La Cuadra Bolívar

La Cuadra Bolívar

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Cuadra Bolívar

Está histórica casa está situada entre las caraqueñisimas esquinas de Piedras y Bárcenas

     La casa de recreo de la familia Bolívar-Palacios sirvió de cuna para la emancipación del Continente Sur-Americano. Ella conserva el recuerdo de las correrías y juegos de infancia de Simón Bolívar, de sus largos ratos de estudio al lado de su maestro Don Andrés Bello

     La Cuadra Bolívar de Caracas, situada en la parte sur de la ciudad, con frente hacia la calle oeste 18, entre las esquinas de Piedras y Bárcenas, es la antigua casona de los padres del Libertador, la cual aún pasa inadvertida a la vista de muchos transeúntes de nuestra ciudad, no obstante ser ella una de las casas antigua e histórica del país.

La Cuadra Bolívar fue construida por los esposos Bolívar-Palacios para residencia de recreo, por los años 1780. Tenía hermosa fuente de piedra en el centro de su gran jardín y la casa se surtía de agua a través una tubería de barro cocido que había hecho traer desde su casa de San Jacinto, Juan Vicente Bolívar, además de que también existía un manantial que se secó con el terremoto de 1900.

     El sitio escogido por los esposos Bolívar-Palacios para la construcción de su morada de distracción, era célebre, ya que aquel lugar, aún para entonces retirado del perímetro de la ciudad que solo se extendía por ese lado hasta la esquina de Reducto, según la tradición, se efectuó allí uno de los más reñidos combates de la época de la conquista, el cual ha sido descrito por el historiador colombiano José Oviedo y Baños con el nombre de Batalla del Guaire, en el cual perdió valientemente la libertad y la vida el jefe indio Tamanaco.

     Además de que esta casa-quinta fue, como ya hemos dicho, construida para recreo de la familia Bolívar y que por tal motivo estuvo predestinada a que nuestro Libertador viera correr en ella alegres días de su niñez y de su juventud, recibiendo en sus jardines y corredores las lecciones de su condiscípulo y maestro Don Andrés Bello, debe advertirse que como quiera que Juan Vicente Bolívar para el año de 1802 vendió a don Juan de la Madrid la casa de San Jacinto, o sea aproximadamente para la época en que el Libertador regresara de su viaje a Europa, después de esa fecha, el Libertador se alojó siempre en su casaquinta del Guaire, y en otras ocasiones en su casa de la esquina de Las Gradillas, que es esta última la que forma el ángulo Sur-Este de dicha esquina. Es así, pues, como para el año de 1808 en que el grupo de jóvenes patriotas que quiso aprovechar la difícil situación por que atravesaba el Gobierno de España con la invasión de Napoleón a la Península, proyectara el establecimiento de una Junta de Gobierno que debía reemplazar la Capitanía General para entonces existente. Este grupo de jóvenes que debía reunirse alejado de la vista del Capitán General, había escogido como retiro más propicio y albergador a sus entrevistas, la quinta para entonces de los hermanos Juan Vicente y Simón Bolívar, donde so pretexto de convites, sus entrevistas duraron varios meses sin que fueran sospechadas por la suspicaz vista del Capitán General.

La Cuadra Bolívar conserva el recuerdo de las correrías y juegos de infancia de Simón Bolívar

     Descubierto más tarde su intento, los jóvenes conspiradores, se les formó causa, de la cual existen dos procesos, uno de ellos el ordenado por Casas contra Melo–Núñez, Juárez–Manrique y Matos, el cual se encuentra en poder del doctor Vicente Lecuna; y el otro, el que ha sido publicado en Bogotá por el historiador colombiano Jorge Ricardo Bejarano en su obra titulada “Orígenes de la Independencia Suramericana”, quien dice haber tenido la suerte de hallar un infolio escrito en letra pastrana y sobre papel español marquilla con 170 hojas que reposa en poder de Jorge Iragorri Isaacs, el cual contiene la “Causa seguida en Venezuela en el año 1808, a los Bolívares, Marqués del Toro, Marqués de Casa León, Conde de Tobar, Conde de San Javier, José Félix y Juan Nepomuceno Ribas, los Montilla, Palacios, Sojo, Salías, etc., quienes fueron los iniciadores del movimiento revolucionario, de donde surgió la Independencia del Continente”. Este importante proceso esté lleno con las declaraciones tomadas a los testigos, relativas a las reuniones secretas habidas en “La Cuadra de los Bolívares” o “El Palmito”, nombres con los cuales distinguían la casa-quinta.

La Cuadra de Bolívar es la antigua residencia de los padres del Libertador

     Encontramos así, pues, que el valor histórico de la “Cuadra Bolívar”, puede juzgarse como joya inapreciable, por haber tenido la suerte de que fuera el sitio que sirviera de cuna para la Independencia Sur-Americana. Es aún más grande el valor histórico de la Cuadra Bolívar, porque como sabemos entre las casas que sirvieron de alojamiento al Libertador, en esta ciudad natal, es ella la que realmente se conserva con el más exacto ambiente de lo que fue, pues si bien es verdad que sus jardines se han mermado en gran parte, que su preciosa para entonces fuente ha desaparecido, que su manantial quiso el terremoto del año 1900 cegarlo y que la mano del tiempo derribara el célebre Cedro de Fajardo en 1840, el cual dio sombra al futuro Libertador cuando recibía lecciones de su condiscípulo y maestro Andrés Bello, como así lo consagra el magnífico óleo del pintor Tito Salas que se encuentra en la casa natal del Libertador; también es verdad que la Cuadra Bolívar, en su estructura, su división, su sabor colonial, sus viejos paredones inclinados, sus antiguas columnas que circundan sus grandes corredores y que son ellas las mismas que quizá en cuántas ocasiones sirvieron para apoyo del que debía ser más tarde nuestro Libertador, todo ello lo hace, el sitio más evocador de nuestras reliquias patrias.

En 1959, la Cuadra de Bolívar fue declarada Monumento Histórico Nacional

No corrieron la misma suerte la Casa Natal del Libertador, que además de sufrir la modificación que le hiciera Juan de la Madrid, quien para después del terremoto de 1812, según datos, le suprimió un segundo piso que poseía en la parte principal del inmueble y que más tarde, al servir en distintas ocasiones para casa de comercio, fue cambiando en mucho de lo que ella había sido. Después de adquirida para propiedad de la Nación, la Casa Natal del Libertador ha sido en gran parte reconstruida, con la suerte de que se designara para ese fin al doctor Vicente Lecuna, quien la ha llevado a hacerla parecer lo que ella fue para los momentos en que por primera vez viera allí la luz el Genio de América y el cual, con su verdadero interés patriótico, la ha hecho que produzca el necesario recogimiento de todos los que la visitan. 

     La otra casa en que vivió el Libertador en diferentes ocasiones, o sea la situada en la esquina de Las Gradillas, ya citada, que tuvo indudablemente la suerte de ser la habitación del Libertador en varias ocasiones que estuvo en Caracas, es el sitio central que el Libertador habitó después de la venta de su casa natal, y es así como encontramos que la historia nos refiere la visita que hiciera el aun joven Simón, José Ignacio Casas, hijo del Capitán General de la Provincia, en ocasión de los acontecimientos promovidos por las Juntas Secretas del Guaire, en cuya visita le dijo: “(tú sabes que soy tu amigo y te estimo, aunque no te frecuento , y así me sería doloroso que te vieses en alguna aflicción, por lo que te estimaré no admitas sociedades en tu casa, ni comensales, porque éstas te perjudican”. A lo que contestó Simón: “Estoy desesperado de salir de gorrones que me incomodan, yo a nadie llamo y estoy inocente de cualquier calumnia”, y en seguida cuando se despedían le añadió: “que se iba para su hacienda para que no lo nombrasen en nada”.

