La vida social caraqueña del sigo XIX

La vida social caraqueña del sigo XIX

Pal Rosti le obsequió al naturalista alemán, Alejandro de Humboldt, una fotografía, captada por él, de un Samán de Güere que había reproducido durante su estadía en Venezuela

Pal Rosti le obsequió al naturalista alemán, Alejandro de Humboldt, una fotografía, captada por él, de un Samán de Güere que había reproducido durante su estadía en Venezuela.

     El húngaro Pal Rosti (1830-1874), en su escrito titulado Memorias de un viaje por América, publicado en 1861 en su país natal, relató parte de su experiencia como viajero explorador en América. Cuando llegó a Venezuela, en 1857, ya había pasado por Estados Unidos y Cuba, espacios territoriales que le sirvieron de referencia al momento de los señalamientos que estampó en su obra acerca de Venezuela. Luego viajaría a México, adonde permaneció durante siete meses. En el Nuevo Continente estuvo durante dieciséis meses. Tiempo durante el cual logró coleccionar un conjunto de fotografías tomadas por el mismo. En este orden, logró captar la imagen de muchos lugares poco conocidos y que Alejandro de Humboldt había transitado o dibujado. El mismo Rosti le obsequió al naturalista alemán una fotografía, captada por él, de un Samán de Güere que había reproducido durante su estadía en Venezuela.

     En esta ocasión vale la pena hacer referencia a las consideraciones que esbozó sobre el “pueblo de Caracas y su vida social”. Bajo este marco, es preciso tener en mente que para la época estaba generalizado el uso del concepto carácter nacional. Concepto que sirvió de base para examinar la forma de ser de las comunidades humanas, sería como decir las características que se tenían como atributos de los pueblos y que, por lo general, estaban marcadas por las condiciones geomorfológicas de los territorios que ocupaban los compuestos humanos.

     Bajo esta perspectiva, Rosti advirtió la dificultad que existía para examinar con exactitud “el carácter de los caraqueños”. Lo vio de este modo por “las múltiples mezclas, consecuencias – en su mayoría – de las uniones ilegales”. Expresó, en este orden de ideas, que la moral caraqueña mostraba una gran debilidad. Como ejemplo expuso el caso de “muchachitas del pueblo, de 13-14 años, tengan ya su amante” y que esto no sorprendiera a nadie, ni a sus padres, quienes las consideraban algo natural y muy normal.

     Al constatar la cantidad de vagabundos que deambulaban por las calles lo adjudicó a estas laxas coyundas que solo generaban hijos ilegítimos y abandonados que eran procreados en la comarca. “Pero la buena naturaleza se preocupó tanto de sus criaturas en estos favorecidos valles, que en muchos lugares – verbigracia: los valles de Aragua – es literalmente imposible morirse de hambre. Aun el que no trabaja puede hallar abundante sustento, pues las bananas y otros frutos se dan en enormes cantidades”. De igual manera, anotó que para proveerse de la ropa de uso diario no había que hacer mayor esfuerzo porque “a base de una labor diaria” se obtenía con gran facilidad.

     A estas reflexiones le agregó un comentario, en forma de pregunta, a su escrito y en el que expresaba que la situación comentada con anterioridad, sobre lo barato de vivir en estas tierras, resultaba un espejismo al visitar el mercado de Caracas. Indicó que el mercado principal de la ciudad, “la plaza mayor” tal como se le conocía contaba con una variedad de productos, pero con altos precios. Anotó que se encontraba en un lugar muy aproximado al centro de la ciudad. De las construcciones que estaban en algunos de sus lados mencionó que eran edificaciones sencillas e insignificantes. Ellas eran la Catedral, la sede del Congreso y el Arzobispado.

     Indicó que el “verdadero mercado” estaba cercado y que en él se levantaban puestos techados, en el que se ofertaban cintas, sedas, telas de lienzo, cuchillos, rosarios y retratos de santos, entre otros bienes. También se ofrecían carnes de res seca o cortadas en tiras, secadas al sol y que las denominaban tasajo. “La carne es el comestible principal y más barato en Caracas”, según pudo constatar en su visita. En el mismo lugar observó que se vendía pescado, carne de cabra, “que venden como si fuera de carnero”, aves de corral, huevos, mantequilla, importada de Europa o de Estados Unidos, papelón, dulces variados, como el de membrillo, que a Rosti le parecía muy agradable, de guayaba, “fruta muy sabrosa”, pan de harina de maíz o arepa y también de trigo, toda clase de pasteles, algunos muy sabrosos como el de coco según Rosti.

