Ellos tumbaron a Gallegos

Ellos tumbaron a Gallegos

El 15 de febrero de 1948, Rómulo Gallegos tomó posesión del cargo de presidente de la República de Venezuela, después de haber ganado las elecciones el año anterior. En la gráfica, de izq. a der., el teniente coronel Mario Ricardo Vargas, el presidente Gallegos, Rómulo Betancourt y el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud.

El 15 de febrero de 1948, Rómulo Gallegos tomó posesión del cargo de presidente de la República de Venezuela, después de haber ganado las elecciones el año anterior. En la gráfica, de izq. a der., el teniente coronel Mario Ricardo Vargas, el presidente Gallegos, Rómulo Betancourt y el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud.

     “El doctor Domingo Alberto Rangel nos advierte que sólo tres personas pueden tratar con todo detalle los hechos ocurridos días antes y días después del golpe del 24 de noviembre de 1948 que derrocó al presidente constitucional, Rómulo Gallegos. Ellos son: Alberto Carnevali, quien lamentablemente está muerto, Gonzalo Barrios, cuya palabra sería interesantísima porque es muy inteligente, y Luis Augusto Dubuc. De entre los tres, nos da el teléfono de Barrios.

     Y arrellanados en el pequeño “recibo” de su domicilio, situado en la avenida Ávila de la urbanización Altamira, el doctor Gonzalo Barrios, una de las figuras civiles más prominentes de la democracia venezolana, accede condescendientemente a aclarar los puntos oscuros que quiero proponerle.

–¿Cuándo tuvieron Uds., la primera evidencia de que se conspiraba?
El 20 de octubre de 1945, –responde con acento humorístico.

–¿Cuándo empezaron a dudar de Marcos Pérez Jiménez?
En la misma fecha, ¡o un poco antes!

–¿Por qué no lo eliminaron a tiempo?
Porque en las conspiraciones debeladas antes, no aparecía clara la mano de Pérez Jiménez.

–¿Las guarniciones del interior apoyaban el golpe o estaban con el gobierno legítimo?

     Las guarniciones no contaban en ese alzamiento. Aquel fue un golpe de oficina, que se desarrollaba y combatía a no más de 15 metros de distancia, es decir, desde las oficinas del presidente, en Miraflores, y las del jefe del Estado Mayor, en el edificio de enfrente.

     Sólo dos guarniciones tuvieron cierta notoriedad esos días: la de Maracay, cuyo comandante era Jesús Manuel Gámez Arellano, quien estaba al lado del presidente, y la de La Guaira, cuyo jefe era Tomás “Mono” Mendoza, uno de los principales y más rabiosos conjurados.

     La agitación entre los militares había empezado, según todas las evidencias, durante el viaje del presidente a los Estados Unidos. Mientras allí recibía el homenaje de admiración de las más altas instituciones sociales y culturales del mundo americano, un pequeño grupo de ambiciosos fomentaba maniobras conspirativas enfrente de Miraflores.

     “El 17 de noviembre, Gallegos fue informado de que el complot estaba a punto de estallar”, explica el líder. El “Mono” Mendoza, comandante de la guarnición de La Guaira, había invitado a un marino a alzarse y éste había reportado la invitación al presidente de la República.

     Gallegos ordenó entonces al ministro de la Defensa, Carlos Delgado Chalbaud llamar a Mendoza y detenerlo, pero Delgado, a cuyo amparo corría el curso de los sucesos, deslizó una proposición sibilina:

–¿Por qué no habla usted mejor con ellos, mi presidente?

     Y Gallegos decidió hacerlo en el momento y lugar que Delgado le propusiese.

Los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez, cabecillas del movimiento conspirativo contra el presidente Gallegos.

Los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez, cabecillas del movimiento conspirativo contra el presidente Gallegos.

     El presidente Gallegos y los tenientes coroneles Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, quien era jefe del Estado Mayor, convinieron en que la reunión sería en el Cuartel de caballería “Ambrosio Plaza”, en Caracas.

     El propio Gonzalo Barrios y el doctor Raúl Leoni se empeñaron en acompañar al presidente a la peligrosa asamblea, pero él se opuso tenazmente.

     Como un maestro, les habló del drama político que es la historia del país, y de las formas como la ambición y la indisciplina de los hombres de armas, han quebrantado la paz de la Nación y entrabado su desarrollo y prosperidad.

     Gallegos, indicó Barrios, “se creció” con su autoridad moral y con su palabra elocuente. Al regresar al Palacio, Delgado Chalbaud le dio un abrazo. ¡Gran abrazo!

–¡Qué bien, mi presidente! ¡Así es como hay que hablarles a esos sujetos!

     Pérez Jiménez cargaba las manos en los bolsillos. Manoseaba internamente un papel, pero no se atrevió a sacarlo.

     ¿Qué pasó, que al día siguiente Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez se anunciaban en el despacho del presidente para presentar su “pliego conflictivo”?

     Se fijó una entrevista para el 19 de noviembre. El doctor Barrios asistió a ella, en su carácter de Secretario Presidencial y amigo de Gallegos.

     “Los militares visitantes fueron introducidos en el despacho presidencial y los invité a tomar asiento en un ancho sofá, adosado a una de las paredes, casi frente al escritorio del presidente”, narró el mismo secretario en una carta al biógrafo norteamericano de Gallegos, quien la publicó en su libro hace varios meses (1). “El presidente se sentó pausadamente en un sillón, separado de aquel sofá por una mesa, y a su lado ocupé otro asiento”.

     “Como guardaban silencio, Gallegos los excitó a hablar. Esperábamos que Pérez Jiménez sacara del bolsillo aquel papel que parecía ser el pliego del Ejército, y que había demostrado llevar consigo en el ‘Ambrosio Plaza’. Pero fue Delgado quien, para sorpresa nuestra, extrajo un papel manuscrito y con voz vacilante planteo:

 1°– Expulsión de Betancourt;

2°– Prohibición de regreso del comandante Mario Ricardo Vargas;

3°– Remoción del comandante Jesús Manuel Gámez Arellano, de Maracay;

4°– Cambio en los edecanes del presidente; y

5°– Desvinculación del gobierno y Acción Democrática.

Rómulo Betancourt entre dos golpistas: Marcos Pérez Jiménez y Mario Ricardo Vargas.

Rómulo Betancourt entre dos golpistas: Marcos Pérez Jiménez y Mario Ricardo Vargas.

     El presidente dijo que iba a contestar de inmediato tales peticiones. Señaló que, de acuerdo con la Constitución, los únicos poderes ante quienes tiene que dar cuenta de sus actos son el Congreso Nacional y el Poder Judicial, si contra él fuere incoado juicio en forma legal. “Lo que ustedes me proponen en cuanto a Betancourt es la inconsecuencia entre amigos personales y políticos, clásica en la historia de Venezuela, y en la cual no voy a incurrir por dignidad propia; el comandante Mario Vargas, compañero de armas a quien ustedes llaman simplemente Mario, es un hombre honesto y patriota, gravemente enfermo en Nueva York, y si quisiera venir a vivir sus últimos días en su patria, no sería yo quien se lo impediría por cuestión de dignidad propia; en cuanto al comandante de la Guarnición de Maracay, contra quien se ensañan Uds., porque los saben leal al gobierno legítimo, podría ser que lo removiera, pero no por imposición de Uds., respecto a los jóvenes edecanes militares que se sientan a mi mesa, no puedo renunciar al derecho de escogerlos personalmente; respecto a Acción Democrática, si le doy la espalda, además de cometer una deslealtad, quedaría expuesto a las maniobras de cualquier ambicioso, y ya no serían ustedes sino el, portero de Miraflores quien me impediría la entrada cuando quisiera. 

Así que los dejo aquí (levantándose) para que tomen unas determinaciones conforme con mi respuesta. Mi suerte personal está echada y la de la República queda en las manos de Uds.”.