      Y es así como los hermanos Bolívar tuvieron que suspender sus entrevistas con los otros patriotas en la Cuadra Bolívar, para trasladarse a La Victoria, estado Aragua, donde también las continuaron, y más tarde en Caracas de nuevo, hasta la presentación de la representación que hicieron al Gobierno, que les trajo por consecuencia la prisión de unos y la confinación de otros. La casa de Las Gradillas conserva para todos los venezolanos el recuerdo de la casa que viviera en ocasiones el Padre de la Patria, no obstante que ha sufrido grandes modificaciones.

Esta residencia sirvió de centro de reuniones conspirativas emancipadoras

      La Cuadra Bolívar pues, que sirvió de cuna para la emancipación del Continente Sur-Americano y que al pasar frente a ella su aspecto nos trae inmediatamente el recuerdo de las tantas ocasiones en que los jóvenes patriotas sigilosamente atravesaron su umbral para reunirse en ella por días enteros, como todas las cosas o personas grandes, ha sido y será motivo de críticas y quizá de muchos deseos, pero si leemos la placa que en su vieja fachada ha sido colocada, podremos apreciar la opinión que de ella han hecho y hacen, personas cuyo criterio es lo suficientemente grande y sensato y el cual borra cualesquiera otras opiniones contrarias y de personas menos autorizadas que ellos. La placa colocada en la casa en tiempos de la dictadura gomecista, dice así:

“Esta casa que perteneció a la familia Bolívar, albergó la infancia de un grande hombre y la de una gran revolución. Aquí vivió en su niñez y en su juventud Simón Bolívar. Aquí se prepararon los planes del movimiento cívico de 1808, precursor inmediato de la jornada del 19 de abril de 1810. Cinco visitantes venezolanos, devotos de las glorias nacionales dedican esta lápida en 28 de octubre de 1925”.

     En igual sentido le han sido consagrados artículos por muchos historiadores.

     Ella conserva el recuerdo de las correrías y juegos de infancia de Simón Bolívar, de sus largos ratos de estudio al lado de su maestro Don Andrés Bello, el cual preparó para la casa de su discípulo y amigo una inscripción en latín, que el joven Simón hizo colocar en la fachada de la casa y que decía así: “Ruris Deliths Urbana Adjecta Commoditas”, que traducido al español significa: “Aquí encontraréis hermanadas las delicias del campo y las comodidades de la ciudad”, ella fue siempre la casa predilecta del Libertador y de los suyos; y como tal, fue la que conservó por más largo tiempo en su poder la familia Bolívar.

     En 1959, la Cuadra de Bolívar fue declarada Monumento Histórico Nacional y hoy permanece con réplicas y objetos de la época en la que el Libertador Simón Bolívar.

Fuentes consultadas:

  • Bejarano, Jorge Ricardo. Orígenes de la Independencia Suramericana,

  • Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, N° 56, septiembre de 1926.

  • Ricardo Tello, Luis A. La Cuadra de Bolívar. En: Revista Técnica del Ministerio de Obras Públicas. Caracas, marzo de 1965

El Nuevo Circo de Caracas

El Nuevo Circo de Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

El Nuevo Circo de Caracas

El Nuevo Circo poco antes de su inauguración

     El 26 de enero de 1919 actuaron los toreros “Alé” y “Torquito” en el programa inaugural. El caraqueño “Meri” obtuvo la primera oreja y posteriormente resultó el primer torero herido de muerte. Por el coso agustino han pasado las más grandes figuras del toreo, campeones mundiales de boxeo, estrellas del “bel canto”, grandes atletas en disciplinas como baloncesto y tenis, espectáculos circenses, escrutinios electorales y líderes religiosos y de la política nacional e internacional. Este escenario capitalino también ha servido de mercado popular y de sala de cine

     La construcción del “Nuevo Circo” se llevó a cabo en virtud del contrato celebrado, el 16 de enero de 1916, entre el gobernador de Caracas, general Juan Crisóstomo Gómez, hermano del presidente de la República, Juan Vicente Gómez, y el también general Eduardo Guillermo Mancera. Dicho contrato fue aprobado por el Concejo Municipal, el 27 del referido enero.

     Conforme a la primera cláusula, el general Mancera quedaba autorizado para construir, en terrenos municipales situados al norte del antiguo Matadero capitalino, en la esquina de San Martín, un circo de mampostería, hierro y madera, para corridas de toros, espectáculos ecuestres y otras variedades. En las siguientes cláusulas se reglamentaban distintos aspectos del convenio y se le daba al contratista un plazo de 18 meses para llevar a cabo la obra.

     El citado general Mancera formó, con otros capitalistas aficionados a las corridas de toros, la Compañía Anónima Nuevo Circo de Caracas, los cuales encomendaron la construcción al arquitecto e ingeniero Luis Muñoz Tébar, quien murió antes de ver terminada la obra, víctima de la “peste española”, que cobró 15.000 muertos a la población de Caracas en el año 1918. El arquitecto Alejandro Chataing concluyó la edificación.

Plantado así el Nuevo Circo de Caracas en la portería de la extensa posesión de tierras, desde antaño llamada La Yerbera, propiedad de Antonio Guzmán Blanco, quien la cambió al Municipio por una casa cerca de la esquina de Carmelitas. Antes había sido de Francisco González Jordán, quien allí tenía un bello establo de cabras isleñas. 

     Posteriormente, esa zona se fue transformando gracias a constructores como Juan Bernardo Arismendi, Diego Nucete Sardi y otros adalides del progreso, quienes trazaron calles, y sembraron árboles y cloacas, y levantaron casas y fundaron la hoy populosa parroquia San Agustín.

 

Primera corrida

     Los diarios de la época señalan que “las gradas del Monumental Edificio del Nuevo Circo tienen la grandiosidad y resistencia de los Coliseos Romanos”.

     Por eso, mucho antes del estreno fueron colocados en los tendidos de “Sol” y “Sombra” cientos de sacos llenos de cemento para probar su resistencia antes de permitir la entrada del público.

     Antes de que se levantara el edificio se decidió llamarlo “Nuevo Circo de Caracas”, diferenciándolo del “Circo Metropolitano”, único inmueble taurino existente para aquella época, año de 1919.

El 26 de enero de 1919 se inauguró el Nuevo Circo de Caracas

     Su capacidad fue en principio de 8.500 espectadores, luego el aforo oficial del “Nuevo Circo” se elevó de 11.500 asientos, gracias a las reformas hechas en diferentes oportunidades.

     Arriba de la puerta de cuadrillas y de los toriles tenía el “Nuevo Circo” una especie de palco escénico donde se ubicaba la Presidencia. Allí mismo se colocaba una pantalla para proyecciones de cine mudo, y también desde allí presenciaba el Presidente de la República las corridas a las cuales asistía. 

     Ese palco sobre la puerta de cuadrillas fue derribado y ampliados los tendidos hasta unirlos, separados por una reja de hierro. El ruedo fue reducido como está en la actualidad y se añadieron localidades de barrera abajo de los palcos.

     En el plano original estaba previsto cubrir el redondel y, al efecto, fue encargado en Estados Unidos el techo de material de hierro; más, el despacho no se logró a consecuencias de las restricciones impuestas en aquel país durante la Primera Guerra Mundial.

     El 26 de enero de 1919 se efectuó la corrida inaugural, desfilando las cuadrillas dirigidas por los diestros españoles Serafín Vigiola “Torquito” y Alejandro Sáez “Alé”, se registró buena entrada sin llegar al lleno total. Las reses criollas salieron sin bravura, resultando el festejo gris, sin brillo.

     Es de hacer notar que en esa corrida un asiento de Palco de Sombra costaba 25 bolívares, un tendido de sol 5 bolívares. En los tendidos de ambas localidades había las llamadas “medias entradas” a mitad de precios para damas y niños.

