Los movimientos precursores del 19 de Abril

Los movimientos precursores del 19 de Abril

Este escrito fue publicado por el historiador larense José Gil Fortoul, en la célebre revista caraqueña El Cojo Ilustrado, en su edición del 15 de abril de 1910. Gil Fortoul, prolífico escritor, fue uno de los principales divulgadores del positivismo en la Venezuela de comienzos del siglo XX. Su obra presenta rasgos que la distinguen por su voluntad de incorporar diferentes corrientes de pensamiento: evolucionismo, darwinismo y liberalismo

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El guaireño José María España fue uno de los dirigentes del célebre movimiento independentista de 1797, conocido en la historia como Conspiración de Gual y España

     Si fue casi nula durante los tres siglos de la Colonia la iniciativa local en ciencias, artes, industrias ni política, observase que no hubo tampoco degeneración ni decadencia; antes fueron aquellos largos siglos una especie de laboratorio en el que empezaron a compenetrarse las tres castas originales.  ̶ española, india y africana ̶   para formar la variedad mestiza que predominó después en la evolución de la República. Por otra parte, todos los seres organizados, o individuales o colectivos, tienden instintivamente a durar; y en toda agrupación humana, por imperfecta que sea su constitución, se forma al cabo de cierto tiempo una clase de individuos social e intelectualmente superiores, que se atribuye de hecho la función cerebral de la colectividad. ¿De dónde vienen? O surgen del seno mismo de ella, en virtud de la sola tendencia social a la diferenciación, o son conquistadores o inmigrantes pertenecientes a otras razas: fenómenos que se efectúan unas veces en sucesión y otras conjuntamente. A menudo, por las relaciones con pueblos más civilizados, se produce en el que lo es menos una infiltración de ideas extranjeras, que transforman tarde o temprano el acervo de las ideas tradicionales.

     Cuando comienza el siglo XIX, a pesar del sistema español de trabas y aislamiento, y no obstante la tendencia conservadora de la Universidad de Caracas, verse ya constituida en Venezuela una clase social superior, por sus riquezas y por sus dotes intelectuales, la cual propende naturalmente a predominar en el destino de la Colonia. Muchos miembros de las familias ricas, nobles y «mantuanas», aparecen contagiados del espíritu revolucionario europeo, leyendo ocultamente libros nuevos o viajando por países extraños.

     Y esta infiltración de la corriente revolucionaria de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, junto con la reviviscencia de las antiguas instituciones españolas como la autonomía municipal y provincial, explican el final empeño de los colonos venezolanos en atacar, en sus fundamentos mismos, la organización política implantada por sus antepasados. Al través de vacilaciones, componendas, tentativas y ensayos eclécticos, acaban por sustituir el régimen monárquico con el republicano, y poco a poco van suavizando la férrea oligarquía territorial o agraria, hasta preparar la evolución democrática.

     A mediados de 1797 se descubre y fracasa el movimiento revolucionario dirigido por Gual y España. Cuán radical era su propósito revelando las ordenanzas que distribuyeron entre sus copartidarios: Según las cuales los vecinos se armarán como puedan  para deponer a todos los empleados españoles en rentas, guerra y justicia; en cada pueblo se constituirá una Junta de gobierno provisional, y dentro de dos meses enviarán diputados a la capital para declarar la Independencia y establecer el gobierno definitivo; serán libres la siembra y venta del tabaco; se suprimirá todo impuesto sobre los comestibles, y se rebajará la cuarta parte de las demás contribuciones; se abolirá el derecho de composición de tiendas y pulperías, y el de alcabala; se abrirán todos los puertos al comercio exterior; se prohibirá la exportación de oro y plata, a no ser en cambio de efectos de guerra; se proclamará la igualdad natural de todos los blancos, pardos, indios y negros; se abolirá para siempre el tributo de los indios y la esclavitud de los negros, pero abonando a los amos de esclavos su justo valor de los fondos públicos; se establecerá la milicia de todos los ciudadanos de dieciséis a cuarenticinco años; la nueva república se compondrá de las cuatro Provincias de Caracas, Maracaibo, Cumaná y Guayana, y la bandera nacional será blanca, azul, amarilla y encarnada, en alusión a las antiguas cuatro castas de blancos, pardos, negros e indios.  ̶ Como se ve, esta tentativa de reforma radical, y no la aventura oligárquica   y reaccionaria de Juan Francisco de León en 1749, fue el primer paso dado hacia la Independencia. El programa de 1797 contiene ya en germen el que realizarán los patriotas de 1810 y 1811.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El guaireño Manuel Gual, fue uno de los dirigentes del célebre movimiento independentista de 1797, conocido en la historia como Conspiración de Gual y España

