Boletín – Volumen 89

Boletín – Volumen 89

BOLETINES

Boletín – Volumen 89

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     La edición del primero de abril de 1921 comenzó, en su página 1013, con “La situación actual” donde se informó que la realidad comercial y mercantil reseñada en boletines anteriores no había variado. Asimismo, se incluyó “Acerca del Comité de arbitraje y la lista de arbitradores de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos de América” (Pp. 1013-1014). Le sigue “Revista mensual de negocios” (Pp. 1014-1015) tomado de una publicación de Nueva York en que se informó la continuación poco fluida de los intercambios comerciales, a excepción de necesidades inmediatas e imperiosas. Aunque, se expresó que se esperaba la normalización debido a que las ventas al detal se estaban equilibrando con los precios al mayor.

     De la página 1015 a la 1016 se publicó “Noticias sobre la situación mercantil en Inglaterra”. En este apartado se informó que el contexto económico en este país tendía a mejorar, gracias a la eliminación de algunos impuestos que trababan los negocios, entre otros los porcentajes en las tasas de interés. Le sigue “Examen del mercado para café, cacao y cueros” (Pp. 1016-1017). 

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     En el mismo se indicó que para el café no había mayores riesgos. En lo que se refiere al cacao se indicó que el mercado era crítico, mientras que con el cuero los pronósticos remitían al deterioro cada vez mayor de sus precios.

     De seguida, se dio a conocer “A propósito del puerto internacional propuesto por el señor ministro de Hacienda en la Memoria del año de 1919”. El encargado de su redacción fue H. Pérez Dupuy, quien aseveró que la construcción de un moderno puerto era posible y que estaba en manos del gobierno. Según el autor, Venezuela contaba con recursos como el carbón y el petróleo indispensables como combustible para extender la flota de buques.

     En la página 1018 apareció “Información comercial e industrial sobre Mérida”, estructurada por el comerciante merideño Pío Nono Picón. Entre las consideraciones por él vertidas estuvo la cercanía con la estación del ferrocarril de Santa Bárbara del Zulia por medio del cual se trasladaban mercaderías hacia Maracaibo, en especial café. También hizo referencia a los cultivos de caña de azúcar y de trigo en tierras altas, así como que los agricultores hicieron uso racional de los préstamos recibidos.

     Entre las páginas 1018 y 1021 se publicó “El licenciado Francisco Aranda”. Se trata de un acápite del libro Tiempo perdido del marqués de Rojas en el que éste destacó tres aspectos de su vida, como lo fueron la de jurisconsulto, hacendista y escritor de cuestiones políticas. Le sigue “Exportaciones para Holanda” (Pp.1021-1022) en que se escribió que grandes cantidades de productos para exportar se encontraban depositados sin vender en los puertos. Sin embargo, desde Holanda se ofrecían mediadores para colocar mercancía en los Países Bajos y Alemania, entre otros.

     De la página 1022 a la 1024 se publicó “Del informe del Banco de Venezuela” adonde se muestran datos del segundo semestre de 1920 con cifras y cuadros. El “Convenio celebrado entre la nación y la Corporación del Puerto de La Guaira” apareció entre las páginas 1024 y 1025.

     En “Cámara de Comercio Internacional” (Pp. 1025-1026) se reseñó una nota recibida del secretario general de la Cámara de Comercio Internacional. En ella se informó la creación de este organismo para facilitar el comercio y colaborar con la concordia de los países miembros. A continuación, en “El puerto de Baltimore” (P. 1026) G. W. Worsham, resaltó algunas características del segundo importante puerto de Estados Unidos. En otra breve nota, “El mercado azucarero” (Pp. 1026-1027) informó sobre las negociaciones respecto al azúcar cubana.

     Entre las páginas 1027 y 1028 se insertó “Condiciones y perspectivas de la agricultura italiana” en el que se presentan un conjunto de datos relacionados con la leve mejoría de las actividades agrícolas en 1920 atinente a las del año anterior. Respecto a la recepción de catorce volúmenes (1920-1921) de los registros comerciales e industriales de British Standard Exporter se informó en “The British Standard Exporter” (P. 1028). Luego se dio a conocer la visita de un técnico quien vino a ofrecer la aplicación de colores de anilina cuya utilidad sería para la tintura de telas, jabones y sombreros en “Un viajero técnico” (P. 1028).

