconcebibles, de infinita variedad, de una salvaje riqueza de imaginación, sugestionan y seducen; los habíamos visto en los figurines de Bask y nos parecían bárbaros, como aquel aterrador Mefistófeles, y sólo anoche en el conjunto único y nuevo pudimos apreciar sus típicas virtudes de Belleza.

     La decoración de la Noche de Walpurgis se conforma en vibración y audacia al suntuoso vestuario.

Aviso de prensa.

Aviso de prensa.

Y sobre esta borrachera de colores volaba, mariposa, ave o flor con alas, la Pavlowa a la que secundan con brillo el señor Volinine, admirable bailarín, y todos los demás artistas que forman el cuerpo de baile. La orquesta muy bien bajo la dirección del competente maestro Alexandre Smallens.

     Los aplausos repetidos y las ovaciones nutridas al final de cada acto, testimonian que el público quedó perfectamente satisfecho y que la función de anoche asegura el éxito de la temporada de la Pavlowa y su compañía.

ADIÓS, PAVLOWA

     Adiós, Anna, la Harmoniosa. Se va la rusa, admirable después de terminar, sin el esplendor de apoteosis que mereciera, su temporada de bailes en el Municipal.

     Se irá calladamente, suavemente, en puntillas, como se oculta en las cajas al final de uno de sus leves pasos, dejando en los espíritus una vaga dulzura una función de ensueño y de música.

     Algunos, una minoría, se dolerán de la ausencia. Midiendo cortos los días en que nos dio a saborear un nuevo alimento del espíritu, un pan sencillo y aromoso como para el banquete primitivo, amasado con miel cruda y trigo candeal recién espigado.

La Pavlova cautivó al general Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro.

La Pavlova cautivó al general Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro.

     Porque para este arte de la danza basta tener el espíritu cándido de un pastor de ovejas de la montaña del Ática. No hay que empeñarse en complicaciones, refinamientos, ni erudiciones, que han de «echar a perder» el alma y desorientarla por intrincados caminos. El sabio –o pseudo sabio– podrá saber por qué se danza así; todos, inclusive él, pueden y deben sentir la danza. ¿No llama la atención de las gentes humildes el simple baile familiar, de tal manera que se pasan horas enteras formando barra, embobalicados, apretujados ante las ventanas abiertas?

     Es la atracción impositora del ritmo que envuelve, encuna y mece con un cariño maternal. Aleja pensamientos, dulcifica, embriaga, aduerme. Por eso dan la impresión de cuerpos sin alma, escaparates vacíos, esos señores que dicen que los bailes de la Pavlowa no son espectáculos para visto más de una vez.

     Los abonados y los asiduos –los que no pagamos– hemos podido experimentar que lo que una vez nos subyugó sin comprenderlo otro día lo entendimos y gozamos mejor; así la retorcida contextura musical de la Danza Indostánica o de Anitra, como el sentimiento del Pierrot, que al principio parece una futileza y luego nos invade con la simpatía de un ingenuo humorismo romántico.

     ¡Y los grandes bailes de los que ella es al par una danzarina y una mímica eminente, duple artista!

     Si ese arte, primera ayuda y complemento de las otras artes, en su aspecto rudimentario y frívolo seduce, ¿cómo no ha de encantar, refinado, elevado, compendiando en sí la plástica, la música y la poesía?

     Si fuera necesarios atiborrarse de conocimientos en cada una de las cuatro para poder ver danzar, mal situado estaría en cualquiera de las cinco partes del mundo el divino arte coreográfico: divino porque los dioses no eran ni literatos, ni pintores, pero sí eran músicos y todos bailaban: hasta Jove!

     Adiós, Anna Pavlowa, la Harmoniosa.

     Que te acompañe una cariñosa memoria de la gente de esta tierra, a quienes por la primera vez llevaste a tu convite magnífico de arte puro y que te lleves la seguridad de que mañana se recordará tu nombre con reverencia, como se cita el de Paco Fuentes, a quien debemos las primicias del moderno arte dramático.

 ¡Adiós, Pavlowa!