     Pasado un momento, volvió Delgado Chalbaud a la Secretaría, donde se encontraba el presidente, y dejó caer su segunda gran emoción de aquella historia. Felicitó al presidente y le anunció, trémulo, que el Ejército respaldaba y no se metería más en política, pero pedía solamente que no hubiera intervención de los políticos en el ascenso de los militares.

     Gallegos le dijo a Delgado Chalbaud:

     “Pues si es así, hemos perdido todo el día, pues mis conclusiones no son cuestiones personales sino mandato de las leyes que he jurado cumplir y hacer cumplir”.

     Y Delgado, emocionado y contrito, se retiró silenciosamente.

     Después de esta entrevista, el presidente fue llamando a su despacho a todos los militares que juzgaba leales a su gobierno. Se convenció de que no tenía apoyo. El jefe del Batallón Motoblindado, el mayor La Rosa, le dijo que su deber era resguardar la persona del presidente pero que “no le pidiera llegar al extremo de hacer armas contra sus compañeros porque habían concertado un pacto para no combatirse”.

     Algunos capitanes como Zamora Conde y Roberto Moreán Soto y casi todos los oficiales de la Casa Militar manifestaron estar al lado del presidente, pero éste leyó en los ojos de Delgado Chalbaud que había sido traicionado y que el Ejército ya no le obedecía.

     Cuando Pérez Jiménez fue al Perú en “misión especial”, fuerzas oscuras decidieron en favor de su regreso.

Los tres integrantes de la Junta Militar de Gobierno que asumió el poder tras el derrocamiento de Rómulo Gallegos: Marcos Pérez Jiménez, Carlos Delgado Chalbaud Y Luis Felipe Llovera Páez.

Los tres integrantes de la Junta Militar de Gobierno que asumió el poder tras el derrocamiento de Rómulo Gallegos: Marcos Pérez Jiménez, Carlos Delgado Chalbaud Y Luis Felipe Llovera Páez.

     Gonzalo Barrios cree que este es uno de los puntos más difíciles de explicar. Pérez Jiménez no podía volver sin la autorización del presidente y a éste lo presionaban sus amigos para que no decidiera el regreso. Pero Pérez Jiménez regresó de improviso y en esto jugó papel principal el ministro de la Defensa.

     “Comprendimos que habíamos perdido con ese regreso un episodio de la pelea, que iba a influir mucho en el desenlace de ella”, señaló Barrios.

–¿Es cierto que el presidente tenía más confianza en Delgado que en su partido?

     Tenía confianza en Delgado, no hay duda. En los asuntos de índole militar, la palabra, la persuasión de Delgado era decisiva. Pero esto no quiere decir que esa confianza estuviera en pugna con la confianza de su partido. Lo que ocurría es que para la fecha había una serie de problemas políticos en los que los dirigentes del partido tenían diferentes opiniones, y no había unidad por esas mismas razones.

–¿A quién responsabilizaría usted en primer término del derrocamiento de Gallegos: a Delgado o a Pérez?

     Delgado y Pérez eran dos naturalezas opuestas: el uno, de naturaleza escurridiza e indecisa, ni totalmente leal ni totalmente traidor. Trataba simplemente de sobrevivir. Pérez Jiménez, una naturaleza taimada, fría y que sabe esperar. Delgado despreciaba a Pérez Jiménez y le temía. Sentía que era el verdadero jefe de la máquina militar que él, Delgado, cuidaba nominalmente.

–¿Las virtudes de Delgado?
Era culto, cuidadoso de las formas, ajeno a crímenes y a saqueos al tesoro público.

–¿Las virtudes de Pérez Jiménez?
Calculador a plazo largo, taimado, impasible y paciente, como el general Juan Vicente Gómez.

     Para probar esto último, está patente su venganza lenta en las siguientes anécdotas: Sin que Oscar Tamayo Suárez lo supiera, Pérez Jiménez, desde muy temprano, era su enemigo vehemente.

     Sucedió que el comandante de la Guardia Nacional había presentado un informe estrictamente confidencial al presidente de la República sobre el aumento de los efectivos de la Guardia Nacional, para atender los servicios civiles a que la Guardia Nacional estaba destinada, y al mismo tiempo para “contrabalancear” la influencia del Ejército.

     Solo tres personas, el presidente, su secretario general y el ministro del Interior, sabían de la existencia de dicho informe. Pues bien, me sorprendió enormemente el que, durante las disputas de noviembre, una vez en el despacho de Pérez Jiménez, frente al Palacio de Miraflores, nos acusara de estar conspirando “con cierto oficial”, “para lesionar el Ejército”.

     Y sacó de una gaveta el proyecto de Tamayo Suárez y lo puso ante los ojos de todos.

     Era que en el despacho del comandante Tamayo Suárez había deslizado un capitancito, que hacía de mecanógrafo-archivero-secretario, quien le pasó copia del informe. Desde entonces quedó con la manía de que “queríamos lesionar a la institución castrense”.

El secretario del presidente Gallegos, Gonzalo Barrios, testigo fundamental en los sucesos del 24 de noviembre de 1948.

El secretario del presidente Gallegos, Gonzalo Barrios, testigo fundamental en los sucesos del 24 de noviembre de 1948.

     A los 9 años, después que permitió a Tamayo Suárez gozar de la vida y enriquecerse, fue cuando vino a darle el golpe que le tenía preparado desde aquel momento.

     En cuanto a Mario Vargas, a nadie temía más que a éste. Aún en Saranak Lake, donde Vargas pasaba sus últimos días por culpa de la tuberculosis, tenía un espía de su confianza controlando sus pasos, y era un capitán de apellido Sánchez, de ingrato recuerdo en los anales de aquellos momentos.

–¿Por qué no apelaron ustedes al pueblo?
Porque sabíamos que el pueblo sería masacrado y porque habíamos dominado tantos cuartelazos de oficina hasta aquel momento, que teníamos razón en esperar y dominar uno nuevo.

     El anuncio al pueblo de que “estuviera tranquilo”, que “todo se había arreglado”, se debió a que realmente estábamos seguros de controlar la situación conforme la habíamos controlado hasta entonces. Pero un hecho impremeditado, ¡un imponderable trágico!, echó a perder nuestra estrategia y propulsó el golpe.

     Los conjurados estaban en camino de pacificarse, al prometer el gobierno que Mario Ricardo Vargas no sería llamado. De hecho, todo estaba arreglado pacíficamente, pero el 23 en la mañana me llama Pérez Jiménez por teléfono para recriminarme.

¡Ahí está! ¡Esa es la forma como Uds. cumplen su palabra! ¡¡Mario Vargas vino!!

¡Es imposible! Nadie ha autorizado ese regreso, le respondí.

Pues vino y está en La Guaira. –contestó Pérez Jiménez fuera de sí.

     Ocurría que Mario Ricardo Vargas había llegado en efecto para sorpresa de todos, y el comandante de la Guarnición de La Guaira, el “Mono” Mendoza, lo detuvo y le expresó su indignación porque Pérez Jiménez se había tranzado y lo había dejado a él, al “Mono” Mendoza, haciendo el papel de “bandido” de la historia.

     El 22 había venido a Caracas el comandante y había visitado al presidente para anunciarle de la Guarnición de Maracay, Gámez Arellano, su disposición de sostener a todo trance al gobierno legítimo.

     La de Vargas fue una locura. Si hubiera avisado su viaje le hubieran hecho aterrizar en Palo Negro para robustecer a Gámez Arellano. Pero cayó en la boca del lobo, y todo por actuar imprevistamente.

     El “Mono” apresó a Vargas, pero éste le solicitó que lo dejara en libertad para venir a Caracas y arreglar el asunto entre Pérez Jiménez y el “Mono”. O sea, para decidir si se daba por fin el golpe o se pacificaban los ánimos.

     Pero la presencia de Vargas en Caracas encendió de nuevo la mecha del polvorín. Los conjurados no creyeron conveniente esperar más y le plantearon a Vargas la necesidad de apoyar el golpe para decidir de una vez todos los problemas.

