Consideraciones sobre el carácter nacional del venezolano

Consideraciones sobre el carácter nacional del venezolano

Miguel María Lisboa (Consejero Lisboa), primer embajador del Brasil en Venezuela entre 1843 y 1853, autor de una crónica de viaje en la que relata, entre otros, aspectos socioculturales del país.

Miguel María Lisboa (Consejero Lisboa), primer embajador del Brasil en Venezuela entre 1843 y 1853, autor de una crónica de viaje en la que relata, entre otros, aspectos socioculturales del país.

     Mientras Miguel María Lisboa o Consejero Lisboa (1809-1881), tal como se le conoció entre los venezolanos, estuvo en Venezuela como representante plenipotenciario del reino del Brasil, Rosti (1830-1874) llegó a Venezuela con las pretensiones de dar continuidad al periplo realizado por Alejandro de Humboldt (1769-1859) a finales del 1700 e inicios del 1800. Luego de haber visitado los Estados Unidos de Norteamérica y México, donde pernoctó durante enero de 1857, Rosti se trasladó a La Habana en donde estuvo por un lapso de cinco meses.

     Posteriormente, llegó a Venezuela donde permaneció durante cinco meses. Sus impresiones sobre estas visitas las estampó en un libro publicado en Pest, Hungría, lugar en el que había nacido. Perteneció a la élite letrada de su país de origen, legataria de los reformistas que protagonizaron la Revolución de 1848-1849. Fue un creyente fervoroso de la democracia parlamentaria. Estudió música, ciencias y botánica. Fue húsar de caballería en la revuelta de 1848. Luego de la derrota de este movimiento se refugió en Múnich, lugar éste en el que estudió química. Desde Alemania se trasladó a París, donde perfeccionó el arte fotográfico, además de estudiar geología y etnografía.

     El día 4 de agosto de 1856, Rosti partió de Francia para el continente americano. Regresaría a Hungría el 26 de febrero de 1859. A raíz de este viaje escribió Memorias de un viaje por América, libro con el cual fue incorporado a la Academia de Ciencias húngara. En su texto dejó estampado que luego de haber sido sofocada la revolución húngara, debido al intervencionismo austríaco y ruso, el único medio para que los letrados tuvieran un cauce de expresión fueron el ámbito artístico, la ciencia y la literatura.

     Desde esta experiencia subrayó que una de las maneras de contribuir con esta dimensión de lo social y expresión espiritual humana, estos ámbitos se convirtieron en un sagrado deber para sus coterráneos. Calificó a su escrito como una contribución o grano de arena para ese crecimiento espiritual. “Con semejante grano de arena pensaba yo acudir al altar de mi patria, en cuanto proyecté mi viaje americano, cuyo resultado comunico a mis compatriotas en el presente trabajo”.

     En este sentido, sumó a sus consideraciones, relacionadas con el propósito que tuvo al escribir Memorias…, que desde que era un niño había tenido en mente incrementar la literatura patria con algún aporte literario. Indicó, de igual manera, que los dos años que había estado entre Francia e Inglaterra perfeccionó el arte de la fotografía con el propósito de sumar su aporte, “para difundir el conocimiento relativo a la tierra casi no hay medio más eficaz que el de poder ofrecer claras imágenes, mediante fotografías caracterizadoras, fieles, de algunos paisajes de las diversas regiones, sus ciudades, sus edificaciones, plantas”. Consideró que el motivo axial de las líneas por él redactadas, así como las imágenes captadas con el daguerrotipo, serían la más fiel expresión de lo observado y vivenciado en las zonas de América donde permaneció por algunos meses.

     Así, no deja de ser interesante una aproximación a los relatos tramados por Rosti y Lisboa. Primero por el lugar de origen de cada uno de ellos. Además, de los motivos a partir de los cuales estuvieron en Venezuela. Rosti de origen europeo y quien llegó a estas tierras con el propósito de dar a conocer, especialmente por medio de la fotografía, a sus compatriotas pormenores de otras realidades distintas a las conocidas en el Viejo Continente. Lisboa, en cambio, aunque permaneció en tierras venezolanas por deberes diplomáticos, tuvo también como intención dar a conocer experiencias de espacios territoriales contiguos con el reino brasileño. Lisboa escribió el libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, publicado en Bruselas (1866), y el cual lo había escrito trece años antes de ser dado a la imprenta.

El venezolano se ofendía si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

El venezolano se ofendía si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

     De igual manera, es importante apreciar algunas de sus impresiones relacionadas con lo que en el decimonono se conoció bajo el nombre de carácter nacional. Término o concepto legatario de la idea de alma nacional forjado en el 1700 europeo. Con aquel concepto se pretendió aprehender o asir la esencia, sustancia o formas de ser de las comunidades nacionales. Se forjó conjuntamente con el racialismo y las condiciones geomorfológicas que determinaban formas de ser, así se creía. Por lo general, debe ser asociado con una disposición inmutable o una impronta con la cual determinar atributos y peculiaridades de los pueblos. Se debe agregar, en este sentido, que lo que entre el 1600 y el 1700, en Europa, se generalizó con la denominación Pintoresco para dar cuenta de esas peculiaridades, así como de lo relacionado con edificaciones y características físicas de cada espacio territorial también pasaron a formar parte del carácter nacional.

El resultado del periplo de Rosti fue una colección de fotografías y la publicación en 1861 de su diario Memorias de un viaje por América.

El resultado del periplo de Rosti fue una colección de fotografías y la publicación en 1861 de su diario Memorias de un viaje por América.

     Rosti expuso, a propósito de su paso por los Estados Unidos de Norteamérica, que las características de la naturaleza en este país no despertaron mayor interés en él, sino las condiciones sociales, radicalmente distintas de las que se experimentaban en Europa, tanto en sus instituciones como en el desarrollo político. Desde esta perspectiva agregó que para la clasificación y jerarquización de lo observado en el norte, no eran suficientes para unas consideraciones equilibradas, por eso las silenció en su escrito para no caer en juicios precipitados y una manera de ver unilateral. Además, porque podía caer en ideas torcidas, configuradas a partir de puntos de vista asimilados de otros, quizás errados por tener informaciones incompletas. Por tanto, optó por difundir lo relacionado con una porción de Sudamérica y “tomé la pluma para ayudar a llenar de alguna forma, el vacío de nuestra literatura en este ramo”.

     Por otra parte, en cuanto a la caracterización que hizo de los caraqueños frente a los habitantes de La Habana estableció que las diferencias entre unos y otros se debía a que los cubanos habían sido colonizados por catalanes, mientras los caraqueños, y venezolanos en general lo habían sido de los andaluces, aunque también sus acciones estaban determinadas por el medio físico. Sin embargo, existían rasgos comunes entre ambas comunidades humanas. En este orden de ideas, subrayó que el criollo mostraba, en ambos lugares, ambición, deseo de dominio, orgullo, al lado de una fuerte disposición a la hospitalidad y la caballerosidad, así como la apatía e indolencia ilimitadas en el ámbito de la política.

     El Consejero Lisboa, quizá por su experiencia vital como suramericano, aunque de origen portugués, no tenía señalamientos similares a los de Rosti, así como de muchos otros europeos quienes estaban marcados por la Leyenda Negra forjada frente al imperio español. Aunque Rosti no debe ser contextuado bajo esta disposición sus indicaciones sobre los habitantes de América que conoció, era la de tipos holgazanes y poco previsivos ante el futuro. Lisboa también ponderó el carácter hospitalario, la indulgencia y la suavidad de carácter del sudamericano, en especial, los mantuanos de Caracas.

     No obstante, ante esa actitud indulgente del caraqueño de posición social holgada, también mostraba un orgullo exagerado, así como a desviar la mirada frente a los requerimientos de los extranjeros por lo que éstos apreciaban como algo irregular. En este sentido, Lisboa expuso sobre lo ofendido que se mostraba el criollo si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.

Pal Rosti, naturalista húngaro, pionero de la fotografía paisajista en Venezuela (1857).

Pal Rosti, naturalista húngaro, pionero de la fotografía paisajista en Venezuela (1857).

     Sin embargo, ambos coincidieron en algunas consideraciones respecto a la realidad política venezolana. Rosti como un geógrafo y amante de las ciencias naturales alabó con frecuencia la flora venezolana. Al igual que Lisboa que vio en el Bucare y el Cedro árboles cuya frondosidad eran de una beldad digna de ser destacada. Rosti encumbró el Samán, muy marcado por su amigo y ductor, Humboldt, así como lo hicieron respecto a la Sierra y la Silla. El cerro Ávila fue en realidad una montaña que despertó en el viajero gran expectativa y admiración.