 Santiago de LEÓN

 Caracas: 1917”

¿Qué sintió usted cuando le alargaron los pantalones?

¿Qué sintió usted cuando le alargaron los pantalones?

Guillermo Pacanins, gobernador de Caracas, Jesús Corao, Mariano Picón Salas, el maestro Juan Bautista Plaza, Ángel Álamo Ibarra, Francisco “Pepe” Izquierdo y Pedro Sotillo cuentan la desaparición de sus bombachos.

 

Por Francia Natera

El pequeño Guillermo Pacanins y su hermanita Carmen Cleotilde. Guillermo, quien fue gobernador de Caracas en los 50, se alargó los pantalones a los 12 años.

El pequeño Guillermo Pacanins y su hermanita Carmen Cleotilde. Guillermo, quien fue gobernador de Caracas en los 50, se alargó los pantalones a los 12 años.

     “¡Ya era un hombre! No había dudas. Capitaneaba una partida del barrio y le decían “pollo ronco”. Por las noches, sus papás le permitían llegar a las nueve y los sábados, como una condición excepcional y reconocimiento a su irrefrenable masculinidad, podía ir al cine, a divertirse con aquellas primeras películas parlantes donde José Bohr y Ramón Pereda sentaban cátedra de muñecos del celuloide. Atrás quedaban Eddie Polo y Juan Centella, y las negras caídas de ojos de Francisco Bertini.

     Eran los tiempos en que el zagaletón de la casa pedía los pantalones largos. Hasta ahora había usado los bombachos, pantalones de “tennis” y unas horripilantes medias negras o marrones que sin ningún donaire emergían del pantaloncito.

     El límite de la infancia estaba allí, sencillamente, en ese medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. Traspasar ese límite suponía el acto más importante en la vida del muchacho. Lo verían con respeto, pagaría completo en los espectáculos, y podría sentarse y opinar en las reuniones familiares.

     Eso era antes. . . Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Los bombachos del gobernador

     Guillermo Pacanins no era por entonces comandante. Ni siquiera Gobernador de Caracas. Estudiaba en el colegio que el gran educador Sergio María Recagno dirigía en Maiquetía.

     El Pacanins de ahora recuerda con afecto a su maestro y añora a los compañeros de entonces: Eduardo Mayorca, actual prefecto de La Guaira, Raúl Osuna, Domingo del Rosario y otros de la pandilla juvenil.

     Usaba unos horribles bombachos hasta la rodilla y de allí para abajo las inevitables medias acordonadas. En vez de la fulana apostura de hoy y de la exquisita elegancia del bigote y canas, el gobernador parecía, sin más ceremonias, un ave zancuda de peludos muslos.

     –Tenía doce años y como estaba crecidito, decidieron encargarme los pantalones largos. ¡Ah! qué hombre tan macho me sentí ese día. No obstante, seguí practicando con ahínco como deportes predilectos la metra, el trompo y la perinola, sin olvidar el gurrufío.

     Los pantalones largos del Gobernador, los de ahora, se quedaron asomando por debajo del imponente escritorio. Arriba, las manos del hombre revolvían montañas de papeles y de preocupaciones. Afuera un gentío esperaba para entrar con los problemas propios y ya era pasada la hora del almuerzo. Los pantalones del Gobernador por un momento fueron unos bombachos marrones con ganas de fugarse a la playa. . .

Antes de cumplir los 14 años, el célebre músico Juan Bautista Plaza, con el consentimiento de sus padres, se puso pantalones largos.

Antes de cumplir los 14 años, el célebre músico Juan Bautista Plaza, con el consentimiento de sus padres, se puso pantalones largos.

La cabeza de Jesús

     Estaba generalmente hinchada. Para variar, en otras oportunidades una blanca cinta de adhesivo encubría graciosamente los puntos de sutura de una leve pedrada. La cabeza de Jesús Corao no descansaba en esos días. Casi lo único que no hacía era pensar. Pocas cosas preocupaban al “muñeco” de los Corao en 1916. Jesús tenía –al menos eso dijo– 16 años de edad y era el abanderado de los muchachos peloteros del Stand del Este.

