Telares Palo Grande en Caricuao

Telares Palo Grande en Caricuao

OCURRIÓ AQUÍ

Telares Palo Grande en Caricuao

Depósito para la planta de tratamiento de agua

     Con una inversión de aproximadamente 25 millones de bolívares, se construyó en 1960, en Caricuao, Caracas, la más moderna fábrica textil de Sudamérica.

     A mediados de 1960, culminó la construcción de una de las fábricas textiles más modernas del Continente, cónsona con el auge industrial que entonces vivía Venezuela.

     En la obra trabajaron afanosamente 400 obreros. La construcción de esta fábrica y sus instalaciones industriales significaron una inversión de veinticinco millones de bolívares, capital totalmente venezolano aportado por los grupos de accionistas de Telares Caracas y Telares de Palo Grande. Estas dos empresas de vieja raigambre industrial —Telares Caracas fue fundada en 1908, bajo la razón social “F. de Salas Pérez y Cía” y Telares Palo Grande en 1920— se fusionaron para realizar este ambicioso proyecto.

     La Compañía Anónima Telares de Palo Grande recibió un crédito de la Corporación Venezolana de Fomento por la suma de seis millones y medio de bolívares.

     El lugar escogido para el emplazamiento de la nueva fábrica textil —la planicie de Caricuao— cuenta de un clima excelente y está inmediato a una vasta zona industrial que se convierte rápidamente en una Ciudad Industrial, satélite de la de Caracas.

     Adyacentes a los terrenos que ocupa la nueva planta, se encuentran terrenos del Banco Obrero y de la C. A. Telares de Palo Grande, donde se levantarán modernas viviendas para los obreros. El Banco Obrero tiene planes de construir seiscientas casas, aproximadamente.

     El terreno que ocupa la C. A. Telares de Palo Grande en Caricuao alcanza los 80.000 m2.

     El diseño de esta nueva fábrica fue hecho sobre las bases de las modernas normas de Estados Unidos, tomando en cuenta los últimos conceptos de índole técnica y de ambiente agradable para el personal que ha de trabajar en la misma.

     Todo el complejo de la fábrica fue construido en forma de U y ocupa 34.000 metros cuadrados. La entrada del algodón y la salida de la tela terminada y empaquetada es por un mismo lado de la factoría, permitiendo así el control desde la oficina tanto de recepción de materias primas y otros artículos como del despacho de las manufacturas.

     Las áreas que ocupan las secciones industriales más importantes que integran el complejo de la nueva fábrica, son las siguientes:

  • Depósito de algodón 1.500 m2
  • Hilandería 8.200 m2
  • Tejeduría 5.400 m2
  • Tintorería 5.000 m2
  • Preparación 4.800 m2
Plaza Bolívar. Caracas, 1874

     Los depósitos de algodón los constituyen tres naves, construidas a prueba de fuego, capaces para almacenar la materia prima necesaria para un año de funcionamiento de la planta.

     La fábrica tendrá 20.000 mechones y 400 telares. Componen sus instalaciones industriales un aporte de las más modernas máquinas textiles esmeradamente escogidas y adquiridas por técnicos de la empresa en las recientes exposiciones de Alemania, Estados Unidos, Inglaterra e Italia, y cuyo valor de compra alcanza los 10.000.000 de bolívares, además de esta maquinaria nueva, contarán también con las máquinas antiguas que están en funcionamiento en las fábricas de Telares de Palo Grande y Telares de Caracas. El equipo industrial de esta nueva planta textil incluyó, entre otras novedades, telares europeos muy rápidos, blanqueado continuo, teñido continuo, sanforizado y equipos para acabados inarrugables.

     El diseño del amplio edificio de la nueva fábrica textil ofrece el singular aspecto de aparecer sin ventanas, a excepción de la tintorería, donde se trabaja con vapor, y en las oficinas; esta circunstancia no obedece a un capricho arquitectónico sino a poderosas razones técnicas aceptadas en Estados Unidos y en Europa; es el tipo de construcción industrial específica para industrias textiles que requieren un clima controlado para la producción.

     Gran parte del secreto de la calidad que desde muchos años ha caracterizado a las telas inglesas, consiste en el clima de una determinada humedad constante que existe en las regiones industriales como Manchester; hoy, la técnica permite establecer esas mismas condiciones ideales para la producción textil mediante un sistema de aire acondicionado central.  De ahí que en la nueva planta industrial de Telares de Palo Grande se haya instalado un sistema completo de aire acondicionado industrial, y que se hayan seguido normas de arquitectura industrial tales como: planchas de concreto aislantes en los techos, revestidas por encima de corcho para aislar completamente el interior de la fábrica de los rayos calientes del sol y la comentada supresión de ventanas, para así lograr el medio ambiente que es necesario a una industria textil que pretenda hacer hilados y tejidos de calidad. 

     El control absoluto de la humedad mejora la eficiencia de la hilandería y la tejeduría hasta un 20%, dando un hilo más uniforme y con menos roturas y por consiguiente una calidad constante en las telas producidas.

     Además, toda la fábrica tiene cielos rasos con sus lámparas embutidas y todos los ductos de aire acondicionado, cables eléctricos, etc., se colocaron entre el cielo raso y el techo a fin de facilitar la limpieza de la fábrica, factor también muy importante en la producción de tejidos de óptima calidad. En la tejeduría el cielo raso es de material aislante de ruidos con el fin de dar a ese salón, normalmente muy ruidoso, un ambiente muy favorable para los obreros que trabajan en el mismo.

     Asimismo el aire acondicionado central hace más agradable el trabajo a los obreros para los cuales, según corresponde a las modernas realizaciones industriales, se han previsto en la novísima planta, todas las facilidades, comodidades y servicios, tales como: una enfermería con consultorios médicos y odontológicos, una confortable cafetería, en la cual se sirve comida caliente, al día, a todo el personal; salas modernas de duchas, lockers, etc.

     Dentro de los terrenos que ocupa la nueva fábrica textil se instaló una planta muy completa de tratamiento de agua para el necesario acondicionamiento de líquido elemento a las necesidades de la tintorería, a fin de asegurar unos teñidos claros y uniformes

     Por medio de controles eléctricos y básculas de pesaje instaladas en cada departamento fabril de la factoría, se establecen rígidos controles de calidad para producir telas que compitan favorablemente en calidad con las importadas.

     En esta fábrica textil se utiliza únicamente algodón producido en los campos venezolanos, constituyéndose así la Fábrica de Telares de Palo Grande, en una industria básica y completa, pues se empieza con la materia prima, el algodón nacional, pasando por los hilados, tejeduría, tintorería y sección de estampados y acabados, hasta entregar la tela terminada.