     Al igual del Metropolitano, el Nuevo Circo de Caracas desde el principio fue utilizado también para otra clase de espectáculos. En efecto, como número complementario de los regocijos de la inauguración, se proyectó en la noche la película El Conde de Montecristo.

Primera oreja y primera tragedia

     Cronistas antiguos sostienen que el moreno diestro caraqueño Isaac Olivo “Meri”, recibió la primera oreja otorgada en el “Nuevo Circo”, el 26 de octubre de 1919, día que alternaba con Vicente Mendoza “El Niño” y Arequipeño. En la historia del “Nuevo Circo” cabe destacar el nombre olvidado de “Meri”, torero estilista nacido en Caracas a fines del siglo XIX, y de gran cartel ante los públicos de las plazas americanas.

     La mención obligatoria por haber sido “Meri” el primer toreo en alcanzar la gloria de recibir el apéndice inicial en el mencionado coso, y asimismo sufrir la fatalidad de haber sido el primero en salir del mismo ruedo herido de muerte, el 24 de agosto de 1920, alternando en corrida nocturna al lado de Próspero Herrera “Capita”.

    Uno de los novillos propinó fuerte “palotazo” a “Meri” en el pecho ̶ golpe de pitón sin penetrar ̶ produciéndole derrame interno, falleciendo el 5 de septiembre en su casa de habitación, situada entre las esquinas de San Juan y Angelitos, número 122.

Por el coso agustino han pasado las más grandes figuras del toreo
Programa inaugural

Obra de utilidad y de ornato público

     Así lo manifestó el gobernador Juan C. Gómez en la exposición anual del Concejo Municipal de Caracas en enero de 1918.

     Nadie llegó a imaginarse que la obra que con tanto orgullo se ponía al servicio aparte de lo taurino, llegaría a servir de sede de toda clase de actividades, entre ellas muchas que distan una enormidad de la tauromaquia.

     Entre los eventos presentados en el venerable coso de San Agustín se cuentan basquetbol, en sus tiempos primarios ̶ por falta de canchas ̶ acrobacias automovilísticas, rodeos, patinaje sobre hielo, boxeo, lucha libre, mítines políticos, concentraciones religiosas, circos de caballitos, coney island, escrutinios electorales, presentaciones artísticas y hasta sirvió de mercado libre.

Esas actividades han permitido que por el “Nuevo Circo” hayan desfilado afamadas personas nacionales e internacionales.

Citar todas las luminarias que han desfilado por allí resultaría interminable, por lo que nos limitaremos a mencionar algunas como todas las grandes figuras del toreo venezolano y extranjeras, desde “Torquito” y “Alé”, Arruza y “Manolete”, “Dominguín”, los Bienvenida, “El Cordobés” y César Girón.

Simón Chávez, Sixto Escobar, Ramón Arias, Pascual Pérez, Edder Jofre, Carlos “Morocho” Hernández, en boxeo.

Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Raúl Leoni, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Alirio Ugate Pelayo, Rafael Caldera, Luis Herrera Campíns, en política.

Algunos eventos, por la espectacularidad de los mismos, permanecen imborrables en la memoria de los capitalinos. 

     La representación años atrás de la ópera “Aída” y la puesta en escena de “Carmen” con la participación de grandes estrellas del arte lírico y la actuación de Curro Girón como “Escamillo”, lidiando un toro de “El Rocío”.

     La presentación de aquellas famosas “Estrellas sobre hielo” capitaneadas por Sonja Hennie, fabulosa Campeona Mundial de patinaje. También de personajes de la lucha libre como El Enmascarado de Plata, El Tigrito del Ring, Bernardino La Marca, así como El Chiclayano, Dr. Nelson, El Ciclón Venezolano, El Dragón Chino, Jorge y Bassil Battah, entre muchos otros

     Los encuentros internacionales de boxeo entre los cuales se cuenta el de Oscar Calles versus Phil Terranova, el combate por el título mundial mosca entre Pascual Pérez y Ramón Arias. Y uno por el título mundial welter Jr. disputado por “Morocho” Hernández y Eddie Perkins. Kid Chocolate y Sandy Saddler también brindaron emotivos combates.

     Célebres grupos musicales, artistas de la talla de Cantinflas, de músicos como Johnny Pacheco, Bobby Valentín, Ray Barreto, Santitos Colón, Roberto Roena, Yomo Toro, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Héctor Lavoe, Louis Armstrong, James Brown, y orquestas y grupos musicales como las de Xavier Cugat y la Billo´s Caracas Boys, la Fania All Stars -o las Estrellas de Fania, el grupo de rock Sangre, Sudor y Lágrimas, Los Dementes, Dimensión Latina, Los Melódicos, Sentimiento Muerto, Desorden Público y Zapato 3, entre muchas otros artistas.

Este escenario capitalino también ha servido de sala de cine

     En su época, el Nuevo Circo ocupó el primer lugar entre los locales de espectáculos públicos de la ciudad, seguido del “Teatro Municipal” y el “Teatro Nacional”, respectivamente.

     Su abandono y decadencia actual han sido consecuencia de muchos factores, entre ellos, la apertura del Poliedro, en 1974, y la prohibición de corridas de toro en julio de 2017.

Varios dueños

     Luego de la muerte del general Mancera, ocurrida en la capital, el 1 de octubre de 1927, el hijo del Benemérito Juan Vicente Gómez, Gonzalo Gómez logró adquirir los derechos y acciones de la Compañía Anónima Nuevo Circo, propietaria del coso caraqueño. Después de sucesivas ventas, el circo pasó a manos del empresario Luis Branger, hasta que, en 2005, el Cabildo Metropolitano lo expropia y la Alcaldía Mayor asume la propiedad. Se elaboró entonces un proyecto de restauración que nunca fue concluido. En 2008, el Nuevo Circo pasó a manos de la Alcaldía del Municipio Bolivariano Libertador.

En 1984, el Nuevo Circo había sido declarado Monumento Histórico Nacional por la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación. No obstante, la familia Branger demandó ante los tribunales la ilegalidad de esa medida, dejando sin validez la declaratoria de Monumento Histórico.

Una nueva ordenanza aprobada por la Municipalidad en 1987 promovió nuevamente su conservación. No obstante, esta medida también fue anulada por la Corte Suprema de Justicia, en 1998. Previendo la posibilidad de su demolición, ese mismo año el Instituto del Patrimonio Cultural lo declara “Bien de Interés Cultural”.

Fuentes consultadas:

  • Montefusco, Miguel. 50 años del Nuevo Circo. Élite. Caracas, 1 de febrero de 1969
  • Parra Márquez, Héctor. Sitios, sucesos y personajes caraqueños. Caracas: Empresa El Cojo, 1967; Págs. 229-240
  • Revista Actualidades. Caracas, enero/marzo 1919

Villanueva y la reurbanización del Silencio

Villanueva y la reurbanización del Silencio

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Villanueva y la reurbanización del Silencio

     Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), considerado el más importante e influyente arquitecto venezolano del siglo XX, fue el autor de un ambicioso proyecto de transformación de Caracas. Durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita, entre 1942 y 1945,  desarrolló lo que se conoce como la reurbanización de El Silencio, que comenzó por derribar el barrio insalubre asentado en el centro capitalino, donde proliferaban la delincuencia y los prostíbulos, y construir lo que hoy es uno de los íconos arquitectónicos de la ciudad. Aquí le presentamos uno de los trabajos más perspicaces sobre esta emblemática obra, escrito por el ingeniero Ricardo De Sola

     “Mi arquitectura, yo no sé. . .  Nunca he tratado de hacer arquitectura. La arquitectura traduce un problema que se ha planteado, traduce un contenido, de qué se trata, qué es, … es la llamada parte analítica, fría, que clasifica y ordena, piensa en las posibilidades del problema que se va a traducir.

