Evolución de la demografía en Venezuela

Evolución de la demografía en Venezuela

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Evolución de la demografía en Venezuela

     En un interesante libro publicado por la Fundación Bigott, en el año 2003, que lleva por título Fábrica de ciudadanos. La construcción de la sensibilidad urbana (Caracas 1870-1980), se ofrece un interesante panorama de los cambios y transformaciones de Venezuela desde un momento histórico, denominado por los historiadores proceso de modernización. Lo interesante de lo expuesto en esta obra es cómo varios de los cambios alrededor de la familia, el entretenimiento, la sexualidad, el ocio y las relaciones laborales, entre otros sirven de base para mostrar cómo una nueva sensibilidad se fue desplegando en conjunto con tendencias ideológicas, sociales y políticas. Rafael Cartay (Barinas, 1941) fue quien estructuró una obra de gran utilidad y con la que es posible una aproximación a la historia del país a partir de una perspectiva distinta a la usual y privilegiada por los historiadores como ha sido la historia política.

      En esta ocasión voy a hacer referencia a lo que Cartay expuso como comportamiento demográfico de los venezolanos. Para alcanzar sus inferencias hizo uso de fuentes diversas existentes en el país. Según este destacado historiador, el comportamiento demográfico en Venezuela, durante los dos últimos siglos son los siguientes:

 

  1. Elevado y persistente crecimiento de la tasa de natalidad, aunque a partir de la década de 1960 disminuyó su impulso.
  2. Importante reducción de la tasa de fecundidad desde la década de 1960.
  3. Constante reducción de la tasa de mortalidad, desde 1941.
  4. Aumento del promedio de esperanza de vida, desde la década de 1940.
  5. Baja tasa inmigratoria, con aumento desde la década de 1950.
  6. Desde la década de 1930 la población del país ha aumentado.
  7. El promedio de edad de la población es de predominancia juvenil.
  8. Fuerte movimiento poblacional hacia las ciudades del centro de Venezuela.
  9. Población concentrada en la franja costera – montañosa del norte del país.
  10. Concentración poblacional en las grandes capitales.

     Las cifras mostradas por Cartay llevan a considerar que la tasa de natalidad se ha caracterizado al mostrar una tendencia hacia el crecimiento, entre 1891 y 1961, con períodos de decrecimiento como lo fue por la propagación del paludismo, y con tendencias al crecimiento gracias a las políticas epidemiológicas y de higiene personal. Llama la atención que la tasa de natalidad se redujo debido a la tasa de fecundidad. Esta pauta pasó de 6,6 hijos por mujer, hacia 1961, a 3,6 para mediados de la década de 1980. Esta disminución se debió, de igual modo, a la agregación de las mujeres a un mercado de trabajo más amplio y a su incorporación al sistema de educación, así como al costo de las viviendas, el precio de los alimentos y los costos de manutención familiar.

     El mismo autor dejó asentado que la tasa de mortalidad ha sufrido modificaciones desde finales de 1800. Un primer período que arranca desde 1887 hasta 1924, cuya tasa fue de 22 por cada cien. Un segundo periodo que inicia hacia 1925, cuando la tasa muestra una disminución, en especial para 1941. Según este historiador venezolano, la disminución de la tasa de mortalidad tuvo su razón de ser en la formación de un conjunto de profesionales de la medicina, quienes adquirieron sus conocimientos en los Estados Unidos de Norteamérica, a partir de 1925, la creación de la Oficina Nacional de Salud y a un convenio firmado con la Fundación Rockefeller, “interesada en ayudar a sus compañías en la explotación del petróleo venezolano, en la década de 1920 que permitió el combate del paludismo y la anquilostomiasis”. Gracias a estas prácticas bajó la

     incidencia de la malaria y del tétano infantil, que era la principal causa de muerte entre los recién nacidos.

     La esperanza de vida de los venezolanos también mostró efectos positivos. Si para 1880 el promedio alcanzaba los 29,34 años para 1903 se había calculado en 24,58 años. El cambio se presentó luego del año de 1931. Entre este año y 1961 pasó de 32,45 años a los 61,37 años y logró alcanzar para los años de 1990 a 71,1 años.

