Aspectos tributarios en la nueva ley de registros y notarías

Aspectos tributarios en la nueva ley de registros y notarías

     En Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 6.668 de fecha 16 de diciembre de 2021, apareció publicada la Ley de Registros y Notarías (LRN) que, valga observar, circula casi tres meses después de su sanción por la Asamblea Nacional (AN).

     Dicho instrumento no cumple con la formalidad propia de toda ley de reforma, esta es, la mención, en su título y en su letra, a su carácter de tal y al texto que la precede, éste es, el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley de Registros y del Notariado (DLRPN), dictado en 2014.

     La nueva LRPN no sólo involucra la modificación de siete (7) artículos del DLRPN, sino también, el cambio de su título. A este aspecto tampoco alude el instrumento recientemente dictado, que ni siquiera incluyó la mandatoria disposición derogatoria de su antecesor.

Aspectos tributarios en la nueva ley de registros y notarías

Pronunciamiento de la AVDT ante la reciente publicación de la ley de registros y notarías

  1. En la Gaceta Oficial No. 6.668 Extraordinario de fecha 16 de diciembre de 2021, fue publicada la Ley de Registros y Notarías (LRN), la cual responde más bien a una reforma parcial del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley de Registros y del Notariado (2014). Dado que el contenido de esta reforma está dirigido a establecer las cuantías y fórmulas de determinación de las tasas por la prestación de los servicios que se prestan en las oficinas de registro y notarías adscritas al Servicio Autónomo de Registros y Notarías; y en virtud de los notables vicios que presenta dicho instrumento, la AVDT realiza el presente pronunciamiento a la comunidad jurídica y al país en general.
Urge una reforma de la recién promulgada Ley de Registros y Notarías

Urge una reforma de la recién promulgada Ley de Registros y Notarías

Urge una reforma de la recién promulgada Ley de Registros y Notarías

    El Presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas, La Cámara de Caracas, Leonardo Palacios fijó posición ante la Reforma de la Ley para Registros y Notarías, cuya aprobación fue hecha sin dar cumplimiento a la consulta pública prevista en el artículo 211 de la Constitución, expresando que en defensa de la propiedad y la libertad económica desde la institución se plantea que debe iniciarse una urgente una reforma de la recién aprobado.

     Uno de los principales cambios en esta ley, publicada en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 6.668 de fecha 16 de diciembre de 2021, es que las tasas de Registros y Notarías serán sobre la base del cripto activo denominado «Petro». Esta medida no solo trae confusión en torno a cómo deben ser calculadas, sino que además a partir de una magnitud inconstitucional –acusado por importantes juristas y Corporaciones Académicas- acarrea incrementos elevadísimos y, por tanto, irracionales.

     El gobierno, expresa Palacios, intensifica la determinación y pago de tributos con el «Petro», sustituyendo la Unidad Tributaria (UT) lo cual supone una dolarización encubierta de la economía.

     Leonardo Palacios, presidente de la Cámara de Caracas, exige observancia del derecho de propiedad, del ejercicio de la libertad de actividad económica, para lo cual se requiere de formas expeditas y reducción de abierta discrecionalidad para evitar expresiones impropias de la función registral que sean caldo de cultivo de prácticas contrarias a los principios constitucionales, que rigen la Administración Pública. El respeto al derecho fundamental a una buena Administración Pública o derecho al buen gobierno, exige formas no engorrosas registrales para garantizar el derecho de propiedad frente a agentes económicos privados y frente al propio Estado en cualquiera de sus manifestaciones.

     Si el Ejecutivo Nacional y la Asamblea Nacional son sinceros y coherentes en cuanto al deseo de atracción de la inversiones nacional y extrajera, la reactivación y recuperación económica, deben en ejercicio de la iniciativa de ley constitucionalmente atribuida, proceder en un término perentorio a la presentación de un Proyecto de Ley de Reforma parcial de la Ley de Registros y Notarías, que:

  1. Contemple formas expeditas registrales y notariales,
  2. Reducción de la discrecionalidad que genera corruptelas, retardos y costos transaccionales paralelos.
  3. Disminución y sinceración de las magnitudes y alícuotas de determinación de impuestos y tasas, como por ejemplo del impuesto a las transacciones inmobiliarias que fue elevado de 0 6 a 2 en el último tramo de las los derechos de terceros 
  4. Definir una carrera administrativa registral y notarial para evitar la improvisación, lapiratería y el deterioro de esta importante función del Estado.

