Retozos caraqueños

Retozos caraqueños

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Retozos caraqueños

     Bajo este título Arístides Rojas intentó proporcionar una aproximación acerca del espíritu, forma de ser o disposición que, según su visión, eran atributo o característica del venezolano. Así, difundió la idea de acuerdo con la cual la inquietud y veleidad venezolanas habían dado origen a situaciones memorables y necesarias de recordación. En las primeras líneas hizo referencia a un texto compuesto por un historiador español, Mariano Torrente, cuyo título fue: Historia de la revolución hispanoamericana, publicado en Madrid durante 1829. De este autor recordó la idea según la cual Caracas, capital de provincia, había sido el escenario principal de la insurrección americana. Rojas compartió la tesis con la que sustentó que el “clima vivificador ha producido los hombres más políticos y osados, los más viciosos e intrigantes, y los más distinguidos por el precoz desarrollo de sus facultades intelectuales”. A estas ideaciones agregó, según lo había establecido Torrente, “La viveza de estos naturales compite con su voluptuosidad, el genio con la travesura, el disimulo con la astucia, el vigor de su pluma con la precisión de sus conceptos, los estímulos de gloria con la ambición de mando, y la sagacidad con la malicia”.

     Rojas se extendió en aquiescencias para con el historiador ibérico a quien agradeció las palabras de elogio dirigidas a los patricios criollos, “algo bueno, en medio de tanto malo”. 

El venezolano Arístides Rojas es considerado uno de los más notorios divulgadores de nuestra historia

     Para dar fuerza a sus ideas contrastó lo indicado por Torrente con la cantidad de improperios y epítetos que se idearon en contra de Bolívar a quien se había asociado con una personalidad ambiciosa, aturdida, bárbaro, cobarde, déspota, feroz, ignorante, imprudente, insensato, impío, inepto, malvado, monstruo, miserable, perjuro, pérfido, presumido, sedicioso, sacrílego, usurpador y otras del mismo talante. Caracterizaciones muy del momento que abarcó los años de 1810 a 1825, cuando el conflicto bélico mostró la textura de mayor encono y ferocidad entre los bandos en pugna.

     Fueron estas ideaciones en las que se basó para mostrar una percepción que de sí mismo se tenía, entre letrados, publicistas y polígrafos de las particularidades y especificidades de carácter o psicología racial del pueblo venezolano. Rojas aseveró que por “naturaleza” era cierto el hábito y la inclinación retozona, especialmente, “en asuntos democráticos, en cositas de partidos, en percances de intereses políticos, y por éstos hemos podido pasar de una esclavitud tranquila a los contratiempos de una libertad peligrosa”. Esa histórica actitud pícara, traviesa e inquieta la intentó demostrar con ejemplos alrededor de la actitud mostrada por integrantes de los Cabildos o Ayuntamientos ante las autoridades reales en tiempos de la Capitanía General de Venezuela. 

     Hizo referencia a que “nuestros retozos” no correspondieron sólo al año de 1810, porque “los caraqueños se metían en el bolsillo a los gobernadores que de España nos enviaban”, con lo que ratificó un tipo de relación que se estableció entre los reyes y sus súbditos. Esta disposición se convirtió en una práctica común, en la que no fue usual transitar por los ceremoniales establecidos en la legislación de Indias. Reseñó que, en las exaltadas disputas entre los cabildos eclesiástico y político habían sido los caraqueños quienes las habían producido. A este respecto rememoró el tiempo cuando Caracas pasó a depender, en lo civil, del virreinato de Bogotá. En dos momentos de la historia de Venezuela Caracas estuvo adscrita a los mandatos administrativos de Bogotá. En una ocasión cuando fue creado el virreinato en 1717. En otra oportunidad, para 1819, cuando fue fundada la República de Colombia. 

     Rojas se dedicó a narrar lo que “trajeron los retozos caraqueños de 1720 a 1726”. De acuerdo con su exposición, en 1716 se encargó de la gobernación de Caracas Marcos Francisco de Betancourt y Castro, aunque duró poco tiempo en el cargo. Dejó asentado que por “caprichos” mostrados por los reyes españoles desde 1717, Caracas y las secciones de la colonia venezolana, Guayana y Maracaibo, habían sido anexadas al virreinato de Bogotá en lo atinente al plano político, mientras en el religioso pasó a depender del obispado de Puerto Rico. Amén de esta disposición Caracas quedó en orfandad como capital y además con un gobernador con “incoloras” funciones debido a la dependencia creada hacia Bogotá. Según Rojas, “los notables de Caracas no vieron con buenos ojos tal cambio”, sin embargo, continuaron mostrando fidelidad y obedecimiento al monarca de turno. “Una medida tan inesperada respecto de una capital que estaba más cerca de las costas de España que de la ciudad de Bogotá, debía causar disgustos, fomentar intrigas y hasta desacatos”.

     En este orden de ideas, justificó su desconocimiento e ignorancia en lo que respecta a las pretensiones del virrey de Bogotá, don Jorge de Villalonga, acerca de la intención que lo movió a destituir al gobernador Betancourt de su cargo. Bajo este propósito llegó a Caracas con la designación de interino a inicios de 1720, don Antonio de Abreu. No obstante, Betancourt se negó al aducir que el ejercicio del cargo estaba próximo a terminar. Los lugareños que ocupaban el Ayuntamiento buscaron la manera de desconocer al que vieron como un usurpador y nombraron a los alcaldes Alejandro Blanco y Manuel Ignacio Gedler en 1720, y para 1721 hicieron lo propio con el nombramiento de Alejandro Blanco Villegas y Juan Bolívar Villegas, designaciones que fueron comunicadas al rey. Al poco tiempo llegó a Caracas el sustituto de Betancourt, Diego Portales y Meneses, quien se encargó de la gobernación.