     Entonces Mario Vargas apoyó el golpe, teniendo, como tenía, gran ascendiente personal sobre el comandante Gámez Arellano, de Maracay, le escribió una carta de su puño y letra, ordenándole plegarse a los acontecimientos.

     La carta a Gámez Arellano fue llevada a Maracay por el mismo capitancito Sánchez que espiaba a Mario Ricardo Vargas en Saranak por orden de Pérez Jiménez.

     Esto quiere decir que, si Mario Ricardo Vargas no regresa, el “Mono” hubiera hecho el ridículo por adelantar un golpe que estaba para ese momento pacificado o aplazado.

     Explica el secretario del expresidente Rómulo Gallegos que todo está tan claro ahora, y cree que es buena labor explicar la verdad de estos hechos a Venezuela.

–¿Por qué suspendieron las garantías constitucionales?
No quiero decir nada que turbe la sagrada unidad de este momento, pero las garantías tuvieron que suspenderse parcialmente porque había demasiadas voces estimulando el golpe.

     El miércoles 24 de noviembre, a las 11 de la mañana, Alberto Carnevali llama de Miraflores a la casa del presidente para anunciar “que ahora si es verdad que la gente está entrando al Palacio”. Gallegos telefoneó urgentemente a Gámez Arellano a Maracay y algunos dirigentes partieron, entre ellos Valmore Rodríguez, Edmundo Fernández y Luis Lander, pero ya Gámez Arellano había recibido la carta de manos del capitán Sánchez y Mario Ricardo Vargas había apoyado el golpe.

–¿No es duro destruir a esta hora la leyenda de la lealtad de Mario Ricardo Vargas?
Esta es la narración verídica de los hechos.

     En resumen, fue una estrategia fracasada a última hora por causa de Vargas, quien se apareció clandestinamente con la intención de “ver qué pasaba” y “qué haría” y solo logró atemorizar más a Pérez Jiménez y hacerlo precipitar un crimen contra la Constitución, que de hecho estaba ya atenuado por la hábil estrategia de Palacio. . .”

(1) Dunham, Lowell. Rómulo Gallegos, vida y obra. México: Ediciones de Andrea, 1957

FUENTES CONSULTADAS

Élite. Caracas, 22 de febrero de 1958

    Los domingos caraqueños de 1947

    Los domingos caraqueños de 1947

    Beisbol, cine, fútbol, carreras de caballos y otros deportes. Retretas, mar, dancing y el consabido arrocito, obligado plato dominical.

    Los domingos, los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Según las estadísticas, de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta la ciudad, el 70% concurre a los cines.

    Los domingos, los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Según las estadísticas, de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta la ciudad, el 70% concurre a los cines.

         “Alguna vez usted se habrá preguntado, apreciado lector, ¿qué hace la mayoría de los caraqueños el domingo?

         Después de los fatigantes días de labor, cuando la tienda de la esquina cierra sus puertas voraces; cuando la ferretería acalla sus voces de metal, al mediodía en punto, del sábado; y, en fin, cuando la dependiente, joven y bonita, sometida al vaivén incesante de sus ocupaciones, cuando el hombre de trabajo, fuerte y cordial, y cuando el obrero suelta el menester hasta el lunes de la siguiente semana, para perderse en la alegre comitiva sabatina y dominical, ¿qué se hace en Caracas?

         A eso nos hemos dedicado. Nos hemos incorporado como simples transeúntes, por estas calles de Dios, a la columna de deportistas, al cuerpo de cineastas, en fin, nos hemos dado a divertirnos, para saber decírtelo, lector, qué se hace en Caracas durante dos días. Caracas aparece a nuestra vista inundada de carteleras cinematográficas. 

         Corren y desfilan en colores, bellas coristas, estupendas y consagradas actrices, actores serios y reposados, y . . . Cantinflas, represado por milésima vez, a la altura y nivel de un cine de Barrio. Los caraqueños se vuelcan materialmente en los cines. Y aquí está la estadística: de 400.000 y pico de habitantes con que cuenta Caracas, el setenta por ciento concurre a los cines. Asombroso, ¿verdad? Pues sí, caro lector, cine y más cine, y lo que es peor a precios prohibitivos: a 4, 3, 2 y un bolívar. Las cintas de Greer Garson, suave y desvaída de belleza; Ingrid Bergman, sueca y adorable; María Félix, personal y única. etc… arrasan con la taquilla mágica de los bolívares.

         Y, ¿no ha ido usted nunca al beisbol? Cuatro esquinas calientes; el stadium cervecero pleno y bordado de público, hasta el tope. Pero, ¿quiénes juegan hoy?, los turcos de don Carlos Lavaud, o sea, el Magallanes, y sus eternos rivales, Cervecería de Caracas. El strike, es la recta perenne de la emoción hacia el corazón de la multitud. La pasión se desborda con creces cuando, va amenizada por el “palito” consabido. Los ídolos populares desfilan por el cariño del público y aquí se nos viene, atrapando la pelota del recuerdo, aquel gran jardinero criollo que se llamó José Pérez Colmenares. Caracas, ama el recuerdo del pelotero, concurriendo al beisbol su deporte favorito.

         ¿El fútbol? El balompié ha conquistado un puesto en la pasión deportiva venezolana, a través de un largo camino. Comenzó gustando a unos pocos y hoy es deporte popular. El Stadium Nacional de El Paraíso, es marco obligado del viril deporte. Las oncenas tienen sus colores deportivos, y el color marca el ritmo desaforado del cariño fanático, cuando las mallas revientan con el gol. Unión, La Salle, Deportivo, Universidad, Loyola, Atlético, Vasco, etc…  han prendido el coraje en el corazón de la hinchada venezolana. Al Paraíso, los sábados y domingos a las 4 de la tarde, se va el sentimiento de muchos caraqueños, para arropar a sus colores.

    Los domingos por la tarde, el Hipódromo Nacional de El Paraíso en el lugar de encuentro preferido de los caraqueños.

    Los domingos por la tarde, el Hipódromo Nacional de El Paraíso en el lugar de encuentro preferido de los caraqueños.

    Los domingos también es un día en el que muchos caraqueños prefieren emigrar hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

    Los domingos también es un día en el que muchos caraqueños prefieren emigrar hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

    El estadio Cerveza Caracas, ubicado en la popular urbanización de San Agustín del Norte, es uno de los lugares a los que los caraqueños asisten en masa las mañanas domingueras.

    El estadio Cerveza Caracas, ubicado en la popular urbanización de San Agustín del Norte, es uno de los lugares a los que los caraqueños asisten en masa las mañanas domingueras.

    Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

    Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

         Compadre, el Pool llegó a los 198.000 y pico de bolívares, –¿Tú sabes quién ganó? ¿No?, pues Manuel Pérez, con un cuadro de cuatro bolívares, que pagó 72.000 bolívares. . .

         El llamado deporte de los Reyes cuenta con la plena aceptación del venezolano, Si no, que lo digan las cifras. . .

         Baloncesto, cumplido y valeroso amigo de unos cuantos. Volibol, hecho para el colegial atrevido de músculos y fortaleza, y en fin una cadena interminable de deportes, deportes Reyes y deportes Súbditos, todos ellos causan, o mejor dicho acaparan la atención del caraqueño durante sábados y domingos.

         Las retretas de la Plaza Bolívar son motivo de atracción para grandes y chicos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, quienes allí se dan cita y comentan la actualidad, mientras escuchan las notas musicales.

         Hay quienes emigran hacia la playa en busca de Sol, yodo y aire puro.

         Pero, se me ha olvidado el más interesante y agotador de los deportes: el arrocito.