     En mayo de 1799 estalla otra revolución republicana en Maracaibo. Sin mejor éxito que la de Gual y España. En abril de 1806 el régimen colonial se ve amenazado por un peligro mayor: la expedición libertadora de Francisco de Miranda. Proponíase éste emancipar todas las Colonias hispano-americanas, y desde 1790 venía negociando a este respeto en Londres con el ministro Pitt. Tratábase de formar un grande Estado desde el Mississipi al cabo de Hornos. Estado que había de organizarse a imitación de la Monarquía Inglesa, con un Inca o Emperador hereditario, una Cámara Alta de Senadores o Caciques vitalicios y otra Cámara de los Comunes elegida por los ciudadanos. Con semejante plan, y con el apoyo moral y material de Inglaterra, se presenta Miranda en las costas de Venezuela en 1806, y fracasa. Porque si bien es cierto que la oligarquía criolla deseaba contar con la simpatía del Gobierno británico, temía al propio tiempo las consecuencias de cualquier comromiso que al desligarla de la Corona de España la sometiese a otra Corona extranjera. Aspiraba a su autonomía, ora llamando a un Borbón a ceñirse la corona deTierra Firme, ora aparentando fidelidad a la bamboleante dinastía española, o ya constituyendo un Estado independiente cuando ésta desaparecise bajo la invasión francesa.

     En 1808 vuelve a equivocarse Miranda acerca de los sentimientos y tendencia de sus compatriotas. No bien tuvo noticias de la abdicación de Bayona, escribió desde Londres al marqués del Toro, quien recibió la carta en Caracas por el mes de octubre y se apresuró a comunicársela al Capitán General calificando a Miranda nada menos que de traidor, por haber procedido y estar procediendo de acuerdo con una potencia extranjera contra su Rey. Ignorante de este incidente volvió a escribirle Miranda al marqués remitiéndole, entre otros papeles, dos proyectos: el uno de Gobierno Provisorio, el otro de Gobierno Federal; papeles que no llegaron a su destino, porque los interceptó el Gobierno de Curazao y los devolvió a Londres, al Ministerio de Colonias (enero de 1809). Estos proyectos difieren en puntos esenciales del de 1790. No se trata ahora del Inca hereditario, ni Senadores vitalicios. El Poder Ejecutivo se renovará cada diez años y lo ejercerán dos ciudadanos, con el título de Incas, nombrados por el Concilio Colombiano (parlamento); y éste se compondrá de representantes elegidos por las asambleas provinciales. Además «toda autoridad que emane del Gobierno español queda abolida ipso facto», y «las autoridades españolas serán sustituidas por los cabildos y ayuntamientos de las diferentes ciudades, los que agregarán al número de sus miembros un tercio escogido entre los indios y gente de color de la Provincia.»

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
La expedición de Francisco de Miranda, en 1806, fue otro de los movimientos precursores de nuestra independencia

     Pero la abdicación de Carlos IV y renuncia de Fernando VII habían trazado a los colonos venezolanos otro camino más llano para llegar a la autonomía, a la Independencia y a la República, Camino que recorren, entre vacilaciones, componendas y tentativas, de 1808 a 1811. Cuando la Junta Central de Sevilla declara en enero de 1809 que los dominios de España en las Indias no son ya «propiamente Colonias o factorías, como los dominios de otras naciones, sin una parte esencial e integrante de la Monarquía española»; cuando llama a su seno a representantes de los Virreinatos y Capitanías Generales; cuando en 1810 la regencia convoca a elecciones a sus colonos americanos, éstos ven que está agonizando el régimen colonial. La misma Regencia puede decirse que pronunció la oración fúnebre de la dominación española en las Indias Occidentales, cuando dijo en su Manifiesto del 11 de febrero: «Desde este momento españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres, no sois ya los mismos de antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del centro del poder; mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o al escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobernadores: están en vuestras manos». La última frase resumía la aspiración de los colonos americanos; y en vez de confiar en unas Cortes y en una regencia amenazada por los soldados de la invasión extranjera, prefirieron determinar solos y libremente el destino de la nueva patria”.

La Rotunda: Lúgubre Cárcel

La Rotunda: Lúgubre Cárcel

Fue construida entre 1844 y 1854, en Caracas. Estaba ubicada en el lugar donde actualmente se encuentra la Plaza La Concordia. El nombre de la cárcel se deriva de su forma circular. Luego de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, la cárcel fue demolida en 1936 para eliminar con ello cualquier rastro de la crueldad del régimen gomecista

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El nombre de la cárcel se deriva de su forma circular
José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Dentro de oscuros calabozos de La Rotunda, pasaron años de sus vidas grandes figuras de nuestra intelectualidad

     “La tristemente cárcel de La Rotunda, lúgubre recinto, fue demolida el año de 1936 durante el gobierno del general Eleazar López Contreras, construyéndose en su lugar una plaza bautizada como La Concordia, diseñada por el genial arquitecto Carlos Raúl Villanueva, el mismo que trazara los diseños de la Ciudad Universitaria de Caracas, de la urbanización El Silencio, de los museos de Ciencias y Bellas Artes, de la plaza de toro La Maestranza de Maracay, entre otras obras. Aquella edificación, La Rotunda, hacia donde eran llevados presos comunes y políticos, alcanzó celebridad durante los gobiernos de los caudillos andinos Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, jefes de la llamada Revolución Liberal Restauradora.

