Lola Fuenmayor

Lola Fuenmayor

Por Martín de Ugalde

Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela.

Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela.

     “Era el año 1900. Como en cada centenario, las gentes hablaban de fin de mundo. En la andalucísima Sevilla, donde acaba de quedarse viuda doña María Luisa Rodríguez, aún se exageraba más. Pero ella lo tomaría en serio. Calculó, sin duda, que a lo que se referían los “papeles” y los curas en sus sermones era al mundo viejo, que ya hacía agua, y zarpó Guadalquivir abajo, con lo que le quedaba, rumbo al nuevo mundo de otra esperanza mejor.

     Lo que le quedaba era bien poco: su viudez pobre y una recomendación perentoria de su médico: “Un viaje, doña María Luisa, y a olvidar. Porque recuerde que tiene dos hijos y la necesitan”. Ese era un consuelo: Gabriel (4) y Lolita que cumplió tres en el vapor. Y quería rescatarlo para plantarlo en otras tierras, más descansadas, más frescas.

     El vapor hizo escala en Puerto Príncipe. El barco no hizo más que zarpar rumbo a La Guaira cuando se produjo una terrible tempestad. Desembarcó, ¡por fin! Y dio gracias a Dios por haber puesto un poco de tierra firme en aquel enorme mundo de agua, y gracias también porque puso en su camino desorientado de recién llegada a dos señoritas muy serviciales que llegaron desde Caracas para ver llegar a gentes de otro mundo, y se le ofrecieron para ayudarle a subir en carreta por el camino viejo y darle su dirección, “por si la necesitaba”.

     Doña María Luisa la necesitó. No por ella, que estaba muy mala y tenían que recibirla en un hospital, sino a sus hijos, que no sabía dónde dejarlos después de casi dos meses largos de navegar. . . Lolita, la más chiquitica que acababa de estrenar su tercer año, quedó alojada en casa de las dos hermanas Adrianza, solteras y solas, que vivían de Cipreses a Hoyo, donde funcionaba entonces el “Colegio Nacional de Niñas”. Su mamá murió a los quince días. Ella tardó años en saberlo; pero después lo recordó con fidelidad de asombro durante decenas y decenas de años más. . .

     Hace aún muy pocos, doña Lola de Fuenmayor, la Lolita de entonces que cumple 56 años el 2 de febrero próximo (1952), se acongojó y comenzó a llorar durante una representación de la zarzuela “La Tempestad” en el Teatro Municipal. La sisearon, un señor pidió airado que se callara, y el Dr. Asdrúbal Fuenmayor, su esposo, la acompañó fuera del local. Por uno de esos misterios fenómenos de la psiquis humana, doña Lola recordó al cabo largo de casi cincuenta años los angustiosos momentos que pasó junto a su mamá durante la tormenta en el mar.

     Ha habido también, en la vida de doña Lola de Fuenmayor, otras búsquedas angustiosas por la soledad ancha y tierna del recuerdo materno. Ella, que escribe poemas, obras de teatro para su Colegio y poesías, tiene escondidos en un cajón de recuerdos unos versitos escritos cuando quinceañera y soñadora, se ponía a recordar a su madre imaginándose que podía ser cualquiera de las mujeres de aire dulce que transitaban frente a la puerta del Colegio:

“Cuando una mujer veía
yo a mí misma me decía:
¡Si será mi madre esa! . . .
Pero pasa. . . y no me besa
No es ésa la madre mía” . . .

Cuando apenas contaba con 9 años, Lola comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”. Además, solía dar algunas clases a domicilio.

Cuando apenas contaba con 9 años, Lola comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”. Además, solía dar algunas clases a domicilio.

     “Yo soy –dice con el aire triste de contar una broma seria– una concha de caracol que botó el mar en la orilla y la primera que vino la recogió” . . .

     Y la recogieron bien. Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela, no olvidará nunca, como no se olvida a una madre, a Panchita y María Adrianza, las dos maestras de escuela que se encargaron de ella desde el vaivén columpiado de su cuna hasta verla hecha mujer.

     Fue la lección de ejemplo que recibió Lolita en su hogar la que perdura a través de esta vida dedicada a la enseñanza, no como una misión pedagógica encuadrada en la rutina de las horas de clase, sino la más amplia misión sacerdotal de mentora, que roba inquietudes, sueños y lágrimas.

     Cuando doña Lola me dijo que el homenaje que le dedicaron el 15 de enero venía a festejar el 47 aniversario de sus labores docentes, hice mentalmente una resta. . .

–Pero, doña Lola, ¡si acaba de decirme que tiene 56! . . .

–Pues –me replicó la profesora– 56 menos 9, 47. . . ¡justo!

Y en la exclamación había un aire legítimo de reto.

     Es justamente un caso notable de precocidad rayano en lo inverosímil. Pero si lo de doña Lola, punto redondo. Si se le dice que exagera, por lo que le queda de andaluza, es capaz de disgustarse. Pero a quien ha cruzado el mar, con tempestad y todo, a los tres años, y funda el “Colegio Santa María” a los cinco, hay que creerle capaz de iniciar sus labores docentes a los nueve años de edad.

     Aún le queda de aquella tierna experiencia de sus cinco años el recuerdo de Edit, y a Enriqueta y Canuta, “dos negras grandotas” de trapo que asistían silenciosas y asombradas a las clases parlanchinas de Lolita, la maestrita de un lustro redondo. Doña Lola logró conservar durante algún tiempo las 52 muñecas que constituían su “Santa María” de entonces, que poco a poco han ido desapareciendo camino de casa de otras alumnitas menos quietas, menos atentas, pero, por eso, más reales, con quienes le tocaba batallar ahora.

     A sus nueve años justos, Lolita comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”, de Mijares a Mercedes. Además, solía dar algunas clases a domicilio. Ella recuerda a unos niñitos Castillo, a quienes enseñaba a leer y escribir por diez pesos al mes. A los 12 era profesora de Geografía e Historia Universal en el “Colegio Nacional de Niños”, donde le pagaban ya 60 bolívares mensuales “que eran 15 pesos” . . .

     Yo quise averiguar la relación exacta del peso con el bolívar. Doña Lola no me supo explicar más que el peso valía cuatro veces más. Después de la entrevista, don Juan de Guruceaga me aclaraba que, aunque los cálculos se hicieran siempre en pesos, no existía ninguna moneda que lo representara. El patrón de moneda era el bolívar, pero se seguía calculando en pesos imaginarios llamados “macuquinos” de un valor equivalente a cuatro bolívares justos.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

     “Aquellos eran otros tiempos – me dice – Diez pesos me daban entonces para vestirme, calzarme, pagar las lecciones que recibía yo y una sirvienta, de esas que le cuestan hoy más que un Cadillac”…

     Los 14 era profesora normal. Recibió el grado en la Escuela Normal de Mujeres. La de hombres vino más tarde; y fue ella precisamente una de las fundadoras. Comenzó a dar clases en el Colegio “San José de Tarbes” y en el “Santa Teresa de Jesús”.

     Cuando se casó, doña Lola tenía 23 años, porque. . . “tengo 33 años y medio de casada”. Se casó un 28 de julio con el Doctor Asdrúbal Fuenmayor Rivera en el templo de Las Mercedes. El Doctor Fuenmayor es abogado que sigue ejerciendo y “tiene negocios”. Tienen también seis hijos: Manuel Fernando (32), Rebeca Margarita, Luis Augusto, Gustavo, Asdrúbal y María Cristina.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

     Doña Lola de Fuenmayor ha tenido recesos forzosos en su labor docente, impuestos por sus deberes maternos; pero nunca se ha separado enteramente de lo que ha venido a ser su razón de vida. Durante un tiempo fueron a vivir a Antímano, para descansar un poco fuera de la capital.

     Pues doña Lola se las ingeniaba para llegar a lo que llaman el Alto de la Iglesia y dar clases de puericultura y primeras letras, para satisfacer esa necesidad instintiva de dar algo suyo a quien necesita.

     Hoy esa siembra ha dado frutos ubérrimos de buena semilla y bajo la mirada escrutadora, un poco áspera, de doña Lola han pasado en estos quince años de vida del Colegio “Santa María” más de 15.000 alumnos. Algunos más habrán pasado por sus manos durante los 32 años que le precedieron, sin contar las muñecas de aquel Colegio “Santa María” que dista más de medio siglo.

     El Colegio se instaló en una casa de Curamichate a Rosario el primero de octubre de 1938. Respondía a su impulso de siempre de crear un plantel propio, desde que cumplió sus cinco años. a mes y medio corto de distancia tuvo que mudar sus clases a otra casa más capaz, de Colón a Cruz Verde, donde se mantuvieron por espacio de once años. “La Avenida Bolívar nos sacó de ahí” … y apenas hace cuatro años que se trasladaron a los locales que ocupan hoy, de Velásquez a Santa Rosalía, donde cursan estudios cerca de un millar de alumnos. El Colegio tiene además un internado, situado entre los puentes Restaurador y Soublette, con 135 pupilos. Considerado como uno de los más completos del país, consta de clases para los cuatro años de normal, cinco años de bachillerato, una primaria completa e instrucción deportiva con profesores especializados en cada deporte.

     Lola de Fuenmayor, nacida Lola Rodríguez, es una mujer de carácter, que no fuma ni le gusta que fumen los demás, voluntariosa y de una enorme capacidad de trabajo. Tiene el pelo entrecano y rebelde, apenas domado en rizos y las cejas negras. Lleva grandes aretes, como los pendientes de las gitanas andaluzas, y unas gafas de carey que enmarcan unos ojos cansados, pero vivos e inteligentes. Doña Lola lleva también, sin adorno, arrugas como surcos de gran trabajadora. Cuando le pregunté por la satisfacción más grande recibida en su larga vida dedicada a la enseñanza, me contestó sin titubear:

–La Universidad. . .

 

–¿Y de los contratiempos?

 

–Muchos. Pero recuerdo uno que me dolió mucho: la acusación pública de una madre que “me llamó ladrona”, porque “había robado el tiempo y el dinero de una hija suya que no había conseguido pasar aquel año…”

     Y doña Lola se ha puesto de repente sería, como si aún le hicieran daño en los oídos las palabras injustas de una madre ciega de cariño por su hija.

–Y otro– dice como para cambiar el tema– que tampoco podrá olvidar nunca: el caso de una alumnita mía que salió del colegio sonriente un atardecer, y a las 12 del día siguiente estaba muerta…

     Y esta madre de tanto niño, huérfana desde sus tres añitos, vuelve su mirada hacia adentro y relee como a hurtadillas aquel versito que escribió cuando tenía 15 años y aún creía que su mamá, de alguna manera, iba a buscarle otra vez:

“Cuando una mujer veía
yo a mí misma me decía:
¡Si será mi madre esa! . . .
Pero pasa. . . y no me besa
No es ésa la madre mía” . . .

