La Gazeta de Caracas

La Gazeta de Caracas

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El 24 de octubre de 1808, comenzó a circular la Gaceta de Caracas, primer periódico que vio la luz en tierra venezolana

     “Seguramente las personas amantes de los estudios bibliográficos nos agradecerán el que hayamos ilustrado la primera página de este boletín con un facsímil del número 1° de la “Gazeta de Caracas”, el primer periódico que vio la luz en tierra venezolana.

     Los sucesos de Bayona, que se supieron en Caracas a principios de julio de 1808, por números de The Times, de Londres, que envió el gobernador de Cumaná a Don Juan Casas, Capitán general de la provincia, promovieron varias manifestaciones de solidaridad a la Casa de Borbón, y al Señor Don Fernando Séptimo. En defensa de este Soberano, y de los intereses que él representaba, se promovió la fundación y sostenimiento de un periódico oficial que tuviera al público al corriente de cuanto pasara en la Península y sostuviera los Derechos de la Dinastía reinante, contra las usurpadoras pretensiones del César francés. Este proyecto no dejó de encontrar enemigos entre altos funcionarios, inclusive el gobernador mismo; pero también tuvo entusiastas defensores, como el intendente Don Juan Vicente Arce, que al fin lograron se permitiera a los impresores Mateo Gallagher y Jaime Lamb traer a Caracas la imprenta que habían comprado en Trinidad, y que, al decir de los historiadores, era la misma que el General Miranda dejó en dicha isla cuando el fracaso de su expedición de 1806.

     Instalado convenientemente el taller tipográfico vio la luz la Gazeta el 24 de octubre de 1808, y continuó saliendo sin interrupción en esta primera etapa hasta el 19 de abril de 1810, fecha inicial de la independencia política de Venezuela. Establecido el nuevo gobierno que surgió aquel día con el nombre de Suprema Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, reapareció al día siguiente la Gazeta en su segunda etapa, que termina con la capitulación de Miranda el 12 de julio de 1812.

      El 30 de julio de ese mismo año entra Monteverde en Caracas y la Gazeta reaparece el 4 de octubre en su tercera época, para continuar hasta mediados de 1813. Llega Bolívar a Caracas el 7 de agosto de ese año y el 26 del mismo mes surge en su cuarta época; la quinta corre desde el 1° de febrero de 1815 hasta 1821.

     Fue en esta última etapa cuando comenzó a redactarla José Domingo Díaz. Juan Vicente González nos ha dejado el retrato de aquel hombre terrible que no tuvo sino la virtud de la constancia. Durante veinte años defendió su causa con rara entereza. Todavía, cuando en 1829 escribe su célebre libro: Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas, condena como crimen la revolución emancipadora; llama execrables a sus autores; dice del 19 de abril que la cobardía y la bajeza lo acompañaron; apellida cuerpo monstruoso al Congreso de 1811; día funesto aquel en que se proclamó la Independencia y aplica al Libertador los dictados de sedicioso, traidor, inhumano, miserable, indecente, etc.

     Los medios más reprobables le parecen buenos para herir al adversario. Casi deja vislumbrar su participación en una tentativa de asesinato contra Bolívar; se dice instigador de la muerte de Piar, cuando manifiesta: Que logró excitar contra él la desconfianza e irritabilidad de Simón Bolívar, por medio de personas intermediarias, y por un encadenamiento de sucesos verdaderos o falsos.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Los impresores Mateo Gallagher y Jaime Lamb trajeron a Caracas en 1808, la imprenta donde se imprimió la Gaceta de Caracas. Al parecer, esa imprenta era la misma que el general Francisco Miranda abandonó en Trinidad, cuando el fracaso de su expedición de 1806

      Por inflexibles imposiciones de la lógica, Díaz, al proponerse disminuir la figura de Bolívar, lo fija en sus verdaderas proporciones. Lo llama cobarde, y sin embargo nos lo presenta cuando el espantable terremoto de Caracas, en una de las escenas donde aquel demostró su incontrastable valor: “Oí los alaridos de los que morían dentro del templo” ̶ dice; ̶ subí sobre las ruinas y entré en el recinto. Allí vi como cuarenta personas heridas o hechas pedazos o prontas a expirar. En lo más elevado de los escombros encontré a Don Simón Bolívar. me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: “Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

     En los “Papeles de Bolívar” corre inserto un artículo que se encontró en borrador entre el archivo del Libertador, y que, seguramente, fue escrito como allí se dice, para darlo a la publicidad en el “Correo del Orinoco”, lo que nunca se efectuó. Se intitulaba: Conversación jocosa, natural y verdadera, del Hermano Juan Trimiño, de Caracas, con el caballero botado Juan Domingo Díaz Argote y Castro. Entre otras cosas, Trimiño dice a Díaz: “Yo no sé si V. es escritor ni lo que pueda ser. No obstante, eso me parece a mí que V. solo se engaña, hermano Díaz. Nadie hace caso de lo que V. habla ni escribe y todos lo ven como un solemne majadero. Dicen que V. por ganar gracias se ha hecho gracioso, desabrido y que más habría ganado con haber guardado silencio que llenando esa gazeta de que V. es redactor, de tanto cachivache, motriacas y motriaquitas. Dejando eso aparte, respóndame a esta pregunta. Me dicen que el otro día tuvo V. tanto miedo que por no haber encontrado en la Guayra un Bote en que embarcarse, se tiró V. a nadar y por poco llega a España: ¡ya se ha hecho V. muy valiente! . . .

