El onomástico del Libertador

El onomástico del Libertador

De acuerdo con algunos estudiosos del tema, habría sido el propio Libertador quien propició esta identidad entre su onomástico y su natalicio.

De acuerdo con algunos estudiosos del tema, habría sido el propio Libertador quien propició esta identidad entre su onomástico y su natalicio.

     La obra de William Duane (1760-1835), un periodista y editor estadounidense, titulada Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823 proporciona un registro histórico valioso de la época posterior a la Independencia en la República de Colombia o Gran Colombia, según la denominación historiográfica con la que se ha dado a conocer este intento de integración de Suramérica. Es preciso reconocer que su libro ofrece una visión detallada de la vida, la cultura y la política de la región durante un momento de edificación republicana.

     Además, tiene una destacada importancia por ser una visión de un extranjero quien, sin duda, por las ideas que desplegó en su escrito, sentía una gran admiración por los personajes que protagonizaron la Independencia frente a la monarquía española. En fin, Duane aportó una perspectiva única de los eventos y circunstancias de la época. Sus observaciones pueden ofrecer una visión imparcial y objetiva de los acontecimientos. Aunque una lectura atenta y cuidadosa permite constatar sus simpatías por los americanos y cierta aversión hacia lo ejecutado por los ibéricos españoles en estas porciones territoriales.

     Por tanto, es recomendable indicar que en las líneas por él trazadas se nota una defensa de la independencia. Así, que se pudiera concluir que Duane fue un ferviente defensor de la independencia de América del Sur. Sus escritos no sólo registraron los hechos históricos, sino que también muestran su apoyo a la causa de la independencia.

     Por tal motivo en la última sesión del primer Congreso General de Colombia, se le otorgó a Duane un reconocimiento en favor de su constante esfuerzo por brindar apoyo a la libertad del pueblo de la Gran Colombia. 

     Por lo tanto, la obra de Duane sobre la Gran Colombia es una fuente importante de información histórica y ofrece una perspectiva única sobre este período de la historia sudamericana. En especial, por ser un escritor con una excelente preparación intelectual. La edición en español, preparada por el Instituto Nacional de Hipódromos de Venezuela en 1963, consta de dos tomos que suman un poco más de setecientas páginas de descripciones y argumentos extensos, desplegados en dos volúmenes.

     Duane coincidió, durante su estadía en Caracas, con la celebración del 28 de octubre, día que se mantuvo, por un tiempo, como el del nacimiento de Simón Bolívar. Ello se debió a que el onomástico del Libertador coincidía con la festividad de San Simón en el santoral. El onomástico hace alusión al día en que se festeja algún santo. Durante muchos años, el 28 de octubre fue celebrado en Venezuela como un gran día de la Patria. Se creía que ese día no solo era el onomástico del Libertador, sino también el de su natalicio. Más tarde, una disposición legislativa rectificó ese error, trasladando la fecha nacional al 24 de julio, que es el verdadero aniversario del nacimiento del Libertador. Sin embargo, el sentimiento popular continuó festejando el 28 de octubre, ya que lo que importaba era su nombre, que en el santoral correspondía al 28 de octubre de cada año, día de San Simón.

     Según Alfonso Castro Escalante, historiador del estado Mérida, quien citó a Tulio Chissone quien había presentado una disertación en la Sociedad Bolivariana de Venezuela, el 28 de octubre de 1975, señaló que “por muchos años el 28 de octubre fue celebrado en Venezuela como un gran día de la Patria. Creyó al principio que ese día no solo era el onomástico del Libertador, sino también el de su natalicio”.

El célebre historiador merideño, Tulio Chissone, señaló que, “por muchos años, el 28 de octubre fue celebrado en Venezuela como un gran día de la Patria.

El célebre historiador merideño, Tulio Chissone, señaló que, “por muchos años, el 28 de octubre fue celebrado en Venezuela como un gran día de la Patria.

     Aunque una disposición legislativa rectificó este error, trasladando la fecha nacional al 24 de julio, el sentimiento popular festejaba sin saberlo, y como por instinto, el 28 de octubre, porque era un acontecimiento todavía más grandioso y cuya gloria resonó en toda la América. De ahí que, el historiador merideño agregara: “Bolívar la encarnación del genio de la libertad en el seno de una mujer venezolana”. No importaba el día de su nacimiento, lo que importaba era su nombre, que en el santoral correspondía a la fecha ya indicada.

     De acuerdo con algunos estudiosos del tema, habría sido el propio Libertador quien propició esta identidad entre su onomástico y su natalicio. Hoy se agregan aspectos que emanan de sus propias cartas, que demuestran como el Libertador aceptó, con agrado y gratitud, las manifestaciones que se le hacían el 28 de octubre: El 28 de octubre de 1817 fue celebrado en Angostura con un solemne tedeum. 

     El Libertador participó en los actos programados, y al efecto escribió al general. Carlos Soublette, jefe del Estado Mayor lo siguiente: “Incluyo a usted el programa para la fiesta a la que he determinado concurrir mañana en la Iglesia Catedral de esta ciudad. Comuníquelo usted a quien corresponde, especialmente al venerable cura y a quien prevendrá para la colocación de los asientos. Las salvas no tendrán lugar mañana. Lo demás se ejecutará en cuanto sea posible. Y en otra carta fechada el 28 del mismo mes y año, insinuaba al jefe del estado mayor, invitar a todos los generales, jefes y oficiales de los cuerpos, y a los jefes y oficiales sueltos que voluntariamente quieran concurrir, a su casa de habitación para acompañarlo a la iglesia al tedeum a que lo ha invitado el venerable párroco de la Iglesia Catedral “. Esta larga cita proviene de Vicente Lecuna en la edición de Cartas del Libertador y preparada por él.

     Aclarado el punto sobre el 28 de octubre como día del nacimiento de Simón Bolívar, tal como lo escribió Duane, paso a presentar una sinopsis de lo que observó sobre los preparativos para la celebración de este acontecimiento.

