El automóvil en Venezuela

El automóvil en Venezuela

En 1962, el escritor José García de la Concha publicó un estupendo libro titulado Reminiscencias, vida y costumbres de la vieja Caracas, en el que relata hechos de la cotidianidad capitalina de comienzos del siglo XX. Entre ellos, destaca un capítulo dedicado a William Phelps y el papel que jugó su negocio llamado Almacén Americano en la importación y venta de artículos que marcaran la vida de los venezolanos, entre ellos, el automóvil.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

     “Caracas en su vida íntima, ha contado con hombres que verdaderamente deben remarcarse en su historia. Si bien hay quienes ocupan páginas en su interesante vida militar y política en las letras y en las artes, en la ciencia y en la industria. En su vida social y filantrópica, de la que tanto se debe enorgullecer, uno de estos hombres debe ser don William H. Phelps, uno de tantos ilustres extranjeros que, llegados a nuestro país, se han enamorado de nuestra tierra, de nuestras costumbres, de nuestras gentes, de nuestro cielo, de nuestra flora, y con un cariño y un gran interés han dedicado sus talentos y actividades en pro del bienestar nacional, haciéndose hijos amorosos de una patria que les brinda cordial acogida.

     William H. Phelps entra al país humilde, silente; se dedica a trabajar tesoneramente, con inteligencia, con cálculo y economía, con método, y va agigantándose tanto en sus labores, que pasados unos años ve fructificados todos sus empeños, amasados en una sólida fortuna que no empleará en satisfacciones de su holgada vida. Ahora trabajara más, pero esta vez por el desvalido, por el huérfano, por el menesteroso. Hombre dotado de sensibilidad, altruismo y filantropía, no desmaya en figurar en cuantas sociedades, juntas y recolecciones caritativas se organizan en Caracas, y particularmente trabaja por el bienestar del prójimo.

     A comienzos del siglo, entre las esquinas de Traposos y Colón, hay un pequeño taller de reparaciones de máquinas de coser y de escribir (escasas en aquel tiempo), y creo que hasta relojes. William H. Phelps es un joven alto, delgado, de ojos azules y pelo rubio, agradable, simpático; con un overall azul de trabajo, un alicate y un largo destornillador, atiende a sus clientes. Más tarde importa sus máquinas de escribir y algunos artefactos americanos.

     Para 1911 ya lo tendremos asociado con el señor Henrique Arvelo en el ángulo sudeste de la esquina de Sociedad: “Almacén Americano”, de Arvelo & Phelps. Allí se comienza la importación de automóviles en Caracas. Y viene el Ford modelo 1912, y llegan las máquinas registradoras, que ningún pulpero quiere quedarse sin ellas. Y comienzan a instruirse jóvenes en el desempeño de las funciones de vendedores ambulantes. Y llegan las pianolas y las cajas fuertes, y bicicletas, máquinas de escribir, de moler carne y hacer salchichas; cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos y toda clase de repuestos para Ford.

     Phelps es el alma del negocio, que marcha como dicen los marinos, “viento en popa, a toda vela”. También comienzan sus actividades sociales y filantrópicas, pues ya casado con doña Trina Ticker, de origen inglés, pero gran dama y señora de la más culta raigambre venezolana, ya en holgada situación, no deja de imponer su espíritu altruista y de interés por la cultura, artes y ciencias nacionales.

     Y la firma Arvelo & Phelps inunda el comercio con sus máquinas registradoras; inunda las oficinas con las máquinas de escribir; ya por todas las esquinas se oyen las cornetas de los automóviles; en las casas se meten botellas de vino o cerveza, o simplemente de agua, a enfriarse en las cajas de hielo y descansa Lozamno Pompa y su ayudante, porque ya las niñitas no quieren bailar sino con la pianola. Si en una casa escucha usted la marcha de “Tannhauser”, en otras los cadenciosos compases del vals “Creola” o partituras de la “viuda alegre”.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

     Llega el fin del contrato y la separación de los socios. El “Almacén Americano” continúa bajo la razón social de William h. Phelps y Cª. Ahora serán sus socios los empleados. Henrique Arvelo se establecerá de Torre a Madrices con el “Bazar Americano”, bajo la razón social de Arvelo y Cª. Ambos en competencia: si Phelps trajo el Ford, ahora Arvelo trae el Federal y los mismos artículos, pero de diferentes marcas.

     El “Almacén Americano” abre sus puertas entre Pajaritos y la Palma, ensancha sus negocios, comienza el radio e instala la primera estación. Y si en este departamento Edgar J. Anzola hace las delicias de la chiquillería caraqueña con sus oportunas, sanas y graciosas intervenciones. Nino Mosquera atiende otro departamento, Amengual otro y así sucesivamente; son encargados y socios, jóvenes, viejos empleados que, por su tesonera labor y buen comportamiento, discípulos de Phelps, han llegado a integrar el más grande almacén de la época. Ya con sus hijos, fieles retratos de su padre en lo moral, físico y buenas costumbres. Y con estos colaboradores puede el viejo retirarse de los negocios. Pero ahora surge una nueva vida.

     Ciencias, artes y filantropía ocupan su inteligencia y su imaginación. Viste traje de marino, acondiciona una embarcación y se da a estudiar las islas y costas de Venezuela. Se interesa por la pintura y la escultura, por las antigüedades y obras de arte, por la botánica, flora y fauna venezolanas; monta un museo donde la rama ornitológica es una maravilla, organizada por su nuera Kati de Phelps y de la que se puede decir es conocida mundialmente.