     De acuerdo con lo examinado por Cartay, estos cambios demográficos no se debieron a la inmigración, al contrario de lo sucedido en países como Brasil, Uruguay y Argentina. La incidencia de la inmigración en la estructura poblacional del país se presentó luego de 1944. En más de un siglo, entre 1830 y 1932, habían ingresado al país sólo 63.420 inmigrantes. Pero, para 1961 inmigrantes italianos, españoles y portugueses habían superado la cantidad de los 500 mil. Para la década de 1970 los inmigrantes que se sembraron en Venezuela provenían del Cono Sur, Perú, Colombia, Ecuador y República Dominicana. De mayor importancia ha sido la emigración interna o migración campo ciudad que se convirtió en algo usual luego de 1916 y como corolario de las actividades que se desarrollaron con la explotación del petróleo.

     Es de destacar que, de acuerdo con la información proporcionada por este historiador venezolano, Venezuela se muestra diferente en lo que respecta a su desarrollo demográfico frente a otros países del orbe. La suma de estos elementos, tal como lo puso de relieve Cartay, sin incluir la migración interna, la población de Venezuela ha tenido un crecimiento considerable. El momento más destacado, en este sentido, fue en la década de 1950 cuando la población creció a un ritmo de 4% y que se duplicara entre este año y 1971, y de triplicarse entre 1950 y 1981. Cartay anotó que históricamente no había sido así. Entre 1900 y 1920 el crecimiento demográfico fue muy lento, casi nulo, “porque la elevada tasa de natalidad fue compensada por una alta tasa de mortalidad, pero luego la tasa de mortalidad comienza a descender, al principio suavemente, mientras se mantenía alta la tasa de natalidad”. Dentro de esta dinámica, la población se ha caracterizado por mostrar una media mayoritaria de integrantes jóvenes. Durante 1950 un 42 por ciento de la población estaba constituida por menores de los catorce años de edad, proporción que se mantuvo hasta los años de 1990 cuando representaba a un 37 por ciento del total poblacional.

     Cartay puso de relieve otra característica de la población del país. Su distribución a lo largo y ancho del territorio no parece haber variado durante siglos. Ha mostrado una tendencia a concentrarse en la franja costera montañosa de la parte norte. Dos variables han marcado esta tendencia. Una, la migración interna. Otra, por la acción del Estado y su política de gasto público que ha privilegiado a las grandes capitales estatales. Rememora que los censos nacionales revelan esta situación. Desde el primero realizado en 1873 ponen en evidencia lo destacado por él. En efecto, un 61 por ciento de los habitantes del territorio vivía en una reducida porción de Venezuela, representada en un 20 por ciento, con la tendencia hacia un aumento con el paso de los años. Esto se puede constatar con el censo realizado en 1991 con el que se mostró que el 40 por ciento de la población ocupaba un rectángulo territorial cercano a los 21 mil kilómetros cuadrados, lo que significa un 2,3 por ciento del total territorial. “De ese 40 por ciento, el 22 por ciento correspondía a la subregión capital, con apenas el 1 por ciento del territorio nacional”.

     Para mostrar un crecimiento contundente de la población recordó que para 1920 no había ninguna ciudad de Venezuela con un número mayor a los 100 mil habitantes, quizás sólo Caracas llegaba o superaba ese número. Cartay caracteriza a este fenómeno como acelerado y desordenado, que pasó del 29 por ciento en 1936 al 84 por ciento en 1990. Las consecuencias de tal magnitud de cambios se muestran en la precariedad de los servicios públicos y el servicio que deben cumplir, tal como ha venido sucediendo en el ámbito educativo y en el de salud.

     Citó el caso de Educación que, de acuerdo con las cifras tomadas de fuentes distintas, mostró un crecimiento en el número de docentes, entre 1961 y 1982, mayor a cuatro veces, mientras la matrícula estudiantil, en todos los niveles, en más de tres veces. En lo atinente a la educación superior, la tasa de escolaridad fue del 1 por ciento para 1960 y 21 por ciento para la década de 1980, “el número de docentes se incrementó en 9 veces y la matrícula universitaria en 13 veces”.