     Los principales renglones que se producen en la nueva fábrica textil son: los driles de Palo Grande, ya muy conocidos en nuestro mercado; telas para sábanas; toallas; telas para camisas; telas estampadas de varios tipos y lonetas. Todas estas telas, como queda dicho, son hechas con algodón nacional sin intervención de otras fibras.

     En el funcionamiento de esta gran factoría textil se consumen 3.000 KWA = 2.000.000 KWH/mes y 1.200.000 litros de agua al día.

     La planta le dará trabajo a casi mil venezolanos, entre obreros, técnicos y empleados administrativos. 

 

Fuente consultada: Revista Producción. Caracas, N° 131, 1960

La Plaza Bolívar de Caracas

La Plaza Bolívar de Caracas

OCURRIÓ AQUÍ

La Plaza Bolívar de Caracas

La estatua ecuestre de la Plaza Bolívar de Caracas, fue elaborada por el escultor italiano Adamo Tadolini

     La primera referencia que se conoce para erigir un monumento al Libertador data del primero de marzo de 1825, cuando la municipalidad de Caracas decidió aprobarlo luego de recibir noticias del triunfo apoteósico de Simón Bolívar en la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. El monumento seria ecuestre, de bronce, sobre columna de mármol y estaría ubicado en la Plaza de San Jacinto, cuyo nombre cambiaría por el de Bolívar. Desafortunadamente este acuerdo quedó sin cumplimiento.

     Hubo otras propuestas también incumplidas, una de ellas en 1842, cuando los restos del Libertador llegaron a Caracas procedentes de Santa Marta, Colombia. En esa ocasión, al menos quedó el nombre de Bolívar para la Plaza Mayor.

     Treinta años más tarde, el 18 de noviembre 1872, el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco decretó la construcción de una estatua ecuestre al Libertador Simón Bolívar.

     El gobierno encargó la ejecución del mencionado decreto a la Compañía de Crédito constituida en Junta de Fomento, bajo la responsabilidad de su presidente Juan Röhl.

     La estatua fue moldeada en la fundición real de Múnich (Alemania) bajo la dirección del señor Ferdinando Von Müller y por el modelo ejecutado por el escultor italiano Adamo Tadolini en 1858, en Roma, y erigida al año siguiente en la plaza Constitución de Lima, Perú.

     El pedestal fue construido en Weissenstadt, Baviera, por Edwards Akermann y llegó a Venezuela en 34 cajas, abordo del bergantín Annani, la mañana del 24 de septiembre de 1874. El pedestal era de mármol, de tres metros y medio de alto, con dos gradas concebidas en piedra sienita de color negro con la inscripción:

“Nació en Caracas el 24 de julio de 1783, murió en Santa Marta de Colombia, el 17 de diciembre de 1830. Sus restos fueron trasladados a Caracas el 17 de diciembre de 1842”.

El 11 de octubre de 1874, el presidente Guzmán Blanco, acompañado por diversas personalidades, procedió a la ceremonia de instalación del pedestal, en cuya fosa se colocaron en unas cajas metálicas los siguientes objetos:

“Acta de la colocación de la piedra fundamental de la estatua.

Copia del decreto del 18 de noviembre de 1872 mandando construir la estatua con la firma autógrafa del Ilustre Americano, General Guzmán Blanco

Una pieza de un venezolano

Una pieza de cincuenta céntimos

Una pieza de veinte céntimos

Una pieza de diez céntimos

Una pieza de cinco céntimos

Una medalla del busto del Libertador

Una medalla conmemorativa del 28 de octubre de 1874

Dos medallas del Capitolio

4 tomos de Historia y Geografía de Venezuela de Agustín Codazzi

Recopilación de leyes y decretos de los Congresos de Venezuela, 1830-1850, 1 tomo

Recopilación de leyes y decretos mandada a hacer por el General Guzmán Blanco, 1874, 5 tomos

Mensaje y documentos de la Cuenta rendida por el General Guzmán Blanco, 1873, 1 tomo

Primer Censo de la República, 1874, 1 tomo

Una fotografía del Ilustre Americano

Plano topográfico de Caracas

Cuadernos de las Constituciones de 1857, 1858, 1864 y 1874

Acta de la Independencia del 5 de Julio de 1811

Periódicos del 10 de octubre de 1874: La Opinión Nacional, Diario de Avisos

y una colección de periódicos de los Estados

Plaza Bolívar. Caracas, 1874

     Un día antes del acto de instalación del pedestal, el vapor danés Thora, que traía la estatua del Libertador, encalló a pocas millas de la isla venezolana Los Roques. El capitán y la tripulación de la embarcación notificaron al cónsul danés que habían perdido “toda esperanza de salvarlo”, ya que “tenía éste tres pies de agua en la bodega.”

     Cinco días más tarde, el jueves 15 de octubre de 1874, comenzaron las labores de rescate; la goleta Cisne al mando del capitán Adolfo Prince salió para Los Roques. Abordo se encontraban Vicente Ibarra y el general Juan Francisco Pérez quienes llevaban 38 hombres. También zarparon para el lugar de los acontecimientos el vapor Pacificador y la goleta Faro. De igual manera Alejandro Ibarra, jefe de las artillerías del Distrito Federal, acudió con un destacamento de la guarnición para evitar que otras expediciones pudiesen saquear el Thora.

     El lunes de 19 de octubre la prensa caraqueña anunció el remate del referido buque con su “carga, velámenes y aparejos”. Ese mismo día, la ardua labor de la expedición oficial dio sus frutos.

     La estatua fue rescatada de las aguas por Vicente Ibarra y el general Juan Francisco Pérez. De igual manera el contramaestre de la barca italiana Eduardo, Felipe Groot, y Adolfo Prince, capitán de la goleta Cisne, habían tenido una destacada participación. Catorce de las quince cajas fueron llevadas ese 19 de octubre para La Guaira; la decimoquinta caja, por ser la más voluminosa, debido a que contenía la pieza del caballo, arribó a ese puerto la mañana del martes 20, en la mencionada goleta Cisne.

     Los restos del Thora nunca fueron rescatados, por lo que aún permanecen en las profundidades de las aguas del archipiélago.

El chorrito del caballo

     Debido al lamentable incidente del vapor danés, el monumento a Bolívar no pudo ser inaugurado para la fecha prevista, miércoles 28 de octubre de 1874, día de San Simón.