     En lo atinente a las consideraciones políticas, ambos coincidieron con la dinastía de los Monagas y la forma autoritaria de hacer política. Lisboa le prestó gran atención como una experiencia que había marcado al venezolano a partir de 1848. Al hacer referencia a la vida social y a vicios que se comenzaron a generalizar en la década del cincuenta del 1800, como los juegos de azar, así como que vio en aquella un catalizador. Incluso la inseguridad que imperaba en ese momento la adjudicó a los eventos de enero de aquel año.

     Así, Rosti quien llegó a escribir el impacto que experimentó en su alma con la exuberancia natural del trópico, la confrontó con la incertidumbre del futuro del país, no sólo adjudicado a vicios de las personas, sino a la forma de gobierno, con sus “muchas desventajas, el fanatismo con sus innumerables prejuicios y supersticiones, y con los que mantenían al pueblo en la ignorancia”, así como que concitaban una excesiva influencia de algunos sectores sociales sobre otros.

     De manera similar, Lisboa agregó que entre la “población baja” de las ciudades de Venezuela su forma de actuar era dócil. Señaló que, excitada, engañada o seducida, hace bulla, vocifera y comete excesos estimulada por agrupaciones y facciones políticas en pugna. “El pueblo de las ciudades en Venezuela es pues un pueblo manso y sencillo”. Si los sectores privilegiados de la sociedad caraqueña mostraban patriotismo y “espíritu de nacionalidad”, también se caracterizaban por los “hábitos de inacción y de indiferencia política”.

     Con el uso de otros calificativos Rosti argumentó que el mal de la sociedad caraqueña y venezolana, en general, estaba en la corrupción de las personas y en su incapacidad para la acción autónoma. Aunque existían excepciones, los males que la aquejaban no se solucionarían con nuevas revoluciones y con cambios anuales de gobierno. Por eso escribió: “Es difícil que Venezuela, abandonada a sí misma y bajo un gobierno criollo y republicano, llegue a ser floreciente pronto”.

     Lisboa formuló que uno de los males de las sociedades de Hispanoamérica, sin que incluyera a Brasil dentro de la problemática heredada de la esclavitud, era el resultado de lo heredado con las relaciones esclavistas, por tanto, el fracaso del republicanismo encontraba explicación en esas relaciones. Puso como ejemplo a la ciudad de Caracas que, para el momento de la Independencia, su población estaba compuesta de manera mayoritaria por personas bajo el régimen de la esclavitud. Población que mostraba en el “pueblo bajo” rasgos de carácter marcados por la “confusión de ideas y sentimientos”. En términos generales, para el noble brasileño uno de los más poderosos argumentos en contra de la esclavitud, era la facilidad con la que la juventud educada bajo sus parámetros obtenía hábitos de despotismo para la “abstinencia y la abnegación que exigen las formas de gobierno representativo”.

     Si se puede hablar de coincidencias entre Rosti y Lisboa es la idea según la cual los pueblos de la América española al superar al régimen colonial, de inmediato entraron en una guerra intensa contra la antigua metrópoli, que permitió la gloria militar, pero, a su vez, fueron pueblos sometidos a un nuevo despotismo no menos violento que el español.

Una mirada a la Caracas de 1910

Una mirada a la Caracas de 1910

Casas en Caracas, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores

Casas en Caracas, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores

     El geólogo Leonard V. Dalton (1887-1914) fue un autor inglés que escribió un libro titulado “Venezuela”, luego de una corta estadía en este país, en 1910. Esta obra fue publicada por primera vez en el Reino Unido por T. Fisher Unwin, en 1912. “Venezuela” es un libro que se centra en la descripción de la historia, la geografía, la economía y la política de Venezuela en tiempos de la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1908-1935).

     En referencia a las ciudades de Venezuela, Caracas, entre ellas, indicó Dalton que era muy parecida a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. De acuerdo con su percepción, estaban bien trazadas, y las mismas contaban con una plaza en el centro de cada localidad. Desde cada una de las plazas partían los trazados según los puntos cardinales. Por lo general, a su alrededor se habían levantado los edificios correspondientes a las actividades gubernamentales, los dedicados a la adoración propia del catolicismo, además de otros inmuebles de personas importantes. Las plazas, por lo general exhibían jardines con gramas, flores y árboles.

     Respecto a las casas, puso en evidencia que cada una de sus puertas daba directamente a la calzada, si las había, tal como sucedía con algunas calles caraqueñas. Desde el exterior se podía observar una pared con algunas ventanas, o ninguna. La descripción que expuso fue de casas que estaban en la cercanía del casco central. Del interior de ellas destacó que, tanto en las de mayor antigüedad como en las de más reciente construcción, contaban con un patio donde se podían encontrar palmas, árboles y flores, con una fuente en el centro.

     Advirtió que no todos los patios de las casas mostraban ser tratados con delicadeza por parte de sus dueños, porque los había con terreno yermo y, a lo sumo, dos árboles. En líneas generales, en el fondo de cada casa estaba la cocina y, casi siempre, un segundo patio sin arbustos o árboles, mientras las habitaciones se hallaban a los lados del interior de las viviendas. A uno de sus puntos estaba un lugar para la estadía de caballos y mulas. En este segundo patio existían animales como cerdos o aves de corral.

     En lo que respecta a los bártulos y muebles que alcanzó a observar en algunas de las casas indicó que eran muy sencillos, con pocas sillas, por lo general, elaboradas con técnicas caseras, cuyos asientos y respaldos de cuero reposaban sobre una estructura de madera de formas diversas. También estaban presentes mesas, con una o dos repisas para el reposo de los vasos y otros artículos de uso corriente. En lo que respecta a la colocación de cuadros en las paredes consideró que no era muy frecuente, por lo menos en las casas que visitó, aunque si vio en todas ellas almanaques colgados en las paredes.

     Dejó escrito que a los extranjeros no se les permitía intimar de inmediato con las familias, pero si se les podía admitir, gracias a la presentación de un amigo o conocido recíproco. De ser así, “encontrará que la tradición de la hospitalidad española se mantiene en pleno auge, y que toda la casa se pone prácticamente a su disposición”. Recordó que existía otra característica similar a las de otros pueblos españoles: “son los complicados encajes que orillan la ropa de cama, especialmente las fundas de las almohadas”.

La Caracas de la primera década de 1910, según el inglés Dalton, era muy similar a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. Estaba bien trazada y contaba con una plaza en el centro de la ciudad

La Caracas de la primera década de 1910, según el inglés Dalton, era muy similar a todas las ciudades edificadas por los españoles en América. Estaba bien trazada y contaba con una plaza en el centro de la ciudad

     Al igual que otras localidades y regiones del país, comprobó que en Caracas el grano, aunque de mayor consumo en el Oriente del país, que se consumía con frecuencia era el maíz. Comparó este hábito con el consumo de la yuca, que en algunas ocasiones reemplazaba casi en su totalidad al del maíz. Verificó que con la “harina de maíz mezclada con agua se hacían unas tortas llamadas arepas de 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se tuestan un poco y se sirven calientes en la mesa”. Puso a la vista de sus potenciales lectores que existía una “variación de la arepa”, y que se consideraba un tipo de pan “más exclusivo, conocido como bollo, el cual tiene forma de salchicha y se hacía con harina de maíz fino”.

Dalton oberservó que era costumbre en la Caracas de comienzos del siglo XX comer unas tortas llamadas arepas, elaboradas con harina de maíz mezclada con agua, que tenían 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se doraban un poco y se servían calientes en la mesa

Dalton oberservó que era costumbre en la Caracas de comienzos del siglo XX comer unas tortas llamadas arepas, elaboradas con harina de maíz mezclada con agua, que tenían 4 pulgadas de diámetro, aproximadamente, que se doraban un poco y se servían calientes en la mesa

     En este orden de ideas, presentó una comparación con un tipo de pan que se elaboraba en Los Andes. Al cual describió como de un color más oscuro que las arepas y los bollos, denominado pan de trigo. El mismo era “fabricado con harina local, y en todas las ciudades importantes se puede obtener pan blanco a base de harina importada”, tal cual sucedía en Caracas. En esta ciudad, así como en otras regiones de Venezuela, Dalton observó que la raíz de la yuca tenía un líquido venenoso que se extraía con el empleo de un tubo largo de “paja cuyo diámetro va disminuyendo en proporción con su longitud, a fin de obtener la necesaria presión”. El producto obtenido con esta técnica se ponía a secar. Luego se molía hasta que adquiriera consistencia de avena, “y con él se hacen grandes tortas achatadas (el casabe) que, luego de tostarse, alcanzan frecuentemente unos dos pies de diámetro y son de gran dureza”. Contó que se servía en la mesa, picado en trozos, y que debían ser remojados para aliviar su dureza. “Tanto el casabe como la arepa pueden ser de calidad muy diferente, de acuerdo con el mayor o menor proceso de trituración a que sea sometido el cereal”.