     Contó Duane que, por ser 28 de octubre, “el día natal del presidente”, desde tempranas horas del día se escuchaba el retumbar de la artillería desde diversos puntos de la ciudad. En momentos de vida normal, las calles de Caracas lucían muy apacibles y, de acuerdo con este cronista viajero, era muy raro ver las calles con aglomeración de personas, “pero en este día aparecían como un hormiguero cuyos habitantes se hubieran puesto en movimiento”.

     Para la ocasión los miembros de las fuerzas militares hicieron gala de sus mejores uniformes, “aunque dicha denominación no corresponde precisamente a la realidad, pues no se adaptan a ningún corte, patrón o color de uso general; sin embargo, a los ojos de un espectador forastero, formaban un espectáculo atractivo”. De los integrantes del desfile dijo que llevaban guerreras cortas de tonos azules, rojos o amarillos, así como que los pantalones eran también del mismo color o, simplemente, blancos. Muchos de los soldados exhibían estas combinaciones. Mientras los oficiales vestían con pantalones amarillos, blancos o de color carmesí. Llevaban sombrero, algunos, también gorras de cuero o paja, con penachos de pluma de diferentes matices.

De acuerdo con algunos estudiosos del tema, habría sido el propio Libertador quien propició esta identidad entre su onomástico y su natalicio.

De acuerdo con algunos estudiosos del tema, habría sido el propio Libertador quien propició esta identidad entre su onomástico y su natalicio.

     Los oficiales de mayor rango vestían con intenciones de uniformidad. Al respecto subrayó, “Tantas variedades de colores no debían atribuirse por entero a capricho u ostentación; existía ciertamente un reglamento sobre el uso del uniforme, pero como ello solo no significaba que se estuviera en capacidad para importar una cantidad suficiente de tela de un solo color, ni para pagar los gastos de confección, las necesidades del momento autorizaban las innovaciones, embellecidas a su vez por el antojo o la vanidad”.

     Escribió que, a propósito del “festival”, todos los integrantes de la tropa, regulares y voluntarios, acudieron a la cita celebratoria con sus respectivos uniformes, aunque la diversidad no aparecía de manera tan irregular como la de los oficiales del servicio regular. De los “soldados de línea” expuso que portaban chaquetas de dril, pantalones a los “Osnaburg” (tela de textura rugosa y gruesa que era utilizada para elaborar la indumentaria de los esclavos). Añadió que la vestimenta se notaba limpia y en buen estado. De los oficiales, quienes montaban corceles de buena estampa, aunque a algunos les habían cortado la cola, mostraban sus mejores galas. Para esta ocasión se habían distribuido nuevos uniformes y calzado apropiado, incluso alpargatas. Sobre las armas anotó que a simple vista presentaban un aspecto óptimo, “pero algunas sólo resultaban apropiadas para un desfile de gala”.

     En su descripción destacó que todos los templos de la ciudad estaban abiertos. Por otro lado, entre los actos programados para la ocasión estaba “la celebración de un espléndido sarao”. Encuentro al que fue invitado y que aprovechó para mostrar a sus potenciales lectores algunas “costumbres y maneras del país”. 

     Bajo esta intención expresó que todo el día 28 había sido de festejos ininterrumpidos, con un clima templado, muy a favor para las festividades. Indicó que en las calles se veían llenas de “graciosas damiselas”, vestidas con trajes de “vivos colores”. Por un momento, las calles volvieron a su normal trajinar, puesto que las personas se alistaban para un baile programado dentro de la magna celebración.

     Indicó que esta última se llevó a cabo en una de las principales moradas de la ciudad. Lugar al que los invitados llegaron antes de las ocho de la noche. Para esta fiesta se presentaron dos orquestas que interpretaron la contradanza española. Baile caracterizado por la danza que, al principio, le pareció poco animado, sin embargo, con el desarrollo del mismo se le fue tornando atractivo por “ser tan excelente la danza como la música”. Expuso que quienes asistieron al baile lo hacían en parejas y que por ser el salón bastante espacioso tuvo la “oportunidad para admirar las bellezas caraqueñas”.

     Sumó a su observación que había constatado el buen trato de los oficiales para con sus respectivas parejas en el baile. Contrario a las informaciones que difundían los enemigos de la república de Colombia, escribió haber sentido complacencia al ver “la concordia y el espíritu liberal, el buen sentido y la corrección” en la manera de relacionarse las personas en esta oportunidad. Las cordiales relaciones entre éstas, así como las expresiones plagadas de alegría y espontaneidad, “que caracterizaron aquella fiesta”, eran la mejor refutación a los agoreros mensajes que se lanzaban contra los revolucionarios suramericanos.

     A esto agregó el ejemplo de las castas de color y su relación con la nueva elite política y económica. “Se había vaticinado que las gentes de color nunca llegarían a avenirse con quienes ostentaban blanca la tez. Pues bien, en esta ocasión pude ver a beldades tan rubias como Cintia, o tan rubicundas como Hebe, cuyo color blanco y rosa resplandecía, atravesando graciosamente entre los apiñados grupos de la danza, del brazo de ciudadanos cuya piel presentaba todos los matices”. Más adelante subrayó que, las mujeres quienes habían recibido “buena educación” no eran menos estimadas “por el hecho de que su cutis no era totalmente blanco”.

     El objeto de su juicio era lo escrito por el francés Francisco Depons (1751-1812), quien había residido en Venezuela entre 1801 y 1804, quien en su obra Viaje a la parte Oriental de Tierra Firme (1806) representaba las agoreras consideraciones a la que hizo referencia Duane. De los argumentos, desplegados por el francés, indicó que fueron erróneos, ya que “las discriminaciones no existían, sino las debidas a los méritos intelectuales y morales para conquistar el respeto personal o el desempeño de un cargo público”.

Boletín – Volumen 135

Boletín – Volumen 135

BOLETINES

Boletín – Volumen 135

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Abre este número de febrero de 1925 con “Situación mercantil”. En el mismo se encuentra anotado: “El movimiento de enero no fue de gran actividad, pues faltaron las entradas de café, por causa del tiempo y de tardanzas en la maduración, no podrá contarse con ellas hasta la segunda quincena de febrero.” Esta situación, se subrayó había causado una escasez de circulante y se pedía un estudio para determinar que el dinero invertido no solía repercutir en la esfera económica (Pp. 2721-2725).

