Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

Real Lotería de Caracas – Primer sorteo del 6 de diciembre de 1816

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El sorteo del 4 de diciembre de 1816, fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela

Advertimos a nuestra audiencia que los textos acerca del inicio oficial del juego de lotería en la ciudad de Caracas tienen más de doscientos años y en las actas de sorteos emplean los vocablos que se utilizaban a principios del siglo XIX, los cuales respetamos.

     El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Este juego contaba con la autorización del rey de España, desde mayo de 1803. Entonces la lotería se hacía mediante el sorteo de números. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     Uno de los sorteos más significativos durante la época independentista, se llevó a cabo, el 4 de diciembre de 1816. Fue organizado por el gobierno realista con el objeto de obtener fondos para proveer de uniformes al ejército del rey de España en Venezuela.

     He aquí un informe detallado del mencionado sorteo de 1816. “En la ciudad de Caracas a quatro de diciembre del año de mil ochocientos diez y seis, los señores don José Francisco Heredia, Oidor decano; don José Maroto, Fiscal de la Real Audiencia, y don José Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, estando en la casa destinada para el sorteo que se ha de executar el día seis de los corrientes, hisieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el uno hasta el dos mil quinientos; y habiéndolas examinado y revisado de quinientas en quinientas por su orden con la mayor excrupulosidad y atención, se procedió a embolverlas y pegarlas cada una separadamente y a su recuento en cuya forma, y en sus propias partidas, se introduxeron por mi mano en el Globo destinado para el efecto, después de haberlo rexistrado cuidadosamente en su interior, y no haber encontrado cosa alguna; cuya puerta cerré y reservada su llave  en un cofrecito, que se halla en tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores juezes para su custodia una de las llaves de ésta para custodiarlas en su poder, asistiendo a todo don Caros Bello como Colector de la Real Lotería: con lo que se concluyó, por ser ya las dos de la tarde, y firmaron de que doy fe.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

     En cinco de los mismos por su mañana los otros señores Juezes conservadores, estando en la Casa del Sorteo hizieron poner de manifiesto las papeletas numeradas desde el seis mil y uno hasta el diez mil, las examinaron y revisaron de quinientas en quinientas por su orden, se embolvieron y pegaron y reconocidas se introduxeron en el Glovo (sic), executándose todo como el día de ayer, y enseguida hicieron poner de manifiesto las doscientos cinquenta (sic) villetes (sic) que contienen los premios, los quales examinados y revisados, resultaron uno de dos mil pesos; otro de mil, dos de doscientos cinquenta, dos de ciento y veinte y cinco; dos de setenta y cinco, dos de cinquenta, diez de a treinta y siete y medio, cinquenta a veinte y cinco, ochenta a doce y medio, ciento a seis con dos, los que se embolvieron y pegaron separadamente y se recontaron, en cuya forma se introduxeron por mi mano en el otro Glovo pequeño destinado para el efecto, después de haberlos también de haberlos  rexistrado (sic) con excrupulosidad en su interior, y no haber encontrado cosa alguna, cuya puerta cerré, y reservada su llave, con la otra del Glovo mayor en el propio cofrecito de tres cerraduras, tomó cada uno de dichos señores Jueses una de las de éste para custodiarla en su poder, con la que a presencia del  Colector se concluyó el acto a la una de la mañana que firmaron conmigo el escribano, que doy fee.

Heredia (rúbrica) Maroto (rúbrica) Escalona (rúbrica)

Carlos Bello (rúbrica)

Julián García y Saume (rúbrica)

Secretario.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El martes 25 de febrero de 1812 se realizó el primer sorteo de la Lotería de Caracas. Cada cartón costaba cuatro pesos y se efectuaban 12 sorteos al año.

