Cada publicación hacía historia de todos los robos de obras de arte realizados en la historia. El robo de los cuadros en Caracas era comparado con el robo de la Gioconda en 1911, desde el Museo de Louvre, por el italiano Vicente Perrugia para “devolver a Italia una obra que le pertenece por derecho propio”, “La Gioconda”, que ahora es huésped de USA, estuvo desaparecido dos años. ¿Los cuadros desaparecidos en Caracas irían a estarlo por el mismo tiempo?
El tema apasionaba. De Europa y Estados Unidos las publicaciones importantes no vacilaban en hablar media hora por teléfono con sus representantes en Caracas, pidiéndoles el material que querían. Se hablaba de delegados del Lloyd, el más grande asegurador del mundo, de los famosos detectives de Scotland Yard, la Sureté de Francia y del FBI.
Miguel Arroyo en la PTJ
Para las policías que trabajaban unidas, con la PTJ a la cabeza, las huellas dactilares encontradas en los vehículos señalaron al dirigente sindical José Hilario Monterrey como cabecilla de los asaltantes. 50 radiopatrullas andaban por la ciudad la noche del viernes.
Monterrey fue detenido en una avenida de la parroquia Sucre, junto a José Montero. Nieves Trujillo fue detenida en la calle Los Alpes de El Cementerio. Las llamadas anónimas ya llegaban a las 500, dando siempre direcciones de dónde se hallaban los cuadros. El sábado amaneció prometedor. La PTJ esperaba que Monterrey diera nombres. Hasta el mediodía no le habían sacado nada. La policía tenía una sola certeza: los cuadros estaban en Caracas. Sus ladrones eran estudiantes y las patrullas empezaban a mirar con especial cuidado y pedir documentos a cuanto vehículo circulaba con más de un joven. Monterrey fue pasado a un calabozo de la PTJ al mediodía del sábado. Para la policía ya estaba clara su participación en el asalto al Museo, pero, fuera porque no quisiera soltar prenda a los reporteros o porque nada concreto sabía, solo prometía noticias importantes para después.
Un inspector, que estaba trabajando en el caso, dijo a “Élite”, a las 4 de la tarde del sábado: “Estamos sobre la pista. Es casi seguro que vamos a tener los cuadros antes de 24 horas”. Un reportero alcanzó a oír y comentó: “Por supuesto: mañana en la Rinconada, después que se corran todas las carreras del 5 y 6”. Fernando García, el jefe de la sección de Atracos, que llevaba 3 noches sin dormir, se rió cuando supo el comentario. A esa hora, Miguel Arroyo y la totalidad de los empleados del museo, hacían antesala para declarar por los pasillos de la PTJ; después fueron pasados a la celda donde se hallaba Monterrey. Fueron a ver si reconocían a éste como autor del robo. Estuvieron casi una hora detrás de la reja de la fatídica celda de reconocimiento. Por un momento parecía que la policía había decidido dejarlos detenidos. Cuando salieron, nada quisieron decir. Después de las 5, las secretarias y vigilantes del Museo seguían contando lo que habían visto. Era lo mismo que ya habían dicho a los periódicos. Los que interrogaban resolvieron: “Váyanse. Seguiremos el lunes”. Arroyo salió por la puerta sur del edificio con su gente. Los fotógrafos disparaban sus flashes una y otra vez. Todas las fotos perdieron su valor una hora más tarde.
“¡Los cuadros! ¡Los cuadros!”
La mayoría de los reporteros se había retirado a escribir sus pistas. Pero a las seis y doce minutos hubo un tiroteo en La Florida y 20 minutos después llegó a la central la patrulla 567, que siempre ocupa el doctor Uzcátegui. El chofer frenó con estruendo, y Bolívar, uno de los dos agentes que participaron en la recuperación de los cuadros, en la avenida Ávila, al llegar al segundo puente, gritaba, loco de júbilo:
– ¡Los cuadros! ¡Los cuadros! ¡Los recuperamos! ¡Los cuadros!
Las dos cajas de cartón fueron subidas al tercer piso, a la sede de la sección Otros Delitos.
El director Uzcátegui llegó en 5 minutos.
Los cuadros fueron subidos al piso 11 y allí fueron sacados cuidadosamente. Pronto llegaron Santos Gómez y Abraham Baíz. El inspector Casadiego completaba los datos precisos. Los periodistas habían recibido la noticia por una emisora, que llegó a hablar de 3 muertos. A las 7 y media los reporteros y fotógrafos llegaban a la treintena. Uzcátegui comenzó diciendo que la recuperación de los 5 célebres cuadros había sido un triunfo de la policía nacional. Y dio detalles. A las 6 de la tarde la patrulla estaba en su casa cuando la radio del vehículo dijo que un Dodge 55, placas C4-2071, color blanco y azul, llevaba los cuadros por La Florida. El chofer y los dos funcionarios que estaban allí pidieron permiso y corrieron al lugar, ubicando pronto el vehículo e interceptándole el paso. Un policía saltó con su metralleta:
–Salgan con las manos en alto.
Los ocupantes del vehículo eran dos muchachos y una mujer. Ella dijo no tener cédula. Ellos mostraron sus carnets de estudiantes de la UCV: Luis Alberto Monsalve Valdés, cédula de identidad 1.897.085, tiene 25 años y es estudiante de arquitectura; Winston Bermúdez Machado, cédula 2.063.631, de 21 años, estudiante de ingeniería.
A Monsalve le hallaron una pistola checa de 9mms. Fueron metidos en la radiopatrulla. Uno de los agentes estaba pidiendo refuerzos para acudieran a llevarse los cuadros que estaban en el asiento trasero del vehículo blanco-azul. Entonces Bermúdez, que había conservado su pistola Supermatic, calibre 22, le apretó el cuello al que llamaba y le puso la pistola en la sien. En ese instante Monsalve y la muchacha huyeron. Bermúdez también lo iba a hacer, pero fue derribado de un golpe. Disparó y los otros ocupantes de la radiopatrulla hicieron fuego con sus metralletas. Los estudiantes fueron heridos: Monsalve en la región lumbar; Bermúdez, en el muslo derecho. La muchacha, de unos 19 años, saltó por un puente y no la pudieron capturar. Todas las patrullas de Caracas convergieron al lugar y rodearon el sector. Hasta la tarde del domingo, cuando fue redactada esta crónica, la muchacha no había sido capturada. Trasladados los cuadros a la PTJ y los heridos al Puesto de Salas, solo faltaba el recuento. Uzcátegui dijo: “En unas horas más, habrá más novedades. Se las diremos”. “Élite” le preguntó:
–¿Nos puede decir si los cuadros estuvieron o no estuvieron en la Universidad?
–Esa será una de las novedades.
–¿Les seguirán un juicio interno a los policías que hicieron fuego en la UCV?
–¿Por qué habría de seguírseles juicio? Ellos respondieron disparos, se defendieron. No hicieron otra cosa que defender sus vidas y cumplir con su deber.
–Las autoridades universitarias dijeron en su comunicado que los estudiantes no tenían armas…
–No tendrían revólveres, pero tenían granadas.
Los periodistas supieron que el senador Uslar Pietri no estaba en su residencia cuando los estudiantes extremistas se dirigían a ella para entregarle los cuadros. Luego trascendió que la recuperación de los cuadros y la captura de los asaltantes se había adelantado porque un “periódico” extremista los había delatado al publicar la carta que le habían escrito al Senador, aunque en la publicación habían omitido intencionalmente su nombre.
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