“El Obispo” y la piqueta de la libertad
La demolición de la vieja Cárcel del Obispo, decretada por la Gobernación del Distrito Federal, por afrentosa a la dignidad ciudadana, no ha podido ser ejecutada con la rapidez que se hubiera deseado por la falta de otro local adecuado donde puedan ser depositados los ladrones, los escandalosos, los borrachitos y las “mujeres de la vida”, que en un promedio de 510 diarios constituyen la población del espantoso antro **
Por Ana Luisa Llovera *
La Cárcel del Obispo fue construida por el ingeniero Gustavo Wallis en 1930, pero no entró en funcionamiento sino en 1936, después de la muerte del general Juan Vicente Gómez.
“La Cárcel del Obispo fue construida por el ingeniero Gustavo Wallis en 1930. Cuéntase que el propio general Juan Vicente Gómez, que en verdad no pecaba por exceso de escrúpulos en el tratamiento de los prisioneros, la encontró tan mala, tan incómoda que no la destinó nunca al fin que había determinado su construcción. Se convirtió en depósito de cemento y materiales del Ministerio de Obras Públicas (MOP), donde los Díaz González inauguraban el sistema de las “comisiones” que tan jugosos resultados llegaron a alcanzar durante los últimos años del perejimenismo.
Enrique Bernardo Núñez, en su delicioso libro “La Ciudad de los Techos Rojos”, refiere que el nombre de “Obispo” le vienen a ese cerro porque allí tenía una casa el Obispo Mariano Martí, donde solía descansar de su largo peregrinaje de visitas pastorales por todo el territorio de la Capitanía General de Venezuela. Se le llamaba, pues, Cerro del Obispo por la casa del Obispo Martí. Luego de construida la cárcel, o de usada como tal, la designación de Cerro del Obispo, se desplazó a “Cárcel del Obispo”, mientras que las laderas, apretadamente habitadas por gente del pueblo, desde el propio sitio de la cárcel, conservan la designación simple de “Obispo”. Así la gente vive “en el Obispo”, o va “para el Obispo”, o de allí viene.
No hemos podido dar con los datos precisos, y en el periodismo diario no hay tiempo de consultas detenidas, lo cual es una lástima. A la memoria de Gustavo Machado, veterano de todas las cárceles de Venezuela, hemos tenido que confiarnos para decir que fue probablemente cuando la huelga del 9 de junio de 1936, contra la ley Lara o ley de Orden Público, cuando se usó por primera vez este penal para presos políticos. Aunque –cosa curiosa– esa, la del Obispo, ha sido precisamente la única cárcel de Caracas que Gustavo Machado no ha pisado más que como defensor de otros presos.
Cuenta Gustavo Machado, que el Obispo tuvo que ser usado porque habiendo sido demolida La Rotunda, en una acción popular que mucho recordó la toma de La Bastilla de París, se hacía necesario tener en algún lugar a los presos de delitos comunes que allí estaban cuando los muros fueron derribados por el furor popular. Así exonera Gustavo Machado al general Eleazar López Contreras de intención malévola al darle uso al Obispo.
El caso es que, desde ese estreno, en la huelga de junio del 36, la Cárcel del Obispo se convirtió en sitio de detención para políticos. Tal vez con la sola excepción de Gustavo Machado, y de José Tomás Jiménez Arráiz, todos los dirigentes políticos del quinquenio 1936–1941, pasaron alguna temporada en el Obispo.
Hay casos como el de Eduardo Gallegos Mancera, que estuvo dentro de sus muros en 1936, 1937, 1938, y luego en 1950, 1951 y 1952. Tal vez nadie acumule tantas temporadas en el Obispo como Eduardo, ni acaso tantos recuerdos gratos.
Porque aunque eso de conservar gratos recuerdos de una cárcel, pueda resultar un disparate, la verdad es que quien vivió cárcel en Venezuela de 1936 a 1941, y de 1950 en adelante, no tiene más remedio que confesar que en las primeras temporadas aquello era una especie de club. La verdad es que se divertían en grande. Eduardo, que vive lleno de trabajo en el Concejo Municipal, estamos seguros que lo dejó con mucho gusto para referir algunas anécdotas que tuvieron por escenario el Obispo. Cuando él se encontraba allí sub-judice por los sucesos de la Universidad que condujeron a la muerte de Eutimio Rivas, estaba también preso un sujeto a quien llamaban “el loco Alvarado” y cuyo nombre completo no recuerda.
En junio de 1936, se estrenó la cárcel del Obispo con la detención de numerosos políticos, entre ellos, Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt, Gonzalo Barrios, Eduardo Gallegos Mancera y Ernesto Silva Tellería, entre muchos otros.