     En la ciudad de Caracas a seis de Diciembre de mil ochocientos dies y seis: los señores don José Francisco de Heredia, Oydor decano; don José Maroto, Fiscal de la real Audiencia; don Luis de Escalona, Alcalde ordinario de primera elección, Jueses conservadores de la Real Lotería de esta Capital, el señor Ministro Genera don Manuel de Echagaray por indisposición del señor don Esteban Cambrebeng, Ministro Tesorero de la Real Hacienda, presente el Colector y estando así juntos los referidos señores Jueses conservadores, con sus respectivas llaves, se abrió el cofrecito y sacado de él las llaves de los dos Glovos, se abrieron estos y dio principio a la operación y  excrutinio (sic)extrayendo de ellos por dos jóbenes (sic), de los que allí concurrieron con otros, Don Ramón Rivas los villetes de los números y por don Fernando Olaverria los de los premios en la forma siguiente:                                                         

Números         Premios          Números         Premios

9.986                 125                      2.576               12.4

2.261                  12.4                     3.973               12.4

6.259                  6.2                     4.576               12.4

2.316                  12.4                      635                  6.2

7.239                 12.4                     3.869               6.2

4.839                 12.4                     9.172               37.4

6.475                  6.2                        545                  6.2

20                       6.2                      1.306               12.4

5.064                  6.2                      7.125               12.4

3.969                  6.2                      2.222               25

FUENTE CONSULTADA

  • Real Lotería de Caracas. En: Crónica de Caracas. Caracas, abril junio, 1957
Gómez prohíbe las carreras de galgos

Gómez prohíbe las carreras de galgos

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
En 1927, José Villaró introdujo las carreras de galgos en Venezuela

     “Cuando José Villaró decidió inaugurar un canódromo en Caracas, su intención fue la de dar a esta, su querida ciudad, un espectáculo que causaba furor en Londres y en numerosas capitales europeas y de este continente. Nunca imaginó que tendría tal éxito que el dictador Juan Vicente Gómez decidió impedirle sus actividades porque amenazaba con superar el fanatismo por las carreras de caballos.

     El verdadero origen de las carreras de galgos en pista data de 1919, cuando el norteamericano Owen P. Smith colocó un conejo de juguete sobre un riel electrificado y le hizo dar una vuelta por una improvisada pista.

     Los galgos, sostenidos por una cadena de hierro, fueron soltados y se lanzaron tras el mecanismo con el mismo ímpetu que si se tratara de una liebre viva en un coto de caza. La idea fue patentada por Smith y la primera pista construida para explotar este novedoso espectáculo, fue la de Emercille (California), con una longitud de 300 metros.

     El nuevo deporte obtuvo gran éxito, debido a las apuestas en taquillas y de inmediato, en 1920, se realizaron las primeras carreras de perros nocturnas.

     En 1925 se inauguró un canódromo en Manchester (Inglaterra), siguiendo los de White City, Cardiff, Glasgow y Birmingham.

     Paris, Miami, Buenos Aires, Madrid y Caracas, no tardaron en imitar a las ciudades inglesas. En cada carrera tomaban parte por lo general ocho y a veces hasta doce galgos, cada cual, con una pequeña gualdrapa con el número correspondiente. La liebre mecánica se halla montada en una diminuta plataforma, atada a un cable que se enrolla en un cilindro movido por unos engranajes, cuya velocidad se regula para que los galgos no puedan alcanzarla.

     La velocidad de la liebre mecánica alcanza a los 60 kilómetros por hora y las pistas oficiales en formas redondas u ovaladas, tienen de 400 a 800 metros de largo.

     Los perros que se utilizan en estas pruebas tenían un instinto tan especial que se comportaban en la carrera como consumados atletas, que incluso se lanzaban enteros, dándolo todo, al “sprint” final, imprimiéndole gran emoción a la competencia. Para que no falte nada, los galgos de carreras poseen su “pedigree”, que es su línea genealógica que los acredita como pura sangre.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Aviso de prensa publicado en el diario caraqueño El Universal. el 29 de septiembre de 1927

Carreras de galgos en Caracas

     El personaje que introdujo las carreras de galgos en Caracas, fue el empresario de los grandes espectáculos en Venezuela, promotor de fabulosas temporadas de operetas, zarzuelas, cine y corridas de toros, el señor José Villaró, quien luchó duramente, sin escatimar esfuerzos y dinero, para habilitar el Hipódromo “El Paraíso” (demolido en 1959) en canódromo, denominándolo con el pomposo nombre “Paraíso Greyhound Park”. Las fuertes lluvias caídas en esa temporada, obligaron a José Villaró a aplazar la inauguración de las anunciadas carreras de perros en la fecha fijada.