     En términos generales, indicó el autor, lo que ocurrió en Venezuela debe ser analizado poniendo como ejemplo a lo acontecido en el Área Metropolitana de Caracas, constituida por los municipios Libertador, que sigue siendo el más poblado, junto con los municipios de Baruta, Chacao, El Hatillo y Sucre. Según sus cálculos, la población pasó de 704.567 habitantes en 1950 a 1.360.019 pobladores para 1961. Para el año de 1971 superó los dos millones y llegó a la cercana cifra de tres millones en 1990. “Una población que apenas equivalía al 3,9 por ciento de la población total del país en 1873, pasó a representar el 9,20 por ciento en 1941, el 17,76 por ciento en 1961 y el 20,4 por ciento en 1971”.

     El estudio proporcionado en este texto obliga a comparar la Venezuela del siglo XIX con la que se extendió durante la centuria del XX. Este requerimiento permitiría una aproximación a una serie de cambios que dieron al país una fisonomía que se estructuró en un tiempo relativamente corto. De igual manera, permitiría colocar en su lugar al papel que cumplió la industria petrolera en la transformación del país. Permitiría, de igual manera, explicar la estabilidad alcanzada durante una porción del siglo XX de un sistema político basado en acuerdos y la representación de la soberanía, uno de los propósitos del liberalismo decimonónico.

     Por otro lado, las líneas hasta acá esbozadas servirían de base para mostrar cómo la historia no supone un ascenso constante. Si se estudia con algo de detenimiento la historia de Venezuela, como comunidad nacional que se comenzó a estructurar durante el siglo XIX, se constataría la gran cantidad de problemas no resueltos al interior de la sociedad. Toda esta centuria estuvo caracterizada por llamados al despliegue educativo en aras de instruir habilidades y destrezas de los habitantes de esta porción territorial. Pero, quizás, uno de los grandes bemoles para alcanzar el anhelado progreso en el 1800 y el desarrollo autónomo en el 1900 no estuvo centrado sólo en el plano educativo.

     Los estudios demográficos no sólo muestran un crecimiento vegetativo, también sirven de base para el estudio de elementos culturales que se presentan en conjunto con migraciones internas y de las que provienen fuera del territorio nacional. Por lo general, se suele olvidar que al lado de números que ofrecen la oportunidad de explicar cambios, también dan cuenta de factores que pudieran propiciar, ralentizar o impedir cambios en la estructura social, de la que la demografía es indispensable.

La Plaza Bolívar de Caracas

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La Plaza Bolívar de Caracas

La estatua ecuestre de la Plaza Bolívar de Caracas, fue elaborada por el escultor italiano Adamo Tadolini

     La primera referencia que se conoce para erigir un monumento al Libertador data del primero de marzo de 1825, cuando la municipalidad de Caracas decidió aprobarlo luego de recibir noticias del triunfo apoteósico de Simón Bolívar en la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. El monumento seria ecuestre, de bronce, sobre columna de mármol y estaría ubicado en la Plaza de San Jacinto, cuyo nombre cambiaría por el de Bolívar. Desafortunadamente este acuerdo quedó sin cumplimiento.

     Hubo otras propuestas también incumplidas, una de ellas en 1842, cuando los restos del Libertador llegaron a Caracas procedentes de Santa Marta, Colombia. En esa ocasión, al menos quedó el nombre de Bolívar para la Plaza Mayor.

     Treinta años más tarde, el 18 de noviembre 1872, el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco decretó la construcción de una estatua ecuestre al Libertador Simón Bolívar.

     El gobierno encargó la ejecución del mencionado decreto a la Compañía de Crédito constituida en Junta de Fomento, bajo la responsabilidad de su presidente Juan Röhl.

     La estatua fue moldeada en la fundición real de Múnich (Alemania) bajo la dirección del señor Ferdinando Von Müller y por el modelo ejecutado por el escultor italiano Adamo Tadolini en 1858, en Roma, y erigida al año siguiente en la plaza Constitución de Lima, Perú.