         Y hasta otro día, deportista y fanáticos de estas cuartillas, porque precisamente tengo que ir a un arroz, y ahora nos toca divertirnos solos. La Caracas trasnochadora y fiestera, le limpia las aceras a los Dancing de moda donde acompasa las estridencias del ritmo moderno, el mago de la música Luis Alfonso Larrain, o el cornetín estupendo de Bisoña. . . y es que, lector, se nos viene otra diversión encima: El Carnaval. . . y a divertirse tocan”.

    FUENTE CONSULTADA

    Elite. Caracas, 29 de enero de 1947

    Sociedad caraqueña

    Sociedad caraqueña

    Para el periodista estadounidense William Eleroy Curtis, el presidente de la República, Joaquín Crespo, y su señora esposa, Jacinta Parejo de Crespo, son una clara muestra del venezolano mestizo, descendientes de la mezcolanza entre españoles e indios.

    Para el periodista estadounidense William Eleroy Curtis, el presidente de la República, Joaquín Crespo, y su señora esposa, Jacinta Parejo de Crespo, son una clara muestra del venezolano mestizo, descendientes de la mezcolanza entre españoles e indios.

         En su libro titulado “Venezuela la tierra donde siempre es verano”, el periodista estadounidense William Eleroy Curtis resaltó que las por él denominadas barreras de color, entre los pobladores del territorio venezolano, no habían sido superadas, pero “no están tan estrictamente delimitadas como en los Estados Unidos”. Situación que corroboró al ver que descendientes de africanos, u hombres de color tal como él los denominó, no estaban privados de honores sociales, profesionales ni políticos. Expuso ante sus potenciales lectores el ejemplo de Joaquín Crespo (1841-1898), presidente de la República (1884-1886 y 1892-1898) y el de su cónyuge, Jacinta Parejo de Crespo al destacar su tipo mestizo o descendientes de grupos españoles e indios.

         En este orden de ideas sumó a sus consideraciones que, la mezcla entre los diversos grupos sociales se mostraba con mayor prominencia entre los conjuntos sociales menos favorecidos económica y socialmente. 

         “Es muy corriente ver que una mujer blanca tenga por esposo a un tercerón o, incluso un mulato, y hasta más corriente todavía resulta ver a un hombre blanco con una Venus de media tinta por esposa”. Presenció que, en reuniones, ágapes, bailes públicos, hoteles, lugares de diversión y encuentros públicos las “tres razas, española, negra e india” se apreciaban y mezclaban sin mayores distinciones.

         Según lo redactado por Curtis, era un verdadero y común espectáculo observar rostros negros y blancos lado a lado en las mesas de los hoteles, restaurantes, escuelas y colegios, lo que “no supone ninguna diferencia en su posición o en su trato”. No conforme con estas consideraciones sumó haber presenciado que abogados eminentes, juristas destacados y publicistas reconocidos “son de sangre negra”. De igual manera, apreció que entre los integrantes del clero tampoco la distinción basada en el color de la piel tenía mayor peso en lo que respecta a las exclusiones.

         Precisó haber visto por las calles a algunos estudiantes de teología negros caminar de brazos con un condiscípulo blanco, “y para el nombramiento de sacerdote para cada parroquia, el Obispo nunca piensa en prejuicio racial alguno”. Por momentos Curtis no deja de mostrar cierta ingenuidad y confianza en los comentarios que al respecto escuchaba, por eso es frecuente leer en su escrito aseveraciones como la siguiente: “Se dice que el actual Obispo tiene sangre india y negra en sus venas. Un domingo por la mañana me reuní con una congregación de fieles en una de las iglesias más elegantes y descubrí que un sacerdote negro oficiaba la misa. No pude distinguir a una sola persona de color entre los fieles, y todos los acólitos asistentes eran blancos”.

         Ratificó estas consideraciones con aseveraciones relacionadas con lo que había observado e información de testigos presenciales que habitaban en la comarca. Asentó que varios de los acaudalados hacendados en Venezuela eran de origen negro, aunque muy pocos de ellos se dedicaban a las actividades comerciales. Éstas más bien estaban en manos de extranjeros, en especial el comercio al por mayor, de lo que se puede colegir que el comercio al detal o de menudeo si contaba con presencia de nativos.

         Un aspecto de la sociedad venezolana que llamó la atención de viajeros, como el caso de Curtis, era que muchos de los habitantes caraqueños de posición social desahogada prefirieran las llamadas actividades liberales o, en su defecto, cargos dentro del Estado. También, que prefirieran dejar en manos de extranjeros el comercio de grandes proporciones entre el país y el extranjero.

    Durante el gobierno del general Antonio Guzmán Blanco se inició el embellecimiento de Caracas.

    Durante el gobierno del general Antonio Guzmán Blanco se inició el embellecimiento de Caracas.

         En lo que se refiere a la abolición de la esclavitud, señaló que las autoridades políticas venezolanas se habían adelantado a las de los Estados Unidos, “y si a Simón Bolívar se le hubiese permitido gobernar el país, la esclavitud habría sido abolida poco después de la guerra de independencia”. Para dar fuerza a esta aseveración recordó que a Bolívar se le había otorgado un obsequio de un millón de dólares en honor a su desprendimiento, lo utilizó para comprar la libertad de mil esclavos. De inmediato pasó a reseñar el decreto de abolición de la esclavitud del año de 1854, durante el mandato de los Monagas, y recordó que quien había firmado el decreto había pasado los últimos años de su vida en una cárcel.

         Entre sus elucubraciones no dejó de reseñar algunas características de Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) y lo que denominó el embellecimiento de la ciudad ejecutado por este último. 

         Uno de los aspectos de su gobierno que destacó tuvo que ver con las distintas estatuas edificadas, durante su gestión gubernamental, de “todos los hombres famosos en la historia de la República – con la sola excepción del general José Antonio Páez, a quien nunca le perdonó haber sentenciado a muerte a su padre, Antonio Leocadio Guzmán”.

         Una de las efigies que destacó fue la esculpida en honor al Libertador en la plaza central de Caracas. Según sus apreciaciones este tipo de acciones eran propias de la personalidad de Guzmán Blanco quien, al honrar a otros, “se honraba a él mismo, literalmente”. De igual manera expuso ante los lectores que Guzmán no mostraba disposición ni tolerancia frente a quienes preguntaban por el que había mostrado la iniciativa de disponer las estatuas, con la justificación de homenajes. Expuso que Guzmán siempre que llevaba a cabo el desarrollo de una obra, lo fuera un puente, un poste de luz o reja de hierro, le colocaban un anuncio que indicaba cuándo y por quien había sido edificado, “y el nombre del Ilustre Americano aparece en letras de grandes tamaños en la inscripción de todos los numerosos monumentos que erigió en la ciudad para conmemorar los acontecimientos notables o perpetuar la memoria de los hombres igualmente notables”.

         Luego de esta digresión volvió a hacer referencia a los descendientes de africanos en el territorio de Venezuela. Pero esta vez para establecer diferenciaciones con otros grupos de la sociedad caraqueña y, por extensión, de la venezolana. De este grupo étnico ponderó que poseían una mayor inteligencia o preparación intelectual frente a los indios, así como que mostraban voluntad y ambición, un mayor grado de instrucción y una posición social y económica distinto al grupo étnico integrado por el indio. “Estos parecen predestinados al peonaje perpetuo” fueron las palabras que delineó en su escrito.

         De inmediato pasó a plantear un conjunto de consideraciones relacionadas con la vida social y económica de los habitantes de la comarca. Indicó que, aunque los gobernantes venezolanos nunca habían elaborado una legislación sobre el peonaje, la relación entre los hacendados y los jornaleros, en especial fuera de la ciudad capital, era equivalente a relaciones de trabajo esclavo, aceptadas como algo natural entre patrono y empleado debido a las precarias condiciones socio económico de unos y la riqueza de otros.