     Honor a este ilustre caraqueño de corazón. Caracas, y con Caracas Venezuela entera, te admira y agradece cuanto has hecho en tu meritoria existencia en pro de nuestra cultura y ciencias naturales, por nuestros ricos y nuestros pobres, y por habernos hecho conocer parajes encantadores, unos ignorados y otros recordados”.

La Odisea de Pompeyo Márquez

La Odisea de Pompeyo Márquez

Por Jesús Sanoja Hernández

Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, el nombre de Pompeyo Márquez (1922-2017).

Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, el nombre de Pompeyo Márquez (1922-2017).

     “1936. En cuántos discursos, en cuántos libros, en cuántos memorables artículos se ha inscrito este año de pasmo para Venezuela. Perdida en los comienzos de un siglo tumultuoso, la dictadura del Benemérito había hilado su red de paz carcelaria durante un período que sólo se compara en elasticidad con el de Porfirio Díaz, y en barbarie con ningún otro, de tan sádicas y dolorosas que fueron las torturas infligidas al bravo pueblo.

     27 años que los nuestros juraron no olvidar jamás y que, oh miseria de las experiencias que no enseñan, fueron en su obra olvidados. 27 años que dejaron su llaga física, su llaga moral, su llaga histórica, en cada uno de los hogares de la patria.

     Y vino el 36. El entusiasmo, las luchas, la palabra “izquierda”, el Bloque de Abril, los políticos nuevos y los excarcelados, los que regresaban y los que se agazapaban. Vino el deseo de construir y las ganas más profundas, carnales, de enseñar al pueblo la ruta de la libertad. Nacieron sindicatos y organizaciones, y también, al rato de los fragores del civismo conquistado, huelgas y disensiones ideológicas. De la nada –una nada engañosa, plena de gérmenes– se había pasado al todo, un todo también engañoso que a los pocos años se fragmentaría, dando paso a la diferenciación partidista, a la variedad de consignas y a las necesidades de un crecimiento democrático que, por vez primera, se ensayaba.

     Por esos tiempos, los 13 años de Pompeyo Márquez empezarían a enredarse en las turbulencias de los nuevos días. Repartidos de la “Botica de los Angelitos” en 1935, bastarían meses para que pasara a la de “Palo Grande” o a la “América Productos”. A la didáctica directa de la agitación de masas que veían por doquier, a la pedagogía fructífera del debate público antes no conocido, la adolescencia de Pompeyo Márquez, entradas ya las semanas ejemplarizantes del 37 y el 38, se nutriría con los primeros libros, esos que arrojan luz repentina o que encienden pasiones heroicas incontenibles, como “La Madre” (cuántos no han caído bajo su urdimbre generosa), como el terrible “Cemento”, como el esquemático y simple “Avanzada”, de Jorge Newton, o como los poemas, todavía recordados por una memoria impresionable, de José Portogalo. Todos los alimentos que pide una vida que ingiere y asimila, todas las confluencias que accidental o vocacionalmente se unen en los lapsos de formación, fueron recibidos por Pompeyo y dejados así, en simiente y precedente, para después brotar digeridos y determinantes en los años en que la lucha fortifica al hombre, en que la serenidad se junta a lo combativo, en que la experiencia se suma a la perspicacia.

Comienzos de estudiante

     En 1937 trabaja en una oficina de representaciones. Ya está en la mezcla dura de ganarse el sustento y estudiar. Con ese primer año de bachillerato que después no podría desarrollarse debido al vértigo de la lucha, entra en la F. E. V., aquel organismo alrededor del cual giraban las inquietudes y esperanzas de miles de venezolanos. La dosis de cárcel que en este país parece ser la iniciación de todo combatiente, la recibe cuando es sorprendido repartiendo el manifiesto de protesta por el asesinato de Eutimio Rivas. En cuatro años es encerrado doce veces; conoce varias prisiones; un día está en la Comisaría de “El Conde” y otro en el Jobito, en Apure fronterizo, a donde fuera un 1° de enero bajo órdenes de Pedro Estrada y el Bachiller Castro. Era en 1939 el mismo, que en septiembre vería estallar la guerra mundial. La cárcel, con sus vueltas regulares, llena muchos julios –semanas de exámenes– y los estudios quedan, al menos como carrera hacia el grado, paralizados.

     Mas, al igual que el viejo principio de la química, en la vida, en la plenitud del hombre que se da a una causa, nada se pierde, todo se transforma. El álgebra elemental y la biología de Cendreros se apartaron y dieron entrada al libro vivificante de la acción callejera del periodismo político del aprendizaje rápido, variable, tenaz. Edita a “Masas”, vocero estudiantil, junto con otros de aquellos empecinados en abrir caminos, y hace de adjunto a la Secretaría de Universidades Populares de la F. E. V.: frecuenta círculos pedenistas y cuando las mudanzas del curso represivo lo echen a “El Jobito” recibirá, de manos de Ramón Volcán, un impulso marxista que lo llevará a una organización en la que después sería unidad invalorable. Como todo lo que tiene génesis difícil, no hay nada en el futuro político de Pompeyo Márquez que no sea una recompensa a los inicios y una superación de lo recorrido.

     Los últimos discursos de López Contreras y el gobierno de Medina presencian cómo un hombre llegó a pasar de estudiante castigado por las incertidumbres de la lucha juvenil, a militante de partido y a conquistador honesto, sacrificado, de las primeras plazas dirigentes. Un destino se labraba así, ajeno a providencialismos tropicales, opuesto a la ascensión fugaz de quienes, al poco, ablandan la fibra interior y decaen, seguro del trabajo que lo moldeaba, del pueblo que lo impulsaba y de la vocación que, en lo hondo, hervía.