     Destacó que en los lugares lindantes con el litoral la denominada “carne seca” formaba parte de un renglón de importancia en lo atinente a su consumo y la dieta de los venezolanos, aunque en Coro la carne preferida para el consumo diario de las personas era la de chivo.

     Escribió que el sancocho de gallina era muy popular en distintos lugares de Venezuela y, por supuesto, en Caracas. Dalton lo describió como una especie de cocido exquisito a base de carne blanca, hierbas y aceite, “es delicioso si se le adereza como es debido”.

     En cuanto a los vegetales que observó, entre los alimentos de consumo frecuente, se encontraba el ñame y los frijoles. El consumo de papa no era tan frecuente como en Los Andes. Destacó que el queso de los llanos y de las sierras bajas, como el queso de mano, era el de “mejor sabor”, “así como el ubicuo papelón (azúcar morena sin refinar), que constituye un elemento muy popular de la alimentación venezolana”.

     No dejó de mostrar una actitud favorable hacia una “bebida refrescante y tónica (guarapo), que se hace con agua y papelón”. Evidenció que el guarapo y el aguardiente, “que se destila del jugo fermentado de la caña”, así como el café se consumían con fruición entre todos los pobladores. Del cacao destacó que se consumía en menos proporción frente al guarapo, al café y el aguardiente, aunque era corriente consumirlo en las localidades donde se ubicaban las plantaciones cacaoteras, en especial, Caracas y sus zonas aledañas. Agregó que en Caracas y Maracaibo se fabricaba una cerveza “ligera y, en general, abundan los refrescos no alcohólicos, a base de frutas”.

El se servía en la mesa picado en trozos, pero antes era remojado para aliviar su dureza

El se servía en la mesa picado en trozos, pero antes era remojado para aliviar su dureza

     Expuso que las comidas consistían o tenían como base el café, el que podía estar acompañado de un alimento sólido o no, especialmente en las primeras horas del día. Luego venía el almuerzo en horas del mediodía, al estilo europeo, y la “comida” al anochecer. “En lo que se refiere al orden y número de las comidas, en Caracas se sigue igual práctica que en el resto del país; pero conviene advertir que las observaciones que acaban de consignarse acerca de la alimentación sólo son aplicables en su mayor parte a las provincias”.

     Dalton puso de relieve que la indumentaria y el vestido, tal como ocurría con el caso de los alimentos, en Caracas y en las principales ciudades la tela utilizada para su confección era importada, de origen europeo o estadounidense. En cambio, en el seno de las poblaciones rurales dependían, casi de manera exclusiva, para la elaboración de la ropa de productos y mano de obra local. En términos generales, las personas de escasos recursos económicos usaban una indumentaria de color blanco o azul. 

     Era frecuente el uso de sombreros de paja de ala ancha y la mayoría de los pobladores iban descalzos o con unas sandalias “llamadas alpargatas”, las que Dalton creyó se fabricaban a base de cuero. “no obstante, y en todas las regiones del país, tanto los hombres como las mujeres suelen lucir sus mejores galas en los días de fiesta”.

     Agregó al final que, en el país se publicaban un total de 237 periódicos y cuyas ediciones, además de las gacetas del gobierno de las capitales de los estados, en su mayoría eran de interés general, y algunas que otras dedicadas a temas científicos, literarios, masónicos, entre otros. De acuerdo con una consulta que Dalton hizo en el Anuario Venezolano, para el año de 1908 la mayoría de las publicaciones periódicas del país se encontraban en el estado Lara.

     Para finalizar, la obra de Dalton reviste un gran interés. Esto es así porque muestra un estilo llano, directo y con poco uso epítetos y repetición de estereotipos. Su escrito exhibe un estilo con el cual buscó la imparcialidad, la objetividad y la claridad gracias al uso de fuentes locales con las cuales nutrió sus argumentaciones.

Un alemán de visita en Venezuela (1867-1868)

Un alemán de visita en Venezuela (1867-1868)

Friedrich Gerstacker fue un novelista y viajero alemán, nacido en 1816 y fallecido en 1872. En 1868, visitó a Venezuela y dejó escritas interesantes impresiones sobre Caracas.

Friedrich Gerstacker fue un novelista y viajero alemán, nacido en 1816 y fallecido en 1872. En 1868, visitó a Venezuela y dejó escritas interesantes impresiones sobre Caracas.

     Viaje por Venezuela en el año de 1868 fue el resultado de la travesía por algunos lugares de Suramérica llevada a cabo por Friedrich Gerstacker, quien desde la edad de 21 años se dedicó a viajar y escribir acerca de su experiencia como viajante. Gerstacker fue un novelista y viajero alemán, nacido el 10 de mayo de 1816 en Hamburgo y fallecido el 31 de mayo de 1872 en Braunschweig. Era hijo de una famosa cantante de ópera y asistió a escuelas en Braunschweig y la escuela Nikolai en Leipzig. Gerstacker es conocido por sus libros de viajes personales y considerados entretenidos. Entre 1867-1868 visitó Venezuela.

     Su actividad como viajero fue una práctica que inició a partir del año de 1827 y lo hizo por varios lugares del mundo. Visitó los Estados Unidos de Norteamérica, América del Sur, Australia, las Indias Neerlandesas y algunos espacios territoriales del norte de África. Su narrativa se caracterizó por exhibir un estilo basado en la crónica y con una tesitura novelesca. Fue un prolífico escritor y escribió muchos libros durante su carrera. Algunas de sus obras más famosas incluyen: «45/die Flusspiraten des Mississippi» (Los piratas del río Mississippi) «Wild Sports in the Far West» (Deportes salvajes en el Lejano Oeste), «Die Regulatoren in Arkansas» (Los reguladores en Arkansas), «Germelshausen» «Das Wrack» (El naufragio) y «Das alte Haus» (La casa vieja). La obra literaria de Friedrich Gerstacker es muy diversa y abarca varias temáticas. Gerstacker es muy conocido por su vida aventurera y sus largas estancias en el continente americano. Sus novelas gozaron de una gran popularidad a partir de 1846.

     Sus obras literarias pertenecen a dos tradiciones, ya que Gerstacker era tal vez el escritor más representativo del período de transición entre el romanticismo alemán y el realismo. Su obra forma parte de las dos tendencias y contiene elementos literarios característicos de ambas.

     La producción literaria del novelista alemán consta de ciento cincuenta tomos en los cuales recuerda las impresiones de sus viajes por países lejanos. Su vida y arte simbolizaron para su tiempo la «Wanderlust» o el afán de viajar y la esperanza de una vida mejor en que hubiese libertad e igualdad para todos. Estos eran temas que cautivaron la imaginación del público europeo a mediados del siglo XIX
Gerstacker dejó escrito, en las primeras páginas de su texto, referido a Venezuela, que Caracas estaba edificada de “una manera particular”. Subrayó que en ella se apreciaba el antiguo estilo hispano, pero que sus habitantes le habían estampado un matiz de acuerdo con “el carácter” de sus habitantes. Llamó la atención el que las casas, “al menos las mejores”, se asientan en un “cuadrado” que bordeaba un pequeño patio cubierto de flores, al frente de cada una de ellas. Esto lo indujo a expresar que “el venezolano” amaba el verdor y los adornos florales.

     Las casas que visitó las describió como unos espacios en que los dormitorios se hallaban a los lados laterales. Cerca de la puerta de entrada se ubicaban otras partes como el salón de estar y otra para la recepción de los visitantes, con la característica de tener la misma altura de las casas. De las ventanas dejó asentado que eran de hierro “elegantemente” trabajado. De éstas subrayó que eran muy cómodas para visualizar el exterior desde dentro de las casas. Aunque resultaban un estorbo por la modalidad con la que fueron construidas en la parte de afuera de ellas.

