Usos sociales y espacio público en Caracas

Usos sociales y espacio público en Caracas

El primer embajador de Brasil en Venezuela, Miguel María Lisboa (1809-1881), mejor conocido como el Consejero Lisboa, se le encomendó la misión diplomática de viajar y estudiar a profundidad las características de las repúblicas fronterizas con Brasil (1843-1853). A partir de ese recorrido, Lisboa escribe un libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, donde, entre muchas otras informaciones, relata su vivencia en Caracas y las costumbres de sus habitantes.

Una de las descripciones que hace el Consejero Lisboa sobre los caraqueños es que estos tenían buen gusto para las fiestas y los bailes. Dibujo de Camille Pissarro, c.1854
Una de las descripciones que hace el Consejero Lisboa sobre los caraqueños es que estos tenían buen gusto para las fiestas y los bailes. Dibujo de Camille Pissarro, c.1854

     Uno de los usos sociales que fue objeto de comparación por parte del Consejero Lisboa se relacionó con los recién llegados a alguna ciudad de América y lo que sucedía con cualquier forastero que se asentara en algún lugar de Europa. De esta última recordó que quien llegaba a ella tenía por costumbre tomar la iniciativa de visitar a amigos y conocidos. En cambio, en tierras americanas era diferente. Entre los americanos el forastero era saludado por los habitantes de una de las ciudades pertenecientes al Nuevo Mundo. Puso a la vista que esto era muy común en Brasil, Buenos Aires, Santiago, Bogotá, Quito y Lima. “Los caraqueños, sin embargo, no llevan tan lejos su amabilidad y exigen de los forasteros un término medio, esto es, que se anuncien enviando un billete a las personas con quien quieren relacionarse y recibiendo la primera visita en persona”. Acotó que tal costumbre había sido censurada, sin embargo, algunos sostenían la práctica al calificarla de actitud moderna. 

     Para dar fuerza a este argumento, tal como lo hizo con otras aseveraciones relacionadas con los caraqueños y Caracas, rememoró que cuando visitó la ciudad la primera vez, en 1843, tuvo que enviar tarjetas de presentación a algunos lugareños. 

     No obstante, durante su segunda visita, en 1852, los amigos y relacionados con los que compartió en la primera ocasión fueron quienes le dieron la bienvenida tanto los caballeros como sus señoras y sus doncellas. Ponderó el cumplimiento de los deberes sociales, al corresponder las visitas, cumplir de manera escrupulosa pésames y felicitaciones, “y hasta conocen los modernos de visitas de sobremesa, fiestas y Año Nuevo”. También destacó que, entre mujeres y hombres existía la tradición de visitar los días de su santo a amigos y parientes.

     Agregó que después de 1848 los habitantes de la comarca habían restringido fiesta y ágapes. Calificó lo acontecido este año como tumultuoso, “produjo tantas desgracias y tantas discordias entre los principales habitantes de Caracas”. De los caraqueños expresó que tenían buen gusto para las fiestas y los bailes, “nadie lo sabe hacer mejor”, dejó escrito. Contó que, el día 3 de octubre de 1852 un mantuano lo había invitado a una celebración en ocasión del doctorado en leyes de uno de sus hijos. Expresó que, a pesar de ser poco amante de Terpsícore se había retirado a sus aposentos a las tres de la mañana. Escribió que toda la casa se había adornado para el baile que se presentaría y en cuyo salón había no menos de trescientas luces y una orquesta de doce músicos que interpretaban composiciones de Strauss, Herzog y Lanner, entre otros. Sin embargo, agregó que los bailes en la ciudad no eran frecuentes. El que describió le pareció lleno de delicadeza y buen gusto y que por los manjares que se servían, “igualaba los mejores de Europa”.

     Alrededor del lujo y la elegancia de fiestas como la señalada por el Consejero Lisboa, observó un detalle de los bailes presentado en Caracas, una característica que para él los hacía especiales frente a los bailes que presenció en Europa. Expresó que, en la parte de fuera de las ventanas, así como en los patios e interior de las viviendas, donde se desarrollaban bailes llenos de esplendor, “se apiñan los criados y esclavos de ambos sexos, vestidos aseadamente, los que acompañan a las señoras al baile”. Llamó la atención acerca de esta circunstancia y a la que comparó con el trato ofrecido a los sirvientes por parte de sus amos en Europa. Para él resultaba ser otro buen ejemplo del carácter indulgente y bondadoso de los habitantes del Nuevo Mundo. Para Lisboa resultaba “una prueba de que el estado de esclavitud que los abolicionistas pintan con tan medroso corazón tiene en América, especialmente en las grandes poblaciones, ventajas que ellos les niegan”.

El Consejero Lisboa observó que los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas
El Consejero Lisboa observó que los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas

     Según observó, un análisis imparcial de las condiciones de vida de los esclavos urbanos se podía corroborar que ellos, en su gran proporción, estaban “considerados en América como formando parte de la familia y tratados con mucha más indulgencia que los criados europeos. En Europa, los criados forman una casta separada en todo de sus amos”. Por otra parte, su criado de nombre Simplicio le hizo notar que algunos sacerdotes fumaban en la calle. Lo que lo llevó a establecer que en Caracas era un hábito muy generalizado entre sus habitantes. En el caso de mujeres las observó, pero en sus casas frente a amigos muy cercanos y “siempre tras muchas disculpas y satisfacciones”.

     Para lo que denominó la embriaguez indicó que no vio en las mujeres caraqueñas una propensión a consumir bebidas alcohólicas. Incluso expresó que entre la “clase baja” solo se podían observar borrachos en fiestas públicas. En cuanto al juego, agregó que cuando visitó la ciudad por vez primera la recreación, con sus excesos y desgracias, no era como en Lima y Santiago de Chile. Según información obtenida por él, “desde el malhadado 1848, anulada la sociabilidad por causa de la revolución, muchos caraqueños buscaron distracción en aquel vicio fatal. Es un argumento más contra las revoluciones, especie de caja de Pandora que encierra en sí todos los males de la tierra”.