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, septiembre de 1951.
Consideraciones sobre el carácter nacional del venezolano

Consideraciones sobre el carácter nacional del venezolano

Miguel María Lisboa (Consejero Lisboa), primer embajador del Brasil en Venezuela entre 1843 y 1853, autor de una crónica de viaje en la que relata, entre otros, aspectos socioculturales del país.

Miguel María Lisboa (Consejero Lisboa), primer embajador del Brasil en Venezuela entre 1843 y 1853, autor de una crónica de viaje en la que relata, entre otros, aspectos socioculturales del país.

     Mientras Miguel María Lisboa o Consejero Lisboa (1809-1881), tal como se le conoció entre los venezolanos, estuvo en Venezuela como representante plenipotenciario del reino del Brasil, Rosti (1830-1874) llegó a Venezuela con las pretensiones de dar continuidad al periplo realizado por Alejandro de Humboldt (1769-1859) a finales del 1700 e inicios del 1800. Luego de haber visitado los Estados Unidos de Norteamérica y México, donde pernoctó durante enero de 1857, Rosti se trasladó a La Habana en donde estuvo por un lapso de cinco meses.

     Posteriormente, llegó a Venezuela donde permaneció durante cinco meses. Sus impresiones sobre estas visitas las estampó en un libro publicado en Pest, Hungría, lugar en el que había nacido. Perteneció a la élite letrada de su país de origen, legataria de los reformistas que protagonizaron la Revolución de 1848-1849. Fue un creyente fervoroso de la democracia parlamentaria. Estudió música, ciencias y botánica. Fue húsar de caballería en la revuelta de 1848. Luego de la derrota de este movimiento se refugió en Múnich, lugar éste en el que estudió química. Desde Alemania se trasladó a París, donde perfeccionó el arte fotográfico, además de estudiar geología y etnografía.

     El día 4 de agosto de 1856, Rosti partió de Francia para el continente americano. Regresaría a Hungría el 26 de febrero de 1859. A raíz de este viaje escribió Memorias de un viaje por América, libro con el cual fue incorporado a la Academia de Ciencias húngara. En su texto dejó estampado que luego de haber sido sofocada la revolución húngara, debido al intervencionismo austríaco y ruso, el único medio para que los letrados tuvieran un cauce de expresión fueron el ámbito artístico, la ciencia y la literatura.

     Desde esta experiencia subrayó que una de las maneras de contribuir con esta dimensión de lo social y expresión espiritual humana, estos ámbitos se convirtieron en un sagrado deber para sus coterráneos. Calificó a su escrito como una contribución o grano de arena para ese crecimiento espiritual. “Con semejante grano de arena pensaba yo acudir al altar de mi patria, en cuanto proyecté mi viaje americano, cuyo resultado comunico a mis compatriotas en el presente trabajo”.

     En este sentido, sumó a sus consideraciones, relacionadas con el propósito que tuvo al escribir Memorias…, que desde que era un niño había tenido en mente incrementar la literatura patria con algún aporte literario. Indicó, de igual manera, que los dos años que había estado entre Francia e Inglaterra perfeccionó el arte de la fotografía con el propósito de sumar su aporte, “para difundir el conocimiento relativo a la tierra casi no hay medio más eficaz que el de poder ofrecer claras imágenes, mediante fotografías caracterizadoras, fieles, de algunos paisajes de las diversas regiones, sus ciudades, sus edificaciones, plantas”. Consideró que el motivo axial de las líneas por él redactadas, así como las imágenes captadas con el daguerrotipo, serían la más fiel expresión de lo observado y vivenciado en las zonas de América donde permaneció por algunos meses.

     Así, no deja de ser interesante una aproximación a los relatos tramados por Rosti y Lisboa. Primero por el lugar de origen de cada uno de ellos. Además, de los motivos a partir de los cuales estuvieron en Venezuela. Rosti de origen europeo y quien llegó a estas tierras con el propósito de dar a conocer, especialmente por medio de la fotografía, a sus compatriotas pormenores de otras realidades distintas a las conocidas en el Viejo Continente. Lisboa, en cambio, aunque permaneció en tierras venezolanas por deberes diplomáticos, tuvo también como intención dar a conocer experiencias de espacios territoriales contiguos con el reino brasileño. Lisboa escribió el libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, publicado en Bruselas (1866), y el cual lo había escrito trece años antes de ser dado a la imprenta.

El venezolano se ofendía si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

El venezolano se ofendía si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

     De igual manera, es importante apreciar algunas de sus impresiones relacionadas con lo que en el decimonono se conoció bajo el nombre de carácter nacional. Término o concepto legatario de la idea de alma nacional forjado en el 1700 europeo. Con aquel concepto se pretendió aprehender o asir la esencia, sustancia o formas de ser de las comunidades nacionales. Se forjó conjuntamente con el racialismo y las condiciones geomorfológicas que determinaban formas de ser, así se creía. Por lo general, debe ser asociado con una disposición inmutable o una impronta con la cual determinar atributos y peculiaridades de los pueblos. Se debe agregar, en este sentido, que lo que entre el 1600 y el 1700, en Europa, se generalizó con la denominación Pintoresco para dar cuenta de esas peculiaridades, así como de lo relacionado con edificaciones y características físicas de cada espacio territorial también pasaron a formar parte del carácter nacional.

El resultado del periplo de Rosti fue una colección de fotografías y la publicación en 1861 de su diario Memorias de un viaje por América.

El resultado del periplo de Rosti fue una colección de fotografías y la publicación en 1861 de su diario Memorias de un viaje por América.

     Rosti expuso, a propósito de su paso por los Estados Unidos de Norteamérica, que las características de la naturaleza en este país no despertaron mayor interés en él, sino las condiciones sociales, radicalmente distintas de las que se experimentaban en Europa, tanto en sus instituciones como en el desarrollo político. Desde esta perspectiva agregó que para la clasificación y jerarquización de lo observado en el norte, no eran suficientes para unas consideraciones equilibradas, por eso las silenció en su escrito para no caer en juicios precipitados y una manera de ver unilateral. Además, porque podía caer en ideas torcidas, configuradas a partir de puntos de vista asimilados de otros, quizás errados por tener informaciones incompletas. Por tanto, optó por difundir lo relacionado con una porción de Sudamérica y “tomé la pluma para ayudar a llenar de alguna forma, el vacío de nuestra literatura en este ramo”.

     Por otra parte, en cuanto a la caracterización que hizo de los caraqueños frente a los habitantes de La Habana estableció que las diferencias entre unos y otros se debía a que los cubanos habían sido colonizados por catalanes, mientras los caraqueños, y venezolanos en general lo habían sido de los andaluces, aunque también sus acciones estaban determinadas por el medio físico. Sin embargo, existían rasgos comunes entre ambas comunidades humanas. En este orden de ideas, subrayó que el criollo mostraba, en ambos lugares, ambición, deseo de dominio, orgullo, al lado de una fuerte disposición a la hospitalidad y la caballerosidad, así como la apatía e indolencia ilimitadas en el ámbito de la política.

     El Consejero Lisboa, quizá por su experiencia vital como suramericano, aunque de origen portugués, no tenía señalamientos similares a los de Rosti, así como de muchos otros europeos quienes estaban marcados por la Leyenda Negra forjada frente al imperio español. Aunque Rosti no debe ser contextuado bajo esta disposición sus indicaciones sobre los habitantes de América que conoció, era la de tipos holgazanes y poco previsivos ante el futuro. Lisboa también ponderó el carácter hospitalario, la indulgencia y la suavidad de carácter del sudamericano, en especial, los mantuanos de Caracas.

     No obstante, ante esa actitud indulgente del caraqueño de posición social holgada, también mostraba un orgullo exagerado, así como a desviar la mirada frente a los requerimientos de los extranjeros por lo que éstos apreciaban como algo irregular. En este sentido, Lisboa expuso sobre lo ofendido que se mostraba el criollo si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

Pal Rosti, naturalista húngaro, pionero de la fotografía paisajista en Venezuela (1857).

Pal Rosti, naturalista húngaro, pionero de la fotografía paisajista en Venezuela (1857).

     Sin embargo, ambos coincidieron en algunas consideraciones respecto a la realidad política venezolana. Rosti como un geógrafo y amante de las ciencias naturales alabó con frecuencia la flora venezolana. Al igual que Lisboa que vio en el Bucare y el Cedro árboles cuya frondosidad eran de una beldad digna de ser destacada. Rosti encumbró el Samán, muy marcado por su amigo y ductor, Humboldt, así como lo hicieron respecto a la Sierra y la Silla. El cerro Ávila fue en realidad una montaña que despertó en el viajero gran expectativa y admiración.

     En lo atinente a las consideraciones políticas, ambos coincidieron con la dinastía de los Monagas y la forma autoritaria de hacer política. Lisboa le prestó gran atención como una experiencia que había marcado al venezolano a partir de 1848. Al hacer referencia a la vida social y a vicios que se comenzaron a generalizar en la década del cincuenta del 1800, como los juegos de azar, así como que vio en aquella un catalizador. Incluso la inseguridad que imperaba en ese momento la adjudicó a los eventos de enero de aquel año.

     Así, Rosti quien llegó a escribir el impacto que experimentó en su alma con la exuberancia natural del trópico, la confrontó con la incertidumbre del futuro del país, no sólo adjudicado a vicios de las personas, sino a la forma de gobierno, con sus “muchas desventajas, el fanatismo con sus innumerables prejuicios y supersticiones, y con los que mantenían al pueblo en la ignorancia”, así como que concitaban una excesiva influencia de algunos sectores sociales sobre otros.

     De manera similar, Lisboa agregó que entre la “población baja” de las ciudades de Venezuela su forma de actuar era dócil. Señaló que, excitada, engañada o seducida, hace bulla, vocifera y comete excesos estimulada por agrupaciones y facciones políticas en pugna. “El pueblo de las ciudades en Venezuela es pues un pueblo manso y sencillo”. Si los sectores privilegiados de la sociedad caraqueña mostraban patriotismo y “espíritu de nacionalidad”, también se caracterizaban por los “hábitos de inacción y de indiferencia política”.

     Con el uso de otros calificativos Rosti argumentó que el mal de la sociedad caraqueña y venezolana, en general, estaba en la corrupción de las personas y en su incapacidad para la acción autónoma. Aunque existían excepciones, los males que la aquejaban no se solucionarían con nuevas revoluciones y con cambios anuales de gobierno. Por eso escribió: “Es difícil que Venezuela, abandonada a sí misma y bajo un gobierno criollo y republicano, llegue a ser floreciente pronto”.