     En el interior de dicha prisión, Nereo Pacheco, guarenero, se encargaba de aplicar tremendas torturas, las que muchas veces le provocaban la muerte a los torturados. Su maldad, al lado de los que lo acompañaban, lo llevó a aplicar torturas conocidas con los nombres de cepo de campaña, las colgadas, el tortol, el acial, las pelas, los grillos, el apersogamiento (ataban al reo a un poste). 

     El sentido criminal de los carceleros, conducidos por Nereo Pacheco, se hacía presente al colocarle vidrio molido y veneno dentro de las comidas. Unos versos que circularon a comienzos del siglo XX retratan el macabro recinto, así:

“La Rotunda de Caracas

es sepulcro de hombres vivos

donde se amansan los guapos

y lloran los atrevidos¨.

     Dentro de oscuros calabozos como los de La Rotunda, pasaron años de sus vidas grandes figuras de nuestra intelectualidad, entre ellos, Rafael Arévalo González, Andrés Eloy Blanco, José Rafael Pocaterra, Leoncio “Leo” Martínez, Francisco “Job Pim” Pimentel, Antonio Arráiz, entre otros, escribiendo, en esos insalubres espacios, parte de sus obras.

     Esa lúgubre cárcel, donde pensadores, políticos, militares, religiosos, obreros, dejaron sus vidas por el solo delito de enfrentarse al tirano de turno, se empezó a construir durante la presidencia del general Carlos Soublette y va a concluirse en la administración de otro caudillo militar, José Gregorio Monagas, según planos del agrimensor Francisco Florentino Tirado y el alarife José Francisco Herrera. Se sabe, a través de declaraciones de los que lograron sobrevivir ese infierno, que, entre los calabozos existentes en La Rotunda, el más temido era el conocido con el nombre de El Olvido, ello porque los presos que allí llegaban eran tan olvidados, que si salían… salían muertos. 

     Nereo Pacheco, quien nació en Guarenas en 1866, barbero de profesión, se desempeñó como Cabo de Presos en La Rotunda entre los años de 1913 y 1920 y fue llevado allí por haberle dado muerte a su concubina. Mientras se producía la sentencia correspondiente, la cual fue paralizada, siempre y cuando se comprometiera a la aplicación de torturas, físicas y mentales a todos los presos políticos que allí llegaran, se ganó, por su trabajo como sádico torturador, el cargo antes señalado. Se dice que de su negra mente salió el mezclar vidrio molido y arsénico en las podridas comidas de los detenidos, produciéndoles la muerte a los que la ingerían, entre ellos el sacerdote, también nacido en Guarenas, Régulo Fránquiz. Este despreciable elemento, se deleitaba tocando arpa mientras escuchaba los gritos de los que estaban siendo torturados. Para esos momentos, verdadero sadismo, su pieza favorita era La Pava, golpe tuyero.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En el interior de La Rotunda, Nereo Pacheco se encargaba de aplicar tremendas torturas

     En 1935, al morir el dictador Juan Vicente Gómez, quien se complacía con lo que hacía Nereo Pacheco en La Rotunda, prisión donde pasó 14 años de su vida el general Román Delgado Chalbaud, padre de Carlos Delgado Chalbaud, un grupo de venezolanos que habían estado allí como presos políticos, entre ellos, Víctor M. Juliac, Salvador de la Plaza, Néstor Luis Pérez, Luis Rafael Pimentel, acusaron a Nereo Pacheco de los asesinatos del reverendo Régulo Fránquiz, de Eliseo López, de Calimán y del doctor Jiménez, siendo condenado a 20 años de prisión el 8 de diciembre de 1936 y enviado a la cárcel del Obispo, prisión donde murió el 15 de septiembre de 1941.

     En la obra Recepción a Nereo Pacheco, escrita por Miguel Otero Silva, destacado humorista, poeta, periodista, novelista, político, parlamentario, académico, miembro de la generación del 28, formada por estudiantes universitarios, fundador, al lado de su padre y del poeta Antonio Arráiz, del diario El Nacional (1943), pinta, con su genial sentido del humor, la llegada de Nereo Pacheco a la “Quinta Paila del Infierno”, creación que aparece en la páginas de su obra Un Morrocoy en el Infierno, indicando: “Se trata de una verbena de bienvenida a Nereo Pacheco, verdugo gomecista y tocador de arpa… Al llegar al diabólico dominio, Nereo, escribe el autor citado, acompañándose en el arpa de Nerón, dice:

“Yo no soy de por aquí, Ningún preso que yo tuve
Yo vengo del otro lao, dejó de ser maltratao
Y un cambur en esta paila y aquel que no se murió
Lo tengo muy bien ganao fue porque nació parao.

¡Fue mucho el preso en mis manos! Mi cambur en esta paila
¡Que se murió encortinao, lo tengo bien ganao!»
Le di raciones de arsénico
En el guayoyo mezclao
Y le remaché los grillos
Al enfermo desahuciao”.

FUENTES CONSULTADAS

  • Sánchez, Jesús María. Historia menuda. Guarenas, estado Miranda, 2022

    El profesor e historiador Jesús María Sánchez, nació en Vega Redonda, Araira, estado Miranda, el 14 de septiembre de 1938. Desde muy joven se interesó en personajes, historias, cuentos, costumbres y tradiciones de Guatire y Araira, que le llevaron posteriormente a investigar y documentar buena parte de la historia cotidiana a través de diversos artículos de prensa, programas radiales y libros, que lo convirtieron en un ilustre guardián de nuestro gentilicio y sus tradiciones autóctonas, defensor de nuestra identidad cultural y reconstructor de nuestra historia.