     Argumentó que, por ser descendientes de los españoles, los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas, una característica muy propia de aquéllos según relató. Sin embargo, los caraqueños daban mayor importancia a las prácticas exteriores y no a la esencia y dogma cristianos. De estas prácticas agregó no haber presenciado nunca controversias o peleas por cuestiones religiosas. De igual modo, puso a la vista que quienes acudían con mayor frecuencia a las iglesias eran las mujeres. Agregó: “En su ignorancia de la pura doctrina y de la historia de la religión católica, se parecen mucho los venezolanos a otros pueblos de la América española”.

     De seguidas, añadió que las procesiones en Caracas eran consideradas una expresión de diversión colectiva y que eran las únicas fiestas en que el pueblo en general participaba sin distinción social alguna. Pudo comprobar que toda la sociedad se volcaba a participar y “hacen un extraordinario consumo de pólvora en petardos y cohetes”. La iglesia de las Mercedes era la más dispendiosa durante estas fiestas. Argumentó, en este orden, que la religión de un pueblo servía para medir sus virtudes caritativas. Anotó que entre los establecimientos de caridad pública que existían en la ciudad se encontraba el Hospital de la Misericordia, en donde había una sección solo para leprosos, mal que aquejaba a muchos venezolanos, en especial hacia el oriente del país.

     Indicó no haber localizado casa de expósitos en Caracas. Por otra parte, dispuso para el lector lo que denominó “las capacidades mentales de los caraqueños”. A propósito de esta denominación destacó “que tienen en la capital un grado de adelanto superior a su población, a su importancia política y a sus progresos materiales”. Sin embargo, no dejó de mostrar desasosiego por el “espíritu demagógico” que se estaba sembrando por el país. De la prensa caraqueña destacó que estaba bien dirigida y diseñada. En lo referente al uso de lenguas extranjeras puso de relieve que la lengua francesa e inglesa era muy común entre los jóvenes de la capital.

     En cuanto a la lengua y los modos usuales que ella mostraba entre los habitantes de la comarca, Lisboa puso en evidencia el ceceo que les daba una cadencia particular a los caraqueños y que se mostraba, en este sentido, diferente al español de la sociedad progenitora. De igual manera, expresó que otra “irregularidad” del idioma, que no había apreciado en España ni otro país latinoamericano, era el uso generalizado de diminutivos que eran aplicados a los gerundios, “los que dan a la conversación un sonido tierno, muy en armonía con las costumbres suaves de los americanos”. Asimismo, puso de relieve el uso, entre los habitantes de Caracas, de interjecciones como el “guá”, “que en boca de las caraqueñas suena con mucha gracia y expresión”.

En su escrito, el Consejero Lisboa señaló que el centro educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción práctica y útil para sus más urgentes necesidades
En su escrito, el Consejero Lisboa señaló que el centro educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción práctica y útil para sus más urgentes necesidades

      A su descripción agregó que había asistido a una colación de grados, el 3 de octubre de 1852. Añadió que los graduandos vestían un “traje apropiado”. El mismo consistía en un vestido confeccionado con seda negra, con togas parecidas a las usadas por los magistrados del Brasil, acompañadas de una muceta y un birrete con borla.

     “La muceta es parecida a la que usan nuestras hermandades en el Brasil, y el birrete es parecido a un turbante turco, coronado en lo alto con una borla de lana o, en algunos casos, por una flor de oropel, y adornado con una franja cosida en la parte alta de la copa, que cae sobre los lados y lo cubre todo. Los colgantes de esta franja tienen un tamaño de un palmo, y cuando el birrete está sobre la cabeza, tapan las orejas y parte de la cabeza del doctor”.

     Describió los actos realizados en la iglesia y los correspondientes al ofrecimiento de los títulos para los graduados, por parte de la autoridad correspondiente. En una de las fases de la ceremonia académica, el doctor en Cánones pronunció un discurso “henchido de eruditas citas de los Santos Padres, pero demasiado extenso”. 

     Luego le siguió un doctor en leyes que, según Lisboa, pronunció un discurso elegante y bien tramado, “y que hubiese merecido universal aplauso si no hubiera encerrado una frase ofensiva para el gobierno español, cuyo representante había sido invitado al acto”. Ante esta circunstancia, Lisboa agregó que esa fracción del discurso había sido reprobada por la mayoría de los asistentes al acto de graduación.

     Según contó, luego fueron invitados a degustar un “abundante refresco” por invitación de uno de los padres de los graduados en leyes. A este respecto escribió que era una mesa espléndida a la que habían sido admitidos todos los doctores, “y todos lo que no lo eran; en una palabra, todo el mundo”. Luego de haber terminado este tentempié la mesa presentaba un aspecto triste, cuyos destrozos le hicieron rememorar un campo de batalla. Sería en esta misma casa en la que, posteriormente, se ofrecería un baile plagado de buen gusto.

     Observó la existencia de otros establecimientos educativos sostenido por los gobiernos provinciales y municipales. Entre ellos destacó una escuela de música, a cargo del consejo municipal. Contó que había asistido a una exposición de los estudiantes de dibujo. En ella se presentaron setenta y cuatro trabajos, realizados al óleo y a lápiz. De éstos comentó una copia de la huida a Egipto, de Murillo, cuyo original reposaba en una iglesia de Caracas. Para él la muestra de los dibujos presentados en octubre de 1852 servía para dar fe de los progresos alcanzados por los alumnos y del estímulo para seguir demostrando sus progresos.