     El pedestal fue construido en Weissenstadt, Baviera, por Edwards Akermann y llegó a Venezuela en 34 cajas, abordo del bergantín Annani, la mañana del 24 de septiembre de 1874. El pedestal era de mármol, de tres metros y medio de alto, con dos gradas concebidas en piedra sienita de color negro con la inscripción:

“Nació en Caracas el 24 de julio de 1783, murió en Santa Marta de Colombia, el 17 de diciembre de 1830. Sus restos fueron trasladados a Caracas el 17 de diciembre de 1842”.

El 11 de octubre de 1874, el presidente Guzmán Blanco, acompañado por diversas personalidades, procedió a la ceremonia de instalación del pedestal, en cuya fosa se colocaron en unas cajas metálicas los siguientes objetos:

“Acta de la colocación de la piedra fundamental de la estatua.

Copia del decreto del 18 de noviembre de 1872 mandando construir la estatua con la firma autógrafa del Ilustre Americano, General Guzmán Blanco

Una pieza de un venezolano

Una pieza de cincuenta céntimos

Una pieza de veinte céntimos

Una pieza de diez céntimos

Una pieza de cinco céntimos

Una medalla del busto del Libertador

Una medalla conmemorativa del 28 de octubre de 1874

Dos medallas del Capitolio

4 tomos de Historia y Geografía de Venezuela de Agustín Codazzi

Recopilación de leyes y decretos de los Congresos de Venezuela, 1830-1850, 1 tomo

Recopilación de leyes y decretos mandada a hacer por el General Guzmán Blanco, 1874, 5 tomos

Mensaje y documentos de la Cuenta rendida por el General Guzmán Blanco, 1873, 1 tomo

Primer Censo de la República, 1874, 1 tomo

Una fotografía del Ilustre Americano

Plano topográfico de Caracas

Cuadernos de las Constituciones de 1857, 1858, 1864 y 1874

Acta de la Independencia del 5 de Julio de 1811

Periódicos del 10 de octubre de 1874: La Opinión Nacional, Diario de Avisos

y una colección de periódicos de los Estados

Plaza Bolívar. Caracas, 1874

     Un día antes del acto de instalación del pedestal, el vapor danés Thora, que traía la estatua del Libertador, encalló a pocas millas de la isla venezolana Los Roques. El capitán y la tripulación de la embarcación notificaron al cónsul danés que habían perdido “toda esperanza de salvarlo”, ya que “tenía éste tres pies de agua en la bodega.”

     Cinco días más tarde, el jueves 15 de octubre de 1874, comenzaron las labores de rescate; la goleta Cisne al mando del capitán Adolfo Prince salió para Los Roques. Abordo se encontraban Vicente Ibarra y el general Juan Francisco Pérez quienes llevaban 38 hombres. También zarparon para el lugar de los acontecimientos el vapor Pacificador y la goleta Faro. De igual manera Alejandro Ibarra, jefe de las artillerías del Distrito Federal, acudió con un destacamento de la guarnición para evitar que otras expediciones pudiesen saquear el Thora.

     El lunes de 19 de octubre la prensa caraqueña anunció el remate del referido buque con su “carga, velámenes y aparejos”. Ese mismo día, la ardua labor de la expedición oficial dio sus frutos.

     La estatua fue rescatada de las aguas por Vicente Ibarra y el general Juan Francisco Pérez. De igual manera el contramaestre de la barca italiana Eduardo, Felipe Groot, y Adolfo Prince, capitán de la goleta Cisne, habían tenido una destacada participación. Catorce de las quince cajas fueron llevadas ese 19 de octubre para La Guaira; la decimoquinta caja, por ser la más voluminosa, debido a que contenía la pieza del caballo, arribó a ese puerto la mañana del martes 20, en la mencionada goleta Cisne.

     Los restos del Thora nunca fueron rescatados, por lo que aún permanecen en las profundidades de las aguas del archipiélago.

El chorrito del caballo

     Debido al lamentable incidente del vapor danés, el monumento a Bolívar no pudo ser inaugurado para la fecha prevista, miércoles 28 de octubre de 1874, día de San Simón.

