El carnaval del obispo

El carnaval del obispo

Por Arístides Rojas*

En la época del Obispo Antonio Diez Madroñero, 1757 a 1769, Caracas no tenía jardines ni paseos ni alumbrado ni médicos, ni boticas ni modistas, ni cosas que se le pareciera, ni carretas ni coches, sino magnates y siervos.

En la época del Obispo Antonio Diez Madroñero, 1757 a 1769, Caracas no tenía jardines ni paseos ni alumbrado ni médicos, ni boticas ni modistas, ni cosas que se le pareciera, ni carretas ni coches, sino magnates y siervos.

     “Cuando fueron anunciadas con mucha anticipación las fiestas del Centenario de Bolívar, en 1883, una de las disposiciones del gobierno fue que todos los edificios de Caracas debían tener, para el 24 de julio, las fachadas pintadas; es decir, que la capital tenía que exhibirse en el día indicado, vestida de gala, destruyendo por completo los andrajos que llevaba a cuestas, desde tiempo inmemorial, y las numerosas arrugas ocasionadas por los años. De dicha llenos y de entusiasmo se felicitaron los farmacéuticos y pintores, al enterarse de tal disposición, pues se les presentaba a los unos, la ocasión de salir de los vetustos barriles de pinturas que tenían almacenados, y a los otros la de hacerse de algunas monedas por embadurnar paredes, puertas y ventanas, al gusto de los moradores de Caracas.

     Al amanecer del 23 de julio, víspera del 24, fecha del nacimiento de El Libertador, Caracas apareció vestida de limpio y ataviada, desafiando al más pintiparado de los numerosos visitantes que llenaban los hoteles, casas de pensionistas, rancherías, ventorrillos, y se presentaban igualmente empaquetados a la moda, obedeciendo a los impulsos del entusiasmo. 

     Por la primera vez y quizá sea la única, en el espacio de trescientos diez y seis años, la ciudad de Losada ostentaba las gracias de su juventud, como Venus surgiendo de las espumas del mar: por la primera vez y única, en la historia de Caracas, esta contemplaba al sol cara a cara, y sonreía y coqueteaba con sus pobladores, al verse limpia, elegante y hasta poética, pues ella se decía:

Ayer maravilla fui,
Hoy sombra de mí no soy.

     Desde esta, fecha, Caracas perdió para siempre uno de los distintivos de su pasada historia; dejó de narrarnos a lo vivo, lo que era el carnaval antiguo, desde épocas remotas, cuando la barbarie estableció que había diversión en molestar al prójimo, vejarlo, mojarlo, empaparlo y dejarlo entumecido. Y hasta las paredes de los edificios participaban de este baño de agua limpia o sucia, pura o colorida, pues el entusiasmo no llegaba al colmo sino después de haber ensuciado, bañado y apaleado al prójimo, dando por resultado algunos contusos y heridos, y degradados todos.

     A proporción que se deslizaban los años, las manchas de todos colores que dejaba cada carnaval en las paredes de los edificios de la ciudad se multiplicaban, lo que daba a Caracas cierta fisonomía repelente. Dos cosas llamaron la atención de un viajero que visitó la capital, hará como cincuenta años; la yerba y arbustos desarrollándose en los techos, calles más públicas, y aun en los barrotes de hierro de las ventanas y campanas de los templos, y las numerosas manchas, de todos colores, que sobresalían sobre las paredes del caserío. Lo primero le pareció como prueba evidente de la fuerza vegetal, del ningún tráfico de la población y de la ausencia completa de policía urbana: lo segundo, después de conocer la causa, como muestra de una sociedad bárbara que desconocía por completo la cultura de las diversiones públicas.

     ¡Cosa, singular! En la historia de nuestro progreso, el carnaval moderno es una de nuestras bellas conquistas, porque acerca las familias, da ensanche al comercio, perfecciona el gusto, despierta el entusiasmo, aproxima los corazones y trae el amor, alma del matrimonio. El carnaval antiguo era puramente acuático, alevoso, demagogo, siempre grosero, infamante: el carnaval moderno es riente, artístico, espontaneo, honrado y republicano. Aquel fue siempre amenazante, invasor, terrible. Caracas tenía que cerrar puertas y ventanas, la autoridad las fuentes públicas, y la familia que esconderse para evitar el ser víctima de la turba invasora. Las tres noches del carnaval de antaño, eran noches lúgubres; la ciudad parecía campo desolado. El carnaval de hoy aspira el aire y el perfume de las flores en presencia de la mujer pura y generosa, siempre resplandeciente, porque posee las dotes del corazón y los ideales del espíritu. Por esto Caracas abre puertas y ventanas, y comparsas de máscaras en coche o a pie, recorren las calles y visitan las familias. La noche no es fúnebre, como en pasados tiempos, sino alegre, bulliciosa, poblada de luces y de armonías. El amor, antiguamente escondido, temeroso, sufrido, es hoy libre, expansivo; espléndido a la luz del día, confidente al llegar la noche.

Para las fiestas del Centenario de nacimiento de Simón de Bolívar, en 1883, una de las disposiciones del gobierno fue que todos los edificios de Caracas debían tener, para el 24 de julio, las fachadas pintadas.

Para las fiestas del Centenario de nacimiento de Simón de Bolívar, en 1883, una de las disposiciones del gobierno fue que todos los edificios de Caracas debían tener, para el 24 de julio, las fachadas pintadas.

     Dejo de figurar el agua, y con ella aquel famoso instrumento del Médico a Palos de Moliere, del mango prolongado y punta roma, que tanto llamaba la atención en remotas
épocas. ¿Qué mortal se atrevería a llevarlo hoy en sus manos? El antiguo carnaval era una ciudad sitiada; el moderno es una ciudad abierta. Si el primero dejaba por todas partes los despojos del huracán, calles sucias, manchas en las paredes, contusos y heridos; el moderno deposita al pie de cada ventana, como homenaje a la mujer virtuosa, ramilletes de flores naturales y artificiales, grajeas, y quizá el billete perfumado de algún galán imberbe. El carnaval de antaño era económico; el moderno es fastuoso. ¿Y qué importa que el crédito tome creces y se aumente en los libros del Comercio la partida de pérdidas y ganancias, si los corazones se unen y la humanidad se multiplica?

     No tienen los dos carnavales de común, sino la mala intención: la de lanzarse cada prójimo cuanto proyectil pueda haber a las manos, con toda fuerza de que es capaz el cuerpo humano. Así son los campos de batalla: el que sale con gloria, no es el muerto, sino el que sobrevive, con un ojo de menos, con dañada intención de más.

       Entre los dos carnavales de que acabamos de hablar, está el carnaval religioso creado en los días en que se amarraban los perros con longanizas. En la época del Obispo Antonio Diez Madroñero, 1757 a 1769, Caracas no tenía jardines ni paseos ni alumbrado ni médicos, ni boticas ni modistas, ni cosas que se le pareciera, ni carretas ni coches, sino magnates y siervos. Distinguíase el carnaval de aquellos días no solo en el uso del agua, en el baño fortuito, intempestivo, que se efectuaba en ciertas familias del poblado, cuando el zagalejo entraba de repente en el patio, cogía con astucia a la zagaleja, y ambos se zambullían en la pila como estaban, sino en algo todavía más expresivo, como eran los jueguitos de manos entre ambos sexos, los bailecitos, entre los cuales figuraban el fandango, la zapa, la mochilera y compañía.

     En el estudio que hizo el prelado, de la sociedad caraqueña, no dio importancia al uso de los proyectiles de azúcar o de harina, con los cuales cada jugador quería sacarle los ojos a su contrario; tampoco se ocupó en si se mojaban con betún o con agua, o si se embadurnaban con harina o pinturas. Lo que llamó toda la atención del prelado fueron los baños de los zagalejos en las casas de ciertos moradores de Santiago de León, y los retozos y bailecitos populares, los tocamientos y morisquetas de los sexos, los juegos de la “gallina ciega”, la “perica”, el “escondite” y el “pica-pico”. Que se lancen balas, si quieren, decía el Obispo; pero que no se acerquen, pues no conviene tanta incongruencia. ¿Qué hacer? Concibió entonces el proyecto de sustituir el juego del carnaval con el rezo del rosario.