         En lo que se refiere a los distintos estratos sociales existentes, o clases, o castas exhibían una gran variedad al interior del territorio nacional. Pasó a reseñar el mestizaje proveniente de español con indígena y de español con africano o mulato y los zambos de origen africano con los pueblos originarios. “El negro de sangre pura, así como el indio de sangre pura, raras veces tiene más suerte que la de ser peón, y el zambo es la extracción más baja de todos ellos; pero los blancos segundones poseen la inteligencia y la ambición de sus antepasados españoles, llegan a hacer fortuna, a conquistar posiciones sociales e influencia política”.

        Curtis ofreció ejemplos de estas combinaciones originadas de coyundas diversas. Puso a la vista de sus potenciales lectores el caso del ejército venezolano de la época. La tropa o los soldados estaban constituido por negros, indios y zambos, “mientras que los oficiales son, o bien blancos o, al menos, tienen sangre blanca en sus venas”.

    Para Curtis, los africanos en el territorio de Venezuela poseían mayor inteligencia o preparación intelectual frente a los indios.

    Para Curtis, los africanos en el territorio de Venezuela poseían mayor inteligencia o preparación intelectual frente a los indios.

         Como parte inherente a su estilo de narración agregaba indicaciones de talante moralista y convencimiento personal. Una de ellas está referida a su consideración según la cual no era una desgracia tener sangre mezclada en “las venas”. Tampoco ser fruto de una unión ilegítima. Esto lo expresó al enterarse de la cantidad de hijos ilegítimos que apreció en la comarca. Las ¿razones? De acuerdo con su conocimiento esto tenía su razón de ser en dos situaciones. Una, se podría explicar por los honorarios que hasta hacía poco cobraban los sacerdotes para celebrar y bendecir el matrimonio. Otra, la imposibilidad para los campesinos o cualquier persona de escasos recursos económicos reunir la cifra monetaria exigida para celebrar el acto matrimonial.

         A pesar de haberse promulgado leyes para disminuir relaciones ilegales y el nacimiento de hijo ilegítimos el problema persistía. 

         Otro factor que contribuía con esta situación era que, “entre las clases media y alta la costumbre de mantener queridas de una extracción inferior es bastante generalizada y no es siquiera motivo de chisme. Es una cosa natural y esperada que no sólo un soltero tenga una querida y una familia de hijos, sino que los hombres casados que puedan costearlo, generalmente mantengan dos hogares en los que sus ocupantes parecen tener conocimiento de la existencia del otro”.

         De los trabajadores y clases populares (negros, zambos, indios) en general dejó asentado que eran honestos. Además, mostraban ser obedientes, trabajadores que no rehuían al esfuerzo y que eran joviales. Aunque advirtió que no mostraban la misma energía de los individuos de similar fuerza de las zonas templadas y que no rendían más de un tercio de lo que estos rendían en la misma cantidad de tiempo. A lo largo de su narración señaló, de manera reiterada, que los trabajadores de este territorio preferían depender de la fuerza de sus brazos y piernas antes que utilizar técnicas o instrumentos que aliviaran su faena diaria. Tampoco este uso de la fuerza humana dejaba de ser reiterativo, ya que no vio entre los trabajadores disposición alguna de simplificar sus precarios métodos con el uso de instrumentos o herramientas modernas. Para Curtis, preferían hacer las cosas de manera más difícil y, en cierto modo, con torpeza.

         Respecto a esta aserción, tal cual lo muestra a lo largo del texto, ilustraba al lector con ejemplos que había presenciado durante su estadía. Escribió: “Una mañana me detuve a ver cómo una cuadrilla de peones movía un tubo de agua o de cañería. La habían traído desde algún almacén hasta este punto de la calle a lomo de burro, pero tan inseguramente atado al animal, que se cayó a menos de dos tercios de la cuadra de su destino. Un irlandés o un yanqui lo habría rodado por la calle, pero se necesitó que acudiera media docena de hombres que estaban cavando una cuneta para ayudar a asegurarlo de nuevo al lomo del animal”. Lo que le sorprendió a Curtis fue el número de personas que se utilizaron para el traslado y, mayor aún, que otros individuos, que estaban trabajando en una actividad diferente, a los que trasladaban la tubería, tuviesen que interrumpir su tarea para auxiliarlos.

         Lo cierto del caso, a pesar de lo odioso que pueda parecer al lector de hoy la comparación con irlandeses o estadounidenses, la lectura debe transitar por la diferencia frente a un otro. En este orden no se debe decir de Curtis que sus elucubraciones estaban plagadas de discriminación, sino de una diferencia marcada por la experiencia cultural. Experiencia que, para este caso en concreto, se concentraba en el uso de tecnologías que para el estadounidense promedio eran naturales y lógicas, y no de una forma de asumir labores diarias enmarcadas en una superioridad proveniente de herencias étnicas. En todo caso, es necesaria e imprescindible una lectura desde la esfera cultural.

    Mano a mano Julio Mendoza-Eleazar Sananes

    Mano a mano Julio Mendoza-Eleazar Sananes

    Eleazar Sananes (Rubito) y Julio Mendoza (Julito), dos de los toreros venezolanos más importante de la historia, mantuvieron una enconada rivalidad que dividió al país entre “rubiteros”, que seguían a Sananes, y “juliteros”, partidarios de Mendoza.

    Eleazar Sananes (Rubito) y Julio Mendoza (Julito), dos de los toreros venezolanos más importante de la historia, mantuvieron una enconada rivalidad que dividió al país entre “rubiteros”, que seguían a Sananes, y “juliteros”, partidarios de Mendoza.

          En una travesura periodística de Carlos Eduardo Misle (Caremis), se reencontraron, muchos años después de retirarse de los ruedos, los toreros caraqueños Julio Mendoza y Eleazar Sananes, mediante un ameno reportaje de seis páginas que publicó la revista Élite, en su edición del 15 de febrero de 1964. Mendoza y Sananes acapararon el favoritismo de la afición taurina capitalina en las décadas de 1920 y 1930, por ser de los primeros toreros de nuestro país que alcanzaron rotundos éxitos en plazas de América y España.

         Los aficionados de viejo cuño recuerdan con nostalgia los “mano a mano” que estos dos toreros protagonizaron en la arena del Nuevo Circo de Caracas. En su obra “El Toreo en Venezuela” (2007), el periodista y reconocido crítico taurino, Víctor José López (El Vito), afirma que en su época Mendoza y Sananes, “eran los dos toreros venezolanos más importante, por su enconada rivalidad y porque dividieron al país entre rubiteros, que seguían incondicionalmente a Sananes, y juliteros, los partidarios de Mendoza”.

         Para la fecha del mencionado reportaje, de allí la travesura de Caremis, Mendoza se encontraba convaleciente de una intervención quirúrgica en la casa de un cuñado en Catia, y el periodista se presentó de visita junto con Sananes. Juntos, ambos matadores evocaron interesantes episodios de sus exitosas trayectorias.

         Mendoza, nacido en Caracas el 17 de agosto de 1900, falleció unos seis meses después de publicado el reportaje, el 26 de agosto de 1964. Sananes nació en Caracas el 5 de enero de 1900 y murió a los 71 años, el 25 de febrero de 1971. Este es el reportaje de Caremis: Ahora, de nuevo…Los ídolos frente a frente. El encuentro fue un mano a mano de evocaciones y sonrisas. . .

         “Cuando a Eleazar Sananes (Rubito), auténtico y perdurable ídolo taurómaco le propuse que fuésemos a visitar a Julio Mendoza, su eterno rival de los ruedos, hoy postrado por cornadas que no le han dado los toros, me contestó con viva palabra que se le sobrepuso a una mirada nostálgica:

     –¡Vamos!

         De azul intenso los ojos, pelo dorado que a los 65 años se le oscurece de rubio (!), o se le blanquea de canas muy luchadoras ante tal color, Eleazar soltó la lengua. Desbordó su locuacidad especial de amigo de mi padre, de mi abuelo, de mis tíos. De buen amigo mío. Sin precisiones cronológicas, pero con chispa de caraqueño y abundancia anecdótica, evocó su paso por las plazas de Venezuela y el mundo.

