Arevalo Cedeño, último caudillo guerrillero
Comerciante, telegrafista y destacado opositor al régimen del general Juan Vicente Gómez.
“El general Emilio Arévalo Cedeño murió el 19 de mayo de 1965, cuando se cumplían exactamente 51 años desde que se alzó por primera vez en Cazorla, en 1914. El caudillo guariqueño que había nacido en Valle de la Pascua, 1882, se alzó contra Gómez en 1914 y durante 21 años invadió 7 veces el país y nunca lo pudieron hacer prisionero. Su aventura más conocida fue la tercera expedición, en 1921, cuando llegó hasta San Fernando de Atabapo y fusiló a Tomás de Funes, que llevaba 8 años como dictador de la selva.
Por Víctor Manuel Reinoso
Emilio Arévalo Cedeño se alzó contra Gómez en 1914 y durante 21 años invadió 7 veces el país y nunca lo pudieron hacer prisionero
“El general Emilio Arévalo Cedeño murió el 19 de mayo de 1965, cuando se cumplían exactamente 51 años desde que se alzó por primera vez en Cazorla, en 1914. El caudillo guariqueño que había nacido en Valle de la Pascua, 1882, se alzó contra Juan Vicente Gómez en 1914 y durante 21 años invadió 7 veces el país y nunca lo pudieron hacer prisionero. Su aventura más conocida fue la tercera expedición, en 1921, cuando llegó hasta San Fernando de Atabapo y fusiló a Tomás de Funes, que llevaba 8 años como dictador de la selva.
“El miércoles 19 de mayo, cuando Venezuela estaba pendiente de las noticias de Valencia, donde había sido muerto el “Negro Antonio”, en Valle de la Pascua dejaba de existir un viejito pequeño de 83 años, cuyo nombre, en otro tiempo, estuvo en los labios de todo el país. Este viejito arrugado de un metro 50, que terminó de morir el mismo día en que era acribillado el delincuente más famoso de Venezuela, se llamaba Emilio Arévalo Cedeño.
Desde hace unos cuatro años estaba sumido en la semiinconsciencia y hablaba más con los árboles que con su familia. Pero en otro tiempo este hombre de poco físico, fue el temible general Arévalo Cedeño. El 19 de mayo se cumplían 51 años desde que él, en compañía de 40 jinetes, gritó en Cazorla, estado Guárico, “¡Muera el tirano! ¡Viva la libertad!”.
Desde ese día no descansó jamás durante 21 años. Dirigió guerrillas en los llanos y cada vez que se vio en apuros, salió al exilio, viviendo mil aventuras para volver a regresar.
Mientras los caudillos enemigos de Gómez se ponían achacosos en diversas capitales de América y Europa, Arévalo Cedeño siempre volvió. Por eso sus expediciones, que a veces duraban un año entero, con los ejércitos de Gómez detrás, fueron 7. De todas estas expediciones de Arévalo Cedeño, la más famosa es la tercera, que realizó en 1921. Como era su costumbre, esa vez volvió a ingresar a territorio venezolano por el lado del Arauca.
Con sus hombres bajó desde Colombia por el Meta y al llegar al Orinoco, sus embarcaciones remontaron el río hasta San Fernando de Atabapo. Allí había un dictador de bolsillo que tiranizaba a todo el Territorio Amazonas. Arévalo Cedeño, abanderado de la libertad, se había propuesto librar a ese territorio de ese gobernador tiránico, acusado de haber cometido 480 crímenes en 8 años de salvaje reinado. El general Arévalo Cedeño logró su cometido el 21 de enero de 1921. Funes fue fusilado y la historia alcanzó caracteres de leyenda. Un poeta colombiano, José Eustasio Rivera, que por ese tiempo trabajaba en una comisión de límites, recogió esa historia en su célebre novela “La Vorágine”. Arévalo, 25 días después de ajusticiar a Funes y a su lugarteniente Luciano López, avanzó hacia el centro del país. Sus intenciones eran acabar en Apure con el terrible Soto y después llegar hasta el centro para enfrentarse al mismo Gómez.
Pero la oposición venezolana –para variar– no era todo lo unida como para dejar de lado las ambiciones personales. Y Arévalo, después de un año de campaña, debió hacer mutis al extranjero una vez más. En esta salida, como en otras, Arévalo fue a distintos países de América y a Europa, Volvió 4 veces más, pero Gómez resistiría siempre.
Arévalo estaba en Nueva York, en diciembre de 1935, cuando murió Gómez, su gran enemigo. Recién pudo volver y reunirse con Pepita Zamora Arévalo, su prima y esposa, con quien se había casado en 1913, quien lo esperaba con un hijo de 21 años.