     Para 1723, de acuerdo con lo redactado por Rojas, se presentaron en Caracas dos personas comisionadas por el virrey de Bogotá, Pedro Beato y Pedro Olavarriaga quienes con su sola presencia despertaron la inquietud y la desconfianza entre los habitantes de la comarca, en especial porque tenían vinculación con quienes querían instalar una compañía de comercialización en la provincia. Entre las acciones que comenzaron a llevar a cabo fue la de captar la atención de los comerciantes y productores más ricos de la gobernación, acerca de la creación de una compañía de comerciantes de Guipúzcoa y los beneficios que traería para la actividad comercial de la provincia. Según Rojas estas personas acudieron a la exageración de los beneficios que provocaría la instalación de tal empresa en la Capitanía. Las “seductoras noticias” contenían información acerca de las utilidades que se producirían con la Guipuzcoana. Entre la de mayor relieve estaba el incremento de protección prometida por el monarca, un mejor aprovechamiento de la incipiente riqueza del territorio venezolano, llamada para grandes cosas tal como se ha creído a lo largo de la historia nacional, y la eliminación del comercio intérlope fueron algunas de las promisorias y promovidas virtudes que se desplegarían con la instalación de esta asociación económica. 

     Continuó su redacción al poner bajo discusión que las autoridades locales se vieron en la obligación de buscar la forma de impedir que los emisarios del virrey Villalonga continuaran ofertando un destino difícil de llevarse a efecto. Asuntos como el reseñado abrieron nuevas fisuras a la relación dependiente de Caracas con Bogotá. Adjudicó Rojas que asuntos como este y otros de talante administrativo, estimularon “el choque entre dos gobiernos que no tenían por apelación sino la persona del monarca”. Si bien es cierto, Rojas practicó la crítica histórica, como revisión constante de lo considerado y asumido como “una verdad”, no resulta de menor importancia el que sus ideaciones se caracterizaran más por destacar situaciones del presente o lo que sucedería luego, de todo aquello por él examinado, con lo que difundió nuevas creencias, en su momento, basadas en lo que pudiera ubicarse en la percepción de un futuro del pasado. Es decir, la revisión de versiones del pasado para ratificar lo previsto como futuro evidente. O mejor, lo que, para el momento, se había ratificado con testimonios y evidencias convertidas en datos fidedignos.

     Subrayó que el monarca había emitido una real cédula con la intención de proteger al gobernador Portales frente a las pretensiones de Villalonga. Agregó un juicio con el que criticó la actitud del monarca español, porque si la “Gobernación de Caracas estaba subordinada a la de Bogotá, el rey no debía intervenir en hechos que no se habían consumado”. Esta situación le sirvió de base para establecer que tales formas de administrar los asuntos públicos respondían a conveniencias coyunturales y no a una política coherente sustentada en la ley. Sin embargo, Villalonga emitió una orden para que apresaran a Portales a quien el primero acusó de faltar el respeto a sus superiores y por desdeñar los mandatos emitidos desde Bogotá. Por supuesto, al haberse enterado de la decisión del virrey, Portales contestó que no acataría la orden interpuesta, porque el virrey no tenía nada que hacer en los actos ni jurisdicción del gobierno de Caracas.

     La disputa, entre ambas autoridades, tomó cuerpo cuando el ayuntamiento asumió el papel asignado en casos como el descrito por Rojas. El Rey había encomendado la tarea de proteger al gobernador del virrey, en la persona del obispo Escalona y Calatayud. A pesar de este apadrinamiento y el apoyo recibido de algunos notables caraqueños, Portales fue sometido y llevado a prisión. El 25 de mayo de 1724, Portales se fugó de la cárcel y encontró refugio en el templo de San Mauricio. Gracias a la Real Cédula del 5 de mayo de 1724, el obispo debió cumplir el papel de protector del gobernador. De nuevo el rey intervino para exigir al cabildo que debía obedecer las órdenes de Portales. Aunque de nuevo éste fue sometido. Luego logró escapar, por tercera ocasión, para dirigirse fuera de la jurisdicción caraqueña y lejos del virrey que le seguía los pasos. 

     En julio de 1725 llegó otro mandato del rey para que se restituyera al gobernador en su cargo. Pero, ahora en la Real Cédula se exigía la destitución de los alcaldes quienes fueron las verdaderas víctimas de esta disputa y al poco tiempo después de instalada la Guipuzcoana. Rojas llegó a la conclusión de que estos “retozos políticos”, como el señalado líneas antes, provocaron la pérdida de gracia que los caraqueños habían obtenido de monarcas españoles, como aquella en la que dos alcaldes de la capital pudiesen reemplazar la autoridad del gobernador al morir éste o en caso de haber sido destituido, según las leyes en uso. Sin embargo, diez años después, el gobierno español anuló una política heredada de los Habsburgo, como la indicada por Rojas. Años más tarde, “por retozos más o menos apremiantes”, se estableció que de los dos alcaldes sustitutos sólo uno podía ser venezolano, con lo que el “retozo” fue más bien perjudicial.

     En las últimas líneas de su escrito estableció que, todos los retozos de las capitales de ambos mundos, son “inherentes a los pueblos de la raza latina”. Según su percepción formaron parte de las condiciones sociales, “de la lucha constante que trae casi siempre resultados armónicos en el desarrollo general”. Para él, los pueblos que habían transitado largo tiempo a la sombra de la tiranía, “patrocinan estos retozos como expresiones necesarias de la libertad necesaria reconquistada”. Los gobiernos, continuó en su relato, basados en el respeto de la soberanía individual, base de la libertad, “no los persiguen ni los protegen”. La tolerancia política, de un lado, y, del otro, el despliegue de la libertad de opinión y de pensamiento, debían contribuir a disipar inquietudes políticas, religiosas y sociales, que no traspasaran una cierta efervescencia transitoria, “obra del entusiasmo, de la juventud y de las tendencias civilizadoras de cada época”. 

     En términos generales, los retozos, como una actuación plagada de inquietud y de picardías, y que le sirvieron de justificación para su relato lo fueron con el propósito de demostrar que de todo conflicto surgía una solución magnánima. No comulgó con la idea de contradicciones insolubles o antagonismos sin posible solución. Las oposiciones a las que apeló fueron para manifestar que el venezolano era una suerte de síntesis inteligente, si se asume la inteligencia como solución de problemas de variada índole.

Autopista Caracas-La Guaira, maravilla de la ingeniería

Autopista Caracas-La Guaira, maravilla de la ingeniería

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Autopista Caracas-La Guaira, maravilla de la ingeniería

     La industria de la construcción, entendiéndose esta como una actividad económica de gran importancia, surgió en Venezuela a partir de la tercera década del siglo XX, cuando el Estado venezolano comenzó a desarrollar grandes obras viales, habitacionales y de servicios en general.