     De los alemanes, que conoció en Caracas, dejó asentado que no había imaginado encontrar tantos de ellos en la capital de Venezuela. Los calificó como “una magnífica sociedad de todas las clases” y quienes estaban dedicados a distintas ramas comerciales. Se mostró sorprendido que tanto en La Guaira como en Caracas los provenientes de Alemania, prefiriesen contraer nupcias con damas nacidas en el país de padres o abuelos españoles y quienes llevaban la más “feliz vida matrimonial”. De la descendencia de estas coyundas agregó que no había conseguido en ningún otro país “tantos muchachos bonitos como en Venezuela”.

     Destacó que la gran mayoría de los residentes alemanes en el país fuesen notorios comerciantes, entre quienes eran evidentes los casos de artesanos y boticarios, sin embargo, se mostró sorprendido que sólo hubiese un médico. De éste recordó que residía en La Guaira y que no se reunía con otros alemanes, por ello razonó que no podía considerarse alemán porque tenía escaso trato con sus coterráneos.

     Uno de los aspectos que hizo notar su preocupación en los tratos de la sociedad, y que visualizó en su recorrido por Caracas, fue el de la vida militar y quienes la integraban. Muy parecido a lo que otros visitantes y viajeros, quienes ponderaron lugares considerados de “gran belleza”, tal como lo destacó al pasar frente a grandes cafetales y distintas haciendas, rodeadas de viejos árboles “realmente suntuosos”. Sin embargo, esto contrastaba con las acciones y actitud que observó en el “general negro Colina”, conocido bajo el remoquete de El Cólera. De éste y sus acompañantes expresó que a “el mismo le sangraba el corazón” al ver cómo un gobierno “deplorable e inconsciente” maltrataba, chupaba y pisoteaba “este bello país”. Observó que la belleza de juncos, árboles y tierras de gran fertilidad contrastara con el borde de éstas porque “todo era desolación”, como si una plaga de langostas hubiese pasado por campos de maíz.

     Relató que a lo largo del recorrido se había topado con grupos compuestos de tres o cuatro soldados dedicados al robo y la pillería. Al no obtener paga por sus servicios se dedicaban a despojar a los otros de sus escasas posesiones, a delinquir y pedir limosna que, si no eran satisfechos sus pedimentos, los compensaban con el robo y el pillaje. Los poblados por los que había transitado observó casas abandonadas y desocupadas que los mismos soldados las utilizaban como refugio y escondite. En este orden, agregó que por cada tres soldados había un general. Sin medias tintas indicó que el general Falcón había creado un ejército de cuatro mil integrantes. De ellos, dos mil rangos fueron ratificados para reconocer generales, aunque se tratase “generalmente de populacho grosero”. No obstante, concluyó que el objetivo de Falcón era sostener hombres vinculados con la vida de las armas para él mantenerse con el poder del Estado.

     Recordó que Falcón había logrado hacerse del poder cobijado en los llamados liberales, y contra los godos y aristócratas. Indicó que Falcón se hizo de una gran fortuna y consiguió una pequeña isla cerca de Curazao donde se dedicó a atesorar bienes conseguidos con un proceder poco ético. Aspectos como los mencionados le sirvieron de marco para comparar la idea de patria que él y sus coterráneos tenían como algo sagrado, frente a quienes, como en Venezuela, la utilizaban en provecho propio y de sus seguidores. La ambición personalista, convertida en revolución, servía a “los vampiros de toda república americana”, de la que no excluyó a Norteamérica y sus cazadores de cargos, que pedían cuatro años de gestión para luego, de haber recibido sueldos pírricos, retirarse como grandes rentistas, con independencia de pertenecer a algún partido de oposición o de gobierno. Nada más culminar un período de gobierno, comenzaban a tramar revoluciones para continuar con las exacciones y los abusos.

Gerstacker aseveró que Caracas estaba edificada de “una manera particular”, pues se apreciaba el antiguo estilo hispano, pero combinado con características propias de los nativos de la ciudad.

Gerstacker aseveró que Caracas estaba edificada de “una manera particular”, pues se apreciaba el antiguo estilo hispano, pero combinado con características propias de los nativos de la ciudad.

     De acuerdo con lo visto en la experiencia política de Venezuela hubo una frase que llamó su atención: “Venezuela está insurrecta”. Esta locución la asoció con lo acontecido en otras repúblicas de Suramérica e incluso España. Explicó no haber experimentado una actitud de repulsión ante tal realidad. Pero, “le duele a uno el alma” el hecho de que un país que atesoraba tantas bellezas naturales, fuese presa de unos pocos ambiciosos y ávidos de dinero que “llevan la sangre y la ruina a un paraíso”. Lo más dramático, según sus ideaciones, era que las querellas en este orden fuesen constantes, porque no había terminado un enfrentamiento cuando otro volvía a la esfera pública.

     Por tal razón, expresó: “¡Pobre país! Tan rico, tan sobreabundantemente dotado por la naturaleza, y, sin embargo, nunca en paz, nunca en calma”. Al contrario, sostuvo que cualquier ser humano encontraría en esta comarca, a cuenta de poco esfuerzo, lo necesario para llevar una “feliz existencia”. Por otro lado, acotó que el pueblo era explotado y maltratado por bribones a pesar de ser bueno y apacible, se le constreñía a incorporarse en uno de los bandos que luchaban por hacerse del poder. Con un dejo de decepción, indicó como querellas de este tenor eran frecuentes en otros lugares de la América española. La solución, para él, se hallaba en que “un día alguna otra raza tome las riendas en la mano”.

     Confesó que le provocó risa lo que en Caracas se denominaba ferrocarril. Igualmente, experimentó asombro cuando a lo lejos observó una locomotora y vagones de pasajeros estacionados en un andén. Al acercarse al lugar donde se encontraban, “descubrí algo que nunca hubiera creído posible”. Sin embargo, lo imposible dejó de serlo al constatar que uno de los vagones estaba techado con “ladrillos rojos”. Manifestó haber reído cuando vio en Arkansas algo muy parecido, pero cubierto con tejas. Para él resultó un “espectáculo” plagado de comicidad, un vagón recubierto de ladrillos rojos que, más bien, parecía un establo o un lavandero.

     Escribió que amigos de La Guaira le habían recomendado pasar por Caracas, en días de la Semana Mayor, para que apreciara las prácticas religiosas de sus habitantes. Según su testimonio sólo había estado en un evento similar en la Misión Dolores en California. La primera que vio en Suramérica fue la de Caracas. De ella dejó redactado algunas líneas que, es válido decir, coinciden con la de otros visitantes y viajeros que observaron más ostentación que misticismo en ellas. Estuvo presente en la celebración religiosa, pero sin mostrar mayor devoción porque profesaba otro culto o creencia. En este sentido, advirtió que no miraba con desdén asuntos de la fe y de un credo diferente al que él practicaba. “Déjese a cada quien su fe, siempre que se adhiera a ella con fidelidad y de todo corazón”. No obstante, se interrogó, por la forma como acá se practicaba una festividad religiosa, si era una auténtica demostración de fe “cuando sólo la pompa externa parece ser lo primordial”. Llamó su atención que las damas capitalinas estrenaran “diariamente” un vestido. En días que el cristiano debería expresar pesar y tristeza, aquí se desplegaban las mayores galas posibles. Por esto aseveró que se debería dejar a cada uno arreglárselas con su Dios y su conciencia. Acerca de los fieles que vio asistir a los tres últimos días de procesión expresó sus dudas en torno a su devoción, porque la gente parecía ir a la iglesia por razones “muy distintas a las de rezar”. En las iglesias vio a todas las “razas” representadas. Las “señoras negras” llevaban trajes más sencillos y sin mayor pomposidad, “cosa que difícilmente pueda atribuirse a devoción”. Para él ello encontraba explicación en que no contaban con medios para ataviarse con indumentarias de mayor lujo, tal como las señoras de “sociedad”.

     Gerstacker destacó en sus descripciones, una disposición que se hizo familiar dentro del género del viajero. La búsqueda de lo pintoresco lo condujo a revelar y exponer la peculiaridad de un paisaje, una escena y una costumbre. Se debe indicar que en la esfera de la estética lo pintoresco se extendió con el romanticismo en los países anglosajones. Fue una palabra reduplicada del italiano pittoresco. Su uso se amplió para describir cualquier cosa que se consideraba peculiar, interesante o atractiva.