 

Períodos de afianzamiento-Rutas de preparación

     Penetrado del sentido del partido, sustancia intocable, pero fértil, sin la que ningún marxista puede desarrollarse, Pompeyo Márquez comienza siendo responsable político de una célula a la vez que realiza trabajos de tipo reivindicativo en las juntas Pro-fomento de Luzón, El Observatorio, etc. Ya para llegar el año 1941, es secretario del Comité de Juventud Popular y participa en la fundación del periódico “JUVENTUS”, mimeografiado. Vientos encontrados soplan y ante la nueva situación emigra hacia El Callao, 300 kilómetros más allá de Ciudad Bolívar, su lugar natal. Para esa época la New Goldfield, compañía extranjera que explotaba el oro de la región, era muy importante y en el Hospital a ella adscrito trabaja este hombre que todavía no llegaba a los 20 años. Allí lleva vida semi ilegal y labora incansablemente en la solución de problemas obreros; en el semanario ¡Aquí Está! Hay un reportaje en el que se analizan muchos de estos asuntos.

     Entre 1942 y 1945 iba a tener un papel principal en la construcción del partido en la región de Caracas. Justamente durante ese lapso es responsable político del Radio de San Juan, zona tan importante que alguna vez llegó a censar la tercera parte de la militancia partidista de la ciudad. Es secretario de la Unión Municipal en San Juan, para formar parte del Comité Regional y de la Directiva de Unión Popular y, sucesivamente, hace de administrador de ¡Aquí Está!, de funcionario en el “Morrocoy Azul”, de jefe de pregón de “El Nacional”, de jefe de oficina de VIKORA, empresa de Víctor Corao.

     Este apretado balance cuadrienal significa, punto a experiencias y a consolidación política, un enrumbamiento decisivo de la vida política de Pompeyo Márquez. Venezuela, en estos tiempos en que el medinismo soltaba las amarras de formas casi tradicionales en la discusión de partidos y en que las polémicas entre los “grupos de izquierdas” y entre éstos y la “reacción” adquirían un fuego combativo capaz de probar el temple de los futuros dirigentes, Venezuela –decíamos– era un vasto campo de experimentación ideológica y de formación de cuadros. La velocidad de aprendizaje, el ritmo de evolución en la forja del líder, el volumen de informaciones necesarias para el adoctrinamiento, eran intensos y sostenidos, Para Pompeyo y para su Partido ese tramo de tiempo constituiría uno de los elementos de referencia más ricos en cuanto a base autocrítica, a partida de construcción, a cimiento de experiencias bien empleadas.

Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme.

Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme.

Las nuevas tareas

     En 1945 es designado suplente del Comité Central y miembro de la Comisión Nacional de Organización que sirvió para adelantar la 4ª Conferencia Nacional del Partido. Viaja a Carabobo y Aragua.

     Durante la división pertenece al P.C.V.U. y edita, junto con Gustavo Machado, el periódico UNIDAD. Vienen, afortunadamente, las gestiones para un entendimiento y en la Comisión organizadora del Congreso de Unidad que habría de celebrarse posteriormente participa Pompeyo, e igualmente presenta un informe ante dicha reunión. En 1947 –ya era miembro del Comité Central y del Buró Político– viaja a La Habana, invitado por el Partido Socialista Popular, y aprovecha para conocer casi toda la isla.Es uno de los fundadores de la Editorial Bolívar S. A., donde hace de comisario y gerente redactor de “El Popular”, al poco tiempo devendría en jefe de redacción del que iba a ser el célebre “Tribuna Popular”. Aquí escribió sobre los más diversos temas y empezó a dominar con extraordinaria tenacidad, los secretos del artículo, de la síntesis y la comunicación. Cuando la dictadura clausuró al periódico –13 de abril de 1950– ya Pompeyo había cumplido inmejorablemente con su inclinación natural al periodismo.

     La clandestinidad, antes que agotar esta vena combativa, la iba a nutrir. En 1949 viaja al Ecuador como delegado fraternal al Congreso del Partido, y también a Colombia donde se realizaba el de Unidad. En Bogotá es asaltado por el SIC (Servicio de Inteligencia Colombiano).

     La tormenta, sin embargo, se acercaba. Ilegalizado “Acción Democrática” a instante mismo del golpe militar del 48, el Partido Comunista venía forzando desde entonces una política de unidad y tratando de que el movimiento democrático encontrase en “Tribuna Popular” un vehículo de aglutinación y de acción orientadora. Nadie se hacía ilusiones respecto a que no iba a venir el decreto que colocase a la organización “fuera de la ley”. El tiempo era breve y lo que urgía era cómo aprovecharlo hasta el máximo.

     Los últimos meses de 1949 y los primeros de 1950 servirían de fondo a una campaña diaria tenaz de “Tribuna Popular”, encaminada a divulgar las peticiones de los obreros petroleros, a defender sus derechos y conquistas. Este período registraría, paralelamente, conversaciones entre los partidos democráticos tendientes a formar un frente unido en la lucha que inevitablemente se acercaba. El Ministerio del Trabajo hacía, mientras tanto, ofrecimientos falaces y todo, como nube lentamente acumulada, iba a estallar el 3 de mayo, dos días después de la fecha que la Junta Militar de Gobierno –la dictadura– crecía. La industria del aceite permanecería paralizada durante días y, si algo lamentable hubo en esta gran jornada, fue la ausencia de un movimiento de solidaridad amplio en los demás sectores. Una falla que después, sería útilmente aprovechada.

     El 13 de mayo es ilegalizado el Partido Comunista. Pompeyo, que figuraba desde antes en la Comisión encargada para preparar el paso a la clandestinidad, entraría entonces en una etapa –ocho años inolvidables– que revelaría en él y que descubriría para Venezuela, un gran dirigente, un organizador de dotes excepcionales y un combatiente que se negó al cansancio y la desesperación, que ayudó preciosamente a la culminación cívica del 21 de enero y al triunfo de un pueblo al que ama entrañablemente. Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, este nombre: Pompeyo Márquez.