Caracas en automóvil

Caracas en automóvil

Paseo en automóvil por la Caracas de principios de siglo XX, a través de una deliciosa crónica escrita por el periodista Carlos Benito Figueredo (Serapio Padilla) y publicada en el diario caraqueño El Porvenir, el 29 de noviembre de 1905.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Paseo en automóvil por la Caracas de 1905

     “Soy aficionadísimo a todo lo que vuela, menos a los aparatos encallados para este objeto, los cuales han proporcionado más de una fractura, como ustedes saben mis lectores.

     Me encanta todo lo rápido por lo cual bendigo a diario el invento de la locomotora, que nos ha proporcionado el ferrocarril, y con él la ventaja de transportarnos rapidísimamente a cualquier parte, menos a El Valle de Caracas, aunque me dé pena decirlo.

     Conociendo mi buen amigo Antonio, el delirio que experimento por todo lo veloz, como es veloz el pensamiento de su tocayo Francisco Antonio Delpino y Lamas, invitóme para un paseo en automóvil, vehículo que, según la evolución de Razetti, desciende del pato, por el estentóreo cuá, cuá, cuá con que anuncia su presencia.

     Inmediatamente después de esta invitación me traslade a Caracas, y he me aquí ya sentado sobre un blando y cómodo cojín; a mi noble y buen amigo Antonio, volante en mano, dispuesto al movimiento y …. sale el bicho, como diría el Bachiller Munguía haciendo una revista taurina.

     Oiga compinche- le dije a mi amigo Antonio, ¿no hay peligro que se desboque este coroto?

     Que va don Serapio, que va; el automóvil cede más que un diputado bien pago y se detiene al tocar yo este manubrio.

     Pero compinche, haga por ir más despacio porque acabo de desayunarme y no voy hacer la digestión.

     Ni se preocupe usted, don Serapio; en cuanto lleguemos alguna farmacia se toma usted una copita de Elixir de Vargas y con esto digerirá hasta un adoquín que se haya comido.

     Compinche, pero que transformado encuentro el Puente de Hierro; le aseguro que no venía aquí desde aquel tiempo inmemorial en que era costumbre entre nosotros traer a las damas a comer el sabroso pan de horno caliente que nos ofreciera Nicanor.

     Ya lo creo, don Serapio; esto es una maravilla que alegrará su espíritu; ahora emprendemos la vía que nos conduce al Paraíso, en el cual abundaban antes las serpientes y hoy, en cambio, las flores lozanas que perfuman el ambiente.

     ! Olé por su mare compinche ¡¿usted cómo que es poeta?

     Yo poeta. Tan sólo he escrito en mi vida dos cuartetos que dediqué a Consuelo mi esposa, el día de su santo, y los cuales me han proporcionado tantos sinsabores que no quisiera ni acordarme de ellos. Pues mire, compinche, yo amo la literatura con ardor, y no me tache de majadero si le suplico que me recite esa composición mientras atravesamos la larga vía que nos conduce al Paraíso.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Emocionante paso por el Puente de Hierro

     Yo no puedo negarle nada hoy, don Serapio; lo he hecho mover de su tierruca, dejando tras de sí las delicias que pudiera haberle proporcionado su querido hogar. La composición a que me refiero dice así:

Hoy que es día de tu santo
y que cuentas primaveras,
quisiera amarte de veras
con cariño y amor santo.
De tu cariño hechicero
guardo un recuerdo precioso:
un mechón lindo y frondoso
de tu adorado cabello.

     No siga, compinche, pare, pare, que se me ha volado el cabello, …. digo el sombrero.

     Comprendido, compinche; creí que me decía que parara la recitación porque no le agradaban los versos.

     No lo crea, don Antonio; al mismo tiempo que usted decía: un mechón lindo y frondoso, lo cual compinche, no me cuela, lo mismo que aquello de que cuantas primaveras que tampoco me entra, vino un mechón de viento y me llevó el sombrero con que cubro mi adorado cabello: pero no fue nada el Stetson quedó en el mismo locomóvil.

     Perdone, don Serapio, no es locomóvil sino automóvil.

     Tiene razón, don Antonio, no olvidare el nombre en lo adelante.

     Y escuche usted, don Serapio, ¿cree usted que esos cuartetos merezcan la crítica que les hizo un periódico de esta capital?

     Le voy a ser franco, camará, no la merecen por ser dos nada más; pero el periodista gustó de esa composición y diría para sí: “la idea es bonita y nueva; puede que cambiando el autor eso del mechón frondoso y aquello de que cuentas primaveras merezca entonces un aplauso.”

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Las concurridas calles de El Paraíso

     Yo voy a darle un consejo compañero; cuando usted quiera que un periódico aplauda calurosamente alguna concepción suya, aun cuando haya sido concebida con mancha y con pecado, llévele junto con el original un avisito de cuatro o cinco pesos y espere al día siguiente grandes y prolongados aplausos.