     Los trabajos de acondicionamiento de la pista fueron suspendidos, ya que el deseo del empresario era presentar el novedoso espectáculo en condiciones favorables para satisfacer y corresponder a la gran expectativa demostrada por el público caraqueño, por el atrayente y simpático deporte.

     Al fin, superados todos los inconvenientes, se efectuó la inauguración de la primera temporada de grandes carreras de galgos, el sábado 1 de octubre de 1927, a las 8 y 30 de la noche, asistiendo a tan magno acontecimiento, invitados especiales y una nutrida concurrencia.

     En las afueras del local se produjo una tremenda galleta de tránsito, entre coches, tranvías, automóviles y peatones, a la llegada y a la salida del espectáculo. Fue de tal magnitud la aglomeración de gente y vehículos, que resultó insuficiente la fuerza policial, temiendo que apelar a los rolazos para mantener el orden en la calle y en las taquillas de venta de los boletos de entrada.

     La función se desarrolló normalmente y la jugada a ganador, placé y mutuales subió a la astronómica cifra de 80 mil bolívares en medio de un ambiente alegre y emotivo. Cuando se consideraba realizado el disfrute de este pasatiempo, y la afición a las carreras de galgos se mantenía viva y efectiva, la gobernación distrital suspendió hasta nuevo aviso las actividades del canódromo paradisíaco, saliendo con “las tablas en la cabeza” el empresario Villaró.

     En cuanto se conoció la resolución de cerrar el concurrido sitio, comenzaron a correr las bolas con piquete político, puestas en circulación por la oposición antigomecista.

     Lo cierto de este caso fue que el general Gómez se dio cuenta que el negocio de las carreras de galgos iba en camino de acabar con las carreras de caballos, y eso no le convenía a sus intereses económicos, tomando en cuenta que el Hipódromo pertenecía a la nación y la mayoría de los caballos pura sangre eran de su propiedad, y los restantes de los miembros de su camarilla.

     Esto explica el porqué de la suspensión de las carreras de perros, cuando estaba en pleno furor colectivo y el auge de las mismas amenazaba extenderse a las principales ciudades del país. Algunos años más tarde, en tiempos de Eleazar López Contreras, reaparecieron las carreras de galgos.

     Las veladas se escenificaron en un canódromo instalado en la vía carretera que conducía a Petare, en la zona de los “Palos Grandes”, allí entre cañamelares y trapiches, armaron lo que los empresarios llamaron “Gran Canódromo del Este”, donde lo único aceptable era la pista, muy bien acondicionada, por cierto, las taquillas de juego y un bar. Lo demás era tierra y polvo en verano y en invierno pantano por todos lados; pero el público apostador como siempre, acudía en masa a jugar a los perros de su preferencia.

     El tercer y último canódromo que funcionó en Caracas, fue el que levantaron al final de la avenida “San Martín”, en unos terrenos desocupados, también usados en ciertas oportunidades por un parque de atracciones mecánicas con pretensiones de “Coney Island”.

     Esta es, a breves rasgos, la historia de un deporte-espectáculo que llenó de mucho beneplácito a los caraqueños de antaño.