     “La seguridad jurídica y la racionalidad de la tributación son valores esenciales de un sistema tributario democrático, evitando formas de exacción que hacen ilusorio el ejercicio de derechos fundamentales del ciudadano y de las empresas.”, recalca Palacios.
El presidente de esta instancia empresarial y ex presidente de la Asociación Venezolana de Derecho Tributario insta a los órganos del Poder Público a evitar la consumación de la violación al derecho a una buena administración, cercenando los derecho de todos lo venezolanos y alentando a formas de actuación funcionarial anómicas que atentan contra el propio Estado, al afectar su capacidad
recaudatoria.

     “Una ley simple, transparente, con tributos racionales y exigencias de formación y experiencia funcionarial, un proceso de discusión abierta con todos los sectores económicos involucrados Colegio Abogados asegura la ganancia de todos- el Estado y los particulares- se reactiva la económica y se establecen bases ancladas en la seguridad jurídica, es el objetivo común y perseguido por todos”, concluye Palacios.

Felipe Larrazábal: Un biógrafo conspirador

Felipe Larrazábal: Un biógrafo conspirador

POR AQUÍ PASARON

Felipe Larrazábal: Un biógrafo conspirador

Felipe Larrazábal fue uno de los primeros en recopilar los escritos de Simón Bolívar

     Si se busca en los registros de google quien fue Felipe Larrazábal (1816-1873) seguro se encontrará información acerca de él como la siguiente: fue un músico, abogado y político venezolano. Hombre de letras y cultivador de las bellas artes, destacado por su labor musical en Venezuela y su participación para lograr la libertad de imprenta. Fue un representante del romanticismo venezolano y uno de los primeros en recopilar los escritos de Simón Bolívar.

     Sin embargo, tuvo una activa vida política, al lado de sus inclinaciones como publicista y un letrado preocupado por el porvenir político de Venezuela. En 1871 salió de territorio venezolano para refugiarse en la isla de Curazao. Durante su permanencia en ella no dejó de conspirar, junto con Matías Salazar (1828-1872), un connotado representante del liberalismo venezolano, contra el gobierno del Autócrata Civilizador, Antonio Guzmán Blanco. El gobierno de éste les había proveído de recursos económicos para aliviar su situación de exiliados. Sin embargo, invirtieron esos recursos en la compra de armamento para invadir Venezuela y derrocar al gobierno.

     Mientras Larrazábal permaneció en la isla de Curazao, ya sin recursos económicos, Matías Salazar emprendió camino a perpetrar la invasión y, junto con ella, derrocar a Guzmán Blanco. No obstante, las cosas no le salieron como las había ideado en su plan. Salazar fue capturado y luego sería fusilado en el mes de mayo de 1872.

     Aunque Larrazábal conservó bajo su protección tres mil cartas inéditas del Libertador y un manuscrito dedicado a una biografía acerca del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Además, tenía una ventaja representada en el manejo de las artes musicales y los bailes de los que supo sacar ventaja.

     No dejó de pensar en llevar a cabo una publicación en la que las misivas de Simón Bolívar se dieran a conocer. Pensaba Larrazábal que el preciso y fiel conocimiento de la vida y obra del Libertador se encontraba en su correspondencia. 

     En la parte introductoria de La vida y correspondencia general del Libertador Simón Bolívar (1863) escribió Larrazábal que no se podían perder de mengua, “los datos y noticias más exactas; las apreciaciones más interesantes, que están en nuestras manos”. Durante su exilio se propuso como meta hacer llegar al público lo que él consideraba testimonios cruciales y así dar a conocer lo que en vida había se cristalizado con las acciones del Libertador.

     Desde Curazao emprendió la marcha hacia otros rumbos, donde pudiese encontrar el impresor adecuado para la tarea impuesta. Desde esta isla se trasladó a la ciudad de Nueva York, en donde permaneció una corta temporada para de ahí dirigirse a Francia, donde se llevaría a cabo la impresión de las cartas de Bolívar y la biografía preparada acerca de Sucre. El año de 1873 se embarcó en el bajel Ville du Havre. Sin embargo, la embarcación chocó en Alta Mar con otra nave y se hundieron en sus aguas las cartas que desde joven se dedicó a coleccionar y con ellas la vida de Larrazábal. Esto sucedió el 23 de noviembre de aquel año.

