Emparan auspició el 19 de abril
Por Luis Beltrán Reyes
“Parece que todo cuanto sucedió para preparar los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810 en la convulsionada Caracas de aquella época, había sido de acuerdo y en el más riguroso secreto con las principales autoridades españolas que en principio lo creyeron oportuno para los propios intereses de la Corona. Las noticias venidas de España, daban la impresión de que los acontecimientos acaecidos allá, andaban de mal en peor. Los ejércitos de Napoleón Bonaparte, amenazaban a cada instante con destruir el último aliento de aquella monarquía que Carlos IV había jurado como segura y la más respetable del mundo. Así que, para los criollos independentistas, nada de extraño tenía cuanto en la península sucedía. Lo interesante para ellos era formar un Gobierno desligado de todo cuanto tuviera que ver con el Rey y sus disposiciones en tierras de América, pero al mismo tiempo que aparentara como único conservador de los derechos del reino.
La carta que había escrito Francisco de Miranda y leído a puertas cerradas en sus reuniones, había despejado lo que la España invadida trataba de ocultar en sus colonias de ultramar.
“España –decía Miranda en su carta– no tiene Rey. Está dividida en dos bandos. Uno está en favor de Francia y el otro se ha decidido por Inglaterra. Se está tramando la guerra civil. Las colonias ya están maduras para el Gobierno propio. Envíenme agentes y juntos decidiremos el porvenir del continente. Les advierto que no hay que precipitarse. Una pequeña imprudencia puede dar por tierra con esta oportunidad que nos brinda Dios. La falta de unión será la muerte de nuestros planes”.
Con todo, algunos criollos que formaban el grupo llamado de “los altos secretos”, tenían la seguridad de que nada fallaría llegado el momento de romper para siempre con la “España opresora”, entre éstos estaba José Félix Ribas, temible y ardiente por sus conceptos acerca de la libertad. Para él, cualquier circunstancia en aquellos momentos podía ser favorable cuando se contaba con la propia y decidida aprobación del Gobernador Emparan que ya estaba al corriente de lo que se sucedía en las casas de Tovar, Martín, Méndez y Quintero.
Pero, claro está –como veremos más adelante– con el verdadero propósito de que existiera un verdadero entendimiento entre nativos y peninsulares. Es de saberse –en contra de lo ya conocido– que Emparan, a pesar de querer imponer a toda costa y muchas veces sin ton ni son sus ideas, era hombre ara plegarse a cualquier momento que pusiera en peligro su vida y sus bienes. Conocido en toda Venezuela por sus audaces imposiciones, por creerse él la “única ley y la única voluntad” que debía prevalecer en Caracas, era sin embargo apreciado por muchos nobles criollos que le admiraban en sus modales que siempre trataba de “lucir en sociedad”, y por algunas razones con que trataba de justificar muchas de sus arrogancias frente a los problemas políticos y sociales que le planteaban sus adversarios. Y no ha de causar extrañeza esta simpatía entre estos criollos de abolengo y respetada fortuna. Y para que veamos claro el origen de este sentir por el Gobernador de Venezuela, trasladémonos a la casa de Valentín de Ribas y Herrera, donde una hermosa tarde avileña había asistido Emparan en compañía de su teniente Anca y de quienes tantos consejos recibían.
La destitución del gobernador y capitán general, Vicente Emparan, dio inicio al movimiento revolucionario del 19 de abril de 1810
Vicente Emparan se asoma por uno de los balcones de la Casa Amarilla y pregunta a la multitud, al tiempo que el sacerdote José Cortés de Madariaga hacia señas negativas con la mano, “Si le querían por gobernador”, y esta respondió: “No, no lo queremos”. A lo que Emparan dijo «Si no me queréis, pues yo tampoco quiero mando”.