     Uno de los proyectos de mayor envergadura que se desarrolló en esa época fue la autopista Caracas-La Guaira, cuyos estudios se iniciaron en 1946; dos años más tarde, en 1948, fue decretada su construcción, la cual se vio demorada por los acontecimientos políticos ocurridos en el país tras el derrocamiento del presidente constitucional Rómulo Gallegos, el 24 de noviembre de ese año.

     No fue sino en 1950, cuando se dio inicio a la construcción de esta importantísima vía que comunicaría a la capital con el principal puerto del país.

En tres años se construyó la más moderna autopista de América Latina 

     Según un interesante reportaje publicado en noviembre de 1953 en la revista Construcción, “…la excavación y perforación total de los dos túneles con sistema especial de ventilación, se llevó escasos 16 meses (de marzo de 1951 a julio de 1952, avanzando a razón de seis metros por día); en los tres viaductos se emplearon materiales de primerísima calidad; para realizar todo el movimiento de tierra se emplearon los equipos de construcción más modernos que existían en el mercado hace setenta años, y el costo de la obra fue de 180 millones de bolívares (menos de 60 millones de dólares, según el cambio de la época), una inversión que se estimó recuperar en veinte años gracias al sistema de cobro de peaje”.

Inaugurada la Autopista Caracas-La Guaira

     “Los trabajos de construcción de la autopista Caracas-La Guaira se iniciaron en el año 1950. El primer tramo, de 4 kilómetros, denominado Avenida Central de Maiquetía, fue construido primeramente y puesto en servicio, enlazando con la carretera existente en el Puente Curucutí, en Pariata.

     Desde este punto comienza a ascender la autopista; cruza la avenida que va al Aeropuerto Internacional de Maiquetía y la carretera a Catia la Mar mediante un trébol de distribución de tráfico que se ha proyectado con paso a dos niveles para facilitar el tráfico rápido sin interferencias. Continúa ascendiendo hacia Caracas, y el perfil general tiene pendientes que varían entre el 6 y el 4% a cielo abierto y el 3 y medio en los túneles. Atraviesa terrenos muy quebrados que obligaron a construir dos túneles, uno de ellos en la abrupta región de Boquerón, y tres viaductos sobre la quebrada de Tacagua; cortes y rellenos de gran magnitud, que alcanzan hasta 95 y 45 metros de altura, respectivamente. Bajo los rellenos, y con la finalidad de dar paso a las aguas de las quebradas, se han construido inmensas bóvedas de hormigón.

     En el terminal de la vía, en Catia, Caracas, hay un paso a dos niveles bajo la Avenida Sucre, por donde se proyecta que continúe la autopista en el futuro, yendo a enlazar la Avenida San Martín, pasando por un túnel debajo del Cerro La Planicie, en Caracas, y siguiendo los márgenes del Guaire, con la Autopista del Este.

Aspectos de la obra

     La longitud de la Autopista Caracas-La Guaira es de 17 Km, contados desde Catia hasta el Trébol de Distribución de Pariata; tiene dos calzadas de doble vía de 7,30 m. cada una, separadas por una isla central; a ambos lados hay hombrillos pavimentados. Todas las curvas son espiralizadas y el radio menor de ellos es de 280 m., y están peraltadas de acuerdo con la práctica moderna

Túneles

     En marzo de 1951 se comenzó a trabajar en los túneles que son: el número 1, con 1.800 metros de longitud, y el número 2, de 460 m. Son túneles dobles, independientes y destinados uno para subir y otro para bajar, con dos vías de tráfico para cada uno, separados por una pared natural de 11 m. que se dejó en la roca. Ambos túneles fueron excavados completamente en roca; la sección es del tipo herradura, con una placa horizontal que forma un conducto en la parte superior para la ventilación. Están revestidos de hormigón armado y el pavimento es de este mismo material y lleva una carpeta asfáltica como capa de rodadura. Están provistos de un equipo de iluminación continua con lámparas fluorescentes lineales, dispuestas en la placa de ventilación. Ambos túneles tienen ventilación artificial. El aire fresco llega al interior por el conducto formado entre la placa de ventilación y la parte superior del arco de la herradura o la clave de revestimiento de hormigón.

     En tres de los cuatro portales se han previsto edificios donde se instalarán los equipos de ventilación eléctrica. Cerca del portal sur (más próximo a Caracas) del túnel N° 1 hay un edificio de control con espacio para garage y grúa de despeje de vehículos accidentados. En este edificio están instalados los aparatos de control del monóxido de carbono y los ventiladores correspondientes a todos los túneles. Estos controles están accionados mecánicamente, también hay comunicación telefónica con todos los edificios de ventilación.

     En el túnel más largo, de 1.800 metros, y en el tercio, más o menos, de su longitud, hay dos galerías perpendiculares al eje, de la misma sección del túnel, que salen a la superficie de la montaña y en las cuales se instalaron ventiladores para suministrar aire fresco y descargar el aire viciado generado por los gases de la combustión de los vehículos. En total habrá 24 unidades capaces de producir 3.328.000 pies cúbicos de aire por minuto (94.261 m3 por minuto). La pendiente de los túneles es de tres y medio por ciento y su perforación se llevó a efecto en un “jumbo” acondicionado con martillos horizontales que perforaban el frente de la roca. Una vez efectuados los disparos con dinamita, la roca movida por las explosiones era retirada con un cargador eléctrico (“Joy loader”) que, mediante una banda transportadora, cargaba los “Koering drumpsters”, o camiones especiales que transportaban a roca al exterior.

     El movimiento promedio diario de la excavación, en tres turnos fue de 6 m. por día aproximadamente, y la perforación total de los túneles concluyó el 26 de julio de 1952. Tres años (1950-53) demoró la construcción y puesta en servicio de la autopista Caracas-La Guaira durante el gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez.

Imponente vista de la construcción del viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaira

     Según el interesante reportaje de la revista “Construcción”, la excavación y perforación total de los dos túneles con sistema especial de ventilación, se llevó escasos 16 meses (de marzo de 1951 a julio de 1952, avanzando a razón de seis metros por día); en los tres viaductos se emplearon materiales de primerísima calidad; para realizar todo el movimiento de tierra se emplearon los equipos de construcción más modernos que existían en el mercado hace setenta años, y el costo de la obra fue de 180 millones de bolívares (menos de 60 millones de dólares, según el cambio de la época), una inversión que se estimó recuperar en veinte años gracias al sistema de cobro de peaje.