     En un corto artículo se hizo referencia a “La nueva moneda alemana” (P. 2725).

     De la carilla 2726 a la 2728 ocupa el espacio “El Perú y las fiestas del centenario” en que se hace referencia al centenario de Ayacucho y las actividades que se desarrollaron para tan importante hecho histórico (Pp. 2726-2728). Le sigue el resultado de un estudio expuesto en el Colegio de Ingenieros de Venezuela, titulado “El Delta del Orinoco” el cual estuvo dedicado al general Juan Vicente Gómez (Pp. 2729-2735).

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     Para las carillas 2735 y 2736 se puso a la vista del lector “Fomento de las exportaciones y de la navegación” artículo preparado por Jaime Picón Febres, cónsul general de Venezuela en Francia.

     En la página 2736 se insertó “La feria de Leipzig” en la que se destacó su importancia por la cantidad de expositores y por las transacciones que en ella se dieron cita.

     En “Posibilidades de intensificar el comercio entre Argentina y Venezuela” (Pp. 2737-2738) su autor, el cónsul general de la Argentina en Venezuela, puso de relieve varios documentos que avalaban la importancia de incrementar el comercio entre la Argentina y Venezuela.

     A continuación “El primer cartógrafo de Colombia y de Venezuela, Agustín Codazzi, de Lugo 1793-1859”. El mismo se trata de una breve semblanza de este importante geógrafo de origen italiano (Pp. 2739-2741).

     Le sigue el capítulo VIII de la obra de Francisco Depons titulado “Del sistema seguido por España en el comercio de sus colonias y del comercio en la parte oriental de Tierra Firme” (Pp. 2741-2744).

     En la página 2744 una corta nota titulada “Servicios de la Asociación de Comerciantes de Nueva York” en la que se informa de los negocios que se pueden realizar con los Estados Unidos y sus implicaciones.

     De seguida, la continuación de “Lo que conviene saber tocante a la bolsa de café y de azúcar de Nueva York” (Pp. 2745-2747), continuación del mismo escrito que viene del número 134 del Boletín.

     En esta edición continúa “Los bucaneros de las Indias Occidentales en el siglo XVII” (Pp. 2747-2749) del historiador C. H. Haring. De la carilla 2749 a la 2750 se hizo referencia al supuesto agotamiento del petróleo como recurso energético en “Recursos mundiales de petróleo”.

     En “Notas relativas a Francia. Situación del comunismo en Francia, declaración de Mr. Herriot” se desmiente que Francia pronto caería en manos comunistas (Pp. 2750-2751).

     A continuación dos breves notas “Legislación y reglamentación que garantizan que los vinos franceses son puros y genuinos” y “Autonomía de los puertos franceses” (Pp. 2751-2752).

     En “Comercio con el Perú” (Pp. 2752-2754) se presentan documentos que dan cuenta de las oportunidades de intercambio comercial entre Venezuela y el país incaico.

     En la página 2755 aparecen unas cortas notas tituladas: “Tratados públicos y acuerdos internacionales de Venezuela”, “Bonos de la compañía minera Andes”, “La revista de derecho Astrea” y “Sección de correspondencia”.

     Al final los cuadros que siguen: “Exportación de caco y café por La Guaira en diciembre de 1924”, “Comercio de café en Maracaibo en diciembre de 1924” (P. 2756), “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en enero de 1925”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en diciembre de 1924” y “Tipos de cambio en Caracas en enero de 1924”.

Más boletines

Boletín – Volumen 126

Como se hizo habitual en el Boletín, la edición inicia con “Situación Mercantil”.

Boletín – Volumen 76

Para este número setenta y seis los editores presentaron un Índice de la Ley de Aduanas.

Boletín – Volumen 125

En esta edición del 1 de abril de 1924 se publicó, en primer lugar, “Situación mercantil”.

El automóvil en Venezuela

El automóvil en Venezuela

En 1962, el escritor José García de la Concha publicó un estupendo libro titulado Reminiscencias, vida y costumbres de la vieja Caracas, en el que relata hechos de la cotidianidad capitalina de comienzos del siglo XX. Entre ellos, destaca un capítulo dedicado a William Phelps y el papel que jugó su negocio llamado Almacén Americano en la importación y venta de artículos que marcaran la vida de los venezolanos, entre ellos, el automóvil.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

     “Caracas en su vida íntima, ha contado con hombres que verdaderamente deben remarcarse en su historia. Si bien hay quienes ocupan páginas en su interesante vida militar y política en las letras y en las artes, en la ciencia y en la industria. En su vida social y filantrópica, de la que tanto se debe enorgullecer, uno de estos hombres debe ser don William H. Phelps, uno de tantos ilustres extranjeros que, llegados a nuestro país, se han enamorado de nuestra tierra, de nuestras costumbres, de nuestras gentes, de nuestro cielo, de nuestra flora, y con un cariño y un gran interés han dedicado sus talentos y actividades en pro del bienestar nacional, haciéndose hijos amorosos de una patria que les brinda cordial acogida.

     William H. Phelps entra al país humilde, silente; se dedica a trabajar tesoneramente, con inteligencia, con cálculo y economía, con método, y va agigantándose tanto en sus labores, que pasados unos años ve fructificados todos sus empeños, amasados en una sólida fortuna que no empleará en satisfacciones de su holgada vida. Ahora trabajara más, pero esta vez por el desvalido, por el huérfano, por el menesteroso. Hombre dotado de sensibilidad, altruismo y filantropía, no desmaya en figurar en cuantas sociedades, juntas y recolecciones caritativas se organizan en Caracas, y particularmente trabaja por el bienestar del prójimo.