     Lisboa formuló que uno de los males de las sociedades de Hispanoamérica, sin que incluyera a Brasil dentro de la problemática heredada de la esclavitud, era el resultado de lo heredado con las relaciones esclavistas, por tanto, el fracaso del republicanismo encontraba explicación en esas relaciones. Puso como ejemplo a la ciudad de Caracas que, para el momento de la Independencia, su población estaba compuesta de manera mayoritaria por personas bajo el régimen de la esclavitud. Población que mostraba en el “pueblo bajo” rasgos de carácter marcados por la “confusión de ideas y sentimientos”. En términos generales, para el noble brasileño uno de los más poderosos argumentos en contra de la esclavitud, era la facilidad con la que la juventud educada bajo sus parámetros obtenía hábitos de despotismo para la “abstinencia y la abnegación que exigen las formas de gobierno representativo”.

     Si se puede hablar de coincidencias entre Rosti y Lisboa es la idea según la cual los pueblos de la América española al superar al régimen colonial, de inmediato entraron en una guerra intensa contra la antigua metrópoli, que permitió la gloria militar, pero, a su vez, fueron pueblos sometidos a un nuevo despotismo no menos violento que el español.

Gardel, ídolo eterno

Gardel, ídolo eterno

Gardel es un caso excepcional: aunque murió en 1935, sigue vendiendo más discos que cualquier artista en plena popularidad y más que Carusso, considerado el cantante más fabuloso de todos los tiempos. Luis Izquierdo, caraqueño fanático de Gardel, tiene más de mil canciones en su voz, grabaciones en francés y todas sus películas, grabadas en cinta magnetofónica. Su último tango en Bogotá, cuando se despidió, fue “Tomo y Obligo”. Dos noches antes una bella muchacha le había pedido llorando que no viajara porque había soñado que dos aviones chocaban en el aire. Gardel, supersticioso, se preocupó un poco, pero después comentó: ¡Pobre locuela! En este reportaje, tal vez el más completo de los que se han publicado en Venezuela, está toda la vida del ídolo del tango.

Por Víctor Manuel Reinoso

A Gardel le gustaba más conversar que beber y en Caracas rechazó invitaciones con tal con tal de irse con sus amigos a charlas a una cafetería de Puerto Hierro.

Naum Imber en compañía de su hija Sofía y su yerno Guillermo Meneses

     “Hace dos semanas, a “Élite” llamó uno de sus amigos.

     –Ustedes saben que este 24 de junio se cumplen 30 años de la muerte de Gardel. Es una fecha especial. Las revistas y diarios han hecho crónicas; de todas maneras, yo les llamo porque creo que ustedes pueden hacer la crónica más completa que se haya escrito jamás sobre Gardel. Yo tengo un amigo que no solo tiene en discos y cintas magnetofónicas casi todo lo que cantó el “Morocho del Abasto”; también tiene fotos inéditas y casi todo lo que se ha publicado sobre él. Mi amigo se llama Luis Felipe Izquierdo. Les voy a dar su teléfono.

     En la revista, Arístides Parra, me dijo poco después:

     –Reinoso, llame a este señor. Es, tal vez, el más fanático gardelista que hay en Venezuela. La tarde de un sábado este señor superó todas las expectativas.

     Luis Felipe Izquierdo es un hombre callado de 32 años, oficinista del Ministerio de Sanidad. Vive en una modesta casa a media cuadra del Nuevo Circo. Ha tenido que llegar a su casa un amigo suyo, el poeta José Francisco, para que sepamos que Izquierdo vive no lejos del lugar donde soñó con ser torero.

     Durante 13 años se arriesgó en el ruedo. Cuando vio que la fama tardaba regresó a su casa, contrajo matrimonio y se dedicó a trabajar como un burócrata más. Pero Izquierdo no solo es aficionado a los toros. Desde que tiene uso de razón es gardelista. Nacido en San Agustín del Sur, su madre, Vicenta Emilia Izquierdo, se lo llevaba de la mano cada vez que daban las películas de Gardel en el cine del barrio. Izquierdo, de esa forma, heredó la pasión por el tanguista que, a pesar de su muerte, no pasa de moda.

     Yo había entrevistado gardelistas. Hace un par de años un grupo me sorprendió cuando me dijo que ellos tenían 536 canciones distintas del “Zorzal Criollo”. Pero Izquierdo, sin duda, los supera. Confiesa tener más de mil de las 1300 canciones que cantó Gardel. Lo que no tiene en discos lo tiene en carretes de cinta de todos los tamaños. Y no para allí. Tiene grabados en discos las 7 películas de largometraje que filmó el “Rey del Tango”. Cualquiera sabe que el tango más famoso “La Cumparsita”. Y bien: Izquierdo tiene una grabación de ese tango cuando se llamaba “Si Supieras”. Mientras hablábamos, nos estuvo haciendo escuchar títulos que no habíamos oído jamás. Izquierdo es de los gardelistas que no sólo tienen palabras que Gardel grabó para los latinoamericanos en Nueva York antes de emprender la jira donde lo esperaba la muerte, sino de los que tienen el primer saludo que, a Gardel, después de grabarlo, no le gustó. .

     Gardel, preocupado de su repertorio, a veces grabó hasta 3 veces una misma canción, con guitarras y con orquesta. Entre las que grabó 3 veces se cuentan “Mano a mano, Rosa de otoño” y “Mariposa”. Y bien: Izquierdo tiene todas estas versiones. ¿Cómo pudo conseguir tanto? Muy sencillo: escribiendo. Jorge Fuvetto, de Buenos Aires; Gilver Mammeris, de Puerto Rico y Antonio Montañés, de Brooklyn, USA, le han mandado la mayoría de las novedades que posee. Él no ha podido mandarles sino recortes. Los dos primeros tenían todo lo que grabó Gardel. Con los coleccionistas de Caracas sí hace intercambios. Entre estos están David Gimón Arroyo, Ulises Mota Carpio, José Francisco Martínez, Juan Moreno Gómez, Raúl Pérez Almeida, y otros.

 

Una maleta repleta de historias

     Izquierdo tiene una salita que es un verdadero santuario de Gardel. Muchas fotos en las paredes; muchos discos en un mueble, centenares de cintas. Gardel, para él, no es sólo el mejor cantante que ha habido. Es, aunque no lo confiese, su Dios. Mientras se dirige a su dormitorio, nos deja escuchando unas palabras de Tito Guizar que habla de su amistad con “El Zorzal” en Nueva York y regresa con una maleta grandísima.

     –Aquí tengo casi todo lo que se ha publicado sobre Gardel –dice–. Un momento después, mientras oímos a Gardel cantar en francés “Madame C’est Vous”, Izquierdo no sólo saca diarios y revistas de Argentina y otros países; también saca libros:

     –Esta “Vida de Carlos Gardel”, de Francisco García Jiménez, es una de las cosas más completas que se han escrito sobre él –nos dice, señalándonos un libro. –Su autor, aparte de recortes de prensa, hizo el relato en base a lo que contó José Razzano, “El Oriental”, que durante 15 años fue el gran compañero de Carlos. 

     Nosotros recordamos que hace 7 u 8 años una revista brasilera publicó una larga historia sobre el tanguista inmortal.

    –No es tan completa –dice Izquierdo.

    –¿Y algo que después sacó “Life”? Izquierdo, parco en palabras, contesta:

    –Menos. Toma una foto de la maleta. Es una escena de “Flor de durazno”, un corto que Gardel filmó en 1917, cuando la suerte recién comenzaba a sonreírle.

    –Vea –dice Izquierdo– Ese gordito de la foto es Gardel. Entonces pesaba 110 kilos. Él tenía tendencia a engordar, por eso toda su vida hizo gimnasia.

    Siendo tan gardelista, cuando su esposa, Lilian Dubéin, tuvo el primer hijo, a Izquierdo no se le ocurrió ponerle su propio nombre sino Carlos. Y es que Carlos Gardel para él no es sólo un ídolo. Vive junto a él. Es parte de su familia. Cada 24 de junio, con unos cuantos amigos, aparte de hacer audiciones especiales, se reúne en su casa. En esas fiestas la única voz que se oye es la de Gardel.

Carlos Gardel en Caracas. Cuando bajó del tren en Caño Amarillo, fue arrastrado por una ola humana. Llegó el viernes 26 de abril y estuvo hasta el 9 de mayo, cuando viajó al interior.

Carlos Gardel en Caracas. Cuando bajó del tren en Caño Amarillo, fue arrastrado por una ola humana. Llegó el viernes 26 de abril y estuvo hasta el 9 de mayo, cuando viajó al interior.

“Es la voz del siglo”

     Cuando el poeta guariqueño José Francisco Martínez supo que hablábamos con Izquierdo para escribir sobre Gardel, corrió a casa de éste con un viejo libro.

     –Esta es mi contribución para su crónica –nos dijo, poco después, pasándonos “Los últimos 10 días de Gardel”, toda una reliquia gardeliana escrita por el empresario colombiano Nicolás Díaz, quien estuvo junto a Gardel desde que éste llegó a Bogotá hasta que tomó el avión el 24 de junio, que unas horas después se estrellaba contra otro avión y se incendiaba en Medellín.

    –Yo seguí las audiciones de Gardel hasta Colombia –dice Martínez–. Entonces era telegrafista en Cumaná. Me las arreglé para sintonizarlo siempre que cantó en radio.

    –¿Qué poseía Gardel que ha conseguido no ser igualado?

     Martínez dice:

     –Aparte de simpatía tenía una voz extraordinaria. Mario Suárez me dijo una vez: “Gardel es la voz del siglo”. Y me habló de las 6 tonalidades de su voz. Otros cantantes que han venido después han tomado uno de esos tonos y son famosos. Ese sería el caso de Charlo, Hugo del Carril y Alberto Castillo. Y ellos lo reconocen. En 1941, cuando Hugo del Carril, en la cúspide de la popularidad, vino a Venezuela, un periodista le preguntó si él creía, como mucha gente, que él era el sucesor de Gardel. Del Carril contestó: “El sucesor de Gardel no ha nacido. Es inimitable”. Y Alberto Castillo, hace unos 7 años, cuando pasó por Maiquetía, cuando le preguntaron cuánto tiempo más seguiría reinando Gardel, contestó: “Hay Gardel para 50 años más”.

     Izquierdo dice:

     –Y es que Gardel, a pesar de haber muerto hace 30 años, sigue estrenando canciones.

     La relación de la vida de Gardel que sigue es el resumen de libros y crónicas que he tardado 3 días en leer, más las acotaciones que me hicieron Izquierdo y Martínez, cuando conversé con ellos. Gardel, cuando llegó a Venezuela, declaró que tenía particular deseo de conocer este país porque su madre había vivido aquí cuando su abuelo era empleado del ferrocarril.