     Invitó a reunión general los magnates de la ciudad, hacendados, comerciantes, industriales, curas de las parroquias, etc., etc., y les dijo: “Voy a acabar con esta barbarie, que se llama aquí carnaval; voy a traer al buen camino a estas mis ovejas descarriadas, que viven en medio del pecado: voy a tornarlas a la vida del cristiano por medio de oraciones que les hagan dignas del Rey nuestro señor y de Dios, dispensador de todo bienestar”. Y después de explanar su pensamiento y de obtener la venia de la numerosa asamblea, lanzó a la luz pública cierto edicto con el cual enterró a la zapa y demás bailes populares. En seguida quiso hacer su ensayo respecto del carnaval, y como vio que le había producido admirable resultado, lanzó a la faz de todos los pueblos del Obispado el siguiente edicto, con el cual acabó, durante los diez años de su apostolado, con el carnaval de antaño: Nos, Don Diego Antonio Diez Madroñero, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Caracas y Venezuela, del Consejo de su Majestad.

Entre los muchos y singulares efectos que como favor especialísimo celebramos haber causado en los piadosos ánimos de sus devotos súbditos, la Madre Santísima de la Eterna Luz, Divina Pastora de esta ciudad y Obispado, son muy notables y maravillosos (si maravilla es, que a los dulces silbos y armoniosas voces de María hasta los efectos, obedientes se sujetan a la razón y la razón a Dios) cuantos admiramos, particularmente en las carnestolendas del año próximo pasado, las semanas precedentes a ellas, y en el siguiente santo tiempo de Cuaresma, en que convidados por la Santa Iglesia a penitencia, a una devota tristeza y al ejercicio de las virtudes, cuando el mundo ostentando escenas de sus teatros como lícita, las más vivas y artificiosas expresiones de libertad en juegos, justas, bailes, contradanzas y lazos de ambos sexos, contactos de manos y acciones descompuestas e inhonestas y cuando honestas indiferentes, siempre  peligrosas, llamaba a los deleites corporales aquellos nuestros súbditos, fieles siervos de Nuestra Señora, combatiendo y despreciando constantemente hasta los atractivos halagüeños de semejantes diversiones profanas, admitieron gustosos aquel convite espiritual, prefiriendo entre sí mismos con santa emulación por participar de las delicias celestiales preparadas en los sagrados banquetes y espectáculos representados, ya en las iglesias, donde estuvo expuesta su Majestad Sacramentada, ya en las procesiones de Semana Santa, ya en los rosarios convocatorios, ya en los demás ejercicios piadosos repetidos en los días de Cuaresma, habiendo asistido todos dando recíprocos ejemplos con su más fervorosa devoción y compostura, sin excepción de los niños y párvulos que abstenidos de las travesuras pueriles de que el enemigo común solía valerse para perturbar y retraer de las iglesias a los devotos, no fueron los que menos edificaron, advertidos, sin duda, de sus párrocos, maestros prudentes y devotos, padres de familia de cuido, celo y eficacia en el cumplimiento de sus muchas y gravísimas obligaciones, pende muy principalmente la universal santificación de este pueblo y Obispado, a que esperamos nos ayuden unos y otros cooperando en cuanto les sea respectivo, perseverantes en la soberana protección necesaria, y en los medios y ejercicios, santos practicados el año precedente que haremos notorio, se les facilitaron repitiéndolos, y que nuevamente les invitamos, satisfechos en la constancia de sus santas resoluciones y buenos propósitos, con que desterrados perpetuamente el carnaval, los abusos, juguetes feroces y diversiones opuestas a nuestro fin, se radiquen más y más las virtudes y buenas costumbres, aumenten en los piadosos estilos e introduzcan firmemente como loable el de continuar la custodia de esta ciudad para que, fortalecida con el número inexpugnable de la devoción de María, Señora Nuestra, y quitado embarazo el domingo, lunes y martes de carnestolendas, permanezca defendida y concurran los fieles habitadores de María, sin estorbo a adorar a su Divina Majestad Sacramentada, en las iglesias, donde se expondrá a la veneración de todos, convocados por sus Santos Rosarios que salgan de las respectivas, donde se hallan situados a las cuatro según ordenamos a todas las cofradías, congregaciones o hermandades y personas a cuyo cargo están; dispongan y saquen en las tres tardes en el inmediato carnaval dirigiendo cada cual el suyo por las cuadras que circundan las iglesias de su establecimiento, sin juntarse con otro, volviendo y concluyendo en la misma forma con la plática mensual en que, confiamos del fervor y facilidad de los predicadores, tocarán algún asunto conducente a desviar a los fieles de las obras de la carne y a traerlos a la del espíritu con que templen la ira de Dios irritada por las culpas de las carnestolendas y Semana Santa. En testimonio de lo cual damos las presentes, firmadas, sellas y refrendadas en forma en nuestro «Palacio Episcopal de Caracas, en catorce de febrero de mil setecientos cincuenta y nueve. DIEGO ANTONIO, Obispo de Caracas. Por mandato de su Señoría Ilma. mi Señor. Don José de Mejorada. Secretario. Letras congratulatorias, invitatorios y exhortatorias por las que ordena su Señoría Ilma. la repetición de rosarios en los tres días del carnaval confiando no se manifestarán menos devotos en este año, sus muy amados y piadosos súbditos, que lo ejecutaron en el pasado, hasta los niños”. (I)

El carnaval antiguo era puramente acuático, alevoso, demagogo, siempre grosero, infamante: el carnaval moderno es riente, artístico, espontaneo, honrado y republicano.

El carnaval antiguo era puramente acuático, alevoso, demagogo, siempre grosero, infamante: el carnaval moderno es riente, artístico, espontaneo, honrado y republicano.

     Así se celebró el carnaval en Caracas, durante el pontificado del Obispo Diez Madroñero. Las procesiones, llevando a la cabeza un cura de almas, recorrían las calles del poblado, sin tropiezos, sin desorden, y con la sumisión y mansedumbre de ovejas fieles. De manera que, en aquella época, se rezaba el rosario todos los días, por las familias de Caracas; en procesión cada dos o tres noches, e igualmente, durante los tres días de carnaval.

     ¿Era todo esto efecto de una alucinación epidémica, o debía considerarse a la sociedad caraqueña como un pueblo de ilotas? Sea lo que fuere, en dos y más ocasiones, el Ayuntamiento de Caracas, durante este Obispado, escribió al monarca español diciéndole:

“No tenemos paseos ni teatros ni filarmonías ni distracciones de ningún género; pero sí sabemos rezar el rosario y festejar a María, y nos gozamos al ver a nuestras familias y esclavitudes, llenas de alegría, entonar himnos y canciones a la Reina de los Ángeles”. (2)

     Así pasaban los años, cuando el Obispo murió en Valencia en 1769. A poco comienza la reacción, y la sociedad de Caracas, a semejanza de los muchachos de escuela en ausencia del maestro, da expansión al espíritu y movimiento al cuerpo. El rezo del rosario, en la época del carnaval fue desapareciendo, hasta que volvieron los habitantes de la ciudad Mariana al carnaval de antaño. Tornaron los bailes populares y los jueguitos de manos, y el zambullimiento de los zagalejos enamorados en las fuentes cristalinas. Resucitó el famoso instrumento de Moliere, llenáronse las calles de embadurnadores, recibieron las paredes del poblado innumerables proyectiles, salieron finalmente, de las jaulas, los pajarillos esclavos, y se comieron los perros las apetitosas longanizas. La reacción es siempre igual a la acción”.

(1) Con este Edicto comenzó el Obispo Diez Madroñero las reformas que llevó a cabo en la sociedad caraqueña. Al posponer en el orden cronológico este cuadro a los que preceden, se comprenderá que ha sido para dejar coronada de modo más interesante la relación histórica de aquel pontificado

(2) Actas diversas de los Ayuntamientos de esta época

* Historiador, naturalista, periodista y médico caraqueño (1826-1894), autor de innumerables y valiosos trabajos de carácter histórico. Sus restos reposan en el Panteón Nacional 

FUENTE CONSULTADA

Rojas, Arístides. Crónicas de Caracas. Caracas: Ministerio de Educación Nacional, 1946. Colección Biblioteca Popular N.º 16.

Una cita con Gil Fortoul

Una cita con Gil Fortoul

Yo siento que mi corazón y mi espíritu están con los que padecen” 

“Las repúblicas americanas no han encontrado todavía la forma legal de las revoluciones”

Por Ana Mercedes Pérez*

El larense José Gil Fortoul (1861-1943) fue un destacado historiador, diplomático, escritor y abogado. Entre sus obras se encuentra la voluminosa Historia Constitucional de Venezuela

El larense José Gil Fortoul (1861-1943) fue un destacado historiador, diplomático, escritor y abogado. Entre sus obras se encuentra la voluminosa Historia Constitucional de Venezuela

     “El doctor José Gil Fortoul, jurista y escritor, nació en Barquisimeto el 29 de noviembre de 1861 y falleció en Caracas el 15 de junio de 1943, en su residencia de La Florida, la quinta “Chicuramay”. Estudió Derecho en la ilustre Universidad Central y en 1885 recibió el título de Doctor en Ciencias Políticas. Fue Diplomático en Europa por largos años, pero sin dejar nunca de interesarse por las cosas de su tierra.