     Ferdinando Von Müller vino expresamente a Caracas para dirigir los trabajos de colocación del monumento. Cuenta el escritor y coleccionista Carlos Eduardo Misle (CAREMIS) que “existe una versión que refiere un hecho curioso sobre tales trabajos, y es que pareciéndoles a los que estaban levantando el monumento, que la estatua pesaba demasiado, pensaron que pudiera haberse llenado de agua del mar, en el momento del encallamiento y casi naufragio de la nave que la transportaba. Para convencerse abrieron un pequeño agujero en el anca derecha del caballo, por ser la parte que en aquel momento presentaba el nivel más bajo, y se dice que por espacio de varias horas un chorrito de agua de Los Roques estuvo remojando el piso de la plaza”.

 

Inauguración de la estatua

     Finalmente, el 7 de noviembre un repique general de campanas y el estruendo del cañón, resonando desde la explanada del Paseo Guzmán Blanco (El Calvario), daban la señal de que las fiestas para celebrar la erección de la estatua iban a comenzar.

     A la siete de la mañana, el triple estampido del cañón les anunció a los empleados públicos y demás habitantes de una Caracas que despertó engalanada con lujosos atavíos, que debían concurrir a sus localidades respectivas.

     A las 8 de mañana se inició la programación, cuyos detalles fueron descritos por el historiador Francisco González Guinad:

     “A la hora indicada se presentó el Ilustre Americano en gran uniforme, acompañado de su esposa y familia, del cuerpo de edecanes y empleados públicos. El cuerpo diplomático, los ministros del Despacho y los representantes de las corporaciones estaban allí con sus insignias, banderas y ofrendas.

     El presidente Guzmán Blanco leyó una breve alocución. Posteriormente sus edecanes pusieron en las manos del primer mandatario una corona de laurel batida en oro, la cual colocó al pie del pedestal”.

(…) “Llegó, por fin, el suspirado momento. Descorrióse el velo que cubría la estatua del Libertador, y ante aquella multitud entusiasmada apareció Bolívar, como un semidiós, sobre su corcel de batalla, saludando al pueblo”…

FUENTES CONSULTADAS

Libros

  • González Guinad, Francisco. Historia Contemporánea de Venezuela. 2da Edición. Caracas: Presidencia de la República, 1954; 15 v.
  • Misle, Carlos Eduardo. Plaza Bolívar, corazón de la Patria. Caracas: Procter & Gamble, 1999; 231 p.
  • Palenzuela, Juan Carlos. Primeros monumentos en Venezuela a Simón Bolívar. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1983; 193 p.

Periódicos

  • Diario de Avisos. Caracas, octubre-noviembre de 1974
  • La Opinión Nacional. Caracas, noviembre de 1872
  • La Opinión Nacional. Caracas, octubre-noviembre de 1874

Un país sin empleados públicos

Un país sin empleados públicos

OCURRIÓ AQUÍ

Un país sin empleados públicos

     De este modo tituló uno de los capítulos del libro, denominado Fueros, civilización y ciudadanía (UCAB, 2006), configurado por Elias Pino Iturrieta (Maracaibo, 1944) quien se ha destacado en las letras venezolanas como escritor, profesor e historiador. Es individuo de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, a la cual se incorporó el 27 de febrero de 1997 bajo el sillón N. Fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello desde 1999. Se graduó de la Universidad Central de Venezuela en 1962, y realizó el doctorado de El Colegio de México en 1969. Entre algunas de sus obras se pueden mencionar: La mentalidad venezolana de la Emancipación, Contra lujuria y castidad, País archipiélago y El divino Bolívar. Las líneas que siguen forman parte de una sinopsis de lo que Pino examinó respecto a la escasez de funcionarios públicos en los primeros tiempos de la república.

     En este aparte de su obra destacó algunas experiencias, en el contexto de los inicios republicanos, relacionadas con la ocupación de cargos públicos en los tiempos fundacionales de la república. Anotó que, algunas curiosas respuestas, ofrecidas por candidatos propuestos para cargos de cierta envergadura fuesen negativas, muchas de ellas llenas de jocosidad. Varias contestaciones fueron estudiadas y mostradas por Pino. Las mismas también dan cuenta del “agobio que significó la construcción del país” en tiempos cuando ni Fernando VII ni Bolívar los mandaren y ordenasen a cumplir con deberes de la patria. Muchas de las respuestas destacadas por este historiador venezolano se caracterizaron por la distancia, la apatía, por la ridiculez “y aún por la trampa, signar una relación gélida entre el sector público y los factores humanos que se requieren para la dirección y la atención de la sociedad”.

     Entre las variadas consideraciones que permite visualizar Pino, en este escrito, se encuentra aquella según la cual todo gobierno debía gobernar con las personas adecuadas. Requería de subalternos rectos y eficaces que con su empeño ayudasen a los respectivos gobiernos a desarrollar sus propósitos. Si se daba el caso de no encontrar servidores públicos idóneos quienes, si no aceptaban cargos por mandatos políticos o muestras de lealtad, “lo harán para conseguir el salario de las cajas oficiales”. En especial, en un país caracterizado por la bancarrota, la parálisis comercial y la falta de estabilidad en todos los ámbitos de la sociedad, “no cae mal el flaco emolumento ordenado por los poderes públicos”.

     En su examen, recordó que no era mal negocio mostrarse como “mandamás” en un país en que el personalismo estaba tan arraigado si quien ocupase un cargo público, en cualquiera de las instancias gubernamentales, le supiera sacar provecho a un trato caudillesco, muy propio de este período. 

     Mostró que, en los primeros momentos republicanos, la apatía, falta de compromiso y actitudes reactivas hace suponer que los asuntos propios del Estado no fueron fáciles de resolver, al menos, para tratos y aspectos administrativos requeridos de un personal adecuado. Por esto asentó la existencia de un “desinterés por el ejercicio de las funciones públicas es una constante en los primeros treinta años de autonomía”.

     Hizo notar en estas líneas los casos de Valencia y Mérida en los primeros días del mandato de José Antonio Páez. Agregó a esta consideración lo sucedido para 1837 cuando las asambleas habían elegido a los funcionarios dependientes del Concejo Municipal de Caracas, pero hubo una abultada respuesta de quienes intentaron desprenderse de las asignaciones otorgadas. Según su relato, basado en periódicos de la época, un licenciado de nombre José Rafael Blanco interpuso una “excusa legal” con la que justificó la no aceptación para ejercer la Alcaldía Primera de Altagracia porque recién había contraído matrimonio. Otro, Miguel Tejera se había excusado de aceptar el cargo para ejercer como Alcalde Primero de la parroquia San Pablo al mostrar certificación médica donde se constaba de una irritación pulmonar que le aquejaba. Don Francisco Ignacio Carreño había sido requerido para la Alcaldía Segunda de la parroquia San Juan, sin embargo, adujo que sufría de una oftalmía crónica y así se libró del incómodo nombramiento. 