     –¿Es verdad eso?

     La biografía de Gardel, contada miles de veces, depara muchas novedades más.

 

Los años duros

     El cantante argentino que todo el mundo conoce como Gardel, nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1887. En el Hospital de la Greve fue bautizado con el nombre de Charles Romuald Gardes. Su madre fue la planchadora Berthe Gardes; su padre, un desconocido. Cinco años y 3 meses más tarde, el 23 de marzo de 1893, la Gardes y su hijo llegaron a Buenos Aires. Se instalaron en el N° 162 de la calle Uruguay. A los pocos días ella comenzó a trabajar en un taller de aplanchado en la calle Montevideo, entre Corrientes y Lavalle.

     La infancia de Carlos Gardes es oscura. Se sabe que el 3 de abril de 1901 fue inscrito en el Colegio de San Carlos como aprendiz de artesano. En noviembre de 1904, sale del Colegio San Estanislao, con buenas notas. Y trabaja en una cartonería, en una relojería y en una tipografía. Pero al muchacho no le interesaba mayormente ninguno de estos oficios. Prefería tocar guitarra y cantar tonadas y vidalitas, las canciones folklóricas de moda.

     Buenos Aires, a comienzos de siglo, es una ciudad que crece desordenadamente y rápido gracias a los inmigrantes. La vida es semi colonial. Todavía no hay radios y los cantores son bohemios inspirados y de potente voz, que más que cantar determinadas canciones, prefieren improvisar. Son los payadores y cada barrio tiene alguno. Cuando estos payadores se encuentran se producen verdaderos duelos de canto. Los políticos, para atraer público, los llevan en sus jiras electorales. En ese tiempo el payador más famoso es Bettinotti, autor de “Pobre mi madre querida”. En 1904, Carlos Gardes canta por los comités electorales para escuchar al maestro. Pronto deja todo trabajo de lado, cambia la ese de su apellido por la ele, para que suene más para convertirse en el cantor del barrio del Abasto. Sus admiradores, poco después, lo conocerán como el “Morocho del Abasto”. Doña Berta, aunque quiere mucho a su hijo, lo regaña. Pero el muchacho es simpático. “¿Pero, mamá, no te gusta cómo canto?”

     Para 1910, cuando Buenos Aires celebra el centenario de la independencia, Gardel ya tiene fama en su barrio, aunque no improvisa versos, sino que prefiere ponerles música a los de “Almafuerte”. En el café “do Rondemán”, de los hermanos Traverso, frente al mercado del Abasto, tiene su peña. Y cada noche canta mejor.

     En el “Café del Pelado”, en Moreno y Entre Ríos, otro cantor, José Razzano, nacido en Montevideo en 1881, igual que Gardel, también tiene sus fanáticos. Razzano, a quien le dicen “El Oriental”, por ser del otro lado del Río de La Plata, ya ha corrido aventuras en Uruguay. En 1911, cuando la barra de “El Oriental” sabe que el “Morocho del Abasto” amenaza con pasarlo a llevar en fama, organizan el encuentro.

Escenas de la llegada del tren que trajo a Gardel y su comitiva de La Guaira a Caracas.

Escenas de la llegada del tren que trajo a Gardel y su comitiva de La Guaira a Caracas.

Razzano y el triunfo

     No lejos de los dominios del muchacho a quien también llamaban “El Zorzal”, en casa de un señor Gigena, pianista de cierta fama, se encontraron los cantores. Fue una noche y más de 30 personas acudieron. Gardel llegó con su amigo Pellicer y cuando fue presentado a “El Oriental” le dijo: “Me han dicho que usted canta bien”. Y Razzano: “Me defiendo. Pero las “mentas” suyas son grandes. Me alegro mucho cantar con usted”. Gardel comprendió que iban a ser amigos. “Y yo igualmente, amigo”. Primero cantó “El Oriental” con su voz de tenor. Aplausos cerrados.  Cuando cantó “El Morocho”, con su voz de barítono, Razzano fue el primero en pararse y abrazarlo.

     Cuando se despidieron cada cual le dijo al otro dónde podían encontrarse. Noches más tarde, Gardel acudió al “Café del Pelado” a buscar a Razzano y cantó para la barra de éste. Enrique Falbi, inspector de una compañía de seguros, les sugirió allí mismo que formaran dúo y se fueran en jira por el interior, pero Razzano no quiso. 

     Todavía no se olvidaba del hambre que había pasado años atrás en Montevideo. En la reunión había un tercer cantor: Francisco Martino. Y Gardel, que ya estaba dispuesto a conquistar laureles, fue en jira al interior del país con él, tiempo después. Fue una jira de 3 meses. Cuando regresaron, Razzano estaba dispuesto a acompañarlos. El flamante trío cantó en una función de beneficencia. Pero a Razzano le andaba rondando un cuarto cantor. Saúl Salinas, que quería hacer dúo. Al verlo comprometido, se unió al conjunto. Para el carnaval de 1913, el cuarteto actuó en Zárate. Razzano y Martino eran las primeras voces. Gardel y Salinas, las segundas. Pero no les fue bien. Una vez tuvieron que huir de un hotel, sin pagar; en otros lugares vivían de rifas hechas en las cantinas donde cantaban. Salinas, llamado “El Víbora”, solía escamotearle algunos billetes al grupo; de todas maneras, en San Pedro abandonó; en otro pueblo, en General Viamonte, desertó Martino. El dúo no tuvo más éxito. Poco después regresaban a Buenos Aires con 16 recortes de periódicos de provincia como única ganancia.

     Los amigos se separaron. Razzano siempre recordaba que Gardel, por las noches, en los hoteluchos de provincia, ensayaba a cualquier hora y le preguntaba: “–¡Ché, José!” ¿Era así aquella vuelta que le encontramos a la tonada? A fines de 1913 cuando Pancho Taurel, un hombre que había sido rico, lo invitó para que animara una velada, a “El Oriental” se le ocurrió invitar al “Morocho del Abasto”. Corrió a buscarlo y cuando no lo encontró en su domicilio, lo buscó en la casa de una novia. Gardel, después de abrazarlo, le preguntó: “¿Habrá unos pesos?” Los dos estaban tan pobres que no tenían ni guitarras. Para llevar siquiera una, tuvieron que pedirla prestada a un amigo. La fiesta fue animada. Después un café, el grupo enfiestado se fue a la casa de Madame Jeanne, en la calle Viamonte. Entre los agasajados estaba Omar Pérez Freire, que cantó allí su “Ay, ay, ay”. Pero la fiesta no terminó allí sino en el Armenonville, el cabaret de moda. Cuando el grupo pidió a los muchachos que cantaran, éstos ya no tenían la guitarra, pero en el negocio había dos. El dúo cantó, Fue aplaudido por todos los presentes. Un rato después, el administrador sacaba a Razzano a un lado, la primera voz:

     –¿Quieren venir a cantar aquí? Les damos 70 pesos.

     Cuando Razzano, después de decírselo a su compañero, aclaró que ese sueldo no era por semana, sino por noche, Gardel creía que era una broma. Cuando le repitieron que la oferta era seria, dijo:

     –Por 70 pesos no sólo venimos a cantar: ¡venimos hasta a lavar los platos!

 

Aparece el tango

     Ahí comenzó el triunfo. Después de dos meses en el elegante cabaret, a comienzos de 1914, el dúo Gardel-Razzano debuta en el teatro Nacional como fin de fiesta de una compañía francesa que representa “El Paraíso”. Después pasan a la Casa Suiza, el teatro Apolo y enseguida se van de jira por el interior. En octubre ya están de regreso y participan en audiciones organizadas por la Sociedad Argentina de Compositores. Quieren reforzar el dúo con Emilio Bo. No hacen realidad ese proyecto.

     En 1915, lo más importante es una jira que emprenden a Montevideo con la compañía de Enrique Arellano. De allí pasan a Río de Janeiro. En el “Santa Isabel”, rumbo a Río, también va Carusso y canta para los inspirados intérpretes del folklore argentino. Regresan a Buenos Aires sin dinero. En el “San Martín” Gardel y Razzano tienen a su cargo lo más importante de la música criolla en la obra “Juan Moreira”. Es noviembre. Allí Gardel repara en las cualidades de guitarrista de José Ricardo. Deciden incorporarlo a su número. Pero antes que finalice el año, una noche de diciembre, cuando salen del teatro hacia el “Palais de Glacé”, una gavilla agrede a Alippi, uno de los directores de ese espectáculo. Gardel si interpone y recibe un tiro en el pecho que lo tiene hospitalizado hasta febrero de 1916.

     1916 es de actuaciones en otros teatros. A fines de año, Gardel participa en la filmación del corto “Flor de durazno”. Gardel, por ese tiempo, era sumamente gordo. Pesaba 110 kilos y en las fotos es irreconocible. Comprendió que debía adelgazar para gustar al público y desde entonces se dedicó a la gimnasia para mantenerse en forma.

     En enero de 1917 el dúo vuelve a ir a Montevideo, y en abril, el dúo, ya famoso, graba su primer disco. Contiene “Cantar eterno”, grabado a dúo y, por el otro lado, “Entre colores”, que canta Razzano. Ellos ya son considerados como los mejores intérpretes de la música argentina y cuando Ortega y Gasset, su padre Ortega Munita y Eduardo Marquina visitan Buenos Aires, el Círculo de la Prensa los invita para que les canten a los escritores.

     En septiembre de ese año emprenden nueva jira por el interior del país y pasan a Chile. En Viña del Mar, Gardel baila el tango.

     El tango, que es un ritmo picante, hasta ese momento sólo es tocado en los arrabales. Es música sin letras. Pero ese año a Samuel Castrieta se le ha ocurrido ponerle letra a “Lita”, un tango de Pascual Contursi. Es “Mi noche triste”. Gardel lo ha grabado y como ha tenido aceptación graba más. Regresan a la capital argentina con dinero. Donde antes cobraron 20 pesos por actuación ahora les han pagado 800.

     En 1918 el dúo sigue grabando. Hay tangos que Gardel graba solo.

     En 1919 casi no paran en Buenos Aires. Siempre están en jiras por el interior y sólo participan en un festival, donde intervienen en el segundo acto de “La Malquerida”, de Jacinto Benavente.

     Los compositores en vista del éxito, han seguido componiendo tangos por kilos. El dúo graba muchos. Gardel sigue grabando algunos como solista y haciendo gimnasia.