     La colección más completa de la “Gazeta de Caracas” pertenece a Venezuela y se halla en el Museo Boliviano. Comienza desde el número primero y, con falta de algunos, llega hasta el 13 de junio de 1821”. [En la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional está completa la colección].

 

 FUENTE CONSULTADA

  • Machado, José Eustaquio. La Gazeta de Caracas. En: Boletín de la Biblioteca Nacional. Caracas, 1957
Miguel Cabrera orgullo del deporte nacional

Miguel Cabrera orgullo del deporte nacional

Miguel Cabrera orgullo del deporte nacional

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Miguel Cabrera

     Considerado como uno de los mejores bateadores de la generación del nuevo milenio, el aragüeño Miguel Cabrera se consolidó en el tope de los mejores atletas venezolanos de todas las épocas, junto a los medallistas olímpicos Yulimar Rojas, Francisco “Morochito” Rodríguez, Rubén Limardo, el bolichero Amleto Monacelli y el pelotero Luis Aparicio, al ingresar al selecto grupo de bateadores que han conectado tres mil hits en las Grandes Ligas.

     En el primer inning del encuentro celebrado en el Comerica Park de Detroit, el sábado 23 de abril de 2022 (precisamente el día en que se cumplieron 83 años del debut de Alejandro “Patón” Carrasquel, pionero de los bigleaguers venezolanos) frente a lanzador carabobeño Antonio Senzatela, Cabrera disparó el ansiado incogible, emblemático en su carrera de veinte años en la pelota mayor. El Club de los 3.000 hits es algo súper exclusivo. En 151 años de beisbol de máxima categoría (de 1871 a 2022), sólo el 1.46% de los 22 mil 615 peloteros que han jugado hasta el 23 de abril, han alcanzado esa cantidad de indiscutibles.

     Con Cabrera son apenas 33 los integrantes, casi todos los miembros son o serán inquilinos del Salón de la Fama de Cooperstown a corto plazo. De la singular lista solamente siete exhiben habilidad y poder para alcanzar por lo menos 3 mil hits y un mínimo de quinientos jonrones: Hank Aaron (3.771/755), Willie Mays (3.293/660), Eddie Murray (3.255/504), el cubano Rafael Palmeiro (3.020/569), el dominicano Albert Pujols (3308/681) y ahora el propio Miguel (3002/502).

 

Notable Triplecoronado

     Con más de tres millares de indiscutibles, Cabrera también inscribió otra curiosa hazaña a su sobresaliente trayectoria. Se convirtió en una rara especie entre los apenas catorce artilleros que en la historia de las ligas mayores han ganado 16 veces la Triple Corona de bateo. Cabrera es el único Triplecoronado que exhibe promedio vitalicio de al menos .300, ha conectado como mínimo 500 cuadrangulares y es integrante del club de los 3.000 hits. 

     Otros ganadores de la Triple Corona como Nap Lajoie (1901), Ty Cobb (1967) y Cal Yastrzemski (1967), lo acompañan en la corta lista de los 3 millares de indiscutibles y con el average de .300, pero Cabrera es el único que en una campaña (2012) encabezó los departamentos de bateo con .330, jonrones con 44 y fletadas con 139, además de dejar promedio vitalicio superior a .300 y reunir al menos 500 cuadrangulares.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Miguel Cabrera

Trofeos a granel

     La vitrina de reconocimientos que ha acumulado Cabrera desde que inició su carrera en 2003 con los Marlins de Florida es inmensa.

     Entre otros galardones exhibe las placas de Jugador Más Valioso de la Liga Americana de 2012 y 2013, cuatro trofeos de campeón bate de la Liga Americana: 2011 (.344), 2012 (.330), 2013 (.348) y 2015 (.338), pergaminos como Jugador del Año en las Grandes Ligas en 2012 y 2013, los premios “Hank Aaron” de 2012 y 2013 y siete Bates de Plata:  dos en la Liga Nacional, 2005 y 2006 y cinco en la Liga Americana, (2010, 2012. 2013, 2015 y 2016). También se puede apreciar un anillo de campeón de la Serie Mundial con los Marlins de 2003.

Cronología del club de los 3.000

     El venezolano Miguel Cabrera hizo historia al convertirse en el bateador número 33 que consigue 3.000 hits en las Grandes Ligas. Su hazaña enloqueció a los seguidores del beisbol y es que su nombre ahora está a la par de los mejores de la historia.