Ana Pavlova en Caracas

Ana Pavlova en Caracas

El interés por el ballet en Venezuela se desató a principios del siglo XX por la visita de la compañía de danzas clásicas rusa, cuya vedette era la bailarina Anna Pavlova. Su visita a Caracas y Puerto Cabello, contratada por la Sociedad de Cines y Espectáculos, cautivó a los venezolanos, desde el dictador Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro, hasta el más humilde trabajador que asistió a las funciones. El periódico El Nuevo Diario, órgano al servicio del gobierno, dio intensa cobertura a la visita de la Pavlova a Venezuela. Recogemos en esta entrega un par de interesantes crónicas, la del 18 de noviembre de 1917, en la que reseñan el estreno con toda la parafernalia institucional para destacar la presencia del general Gómez y su comitiva en el Teatro Municipal, además de detalles de la presentación, y la del 7 de diciembre de 1917, para despedirla y agradecerle el buen sabor que dejó por su divino arte coreográfico.

Ana Pávlova (1881-1831) una de las principales artistas del Ballet Imperial Ruso y de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.

Ana Pávlova (1881-1831) una de las principales artistas del Ballet Imperial Ruso y de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.

El debut de la Pavlova

     “Presidió la espléndida fiesta de anoche en el Palco de Honor del Municipal, el señor General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional Electo de la República y Comandante en Jefe del Ejército Nacional, quien tenía a su lado al doctor V. Márquez Bustillos, Presidente Provisional de la República, y al señor general Caracciolo Parra Picón, Vicepresidente de la República, y estaba acompañado igualmente por los señores Ministros del Despacho Ejecutivo, el Gobernador del Distrito Federal, el Secretario General del Presidente Provisional de la República, el General José Vicente Gómez, Inspector General del Ejército; el coronel Alí Gómez, Vicepresidente de Aragua; el señor Raúl Capriles; el Secretario de la Gobernación del Distrito Federal, el Prefecto del Departamento Libertador; el general Graciliano Jaimes, Jefe del Cuerpo del Comando; el Cuerpo de Ayudantes y el de Edecanes y numeroso grupo de altos funcionarios.

     Entre la brillante concurrencia, anotamos la presencia de varios miembros de la familia del General Gómez y de la del señor Doctor Márquez Bustillos.

     Tanto a su entrada al teatro como a su salida, el señor General Gómez y el Doctor Márquez Bustillos fueron saludados con el Himno Nacional.

     El espectáculo que se ofreció anoche en el escenario del Municipal al público caraqueño fue completamente nuevo, insospechado podemos decir, porque en materia de bailes escénicos hemos estado siempre ayunos, aun tratándose de compañías de óperas, pues no suelen las que nos visitan incluir en sus presupuestos los lujos que imponen los cuerpos coreográficos.

     La rápida y primera impresión que dejó en los espíritus esta inolvidable noche de arte, tiene algo de feria, de sueño encantado, de reavivamiento de antiguas épocas o de viajes a lejanos países donde todo es ritmo, gracia, color, arrullos musicales.

     Todo el mundo canta o se mueve según principios armoniosos y este arte de la danza, tal como pudimos apreciarlo anoche, es la expresión más pura de las voces de la naturaleza en consorcio con el ademán y con el gesto.

     El principio artístico de Anna Pavlowa nos hizo sentir intensamente estas expresiones, por la suprema elegancia de los movimientos, por el justo acorde de éstos con lo que dicen las frases musicales y por su inconcebible agilidad de danzarina, que llega hasta un acrobatismo maravilloso. En su arte conciso y silencioso encierra todo: amor, dolor, alegría, locura, galantería, plástica y no puede limitarse en una volandera nota de una noche de estreno.

     La muñeca encantada es un verdadero cuento de hadas mímico, salpicado a ratos de humorismos en el desfile de las múltiples comparsas de muñecas, trajeadas con toda propiedad y cuyos movimientos automáticos imitaron a perfección los danzarines, destacándose entre todos los números el difícil «paso de dos», admirablemente bailado por la Pavlowa y el señor Volinine.

La célebre bailarina rusa interpretando el papel de Libélula.

La célebre bailarina rusa interpretando el papel de Libélula.

     En las siete Diversiones de la última parte todos los números fueron bellísimos; en extremo agradaron el típico baile popular de Jemandowski, en conjunto el minué de Paderewsky por la Plaskoviestzka y el señor Varjinski, el paso de tres, por Bustova Collinette y el señor Oliveroff, el vals de Chopin, fuera de programa, el vals de Primavera, la Libélula, por la Pavlowa y la elegantísima Gavota por ella misma y Volinine.

     De intención nos referimos en último término a la Noche del Walpurgis, del Fausto de Gounod, interpretada de acuerdo con el estilo ruso, en la decoración suntuaria y que resultó para nosotros la parte más extraña del espectáculo. Ese arte sintético, con algo de místico primitivo, tiene una sugestión de originalidad que subyuga. En él se mezcla al fausto religioso de los ortodoxos cierta desnudez pagana.

     En este arte se descubren alternativamente hieratismos de figuras egipcias, solturas de líneas como en los frisos griegos, academias que recatan algunos trozos de cuerpo con pedrerías o con sedas. Los trajes con colores detonantes y dibujos inconcebibles, de infinita variedad, de una salvaje riqueza de imaginación, sugestionan y seducen; los habíamos visto en los figurines de Bask y nos parecían bárbaros, como aquel aterrador Mefistófeles, y sólo anoche en el conjunto único y nuevo pudimos apreciar sus típicas virtudes de Belleza.

     La decoración de la Noche de Walpurgis se conforma en vibración y audacia al suntuoso vestuario.

Aviso de prensa.

Aviso de prensa.

Y sobre esta borrachera de colores volaba, mariposa, ave o flor con alas, la Pavlowa a la que secundan con brillo el señor Volinine, admirable bailarín, y todos los demás artistas que forman el cuerpo de baile. La orquesta muy bien bajo la dirección del competente maestro Alexandre Smallens.

     Los aplausos repetidos y las ovaciones nutridas al final de cada acto, testimonian que el público quedó perfectamente satisfecho y que la función de anoche asegura el éxito de la temporada de la Pavlowa y su compañía.

ADIÓS, PAVLOWA

     Adiós, Anna, la Harmoniosa. Se va la rusa, admirable después de terminar, sin el esplendor de apoteosis que mereciera, su temporada de bailes en el Municipal.

     Se irá calladamente, suavemente, en puntillas, como se oculta en las cajas al final de uno de sus leves pasos, dejando en los espíritus una vaga dulzura una función de ensueño y de música.

     Algunos, una minoría, se dolerán de la ausencia. Midiendo cortos los días en que nos dio a saborear un nuevo alimento del espíritu, un pan sencillo y aromoso como para el banquete primitivo, amasado con miel cruda y trigo candeal recién espigado.

La Pavlova cautivó al general Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro.

La Pavlova cautivó al general Juan Vicente Gómez, quien le obsequió un pequeño cofre, con su nombre labrado en morocotas de oro.

     Porque para este arte de la danza basta tener el espíritu cándido de un pastor de ovejas de la montaña del Ática. No hay que empeñarse en complicaciones, refinamientos, ni erudiciones, que han de «echar a perder» el alma y desorientarla por intrincados caminos. El sabio –o pseudo sabio– podrá saber por qué se danza así; todos, inclusive él, pueden y deben sentir la danza. ¿No llama la atención de las gentes humildes el simple baile familiar, de tal manera que se pasan horas enteras formando barra, embobalicados, apretujados ante las ventanas abiertas?

     Es la atracción impositora del ritmo que envuelve, encuna y mece con un cariño maternal. Aleja pensamientos, dulcifica, embriaga, aduerme. Por eso dan la impresión de cuerpos sin alma, escaparates vacíos, esos señores que dicen que los bailes de la Pavlowa no son espectáculos para visto más de una vez.

     Los abonados y los asiduos –los que no pagamos– hemos podido experimentar que lo que una vez nos subyugó sin comprenderlo otro día lo entendimos y gozamos mejor; así la retorcida contextura musical de la Danza Indostánica o de Anitra, como el sentimiento del Pierrot, que al principio parece una futileza y luego nos invade con la simpatía de un ingenuo humorismo romántico.