     En su escrito señaló que el establecimiento educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. La misma había sido fundada por un teniente de ingenieros. Desde su establecimiento se habían ofrecido lecciones, todas las noches y los días domingo, de lectura, caligrafía, aritmética, álgebra y geometría para todos los artesanos de Caracas. Comentó que esta iniciativa merecía los mayores elogios. Por tanto, indicó “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción, no metafísica y perniciosa, sino adaptada a sus más urgentes necesidades, práctica y útil, y al mismo tiempo dedican al estudio las horas que se perdían antes por las tabernas y consagraban al vicio”. Agregó que era deseable que no se entrometiera la “maldita política” y que convirtiera este establecimiento en un “club de conspiradores”. 

El Presidente de la Cámara de Caracas, Leonardo Palacios Márquez comenta acerca de las tarifas de los servicios públicos

El Presidente de la Cámara de Caracas, Leonardo Palacios Márquez comenta acerca de las tarifas de los servicios públicos

     La Cámara de Comercio de Caracas señala que el considerable aumento del costo de los servicios públicos en la ciudad capital son el resultado de una «poca continuidad» y a una fórmula «discriminada» por parte de los diferentes municipios de la entidad.

El presidente de la cámara, Leonardo Palacios, señaló que estas tarifas son fijadas por los municipios y no por las empresas prestadoras del servicio.

«La carga la fija el municipio de forma discriminada en lugar de establecer una fórmula universal y esto hace que el mayor peso se lo llevan las empresas prestadoras y no los residentes», declaró Palacios durante una entrevista para Unión Radio.

Fuente: Unión Radio

Aventuras del secuestro del barco Anzoátegui

Aventuras del secuestro del barco Anzoátegui

En 1963, cuatro operaciones de alto impacto, puso en práctica el movimiento guerrillero venezolano, por intermedio de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), con el apoyo del régimen comunista cubano de Fidel Castro, contra el gobierno democrático de Rómulo Betancourt. El robo de cinco importantes obras de artes (enero), el secuestro de un barco (febrero), la retención por casi tres días del famoso futbolista argentino del club español Real Madrid, Alfredo Di Stéfano (agosto), y el ataque al tren de El Encanto (septiembre) fueron las cuatro acciones más notables de la guerrilla venezolana en ese año 1963.

El cabecilla del grupo de guerrillero que secuestró al carguero de la CVN, Wismar Medina Rojas, alias “Comandante Simón”, era un soltero de 29 años, dado más a las conquistas famosas que a la política
El cabecilla del grupo de guerrillero que secuestró al carguero de la CVN, Wismar Medina Rojas, alias “Comandante Simón”, era un soltero de 29 años, dado más a las conquistas famosas que a la política

     En febrero, un grupo de subversivos, capturó el buque “Anzoátegui”, perteneciente a la flota de la Compañía Anónima Venezolana de Navegación (C.A.V.N.), poco después de zarpar del puerto de La Guaira, iniciando así una aventura que durante más de una semana cautivó la atención de medios nacionales e internacionales, hasta que, acosados por la armada de Estados Unidos, los secuestradores lograron conducir la nave hasta Brasil, donde recibieron asilo y entregaron el carguero para ser devuelto a las autoridades de Venezuela. Al barco lo tomaron el día de la Juventud, pero solo avisaron un día después, cuando el presidente de la República, Rómulo Betancourt, celebraba el cuarto año de su gobierno.

     Cuba y Brasil les ofrecieron asilo. Los cabecillas del movimiento guerrillero eran: Wismar Medina Rojas, “Comandante Simón”, era un soltero de 29 años, dado más a las conquistas famosas que a la política; y José Rómulo Niño, el segundo comandante, era estudiante de arquitectura y a sus amigos les dijo: “Este carnaval lo pasaré en Brasil”. Otro guerrillero que tuvo notable participación fue Paul del Río (Máximo Canales), el mismo que, seis meses más tarde, secuestro al astro del fútbol, Alfredo Di Stéfano.

     El misterio es cómo ocho polizones pudieron entrar al muelle, aunque en la puerta no es difícil pasar sin salvoconducto. La captura del “Anzoátegui” opacó el aniversario gubernamental, pero no hizo desistir al Presidente de su viaje al exterior.

     Una extraordinaria crónica sobre este suceso fue escrita por el periodista Víctor Manuel Reinoso, en la edición de la revista Elite del 23 de febrero de 1963, cuya transcripción ofrecemos a continuación.

LA AVENTURA DEL ANZOÁTEGUI

Por Víctor Manuel Reinoso

     “A las 6 de la mañana del sábado 16 de febrero, el “Anzoátegui” fue avistado por un avión norteamericano a 180 millas de la Guayana Holandesa y el lunes 18 atracaba frente a una isla brasileña. En ese instante comenzó la etapa final de la aventura que habían iniciado 8 miembros del FALN a las 5 de la tarde del martes 12. Ese martes era el día de la juventud y los estudiantes lo celebraban en las ciudades más importantes de Venezuela. El 13 era el aniversario del cuarto año del presidente Betancourt en Miraflores. Caracas empezó a llenarse de volantes desde muy temprano. Al anochecer, el presidente se dirigía al país en cadena de radio y TV. Todavía  no terminaba su discurso cuando todos los diarios de Caracas y las agencias internacionales empezaban a recibir llamadas telefónicas: “Les hablamos del Frente Armado de Liberación Nacional. En el pipote de basura de la puerta de su periódico hay una correspondencia muy importante para ustedes. Se trata de la toma del mercante venezolano “Anzoátegui”. Un grupo del FALN lo tomó ayer, poco después de zarpar de La Guaira”. Los jefes de redacción se quedaron de una pieza. Los últimos días el FALN había ocupado la primera plana de todas las publicaciones.

     En Antímano, todavía salía humo de lo que fue el depósito de la Sears, en Barquisimeto habían sido dinamitados 3 puentes. La reacción de un jefe de información fue: “Yo no hago caso a las llamadas anónimas”. Del otro lado del hilo también se molestaron: “Le acabo de decir quiénes somos. Tome un lápiz y escriba. Nuestros nombres se lo iremos a decir cuando llegue la oportunidad”.