     Fue así como escribió la “Historia Constitucional de Venezuela” que ninguna otra obra reciente o antigua ha reemplazado en su maravillosa interpretación y exactos datos. Además, fue novelista en “Julián” o “Idilia”; poeta en la “Infancia de mi Musa”; ensayista en “Recuerdos de Paris”, “Sinfonía inacabada”, “Páginas de ayer”, “El humo de mi pipa”; periodista y sociólogo en “Filosofía constitucional”, “Filosofía Penal” y “Discursos y palabras”.

     Entre los cargos que desempeñó pueden citarse especialmente secretario de Venezuela en Francia, Encargado de Negocios en Suiza, Encargado de Negocios en Alemania, ministro de Instrucción Pública, presidente de la Cámara del Senado, presidente del Consejo de Gobierno y Encargado de la Presidencia de los Estados Unidos de Venezuela, Enviado Extraordinario y ministro Plenipotenciario en México.

     Fue Individuo de Número de las Academias Venezolanas de la Historia y de Ciencias Políticas y Sociales. Miembro fundador del Instituto Internacional de Sociología de Francia y director de “El Nuevo Diario”.

     Venezuela celebró el 29 de noviembre de 1961, el centenario del nacimiento de uno de sus hombres más ilustres en el Parlamento, en la Diplomacia y en las Letras. Los estudiantes de la Universidad Central vienen de rendirle un homenaje recogiendo en un folleto las críticas suscitadas en torno su “Historia Constitucional”, bajo el título “el concepto de la historia en José Gil Fortoul”. 

     A los veinte años de haber abandonado este globo terrestre donde vivió, gozó, triunfó y amó con la majestuosidad de un dios pagano, casi por espacio de un siglo, Enrique Aracil, o lo que es lo mismo, José Gil Fortoul, un nombre muy conocido en nuestras letras, en nuestra diplomacia y en nuestra historia, vino a dialogar conmigo, como solía hacerlo en plena madurez de su sabiduría, allá por los años 1936 al 40.

     Íbamos entonces a su Quinta Chicuramay, en La Florida, a libar el buen scotch de sus bodegas permanentes para sus amigos. Flor, su hija, era la anfitriona cordial y Aracil, el caballero del ojal florido, de la frase oportuna, del invariable monóculo como otra pupila asomada a su filosofía: “la probabilidad de morir no me inspira temor ni espanto”. Ahora venía envuelto en esa niebla infinita con que se revisten los ausentes, niebla del mismo humo de su pipa, material o deshumanizada, que subía arropándolo como una nube. Su mirada escéptica de libre pensador, poeta, historiador o político, era un poco más irónica. Como si hubiese traspuesto ya las sombras de la duda y quisiera darme el secreto de lo impenetrable se desprendía su voz, como una onda hertziana, el mismo sonido de su voz metálica, fluida, acompañada del acento gutural de los que han vivido largamente en otras latitudes.

     Era el mismo personaje que deleitaba al público caraqueño en el Country Club y El Paraíso, en tardes amables y acogedoras, después de haber montado su caballo Tacarigua o haber lanzado al aire su pelota de golf. Su extravagante elegancia producía el arrobador señuelo de las féminas que lo escuchaban transportadas:

     –Ya no tengo sino mi pobre palabra. Y voy a ver si la puedo adornar con reflejos de arte, a ver si mis frases pudieran ser como algunas flores frescas sobre las tumbas solitarias, o sobre el camposanto silencioso algunos rayos de sol, Sea lo que fuere la muerte, no borra la eterna sonrisa de la vida, sea como fuere la existencia, del recuerdo resurge siempre la esperanza.

     Yo escuchaba su verbo en la obscuridad, silenciosamente, y el ilustre amigo seguía el hilo de mi pensamiento:

Gil Fortoul consideraba que, a medida que el poder de la una clase aumenta, la miseria de la otra se hace cada vez más desesperada. La clase capitalista es cada vez más rica y la clase proletaria cada día más pobre

Gil Fortoul consideraba que, a medida que el poder de la una clase aumenta, la miseria de la otra se hace cada vez más desesperada. La clase capitalista es cada vez más rica y la clase proletaria cada día más pobre

     –Y bien, mi querida amiga, son innumerables las fuerzas de la naturaleza e infinitas las combinaciones con que nos envuelven en espesísima red. El único campo seguro de la afirmación y de la certidumbre es a veces el pasado. El presente no dura más que un instante, es solamente el equilibrio de un instante. Si es la muerte la ausencia de toda sensación, como en un sueño sin sueños, la muerte es bien inapreciable, porque todas las edades futuras no tendrán más duración que una sola noche.

     –Y si es la muerte el paso de este mundo a otro. . .– dije, repitiendo sus propias sentencias.
     –¡Qué mayor felicidad entonces que hallarme aquí con verdaderos jueces como Minos y Radamanto, Eaco y Triptoleno y conversar con Museo y Orfeo, con Hesiado y Homero. . .!

     –Y hasta con las Once Mil Vírgenes– me atreví a insinuarle, mientras por el rostro de Aracil asomaba su sonrisa mundana.

     Un arrebol tan hermoso como aquel que asombró a nuestro Libertador, me ocultó de pronto la luz íntima, aunque maravillosa y profética de sus pupilas que se hicieron lejanas, para luego acercarse y responderme:

     –Ellas son la primavera, yo soy otoño. Suelen preguntarme cosas que ignoran de la vida y hay tardes en que la conversación se prolonga a la sombra fresca de algún mango umbroso. Al fin ellas se van alegres, por un lado, tal vez algo inquietas por mi diletantismo irónico. Y yo me voy algo triste por otro rumbo y vuelvo la mirada para verlas alejarse hasta que desaparecen en el horizonte y de mi corazón surge un sentimiento muy dulce.

     Al decir estas palabras por el aire se esparció el aroma del ungüento de Magdala.

Socialismo

El hecho mismo de ver a mi amigo rodeado de arcángeles y demonios me dio la pauta de preguntarle por esa teoría que hoy conmueve al mundo civilizado, que se divide entre el capital y el trabajo. El personaje aspiró de nuevo el humo de su pipa antes de hacerse presente:

     –El capital en manos de una clase social es un privilegio, un monopolio y una injusticia. Y no será ciertamente el reconocimiento de la libertad del capitalismo y del proletariado el medio seguro de obligar a aquel a convertir la riqueza en tesoro común de la sociedad entera o de permitir que el otro alcance la parte proporcional de bienestar que justamente le corresponda en los productos de trabajo social.

     –¿Cree usted que en Venezuela exista algún antagonismo entre las clases altas y el pueblo?

     –Nunca ha existido ese antagonismo. En 1811 la oligarquía venezolana se reducía a tres condes, y todos ellos, imitando al Libertador, que desdeñó siempre el título nobiliario, fueron después, o defensores ardorosos de la causa patriótica o amigos decididos de las instituciones democráticas. Al principio pareció formarse una clase de grandes propietarios, pero a poco las fortunas comenzaron a repartirse rápidamente, gracias al régimen sucesoral y por causa también de las guerras civiles que subdividieron e hicieron cambiar de manos las riquezas acumuladas.

     –Maestro, América entera está consternada con la palabra “socialismo”. Usted que ha traspuesto las fronteras de los intereses terrenales, ¿qué dice de eso…?

     –Que se ha de hallar la solución del gran problema. Que la actual lucha entre la clase capitalista y la clase miserable no puede ser condición permanente de la civilización y que el conflicto ha de resolverse necesariamente en una nueva organización social que sustituya la armonía y la solidaridad a la justicia y al odio. Eso lo piensa el político omnipotente como el pontífice máximo de la iglesia y los jefes de los vastos imperios y el sabio que estudia leyes y el poeta que se lanza a explorar el porvenir.

     –Usted es un socialista, amigo, nadie puede dudarlo, siempre lo había pensado – grité yo desde el vacío.

     El monóculo de Gil Fortoul brilló como un diamante, o mejor, como una centella en el espacio. Su voz se hizo más metálica y algo afrancesada:

      –Yo no soy socialista. . . en el sentido que comúnmente se da a esta palabra, porque no pertenezco a ninguna de las escuelas o teorías del socialismo militante. . . Pero, por temperamento, y como resultado de los estudios que he podido hacer viviendo en pueblos de raza y cultura diferentes, yo siento que mi corazón y mi espíritu está siempre con los que padecen y sufren, Y con los que padecen y sufren creo en una próxima organización social menos imperfecta y más humanitaria, con luchas menos brutales y más equitativas. Otra civilización más intensa, más amplia y más alta.