El presidente Eleazar López Contreras, deseoso de ganar amigos entre los más encarnizados opositores del “Hombre de la Mulera”, nombró al general Arévalo Cedeño presidente del estado Guárico. El guerrillero más famoso que ha tenido Venezuela en este siglo, como buen Quijote, al no encontrar molinos en San Juan de los Morros, se dedicó a levantarlos. Tiempo después fue diputado al Congreso Nacional. Pero él, un hombre que ya pasaba de los 50 años, ya había hecho lo fundamental de su vida. El mismo lo comprendió así y en 1936 concluyó un libro de más de 400 páginas, donde cuenta todas sus aventuras, a veces tan fantásticas, como cualquier novela de Julio Verne.
Ese tomo de memorias se llama “El libro de mis luchas” y ha servido de referencia a cuantos han escrito sobre la encarnizada oposición que los enemigos de la dictadura le hacían a Gómez. Arévalo dedicó su libro a sus viejos compañeros y en especial a su hijo, que nació el 16 de junio de 1914, el mismo día que él era derrotado en “Caño del Medio”; por eso la dedicatoria dice: “Con el deseo de que siempre sea digno y libre como yo”.
El caudillo guariqueño Arévalo Cedeño, nació en Valle de la Pascua en 1882, y falleció en esa población, 83 años después, en 1965
Lo que decidió
Emilio Arévalo Cedeño nació en Valle de La Pascua, el 2 de diciembre de 1882. Su padre, el general Pedro Arévalo Oropeza, había sido una víctima no solo de Antonio Guzmán Blanco, sino también de Joaquín Crespo e Ignacio Andrade. Su madre, Dionisia Cedeño, era bisnieta de Manuel Cedeño, uno de los héroes de la Batalla de Carabobo. El muchacho estudió en Altagracia de Orituco y después aprendió un poco de inglés y otro de francés por su cuenta. Ya convertido en pequeño comerciante se asoció en una tipografía y fundó El Titán, un periódico que solo pudo salir 8 veces. Arévalo volvió a la bodega y cuando esta se le quemó, levantó otra. Comerciante viajero, en San José de Río Chico, fundó otro periódico: Helios, que tuvo menos suerte que el anterior. Pero Emilio Arévalo, además de interesarse por la literatura, era un rebelde, lo llevaba en la sangre. En 1905, en uno de esos actos del llano, cuando le tocó hablar, no se calló lo que pensaba de ese dictador atrabiliario llamado Cipriano Castro. Tres años después, cuando el viaje de Castro fue saludado como una liberación del país, Arévalo estaba en Caracas y fue uno de los que corrió hacia El Constitucionalista, el diario que se había hecho odioso apoyando al caudillo tachirense. A fines del año siguiente, sin tener nada mejor de que ocuparse, ocupó el puesto vacante de telegrafista que había dejado un hermano suyo. Estuvo en varios pueblos de oriente.
En 1910 estaba en Caicara de Maturín, siempre de telegrafista, cuando se casó con Antonia Ledezma Guzmán. Pero su esposa falleció a los 9 meses. Arévalo, desencantado, dejó el telégrafo y volvió al comercio de animales. En 1913, en Apure, se casaba con su prima Pepita. Pero los caminos de Arévalo se iban cerrando. Juan Vicente Gómez estaba resultando peor que Castro. Todo lo quería para él y sus testaferros. El mismo 1913, una operación comercial de Arévalo iba a decidir el cambio definitivo de su vida. Él pensaba hacer un buen negocio con 200 caballos en Apure, pero nadie se los quiso comprar. Gómez ya había resuelto que esos caballos solo podría comprarlos su hombre de confianza, el general Eulogio Moros. Arévalo tuvo que rendirse a la evidencia.
Cuando llegó al hato La Candelaria, Moros lo recibió amablemente, pero debió esperar 8 días para saber que Moros le iba a pagar 30 pesos por cada caballo que a él le había costado 60. Y no solo eso. Moros le pagaría los caballos con toros avaluados a 12 pesos cada uno. Arévalo sabía que esos toros eran vendidos a 6 pesos cada uno, pero ya su suerte estaba echada. Sino le vendía los caballos a Moros sería tomado preso. Cerró el negocio, pero ya había decidido irse a la guerra. Comenzó a prepararse. En mayo de 1914 pasó grandes angustias cuando un burro, que llevaba para Valle de la Pascua, cargado con 80 mil pesos para comprar mil novillos, se le perdió. Pero el animal apareció. Hizo el negocio y cumplió con su socio.