     Así se supo el secuestro del “Anzoátegui”. La Compañía Venezolana de Navegación, que tiene otros 9 barcos y 46 años de existencia, no creyó la noticia al principio. La Marina no estaba más enterada. El Contralmirante Sosa Ríos, su comandante general, acababa de volver ese día de los Estados Unidos. El Contralmirante Daniel Gómez Calcaño al frente de la Comandancia solo vino a certificar la toma del “Anzoátegui” al filo de la medianoche.

     Las radios daban la noticia del secuestro del barco, sin confirmarla. En la quinta “Isamar” de Catia La Mar, Isabel Acosta de Pereira fue despertada por sus familiares. Ya no pudo dormir más. Oscar Pereira, capitán del “Anzoátegui”, es su marido. En Caracas, en el aparamento 2 del edificio Pel, en Bello Monte, la madre del protagonista principal del buque tomado, Juana Rojas de Medina, solo supo la novedad cuando leyó los periódicos del jueves.

 

Cables breves

     La toma del “Anzoátegui” trajo enseguida a la memoria de todos, la aventura del “Santa María”, el trasatlántico portugués tomado hace dos años por el capitán Enrique Galvao, enemigo del dictador Oliveira Salazar. Los internacionalistas dijeron que se trataba de un delito político. El gobierno calificó el acto de piratería. Los insurgentes, después de un día de silencio, la noche del miércoles 13, mandaron su primer mensaje. Decía: 

     “En el día de ayer 12 de febrero de 1963, día de la juventud venezolana, una unidad de guerra a bordo, tomó en alta mar sin acto de violencia, el buque “Anzoátegui” con el fin patriótico de denunciar ante la opinión mundial, en el cuarto aniversario del gobierno dictatorial que padece nuestra patria”. Firmaba el grupo Rudas Mezones, encabezado por el segundo piloto Wismar Medina Rojas. “Comandante Simón” en la operación; José Rómulo Niño, “Comandante Rafael”, el jefe de escuadra Máximo Canales y los combatientes Juan H. Montilla, José Mario Peláez, Antonio López Sandoval. Tomas Pereira, Carlos Gil Palma y Carlos Hidalgo. De los 37 tripulantes del buque que había salido hacia Nueva Orleans, solo se supo lo que dijo un cable firmado por el secuestrado capitán Pereira: “Oficiales y tripulación bien. Avisen familiares”. El director de Telecomunicaciones insistió en otro cable: “¿Cómo se encuentra la tripulación y posición del buque?”. Los ocupantes del “Anzoátegui” no querían hablar mucho, para que no fuera descubierta su posición. Contestaron: “Buque en poder del FALN. Tripulación sin novedad” 

El 12 de febrero de 1963, Día de la Juventud, fue secuestrado en alta mar, por un grupo de guerrilleros, el barco “Anzoátegui”, perteneciente a la Compañía Venezolana de Navegación (CVN)
El 12 de febrero de 1963, Día de la Juventud, fue secuestrado en alta mar, por un grupo de guerrilleros, el barco “Anzoátegui”, perteneciente a la Compañía Venezolana de Navegación (CVN)

El jueves fue un día de nerviosismo. El “Almirante Clemente” se hizo a la mar a las 4 de la madrugada; el resto de la flota estaba en Puerto Cabello. Se dijo que el Ministerio de Comunicaciones mandaría un avión de reconocimiento y un enjambre de periodistas voló a Maiquetía para asistir a la recuperación del carguero. Al mediodía esas esperanzas se desvanecieron. Se dijo que el “Sucre”, un gemelo del “Anzoátegui”, lo habían avistado a 150 millas de las costas cubanas. El gobierno venezolano pidió ayuda al de USA y a todos los del Caribe. Barcos y aviones de guerra norteamericanos se dedicaron a la búsqueda del mercante capturado, mientras se creía que éste podía alcanzar Santiago de Cuba al final de ese día. Pero lo del “Sucre” era falso. Este buque había salido el día anterior de Mobile y solo iba a llegar a La Guaira el 19. No podía avistar nada al sur de Puerto Rico.

El último viaje

     Las noticias seguían siendo escasas. En la C. A. Venezolana de Navegación únicamente podían hablar de las características del “Anzoátegui”, que había sido construido en los astilleros de Roterdam, Holanda, en 1955 y es gemelo del “Mérida”, “Sucre” y “Yaracuy”. Había sido traído a Venezuela por el capitán Víctor González, el mismo que ahora está pegado a la radio de la compañía gritando sin cesar: “¡Atención “Anzoátegui”! “¡Atención “Anzoátegui!” “¡Atención “Anzoátegui!”, sin escuchar respuesta.

     El buque de 5 mil toneladas había costado unos 7 millones de bolívares y ahora valía 5 millones, estaba asegurado por esa suma en dos compañías de seguros, tenía un gasto diario de 4.287 bolívares, entre tripulación y combustible y una depreciación de 946 bolívares.

     Las biografías del capitán Oscar Pereira, a quien le quitaron el mando a unas 5 millas de la salida de La Guaira, no era mayor. Se trataba de un margariteño de 32 años, casado desde hacía 5 con Isabel Acosta, sin hijos. A la C.A. V. N.  había ingresado el 8 de septiembre del 53, como primer oficial del “Ciudad de Barquisimeto”, pasando después a comandar el “Ciudad de Cumaná”. Al “Anzoátegui” había pasado hacía solo 4 meses, hacía viajes al Golfo de México y cuando llegaba a La Guaira, se dirigía a su casa y permanecía allí hasta que solo le quedaban dos horas para zarpar de nuevo. El martes 12 de febrero no fue distinto. Estuvo en la quinta “Isamar” hasta las 3 de la tarde. Había llegado la noche del domingo de Puerto Cabello, donde su buque había descargado 336 mil toneladas de mercaderías para el comercio local. Allí cargó 50 barriles vacíos destinados a Nueva Orleans. En La Guaira solo iba a embarcar unas 600 bolsas de correspondencia. El capitán Román Parra, encargado de la oficina de la C.A.V. N. de La Guaira, supervisó ese día los trámites de rigor; le mandó primero una correspondencia al Administrador de Aduanas, diciéndole que el “Anzoátegui” saldría pronto, y otra correspondencia al Capitán de Puerto. Este mandó los remolcadores y prácticos. Como la operación se hizo dentro de las horas hábiles, el costo de la salida no tuvo recargos: los prácticos costaron 60 bolívares y el servicio de los remolcadores 250. Neptalí Marcano, el despachador de carga de la compañía que trabaja para ella desde hace 9 años, vio al “Anzoátegui” en el muelle 12 y no advirtió nada anormal. A las 5 y 5 minutos de la tarde el buque salió. De que iban 8 polizones que en un rato más iban a ayudarle a Medina Rojas a tomarse el barco, solo vinieron a saberlo al día siguiente.