El famoso loco estaba preso porque había dado publicidad, junto con Rafael Calderón, primer Secretario General del Sindicato de Periodistas, a una especie de manifiesto en que proclamaba el tiranicidio como la única solución en Venezuela, llamándose naturalmente tirano al general López Contreras, cuando este país no había sabido lo que era un tirano.
El caso es que Alvarado padecía cierta forma de megalomanía, sabrosamente descubierta por los eternos chaposos que se la estimulaban. Alvarado tenía su gabinete, pues le habían hecho creer que de la cárcel saldría en hombros del pueblo a ocupar la presidencia de la República, cuando se hubiera consumado el tiranicidio que él proclamaba. Dentro del gabinete era Eduardo su Secretario General y Gonzalo Barrios su Ministro del Interior.
Cuenta que discutían los problemas venezolanos bajo la presidencia de Alvarado y una vez se combinaron con Ernesto Silva Tellería para que planteara el problema del petróleo. Eduardo soplaba al “candidato” las respuestas y cuando pomposamente expuso Ernesto el tema , el “candidato” vio a Eduardo que la apuntó: “Expropiación”.
Eduardo puso entonces de manifiesto todos los inconvenientes que podrían derivarse de la expropiación, incluyendo la falta de alimentos para Venezuela, y el petróleo expropiado, pero sin mercado. El “candidato” buscaba afanosamente la mirada de Eduardo y la respuesta, pero éste naturalmente se hacía el desentendido, dejándole a sus propias fuerzas.
Y fue cuando el “candidato” aflojó su fórmula magnífica:
–Pues si no nos compran nuestro petróleo, tampoco les compramos sus papas podridas. . .
Es curioso, pero el Obispo no es recordado con amargura por sus huéspedes de los años 30. Lo recuerdan hasta con simpatía, y todos acumulan chistes y recuerdos risueños. Gonzalo Barrios, por ejemplo, recuerda que el Alcaide Henrique Galavís, les llevaba él mismo los periódicos en la mañana, y ordenaba que les dieran café. Estaba precisamente junto con Eduardo Gallegos Mancera en la Biblioteca de la Cárcel, disponían de cómodos asientos, de refrescos, de comida que les llegaba de sus casas y de visitas.
Eduardo, por ejemplo, dice que en el Obispo estaba cómodo en sus detenciones de 1936, 1937 y 1938; que estaban dos por calabozo, tenían periódicos, revistas, comida, visitas, amplia comunicación entre ellos, una hora de sol en la azotea, y el derecho de echar piropos por las rejas que daban a la calle. En cambio, en sus detenciones de 1950, 1951 y 1952, el panorama era totalmente distinto. Todo eran amenazas y malos tratos, alimentos manoseados en búsqueda de mensajes, encierro total, ratas, mal olor, hacinamiento de 7 y más en un calabozo, y toda suerte de males, incluyendo la promiscuidad con ladrones y homosexuales y con agentes de la seguridad camuflados de presos. La amenaza de llevarlos a “declarar” era constante. Tal vez por este contraste entre los dos Obispos recuerda Eduardo casi con nostalgia sus viejos tiempos de detenido crónico.
Muchos de los 42 expulsados por López por decreto del 27 de febrero de 1937, habían estado antes y estuvieron en aquella oportunidad en el Obispo, de donde los sacaron para concentrarlos en el Garage de Palo Grande para de allí conducirlos al Flandre el 3 de marzo del mismo año, rumbo a México.
El 8 de enero de 1959, Rafael Caldera, acompañado del entonces presidente de la Junta de Gobierno, Edgar Sanabria, dio el piquetazo inicial para la demolición de la cárcel del Obispo, situada en El Guarataro, Caracas.
Aunque el decreto comprendía a 42, nos cuenta José Tomás Jiménez Arráiz, hoy Director de Gabinete del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que solo unos 15 salieron del Obispo: Fernando Márquez Cairós, Valmore Rodríguez, Salvador de la Plaza, Inocente Palacios, Rodolfo Quintero, Jóvito Villalba, Hernani Portocarrero, Manuel Acosta Silva, Miguel Acosta Saignes, Carlos Irazábal, Manuel Corao, Raúl Leoni, Gustavo Machado salió del Rastrillo y José Tomás de la Comandancia de El Conde, donde también habían sido trasladados poco antes Gonzalo Barrios y Hernani Portocarrero, quienes se habían negado a fotografiarse para el pasaporte de expulsión.