La clandestinidad

     Cuando los agentes de la dictadura decían que el partido Comunista o Acción Democrática “no existían”, lo que querían demostrar era que dos burdos decretos habían barrido con las organizaciones y que algunos años de tiranía y cientos de medidas represivas habían bastado para liquidar a “los núcleos agitadores, propios de épocas destructivas”, que así era como la sociología machetera de Laureano calificaba a lo más honesto de esta tierra, remedando de ese modo la de su padre cuando el 19 de abril de 1930, al instalarse el “congreso” gomecista, afirmaba que los “impenitentes enemigos de la Paz y el Orden”, habían sido exterminados gracias a los “servicios eminentes prestados a la Patria. . . por el Benemérito Caudillo de la Rehabilitación Nacional”. ¡Oh tiempos, oh costumbres!

     Pero ambos partidos –y luego URD y COPEI– demostraron que la eliminación “legal” o la “policial” y la real son dos cosas distintas y hasta opuestas. El P. C. V. en la clandestinidad fue un ejemplo vivo de la fuerza organizativa de sus miembros, del calor fraternal de sus integrantes y del sacrificio y capacidad de sus dirigentes. Si alguna duda hubiese, la sola labor de Santos Yorme (Pompeyo Márquez) bastaría para encerrar en una fórmula personal que se confunde con la partidista, toda la validez de esta afirmación en la que sobran pruebas, acciones, demostraciones y documentos.

     Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme y, sin embargo, este era uno de los tantos seudónimos (Octavio, José, Ezequiel, Pedro) que usaría, según la circunstancia o el contacto en los oscuros años que se inician el 50. Más de treinta casas verían pasar a Santos, unas por días apenas, otras por meses, en esa penosa y zozobrante migración política que se llama “concha”.

     Con el riesgo mezclado con el máximo de seguridad, lo primero por la saña que la SN ponía en realizarlo, lo segundo por el empeño y el cuidado que sus compañeros dedicaban para salvarlo.

     Y junto a los seudónimos y las “conchas” múltiples estaban todos estos ingredientes tristes, tremendamente crueles, que forman el mundo subterráneo, invisible casi, de la clandestinidad. La persecución a los familiares, el camarada preso o torturado, los días de hambre, la propaganda que no salía a tiempo, las conversaciones con dirigentes de otros partidos (la tardanza, la negativa, las oportunidades, etc.), el artículo para la prensa clandestina (Tribuna, Cuadernos de Educación), las reuniones del Buró Político o del Comité Central (difíciles de preparar), los contactos. Es decir, todo eso que se puede enumerar pero que la imaginación no llega a concebir en su realidad intensa, en sus nudos espirituales, en su fondo de riquísima humanidad y que sólo una voluntad firme unida a una convicción imbatible, sólo un dirigente lleno de fe enlazado con un Partido que lo rodea y cuida, con un pueblo que lo justifica, puede vivir y resistir.

     Y para esto hacía falta algo más que heroísmo, pese a que el heroísmo ya es tramo que alcanzan pocos. Hacía falta confiar en Venezuela, en sus gentes; hacía falta confiar en la organización, en sus hombres; hacía falta confiar en los otros partidos, en la unidad. Hacía falta eliminar la desesperación, cuidar las perspectivas, ajustarse al momento y la situación sin avanzar un milímetro y sin retroceder una pulgada que no fueran estrictamente necesarios. Si en más de una oportunidad hubo error en la apreciación de estos elementos –y reconocer las fallas y superarlas fue una de las tareas mejor aprendidas por el PCV y sus cuadros, empezando por el propio Santos– nada de extraño tiene donde la furia de persecución llegó al límite, donde los golpes a sindicatos y organizaciones fueron hábilmente estudiados, donde nada bajó del cielo, por gracia divina, sino que fue conquistado en un penoso proceso de rectificaciones y enlaces, de repliegues y auges. Donde la maduración costó no sólo sangre y torturas sino años de experiencia que estamos obligados a recordar siempre, para que en la hora decisiva no caigamos nuevamente en el abismo de las divisiones.

     De Santos quisiéramos dar algunas anécdotas, esas pequeñas islas de fracaso o éxito, de humorismo o tristeza, que contribuyen a situar al hombre en su dimensión terrena, en su colocación y línea de responsabilidad histórica. Las dejaremos para las ocasiones futuras que serán muchas. Ahora abandonemos un poco al hombre –ése que no supo de una Navidad que no fuese asedio, ése que volvió a respirar aire de calle sólo en los días de este enero de 1958– para ver algo de su obra, si inapreciable en todo su contenido, viva por lo menos en su aliento y en sus frutos.

Más de cuarenta números clandestinos se publicaron del periódico Tribuna Popular bajo la dictadura militar de los años 50. Todos bajo la dirección de Pompeyo Márquez.

Más de cuarenta números clandestinos se publicaron del periódico Tribuna Popular bajo la dictadura militar de los años 50. Todos bajo la dirección de Pompeyo Márquez.