Arévalo y Funes
El 19 de mayo de ese año lanzó en Cazorla el grito de libertad. Desde ese momento comenzó su gran aventura. Un día era el guerrillero triunfante que tomaba un pueblo y al día siguiente el que tenía que salir huyendo sobre curiaras por los caños de los ríos del llano para escapar de los hombres de Gómez. Después de tomar los pueblos más importantes del Guárico debe salir huyendo, solo, hacia Trinidad, engañando a jefes civiles a quienes les decía que era enviado del gobierno. En Trinidad encontró a varios exilados de nota, entre ellos a los generales José Manuel Hernández y Cipriano Castro. Castro decía tener 1.200 fusiles en Barbados, pero decía que solo se los daría a quien reconociera a él como jefe de la revolución. Arévalo no aceptó eso y después de intentar hacerse a la mar con 30 fusiles y ser descubierto, no le quedó más remedio que esperar hasta 1915, ir a Cartagena y seguir al Arauca, donde el doctor Carmelo París le entregará 87 fusiles y 10 mil tiros.
Horacio Ducharne se está batiendo en el Oriente. Arévalo pretende encender la guerra por el llano. Toma Caicara y otros pueblos y avanza hacia Valle de la Pascua. Los generales de Gómez, sorprendidos, n o alcanzan a prepararse, tienen que huir mientras telegrafían a Maracay que ya están derrotando al faccioso. Arévalo, que halla estos telegramas, se burla de Gómez, poniéndole otros telegramas donde le dice que ya tiene al ladrón Arévalo en su poder y quiere saber qué debe hacer con él. Cuando se tropieza con gente de Ducharne sabe que ya no puede hacer nada. En 3 meses ha tomado 4 estados. Pero quedarse mientras las demás fuerzas se dispersan, es suicidarse. Y Arévalo sale por segunda vez al exilio, esta vez por Colombia.
Conseguir dinero para nuevas aventuras lleva tiempo. Arévalo tiene que viajar por Centro América y después a Europa. Solo está en condiciones de volver a entrar a Venezuela a fines de 1920. Esta vez Arévalo quiere librar al Territorio Amazonas de Funes, el hombre que aterroriza a los caucheros desde 1913. Piensa que será un buen golpe de propaganda. Funes, que ha gobernado asesinando, cobra impuestos prohibitivos y elimina a los que bajan por los ríos con alguna carga de consideración. Arévalo, de nuevo desde Colombia, ahora con casi 200 hombres, baja por el Meta en curiaras y falcas hasta Puerto Carreño. Allí apresa al tesorero de Funes y requisa 375 fardos de balatá. La expedición ha comenzado el 30 de diciembre de 1920, pero no es ningún paseo. Hasta naufragios ha habido y después quedan los raudales que hacen imposible la navegación del Orinoco en 60 km.
Hambrientos, con sus embarcaciones a la rastra, pasan muchas penurias hasta la madrugada del 17 de enero, cuando llegan a la confluencia de los ríos Guaviare y Atabapo. Pasan el pueblo hasta Tití y después comienza el ataque a San Fernando de Atabapo. La batalla se prolonga 28 horas, pero Arévalo se impone. Funes ofrece dinero, Luciano López, su lugarteniente, también, pero Arévalo quiere hacer las cosas en forma. Un Consejo de Guerra delibera y el dictador de la selva y su brazo derecho son fusilados en la plaza del pueblo a las 10 de la mañana del 21 de enero. Después de eso, los oficiales que acompañan a Arévalo lo quieren nombrar jefe único de la revolución, pero él no acepta eso para que los opositores de Gómez no sigan separándose más. Sin embargo, el divisionismo y la ambición saldrán adelante poco más tarde cuando aparece el general Roberto Vargas, dándose títulos de jefe. Las esperanzas de vencer al presidente de Apure se esfuman. Arévalo, antes de regresar a Colombia ordena la captura de los generales Vargas y Alfredo Franco para someterlos a Consejo de Guerra.
