Trompeta de Louis Armstrong superó el racismo en Caracas

Trompeta de Louis Armstrong superó el racismo en Caracas

POR AQUÍ PASARON

Trompeta de Louis Armstrong superó el racismo en Caracas

Louis Armstrong se molestó por la poca asistencia de público a sus presentaciones en el Nuevo Circo de Caracas

     Louis Armstrong, virtuoso trompetista y cantante, considerado como una de las personalidades más carismáticas y de mayor creatividad en la historia del jazz, estuvo en Venezuela con su banda All-Stars a finales del año 1957, como parte de una gira de buena voluntad por varias capitales suramericanas.

     Por 140 mil bolívares (casi $42 mil dólares al cambio de la época de Bs. 3.35 por la divisa estadounidense) el empresario Roberto Allaz adquirió cinco fechas del tour del afamado músico nativo de New Orleans, según información aparecida en el diario Últimas Noticias el 17 de noviembre de 1957.

     La nota indicaba que se presentaría en el Teatro Municipal de Caracas, que el mencionado empresario estaba haciendo gestiones para que ofreciera una velada en la ciudad de Maracaibo y que una de las actuaciones en Caracas sería a beneficio de la Sociedad de Damas Bolivarianas.

     Armstrong, acompañado de su esposa Lucille y un trabuco siete de músicos llegaron a Maiquetía la mañana del viernes 29 de noviembre de 1957 con un voluminoso equipaje de 52 valijas. Unas tres mil personas se dieron cita en el aeropuerto para darle una cálida bienvenida a Venezuela.

Discriminación en el Tamanaco

En principio, el empresario contratante, contempló que Armstrong y su equipo se alojarían en el confortable Hotel Tamanaco de Las Mercedes. Pero los planes se trastocaron cuando los empleados estadounidenses del moderno hospedaje capitalino, en una actitud de discriminación racial, muy en boga por esos días en la nación norteña, manifestaron que no tenían habitaciones disponibles en ese momento, a pesar de que se habían hecho las reservaciones pertinentes, por lo que el estelar intérprete y su banda se vieron obligados a procurar alojamiento en otro lugar.

El célebre trompetista fue víctima de discriminación racial en el Hotel Tamanaco de Caracas

Rumbo al Waldorf

     Dieron media vuelta y partieron con su voluminoso equipaje hacia el centro de Caracas, donde fueron hospedados, con atención de primera categoría, en el Hotel Waldorf, situado entre las esquinas de Campo Elías a Puente Anauco, en la urbanización La Candelaria.

     Ese mismo día, pese al ajetreo de la llegada y el triste episodio que se experimentó en el Hotel del este caraqueño, Armstrong atendió a los representantes de los medios de comunicación.

     María Elena Páez, en crónica de Últimas Noticias, indicó que el artista, con un pañuelo en una mano y una pequeña cajita de crema en la otra, apareció ante los reporteros y se sentó pacientemente, dispuesto a satisfacer todas las curiosidades periodísticas, incluso las de su vida privada. Antes pidió que se le sirviera una copa de brandy con Benedictine, su bebida favorita.

     Mientras era acorralado por los reporteros, él, tranquilamente, guardó su pañuelo, abrió la caja de crema y procedió a darse una especie de masaje en los labios en los que se marca, claramente, la forma de la boquilla de la trompeta, después de 50 años de uso consecutivo.

     Una versión errada se mantiene en diferentes publicaciones y en redes sociales, la cual señala que Armstrong se alojó en el Hotel El Conde en una posterior actuación en Caracas. Pero no es cierto, jamás hizo una segunda visita a nuestro país.

Promovía la integración racial

     Antes de iniciar la conversación con los reporteros en un salón del hotel Waldorf, Armstrong aclaró que no quería referirse a la amarga experiencia vivida en el Tamanaco.

     Desde mediados de los años cincuenta, en plena efervescencia de la lucha por la integración racial en Estados Unidos, Armstrong asumió el papel de símbolo de la resistencia contra la segregación.

     Precisamente, en septiembre de 1957, tres meses antes de su llegada a Caracas, se negó a concretar una visita de buena voluntad a Rusia, promovida por el departamento de Estado, mientras no se resolviera un conflicto con estudiantes de color a los que le negaron la matriculación en una escuela secundaria en Arkansas.

     “¿Qué se supone que voy a decirle a los rusos cuando me pregunten por lo malo que está ocurriendo aquí?”, se preguntó Armstrong en una entrevista que le dio al reportero Larry Lubenow en un hotel de Dakota, para justificar su negativa a no viajar a territorio ruso, en plena época de la denominada Guerra Fría. En esa entrevista también criticó la falta de coraje del presidente Dwight Eisenhower por no emplear mano dura contra quienes se oponían a la integración racial en el conflicto racial de Arkansas.

     Algunas figuras artísticas de color como Sammy Davis Jr. criticaron la posición de Armstrong, mientras que otras personalidades que se identificaban con la lucha por los derechos civiles de los negros, como Jackie Robinson, Sugar Ray Robinson, Lena Horne, Eartha Kitt y Marian Anderson, lo apoyaron.