El guerrillero José Rómulo Niño, segundo jefe de abordo, era estudiante de arquitectura en la UCV; “tenía más facha de pavito que de revolucionario”
El guerrillero José Rómulo Niño, segundo jefe de abordo, era estudiante de arquitectura en la UCV; “tenía más facha de pavito que de revolucionario”

Un rebelde foco político

     Galvao no usó mucho la radio cuando tomó el “Santa María”. Medina Rojas y sus 8 compañeros, la usaron menos, los radioaficionados de Venezuela, con su presidente José Gregorio Sánchez a la cabeza, trataban de comunicarse con el “Anzoátegui”, igual que todos los radioaficionados del mundo, pero sus captores preferían dar noticias por cables.

     Una agencia norteamericana le preguntó desde Puerto Rico a Medina por qué había tomado el barco, quién era él y su grupo, qué armas tenía, y cuál era su lider político. Wismar Medina Rojas contestó: “Confirmo FALN. Destacamento Rudas Mezones. Confirmo buque tomado patriotas venezolanos. Fin anunciar crímenes dictadura Betancourt. Tripulación bien”. Cuando le preguntaban por la posición del barco, contestaba: “No puedo dar posición”.

     El Contralmirante Sosa Ríos se había trasladado la tarde del jueves a Puerto Cabello a dirigir las operaciones. Cuando volvió el “Almirante Clemente”, se hizo a la mar el destructor “Nueva Esparta”. Se suponía que el “Anzoátegui” se hallaba en las cercanías de República Dominicana, pero nada era seguro. Del amotinado segundo piloto los directivos de la C.A.V.N. solo sabían que se trataba de un muchacho de 29 años, nacido en Caracas el 8 de septiembre de 1934; vivía en la avenida Caroní, en Bello Monte, había ingresado a la compañía el 14 de marzo de 1957, tenía segundo año de bachillerato; ahora era segundo piloto y como tal ganaba 1.100 bolívares mensuales, más sobretiempos. 

     Wismar Medina Rojas servía en el “Ciudad de Barquisimeto”, y el lunes 11 cuando se subió al “Anzoátegui”, para viajar en él por primera vez, volvía de sus vacaciones. Sus compañeros nunca lo vieron interesarse más por la política que por las muchachas, pero allí estaba, de repente, convertido en comandante insurrecto. Hasta sus dos hermanos y 3 hermanas se sorprendieron  al saber la noticia. Su madre se enfermó de terror y no habló con los periodistas. “Ëlite” estuvo dos veces en su casa y la que respondía las llamadas, sin abrir la puerta, era la criada. Ella se encargó de decir que el hijo de su patrona era soltero, buen hijo. Su hermano Silvio sentenció: “El es mayorcito ya para saber lo que le conviene”. Los diarios dijeron al comienzo que se trataba de un hermano del capitán de Fragata Pedro Medina Silva, uno de los jefes del “porteñazo”, eso fue desmentido, pero sí se dijo que era medio hermano del teniente de Navío Wallis Medina Parra, quien también intervino en el alzamiento de Puerto Cabello, por lo cual fue condenado a 25 años de prisión.

     Antes que finalizara el jueves, Medina Rojas se dirigió por primera vez  al senador Arturo Uslar Pietri. La compañía propietaria de la nave tomada logró captar el mensaje cuando estaba siendo enviado a Arrecife. El jefe de los rebeldes pedía al senador independiente que informara a la opinión nacional que el único responsable de la “acción Rudas Mezones” era él y que el capitán y los oficiales y tripulantes estaban bien y que agradecía que evitaran tergiversar noticias.

 

Rumbo hacia el sur

     El viernes por la mañana ya se decía que 1.600 infantes de marina buscaban el “Anzoátegui”. Cuba, por su lado, ofrecía asilo a los secuestradores y prometía entregar la nave al Secretario General de la ONU, si llegaba a algún puerto suyo. Esa mañana el telegrafista del “Anzoátegui”, Gary Arias Lugo, dirigió un mensaje a Andrés Arias, jefe de máquinas del “Mérida”, su padre, que se hallaba en ese momento en Nueva Orleans. Decía: “Estamos bien, bajo coacción, pero bien. Apagamos la radio”. Después de eso las informaciones dieron un vuelco. Se hacían conjeturas que el barco avanzaba con destino a Europa, porque sus captores no iban a caer en la trampa de acercarse a Cuba, donde le iban a salir al paso todas las unidades de la base de Guantánamo y la de Puerto Rico. “Ellos van por la ruta por la que vienen a Cuba los barcos de Europa” –se dijo–. Cuando encuentren uno trasbordarán y dejarán el buque en libertad. El objetivo era la publicidad y esa ya a consiguieron”. Esa teoría tenía muchas posibilidades, pero entonces líderes miristas de Venezuela dijeron que el “Anzoátegui” se dirigía hacia las costas de Brasil. Iban a repetir la aventura del “Santa María” desde el comienzo hasta el final. La operación se llama Rudas Mezones en homenaje al estudiante muerto en 1961, cuya conmemoraciópn del primer aniversario de su asesinato, causó el del profesor Ramírez Labrador. Los miembros del FALN en Caracas, a todo ésto, no perdían el tiempo. Sirviéndose del teléfono y de los pipotes de basura dejaban nuevos sobres con más informaciones, esta vez con fotografías de los captores del barco. Sus informaciones ponían a José Rómulo Niño como primer comandante de la operación. Niño es un estudiante de arquitectura alocado, que les reveló indirectamente a sus amigos su participación en la aventura con esta frase: “Este carnaval de Brasil no me lo pierdo. Acuérdense de que cuando llegue el carnaval, yo estaré allá”. De sus otros compañeros se sabían escasamente los nombres que ellos mismos habían dado. La excepción era Carlos Gil Palma, que trabajó como tercer piloto en el “Ciudad de Barquisimeto” hasta abril de 1958.