Al constatar la cantidad de vagabundos que deambulaban por las calles, Rosti lo adjudicó a estas laxas coyundas que solo generaban hijos ilegítimos y abandonados que eran procreados en la comarca

Al constatar la cantidad de vagabundos que deambulaban por las calles, Rosti lo adjudicó a estas laxas coyundas que solo generaban hijos ilegítimos y abandonados que eran procreados en la comarca

     Se refirió a “otro tipo de pan” cuya base de preparación era la yuca y que tenía forma de una torta enorme. Agregó que el casabe: “Es el alimento preferido del pueblo, aunque – por su sabor – parece que lo hubiesen preparado con virutas desmenuzadas”.

     Luego escribió que el precio de las mercancías “es asombrosamente alto”. De ahí que comparó los precios en el mercado de Caracas con los de su lugar de origen para ofrecer una imagen más clara de los altos precios de los alimentos en la comarca. Por ejemplo, un saco de papas se conseguía a cinco dólares, un pollo a un dólar, un pavo por cinco, “se consiguen cuatro huevos por un real – este precio es tan estable que a menudo lo emplean para fijar el precio de otros productos, dicen por ejemplo que el plátano vale dos huevos, y así entienden que se trata de medio real”. De inmediato se interrogó que siendo este territorio bendito, gracias a su exuberante y variada naturaleza, “y le ofrece al hombre en demasía todo lo que puede desear para su subsistencia, ¿el mercado sea tan pobre y los precios tan altos?”.

     Para dar fuerza a esta cuestión eligió como ejemplo a “un joven “color café”, quien consumía un cigarrillo que le había preparado “una joven mulata”, y le hizo esa pregunta. Éste le respondió: “¿Para qué voy a trabajar?; el alimento necesario se da en todos los árboles; solo debo estirar la mano para recogerlo, si me hace falta una cobija, o un machete o un poco de aguardiente, traigo al mercado algunos plátanos y obtengo abundantemente lo que deseo ¿para qué más?”. Esta idea la culminó al sentenciar “Y así siente y opina cada peón de Venezuela”.

     Determinó que esta actitud llevara a la exageración con los precios de los productos alimenticios y de algunos servicios como el envío de una carta. Contó que le había costado cinco dólares enviar una de ellas de Caracas a La Guaira para un viaje de tres horas, para él una exageración, “así sucede que la mantequilla – a pesar de que en las praderas pastan miles de vacas – la traigan de Norteamérica o Europa; que las mejores verduras y alimentos lleguen a la mesa de los caraqueños distinguidos directamente de Francia; y así se explica que la industria y la agricultura se encaminan hacia la ruina y que la prosperidad del país decae año a año”.

     En un párrafo aparte expresó que le había llamado la atención que “la población blanca de Caracas, los criollos, que forman – en la mayoría de los casos – las capas superiores de la sociedad, no obstante ser también de origen español, se diferencian grandemente – atendiendo a su carácter – de los habaneros”. De los caraqueños subrayó que eran de talla elevada, esbeltos, “de rasgos regulares, su nariz es un tanto arqueada; el color moreno y los ojos brillantes; el abundante pelo negro y el pie pequeño también se dan aquí, como en La Habana”.

     En cuanto a las mujeres subrayó que “es una verdadera belleza o es fea”. La comparación la hacía con respecto a las mujeres que había observado en La Habana, donde, de acuerdo con su mirada “son pocas las realmente hermosas, siendo sin embargo casi todas graciosas, agradables, con sus pequeñas caras redondas”. Aunque no se extendió a explicar el porqué de estos rasgos diferenciadores sumó que a Cuba la habían colonizado catalanes y a Venezuela andaluces. Sin embargo, agregó que era indudable la gran influencia, presente en ambos espacios territoriales, en lo que respecta al desarrollo físico, el carácter, las costumbres y modos de ser, del clima y la ubicación geográfica.

Para mediados del siglo XIX, en el mercado principal de la ciudad, se expendían gran variedad de productos, pero con altos precios

Para mediados del siglo XIX, en el mercado principal de la ciudad, se expendían gran variedad de productos, pero con altos precios.

     En estas regiones, según escribió, se podía encontrar el “carácter criollo” en sus rasgos generales o principales: “la ambición y el deseo de dominio; el orgullo; el apasionamiento; la rudeza, sobre todo en el pueblo; la apatía e indolencia ilimitadas; y – por otro lado – la hospitalidad y una cierta caballerosidad”. Sumó a esta consideración el haber encontrado en México atributos similares, “y en todos los sitios donde el elemento primordial de la población lo constituyen criollos españoles”.

     Advirtió que si se agregaba la actitud de reserva que mostraban los americanos meridionales, su forma de gobierno marcada por sus desventajas, el fanatismo y sus incontables prejuicios y las supersticiones, “que mantienen al pueblo en la ignorancia y permiten una influencia excesiva a ciertas clases, podemos imaginarnos que esta gente está aún lejos de hollar con decisión la senda del acrecentamiento del bienestar nacional, de la evolución espiritual y del progreso. En Caracas sentí – por vez primera – que estoy lejos de Europa y casi aislado del mundo civilizado”.