 La cita caraqueña

     Louis Armstrong y su banda Todos-Estrellas actuaron en varios escenarios caraqueños. El 29 de noviembre ofrecieron la primera presentación en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, luego el 1 y 2 de diciembre estuvieron en la Concha Acústica de Bello Monte, moderno recinto que había sido inaugurado a mediados de marzo de 1954. Luego se presentaron en el Hotel Ávila, en un programa de televisión de la planta Televisa, animado por Alberto Castillo Álvarez (el Inspector Nick) y finalmente hicieron dos audiencias en el Nuevo Circo, a precios populares, que no atrajeron mayor cantidad de público (se habló de menos de 100 personas) que provocaron tal molestia en el artista, quien prometió no volver más a Venezuela. 

La prensa de la época se hizo eco de la discriminación que fue objeto Louis Armstrong al llegar a Caracas

     No entendió que para el momento no existía en el país cultura por ese ritmo musical. A mediados de los años sesenta, Renny Ottolina trató de contratarlo para una de sus famosos magazines de la TV venezolana y Armstrong respondió que cumpliría su promesa de no volver a nuestro país.

     Cuando Louis Armstrong vino a Venezuela contaba 57 años de edad. Había nacido en New Orleans, Louisiana el 4 de agosto de 1900.

     A lo largo de su prolífica carrera apareció en más de cincuenta películas y grabó más de cincuenta discos. Uno de los temas que grabó que logró alcanzar mayor popularidad fue “What a Wonderful World”, el cual fue utilizado en 1987 en la película “Good Morning Vietnam”
Armstrong falleció a los 70 años, en Nueva York, el 6 de julio de 1971.

Un país sin empleados públicos

Un país sin empleados públicos

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Un país sin empleados públicos

     De este modo tituló uno de los capítulos del libro, denominado Fueros, civilización y ciudadanía (UCAB, 2006), configurado por Elias Pino Iturrieta (Maracaibo, 1944) quien se ha destacado en las letras venezolanas como escritor, profesor e historiador. Es individuo de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, a la cual se incorporó el 27 de febrero de 1997 bajo el sillón N. Fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello desde 1999. Se graduó de la Universidad Central de Venezuela en 1962, y realizó el doctorado de El Colegio de México en 1969. Entre algunas de sus obras se pueden mencionar: La mentalidad venezolana de la Emancipación, Contra lujuria y castidad, País archipiélago y El divino Bolívar. Las líneas que siguen forman parte de una sinopsis de lo que Pino examinó respecto a la escasez de funcionarios públicos en los primeros tiempos de la república.

     En este aparte de su obra destacó algunas experiencias, en el contexto de los inicios republicanos, relacionadas con la ocupación de cargos públicos en los tiempos fundacionales de la república. Anotó que, algunas curiosas respuestas, ofrecidas por candidatos propuestos para cargos de cierta envergadura fuesen negativas, muchas de ellas llenas de jocosidad. Varias contestaciones fueron estudiadas y mostradas por Pino. Las mismas también dan cuenta del “agobio que significó la construcción del país” en tiempos cuando ni Fernando VII ni Bolívar los mandaren y ordenasen a cumplir con deberes de la patria. Muchas de las respuestas destacadas por este historiador venezolano se caracterizaron por la distancia, la apatía, por la ridiculez “y aún por la trampa, signar una relación gélida entre el sector público y los factores humanos que se requieren para la dirección y la atención de la sociedad”.

     Entre las variadas consideraciones que permite visualizar Pino, en este escrito, se encuentra aquella según la cual todo gobierno debía gobernar con las personas adecuadas. Requería de subalternos rectos y eficaces que con su empeño ayudasen a los respectivos gobiernos a desarrollar sus propósitos. Si se daba el caso de no encontrar servidores públicos idóneos quienes, si no aceptaban cargos por mandatos políticos o muestras de lealtad, “lo harán para conseguir el salario de las cajas oficiales”. En especial, en un país caracterizado por la bancarrota, la parálisis comercial y la falta de estabilidad en todos los ámbitos de la sociedad, “no cae mal el flaco emolumento ordenado por los poderes públicos”.

     En su examen, recordó que no era mal negocio mostrarse como “mandamás” en un país en que el personalismo estaba tan arraigado si quien ocupase un cargo público, en cualquiera de las instancias gubernamentales, le supiera sacar provecho a un trato caudillesco, muy propio de este período. 

     Mostró que, en los primeros momentos republicanos, la apatía, falta de compromiso y actitudes reactivas hace suponer que los asuntos propios del Estado no fueron fáciles de resolver, al menos, para tratos y aspectos administrativos requeridos de un personal adecuado. Por esto asentó la existencia de un “desinterés por el ejercicio de las funciones públicas es una constante en los primeros treinta años de autonomía”.