     Hubo un silencio elocuente como un siglo de espera, como si el Maestro esperara la reacción de la discípula. Pero, había pasado apenas la figura infinitesimal de un minuto. El historiador bebió en su vaso, licor de los escoceses:

En el homenaje-ágape al escritor alemán, Emil Ludwing, en la casa del Vizconde Lascano Tegui, Gil Fortoul, con su elegante monóculo, absorbe su inseparable pipa al lado del escritor José Rafael Pocaterra, de los poetas Andrés Eloy Blanco, Luis Yépez y Pedro Sotillo; y de los doctores Gustavo Machado Hernández, Augusto Mijares, Enrique Tejera y Juan Iturbe, quien abraza a Ludwing

En el homenaje-ágape al escritor alemán, Emil Ludwing, en la casa del Vizconde Lascano Tegui, Gil Fortoul, con su elegante monóculo, absorbe su inseparable pipa al lado del escritor José Rafael Pocaterra, de los poetas Andrés Eloy Blanco, Luis Yépez y Pedro Sotillo; y de los doctores Gustavo Machado Hernández, Augusto Mijares, Enrique Tejera y Juan Iturbe, quien abraza a Ludwing

     –Vemos dondequiera –agregó– que el poder social se concentra en una clase de individuos que monopoliza la propiedad de la tierra y los medios industriales de acrecentar la riqueza y que, al propio tiempo, otra clase infinitamente más numerosa, lucha a todas horas por la vida y por el derecho a mejorar su condición.

     A medida que el poder de la una aumenta, la miseria de la otra se hace cada vez más desesperada. La clase capitalista es cada vez más rica y la clase proletaria cada día más pobre.

     –¿Y qué hacer para llevar a cabo tal reforma?

     Gil Fortoul respondió con una voz escéptica:

     –Por desgracia las Repúblicas americanas no han encontrado todavía la forma legal de las revoluciones. Desde el punto de vista moral no puede decirse que la frecuencia de las revoluciones ha contribuido más bien a desarrollar en las esferas gubernamentales el respeto a las manifestaciones de la opinión pública.

        –¿Qué quiere usted decir?

     –Que la paz pública no equivale en cada ocasión a la aceleración del progreso. Dice un escritor mexicano en un estudio sobre las revoluciones de su patria que el período de paz que empezó en México en 1876, con la presidencia de Porfirio Díaz hace ya imposibles allí las revoluciones. Pero la experiencia análoga de Venezuela y otras Repúblicas tiende a demostrar que cuando la paz es resultado exclusivo de la influencia omnipotente de una oligarquía o de un dictador –como cuando los Monagas y Guzmán Blanco– la paz no es socialmente preferible a la agitación de las eras revolucionarias, pues no bien desaparece la oligarquía o la autocracia que la imponen por la fuerza. Vuelve a abrirse el período de los tumultos que desbaratan enseguida la obra artificial y efímera de las dominaciones personalistas.

Democracia

     La rosa de su ojal pareció agitarse levemente cuando nombré la palabra Democracia. El ilustre historiador me lanzó una mirada de conmiseración alumbrada con la más irónica sonrisa cuando respondió:

     –¿Y la democracia no será también una selección política regresiva? Los fundadores de la antroposociología lo afirman. La democracia según ellos tiende de nivelarlo todo y a destruir, por consiguiente, los elementos superiores, de tal suerte que el nombre que más le cuadra sería el de mediocracia. Es más bien la Plutocracia, con el prestigio y la fuerza irresistible del oro.

     –Usted me ha dicho hace poco que ama el socialismo.

     –Sí, pero paréceme que exageran demasiado quienes califican de democracia el régimen social que hoy predomina en la civilización europea. Es cierto que la aristocracia hereditaria pierde terreno en muchos países, pero no se nota en ellos que sea la democracia la que la reemplace.

     –Entonces, ¿qué propone usted?

–Lo que se espera es una obra de justicia. El conflicto de la clase proletaria con la clase capitalista es lucha por la vida y por el derecho, y su solución no está en la caridad, cuya eficacia se circunscribe fatalmente a aliviar miserias aisladas. La caridad es un paliativo, no un remedio.

 

El jurista era ahora el que hablaba de las injusticias, de la esclavitud, ya abolida prácticamente en el mundo. En el mundo, el nuevo mundo seguía siendo “interdependientes” unos de otros.

 

–Porque decirle al obrero: eres libre de trabajar donde quieras y en las condiciones que te parezcan más favorables es simplemente adornarle con bellas palabras la realidad de su esclavitud. ¿Trabajar donde quiera? Sí, pero su libertad se reduce a poder escoger entre establecimientos idénticos. Por eso en las condiciones más favorables los capitalistas de la misma industria son forzosamente solidarios y el interés común los obliga a establecer condiciones iguales para el trabajo, de donde resulta que la libertad del obrero consiste en substraerse a la autoridad de una industria para someterse a la autoridad idéntica de otro. En fin, que la necesidad de trabajar es infinitamente más poderosa que la libertad de escoger y si se retarda tropieza con la miseria y el hambre.

     –Y qué me dice usted, Maestro, de la suspensión de garantías que tantas discusiones ha promovido en el Congreso.

     –El ex-Senador recargó su pipa de tabaco para darse el gusto de aspirar una larga columna de humo. Se dio a recordar aquellos tiempos cuando se dedicaron grandes debates a los Monopolios y a los Seminarios. El, –dijo– venía de una época en que se and aba con la ley en la mano. Ahora eran otras cosas: incomprensibles, atómicas, exaltados. Y así dijo.

     –Un Estado joven que no mantiene un orden legal cualquiera, cae fatalmente en la anarquía o en el despotismo. El orden legal constituye la tradición, y sin ésta el progreso es siempre aventurado. Solo es rápido y seguro el progreso allí donde existe, con el respeto a la ley, al hábito de no aspirar a reformas legislativas, sino con los medios lógicos que la misma ley ofrece. Un Gobierno democrático no debe tener otras atribuciones que las terminantemente señaladas en la ley fundamental.

     Y apenas escuchada por Dios, o tal vez por un arcángel que revoloteaba constantemente sobre el alto personaje, pude adivinar la frase que asombró de espanto a un demonio viajero en una nube:

     –Así como cada individuo hereda de sus antepasados la propensión a sentir, pensar y obrar de un modo especial, así cada generación hereda de las anteriores la tendencia a dirigirse por los rumbos que aquellas le han señalado.

Yo no soy socialista, en el sentido de que no pertenezco a ninguna de las escuelas o teorías del socialismo militante. Pero, como resultado de los estudios que he podido hacer viviendo en pueblos de raza y cultura diferentes, yo siento que mi corazón y mi espíritu está siempre con los que padecen y sufren

Yo no soy socialista, en el sentido de que no pertenezco a ninguna de las escuelas o teorías del socialismo militante. Pero, como resultado de los estudios que he podido hacer viviendo en pueblos de raza y cultura diferentes, yo siento que mi corazón y mi espíritu está siempre con los que padecen y sufren

La universidad

     Surgió el tema por sí solo, para quien había sido ministro de Educación y además el ejemplo más contundente de cultura en Venezuela. No era partidario de llenar el país de médicos y abogados que iban a engrosar las legiones de los políticos, a causa de “poca clientela”.

     –El taller es hoy el palacio del ciudadano. Si abundan los doctores, los dineros escasean. La clientela de una población no da para tantos. De donde resulta que la nube de doctores sin clientela, o se dedican a la política que es el refugio. . . o se contenta con llevar una vida trabajosa y obscura. 

     Aludió a la necesidad de estimular la agricultura, descentralizando la enseñanza, dándole otro rumbo, para hacerla racional, útil y popular.

     –Cuando la instrucción se ocupe de dar hombres capaces de cultivar la tierra, cuando las universidades y colegios produzcan también agrónomos y químicos, criadores y mercaderes de iniciativa fecunda, habrá quizás menos doctores en política, pero más agentes de prosperidad nacional y más espíritus interesados en que las leyes sean eficaces, justo el Gobierno, probos los gobernantes y civilizada la patria. El exceso de doctores sin clientela es una pérdida social.