     De acuerdo con su observación, Caracas concitaba melancolía y tristeza en el extranjero acostumbrado al ruido de las grandes urbes, “un silencio mortal reina en la ciudad semiderruida, donde están ausentes el movimiento comercial e industrial y aún falta el ruido de los carruajes. No hay salas de fiesta ni teatros; ni siquiera paseos; vida social solo puede hallarse en los círculos más íntimos”.

     Bajo este lastimoso ambiente, los caraqueños se solían resguardar en sus hogares para dormir, el almuerzo lo hacían a golpe de cuatro o cinco de la tarde y a las seis de la tarde, las damas “de brillantes ojos se sientan en las ventanas, mientras los señoritos se pasean en sus menudos y ágiles caballos, no tanto por cabalgar a través del hermoso valle, sino por hacer la corte en las silenciosas calles de la ciudad”. Agregó a esta descripción que ya a las ocho de la noche reinaban en las calles profundo silencio y sólo era posible toparse con los “serenos”.

     Aseguró que así era la vida del caraqueño. Anotó que las mujeres no solían salir a la calle y en caso que lo hiciera era durante el día, para llevar a cabo sus diligencias o ir de visita a otra casa, “imitan en sus vestidos – con mal gusto – la moda francesa; aquí pues, vimos de nuevo aquellos sombreros y vestidos llamados altos, que ni remotamente son tan agradables ni van tan bien con los rostros españoles, como la mantilla y el velo habaneros, que las bellezas caraqueñas sólo usan para ir a la iglesia y – en general – para las celebraciones religiosas y de otra índole” . Los hombres más jóvenes usaban por lo general trajes de paño y sombreros de copa alta. Los domingos y días de fiesta vestían fracs de color negro, “y luego refunfuñan continuamente por el gran calor, y con razón, ya que esa moda europea no es propiamente la más conveniente para aquel clima”.

     Según su examen la única diversión de los habitantes de Caracas era visitar las iglesias. En comparación con los parisinos, quienes se reunían en paseos o bulevares para relacionarse con otros o encontrarse con amigos y conocidos, o para alardear de sus vestidos o cortejar al “bello sexo”, “los caraqueños no se pierden ni una visita a la iglesia, para aprovechar la ocasión y lucir sus mantos y mantillas”. Sumó a esta descripción que el almanaque católico español contemplaba abundantes festividades, “pero a estas se añaden en Caracas fiestas locales, procesiones, ciertas fiestas de algunos santos particularmente venerados y las conmemoraciones de terremotos y otros desastres, así como de grandes acontecimientos políticos”.

Enero de 2002

Enero de 2002

REVISTA PRODUCCIÓN

Enero de 2002

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición está dedicada a la solicitud hecha por parte de los empresarios de que se concreten avances en seguridad social. Se presenta un reporte especial acerca del nacimiento de un nuevo liderazgo el 10 de diciembre. En el editorial, Jorge Jeserkas, presidente de la Cámara hace referencia a los retos derivados de la crisis política y la necesidad de promover la reactivación económica. Se desarrolla el tema central relacionado con la seguridad social, expresando la preocupación por la falta de avances en esta materia en los últimos 10 años. en este sentido se presentan los testimonios de diversos empresarios: Aurelio Concheso, presidente de la comisión de Seguridad Social de Fedecámaras; el mencionado Jorge Jeserkas y Pedro Carmona Estanga, presidente de Fedecámaras. Posteriormente se indica la poca participación que ha tenido el gobierno nacional en el desarrollo del proyecto de reforma social y se entrevista a la ministra del trabajo, Blancanieves Portocarrero. Luego de ello la edición se enfoca en el tema del trabajador y cómo lo afecta el sistema de reparto y la necesidad de articular el trabajo entre el sector público y privado. Más adelante se hace un perfil del rol de los empresarios en su lucha en contra de la agenda del gobierno y el papel de la convocatoria al paro cívico nacional del 10 de diciembre. Para ello se entrevista a Pedro Carmona (Fedecámaras), Julio Brazón (Consecomercio) y Lope Mendoza (Conindustria). El empresario Roberto J. Ball Zuloaga afirma la preocupación de los empresarios ante la fijación de potenciales controles por parte del gobierno. Con respecto a los medios de comunicación, se presenta un reportaje acerca de la importancia de los mismos en la defensa de la democracia y la difusión de la información. Se presentan los casos de El Universal y el El Nacional. Con respecto al tema de la banca, se analiza cómo las fusiones marcaron la última década de la banca en Venezuela. Posteriormente se analizan los diversos sectores: se presentan los nuevos retos en el área de la electricidad y el proyecto de negocio inmobiliario de Antonio Rosello. En gerencia, se estudia la filosofía del cambio continuo en el área de negocios para mejorar la competitividad. Se presenta un reportaje de la empresa Cristalart y cómo ha logrado sobrevivir en tiempos de crisis. Luego de ello se analiza el caso de Telcel y el crecimiento que ha tenido el sector de las telecomunicaciones en los últimos 10 años.