     Ferdinando Von Müller vino expresamente a Caracas para dirigir los trabajos de colocación del monumento. Cuenta el escritor y coleccionista Carlos Eduardo Misle (CAREMIS) que “existe una versión que refiere un hecho curioso sobre tales trabajos, y es que pareciéndoles a los que estaban levantando el monumento, que la estatua pesaba demasiado, pensaron que pudiera haberse llenado de agua del mar, en el momento del encallamiento y casi naufragio de la nave que la transportaba. Para convencerse abrieron un pequeño agujero en el anca derecha del caballo, por ser la parte que en aquel momento presentaba el nivel más bajo, y se dice que por espacio de varias horas un chorrito de agua de Los Roques estuvo remojando el piso de la plaza”.

 

Inauguración de la estatua

     Finalmente, el 7 de noviembre un repique general de campanas y el estruendo del cañón, resonando desde la explanada del Paseo Guzmán Blanco (El Calvario), daban la señal de que las fiestas para celebrar la erección de la estatua iban a comenzar.

     A la siete de la mañana, el triple estampido del cañón les anunció a los empleados públicos y demás habitantes de una Caracas que despertó engalanada con lujosos atavíos, que debían concurrir a sus localidades respectivas.

     A las 8 de mañana se inició la programación, cuyos detalles fueron descritos por el historiador Francisco González Guinad:

     “A la hora indicada se presentó el Ilustre Americano en gran uniforme, acompañado de su esposa y familia, del cuerpo de edecanes y empleados públicos. El cuerpo diplomático, los ministros del Despacho y los representantes de las corporaciones estaban allí con sus insignias, banderas y ofrendas.

     El presidente Guzmán Blanco leyó una breve alocución. Posteriormente sus edecanes pusieron en las manos del primer mandatario una corona de laurel batida en oro, la cual colocó al pie del pedestal”.

(…) “Llegó, por fin, el suspirado momento. Descorrióse el velo que cubría la estatua del Libertador, y ante aquella multitud entusiasmada apareció Bolívar, como un semidiós, sobre su corcel de batalla, saludando al pueblo”…

FUENTES CONSULTADAS

Libros

  • González Guinad, Francisco. Historia Contemporánea de Venezuela. 2da Edición. Caracas: Presidencia de la República, 1954; 15 v.
  • Misle, Carlos Eduardo. Plaza Bolívar, corazón de la Patria. Caracas: Procter & Gamble, 1999; 231 p.
  • Palenzuela, Juan Carlos. Primeros monumentos en Venezuela a Simón Bolívar. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1983; 193 p.

Periódicos

  • Diario de Avisos. Caracas, octubre-noviembre de 1974
  • La Opinión Nacional. Caracas, noviembre de 1872
  • La Opinión Nacional. Caracas, octubre-noviembre de 1874

Orígenes de la palabra caimanera

Orígenes de la palabra caimanera

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Orígenes de la palabra caimanera

     El vocablo «Caimanera» forma parte del léxico coloquial del venezolano. Su origen no guarda ninguna relación con el poblado pesquero del mismo nombre que está en las adyacencias de Guantánamo, Cuba. Tampoco tiene nada que ver con el término que se utiliza en Chile para mencionar a una persona lerda.

     En Venezuela la palabra «Caimanera» se relaciona con un juego de béisbol improvisado, en muchas ocasiones sin árbitros, en el que se escogen de forma espontánea a los jugadores, que por lo general se lleva a cabo en las calles, en los patios de los colegios o en algún terreno o campo deportivo. La mayoría de las veces en las caimaneras se juegan sin el número de peloteros reglamentarios (9) y con reglas adaptadas al terreno donde se vaya a realizar el partido.

     El término se ha extendido a todas las disciplinas deportivas e incluso a áreas que nada tienen que ver con el deporte. Hoy día, para los venezolanos caimanera también es sinónimo de desorden.

Vidal López y Alejandro 'Patón' Carrasquel fueron dos 'fiebruos' de las caimaneras

Origen de la palabra caimanera

     En las primeras dos décadas del siglo XX, los cronistas deportivos de los diarios caraqueños denominaban “caimán” a los juegos de béisbol con muchas carreras y errores. Así como también a los peloteros que jugaban muy mal. En general, el término caimán era utilizado entonces para referirse a la mala calidad de una cosa. Su significado tiene mucha relación o similitud con la palabra “chimbo” de hoy día.