Viaductos

     Los tres viaductos se proyectaron en hormigón precomprimido y constan de un arco central de sección rectangular hueca de dos articulaciones a nivel de los arranques, con tableros sobre montantes verticales huecos de 14 m. de separación, con vigas precomprimidas de 1.80 m. de altura. La sección transversal es para cuatro vías de tráfico, separadas por una isla central, y el ancho total es de 20.80 m. entre barandas.

     Los materiales utilizados en estas estructuras son de primera calidad y los cables de acero empleados en el pretensado de los elementos son especiales y de alta resistencia. El hormigón fue proyectado para una carga de rotura de 400 Kg por cm2. Los montantes que soportan el tablero son de sección rectangular doble T y están articulados en un extremo. Las pilas principales son de sección rectangular hueca con un espesor de 12 cm. En las paredes. Estos viaductos fueron proyectados para la carga máxima establecida en Venezuela, la cual se define como tren de carga H20.

     El Viaducto N°1, ubicado en el kilómetro 4, de 302 m. de longitud, tiene un arco de 152 m. de luz y es uno de los más grandes de América en hormigón y el quinto en extensión del mundo. La calzada está a una elevación de 70 m. aproximadamente sobre la quebrada Tacagua. Las fundaciones, en especial las del lado de Caracas, fueron sumamente complicadas, ya que la constitución de la roca obligó a hacer pozos verticales y galerías inclinadas de 19 y 27 m., respectivamente, hasta alcanzar una firmeza permanente.

En tres años se construyó la más moderna autopista de América Latina

      El arco del Viaducto N° 2, de 250 m. de largo, ubicado en el kilómetro 8, tiene una luz de 146 m., y el del número 3, ubicado en el kilómetro 9, con 200 m. de longitud, tiene 130 metros.

     La estructura de los Viaductos 2 y 3 es similar a la del número uno, ya descrito. 

Peaje

     A las entradas de la autopista, tanto en Catia como en Maiquetía, se han instalado aparatos de control operados por agentes, que cobrarán el importe fijado previamente para poder traficar por la vía. El tráfico está regulado y solo podrán utilizar la vía aquellos vehículos que se adapten a las especificaciones de anchura, altura y tonelaje indicados para el pavimento diseñado y la altura de los túneles. Se estima que en veinte años, con el cobro del peaje, se cubrirán las inversiones hechas para la construcción de la vía, las cuales pueden ascender a la cantidad de 180.000.000 de bolívares.

Iluminación

     La autopista tiene, desde Caracas hasta Maiquetía, iluminación central convenientemente dispuesta de acuerdo con la técnica moderna establecida en este sentido. En el tramo de Maiquetía a La Guaira, la iluminación está dispuesta por postes laterales en las aceras, y se ha previsto dejar conductos subterráneos con la finalidad de que la compañía de teléfonos pueda tender, en su oportunidad, una nueva red que conecte la capital con el Puerto de La Guaira.

Movimiento de tierra

     El movimiento de tierra se ejecutó simultáneamente desde Caracas hacia Maiquetía y viceversa. Es impresionante la magnitud de los cortes y rellenos que se observan a todo lo largo del recorrido. Hay cortes en trincheras de 95 m. y los menores pasan de 30 m. Se han hecho con inclinaciones variables, de acuerdo con la calidad de la roca, entre ½ y ¾ a 1. En todos los cortes grandes, cuando la altura pasa de 15 m., y de acuerdo con los estudios geológicos que se han efectuado, se han levantado terrazas convenientemente dispuestas, de 6 m. de ancho, protegidas superiormente con desagües y una imprimación de asfalto, a fin de evitar la acción corrosiva de las aguas. Hay rellenos de 45, 30 y 25 m. de altura y se han hecho, y se han hecho con pendientes de uno y medio a uno.

Equipo

     En este movimiento de tierra se utilizó el equipo más moderno en materia de maquinariaspara construcción de carreteras; además de 115 unidades entre tractores, traíllas, palas mecánicas, tornapules y patroles, se emplearon más de 100 camiones grandes, 12 camiones mezcladores de hormigón, apisonadores neumáticos, palas de cabra, camiones con taladros rotativos y equipo de perforación de roca para efectuar las voladuras.

Reforestación y estabilización de taludes

     Se ha procedido a la estabilización de taludes de relleno por el método “contour watting” o enfaginado en contorno; la vegetación perenne se ha obtenido por medio de la siembra de semilla al voleo y en surco de las especies capín melao, rabo de zorro, rabo de gavilán, terciopelo y bermuda, y por la siembra de estolones de las especies suelda y caimán. Los taludes se han estabilizado con reforestación, y las especies empleadas son: casuarinas (casuarina esquisi-tifolia), cañafístola (cassia espectavilla), acacia roja (delonis regia), caros (pthe-colopiumm polyce-phalus), retamas (carleta nicholsonil), araguaney bobo (tecoma chrysantha) y acacia de Siam (casia siamesa).

     Para realizar todos estos trabajos se han formado viveros: unos en la parte baja, Maiquetía, y otros en la parte alta, Tacagua, convenientemente dispuestos, los cuales, al estar en plena capacidad, podrán producir alrededor de 670.000 arbolitos al año. Se han hecho importantes obras de corrección de las torrenteras, construyéndose bancales y muros de contención y se han protegido las alcantarillas y otras vías de desagüe, todo ello con el fin de evitar la fuerte erosión predominante en los terrenos que atraviesan la autopista.

Puesta en funcionamiento de la autopista Caracas-La Guaira

Derecho de vía

     Con el fin de evitar posibles construcciones a la orilla de la carretera, acceso sobre ella y tráfico de animales, se ha adquirido una faja de 150 m. de ancho, o sea de 75 m. a cada lado de la vía.

     Para dar una idea de la importancia de la vía construida, se dan a continuación datos comparativos entre ella y la antigua carretera Caracas-La Guaira.

Los viejos restaurantes de Caracas

Los viejos restaurantes de Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Los viejos restaurantes de Caracas

Por Lucas Manzano

 

     Bien merecido tienen el reposo al lado del Justo, los hombres que vivieron los tiempos nebulosos del mil ochocientos hasta muy avanzado el mil novecientos cuarenta; tiempo en el cual comenzó a declinar la afición a la buena mesa que en los primeros tiempos, la generalidad de los acontecimientos que merecían el honor de no dejarlos inadvertidos, eran festejados con viandas bien sazonadas, excelente vino y poco alcohol porque no había hecho su aparición por esta parte del mundo el whisky ni su similares.