Unidad por encima de todo

     Este fue el oleaje. Iban y venían las circunstancias, retrocedían o avanzaban las conquistas populares, recrudecían o se atenuaban las consecuencias represivas, pero aquí o allá, en ambas situaciones, los comunistas no abandonaron jamás la consigna central: “Unidad. En Tribuna Popular” –más de cuarenta números clandestinos–, en “Cuadernos de Educación” –revista teórica que pasó de la veintena de ediciones–, en publicaciones internacionales –“Fundamentos”, “Teoría”, “Paz Duradera”, etc.– en periódicos regionales del Partido, en documentos públicos dirigidos a otras organizaciones, en conversaciones directas con grandes conductores de nuestro pueblo –un Carnevali, supongamos–, Santos Yorme o Pompeyo Márquez, supo llevar este sentimiento comunitario, esta decisión de unión antidictadura, este propósito de bloques que sostenían en la cárcel y el destierro en la fábrica y la Universidad, los militantes del PCV. La historia con sus lecciones indiscutibles, convertía el deseo en luminosa realidad.

     Unas pocas muestras para que se vea y palpe la gran verdad. El 13 de diciembre de 1951 el P.C. V., por mano de Santos Yorme, secretario del partido, dirigía a AD una carta en la que se pedía la acción conjunta contra la dictadura militar, por la libertad de los presos políticos, garantías constitucionales y elecciones libres. En abril de 1952, en el número 16 de “Tribuna Popular” clandestino, Santos escribía un editorial. “La mejor enseñanza: la unidad”, donde repasando las lecciones del pasado, insistía en la necesidad de integrar un Bloque Único de todas las fuerzas que se opusieran a la tiranía. En enero de 1953, número 21 de TP, volvía a la carga afirmando, en base a los acontecimientos electorales del 30 de noviembre y a las acciones del 3 y 4 de diciembre, que “esto –es decir, la camarilla perezjimenista– no puede durar” y que para que la predicción se cumpliera faltaba sólo un factor: la unidad. En enero de 1954, justo un año después, editorializaba sobre el mismo tema: UNIDAD y a la pregunta “¿Qué debe hacer entonces el pueblo venezolano, para quitarse esta pesadilla de encima?”, él mismo contestaba:

     “Una y mil veces repetimos: por medio de su unidad. Su unidad para organizarse. Su unidad para combatir. Su unidad para derrocar la dictadura. Su unidad para conquistar un régimen de amplias garantías ciudadanas”.

     Ya en el XIII Pleno del CC del Partido –y la organización celebró en la clandestinidad seis plenos, desde el IX hasta el XIV–, realizado en febrero de 1957, culmina un proceso autocrítico consciente que incluía la observación de que había que aumentar la amplitud de la política de alianza antidictatorial, dándole cabida a todo aquel que estuviera dispuesto a luchar contra Pérez Jiménez y Cía., sea cual fuera su pasado, y eliminando todo roce secundario o principista con los que participaran en el frente. Como parejamente los otros partidos iban recogiendo idénticos frutos, confirmando así que la historia es implacable y unánime en los sentimientos que le toca dirigir como el mismo pueblo iba con el tiempo acumulando más y más semillas de odio antiperezjimenista, más y más voluntad de combate, y como las circunstancias plebiscitarias, ya conocedoras del exitoso paso de la Junta Patriótica, propiciaban una expansión de la comunidad combativa, esa política unitaria alcanzaría la culminación más hermosa que el civismo venezolano haya conseguido, cuando entre el 21 y el 23 de enero sale a la calle a confirmar la herencia de sus libertadores. La unidad había pasado pues, del proceso lento y difícil al estallido fulgurante y oportuno. Mas, situada ahora en un segmento de más grave responsabilidad, una nueva urgencia nace: la de mantenerla y más allá de mantenerla, consolidarla y ampliarla.

     Si no nos equivocamos, Pompeyo Márquez es el hombre, el único hombre que dirigió un movimiento clandestino durante toda su duración. Y es el político además que, dentro de Venezuela escribió e hizo más por la unidad del pueblo y de sus organizaciones de masas. Desde el artículo de dos cuartillas hasta el documento de cien páginas, desde la meditación en alguna casa solitaria hasta la conversación con altos dirigentes. No obstante, Pompeyo insiste en que sus méritos son menos personales que colectivos, en que todo o casi todo su milagro de perseguido y orientador se lo adeuda al cariño y trabajo de los miembros de su Partido, a la conciencia del pueblo venezolano y a la comprensión y sacrificio de cientos de militantes de otras organizaciones.

     Hoy no se trata de comprar credenciales entre las gentes que supieron asumir su responsabilidad ante la historia. Sobran en AD en URD en COPEI, entre los independientes, quienes cumplen a cabalidad los requisitos de la honestidad, la firmeza y el trabajo rematado. Si esta vez insistimos en Pompeyo Márquez se debe justamente a que él es una de esas unidades, y lo es en una medida verdaderamente pasmosa. La clandestinidad arrojó un saldo de tremendas consecuencias en este Pompeyo Márquez que en 1950 se enfrentó a problemas partidistas internos, en 1951 a relecturas críticas de Lenin, en 1952 a la farsa electoral, en 1953 a señalamientos de errores y aciertos, en 1954, 55, 56 y 57 a la combinación del estudio, la organización y la lucha, y en todo el período a la responsabilidad máxima de secretario del Partido.

     Para él esta pequeña introducción a su vida. Es la de sus camaradas, la de sus aliados. Y así aquella afirmación de que la obra de arte resultará tanto más perfecta cuando más se aleje del modelo real, se esfuma y desaparece en el centro vital de este torbellino clandestino que fue Venezuela y del que se está esperando que surja un novelista, para que se nutra de las esencias gloriosas y del patriotismo moral de hombres que, junto con su pueblo, han entrado en el ciclo heroico”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite.Caracas, 15 de febrero de 1958
Boletín – Volumen 134

Boletín – Volumen 134

BOLETINES

Boletín – Volumen 134

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición de enero de 1925 abre con “1925” en que se presentó una salutación al presidente, Juan Vicente Gómez Chacón y su tren ministerial y ejecutivo. De igual manera, comunicó a los afiliados y colaboradores del Boletín buenos augurios y gran prosperidad para el año que recién se iniciaba (P. 2689).