     Cuando se habla de letrados y publicistas venezolanos del 1800, se recuerdan los casos emblemáticos de Francisco Javier Yanes, Rafael María Baralt, Juan Vicente González y el propio de Felipe Larrazábal. Como sucedió en el decimonono la biografía se convirtió en la narrativa predilecta de quienes se dedicaron a la historia en tiempos de edificación republicana. Durante este período la biografía jugó un importante papel en la creación de una conciencia histórica, cuya mejor característica fue la exaltación heroica y el enaltecimiento de la gloria y el honor. Se pensaba, en este tiempo, que la historia sería el baluarte fundamental para fortalecer el denominado carácter nacional del venezolano.

     Lo que se suele destacar de Larrazábal fue su actitud combativa en la querella política, un destacado músico y un dedicado jurista. Sus progenitores eran originarios de Bilbao, España. Por circunstancias que se presentaron entre los años de 1814 y 1816 en Venezuela, los padres de Larrazábal decidieron volver a España, donde de Cádiz pasaron a Madrid y fijaron residencia en la capital española. En esta ciudad Felipe Larrazábal, al lado de sus hermanos, Juan Manuel y Juan Antonio comenzaron sus estudios de música. De vuelta en Venezuela, para 1830, continuarían sus estudios musicales bajo la orientación de Atanasio Bello, quien fue uno de los fundadores, junto con José María Izaza, de la Sociedad Filarmónica en 1831 a petición de José Antonio Páez. Felipe Larrazábal también fue discípulo de un laureado flautista, Juan Meserón, al igual que de Juan José Tovar en el Colegio de la Independencia cuyo diseñador fue Feliciano Montenegro Colón.

     Junto con sus hermanos tocaba en la Orquesta Filarmónica de Caracas, bajo la batuta de Toribio Segura. En conjunto con la actividad musical, Felipe Larrazábal ejecutaba trabajos de traducción de libros porque conocía el latín, el griego, el inglés, el francés y el italiano. Entretanto, estudiaba derecho en la Universidad Central y redactaba artículos de prensa para el periódico La Bandera Nacional. En 1842 recibió el título de Doctor en Derecho y pronto comenzó a ejercer su profesión en la ciudad de Caracas. También ejercicio la docencia en el Colegio de la Independencia donde dictó clases en la cátedra de Derecho Natural, a la cual se ofreció a impartir sin compensación económica.

     Larrazábal figuró entre los fundadores de la agrupación política denominada La sociedad Liberal, creada en 1840. Uno de los propósitos de esta organización fue enfrentar a quienes propulsaron la Ley de abril de 1834. Como varios de sus coetáneos abrazó algunas propuestas del credo liberal en su vertiente política, aunque las combinó con ideas provenientes del cristianismo, en especial, lo relacionado con la fraternidad y la igualdad natural de los seres humanos. En lo referente al liberalismo político rechazó varios de sus principios.

Felipe Larrazábal conservó bajo su protección más de tres mil cartas inéditas del Libertador

     Sus mayores argumentaciones, en este orden de ideas, las esbozo frente a la Ley del 10 de abril. La consideró una ley que estimulaba la usura, además de provenir de argumentos trazados por parte de economistas y enciclopedistas del siglo XVIII y quienes se habían apropiado de estas ideas en Venezuela, pretendían convencer a los venezolanos que la tasa de interés representaba una descarada violación de la propiedad. Bajo estos conceptos alcanzó a anotar que los pensadores del siglo XVIII mostraron una disposición destructora frente a las bondades que el cristianismo proponía como beneficios perdurables en las potestades civiles.

     Entre sus textos de examen respecto a la situación política en Venezuela, lo ofreció en su estudio titulado Ojeada histórico – política sobre Venezuela en los catorce años de su administración constitucional, cuyo año de aparición fue en 1844 en El Venezolano.

     Entre las reflexiones en él presentadas señaló que la oligarquía venezolana se había originado en el año de 1836. Fue a partir de este año que este grupo se dio a la tarea de monopolizar todos los cargos públicos en detrimento de las libertades civiles y la aplicación de las leyes. Como ejemplos citó el caso del Código de Imprenta, con el que se estableció la censura ejercida por el impresor, en 1839, y para 1841 se instituyó el Banco Nacional, “compuesto en su mayor parte de extranjeros, y hasta su dirección está a cargo, en mengua de nacionales, de William Smith, ciudadano inglés”.