En efecto, fue allí donde lució Emparan sus mejores galas de orador, de hombre comprensible y humano. ¿Quién dijo entonces ante el selecto grupo de amigos que le habían invitado en la casa de Ribas y Herrera? Oigámosle: “No sabría decirles –exclama con emoción– cuánto sufre mi corazón al ver que las necesidades más urgentes de esta noble y acogedora ciudad caraqueña, no se solucionan como es debido para satisfacción mía y orgullo de nuestro Rey” . . . Pero ha de saberse que toda esta noble y digna sociedad merece otro destino. Por lo tanto, ha de menester una revolución que aniquile los intereses contrarios a su bienestar y felicidad, y que ponga al alcance de todos los buenos oficios que nuestro señor el Rey ha dispensado y manda que así se haga en todas las provincias que unidas a su reino le dan gloria. . . Pero, de ahora en adelante, yo me entregaré en persona a las decisiones más justas que ustedes tengan a bien tomar y exponer ante los representantes del pueblo. No podemos continuar en nuestro mando, siendo indiferentes ante los males que nos aquejan o nos llevan a la ruina total de nuestros actos morales y materiales. La España mía y de todos cuantos han ofrecido ferviente fidelidad a su Señor, el más ungido monarca de la tierra, está dispuesta a ser una sola familia donde no existan parias o desafortunados que arrastren todas las injusticias del mundo. Y, para terminar, diré con el corazón en la mano: Estoy con vosotros en todo. . .”
Como puede verse en todas estas palabras y después criticadas duramente por su propio consejero el teniente Anca, Emparan estaba de acuerdo con muchos de los proyectos velados que se le daban a conocer por intermedio de sus más allegados en el gobierno.
Firma del Acta del 19 de abril de 1810, en los salones de Ayuntamiento de Caracas, entonces ubicado en la hoy Casa Amarilla. Cuadro del artista Juan Lovera.
Los sucesos del 19 de abril de 1810 están ligados a ese pensar tan claramente expresado por Emparan. Cuando un “indiscreto” que había logrado colarse en aquella pequeña asamblea revolucionaria y explosiva, logró que estas palabras llegaran hasta el pueblo, muchos se imaginaron que todo cuanto Emparan había dicho en esa ocasión, era un mandato del rey destronado y prisionero de los franceses. Hasta eso llegó a comentarse cuando las noticias corrían de España a América. ¡Fernando VII, el ungido Dios en manos de los franceses! España sometida y humillada por las armas francesas! ¡Ahora el rey en desgracia quería y mandaba que todos sus colonos en las Indias se unificaran para hacer frente al invasor! ¡Sí, eso era y no había otras razones!
Por otra parte, los revolucionarios en las colonias americanas pensaban y decían otras cosas distintas al pueblo que en todo parecía someterse a la voluntad de sus opresores. Las mismas palabras de Emparan en la casa de Ribas y Herrera, fueron medidas y juzgadas en todo sentido a fin de descubrir cualquier propósito no ajustado a las decisiones de los altos jefes que encabezaban la más noble de las causas independentistas en el Nuevo Mundo.
Aún más, no contentos con el “buen decir” del gobernador Emparan, dos de estos revolucionarios lo abordaron una noche en su casa. Fueron estos Nicolás Anzola e Isidoro López Méndez, quienes le hicieron volver a confirmar cuanto había dicho en aquella memorable invitación en la casa antes dicha.
Emparan entonces no titubeó como se creyó que iba a hacer tan pronto se le volviera a preguntar sobre el verdadero contenido de sus palabras. Por el contrario, afirmó rotundamente y con más énfasis, que él en su función de gobernador y capitán general de Venezuela, estaba dispuesto a “cambiar las cosas de su puesto” pues ya era hora, y el tiempo se hacía estrecho para llevar a cabo dicho propósito. Y que, por otra parte, él se hacía solidario de lo que pudiera pasar o suceder con los medios que se pusieran en práctica para el logro de tan altas y santas finalidades. . .”
Tal aquí, pues, la contribución intelectual del famoso gobernador Emparan, que en una clara mañana de abril y ante el pueblo todo de Caracas, confirmó sus secretas intenciones al renunciar a su mando y dejar el campo libre para que la revolución emancipadora corriera por todos los caminos de América”.
FUENTE CONSULTADA
Élite. Caracas, 23 de abril de 1966
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