     En la década de 1920, había entre los jóvenes caraqueños una gran pasión por el béisbol. Por lo general se jugaban partidas de pelota en Catia, Sarría, San José, El Paraíso, El Valle, Prado de María y el Cementerio. También había un notable furor por establecer equipos de béisbol. En esos años se fundaron centenares de clubes, la mayoría de vida muy efímera.

     Para entonces, Domingo Betancourt, uno de los muchachos más entusiastas del juego de los bates, guantes y pelotas, tenía gran fama dentro del mundo beisbolistico de Catia. No precisamente por sus habilidades para jugar este complicado deporte, por lo que sus compañeros lo llamaban “Caimán”, en franca alusión a lo desastroso que era fildeando y bateando. No obstante, su gran amor por el béisbol lo llevó a fundar un equipo, que según el periodista Simón B. Rodríguez (Mr Fly), saltó a la palestra el primero de enero de 1925, bajo el nombre de “La Caimanera”. Entre los organizadores de este club se encontraban, además, Jesús “Pollo Jabado” Peña y Manuel “Chivo” Capote, quien luego se convirtió en el mánager de nuestra primera selección nacional que participó en un Mundial de Beisbol Amateur (1940). También fue el primer estratega campeón del Cervecería Caracas (1942). Igualmente, dirigió al Magallanes.

     El club “La Caimanera” promovería durante muchos años partidas de pelota en los terrenos de El Yunque, en Catia, donde, además, por iniciativa del propio Betancourt, se hizo tradicional realizar un encuentro de beisbol, todos los 1° de enero, para darle la bienvenida al año nuevo. 

     Este encuentro era animado por un conjunto musical; al concluir el cotejo, jugadores y aficionados disfrutaban de un sancocho preparado por el propio “Caimán” Betancourt. quien para el oficio de cocinero sí contaba con extraordinaria habilidad.

     Con el tiempo, esas partidas fueron adquiriendo gran popularidad por la presencia de notables peloteros, vale mencionar a Marianito Bordón, conocido como el “Ángel de los Bosques” por su gran pericia para fildear la pelota, Manuel “Pollo” Malpica, Balbino Inojosa y los cubanos Lázaro Quesada, Pelayo Chacón y Manuel “Cocaína” García, entre muchos otros. Entonces la prensa se hacía eco anunciando el “Juego de Caimán” en el campo del Yunque en Los Flores de Catia.

Jugadores de Caimanera en el campo de La Araña. Allí figuran, entre otros, Manuel González, Balbino Inojosa y Chucho Ramos

     El primero de enero de 1938, para celebrar los diez años de la primera “Caimanera”, “Caimán” Betancourt invitó a participar en el ya célebre juego de año nuevo a los famosos peloteros Alejandro “Patón” Carrasquel y Vidal López. Ese día, El Yunque estuvo abarrotado de aficionados como nunca.

     Ya en la década de 1940, el término “Caimanera” era de uso común en el mundo del béisbol venezolano.

     En esa época, el equipo La Caimanera jugó un papel de primer orden en los entrenamientos de la selección nacional que nos representaría en la IV Serie Mundial de Béisbol Amateur que se disputaría en La Habana, Cuba, entre septiembre y octubre de 1941. Entonces se reforzó con jugadores de la talla de Vidal López, Alejandro Carrasquel y Luis Aparicio padre, entre otros, y realizó varios encuentros contra la novena criolla que, finalmente, se tituló campeona de ese importantísimo evento internacional.

     Desde esos años han sido numerosas las “Caimaneras” que se han jugado en Caracas y muchas otras partes del país. La “Caimanera” activa más antigua de la capital, y quizás del país, es la de los Profesores, que se juega todos los miércoles desde 1960 en el estadio Universitario. En tanto que, en Valencia, estado Carabobo, se realiza desde 1980, en el mes de diciembre, “La Caimanera de Ruyío”.

     Es de interés señalar que Ramón Corro también instituyó durante muchos años en Caracas, en ese mismo mes, una “Caimanera” a la que asistían muchos exjugadores profesionales, periodistas deportivos y distinguidas personalidades de la política, la televisión, industria, etc.