     De inmediato, en “Situación mercantil” donde se informó que la actividad mercantil en el mes de enero había sido escasa debido a las fiestas decembrinas y al retardo de las entregas de café. Se agregó “Todo el interior se ocupa esencialmente de organizar las recolecciones de café, algodón y cacao y pide dinero efectivo, indispensable para los gastos de peonaje y anticipos para los agricultores. Las lluvias continuadas no han permitido tampoco el movimiento de ganado… El comercio en general ha estado renuente a efectuar sus compras en el exterior y los precios no han ejercido ninguna influencia en esta renuencia, por lo tanto ha habido escaso interés en las fluctuaciones de los mercados productores” (Pp. 2689-2693).

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     Entre las páginas 2693 y 2694 se reseñó, de manera muy escueta, un libro entregado por el ministro de hacienda, Melchor Centeno Grau, en “El libro Bosquejo Histórico de la Vida Fiscal de Venezuela”. De seguidas, entre las páginas 2695 y 2696 se editaron unos breves artículos y titulados así: “”El libro Resúmenes estadísticos de los Estados y del Distrito Federal”, “Una enfermedad de los cafetos en el Brasil”, “El libro Manual del Agricultor Venezolano”, “Noticia sobre adopción de un tipo – base de café”, “La situación económica española” y, por último, “Incremento de la producción de mate”.

     Luego se puede leer “Apuntes sobre el Código Civil Suizo”, preparado por el abogado Carlos Álamo Ybarra, en el que su autor destaca que este documento legal en Suiza, “al igual que su Constitución y demás leyes, son la natural consecuencia del temperamento, de la costumbre y del genio nacional” (P. 2697).

     De la página 2698 a la 2701 se encuentra “Conferencia Internacional de Emigración e Inmigración”. Documento emanado del último encuentro que se había llevado a cabo entre el 15 y 31 de mayo de 1924 y en el que destacan el examen de la migración desde 1869 en conferencias internacionales, el interés mostrado por Italia para la organización de esta nueva Conferencia y el papel de la colonización para el asentamiento de inmigrantes en los distintos países del mundo.

     A continuación se presenta otro capítulo, el VIII, del libro de Francisco Depons “Viaje a la región oriental de Tierra Firme en la América Meridional” (Pp. 2701-2705)

     Entre las carillas 2705-2706 Héctor Ortiz firma un breve artículo: “El cultivo del Dividivi en Venezuela” en que su autor mostró preocupación por el escaso cultivo de este grano y que servía de sustento para las capas sociales más desfavorecidas.

     Le sigue “Lo que conviene saber tocante a la Bolsa de café y de azúcar de Nueva York” (Pp. 2706-2713) que resulta la continuación del mismo escrito aparecido en la edición de diciembre de 1924.

     A continuación dos notas “Noticias del Ecuador” y “Sección de correspondencia”, así como los cuadros siguientes: “Exportación de cacao y café por La Guaira en noviembre de 1924”, “Comercio de café en Maracaibo en noviembre de 1924”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en noviembre de 1924”, “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en diciembre de 1924” y “Tipos de cambio en Caracas en diciembre de 1924”.

Más boletines

Boletín – Volumen 103

Este número con fecha 1 de junio de 1922 presenta en su carilla 1569 “La elección presidencial” en la que felicitan a Juan Vicente Gómez por haber sido electo para un nuevo período presidencial.

Boletín – Volumen 94

Situación mercantil

Boletín – Volumen 135

Abre este número de febrero de 1925 con “Situación mercantil”.

Coliseo de Caracas, primer teatro

Coliseo de Caracas, primer teatro

El alemán Alejandro Humboldt y su asistente, el francés Aimé Bonpland, conocieron el Coliseo de Caracas, antes de ser destruido por el terremoto de 1812, aseguraron que era un recinto “satisfactorio” para las artes.

El alemán Alejandro Humboldt y su asistente, el francés Aimé Bonpland, conocieron el Coliseo de Caracas, antes de ser destruido por el terremoto de 1812, aseguraron que era un recinto “satisfactorio” para las artes.

     La gran mayoría de los viajeros o visitantes que llegaron a Venezuela durante el siglo XIX adquirieron las referencias acerca del país a través de los escritos de Alejandro von Humboldt (1769-1859), un aristócrata alemán, quien inició un viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente en 1799. Su bitácora era precisa y prestablecida y sus cartas de viajero indicaban la ciudad de La Habana como destino y de allí a Veracruz, al Virreinato de la Nueva España.

     Humboldt y su asistente, el francés Aimé Bonpland (1773-1858), habían zarpado desde La Coruña a bordo de El Pizarro. Cerca de las costas de Venezuela, la muerte de un pasajero a bordo, víctima del vómito negro de la fiebre amarilla, no les permitió a los viajeros continuar su destino inicial hasta el puerto de La Habana y desembarcaron en la primogénita Cumaná para pisar el continente americano por vez primera.

     Llegaron a Cumaná el 16 de julio de 1799 y permanecieron allí hasta el 24 de noviembre de 1800, cuando zarparon hacia Cuba. Durante su estancia, recorrieron extensamente la región, efectuaron numerosas observaciones científicas y vivieron innumerables peripecias y aventuras.