     Y si uno no tiene nada que avisar, don Serapio.

     Siempre hay, don Antonio, siempre hay. Y si no encuentra usted a la mano cualquier cosa que avisar, confecciona un embuste cualquiera, por ejemplo: que se le ha perdido la suegra, ofrece una gratificación a quien dé informes sobre su paradero.

     Mire, don Serapio, si el informe que le dieran sobre mi suegra fuese: “que se desbarrancó por el puente del Guanábano,” por ejemplo, crea usted que sería capaz de darle al informante hasta 5.000 pesos. Esto, por supuesto, acá entre nosotros. Pero crea usted, amigo Serapio, que acepto el consejo y no lo echaré en saco roto.

     Pero, camará ya estamos en El Paraíso.

     Me parece bien apearnos del coroto este para poder apreciar mejor las maravillas del sitio y gozar un rato aspirando, como bien dijo usted, “el perfume de las flores lozanas que embalsaman el ambiente.”

     No me parece mal. Daremos un paseito por estos contornos admirando la primorosa decoración de estas famosas quintas y luego iremos a San Bernardino, donde vera usted rostros seductores y cuerpecitos que han hecho volver locos a más de cuatro.

     Convenido, compinche.

     Mire usted, camarón, éste es un delicioso lugar convertido hoy en un verdadero paraíso, destinado por los ricos para pasar en él temporadas de recreo. El arte y la naturaleza se han asociado para presentar al visitante la maravilla de sus magnificencias.

     ¡Ah! compinche, y si usted viera alguno de los rostros habitadores de este paraíso. Los hay más preciosos que las rosas sembradas en sus jardines y de tallos más seductores que las palmeras que engalanan este bosque.

     Pues mire, camarón, si hay tanto bueno por aquí, sáqueme in continenti de este sitio antes que esas flores abran su cáliz al despuntar el sol.

     Bueno, iremos a San Bernardino, pero le advierto que si usted, por ser casado, huye del contacto de las muchachas bonitas, encontrará en aquel lugar un centenar de bellezas, capaces de sacar de quicios a más de un mortal.

     No, camará, condúzcame a Caracas y dejemos el paseo a San Bernardino para el próximo domingo, pues me suscribo desde ahora para un paseo dominical, mientras no se descomponga el automedonte”.

Fundadores del deporte hípico en Caracas

Fundadores del deporte hípico en Caracas

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Gustavo J. Sanabria fue el de la idea de construir el Hipódromo de Sabana Grande, en la Caracas de 1896. Más tarde, en 1908, impulsó la realización del Hipódromo El Paraíso.

     “Para hablar de los hipódromos de Caracas, comencemos por recordar a don Gustavo Sanabria, el entusiasta y decidido precursor de su formación en la Sultana del Ávila.

      El primer hipódromo de Venezuela, propiamente dicho, se estableció en el año 1896 en los terrenos que hoy ocupa Las Delicias de Sabana Grande. La idea de construirlo fue de iniciativa privada de varios entusiastas del turf que presidió don Gustavo J. Sanabria. Él prestó el mayor apoyo moral y material al proyecto y en su empresa se vio acompañado de Francisco Sucre, John Boulton, Charles Rohl, Harry Ganteaume, F. L. Pantin, Eduardo Montaubán, Octavio y Alejandro Escobar Vargas, Felipe Toledo, doctor Elías Rodríguez, Manuel Lander Gallegos, doctor Luis Landaeta y el pintor Arturo Michelena. Muchos nombres, sin quererlo, se escapan a nuestra memoria. Pero fueron los pioneros de un deporte que hoy no debemos llamar de los reyes, sino de todos los estratos sociales que han contribuido para que nuestra hípica alcanzase la jerarquía que para ella soñaron sus precursores en el final del medio siglo pasado. Para aquella época era presidente de la República el general Joaquín Crespo. Como buen llanero, tenía pasión por los caballos y prestó su resuelto apoyo para la nueva empresa. De sus hatos en el llano trajo los mejores caballos para actuar en carreras.

     Luego se importaron los primeros purasangres que tuvimos. Entre ellos recordamos a Fascalli, Dickund, la recordada yegua Calixta,y el caballo Monroe, el primero que produjo caballos de carrera criollos y de cuyos descendientes no recordamos sino a la gran yegua Simpatía. Entonces corrían caballos criollos, Vencedor, del general Crespo; Sangría, Párate Bueno y el famoso Borinquen, ganador de treintidós [sic] carreras consecutivas y que siempre fue conducido por el gentleman ridder Harry Cadenas.