     ¡Y los grandes bailes de los que ella es al par una danzarina y una mímica eminente, duple artista!

     Si ese arte, primera ayuda y complemento de las otras artes, en su aspecto rudimentario y frívolo seduce, ¿cómo no ha de encantar, refinado, elevado, compendiando en sí la plástica, la música y la poesía?

     Si fuera necesarios atiborrarse de conocimientos en cada una de las cuatro para poder ver danzar, mal situado estaría en cualquiera de las cinco partes del mundo el divino arte coreográfico: divino porque los dioses no eran ni literatos, ni pintores, pero sí eran músicos y todos bailaban: hasta Jove!

     Adiós, Anna Pavlowa, la Harmoniosa.

     Que te acompañe una cariñosa memoria de la gente de esta tierra, a quienes por la primera vez llevaste a tu convite magnífico de arte puro y que te lleves la seguridad de que mañana se recordará tu nombre con reverencia, como se cita el de Paco Fuentes, a quien debemos las primicias del moderno arte dramático.

 ¡Adiós, Pavlowa!

 Santiago de LEÓN

 Caracas: 1917”

Tres visiones de Caracas

Tres visiones de Caracas

Karl Ferdinand Appun (1820-1872), naturalista, explorador, escritor, dibujante y pintor alemán que visitó Venezuela a mediados del siglo XIX, por recomendación de su compatriota Alejandro de Humboldt.

Karl Ferdinand Appun (1820-1872), naturalista, explorador, escritor, dibujante y pintor alemán que visitó Venezuela a mediados del siglo XIX, por recomendación de su compatriota Alejandro de Humboldt.

     Entre el centenar de viajeros que visitaron la capital de Venezuela, a lo largo del 1800, algunos eran de origen prusiano o alemán. Varios de ellos habían sido recomendados por Alejandro von Humboldt ante las autoridades gubernamentales, asimismo, tuvieron en sus escritos un modelo a seguir como naturalistas y exploradores de la naturaleza. Uno de ellos fue el alemán Karl Ferdinand Appun (1820-1872) quien estuvo por Venezuela entre 1849 y 1859, lapso durante el cual este país estuvo gobernado por los hermanos Monagas, José Tadeo y José Gregorio. De esta visita nació un texto titulado En los trópicos cuya primera edición se dio a conocer para 1871 en lengua germánica. En Venezuela se haría una edición en castellano para 1961. Entre los objetivos de su expedición, a esta comarca, era el de dar continuidad al trabajo que había comenzado otro alemán, Ferdinand Bellerman (1814-1889). Luego de 1859 marchó a su tierra natal a descansar por males de salud, contraídos en su estadía venezolana. Para 1872 regresaría con el objetivo de explorar la Guayana Inglesa, hoy Guyana, donde encontraría la muerte a manos de indígenas silvestres.

     Durante la estadía por estos parajes visitó casi en su totalidad las costas venezolanas, entre las que destacaron La Guaira y la gran extensión marítima de Puerto Cabello. Igualmente, examinó las costas y las aguas del Lago de Maracaibo. Hacia el lado sur del país hizo lo propio en las aguas del Orinoco, pasó por Guayana y recaló en Georgetown. La Caracas que conoció Appun se diferenciaba poco de la de los primeros años del 1800. Era la ciudad de los arrieros, recuas, vías empedradas y de la mula como medio de transporte fundamental.

     Uno de los aspectos a los que prestó importancia, con cierta amplitud, fue el de los hábitos de consumo y costumbres alimenticias de los venezolanos. Destacó los productos de mayor consumo que se ofertaban en pulperías y en el mercado. 

     Puso a la vista de sus lectores el alto consumo de carnes de origen animal entre los habitantes del país. Escribió respecto a esta inclinación y agregó que la carne era la consigna del día en Venezuela. En cuanto a su presentación podría ser frita, o bien salada o sancochada, tres veces al día. Describió con sorpresa que su ingesta parecía una especie de reglamento que se cumplía con rigor. Igualmente, recordó que un venezolano de nacimiento vería frustrada su existencia sin el diario sancocho y el plátano asado.

     Por otro lado, un amante y practicante de los deportes, la fotografía, estudioso de la botánica, las ciencias y la música, admirador de las interpretaciones de Beethoven y Wagner, originario de Hungría y amigo de Alejandro de Humboldt, cuyas recomendaciones le abrieron las puertas de América, partió de los Estados Unidos de Norteamérica en enero de 1857 hacia La Habana, donde estuvo durante dos meses antes de su arribo a Venezuela adonde permaneció alrededor de cinco meses. Pal Rosti (1830-1874) formó parte de los reformistas húngaros que pugnaron por el despliegue de reformas capitalistas en contra del orden feudal, a la luz de las revoluciones de 1848 y 1849 en Europa. Uno de sus intereses intelectuales que atrajo su atención fue el relacionado con la indagación acerca de la naturaleza. Durante una estadía en París comenzó a interesarse por la fotografía, de la que dejó una gran colección al fallecer, también perfeccionó allí los métodos de trabajo de la geología y la etnología. Partió de Francia un 4 de agosto de 1856 hacia América y regresó a Hungría el 26 de febrero de 1859. Luego de publicado Memorias de un viaje por América (1861) fue galardonado con la incorporación a la Academia de Ciencias de su país.

El húngaro Pal Rosti, vino a Venezuela en 1857, inspirado por los escritos de Humboldt. Realizó las primeras fotografías paisajísticas del país.

El húngaro Pal Rosti, vino a Venezuela en 1857, inspirado por los escritos de Humboldt. Realizó las primeras fotografías paisajísticas del país.

     Rosti cultivó una fructífera amistad con Humboldt a quien citó de modo reiterado, como autoridad reconocida en el canon académico, a lo largo de sus Memorias… Interesado en estudiar la exuberante naturaleza, tal como en Europa se le denominaba a la zona natural de estos espacios territoriales, desde tiempos de la Ilustración, no dejó de mostrar quizás mucho más que lo expuesto por su admirado maestro, una fuerte inclinación por observar el carácter general de los lugares que visitó en el continente americano. Por eso será común para el lector de hoy toparse con consideraciones respecto a los alimentos que se consumían, las bebidas de mayor preferencia, los tratos sociales y las prácticas políticas generalizadas.

     Como todo visitante que alcanza espacios territoriales distintos a su lugar de origen, el viajero, ya fuese con fines científicos o lo fuera por invitación de autoridades establecidas, desplegó elucubraciones de lo observado y experimentado en tierras lejanas. Con sus relatos se muestran como cronistas en la medida que pretenden delinear paisajes naturales y sociales que más llamaron su atención y que exponen un aprendizaje, uno de los motivos principales del viaje. Si en tiempos de la Antigüedad el viajante se asumía como parte de un designio y regido por el requerimiento del destino de los dioses, es decir, prueba, aventura, sufrimiento, o el peligro propio de la experiencia humana, en los tiempos modernos fue convertido en una porción del capital cultural, de aprendizaje, de pasión y de placer.

     En las narraciones vertidas por el viajero devenido visitante aparecen expresadas un aprendizaje acumulado en combinación con la atracción de lo que le es afín, familiar, y el distanciamiento de todo aquello que, por enseñanza, hábito y costumbre experimenta como ajeno. Una de las interrogantes que Rosti se planteó de manera personal, fue la relacionada con la aversión a los negros presente en los Estados Unidos, disposición que lo llevó a comparar el trato del negro con el esclavismo aún existente en Cuba para el momento de su visita. Cuando hizo referencia a este mismo tópico, para el caso venezolano, comentó de modo fastuoso la abolición de la esclavitud, en tiempos de los Monagas, hacia 1854. Lo que no debe sorprender en cuanto a la forma de gobierno personalista propia del monaguismo que, para un hombre instruido y simpatizante del liberalismo reinante en el sistema mundo moderno, resultaba contrario al libre albedrío y las acciones humanas amparadas en la libertad para el disfrute de los bienes provenientes del trabajo.