     En las páginas finales fue colocada “Sección de Correspondencia” que ofreció información acerca de fabricantes y comerciantes de Ottawa, Nueva York, Jacksonville y Bremen, donde requerían representantes en Venezuela. Se agregó “Cuadros demostrativos de fundos agropecuarios existentes en el estado Miranda” (P. 1029), “Revista del mercado de Puerto Cabello” (Pp.1030-1033), “La cruz roja venezolana” (Pp. 1033-1034), “Cuadro que manifiesta el estado de la deuda de Venezuela en 31 de diciembre de 1920” (Pp. 1033-1035), “Noticias” relacionadas con la producción de petróleo y la deuda, presupuesto y cambio en Alemania” (P. 1035), un cuadro “Tipos de cambio en Caracas sobre el exterior en marzo de 1921”, una petición a comerciantes de Valencia a que se constituyeran en una Cámara de Comercio (P. 1036), dos cuadros referidos a la recepción y posterior exportación de café desde el puerto de Maracaibo (P. 1036) y “Movimiento de valores públicos en la Bolsa de Caracas y en la de Maracaibo durante el mes de marzo de 1921” (P. 1021).

Más boletines

Boletín – Volumen 106

Situación mercantil

Boletín – Volumen 82

Comités de Arbitraje

Boletín – Volumen 131

Para esta fecha, 1 de octubre de 1924, se inicia este número con “Situación mercantil”.

Fundadores del deporte hípico en Caracas

Fundadores del deporte hípico en Caracas

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Gustavo J. Sanabria fue el de la idea de construir el Hipódromo de Sabana Grande, en la Caracas de 1896. Más tarde, en 1908, impulsó la realización del Hipódromo El Paraíso.

     “Para hablar de los hipódromos de Caracas, comencemos por recordar a don Gustavo Sanabria, el entusiasta y decidido precursor de su formación en la Sultana del Ávila.

      El primer hipódromo de Venezuela, propiamente dicho, se estableció en el año 1896 en los terrenos que hoy ocupa Las Delicias de Sabana Grande. La idea de construirlo fue de iniciativa privada de varios entusiastas del turf que presidió don Gustavo J. Sanabria. Él prestó el mayor apoyo moral y material al proyecto y en su empresa se vio acompañado de Francisco Sucre, John Boulton, Charles Rohl, Harry Ganteaume, F. L. Pantin, Eduardo Montaubán, Octavio y Alejandro Escobar Vargas, Felipe Toledo, doctor Elías Rodríguez, Manuel Lander Gallegos, doctor Luis Landaeta y el pintor Arturo Michelena. Muchos nombres, sin quererlo, se escapan a nuestra memoria. Pero fueron los pioneros de un deporte que hoy no debemos llamar de los reyes, sino de todos los estratos sociales que han contribuido para que nuestra hípica alcanzase la jerarquía que para ella soñaron sus precursores en el final del medio siglo pasado. Para aquella época era presidente de la República el general Joaquín Crespo. Como buen llanero, tenía pasión por los caballos y prestó su resuelto apoyo para la nueva empresa. De sus hatos en el llano trajo los mejores caballos para actuar en carreras.

     Luego se importaron los primeros purasangres que tuvimos. Entre ellos recordamos a Fascalli, Dickund, la recordada yegua Calixta,y el caballo Monroe, el primero que produjo caballos de carrera criollos y de cuyos descendientes no recordamos sino a la gran yegua Simpatía. Entonces corrían caballos criollos, Vencedor, del general Crespo; Sangría, Párate Bueno y el famoso Borinquen, ganador de treintidós [sic] carreras consecutivas y que siempre fue conducido por el gentleman ridder Harry Cadenas.

      Conviene, a propósito, recordar una anécdota de entonces. El jinete oficial del general Crespo, un señor de apellido Noble, de nacionalidad norteamericana, enfermó violentamente. Una hora antes del match que sostendrían Rompelínea y Vencedor, del general Crespo el último, éste se quejaba de no tener un jinete de confianza que montase a su caballo. Un señor de apellido González, de la mayor confianza de Crespo y por lo tanto jefe de sus edecanes, y que pesaba 70 kilos y usaba una larga barba al estilo de la época, se ofreció para hacerlo. El general Crespo aceptó la gentileza de su amigo. Pero el jinete advirtió que, como llanero, lo haría en silla de montar y no en silla de carrera. Tal circunstancia hacía que el caballo corriera con 78 kilos. Con todo y ello, Vencedor derrotó a Rompelínea ante el asombro de la “muchedumbre” que poblaba el hipódromo de Sabana Grande.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El presidente de la República, Joaquín Crespo, como buen llanero, tenía pasión por los caballos y prestó su resuelto apoyo para construcción del Hipódromo de Sabana Grande. De sus hatos en el llano trajo los mejores caballos para actuar en carreras