     A comienzos del siglo, entre las esquinas de Traposos y Colón, hay un pequeño taller de reparaciones de máquinas de coser y de escribir (escasas en aquel tiempo), y creo que hasta relojes. William H. Phelps es un joven alto, delgado, de ojos azules y pelo rubio, agradable, simpático; con un overall azul de trabajo, un alicate y un largo destornillador, atiende a sus clientes. Más tarde importa sus máquinas de escribir y algunos artefactos americanos.

     Para 1911 ya lo tendremos asociado con el señor Henrique Arvelo en el ángulo sudeste de la esquina de Sociedad: “Almacén Americano”, de Arvelo & Phelps. Allí se comienza la importación de automóviles en Caracas. Y viene el Ford modelo 1912, y llegan las máquinas registradoras, que ningún pulpero quiere quedarse sin ellas. Y comienzan a instruirse jóvenes en el desempeño de las funciones de vendedores ambulantes. Y llegan las pianolas y las cajas fuertes, y bicicletas, máquinas de escribir, de moler carne y hacer salchichas; cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos y toda clase de repuestos para Ford.

     Phelps es el alma del negocio, que marcha como dicen los marinos, “viento en popa, a toda vela”. También comienzan sus actividades sociales y filantrópicas, pues ya casado con doña Trina Ticker, de origen inglés, pero gran dama y señora de la más culta raigambre venezolana, ya en holgada situación, no deja de imponer su espíritu altruista y de interés por la cultura, artes y ciencias nacionales.

     Y la firma Arvelo & Phelps inunda el comercio con sus máquinas registradoras; inunda las oficinas con las máquinas de escribir; ya por todas las esquinas se oyen las cornetas de los automóviles; en las casas se meten botellas de vino o cerveza, o simplemente de agua, a enfriarse en las cajas de hielo y descansa Lozamno Pompa y su ayudante, porque ya las niñitas no quieren bailar sino con la pianola. Si en una casa escucha usted la marcha de “Tannhauser”, en otras los cadenciosos compases del vals “Creola” o partituras de la “viuda alegre”.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

     Llega el fin del contrato y la separación de los socios. El “Almacén Americano” continúa bajo la razón social de William h. Phelps y Cª. Ahora serán sus socios los empleados. Henrique Arvelo se establecerá de Torre a Madrices con el “Bazar Americano”, bajo la razón social de Arvelo y Cª. Ambos en competencia: si Phelps trajo el Ford, ahora Arvelo trae el Federal y los mismos artículos, pero de diferentes marcas.

     El “Almacén Americano” abre sus puertas entre Pajaritos y la Palma, ensancha sus negocios, comienza el radio e instala la primera estación. Y si en este departamento Edgar J. Anzola hace las delicias de la chiquillería caraqueña con sus oportunas, sanas y graciosas intervenciones. Nino Mosquera atiende otro departamento, Amengual otro y así sucesivamente; son encargados y socios, jóvenes, viejos empleados que, por su tesonera labor y buen comportamiento, discípulos de Phelps, han llegado a integrar el más grande almacén de la época. Ya con sus hijos, fieles retratos de su padre en lo moral, físico y buenas costumbres. Y con estos colaboradores puede el viejo retirarse de los negocios. Pero ahora surge una nueva vida.

     Ciencias, artes y filantropía ocupan su inteligencia y su imaginación. Viste traje de marino, acondiciona una embarcación y se da a estudiar las islas y costas de Venezuela. Se interesa por la pintura y la escultura, por las antigüedades y obras de arte, por la botánica, flora y fauna venezolanas; monta un museo donde la rama ornitológica es una maravilla, organizada por su nuera Kati de Phelps y de la que se puede decir es conocida mundialmente.

     Honor a este ilustre caraqueño de corazón. Caracas, y con Caracas Venezuela entera, te admira y agradece cuanto has hecho en tu meritoria existencia en pro de nuestra cultura y ciencias naturales, por nuestros ricos y nuestros pobres, y por habernos hecho conocer parajes encantadores, unos ignorados y otros recordados”.

La Odisea de Pompeyo Márquez

La Odisea de Pompeyo Márquez

Por Jesús Sanoja Hernández

Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, el nombre de Pompeyo Márquez (1922-2017).

Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, el nombre de Pompeyo Márquez (1922-2017).

     “1936. En cuántos discursos, en cuántos libros, en cuántos memorables artículos se ha inscrito este año de pasmo para Venezuela. Perdida en los comienzos de un siglo tumultuoso, la dictadura del Benemérito había hilado su red de paz carcelaria durante un período que sólo se compara en elasticidad con el de Porfirio Díaz, y en barbarie con ningún otro, de tan sádicas y dolorosas que fueron las torturas infligidas al bravo pueblo.

     27 años que los nuestros juraron no olvidar jamás y que, oh miseria de las experiencias que no enseñan, fueron en su obra olvidados. 27 años que dejaron su llaga física, su llaga moral, su llaga histórica, en cada uno de los hogares de la patria.

     Y vino el 36. El entusiasmo, las luchas, la palabra “izquierda”, el Bloque de Abril, los políticos nuevos y los excarcelados, los que regresaban y los que se agazapaban. Vino el deseo de construir y las ganas más profundas, carnales, de enseñar al pueblo la ruta de la libertad. Nacieron sindicatos y organizaciones, y también, al rato de los fragores del civismo conquistado, huelgas y disensiones ideológicas. De la nada –una nada engañosa, plena de gérmenes– se había pasado al todo, un todo también engañoso que a los pocos años se fragmentaría, dando paso a la diferenciación partidista, a la variedad de consignas y a las necesidades de un crecimiento democrático que, por vez primera, se ensayaba.