     Pero como Aracil no podía ser dogmático por tanto tiempo, ni darme una charla que pudiera tratarse de latosa, volvió al tema de la belleza, acomodándola a los profesionales, aunque fuesen abogados o médicos:

     –A veces la profesión determina modos especiales de hacer bella la vida. Un abogado encuentra que es cosa voluptuosamente bella salvar de la prisión a un asesino y sacarlo limpio y blanco como un cordero, o desatar elegantemente con un divorcio ruidoso los últimos lazos de cariño, de estimación o de interés que unían dos existencias. Y un médico habla igualmente de bella enfermedad, de bella operación quirúrgica.

La despedida

     Era agradable verlo disfrutar de la libertad total, sin freno ni cortapisa a quien toda su vida había sido tan independiente. Ya la luna había quebrado sus rayos fugitivos sobre su frente pensadora y venía la madrugada. Mi pensamiento era como un lirio desnudo, pues sin pronunciar una sílaba él exclamó:

     –La libertad. ¡Oh la libertad! es un término tan vago que analizarlo a fondo pierde toda significación precisa. El error consiste en ver la libertad como una causa, cuando no es sino un efecto o de las revoluciones, o de las leyes, o de la intervención del Estado. Considerada de otro modo la libertad es la garantía moral de la injusticia y el error.

     Y como vieran mis ojos abrirse un abismo ante la palabra “libertad” el hombre totalmente libre corroboró:

     – ¿Qué es la libertad del individuo? El poder no ilimitado, sin duda, pero cada vez mayor a medida que el individuo se hace más fuerte moral e intelectualmente. Los individuos no son independientes sino interdependientes y su libertad consiste en obrar de acuerdo con la interdependencia de su interés.

     Y tomando mis dos manos entre las suyas, tal como solía hacerlo en los frívolos momentos de despedida, el viejo y siempre recordado Gil Fortoul me dijo estas palabras:

     –De esta noche me llevaré ecos que no se apagarán. Y cuando dentro de breves semanas me encuentre otra vez muy lejos en medio de amigas diferentes, con quienes me ligan otros recuerdos, ellas me dirán: Y bien, ¿de dónde viene usted, incorregible andariego, por ideas, por sentimientos, de dónde llega usted y por qué su palabra o suena ahora como antes sonaba entre nosotros? Y yo les contestaré: Vuelvo de mi tierra y traigo recuerdos de las mujeres de mi tierra.

     Por la ventana del salón penetraba lentamente la aurora, mientras el humo de la pipa de Aracil se confundía con una nube. A mi lado sus libros palpitaban”.

* Nativa de Puerto Cabello, estado Carabobo (1910-1994), Ana Mercedes Pérez fue una acuciosa periodista, diplomática y poeta, conocida también por su seudónimo Claribel. Su poesía estuvo caracterizada por ser muy femenina. El doctor José Gil Fortoul prologó el primer libro de versos de Ana Mercedes. En los últimos años de su vida, la escritora lo visitaba casi a diario. Más tarde, ella sería la compiladora de sus obras, editadas por el Ministerio de Educación

FUENTE CONSULTADA

Elite. Caracas, 2 de diciembre de 1961.

Pasaje Edificio Zingg

Pasaje Edificio Zingg

Primer centro comercial de Venezuela, en el que "Caracas aprendió a subir escaleras sin levantar los pies", debido a sus novedosas escaleras mecánicas, las primeras del país.

Primer centro comercial de Venezuela, en el que «Caracas aprendió a subir escaleras sin levantar los pies», debido a sus novedosas escaleras mecánicas, las primeras del país.

     “En diciembre de 1953, este elegante Pasaje, que comunica la calle de Sociedad a Traposos con la de Camejo a Colón. Este Pasaje es para uso de la ciudadanía en general, pueden transitar libremente en él los elementos que así lo deseen, bien para su comodidad, para acortar espacio de tiempo de ir de un lugar a otro, para hacer uso de sus varios servicios públicos, o simplemente porque tenga necesidad de surtirse de cualquier artículo, en los numerosos almacenes que en dicho Pasaje están establecidos.

     El Pasaje está dividido en dos Plantas, provisto de escaleras automáticas, que son las primeras y únicas que existen en Caracas, y tiene 30 locales para comercio, de bella presentación y la mayoría de ellos ya ocupados por distintos negocios.

     En el Pasaje funciona la única sucursal de correos del centro, que todo el mundo puede usar, así como las oficinas de Cables y Teléfonos Públicos. 

     También está instalado el Royal Bank of Canadá, Agencia de Viajes, Agencia de Publicidad, Joyería, Tienda de modas para damas, Tienda de ropa para niños, Artículos de cuero, Foto-Estudio, Negocio de fiambres finos, Establecimiento para la venta de artículos de regalo, Tienda de artículos domésticos, Agencia de Loterías, etc., que proporcionan al pasaje afluencia de público, entretenimiento para los viandantes, y que dan vida a aquel lugar primoroso enclavado en el centro de la capital.

     El Pasaje es ventiladísimo, de bellísimo aspecto, de estructura modernísima, y cuenta con Sanitarios Públicos, que también son únicos en la capital, constituyendo una de las obras más eficientes, más constructiva, más admirable, que se han realizado para embellecer a Caracas.

El empresario Gustavo Zingg encargó la construcción de la sede de su compañía, en Caracas, al ingeniero Oskar Herz. El edificio Zingg fue el primero que se construyó en el país con estructura de acero, para resistir sismos

El empresario Gustavo Zingg encargó la construcción de la sede de su compañía, en Caracas, al ingeniero Oskar Herz. El edificio Zingg fue el primero que se construyó en el país con estructura de acero, para resistir sismos.

Con la asistencia del presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez, y algunos de sus ministros, se inauguró el edificio Zingg y su moderno centro comercial

Con la asistencia del presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez, y algunos de sus ministros, se inauguró el edificio Zingg y su moderno centro comercial.

Con la asistencia del presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez, y algunos de sus ministros, se inauguró el edificio Zingg y su moderno centro comercial

Con la asistencia del presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez, y algunos de sus ministros, se inauguró el edificio Zingg y su moderno centro comercial.

     Ha sido iniciador del mismo un ciudadano de grandes méritos, Don Gustavo Zingg, propietario del Edificio que lleva su nombre, que ha demostrado con ello su decidido empeño de coadyuvar a hacer de Caracas una de las ciudades más lindas del Continente Americano.

     El arquitecto que con tanta fortuna diseñó el proyecto es el competente profesional Dr. Arturo P. Kan, habiéndolo construido los mismos que edificaron y planificaron el Edificio en el año 1939-1940: la Oficina Técnica C. Blaschitz, que ha hecho gala de su moderna técnica”.

FUENTE CONSULTADA

Elite. Caracas, marzo 1954. Edición especial.

Los domingos caraqueños de 1947

Los domingos caraqueños de 1947

Beisbol, cine, fútbol, carreras de caballos y otros deportes. Retretas, mar, dancing y el consabido arrocito, obligado plato dominical.

Los domingos, los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Según las estadísticas, de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta la ciudad, el 70% concurre a los cines.

Los domingos, los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Según las estadísticas, de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta la ciudad, el 70% concurre a los cines.

     “Alguna vez usted se habrá preguntado, apreciado lector, ¿qué hace la mayoría de los caraqueños el domingo?

     Después de los fatigantes días de labor, cuando la tienda de la esquina cierra sus puertas voraces; cuando la ferretería acalla sus voces de metal, al mediodía en punto, del sábado; y, en fin, cuando la dependiente, joven y bonita, sometida al vaivén incesante de sus ocupaciones, cuando el hombre de trabajo, fuerte y cordial, y cuando el obrero suelta el menester hasta el lunes de la siguiente semana, para perderse en la alegre comitiva sabatina y dominical, ¿qué se hace en Caracas?

     A eso nos hemos dedicado. Nos hemos incorporado como simples transeúntes, por estas calles de Dios, a la columna de deportistas, al cuerpo de cineastas, en fin, nos hemos dado a divertirnos, para saber decírtelo, lector, qué se hace en Caracas durante dos días. Caracas aparece a nuestra vista inundada de carteleras cinematográficas. 

     Corren y desfilan en colores, bellas coristas, estupendas y consagradas actrices, actores serios y reposados, y . . . Cantinflas, represado por milésima vez, a la altura y nivel de un cine de Barrio. Los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Y aquí está la estadística: de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta Caracas, el setenta por ciento concurre a los cines. Asombroso, ¿verdad? Pues sí, caro lector, cine y más cine, y lo que es peor a precios prohibitivos: a 4, 3, 2 y un bolívar. Las cintas de Greer Garson, suave y desvaída de belleza; Ingrid Bergman, sueca y adorable; María Félix, personal y única. etc… arrasan con la taquilla mágica de los bolívares.