     Don Gustavo Sanabria era, para el año de 1907, Gobernador Civil y Militar del Distrito Federal. Para celebrar el establecimiento o inauguración del servicio de tranvías eléctricos, se propuso trasladar a El Paraíso el hipódromo de Sabana Grande. El presidente de la República era entonces el general Cipriano Castro, y se mostraba en desacuerdo con tal medida por cuanto temía que ella afectara mucho a las rentas municipales. Don Gustavo Sanabria lo convenció y le dijo que el hipódromo era una propiedad privada, que por lo tanto no afectaría a las rentas, y logró así su propósito. Convencido Castro, se procedió a trasladar las tribunas, que habían sido importadas de Inglaterra y son las mismas que luego se instalaron en el Hipódromo Nacional. Todos los gastos de instalación fueron costeados por don Gustavo Sanabria. Es él, pues, el fundador del Hipódromo Nacional de El Paraíso. 

     Siendo todavía don Gustavo Sanabria gobernador de Caracas y funcionando ya el Hipódromo Nacional, trajo desde Maracay a los mejores caballos que entonces corrían. Eran de su propiedad y descendían todos de los primeros caballos ingleses que se importaron a Venezuela. Un domingo, estando enfermo en su casa de la esquina de El Principal, se enteró don Gustavo que sus caballos habían ganado fácilmente las primeras carreras. Sabiendo que en las restantes tenía inscritos a los mejores caballos, rogó que se los retirasen. No quería ganarlas todas y evitar así las murmuraciones naturales por cuanto eran caballos del Gobernador Civil y Militar. Pero el público no se percataba de que esos caballos eran los mejores porque no eran criollos sino descendientes de grandes purasangres ingleses, los únicos que había en el país. No fueron retirados los caballos. Y cuando como se esperaba, ganaron cómodamente, los Comisarios fueron sacados a pedradas de su sitio. Y entonces sí que había piedras en el hipódromo. En la pista, sobre todo. Los Comisarios eran entonces autoridades máximas y eran handicappers. Pero con todo y eso, los sacaron a pedradas. La deplorable situación económica del hipódromo de entonces llegó hasta hacer imposible el pago de los mínimos premios que se asignaban en las carreras.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Las tribunas del Hipódromo de Sabana Grande, que fueron importadas de Inglaterra en 1896, fueron trasladadas e instaladas en el Hipódromo de El Paraíso, en 1908

     Siendo de don Gustavo Sanabria la mayoría de los caballos ganadores y como no había con qué pagarle los premios, sus amigos y socios de la empresa le propusieron que tomara los terrenos del hipódromo en pago de la deuda. Don Gustavo siempre rechazó tal proposición.

     Los miembros de la junta directiva eran ad-honorem, igual que los Comisarios y demás personal técnico de las carreras. Entre los años de 1912 y 1920 figuraron como Comisarios los señores Francisco J. Sucre, Octavio Escobar, doctor Elías Rodríguez, Felipe S. Toledo, Andrés Mata, F. L, Pantin, Edgard Ganteaume, M. A. Matos Ibarra, doctor Juan Iturbe, Bernardo Guzmán Blanco, Eduardo Eraso, Andrés Ibarra y el coronel chileno Samuel McGill.

     Entre los años 1924 y 1926, figuraron el doctor J. P. Larralde, Oswaldo Stelling, Antonio Ramella y Antonio Reyes. Para 1927 lo fueron el doctor José Vicente Camacho, Oswaldo Stelling y Ramón Rotundo Mendoza. 

     Y, hasta 1930, fueron Comisarios, don Carlos Márquez Mármol, Oswaldo Stelling y Juan Santos González. Lo demás es ampliamente conocido. Interesa destacar que don Gustavo J. Sanabria es el fundador del hipismo en Venezuela. Es curioso que no exista, para un hombre de tantos méritos en nuestra hípica, un gran clásico que mantenga latente su valor dentro del turf nacional. Es propicia la ocasión en que “Última Hora Hípica” me ha pedido una semblanza sobre él, con ocasión de homenajear en su sexto aniversario l turf venezolano de todos los tiempos, proponer que se establezca un gran clásico que lleve por nombre el de don Gustavo J. Sanabria, fundador del hipismo venezolano”.