     En mayo de 1921, cuando actúan en el teatro “Esmeralda”, Gardel conoce a Isabel del Valle, que, después de la muerte del cantor, se autodenominará “la novia de Carlos Gardel”. Gardel, sin embargo, está demasiado preocupado por su carrera como para pensar en casarse. Con el dinero que gana, su madre puede viajar periódicamente a Toulouse. El dúo sigue cosechando aplausos. En agosto de 1923, por los mismos días en que se lamenta la muerte de Carusso, a José Ricardo agregan a Guillermo Barbieri como segundo guitarrista de acompañamiento.

El empresario y destacado locutor deportivo argentino, Luis Plácido Pisarello, fue el promotor de la visita de Gardel a Venezuela.

El empresario y destacado locutor deportivo argentino, Luis Plácido Pisarello, fue el promotor de la visita de Gardel a Venezuela.

Razzano deja el dúo

     En 1922, Gardel ya se eleva notoriamente sobre su compañero a pesar de que Razzano sigue siendo la primera voz. De 65 composiciones que graban, sólo 10 son a dúo. Ese año conocen a Jacinto Benavente y a Luigi Pirandello, para quienes cantan.

     En 1923, Razzano casi no canta. Sigue las actuaciones en teatro; A fines de año, el dúo y sus dos guitarristas se embarcan para Europa junto a una compañía de Enrique De Rosas. Después de actuar en Uruguay por tercera vez siguen en el vapor “Antonio Delfino”. En diciembre, cuando debutan en el teatro “Apolo” de Madrid, los cantores sacan a relucir unos lujosisimos trajes de gaucho que han mandado a hacer antes de partir.

     A comienzos de 1924 ya han dejado la compañía porque ellos cobraban la mitad de lo que ganaba toda la compañía. El dúo pasa a Francia. Gardel quiere conocer Toulouse, donde nació. Su madre está allí. También están su tío Jean y su abuelo. Antes de regresar a Buenos Aires pasan por París a comprarles regalos a sus amigos.

     Siguen grabando tangos que serán famosos, entre ellos, “Sentimiento Gaucho” y “Galleguita”, el Príncipe de Saboya visita la capital, ellos son llevados para cantarle. En 1925 le cantarán al Príncipe de Gales que, entusiasmado, corre a su habitación para volver con un ukelele para acompañarlos.

     Por esa época los dos amigos, que han dejado la miseria definitivamente atrás, ya son violentos hípicos. Ese año Gardel se convierte en el dueño de “Lunático”, que le hizo perder una fortuna y de las 10 carreras que ganó una sola puso ver Gardel. Es la época del jinete Leguisamo que se gana un tanto y del stud “Las Guitarras”.

     Pero el dúo no anda bien. A Razzano se le acaba la voz. A menudo no puede cantar. En septiembre de 1925 estaban en Rafaela, una localidad de la provincia de Santa Fe, cuando Razzano, que vuelve a estar afectado, toma la gran decisión. Una mañana le dice:

     –Mirá, Carlos. . . Yo me siento peor cada día. Estoy forzando mi garganta y al fin se arruinará todo. Ya viste anoche qué mal estaba, ¿no?

     –Tenés que curarte. Volvamos a Buenos Aires –le dice Gardel–. Allí te agarra en sus manos milagrosas del doctor León Elkis y te deja nuevo.

     –¿Y si lo mío no tuviera cura?

     –¡Por favor, José! . . . ¿Cómo se te ocurren esas ideas?

     Pero la decisión de Razzano es irrevocable. A Gardel se le hace difícil seguir solo. Propone que dejen de trabajar mientras Razzano se cura, pero éste dice:

     –Te propongo una cosa mejor.

     –¿Cuál?

     –Que te vayas a Europa, solo. Yo, entre tanto, me someteré a una cura en Buenos Aires.

     Poco después, Gardel, acompañado solo por su guitarrista José Ricardo, viaja a España por segunda vez, con la misma compañía que viajó la vez anterior. Gardel triunfa. Sus discos se venden en la Madre Patria. Después vuelve a su ciudad, los teatros, los caballos y a fines de año es el primero en grabar con el sistema eléctrico. De ese año son los tangos “Tiempos viejos” y “A media luz”, entre muchos otros.

 

Gardel, rey de París

     A mediados de 1927, Gardel, esta vez acompañado por los guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri, parte por tercera vez a España. Esta vez graba una docena de éxitos en Barcelona, entre los que se encuentran “Cotorrita de la suerte” y “Volvé, mi negra”. Antes de que termine el año, dado el éxito, ha grabado otras 10 canciones en España y festeja el advenimiento del año 1928 en compañía de Francisco Cannaro, que ya ha llevado el tango a París.

     En abril de 1928, cuando Gardel regresa a la Argentina, ya se ha comprometido para volver a Europa por cuarta vez. Esta vez cantará en París. En septiembre, cuando se embarca hacia la Ciudad Luz, además de Ricardo y Barbieri va como guitarrista José María Aguilar. Gardel debuta en el “Florida”, de París, el 2 de octubre de 1928. Canta “Siga el corso”, “Caminito”, “El carretero”, “Manos brujas”. Y, finalmente “Esta noche me emborracho”, que pronto es el tango más popular en París. Gardel con este triunfo ha conquistado el mundo. En ese tiempo París es el centro indiscutido de la tierra. Las celebridades de todos los continentes acuden a verle. El mismo Benavente lo busca para que le hable en lunfardo. Gardel lleva a su amigo porque no se siente seguro. Dice: ¿Con qué chamuyo querés que le entretenga yo al “coso”? El mismo octubre, Gardel graba en París “Piedad”, “Te aconsejo que me olvides”, “Noviecita mía”, “Alma en pena” y “El carretero”. Y pronto, otras 10 canciones más. En diciembre graba otra docena más de tangos.

     Gardel le escribe a su amigo Razzano a fines de año:

     “La venta de mis discos en París es fantástica. En 3 meses se han vendido 70 mil; están asustados y no dan abasto. Una revista famosa llamada “La Rampe”, que sale en estos días, en lujosa edición de fin de año, llevará en la tapa mi fotografía en colores. También verás que los catálogos de discos de París –que te mando– llevan mi foto en la tapa. Es bueno caer parado. . .”

     A comienzos de 1929, ya está participando en París en el festival “Baldos petits lits blanes”, en el que intervienen la Mistinguett, Chevalier, entre otros. Uno de los espectadores es el presidente de Francia. Esa misma noche, cuando va a comer al restaurant “Lapin agil”, le piden que cante. Él se excusa. No tiene guitarra. El dueño le extiende una:

     –Tome esta. Perteneció a un compatriota suyo que murió el año pasado en París. Esta guitarra era de don Ricardo Güiraldes.

     Gardel se emociona, Güiraldes es el autor de “Don Segundo Sombra”.

     Días después el cantor debuta en el Casino de Cannes. Y poco después en el “Empire”.

     Gardel le escribe a su amigo Razzano:

     –“He debutado en el teatro más difícil de París, el “Empire”, donde trabajan los mejores números que están en el momento en Europa. Soy “la vedette”, el que lleva la gente y hago una revolución, pues me piden hasta 10 “bises”. Me consideran los diarios y el público un artista extraordinario y eso que lucho con la incomprensión del idioma, pero ellos dicen que comprenden todas las expresiones de la cara.

 

Sigue el éxito

     Gardel agrega en esa carta, poco modesta:

     “Compraré un “chateau” colosal en el Bosque de Vincennes con 3 mil metros de jardín y plantas; se parece al de Unzué en la Avenida Alvear. Una gran ocasión de tener casa en París para que puedan venir los amigos a recrearse”.

     Gardel vive como un millonario, pero no se olvida de ayudar a los que han ido a triunfar a París y no han tenido suerte. Hasta las historias de esas derrotas son éxitos para Gardel cuando las canta. Eso pasa con “Anclao en París”, escrita por Enrique Cadicamo y a la que le pone música Barbieri:

     “Tirao por la vida de errante bohemio, estoy Buenos Aires, anclado en París! curtido de malas, bandeado de apremios, te evoco desde este lejano país. . .”

     En marzo de 1929, Gardel graba 10 nuevas canciones en París. En abril, después de unas grabaciones, José Barbieri, que ha acompañado a Gardel durante 13 años y medio, se separa del cantante, Gardel, antes de regresar a Buenos Aires, se devuelve a España y se presenta en Barcelona y Madrid, acompañado por Barbieri y Aguilar.

     En junio de 1929 ya está en su ciudad y agregando a Guillermo Desiderio a su acompañamiento de guitarras graba para la Odeón 143 versiones. A fines de año, Gardel y Razzano se reúnen por última vez para grabar a dúo las canciones “Claveles Mendocinos” y “Serrana Impía”.

     En 1930, Gardel es presentado en programas de una hora por la Radio Nacional y filma 10 cortos; en las que interpreta “Viejo smoking”, “Rosa de otoño”, “Enfunda la mandolina”, “Canchero”, “Yira Yira”, “Padrino Pelado”, “Tengo miedo”, “Añoranza”, “El carretero” y “Mano a mano”. En esos cortos le secundan los guitarristas Barbieri, Riverol y Aguilar, y a veces la orquesta de Francisco Canaro.

     En septiembre de 1930, Gardel se presenta en la Radio América en el teatro “Florida”. El 6 de septiembre, cuando derrocan a Irigoyen, Gardel y sus guitarristas acuden al teatro, pero la función ha sido suspendida. Un matrimonio francés que partirá al día siguiente le pide al artista que cante. Gardel lo hace.

     En enero de 1931, Gardel es aplaudido en el Casino de Niza. En mayo de ese mismo año firma un contrato con la Paramount para su primera película de largometraje: “Luces de Buenos Aires” que se filma en Joinville. El argumento es de Manuel Romero y Luis Bayón y los artistas que le secundan, Sofía Bozán, Gloria Guzmán y Pedrito Quartucci, de la compañía de Romero y Bayón.

     A fines de mayo, Gardel graba 10 canciones entre las que destacan “Fondín de Pedro Mendoza” y dos temas en francés: “Dejá” y “Folie”. En julio invitado por el embajador de Argentina en Francia, da un concierto en la Sorbona. En septiembre, Gardel está de regreso. Lo acompañan en presentación en el “Broadway”, Barbieri, Riverol y Vivas. Gardel canta algunas cosas en francés y graba “Madame, c’est vous”, “Je te dirai” y las dos que ya había grabado en Francia.