     Vale destacar que, durante el gobierno de Luis Herrera Campíns, en 1979 se autorizó la construcción de un canódromo en la isla de Margarita, que fue inaugurado años más tarde, en 1986, durante el gobierno de Jaime Lusinchi. Abrió sus puertas bajo el nombre de “Canódromo Internacional de Margarita” y estuvo administrado por el Instituto Nacional de Hipódromos (INH). Al poco tiempo, en 1992, comenzó una fuerte crisis en el manejo de sus fondos, lo que origino un declive hasta su completo abandono en el año de 1996

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El primer canódromo que se estableció en Venezuela estuvo situado en terrenos del Hipódromo de El Paraíso, en Caracas
José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
La primera carrera de perros que se realizó en Venezuela, se llevó a cabo la noche del sábado 1 de octubre de 1927, ante invitados especiales y una nutrida concurrencia

Funcionarios Públicos, Celebraciones y encuentros religiosos

Funcionarios Públicos, Celebraciones y encuentros religiosos

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El militar estadounidense Richard Bache dejó sus impresiones de un viaje por Colombia y Venezuela entre 1822 y 1823, en un curioso libro traducido al español y reditado por el Instituto Nacional de Hipódromos, en 1982

     En una anterior oportunidad, desde este espacio, he hecho referencia al militar estadounidense Richard Bache (1784-1848) quien visitó la República de Colombia y quien estuvo en Venezuela durante 1822 y 1823. Sus impresiones de viaje en el libro La República de Colombia en los años 1822-23. Notas de viaje. Con el itinerario de la ruta entre Caracas y Bogotá y un apéndice por un oficial del ejército de los Estados Unidos, el que fue publicado por el Instituto Nacional de Hipódromos en el año de 1982, mientras en Filadelfia vio la luz en 1826. En el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar se hace referencia a Bache en los siguientes términos: las impresiones de Bache y sus descripciones constituyen un valioso documento para el estudio de la época, donde destacan su minuciosidad y precisión en los acontecimientos observados.

     En esta oportunidad destacaré lo que redactó en el capítulo III en que hizo referencia a sus primeras visitas en la ciudad, lo que observó en el día de San Simón, los bailes que presenció, sus impresiones acerca del señor Blandín y lo que vio en una plantación de café. Por otra parte, un importante detalle resulta de su escrito el cual redactó como si fuese un diario.

     Escribió que el día 22 de octubre había sido presentado al Intendente General, Carlos Soublette a quien describió como un hombre imponente, atractivo y agraciado. Contó que, al pasar frente al Santísimo Sacramento y no haber hecho la reverencia debida, un centinela armado con su bayoneta le había llamado la atención, situación a partir de la cual escribió que su actitud fue por desconocimiento del sentido que tenía el acto litúrgico y la actitud que debía asumir de acuerdo con las costumbres locales. “Las circunstancias se presentaban para perder un tanto los estribos; y en este estado de ánimo llegué a la conclusión de que uno está en el deber de desaprobar estas ceremonias humillantes para un ser racional, absolutamente extemporáneas”. Agregó que obligar a reverencias con la bayoneta no tenía nada que ver con veneración. Por tanto, en lo sucesivo “siempre me hice el indiferente ante tales ceremonias, o procuré evitar el encuentro con la Custodia, cada vez que podía hacerlo discretamente”.

     La preocupación e incomodidad de Bache tuvo que ver con su adhesión protestante. Escribió, respecto a la situación descrita, que su actitud no sería la más correcta por encontrarse en un país extranjero y que requería de colaboración de sus naturales. “Sin embargo, continúo sosteniendo la opinión de que aquellos funcionarios públicos nuestros que residan en países católicos, si deben oponerse vigorosamente a cualquier arbitrariedad que pretenda imponérseles a sus derechos en materia de opinión religiosa, tanto por la degradación que ello implica, como con la finalidad de ir acostumbrando al público a una mayor tolerancia”. Según su apreciación, se mostró convencido que por medio del ejemplo de personas apreciadas y distinguidas se pudiera alcanzar la tolerancia frente a creencias religiosas distintas. Terminó expresando que el influjo clerical en Caracas se ha “reducido apenas en grado muy insignificante”.