 

FUENTES CONSULTADAS

  • Márquez Mármol. Carlos. El Hipismo en Venezuela. En: Crónica de Caracas. Caracas, abril-junio, 1957
  • Última Hora Hípica. Caracas, 1956
Orígenes del Parque del Este

Orígenes del Parque del Este

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Varias personalidades propusieron que el Parque del Este llevara por nombre “Manuel Díaz Rodríguez”, en homenaje a este célebre escritor mirandino, pero nunca esta propuesta fue tomada en cuenta

     Desde su apertura en el año 1961, el emblemático espacio capitalino de esparcimiento de la ciudadanía en el cual se crio el escritor mirandino Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927), cuando era la Hacienda “San José”, ha sido nombrado y renombrado en tres ocasiones, pero nunca se ha tomado en cuenta el nombre del autor de ídolos Rotos

     Bajo la gestión de la junta militar de gobierno integrada por Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, según decreto N° 443, de mayo de 1950, se ordena el proyecto del Parque del Este de Caracas bajo el diseño urbanístico y paisajístico del brasileño Roberto Burle Marx; y el botánico venezolano Leandro Aristiguieta.

      Casi once años más tarde se materializa la idea de darle a Caracas un lugar de esparcimiento con fastuosos bosques y jardines en los que queda representada, a través de más de 130 especies, la flora nacional, más una variada cantidad de animales, ubicados en espacios de cautiverio y otros en estado libre que pueden interactuar con los visitantes.

     El 19 de enero de 1961, el entonces presidente de la República, Rómulo Betancourt, corta la cinta tricolor que deja inaugurado el espacio ecológico más importante de la ciudad capital, que cuenta con amplios espacios de caminerías y ocupa los terrenos de la antigua hacienda San José, en un área de 82 hectáreas, con lugares emblemáticos como la laguna artificial, el serpentario, la concha acústica y el Planetario Humboldt.

     Este inmenso parque con caminarías de diseño orgánico serpenteado, propuesto por Burle Marx, fue delineado para recibir unos 6.000 visitantes al mes, sin embargo, en la actualidad sobrepasan las 30.000.

Múltiples nombres

     En sus más de sesenta años de operaciones el Parque del Este ha llevado varios nombres. Al principio fue llamado parque “Rómulo Gallegos”. A partir de 1983 le cambiaron el nombre a “Rómulo Betancourt”, en homenaje póstumo al ex mandatario que falleció el 28 de febrero de 1981. Pero desde 2002 pasó a denominarse Parque Generalísimo “Francisco de Miranda”, en tributo a la memoria del prócer de la Independencia de Venezuela.

     Antes de que el parque fuera abierto al público, varias personalidades propusieron que el Parque del Este llevara por nombre “Manuel Díaz Rodríguez”, en honor al escritor nacido en Chacao, el 28 de febrero de 1871, quien se crio en la Hacienda “San José” y se inspiró en ese espacio para escribir allí, entre otras de sus grandes obras, la novela “Peregrina”.

     A continuación, presentamos un interesante artículo de Augusto Germán Orihuela, publicado el 24 de agosto de 1960, en el diario El Nacional, en el cual expone sus razones para que el parque caraqueño rinda honor a la memoria del escritor que falleció en 1927, a la edad de 56 años.

     “En tierras que fueron de su propiedad ̶ Hacienda “San José” ̶ frente a los montes que tanto amó y en el ambiente en que escribiera, entre muchas obras más, su novela “Peregrina” está fomentando el Ministerio de Obras Pública un gran parque nacional que bien podría llevar su nombre: Manuel Díaz Rodríguez.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En 1950, se ordenó el proyecto del Parque del Este de Caracas bajo el diseño urbanístico y paisajístico del brasileño Roberto Burle Marx; y el botánico venezolano Leandro Aristiguieta
José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En 1961, se inaugura el Parque del Este, un lugar de esparcimiento con fastuosos bosques y jardines, más de 130 especies de la flora nacional y una variada cantidad de animales
José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Vista actual del hermoso Parque del Este

     Dentro de la generación “modernista” que dominó el panorama literario nacional durante los años que van de 1892 a 1925, más o menos, Manuel Díaz Rodríguez descolló principalmente por la maestría de su prosa, la variedad de géneros que cultivó y un profundo amor por la tierra venezolana.

     Hijo de isleños, nacido en la hacienda paterna “Las Dolores”, donde hoy está emplazada la urbanización “Altamira”, graduado en medicina, iniciado en las letras casi por azar y por orgullo, como él mismo cuenta en una bella página de “Sermones Líricos”, viajero por diversas latitudes, prestado a la política de un régimen dictatorial que aspiraba a prestigiarse con su nombre y su presencia y por el cual pasó sin desmedro de su dignidad y de su crédito, hasta ir a morir en Nueva York, víctima del flagelo terrible del cáncer, en 1927, Manuel Díaz Rodríguez, el que tiene lugar distinguido para siempre entre los grandes prosistas de nuestro país, al igual que José Enrique Rodó por la donosura del estilo, el primero que levantó el dedo acusador contra las huestes famélicas que por ineptitud de gobiernos anteriores incapaces de incorporar esa región al desarrollo nacional, vinieron a la “conquista” de la capital a mano de un hombre pequeñín y ambicioso, “a quien los doctores valencianos y caraqueños ayudarían a corromper”, ese mismo escritor de “Ídolos Rotos”, que calificar de insigne no resulta ni cursi no exagerado, bien merece dar su nombre a ese parque que con tanto entusiasmo se está incrementando y por el cual, y otros tantos como ése, clama la población atosigada por los gases de los automóviles de esta Caracas cosmopolita, a ratos incómoda e inhospitalaria que nos ha tocado vivir. Tan lejana y tan distinta de la que conoció el autor de “¡Música bárbara!”. Aunque desde luego, ya intuida en ese cuento magistral en todo lo que supone mecanización de la vida venezolana de nuestros días.