     Y, ¿no ha ido usted nunca al beisbol? Cuatro esquinas calientes; el stadium cervecero pleno y bordado de público, hasta el tope. Pero, ¿quiénes juegan hoy?, los turcos de don Carlos Lavaud, o sea, el Magallanes, y sus eternos rivales, Cervecería de Caracas. El strike, es la recta perenne de la emoción hacia el corazón de la multitud. La pasión se desborda con creces cuando, va amenizada por el “palito” consabido. Los ídolos populares desfilan por el cariño del público y aquí se nos viene, atrapando la pelota del recuerdo, aquel gran jardinero criollo que se llamó José Pérez Colmenares. Caracas, ama el recuerdo del pelotero, concurriendo al beisbol su deporte favorito.

     ¿El fútbol? El balompié ha conquistado un puesto en la pasión deportiva venezolana, a través de un largo camino. Comenzó gustando a unos pocos y hoy es deporte popular. El Stadium Nacional de El Paraíso, es marco obligado del viril deporte. Las oncenas tienen sus colores deportivos, y el color marca el ritmo desaforado del cariño fanático, cuando las mallas revientan con el gol. Unión, La Salle, Deportivo, Universidad, Loyola, Atlético, Vasco, etc…  han prendido el coraje en el corazón de la hinchada venezolana. Al Paraíso, los sábados y domingos a las 4 de la tarde, se va el sentimiento de muchos caraqueños, para arropar a sus colores.

Los domingos por la tarde, el Hipódromo Nacional de El Paraíso en el lugar de encuentro preferido de los caraqueños.

Los domingos por la tarde, el Hipódromo Nacional de El Paraíso en el lugar de encuentro preferido de los caraqueños.

Los domingos también es un día en el que muchos caraqueños prefieren emigrar hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

Los domingos también es un día en el que muchos caraqueños prefieren emigrar hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

El estadio Cerveza Caracas, ubicado en la popular urbanización de San Agustín del Norte, es uno de los lugares a los que los caraqueños asisten en masa las mañanas domingueras.

El estadio Cerveza Caracas, ubicado en la popular urbanización de San Agustín del Norte, es uno de los lugares a los que los caraqueños asisten en masa las mañanas domingueras.

Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

     Compadre, el Pool llegó a los 198.000 y pico de bolívares, –¿Tú sabes quién ganó? ¿No?, pues Manuel Pérez, con un cuadro de cuatro bolívares, que pagó 72.000 bolívares. . .

     El llamado deporte de los Reyes cuenta con la plena aceptación del venezolano, Si no, que lo digan las cifras. . .

     Baloncesto, cumplido y valeroso amigo de unos cuantos. Volibol, hecho para el colegial atrevido de músculos y fortaleza, y en fin una cadena interminable de deportes, deportes Reyes y deportes Súbditos, todos ellos causan, o mejor dicho acaparan la atención del caraqueño durante sábados y domingos.

     Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

     Hay quienes emigran hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

     Pero, se me ha olvidado el más interesante y agotador de los deportes: el arrocito.

     Y hasta otro día, deportista y fanáticos de estas cuartillas, porque precisamente tengo que ir a un arroz, y ahora nos toca divertirnos solos. La Caracas trasnochadora y fiestera, le limpia las aceras a los Dancing de moda donde acompasa las estridencias del ritmo moderno, el mago de la música Luis Alfonso Larrain, o el cornetín estupendo de Bisoña. . . y es que, lector, se nos viene otra diversión encima: El Carnaval. . . y a divertirse tocan”.

FUENTE CONSULTADA

Elite. Caracas, 29 de enero de 1947

Primeros periódicos caraqueños

Primeros periódicos caraqueños

La Gaceta de Caracas, primer periódico venezolano. – El Semanario de Caracas. – El Patriota de Venezuela. – El Mercurio Venezolano. – El Publicista de Venezuela. – El Correo del Orinoco. – Nuestros primeros periodistas. – Prensa clandestina durante la Independencia. – Nuestros primeros diarios. – Periódicos de Provincias. –La Gaceta de Gobierno. –

Por: Jesús Antonio Cova*

Gaceta de Caracas, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

Gaceta de Caracas, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

     “No intentamos aquí en este reportaje escrito especialmente para Élite, descubrir la pólvora sino simplemente dar al lector una visión de conjunto sobre los orígenes de la imprenta en Venezuela, y cómo y cuándo se fundaron los primeros periódicos caraqueños y los otros que posteriormente aparecieron en provincia.

     La primera imprenta en Venezuela se instaló en Caracas en 1808. Fue la misma traída por Miranda en su expedición de 1806. Fracasado en su intento, la imprenta fue depositada en Puerto España, Isla de Trinidad, y fue adquirida allí por los tipógrafos norteamericanos Mateo Gallagher y Jaime Lamb, quienes la trasladaron a Caracas y el mismo año la abrieron al público. Los mismos tipógrafos Gallagher y Lamb fueron los editores de la GACETA DE CARACAS, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

     En su primera nota editorial la GACETA advierte que “nada saldrá de la prensa sin la previa inspección del Gobierno y que de consiguiente en nada de cuanto se publique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica, a las leyes que gobiernan el país, a las buenas costumbres, ni que pueda turbar el reposo, dañar la reputación de ningún individuo de la sociedad que los propietarios de la prensa, tienen el honor de pertenecer. . .”

     La GACETA DE CARACAS aparece precisamente en las vísperas de la Revolución y se convertirá alternativamente en órgano de realistas y patriotas durante los catorce años de su existencia. La primera etapa de la GACETA comprende –1808-1810– como órgano realista. En esta primera etapa se llegan a publicar 94 números. En su segunda etapa, ya republicana, adopta en latín este exergo: SALUS POPULI SUPREMA LEX EST y va desde el 27 de abril de 1810 hasta la entrada de Monteverde a Caracas en 1812 en que la GACETA vuelve a ser órgano realista con el exergo latino suprimido.

     En 1813, con la entrada victoriosa del Libertador a Caracas, después de la Campaña Admirable, la GACETA inicia su tercera etapa al servicio de la Revolución hasta 1814 en que de nuevo cae en manos de los realistas con la toma de Caracas por las tropas de Boves. Esta es su cuarta etapa. Prolonga su existencia hasta 1822 en que definitivamente deja de circular.

     En su accidentada existencia –la misma de la República– los talleres de la GACETA DE CARACAS son saqueados y embargados por realistas y patriotas y sus operarios apresados y torturados por los triunfadores de turno. La GACETA es un símbolo de lo que sería después, en la evolución del periodismo, la prensa política venezolana con sus directores y redactores: el saqueo, la destrucción de talleres y maquinarias por los vencedores, después la persecución implacable contra los periodistas en desgracia sobre los que caen sistemáticamente y sin ninguna discriminación, todos los odios, todos los vicios de los malos gobiernos, cuyos representantes y mayores responsables,  –civiles y militares– se convierten después desvergonzadamente, en sus acusadores. Desde los tiempos de la GACETA DE CARACAS, los periodistas venezolanos son los pararrayos de todas las reacciones y en ellas se sacian todas las venganzas, los odios y los resentimientos avivados por la envidia, y las más ruines pasiones.

     EL SEMANARIO DE CARACAS. – Fueron los fundadores y redactores don Miguel José Sanz y don José Domingo Díaz, médico que dio su nombre a la esquina caraqueña así llamada; y después el virulento libelista de Recuerdos de la Rebelión de Caracas. El semanario circulaba los domingos y se editaron muy pocos números, apareciendo el primero, impreso en los mismos talleres de Gallagher y Lamb, el 4 de noviembre de 1810. Su último número circuló el 21 de julio de 1811. Díaz, –furibundo realista– sintiéndose incómodo dentro del régimen republicano. Se separó de Sanz, quien decididamente había abrazado la causa republicana. EL SEMANARIO mantuvo en los días iniciales de la Revolución, un carácter totalmente ecléctico, sin mezclarse, ni en pro ni en contra en las luchas políticas provocadas por la Revolución. Se publicaron allí estudios doctrinarios sobre literatura, derecho y economía.

     EL PATRIOTA DE VENEZUELA. – Fue órgano de la Junta Patriótica y su aparición se debió a la fundación de Vicente Salías y Antonio Muñoz Tébar. El primero fue autor de la letra del Gloria al Bravo Pueblo, nuestro Himno Nacional, y el segundo, el brillante Ministro de Bolívar en 1813, sacrificado después por Boves en la batalla de La Puerta. El periódico llevaba este exergo: Si no es útil lo que realizamos, la gloria que ello nos depare será vana. . .

El Publicista de Venezuela, vocero del Congreso Constituyente de 1811 y donde se publicó el Acta de la Independencia.