     Pino rememoró que la prensa de la época hizo chanza con la cantidad de impedimentos que sirvieron de excusa para no aceptar los nombramientos oficiales. Una de ellas apareció en El Conciso, el 21 de enero de 1837, en el que se decía que en Caracas existía una especie de “Canciller de inválidos” de nombre Esculapio, que se beneficiaba con altos estipendios ante la cámara edilicia. No obstante, Pino reseñó el caso del abogado Felipe Fermín Paúl quien tomó en sus manos corregir las imposibilidades aludidas por parte de algunos ciudadanos que se negaban a cumplir su papel como administradores públicos. Este jurista aseguró que las solicitudes de rechazo resultaban irrelevantes y que se apoyaban en extravagantes leyes y antiguas como “las de Indias”. 

     Ante las desatenciones de los demandados para actividades administrativas, requeridas por un Estado que buscaba afianzarse, Pino se interrogó acerca de si estas negativas no tendrían que ver con objeciones de conciencia. En este mismo orden de ideas, también se preguntó si ellas no tendrían que ver con el libre albedrío en el que se amparaban como ciudadanos para no asumir imposiciones gubernamentales. No deja de ser objeto de curiosidad la negativa en distintos lugares del país, por parte de individuos que pudiera pensarse, según lo informado por cierta historiografía militante, deberían mostrar mayor compromiso con la república anhelada, en especial cuando esa historiografía insiste en que los procesos que llevaron a la emancipación fue obra de las “masas populares”, o, al menos, representan la edificación republicana como emanación de una sociedad integrada alrededor de la construcción republicana.

Por lo general, en los inicios republicanos, el venezolano rechazaba ocupar de cargos públicos

     Pino rememoró el caso expuesto en una comunicación oficial enviada a Monagas en 1857, que “incluye una elocuente estadística de indiferentes y renuentes”. De acuerdo con esta comunicación se habían presentado catorce justificaciones por matrimonio y dos por razones de salud, para rechazar el ejercicio de cargos concejiles en Caracas. Prosigue este historiador venezolano, en 1853 diez personas se habían mostrado reticentes a ejercer cargos como escribientes de tribunales situados en distintos lugares, debido a que “sufrían todas”, sin excepción, afecciones asmáticas que se agravarían con el contacto permanente de los papeles polvorientos que reposaban en los archivos. En 1854, seis jóvenes escogidos, según refiere Pino, para trabajar en los hospitales de Caracas y Valencia, se disculparon por la carga de numerosos achaques y dolencias, a pesar que ninguno superaba los veinte años de edad.

     Para 1855, nueve negativas se sustentaron en “enfermedades” como “torcedura de una pierna, pasmo barrigal, sarna y granos regados en cara y cuerpo, fueron razones suficientes para rechazar cargos de maestros de primeras letras. 

     Pino citó el caso de un informe, fechado en 1857, en que su redactor mostró sorpresa ante el caso de Julián Méndez quien se negó a aceptar el cargo de juez porque no tenía caballo, Mariano Solarte se negó a trabajar como aseador en la magistratura porque no tenía con quien dejar a su abuelita y el caso de Eloy Torres que se negó a tomar una vacante como administrador del correo porque le temía al invierno. Razonó, en este contexto, el de no contar con una bestia para su traslado. Quien había elaborado la Memoria, en la que se expusieron estos casos ante el gobernante de turno, el doctor Ángel Santos cerró el informe con las palabras siguientes: “En todos aparecen grandes irresponsabilidades y falta de ganas de trabajar, esperando instrucciones para corregir el grave mal”.

     Pino refirió otro caso, correspondiente al año de 1856, de un individuo llamado Juan de Dios Millán respecto al cargo de comandante de la policía que se le ofreció. En una comunicación firmada por Millán se puede leer cosas como las que siguen: ser policía no era equivalente a trabajar, “porque todos hacen lo que quieren y uno queda de adorno, como son adorno los jueces que se ganan la plata sin trabajar”. En la misma comunicación, con la que justificó su negativa para asumir el cargo policial, agregó Millán que los ladrones se mantenían en la cantina y que los secretarios de las dependencias públicas no hacían nada en los cargos que se les asignaba. De adorno acusó a los soldados que no poseían un sable para su defensa, también a los diputados que no sabían del sudor producido por el trabajo. “trabajar es lo que hago yo, escribiendo este oficio para no querer trabajar. Trabajar es poner un negocio, o cuidar una herencia, o arar en la hacienda, y eso lo hacen muy pocos en esta tierra amada y llena de maravillas, y mientras sigamos así, yo no trabajo en la policía”.

     En virtud de estas consideraciones, Pino trajo a colación la aceptación de las variadas excusas para desprenderse de compromisos nacionales. En este sentido, las numerosas vacantes que debió sortear la administración pública y la indiferencia de las autoridades para hacer cumplir los cargos asignados son expresiones que, para Pino, deben llamar la atención para cualquier persona que examine asuntos relacionados con los primeros tiempos de una república recién fundada. Bajo estas circunstancias, no se dio a conocer ninguna orden de amonestación para con los desobedientes, tampoco alguna fórmula para despertar su interés o para superar una tendencia tan perniciosa. “Hay testimonios de la búsqueda de empleados y de la reacción negativa de un funcionario por los prospectos que se esconden, pero nada más”.

     De acuerdo con este analista de la historia de Venezuela, las fuentes de información no registran la respuesta que pudieron haber tenido los representantes gubernamentales ante las negativas reseñadas, o de las razones aducidas por parte de quienes se negaron a cumplir con un deber para el que habían sido encomendados por autoridades nacionales. En este sentido, agregó la dificultad de asumir estas negaciones como una expresión de conciencia, en especial, por lo trivial de los razonamientos y por lo poco fiables de los mismos. Uno de los razonamientos que proporciona el autor a este respecto fue, quizás, el que los demandados para las actividades públicas no se sentían comprometidos con el país, es decir, no tenían arraigado un sentido de pertenencia que les constriñera a cumplir con exigencias nacionales.

     En este marco de análisis, agregó que el historiador solo podía verificar cómo una porción importante de venezolanos se desentendió de obligaciones con el Estado y el país, anteponiendo sus requerimientos y su bienestar individual entre 1830 y 1858. Estudios como el expuesto en estas cortas líneas ponen en evidencia la debilidad de los gobiernos representados por hombres recios, de acuerdo con los relatos de la historia de Venezuela, como José Antonio Páez y José Tadeo Monagas o institucionalistas como Carlos Soublette. Pino subrayó que estas desatenciones muestran unos gobernantes que no atraían “acólitos a su templo” si los invitaban a trabajar. Fueron hombres que no tuvieron respuestas claras ante la indiferencia de los gobernados. “Las versiones de un presidente lancero todopoderoso a quien siguen las multitudes y alaban los propietarios, o sobre unos autócratas venidos de oriente ante quienes se rinden los partidos políticos, quedan mal paradas”.