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     Gerver Torres explica cuáles son los elementos que contribuirían con la superación de la crisis venezolana. Luis Henrique Ball Zuloaga explica en una nota qué significan la democracia y la dictadura en Venezuela, al tiempo que Vicente Brito echa por tierra la vigencia del centralismo. Se analiza el caso de la Fundación Papyrus de MANPA y su proyecto de fomento del reciclaje en el país. Se presenta un breve reportaje acerca de la historia del Post-it. Se presentan una serie de noticias breves del mundo empresarial. Culmina la edición con un artículo de Marisol Fuentes Niño acerca de la necesidad que tienen los industriales de organizarse en los tiempos presentes.

Más revistas

Marzo – Abril 1993

El editorial se centra en el tema de la crisis generalizada de la sociedad venezolana y en cómo superarla.

Noviembre de 1999

El número conmemora el 60 aniversario de la Cámara de Industriales de Caracas.

Febrero de 1969

Esta edición está dedicada al 25 aniversario de la Asociación de Industriales de Artes Gráficas.

Núñez Ponte: Maestro caraqueño

Núñez Ponte: Maestro caraqueño

José Manuel Núñez Ponte (1870-1965), meritorio educador y guía de varias generaciones de venezolanos. Director de la Academia Venezolana de la Lengua (1941-1964)

     “Vigilias en la penumbra de las aulas de aquel Colegio Sucre, ubicado en el centro de Caracas y luego en los Dos Caminos, tan suyo y tan venezolano forjando con sus sabias enseñanzas a los hombres que luego harían una parte de la historia patria. Recuerdos perdidos en un mundo pedagógico de vertical existencia, cerebro privilegiado de voluntad monolítica y disciplina férrea. Ejemplar vida de patriota, donde se forjaron tres generaciones y con una pléyade de ciudadanos ilustres.

     Esa obra ingente, fecunda y valiosa se debe al preclaro educador y presidente de la Academia de la Lengua, doctor José Manuel Núñez Ponte.

     Con él se fue toda una Venezuela histórica, con sus intérpretes y escenarios pintorescos de aquella Caracas que cantara emocionadamente el poeta Juan Antonio Pérez Bonalde y que nos legara magistralmente en un puñado de recuerdos el desaparecido cronista de la ciudad, don Enrique Bernardo Núñez, también discípulo del ilustre educador caraqueño.

     El doctor Núñez Ponte, con la perseverancia de su esfuerzo en “ser útil”, la vigorosa estructura de su espiritualismo y su acendrado sentido religioso, dentro de la formación de un ideal patriótico, con la misma trayectoria de nuestros Libertadores, efectivamente, consiguió la cumbre de la gloria en “ser grande”.

Núñez Ponte fue un insigne educador y escritor. Los temas predilectos de su pluma fueron la historia, la religión, el lenguaje y la literatura.

Núñez Ponte fue un insigne educador y escritor. Los temas predilectos de su pluma fueron la historia, la religión, el lenguaje y la literatura.

Nace un educador

     El 5 de mayo de 1870, entre las esquinas de Esmeralda y Mirador, en la casa marcada con el número 93, llegó al mundo un niño con la débil constitución física que pregona ya heraldos de muerte. Sin embargo, al correr del tiempo se convertirá en ejemplo maravilloso de una existencia longeva y ejemplar, a casi un siglo de aquella tarde caraqueña. Los atribulados padres que vieron con este nacimiento, la alegría incompleta en un hogar junto a sus hermanos, poco a poco tuvieron la inmensa satisfacción de verlo desarrollar, no ya solo física, sino intelectualmente con una rara disposición para las cosas, poco común en un infante de tan cortos años. Habían transcurrido cinco años de cuidadas y esmeradas atenciones para que aquella salud, harto quebrantada, recobrara el vigor que su precaria constitución necesitaba.

     El joven Núñez Ponte inició los estudios superiores en el Colegio Sucre, que fundara otro benefactor de la pedagogía nacional: el doctor Jesús María Sifontes. Andando el tiempo, y al fallecimiento de tan ilustre patricio, el doctor Núñez Ponte se hará cargo de la Dirección del Colegio, alternando su labor docente con otro eminente educador que se llamó don Rosendo Noria.