         Desde luego que aludimos también a su competencia con Julio Mendoza. Tan apasionante y rabiosa para quienes la protagonizaron, vieron o recuerdan. ¡El gran Julio! Hijo de otro matador de toros venezolanos, Vicente Mendoza (El Niño), que ya había sostenido una llamativa pugna a fines de siglo y principios del presente con Pablo Mirabal (El Rubio). Desde entonces se habían puesto las bases para competencias frenéticas entre toreros venezolanos. Con la ñapa de otro atractivo, que un torero era blanco y otro de color.

         Con caraqueños como estos la ciudad y el país se iban a dividir, entonces y después, en bandos irreconciliables: mendocistas y rubistas; primero, rubiteros y juliteros, después.

         Tales toreros salían a la plaza a matarse o dejarse matar en pos del triunfo. Y los aficionados que formaban esas banderías también se mataban. . . Por lo menos con discusiones interminables dentro y fuera de las plazas de toros.

    –¡Pero ¡qué fuerte es ese Julio, caray! –exclama Eleazar de pronto, recordando que Julio hasta hace poco seguía toreando, a pesar de las arrobas y los pitones que tiene el almanaque, inexorable.

    –Y tú no le llevas sino un año. . . –le comento.

    –Por eso mismo, por eso mismo. . . –me responde con sonrisa socarrona, que no sé por qué me recuerda la de su tocayo Eleazar López Contreras, que hasta su colega es ya que lidió aquella temporada del 35-36.

    Preocupado y a la vez complacido, Sananes toma de nuevo el capote de la palabra:
    –Me dicen que las operaciones han sido tremendas y que le viene otra. . . Pero ¡a Dios gracias!, ese Julito es de hierro. . .

    –¡Ya lo vas a ver!

         Entonces le cuento una de mis visitas a Julio Mendoza y Palma en la clínica. Y ahora se las narro a ustedes, mientras rueda el carro con “Rubito” a bordo, hacia la casa de Julio, en Catia.

    Julito le muestra a Rubito un hermoso capote de su época de torero. Observan, el historiador taurino Carlos Salas y el cronista Carlos Eduardo Misle (Caremis).

    Julito le muestra a Rubito un hermoso capote de su época de torero. Observan, el historiador taurino Carlos Salas y el cronista Carlos Eduardo Misle (Caremis).

    Julio Mendoza, posiblemente el matador de toros más popular de todos los grandes toreros venezolanos.

    Julio Mendoza, posiblemente el matador de toros más popular de todos los grandes toreros venezolanos.

    La casta inagotable que agota el papel

         El matador de toros Julio Mendoza Palma, siempre ha sido un profesional de muy desmesurada casta. Precisamente por eso cuando este maestro estaba de cuidado en el Hospital Clínico, no me le iba a aparecer con cara compungida o de circunstancias.

         Sin preguntarse cómo se sentía, así de sopetón, casi le grité con optimista euforia:

    –¡Cónfiro, matador, tú eres una cosa seria; hasta aquí en el Clínico agotas el papel!

         Ante el término que equivale al “no hay entradas” que sobre las taquillas enorgullece tanto a los toreros, el viejo ídolo explayó a todo lo ancho de su enflaquecida cara su más desborda sonrisa, requetesatisfecho.

         Y era verdad que había agotado “er papé”. Ante la noticia de que estaba muy grave –y otras más exageradas–, un gentío fue al Hospital y no quedaba una sola tarjeta para visitante en la recepción.

     

    Las cornadas quirúrgicas

         La sonrisa de Julio era entonces la de Julito o “Niño II”: esa juvenil y perdurable sonrisa que lo hemos conocido en amarillentos retratos. Esa fugaz sonrisa dio una “vuelta al ruedo” por el cuarto. Pero después lo poco triunfal del recinto y lo nada agradable que persiste cuando se tienen dos operaciones delicadas y se está preparando para la otra, hizo que Julio perdiera el momentáneo centelleo de la mirada. Con esta y con una mano me dijo, porque no puede hablar:

    –Mira catire: fíjate en esta dos “cornás”.

         Como un “ecce hommo” señalaba e redondo hueco de la traqueotomía. Arriba a la izquierda, en equis, la otra cornada que no le hizo un toro para quitarle la vida, sino un médico para salvársela.

     

    Los quites de la ciencia

         Después de estas intervenciones de la ciencia –más que cornadas son auténticos quites–, se llevaron a Julio a su casa. A la casa de su cuñado Paquito de La Torre, que es como si fuera la que Julio tiene en Madrid o la que ocupaba en la subida del Manicomio antes de irse a radicar un tiempo a España, la tierra de su esposa.

         La de Paquito queda en la Avenida Sucre y en ella también vive la madre del matador, con sus flamantes e incansables 86 años. En estos días preguntaba por teléfono cómo seguía Julio y cuando le enviaba saludos a doña Felicia, el nieto me informó:

    –Ahorita está planchando…!

         ¡Como si nada! Pero doña Felicia no solamente es un caso de vigor y entereza, sino también en lo taurómaco; esposa y madre de toreros. De dos grandes y muy valientes matadores de toros venezolanos. Vicente “El Niño”, que tomó la alternativa en el Metropolitano, de manos del viejo Manuel Jiménez Chicuelo, en 1905, y de Julio (“Niño II” en sus comienzos), que la tomó en España en 1927, en la plaza de . . .

    Eleazar Sananes “Rubito”, primer torero venezolano que recibió la alternativa en Madrid (1922), y primer ídolo deportivo nacido en Venezuela.

    Eleazar Sananes “Rubito”, primer torero venezolano que recibió la alternativa en Madrid (1922), y primer ídolo deportivo nacido en Venezuela.

    El abrazo de los ídolos

         Pero vamos a saltarnos a la torera el tema histórico para reanudarlo deseos porque ya estamos tocando en la casa del torero en compañía de otro. Ambos fueron ídolos. Tienen mucho tiempo que no se ven.

         Me adelanto a la habitación donde yace Julio. Este levanta la mirada y me saluda con ella y con un gesto afectuoso. Retribuyendo con una palmada en el hombro menos adolorido por consecuencias de la operación y le digo:

     –Mira, matador, no vengo solo. . . Allí está “Rubito”.

         Julio se incorpora con la mirada brillante, el gesto audaz, la firme decisión de levantarse del todo. “Rubito” casi lo encuentra de pie. Y el saludo es virilmente enternecedor. En el abrazo no están solamente 129 años de edad. La fría cifra de tantos años. . . Están el calor, el color; brilla y calienta el rescoldo de incontables emociones para ellos y los demás. Las tardes de las grandes faenas, de los fracasos, de los toros inmortalizados o incomprendidos: La historia taurina de Venezuela en una áurea etapa de “toro grande y billete chico”, de desprendimientos, retos y competencias palmo a palmo y toro a toro.

     

    Ruedo de recuerdos

         Julio no puede hablar. No puede dedicarse a uno de sus entretenimientos preferidos: hablar. Hablar hasta por los codos. Y hablar de toros constantemente. Y muy bien. Porque hay toreros que no saben hablar de toros o no les gusta.

         Julio no puede hablar. Se dedica a oír. Pero se le sale la casta por un minúsculo, imperceptible chorrito de voz, que más se adivina que se oye. . .

         Pero –¡eso sí! –, este negro es un demonio cabal y se ayuda admirablemente con una muleta excepcional: la seña. Y en el ducho manejo de la seña ya ha tomado la alternativa. . .  Algunos gestos se pasan de picarescos. Y como caballitos de batalla ha esgrimido varias expresiones mínimas que normalmente el venezolano remata con un “míííííííí. . . muy sostenido”.