     Hizo notar en estas líneas los casos de Valencia y Mérida en los primeros días del mandato de José Antonio Páez. Agregó a esta consideración lo sucedido para 1837 cuando las asambleas habían elegido a los funcionarios dependientes del Concejo Municipal de Caracas, pero hubo una abultada respuesta de quienes intentaron desprenderse de las asignaciones otorgadas. Según su relato, basado en periódicos de la época, un licenciado de nombre José Rafael Blanco interpuso una “excusa legal” con la que justificó la no aceptación para ejercer la Alcaldía Primera de Altagracia porque recién había contraído matrimonio. Otro, Miguel Tejera se había excusado de aceptar el cargo para ejercer como Alcalde Primero de la parroquia San Pablo al mostrar certificación médica donde se constaba de una irritación pulmonar que le aquejaba. Don Francisco Ignacio Carreño había sido requerido para la Alcaldía Segunda de la parroquia San Juan, sin embargo, adujo que sufría de una oftalmía crónica y así se libró del incómodo nombramiento. 

     Pino rememoró que la prensa de la época hizo chanza con la cantidad de impedimentos que sirvieron de excusa para no aceptar los nombramientos oficiales. Una de ellas apareció en El Conciso, el 21 de enero de 1837, en el que se decía que en Caracas existía una especie de “Canciller de inválidos” de nombre Esculapio, que se beneficiaba con altos estipendios ante la cámara edilicia. No obstante, Pino reseñó el caso del abogado Felipe Fermín Paúl quien tomó en sus manos corregir las imposibilidades aludidas por parte de algunos ciudadanos que se negaban a cumplir su papel como administradores públicos. Este jurista aseguró que las solicitudes de rechazo resultaban irrelevantes y que se apoyaban en extravagantes leyes y antiguas como “las de Indias”. 

     Ante las desatenciones de los demandados para actividades administrativas, requeridas por un Estado que buscaba afianzarse, Pino se interrogó acerca de si estas negativas no tendrían que ver con objeciones de conciencia. En este mismo orden de ideas, también se preguntó si ellas no tendrían que ver con el libre albedrío en el que se amparaban como ciudadanos para no asumir imposiciones gubernamentales. No deja de ser objeto de curiosidad la negativa en distintos lugares del país, por parte de individuos que pudiera pensarse, según lo informado por cierta historiografía militante, deberían mostrar mayor compromiso con la república anhelada, en especial cuando esa historiografía insiste en que los procesos que llevaron a la emancipación fue obra de las “masas populares”, o, al menos, representan la edificación republicana como emanación de una sociedad integrada alrededor de la construcción republicana.

Por lo general, en los inicios republicanos, el venezolano rechazaba ocupar de cargos públicos

     Pino rememoró el caso expuesto en una comunicación oficial enviada a Monagas en 1857, que “incluye una elocuente estadística de indiferentes y renuentes”. De acuerdo con esta comunicación se habían presentado catorce justificaciones por matrimonio y dos por razones de salud, para rechazar el ejercicio de cargos concejiles en Caracas. Prosigue este historiador venezolano, en 1853 diez personas se habían mostrado reticentes a ejercer cargos como escribientes de tribunales situados en distintos lugares, debido a que “sufrían todas”, sin excepción, afecciones asmáticas que se agravarían con el contacto permanente de los papeles polvorientos que reposaban en los archivos. En 1854, seis jóvenes escogidos, según refiere Pino, para trabajar en los hospitales de Caracas y Valencia, se disculparon por la carga de numerosos achaques y dolencias, a pesar que ninguno superaba los veinte años de edad.

     Para 1855, nueve negativas se sustentaron en “enfermedades” como “torcedura de una pierna, pasmo barrigal, sarna y granos regados en cara y cuerpo, fueron razones suficientes para rechazar cargos de maestros de primeras letras. 

     Pino citó el caso de un informe, fechado en 1857, en que su redactor mostró sorpresa ante el caso de Julián Méndez quien se negó a aceptar el cargo de juez porque no tenía caballo, Mariano Solarte se negó a trabajar como aseador en la magistratura porque no tenía con quien dejar a su abuelita y el caso de Eloy Torres que se negó a tomar una vacante como administrador del correo porque le temía al invierno. Razonó, en este contexto, el de no contar con una bestia para su traslado. Quien había elaborado la Memoria, en la que se expusieron estos casos ante el gobernante de turno, el doctor Ángel Santos cerró el informe con las palabras siguientes: “En todos aparecen grandes irresponsabilidades y falta de ganas de trabajar, esperando instrucciones para corregir el grave mal”.

     Pino refirió otro caso, correspondiente al año de 1856, de un individuo llamado Juan de Dios Millán respecto al cargo de comandante de la policía que se le ofreció. En una comunicación firmada por Millán se puede leer cosas como las que siguen: ser policía no era equivalente a trabajar, “porque todos hacen lo que quieren y uno queda de adorno, como son adorno los jueces que se ganan la plata sin trabajar”. En la misma comunicación, con la que justificó su negativa para asumir el cargo policial, agregó Millán que los ladrones se mantenían en la cantina y que los secretarios de las dependencias públicas no hacían nada en los cargos que se les asignaba. De adorno acusó a los soldados que no poseían un sable para su defensa, también a los diputados que no sabían del sudor producido por el trabajo. “trabajar es lo que hago yo, escribiendo este oficio para no querer trabajar. Trabajar es poner un negocio, o cuidar una herencia, o arar en la hacienda, y eso lo hacen muy pocos en esta tierra amada y llena de maravillas, y mientras sigamos así, yo no trabajo en la policía”.