     El doctor José Manuel Núñez Ponte, hasta los últimos momentos de su vida, tenía en su mente el piadoso recuerdo de sus progenitores y en ese cúmulo de un pasado dichoso, evocaba a doña mercedes Ponte de Núñez –su madre– con la palabra dulce del amor filial que siempre puso de manifiesto en todas sus conversaciones: “Yo hice la primaria y secundaria con mi mamá, pero era mi papá –nos dirá con una sonrisa triste que resbala por su apostólica faz– quien me tomaba las lecciones y hasta me reprendía. . . pero sin severidad. . .

     La concluir su bachillerato, comenzó la carrera de derecho en la Universidad Central de Venezuela, obteniendo el título en la Universidad de Valencia en el año de 1895. Un desagradable incidente con otro colega, respecto a diferencias donde la dignidad y el honor profesional se ponían en entredicho, forzaron a tan puro espíritu a renunciar de manera definitiva a la carrera que tan brillantemente había comenzado. Desde aquella fecha se dedicó por entero a la pedagogía. En la ciudad de Valencia, que quería de manera extraordinaria y para la que siempre tuvo un cariñoso lugar en el recuerdo de sus años jóvenes, escribió un soberbio trabajo sobre la esclavitud, que mereció el galardón del primer premio Anual del a Academia Venezolana de la Lengua Correspondiente de la Real Española.

     Más tarde. obtuvo otro triunfo literario. Esta vez, en la ciudad de Lima, y con una obra titulada “San Francisco de Asís”. Núñez Ponte, íntimamente ligado al sentido religioso de las obras pías, se destacó numerosas veces con trabajos de extraordinaria factura cristiana. Fue secretario del eminente prelado Juan Bautista Castro, el “Obispo Bueno”, a quien tantísimo debe la iglesia venezolana. En el Congreso Eucarístico de Caracas como en el Mariano de Coro, el doctor Núñez Ponte dejó constancia siempre de probidad y acendrada fe religiosa.

Entre sus obras las notables de Núñez Ponte, destacan: las biografías del hoy beato doctor José Gregorio Hernández (1924) y del arzobispo Juan Bautista Castro.

Entre sus obras las notables de Núñez Ponte, destacan: las biografías del hoy beato doctor José Gregorio Hernández (1924) y del arzobispo Juan Bautista Castro.

     Contrajo matrimonio en la ciudad de Valencia con la distinguida dama Doña María Isabel Pérez Mujica, hermana del notable pintor-escultor Andrés Pérez Mujica. Como virtuosa representación de una sociedad privilegiada por sus dotes y ferviente patriotismo, doña María Isabel de Núñez dejó el imborrable recuerdo de un pasado similar al de su esposo, dentro de la tarea educadora. Era la más aventajada discípula de la inolvidable Mercedes Limardo, sobrina de don Manuel Felipe Tovar, presidente que fuera de Venezuela y fundador de la colonia que lleva su nombre. El doctor Núñez Ponte, cuando nos habló de estos episodios, nos señaló un sofá que adorna el valioso estudio, regalo del mencionado hombre público. Los recuerdos en la memoria del Maestro, llegan atropellados, con la rica gama de los contenidos históricos, donde los accidentes se suceden y las anécdotas les dan ese brillo peculiar de las cosas que pasarán indudablemente a la posteridad. Es ahora el doctor José Manuel Núñez Ponte quien habla:

     “Eran los años de Joaquín Crespo cuando nos invitó a un desfile cívico de todos los estudiantes, un 12 de octubre de 1892. Celebrábamos los 400 años del Descubrimiento. Delante de nosotros iba el presidente y junto a él, los ministros. El general Crespo era muy bueno con nosotros, tenía un carácter muy en consonancia con su profundo sentido de la pacificación. No olviden que él arregló nuestros problemas con los límites de la Guayana. . .”

     Los años impidieron últimamente recrearse con la valiosísima biblioteca de su casona en la Esquina de Esmeralda, pegada a los muros de la Capilla de La Trinidad. En esa sala, como un museo de preciadas reliquias, el Maestro fue depositando toda su vida:

    Condecoraciones, diplomas, volúmenes escritos por él y centenares de libros donde la filosofía alterna con la psicología y la dogmática, la historia con la novela y los autores griegos con los grandes pensadores de los nuevos credos. 

     Núñez Ponte dominaba el inglés, el alemán, el francés, tradujo el griego y el latín y era un profundo investigador de nuestra historia. Entre sus libros conservó uno, con fecha del año 1546, sobre las obras de Hipócrates, traducido del griego al latín y varios sobre temas políticos y filosóficos de los Siglos XVII y XVIII.