    El gobierno venezolano solicitó ayuda al gobierno de Estados Unidos, que envió aviones de la armada que localizaron al barco mercante secuestrado
    El gobierno venezolano solicitó ayuda al gobierno de Estados Unidos, que envió aviones de la armada que localizaron al barco mercante secuestrado

    Un cable de “Élite”

         En Caracas se seguían haciendo conjeturas acerca de cómo los 8 polizones habían podido burlar la vigilancia portuaria. Para pasar hasta los muelles los trabajadores marítimos tienen que llevar una tarjeta rosada, mientras que a los visitantes se los provee de una tarjeta celeste.

         Si hubo cómplices para que los miembros de la organización clandestina pasaran al muelle, es algo que se sabrá después. Lo que los reporteros de “Élite” pudieron comprobar que no es imposible pasar sin salvoconducto. Nosotros atravesamos el túnel de la plaza Vargas y salimos hacia los muelles. Un par de guardias nacionales apostados allí no nos pidieron ningún tipo de documento. Los miembros del FALN  pudieron hacer lo mismo.

         El “Anzoátegui”, que tiene 832 pies de largo y puede desarrollar una velocidad de 15 millas por hora, ese día seguía sin ser ubicado. Los famiiares de la tripulación se acercaban a las oficinas de la compañía que ocupa todo el segundo piso del edificio central, en la avenida Urdaneta; preguntaban cuánto duraría el combustible y se decorazonaban al saber que el barco tenía para navegar 15 días; entonces preguntaban por el abastecimiento y eran informados que también había comida para 15 días que, racionada, podía alcanzar para 20 días. Fuera de eso, el buque llevaba 50 mil bolívares para comprar lo que fuera necesario.

         El viernes al anochecer, “Élite” cablegrafió al “Anzoátegui. Les dijimos: “Interésanos reportaje aventura ustedes. Favor contestar objetivo acción, destino motonave, estado tripulación, situación a bordo, país donde se asilarán, etcétera. Gracias. Casi al amanecer, un radioaficionado nos hizo saber que recibiríamos respuesta. Poco después se supo que un avión P2V de la base de Jacksonville, USA, lo había avistado a 180 millas de la costa de Surinán, cuando avanzaba en dirección sur-sureste, posición 9 grados, 9 minutos, latitud norte; 54 grados, 14 minutos, longitud oeste, curso 150 grados.

     

    El mutismo del “Anzoategui”

         En las oficinas centrales del presidente de la C.A.V.N. el Dr. Alfonso Márquez Añez, se puso la corbata para darle la noticia a los periodistas. Pronto salieron de Ciudad Bolívar 3 aviones de las Fuerzas Aéreas Venezolanas y sobrevolaron el “Anzoátegui”. El destructor “Nueva Esparta”, al mando del capitán de Corbeta García Ibarra, que se hallaba la mañana del sábado nevegando en aguas internacionales en las inmediaciones de Cuba, recibió órdenes de dirigirse hacia las costas de Brasil, para que tratara de interceptar la ruta de los rebeldes. Desde ese momento el destructor de la Marina venezolana se puso a navegar a su máxima velocidad, 24 millas por hora, pero las esperanzas de alcanzar al carguero no eran muchas. En la central de la empresa naviera venezolana se escuchó antes del mediodía del sábado una transmisión de 3 minutos de Medina Rojas. El capitán Marcel Antonorsi, jefe de producción que estaba en ese momento a la radio, puso su dictáfono con la esperanza de conservar el mensaje, pero Medina hablaba un poco en clave y se le oía bastante mal. Decía que 4 aviones norteamericanosm estaban sobrevolando la nave como si tuvieran intenciones de ametrallarla “Eso demuestra –decía el “Comandante Simón”–, la interferencia de los Estados Unidos, en los asuntos venezolanos”. En Nueva York escucharon el mismo mensaje de esta manera: “La Papagua avisa al papago que va para Baracoa”. Haciendo una interpretación muy especial,una agencia noticiosa dijo que Papagua podría ser “Anzoátegui” y Baracoa, Belem. O Sea, el barco secuestrado iba para Belem, el puerto brasilero en la desembocadura del Amazonas, el más cercano, desde su posición de ese momento.

       Antes de que anocheciera, el gobierno de Joao Goulart hizo saber que si los rebeldes venezolanos llegaban al puerto brasilero, se les concedería asilo político y el barco sería devuelto a Venezuela. En Caracas, los miembros del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), que capturó el “Santa María”, felicitaba a la tripulación por la captura del “Anzoátegui”, diciéndoles: “En estos momentos todos los hombres libres están con vosotros”. Sin embargo, en Sao Paulo, el capitán Galvao, quien dirigió la “operación Dulcinea”, decía que la captura del barco venezolano no podía compararse con la del portugués, porque el “Santa Marta” no había sido tomado por comunistas. Los aviones norteamericanos que vigilaron durante todo el sábado la navegación del “Anzoátegui”, le transmitieron las instrucciones del Almirante Robert L. Dennison, Comandante de la Flota del Atlántico, de que se dirigiera a Puerto Rico. Medina Rojas y sus hombres se hacían los sordos. No contestaron. Ya era de noche cuando uno de los aviones disparó cohetes en la ruta del “Anzoátegui”, pero la nave calificada de pirata por el gobierno venezolano, continuó imperturbable su camino.