Escenas del entierro de Carlos Gardel en Buenos Aires. El célebre cantante murió trágicamente en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, pero sus restos fueron enviados a Argentina en febrero de 1936

Escenas del entierro de Carlos Gardel en Buenos Aires. El célebre cantante murió trágicamente en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, pero sus restos fueron enviados a Argentina en febrero de 1936

El astro de cine

     A comienzos de 1932, Gardel está en Francia de nuevo y la Paramount lo contrata para otros dos films por 600 mil francos. Una es “Melodía de Arrabal”. Con guion del periodista argentino Alfredo le Pera. La niña de la película es Imperio Argentina. El otro actor, Vicente Padula. Gardel filma también “Espérame”. También con argumento de Le Pera, y secundado por Goyita Herrero y Lolita Benavente. El director es Luis Gasnier. De este tiempo hay otro título de película, también escrito por le Pera y donde interviene Imperio Argentina: “La cosa es seria”

     “Luces de Buenos Aires” ya es exhibida y se produce una novedad. Como lo más importante de la película son los instantes en que Gardel canta, el público aplaude cada vez que éste termina una canción y los operadores tienen que repetir la parte de la canción. Eso pasa en España y después en los otros países donde es exhibida.

     Gardel regresa a la Argentina en abril. Se presenta en Radio Belgrano y en junio se embarca para España donde graba 20 temas de su repertorio, con acompañamiento de piano y violín. En diciembre está de regreso en Buenos Aires para pasar el fin de año “con la viejita”, su madre.

     En 1933, Gardel graba las primeras de las 66 versiones que realizará ese año. En marzo comienza en el teatro Nacional a presentarse la obra “De Gabino a Gardel”, pero la gente no acude en masa; prefiere verlo en películas. Gardel se va de jira por el interior del país. En octubre va a Montevideo y en noviembre hace sus últimas grabaciones en Argentina. Son “Tu diagnóstico”, “El tirador plateado” y “Madame Ivone”. El 7 de noviembre, antes de subirse al barco, Gardel, que ya estaba por cumplir 46 años, redacta un testamento, diciendo que no tiene deudas, que es soltero sin hijos y que deja cuanto posee a su madre. Nombra por albacea a su amigo Armando Defino.

     A las 10 de la noche del 7 de noviembre se embarca para Francia una vez más. Lo acompaña Armando Defino, que es su administrador, la esposa de éste; Alberto Castellano, el músico que escribe la música que Gardel le silba, y Horacio Petterossi. También va Le Pera.

     Gardel está pocos días en Francia; es agasajado por amigos; pasa por Toulouse y el 28 de diciembre llega a Nueva York con Defino y Petterossi. Como su voz vende, filmará en Estados Unidos. El 30 de diciembre debuta en los programas de la National Broadcasting Corporation, acompañado por una orquesta de 18 músicos que dirige Hugo Mariani. Gardel llama a Le Pera a Nueva York para que escriba los argumentos de “Cuesta abajo” y “El tango en Broadway”, dirigidas por Louis Gasnier. En la primera secundan a Gardel Mona Maris, Vicente Padula y Anita Campiño; y en la segunda, Blanca Vischer, Trini Ramos, Vicente Padula y Jaime Debesa. Después de rechazar contratos para cantar en público, filma “El día que me quieras”, con Rosita Moreno, la actriz latinoamericana más cotizada en USA en ese momento. Y también con Tito Lusiardo. Dirige John Reinhardt, que también tiene a su cargo “Tango bar”, la última película de Gardel. Un colaborador destacado en la parte musical de todas estas películas, es el argentino Terig Tucci, que en 1964 estuvo en Caracas.

 

Gardel en Nueva York

     Gardel, que siempre ha grabado con la Odeón, el 30 de julio del 34 se pasa a la RCA Victor, donde graban las canciones de sus dos últimas películas. Por este detalle estas empresas grabadoras tendrán varios pleitos años después. En agosto de ese año Gardel hace una transmisión para la Argentina y después parte a ver a su madre a Toulouse. El 2 de diciembre ya le está escribiendo a su madre desde Nueva York donde la habla de sus películas y de su participación en una película en inglés junto a Marlene Dietrich, Mae West, Gary Cooper, Claudet Colbert, Silvia Sidney, George Raft, Elisa Landi y otras famosas estrellas. Esa película, conocida como “Cazadores de Estrellas”, cuenta con dos interpretaciones de Gardel: “Apure, delantero buey” y “Amargura”.

     Pero Gardel es un hombre lleno de proyectos. Se siente feliz de filmar, pero le gustaría hacerlo en compañía propia y tiene pendiente una jira por Centroamérica, que ha estado postergando. En enero manda a llamar a sus antiguos guitarristas Guillermo Barbieri, Ángel Domingo Riverol y José María Aguilar. Estos son detenidos el 21 de enero, cuando arribaron a Nueva York y sólo son puestos en libertad cuando aseguran que no trabajarán en USA. Gardel termina de filmar a comienzos de marzo. El 23 de marzo, ya listo para partir, Gardel dirige un mensaje a sus amigos de Latinoamérica. Es una grabación donde dice que ha firmado un nuevo contrato para grabar las películas que ha terminado y “voy a comenzar una jira que comprenderá Puerto Rico, Colombia, Panamá, Cuba y México. Luego visitaré los otros países de nuestra lengua, donde espero tener el gusto de saludarlos personalmente.”

     Después de esto, la jira comienza. El 3 de abril los diarios publican este cable: “San Juan de Puerto Rico; abril 2 (United). El cantor Carlos Gardel llegó hoy a este puerto, siendo recibido por más de 2 mil personas que lo aclamaron con entusiasmo. Su llegada a esta ciudad marca la primera etapa de la excursión turística que realiza por diversas naciones, entre las cuales figuran Venezuela, Colombia y, posiblemente, Cuba”.

     En Puerto Rico, debido al éxito, debe quedarse más días de los programados. Después de esto, ya tenemos a Gardel en Caracas.

 

Apoteosis en Caracas

     Gardel llegó a Caracas el viernes 26 de abril de 1935, pero la expectación comenzó mucho antes. Su representante en Venezuela fue Plácido Pissarello, el viejo locutor hípico de voz cascada que aún trabaja en Caracas. Gardel vino para cantar en el teatro Principal. El día 22 ya salía en los diarios un aviso de este cine diciendo que ya se había vendido una enorme cantidad de localidades “para el acontecimiento máximo del año”. El 25 otro aviso decía que Gardel llegaría a Caracas en un tren especial. Todos los otros días el público era invitado a comprar las localidades con avisos cargados de expectación. Gardel y su gente llegó en barco y la gente que lo esperaba era tanta que debió ser llevado al hotel Miramar antes de abordar el tren. En una entrevista muy curiosa que apareció en “El Heraldo”, Gardel, siempre de buen humor, contó varias cosas. Dijo que había comenzado como corista en el teatro Nacional de Buenos Aires, pero no tenía gran porvenir. “En esa época yo, que ahora hablo hasta por los codos, no había manera de sacarme las palabras ni con sacacorchos”. Dijo que el tango para los argentinos era como el toreo para los sevillanos.

     Habló muy bien de España y dijo que apenas pudiera iría a Andalucía: “Mientras no conozca Andalucía no conoceré el mundo”. Agregó que su jira era una especie de escapada de colegial de sus compromisos cinematográficos, pero él tenía gran interés de visitar estos países, especialmente Venezuela, que “tenía para mí un interés sentimental, mi madre, soltera aún, vivió muchos años aquí. Mi abuelo era un alto empleado del ferrocarril”. ¿Es cierto eso? Eso dice el diario. El cronista comenta que Gardel, siempre aficionado a los chistes, los hizo cuando vio la carretera tan llena de curvas, y estimó que había sido un acierto subir en tren. Cuando habló de sus películas dijo que la película que más le gustaba era “Melodía de arrabal”, pero tenía puestas muchas esperanzas en “El día que me quieras”.

     “Usted ha gustado más en “El tango en Broadway” –le dijo el cronista: “Es posible –admitió Gardel. Usted sabe que los artistas somos pésimos jueces de nosotros mismos”. No habló de tangos preferidos: “Unos y otros, según mi estado de ánimo” –respondió– por eso nunca hago programa para mis actuaciones anticipadamente. Voy cantando lo que siento con ganas de cantar”. Sobre su fama de galán: “Hombre, no crea eso. Yo he llegado a pensar que eso son infundios de mis compañeros de arte para hacerse reclame. Naturalmente que yo, como todo el que se exhibe en público, he tenido mis éxitos amorosos. Pero no crea que me agobian las mujeres y que le escriben a uno tal cantidad de cartas que son necesarios tres secretarios para contestarlas”.

     La entrevista terminó cuando llegó el tren a Caño Amarillo y Gardel desapareció en medio de una ola humana hacia el hotel Majestic. El Principal exhibió el viernes 26 la película española “Chucho el roto”, interpretada por Fernando Soler. Los precios de la noche fueron: patio 6 bs.; balcón, 4 y galería 2 bolívares. Gardel fue anunciado como el más grande acontecimiento del siglo. Debut del más grande y popular artista que ha visto Venezuela: Carlos Gardel, acompañado de su famoso conjunto de guitarristas argentinos: José Aguilar, Domingo Riverol y Guillermo Barbieri. Canciones criollas, tangos, vidalitas, estilos, bailecitos cantados, sambas y los más grandes éxitos de las películas del genial artista.

 

Gómez: gallo bataráz

     El lunes 29 de abril, a petición suya, los precios fueron bajados a 4, 2 y un bolívar. El 1° de mayo ya se anunciaba la función de despedida, pero entonces Gardel se afectó de la garganta y sólo pudo reaparecer ante el público el 4 de mayo.

     Gardel estuvo en la Policlínica Caracas del doctor García Álvarez y lo asistió el que es hoy famoso otorrinolaringólogo, Pedro González Vera. Gardel estuvo en Caracas hasta el 9 de mayo, donde ofreció dos funciones de despedida. Pissarello ha recordado más de una vez que Gardel rechazaba a menudo las invitaciones de la gente más adinerada de Caracas para irse a conversar en una arepería de un señor Landa que estaba ubicada en Puente Hierro. Allí se amanecía con sus amigos y bebía poco, siempre preocupado de su garganta.

     Antes de seguir hacia el interior del país, Gardel actuó en La Guaira. En Maracay actuó para Gómez. Sus admiradores se ríen cuando recuerdan que le cantó “Pobre gallo bataráz” a Juan Vicente Gómez:

“¡Pobre gallo bataráz,
se te está abriendo el pellejo
Ya ni pa’ dar un consejo
como dice, te encontrás. . .”

     Gómez le hizo un regalo. Unos dicen que fueron 10 mil Bs. De Maracay, Gardel viajó a Valencia, y allí dejó tal afición que aún hay personas que lo recuerdan y otro que tiene un museo gardeliano. El famoso intérprete del tango actuó después en Maracaibo. De Maracaibo pasó a Curazao y a las ciudades de la costa del Atlántico de Colombia: Barranquilla y Cartagena. El 11 de junio debutaba en Medellín y el 14 de junio llegaba a Bogotá, donde debutó en el teatro “Real”.