    Entre los grandes jugadores de “caimaneras” se recuerda a Vidal López, “Chucho” Ramos, “Patón” Carrasquel, Nicolás Berbesía, Luis Meza, César Tovar, Teodoro Obregón, Vitico Davalillo, Freddy Rivero, Víctor Colina, Ulises Urrieta, Robert Marcano, Oswaldo Blanco, “Chiquitín” Ettedgui, Joe Bikini, Francisco Gorrín, Jesús “Chuchú” Padrón y muchísimos otros amantes de la pelota.

     En Caracas, además de Catia y el Universitario, fueron célebres las “Caimaneras” del estadio San Agustín, La Rinconada, La Araña, el “Chato” Candela, MOP Zona 10, San Pablo en San Martín, La Guairita y La Planta, entre otras.

     Hoy día la palabra “Caimanera” tiene una connotación mucho más allá de un encuentro de béisbol o de alguna otra disciplina deportiva. Aunque para el venezolano el vocablo Caimanera continúa siendo sinónimo de una partida de béisbol, su utilización ha trascendido el terreno de juego para convertirse también en una expresión popular que simboliza desorden o improvisación.

Impuesto a los Grandes Patrimonios debe ser derogado

Impuesto a los Grandes Patrimonios debe ser derogado

Impuesto a los Grandes Patrimonios debe ser derogado

     El presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas, La Cámara de Caracas, Leonardo Palacios, exige la derogatoria inmediata del Impuesto a los Grandes Patrimonios, por ser una exacción injusta, regresiva e inflacionaria, poco técnica y que constituye un óbice para la
inversión nacional y extranjera.

     Palacios, quien es además experto en materia tributaria, explica que una exacción es una exigencia coactiva, obligatoria, aprobada sin las formalidades y requisitos constitucionalmente establecidos, para dar estructura al sistema tributario, así como a las disposiciones del Código Tributario que
desarrollan esos principios. Tal es el caso del IGP que fue aprobado por la Asamblea Nacional Constituyente.

     “El Impuesto a los Grandes Patrimonios tiene, además del pecado original señalado, el de pretender gravar a supuestos contribuyentes especiales, que es una categoría registral y con carácter de mejorar y hacer más eficiente la gestión tributaria, que son designados por inflación y no por la esencia propia de ser contribuyentes que representan una capacidad económica que requiera de una especialidad en el tratamiento diferencial, para los efectos de una mejor y mayor fiscalización”.

     Asegura que esa distorsión, bajo un subterfugio nominal, ha llevado a que muchos venezolanos sin serlo, sean sujetos pasivos de este impuesto.

     Este tributo conlleva una doble imposición. Palacios explica que las personas que no tengan renta o tenga activos que no producen la renta necesaria, en virtud de las consecuencias de políticas fiscales y monetarias erráticas, se ven obligadas a imponer de la renta que deriva de los enriquecimientos o ingresos que obtienen con sus actividades económicas, para pagar un impuesto que no debe causarse. Además se someten activos, que por regulaciones administrativas de sectores especiales se encuentran afectados o congelados, al pago del IGP para garantizar obligaciones en materia de determinación financiera o de seguros, “lo cual por supuesto desdibuja la esencia de lo que es la propiedad”.

     Igualmente se establece el pago de contribuciones de excepción sin ningún tipo de armonización con la imposición municipal ni el Impuesto Sobre la Renta.

     Por todas estas razones, el dirigente gremial exhortó al gobierno, para que en correspondencia con lo que vienen proyectando los representantes de la Asamblea Nacional, se busque un ordenamiento jurídico proclive a la inversión nacional y extranjera, que haga posible la recuperación y el crecimiento económico.

     “Es necesario crear un escenario para la atracción de inversiones, lo cual supone necesariamente la inmediata derogatoria de este impuesto que en nada contribuye con las finanzas públicas, más por el contrario perjudica la atracción de inversiones que generen rentabilidad para que el estado participe de ella a través de los impuestos”.