     Cuando el doctor Núñez Ponte mencionaba a personajes que llenaron grandes capítulos de nuestra historia, lo hacía siempre sin herir susceptibilidades, aunque los hubiera considerado poco amigos de sus obras o trayectorias políticas:

     –“Cipriano Castro era un valiente, que olvidó demasiado pronto su ingente tarea política. Juan Vicente Gómez me distinguió con su amistad y aunque poco dado a las letras, era un espíritu muy cultivado de fina sensibilidad y sobre todo un gran psicólogo. López Contreras un excelente militar que supo ser patriota en dificilísimas circunstancias. Isaías Medina representó una democracia incipiente, sin doblez y con elevados sentimientos patrios. Con el General Pérez Jiménez hablé en diferentes oportunidades, me distinguió con su gentileza acostumbrada y reconozco su obra material, como testigo que soy de una época de rudos contrastes”.

El doctor José Manuel Núñez Ponte fue individuo de número de la Academia Venezolana de la de la Lengua.

El doctor José Manuel Núñez Ponte fue individuo de número de la Academia Venezolana de la de la Lengua.

     –Raúl Leoni –continuó– fue siempre buen estudiante y de conducta ejemplar. Todo lo contrario de muchos “mozos” que hoy, incluso, gobiernan, pero que en medio de todo, siempre conservaron el respeto por sus profesores y hasta sabían pedir perdón, en más de una ocasión. Rómulo Gallegos era excelente muchacho; siempre se distinguió por su agudeza y penetraciópn en los temas que trataba. Jamás me dio una queja. Dios ha sabido premiarlo y la patria tiene mucho que agradecerle”.

     Y entre aquella pléyade de escritores, políticos y bohemios que escucharon la sabia palabra del Maestro, el doctor Núñez Ponte recuerda con cariño a uno de manera especial: Cristóbal Mendoza, actual Presidente de la Academia de la Historia. Después nos habló de Monseñor Arteaga, Godoy y hasta del Padre Borges, pasando por Raúl Carrasquel y Valverde y concluyendo con la pía presencia de Monseñor Navarro Ortega. . . y tantos y tantos otros donde Caracas la romántica, dicharachera y popular, va íntimamente ligada al virtuosismo característico de sus hijos, que en boca del doctor Núñez Ponte establece la auténtica dignidad del venezolano , con sus defectos y sus numerosas virtudes. De la misma manera que al Padrr Borges lo llamaba “hermano”, al doctor José Gregorio Hernández, quien fuera alumno y amigo, lo calificaba de “Siervo de Díos”, cuando aun no era conocido en el mundo popular de su trayectoria de santo.  

     El doctor Núñez Ponte jamás fue político. Decía que la política, salvo muy raras excepciones, “embotaba el espítitu para dar expansión a los egoísmos y la egolatría”. Fue un hombre de letras y el más alto exponente de la dignidad educacional del país. Se le atribuyeron actividades políticas, erróneamente por el hecho de haber ayudado a tumbar la estatua del Ilustre Americano que los estudiantes dieron en llamar Saludante, frente a la Universidad Central y el Capitolio; lo mismo que en ocasión de celebrar en la ciudad de Valencia las Bodas de Plata sacerdotales del Presbítero Críspulo Pérez, cuando pronunciara el discurso de orden ausente de tópicos políticos y rebosando profundo sentido cristiano, que las autoridades censuraron con el torpe argumento de que era “subversivo”. 

     Ni el propio General Crespo concedió nunca importancia a aquellas palabras del orador, tan lejos de vilipendiar una obra que realmente no cabía en sus sentimientos, por su absoluta condición apolítica.

     El doctor José Manuel Núñez Ponte, miembro de la Academia de la Historia y de la Lengua durante 35 años consecutivos, llegó a la Presidencia de la segunda, con el resentimiento sincero de los que estimaban que no poseía méritos suficientes para tan honroso cargo, argumentando que existían otras personalidades con mayores créditos que él, para honrar tales presidencias. Entre las numerosas condecoraciones que exhibió en su pecho, con preclara y dignísima representación de nuestras letras, figuran la legión de Honor, la Orden del Libertador y la de Francisco de Miranda, la Medalla de Educación, la orden Papal “Pro ecclesia et Pontifice” y la Orden de San Gregorio Magno, otrorgada por el  Vaticano, en calidad de Comendador. El Ecuador y Chile lo contaron como un “hijo predilecto”, condecorándolo por su extrairdinaria labor docente, y España lo consideró “la mayor gloria venezolana contemporánea de los educadores”.