 

Aclamado en Bogotá

     El recibimiento que le hicieron en el aeropuerto de Techo, en Colombia, superó todas las expectativas. El avión donde iba Gardel y su gente debió aterrizar más allá de lo previsto para no atropellar a parte de las 10 mil personas que lo esperaban para vitorearlo. Yendo hacia la ciudad, era tanto el público, que cuando el auto se salió un poco de la vía queriendo esquivarlo, un caucho se reventó. En la noche de ese viernes para poder entrar al teatro, Plaja, su agente de publicidad, tuvo que ponerse un sombrero gris para distraer al público, mientras Gardel, con el abrigo subido, entraba por otro lado. Al final de la función, después de muchos bises, debió permanecer hasta las dos de la madrugada para salir sin ser atropellado por el público que se había quedado a la salida del teatro. Después de esa hora sus compañeros intentaron irse de farra para olvidar los nervios del día. Pero Bogotá es una ciudad que se acuesta temprano. Todo estaba cerrado. Gardel, que estaba muy cansado, pidió que le dejaran en sus habitaciones. El domingo, Gardel feliz, terminó en el “Real”, cantando el bambuco colombiano “Las aguas del Magdalena”. De noche, de farra, como siempre, desechó todas las mujeres despampanantes que le presentaron. Se quedó con una rubia que no era de gran belleza, pero menor de 20 años. A Gardel le gustaban las mujeres jóvenes: “A buey viejo, pasto tierno”, decía a sus amigos.

     El lunes descansó. El martes 18 debutó en el teatro “Olimpia” y se vio en apuros cuando se vio en un escenario en el medio, con el patio a un lado y al otro la galería. No se resolvía a quien darle la espalda. Terminó cantando de lado.

     En Bogotá una periodista del diario “El Nacional” le preguntó qué tipo de mujeres prefería. Gardel contestó:

     –Prefiero las latinas, indudablemente, por ser de mi misma raza y por lo tanto comprender más mi temperamento, pero todas las mujeres atractivas, inteligentes, me agradan. No obstante, las mujeres sajonas, que tienen fama de frías y calculadoras, cuando encuentran un hombre que las enamora y comprende, son tan sensibles y apasionadas como las latinas y, por lo tanto, también me seducen”.

     El 2 de junio Gardel regresó al “Real” y a la tarde del siguiente día ya daba su función de despedida en este teatro. A las 9 de la noche, en audición especial, se despidió por “La Voz de la Víctor”. Cantó “Insomnio”, “Cuesta abajo”, “Tengo miedo”, “Rumores”, “Melodía de arrabal” y “No te engañes corazón”, Unas 5 mil personas lo escucharon desde la plaza Bolívar. Gardel, al despedirse, dijo que los colombianos eran de los que mejor lo habían recibido en su vida. “Gracias, amigos. . . Muchas gracias por tanta amabilidad. Yo voy a ver a mi vieja pronto. . . y no sé si volveré porque el hombre propone y Dios dispone. Pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despido como si fuera hijo propio, que no puedo decirles adiós sino hasta siempre. . . Hasta siempre, amigos”.

     Después de esto cantó “Tomo y obligo”:

“Tomo y obligo, y mándese un trago
que hoy necesito el recuerdo matar;
sin un amigo, lejos del “pago”:
de las mujeres, mejor no hay que hablar. . .”

     Ese fue el último tango que cantó en su vida.

 

El final en Cali

     Nicolás Díaz, autor de “los últimos 10 días de Gardel”, dice que en la última comida que le ofrecieron sus amigos, una niña se había presentado para conocerlo y cuando él la había saludado, ella, llorando, le había pedido que no se fuera en avión porque había soñado que muchos aviones chocaban en el cielo. Gardel, supersticioso, se preocupó al principio, pero después comentó ¡Pobre locuela!

     El 24 de junio, después de subsanar los problemas del equipaje, que fue mandado por tren, Gardel y su comitiva tomó un avión de la Saco hacia Cali. Un par de horas después el avión se detenía en Medellín.

     Con Gardel iban Alfredo le Pera, representante y autor de las letras de sus tangos; los guitarristas Riverol, Barbieri y Aguilar. Azzaf, un secretario, Henry Swartz, gerente de la Universal Film de Colombia y representante de Gardel para Cali, Celedonio Palacio, un chileno que tenía una sala de exhibición en Barranquilla, Henry Playa, el encargado de publicidad, Corpas Moreno, encargado de sonido y el piloto Ernesto Samper.

     Mientras llenaban los tanques del F-31 para seguir a Cali, en Medellín los pasajeros se bajaron y pasaron hacia el bar del aeropuerto. Unos exhibidores locales salieron al encuentro del avión para mandar a Cali los rollos de “payasadas de la vida”. Gardel almorzó y se tomó dos whiskys. El avión salió a las 3 de la tarde. Junto a los hangares, esperando para emprender vuelo a Bogotá, había un avión de la Sabca. El avión de Gardel correteó para emprender el vuelo. Antes de que pudiera elevarse, chocó. El avión detenido se llamaba Manizales, estaba con los motores encendidos y ardió. El avión de la Saco ardió como tea. El fuego duró lo suficiente como para que los cuerpos se carbonizaran. Sólo Aguilar, herido, se salvó.

     Cuentan que esa noche del 24 de junio le fueron a cantar a Gómez. Esto dicen que gritó: “¡Cállense! ¿No saben que murió Carlos Gardel?”

     Esa es la leyenda.

     ¿Dejó novia Gardel?

     Todo indica que no. César Tiempo escribió una novelita rosa diciendo “Así quería Gardel”. Todo eso no pasa de ser una historia del tipo de las de Corín Tellado. Gardel tomaba la vida como venía y al amor sólo le dedicaba instantes, después, el gran amor, eran sus tangos y su vieja. Tuvo más éxito que ninguno porque tenía una voz difícil de superar, una simpatía arrolladora y apareció en un tiempo cuando el tango nacía y cuando la industria de las grabaciones también comenzaba. Sus fanáticos hasta lo encuentran buen actor. No lo era. Pero es el único caso en América de un cantante que, a 30 años de muerto, vende tantas canciones como si estuviera vivo. Las casas grabadoras, que repiten sus temas una y otra vez, los mismos temas en long play con distintas carátulas, han hecho con su voz uno de los mejores negocios”.

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  • Élite. Caracas, 26 de junio de 1965
¿Desde cuándo tomamos café?

¿Desde cuándo tomamos café?

Por José Rafael González

     “Sabido es que el arbusto del café es oriundo de Abisinia, que fue traído de París a Cayena en 1720, de donde pasó a Venezuela por medio de los misioneros castellanos en el año de 1750, plantándolo por vez primera a orillas del Orinoco, el Apure y el Guárico.

     En Caracas su plantación se remonta a 1783 en las estancias de Chacao, llamadas para entonces; Blandín y La Floresta, las cuales pertenecían a don Bartolomé Blandín y a los presbíteros Sojo y Mohedano. Cura este último del pueblo de Chacao. 

     Desde 1723 en que se estableció la Compañía Guipuzcoana, no se cultivaba en el valle de Caracas sino trigo, el cual era atacado tenazmente por la plaga; el algodón, tabaco y otros productos que solamente daban abasto a la población. Pero no estaba cifrada la futura riqueza agrícola de Venezuela en aquellas pocas plantaciones, sino en el café que ofrecía grandes perspectivas, y fue el padre Mohedano quien se apresuró a cuidar las pocas plantaciones y concibe luego la idea de fundar un establecimiento normal. Recogió entonces seis mil arbustos y los plantó según el método usado en las Antillas, formó más semillas y luego de algún tiempo pudo contar cincuenta mil arbustos que rindieron copiosa cosecha.

En la hacienda de Domingo Blandín, en Chacao (actual Country Club), se tomó la primera taza de café en Caracas, en 1786.
En la hacienda de Domingo Blandín, en Chacao (actual Country Club), se tomó la primera taza de café en Caracas, en 1786.

     Realizado el cultivo del café como empresa industrial, los dueños antes mencionados idearon celebrar aquel triunfo de la agricultura venezolana señalando la población de Chacao el sitio apropiado para tomar allí la primera taza de café.

     Todo había sido preparado a la sombra de la arboleda de las haciendas para un día festivo, con la asistencia de personas y familias honorables de Caracas y con aficionados a la música.

     Cuando llegó el día fijado desde muy temprano, la familia Blandín decidió esperar los concurrentes, los cuales fueron llegando por grupos, unos en hermosos corceles, bellamente enjaezados, y otros en carretas de bueyes adornadas.

 

     La casa Blandín estaba adornada al estilo campestre, sobre todo la sala: en esta estaba la mesa del almuerzo, en la cual sobresalían tres arbustos de café artísticamente colocados en floreros de porcelana. Era la primera vez que al pie del Ávila iba a celebrarse una fiesta de tal originalidad.

     Maravilloso pareció a los convidados el lugar. Por todas partes sobresalían lujosos muebles de caoba, forrados en damasco; espejos venecianos, cortinas de seda, todo cuanto era de moda para aquella época.

     La fiesta dio comienzo con un paseo por los cafetales, que estaban cargados de frutos rojos. Al regreso, comenzó la música con notas de Beethoven y Mozart, ella dio entusiasmo a la juventud concurrente para entregarse a la danza.

El arbusto del café es oriundo de Abisinia y fue traído a Venezuela por misioneros castellanos en el año de 1750, plantándolo por vez primera a orillas del Orinoco, el Apure y el Guárico.
El arbusto del café es oriundo de Abisinia y fue traído a Venezuela por misioneros castellanos en el año de 1750, plantándolo por vez primera a orillas del Orinoco, el Apure y el Guárico.

     A las doce del día comenzó el almuerzo y concluido éste, se procedió a preparar el origen de la fiesta. Todas las mesas fueron alejadas, menos una, que había quedado en el centro. Luego de ser adornada de flores, fue cubierta por ricos platos oriundos de Japón y de China. Cuando llegó el momento de servir el café, cuyo aroma ya se había esparcido por todo el recinto, se vio a tres sacerdotes, que acompañados del dueño de la fiesta, se acercaron a la mesa. Eran éstos, Machado, Sojo y Domingo Blandín.