      Conviene, a propósito, recordar una anécdota de entonces. El jinete oficial del general Crespo, un señor de apellido Noble, de nacionalidad norteamericana, enfermó violentamente. Una hora antes del match que sostendrían Rompelínea y Vencedor, del general Crespo el último, éste se quejaba de no tener un jinete de confianza que montase a su caballo. Un señor de apellido González, de la mayor confianza de Crespo y por lo tanto jefe de sus edecanes, y que pesaba 70 kilos y usaba una larga barba al estilo de la época, se ofreció para hacerlo. El general Crespo aceptó la gentileza de su amigo. Pero el jinete advirtió que, como llanero, lo haría en silla de montar y no en silla de carrera. Tal circunstancia hacía que el caballo corriera con 78 kilos. Con todo y ello, Vencedor derrotó a Rompelínea ante el asombro de la “muchedumbre” que poblaba el hipódromo de Sabana Grande.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El presidente de la República, Joaquín Crespo, como buen llanero, tenía pasión por los caballos y prestó su resuelto apoyo para construcción del Hipódromo de Sabana Grande. De sus hatos en el llano trajo los mejores caballos para actuar en carreras

     Don Gustavo Sanabria era, para el año de 1907, Gobernador Civil y Militar del Distrito Federal. Para celebrar el establecimiento o inauguración del servicio de tranvías eléctricos, se propuso trasladar a El Paraíso el hipódromo de Sabana Grande. El presidente de la República era entonces el general Cipriano Castro, y se mostraba en desacuerdo con tal medida por cuanto temía que ella afectara mucho a las rentas municipales. Don Gustavo Sanabria lo convenció y le dijo que el hipódromo era una propiedad privada, que por lo tanto no afectaría a las rentas, y logró así su propósito. Convencido Castro, se procedió a trasladar las tribunas, que habían sido importadas de Inglaterra y son las mismas que luego se instalaron en el Hipódromo Nacional. Todos los gastos de instalación fueron costeados por don Gustavo Sanabria. Es él, pues, el fundador del Hipódromo Nacional de El Paraíso. 

     Siendo todavía don Gustavo Sanabria gobernador de Caracas y funcionando ya el Hipódromo Nacional, trajo desde Maracay a los mejores caballos que entonces corrían. Eran de su propiedad y descendían todos de los primeros caballos ingleses que se importaron a Venezuela. Un domingo, estando enfermo en su casa de la esquina de El Principal, se enteró don Gustavo que sus caballos habían ganado fácilmente las primeras carreras. Sabiendo que en las restantes tenía inscritos a los mejores caballos, rogó que se los retirasen. No quería ganarlas todas y evitar así las murmuraciones naturales por cuanto eran caballos del Gobernador Civil y Militar. Pero el público no se percataba de que esos caballos eran los mejores porque no eran criollos sino descendientes de grandes purasangres ingleses, los únicos que había en el país. No fueron retirados los caballos. Y cuando como se esperaba, ganaron cómodamente, los Comisarios fueron sacados a pedradas de su sitio. Y entonces sí que había piedras en el hipódromo. En la pista, sobre todo. Los Comisarios eran entonces autoridades máximas y eran handicappers. Pero con todo y eso, los sacaron a pedradas. La deplorable situación económica del hipódromo de entonces llegó hasta hacer imposible el pago de los mínimos premios que se asignaban en las carreras.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Las tribunas del Hipódromo de Sabana Grande, que fueron importadas de Inglaterra en 1896, fueron trasladadas e instaladas en el Hipódromo de El Paraíso, en 1908

     Siendo de don Gustavo Sanabria la mayoría de los caballos ganadores y como no había con qué pagarle los premios, sus amigos y socios de la empresa le propusieron que tomara los terrenos del hipódromo en pago de la deuda. Don Gustavo siempre rechazó tal proposición.

     Los miembros de la junta directiva eran ad-honorem, igual que los Comisarios y demás personal técnico de las carreras. Entre los años de 1912 y 1920 figuraron como Comisarios los señores Francisco J. Sucre, Octavio Escobar, doctor Elías Rodríguez, Felipe S. Toledo, Andrés Mata, F. L, Pantin, Edgard Ganteaume, M. A. Matos Ibarra, doctor Juan Iturbe, Bernardo Guzmán Blanco, Eduardo Eraso, Andrés Ibarra y el coronel chileno Samuel McGill.

     Entre los años 1924 y 1926, figuraron el doctor J. P. Larralde, Oswaldo Stelling, Antonio Ramella y Antonio Reyes. Para 1927 lo fueron el doctor José Vicente Camacho, Oswaldo Stelling y Ramón Rotundo Mendoza. 

     Y, hasta 1930, fueron Comisarios, don Carlos Márquez Mármol, Oswaldo Stelling y Juan Santos González. Lo demás es ampliamente conocido. Interesa destacar que don Gustavo J. Sanabria es el fundador del hipismo en Venezuela. Es curioso que no exista, para un hombre de tantos méritos en nuestra hípica, un gran clásico que mantenga latente su valor dentro del turf nacional. Es propicia la ocasión en que “Última Hora Hípica” me ha pedido una semblanza sobre él, con ocasión de homenajear en su sexto aniversario l turf venezolano de todos los tiempos, proponer que se establezca un gran clásico que lleve por nombre el de don Gustavo J. Sanabria, fundador del hipismo venezolano”.