El Publicista de Venezuela, vocero del Congreso Constituyente de 1811 y donde se publicó el Acta de la Independencia.

     Solamente se editaron de EL PATRIOTA DE VENEZUELA siete números, y el último lleva fecha de sábado, 18 de enero de 1812. Salías fue también poeta humorístico, hermano de Francisco, el célebre revolucionario de 1810. Es autor del poema satírico “La Medicomaquia”, sátira al médico caraqueño Ángel L. Álamo, poema que al decir del crítico venezolano Juan José Churión, “es la primera sonrisa en verso del ingenio venezolano en los días iniciales de la Revolución”.

     EL MERCURIO VENEZOLANO. – Era una revista mensual, editada en cuadernos de 47, 64 y 68 páginas. Circularon solo tres números y llevaron fechas correspondientes de enero, febrero y marzo de 1811. Su director fue el patriota Francisco Isnardi, italiano natural de Piamonte, quien había hecho de Venezuela su segunda Patria. Hombre de gran ilustración, talento y gran prestigio entonces entre los patriotas, al punto de ser escogido para Secretario del Congreso Constituyente de 1811. Fue Isnardi, junto con don Juan Germán Roscio, de los redactores del Acta de la Independencia. Figuró entonces en primera línea entre los patriotas venezolanos. Llevaba EL MERCURIO como exergo la siguiente frase: La fuerza se adquiere marchando. Fue el MERCURIO VENEZOLANO el mejor y más completo de los periódicos venezolanos que por entonces se publicaron en Caracas.

     EL PUBLICISTA DE VENEZUELA. – Fue creado por el Congreso Constituyente de 1811 y vino a ser el Diario de debates del Congreso. Era Semanario y circulaba los jueves. El primer número tiene fecha 4 de julio de 1811 y en el número correspondiente al 11 del mismo mes, se publicó el Acta de la Independencia. Estaba dirigido por el mismo Francisco Isnardi. Llevaba en el pórtico, un Sol con esta frase latina: LUX UNITA CLARIOR

     La Hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia posee una colección completa de EL PUBLICISTA y que comprende desde el número 1 hasta el 22. Este último con fecha 23 de noviembre de 1811. Además de las Actas del Congreso publicó EL PUBLICISTA, artículos sobre libertad de imprenta, prisión por deudas, aspectos de la invasión de Napoleón a España y notas sobre política, historia y economía.

     EL CORREO DEL ORINOCO. – Fue el primer periódico editado en la provincia. Se imprimía en la Nueva Angostura, hoy Ciudad Bolívar, como órgano oficial de la Revolución primero y después como vocero de la República de Colombia. Fue fundado y dirigido en sus comienzos por el propio Libertador en 1818. Su primer número circuló el 27 de junio. Fue el más importante de los órganos periodísticos venezolanos aparecidos hasta entonces y un verdadero periódico a la europea, diagramado por el Libertador quien tenía ideas precisas sobre lo que era y debería ser un periódico. Colaboraron en el CORREO DEL ORINOCO, además del Libertador, Palacio Fajardo, Juan Germán Roscio, Santander, Francisco Antonio Zea, José Luis Ramos, Manuel Gual, José María Salazar y otros escritores patriotas. Fue este periódico, el más eficaz propagandista de la Revolución y su verdadero defensor. Circulaba ocasionalmente y su último número salió el 23 de marzo de 1823 cuando el Libertador hacía la Campaña del Sur. En el CORREO DEL ORINOCO están las primeras manifestaciones del pensamiento político venezolano. Se publicaron allí discursos, decretos y resoluciones del Libertador y sesudos trabajos de Roscio, Gual, Palacio Fajardo y José Luis Ramos.

     PERIODICOS CLANDESTINOS. – Durante la Guerra de Independencia circulan en Caracas y clandestinamente varios periódicos, sin Directores y sin pie de Imprenta. Entre ellos pueden citarse EL FANAL DE VENEZUELA (1820), LA MOSCA LIBRE (1820) y LA MARIPOSA NEGRA (1821).

     LA GACETA DE GOBIERNO. – La Gaceta de Gobierno de Caracas se funda en 1821 y su primer número circula el 17 de mayo de ese mismo año. Se editaba en la Imprenta del Gobierno dirigida por don Juan Gutiérrez.

El Patriota de Venezuela, órgano de la Junta Patriótica, fundado por Vicente Salías, autor de la letra Gloria al Bravo Pueblo.

El Patriota de Venezuela, órgano de la Junta Patriótica, fundado por Vicente Salías, autor de la letra Gloria al Bravo Pueblo.

     EL PRIMER DIARIO VENEZOLANO. – El primer diario venezolano fue LA MAÑANA, editado en Caracas por la Imprenta de Carvallo y Vizcarrondo. Su primer número circuló el 23 de septiembre de 1841. Tuvo muy poca duración.

     EL DIARIO DE AVISOS. – Dirigido por don Mariano de Briceño, comenzó a circular el 18 de enero de 1850. Salía todos los días menos los domingos. Su existencia se prolongó hasta 1856.

     INTERDIARIOS Y SEMANARIOS. – En Caracas se publican interdiarios y semanarios a partir del triunfo de Carabobo, entre otros, EL VENEZOLANO Y EL ARGOS, pero a partir de 1840 con la aparición del otro VENEZOLANO que dirige Antonio Leocadio Guzmán, la prensa comienza a ser verdadero ariete en la arena política. A la aparición de EL VENEZOLANO, siguen EL HERALDO y EL DIARIO DE LA TARDE, de Juan Vicente González; EL FEDERALISTA, de Felipe Larrazábal; EL INDEPENDIENTE, de Pedro José Rojas, y toda una serie de periodiquitos que inspiró don Antonio Leocadio Guzmán tales como EL RAYO, EL ZANCUDO, LA AVISPA, EL RELÁMPAGO y EL SIN CAMISA.

     La Imprenta comienza a difundirse en otras varias ciudades de la República. Así se instalan talleres en Valencia 1811; en Cumaná 1812; en Güiria, en 1813; Maracaibo, 1821; Barquisimeto, 1829; Barcelona, 1835; Coro, 1842; Mérida, 1844; La Victoria, 1845; Obispos, 1851; San Cristóbal, 1855; San Felipe y San Fernando de Atabapo, en 1875.  

     Los primeros periódicos que aparecen en Provincias son: EL CORREO DEL ZULIA, dirigido por Monseñor Talavera (Maracaibo, 1821), EL MANZANARES, dirigido por Pedro José Rojas, en Cumaná, LA AURORA, en Barcelona; EL OBSERVADOR, en Coro; EL ECO DEL GUÁRICO, en Calabozo; LA OPINIÓN, en Trujillo; LA GACETA DE COJEDES, en San Carlos y EL ESPARTANO en La Asunción.

     Tales son a grandes rasgos los orígenes de la Imprenta en Venezuela y la evolución de la prensa hasta mediados del siglo XIX”.

 

* Educador, escritor y periodista, natico de Cumaná (1898-1964). Director de El Nuevo Diario (1934-1935) y profesor de historia en diversos colegios y liceos de Caracas. Autor de numerosas obras de carácter histórico. Su Resumen de la historia de Venezuela y su Geografía física y política de Venezuela alcanzan a más de 15 ediciones y ayudan a formar las generaciones de alumnos comprendidas entre 1940 y 1950. Fue redactor del diario Últimas Noticias (1950-1961), donde publicó una columna regular de crítica literaria. Miembro de la Academia Nacional de la Historia en 1943 y de la Academia Venezolana de la Lengua en 1952

La Caracas de 1836

La Caracas de 1836

Por: Rafael Seijas Cook (El Arquitecto Poeta)

Sor Pedro Pablo Díaz

Caracas á 17 sete 1836.

 

     Mi apreciado amigo: la estensa y peligrosa habra de Catia está en acefalía porque según acabo de saber el Juez de paz que le nombró Palencia no solo renunció y le admitió el Gobno su renuncia,  sino que há mudado de domicilio, de que resulta que las medidas de policía no vienen a ejecutarse en aquella parte, siendo el refugio de multitud de esclavos prófugos y otros facinerosos que viven extinguidos de toda persecución; en esta virtud creo indispensable que V. en el próximo consejo haga presente la necesidad de nombrar un Juez de paz, ó por lo menos uno ó dos comisarios de policía que vigilen en aquella parte formando  los padrones que arreglen el vecindario, y por el que conozca la ocupación y procedencia de cada uno. Para esta función me parece indique V. al Sor José D. Gómez a quien no solo importa el buen orden como propietario de aquel lugar sino por sus cualidades cívicas.

     Soy de V. afmo A y S. Tomás H. Sanan G.