     Llegaron a la mesa en el momento en que la primera cafetera vaciaba su precioso contenido en una taza de porcelana, la cual era destinada al virtuoso cura de Chacao, quien, conmovido al apurar el primer sorbo del rico alcaloide, dice: “Bendiga Dios al hombre de los campos, sostenido por la constancia y por la fe. Bendiga Dios al fruto fecundo de la sabia Naturaleza y a los hombres de buena voluntad. Dice San Agustín: El agricultor al conducir el arado y confiar la semilla al campo, no teme a la lluvia que cae ni al viento que sopla, porque el miedo a los rigores de la estación desaparece ante las esperanzas de la cosecha. Así nosotros a pesar del invierno de esta vida mortal, debemos alentar nuestra voluntad y nuestras obras y pensar solo en la dicha que nos proporcionará tan abundante cosecha”.

     El Padre Sojo también habló: “Bendiga Dios esta concurrencia que ha venido a festejar con las armonías del arte musical y con las gracias y virtudes del hogar a esta fiesta campestre, comienzo de una época agrícola que se inaugura hoy, con los auspicios de una fraternidad social”.

     La concurrencia celebró con aplausos la elocuencia de los sacerdotes, entregándose de inmediato al obsequio de la primera taza de café.

     Pasado aquel trascendental momento, la juventud se preparó de nuevo para seguir danzando; entre tanto, el resto de la concurrencia se dividió en grupos para charlar sobre el porvenir del café.

     Así recuerdan las páginas de la historia venezolana esta gran fecha y así lo recordamos hoy a nuestros lectores: “Desde cuándo tomamos café”. Desde cuando vive en nuestra raza la principal de las costumbres venezolanas”.

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  • Élite. Caracas, 19 de agosto de 1944.

Una mirada a la Caracas de 1910

Una mirada a la Caracas de 1910

Casas en Caracas, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores

Casas en Caracas, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores

     El geólogo Leonard V. Dalton (1887-1914) fue un autor inglés que escribió un libro titulado “Venezuela”, luego de una corta estadía en este país, en 1910. Esta obra fue publicada por primera vez en el Reino Unido por T. Fisher Unwin, en 1912. “Venezuela” es un libro que se centra en la descripción de la historia, la geografía, la economía y la política de Venezuela en tiempos de la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1908-1935).

     En referencia a las ciudades de Venezuela, Caracas, entre ellas, indicó Dalton que era muy parecida a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. De acuerdo con su percepción, estaban bien trazadas, y las mismas contaban con una plaza en el centro de cada localidad. Desde cada una de las plazas partían los trazados según los puntos cardinales. Por lo general, a su alrededor se habían levantado los edificios correspondientes a las actividades gubernamentales, los dedicados a la adoración propia del catolicismo, además de otros inmuebles de personas importantes. Las plazas, por lo general exhibían jardines con gramas, flores y árboles.

     Respecto a las casas, puso en evidencia que cada una de sus puertas daba directamente a la calzada, si las había, tal como sucedía con algunas calles caraqueñas. Desde el exterior se podía observar una pared con algunas ventanas, o ninguna. La descripción que expuso fue de casas que estaban en la cercanía del casco central. Del interior de ellas destacó que, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores, con una fuente en el centro.

     Advirtió que no todos los patios de las casas mostraban ser tratados con delicadeza por parte de sus dueños, porque los había con terreno yermo y, a lo sumo, dos árboles. En líneas generales, en el fondo de cada casa estaba la cocina y, casi siempre, un segundo patio sin arbustos o árboles, mientras las habitaciones se hallaban a los lados del interior de las viviendas. A uno de sus puntos estaba un lugar para la estadía de caballos y mulas. En este segundo patio existían animales como cerdos o aves de corral.

     En lo que respecta a los bártulos y muebles que alcanzó a observar en algunas de las casas indicó que eran muy sencillos, con pocas sillas, por lo general, elaboradas con técnicas caseras, cuyos asientos y respaldos de cuero reposaban sobre una estructura de madera de formas diversas. También estaban presentes mesas, con una o dos repisas para el reposo de los vasos y otros artículos de uso corriente. En lo que respecta a la colocación de cuadros en las paredes consideró que no era muy frecuente, por lo menos en las casas que visitó, aunque si vio en todas ellas almanaques colgados en las paredes.

     Dejó escrito que a los extranjeros no se les permitía intimar de inmediato con las familias, pero si se les podía admitir, gracias a la presentación de un amigo o conocido recíproco. De ser así, “encontrará que la tradición de la hospitalidad española se mantiene en pleno auge, y que toda la casa se pone prácticamente a su disposición”. Recordó que existía otra característica similar a las de otros pueblos españoles: “son los complicados encajes que orillan la ropa de cama, especialmente las fundas de las almohadas”.

La Caracas de la primera década de 1910, según el inglés Dalton, era muy similar a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. Estaba bien trazada y contaba con una plaza en el centro de la ciudad

La Caracas de la primera década de 1910, según el inglés Dalton, era muy similar a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. Estaba bien trazada y contaba con una plaza en el centro de la ciudad

     Al igual que otras localidades y regiones del país, comprobó que en Caracas el grano, aunque de mayor consumo en el Oriente del país, que se consumía con frecuencia era el maíz. Comparó este hábito con el consumo de la yuca, que en algunas ocasiones reemplazaba casi en su totalidad al del maíz. Verificó que con la “harina de maíz mezclada con agua se hacían unas tortas llamadas arepas de 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se tuestan un poco y se sirven calientes en la mesa”. Puso a la vista de sus potenciales lectores que existía una “variación de la arepa”, y que se consideraba un tipo de pan “más exclusivo, conocido como bollo, el cual tiene forma de salchicha y se hacía con harina de maíz fino”.

Dalton oberservó que era costumbre en la Caracas de comienzos del siglo XX comer unas tortas llamadas arepas, elaboradas con harina de maíz mezclada con agua, que tenían 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se doraban un poco y se servían calientes en la mesa

Dalton oberservó que era costumbre en la Caracas de comienzos del siglo XX comer unas tortas llamadas arepas, elaboradas con harina de maíz mezclada con agua, que tenían 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se doraban un poco y se servían calientes en la mesa

     En este orden de ideas, presentó una comparación con un tipo de pan que se elaboraba en Los Andes. Al cual describió como de un color más oscuro que las arepas y los bollos, denominado pan de trigo. El mismo era “fabricado con harina local, y en todas las ciudades importantes se puede obtener pan blanco a base de harina importada”, tal cual sucedía en Caracas. En esta ciudad, así como en otras regiones de Venezuela, Dalton observó que la raíz de la yuca tenía un líquido venenoso que se extraía con el empleo de un tubo largo de “paja cuyo diámetro va disminuyendo en proporción con su longitud, a fin de obtener la necesaria presión”. El producto obtenido con esta técnica se ponía a secar. Luego se molía hasta que adquiriera consistencia de avena, “y con él se hacen grandes tortas achatadas (el casabe) que, luego de tostarse, alcanzan frecuentemente unos dos pies de diámetro y son de gran dureza”. Contó que se servía en la mesa, picado en trozos, y que debían ser remojados para aliviar su dureza. “Tanto el casabe como la arepa pueden ser de calidad muy diferente, de acuerdo con el mayor o menor proceso de trituración a que sea sometido el cereal”.

     Destacó que en los lugares lindantes con el litoral la denominada “carne seca” formaba parte de un renglón de importancia en lo atinente a su consumo y la dieta de los venezolanos, aunque en Coro la carne preferida para el consumo diario de las personas era la de chivo.

     Escribió que el sancocho de gallina era muy popular en distintos lugares de Venezuela y, por supuesto, en Caracas. Dalton lo describió como una especie de cocido exquisito a base de carne blanca, hierbas y aceite, “es delicioso si se le adereza como es debido”.

     En cuanto a los vegetales que observó, entre los alimentos de consumo frecuente, se encontraba el ñame y los frijoles. El consumo de papa no era tan frecuente como en Los Andes. Destacó que el queso de los llanos y de las sierras bajas, como el queso de mano, era el de “mejor sabor”, “así como el ubicuo papelón (azúcar morena sin refinar), que constituye un elemento muy popular de la alimentación venezolana”.

     No dejó de mostrar una actitud favorable hacia una “bebida refrescante y tónica (guarapo), que se hace con agua y papelón”. Evidenció que el guarapo y el aguardiente, “que se destila del jugo fermentado de la caña”, así como el café se consumían con fruición entre todos los pobladores. Del cacao destacó que se consumía en menos proporción frente al guarapo, al café y el aguardiente, aunque era corriente consumirlo en las localidades donde se ubicaban las plantaciones cacaoteras, en especial, Caracas y sus zonas aledañas. Agregó que en Caracas y Maracaibo se fabricaba una cerveza “ligera y, en general, abundan los refrescos no alcohólicos, a base de frutas”.

El se servía en la mesa picado en trozos, pero antes era remojado para aliviar su dureza

El se servía en la mesa picado en trozos, pero antes era remojado para aliviar su dureza

     Expuso que las comidas consistían o tenían como base el café, el que podía estar acompañado de un alimento sólido o no, especialmente en las primeras horas del día. Luego venía el almuerzo en horas del mediodía, al estilo europeo, y la “comida” al anochecer. “En lo que se refiere al orden y número de las comidas, en Caracas se sigue igual práctica que en el resto del país; pero conviene advertir que las observaciones que acaban de consignarse acerca de la alimentación sólo son aplicables en su mayor parte a las provincias”.

     Dalton puso de relieve que la indumentaria y el vestido, tal como ocurría con el caso de los alimentos, en Caracas y en las principales ciudades la tela utilizada para su confección era importada, de origen europeo o estadounidense. En cambio, en el seno de las poblaciones rurales dependían, casi de manera exclusiva, para la elaboración de la ropa de productos y mano de obra local. En términos generales, las personas de escasos recursos económicos usaban una indumentaria de color blanco o azul. 

     Era frecuente el uso de sombreros de paja de ala ancha y la mayoría de los pobladores iban descalzos o con unas sandalias “llamadas alpargatas”, las que Dalton creyó se fabricaban a base de cuero. “no obstante, y en todas las regiones del país, tanto los hombres como las mujeres suelen lucir sus mejores galas en los días de fiesta”.

     Agregó al final que, en el país se publicaban un total de 237 periódicos y cuyas ediciones, además de las gacetas del gobierno de las capitales de los estados, en su mayoría eran de interés general, y algunas que otras dedicadas a temas científicos, literarios, masónicos, entre otros. De acuerdo con una consulta que Dalton hizo en el Anuario Venezolano, para el año de 1908 la mayoría de las publicaciones periódicas del país se encontraban en el estado Lara.

     Para finalizar, la obra de Dalton reviste un gran interés. Esto es así porque muestra un estilo llano, directo y con poco uso epítetos y repetición de estereotipos. Su escrito exhibe un estilo con el cual buscó la imparcialidad, la objetividad y la claridad gracias al uso de fuentes locales con las cuales nutrió sus argumentaciones.

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