     Luego viene la parte sintética, la cual traduce la solución del análisis del problema. Cuando se tienen diversas soluciones se cae en el problema de escoger la mejor y esto es lo difícil. Al desarrollar un proyecto se debe equilibrar el tiempo entre ambas partes, pues cuando se estudian una parte más que otra, entonces la solución es mala, deficiente y no resuelve el problema. Busco la manera de plantear el problema de una manera fría y luego como consecuencia del análisis encuentro la solución y sobre todo busco el equilibrio entre la parte funcional y técnica y luego la parte formal.

     La arquitectura vive del espacio interior, uno debe limitar el espacio, entonces hace la forma, la cual necesita ser construida, hay que saber escoger los materiales, estudiar la circulación, visibilidad, etc.”

     Respuesta de Carlos Raúl Villanueva durante la entrevista realizada el 24 de abril de 1969 por la estudiante Valentina De Sola M.

 

Dirección de urbanismo

     Para el año 1938, en que se crea la Dirección de Urbanismo, ésta se abocó principalmente al estudio de la transformación del casco central de la ciudad de Caracas.

     La Caracas de entonces no llegaba a 300.000 habitantes, estimándose con base a los datos estadísticos que sobre su crecimiento se tenían, que su población llegaría para el año 2.000, al millón de habitantes, estimaciones éstas excesivamente conservadoras ya que para el año de 1955, en octubre, la población del Área Metropolitana de Caracas había alcanzado dicha cifra.  

     En aquel entonces la ciudad empezaba a crecer hacia el Este, en donde se encontraban grandes terrenos libres que formaron las antiguas haciendas que la rodeaban. Era necesario, por lo tanto, crear condiciones para evitar que la vieja ciudad fuese abandonada, de no procederse de inmediato a tomar las medidas tendentes a mejorar el urbanismo de la misma.

      El primer plan de urbanismo para la ciudad de Caracas presentado a la consideración del Concejo Municipal el año 1939 y entre las recomendaciones de mayor importancia se indicaba: “Construir una Avenida Central de treinta metros de ancho que parta de El Calvario y concluya en Los Caobos, comprendiendo la unión de tres plazas de carácter monumental: El Calvario, Santa Teresa y Ño Pastor”, indicándose a la vez que la Plaza El Calvario estará conectada mediante dos diagonales a la carretera a Catia (hoy Avenida Sucre) y a la carretera de Antímano por medio de la Avenida San Martín.

      La zona de El Silencio, donde convergen esas tres grandes vías, de intenso tráfico, sería destinada al desarrollo de un Centro Político-Administrativo.

Barrio El Silencio

     Para el año de 1942, cuando el Gobierno Nacional presidido por el general Isaías Medina Angarita, toma la decisión de destinar los terrenos ocupados por el Barrio El Silencio para el desarrollo de un programa de viviendas y no para el uso del Plan de Urbanismo que se había acordado, se estimó que, dadas las condiciones reinantes en aquel momento, no se justificaba efectuar una gran inversión para la ejecución de una obra que podía ser considerada, si no suntuaria, ciertamente no esencial.

La urbanización de El Silencio consta de 779 apartamentos y 201 locales comerciales

     Este hecho que puede ser considerado de gran significación social y humanística, podría ser cuestionado desde el punto de vista urbanístico, pues si bien es cierto que si cambio el uso de la tierra, no así fue modificada la vialidad trazada.

     Esta situación presentaba para el arquitecto Villanueva un gran reto, que fue resuelto por él mediante una solución arquitectónica que podríamos catalogar de genial, y que originó grandes cambios en la vida de la ciudad al eliminarse un barrio que era vergüenza para Caracas, dadas las condiciones infrahumanas, tenebrosas e insalubres en que vivían sus tres mil cien habitantes, presos de la más mortal miseria, inadaptados a la sociedad y del ejercicio de la prostitución más repugnante. Un sesenta y cinco por ciento de esos habitantes padecían de sífilis y otras enfermedades venéreas y un quince por ciento de tuberculosis. Se le encomendó al Banco Obrero el llevar adelante el desarrollo del proyecto. Este instituto preparó unas bases generales que sirvieron de guía a los arquitectos llamados a Concurso. Este programa fue nuevamente ampliado por la Comisión que fue nombrada a los fines de estudiar los proyectos y escoger el más conveniente.

     El programa se componía de catorce puntos entre los que se establecía que el proyecto a ejecutarse debía tener no más de mil unidades entre apartamentos y locales comerciales, destinándose la planta baja de los edificios a los locales comerciales y los pisos siguientes a vivienda, divididos así: veinte por ciento a viviendas de dos habitaciones; cincuenta por ciento a viviendas de tres habitaciones y treinta por ciento a viviendas de cuatro habitaciones. Esta exigencia correspondía al hecho de que en la clase media en Venezuela la familia era numerosa.

     Así mismo se especificaba que un treinta por ciento del área a urbanizarse debería ser destinada a calles y avenidas, un treinta por ciento a espacios libres y un cuarenta por ciento a las construcciones.

     Se recomendaba una ventilación directa a todas las dependencias de los departamentos y que los edificios no tuvieran más de cuatro pisos sin ascensor, y en caso de alguno de más de cuatro pisos debían instalarse ascensores. 

     El proyecto escogido fue el presentado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Es de advertir que el primer proyecto presentado por Villanueva, el desarrollo se componía de ocho bloques, no se contemplaba la Plaza Urdaneta y la Avenida Bolívar se trazaba ampliando la avenida Oeste-Este 8.

     En el segundo proyecto, Villanueva diseña la Plaza Urdaneta, punto de convergencia de las tres avenidas: Catia, San Martín y Bolívar y traza la Avenida Bolívar tal como fue recomendada en el Plan de Urbanismo de 1939, o sea en el centro de las manzanas comprendidas entre las Avenidas Oeste-Este 6 y Oeste-Este 8.

Postal del croquis de la Reurbanizacion de El Silencio

Proyecto Villanueva

     El segundo proyecto de Villanueva contempla siete bloques de apartamentos multifamiliares, seis de ellos de cuatro plantas y uno de siete plantas. La planta baja en la mayoría de los casos se destina a locales comerciales y los restantes a viviendas. Los edificios de cuatro plantas, servidos solamente por escaleras y el de siete plantas contaba además con ascensor. Cada escalera daba acceso a dos apartamentos por planta en los bloques 4, 5, 6 y 7. Para los bloques 1, 2 y 3, cada escalera sirve a cuatro apartamentos por planta.

     Todas las dependencias tenían iluminación y ventilación directa, y el arquitecto en su diseño le dio una gran amplitud a las zonas destinadas al trabajo del hogar, como fueron: la cocina, el lavadero y el corredor, pues estimó que ciertas actividades productivas pudieran efectuarse en la casa por otra parte, esta zona de trabajo (corredor y balcón) daba su frente a los jardines interiores a los fines de que las madres pudieran tener vigilancia permanente sobre sus hijos, cuando éstos se encontraban en sus actividades recreativas en los parques y jardines del edificio.

     Villanueva, al diseñar el conjunto arquitectónico de El Silencio, y tomando en cuenta el clima y las costumbres de Caracas, optó por el estilo llamado Colonial, de portales, arcadas, rejas, molduras y en concordancia con ellos los espacios verdes que predominan en los patios y jardines interiores de cada grupo de viviendas y en las venidas. El arquitecto proyecta al Oeste de la Avenida Bolívar y frente a la Plaza Monumental (Plaza Urdaneta con sus dos grandes fuentes, obra del escultor Francisco Narváez), un edificio de gran masa, el bloque 1, hoy Carlos Villanueva, cuya parte central tiene siete pisos y los laterales cuatro. Al Sur y al Norte de la Avenida Bolívar los bloques 2 y 3 con cuatro pisos cada uno, con la posibilidad de aumentar su altura si fuese necesario.