     En virtud de estas consideraciones, Pino trajo a colación la aceptación de las variadas excusas para desprenderse de compromisos nacionales. En este sentido, las numerosas vacantes que debió sortear la administración pública y la indiferencia de las autoridades para hacer cumplir los cargos asignados son expresiones que, para Pino, deben llamar la atención para cualquier persona que examine asuntos relacionados con los primeros tiempos de una república recién fundada. Bajo estas circunstancias, no se dio a conocer ninguna orden de amonestación para con los desobedientes, tampoco alguna fórmula para despertar su interés o para superar una tendencia tan perniciosa. “Hay testimonios de la búsqueda de empleados y de la reacción negativa de un funcionario por los prospectos que se esconden, pero nada más”.

     De acuerdo con este analista de la historia de Venezuela, las fuentes de información no registran la respuesta que pudieron haber tenido los representantes gubernamentales ante las negativas reseñadas, o de las razones aducidas por parte de quienes se negaron a cumplir con un deber para el que habían sido encomendados por autoridades nacionales. En este sentido, agregó la dificultad de asumir estas negaciones como una expresión de conciencia, en especial, por lo trivial de los razonamientos y por lo poco fiables de los mismos. Uno de los razonamientos que proporciona el autor a este respecto fue, quizás, el que los demandados para las actividades públicas no se sentían comprometidos con el país, es decir, no tenían arraigado un sentido de pertenencia que les constriñera a cumplir con exigencias nacionales.

     En este marco de análisis, agregó que el historiador solo podía verificar cómo una porción importante de venezolanos se desentendió de obligaciones con el Estado y el país, anteponiendo sus requerimientos y su bienestar individual entre 1830 y 1858. Estudios como el expuesto en estas cortas líneas ponen en evidencia la debilidad de los gobiernos representados por hombres recios, de acuerdo con los relatos de la historia de Venezuela, como José Antonio Páez y José Tadeo Monagas o institucionalistas como Carlos Soublette. Pino subrayó que estas desatenciones muestran unos gobernantes que no atraían “acólitos a su templo” si los invitaban a trabajar. Fueron hombres que no tuvieron respuestas claras ante la indiferencia de los gobernados. “Las versiones de un presidente lancero todopoderoso a quien siguen las multitudes y alaban los propietarios, o sobre unos autócratas venidos de oriente ante quienes se rinden los partidos políticos, quedan mal paradas”.

     Gracias a la exposición que ofrece Pino, en este relato, es dable un acercamiento a la historia olvidada del siglo XIX. Se ha hecho habitual la representación de la Emancipación como un hecho positivo y, por tal circunstancia, lo estructurado en su nombre se ha divulgado como compromiso generalizado. Una de las vías de interpretación de este tipo de historia ha sido cultivada por Pino quien con elegante prosa desmiente muchas de las fábulas construidas respecto a la historia de Venezuela, en los primeros tiempos de construcción republicana.

Teatro Municipal, un poco de su historia

Teatro Municipal, un poco de su historia

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Teatro Municipal, un poco de su historia

Teatro Municipal. Caracas (2012), ubicado en la esquina Reducto, en pleno centro de la ciudad

     La historia del Teatro Municipal se remonta a 1876, cuando un decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco, de fecha de 6 de abril, dio inicio al proceso de construcción con el propósito de dotar a Caracas de un local adecuado para las representaciones teatrales y de  compañías de óperas más famosas de Europa, con gran lujo, semejante a los suntuosos teatros de París. 

     Se ordenó entonces la construcción del teatro en la parte sur de la Plaza San Pablo, donde yacía en ruinas el antiguo templo de San Pablo destruido a causa del terremoto de 1812. Para esta obra se destinó la suma de noventa mil venezolanos (V. 90.000), según el presupuesto aprobado, cantidad que con el tiempo sufrió modificaciones a causa de la paralización de las obras en diversas ocasiones, las cuales elevaron considerablemente la suma inicial. Es justo reconocer el empeño que puso el presidente Guzmán Blanco en que no se detuvieran en gastos, a fin de que el Teatro resultara con la mayor suntuosidad y capacidad para montar sin dificultad alguna, los mejores espectáculos traídos de Europa.

     En la Memoria del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de 1877, se publicó una detallada descripción de la obra. Dice el informe que: “El color general del edificio es el Corinto puro, con basamento Ático y ocupará un área de 2.120 metros cuadrados. 

     Por una notable coincidencia, la forma adoptada para la fabricación de este Teatro, es la misma que ha escogido la comisión francesa para la del que se establecerá en medio del recinto destinado a la próxima gran exposición internacional de París. En efecto, esta forma es una de las más grandes exigencias de su interior.