     En lo referente a uno de las impresiones que Humboldt escribió de Caracas fue: «Creo que hay una marcada tendencia al estudio profundo de las ciencias en México y Santa Fe de Bogotá; mayor estudio de la literatura y tanto como una imaginación ardiente y activa puede disfrutar en Quito y Lima; más comprensión sobre las relaciones políticas de las naciones, visiones más amplias sobre el estado de las colonias y ciudades, en La Habana y Caracas».

     También destacó el ambiente europeo de Caracas. En las líneas trazadas por Humboldt se puede leer: «A pesar del aumento de la población negra, La Habana y Caracas parecen estar más cerca de Cádiz y los Estados Unidos que cualquier otra parte del Nuevo Mundo». Palabras usuales entre algunos visitantes de Venezuela durante el 1800: el aire europeo de Caracas, con su excepcional sentido metropolitano.

     Alexander von Humboldt hizo numerosos descubrimientos y observaciones durante su estancia en Venezuela. Entre los que se pueden destacar los efectos del cambio climático: Humboldt hizo la primera anotación conocida sobre los efectos de la acción humana en el clima, documentando las consecuencias de las prácticas agrícolas coloniales en el Lago de Valencia. También expuso una teoría de los equivalentes naturales, es decir, puso a la vista de sus lectores una teoría de los equivalentes naturales que se convertiría en la primera filosofía ambiental global, viendo el planeta como un todo.

     De igual manera, en Cumaná, Humboldt y Bonpland observaron un eclipse de sol, experimentaron un terremoto, se deslumbraron con una lluvia de estrellas y asombraron a los habitantes de la ciudad con sus instrumentos. Durante su estadía en Cumaná, Humboldt y Bonpland aprovecharon para dirigirse al pueblo de Caripe, ubicado en el estado Monagas. En su escrito expusieron la impresión que les causó la Cueva del Guácharo. Los llanos y la electricidad: Humboldt realizó observaciones importantes sobre los llanos y la electricidad. También exploró el río Orinoco.

El periodista estadounidense, William Duane, también visitó el Coliseo de Caracas, pero después de haber sido afectado por el terremoto de 1812. Para entonces, el establecimiento no poseía techo.

El periodista estadounidense, William Duane, también visitó el Coliseo de Caracas, pero después de haber sido afectado por el terremoto de 1812. Para entonces, el establecimiento no poseía techo.

     En lo referente a William Duane (1760-1835) resulta importante recordar que fue un periodista y editor estadounidense que visitó Venezuela y Colombia entre los años de 1822 y 1823. Durante su visita, elaboró un texto titulado Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823, que fue impreso en Filadelfia en 1826.

     Duane había defendido con afán la causa suramericana desde las páginas del periódico Aurora. En su libro, Duane escribió que había venido a Venezuela con la tarea de encontrar solución a notas de crédito que se encontraban insolventes desde los tiempos de la guerra. Sin embargo, le dio mayor relieve al deseo que abrigaba, desde hacía unos treinta años, de conocer a quienes había acompañado espiritualmente en su lucha.

     En la última sesión del primer Congreso General de Colombia, celebrada el día 14 de octubre de 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta, se tomaron 6 acuerdos de reconocimiento en favor de 6 personalidades de otros países, como signo de agradecimiento de la República de Colombia (Gran Colombia, de acuerdo con los historiadores) ideada por Bolívar junto con otros próceres de la Independencia, entre ellos el de William Duane. Es importante mencionar que Duane también visitó Barquisimeto y apuntó en sus crónicas: “Las calles tendrían alrededor de veinte pies de anchura (5,40 metros), bien adoquinadas y aun cuando la fundación y edificación de la ciudad sólo databa desde la época del terremoto de 1812 ya presentaba, sin embargo, un aspecto de mayor antigüedad”.

     En el capítulo VI de su texto hizo referencia a la visita del teatro que Humboldt había descrito “satisfactoriamente”. Duane escribió que había decidido ir solo a la función teatral que en el recinto se ofrecía. Contó que canceló por la entrada un real. Decidió ocupar un asiento en la parte alta del teatro porque le informaron que el patio era “un sitio a la intemperie”. La localidad que ocupó fue un ala transversal, paralela al escenario y situada enfrente de éste. “Otros palcos en serie, que rebosaban de público, especialmente de damas, ocupaban ambos lados del paralelogramo, el piso bajo, es decir, el suelo puro y simple, servía de patio, y en cuanto a la techumbre, sólo se contaba con la serena, azul y estrellada bóveda celeste”.

     En su descripción puso de relieve que el proscenio o tablado medía unos veinticinco pies de ancho. El telón, cuya caída indicaba los diferentes actos, representaba una suerte de cuadro pastoral que, según Duane, era muy parecido a los que hacía un siglo utilizaban de manera corriente en las diferentes obras de ficción de los escritores sentimentales. A medida que se alzaba, para mostrar un nuevo acto, aparecían en perspectiva figuras, pintadas en cartón, que hacían alusión a elementos naturales, un campamento, la cámara de un palacio o un naufragio, “todo lo cual iba apareciendo en progresión dramática”.

     Por dificultades para entender la lengua nativa atinó a decir que sólo entendió fragmentos del diálogo y de la temática de la obra. Aunque, comentó que ésta mostraba un argumento, cuyos personajes del drama o las máscaras de la acción eran un Aquiles de faldellín o enaguas, acompañado de personajes como Patroclo, Héctor y otros griegos y troyanos. De igual manera, aparecían también Andrómaca y Briseida, por último, menciono un personaje que “siempre interviene en los dramas hispanos: un bufón”, quien era el encargado de convertir en serias las escenas hilarantes y en graciosas a las trágicas.

Plano del Coliseo de Caracas.

Plano del Coliseo de Caracas.