El gobierno del general Juan Vicente Gómez nunca pudo atrapar al legendario caudillo guariqueño
Otras expediciones
Los hombres que siguen a Arévalo son 400, pero no todos están dispuestos a volver a esas caminatas de día y de noche. Unos se quedan en el otro lado de la frontera, pero Arévalo vuelve a cumplir con su cuarta campaña, donde obtiene un éxito tras otro hasta llegar en septiembre a Valle de la Pascua, su pueblo natal. Arévalo avanza hacia el centro antes de devolverse por la Pascua para buscar la costa para ofrecerle batalla al ejército que avanza en su búsqueda. Arévalo sigue avanzando, siempre con éxito; se pasea por los Estados costeños y alcanza hasta el mismo Estado Miranda, a las puertas de Caracas. Cuando ocupó El Guapo el jefe gomecista local se suicida. Vuelve al llano. Del Guárico pasa a Cojedes. Lanza proclamas. Le dirige mensajes a Gómez a propósito del pedido de libertad hecho por USA. Sigue adelante. Es aclamado en 7 Estados antes de recogerse hacia la frontera.
Arévalo sale en 1922 hacia Panamá y Nueva York. Se reúne con los viejos caudillos, pero estos, aunque tienen fondos, se niegan a proporcionarlos si no les prometen de antemano que ellos serán los amos del país. Arévalo grita, se molesta, pero no se desanima. Concurre a hablarle de la revolución a otros grupos. Pero después de los aplausos hay muy poco más.
El hondureño Marco Aurelio Herradora, todo un agente de la United Fruit, le dice a Arévalo que la bananera que ha conseguido contratos increíbles en varios países del Caribe, le podría financiar una expedición, pero con el compromiso de que, derrocado Gómez, le dejará entrar al país como lo habían dejado entrar en los pequeños países del Itsmo. Arévalo, naturalmente, no puede aceptar eso. Recibe cartas. Sabe de ofertas. Se hablan de miles de dólares que pondría Leopoldo Baptista o cualquier otro exilado. Pero al final, nada. Cuando vuelve a Colombia ya es el comienzo de 1924. Arévalo vuelve a entrar a Venezuela, esta vez con 87 hombres. De nuevo los ríos, la toma de los pequeños pueblos y subir hasta San Fernando de Atabapo. Vence al nuevo gobernador de allí, coronel Domingo Aponte. Se ha apoderado de un extenso pedazo de Venezuela. De allí podría seguir tomando otros estados, con la ayuda de los enemigos de Gómez, pero los enemigos no quieren arriesgarse demasiado si no son ellos las vedettes. Arévalo se pasa 6 meses en eso, pero la ayuda no viene. A fines del año 24, Arévalo y su gente tienen que darse a la fuga hacia Brasil, porque el gomecismo se las ha arreglado para pedir permiso a Colombia para pasar su ejército para vencer al caudillo guerrillero.
Después de esa aventura, Arévalo una vez más se aleja por los caminos del exilio. Ya es demasiado conocido como para pasar sin dificultades en los países e islas, más cercanas a Venezuela. Tiene que ir a USA y Europa. A comienzos de 1929 está de nuevo en el Arauca para comenzar su sexta invasión. Arévalo sueña con libertar a una serie de jóvenes prisioneros que están en los trabajos forzados de la carretera de El Palenque, pero cuando llega a este punto, los prisioneros han sido trasladados. Arévalo avanza una vez más hacia el Guárico y Anzoátegui. Los presidentes de Apure, Bolívar, Anzoátegui, Gupárico y Monagas corren detrás de él. Antes de que Arévalo y su gente logren salir del oriente son derrotados en Anzoátegui por el general Lino Díaz. La causa de la oposición no ve una. Las expediciones fracasan. Fracasa Gabaldón en su hacienda Santo Cristo. Fracasa Román Delgado Chalbaud en Cumaná. Arévalo, después de dos meses de caminata, logra llegar al Arauca.
Arévalo intenta su séptima invasión en 1931. Con 80 hombres se oculta de los aviones por Apure y por Bolívar desde marzo hasta agosto. Los revolucionarios le hacen frente al vapor Arauca, que lleva soldados de Gómez. Una derrota. Muertos. De nuevo la fuga hacia la frontera.
Después de esta aventura, Arévalo vuelve a recorrer los países de Latinoamérica. Pero Gómez, gobernante infernal, solo será derrotado por la muerte. Arévalo, a comienzos de 1936, toma el barco hacia Venezuela. López Contreras le dice en un telegrama que será bienvenido. Ya en el país, se le tributará un gran recibimiento, se le llamará héroe y se le rendirán honores. El tiempo se encargó de sumirlo en las sombras.
FUENTES CONSULTADAS
- Arévalo Cedeño, Emilio. “Viva Arévalo Cedeño: el libro de mis luchas”. Caracas: Seleven, 1979
- García Arriechi, Guillermo. Emilio Arévalo Cedeño. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 1989
- Rivera, José Eustasio. La Vorágine. Colombia, 1924
- Elite. Caracas, 29 de mayo de 1965
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