     La mayor altura del bloque 1 tenía por objeto hacer un fondo decorativo a la avenida principal, armonizando con la plaza. Se diseñaron espacios libres de tres tipos diferentes, divididos así: 

  1. Los propios de cada bloque destinados a parques infantiles y zonas de descanso, lejos de todo tráfico y del ruido de la calle.
  2. El espacio libre al Oeste del bloque 1, destinado a centro de deportes para adultos, así como también espacio para los niños.
  3. La Plaza Miranda, adyacente al bloque 7 y la plaza principal, Plaza Urdaneta (hoy Plaza O’Leary).

     Al adoptar el sistema de patios abiertos se facilita la renovación del aire, cosa que no ocurre con los pequeños patios cerrados difíciles de ventilar. La arquitectura como ya dijimos, es del estilo Colonial, y en la construcción se optó el tipo mixto: estructura de concreto armado y espacios intermedios de ladrillos tubulares o algún otro material liviano aislante del calor.

     Villanueva, al diseñar el conjunto arquitectónico de El Silencio, y tomando en cuenta el clima y las costumbres de Caracas, optó por el estilo llamado Colonial, de portales, arcadas, rejas, molduras y en concordancia con ellos los espacios verdes que predominan en los patios y jardines interiores de cada grupo de viviendas y en las venidas. El arquitecto proyecta al Oeste de la Avenida Bolívar y frente a la Plaza Monumental (Plaza Urdaneta con sus dos grandes fuentes, obra del escultor Francisco Narváez), un edificio de gran masa, el bloque 1, hoy Carlos Villanueva, cuya parte central tiene siete pisos y los laterales cuatro. Al Sur y al Norte de la Avenida Bolívar los bloques 2 y 3 con cuatro pisos cada uno, con la posibilidad de aumentar su altura si fuese necesario.

Descripción de la obra

     El proyecto definitivo constó de un total de 779 apartamentos y 201 locales comerciales. Los 779 apartamentos se distribuyeron así: 29 de una habitación (3.72%), 389 de dos habitaciones (49.94%), 260 de tres habitaciones (33.38%), 89 de cuatro habitaciones (11.42%) y 12 de cinco habitaciones (1.54%). El área ocupada por los edificios, incluidos los jardines interiores, es de 55.074,65m2, o sea el 54.97% del área de la reurbanización.

     Ese primer gran proyecto que se desarrolló trajo consigo la organización de las primeras grandes empresas de ingeniería constructora del país y a la vez quedó demostrada la capacidad técnica de la ingeniería venezolana. Tan es así que la construcción total de la reurbanización El Silencio, iniciada el 4 de enero de 1942, quedó totalmente terminada e inaugurada el 20 de agosto de 1945, o sea que la obra fue realizada en 32 meses a un costo de total de 54.927.537,88 bolívares, incluidas las inversiones en la adquisición de los inmuebles, demoliciones, obras de urbanismo y construcción de edificios.

     Se trabajó a un ritmo acelerado a pesar de la situación reinante en aquel entonces, en que había dificultades para la adquisición de los equipos y materiales de construcción, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial que estaba en pleno desarrollo. 

     Deseo para terminar citar un párrafo de Juan Pedro Posani en su obra “Arquitectura de Villanueva”, por compartir totalmente lo que en él se anota: “Para Carlos Raúl Villanueva la arquitectura, el diseño, representaron algo mucho más amplio que la simple actividad enmarcada en la rutina profesional. Para él, diseñar y construir eran la actividad humana por excelencia. Con una coherencia cabal, con una adherencia perfecta a su carácter, sus sentimientos y preferencias anímicas y sensoriales, Villanueva concebía la acción de delimitar el espacio, de organizarlo y entregarlo a la vida de los demás, como la acción suprema, dotada de todo el valor simbólico del constructor, el ser más positivo”.

 

Fuentes consultadas:

Historia de la Construcción en Venezuela. Caracas: Enzo Papi Editor, 1994

El mercado de San Jacinto

El mercado de San Jacinto

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

El mercado de San Jacinto

San Jacinto y sus alrededores fue, hasta la década de 40, lugar de cita meridiana para muchos caraqueños

     Antes de ser plaza y mercado, fue un convento de frailes dominicos. Tras conflictos con los religiosos se convirtió en núcleo y corazón comercial de Caracas por décadas. Su nombre oficial es Plaza El Venezolano, renombrada así por el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, quien inauguró allí en 1882 una estatua de su padre, Antonio Leocadio Guzmán, fundador del célebre periódico El Venezolano. En esa misma zona se encuentra la casa natal del Libertador y el Museo Bolivariano, entre otros espacios de gran importancia histórica. También existió en dicha plaza un famoso restaurante denominado La Atarraya.

     Por diversas razones históricas la plaza de San Jacinto, ubicada en el centro de Caracas, debió ser el espacio consagrado a rendirle homenaje a Simón Bolívar. Sin embargo, por las vueltas que da la historia, quedó convertida en un mercado, mientras que la Plaza Mayor, principal mercado de la ciudad, quedó para rendirle honores al Libertador, erigiéndose allí la flamante estatua ecuestre de Bolívar, en 1874.

El viejo edificio del Mercado Principal arrastra consigo la historia civil y religiosa enraizada en el viejo convento de San Jacinto y en la Plaza “El Venezolano”.

     Cuenta el cronista e historiador Mario Briceño Iragorry que, “personalmente, modestos recuerdos míos se van también con el polvo de los muros destruidos. ¡Cuántas veces, a la salida del teatro o del café, detuve en la alta noche mis pasos frente a la Plazuela “El Venezolano”, para gozar la embriaguez del ambiente, saturado de la penetrante esencia de los claveles, los lirios y las azucenas de Galipán, mientras consumía la confortante “tostada” nocharniega!

     Hasta los años 40, el mercado fue lugar de cita meridiana para muchos caraqueños. En la memoria de la gente perdura la bien abastecida frutería de Antonio Natera, primera en utilizar refrigeración eléctrica, y donde era seguro topar diariamente con don Gustavo Sanabria, don Manuel Segundo Sánchez, Pedro Emilio Coll, Santos Jurado, Luis Alberto Sucre, Lope Tejera, el Dr. José Rafael Pérez, Julio Calcaño Herrera, Luis Correa, Juan Ignacio Aranguren, don Mariano Fernández Hurtado y tantos otros amigos que ya traspasaron la misteriosa puerta del eterno silencio, y que allí acudían con su bien espíritu, por jugo de naranja, badea o tamarindo, o por el ventrudo aguacate guarenero, de la típica dieta caraqueña. Francisco de Paula Pérez, en sabroso apunte, recientemente publicado, evoca la plaza de “El Venezolano”, “sombreada de árboles que refrescaban el aire”, a donde se iba “para comprar la pulida vera, o el duro araguaney, el negro guayabo o el flexible chaparro porteño” y donde se gozaba el dulce “canto de los pájaros atrapados en el golpe escondido en los zarzales”.

La plazoleta de San Jacinto empezó a servir para menesteres de mercado desde junio de 1809

     Aunque apenas date de 1896 el edificio que hoy ya no existe, la plazoleta de San Jacinto empezó a servir para menesteres de mercado desde junio de 1809, cuando los Padres del Convento de San Jacinto fueron intempestivamente sorprendidos una mañana de junio con la presencia de casillas para la venta, allí colocadas por autorización del Ayuntamiento. Se quejaron los frailes al Cabildo y en su escrito hablaron, en términos de espanto, de que en dichas casillas o puestos se cometían “robos, embriagueces, cavilaciones de ociosos, y lo que es más detestable a los ojos del mismo mundo, tratos y contratos de impureza y libertinaje”. La autorización del Municipio para este uso anatematizado por los Padres dominicos, provino de la necesidad de dar nuevo sitio a los regatones, que ya no cabían en la Plaza Mayor, donde desde antiguo se hacía el mercado, y la cual el Gobernador Felipe Ricardos en 1755 había acondicionado con portales o canastillas para el fijo comercio. (En el Museo Bolivariano se conservan las lápidas que historiaban la vistosa arquería que este gobernador hizo construir en la Plaza, y la cual fue destruida a mediados del Siglo XIX).