     –Peleaba todos los días. Daba cabezazos todos los días. Cuando las medias negras resultaron insuficientes para cubrir las espantosas extremidades inferiores que crecían sin medida, me enviaron a la sastrería de Muscangt que estaba en la esquina de La Bolsa.

     Jesús Corao se acomoda con facilidad, con alegría, en los recuerdos:

     –¡Mi terno gris! Qué sensación de hombría me dio. Salí del colegio Froebel muy ufano a estrenármelos y a pasearlos por las narices de los compañeros: Andrés Eloy Blanco, Alfredo Romero, Roberto, Gustavo y Eduardo Machado.

 Jesús dice que lo tenía todo entonces. No pedía más nada a la vida ni a los seres.

 –¿Ni una novia?

 –Al día siguiente de estrenar los pantalones empecé a buscarla.

 Parece que Jesús encontró varias. Pero al final le sucedió algo insólito. ¿Qué sería?

 –Me casé con una de ellas. . .

Mariano tenía un revólver

     Nadie dudaba ya del genio de Mariano Picón Salas. “Lectura Semanal”, una publicación que editaba en Caracas José Rafael Pocaterra, le había aceptado un cuento. ¡En la Capital! La superioridad de Mariano era evidente. Los demás, apenas habían alcanzado las glorias de la imprenta provinciana.

     Mariano Picón Salas, merideño de pura cepa, tenía 15 años, una marcada vocación sacerdotal, buenas notas en el Colegio de monseñor Mejía en Valera y una entusiasta admiración por Mario Briceño Iragorry, quien también comenzaba a escribir unas románticas cuartillas y un poema que decía: “Mi corazón es como una loca casa de pensión…”.

     Entre la admiración por Mario y el arrobamiento cristiano, se pasaban los días. El padre Mejía apuraba con sus admirables conocimientos de latín y Mariano se regodeaba con la filosofía escolástica. Nada quebrantaba la conducta inalterable del que se creía futuro jesuita, excepto uno que otro cigarrillo fumado a hurtadillas. Hasta que un día. . .

 –Me enfermé del estómago y me enviaron un par de pantalones largos elaborados por los famosos Menda, sastres italianos residenciados en Mérida.

Contó el Dr. Ángel Álamo Ibarra que sus primeros pantalones largos lo marcaron para siempre. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador.

Contó el Dr. Ángel Álamo Ibarra que sus primeros pantalones largos lo marcaron para siempre. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador.

     Los otros muchachos estaban asombrados de la transformación de Mariano. Ya no era el mismo muchacho tranquilo. “La máquina de hacer discursos”, como le decían, había cambiado de dirección. Atrás quedaban los éxitos de aquella estupenda pieza oratoria, declamada con gran fuerza e indignación, titulada “la pornografía, su perversa influencia”.

     Mariano, en vez de denigrar de los pecados del hombre, de horrorizarse de ellos, pisaba la senda de los propios pecados.

     –Me fui a la retreta con mi flux blanco. mis zapatos blancos y mi pajilla. Cuánta hombría. ¡Y no sabía que las mujeres de Valera estaban tan bonitas!

     Los padres, para completar el hombre, le regalaron un revólver. El arma saltaba en el bolsillo blanco y Mariano afirmaba su condición de hombre, muy hombre. Mariano estaba completamente perdido para el claustro.

     También se le perdió el revólver. Y ya no tuvo otro en su vida, Mariano Picón Salas, el gran ensayista, se puso simplemente a escribir.

 

El flaco Juancito

     Tal vez porque estaba muy flaco, tal vez por falta de práctica. Pero algo aterrorizaba a Juan Bautista Plaza el día que se puso los pantalones largos: a cada instante parecía que se le iban a caer.

     Como una damita quinceañera fue festejado Juan Bautista el día de sus pantalones largos. De Truco a Guanábano, en la residencia antigua de los padres del músico, hubo gran fiesta. Los familiares, los amigos, acudían a cumplimentar al espigado muchacho que estudiaba música y bachillerato en el Colegio Francés. La rosada mistela para los jóvenes, el ronco brandy para los mayores.