         Se generaliza la charla de toros y de todos. “Villa” exhibe una feria verbal de su motilonismo gitano. El camarógrafo Hugo Díaz, como aficionado novel, se asombra del gran pietaje taurómaco que contienen las dimensiones del cuarto. El historiador vernáculo de la fiesta de toros en nuestro país, el gran curruña de todos los presentes, Carlos Salas, matiza la charla con sus expresiones vividas como julitero en plaza y amigo personal de Eleazar. “Lo cortés no quita lo julitero”.

     

    Los avíos del matador

         De repente Julio me hace una seña y me pide lo acompañe a un escaparate. Y lo ayudo a sacar “avíos” . . .  ¡Avíos de torear! Aunque sabía que regresaba a Venezuela para hacerse unas delicadísimas operaciones, aunque va a cumplir 64 años en este que corre, –“porque nací con el siglo”–, Julio Mendoza y Palma no acepta que a su bien ganado título de matador de toros se le coloqué esa “r” de retiro. No admite que a tal rango se le anteponga esa partícula “ex” que es muy ratificadora de añejas e intensas glorias, pero que también es tan definitiva para señalar el tiempo pasado.

         Enseñó la montera, abrió el capote de paseo, quiso decir que el terno era de “la aguja” y no siguió sacando cosas porque se le advirtió que no debía ajetrearse tanto. Todo lo trajo de España. Y seguramente se ilusiona mucho pensando en el estreno de los avíos y en la reaparición de él. El caso es asombroso, pero no se ve fuera de sitio. Por dos cosas. Primero porque Julio nació para torear y –como su padre–, nunca ha pensado seriamente en dejar de hacerlo. Y segundo: porque su prestigio, lo que hizo en los ruedos con los toros que eran unas catedrales en años, pitones y genio, le permite lo romántico del gesto. . .  Comenté al grupo: ¡En cambio hay toreros que sí pueden parecer unos disfraces de tales si les sale un toro como los que Julio se metía en el bolsillo!

         Eleazar Sananes decía que sí con la cabeza.

     

    Homenaje mano a mano

         El mejor mano a mano que ahora podían torear ambos no sería en el “Nuevo Circo”, sino en un lugar menos peligroso y más merecido: en la esquina de Las Monjas. A este par de caraqueños que dieron tanta gloria al país. El ilustre Concejo Municipal del Distrito Federal debería honrarlos con homenaje que esté a la altura de la gallardía artística, el valor personal y la calidad humana de ellos.

         Casta que les sobró y les sobra. Por eso me cuchicheaba la mamá de Julio, esa indomable Misia Felicia cuando vio a Julio atravesar el patio.

     –¡Ay, caramba: ya Julito se paró! Eso fue porque vino “Rubito. . . pero él debe cuidarse. ¡Ni que fueran a toreá!”

         Y no le faltaba razón a la madre –madre al fin– del torero. Lo de Julio parecía un reto. Torero de reto pertinaz, de permanente competencia: no puede olvidar ni aquel ni esta. No los puede olvidar ni siquiera enfermo, con algunos años y fuera del ruedo, en un cuarto de convaleciente que espera estoicamente otra cornada de bisturíes que quieren ser definitivamente salvadores”.

    Primeros periódicos caraqueños

    Primeros periódicos caraqueños

    La Gaceta de Caracas, primer periódico venezolano. – El Semanario de Caracas. – El Patriota de Venezuela. – El Mercurio Venezolano. – El Publicista de Venezuela. – El Correo del Orinoco. – Nuestros primeros periodistas. – Prensa clandestina durante la Independencia. – Nuestros primeros diarios. – Periódicos de Provincias. –La Gaceta de Gobierno. –

    Por: Jesús Antonio Cova*

    Gaceta de Caracas, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

    Gaceta de Caracas, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

         “No intentamos aquí en este reportaje escrito especialmente para Élite, descubrir la pólvora sino simplemente dar al lector una visión de conjunto sobre los orígenes de la imprenta en Venezuela, y cómo y cuándo se fundaron los primeros periódicos caraqueños y los otros que posteriormente aparecieron en provincia.

         La primera imprenta en Venezuela se instaló en Caracas en 1808. Fue la misma traída por Miranda en su expedición de 1806. Fracasado en su intento, la imprenta fue depositada en Puerto España, Isla de Trinidad, y fue adquirida allí por los tipógrafos norteamericanos Mateo Gallagher y Jaime Lamb, quienes la trasladaron a Caracas y el mismo año la abrieron al público. Los mismos tipógrafos Gallagher y Lamb fueron los editores de la GACETA DE CARACAS, primer periódico impreso en Venezuela y cuyo número inicial circuló el lunes 24 de octubre de 1808.

         En su primera nota editorial la GACETA advierte que “nada saldrá de la prensa sin la previa inspección del Gobierno y que de consiguiente en nada de cuanto se publique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica, a las leyes que gobiernan el país, a las buenas costumbres, ni que pueda turbar el reposo, dañar la reputación de ningún individuo de la sociedad que los propietarios de la prensa, tienen el honor de pertenecer. . .”

         La GACETA DE CARACAS aparece precisamente en las vísperas de la Revolución y se convertirá alternativamente en órgano de realistas y patriotas durante los catorce años de su existencia. La primera etapa de la GACETA comprende –1808-1810– como órgano realista. En esta primera etapa se llegan a publicar 94 números. En su segunda etapa, ya republicana, adopta en latín este exergo: SALUS POPULI SUPREMA LEX EST y va desde el 27 de abril de 1810 hasta la entrada de Monteverde a Caracas en 1812 en que la GACETA vuelve a ser órgano realista con el exergo latino suprimido.

         En 1813, con la entrada victoriosa del Libertador a Caracas, después de la Campaña Admirable, la GACETA inicia su tercera etapa al servicio de la Revolución hasta 1814 en que de nuevo cae en manos de los realistas con la toma de Caracas por las tropas de Boves. Esta es su cuarta etapa. Prolonga su existencia hasta 1822 en que definitivamente deja de circular.

         En su accidentada existencia –la misma de la República– los talleres de la GACETA DE CARACAS son saqueados y embargados por realistas y patriotas y sus operarios apresados y torturados por los triunfadores de turno. La GACETA es un símbolo de lo que sería después, en la evolución del periodismo, la prensa política venezolana con sus directores y redactores: el saqueo, la destrucción de talleres y maquinarias por los vencedores, después la persecución implacable contra los periodistas en desgracia sobre los que caen sistemáticamente y sin ninguna discriminación, todos los odios, todos los vicios de los malos gobiernos, cuyos representantes y mayores responsables,  –civiles y militares– se convierten después desvergonzadamente, en sus acusadores. Desde los tiempos de la GACETA DE CARACAS, los periodistas venezolanos son los pararrayos de todas las reacciones y en ellas se sacian todas las venganzas, los odios y los resentimientos avivados por la envidia, y las más ruines pasiones.

         EL SEMANARIO DE CARACAS. – Fueron los fundadores y redactores don Miguel José Sanz y don José Domingo Díaz, médico que dio su nombre a la esquina caraqueña así llamada; y después el virulento libelista de Recuerdos de la Rebelión de Caracas. El semanario circulaba los domingos y se editaron muy pocos números, apareciendo el primero, impreso en los mismos talleres de Gallagher y Lamb, el 4 de noviembre de 1810. Su último número circuló el 21 de julio de 1811. Díaz, –furibundo realista– sintiéndose incómodo dentro del régimen republicano. Se separó de Sanz, quien decididamente había abrazado la causa republicana. EL SEMANARIO mantuvo en los días iniciales de la Revolución, un carácter totalmente ecléctico, sin mezclarse, ni en pro ni en contra en las luchas políticas provocadas por la Revolución. Se publicaron allí estudios doctrinarios sobre literatura, derecho y economía.

         EL PATRIOTA DE VENEZUELA. – Fue órgano de la Junta Patriótica y su aparición se debió a la fundación de Vicente Salías y Antonio Muñoz Tébar. El primero fue autor de la letra del Gloria al Bravo Pueblo, nuestro Himno Nacional, y el segundo, el brillante Ministro de Bolívar en 1813, sacrificado después por Boves en la batalla de La Puerta. El periódico llevaba este exergo: Si no es útil lo que realizamos, la gloria que ello nos depare será vana. . .