     “Se ha cuidado de introducir a éste todas las mejoras que ofrece el arte moderno. La acústica, ese gran escollo de la arquitectura teatral, ha sido atendida debidamente al formar planos; al efecto se ha introducido la caja armónica reflectante, debajo de la Orquesta para reforzar los sonidos y otras tantas mejoras que la teoría y la práctica aconsejan”, indica la mencionada publicación ministerial.

     Se confió al ingeniero Esteban Ricard la construcción del Teatro; Ricard estimó los gastos en 450 mil bolívares, pero las reformas que se introdujeron al proyecto inicial y la pérdida de materiales a causa de la prolongada suspensión de los trabajos, al final elevaron el costo a una suma cinco veces mayor.   

     Se terminó la obra en 1881 y el costo final fue de dos millones 402 mil 178 bolívares.      

     Estando, pues, preparado ya el ambiente teatral los pormenores del estudio de la maqueta, aprobación y decreto de la construcción del teatro no se hicieron esperar. . . Y al fin llegó el ansiado día por todos esperado. El teatro “Guzmán Blanco” era inaugurado pomposamente el 1 de enero de 1881 con la ópera de Verdi “El Trovador”. La regia velada la presidió desde su palco el entonces primer mandatario de la República, general Antonio Guzmán Blanco, quien con todo su séquito, sus ministros y sus esposas, se sentaron en los palcos principales del teatro.

     La compañía europea contratada para la inauguración del “Guzmán Blanco”, traída por el empresario Fortunato Corvaia, concluyó su temporada a fines de la primera quincena de abril de ese mismo año (1881). Además de “El Trovador” se representaron también “Fausto”, “Baile de Máscaras”, “La Traviata”, “Favorita”, “Ione” y “La Africana”.

Cambio de nombre

     Desde su inauguración en 1881 hasta entrado 1887, año en que ruidosamente fracasó la compañía de óperas de Teresa Carreño, habían desfilado por el escenario del “Guzmán Blanco”, muchos de los más importantes conjuntos líricos de Europa. Y fue precisamente con el debut en Caracas de una compañía francesa —cuya temporada incluía “Fausto”, “Carmen”, “Mignon” y “Guillermo Tell” — cuando comenzó a llamarse al máximo Coliseo caraqueño, Teatro Municipal. Esto ocurrió exactamente el 9 de noviembre de 1887, sin embargo el nuevo nombre no se arraigaría entre el público sino a partir del año siguiente.

     Muchos años después, en 1993, el Teatro Municipal agregaría a su nombre el del tenor venezolano, Alfredo Sadel: “Teatro Municipal Alfredo Sadel”.

 

Ilumincación

     Para el servicio de luz del Teatro, el Estado tuvo que pagar 80 mil bolívares, según el contrato que firmó el gobierno nacional el 10 de junio de 1882 con el señor Luis Tartaret, para el establecimiento de alumbrado por gasolina.

Teatro Municipal de Caracas

     El presidente acordó cancelarle a dicho señor ocho mil bolívares adicionales al contrato, con motivo de los inconvenientes para la importación de mil galones de gasolina para el ensayo del sistema, debido a las exigencias de las compañías transportadoras hicieran al contratante, por tratarse de una materia inflamable, pidiendo un costo elevadísimo por su traída.

Fracasos, fracasos y más fracasos

     El fiasco artístico y financiero ocurrido a nuestra célebre Teresa Carreño en 1887 fue, a la postre, apenas el primer síntoma con que el público asomaba su inconformidad con la calidad del espectáculo que se les ofrecía. Esta reacción, que iba de la piratería más ensordecedora del auditorio, al más adverso comentario de la crítica, tuvo cierta razón de existir puesto que sin equívoco posible denunciaba el gran negocio que hacían los señores empresarios a costa del gobierno que siempre, con gruesas sumas, financiaba las temporadas. Tal reacción que en mucho se pareció a la promulgada  por las durezas armónicas fue en definitiva favorable para la actividad teatral, ya que desde entonces hubo mejor cuidado en la contratación de las compañías, más exigencia para seleccionar a las principales cantantes y más empeño, relativamente, por ofrecer más calidad teatral, y no, como se venía acostumbrando, montar una temporada con dos o tres cantantes de primera fila agoreramente contratados como figuras centrales de un conjunto de mediocre calidad.

     Los ruidosos fracasos que se sucedieron a raíz de la actuación de la compañía de ópera de Teresa Carreño —la eximia pianista venezolana fue la primera mujer que en Venezuela dirigió una orquesta sinfónica — fueron, pues, de una útil experiencia para el mejor desenvolvimiento de la actividad artística de Caracas. No obstante, otros tropiezos no tardarían en hacerse presentes: la agitación política con sus consabidos saqueadores, la desbandada de artistas y organizadores y muy particularmente el reinado de la zarzuela y la opereta —género menor que tuvo multitud de aficionados a fines del pasado siglo entre nosotros y que aún hoy día aunque en menos cantidad sigue teniéndolos— instalado a todo esplendor en ese entonces en el Teatro Caracas. 