     Gracias a la exposición que ofrece Pino, en este relato, es dable un acercamiento a la historia olvidada del siglo XIX. Se ha hecho habitual la representación de la Emancipación como un hecho positivo y, por tal circunstancia, lo estructurado en su nombre se ha divulgado como compromiso generalizado. Una de las vías de interpretación de este tipo de historia ha sido cultivada por Pino quien con elegante prosa desmiente muchas de las fábulas construidas respecto a la historia de Venezuela, en los primeros tiempos de construcción republicana.

Pulperías y espacios públicos

Pulperías y espacios públicos

OCURRIÓ AQUÍ

Pulperías y espacios públicos

     Ángel Rosenblat fue un filólogo de origen polaco que a los seis años de edad, había llegado con su familia a Argentina, donde cursó sus estudios de filología. Por intermediación de Mariano Picón Salas llegó a Venezuela en la década del cuarenta del 1900. Se había doctorado en filosofía y letras en la universidad de Buenos Aires. Trabajó en el Centro de Estudios Históricos durante una corta pasantía por Madrid. Sus estudios expuestos en “Buenas y malas palabras”, artículos que había redactado en medios impresos de la época, se constituyeron en un libro de obligada exploración para una aproximación a un conjunto particular de palabras o venezolanismos que a él le interesaron como un personaje cercano a la lengua, su historia y uso.

     Rosenblat dejó escrito que comprender lo que la palabra pulpería guardaba como significado histórico, requería de un examen etimológico y filológico. Desde un inicio presentó su asociación con pulpero y pulpo. Según este filólogo dos autores correspondientes, uno, al siglo XVI y, otro, al XVII presentaron esta conexión. El primero, el Inca Garcilaso, lo hizo en Historia general del Perú, texto que se dio a conocer en 1647. Garcilaso llegó a escribir que en la creciente presencia de pendencieros y disputas particulares entre soldados, aunque también entre mercaderes y comerciantes, así como a los que llamaban pulperos, era un nombre impuesto a los vendedores más pobres porque en la tienda de uno de ellos se ofertaban pulpos.

La pulpería resultó ser el tiempo y un espacio para socializar. Ella fue lugar para el chismorreo e información de variedad de asuntos

     El segundo, fray Pedro Simón, en su “Noticias historiales», publicado en 1627, expresó que a los pulperos les habían llamado de este modo porque ofrecían muchas cosas en sus tiendas, a la manera que los pulpos poseen varios pies. Sin embargo, Rosenblat no otorgó mucho crédito a estas aseveraciones, al advertir que parecía una “humorada”, cuya inspiración se encontraba en la antipatía hispánica por el trabajo o actividad comercial. Basado en los estudios filológicos de Joan Corominas, autor de “Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana» (1954) reduplicó lo que este había examinado acerca del término en cuestión, al que asoció con pulpa. Para ratificar este supuesto recordó el caso de Cuba, donde al vendedor de pulpa de tamarindo se le llamaba pulpero. No obstante, advirtió que era una designación muy reciente. No parecía muy común en tiempos de colonización y conquista, porque en tiempos del Antiguo Régimen los españoles no se dedicaban a la venta de pulpas de frutas y tampoco, las pulpas eran el artículo principal ofertado por las pulperías.

     Rosenblat agregó una tercera posibilidad. En los prístinos días de la conquista de México los establecimientos donde se vendía el pulque, una bebida fermentada a partir del maguey o agave, se les dio el nombre de pulperías. 

     Así, desde estos tiempos la pulquería se ve como una institución en el país centroamericano. Rosenblat se interrogó acerca de si no cabría la posibilidad de considerar que españoles viajeros pudiesen haber llevado el nombre a otros lugares de la América hispana. En este sentido, señaló que muchos conquistadores y primeros pobladores de México se trasladaron a Perú y a otros espacios territoriales de la América española. Advirtió que una pulquería fuera de México tendría que ofrecer otro tipo de bebida distinta al pulque. A partir de estos razonamientos planteó otra hipótesis según la cual, en otros lugares del Nuevo Mundo, pudiera haberse dado el caso que el nombre de pulquero se asociara con pulpo o pulpa, “por etimología popular, y se transformara en pulpero. Es una hipótesis, ¿pero acaso hay alguna más plausible?”, se preguntó este filólogo de origen polaco.

     Lo cierto resulta ser su generalización en América. Rosenblat recordó que el Cabildo de Caracas estableció límites al funcionamiento de pulperías en Caracas. Para el 15 de marzo de 1599, al haber muchos pulperos en la ciudad, se impuso que debían funcionar sólo cuatro pulperías en ella. Durante el Antiguo Régimen hubo un gremio de pulperos. Los bodegueros y pulperos tuvieron importante actuación en algunos levantamientos civiles como en el de 1749 con la insurrección de Juan Francisco de León. En Los pasos de los héroes de Ramón J. Velásquez puso en evidencia que, los viajeros que visitaron Venezuela aludieron de alguna forma a las posadas, mesones y pulperías que se encontraron durante su estadía por el país.

     Velásquez puso de relieve la diferencia entre bodega y pulpería. Mientras la primera se asoció con dependencias de categoría, las pulperías eran bodegas de poca monta e intercambio al menudeo, entre ellas mencionó las que funcionaron hasta el período gomecista dentro de las haciendas. Expresó que la pulpería fue toda una institución en Venezuela como las que se instalaron en tiempos de la Guipuzcoana o los almacenes que desarrollaron los alemanes en San Cristóbal, Puerto Cabello, Ciudad Bolívar y Caracas. El inmigrante que pisaba estas tierras le quedaban dos alternativas: “la guerra y el comercio”, de acuerdo con sus aseveraciones. Muchos inmigrantes pasaron de pulpero a bodeguero o almacenista, aunque con pocas posibilidades de ascenso social. “Uno de los pocos pulperos en saltar el mostrador hacia más altos destinos fue Ezequiel Zamora. En cambio, Rosete fue pulpero de mala ralea”.