     No previeron los hijos de Santo Domingo que aquella invasión de verduleros era solo el anuncio de cosas mayores que pasarían al religioso recinto, puesto que en 1828 el Convento, despoblado ya de frailes, fue destinado a sede del Ayuntamiento y Cárcel Pública. Se pensó, también, consagrar a Bolívar su plaza, aún vivo el Padre de la Patria. En una de sus celdas guardó capilla Antonio Leocadio Guzmán, cuando se le condenó a muerte por los sucesos de 1846. Indultado luego, y sucedido posteriormente el triunfo de su hijo Antonio, se consagró estatua en la propia plaza, en 1882, estando aún en todo su pellejo el prócer del liberalismo. En 1865 se destinó el Convento para ercado, y el viejo templo se desmanteló. Algunas de sus imágenes fueron trasladadas a la iglesia de Altagracia. El plano del edificio que hoy está demolido es obra del arquitecto Juan Hurtado Manrique.

     Todo se lo llevaron las grandes gandolas que transportan el material de los escombros. La fragancia de las flores, el canto de los pájaros, la miel de las frutas deleitosas, el misterioso encanto del “Reino Vegetal”, donde parece que se ocultase aún el espíritu travieso de Telmo Romero. Se va el recuerdo de una época, en que los hombres buscaban la vera y el “pellejo de indio”, para reforzar los medios naturales de defensa del honor. Se fueron con los terrones del espacioso edificio de Hurtado Manrique, un recio pedazo de historia caraqueña, nada menos que la callada historia de la reconfortante cocina que, abundosa o parva, define la curva del bienestar y del dolor social. ¡Si allí se pueden hasta conjurar revoluciones! Mañana, lo que fue convento y templo, plaza arbolada y mercado abundante y bullicioso, será solo un pedazo de arrasada tierra. Pero en él perdurarán los monumentos que podrían servir de tema para un sustancioso tratado de sociología moral. En pie quedarán el reloj de piedra que graduó el Barón de Humboldt, y la estatua de Antonio Leocadio Guzmán. La piedra sobre la cual discurren imperturbables las horas, los días, los años y los siglos. El bronce que mantiene, en figura humana, la lección contradictoria de nuestros anales públicos. Monumento este a cuya sombra el estudiante de filosofía política puede obtener las más curiosas respuestas para sus sorpresivas preguntas. Sobre todo ahí aprende la exacta verdad de lo transitorio de los juicios alzados sobre las pasiones del momento: donde los godos hicieron degustar a Antonio Leocadio Guzmán la amarga saliva de la inminente agonía, los liberales vencedores lo llevaron a la perennidad gloriosa del heroico metal. No hay, es cierto, juicio uniforme sobre el gran político cuya estupenda biografía nos acaba de regalar el Maestro Díaz Sánchez, pero en cambio su vida sirve para enseñar a todos el vano camino de las venganzas de la política; mientras la propia gloria que le pregonaron sus amigos, bien puede tomarse como ejemplo vivo de poco precio de las consagraciones oficiales”.

La Catedral de Caracas

La Catedral de Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Catedral de Caracas

La Catedral es un emblema de Caracas. Dibujo de Ramón Bolet, 1854

     Es la primera iglesia de la ciudad de Caracas, construida en el siglo XVI. A lo largo de su existencia ha sufrido importantes modificaciones como ampliaciones, eliminación del tercer cuerpo de la torre campanario, cambios en los materiales de su cubierta y en la forma de sus columnas, aumento de la altura de fachada, entre otras.

     En este lugar reposaron los restos de nuestro Libertador desde 1842 hasta 1876, cuando fueron trasladados al Panteón Nacional. La Catedral conserva valiosas imágenes religiosas, retablos coloniales, y obras artísticas de distintas épocas. En 1957, fue declarada Monumento Nacional.

     Ubicada justo al frente de la plaza Bolívar de Caracas, la Catedral contempla el pasar de miles de personas diariamente, albergando una gran cantidad de tesoros históricos en su interior, de estos se pueden destacar los restos de los padres y esposa de Simón Bolívar, un cuadro de grandes proporciones de Arturo Michelena que jamás pudo ser concluido y en el cual se puede apreciar “La Última Cena”.

     Uno de los cronistas que ha relatado la historia de esta singular iglesia es el escritor y periodista Lucas Manzano (1884-1966), quien en un libro póstumo, titulado Tradiciones Caraqueñas, publicó un extenso trabajo sobre el más antiguo templo capitalino.

     En el mismo, Manzano cuenta que era la catedral por entonces un oratorio con lo indispensable para la población. Pero a mediados del año de 1614 Caracas se daba el regalo de tener ciertas dimensiones y en el mismo lugar en el que emplazaron la primera ermita; para el fomento de la cual contribuían el Obispo Bohórquez, los encomendados y los hijosdalgos que ya tenían parné para codearse con los nobles castellanos que imponían reglas y dictaban cátedra en la villa regada por el Anauco, Catuche, El Guaire y la quebrada de Caruata, que no había descendido en categoría.

     Construida de cal y canto, pavimentado su suelo con panelas de tierra cocidas y alegrados sus muros con cuadros al óleo logrados por la “mansedumbre” del beatífico Fray Mauro de Tovar, veían los caraqueños la iglesia principal, cuando el 11 de junio de 1641 tembló la tierra con violencia tal que todo se fue al suelo.

     Fue entonces cuando Fray Mauro, revestido de serenidad y protegido por el Dios de los hombres, se encaminó pasó a paso por sobre los muros destruidos, extrajo del Sagrario la Custodia, ganó prontamente el umbral y llegando a la Plaza Mayor bendijo a la muchedumbre que aterrada ante la catástrofe alzaba sus brazos al cielo demandando perdón para sus culpas.

     A partir de aquella trágica jornada, lograda la reconstrucción de la Catedral por obra milagrosa de Fray Mauro y su colaborador Doña Mary Pérez y los Obispos que lo sucedían dejaron para recuerdo de su gobierno diocesano, emplazados allí oratorios, altares y otras obras que sumadas en conjunto dieron por resultado la iglesia que ocupa el rango de Mayor en el área Metropolitana.

     En sus cinco naves los feligreses podían orar en diez y siete altares, uno de los cuales, de plata, está dedicado al Santísimo Sacramento. Otro consagrado a Santa Ana, bajo el patrocinio de los Obispos de la Grey venezolana. El de Santiago Apóstol, patrón titular de los Reyes de España, en consecuencia, debe ahora estar de capa caída.

     Florecido de milagros hechos a los creyentes contemplan los visitantes del santo lugar el altar de Santa Rosa de Lima, Patrona de las Indias, y cerca de este el de Nuestra Señora de Antigua.

     No pocos ricos de la colonia dejaron recuerdo de su piedad en la Iglesia Mayor. Don Fernando Lovera patrocinaba el altar de Nuestra Señora de la Candelaria y lo dotó con cierta cantidad para fiestas, así como la obligación de repartir cincuenta pesos entre los pobres.

     Don Diego Monasterio dotó la Capilla del Santísimo con nueve mil trescientos pesos; este oratorio era además heredero de tres casas que rentaban ciento cincuenta pesos anuales. Los altares estaban flamantes en el año 1776, cuando otro sacudimiento sísmico derribó la Catedral reconstruida en 1770.