     Puede decirse, pues, que motivado a la intranquilidad y al desasosiego y también a la fuerte acometida que de todo tipo rodearon las actividades del Municipal, inclusive fue prácticamente saqueado, no quedó otro camino que cerrarlo temporalmente. 

Teatro Municipal. Caracas, 1881

Reparaciones del Municipal

     Los trabajos de la primera reparación del Teatro Municipal se iniciaron comenzando el año 1905. Para esa fecha se restauraron totalmente sus localidades, se dotaron los pisos de alfombras, se cambiaron las lámparas eléctricas, se trajeron de Europa juegos completos de mobiliario y decoración y se adquirió también urgentemente un “extenso archivo musical”, que según datos oficiales, más tarde se volvería polilla. 

     La reinauguración del Municipal tuvo lugar a mediados de 1905. Para tal efecto —ya plenamente reformado nuestro primer Coliseo, ofrecía la misma fastuosidad de años atrás— se trajo desde Puerto Rico a la compañía “Scognamiglio”, no por ser la más cotizada del momento, sino por ser la única que se encontraba más próxima a Venezuela para la fecha del centenario de la Independencia (1910). A partir de ese entonces comenzaron a pasar por su escenario los conjuntos líricos más importantes de Europa y América. 

     Fue la época gloriosa en que vinieron la eminente soprano María Barrientos, el extraordinario barítono Titta Ruffo, sin duda uno de los “monstruos sagrados” del pasado siglo,  Hipólito Lázaro, notable tenor, Tina Poli-Randaccio, Anna Fitziu, Miguel Fleta, Franco Alfano, compositor y director muy en boga por esos tiempos y muchos otros cantantes de gran recordación.

     Veinticuatro años más tarde, en 1930, el Municipal cerraría nuevamente sus puertas —esta vez por seis meses— por la urgente necesidad de otra gran reparación que se motivaba por la conmemoración del Centenario de la muerte del Libertador.  

     En  1949 su estructura fue modificada, desapareciendo el peristilo semicircular, el vestíbulo original y la escalera del palco presidencial, esta mutilación se debió a la construcción de la torre Sur del Centro Simón Bolívar, diez años después, en 1959 volvería nuevamente a estar en funcionamiento.

     Posteriormente entre los años 1954-55, se le hicieron otras reparaciones, que no pasaron a ser tal, ya que apenas ligeramente se le reacondicionaron sus paredes y alfombras y, para rematar tan ardua y minuciosa labor, se le pintó totalmente.

     En 1967 nuevamente fue sometido a una restauración por motivo del Cuatricentenario de Caracas, siendo está su última restauración hasta el cierre de la edificación en 1988, año en el cual dejaría de funcionar cinco años. 

     En 1993, se decidió recuperar la edificación y cinco años más tarde culminarían los trabajos. A comienzos de la segunda década del nuevo milenio, la obra fue renovada por Fundapatrimonio dejando la estructura en óptimas condiciones.

 

FUENTES CONSULTADAS

Mago de Chopite, Lila. Caracas y su crecimiento urbano. Caracas: IUPC, 1986; 250 p.

El Mundo. Caracas, 20 de noviembre de 1963; página 9

Memorias del MOP. Caracas, 1877

Memorias del MOP. Caracas, 1888

Arbitraje y franquicias

Arbitraje y franquicias

Arbitraje y franquicias

     El arbitraje es un medio alternativo o adecuado de resolución de conflictos, que puede ser de utilidad en el mundo de las franquicias. Este modelo de negocio de colaboración directa tiene actualmente 90 mil empresas franquiciantes en el mundo y se estima que habrá 250 mil para 2035.

     En la videoconferencia “Arbitraje y franquicias” Alfonso Riera, cofundador de Profranquicias, y Diego Castagnino, árbitro del Centro de Arbitraje de la Cámara de Caracas, abordaron cómo incluir cláusulas arbitrales en los contratos de franquicias y las ventajas que ofrece hacerlo.

     Riera comentó que muchas de las grandes empresas de franquicias de Europa y Estados Unidos, tienen como protocolo la resolución de conflictos y las cláusulas arbitrales, siendo una manera de garantizar soluciones con árbitros calificados, independientemente que el proceso se ventile en el país de destino de la franquicia, tiempo o el resultado del laudo arbitral.

     “El reto que tenemos es proponer estos esquemas de resolución alterna en nuestras franquicias de países latinoamericanos, derivar y transmitir un factor de confianza, la invitación es a que haya mucha mediación, mucha etapa previa, o arbitraje”.

     Diego Castagnino, abogado especialista en Derecho Mercantil, explicó por qué elegir el arbitraje para dirimir conflictos en los contratos de franquicias, cuándo se puede celebrar un acuerdo de arbitraje y cómo hacerlo.

     Recomienda que el acuerdo de las partes de someterse a arbitraje conste por escrito, evidenciando su voluntad de forma independiente al conjunto de normas pre redactadas en el contrato de franquicia.