     Este mismo historiador indicó que la pulpería resultó ser el tiempo y un espacio para socializar. Ella fue lugar para el chismorreo e información de variedad de asuntos. Dentro de sus prácticas es posible ratificar el despliegue de un espacio público. En ella se ofertaba diversidad de bienes y también se conversaba de multiplicidad de cuestiones. En un espacio territorial de predominio rural, como la Venezuela decimonónica, se medía la distancia con la mediación de una pulpería a otra. La distancia se medía por cada diez horas de jornada a caballo. Este mismo historiador expresó que, junto a la pulpería estaba el corralón para la arria. Después de la cena, se presentaba un intermedio musical y artístico en que la copla era la invitada estelar. No faltaría el Guarapo, el cocuy, la menta o el malojillo, al interior de las pulperías.

     La fama de las pulperías estuvo marcada por altibajos. Algunas llegaron a tener buena fama, otras no por escenificarse en ellas actos virtuosos. Velásquez mencionó algunas que conservaban nombradía desde tiempos de la colonia: La Venta, Las Adjuntas, Corralito, Cerca de San Mateo, Cantarrana que había servido de cuartel general y de hospital a las tropas de Boves.

A los pulperos los denominaron de este modo porque ofrecían muchas cosas en sus tiendas, a la manera que los pulpos poseen varios pie

     Se debe insistir que lo más importante, de acuerdo con los estudios señalados, en este tipo de venta de bienes residió en la función social que cubrieron. Se debe suponer que no contaban con frontispicios llamativos y menos que fuesen lujosas. Velásquez las describió como sigue: “carecían de fachadas características y hasta de las muestras que indicaban el mote que las distinguía. Caserones como los de cualquier sitio. Techos que fueron rojos, ahora patinosos. De los aleros, colgaban hierbajos descoloridos. Un largo corredor frontal con barda divisoria y grupos de campesinos platicando del tiempo, las siembras, los sucesos. En el corredor, armellas para colgar hamacas. Un camino que llega y otros que siguen. Grasosas piernas de cerdo colgando de los ganchos. Carnes de chivo blanqueadas por la sal. Rumas de pescado seco. Rimeros de torta de casabe. Unos bastos sobre burros de madera”.

     En su interior, estaban las mesas de madera rústica protegidas con hules estampados de flores y no manteles de tela, sobre ellas el ajicero tradicional. Para sentarse, sillas de cuero. Servían para descanso del viajero por el tránsito en caminos agrestes y rudos, y de pendientes pronunciadas. Vale decir que la pulpería formó parte de un espacio público, aunque limitado. Los habitantes de Caracas, aún en tiempos de la colonia, no contaban con lugares de esparcimiento y distracción. 

     Por eso en los actos ceremoniales y litúrgicos se agolpaban personas que más de las veces concurrían a las iglesias no precisamente a cumplir con el sagrado deber que en ella era propicio.

     El historiador Rafael Cartay, en su texto” Fábrica de ciudadanos. La construcción de la sensibilidad urbana” (Caracas 1870-1980), señaló que la vida caraqueña en las postrimerías del siglo XVIII se caracterizó por su sencillez y simplicidad. Citó a Arístides Rojas para ratificar que era una experiencia vital que podía resumirse con cuatro palabras: comer, dormir, rezar y pasear. Se comía en familia varias veces al día y en horarios distintos a los de ahora. A partir del mediodía hasta el final de la siesta, a las tres de la tarde, todas las puertas de las casas estaban cerradas y, tanto plazas como calles, se encontraban solitarias.

     Cartay destacó que en casi todas las casas se rezaba el rosario, a las siete de la noche. Para inicios del siglo XIX el espacio público seguía siendo restringido. Cartay rememoró que Francisco Depons había observado una ciudad en la que no existían paseos públicos, ni liceos, ni salones de lectura ni cafés. Por eso subrayó que cada español vivía en una suerte de prisión, solo salía a la iglesia y a cumplir con obligaciones laborales. Sin embargo, las fiestas no sobraban, aunque monopolizadas por la iglesia.

     Este historiador recordó que la moral criolla cabalgaba sobre las Constituciones Sinodales. No obstante, era transgredida. Citó el caso del Cabildo caraqueño cuando en 1789 criticó la apertura de bodegas y pulperías, donde se dispensaban bebidas alcohólicas, incluso en celebraciones religiosas. También, se hicieron eco de queja al criticar el que mujeres visitaran esos lugares. De igual modo, citó el caso del sacerdote Francisco Ibarra, quien había sido rector de la Universidad de Caracas, entre 1754 y 1758 y primer arzobispo de Caracas en 1804. Este clérigo, según Cartay, había condenado la pública y escandalosa difusión de los pecados desplegados con la vestimenta de las mujeres, bailes lascivos y la permisividad que permitía que hombres y mujeres se agarraran de las manos.

     Lo cierto e indicado por Cartay fue que luego de la Guerra Federal en la ciudad se fueron creando espacios para el entretenimiento público, a partir de 1865. Se comenzaron a construir plazas bañadas por árboles, algunos jardines públicos y lugares para paseos. Con esto se puede constatar que la vida del caraqueño comenzó a diversificarse y la vida nocturna cobró vigor gracias a las lámparas de gas. Fueron acciones que muestran, tímidamente, la ampliación de un espacio público.

     En tiempos del mandato guzmancista la ciudad capital fue testigo de este ensanchamiento. En su narración, Cartay puso de relieve lo que un ministro guzmancista expresó acerca de las diversiones, a las que dividió entre bárbaras y civilizadas. Entre las primeras, José Muñoz Tébar, resaltó las que “salvajizan” a las personas, entre las que mencionó los toros coleados y las peleas de gallo. Las apropiadas serían el teatro que “civilizaba”. Sin embargo, el único teatro, inaugurado en 1854, era el Teatro de Caracas, al que se sumaría el Teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal) abierto en 1881.

     Las diversiones de los sectores populares se reducían a las peleas de gallo, los toros coleados, los juegos de baraja y naipes y los encuentros en bodegas y pulperías donde sus asiduos visitantes se dedicaban a hablar de política, hablar de religión, hablar mal del prójimo y averiguar la vida ajena, según lo expresara Delfín Aguilera en 1908. Quizás, lo más importante de una aproximación a la historia de la ciudad por medio de la pulpería es que ofrece la oportunidad de visualizar cambios. Cambios que se fueron desplegando con el ensanchamiento del espacio público, aunque también permite apreciar la cotidianidad de un país cuando la ruralidad y sus inherencias fueron las dominantes.

La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

OCURRIÓ AQUÍ

La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

     La TV en nuestro país se inició con un programa científico, promovido por dos empresas de Estados Unidos, que transmitieron operaciones quirúrgicas desde el hospital de la Cruz Roja, en La Candelaria, hasta el Hotel Ávila de San Bernardino.