     En su visita al mercado de la ciudad contrastó los precios con los de su país y los de Estados Unidos de Norteamérica, con lo que intentó demostrar el alto costo de los bienes que aquí se ofertaban, a excepción de la carne de vaca. Por ejemplo, un saco de papas 5 dólares, un pavo 5 dólares y un pollo 1 dólar. En cuanto al precio de los huevos mostró gran impresión al verificar que el mismo no variara y que se utilizara como referente para fijar el precio de otros bienes de consumo. En su examen del mercado y lo que en él se ofertaba trajo a colación que la carne de cabra se vendiera como carne de carnero. Además de dulces como el de membrillo y el de guayaba que, para su paladar eran exquisitos y de extraordinaria textura. También se conseguía pan de maíz, es decir, arepas que no eran muy de su agrado, en especial, cuando las servían frías, al igual que las caraotas negras y las carnes cocidas en forma de guisos le causaban repulsión. Junto a la arepa se encontraba el pan de trigo y el casabe que, a su parecer, parecía preparado con virutas desmembradas. El papelón lo describió como de muy baja calidad frente al azúcar. En este sentido, le causó curiosidad que los habitantes de Venezuela lo consumieran junto con el queso.

Jenny de Tellenay, joven francesa que vivió en Caracas entre 1878 y 1881. En 1884, publicó en París un libro sobre su estadía en Venezuela.

Jenny de Tellenay, joven francesa que vivió en Caracas entre 1878 y 1881. En 1884, publicó en París un libro sobre su estadía en Venezuela.

     El viaje como experiencia etnológica y aprendizaje no fue potestad de naturalistas, científicos o diplomáticos, también fueron extendidos por personas de espíritu indagador o de curiosidad exótica. Jenny de Tellenay llegó a Venezuela durante el gobierno de Francisco Linares Alcántara. Entre 1878 y 1881 no dejó de admirar la singularidad de los espacios naturales de Venezuela que conoció y que en Europa concitaban la curiosidad acerca de una naturaleza exuberante y pródiga. Llegó con su madre Olga y el encargado de negocios y cónsul general de Francia el 26 de agosto de aquel año. La marquesita como se le reconocería provenía de un ambiente familiar que le permitió adquirir un capital cultural en un contexto de costumbres europeas refinadas, lujo y comodidades.

     Por lo escrito en Memorias de Venezuela (1884) fue una joven de carácter acucioso y plagado de curiosidad. Dejó plasmado en este texto sus exploraciones por una parte del litoral, Puerto Cabello, las minas de Aroa y de su regreso a Caracas por Valencia y Maracay. En lo referente a la política doméstica se inclinó a favor de Antonio Guzmán Blanco. Sus razonamientos en este orden, así como algunos relacionados con algunos personajes y acontecimientos de la historia de Venezuela fueron errados, aunque quedaron sin enmienda en sus Memorias… Aunque en su trabajo citó con fruición estudios de Humboldt, ello no la libera de los yerros expuestos en su relato.

     Su escrito lo inició con el encuentro de las Antillas y la descripción de lo que su visión ambivalente de viajera escolarizada le orientó. Al alcanzar el puerto de La Guaira detalló la afanosa actividad en la oficina de la aduana y quienes aquí laboraban. Dejó escrito que blancos, negros, indios y mulatos se combinaban con las diversas tareas que desplegaban. Anotó que la gente de “color era sucia” y que no mostraban la fisonomía alegre y abierta de los negros de Martinica.

     De acuerdo con su mirada muchos parecían embrutecidos por el consumo frecuente de aguardiente. Llamó su atención que el comercio al por mayor estuviese en manos de extranjeros, mientras otros de menor poder luchaban por lucrarse y regresar a sus lugares de origen. Sin embargo, llegó a la conclusión de que todos eran agentes de progreso del país.

     A pesar de que, a la luz de la contemporaneidad, sus comentarios puedan herir sensibilidades no deja de ser importante leer lo que ella relató porque mucho de lo descrito se asemeja con configuraciones de otros viajeros de la realidad observada en Venezuela. Desde el mismo momento de su arribo ejercitó una suerte de actividad etnológica en combinación con lo que le interesaba destacar acerca de la flora y la fauna de los lugares que transitó. En especial la que fue percibiendo por el camino de La Guaira a Caracas.

     Resaltó la riqueza de la flora, bastante rica en: leguminosas, crucíferas, umbelíferas y geraniáceas. La fauna: deslumbrada por el Turpial y la Paraulata. Próxima a llegar a la capital describió los ranchitos al borde de ambos lados del camino y de sus habitadores resaltó las negras que llevaban sus hijos a horcajadas, las indias con una pañoleta roja en la cabeza y un tabaco en la boca. Por lo que hasta ese momento había constatado, en el trayecto, expresó que, en cuanto a demostración de desarrollo técnico y tecnológico en América era más espontáneo que cultivado por acción humana. Como ejemplo refirió el hecho de no existir represas y que el agua bajara de los montes de manera directa.

     Si se puede hablar de una constante, entre quienes configuraron sus relatos de paso por Venezuela, fue el lugar relevante que ocupó la exuberancia de su relieve natural. Sin embargo, debe ser tomada en consideración lo que destacaron sobre las costumbres y forma de ser de los caraqueños. Con seguridad el lector de sus narraciones podrá constatar cómo el capital acumulado por el viajero lo llevó a destacar contrastes que pueden resultar para el momento actual algo odiosos.

La imprenta caraqueña en tiempos de emancipación

La imprenta caraqueña en tiempos de emancipación

El lunes 24 de octubre de 1808, circuló la Gazeta de Caracas, primer periódico que se imprimió en Venezuela.

El lunes 24 de octubre de 1808, circuló la Gazeta de Caracas, primer periódico que se imprimió en Venezuela.

     De acuerdo con la información proporcionada por el Diccionario de Historia de Venezuela, publicado por la Fundación Polar, una de las últimas porciones territoriales del imperio español que recibió, en 1808, los beneficios de la imprenta fue la Capitanía General de Venezuela. De igual manera se debe descartar que la obra de José Luís Cisneros, Descripción exacta de la Provincia de Venezuela, con pie de imprenta de Valencia, 1764, se hubiese impreso en Venezuela.

     Sin embargo, en tiempos de Independencia, entre 1820 y 1821, se produjeron en Caracas polémicas entre constitucionalistas y monarquistas. Las mismas se ventilaron en impresos caraqueños, gracias a imprentas instaladas en la capital, como los periódicos La Araña, La Aurora de Venezuela, El Celador de la Constitución, El Fanal de Venezuela, La Mariposa Negra, De Todo y Algo Más, La Mosca Libre, La Segunda Aurora y La Lotería Tipográfica, entre otros.

     Fue a propósito de la ocupación francesa en la península ibérica y el conflicto bélico que se derivaría desde 1808, entre España y Francia, que el capitán general Juan de Casas solicitó el envío de una imprenta al gobierno de Trinidad en agosto de este año. El equipo llegó a la provincia de Caracas en septiembre de 1808 junto con los impresores británicos Mateo Gallagher y James Lamb. Ella sirvió para la publicación de la Gazeta de Caracas, primer periódico de Venezuela, cuyo primer número vio la luz el 24 de octubre de aquel año. Su redactor principal fue Andrés Bello (1781-1865) hasta el año de 1810, cuando emprendió su viaje para Inglaterra como miembro de la secretaría de relaciones exteriores de la provincia.

     Es necesario indicar que, la Gazeta de Caracas surgió bajo circunstancias críticas en el seno del imperio español. En mayo de 1808 había estallado la disputa alrededor del trono entre Carlos IV y su hijo Fernando de Borbón, conocido luego como Fernando VII. En mayo de 1808 Napoleón obligó a este último devolver la corona a su padre. Con estas abdicaciones constriñó a Carlos IV que le cediera el trono a él, quien luego lo entregaría a su hermano José Bonaparte. Las primeras informaciones de estos acontecimientos se conocieron en los iniciales días de julio de 1808, gracias a dos ejemplares del Times de Londres. Éstos fueron enviados por funcionarios gubernamentales de Cumaná al capitán general Juan de Casas, que los puso a la orden de Bello para que los tradujera. Bello hizo lo propio y extrajo noticias que con premura comunicó a Casas, quien incrédulo no dio crédito a la información. Sin embargo, Casas llamó a consulta a personas influyentes de la provincia, pero excluyó a los españoles americanos. Allí se discutió la gravedad del asunto y se tomó la decisión de no divulgar la información sobre los eventos en la provincia.