     Juan Bautista no sabía bailar y disfrutó más o menos de la familiar reunión. No quería que la noche terminara. Sinceramente no lo deseaba.

    –Porque veía con horror la llegada del nuevo día y la inevitable salida a la calle con esos largos pantalones que amenazaban caerse.

     Y Juan Bautista Plaza, con treinta años de pantalones largos a cuestas, hizo un gesto nervioso cuando volvió al examen interrumpido para hablar con la periodista. Se estaba sujetando los pantalones.

 

La tragedia de Álamo Ibarra

     –Eran blancos, con tenues rayitas rojas y una chaqueta larga, larga.

     Ángel Álamo Ibarra, que era alto y guapo, y de la parentela del Libertador, parecía un cigarrillo egipcio.

     –Aún los estoy viendo, mis primeros pantalones largos. La emoción del día la conservo intacta. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador. Solamente me faltaba eliminar aquellas piernas velludas que apuntaban obstinadas después del breve pantaloncito corto. Por fin llegó el día. . .

     Era domingo. Cuando Ángel Álamo Ibarra salió de su casa muy temprano en la mañana, estaba seguro de que todo el Caracas elegante no miraba otra cosa que sus pantalones largos. La alegría era infinita. Ahora sus compañeros del Colegio del Doctor Landáez, que estaba en El Paraíso, le guardaban consideraciones especiales.

     –Me acosté feliz, cansado, y dormí profundamente. Por la noche, un ladrón entró a la casa y se llevó la ilusión del adolescente, sus largos pantalones y la chaqueta incongruente.

    –Pero hay epílogo, doctor Álamo, inquiere la reportera angustiada.

     –Golpes. Al día siguiente, cando tuve que volver al colegio de pantalones cortos, la rechifla de los compañeros se disolvió a golpes. ¡Ay dolor! ¡Ay tragedia!, mis pantalones aún los estoy viendo.

Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Don Pepe Izquierdo ya había leído el quijote

     –No como esos muchachos de ahora. En mis tiempos los muchachos jugaban en las arenas del Guaire, peleaban en los barrios, aprendían a cimbrear la cintura en los quicios de Santa Teresa y se quedaban en las casas leyendo los libros clásicos.

     El doctor José Izquierdo tenía 14 años y los familiares se apuraron en comprarle un flux de casimir de pantalones largos. Ya conocía el Quijote y leía francés e inglés. Vivía por San Agustín y toreaba en el Nuevo Circo.

     –¡Pero esta juventud afeminada de ahora! ¿Qué es eso señor? Culpa del cinematógrafo, de esa cosa desabrida e imbécil que es el baseball donde dieciocho señores van a dar carreras y un estadio lleno de pistolas va a beber y a pegar gritos.

     Don Pepe estaba realmente imponente y magnífico, con su estupenda voz de Catilina de San José, cuando recordó la versión de Hamlet “descompuesta” –son sus palabras– por Sir Lawrence Olivier.

El límite de la infancia estaba en un medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. De pantalones cortos a los bombachos.

El límite de la infancia estaba en un medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. De pantalones cortos a los bombachos.

     –Pero el supremo horror, lo que convierte nuestros incipientes hombres en majaderos afeminados, son la música, las canciones argentinas y mexicanas, y ¡horror de los horrores!, los fluxes de dos colores y esas espantosas guayaberas que dan aspecto de señora embarazada al hombre más macho.   

 

Los liquiliquis de Pedro Sotillo

     En 1915, Pedro Sotillo tenía 13 años y concluía sus estudios de primaria en Los Teques. Su mayor ambición era poseer cuatro liquiliquis con pantalones largos.

     –Era nuestro mayor empeño. Las liquiliquis, tener novia y montar a caballo.

     El poeta Leopoldo Torres Abandero, quien cortaba y cosía en un viejo local frente al Banco de Venezuela, fue comisionado por los padres de Pedro para la elaboración del atuendo de hombre. Pedro tuvo un flux blanco de dril y otros tres de color crudo. También tenía un sombrero porque el poeta cree que:

     –Cuando un llanero pierde el sombrero hasta el chinchorro se cae.