     Por esos tiempos, los 13 años de Pompeyo Márquez empezarían a enredarse en las turbulencias de los nuevos días. Repartidos de la “Botica de los Angelitos” en 1935, bastarían meses para que pasara a la de “Palo Grande” o a la “América Productos”. A la didáctica directa de la agitación de masas que veían por doquier, a la pedagogía fructífera del debate público antes no conocido, la adolescencia de Pompeyo Márquez, entradas ya las semanas ejemplarizantes del 37 y el 38, se nutriría con los primeros libros, esos que arrojan luz repentina o que encienden pasiones heroicas incontenibles, como “La Madre” (cuántos no han caído bajo su urdimbre generosa), como el terrible “Cemento”, como el esquemático y simple “Avanzada”, de Jorge Newton, o como los poemas, todavía recordados por una memoria impresionable, de José Portogalo. Todos los alimentos que pide una vida que ingiere y asimila, todas las confluencias que accidental o vocacionalmente se unen en los lapsos de formación, fueron recibidos por Pompeyo y dejados así, en simiente y precedente, para después brotar digeridos y determinantes en los años en que la lucha fortifica al hombre, en que la serenidad se junta a lo combativo, en que la experiencia se suma a la perspicacia.

Comienzos de estudiante

     En 1937 trabaja en una oficina de representaciones. Ya está en la mezcla dura de ganarse el sustento y estudiar. Con ese primer año de bachillerato que después no podría desarrollarse debido al vértigo de la lucha, entra en la F. E. V., aquel organismo alrededor del cual giraban las inquietudes y esperanzas de miles de venezolanos. La dosis de cárcel que en este país parece ser la iniciación de todo combatiente, la recibe cuando es sorprendido repartiendo el manifiesto de protesta por el asesinato de Eutimio Rivas. En cuatro años es encerrado doce veces; conoce varias prisiones; un día está en la Comisaría de “El Conde” y otro en el Jobito, en Apure fronterizo, a donde fuera un 1° de enero bajo órdenes de Pedro Estrada y el Bachiller Castro. Era en 1939 el mismo, que en septiembre vería estallar la guerra mundial. La cárcel, con sus vueltas regulares, llena muchos julios –semanas de exámenes– y los estudios quedan, al menos como carrera hacia el grado, paralizados.

     Mas, al igual que el viejo principio de la química, en la vida, en la plenitud del hombre que se da a una causa, nada se pierde, todo se transforma. El álgebra elemental y la biología de Cendreros se apartaron y dieron entrada al libro vivificante de la acción callejera del periodismo político del aprendizaje rápido, variable, tenaz. Edita a “Masas”, vocero estudiantil, junto con otros de aquellos empecinados en abrir caminos, y hace de adjunto a la Secretaría de Universidades Populares de la F. E. V.: frecuenta círculos pedenistas y cuando las mudanzas del curso represivo lo echen a “El Jobito” recibirá, de manos de Ramón Volcán, un impulso marxista que lo llevará a una organización en la que después sería unidad invalorable. Como todo lo que tiene génesis difícil, no hay nada en el futuro político de Pompeyo Márquez que no sea una recompensa a los inicios y una superación de lo recorrido.

     Los últimos discursos de López Contreras y el gobierno de Medina presencian cómo un hombre llegó a pasar de estudiante castigado por las incertidumbres de la lucha juvenil, a militante de partido y a conquistador honesto, sacrificado, de las primeras plazas dirigentes. Un destino se labraba así, ajeno a providencialismos tropicales, opuesto a la ascensión fugaz de quienes, al poco, ablandan la fibra interior y decaen, seguro del trabajo que lo moldeaba, del pueblo que lo impulsaba y de la vocación que, en lo hondo, hervía.

 

Períodos de afianzamiento-Rutas de preparación

     Penetrado del sentido del partido, sustancia intocable, pero fértil, sin la que ningún marxista puede desarrollarse, Pompeyo Márquez comienza siendo responsable político de una célula a la vez que realiza trabajos de tipo reivindicativo en las juntas Pro-fomento de Luzón, El Observatorio, etc. Ya para llegar el año 1941, es secretario del Comité de Juventud Popular y participa en la fundación del periódico “JUVENTUS”, mimeografiado. Vientos encontrados soplan y ante la nueva situación emigra hacia El Callao, 300 kilómetros más allá de Ciudad Bolívar, su lugar natal. Para esa época la New Goldfield, compañía extranjera que explotaba el oro de la región, era muy importante y en el Hospital a ella adscrito trabaja este hombre que todavía no llegaba a los 20 años. Allí lleva vida semi ilegal y labora incansablemente en la solución de problemas obreros; en el semanario ¡Aquí Está! Hay un reportaje en el que se analizan muchos de estos asuntos.

     Entre 1942 y 1945 iba a tener un papel principal en la construcción del partido en la región de Caracas. Justamente durante ese lapso es responsable político del Radio de San Juan, zona tan importante que alguna vez llegó a censar la tercera parte de la militancia partidista de la ciudad. Es secretario de la Unión Municipal en San Juan, para formar parte del Comité Regional y de la Directiva de Unión Popular y, sucesivamente, hace de administrador de ¡Aquí Está!, de funcionario en el “Morrocoy Azul”, de jefe de pregón de “El Nacional”, de jefe de oficina de VIKORA, empresa de Víctor Corao.

     Este apretado balance cuadrienal significa, punto a experiencias y a consolidación política, un enrumbamiento decisivo de la vida política de Pompeyo Márquez. Venezuela, en estos tiempos en que el medinismo soltaba las amarras de formas casi tradicionales en la discusión de partidos y en que las polémicas entre los “grupos de izquierdas” y entre éstos y la “reacción” adquirían un fuego combativo capaz de probar el temple de los futuros dirigentes, Venezuela –decíamos– era un vasto campo de experimentación ideológica y de formación de cuadros. La velocidad de aprendizaje, el ritmo de evolución en la forja del líder, el volumen de informaciones necesarias para el adoctrinamiento, eran intensos y sostenidos, Para Pompeyo y para su Partido ese tramo de tiempo constituiría uno de los elementos de referencia más ricos en cuanto a base autocrítica, a partida de construcción, a cimiento de experiencias bien empleadas.

Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme.

Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme.

Las nuevas tareas

     En 1945 es designado suplente del Comité Central y miembro de la Comisión Nacional de Organización que sirvió para adelantar la 4ª Conferencia Nacional del Partido. Viaja a Carabobo y Aragua.