Nombre

Fecha del hit tres mil

Edad

Juegos

Hits totales

Cap Anson

18.07.1897

45

N/D

3.011

Honus Wagner

09.06.1914

40

2.332

3.430

Nap Lajoie

27.09.1914

39

2.224

3.252

Ty Cobb

19.08.1921

34

2.135

4.189

Tris Speaker

17.05.1925

37

2.341

3.514

Eddie Collins

03.06.1925

38

2.505

3.315

Paul Waner

19.06.1942

39

2.314

3.152

Stan Musial

13.05.1958

37

2.301

3.630

Hank Aaron

17.05.1970

36

2.460

3.771

Willie Mays

18.07.1970

39

2.639

3.283

Roberto Clemente

30.09.1972

38

2.433

3.000

Al Kaline

24.09.1974

39

2.825

3.007

Pete Rose

05.05.1978

37

2.370

4.256

Lou Brock

13.08.1979

40

2.629

3.023

Cal Yastrzemski

12.09.1979

40

2.848

3.419

Rod Carew

04.08.1985

39

2.417

3.053

Robin Yount

09.09.1992

36

2.708

3.142

George Brett

30.09.1992

36

2.559

3.154

Dave Winfield

16.09.1993

41

2.840

3.110

Eddie Murray

30.06.1995

39

2.764

3.255

Paul Molitor

16.09.1996

40

2.411

3.319

Tony Gwynn

06.08.1999

39

2.284

3.141

Wade Boggs

07.08.1999

41

2.430

3.010

Cal Ripken Jr.

15.04.2000

39

2.800

3.184

Rickey Henderson

07.10.2001

42

2.979

2.979

Rafael Palmeiro

15.07.2005

40

2.809

3.020

Craig Biggio

28.06.2007

41

2.781

3.060

Derek Jeter

09.07.2011

37

2.365

3.465

Alex Rodríguez

16.09.2015

39

2.631

3.115

Ichiro Suzuki

07.08.2016

42

2.452

3.089

Adrian Beltré

30.07.2017

38

2.771

3.166

Albert Pujols

04.05.2018

38

2.607

3.301

Miguel Cabrera

23-04-2022

39

2.600

3.002

La Caracas de 1953

La Caracas de 1953

     En 1953 llegó a Caracas, con el polvo de los caminos del interior aun sombreándole el bigote, un provinciano deseoso de conocer la capital. Por algún tiempo estuvo recorriendo la ciudad y luego, sin decir esta boca es mía, regresó a su hotel, preparó su equipaje y se largó rumbo a su terruño. Cuando el dueño del hotel le preguntó si le había disgustado algo que le había impulsado a regresar tan pronto, el provinciano le respondió: “¡No. . . todo me ha parecido muy bonito, pero mejor regreso a Caracas cuando esté terminada!”.

     Esa es, en dos palabras la impresión que deja la Caracas de hoy. Es una inmensa ciudad en construcción, una ciudad donde los edificios nuevos se abren al uso público mientras se retiran los escombros del viejo. Una ciudad que muy pronto hará verdadero el viejo cuento del caraqueño que le dijo al yankee refiriéndose al Capitolio, “pues yo no sé cuándo lo hicieron, lo cierto es que yo pasé anoche por aquí y no estaba”.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Para 1953, Caracas era una inmensa ciudad en construcción, una ciudad donde los edificios nuevos se abrían al uso público mientras se retiraban los escombros del viejo

La ciudad desbordada

     Desde hace trescientos ochenta y tantos años, cuando Diego de Losada, con toda la pompa acostumbrada, desafió a pelear a pie o a caballo a aquel que osare contradecirle en sus derechos de fundador de la ciudad de Santiago de León de Caracas y golpeó con su espada varias veces sobre la tierra para ratificar la real posesión, la ciudad no ha cesado de crecer. Unas veces lentamente, otras con rapidez inusitada. A veces en tamaño, a veces en espíritu. Pero siempre siguiendo una curva ascendente. Hoy la ciudad amenaza con desbordar el “riente valle” donde fuera fundada: por el Norte se trepa a las laderas de la montaña, por el Este se arrodilla casi en el templo de Petare, por el Oeste se solaza en las vegas de Antímano y por el Sur se asoma a los valles del Tuy.

    Es un crecimiento que no puede por menos que calificarse de fantástico. Es el dique que se revienta y que lanza sus aguas por todos los rincones en avance incontenible. Es el crecimiento desordenado de los quince años con la apreciable diferencia de que ya nuestra ciudad hace tiempo cruzó ese Ecuador primaveral de la vida humana.

“Sírvase Ud. mismo”

     Con el tiempo y el progreso unidos en la acción, es poco lo que queda de la Caracas de antaño. Hoy vivimos bajo el moderno signo americano que nos dice que “time is money”. Después de haber rebasado la era afrancesada de nuestros abuelos. La era del mercado donde usted mismo se sirve, se acomoda su mercancía y solo deja el sagrado instante del cobro para los dueños del negocio. Es el “serve yourself” que parece ser el denominador común de la vida moderna y que elimina de golpe y porrazo a las amas de casa, el placer casi divino del regateo y del comentario picante con el “marchante”.