    El Publicista de Venezuela, vocero del Congreso Constituyente de 1811 y donde se publicó el Acta de la Independencia.

    El Publicista de Venezuela, vocero del Congreso Constituyente de 1811 y donde se publicó el Acta de la Independencia.

         Solamente se editaron de EL PATRIOTA DE VENEZUELA siete números, y el último lleva fecha de sábado, 18 de enero de 1812. Salías fue también poeta humorístico, hermano de Francisco, el célebre revolucionario de 1810. Es autor del poema satírico “La Medicomaquia”, sátira al médico caraqueño Ángel L. Álamo, poema que al decir del crítico venezolano Juan José Churión, “es la primera sonrisa en verso del ingenio venezolano en los días iniciales de la Revolución”.

         EL MERCURIO VENEZOLANO. – Era una revista mensual, editada en cuadernos de 47, 64 y 68 páginas. Circularon solo tres números y llevaron fechas correspondientes de enero, febrero y marzo de 1811. Su director fue el patriota Francisco Isnardi, italiano natural de Piamonte, quien había hecho de Venezuela su segunda Patria. Hombre de gran ilustración, talento y gran prestigio entonces entre los patriotas, al punto de ser escogido para Secretario del Congreso Constituyente de 1811. Fue Isnardi, junto con don Juan Germán Roscio, de los redactores del Acta de la Independencia. Figuró entonces en primera línea entre los patriotas venezolanos. Llevaba EL MERCURIO como exergo la siguiente frase: La fuerza se adquiere marchando. Fue el MERCURIO VENEZOLANO el mejor y más completo de los periódicos venezolanos que por entonces se publicaron en Caracas.

         EL PUBLICISTA DE VENEZUELA. – Fue creado por el Congreso Constituyente de 1811 y vino a ser el Diario de debates del Congreso. Era Semanario y circulaba los jueves. El primer número tiene fecha 4 de julio de 1811 y en el número correspondiente al 11 del mismo mes, se publicó el Acta de la Independencia. Estaba dirigido por el mismo Francisco Isnardi. Llevaba en el pórtico, un Sol con esta frase latina: LUX UNITA CLARIOR

         La Hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia posee una colección completa de EL PUBLICISTA y que comprende desde el número 1 hasta el 22. Este último con fecha 23 de noviembre de 1811. Además de las Actas del Congreso publicó EL PUBLICISTA, artículos sobre libertad de imprenta, prisión por deudas, aspectos de la invasión de Napoleón a España y notas sobre política, historia y economía.

         EL CORREO DEL ORINOCO. – Fue el primer periódico editado en la provincia. Se imprimía en la Nueva Angostura, hoy Ciudad Bolívar, como órgano oficial de la Revolución primero y después como vocero de la República de Colombia. Fue fundado y dirigido en sus comienzos por el propio Libertador en 1818. Su primer número circuló el 27 de junio. Fue el más importante de los órganos periodísticos venezolanos aparecidos hasta entonces y un verdadero periódico a la europea, diagramado por el Libertador quien tenía ideas precisas sobre lo que era y debería ser un periódico. Colaboraron en el CORREO DEL ORINOCO, además del Libertador, Palacio Fajardo, Juan Germán Roscio, Santander, Francisco Antonio Zea, José Luis Ramos, Manuel Gual, José María Salazar y otros escritores patriotas. Fue este periódico, el más eficaz propagandista de la Revolución y su verdadero defensor. Circulaba ocasionalmente y su último número salió el 23 de marzo de 1823 cuando el Libertador hacía la Campaña del Sur. En el CORREO DEL ORINOCO están las primeras manifestaciones del pensamiento político venezolano. Se publicaron allí discursos, decretos y resoluciones del Libertador y sesudos trabajos de Roscio, Gual, Palacio Fajardo y José Luis Ramos.

         PERIODICOS CLANDESTINOS. – Durante la Guerra de Independencia circulan en Caracas y clandestinamente varios periódicos, sin Directores y sin pie de Imprenta. Entre ellos pueden citarse EL FANAL DE VENEZUELA (1820), LA MOSCA LIBRE (1820) y LA MARIPOSA NEGRA (1821).

         LA GACETA DE GOBIERNO. – La Gaceta de Gobierno de Caracas se funda en 1821 y su primer número circula el 17 de mayo de ese mismo año. Se editaba en la Imprenta del Gobierno dirigida por don Juan Gutiérrez.

    El Patriota de Venezuela, órgano de la Junta Patriótica, fundado por Vicente Salías, autor de la letra Gloria al Bravo Pueblo.

    El Patriota de Venezuela, órgano de la Junta Patriótica, fundado por Vicente Salías, autor de la letra Gloria al Bravo Pueblo.

         EL PRIMER DIARIO VENEZOLANO. – El primer diario venezolano fue LA MAÑANA, editado en Caracas por la Imprenta de Carvallo y Vizcarrondo. Su primer número circuló el 23 de septiembre de 1841. Tuvo muy poca duración.

         EL DIARIO DE AVISOS. – Dirigido por don Mariano de Briceño, comenzó a circular el 18 de enero de 1850. Salía todos los días menos los domingos. Su existencia se prolongó hasta 1856.

         INTERDIARIOS Y SEMANARIOS. – En Caracas se publican interdiarios y semanarios a partir del triunfo de Carabobo, entre otros, EL VENEZOLANO Y EL ARGOS, pero a partir de 1840 con la aparición del otro VENEZOLANO que dirige Antonio Leocadio Guzmán, la prensa comienza a ser verdadero ariete en la arena política. A la aparición de EL VENEZOLANO, siguen EL HERALDO y EL DIARIO DE LA TARDE, de Juan Vicente González; EL FEDERALISTA, de Felipe Larrazábal; EL INDEPENDIENTE, de Pedro José Rojas, y toda una serie de periodiquitos que inspiró don Antonio Leocadio Guzmán tales como EL RAYO, EL ZANCUDO, LA AVISPA, EL RELÁMPAGO y EL SIN CAMISA.

         La Imprenta comienza a difundirse en otras varias ciudades de la República. Así se instalan talleres en Valencia 1811; en Cumaná 1812; en Güiria, en 1813; Maracaibo, 1821; Barquisimeto, 1829; Barcelona, 1835; Coro, 1842; Mérida, 1844; La Victoria, 1845; Obispos, 1851; San Cristóbal, 1855; San Felipe y San Fernando de Atabapo, en 1875.  

         Los primeros periódicos que aparecen en Provincias son: EL CORREO DEL ZULIA, dirigido por Monseñor Talavera (Maracaibo, 1821), EL MANZANARES, dirigido por Pedro José Rojas, en Cumaná, LA AURORA, en Barcelona; EL OBSERVADOR, en Coro; EL ECO DEL GUÁRICO, en Calabozo; LA OPINIÓN, en Trujillo; LA GACETA DE COJEDES, en San Carlos y EL ESPARTANO en La Asunción.

         Tales son a grandes rasgos los orígenes de la Imprenta en Venezuela y la evolución de la prensa hasta mediados del siglo XIX”.

     

    * Educador, escritor y periodista, natico de Cumaná (1898-1964). Director de El Nuevo Diario (1934-1935) y profesor de historia en diversos colegios y liceos de Caracas. Autor de numerosas obras de carácter histórico. Su Resumen de la historia de Venezuela y su Geografía física y política de Venezuela alcanzan a más de 15 ediciones y ayudan a formar las generaciones de alumnos comprendidas entre 1940 y 1950. Fue redactor del diario Últimas Noticias (1950-1961), donde publicó una columna regular de crítica literaria. Miembro de la Academia Nacional de la Historia en 1943 y de la Academia Venezolana de la Lengua en 1952

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