     Dar a ese parque nacional el nombre de Manuel Díaz Rodríguez, a mi modo de ver el más alto exponente del modernismo literario venezolano, sería acto de justicia y de interés para las generaciones venideras. Por más de un motivo sería decisión que mantendría incólume el recuerdo a una figura de las letras nacionales que bien merece, despertaría el interés por su obra y enaltecería al Gobierno”.

Boletín – Volumen 88

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BOLETINES

Boletín – Volumen 88

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición correspondiente al 1 de marzo de 1921 abrió en su página 983 con: “La situación mercantil y los cambios”. En éste se notificó que el precio del café había aumentado “algo”, en especial los tipos: lavado corriente y superior calidad, no así los trillados que se cotizaban a 42 bolívares 46 kilos, aunque finalizó el escrito asentando que el bajo precio de los frutos exportados y el alto precio de las importaciones podría estar presente “quien sabe por cuánto tiempo”. Entre las páginas 983 y 984 se dio a conocer “Convenio para uniformar el procedimiento en los casos de arreglos extrajudiciales entre deudores y acreedores”.

     De la página 985 a la 990 ocupó el espacio “La crisis industrial” donde entre otras consideraciones se expresó que la crisis industrial europea se dejaba sentir en todo el mundo. El equilibrio existente antes de la Primera Guerra no podría reestablecerse si no se resolvían los medios indispensables para recuperar el comercio y el intercambio mercantil roto luego de 1918. 

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     En cuanto a la situación interna de Venezuela la mayor caída se presentó entre industrias que durante la guerra tuvieron ganancias “sensacionales”. Ni aumentando la capacidad de producción las industrias no tenían esperanza de lograr grandes utilidades.

     En la misma página 990 se publicó una nota aclaratoria de “Aplicación de la Ley de Estampillas. Entre las páginas 990 y 993 en “Venezuela en el primer puesto” se expuso que este país ocupaba el primer lugar en circulación de billetes y que acá se era muy refractario a la circulación de papel moneda. Además, que en el país no se había exagerado en la utilización del crédito en vasta extensión como otros países lo habían realizado. Este escrito está acompañado de sendos cuadros “Deudas nacionales del mundo, 1913, 1918, 1919, 1920” y “Papel circulante y reserva de oro de las principales naciones del mundo en 1914, 1918, 1919 y 1920”.

     De la página 993 a la 995, José Manuel Benítez reseñó lo que se mostraría en “Exposición regional del Zulia” (Pp. 993-995). Se trata de una muestra que se llevó a cabo en febrero en Maracaibo durante febrero de 1921, en las instalaciones del Convento de San Francisco, a propósito del centenario de la incorporación de la provincia de Maracaibo a la causa de la Independencia. De acuerdo con lo señalado por el autor de la crónica entre lo exhibido se encontraban sombreros, zapatos, licores, jarabes, azúcar, café, cacao, quesos, mantequillas, aceites, jabones, hilanderías y productos metalúrgicos, entre otros.

     “Observaciones referentes a los llanos de Venezuela” (Pp.995-996), redactado por Rafael Ruiz, está dedicado a examinar algunas enfermedades, el proceso de recolección de aguas, los alimentos de mayor consumo entre los llaneros, el uso del limón agrio para combatir la gripe y la calidad del ganado vacuno y por qué no debería ser cruzado con otro proveniente del extranjero.

     De un informe resultante del Ministerio de Obras Públicas se abrevió “Longitud de camino recorrido por los productos de Venezuela desde su punto de origen al punto de su destino, excluyendo el trayecto recorrido por agua o por ferrocarril”. De los distintos productos destinados a la exportación escogieron el café y el cacao de los que se muestran cuadros relacionados con esta cuestión (Pp. 996-998).