     Son tantas las cosas que se han ido de esta Caracas que a veces nos parece absurdamente vacía. ¿¡Qué caraqueño no se siente nostálgico al pasar por la vieja playa del mercado!? No queremos insinuar, lector amigo, que usted acostumbraba echarse su “picolino” en La Atarraya, pero sí sabemos que a Ud. le gustaba pasearse de vez en cuando por aquella baraúnda de frutas y legumbres, de canarios de tejado y de aromosa hierbabuena, de baratijas tendidas en el suelo y de penetrantes voces de pregón. No es que queramos regresar a esa época, pero no por eso dejamos de recordar el viejo mercado con la nostalgia del primer pantalón largo que desechamos con el corazón arrugado después de largos años de uso y abuso. Del pantalón no del corazón, se entiende.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Las Torres del Centro Simón Bolívar, conocidas también como Torres de El Silencio, fueron el primer símbolo de modernidad de la Caracas de la década de 1950

La Caracas del tranvía

     Se fue el viejo mercado como se fue el viejo tranvía. El flamante tranvía que allá en 1882 dio prestigio de gran urbe a la Caracas antañona. Fue la época en que coincidieron tres grandes acontecimientos en nuestra ciudad: se consagró un Obispo de color, llegaron los tranvías y se declaró una epidemia de viruela. El pueblo de inmediato les dedicó a los tres una redondilla:

Ya Caracas tiene

lo que no tenía

un Obispo negro,

viruela y tranvía

 

     De los tres el que soportó mejor el paso del tiempo fue el tranvía que todavía ayer (1947) asmático y crujiente, se arrastraba por su trazado camino como un símbolo de la descansada vida del siglo pasado. Una vida que todavía no había probado la propulsión a chorro. No solamente de “afuera” han desaparecido muchas cosas. De “adentro” también se nota la falta de elementos antaño indispensables en la vida diaria. 

     Elementos que se fueron sin decir adiós y que hoy tendremos que recordar con un suspiro y un encogimiento de hombros. La romanilla y el tinajero, por ejemplo. O el “poyo” de la ventana. Ya el arabesco calado en madera de la romanilla no se encuentra más en los diccionarios dedicados a los objetos pavosos. Son elementos que definen toda una época llena de decorados pesados y abundantes. Una época que nos dejó como ejemplo el Hotel Majestic hasta que la bola renovadora lo dejó acurrucado contra el suelo. Una época que se vivió a media luz entre cojines, divanes y languideces. Con edificios pletóricos de columnas, estatuas, arabescos, mosaicos y mal gusto. Todas esas cosas que están por desaparecer actualmente y de las cuales se ven poco, salvo el mal gusto que todavía impera en la construcción de castillos y abadí destinados al simple oficio de servir de vivienda.

 

¡Ah! ¡El Calvario!

     El Paseo Independencia es prácticamente desconocido. Todos lo conocemos como El Calvario. Ese ojo verde que mira asombrado la transformación que nació a sus pies. Ese ojo verde que a veces sentía unas ganas enormes de cerrarse púdicamente ante el espectáculo poco grato de las callejuelas de El Silencio y que ahora está enormemente abierto, apuntalado por el asombro reflejando las arcadas del nuevo Silencio, esas arcadas y esos corredores que son un eslabón perfectamente diseñado para enlazar el pasado con el futuro.

     Antaño la gente iba al Calvario a respirar a gusto. Hoy que el tetraetilo y las noticias sobre la bomba H darían más razón a esas ansias de respiración purificada, la gente no va al Calvario. Y la verdad es que El Calvario es un sitio ideal para pasear los huesos molidos por el tráfago citadino. Hace poco Cupido había instalado una sucursal poco grata a la vista en sus avenidas y rincones, pero hoy hasta Cupido se ha desaparecido de los contornos, para dejar el sitio a los caraqueños cansados que prefieren descansar en el Hipódromo Nacional.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El conjunto residencial de El Silencio, fue el punto de partida de la renovación urbana caraqueña

¡Caracas, allí está!

     Esa es una gran verdad. Allí está Caracas, pero los que no están son los caraqueños. Del trabajo de Arturo Uslar Pietri, “Caracas, la capital”, nos parece lo más interesante el hacer resaltar precisamente esa ausencia del caraqueño. La ensalada racial que consume la ciudad procera de Santiago de León casi a cada hora de comida, ha repercutido en sus habitantes. El caraqueño es un ser que se adapta a casi todas las circunstancias y a todas las corrientes y de allí que ahora le tengamos barnizado con una capa que envidiaría el revolucionario Garry Davis que se proclamara Primer Ciudadano del Mundo.

      Hasta hace poco tiempo usted podría encontrar a cualquier caraqueño en la Plaza Bolívar. Hoy día se hace necesario que Ud. lleve un intérprete para cruzarla. No hay caso. Caracas es una ciudad cosmopolita que recibe con los brazos abiertos a los ciudadanos del mundo para que presencian los trabajos de su construcción que comenzó en 1567 y todavía, como el hombrecito del whisky, sigue tan campante. El caraqueño de hoy sin embargo tiene un lazo muy fuerte con el caraqueño de ayer. Los dos saben reír. 