     De Sola, Carnevalli, Gallegos, Villalobos, Hernández . . . etc . . . discípulos que el maestro recordó siempre con cariño, hoy lloran con toda Venezuela, la desaparición de tan insigne y ejemplar patriota. Pero si la muerte a casi un siglo de plazo ha solicitado su parte en nuestra pobre existencia, con el doctor José Manuel Núñez Ponte el despojo físico solo representa ese tránsito inevitable que tenemos que abordar todos, pero dejando  a la posteridad la utilidad de su inmensa obra que acaso nadie haya podido igualar y, mucho menos, superar. Porque en su prolongada y virtuosísima vida, según sus propias palabras, tenemos que tener en cuenta que: “. . . en la vida hay que considerar dos cosas: la satisfacción de lo que se está haciendo con gusto y provecho de los demás y el resultado de esa labor que ha de dictaminar la conciencia. Yo estoy plenamente convencido de que he dado de mi, todo lo que podía y mi satisfacción mayor es la que me proporcionaron mis discípulos alcanzando lo que ellos se propusieron. Por otra parte, muero con la conciencia tranquila, porque la vida me ha dado muchas satisfacciones y sobre todo el trabajo que he tenido y que siempre deseé ejecutar. ¡Es muy hermoso llegar a viejito con la conciencia en completa paz, sin el recuerdo pesaroso de haber empleado el mal para justificar hacer “de mentiras” el bien. Cuando muera lo haré, a Dios Gracias, tranquilito. . . tranquilito. . .” !

FUENTES CONSULTADAS

  • Francisco “Paco” Ortega. El maestro Núñez Ponte. Elite. Caracas, núm. 2074, 26 de junio de 1965; págs. 42-45

Enero de 2002

Febrero de 1969

REVISTA PRODUCCIÓN

Febrero de 1969

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     Esta edición está dedicada al 25 aniversario de la Asociación de Industriales de Artes Gráficas. Inicia con la presentación de las Gacetas Oficiales de carácter económico publicadas en la legislación venezolana. En el editorial se hace un balance cerca de la evolución del proceso de industrialización nacional.

     Posteriormente se publica la imagen del acta constitutiva de la Asociación de Industriales de las Artes Gráficas y luego se presenta un balance de lo que la industria de las artes gráficas espera del gobierno nacional de acuerdo con las palabras del presidente de la asociación. En la sección de testimonios de los empresarios del sector se presenta Juan de Guruceaga, el cual rememora los difíciles inicios de la Asociación. Aparece una breve nota acerca del VII Congreso de Ingeniería, el cual tuvo lugar en diciembre de 1968. Continuando con el tema central de la entrega, se presenta una nota de Hans Weisz escrita por Leandro González en la que se refuerza el espíritu de solidaridad entre los industriales de las artes gráficas de Caracas.

     César Sierra, secretario ejecutivo de la asociación manifiesta la eficiente organización de la misma en un artículo escrito por Leocadio Rivas. En una asamblea celebrada el 28 de enero de 1969, la Asociación de Artes Gráficas escogió una nueva directiva. Luego de ello se publican las fotos que registran la celebración por la despedida del año en la Cámara de Industriales de Caracas. En un artículo relacionado con el área de Administración de Empresas, Pastor Martínez Leal explica la importancia de la planificación como estrategia para reducir costos. Se presentan breves noticias del mundo empresarial internacional.

     En el marco de las iniciativas del Instituto Nacional de Capacitación y Educación (INCE), se presenta el programa nacional de aprendizaje. El periodista J. Sanjuán escribe un artículo de opinión en el que hace un balance de la economía venezolana a lo largo del mes transcurrido. En el área de finanzas, un grupo de expertos opinan sobre el rol del mercado de capitales para las empresas industriales.

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     Se entrevista a Oscar Machado Zuloaga, gerente general de la Electricidad de Caracas para que analice el estado de la industrialización del país. Francisco González explica en un artículo por qué el mal llamado “sacrificio fiscal” no representa una amenaza para la industrialización sino todo lo contrario. Los expertos J. Jonio y G. Plaindoux desarrollan un artículo sobre el control presupuestario de empresas industriales. Harry T. Schwan analiza el papel de la renovación de la maquinaria y equipos de empresas industriales. Culmina la edición con las direcciones y los contactos de los asociados a la Cámara de Industriales de Caracas

Más revistas

Abril de 1968

La edición está dedicada al estudio de las condiciones de la industria química y farmacéutica.

Mayo de 1968 – N192

Esta edición está dedicada a la Asamblea de Fedecámaras y la industria de los alimentos.

Mayo-Julio 1993

Este número está dedicado al análisis de la situación de la seguridad social en Venezuela.

Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria

Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria

La idea de crear esta institución surgió en 1943, por iniciativa del entonces presidente de la República, general Isaías Medina Angarita, quien en ese mismo año ordenó iniciar las obras con el diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva y la asesoría de los norteamericanos Frank Mc Vey y Thomas Penton. El Hospital Clínico Universitario, como también se le conoce, fue inaugurado en diciembre de 1954, pero no fue sino año medio después cuando entró en pleno funcionamiento. Para entonces, era el centro médico especializado más grande del país, contando con 1.250 camas

El Hospital Clínico Universitario contaba con 1.250 camas cuando se inauguró en 1954; era el más grande centro médico del país.