     A petición de los redactores del Boletín, el gobernador del estado Lara, David Gimón, presentó “Información acerca de producciones e industrias del estado Lara y nómina de comerciantes del estado”. (Pp. 998-1001) en que la información está vaciada en cuadros y breves comentarios. Le sigue una semblanza de la ciudad de Acarigua como centro mercantil de la ruta de mercaderías que son trasladadas por la vía Valencia, Barinas y Nutrias, en “Información comercial a propósito de Acarigua en el estado Portuguesa” (Pp. 1001-1002), a cargo de Benjamín Barrios. En lo referente a los rubros producidos eran algodón, cerdos y arroz. Concluyó expresando que para el momento la situación no era propicia para el comercio al igual como acontecía en otras partes del mundo.

     En la página 1002 se incluyó “Noticias sobre ganado e industrias de la isla de Margarita” y “Datos a propósito del distrito Silva del estado Falcón”. Entre las páginas 1002 y 1003 se insertó “Reseña mercantil acerca de Ocumare del Tuy” en que se destaca la producción de algunos frutos y otras actividades artesanales que se realizaban en la capital del estado Miranda. Le sigue, entre las páginas 1003 y 1005 “La industria italiana actual y sus futuras perspectivas”. Luego y presentado en cuadros: “El cacao. Informe comparativo correspondiente a los seis años últimos” (Pp.1006-1009). A “Sección de Correspondencia” le sigue el cuadro “Café recibido en el puerto de Maracaibo en el mes de enero de 1921”, “Café exportado por el puerto de Maracaibo en el mes de enero de 1921”, “Tipos de cambio en Caracas sobre el exterior en febrero de 1921” y “Movimiento de valores públicos en la Bolsa de Caracas y en la de Maracaibo durante el mes de febrero de 1921” (Pp.1010-1011).

Más boletines

Boletín – Volumen 89

La situación actual

Boletín – Volumen 121

Situación mercantil

Boletín – Volumen 116

Al principio unas notas de condolencias por la muerte de Juan C. Gómez, “Duelo público”.

Antímano y la política en Venezuela

Antímano y la política en Venezuela

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Cuando el cadáver del presidente Francisco Linares Alcántara era conducido al Panteón Nacional, se escucharon unos disparos y la gente corrió, el ataúd del difunto quedó abandonado en la calle

     Antes de hacer referencia a la excursión que había realizado a Antímano, la joven francesa Jenny Tallenay consideró de obligatoria recordación un episodio de la historia política de Venezuela, la cual guarda relación con dos figuras públicas como lo eran Francisco Linares Alcántara y Antonio Guzmán Blanco. Cuando Tallenay llegó a Venezuela, la silla presidencial la ocupaba el primero de los mencionados. De acuerdo con su percepción de las cosas, expresó que entre una cantidad de venezolanos esperaban que diera continuidad a lo que Guzmán Blanco venía ejecutando. No fue así. Hubo descontento por esta situación al que se sumó las dificultades financieras y económicas que comenzó a experimentar el país.

     Sin embargo, un evento inesperado llevó a Linares Alcántara al lecho de muerte. El cadáver fue trasladado para el Panteón Nacional. La visitante ofreció algunos pormenores de las exequias llevadas a cabo con mucha pompa. El féretro fue conducido en hombros, acompañado de una comitiva de personajes públicos y ocupantes de cargos relevantes, así como personas unidas por motivos diferentes se habían sumado a la procesión. De repente se escuchó un disparo a la altura de la esquina de la Trinidad. Los soldados al creer en un complot dispararon contra la comitiva, de inmediato la gente se dispersó “y el ataúd del difunto presidente fue colocado en la calle abandonado por sus cargadores. Después de unos momentos de desorden inenarrable varias personas levantaron el féretro y lo transportaron rápidamente al Panteón”.

     Escribió que nunca se llegó a saber el o los autores del indescriptible acto, aunque se suponía que había sido preparado por una facción política y anuncio de conflicto, puesto que desde ese momento so formaron guerrillas en el país. Sin embargo, Guzmán Blanco volvió a la presidencia en el año de 1879. Antes de este nombramiento, reseñó que en la ciudad de Caracas corrían las noticias más inverosímiles como las de la toma del poder por algún general o el levantamiento de un coronel descontento. “Este estado de crisis no nos causaba impresiones tan vivas como a los venezolanos, y no habíamos renunciado a nuestros paseos por la ciudad”.