     Toda la vida usó y usa Pedro Sotillo el sombrero criollo de anchas alas. Parece que es, al fin y al cabo, lo único que le queda de las antiguas ambiciones porque él mismo dice:

     –Después tuve que dejar el caballo porque “me lucía” un poco feo, con las muchachas e seguí encontrando para recibir los batacazos que me ahorraba el caballo, y de los pantalones largos me quedó el recuerdo de una pedrada que en el Carnaval me atestaron en la esquina de Manduca.

     Naturalmente, Pedro Sotillo siguió usando pantalones largos. Después los mezcló con sal criolla, criollos versos y vino extranjero. Los pantalones llaneros de Pedro Sotillo se quedaron en Caracas definitivamente. Y cada día son un pregón del afán andariego de los hombres de la llanura”.

FUENTE CONSULTADA

  • El Nacional. Caracas, domingo 3 de agosto de 1952. Edición aniversaria

Comunicado emitido por el Presidente de la Cámara de Caracas con motivo del 130 aniversario de este organismo gremial

Comunicado emitido por el Presidente de la Cámara de Caracas con motivo del 130 aniversario de este organismo gremial

Comunicado emitido por el Presidente de la Cámara de Caracas, Diego Romero.

     La contingencia en todas las esferas de lo local y lo global han cruzado a los más recientes 130 años de historia de Venezuela y de Occidente. Ello convierte en extraordinarias las creaciones humanas distinguidas por la permanencia no solo de sí mismas, sino de los valores sólidos que las constituyen.

     La Cámara de Caracas cumple hoy 130 años. Fundada el 22 de noviembre de 1893, más que ser testigo, se ha dispuesto a abordar los avatares de una compleja línea de tiempo que toca tres siglos. Su propósito, impulsar en Venezuela los verdaderos valores republicanos: la realización inclausurable del progreso material, intelectual y espiritual de la ciudadanía.

     Desde sus inicios, en una Venezuela decimonónica rural, abatida por los efectos de guerras, revoluciones y montoneras que ralentizaban el florecimiento de las iniciativas económicas, la Cámara de Caracas vislumbró la necesidad de fomentar con constancia el espíritu de comercio en el país.

     Ese espíritu ilustrado había aflorado desde los proyectos constitucionales de Francisco de Miranda, evidenciando la correlación entre ciudadanía, propiedad y libertad: solo es libre quien es capaz de valerse por sus propios medios, movido por la ética y por un vigoroso espíritu de industria y de comercio, con el cual, desde sus luces y su autonomía personal, contribuye con el bien común.

     La historia de la Cámara de Caracas está tejida en la historia de Venezuela tanto en el esfuerzo sostenido por diseminar los efectos modernizadores del comercio, como en la participación activa para la resolución de las crisis: desde sus primeros años, la Cámara articuló la Junta de Sanidad dirigida a combatir las epidemias que castigaban al país. Hasta el presente y más allá, es un actor comprometido con los beneficios de la actividad gremial empresarial en pro del interés general y la utilidad pública.

     Heredera de los principios cívicos que gestaron desde 1830 a la Sociedad Económica de Amigos del País, la Cámara de Comercio cumple 130 años en medio de uno de los momentos más desafiantes del país y de Occidente.

     Es una cifra inspiradora, al enfrentar con su persistencia un mundo incierto y aparentemente desesperanzador. En medio de unas de las páginas más complejas de la historia nacional, los 130 años de la Cámara de Caracas catalizan el cultivo de facultades individuales y gremiales
para la vida republicana, el amor al trabajo, a la libertad y la dignidad humana, sustantivos en un horizonte de autonomía y prosperidad integral en Venezuela.

     Es así como La Cámara de Caracas, primera institución gremial de Venezuela, se apoya en la visión crítica de su pasado, actúa sobre su presente y vislumbra con racionalidad y espíritu de ciudadanía su futuro, apostando por un país de progreso y desarrollo en el que fundamenta los valores republicanos basados en la confianza y la unión de todos los venezolanos.

Caracas, 22 de noviembre del año 2023.

 

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