El Hospital Clínico Universitario contaba con 1.250 camas cuando se inauguró en 1954; era el más grande centro médico del país.

     La prensa de la época de su inauguración, recoge amplia información sobre las características del Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria. La consideraban entonces la masa arquitectónica más imponente y compleja de Caracas. “Su estructura domina el conjunto de la urbe estudiantil y muestra el nuevo espíritu de la arquitectura funcional en la dinámica concepción de sus ángulos y en la policromada decoración de sus exteriores, en los cuales alternan y se equilibran franjas amarillas y azules de tonos vivos sobre grandes paneles blancos o grises. De este modo el pesado edificio de cemento armado, a pesar de su majestad, pone una nota alegre al fondo de las numerosas construcciones que forman parte del primer centro cultural de la República.

     Esta obra, inicialmente proyectada como hospital simplemente universitario con 450 camas, fue convertida en un centro-base de la asistencia y del seguro social para toda la metrópoli, elevando su capacidad a un total de 1.250 camas. Se concibió y se realizó en consecuencia, en un bloque de 14 pisos y dos entresuelos (para tuberías e instalaciones eléctricas), sobre un área de 45.000 metros cuadrados. Su composición tiene forma rectangular, con dos patios interiores. 

     Una red de pasillos intercomunica las salas y cuerpos del edificio, de 130 metros los laterales y de 60 metros los que van de Este a Oeste. En sus caras oriental y occidental ostenta cuatro salientes, en todos los pisos, que dan al conjunto un bello despliegue de formas. En estas salientes se han ubicado salas colectivas, en las cuales cada cama está colocada angularmente en tal disposición que no puede verse la una de la otra.

     La cocina y la lavandería del Hospital tienen excepcionales proporciones. La primera puede suministrar comidas para 3.500 personas al día, la segunda puede rotar diariamente el inmenso menaje de ropas, mantelería y juegos de cama que requiere una institución de esta clase. Posee, además, una planta eléctrica de emergencia de 350 KW, que mantendrá activa la mecánica del Hospital en cualquier interrupción do los servicios públicos. Porque este instituto, en su funcionamiento’ normal, ha de ser algo como una ciudad concentrada en un solo cuerpo estructural, que tiene 86.000 metros cuadrados de salones y corredores en todos sus pisos, y en los 1.658 cuartos que componen su masa celular. Para unir esas plantas tiene 10 ascensores, dos montacargas y cuatro rampas. Por allí circularán en forma incesante, sobre el silencioso material aislador y absorbente de los pisos, los carros térmicos de la cocina, las camillas rodantes de los enfermos, los médicos, sus enfermeras, el personal de servicio, en su ir y venir desde los salones a los grandes laboratorios y a las farmacias de cada planta, o a una cualquiera de sus 6 salas de cirugía. Estos quirófanos fueron hechos de acuerdo con todos los adelantos que ha logrado hoy la ciencia médica; instrumental finísimo y completo, mesas y equipos de toda clase, iluminación cenital y cúpulas de observación para médicos y estudiantes.

Una de las salas para partos prematuros; equipados con los más modernos equipos médicos de la época.

Una de las salas para partos prematuros; equipados con los más modernos equipos médicos de la época.

La policromada decoración de sus exteriores, en los cuales alternan y se equilibran franjas amarillas y azules de tonos vivos sobre grandes paneles blancos o grises.

La policromada decoración de sus exteriores, en los cuales alternan y se equilibran franjas amarillas y azules de tonos vivos sobre grandes paneles blancos o grises.

     Cada planta tiene, en efecto, sus servicios completos, para hacer más efectiva la funcionalidad de Hospital, desde sus salones de recibo hasta sus albergues para médicos residentes, internos y enfermeras.

     Una compleja instalación eléctrica presta las más variadas facilidades a la vida y al trabajo dentro de la gigantesca construcción: luminosidad indirecta, luces de señales, citófonos, teléfonos, aparatos de calefacción y de aire acondicionado, etc. La cafetería, la panadería y demás servicios similares cuentan con trenes y equipos ultramodernos que harán atractiva y ultrarrápida la presentación de las cosas. Las plantas de asepsia están con la última palabra en su género.

     Además de utilidad obran en el Hospital Clínico los factores de solidez, seguridad y belleza. Los 342.000 metros cúbicos de su masa están fundidos en concreto armado antisísmico; los 35.000 metros cuadrados de sus áreas libres se han convertido en jardines y estacionamientos. Todo aquí concurre al beneficio humano, a las finalidades docentes y al prestigio estético, no solo de la Ciudad Universitaria, sino de Caracas. El costo total de la obra fue de Bs. 100.000.000”.

FUENTES CONSULTADAS

  • El Heraldo. Caracas, diciembre de 1954 

  • Élite. Caracas, 4 de diciembre de 1954

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