     Durante la división pertenece al P.C.V.U. y edita, junto con Gustavo Machado, el periódico UNIDAD. Vienen, afortunadamente, las gestiones para un entendimiento y en la Comisión organizadora del Congreso de Unidad que habría de celebrarse posteriormente participa Pompeyo, e igualmente presenta un informe ante dicha reunión. En 1947 –ya era miembro del Comité Central y del Buró Político– viaja a La Habana, invitado por el Partido Socialista Popular, y aprovecha para conocer casi toda la isla.Es uno de los fundadores de la Editorial Bolívar S. A., donde hace de comisario y gerente redactor de “El Popular”, al poco tiempo devendría en jefe de redacción del que iba a ser el célebre “Tribuna Popular”. Aquí escribió sobre los más diversos temas y empezó a dominar con extraordinaria tenacidad, los secretos del artículo, de la síntesis y la comunicación. Cuando la dictadura clausuró al periódico –13 de abril de 1950– ya Pompeyo había cumplido inmejorablemente con su inclinación natural al periodismo.

     La clandestinidad, antes que agotar esta vena combativa, la iba a nutrir. En 1949 viaja al Ecuador como delegado fraternal al Congreso del Partido, y también a Colombia donde se realizaba el de Unidad. En Bogotá es asaltado por el SIC (Servicio de Inteligencia Colombiano).

     La tormenta, sin embargo, se acercaba. Ilegalizado “Acción Democrática” a instante mismo del golpe militar del 48, el Partido Comunista venía forzando desde entonces una política de unidad y tratando de que el movimiento democrático encontrase en “Tribuna Popular” un vehículo de aglutinación y de acción orientadora. Nadie se hacía ilusiones respecto a que no iba a venir el decreto que colocase a la organización “fuera de la ley”. El tiempo era breve y lo que urgía era cómo aprovecharlo hasta el máximo.

     Los últimos meses de 1949 y los primeros de 1950 servirían de fondo a una campaña diaria tenaz de “Tribuna Popular”, encaminada a divulgar las peticiones de los obreros petroleros, a defender sus derechos y conquistas. Este período registraría, paralelamente, conversaciones entre los partidos democráticos tendientes a formar un frente unido en la lucha que inevitablemente se acercaba. El Ministerio del Trabajo hacía, mientras tanto, ofrecimientos falaces y todo, como nube lentamente acumulada, iba a estallar el 3 de mayo, dos días después de la fecha que la Junta Militar de Gobierno –la dictadura– crecía. La industria del aceite permanecería paralizada durante días y, si algo lamentable hubo en esta gran jornada, fue la ausencia de un movimiento de solidaridad amplio en los demás sectores. Una falla que después, sería útilmente aprovechada.

     El 13 de mayo es ilegalizado el Partido Comunista. Pompeyo, que figuraba desde antes en la Comisión encargada para preparar el paso a la clandestinidad, entraría entonces en una etapa –ocho años inolvidables– que revelaría en él y que descubriría para Venezuela, un gran dirigente, un organizador de dotes excepcionales y un combatiente que se negó al cansancio y la desesperación, que ayudó preciosamente a la culminación cívica del 21 de enero y al triunfo de un pueblo al que ama entrañablemente. Desde 1950 hasta 1958 la historia de Venezuela tiene que incluir en sitio de honor, este nombre: Pompeyo Márquez.

La clandestinidad

     Cuando los agentes de la dictadura decían que el partido Comunista o Acción Democrática “no existían”, lo que querían demostrar era que dos burdos decretos habían barrido con las organizaciones y que algunos años de tiranía y cientos de medidas represivas habían bastado para liquidar a “los núcleos agitadores, propios de épocas destructivas”, que así era como la sociología machetera de Laureano calificaba a lo más honesto de esta tierra, remedando de ese modo la de su padre cuando el 19 de abril de 1930, al instalarse el “congreso” gomecista, afirmaba que los “impenitentes enemigos de la Paz y el Orden”, habían sido exterminados gracias a los “servicios eminentes prestados a la Patria. . . por el Benemérito Caudillo de la Rehabilitación Nacional”. ¡Oh tiempos, oh costumbres!

     Pero ambos partidos –y luego URD y COPEI– demostraron que la eliminación “legal” o la “policial” y la real son dos cosas distintas y hasta opuestas. El P. C. V. en la clandestinidad fue un ejemplo vivo de la fuerza organizativa de sus miembros, del calor fraternal de sus integrantes y del sacrificio y capacidad de sus dirigentes. Si alguna duda hubiese, la sola labor de Santos Yorme (Pompeyo Márquez) bastaría para encerrar en una fórmula personal que se confunde con la partidista, toda la validez de esta afirmación en la que sobran pruebas, acciones, demostraciones y documentos.

     Pompeyo Márquez entró a la clandestinidad con un nombre que se hizo famoso hasta en el extranjero, desde México hasta Europa: Santos Yorme y, sin embargo, este era uno de los tantos seudónimos (Octavio, José, Ezequiel, Pedro) que usaría, según la circunstancia o el contacto en los oscuros años que se inician el 50. Más de treinta casas verían pasar a Santos, unas por días apenas, otras por meses, en esa penosa y zozobrante migración política que se llama “concha”.

     Con el riesgo mezclado con el máximo de seguridad, lo primero por la saña que la SN ponía en realizarlo, lo segundo por el empeño y el cuidado que sus compañeros dedicaban para salvarlo.

     Y junto a los seudónimos y las “conchas” múltiples estaban todos estos ingredientes tristes, tremendamente crueles, que forman el mundo subterráneo, invisible casi, de la clandestinidad. La persecución a los familiares, el camarada preso o torturado, los días de hambre, la propaganda que no salía a tiempo, las conversaciones con dirigentes de otros partidos (la tardanza, la negativa, las oportunidades, etc.), el artículo para la prensa clandestina (Tribuna, Cuadernos de Educación), las reuniones del Buró Político o del Comité Central (difíciles de preparar), los contactos. Es decir, todo eso que se puede enumerar pero que la imaginación no llega a concebir en su realidad intensa, en sus nudos espirituales, en su fondo de riquísima humanidad y que sólo una voluntad firme unida a una convicción imbatible, sólo un dirigente lleno de fe enlazado con un Partido que lo rodea y cuida, con un pueblo que lo justifica, puede vivir y resistir.