     Reseña en medios de comunicación sobre solicitud derogación del Impuesto a los Grandes Patrimonios:

Reforma del Estado y creación de la COPRE

Reforma del Estado y creación de la COPRE

Reforma del Estado y creación de la COPRE

     En la Venezuela de comienzos de los 80 nació la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado con el propósito de lograr “un Estado democrático y eficiente”. Así lo recuerda Carlos Blanco, exministro para la Reforma del Estado e integrante del equipo fundador de la COPRE, creada por decreto presidencial el 17 de diciembre de 1984.

     En una sesión de nuestro Comité de Estudio y Divulgación Histórica, el economista, doctor en Ciencias Sociales, docente e investigador, brindó un recuento histórico de los antecedentes que llevaron al surgimiento de la COPRE, su conformación, sus estrategias de consulta, propuestas y los serios obstáculos que enfrentó. Blanco fue secretario ejecutivo de la COPRE desde 1984 hasta 1989, cuando asumió la presidencia de la comisión hasta 1992.

     Carlos Blanco afirmó que “El decreto que crea la comisión planteaba que nosotros debíamos hacer un proyecto de reforma integral del Estado, no solamente el tema de la administración pública, sino del Estado en su conjunto”.

     La COPRE estuvo integrada de forma plural, con representantes de los sectores políticos, económicos y de la sociedad civil. Su primer presidente fue el doctor Ramón J. Velásquez, y en sus distintas comisiones participaron Simón Alberto Consalvi, Reinaldo Cervini, Germán Carrera Damas, Arnoldo Gabaldón, Allan Brewer Carías, entre otros.

     En su exposición Blanco describió los períodos políticos durante los cuales la COPRE desarrolló su labor, que era respaldada por quienes la veían como la posibilidad de ofrecer soluciones a la creciente crisis socioeconómica, pero obstaculizada al mismo tiempo por quienes temían perder poder: “La reforma es un proceso político, donde unos ganan y otros pierden, y los que pierden se resisten”.

     En 1986, la COPRE comenzó a presentar propuestas. Algunas de ellas fueron el proyecto de descentralización, la modernización de la administración pública y de la formulación de las políticas públicas, así como la reforma de los poderes judicial y electoral.

     Uno de los cambios, que logró vencer resistencias políticas, fue la elección popular de gobernadores de estado y la creación de la figura de alcaldes, que finalmente se concretó en 1989, generando un nuevo espacio institucional con una mayor participación ciudadana.

     En un intento por avanzar, en diciembre de 1990, fue firmado el Pacto para la Reforma, con el compromiso de todos los partidos políticos de impulsar cambios inmediatos. El pacto fue incumplido totalmente en 1991, de acuerdo con lo planteado por el conferencista: “Creo que ahí se sembró, no diría exclusivamente porque eso está sometido a interpretaciones, pero este fue uno de los elementos que facilitó el ambiente para la revuelta del 92”.

     Blanco valora la experiencia de la COPRE, la cual dejó de funcionar en 1999. Al respecto señaló: ”No se entendió, a mi manera de ver, que la reforma es un proceso político, no es un proceso técnico fundamentalmente, sino político que implica una redistribución del poder en términos horizontales y verticales, y que requiere un extraordinario apoyo político para llevarse a cabo, y ese apoyo no puede venir sino en primer lugar de la opinión pública”.

     Leonardo Palacios, presidente de la Cámara de Caracas, quien hizo la introducción a la videoconferencia, está seguro de que de haberse oído y discutido las propuestas de la COPRE a plenitud por todos los sectores, específicamente por las élites política, económica y social, otra situación estaría viviendo el país. “La COPRE era el escenario y derrotero adecuado, no fue una instancia soberbia o excluyente, sino más por el contrario una instancia de reencuentro, discusión abierta, análisis para propiciar el debate con seriedad, en la cual estaban representadas todas las visiones del país y de las diferentes posiciones ideológicas”.

     Catalina Banko, Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, fue la moderadora de la videoconferencia. Enfatizó la importancia de comprender la extraordinaria iniciativa que significó la COPRE a través de los comentarios de uno de sus protagonistas. Este organismo atendió temas muy diversos para la reforma del Estado en términos económicos y políticos, es decir, con un sentido integral.

     La ponencia de Carlos Blanco sobre la historia de la COPRE puede ser visualizada en nuestro canal de Youtube.

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