 

FUENTES CONSULTADAS

  • Márquez Mármol. Carlos. El Hipismo en Venezuela. En: Crónica de Caracas. Caracas, abril-junio, 1957
  • Última Hora Hípica. Caracas, 1956
La Gazeta de Caracas

La Gazeta de Caracas

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El 24 de octubre de 1808, comenzó a circular la Gaceta de Caracas, primer periódico que vio la luz en tierra venezolana

     “Seguramente las personas amantes de los estudios bibliográficos nos agradecerán el que hayamos ilustrado la primera página de este boletín con un facsímil del número 1° de la “Gazeta de Caracas”, el primer periódico que vio la luz en tierra venezolana.

     Los sucesos de Bayona, que se supieron en Caracas a principios de julio de 1808, por números de The Times, de Londres, que envió el gobernador de Cumaná a Don Juan Casas, Capitán general de la provincia, promovieron varias manifestaciones de solidaridad a la Casa de Borbón, y al Señor Don Fernando Séptimo. En defensa de este Soberano, y de los intereses que él representaba, se promovió la fundación y sostenimiento de un periódico oficial que tuviera al público al corriente de cuanto pasara en la Península y sostuviera los Derechos de la Dinastía reinante, contra las usurpadoras pretensiones del César francés. Este proyecto no dejó de encontrar enemigos entre altos funcionarios, inclusive el gobernador mismo; pero también tuvo entusiastas defensores, como el intendente Don Juan Vicente Arce, que al fin lograron se permitiera a los impresores Mateo Gallagher y Jaime Lamb traer a Caracas la imprenta que habían comprado en Trinidad, y que, al decir de los historiadores, era la misma que el General Miranda dejó en dicha isla cuando el fracaso de su expedición de 1806.

     Instalado convenientemente el taller tipográfico vio la luz la Gazeta el 24 de octubre de 1808, y continuó saliendo sin interrupción en esta primera etapa hasta el 19 de abril de 1810, fecha inicial de la independencia política de Venezuela. Establecido el nuevo gobierno que surgió aquel día con el nombre de Suprema Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, reapareció al día siguiente la Gazeta en su segunda etapa, que termina con la capitulación de Miranda el 12 de julio de 1812.

      El 30 de julio de ese mismo año entra Monteverde en Caracas y la Gazeta reaparece el 4 de octubre en su tercera época, para continuar hasta mediados de 1813. Llega Bolívar a Caracas el 7 de agosto de ese año y el 26 del mismo mes surge en su cuarta época; la quinta corre desde el 1° de febrero de 1815 hasta 1821.

     Fue en esta última etapa cuando comenzó a redactarla José Domingo Díaz. Juan Vicente González nos ha dejado el retrato de aquel hombre terrible que no tuvo sino la virtud de la constancia. Durante veinte años defendió su causa con rara entereza. Todavía, cuando en 1829 escribe su célebre libro: Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas, condena como crimen la revolución emancipadora; llama execrables a sus autores; dice del 19 de abril que la cobardía y la bajeza lo acompañaron; apellida cuerpo monstruoso al Congreso de 1811; día funesto aquel en que se proclamó la Independencia y aplica al Libertador los dictados de sedicioso, traidor, inhumano, miserable, indecente, etc.

     Los medios más reprobables le parecen buenos para herir al adversario. Casi deja vislumbrar su participación en una tentativa de asesinato contra Bolívar; se dice instigador de la muerte de Piar, cuando manifiesta: Que logró excitar contra él la desconfianza e irritabilidad de Simón Bolívar, por medio de personas intermediarias, y por un encadenamiento de sucesos verdaderos o falsos.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Los impresores Mateo Gallagher y Jaime Lamb trajeron a Caracas en 1808, la imprenta donde se imprimió la Gaceta de Caracas. Al parecer, esa imprenta era la misma que el general Francisco Miranda abandonó en Trinidad, cuando el fracaso de su expedición de 1806

      Por inflexibles imposiciones de la lógica, Díaz, al proponerse disminuir la figura de Bolívar, lo fija en sus verdaderas proporciones. Lo llama cobarde, y sin embargo nos lo presenta cuando el espantable terremoto de Caracas, en una de las escenas donde aquel demostró su incontrastable valor: “Oí los alaridos de los que morían dentro del templo” ̶ dice; ̶ subí sobre las ruinas y entré en el recinto. Allí vi como cuarenta personas heridas o hechas pedazos o prontas a expirar. En lo más elevado de los escombros encontré a Don Simón Bolívar. me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: “Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

     En los “Papeles de Bolívar” corre inserto un artículo que se encontró en borrador entre el archivo del Libertador, y que, seguramente, fue escrito como allí se dice, para darlo a la publicidad en el “Correo del Orinoco”, lo que nunca se efectuó. Se intitulaba: Conversación jocosa, natural y verdadera, del Hermano Juan Trimiño, de Caracas, con el caballero botado Juan Domingo Díaz Argote y Castro. Entre otras cosas, Trimiño dice a Díaz: “Yo no sé si V. es escritor ni lo que pueda ser. No obstante, eso me parece a mí que V. solo se engaña, hermano Díaz. Nadie hace caso de lo que V. habla ni escribe y todos lo ven como un solemne majadero. Dicen que V. por ganar gracias se ha hecho gracioso, desabrido y que más habría ganado con haber guardado silencio que llenando esa gazeta de que V. es redactor, de tanto cachivache, motriacas y motriaquitas. Dejando eso aparte, respóndame a esta pregunta. Me dicen que el otro día tuvo V. tanto miedo que por no haber encontrado en la Guayra un Bote en que embarcarse, se tiró V. a nadar y por poco llega a España: ¡ya se ha hecho V. muy valiente! . . .