     Fue por este motivo que el Restaurante de Puente Hierro, fundado especialmente para congregar en aquella parte de la ciudad las cabalgatas integradas por las más bellas mujeres y los apuestos mocitos de alto mundo; y los innumerables carruajes tirados por briosos corceles a cuyo bordo iban las Doñas a embriagarse de aromas en los jardines en medio de consumaciones de refrescos, bajo la risa cantarina del Guayre y de la Acequia Espino. 

     Fue precisamente en el Restaurante de Puente Hierro donde el General Presidente de la República homenajeó a los jóvenes Comandantes del Escuadrón de Húsares, que había de hacer los honores durante la conmemoración del Centenario del Nacimiento del Ilustre Prócer de la Independencia, General José Gregorio Monagas, suceso a conmemorarse en el año mil ochocientos noventa y cinco.

     En aquellos mismos días los cronistas Federico León, Job Pim, Leo y el autor de esta crónica concebimos la idea de hacernos imprimir una película con Zimmerman, la cual exhibimos en el “Teatro Caracas” en función de gala a beneficio de los chicos de la prensa. El argumento no pudo ser más original; parodiamos “La dama de las Camelias” con el mote de “La Dama de las Cayenas”. 

     Sin preocuparnos por las tomaduras de pelo que habrían de llovernos de colegas no invitados al beneficio, repartimos los papeles como nos vino en ganas. Yo hice el Armando Duval, Aurora Dubain la Margarita, Leo, Job Pim y Federico León otros papeles no menos pintorescos, para interpretar los cuales nos dábamos cita en lugares elegidos por los cameraman.

Restaurante La Opera que funcionaba en tiempos de Guzmán Blanco

     Resonancia y muy bien justificada tuvo el restaurante “La Opera”, cuyas puertas abrieron sus promotores el día en que inauguraban el “Teatro Guzmán Blanco”, ahora “Teatro Municipal”, relegado inexplicablemente casi al olvido por cuanto consta en mil infolios, que durante su trayectoria no lograron en los retozos democráticos ni las alternativas de los malos tiempos, influir en los desastres que sufren en estos últimos tiempos las empresas de espectáculos que lo han extrañado por maniobras de todos conocidas a un término de ínfima categoría.

     Años después de haber entornado sus puertas “La Opera”, se establecieron en ese mismo ramo, Sixto Lameda cuyo restaurante calzó el mote de “El Gato Negro”, ubicado en la esquina de “El Chorro de San Francisco”; Luis Salazar con el negocio “La Marcial”, que se dio el regalo de atraer hacia sus salones buena gente por la variedad de las viandas por él confeccionadas: no duró más de diez años.

     Don Augusto Guinand y sus amigos fundaron un salón suntuosísimo, confortable y amoblado al estilo de París, en mitad de la cuadra comprendida entre Las Gradillas y San Jacinto, lo titularon “THEA ROON ÁVILA”, servían allí los mesoneros impecablemente trajeados de frac, licores y ciertos comestibles como langostas, buen caviar y ciertos platos de consumo en los grandes restaurants de Francia. Lo malo era que se hablaba tan bajo que los mesoneros no entendían los pedidos del cliente. Cierta vez vino de Calabozo el General Manuel Sarmiento, presidente del Guárico, en uso de licencia, nos pidió a Bernardo Planas a Yayo Pérez y al que esta crónica escribe, que lo llevásemos a conocer el “Thea Roon”. Fuimos a complacerle y nos moríamos de risa cuando al observar Sarmiento que todos hablaban en voz queda, nos interrogó esta suerte:

¿Quién es el enfermo…? 

     Aquello dio por resultado un cocktel de champaña y varios palitos consumidos en copas de bacarat, por cuenta naturalmente de Manuel Sarmiento.

     Muerto trágicamente “El Thea Roon”, estableció Pierre René Deloffre un nuevo y más amplio local situado en una edificación de la Quinta “El Deleite”. Fueron objeto sus elegantes salones de varios convites y acontecimientos a cual más interesantes por la calidad y cantidad de los anfitriones.

     El banquete más suntuoso fue servido en homenaje al Coronel Isaías Medina Angarita para festejarle su ascenso a General de Brigada. Más de trescientos comensales tomaron asiento en la gran mesa en “El Trocadero” de P. René Deloffre; ello según se dijo entonces influyó poderosamente en la decisión del Presidente General Eleazar López Contreras para la candidatura presidencial de Medina.

     En aquel ágape nació la idea de ofrendarle a Medina Angarita la Espada de Oro como homenaje de la Oficialidad de las Fuerzas Armadas; proposición del General Juan de Dios Celis Paredes que fue aceptada por unanimidad en la Institución Castrense.

Isaías Medina Angarita recibió en El Trocadero un emotivo homenaje con motivo de su ascenso a General de Brigada

     Mala suerte tuvo luego “El Trocadero”, pues saqueáronlo y echaron a la calle cuanto de valor conservó Deloffre en licores de las mejores marcas francesas, y para remate convirtieron “El Trocadero” en depósito de adversarios que no resultaron bien librados bajo hordas en cuyas manos pusieron las vidas de los detenidos.

Despedida del ministro de Inglaterra en compañía de varios diplomáticos y periodistas

     La gráfica que ilustra esta página, copia el momento en que los empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores en su más amplia totalidad festejaron con un banquete en el Restaurante de Deloffre a Julio Michelena con motivo de sus 25 años de servicios en la Cancillería. Fue aquello un estupendo banquete, ofrecido en el Restaurante que regentaba Deloffre como ningún otro Maitre francés.

     Eran aquellos tiempos en que los acontecimientos eran festejados por medios de convites en los Restaurantes de la ciudad, con la muy simpática particularidad de que los gastos de aquéllos ocasionaban eran compartidos por los anfitriones. 

     El banquete más suntuoso fue servido en homenaje al Coronel Isaías Medina Angarita para festejarle su ascenso a General de Brigada. Más de trescientos comensales tomaron asiento en la gran mesa en “El Trocadero” de P. René Deloffre; ello según se dijo entonces influyó poderosamente en la decisión del Presidente General Eleazar López Contreras para la candidatura presidencial de Medina.