     En cierto lugar de la iglesia, no distante de la Cárcel para eclesiásticos, construida por Fray Mauro de Tovar, hubo gran revuelo el día 17 de abril de 1803.

     Habían llevado a hombros de científicos y gente del pueblo el cadáver del Profesor Juan Pablo Morillo, fallecido el día anterior en su residencia de “Las Madrices”.

     Por indisposición del Gobernador y Capitán Guevara y Vasconcelos, fue designado el Teniente de Gobernador y Auditor de Guerra Don Juan Jurado para que lo representase en la ceremonia de Vigilia y Misa de Cuerpo Presente.

     Jurado se presentó investido como estaba con la representación del Superior y tomó asiento en la silla designada al Capitán General. Esto no agradó a los estudiantes ni al rectorado, por lo que invitaron cortésmente a Don Juan Jurado a tomar las de “villadiego”. Este asintió la invitación como quien oye llover, por cuyo motivo se ausentaron en señal de protesta los acompañantes dejando al muerto solo.

     El muerto fue rectamente al hoyo y el vivo al brollo.

     Llevada la querella al Rey éste sentenció, reprimiendo al funcionario para que en lo sucesivo respetase a los estudiantes y no tomara vela en procesión que no fuese debidamente autorizada por el Gobernador.

     Traer el recuerdo de la vieja iglesia es añorar los sinsabores que pasó el Ilustrísimo Monseñor Coll y Prat, Obispo de Caracas, cuando el sanguinario Boves le conminó a entregarle el corazón de Girardot sepultado allí por pedido del Libertador. Nada obtuvo el testarudo asturiano ante la reciedumbre del Pastor, a quien los patricios por motivos justificados habían llevado bajo escolta a La Guaira durante los sucesos del año once.

     Un suceso pintoresco dentro de lo trágico tuvo teatro en el año 1882. Ocurrió que un orate, a quien los caraqueños mentaban con el mote de “Loco Lerdo”, pasó a mejor vida víctima de un chaleco que según él tenía la virtud de mantenerle en el espacio durante un tiempo, prudencial. Este loco de quien no hemos encontrado referencia en los papeles consultados, dicen que se lanzó del segundo cuerpo de la torre en demostración de eficiencia de su experimento y en llegando al suelo su cabeza se hizo añicos.

     Que nosotros sepamos no se han registrado en la Catedral otros acontecimientos que merezcan citarse, a no ser por la exclamación que un personaje de la revolución triunfadora en el año 1900 hiciera ante la Imagen de la Soledad. Según quienes estuvieron presentes y refieren la escena, el sujeto se arrodilló frente al nicho de la Santa, abrió los brazos en cruz y con franciscana dulzura le dijo a la Virgen: 

 ̶̶     ¡Madrecita linda! No te pido nada, haz sí que me pongan donde “hayga” algo que de lo demás me encargo yo. . . 

     A la Iglesia Mayor le han salido en competencia dos rivales: ellas son las Basílicas de San Pedro Apóstol, en “Los Chaguaramos” y en “La Florida” la Basílica de Nuestra Señora de La Chiquinquirá.

     Siendo como es Venezuela, país poderosamente rico, debiera acometerse la continuación de la reforma llevada a efecto por el gobierno que presidió el General Juan Vicente Gómez, pues así la Catedral de Caracas ocuparía el puesto que en justicia le corresponde como Iglesia Mayor de la capital venezolana.

     Ojalá Dios lo quiera, amén.

La Caracas de 1810-1817

La Caracas de 1810-1817

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Caracas de 1810-1817

     Para esta oportunidad haré referencia a la historia de Caracas de acuerdo con lo estructurado por el politólogo e historiador venezolano Tomás Polanco Alcántara (1927-2020) en uno de sus textos cuyo título fue Historia de Caracas, publicado por la Gobernación del Distrito Federal en 1983, a propósito de la aprobación de la enseñanza de la historia regional en Venezuela, como complemento del aprendizaje de la “historia patria” en el año de 1979.

     El texto se inicia con una breve referencia al pasado colonial o Antiguo Régimen. El énfasis mayor se encuentra en lo acontecido luego de 1810 y las referencias que sirven de ejemplo de cómo desde la ciudad de Caracas se fue extendiendo la emancipación y la ruptura del nexo colonial. Así, rememoró Polanco la Caracas de 1810 expresada desde las páginas de la Gaceta de Caracas en que mostraba aún un lenguaje de armonía, concordia, optimismo y convivencia pacífica, aunque con huellas de incertidumbre acerca del futuro, en especial por lo acontecido en la península, las abdicaciones de Bayona, la presencia de Napoleón y sus tropas en territorio español y la conformación de una Junta Suprema a favor de Fernando VII.

     En su descripción, indicó que existía, entre los caraqueños, un convencimiento acerca del carácter provisional de la Junta Suprema, mientras Fernando VII estuviera en manos de Napoleón. También, la misma Junta aprobó por decreto la libertad de comercio con España, a la que se hizo referencia como “nuestra Patria común”. Según este historiador, Caracas no reveló cambios significativos en “su vida ordinaria”. Se llamó a elecciones para la votación de diputados y varios de los nombres propuestos para elegir o ser electos fueron los mismos que habían dado contribución monetaria para combatir a Miranda en 1806. La vida en los puertos y los tratos comerciales, aún para 1810, siguió su curso normal de intercambio histórico con España.

Terremoto de Caracas, 1812; Tito Salas 1929, óleo sobre tela

     Sin embargo, a medida que avanzaban las tropas de Napoleón dentro del territorio español y se conocen los pormenores que rodearon lo acontecido con las abdicaciones de Bayona y los intentos de Fernando para establecer una alianza con Napoleón, sirvieron de acicate para crispar los ánimos entre las elites americanas y, por supuesto, caraqueña. Un conjunto de factores políticos, sociales y económicos terminaron de convencer a las élites venezolanas para declarar la independencia en julio de 1811 y establecer una república federal.

     Bajo este marco, Polanco ofreció una descripción de lo sucedido luego del terremoto ocurrido el Jueves Santo, durante el 26 de marzo de 1812. Escribió que la comunidad caraqueña estaba muy agitada por los cambios políticos del ínterin. A ello se sumó las dificultades económicas derivadas de la escasez en todos los órdenes, los enfrentamientos armados y las noticias provenientes de Europa y las dificultades que atravesaba la monarquía española frente a la política napoleónica. En este contexto, el movimiento telúrico de 1812 despertó una mayor incertidumbre por los estragos que causó a la ciudad.

     Por esta razón Polanco argumentó que en circunstancias diferentes su impacto, en la sociedad caraqueña, pudo haber sido otro.

     El autor relató algunos pormenores que rodearon la experiencia posterior al terremoto del doce, a partir de información proveniente de la Gaceta de Caracas. Se sabe que uno de los usos que se hizo del mismo fue para señalar a los republicanos como pecadores y que, por tal circunstancia, el terremoto había sido consecuencia de la ira divina. Ahora, lo que destacó, de modo notorio, Polanco, fue su impacto urbano. Así, una de las primeras consideraciones que se hicieron para el momento, entre las autoridades citadinas, fue la de trasladar los pobladores de la Provincia o “fundar una nueva ciudad en la hermosa explanada de Catia, donde se respira un aire puro, se siente una temperatura más deliciosa y se disfruta de aguas excelentes”. De igual manera, se propuso dejarla en el mismo lugar para aprovechar los materiales, las calles, los puentes y acueductos, así como estudiar las características que deberían poseer las construcciones para evitar colapsos en situaciones similares, como la del doce, en el futuro.