     Su escrito fue redactado en forma de memoria de viaje con rasgos de un diario de vivencias. En un aparte con fecha octubre 23 relató haber ido de visita a casa de un general. En casa de éste llamó su atención su joven hija de nombre Conchita. Contó que ella había residido un tiempo en Filadelfia, cuando su padre debió exiliarse debido a problemas políticos. Según narró, Conchita había expresado su impresión al ver que en aquella ciudad estadounidense observó que edificaban una casa de ladrillos de tres pisos en pocas semanas, mientras en Caracas, aunque fuesen de un solo piso, tardaban años.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
Bache describió al entonces Intendente General, Carlos Soublette, como un hombre imponente, atractivo y agraciado

     Refirió, para la misma fecha, haber conocido a oficiales ingleses que integraban el Estado Mayor del general Soublette y Páez y corroboró “en todos ellos cierta decepción” por la situación que habían experimentado en el país por no haber alcanzado lo que esperaban como legión extranjera. Por otro lado, indicó que había encontrado una distracción con una ceremonia denominada el Rosario. A la que describió como sigue. Al frente de la procesión marchaban jóvenes negros harapientos con faroles, colocados en la punta de una vara, luego venía un hombre con una gran cruz y otro con un pabellón que representaba a la Virgen. A ellos les seguían sacerdotes, una banda musical con violines y cantantes varones con instrumentos variados. A su vez, estaban acompañados con una música que, a intervalos, se vocalizaba con cánticos en latín. Son oportunidades, anotó, para que algunas personas hicieran una cuestación o colecta. Indicó que la música entonada le pareció agradable y la ceremonia la juzgó como llena de solemnidad.

     En otro párrafo con fecha 24 de octubre describió que había visitado una casa, situada al frente de la plaza, donde escuchaban a unas damas ejecutando melodías con el piano. De inmediato, fueron invitados para presenciar la ejecución de un indio acusado de haber cometido un asesinato. Tal ejecución del reo lo indujo a redactar algunas líneas en las que no dejó de mostrar repulsión. Refirió que el reo había sido amarrado a un poste y fusilado por un pelotón de soldados. 

     “Aquel fúnebre espectáculo parecía despertar muy poca curiosidad, pues no habría más de trescientas personas entre el público, principalmente mujeres, circunstancia que puede explicarse por la gran desproporción de sexos existentes en Caracas”.

     Esta última apreciación le sirvió a Bache para hacer una consideración acerca de la población caraqueña. Expresó que la presencia de mujeres en actos y aglomeraciones era mayor que la de hombres y, que se estimaba, que por cada cuatro o cinco mujeres había un hombre. “Esta desproporción se atribuye a los efectos de la guerra a muerte”. Para el mismo día había ido de visita a casa de una persona de nombre Francisco, de quien hizo referencia de manera condescendiente y al que adjudicó tener un gran afecto por la persona que acompañaba a Bache por la ciudad. Ya en la despedida le ofrecieron como hospedaje la casa del señor Francisco y lo trataron con gran cordialidad. “Al despedirme, hizo un expresivo gesto hasta entonces desconocido para mí: me apretó la mano contra su corazón, como en testimonio de la sinceridad de sus expresiones”.

     Para octubre 26 dejó escrito que había sido presentado a varios ciudadanos del país. Entre las personas que conoció, en medio de un almuerzo, estaban un doctor y un coronel quienes viajarían a Bogotá, en unos días, y le ofrecieron detalles que le servirían para el trayecto que él tenía como propósito visitar. Sumó, haber notado a un grupo de infantería, frente a la casa donde había almorzado, entre quienes vio a los oficiales montados en caballos, seguidos, a su vez, por unos soldados que iban descalzos, a excepción de unos pocos que llevaban una “especie de sandalias”.

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El militar estadounidense Richard Bache expresó en su libro que la presencia de mujeres en actos y aglomeraciones era mayor que la de hombres

     A esto incorporó la impresión que le causaba “constantemente la conducta amable y cortés de todos los eclesiásticos, quienes nunca dejaban de saludar, quitándose el sombrero, a todos los que pasaban a su lado”. Lamentó no haber podido determinar si se trataba de una actitud habitual o sólo lo era por las circunstancias de conciliarse con la opinión pública luego de los conflictos con España. Se quejó de no haberse adelantado en el saludo y con ello demostrar una actitud de urbanidad frente a los miembros del clero.