       En Caracas se pensaba que los captores del carguero venezolano, bien podrían elegir Georgetown, el puerto capital de la Guayana Británica, gobernada por el filocomuista Jagan, para atracar. El domingo en la noche la incógnita seguía. Varias unidades de la marina brasilera habían salido con la esperanza de llevar hacia uno de sus puertos el barco de la aventura. El “Anzoátegui” se hallaba entonces a unas 85 millas de la Guayana Francesa. Como el puerto más cercano seguía siendo Belem, se calculó que el carguero llegaría a puerto brasilero el martes en la noche. El destructor “Nueva Esparta” todavía no aparecía por la zona y nadie podía asegurar si iba a llegar a tiempo. Los aviones americanos no procedían porque la nave se encontraba en aguas internacionales y cualquier paso decisivo podía ser tomado como intervención directa en la política interna de Venezuela. En Caracas, la Venezolana de Navegación sacaba una sola cuenta: con la aventura había perdido hasta entonces unos 300 mil bolívares, porque ya había tenido que contratar otro barco para que trajera la carga que el “Anzoátegui” iba a recoger en Houston. Sobre el buque flameaba todavía la bandera roja y negra del FALN, cuando al amanecer del lunes 18 entraba definitivamente en aguas brasileñas y sus captores se preparaban a solicitar asilo político.

       Después de recibir asilo en Brasil, los guerrilleros venezolanos vajaron a Cuba, país donde se reunieron con uno de los líderes del gobierno comunista de la nación antillana, Ernesto “Che” Guevara, y luego ingresaron de manera  clandestina a Venezuela, para reincorporarse a la fracasada actividad subversiva que combatió con éxito tanto el gobierno de Betancourt como el de su sucesor, Raúl Leoni.

      El Calvario

      El Calvario

      Escalinatas de El Calvario. Dibujo anónimo
      Escalinatas de El Calvario. Dibujo anónimo

           “La Colina del Calvario, como se sabe, está ubicada en el centro de Caracas, su altura y esa situación la convierten de hecho en un mirador natural. Desde él se divisa el cerro Ávila, hacia el Norte y Naciente, y por el Sur y Poniente las azules serranías de Turgua. El panorama no puede ser ni más bello ni más imponente. Pocas son las ciudades que tienen algo semejante, y, por ello, es polo que ha sido motivo de admiración de propios y extraños.

           Cuando Caracas era una ciudad aldea y las tierras que la cercaban pasaban desapercibidas, ya El Calvario servía de solaz a los habitantes, y era punto terminal de procesiones religiosas en ciertos días del año.

           El Nazareno de San Pablo, con el fervor que despertó siempre en el alma caraqueña, era conducido en andas por la Calle de la Amargura, vía ésta que bien le acomodaba el nombre, hasta la Ermita que existía en el alto plano, en donde años más tarde se hizo la arredoma que sirvió de asiento a la estatua del general Antonio Guzmán Blanco hasta el 1889, de cuyo pedestal fue derribada por la turba que en frenética reacción sancionaba el delirio de grandeza de aquel mandatario que permitió se le consagrara el bronce de los inmortales.

           Estas procesiones la integraban tanto o más de la mitad de la población de Caracas, y, su recorrido tardaba horas, porque el paso era parsimonioso, y, con cuya lentitud se imprimía recogimiento y fervor al acto. 

           Por lo general, las sombras de la noche acompañaban la ceremonia, y se encendían cirios para poder caminar en la oscuridad habitual, pues esos parajes, apenas tenían precaria luz de uno que otro candil, cuyo combustible era el aceite de coco.

           No solo esos actos le daban a El Calvario importancia: en las tardes, y también en las noches de luna, muchas personas se trasladaban allá para disfrutar de las diferentes fases del panorama que se presentaba a la vista: si de tarde, las florestas, los sembradíos de las vegas del Guaire; los cañaverales de las abundantes haciendas del valle de Caracas, y las frondas de los cafetales, y las montañas de sus cerros, que para entonces no habían sido talados, y cuya morfología ratificaba la fertilidad del trópico; y, si de noche, la limpidez del cielo que permitía ver en toda su esplendidez, las maravillas del espacio sideral.

           El Calvario era un complemento de las características de las costumbres sencillas de la ciudad, entre las cuales prevalecía el recogimiento y la contemplación de las bellezas naturales.

      Jardines de El Calvario, 1953
      Jardines de El Calvario, 1953

           Después del triunfo de la Revolución de Abril, acaudillada por el ya citado general Guzmán Blanco, y hecho ocurrido el año 1870, comenzó a agitarse una tendencia progresista en la República, y principalmente en Caracas. El Calvario gozó de esa tendencia: el gobierno lo escogió para el Acueducto, que se proyectaba y, al efecto, se establecieron los grandes tanques con sus otros aditamentos, para recibir las aguas de las vertientes de Macarao, que eran conducidas desde veinte kilómetros, poco más o menos, por canales y acequias descubiertas en su mayor recorrido. Desde esos tanques se distribuía el agua por la red de tubería instalada por calles y plazas, y de ahí conectadas hacia las casas y edificios. Este servicio no abarcaba sino a un sector de las viviendas.

           Pasado algún tiempo, se regularizó el servicio, lográndose que un mayor número de viviendas tuviera agua en un porcentaje de más del setenta por ciento (70%). El resto se proveía de las pilas y fuentes públicas, que el Gobierno había hecho construir a distancia prudencial. 

           Una Compañía Belga, cuyo representante en Caracas lo fue el señor Paquet, se hizo cargo de la administración del Acueducto, mediante contrato. Esa circunstancia tuvo por consecuencia, el ensanche de la distribución del agua y otras mejoras, cuyos resultados fueron eficientes. El Calvario quedó ligado al Acueducto, pues cuando se nombraba a éste, se decía el Acueducto de El Calvario.