     Detalló algunas ventajas que ofrece el arbitraje tales como confidencialidad de la información, especialmente útil en este tipo de negocios en los que se da la transmisión de conocimientos comerciales. También la celeridad, porque los tiempos de respuestas son más cortos y el arbitraje, como quedó demostrado durante la pandemia, no se detuvo, adaptándose rápidamente para seguir dando respuestas.

     Los invitamos a ver en nuestro canal de Youtube esta videoconferencia, que contó con la moderación de Diana Trías Bertorelli, directora ejecutiva del Centro de Arbitraje de la Cámara de Caracas, y en la que también se expusieron los tipos de conflictos que pueden surgir entre franquiciante y franquiciado.

Inventario caraqueño de finales del siglo XIX

Inventario caraqueño de finales del siglo XIX

POR AQUÍ PASARON

Inventario caraqueño de finales del siglo XIX

¿Cómo era la ciudad de Caracas de hace casi 130 años?

     El bibliotecario de la Academia Nacional de la Historia, Erasmo Colina, en un interesante artículo publicado en la edición del 15 de julio de 1966, en el diario El Universal, el cual tituló: Aspectos de la Vida Caraqueña 1893-1894, presenta un amplio panorama de la dinámica de la capital venezolana a finales del siglo XIX.

     Colina hace un recorrido, más bien, suerte de inventario, por los nombres de las diferentes autoridades, las empresas de alumbrado y teléfonos que prestaban servicios, el transporte, el telégrafo y sus tarifas, los medios de comunicación impresos, los clubes y lugares de diversión, la red bancaria y precisa, entre otras cosas, que la matrícula de la Universidad de Caracas era de poco más de 400 estudiantes.

     Disfrutemos pues de la pormenorizada descripción

     “Jefe del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Venezuela, era el General Joaquín Crespo. El Secretario general, Dr. José R. Núñez; Secretarios: Doctores: Alirio Díaz Guerra, Luis F. Castillo y Augusto L. Figueredo. Traductor: Jorge L. Hartmann. Primer Telegrafista, Coronel Pedro María Sucre. 2do Señorita María Carbonell.

      El Cuartel de la Policía estaba ubicado al sur de la Plaza Bolívar. El Arzobispo de Caracas y Venezuela era el Ilustrísimo y Revmo. Sr. Dr. Críspulo Uzcátegui. Secretario de  Cámara del Arzobispado, Pbro. Dr. Gil Martínez. Provisor y Vicario General y Gobernador del Arzobispado, Dean Pro. Dr. Manuel Antonio Briceño. Teniente Provisor, Pro. Dr. Luis Felipe Esteves. Notario de la Curia Eclesiástica, Dr. Francisco Izquierdo Martí.

     Caracas tenía la llamada Empresa de Alumbrado Eléctrico, siendo sus contratistas y empresarios: G. Palacios. La oficina de elaboración estaba en S. 6, al Este del Mercado de San Pablo.

     Había para los años 1893-1894 y siguientes, servicio de ambulancias o sea camillas ad hoc para la traslación inmediata de heridos o enfermos y a disposición de quien desgraciadamente las necesitara, en los lugares siguientes: Sacristía de las Iglesias de Catedral, Santa Teresa, Santa Rosalía, Candelaria, San Juan, Altagracia, La Pastora, San José y Las Mercedes; Asilo de Huérfanos, Aserradero de Ramella y Panadería de Las Gradillas, Ferrenquín, Miranda y la de Zamuro.

     Las calles de Caracas eran transitadas por coches. Los de alquiler, tenían estaciones: de lujo — Boulevard Oeste del Capitolio, de número —Boulevard Este del Capitolio.

     Los coches de plaza estaban libres de patente, y sometidos a la siguiente tarifa: Por cada carrera de la estación o de sus inmediaciones, a cualquier punto de la ciudad, Bs. 1,50. Por cada hora dentro de la ciudad, Bs. 4. Por cada hora fuera de la ciudad, Bs. 5. El recorrido de coches era de 6 de la mañana hasta 10 de la noche. De las 12 en adelante el valor del pasaje era de Bs. 8.

     El Gobernador del D. F. era el doctor Juan Francisco Castillo; Secretario, Emilio Conde; Jefe de la Sección Política, Dr. Rafael Salazar Yanes; de la Sección Administrativa, Agustín García Pompa; de la Sección de Obras Públicas, José Cairós y M. 1er Oficial, Juan Pablo Penzo, 2do id., Juan Bautista Silguero hijo, Achivero General, y Encargado de la Estadística, el Coronel Santiago Carías. Portero, Ramón Ávila.

     Tenía Caracas agencias funerarias: entre Gradillas a San Francisco, Gran Agencia Funeraria; Torre a Veroes, La Nacional; Esquina de Veroes, La Equitativa.

     Estaba encargada del movimiento de vapores y noticias universales la Agencia Pumar. Estaba ubicada entre Principal y Santa Capilla, era su director Carlos Pumar. Existían además Agencias de Mercancías secas; de negocios de seguros, de Repartos (fundada en 1887); de Vapores, y diversas. Había en Caracas, las siguientes fábricas de cigarrillos: “La Legalidad”, “La Libertad”, “El Modelo”, “Chitón”, “Resurrexit”, “Flor de Cuba”, “La Cubana”, “La Fragancia”, “La América”, “La Africana”, “El Cojo”, “La Corona” y “El Espartano”.