     A los treinta años de edad llegó a ser diputado por Caracas. Junto con sus hermanos, Salvador y Juan Manuel, fundaron un impreso, opuesto al gobierno, que llevó por nombre El Patriota. Fue un órgano periodístico que promovió la candidatura por la carrera presidencial de Antonio Leocadio Guzmán. Fue a raíz de esta iniciativa que se enemistó con Juan Vicente González adversario, para ese entonces, de la candidatura a la presidencia de Guzmán. Para 1845 la publicación de El Venezolano dejó de circular. Sin embargo, surgieron otros impresos promovidos por los liberales como El Patriota y que también se editaban en la imprenta de Guzmán, entre ellos se encontraban El Trabuco, Las Avispas, El Sin Camisa y La Centella.

     Durante la campaña electoral de 1846 la prensa escrita sirvió para desplegar razonamientos en el contexto de la querella política del momento. Larrazábal fue un entusiasta defensor de la candidatura guzmancista porque asoció a Guzmán con la creación del liberalismo en Venezuela y como el segundo Bolívar, la elección recayó en José Tadeo Monagas, candidato al que Páez le dio aval, aunque mostrara arrepentimiento tiempo después. Al poco rato, Larrazábal llegó al convencimiento de que la candidatura que el favoreció no llegó a calar en todo el territorio nacional y que la misma estuvo concentrada en la región central de Venezuela.

     El ventajismo de quienes tenían en sus manos las decisiones públicas rebasó toda posible concordia frente a los liberales de Guzmán. Desde el poder presidencial y desde el Parlamento se idearon distintas artimañas para sacar del ruedo electoral a Guzmán. Incluso en pleno conteo de votos se le birlaron votos a favor, acciones a las que hicieron frente Guzmán y Larrazábal. Bajo este contexto, el primero de septiembre de 1846 un grupo de seguidores de Guzmán se levantaron en armas al grito de “mueran los oligarcas”. Ya para octubre, momento cuando se llevaron a cabo las elecciones, la rebelión había sido sometida. La elección le fue favorable al candidato paecista: José Tadeo Monagas.

     Debido a este caldeado ambiente Felipe Larrazábal había emprendido el camino, junto con Blas Bruzual, del exilio hacia Curazao. Sin embargo, Monagas extendió un indulto, el 8 de junio de 1847, y Larrazábal logró regresar al país. No siguió el camino de la oposición y se plegó al nuevo gobierno, por tal razón, se le encargó de la redacción del nuevo órgano informativo titulado El Constitucional. Para este entonces la escena política venezolana se mostró con una mayor disposición autoritaria en la relación gobernantes – gobernados. La impronta de los eventos del 24 de enero de 1848 marcaría la pauta del autoritarismo y el irrespeto al pacto constitucional.

     Larrazábal llegó a ocupar altos cargos durante el periodo de los Monagas. Gracias a una resolución proveniente de la vicepresidencia de la república se ordenó que los jueces de primera instancia, jefes políticos y administradores de rentas públicas de Caracas tenían que cesar sus funciones y, por tanto, proceder al nombramiento de nuevos representantes de los cargos cesantes. De este modo Larrazábal llegó a ocupar el cargo de juez de primera instancia en sustitución de Pedro R. Peraza. También ocupó otras plazas en la administración de los Monagas: diputado al congreso de 1849, por Caracas, miembro principal de la Dirección General de Instrucción Pública, oficial mayor de rentas públicas y agente confidencial en Holanda. Dentro de la administración pública se destacó como uno de los promotores por la abolición de la esclavitud.

     En 1869, a raíz de la creación de Unión Liberal, promovida por Antonio Guzmán Blanco y su padre, Antonio Leocadio Guzmán, Felipe Larrazábal los acompañó como miembro fundador. Para este momento Venezuela continuaba siendo pasto de rencillas políticas que se dirimían por la vía de las armas. Existía un grupo denominado Los Lincheros, promovido por personas cercanas a los Monagas y que sembraban temor y zozobra entre los que consideraban sus opositores.