           La importancia que adquirió el lugar con la instalación aludida, hizo que el presidente Guzmán Blanco prosiguiera con otras obras de embellecimiento, tales como amplios jardines, siembra de árboles en abundancia, construcción de pajareras con variados especímenes; asimismo jaulas con animales raros y de diversas especies. Se hicieron caminos amplios en todo el contorno de la colina por donde se accedía a ella hasta su máxima altura. Sus laderas fueron sembradas de árboles que le daban un aspecto bello y una frescura grata al paseante. En la parte noreste se construyó la escalinata, que aún hoy se conserva, y que es de admirable imponencia.

           A la par del embellecimiento de El Calvario, crecía su prestigio, y la gente que vivía en Caracas, como la que venía de fuera, lo escogieron de lugar favorito de esparcimiento.

           El general Guzmán Blanco pensó que ningún sitio era más apropiado para ubicar su monumental estatua que El Calvario; y, al ser decretado el descabellado homenaje, se procedió a su realización; y, precisamente en el propio centro de la Colina, y en donde estuvo la Ermita ya mencionada, quedó levantado el bronce, que desde cualquier ángulo de la ciudad podía divisarse, tal era de alto y voluminoso. Este desafiante monumento tuvo el triste y lógico fin, que queda dicho.

      Estatua de Antonio Guzmán Blanco en el Parque El Calvario, derribada por el pueblo en 1889
      Estatua de Antonio Guzmán Blanco en el Parque El Calvario, derribada por el pueblo en 1889
      Capilla Nuestra Señora de Lourdes, El Calvario, diseñada por el arquitecto venezolano Juan Hurtado Manrique, en 1885
      Capilla Nuestra Señora de Lourdes, El Calvario, diseñada por el arquitecto venezolano Juan Hurtado Manrique, en 1885

           Nuevas atenciones mereció El Calvario, y, entre una de las más notables fue la de ser el primer lugar público que se le alumbrara con luz eléctrica en la capital. Para iluminar el “Teatro Guzmán Blanco” (hoy Teatro Municipal) inaugurado en 1883 con motivo del Centenario del nacimiento del Libertador, se montó una planta eléctrica de modesto voltaje, y el fluido se distribuyó para iluminar el Teatro y parte de El Calvario. Cuando había función en el Teatro, no había luz en el “Paseo Guzmán Blanco”, que también así se llamaba. La consabida planta eléctrica estaba situada en una casa de la parte sur del Teatro, calle por en medio. 

           Algún tiempo después de tener Caracas su servicio de luz eléctrica, podía verse séquito nutrido de personalidades invitadas al efecto, para presenciar el novedoso acontecimiento. El público asistente puede decirse que fue la mayoría de los habitantes de Caracas y muchas personas que se trasladaron del interior.

           La impresión dejada por el tal simulacro, tuvo su pro y su contra; porque si hubo demostración de cierto mejoramiento en el Ejército, se registraron actos dolorosos: los fusiles que habían sido, como es natural, para ser disparados sin plomo, fueron proveídos por algunos soldados, de piedras que ocasionaron algunas desgracias, entre ellas, la herida que recibiera en un ojo el estudiante de artillería Maximiliano Iturbe.

      Imagen de Nuestra Señora de Valvanera, ubicada en la capilla Nuestra Señora de Lourdes, en El Calvario
      Imagen de Nuestra Señora de Valvanera, ubicada en la capilla Nuestra Señora de Lourdes, en El Calvario

           Andando el tiempo, “La Planicie” fue utilizada para construir la Academia Militar, cuyo proyecto fue obra del doctor Alejandro Chataing, de amplio y merecido renombre.

           El Decreto que creaba la Academia, lo firmó en 1904 el general Cipriano Castro, presidente de la República, y el edificio se inauguró dos años después, y prestó servicio como tal, hasta que, en 1955 se construyó una modernísima Academia a tono con el progreso que adquiere el país.

           En la antigua Academia de La Planicie funcionó un tiempo el Ministerio de la Defensa, y en su contorno se han hecho otras construcciones.

           No siempre El Calvario, en los últimos tiempos, ha conservado el mismo interés: ha tenido en veces crisis de olvido por parte de los caraqueños, y hasta ha sido descuidado por quienes estaban obligados a mantenerlo en el mismo plan de principal paseo capitalino.

           Pero, esas crisis no han sido definitivas, pues si hay algo en esta ciudad que la enorgullece, es ese sitio en donde generaciones han soñado debajo de sus árboles y meditado al recorrer sus caminos.

           También hubo, en cierta oportunidad, un intento de desaparecer sus jardines, instalando en ellos tanques y otras fundaciones. Afortunadamente, una voz sensata se dejó oír: la de Enrique Bernardo Núñez, insinuando que se detuviera la intención, que en resumida no pasaba de ser sino un exabrupto. Aquello abortó, y es de suponer, que esa preciada joya que es “El Calvario”, jamás sea amenazada con similar propósito.

           Y para concluir estos breves apuntes, diré que el Paseo Independencia (El Calvario), ha merecido mucha atención de las autoridades distritales, como puede comprobarse al recorrer sus avenidas, ver sus nuevas obras, y el esmerado cuidado de sus jardines, en donde se levantan los bustos de preclaros intelectuales nuestros, para quien pidió el mencionado Enrique Bernardo Núñez, en feliz oportunidad, un sitio apacible donde erigir sus imágenes. 

           Y allí están, sino todos, sí algunos que son muy merecedores del recuerdo, y que ojalá otros muchos vayan a hacerles compañía, y reciban también, como los que ya están, los rayos del sol y las brisas de la Patria que tanto honraron, y cuyo ejemplo es un estímulo a seguir”.

      FUENTES CONSULTADAS

      • Crónica de Caracas. Caracas. nov-dic. 1958; págs. 188-195

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