     Aunque la fecha oficial del estreno de la televisión en Venezuela, es el 22 de noviembre de 1952, día en que salió por primera vez brevemente al aire la señal de la Televisora Nacional Canal 5 TVN5, (apenas se pudo presentar en pantalla el logotipo de la estación, con el escudo de Venezuela y el audio del Himno Nacional, porque a los pocos minutos se presentó falla en uno de los transmisores), mucho antes se produjeron los primeros pasos en el país de este innovador medio de comunicación, cuyas primeras emisiones públicas en el mundo, tras su invención en 1925, por parte del escocés John Logie Baird, se produjeron a través de la BBC de Inglaterra, en 1927, y la NBC de Estados Unidos, en 1930.

Herramienta científica en Caracas

     Dos años, tres meses y cinco días antes que el dictador Marcos Pérez Jiménez asistiera al acto de apertura del Canal 5, que luego iniciaría transmisiones regulares a partir del 1 de enero de 1953, ya se realizaban serios ensayos para que iniciara actividades la televisión en Venezuela.

     A principios de 1950, Gonzalo Veloz Mancera, pionero de la industria radial en el país, funda la empresa Televisión Venezolana Televisa, pero no consigue que el gobierno nacional lo autorice a operar. Se acercaban las elecciones presidenciales y el gobierno quería emplear esta moderna plataforma para promover la candidatura del coronel Marcos Pérez Jiménez, afirma el periodista Oscar Yanes en su libro “Pura Pantalla” (Caracas: Planeta, 2000).

     A mediados de agosto de ese mismo año llegan a Caracas representantes de dos importantes empresas estadounidenses, Laboratorios Squibb y General Electric, que ya habían acordado con la Cruz Roja de Venezuela, para realizar en el Hospital Carlos J. Bello y en el Hotel Ávila, un atractivo programa que permitiría exhibir el alcance de este moderno medio de comunicación para divulgar de forma interesantes aspectos de la ciencia y la cultura.

     Los modernos y pesados equipos, cámaras y antenas fueron ubicados en el hospital de La Candelaria y el hotel de San Bernardino para el histórico evento que se celebró los días 17,18 y 19 de agosto de 1950.

     Junto al programa VIDEO-MÉDICO al que asistieron, en horario matutino, varios equipos de cirujanos y participaron desde el auditorio centenares de especialistas y estudiantes de las universidades del país, también se presentó, en tanda vespertina, una suerte de magazine musical animado por varios artistas, como las cantantes Alice Mikuski y la mexicana Susana Guizar.
La revista Construcción, en su edición de agosto de 1950, presentó un interesante reportaje, titulado “Las Transmisiones Científicas del VIDEO-MÉDICO”, en el que brinda detalles de lo que fue el primer paso de la televisión en nuestro país, el cual ofrecemos a continuación.

     “Por primera vez en Venezuela se han realizado demostraciones de televisión, denominadas VIDEO MÉDICO, para una concurrencia que observó esta exhibición en una zona que cubre más de cuatro kilómetros desde el punto de transmisión.

     En la presentación de esta fase histórica, de la ciencia electrónica a la profesión médica aquí en Caracas, E. R. Squibb & Sons Inter-American Corporation y la International General Electrics S. A. Inc., han utilizado más de 5.000 kilos de equipo científico-electrónico. Junto con ese material, que fue traído por avión desde los Estados Unidos de Norte América, hay un sistema de dos cámaras completas, y también equipo transmisor y receptor micro ondal.

     Durante la presentación de las operaciones quirúrgicas y procedimientos clínicos los días 17, 18 y 19 de agosto, una de las cámaras televisiónicas fue puesta en una posición fija sobre la mesa de operación, enfocando el punto exacto de la incisión. La segunda cámara, equipada con una lente telefotostático, se montó sobre un dóile movible. Con esta segunda cámara, el ingeniero o fotógrafo pudo moverse dentro de toda esta zona, enfocando a los varios comentaristas, rayos X, gráficos, el personal, etc., permitiendo de esta manera que la concurrencia estuviese completamente al corriente de todos los procedimientos utilizados para las operaciones.

     Las imágenes de cada cámara son relevadas por un cable a la cámara de control y al equipo monitorio, que está montado sobre una mesa en el mismo estudio.

     Realmente, hay tres partes que componen el equipo monitorio armado delante del ingeniero de control, y cada una contiene una pequeña pantalla parecida a la pantalla de un receptor televisiónico local. Una parte de este equipo enseña la imagen que la primera cámara está enfocando; una segunda parte del equipo monitorio enseña la imagen de la segunda cámara. De estas dos imágenes, el ingeniero selecciona la mejor, la que tiene más interés, y la releva por medio de un cambio del control a la concurrencia observadora.

     A medida que el switch es movido por el ingeniero, la imagen que está tomando la cámara se descompone en impulsos eléctricos, y por los vericuetos de la ciencia electrónica, es transmitida a la antena que se encuentra encima del Hospital Carlos J. Bello. Aquí, la señal es transmitida en línea a la antena receptora encima del Hotel Ávila, donde es transmitida a su vez por el equipo y cable a una serie de receptores televisiónicos locales. 

     Todo este proceso desde la cámara hasta el receptor local se lleva a cabo con una velocidad de luz de 186.000 millas por segundo.

     Con estas facilidades de superposición de imágenes y cambios incorporados a la cámara del equipo monitorio, el ingeniero no solo puede seleccionar imágenes de cualquier cámara, sino que también puede transmitir ambas imágenes sobreponiendo una encima de la otra. La superposición de imágenes permite una presentación dramática y aumenta el interés del observador.

     Al mismo tiempo que las imágenes, o video se transmiten, la voz del cirujano o narrador es transmitida por un equipo especial de audio. El video y sonido, son transmitidos conjuntamente a la concurrencia observadora, y de esta manera siempre se asegura la uniformidad y exactitud de ellos.

     Se han hecho planes para demostrar algunas otras aplicaciones de la televisión como medio educativo y cultural mientras que el equipo esté en Caracas.

     Representantes del Laboratorio Squibb y la International general Electric S. A. Inc. Expresaron su satisfacción por esta oportunidad de traer a Venezuela esta serie de demostraciones televisiónicas con finalidades educativas tanto en el campo médico como en el aspecto cultural. Al terminar la última actuación, el 19 de agosto, el equipo será desmontado, y transportado via aérea a México.

     VIDEO MÉDICO ya ha hecho con éxito demostraciones similares en Puerto rico, Brasil y Argentina, donde miembros eminentes de la profesión médica han proclamado el uso de la televisión como un sistema ideal de enseñanza para la educación de los jóvenes cirujanos”.