     Tiempos mejores pensó Felipe Larrazábal vendrían con la toma del poder por parte de Antonio Guzmán Blanco. Con seguridad llegó a corroborar como algunos utilizan las ideologías políticas para provecho personal y de sus acólitos. De nuevo el credo liberal sirvió para legitimar el autoritarismo. Se le presentó otra oportunidad para la conspiración en contra de quien creyó llevaría a Venezuela por el camino de la magnanimidad, se equivocó otra vez y recurrió a lo que en ese momento se presentaba como única oportunidad de cambio, la conspiración armada. Aunque sin olvidar su pasión por la historia que cultivó hasta el día de su infausta muerte.

La Casona, una historia verdadera

La Casona, una historia verdadera

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Casona, una historia verdadera

Eduardo Larralde, propietario original de La Casona, le amplió sus enormes corredores y salones

Por Alicia Larralde

     Considero que es un deber con la sagrada memoria de mis padres Eduardo Larralde de la Madriz y Lola Hernández Tamayo de Larralde aclarar los verdaderos hechos sobre la historia de “La Casona”, convertida en Residencia Presidencial. Voy ahora a relatar lo que sé porque lo viví desde mi más tierna infancia, y lo que me contaron mis padres.

     Comenzando el año 1900 regresó a Venezuela a encargarse de los bienes de su abuela Carlota Mijares y Solórzano, Marquesa de Mijares, mi padre, Eduardo Larralde de la Madriz, quien había estado ausente del país por largos años, ya que cursó estudios en Francia y Estados Unidos de Norte América.

     Una de las propiedades heredadas fue la Hacienda La Carlota que llevaba el nombre de su antigua dueña. Esta hacienda estaba sembrada de cacao y café y tenía poco riego. Mi padre hombre de ideas nuevas y gran amante de la agricultura resolvió convertirla en un fundo de caña de azúcar, pero para lograrlo necesitaba conseguir el agua suficiente que reclama esta clase de siembra. 

     Y por ello compró la Hacienda vecina, llamada Los Pastores, que era propiedad de la sucesión Reina, y estaba atravesada por la rica quebrada de Agua de Maiz.

     Unió y desmontó ambas Haciendas. Esta terrible empresa casi le cuesta la vida ya que adquirió en ella la fiebre amarilla, funesta enfermedad de aquella época. A la Hacienda Los Pastores se le cambió el nombre por el de Santa Cecilia, en recuerdo de su tía Cecilia de la Madriz, quien murió muy joven y bella en París. En 1910, mi padre se casó con su prima Lola Hernández Tamayo y se fueron a vivir a la casa de la Hacienda La Carlota, donde tuvieron la desgracia de perder a mi hermana mayor Carlota Larralde de 4 años de edad. La desgracia de mis padres fue tan grande que no quisieron volver a vivir en esta casa poblada de las risas e infantiles carreras de su primogénita, Mi padre decidió venderla junto con 10.000 metros cuadrados de terreno, la propiedad la adquirió el doctor Gustavo Manrique Pacanins, quien la remodeló convirtiéndola en una bellísima mansión.

     Fue entonces cuando nosotros fuimos a habitar la Casa de la Hacienda Santa Cecilia, hoy día convertida en la famosa Casona. Fue mi padre quien acondicionó esta bella residencia colonial, tratando por todos los medios de conservarle su estilo. Le amplió sus enormes corredores y salones, sus patios internos con frescas fuentes llenas de nenúfares y rojos pececitos. Rodeó la residencia de miles de matas de los más hermosos rosales, sembró numerosos chaguaramos, totumos, guanábanos, aguacates, pomarrosas, mangos y toda clase de frutas tropicales.

En la década de 1960, el Estado adquirió La Casona, para convertir en Residencia Presidencial

     Todavía existe la gran avenida que conduce a la Casona con los caobos de Santo Domingo y palmas sembrados por las manos de mi padre. Él quiso conservarle todo su sabor colonial, dándole la forma que todavía existe. Sus techos eran de caña amarga barnizados al natural y sus pisos rojos. En cada extremo del inmenso corredor principal, se encontraba el Oratorio, donde iba a ofrecer la misa en las grandes ocasiones el padre Martín, cuya esfinge quedó inmortalizada en el cuadro que representa el matrimonio del Libertador en la casa natal de los Bolívar de nuestro insigne pintor Tito Salas. Al otro extremo del corredor se encontraba un acuario rodeado de palmas enanas y hermosos helechos que eran el hobby de mamá. La casa contaba con 20 dormitorios y 7 baños. Las fiestas sociales, celebraciones navideñas y piñatas infantiles ofrecidas por mis padres, todavía son comentadas por su elegancia y savoir faire.