     Y para esto hacía falta algo más que heroísmo, pese a que el heroísmo ya es tramo que alcanzan pocos. Hacía falta confiar en Venezuela, en sus gentes; hacía falta confiar en la organización, en sus hombres; hacía falta confiar en los otros partidos, en la unidad. Hacía falta eliminar la desesperación, cuidar las perspectivas, ajustarse al momento y la situación sin avanzar un milímetro y sin retroceder una pulgada que no fueran estrictamente necesarios. Si en más de una oportunidad hubo error en la apreciación de estos elementos –y reconocer las fallas y superarlas fue una de las tareas mejor aprendidas por el PCV y sus cuadros, empezando por el propio Santos– nada de extraño tiene donde la furia de persecución llegó al límite, donde los golpes a sindicatos y organizaciones fueron hábilmente estudiados, donde nada bajó del cielo, por gracia divina, sino que fue conquistado en un penoso proceso de rectificaciones y enlaces, de repliegues y auges. Donde la maduración costó no sólo sangre y torturas sino años de experiencia que estamos obligados a recordar siempre, para que en la hora decisiva no caigamos nuevamente en el abismo de las divisiones.

     De Santos quisiéramos dar algunas anécdotas, esas pequeñas islas de fracaso o éxito, de humorismo o tristeza, que contribuyen a situar al hombre en su dimensión terrena, en su colocación y línea de responsabilidad histórica. Las dejaremos para las ocasiones futuras que serán muchas. Ahora abandonemos un poco al hombre –ése que no supo de una Navidad que no fuese asedio, ése que volvió a respirar aire de calle sólo en los días de este enero de 1958– para ver algo de su obra, si inapreciable en todo su contenido, viva por lo menos en su aliento y en sus frutos.

Más de cuarenta números clandestinos se publicaron del periódico Tribuna Popular bajo la dictadura militar de los años 50. Todos bajo la dirección de Pompeyo Márquez.

Más de cuarenta números clandestinos se publicaron del periódico Tribuna Popular bajo la dictadura militar de los años 50. Todos bajo la dirección de Pompeyo Márquez.

Unidad por encima de todo

     Este fue el oleaje. Iban y venían las circunstancias, retrocedían o avanzaban las conquistas populares, recrudecían o se atenuaban las consecuencias represivas, pero aquí o allá, en ambas situaciones, los comunistas no abandonaron jamás la consigna central: “Unidad. En Tribuna Popular” –más de cuarenta números clandestinos–, en “Cuadernos de Educación” –revista teórica que pasó de la veintena de ediciones–, en publicaciones internacionales –“Fundamentos”, “Teoría”, “Paz Duradera”, etc.– en periódicos regionales del Partido, en documentos públicos dirigidos a otras organizaciones, en conversaciones directas con grandes conductores de nuestro pueblo –un Carnevali, supongamos–, Santos Yorme o Pompeyo Márquez, supo llevar este sentimiento comunitario, esta decisión de unión antidictadura, este propósito de bloques que sostenían en la cárcel y el destierro en la fábrica y la Universidad, los militantes del PCV. La historia con sus lecciones indiscutibles, convertía el deseo en luminosa realidad.

     Unas pocas muestras para que se vea y palpe la gran verdad. El 13 de diciembre de 1951 el P.C. V., por mano de Santos Yorme, secretario del partido, dirigía a AD una carta en la que se pedía la acción conjunta contra la dictadura militar, por la libertad de los presos políticos, garantías constitucionales y elecciones libres. En abril de 1952, en el número 16 de “Tribuna Popular” clandestino, Santos escribía un editorial. “La mejor enseñanza: la unidad”, donde repasando las lecciones del pasado, insistía en la necesidad de integrar un Bloque Único de todas las fuerzas que se opusieran a la tiranía. En enero de 1953, número 21 de TP, volvía a la carga afirmando, en base a los acontecimientos electorales del 30 de noviembre y a las acciones del 3 y 4 de diciembre, que “esto –es decir, la camarilla perezjimenista– no puede durar” y que para que la predicción se cumpliera faltaba sólo un factor: la unidad. En enero de 1954, justo un año después, editorializaba sobre el mismo tema: UNIDAD y a la pregunta “¿Qué debe hacer entonces el pueblo venezolano, para quitarse esta pesadilla de encima?”, él mismo contestaba:

     “Una y mil veces repetimos: por medio de su unidad. Su unidad para organizarse. Su unidad para combatir. Su unidad para derrocar la dictadura. Su unidad para conquistar un régimen de amplias garantías ciudadanas”.

     Ya en el XIII Pleno del CC del Partido –y la organización celebró en la clandestinidad seis plenos, desde el IX hasta el XIV–, realizado en febrero de 1957, culmina un proceso autocrítico consciente que incluía la observación de que había que aumentar la amplitud de la política de alianza antidictatorial, dándole cabida a todo aquel que estuviera dispuesto a luchar contra Pérez Jiménez y Cía., sea cual fuera su pasado, y eliminando todo roce secundario o principista con los que participaran en el frente. Como parejamente los otros partidos iban recogiendo idénticos frutos, confirmando así que la historia es implacable y unánime en los sentimientos que le toca dirigir como el mismo pueblo iba con el tiempo acumulando más y más semillas de odio antiperezjimenista, más y más voluntad de combate, y como las circunstancias plebiscitarias, ya conocedoras del exitoso paso de la Junta Patriótica, propiciaban una expansión de la comunidad combativa, esa política unitaria alcanzaría la culminación más hermosa que el civismo venezolano haya conseguido, cuando entre el 21 y el 23 de enero sale a la calle a confirmar la herencia de sus libertadores. La unidad había pasado pues, del proceso lento y difícil al estallido fulgurante y oportuno. Mas, situada ahora en un segmento de más grave responsabilidad, una nueva urgencia nace: la de mantenerla y más allá de mantenerla, consolidarla y ampliarla.