     Con fecha 27 de octubre anotó que después de un almuerzo recorrió a caballo una hacienda de un general, junto con otras personas que se unieron al paseo. Alabó las monturas y a quienes fungían de jinetes que llevaban “los caballos más gallardos y briosos que había contemplado en mi vida”. Describió que el camino que transitaron estaba muy bien empedrado y que, ante su vista, apreció “los paisajes más seductores, que variaban constantemente”. La esposa del general, contó Bache, fue la encargada de mostrar la gran extensión territorial que atendía en los momentos cuando su esposo se ausentaba por asuntos militares.

     Luego de este, según su percepción, reconfortante encuentro se dirigió al centro de Caracas, la cual lucía orlada e iluminada en honor al onomástico de Simón Bolívar, “el día de San Simón”. Con fecha 28 de octubre, “día de San Simón”, reseñó que las ceremonias habían iniciado con un desfile de funcionarios civiles y militares quienes se dirigían hacia la Catedral para la misa mayor. También observó cuerpos de infantería a los que comparó con algunos existentes en su país, “marchaban con muy buen compás, al son de una excelente banda”.

     Expresó que había ido de visita al despacho del general Soublette porque la misma era “ley en días santos” y que cualquier omisión en este orden era expresión de ruptura social. Contó que a las cuatro de la tarde fueron para una corrida de toros que le decepcionó, aunque “asistían alrededor de diez mil personas”. Según relato, los animales eran muy mansos y debían ser estimulados con pinchazos de garrocha. Añadió que las calles estaban “hermosamente ornamentadas con colgaduras de damasco, en las que se advertían los colores de la bandera”.  

José Gil Fortoul (1861-1943) fue uno de los más importantes historiados de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX
El 28 de octubre de 1822, los alredeores de la Catedral lucían adornados e iluminados en honor al onomástico de Simón Bolívar (Día de San Simón)

     Expresó que en horas de la noche se había presentado un “espléndido sarao conmemorativo”. La cena a la que fue invitado, a la luz de este acto, había sido “suntuosa” y la “música me cautivó no sólo por lo peculiar de su ritmo, sino también por el estilo del baile”. En comparación con algunos bailes franceses y estadounidenses, estimó que la danza que observó era “suave y gentil”. En general le pareció un baile representativo de cadencia y equilibrio. Sin embargo, en un momento del desarrollo de la fiesta hubo una interrupción. Una dama lloraba con gran desconsuelo porque “su esposo se había excedido en atenciones con otra beldad”. Consideró que tal forma de manifestar un descontento en una reunión festiva debió haber sido “irrefrenable”. “La compadecía muy sinceramente, sobre todo a su hija, quien llena de confusión salió en compañía de la madre”.

     Del general Soublette indicó: “ocupaba un asiento privilegiado en el testero del salón, repantigado con graciosa indiferencia, y parecía contemplar el regocijo de sus gobernados con indulgente satisfacción”. 

     También observó a las espaldas del general, a un par de graciosas hermanas, “cuyas rollizas mejillas e irreprochable frente delataban que jamás habían sido afectadas por las fatigas del pensamiento”. Dijo al respecto que divertían a los presentes por dormir plácidamente, “mientras en su torno resonaban la algazara y el ajetreo de la numerosa concurrencia”. Las que denominó “bellas durmientes” eran objeto de “admiración general”. Luego de describir esta situación, inusual para él, afirmó que con seguridad nunca el par de jóvenes había sido objeto de tan prolongada atención. Terminó este aparte de su relato con un comentario acerca del gobernador de la ciudad, “de quien se decía que había tenido que vivir oculto en un sótano durante cuatro años para escapar de las persecuciones de sus enemigos”.

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