     En este sentido ofreció un ejemplo de una de las escenas que observó en la obra que, aunque no lo menciona, debe estar circunscrita a Aquiles, Héctor y Patroclo como personajes prominentes en la Ilíada, una antigua epopeya griega atribuida a Homero. En la Ilíada, Aquiles y Patroclo son camaradas cercanos en la guerra contra los troyanos. Patroclo, después de convencer a Aquiles, lidera al ejército de Mirmidón en la batalla llevando puesta la armadura de Aquiles. Patroclo logra hacer retroceder a las fuerzas troyanas, pero Héctor lo mata durante la batalla. Aquiles, sumido en un profundo dolor por la muerte de Patroclo, regresa al campo de batalla con el único objetivo de vengar la muerte de Patroclo matando a Héctor.

     En su redacción estampó algunos recuerdos de este drama. De su rememoración anotó que Héctor frente a uno de los griegos era muy distinto a lo que vio en la oportunidad que comentaba. También agregó otros anacronismos presentes en la exposición teatral como, por ejemplo, el mar debía estar calmado mientras las alegorías presentadas, en esta oportunidad, lo mostraban agitado. Sin embargo, agregó que el bufón, que aparecía en esta escena, le pareció divertido. 

     De la obra en general concluyó: “Aunque la imitación de la realidad era ciertamente abominable, en un drama más adecuado habría obtenido cuando menos tantos aplausos como los que recibió, a lo que no hubiera podido aspirar para sí Héctor o Andrómaca. Después de todo, los defectos que haya podido tener la pieza son atribuibles a España, de donde proviene esta especia de drama, formado por no sé cuántos actos”. Por lo visto, Duane no estuvo muy satisfecho de lo visto en esta ocasión y además por haber presenciado una pieza teatral que inició a las seis de la tarde, él se marchó seis horas después sin ver el final, porque a las doce de la noche no había terminado.

     Contó, al final de esta larga descripción, haberse topado con el general Soublette cuando entró al Coliseo de Caracas, cuya construcción se llevó a cabo en las postrimerías del 1700. De este encuentro señaló que el general le había hecho varias preguntas. Una de ellas fue su opinión acerca de lo que había visto hacía un instante. Duane escribió que le había contestado con toda franqueza y que Soublette había estado de acuerdo con su percepción. De este militar y prócer de la Independencia anotó que vestía como un ciudadano común y corriente, quien se había presentado sin guardias ni ayudantes, “en su condición de magistrado republicano”.

     Culminó esta parte de su escrito con el siguiente comentario: “me fue grato verle y tuve oportunidad de observar, en la manera risueña y cordial con que se dirigía a personas de diferentes categorías, lo adecuadamente que cumplía sus funciones”.

Boletín – Volumen 133

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BOLETINES

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Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Con fecha 1 de octubre de 1924 se dio a conocer un nuevo número del Boletín que inició con “Homenaje al Centenario de la Batalla de Ayacucho”, el que apareció acompañado de “Párrafos del Diario de la última Campaña del Ejército Español en el Perú en 1824 que terminó con la Batalla de Ayacucho” (Pp. 2647-2649).

     Le sigue “Situación Mercantil” (Pp. 2650-2653) donde se anotó bajo la denominación situación general lo siguiente: “Podríamos resumir la situación del mes diciendo que la demanda de mercancías secas se ha sostenido bastante bien, aunque sin la intensidad de octubre; y por otra parte la circulación monetaria es reducida”.

     Le siguen unas cortas notas tituladas “Cámara agrícola pecuaria de Venezuela”, “Gastos de un saco de café en Nueva York”, “Trabajos de la Unión Panamericana en pro del progreso americano”, “Nuevas reglamentaciones mexicanas del petróleo” y “Otro ataque contra el gorgojo del algodón” (Pp. 2653-2655).

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     De la carilla 2655 a la 2659 en “Instituto de Crédito Hipotecario Agrícola” se presenta un proyecto para establecer un ente para la obtención de recursos financieros y destinados para fomentar la agricultura, “sin necesidad de reformar las leyes existentes”.

     Como parte de la información concerniente a la situación económica en los países del centro de Europa se editó “La industria alemana y el mercado mundial” (Pp. 2659-2660). De inmediato se insertó “Lo que conviene saber tocante a la Bolsa de café y de azúcar de Nueva York” en que se presenta una valiosa información sobre el funcionamiento de la Bolsa en esta localidad estadounidense (Pp. 2660-2663).

     Se expuso a continuación (Pp. 2663-2665) “El mercado de cacao de Londres” e “Informe relativo al distrito Cedeño del estado Bolívar” (Pp. 2666-2667) en el cual se dan a conocer algunas condiciones relacionadas con la ganadería, frutos diversos y piscicultura.

     Luego, otro capítulo del libro de Francisco Depons titulado “Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional” (Pp. 2667-2669). De igual modo, otro capítulo del libro “Los bucaneros de la Indias Occidentales en el siglo XVII” de C. H. Haring (Pp. 2670-2674).

     Ya casi al final de la edición unas notas tituladas “Sobre la situación financiera y económica de Francia”, “Sobre el actual empréstito francés”, “Feria de Lyon”, “Noticias de Colombia”, “Noticias del Ecuador” y “Sección de correspondencia” (Pp. 2674-2679).

     Se cierra este Boletín con los cuadros siguientes: “Exportación de cacao y café por La Guaira en octubre de 1924”, “Comercio de café en Maracaibo en octubre de 1924”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en octubre de 1924”, “Tipos de cambio en Caracas en noviembre de 1924” y “Valores de la Bolsas de Caracas y Maracaibo en noviembre de 1924”. Como colofón se puede leer “Índice” correspondiente al año 1924 (Pp. 2685-2687).

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