     La colección más completa de la “Gazeta de Caracas” pertenece a Venezuela y se halla en el Museo Boliviano. Comienza desde el número primero y, con falta de algunos, llega hasta el 13 de junio de 1821”. [En la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional está completa la colección].

 

 FUENTE CONSULTADA

  • Machado, José Eustaquio. La Gazeta de Caracas. En: Boletín de la Biblioteca Nacional. Caracas, 1957

Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El sorteo del 4 de diciembre de 1816, fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela

Advertimos a nuestra audiencia que los textos acerca del inicio oficial del juego de lotería en la ciudad de Caracas tienen más de doscientos años y en las actas de sorteos emplean los vocablos que se utilizaban a principios del siglo XIX, los cuales respetamos.

     El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Este juego contaba con la autorización del rey de España, desde mayo de 1803. Entonces la lotería se hacía mediante el sorteo de números. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     Uno de los sorteos más significativos durante la época independentista, se llevó a cabo, el 4 de diciembre de 1816. Fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela.

     He aquí un informe detallado del mencionado sorteo de 1816. “En la ciudad de Caracas a quatro de diciembre del año de mil ochocientos diez y seis, los señores don José Francisco Heredia, Oidor decano; don José Maroto, Fiscal de la Real Audiencia, y don José Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, estando en la casa destinada para el sorteo que se ha de executar el día seis de los corrientes, hisieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el uno hasta el dos mil quinientos; y habiéndolas examinado y revisado de quinientas en quinientas por su orden con la mayor excrupulosidad y atención, se procedió a embolverlas y pegarlas cada una separadamente y a su recuento en cuya forma, y en sus propias partidas, se introduxeron por mi mano en el Globo destinado para el efecto, después de haberlo rexistrado cuidadosamente en su interior, y no haber encontrado cosa alguna; cuya puerta cerré y reservada su llave  en un cofrecito, que se halla en tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores juezes para su custodia una de las llaves de ésta para custodiarlas en su poder, asistiendo a todo don Caros Bello como Colector de la Real Lotería: con lo que se concluyó, por ser ya las dos de la tarde, y firmaron de que doy fe.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

     En cinco de los mismos por su mañana los otros señores Juezes conservadores, estando en la Casa del Sorteo hizieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el seis mil y uno hasta el diez mil, las examinaron y revisaron de quinientas en quinientas por su orden, se embolvieron y pegaron y reconocidas se introduxeron en el Glovo (sic), executándose todo como el día de ayer, y enseguida hicieron poner de manifiesto las doscientos cinquenta (sic) villetes (sic) que contienen los premios, los quales examinados y revisados, resultaron uno de dos mil pesos; otro de mil, dos de doscientos cinquenta, dos de ciento y veinte y cinco; dos de setenta y cinco, dos de cinquenta, diez de a treinta y siete y medio, cinquenta a veinte y cinco, ochenta a doce y medio, ciento a seis con dos, los que se embolvieron y pegaron separadamente y se recontaron, en cuya forma se introduxeron por mi mano en el otro Glovo pequeño destinado para el efecto, después de haberlos también de haberlos  rexistrado (sic) con excrupulosidad en su interior, y no haber encontrado cosa alguna, cuya puerta cerré, y reservada su llave, con la otra del Glovo mayor en el propio cofrecito de tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores Jueses una de las de éste para custodiarla en su poder, con la que a presencia del  Colector se concluyó el acto a la una de la mañana que firmaron conmigo el escribano, que doy fee.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     En la ciudad de Caracas a seis de Diciembre de mil ochocientos dies y seis: los señores don José Francisco de Heredia, Oydor decano; don José Maroto, Fiscal de la real Audiencia; don Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, el señor Ministro Genera don Manuel de Echagaray por indisposición del señor don Esteban Cambrebeng, Ministro Tesorero de la Real Hacienda, presente el Colector y estando así juntos los referidos señores Jueses conservadores, con sus respectivas llaves, se abrió el cofrecito y sacado de él las llaves de los dos Glovos, se abrieron estos y dio principio a la operación y  excrutinio (sic)extrayendo de ellos por dos jóbenes (sic), de los que allí concurrieron con otros, Don Ramón Rivas los villetes de los números y por don Fernando Olaverria los de los premios en la forma siguiente:                                                         

Números         Premios          Números         Premios

9.986                 125                      2.576               12.4

2.261                  12.4                     3.973               12.4

6.259                  6.2                     4.576               12.4

2.316                  12.4                      635                  6.2

7.239                 12.4                     3.869               6.2

4.839                 12.4                     9.172               37.4

6.475                  6.2                        545                  6.2

20                       6.2                      1.306               12.4

5.064                  6.2                      7.125               12.4

3.969                  6.2                      2.222               25

FUENTE CONSULTADA

  • Real Lotería de Caracas. En: Crónica de Caracas. Caracas, abril junio, 1957
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