     Los dos saben traducir la inquietud en una carcajada y saben diluir la amargura del momento en un refrán que corre de boca en boca. Desde el “Fu fu del plátano macho échale yuca” a la olla” hasta el “No, sí así es”, o el “guaninini, ponle bemba”, siempre habrá un dicho que ponga punto final a la discusión o que dé pie para comenzar una nueva. Porque el caraqueño siempre está dispuesto a discutir, aunque el tiempo haya cambiado su fisonomía.

     Con un dicho criollo, caraqueños, al fin y al cabo, podríamos definir el nudo gordiano que llaman tráfico. Porque la verdad es que nuestro tráfico está “un poquito mejor lo mismo” que hace unos cuantos años Ahora no hay tranvías, pero hay unos cuantos millones de autobuses. O por lo menos esa cantidad parece a los que conducen un auto. Porque los que tejen que tomar un bus para ir a su trabajo opinan que solo hay unas cuantas docenas en toda Caracas.

     En Caracas se ensanchan las avenidas, se multiplican las calles y se traen más carros para llenarlas. La ilusión del buen caraqueño no es la de la casa propia sino el del carro propio. Y su principal orgullo es tenerlo más grande y más lujoso y más caro que el del vecino. Lo cual se traduce en una ciudad rodeada de carros por todas partes menos por una: la que rayó el Inspector Fuentes.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El Cuartel San Carlos y el Panteón Nacional sobrevivieron a la “bola destructora” que acabó, en los años 50, con la Caracas de antaño

“Techos rojos, se necesitan”

     Dentro de poco tiempo los avisos económicos estarán plagados de peticiones encabezadas con el sub-título de estas líneas. Ya los techos rojos que le alborotaron la musa a Juan Antonio Pérez Bonalde están de capa caída en nuestra Caracas vieja. Ahora se pueden encontrar en las urbanizaciones que se tendieron a la sombra de las antiguas haciendas. En el centro en cambio hay que quitarse el sombrero para poder elevar la vista hacia el techo de los edificios, que ya no son rojos, pero si son altos. En una carrera hacia el cielo, van montando pisos sobre pisos hasta hacer palidecer de envidia a aquellos que se quedaron anclados en el suelo. 

     Menos mal que ya la piqueta se llevó al edificio del Hotel Majestic, que con sus cuatro pisos presumía de altura y magnificencia porque no hubiera podido soportar el complejo de inferioridad ante las gigantescas torres que inician la Avenida Bolívar y que forman el núcleo del Centro Simón Bolívar, el mejor exponente de la era monumental de construcciones que atraviesa la ciudad que tenía los techos rojos.

     Hoy por hoy nuestra ciudad es una colección de contrastes. Es el potrillo desgarbado que deja adivinar en sus movimientos temblorosos las líneas puras y finas del potro de raza. Es el despliegue arquitectónico del rascacielos y las viejas casas de ventanas de balaustres y de aleros coloniales. Las urbanizaciones modernas, arboladas y amplias, al lado de las casuchas que se agarran con dientes y uñas al borde del cerro. Todo vive bajo el signo de una renovación perenne, lo que hoy era un solar, mañana será un flamante edificio de varios pisos. En un ritmo veloz e incesante, Caracas avanza hacia su propio destino.

 

 “¡Hágase la luz!”

     La señal más visible de la transformación de Caracas, la podemos ver apenas comienza la oscuridad a pasearse por sus calles. Donde antaño había candiles nacieron faroles de gas y por último llegaron, para no irse ya más, las brillantes luces de neón. Donde existía la ciudad colonial que se adormilaba al dar las seis, arrebujada en la semioscuridad, ahora encontramos una Caracas llena de luces multicolores, de avisos restallantes, que se acuesta a las doce, pero solo porque tiene prisa por levantarse temprano para seguir demoliendo edificios y levantando otros nuevos.

 

FUENTE CONSULTADA

  • Vera López, Omar. ¿Caracas? … ¡Volveré cuando esté terminada! En Élite. Caracas, Núm. 1459, 19 de septiembre de 1953; Págs. 40-45

Impresiones de un escocés en Caracas

Impresiones de un escocés en Caracas

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Una de las cosas que más sorprendió a Robert Semple de su visita a Caracas, fue la limpieza de las calles, construidas con “buen piso y en condiciones muy superiores a todo lo que había visto hasta entonces en las Antillas”.

     Robert Semple fue un agente de negocios inglés quien visitó Caracas entre los años 1810 y 1811, período durante el cual pudo constatar que, ante la ausencia de la metrópoli ocupada por Napoleón Bonaparte en 1808, los españoles americanos iniciaron el paso secesionista a imitación de los angloamericanos en el norte. Así como que no era mera casualidad que la Independencia se proclamara en Caracas el 5 de julio de 1811, un día después de la de las Trece Colonias y de la misma forma que lo hicieron los estadounidenses el 4 de julio de 1776. Las connotaciones “simbólicas o cabalísticas” estuvieron presentes entre los firmantes, según lo dejó escrito Semple.