     En aquel ágape nació la idea de ofrendarle a Medina Angarita la Espada de Oro como homenaje de la Oficialidad de las Fuerzas Armadas; proposición del General Juan de Dios Celis Paredes que fue aceptada por unanimidad en la Institución Castrense.

     Mala suerte tuvo luego “El Trocadero”, pues saqueáronlo y echaron a la calle cuanto de valor conservó Deloffre en licores de las mejores marcas francesas, y para remate convirtieron “El Trocadero” en depósito de adversarios que no resultaron bien librados bajo hordas en cuyas manos pusieron las vidas de los detenidos.

     La gráfica que ilustra esta página, copia el momento en que los empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores en su más amplia totalidad festejaron con un banquete en el Restaurante de Deloffre a Julio Michelena con motivo de sus 25 años de servicios en la Cancillería. Fue aquello un estupendo banquete, ofrecido en el Restaurante que regentaba Deloffre como ningún otro Maitre francés.

     Eran aquellos tiempos en que los acontecimientos eran festejados por medios de convites en los Restaurantes de la ciudad, con la muy simpática particularidad de que los gastos de aquéllos ocasionaban eran compartidos por los anfitriones. 

     De vez en cuando como observara el lector de esta página, los organizadores lanzaban invitaciones a periodistas y escritores amigos. Es por ello por lo que en uno de los grupos de esta página figuran Villanueva y López Uralde, en representación de “El Heraldo” y el Director Propietario de “Billiken”.

Comilona en el restaurante Gato Negro a los periodistas fundadores del diario El Universal

     Para congregarse en torno a la mesa de un Restaurant, motivos no escaseaban. Era suficiente que un miembro de la vieja guardia, lanzara la iniciativa de ofrecerle una comida a quien le viniese en ganas, para que cada quien vistiese lo más elegante posible, afrontase su cuota para el pago del condumio y eligiendo para centro de la operación a un destacado personaje, se encaminasen en su grata compañía al Restaurant elegido al efecto.

     Hemos hablado de los viejos comederos destinados al mundo “bien”; y claro está que como la gente de la clase media y los del mundillo integrante de la parte llana, también se daban el lujo de comer, hacían uso de establecimientos destinados a la misma finalidad como lo eran el Restaurant “La Lira”, situado entre El Principal y la Santa Capilla. Allí los poetas se daban el lujo de citarse para fingir que comían, cuando la verdad es que hacían uso de un mondadientes para cuando el vate amigo les interrogaba si habían cumplido con las mandíbulas y el estómago, exclamaban:

Eso dicen…

     Y seguían tan contentos como si hubieran devorado el más apetitoso condumio. Otro Reparador estableció un Musiú Fratte en mitad de la cuadra que va de Padre Sierra a La Bolsa, lo intitulaban “El Plato Fijo”. El título correspondía a la preocupación del dueño, quien cansado de que lo robasen los cubiertos y en ocasiones los platos, fijó estos por medio de clavos en la mesa y a los cubiertos con un hilo. Así se servían los comensales. Una vez concluida la faena del cliente, el mesonero se enredaba la servilleta en el codo, limpiaba platos y cubiertos, y sin el menor escrúpulo tomaba asiento quien esperaba el turno; se hacía servir.

     Tal era aquella Caracas que se fue y que quisieran vivir los que no creen en la personalidad y la manera de vivir de los hombres de la vieja guardia que sabían honrar los calzones que usaban ajustados a las pretinas.

De cómo nació el cine en Caracas

De cómo nació el cine en Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

De cómo nació el cine en Caracas

Por Lucas Manzano

 

     Para historiar acerca de cómo nació y creció esta villa del séptimo arte es necesario haber actuado de cerca en ello y tener las cuentas al día con la memoria.

     Es precisamente por eso por lo que sin ánimo de refutar lo escrito recientemente con relación a las primeras cintas cinematográficas con argumento rodadas, reveladas y exhibidas en el Cine “Ávila” y el “Teatro Caracas” vamos a pergeñar unas cuartillas.

     Corría el año de 1911 cuando un cameraman nativo de yanquilandia, previamente contratado por el Inspector General del Ejército Félix Galavís, apareció en escena para imprimir los actos conmemorativos del Primer Centenario de la Independencia, festejados pomposamente en la capital. Fue nota culminante, que captó la cámara cinematográfica, la revista militar que tuvo teatro en el Hipódromo del “Paraíso”. 

     Debió ser lucrativo el negocio del Mister, toda vez que entró en escena provisto del material y expertos operarios, Henrique Zimmerman, quien estableció su laboratorio en la esquina de “Bolero”. El campo explotado por éste fue el oficial, ya que contaba con la protección del Presidente Provisional.

     Un reducido número de aficionados a la fotografía entre quienes estaban Edgar Anzola, Eugenio Méndez y M. Capriles, filmaban en la Plaza Bolívar y en las Carreras de Caballos asuntos que luego exhibían en el “Cine Ávila” por amor al arte. Se recuerda el ataque del que fue objeto Eugenio Méndez por una dama de pelo en pecho, a quien Méndez fotografió en una película que exhibió sin ánimo de molestarla, aun cuando el asunto despertó la hilaridad de los espectadores

     De palique estábamos con Méndez y sus amigos cuando la dama blandió el paraguas, lo descargó sobre el fotógrafo y a no haber puesto éste los pies en polvorosa como decimos en criollo, habría regresado a su casa hecho una lástima por las acometidas de la fémina.

Lucas Manzano (1884-1966) escritor y periodista caraqueño. Autor de numerosas crónicas costumbristas sobre la historia de la capital venezolana

     En aquellos mismos días los cronistas Federico León, Job Pim, Leo y el autor de esta crónica concebimos la idea de hacernos imprimir una película con Zimmerman, la cual exhibimos en el “Teatro Caracas” en función de gala a beneficio de los chicos de la prensa. El argumento no pudo ser más original; parodiamos “La dama de las Camelias” con el mote de “La Dama de las Cayenas”. 

     Sin preocuparnos por las tomaduras de pelo que habrían de llovernos de colegas no invitados al beneficio, repartimos los papeles como nos vino en ganas. Yo hice el Armando Duval, Aurora Dubain la Margarita, Leo, Job Pim y Federico León otros papeles no menos pintorescos, para interpretar los cuales nos dábamos cita en lugares elegidos por los cameraman.