     Por el estado de conmoción generalizada en la ciudad de Caracas se prohibió la salida del lugar. Sólo se podía lograr por medio de un salvoconducto. Éste les fue otorgado a ella y los suyos por el presidente encargado, general José Gregorio Valera. Contó que una mañana habían emprendido la marcha por el camino que conducía a Petare, pero fueron detenidos por “cuatro negros desharrapados, quienes, sentados en una acera, velaban por la seguridad pública”. Uno de ellos les exigió el salvoconducto e inmediatamente le fue entregado por ellos el papel que servía para salir de los suburbios caraqueños. Según narró a quien se lo entregaron lo había tomado al revés y luego de un rato les fue devuelto el documento. Comentó al respecto: “¡Es evidente que, si le hubiéramos dado, en vez de un documento oficial, la copia de una oda de Víctor Hugo, el resultado hubiera sido por completo el mismo!”.

     En su marcha, ya cerca de la plantación Mosquera, allí escucharon muy cercano a ellos un disparo. De inmediato, suspendieron la caminata y volvieron atrás. Al otro día se escucharon de nuevo detonaciones cerca del puente de hierro. El combate se había prolongado por varias horas, según contó. No obstante, solo un perro había sido víctima de una bala que le arrancó un pedazo de oreja. “Se había quemado mucha pólvora, lo cual, para la gente de color, es uno de los grandes atractivos de la guerra”.

     Los actos más serios, siguió narrando, se presentaron en el Calvario, así como en el campo donde se saqueaban haciendas, se robaban los animales y se llevaban a peones y negros para incorporarlos a las filas de cada uno de los bandos en pugna. En la trifulca que se generalizaba se derribaron estatuas erigidas a favor de Guzmán Blanco y la de la Universidad la lanzaron al piso frente a una banda militar. A propósito de lo que denominó una guerra al bronce y a la piedra comentó: “no se acostumbra en Europa a glorificar a ilustres personajes en vida, levantándoles así varias estatuas en su país natal; pero el lector no debe olvidar que estamos en la América del Sur, donde estas manifestaciones exageradas forman parte de los usos”. Aunque ellas serían de nuevo erigidas a la vuelta al poder, en 1879, de Guzmán Blanco.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En el pueblo de Antímano, el general Antonio Guzmán Blanco construyó una casa de campo para su disfrute

     En este beligerante ambiente relató que una noche un centinela había preguntado la contraseña a quien consideró un enemigo, al no responder “¡Patria Federal! el guardia disparó. Al acercarse descubrieron “un pobre burro errante que había pagado con su vida su descuido y su mutismo”. Relató que, en vísperas de una nueva toma de posesión, ella y sus acompañantes decidieron marchar a Antímano a entrevistarse con el general Cedeño. Contó que al pasar Palo Grande y el Empedrado “la escena se animó”. A ambos lados del camino los negros seguidores de Guzmán habían instalado chozas provisionales. El tránsito se tornaba tortuoso porque individuos “desharrapados” obstaculizaban el paso, a los lados se podían ver fogatas instaladas para asar pedazos de carne que habían tomado de las haciendas cercanas.

     En su narración anotó que al aparecer el coche que los llevaba muchos de los presentes se agolparon a su alrededor para pedirles tabaco. “Oficiales y soldados se precipitaban afanosamente. Habíamos previsto este episodio, de modo que nos habíamos provisto, antes de salir de Caracas, de tabacos y centavos”. Superado este escollo se toparon con una escena protagonizada por un toro y un grupo de negros que le perseguían y agregó que no quisieron ver el desenlace de “esta escena cruel” y mandaron al cochero que acelerara la marcha. 

     Pronto llegaron a un “bonito pueblo” denominado La Vega. Según su descripción estaba compuesto de algunas calles en declive, de una plaza pública sembrada de hierbas, de una pequeña iglesia, “blanca y limpia”. Reseñó que al pie de ésta se encontraba un amplio ingenio azucarero cuyos propietarios eran la familia Francia, “una de las más opulentas del país”.

     Respecto a los tres kilómetros que separaban el Valle de Antímano afirmó que los habían recorrido de manera muy lenta, “siendo detenidos a cada instante por patrullas de gente de color precedidas de sus oficiales montados sobre burros muy flacos”. De Antímano expresó que fueron recibidos luego de largas conversaciones y por ser extranjeros. De esta localidad recordó que era un pueblo bastante grande “sin carácter muy definido, pero de situación encantadora”. Refirió que Guzmán Blanco había mandado a construir una casa de campo para su disfrute. Lo describió como un lugar rodeado de montañas, excepto el camino que conducía a Caracas. El paisaje se veía ornamentado gracias al cauce del río Guaire, la presencia de bambúes y sauces de follaje ligero. “La iglesia de Antímano es bastante hermosa, y recuerda por su arquitectura, aunque en proporciones mucho más modestas, la Magdalena de París”.       