     De su desembarco en La Guaira contó que, al estar ausente el comandante, fueron llevados a uno de los delegados, “un hombre ignorante e ineficaz, a primera vista, que no se acreditó bien en sus posteriores actuaciones. Su tonta auto importancia, al examinarnos resultaba risible, desplegando rodas las incapacidades de un presuntuoso recién encumbrado”. Esto lo había señalado a propósito de un impasse por la exigencia del pasaporte inglés para poder continuar su camino hacia Caracas. 

     Según relató ni en Inglaterra tal requisito era indispensable y que él no solía llevar el original de este documento en sus viajes. De La Guaira expresó que su población ascendía a unas ocho mil personas de “todos los colores”. Agregó que la mayor cantidad de sus habitantes eran gentes “de color” y que había pocos europeos y aun blancos criollos. De la ciudad observó que estaba construida al pie de una montaña y que sus calles eran bastante estrechas las que, cuando llovía, resultaban infranqueables. Contaba con un solo edificio importante, el de la Aduana. “Las autoridades no confían en el juramento de los comerciantes, como en Inglaterra y Norteamérica, sino que abren cada bulto para apreciar su valor y de acuerdo con éste cobran los derechos”. No obstante, señaló que los funcionarios cumplían su labor con “tolerancia y cortesía en la generalidad de los casos”.

      De acuerdo con su percepción, la iglesia de La Guaira “no es muy interesante”, al no contar con ningún objeto que atrajera a sus visitantes. El puerto fue comparado por él con un fondeadero y que por efecto de las olas debe ser constantemente reparada su estructura de madera. Del transporte, tanto de mercancías como de personas, se solía hacer a lomo de mula. “Cuando el viajero llega es tratado más o menos como un bulto de mercancías. Le dan una mula con una silla burda de tipo moro que tiene estribos por el estilo de los que se usan en España, y en todo el camino son de gran utilidad para él sus espuelas, su látigo y su paciencia para llegar a Caracas”.

     Según relató en su descripción, el camino de La Guaira a Caracas era “malo”. Decidió, en vez de montar una mula, transitarlo a pie. A lo que añadió: “Supongo que por lo extraño de esta determinación fue que me detuvieron a la salida”. A este respecto contó: el mulato que le servía de guía llevaba un portafolio donde había colocado unos dibujos de Morland y que un oficial “de color” revisó. De Macuto expresó que era una “limpia y placentera aldea situada a la orilla del mar, donde tienen residencias casi todos los habitantes ricos de La Guaira … con el tiempo, excederá a La Guaira en tamaño, como ya la supera en limpieza y regularidad”.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Según el agente de negocios inglés, Robert Semple, para 1810-1811, la población de La Guaira ascendía a unas ocho mil personas de “todos los colores”

     En su descenso hacia Caracas pudo mirar la ciudad a la que describió como un valle en declive rodeado de altos montes y al fondo se podía observar un río que lo bordeaba. Tenía al frente la ciudad capital, “de la que solo se distinguían las torres de las iglesias emergiendo entre las nieblas matutinas”.  Al alcanzar el pie de la colina estaba colocada una puerta donde se encontraban guardianes, quienes estaban allí para revisar los documentos de los que pretendían llegar al valle caraqueño. Su inicial impresión la narró como sigue: “Luego que pasé las primeras casas me sorprendió la limpieza y la regularidad de casi todas las calles, de buen piso y en condiciones muy superiores a todo lo que había visto hasta entonces en las Antillas”.

     Del valle de Santiago de León de Caracas indicó que se extendía en un terreno como de unas veinte millas, con variaciones de ancho entre seis y siete millas. De igual manera, agregó que se encontraba ubicada hacia el lado norte y que era un espacio territorial que se explayaba en una pendiente hacia el sur donde se encontraba con el río Guaire. “Aunque se le da el nombre de río, en Norte América no se le consideraría sino un arroyo, pues es vadeable en todas las cercanías de la ciudad, excepto después de aguaceros torrenciales, cuando su volumen aumenta y corre con gran velocidad”.

     De los tres afluentes del Guaire, el de mayores ventajas anotó que era el río Catuche. De él sus afluentes se aprovechaban al suministrar agua para “las fuentes públicas, de las cuales hay varias, y también para las casas particulares, de las que algunas tienen tubería o aljibes”. Según escribió, las calles se encontraban separadas unas de otras por espacios de cien yardas o más, “y como se interceptan entre sí forman los lados de las manzanas a lo que aquí llaman cuadras”. De acuerdo con su conocimiento, cuando una de estas cuadras no estaba ocupada por casas, se le denominaba plaza y que en realidad era un espacio baldío que ocuparía una manzana o cuadra. Para Semple, la ciudad así estructurada resultaba sencilla para una ciudad de un tamaño importante, siempre y cuando lo permitiera el terreno donde se asentaba. “De una manera semejante está construida Filadelfia, pero la falta de lugares abiertos hace que esta ciudad norteamericana, en otros aspectos hermosa, resulte monótona y uniforme”.