Orígenes del Caracas Country Club

Orígenes del Caracas Country Club

OCURRIÓ AQUÍ

Orígenes del Caracas Country Club

Del Golf Club de las Barrancas al Country de Blandin

Caracas Country Club, sede Blandin

     El “Caracas Golf Club”, como se llamó al principio el actual “Caracas Country Club”, fue fundado en 1918 por un selecto grupo de personas de la sociedad caraqueña, las cuales acogieron con entusiasmo la iniciativa de los señores William Phelps, Robert Wesselhoeft y A. Mustard, quienes habían ya ejecutado varios juegos de este sport entre nosotros. El sitio escogido entonces para tales ensayos fue la sabana de uno de nuestros burgos capitalinos, la cual por su amplitud servía por lo pronto de “links” a los fervorosos jugadores.

     La primera reunión celebrada con el objeto de fundar dicho Centro se efectuó en el local del actual Club Paraíso, presidiéndola el caballeroso general Alejandro Ibarra, de grata memoria.

     Ciento treinta y cuatro personas, entre damas y caballeros, suscribieron entonces el acta que se levantó en aquel día y en la que quedaba constancia de la fundación del Centro del que venimos hablando, quedando, desde luego, los suscribientes como miembros de él y comprometidos a aportar la suma de ciento cincuenta bolívares como cuota señalada a los fundadores.

     Durante sus primeros días de existencia, el club no contó, en verdad, mayores triunfos, y un poco de indolencia e incuria por parte de algunos de sus miembros, determinó cierto estado de crisis amenazadora para su desarrollo, el que fue, afortunadamente, contrarrestado de manera vigorosa por los esfuerzos de los señores Wesselhoeft, Phelps y Carlos Behrens.

     Estos caballeros asumieron su administración y a los auspicios de ella, el organismo que parecía pronto a desaparecer bajo la negligencia, se irguió de nuevo vigoroso, después de las vicisitudes que toda obra de esta índole trae consigo, en medio que, como el nuestro, no tiene la tesonera voluntad que requieren las cosas en formación, lograron los decididos y esforzados salvadores levantar el edificio.

     El entusiasmo renació. Enmarcado en el bellísimo panorama que lo circunda, y provisto de las comodidades requeridas, el edificio comenzó a bullir de júbilos cordiales; la juventud pobló los atractivos rincones de la casa del Club y llovieron proyectos a granel para celebrar las justas más esforzadas en aquel estadio aristocrático.

     La primera Junta Directiva fue constituida por los señores Andrés Ibarra, como Presidente; G. W. Murray, Vicepresidente; R. Wesselhoeft, Secretario, y W. Phelps, Tesorero. Como Vocales fueron nombrados los señores L. J. Proctor, A. Mustard y Luis Vaamonde Santana.

     Sucedió al señor Andrés Ybarra en la Presidencia el señor John Boulton, quien a su vez fue reemplazado en turno por el actual presidente, señor Robert Wesselhoeft.

     Fueron sus primeros campeones los señores R. Wesselhoeft, A. Mustard y C. W. Curtis; y luego el señor John Cambell White.

     Figuraron también en la mesa directiva con las funciones de Vicepresidente, Tesorero y Secretario, los señores Rafael Vaamonde, Carlos Behrens y J. S. Binnie, respectivamente; y como Vocales, J. Herrera Uslar, W. H. Phelps y L. Vaamonde Santana.

     El 15 de julio de 1923 se inauguró el edificio del Club  y fue servido un lunch seguido de baile. Luego se llevó a efecto un torneo al cual se le dio el nombre de “Inauguration Handicap”, cuyo premio consistió en una copa de plata. Salió vencedor en dicha justa el señor Guillermo Zuloaga, obteniendo el segundo puesto el señor Albert T. Phelps.

El Caracas Golf Club, fue la cuna de este deporte en Venezuela

     La construcción del edificio, que es de un sencillo pero elegante aspecto rústico, cónsono en todas sus partes con el deporte que practican los miembros del “Caracas Country Club”, le fue confiada al joven y talentoso ingeniero Alejandro Jahn Jr., quien con el entusiasmo de su juventud y la cultura de su claro talento, hizo un edificio cuya belleza salta a la vista, y en donde se advierte la perfecta seguridad de quien tiene una precisión absoluta de lo que ejecuta.

     Y no puede ni debe ser de otra manera, pues el ingeniero Jahn Jr., que fue en las aulas universitarias y especialmente en arquitectura, un afortunado cultivador de la belleza, se trasladó a Francia y Alemania, en cuyos centros siguió cursos bajo la dirección de los más conocidos profesores. 

     Cordialmente nos congratulamos con el doctor Jahn Jr. por este nuevo éxito de su carrera profesional.

     La fecha de origen del juego de Golf, según la enciclopedia británica, es muy dudosa, pero se cree sea de origen holandés; tampoco hay ninguna seguridad de la fecha en que fue introducido en Escocia; pero lo que sí es cierto es,  que en el 1457 ya el juego se había hecho tan popular, que el Parlamento, en vista de que tal “sport” era una rémora para la vida económica del país, dictó medidas limitando las horas de juego, medidas que fueron ampliadas y aplicadas con mayor severidad en el año 1471, hasta que, finalmente, en 1491 el rey Jaime IV de Escocia lanzó un real decreto prohibiendo  dicho “sport”, amenazando con severas penas a los infractores. 

El primer campo de golf que existió en Venezuela fue el del Caracas Golf Club, en 1918

     Más o menos un siglo después este juego reaparece en los anales de la historia de Escocia, haciéndose otra vez tan popular que, en el año 1592, de nuevo el Parlamento tiene que intervenir y reglamentar las horas de jugada.

     Un año más tarde el decreto fue modificado, suspendiendo dicho juego solamente durante las horas de sermones.

     Por estos datos vemos que, aunque el Golf es de origen holandés, donde adquirió mayor popularidad fue en Escocia; a tal punto que en la historia de dicho país es conocido por el nombre de “The Royal and ancient game of Golf”. Mary Stuart fue jugadora de Golf.

     No tardaron muchos años sin que Inglaterra se contagiara con el entusiasmo del Golf, luego el frenesí pasó al continente de Europa, más tarde a Norte América y luego a la América del Sur; y a juzgar por el actual entusiasmo que existe en Caracas para este sport, vemos que aquí también se hará tan popular como en los otros países del mundo.

Fiesta inaugural del Caracas Golf Club, 1918
Fuente: Revista Gente Nuestra. Caracas, número 5, septiembre de 1954; Págs. 10-12

Loading
Abrir chat
1
¿Necesitas ayuda?
Escanea el código
Hola
¿En qué podemos ayudarte?