     El autor indicó que las mismas condiciones políticas impidieron un debate mayor, acerca del asunto de la mudanza, y la población quedó en la misma área. Para la redacción de su relato hizo uso también de las Actas del Cabildo, en que, según su razonamiento, aparecen documentos de imponderable interés para evidenciar la magnitud de los efectos del movimiento telúrico. De acuerdo con sus pesquisas, el palacio arzobispal y los salones del cabildo habían sufrido graves daños, y que por tal motivo quedaron inhabilitados. Por lo que los cabildantes se reunían en la capilla provisional de Ñaraulí.

     Con la destrucción de la Catedral se hizo necesario considerar la construcción de una nueva. Según un acta, con fecha 22 de septiembre de 1812, la iglesia de San Francisco había quedado en muy malas condiciones, “desplomada la pared que mira al naciente; caída la bóveda del presbiterio, averiado el Arco Toral, y en tal forma inhabitable el convento anexo que los frailes formaron habitaciones provisionales en las afueras de la ciudad”. En su narración destacó que, alrededor de la capilla de Ñaraulí se encontraban reunidas cerca de doce mil personas en campamentos improvisados. Las lluvias que siguieron al movimiento de tierra agravaron las condiciones de la ciudad y la vida de sus habitantes.

     En meses posteriores, como en septiembre y octubre, las lluvias continuaron y entre los pobladores se experimentaba pesadumbre ante las inclemencias naturales y las consecuencias que había dejado el sismo. “Temblaba casi todos los días”, por tal motivo muy pocos querían permanecer en sus lugares de habitación. Por otro lado, la reconstrucción de la Catedral constriñó al cabildo metropolitano a poner en venta varias de sus alhajas de plata para cubrir los gastos. Todavía para 1814, la Catedral estaba reducida a una sola nave y no poseían techo el presbiterio ni el crucero.

     Polanco refirió que en un acta de abril del año 1816 los integrantes del cabildo habían estampado que casi todas las iglesias de la comarca estaban en ruinas y muchas inhabitables. Para 1817 las autoridades de la ciudad comenzaron a considerar la posibilidad de trasladar la capital a otro lugar. Citó el contenido de un acta del cabildo, con fecha 16 de septiembre de 1816, en que se calificó la situación de Caracas como de “extremidad infeliz”.

     Para 1816 los vecinos y pobladores de la ciudad fueron testigos del cambio de autoridades, cada una de las cuales imponía otros tratos administrativos. Polanco lo reseña del siguiente modo: la llegada de Monteverde, el restablecimiento de la autoridad republicana, la huida de Bolívar y la llegada de Boves, el regreso de Bolívar y su presurosa partida hacia oriente, seguido por una cantidad importante de familias caraqueñas y la restitución del gobierno en manos de los españoles europeos. 

     A los daños físicos producidos por el temblor del doce se sumaron las pérdidas de vidas humanas, producto del conflicto armado y la emigración del catorce. Polanco ofreció algunas cifras a este respecto, basado en testimonios de la época y posteriores a los años referidos hasta ahora. Alrededor de diez mil personas habrían desaparecido con el terremoto, cinco mil almas perecieron en la guerra y catorce mil personas se contaron entre los emigrados en 1814.

     El número de afectados no se sabe con precisión, no obstante, Polanco estableció que la cantidad de pobladores de Caracas no superaba los cuarenta mil. Concluye, en lo concerniente a este punto, que durante los años que abarcan entre 1811 a 1816, el sismo, el conflicto armado y las emigraciones “reducen brutalmente a la mitad la población de Caracas”. La tragedia de la ciudad se puede simplificar con la rememoración de: edificios destruidos, reducción violenta de la población, alteraciones en las formas de gobierno que bascularon entre la monarquía y la república y fuerte disminución del intercambio comercial, tanto al interior del territorio como fuera de él. 

Después del terremoto de 1812 se planteó fundar una nueva ciudad en la hermosa explanada de Catia

     Es necesario añadir que Caracas permaneció, desde 1815 hasta 1821, en manos de los defensores de la causa del rey, lo que remite a estudiar la historia de este período de un modo que permita una aproximación a un espacio segmentado por la guerra y por la práctica política. Polanco recordó lo contemplado en el Reglamento de Policía dado a conocer en septiembre de 1815. Entre algunos de sus apartes tenemos los siguientes: prohibición de pedir limosna de puerta en puerta y fuera de la localidad, la obligación de hacer trabajar a los “ociosos que abundaban en las calles a ración y sin sueldo”, la obligación de portar pasaporte incluso blancos y sacerdotes, promoción de escuelas públicas, prohibición de armas ofensivas no así las espadas que correspondieran a las personas de calidad, permiso para mudarse de un lugar a otro, proscripción de circulación privada de cartas, papeles, manuscritos e impresos.

     De acuerdo con testimonios de la época la Universidad de Caracas no se vio muy afectada en su funcionamiento y actividades. Por los avisos publicados en la prensa de la época, léase: Gaceta de Caracas, Polanco dedujo que, además de la universidad, desde 1815 se aprecia el empuje de actividades económicas y la venta de libros. Aunque la poca actividad económica se veía estorbada por el requerimiento de empréstitos altos que había llevado a la bancarrota a varios comerciantes. En lo referente al ámbito jurídico, que dependía de Caracas, experimentó un cambio con la reinstalación en la ciudad de la Real Audiencia, orden dada por el Rey el 27 de diciembre de 1815.

     De manera paulatina, el comercio comenzó a experimentar cierta recuperación, al haber un incremento en la producción de café, cacao, añil, algodón y cueros. Según relata Polanco, hubo esfuerzos por recuperar la normalidad del funcionamiento institucional. El 24 de julio de 1816 se hizo público el nombre de quienes ocuparían los cargos de Capitán General, Auditor de Guerra, Secretario, Real Audiencia, oidores, fiscales, Intendente y autoridades de la Iglesia. 

Con la destrucción de la Catedral se hizo necesario considerar la construcción de una nueva

     De acuerdo con esto se puede considerar las intenciones de reconstrucción avaladas por las autoridades españolas. Pero, la provincia había experimentado la disminución de las actividades generadoras de riqueza, los pobladores habían sufrido los rigores de un movimiento telúrico y de la guerra, tal como lo hizo saber el Fiscal de la Real Hacienda, el 25 de septiembre de 1816. Por si esto fuera poco, cada día era necesario utilizar la fuerza de las armas para mantener el orden público y las acechanzas enemigas.

     Asimismo, las autoridades coloniales llamaron a un concurso para trabajos escritos en que se explicara la legítima y exclusiva propiedad de los soberanos de España sobre los territorios del Nuevo Mundo. En las postrimerías de 1816 se llevó a cabo el acto de premiación. El ganador fue un joven universitario de nombre Rafael de Arvelo, también se otorgaron reconocimientos a otros alumnos que presentaron disertaciones acerca de Derecho Canónico y Jurisdicción Eclesiástica.

     Para el año de 1817 se hizo un despliegue militar, acompañado de repique de campanas, descargas de fusilería y actos religiosos a propósito de la llegada de los Sellos Reales para el despacho de la Audiencia. En este año el Cabildo se dio a la tarea de discutir una petición proveniente de los vecinos de Valencia, quienes pretendían que la capital se instalara en esta comarca del centro del territorio venezolano. Gracias a las actas y lo en ellas estampado se puede precisar la situación de Caracas para este momento. Polanco presentó algunas de estas características. Ella contaba con buenos afluentes hídricos, también en ella, durante casi todo el año, se disponía de naranjas, limones, melones, sandías, verduras, variedad de flores y hierbas medicinales. Para el 29 de octubre de 1817 se promulgó un documento en el que se ratificó a Caracas como capital y ciudad más importante de la Provincia. Así, se ratificó que Caracas sería la capital de la provincia, amén de su infraestructura y bienes naturales.

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