     De lo que aquí relato pueden dar fe los queridos amigos de mis padres Don Henrique Pérez Dupuy y Luisa Margarita Velutini Dupuy, Dr. Cristóbal Mendoza y Tulia Virginia Páez Pumar, Don Eduardo Schlagater y Carme Boulton de Schlagater, los Arismendi, Centeno Vallenilla, García Dávila y nuestros parientes los Erasos, Pérez Monteverde, Larrazábal Blanco, Arroyo Gómez Giménez y otros más…

     Mi padre fue propietario de La Casona por más de un cuarto de siglo y creó un emporio de riqueza, ya que fue fundador del primer Central Azucarero en el valle de Caracas, allí se molían los cañamelares de todas las haciendas circundantes. La Hacienda Zárraga, hoy día los Cortijos de Lourdes, cuyos propietarios eran los padres de nuestros queridos compañeros de infancia José y Mary Giacopini Zárraga; Los Ruices, de José María Ruiz; las Haciendas La Floresta y Bello Campo, de la familia Sosa Báez, La Ciénaga, convertida en el parque del Este, del notable escritor Manuel Díaz Rodríguez, y de la gran amiga de mamá, Graciela de Díaz Rodríguez; el Muñeco, de los Toledo Trujillo; el Güeregüere, de Pablo Guerra, y otras más que escapan a mi memoria.

     Mi padre fue también fundador de la Asociación de Azucareros y Agricultores, durante diez años ocupó la presidencia y al retirarse después de haber vendido sus haciendas, dejó en la caja de la Asociación una fuerte suma de dinero.

     Uno de los primeros recuerdos que conservo de mi niñez, fueron los grandes preparativos que se efectuaron con motivo del concurrido almuerzo que mi padre ofreció a sus compañeros de peleas de gallos: Don Salvador Álvarez Michaud, José Antonio Villavicencio y José Urbano Taylor, quienes junto con él eran propietarios de una gallera situada cerca de la Plaza de los Dos Caminos, en la que se efectuaban todos los sábados torneos de peleas de gallos. Sus gallos eran famosos, bellos ejemplares provenientes de Cuba, Puerto Rico y España. Esa vez les tocaba la pelea con los gallos de Maracay, del general Juan Vicente Gómez y de Antonio Pimentel, quienes vinieron personalmente a presenciar el evento y luego fueron invitados a almorzar un delicioso sancocho de gallina en la residencia de mis padres.

La Casona contaba originalmente con 20 dormitorios y 7 baños

     Esta fue la primera vez que un presidente de la República visitó La Casona. Luego en otra ocasión, mi padre le ofreció un agasajo a su amigo el Dr. Victorino Márquez Bustillos, cuando también ocupó la presidencia de la República. Parece que estos fueron los primeros augurios para que luego se convirtiera en la Casa Presidencial de Venezuela.

     A fines de 1928, estando mi padre visitandome en el Colegio L’Asumption en París, recibió un radiograma de su primo y apoderado Don Henrique Eraso de la Madriz, comunicándole que las haciendas Carlota y Santa Cecilia habían sido vendidas al señor Alfredo Brandt.

     Papá le había dado instrucciones de venderlas si se presentaba un comprador, ya que el problema era muy serio por lo bajo del precio del azúcar y la competencia desigual con los centrales de Aragua.

     Alfredo Brandt, hombre de gran fortuna y gustos refinados, junto con su bella y fina esposa, Elisa Elvira Ruiz, se dedicaron con entusiasmo a adornar y embellecer La Casona.

     Ella, después de varios años de muerto su esposo, la vendió a la nación para ser convertida por el presidente Dr. Raúl Leoni, en la residencia presidencial. Los terrenos de estas dos haciendas se convirtieron en el aeropuerto La Carlota y las urbanizaciones Santa Cecilia y La Carlota.

     Como se dará cuenta el lector por lo que aquí he narrado, los nombres de mis padres honrarían la historia de La Casona por sus dotes de cultura, caballerosidad y honrados agricultores. Además, ellos fueron los pioneros de esta obra.

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