Cuando llegó al hato La Candelaria, Moros lo recibió amablemente, pero debió esperar 8 días para saber que Moros le iba a pagar 30 pesos por cada caballo que a él le había costado 60. Y no solo eso. Moros le pagaría los caballos con toros avaluados a 12 pesos cada uno. Arévalo sabía que esos toros eran vendidos a 6 pesos cada uno, pero ya su suerte estaba echada. Sino le vendía los caballos a Moros sería tomado preso. Cerró el negocio, pero ya había decidido irse a la guerra. Comenzó a prepararse. En mayo de 1914 pasó grandes angustias cuando un burro, que llevaba para Valle de la Pascua, cargado con 80 mil pesos para comprar mil novillos, se le perdió. Pero el animal apareció. Hizo el negocio y cumplió con su socio.
Arévalo y Funes
El 19 de mayo de ese año lanzó en Cazorla el grito de libertad. Desde ese momento comenzó su gran aventura. Un día era el guerrillero triunfante que tomaba un pueblo y al día siguiente el que tenía que salir huyendo sobre curiaras por los caños de los ríos del llano para escapar de los hombres de Gómez. Después de tomar los pueblos más importantes del Guárico debe salir huyendo, solo, hacia Trinidad, engañando a jefes civiles a quienes les decía que era enviado del gobierno. En Trinidad encontró a varios exilados de nota, entre ellos a los generales José Manuel Hernández y Cipriano Castro. Castro decía tener 1.200 fusiles en Barbados, pero decía que solo se los daría a quien reconociera a él como jefe de la revolución. Arévalo no aceptó eso y después de intentar hacerse a la mar con 30 fusiles y ser descubierto, no le quedó más remedio que esperar hasta 1915, ir a Cartagena y seguir al Arauca, donde el doctor Carmelo París le entregará 87 fusiles y 10 mil tiros.
Horacio Ducharne se está batiendo en el Oriente. Arévalo pretende encender la guerra por el llano. Toma Caicara y otros pueblos y avanza hacia Valle de la Pascua. Los generales de Gómez, sorprendidos, n o alcanzan a prepararse, tienen que huir mientras telegrafían a Maracay que ya están derrotando al faccioso. Arévalo, que halla estos telegramas, se burla de Gómez, poniéndole otros telegramas donde le dice que ya tiene al ladrón Arévalo en su poder y quiere saber qué debe hacer con él. Cuando se tropieza con gente de Ducharne sabe que ya no puede hacer nada. En 3 meses ha tomado 4 estados. Pero quedarse mientras las demás fuerzas se dispersan, es suicidarse. Y Arévalo sale por segunda vez al exilio, esta vez por Colombia.
Conseguir dinero para nuevas aventuras lleva tiempo. Arévalo tiene que viajar por Centro América y después a Europa. Solo está en condiciones de volver a entrar a Venezuela a fines de 1920. Esta vez Arévalo quiere librar al Territorio Amazonas de Funes, el hombre que aterroriza a los caucheros desde 1913. Piensa que será un buen golpe de propaganda. Funes, que ha gobernado asesinando, cobra impuestos prohibitivos y elimina a los que bajan por los ríos con alguna carga de consideración. Arévalo, de nuevo desde Colombia, ahora con casi 200 hombres, baja por el Meta en curiaras y falcas hasta Puerto Carreño. Allí apresa al tesorero de Funes y requisa 375 fardos de balatá. La expedición ha comenzado el 30 de diciembre de 1920, pero no es ningún paseo. Hasta naufragios ha habido y después quedan los raudales que hacen imposible la navegación del Orinoco en 60 km.
Hambrientos, con sus embarcaciones a la rastra, pasan muchas penurias hasta la madrugada del 17 de enero, cuando llegan a la confluencia de los ríos Guaviare y Atabapo. Pasan el pueblo hasta Tití y después comienza el ataque a San Fernando de Atabapo. La batalla se prolonga 28 horas, pero Arévalo se impone. Funes ofrece dinero, Luciano López, su lugarteniente, también, pero Arévalo quiere hacer las cosas en forma. Un Consejo de Guerra delibera y el dictador de la selva y su brazo derecho son fusilados en la plaza del pueblo a las 10 de la mañana del 21 de enero. Después de eso, los oficiales que acompañan a Arévalo lo quieren nombrar jefe único de la revolución, pero él no acepta eso para que los opositores de Gómez no sigan separándose más. Sin embargo, el divisionismo y la ambición saldrán adelante poco más tarde cuando aparece el general Roberto Vargas, dándose títulos de jefe. Las esperanzas de vencer al presidente de Apure se esfuman. Arévalo, antes de regresar a Colombia ordena la captura de los generales Vargas y Alfredo Franco para someterlos a Consejo de Guerra.
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