     Diversiones: el Circo de Toros, ubicado en Oeste 12, N°5. Maderero a Puente Nuevo. Su Gerente: Heraclio de la Guardia. Circo de caballitos “Venezuela”, situado entre Reducto a Glorieta, propietarios: Benítez Hno., Alfredo Dupouy, Luis González y Guinand Fréres. Allí acudía la chiquillería de entonces, acompañada de sus padres o representantes. Al dirigirse a él, saludaban cortésmente a los transeúntes, y daban la acera a los ancianos y les tendían la mano en caso de haber algún estorbo o hueco en la vía. Lo mismo hacían cada vez que iban al Templo, al Colegio o a su hogar.

     En Caracas de fines del siglo pasado, según vemos en un Anuario de la época, existían los siguientes Clubs: América, Esq. de La Torre; Alemán, Camejo a Pajaritos; Bolívar, Padre Sierra a La Bolsa; Fénix, igual dirección; Unión, Santa Capilla a Mijares; Jockey, Carmelitas a Llaguno; Venezuela, Principal a Conde.

     La Prensa y Boletines en Caracas: Los periódicos que se publicaban para ese tiempo: El Anunciador Filatélico, el Boletín de la Agencia Pumar, el Boletín del Banco Monte Piedad, el Boletín del Ministerio de Obras Públicas, Boletín de la Riqueza Pública, Ciencias y Letras, El Cojo Ilustrado, La Clínica de los Niños Pobres, el Correo de Caracas. El Correo de los Estados, El Cosmopolita, El Deber, La Defensa, El Diario de Avisos, La Época, La Gaceta Forense, La Gaceta Médica de Caracas, La Gaceta Oficial, Guía de Caracas, La Justicia, El Látigo, Lucifer, El Noticiero, El Progreso, La Religión, El Reportero, El Republicano, El Palenque Español, La Revista Mercantil, El Siglo. La Situación, El Sol de América, El Tiempo, Venezuela Postal.

     Los relojes públicos existentes en la capital: el de la Torre de la Catedral, (hora oficial); uno en la torre de la Iglesia de San Juan, 12 eléctricos colocados así: uno en cada Plaza: La Pastora, Miranda, Candelaria, Washington, Santa Rosalía, 19 de Abril, del Teatro Municipal; 3 de Salón, en el Palacio Federal, Casa Amarilla y Concejo Municipal y el normal o regulador en la Torre de la Universidad.

     En los situados de las plazas, existían termómetros de alcohol con escala de Celcius y Farenheit. Se había encargado al señor Carlos D. Lemoine, para el cuido y arreglo de los relojes de Catedral y San José.

     Teléfonos: Había dos compañías: “The Venezuelan Telephone and Electrical Appliances Comp, Limited”. Entre Sociedad y Camejo, y la nueva “American Electric & Manufacturing C.”, de Gradillas a San Jacinto.

     El Telégrafo estaba entre las esquinas de Principal a Conde. Por diez palabras cobraban (según tarifa de la época) Bs. 1. De a 11 a 15 palabras, Bs. 1,25. De 16 a 20, Bs, 1,50, y de 21 a 25, 1,75. Por la noche doblaba el precio de los telegramas.
Universidad situada entre Bolsa a San Francisco, con sus dos amplios patios con las estatuas de Vargas y Cajigal, y los bulliciosos jóvenes que acudían a ella a seguir diversos cursos superiores. Era el Rector el Dr. Elías Rodríguez. El Vice-rector Dr. José Manuel Escalona; el Secretario, Dr. Vicente G. Guánchez; Archivero Adjunto, Carlos Toro Manrique; Adjunto a la Secretaría, Pedro A. Guánchez; Recaudador, Manuel H. Camacho. Contaba la Ilustre Universidad 34 Cátedras y más de 400 alumnos.

     Bancos: Había en Caracas los Bancos: Caracas, Venezuela, Monte Piedad, de Seguro y Economía.

     Tenía la ciudad baños públicos, Bibliotecas Públicas, Billares, Casas de Moneda o Cuño, Colegios, Escuelas, Academias, Boticas, Empresas de Construcción, Ferrocarriles, Dentistas, Doradores, Droguerías, Fábrica de Fósforos, etc.

     La gente era muy cortés, afable y según testigos, la gente se preocupaba por la cultura; la buena educación y urbanidad estaban presentes en todos los actos sociales. Había recato en el vestir y ningún menor era capaz de dirigir la palabra a una persona mayor, si no se le permitía o se le preguntaba algo.

     Pocos robos, pocos asesinatos y raros suicidios. Por las calles iban los vendedores de granjerías y por las ventanas asomaban lindas caras de las caraqueñitas gentiles. Las flores eran traídas de Galipán y de Gamboa. Era corriente el uso de sombrero y del paraguas.

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