     Si no nos equivocamos, Pompeyo Márquez es el hombre, el único hombre que dirigió un movimiento clandestino durante toda su duración. Y es el político además que, dentro de Venezuela escribió e hizo más por la unidad del pueblo y de sus organizaciones de masas. Desde el artículo de dos cuartillas hasta el documento de cien páginas, desde la meditación en alguna casa solitaria hasta la conversación con altos dirigentes. No obstante, Pompeyo insiste en que sus méritos son menos personales que colectivos, en que todo o casi todo su milagro de perseguido y orientador se lo adeuda al cariño y trabajo de los miembros de su Partido, a la conciencia del pueblo venezolano y a la comprensión y sacrificio de cientos de militantes de otras organizaciones.

     Hoy no se trata de comprar credenciales entre las gentes que supieron asumir su responsabilidad ante la historia. Sobran en AD en URD en COPEI, entre los independientes, quienes cumplen a cabalidad los requisitos de la honestidad, la firmeza y el trabajo rematado. Si esta vez insistimos en Pompeyo Márquez se debe justamente a que él es una de esas unidades, y lo es en una medida verdaderamente pasmosa. La clandestinidad arrojó un saldo de tremendas consecuencias en este Pompeyo Márquez que en 1950 se enfrentó a problemas partidistas internos, en 1951 a relecturas críticas de Lenin, en 1952 a la farsa electoral, en 1953 a señalamientos de errores y aciertos, en 1954, 55, 56 y 57 a la combinación del estudio, la organización y la lucha, y en todo el período a la responsabilidad máxima de secretario del Partido.

     Para él esta pequeña introducción a su vida. Es la de sus camaradas, la de sus aliados. Y así aquella afirmación de que la obra de arte resultará tanto más perfecta cuando más se aleje del modelo real, se esfuma y desaparece en el centro vital de este torbellino clandestino que fue Venezuela y del que se está esperando que surja un novelista, para que se nutra de las esencias gloriosas y del patriotismo moral de hombres que, junto con su pueblo, han entrado en el ciclo heroico”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite.Caracas, 15 de febrero de 1958

Boletín – Volumen 134

Boletín – Volumen 134

BOLETINES

Boletín – Volumen 134

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición de enero de 1925 abre con “1925” en que se presentó una salutación al presidente, Juan Vicente Gómez Chacón y su tren ministerial y ejecutivo. De igual manera, comunicó a los afiliados y colaboradores del Boletín buenos augurios y gran prosperidad para el año que recién se iniciaba (P. 2689).

     De inmediato, en “Situación mercantil” donde se informó que la actividad mercantil en el mes de enero había sido escasa debido a las fiestas decembrinas y al retardo de las entregas de café. Se agregó “Todo el interior se ocupa esencialmente de organizar las recolecciones de café, algodón y cacao y pide dinero efectivo, indispensable para los gastos de peonaje y anticipos para los agricultores. Las lluvias continuadas no han permitido tampoco el movimiento de ganado… El comercio en general ha estado renuente a efectuar sus compras en el exterior y los precios no han ejercido ninguna influencia en esta renuencia, por lo tanto ha habido escaso interés en las fluctuaciones de los mercados productores” (Pp. 2689-2693).

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     Entre las páginas 2693 y 2694 se reseñó, de manera muy escueta, un libro entregado por el ministro de hacienda, Melchor Centeno Grau, en “El libro Bosquejo Histórico de la Vida Fiscal de Venezuela”. De seguidas, entre las páginas 2695 y 2696 se editaron unos breves artículos y titulados así: “”El libro Resúmenes estadísticos de los Estados y del Distrito Federal”, “Una enfermedad de los cafetos en el Brasil”, “El libro Manual del Agricultor Venezolano”, “Noticia sobre adopción de un tipo – base de café”, “La situación económica española” y, por último, “Incremento de la producción de mate”.

     Luego se puede leer “Apuntes sobre el Código Civil Suizo”, preparado por el abogado Carlos Álamo Ybarra, en el que su autor destaca que este documento legal en Suiza, “al igual que su Constitución y demás leyes, son la natural consecuencia del temperamento, de la costumbre y del genio nacional” (P. 2697).

     De la página 2698 a la 2701 se encuentra “Conferencia Internacional de Emigración e Inmigración”. Documento emanado del último encuentro que se había llevado a cabo entre el 15 y 31 de mayo de 1924 y en el que destacan el examen de la migración desde 1869 en conferencias internacionales, el interés mostrado por Italia para la organización de esta nueva Conferencia y el papel de la colonización para el asentamiento de inmigrantes en los distintos países del mundo.

     A continuación se presenta otro capítulo, el VIII, del libro de Francisco Depons “Viaje a la región oriental de Tierra Firme en la América Meridional” (Pp. 2701-2705)

     Entre las carillas 2705-2706 Héctor Ortiz firma un breve artículo: “El cultivo del Dividivi en Venezuela” en que su autor mostró preocupación por el escaso cultivo de este grano y que servía de sustento para las capas sociales más desfavorecidas.

     Le sigue “Lo que conviene saber tocante a la Bolsa de café y de azúcar de Nueva York” (Pp. 2706-2713) que resulta la continuación del mismo escrito aparecido en la edición de diciembre de 1924.

     A continuación dos notas “Noticias del Ecuador” y “Sección de correspondencia”, así como los cuadros siguientes: “Exportación de cacao y café por La Guaira en noviembre de 1924”, “Comercio de café en Maracaibo en noviembre de 1924”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en noviembre de 1924”, “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en diciembre de 1924” y “Tipos de cambio en Caracas en diciembre de 1924”.

Más boletines

Boletín – Volumen 114

Inicialmente, “Situación mercantil”. En sus primeras líneas se lee: “En abril los negocios en general estuvieron más animados.

Boletín – Volumen 105

Situación mercantil.

Boletín – Volumen 107

Situación mercantil

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