     Contó que debieron salir del lugar que “estaba muy congestionado” para descansar en otro sitio. Según reseñó, al estar cerca de la localidad Palo Grande, le había sucedido algo divertido. En el camino encontraron un negro que montaba un burro. Precedía un grupo de ocho o diez negros armados con fusiles. Contó que su cochero le informó que era “Pantaleón”, un coronel a quien le gustaba que le llamaran general. Según relató, era un hombre muy animado y conversador. Uno de sus acompañantes clamó por agua a lo que Pantaleón accedió a compartir su cantimplora con sus sedientos acompañantes, en ella tenía agua mezclada con aguardiente. Les exigió a sus subalternos que no bebieran más de dos sorbos. Al terminar cada uno de sus hombres, que obedecieron a su coronel, este último consumió el resto de lo que quedaba en el recipiente. 

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En 1879 comenzó un período presidencial denominado El Quinquenio, bajo el mando del general Antonio Guzmán Blanco

     Escribió más adelante: “Eran las siete de la noche cuando volvimos a Caracas donde hacían grandes preparativos para recibir dignamente las tropas victoriosas. Las casas estaban adornadas con flores; arcos de triunfo cubiertos de banderolas y divisas, se levantaban a la entrada de las calles; todo anunciaba una fiesta alegre”. Con esto hacía referencia al éxito de la Revolución Reivindicadora que restauró el culto a Guzmán Blanco, quien se presentaría en las elecciones de diciembre de 1878 de las que salió airoso por mayoría. En 1879 comenzó un período presidencial denominado El Quinquenio.

     Lo que vio en aquella oportunidad lo relató como sigue. Contó que, a las ocho de la mañana, bajo un cielo azul y un sol radiante, una gran cantidad de personas se dio a la tarea de aglomerarse en plazas, parques y vías públicas. “Señoras vestidas de blanco se habían engalanado con cintas amarillas en honor de los guzmancistas, quienes habían adoptado este color; los hombres llevaban colgadas al cuello cintas parecidas, pero más anchas con la divisa: ¡Viva Guzmán Blanco!, impresa en letras negras sobre la tela. 

Se exhibían por todas partes retratos litografiados del expresidente acompañados con palabras de alabanza, en el gusto hiperbólico español. Se esperaban con impaciencia los vencedores”.

     Agregó de seguidas que, a las nueve de la mañana una salva de artillería disparada desde el Calvario dio el aviso del arribo del “ejército libertador”. Según su parecer, todo se había realizado con el mayor orden. Más adelante indicó: “El general Cedeño, con mucha modestia y tacto, se negó a pasar por debajo de los arcos del triunfo, diciendo que no era más que un soldado, y que Guzmán Blanco solo, para quien había combatido, tenía derecho a este honor”. La marcha estuvo encabezada por cañones con guirnaldas de flores, colocadas sobre carretas y arrastradas por bueyes. Luego, venía “el general en jefe rodeado por sus principales oficiales a caballo, mula o asno, vestidos con trajes de toda clase”. Más atrás, identificó a soldados, “descalzos, bajo sus harapos, en una confusión muy pintoresca”. Observó que algunos llevaban bajo sus brazos gallinas y gallos, “otros llevaban racimos de plátanos, vimos a uno que había colgado chuletas crudas alrededor de su gorra, y todos, cubiertos de polvo, extenuados de cansancio, aclamaban a Guzmán y Cedeño”.

     Esta marcha cuando alcanzó el Capitolio paró y “negras caritativas acudieron con calabazas llenas de agua, ofreciendo de beber a los soldados”. De inmediato, se llevó a cabo un Tedeum de acción de gracia, en el que estuvieron presentes Cedeño y su estado mayor. El arzobispo fue el encargado del Tedeum desde la catedral. “Se reía, se circulaba alegremente en la ciudad, la animación era general”.

     Terminó este aparte rememorando que con la llegada de Guzmán Blanco obtuvo la toma de posesión de la “presidencia de la República y todo volvió al orden”. De acuerdo con su visión de las cosas, el ejército bajo su mando, aunque poco numeroso, “fue instruido y disciplinado. Los soldados que se ven hoy en Caracas llevan el uniforme, están provistos de buenas armas y ejercitados convenientemente”. Como lo expresé en líneas más arriba, Tallenay tuvo palabras de alabanza hacia la figura de Guzmán Blanco como presidente. Ella terminó este capítulo con las siguientes consideraciones. “Después de describir los cuadros extraños que anteceden, es justo señalar las reformas que siguieron a la guerra civil y los progresos cumplidos durante el período actual, de absoluto apaciguamiento y completa renovación”. Luego de permanecer en Caracas entre 1878 y 1880 se dedicó a visitar otras localidades de Venezuela hasta 1881 año de su partida para Europa.

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