Precisamente la negativa de Hernani a dejarse fotografiar dio origen a que José Tomás inventara un “skecth” que recitaba él solo y que se llamaba “Hernani Portocarrero no ha muerto”, en el cual José Tomás hacía el papel de Hernani, del Cabo de Presos, de otros presos y finalmente de Jóvito Villalba en un discurso.
Juan Oropesa, Jesús González, Carlos Rovati, Carlos Augusto león, Luis Hernández Solís, Rafael Martínez, a quien llamaban “Madera”, este murió hace algunos años. Escuriana, Jean Piaret, también salieron del Obispo rumbo al destierro, o habían pasado por allí alguna vez. Rómulo Betancourt, que visitó el Obispo varias veces, no puso ser detenido para expulsarlo hasta tres años después. Tampoco fue detenido nunca Alejandro Oropesa Castillo ni Juan Bautista Fuenmayor, comprendidos en el decreto de expulsión, pero que lograron permanecer en el país.
Por entonces ya el Bachiller Castro operaba en el Rastrillo de la Policía, también frecuentemente visitado por los dirigentes políticos de la época, y se indignaba mucho de que Gustavo Machado fuera al Obispo en plan de defensor de los detenidos y no lo estuviera él.
También los luchadores políticos contra la tiranía pasaron en su casi totalidad por el Obispo. Muchos de los que padecieron expulsión sin decreto de la dictadura estuvieron por lo menos una vez en el Obispo.
Aquí mismo, dentro del recinto de “Últimas Noticias” y en la vecina “Esfera” muchos redactores han padecido detenciones en el Obispo. Miguel Ángel Capriles, presidente de la C. A. Últimas Noticias, estuvo preso allí, en la letra A, en 1955 durante 9 días. Por meses estuvo Manuel Trujillo y Heli Colombani (columnistas de “Últimas Noticias”) pasó dos largos años en aquel antro inmundo. Emiro Echeto La Roche, director de “Ultimas Noticias”, “gozó” también del Obispo en tres oportunidades cada una por varias semanas. Casi siempre se le detenía por titulares del periódico que le caían gordos a Pedro Estrada. Una de esas detenciones fue por un título cuando el alzamiento del 1° de octubre de 1952 en Maturín. Decía: “Rebelión en Maturín”. ¡El gobierno anuncia la sofocó en 24 horas! Lo que no le gustaba a don Pedro era el tamaño del título. . .
A Miguel Ángel Capriles se le acusó de hacer “oposición camuflada” al régimen para aumentar la circulación de “Últimas Noticias” y de su revista “Élite”. Además –nuevo Hitler– Vallenilla le enrostró que era judío en nota de primera plana en “El Heraldo”.
Oscar Yanes, director de “La Esfera”, también efectuó visitas forzadas al Obispo.
Y yo tengo el dudoso honor de haber sido no solo la única política detenida allí en los años 40, sino de haber compartido celda con 68 prostitutas del Obispo renuentes al tratamiento antivenéreo. Lo peor es que se me detuvo porque el policía 737 me “echó” un piropo grosero y me devolví a verle la placa. Enseguida me acusó de “falta de respeto a la autoridad” y me raspó a la Comandancia, de donde me mandó al Obispo el Segundo Comandante por haberse afirmado “falta de respeto”.
La cárcel del Obispo en trance de ser demolida es asiento hoy de ladrones, ebrios y escandalosos. Sin embargo, el contacto que tuvimos con algunos casos en nuestra visita, que ameritará una nueva información, revela que allí es necesario mientras se le demuela, una persona que tramite algunos casos humanos terriblemente dolorosos. Prostitutas que apenas tienen 17 años; hombres acaso privados de su libertad por error. Una trabajadora social podría estudiarlos.
Mientras tanto, Venezuela celebrará con júbilo el día que la piqueta derribe ese monstruo de escarnio y de ignominia que es la Cárcel del Obispo, en cuyas listas de detenidos, si se conservaran, podría hacerse un censo de todos aquellos que en Venezuela han luchado y sufrido por la libertad que ahora disfrutamos, y que se ha conquistado al precio de tanto dolor”.
* La guariqueña Ana Luisa Llovera (1908-1999) fue una gran luchadora social, periodista y política. En 1941, participó en la fundación del partido Acción Democrática. Fue la primera mujer en juramentarse como diputado Constituyente (1946), así como la primera mujer presidenta de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP, 1960).
** Casi un año después de que Ana Luisa Llovera publicara su interesante artículo sobre la cárcel del Obispo, esta fue demolida, en enero de 1959. Hoy en su lugar existe un jardín de infancia
FUENTE CONSULTADA
- Últimas Noticias. Caracas, viernes 25 de abril de 1958
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