     En Caracas prestó atención a algunas plazas, “pero ninguna de mucha importancia”, a no ser la Plaza Mayor o plaza grande, “donde está el mercado”. En el interior de ella observó pequeñas tiendas, “muy convenientes desde el punto de vista comercial”, aunque para él desfiguraban la que pudo haber sido la armonía del conjunto. Reseñó que el lugar donde el mercado funcionaba se podían conseguir frutos disímiles como plátanos, bananos, piñas, manzanas, peras, papas, castañas y variedad de legumbres que parecieran provenir de lugares templados y que acá se conseguían con facilidad. De ahí que anotó: “En los Estados Unidos de Norte América se observa que los cambios de clima obedecen a las diferentes estaciones que se suceden en el año, mientras que aquí, al ascender de la costa a estas elevadas y templadas regiones se experimenta, en trayecto relativamente corto, un cambio que pareciera ser posible sólo en largos intervalos de espacio y tiempo. Y en pocas horas se pasa del clima tórrido a las más suaves temperaturas de las zonas templadas”.

     De la Catedral expresó que era una edificación sin mayor lumbre, con una distribución interior irregular, “pues durante la celebración de la misa gran parte de la concurrencia no puede ver al sacerdote, y esto es importante, puesto que la ceremonia es parte esencial de la devoción”. Indicó que lo que daba prestancia a la catedral era el único reloj con el que contaba la ciudad. La iglesia más espléndida de Caracas, según lo relatado por Semple, era la que se había construido a expensas “de las gentes de color, y a la que parece que contribuyeron por espíritu de emulación”.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Según relató Robert Semple en su descripción, el camino de La Guaira a Caracas era “malo”, por lo que decidió, en vez de montar una mula, transitarlo a pie

     De acuerdo con su conocimiento la población de la ciudad superaba los cuarenta mil habitantes, “una tercera parte de los cuales es de blancos”. Puso en la mira que existían muy pocos indios, pero las personas mezcladas con la “sangre india es general”. Destacó, además, que “todos los oficios son realizados por libertos de color, quienes son generalmente ingeniosos, pero indolentes e indiferentes en alto grado”. Sumó a esta consideración que éstos prometían llevar a cabo alguna tarea, sin intención de cumplir y cuando se les reprochaba por ello se “quedan perfectamente inconmovibles”.

     La única institución pública educativa, por lo que percibió, era la Universidad. Del sistema educativo expresó que era rutinario al igual que en la España de hacía doscientos años: “un corto número de autores latinos, el catecismo y la vida de los santos son los principales estudios”. Sin embargo, consideró que el “libre pensamiento” se estaba propagando con rapidez entre los jóvenes.

     De acuerdo con sus cálculos, ningún otro territorio de América del sur había sido tan disputado como el que ocupaba el valle de Caracas, puesto que la cantidad de grupos aborígenes y “su alta reputación de valerosos e inteligentes parece que detuvieron por algún tiempo la acción conquistadora de los españoles en una región cuya fertilidad, sin embargo, había excitado su codicia”. Escribió que el primer intento se hizo desde Margarita, luego desde Valencia se reclutaron elementos que pudieron someter a los habitantes originarios y fundar la ciudad. Relató que esta historia revestía gran interés. Además, contó haber escuchado a indios pronunciar el nombre de Guaicaipuro con entusiasmo. “Cuando en su lucha le faltaron otros medios, mandó prender fuego al bosque donde se encontraba, desplegando así una desesperada y sublime, aunque inútil, resistencia”.

     Luego de haber sido Coro la sede principal del Arzobispado de Venezuela, para finales del 1600, fue Caracas la principal provincia administrativa del reino. Semple añadió que, la elevada situación del valle de Caracas contaba con un aire puro y fresco, los cuales “ejercen un efecto directo sobre el carácter físico y moral de sus habitantes y los distingue con ventaja de los de la costa. El mismo concepto de distinción que las tribus vecinas tenían de los primeros pobladores de Caracas, puede tenerse de los habitantes del presente, ya que estos superan en rapidez de percepción, en actividad e inteligencia a los habitantes de la mayor parte de las otras ciudades de la Provincia”.

     No obstante, agregó que la carencia de una sólida educación y la ciega sujeción a un clero ignorante no permitían el desarrollo de tales cualidades naturales. “Aquel alto sentido español del honor que reina en algunos pechos, es en muchos otros suplantado por una mera apariencia jactanciosa, que finaliza en falsedad y engaño. Pero esta falsía no está siempre acompañada por suaves maneras o un exterior apacible, y altos ejemplos de rudeza unida a gran insinceridad pueden observarse. No podría hablar aquí de lo político o de los sentimientos generales del pueblo de Venezuela. Es un tema que merece ser tratado separadamente…”

     Esta aseveración le relacionó con lo heredado del colonialismo español y con situaciones similares en otros países latinoamericanos. De las mujeres expresó: “Quizás el carácter hispano subsiste en ellas más que en los hombres; y sus vestidos y maneras son una copia exacta de lo que he visto antes en la vieja España”. Indicó que tanto en España como en Caracas la ocupación durante las mañanas entre las mujeres era la asistencia a misa, trajeadas de negro, lucían medias de seda y batiendo un abanico que no cesaban de mover. “En estos casos una esclava, muchas veces más hermosa que la señora, la sigue, portando una pequeña alfombra sobre la cual habrá de arrodillarse aquélla”. (P. 30). Agregó que era un símbolo de distinción y que el sólo hecho de ser seguidas de una esclava con dicho objeto era señal de diferenciación. Anotó, luego, que se estaba debatiendo la eliminación de tal costumbre, aunque el legislador que reformara tal hábito “tiene que hacerlo con mano temblorosa”.

Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El sorteo del 4 de diciembre de 1816, fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela

Advertimos a nuestra audiencia que los textos acerca del inicio oficial del juego de lotería en la ciudad de Caracas tienen más de doscientos años y en las actas de sorteos emplean los vocablos que se utilizaban a principios del siglo XIX, los cuales respetamos.

     El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Este juego contaba con la autorización del rey de España, desde mayo de 1803. Entonces la lotería se hacía mediante el sorteo de números. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     Uno de los sorteos más significativos durante la época independentista, se llevó a cabo, el 4 de diciembre de 1816. Fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela.

     He aquí un informe detallado del mencionado sorteo de 1816. “En la ciudad de Caracas a quatro de diciembre del año de mil ochocientos diez y seis, los señores don José Francisco Heredia, Oidor decano; don José Maroto, Fiscal de la Real Audiencia, y don José Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, estando en la casa destinada para el sorteo que se ha de executar el día seis de los corrientes, hisieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el uno hasta el dos mil quinientos; y habiéndolas examinado y revisado de quinientas en quinientas por su orden con la mayor excrupulosidad y atención, se procedió a embolverlas y pegarlas cada una separadamente y a su recuento en cuya forma, y en sus propias partidas, se introduxeron por mi mano en el Globo destinado para el efecto, después de haberlo rexistrado cuidadosamente en su interior, y no haber encontrado cosa alguna; cuya puerta cerré y reservada su llave  en un cofrecito, que se halla en tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores juezes para su custodia una de las llaves de ésta para custodiarlas en su poder, asistiendo a todo don Caros Bello como Colector de la Real Lotería: con lo que se concluyó, por ser ya las dos de la tarde, y firmaron de que doy fe.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

     En cinco de los mismos por su mañana los otros señores Juezes conservadores, estando en la Casa del Sorteo hizieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el seis mil y uno hasta el diez mil, las examinaron y revisaron de quinientas en quinientas por su orden, se embolvieron y pegaron y reconocidas se introduxeron en el Glovo (sic), executándose todo como el día de ayer, y enseguida hicieron poner de manifiesto las doscientos cinquenta (sic) villetes (sic) que contienen los premios, los quales examinados y revisados, resultaron uno de dos mil pesos; otro de mil, dos de doscientos cinquenta, dos de ciento y veinte y cinco; dos de setenta y cinco, dos de cinquenta, diez de a treinta y siete y medio, cinquenta a veinte y cinco, ochenta a doce y medio, ciento a seis con dos, los que se embolvieron y pegaron separadamente y se recontaron, en cuya forma se introduxeron por mi mano en el otro Glovo pequeño destinado para el efecto, después de haberlos también de haberlos  rexistrado (sic) con excrupulosidad en su interior, y no haber encontrado cosa alguna, cuya puerta cerré, y reservada su llave, con la otra del Glovo mayor en el propio cofrecito de tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores Jueses una de las de éste para custodiarla en su poder, con la que a presencia del  Colector se concluyó el acto a la una de la mañana que firmaron conmigo el escribano, que doy fee.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     En la ciudad de Caracas a seis de Diciembre de mil ochocientos dies y seis: los señores don José Francisco de Heredia, Oydor decano; don José Maroto, Fiscal de la real Audiencia; don Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, el señor Ministro Genera don Manuel de Echagaray por indisposición del señor don Esteban Cambrebeng, Ministro Tesorero de la Real Hacienda, presente el Colector y estando así juntos los referidos señores Jueses conservadores, con sus respectivas llaves, se abrió el cofrecito y sacado de él las llaves de los dos Glovos, se abrieron estos y dio principio a la operación y  excrutinio (sic)extrayendo de ellos por dos jóbenes (sic), de los que allí concurrieron con otros, Don Ramón Rivas los villetes de los números y por don Fernando Olaverria los de los premios en la forma siguiente:                                                         

Números         Premios          Números         Premios

9.986                 125                      2.576               12.4

2.261                  12.4                     3.973               12.4

6.259                  6.2                     4.576               12.4

2.316                  12.4                      635                  6.2

7.239                 12.4                     3.869               6.2

4.839                 12.4                     9.172               37.4

6.475                  6.2                        545                  6.2

20                       6.2                      1.306               12.4

5.064                  6.2                      7.125               12.4

3.969                  6.2                      2.222               25

FUENTE CONSULTADA

  • Real Lotería de Caracas. En: Crónica de Caracas. Caracas, abril junio, 1957
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