(Se ha observado la ortografía del original)

Plano topográfico de las parroquias de Caracas, en 1836

Plano topográfico de las parroquias de Caracas, en 1836.

     “Este precioso manuscrito y cinco planos topográficos de las Parroquias de Caracas para 1836, forman, quizás, el legado más preciado de mi biblioteca, por la deferencia que ha tenido para con ella el jurista Alfredo Machado Hernández, amigo también de achaques históricos. Los tales planos marcan explícitamente las diversas y múltiples comisarías en que se subdividían las Parroquias de Candelaria, Catedral, San Pablo, Santa Rosalía y San Juan.

     Candelaria para 1836 estaba limitada de oeste a este por los ríos Catuche y Anauco, desde un puente intersección de las calles de los Bravos y la de Girardot –hoy esquina de Romualda– hasta el puente de Anauco, al presente muy poco modificado. Hacia el norte, llegaba hasta la hoy llamada Plaza España, de un lado; y del otro, hacia el referido Anauco por detrás de la Fábrica de Vidrio.

     Las calles marcadas en la nomenclatura Este 6, Este 4, Este 2, Este 1 y Este 3, se denominaban Orinoco, Sol, Ciencias, Bravos, Margarita y Fraternidad, y en todas sus longitudes oeste-este franco, de la ciudad de Caracas. Y las calles norte-sur que pasan por las esquinas de Romualda, Manduca, Ferrenquín, La Cruz y la Alcabala, tenían los nombres de Girardot, Rivas, Cedeño, Plaza y Campo Elías; y el callejón que delimita la Iglesia de Candelaria por el septentrión se dice Freites.

     “Este precioso manuscrito y cinco planos topográficos de las Parroquias de Caracas para 1836, forman, quizás, el legado más preciado de mi biblioteca, por la deferencia que ha tenido para con ella el jurista Alfredo Machado Hernández, amigo también de achaques históricos.

     Los tales planos marcan explícitamente las diversas y múltiples comisarías en que se subdividían las Parroquias de Candelaria, Catedral, San Pablo, Santa Rosalía y San Juan.

     Candelaria para 1836 estaba limitada de oeste a este por los ríos Catuche y Anauco, desde un puente intersección de las calles de los Bravos y la de Girardot –hoy esquina de Romualda– hasta el puente de Anauco, al presente muy poco modificado. Hacia el norte, llegaba hasta la hoy llamada Plaza España, de un lado; y del otro, hacia el referido Anauco por detrás de la Fábrica de Vidrio.

     Las calles marcadas en la nomenclatura Este 6, Este 4, Este 2, Este 1 y Este 3, se denominaban Orinoco, Sol, Ciencias, Bravos, Margarita y Fraternidad, y en todas sus longitudes oeste-este franco, de la ciudad de Caracas. Y las calles norte-sur que pasan por las esquinas de Romualda, Manduca, Ferrenquín, La Cruz y la Alcabala, tenían los nombres de Girardot, Rivas, Cedeño, Plaza y Campo Elías; y el callejón que delimita la Iglesia de Candelaria por el septentrión se dice Freites.

     De Ferrenquín al norte, después de Los Desamparados, marca un Palacio Arzobispal que, por sus proporciones, ocupaba un área muy amplia. A su derecha hacen fe una Ermita y un Juego de Pelota y los camnos a Tundor y a la Quinta de Toro.

Para 1836, Caracas estaba dividida en 5 parroquias: Candelaria, Catedral, San Pablo, Santa Rosalía y San Juan

Para 1836, Caracas estaba dividida en 5 parroquias: Candelaria, Catedral, San Pablo, Santa Rosalía y San Juan.

     Estaba circunscrita a 8 Comisarías de a 5 Manzanas cada una. Las esqjuinas de Piñango, Conde, Principal, Torre, Madrices, Marrón, Cují y Romualda, eran las intersecciones de la Calle de los Bravos con las de Lindo, Comercio, Leyes Patrias, Carabobo, Zea, Roscio, Uztáris y Girardot.

     El Plano de la Parroquia de Santa Rosalía comienza en la Calle Este 4, y anota el Hospital de San Lázaro y La Matanza. Esta última tuvo, pues, un siglo prestando servicios en un mismo sitio; pues hace pocos años fue traslatada al Empedrado, dejando su terreno al Nuevo Circo de Caracas, en dionde se continuarán matando reses quién sabe hasta qué tiempo! Diez Comisarías constituían la Parroquia. Juncal, Fraternidad, Unión, Primavera, Agricultura y Delicias, eran las calles que atravesaban la Avenida Sur (entonces Calle de Carabobo) en las esquinas de Santa Teresa, Los Cipreses, El Hotio, Castán, Tablitas, Venados y Piedras. Esta Parroquia de Santa Rosalía llegaba hasta el mismo río Guaire, en el 1836.

     La Parroquia de San Pablo la limitaban la Avenida Sur y el río Caroata y la Calle Este 6 –Puente de San Pablo, Santa Teresa– y el río Guaire. 

     Una apostilla de dicho plano dice: “Población. La mayor parte existe en el espacio comprendido entre la calle de Orinoco, –hoy Este 6– y la calle de la Primavera”. –Hoy Este 14, que atraviesa en la esquina de Las Tablitas. Y dice que las Comisarías pueden organizarse como se ha manifestado, pero no nombra cuántas pudieran haber sido; lo que hace suponer que, para esa fecha, San Pablo no era sino una barriada de la ciudad.

     La de San Juan se aglomeraba hacia la de la gran calle del Triunfo –hoy Calle Real– muy poco poblada. La Iglesia de San Juan la marca el plano, lo mismo que El Calvario y Palo Grande, que ahí se leen con esos mismos nombres. Sus calles norte-sur se llamaban Ricaurte, Berdes. Eras; estas dos últimas hoy atraviesan el Guaire con los Puentes de El Paraíso y Ayacucho. Sus calles este-oeste, Primavera, Agricultura y Delicias. La fecha de este legajo dice: Caracas, 6 de febrero de 1836.– 7° y 26° (años de la separación de la Gran Colombia.–Constitución de la República de Venezuela–y de la firma del Acta de la Independencia). Para esa fecha gobernaba la República José María Vargas, engtre dos presidencias del general José Antonio Páez.

Calles tranquilas, cielos sin telarañas de alambres, oídos vírgenes de ruidos, así era esa Caracas de la tercera década del siglo XIX

Calles tranquilas, cielos sin telarañas de alambres, oídos vírgenes de ruidos, así era esa Caracas de la tercera década del siglo XIX

     En el cliché del plano de la ciudad para el año que corre, hay una parte sombreada que yuxtapone a la capital de 1936 . Las Parroquias de San José, Altagracia y La Pastora, eran, en esos viejos años, terrenos más o menos poblados. La de Santa Teresa fue una creación del Ilustre Americano, en el 1876, eliminando la de San Pablo y anexándole parte de la de Santa Rosalía.

     Los daguerrotipos fotográficos fueron los únicos que pudieron dar fe de las indumentarias del corbatín y del chapeau Bolivár, 1830. Desgraciadamente, los pocos que existen, no se pueden reproducir por los grabados modernos. Suple esta falta las primeras fotografías hechas en Venezuela en el 1864, por el alemán Federico Carlos Lessman.

     Calles tranquilas, cielos sin telarañas de alambres, oídos vírgenes de ruidos y de klaxones, noches oscuras apenas alumbradas por los parpadeantes cocuyos de aceite de coco, portones escandalosos y desproporcionados, llaves de pesos abrumadores inhábiles para complicidades en bolsillos anhelosos de libertad y de libertinaje; y otros tantos atrasos, hicieron de la vida caraqueña del 1836 una sede conventual tranquila y reposada. Se llegaba a viejo a edades caducas, provectas, con salud en el cuerpo y en el alma. Las canas eran blasón indiscutido de reverencias y de pleitesías. Hoy las canas se tiñen porque, al decir de un viejo cronista, nadie las respeta.

     Pero no filosofemos; ni más malos ni más buenos que nuestros antepasados, nosotros llevamos una vida más movida, más llena de colores, más vibrante y mucho más corta. Ellos, en cien años vivían lo que nosotros en cincuenta. Pero, si la vida quisiéramos pesarla, pr la cantidad de veces que la célula cerebral se ha agitado; por la cantidad de emociones que la han sacudido, nosotros, los hijos de la Caracas de 1927, y ellos, los de la de 1836, tenemos la misma cantidad de horas vividas ante nuestras conciencias, y las mismas responsabilidades a la hora de liquidar el paso por esta tierra. Amén”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, 20 de agosto de 1927.

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