     Como indicamos, fue el 24 de octubre de 1808 que apareció el primer número de la Gazeta de Caracas, en el que se ponderó la importancia y la excelencia del nuevo arte y su valor para la provincia. En la Capitanía General de Venezuela se instaló otra imprenta en la ciudad de Cumaná. El licenciado Miguel José Sanz recomendó que se instalara otra imprenta en Caracas. Para octubre de 1810 inició sus actividades de impresión la de Baillío y Delpech. Esta sociedad sólo duró un año y prosiguió sólo con Juan Baillío. Simón Bolívar y José Tovar habían traído una imprenta que se instaló en Caracas. Para febrero de 1812 se colocó un taller de impresión en Valencia, a cargo de Juan Gutiérrez Díaz.

Entre 1808 y 1810, el redactor principal de la Gazeta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865).

Entre 1808 y 1810, el redactor principal de la Gazeta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865).

     No obstante, fueron muy pocos los talleres de impresión que se instalaron en territorio venezolano. La mayoría de impresos fueron de talante político. De estos talleres salieron periódicos, semanarios, hojas sueltas, folletos y libros de interés para la historia política de Venezuela. Los temas variaron en la puja por el control de la provincia de Caracas entre patriotas y realistas. También en ellos se encuentran las argumentaciones y reflexiones alrededor de la Independencia frente a las pretensiones de la corona española.

     Para la edición del 6 de agosto de 1811, la Gazeta de Caracas incluyó el texto de la Ley de Imprenta, sancionada por la Sección Legislativa de Caracas, en la que se subrayó que la imprenta era el instrumento más fiable para comunicar las luces del conocimiento, y la facultad individual de los ciudadanos para hacer públicas sus ideas políticas y reflexiones.

     Con esta aseveración se refrendaba uno de los propósitos del liberalismo político como lo era la libertad de opinión, y con la que se podría hacer frente a todo tipo de arbitrariedad de los gobernantes. Se agregó, además, que el producto de la imprenta era imprescindible para ilustrar a los pueblos en sus derechos y el único camino para alcanzar el conocimiento de la verdadera opinión pública.

     Entre los que dirigieron los asuntos relacionados con la Primera República participaron de modo entusiasta en todo lo que se produjo en los talleres de Caracas, Cumaná y Valencia. Fueron varias las publicaciones en forma de libro o folleto, una iniciativa propiciada por ellos. Quizá, fueron los periódicos donde aparecieron la mayor cantidad de argumentaciones políticas que sirvieron de base para las realizaciones políticas. La hoja suelta sirvió para dar a conocer información que debía circular de manera presurosa y superar demoras que con equipos de técnica deficiente retrasaban la impresión de los periódicos.

     El único medio impreso que existía en el mes de abril de 1810 en la Capitanía era la Gazeta de Caracas, en cuya página principal aparecía un lema escrito en latín y que rezaba: “la salud del pueblo es la suprema ley”. La edición del 25 de abril corrió a cargo de quienes desconocieron la regencia como gestora de la política en Venezuela. Un fragmento de los razonamientos esgrimidos fue que la Gazeta de Caracas había estado destinada a propósitos que ya no estaban de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de Caracas. Ello sirvió para indicar que el espíritu que se iba a restituir era el carácter de franqueza y sinceridad que debía tener, para que el pueblo y el gobierno lograra con ella los benéficos designios que han “producido nuestra pacífica transformación”.

     En combinación con este escrito apareció el primer artículo de talante doctrinal cuyo título fue: “Sin virtud no hay felicidad pública, ni individual”. En un número anterior Vicente Emparan y Orbe publicó un “Manifiesto”, con fecha 7 de abril, donde intentó calmar los ánimos de los habitantes de la comarca, en virtud de los fracasos de las tropas españolas contra los franceses, y con la exhortación de continuar bajo los auspicios de la legislación colonial. Ya en números precedentes se incluyeron los donativos que, a instancias del marqués Casa – León, debían recabarse para ayudar a la península en su lucha contra el “usurpador universal”, tal como se calificó a Napoleón por estas tierras.

De la imprenta de Juan Baillío saldrán periódicos fundamentales para el país como: El Publicista de Venezuela, que circuló en 1811 y donde se publicó ese año el Acta de la Independencia.

De la imprenta de Juan Baillío saldrán periódicos fundamentales para el país como: El Publicista de Venezuela, que circuló en 1811 y donde se publicó ese año el Acta de la Independencia.

     De igual manera, aparecieron las “Instrucciones para elegir diputados a las cortes de España”. También se mezclaban noticias de triunfos de españoles en batallas contra las huestes napoleónicas. Sin embargo, se intercalaban con escritos de ingleses que veían con preocupación el escaso avance de los españoles contra las iniciativas de Napoleón y los suyos. También, aparecían noticias locales relacionadas con el nombramiento de autoridades, resúmenes de gacetas inglesas, avisos mercantiles, ventas de artículos, huidas de esclavos y proyectos para la edición de otros impresos. El tono de la Gazeta de Caracas cambiaría con la edición número noventa y cinco y en la que anunció un tiempo otro a raíz de la declaración del 19 de abril del diez.

     En consecuencia, un conjunto de argumentaciones se tramó respecto al consejo de regencia y sus implicancias. Así, se puede leer una proclama, firmada por José de las Llamozas y Martín Tovar Ponte, en que se informaba acerca de la penosa situación de España en los primeros meses de 1810, luego de dos años de enfrentamiento con los franceses. En ella se indicó que la guerra, iniciada en 1808, la venían desarrollando los españoles en defensa de su libertad e independencia para escapar del “yugo tiránico de sus conquistadores”.

     Con el arrollador avance de las tropas de Napoleón por el territorio español, “los honrados y valerosos Patriotas Españoles” libraban batallas para preservar la “soberanía nacional”, pero se vieron obligados a buscar refugio en Cádiz. Al lado de esta acción, la Junta Central Gubernativa del Reino, en la que se había depositado la soberanía en disputa, debió disolverse. Junto con esta disolución se difuminó una soberanía constituida legalmente para la conservación general del Estado.

     Por esta razón, indicaron los redactores, hubo la necesidad de constituir un nuevo sistema de gobierno con el título de regencia que, no podía tener otro propósito que el de preservar la vida de los pocos españoles que habían escapado del yugo francés. La regencia no representaba los intereses de la nación porque no se constituyó con el voto general de quienes tenían la potestad de justificarla. A lo largo de 1810 en las páginas de la Gazeta de Caracas aparecieron un compuesto de argumentaciones alrededor de la ilegitimidad de la regencia, la reclusión de Fernando VII y en manos de quienes estaba la representación de la soberanía.

     La cantidad de razonamientos vertidos en sus páginas, después de la edición 95, fueron afinando la necesidad de romper el nexo colonial. Unos catorce meses después, en la edición del 9 de julio de 1811, apareció en la primera página el titular: “Independencia de Venezuela”. Si se observa con atención los distintos escritos que se dieron a conocer luego del 19 de abril, se puede constatar que lo asumido en 1810 ya anunciaba la ruptura con la sociedad progenitora. Otros impresos, de corte doctrinario, en especial, conformaron argumentos a favor de la emancipación. El Semanario de Caracas, El Patriota de Venezuela, El Mercurio Venezolano y El Publicista de Venezuela confirman la actitud que se fraguó desde 1810 entre algunos caraqueños. En sus páginas, al igual que en la Gazeta de Caracas, se publicaban textos del irlandés William Burke que defendía airadamente el derecho de la América española a independizarse.

     Si la intención de las autoridades coloniales fue la de establecer una imprenta en la Capitanía General de Venezuela, para contrarrestar la información de sus enemigos, como efecto no deseado ella sirvió de espacio para el convencimiento de un grupo de venezolanos a favor de la Independencia. En el mundo moderno la imprenta se convirtió en un agente de cambio y no un cambio por sí misma. Aunque se debe tomar en cuenta que no todos los individuos de este período sabían leer. La lectura colectiva fue una opción, además en tabernas, posadas, plazas, iglesias se transmitían informaciones por vía oral. Uno de los aspectos de gran relevancia en el mundo y que ayudó a la generalización de impresos fue gracias al uso del papel y la paulatina sustitución del pergamino, más bien de uso para ediciones lujosas. Es necesario dejar claro que las iniciativas de emancipación surgieron entre habitantes de la provincia de Caracas, a las que se agregarían otras provincias y que la Gazeta… se tiene como pionera en la divulgación de las informaciones a su alrededor. Lo que la convierte un testimonio fundamental para aproximarnos a los razonamientos y acciones que se desplegaron para lograr la Emancipación.

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