El Cine Ávila, situado en el centro de Caracas, fue uno de los espacios donde se proyectaron películas a comienzos del siglo XX

     La noche de la función fue apoteósica: El Presidente de la República, los Ministros del Despacho y la sociedad de Caracas colmaron el Coliseo de Veroes. Si el éxito fue clamoroso en cuanto se refiere a nuestro trabajo artístico, no lo fue menos a la hora de repartir los dinerillos que sumaron por conceptos de taquilla y regalos, unos cuantos miles de bolívares.

     Del éxito obtenido nos vino la idea, como aficionados que éramos a la fotografía, de hacernos peliculares. El General Mancera nos trajo de Alemania cámara, película virgen, materiales para el revelado y cuanto era necesario para debutar, no ya como actores de lo cual estábamos arrepentidos, sino como productores.

     No creemos que en la historia del cine se apunte, en estos lados del mundo, casos como los que vamos a narrar.

     Provistos como estábamos del material necesario para producir, obtuvimos la colaboración de Rafael Otazo, quien dicho sea en honor a su memoria, fue el comediógrafo que más hizo por el fomento del teatro en Venezuela. Escribió no menos de cien asuntos que fueron representados en comedias, sainetes, zarzuelas y otras manifestaciones artísticas en el género teatral.

     Otazo escribió para nosotros la película “Don Leandro Tacamahaca”, “Mi Rancho” de doña Soluta Baun, “Paseo Independencia”, Plaza Bolívar, el garito conocido con el mote de “La Hormiga” y varios otros lugares.

     El revelado lo hacíamos en cubetas en forma de urnas que contenían revelador, agua con ácido acético para detener el revelado y baño fijador. De cómo nos coronó nuestra señora de la Buena suerte lo pregonan las ciento y más presentaciones exitosas que obtuvo aquella cinta en teatros de Caracas y del interior.

     Al paso que íbamos habríamos llegado lejos en nuestra empresa peliculera, ignorantes de que nos perseguían de cerca, sin que de ello llegasen noticias a nuestro puesto de mando los llegados de Zimmerman, temeroso éste de que obtuviésemos el negocio que él explotaba con el Gobierno. Es lo cierto que nos incluyeron por tercera vez en la lista de los candidatos a presos políticos del Prefecto Lorenzo Carvallo, y cuando más entregados estábamos a los asuntos cinematográficos fuimos a dar con nuestra pobre humanidad en la Rotunda de Caracas.

     Confundidos allí, cerca de los militares encerrados por desamor al régimen, incomunicados, abrumados con grilletes de sesenta libras y comiendo por alimento conchas de cambur, porque orden superior tenía el Alcalde de que no sobreviviésemos, obtuvimos la libertad más tarde.

     El equipo y todo cuanto conservábamos en nuestros archivos había desaparecido. Fue por ello por lo que no continuamos en nuestra iniciación en el campo del Séptimo Arte.

     Luego de “Don Leandro”, cuyo protagonista era Rafael Guinand, rodamos las corridas de Belmonte en el Circo Metropolitano, “la Fiesta del Árbol” y el “Carnaval de 1918”, que fue el coronamiento de la elegancia y el buen tono de los festivales hasta entonces hechos en la capital venezolana en honor al Dios Momo.

     Otros cineastas rodaron “Ayarí o el Veneno del Indio”, libreto de Ramón David León y varias películas que fueron bien recibidas por el público. Después de nulificado el exitoso ensayo en el cual fuimos actores de baja ralea y productores de postín, entraron a competir compañías peliculeras formadas por capitales abundosos para triunfar. Fracasaron por el poco interés que el público les dispensó a sus producciones. 

     Solamente “Bolívar Films”, que no se inspiró en aquellas, triunfó exitosamente. Presentó en un festival europeo una buena película que mereció los honores de la crítica universal. 

Las primeras cintas cinematográficas fueron exhibidas en el Teatro Caracas o Coliseo de Veroes

     El competente aficionado Luis Roche no fue menos fortunoso con la cinta en colores“Caracas eterna primavera” que se  catalogó como máxima prueba de tecnicismo y buen gusto antes de que se perfeccionara el cine en tecnicolor en escala universal.

     Ahora tiene la palabra Napoleón Ordosgoiti, amante del Séptimo Arte y quien merece la protección de los pudientes para que el nombre de Venezuela suene en esta rama del arte aquí y más allá de los mares.

     Eso, naturalmente, si en la escogencia de los artistas Napoleón no se deja marear por guiños de ojos bonitos y otras cosas que no sean el buen sentido de la tropa y su capacidad para interpretar y hacer las cosas bien.

     Ojalá Dios lo quiera así. Amén.

 

Tomado de: Manzano, Lucas. Tradiciones Caraqueñas (Libro póstumo). Caracas: Empresa El Cojo C.A., 1967; Páginas 127-133
Nota biográfica: Lucas Manzano (1884-1966) escritor y periodista caraqueño. Autor de numerosas crónicas costumbristas sobre la historia de la capital venezolana. Fundador de la célebre revista Billiken (1919-1958). Manzano fue también uno de los pioneros del cine en Venezuela.

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte II

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte II

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte II

     En la época de Gómez se logró la paz, pero con la cárcel y el destierro. Se ha dicho que unos 38.000 venezolanos sufrieron vejaciones y prisiones en las cárceles del castillo Libertador de Puerto Cabello, en el castillo de San Carlos de Maracaibo, en las Tres Torres de Barquisimeto y en la Rotunda de Caracas.

     Durante su gobierno concluyó el caudillismo de años anteriores, pero en cambio se fue formando un movimiento clandestino que tenía como meta la libertad política. Gómez se apoyó en su ejército el cual estaba formado en su mayoría, por hombres de su confianza que había traído de su tierra natal, el Táchira. No hay que olvidar que en sus orígenes Juan Vicente Gómez fue un campesino andino, que tenía familiares y amigos absolutamente fieles a su jefe y a su régimen. En este sentido es reveladora la frase del escritor José Rafael Pocaterra, refiriéndose a la época de Gómez y a los grupos reunidos en torno a su persona:

     “Estos últimos, en el caso de Gómez, incluyen el clan que vino con Castro y Gómez, suplementado por la demás parentela de Gómez; otros andinos; nuevos amigos que se logran asociar al general gracias a su habilidad o lealtad y la corte de alcahuetes, los pequeños aduladores, escritores y poetas”.

     Durante su largo mandato hubo varios intentos militares y civiles para derrocarlo, pero todo fue en vano. Después de cada asonada, la represión gubernamental se intensificaba.

     En cuanto a ciertos aspectos culturales, tenemos que entre 1909 y 1935 hubo 1.075 medios impresos en todo el país. Entre esas numerosas publicaciones se destacan las siguientes: El Día (1908), Atenas (1908), La Vanguardia (1909), La Nación (1910), Vida Nueva (1912), Multicolor (1915). 

      Merecen citarse especialmente las revistas Alborada (1909), Cultura(1912) y Revista Técnica del Ministerio de Obras Públicas (1912). Asimismo los diarios El Universal (1909) que existe aún y el Nuevo Diario (1913-1935).

     Con el inicio de la época gomecista aparece una nueva generación de intelectuales como José Tadeo Arreaza Calatrava (1885-1970), Teresa de la Parra (1890-1936), José Rafael Pocaterra (1888-1954), Alfredo Arvelo Larriva (1888-1934), Salustio González Rincones (1886-1933), Luis Correa (1884-1940), Rómulo Gallegos (1884-1969), Julio Planchart (1885-1948), Julio Horacio Rosales (1885-1970) y Henrique Soublette (1886-1912).

     A pesar de todo, Gómez logró estabilizar algunas instituciones de naturaleza política. Las Constituciones gomecistas responden a la voluntad personalista del dictador. Por capricho, El Benemérito, como le decían a Juan Vicente Gómez, extendió el territorio del Distrito Federal hasta la isla de Margarita lo cual era ilógico. Además, consideró el pueblo de Macuto como integrante del Departamento Libertador.

     Dentro del régimen gubernamental, el presidente era la primera autoridad en lo civil y en lo político en el Distrito Federal, pero sí se presentaba una guerra lo sería también en lo administrativo y económico. En esa época el Distrito Federal estaba integrado por los siguientes departamentos: Libertador, Vargas, Guaicaipuro, Sucre y la isla de Margarita.

     El 21 de agosto de 1909 el general Gómez, actuando en su condición de presidente provisional de la Nación, en virtud del artículo 156 de la Constitución, dictó el Decreto Orgánico del Distrito Federal. Este quedó dividido en el Departamento Libertador y Departamento Vargas. El Departamento Libertador lo comprendían las siguientes parroquias: Ciudad de Caracas: Catedral, Santa Teresa, Santa Rosalía, Candelaria, San José, La Pastora y Altagracia. Parroquias foráneas: El Recreo, El Valle, La Vega, Antímano y Macarao. El departamento Vargas comprendía las siguientes parroquias: La Guaira, Maiquetía, Caraballeda, Naiguatá, Caruao, Carayaca y Macuto (el 20 de noviembre de 1909 Macuto pasó a formar parte del departamento Libertador).

     En 1910 se incorporó una nueva disposición al gobernador del Distrito Federal: examinar y aprobar o improbar los reglamentos de los casinos, clubes, sociedades de recreo, etc. También controlaría los juegos de envite y azar como rifas y loterías. En 1914 se le permitió al gobernador asistir al Consejo de Ministros, con voz y voto.

     A pesar de este centralismo del régimen y aun cuando en un principio los jefes militares pertenecían al ejército, no era otra cosa que una coalición del grupo íntimo de Gómez y los soldados que llegaban por medio de la recluta eran muchas veces utilizados en las haciendas del gobernante. Poco a poco, esa situación se va modificando. Con la organización de la Escuela Militar en 1911 comienza el proceso de reforma de la institución armada y el ejército, gradualmente, se va profesionalizando: “Así, la profesionalización trae varias consecuencias parcialmente contradictorias en lo que respecta a las relaciones del cuerpo militar con el sistema político. Tiende a condenar el intervencionismo en la política, pero al mismo tiempo da lugar a grupos revolucionarios modernizantes”.

     La iglesia, como institución, durante el gomecismo pierde gran parte de su poder, ya que sus obispos y arzobispos son nombrados por el gobierno.

     La iglesia otorga honores papales a Gómez, nombrándolo miembro de la Orden Piana. Algunos sacerdotes se oponen a esta posición acomodaticia y son castigados con prisión o destierro.

     Poco a poco se va constituyendo un movimiento estudiantil opositor al régimen. La Federación de Estudiantes de Venezuela, FEV, actúa en una Venezuela que se encuentra en proceso de cambio. En 1928 reúne a jóvenes oficiales del ejército, cadetes, empleados e hijos de comerciantes de Caracas y aunque su intención original no era la de ser un partido político, a la larga actúa como tal.

     El crecimiento de la pequeña industria y del petróleo producen ciertos cambios en los patrones de socialización política. Hay, obviamente, una debilidad en la incipiente clase obrera, pero aun así ésta comienza a hacerse sentir a través de gremios y asociaciones.

     Continúa el crecimiento de los sectores bancarios y comerciales. El desarrollo industrial, tanto en la pequeña industria como en la industria petrolera evoluciona en forma desigual, pues la actividad manufacturera está bajo el control directo de los Gómez quienes incluso compiten con ella. En cambio, el crecimiento de la industria petrolera convierte en poderosos grupos a las compañías extranjeras, tomando posiciones predominantes en la economía nacional.

     En cuanto a la información, todo el período es de censura. El Cuerpo Diplomático acreditado en el extranjero, vigila a los exilados políticos e informa a Gómez de sus actuaciones.

     El régimen de explotación petrolera se rigió al comienzo por la Ley de Minas de 1910; luego, en 1920 se establece la primera Ley de Hidrocarburos. Para entonces se habían denunciado doce yacimientos petrolíferos. Se utilizó el sistema de concesiones mediante el cual se vieron favorecidos personalmente los más cercanos colaboradores de Gómez.

     En 1910 la Bermúdez Company logra una concesión para la exploración y explotación de la península de Paria (estado Sucre). En 1912 The Caribbean Petroleum Company obtuvo concesiones en los estados Mérida, Trujillo, Zulia, Lara, Falcón, Carabobo, Yaracuy, Sucre, Monagas, Anzoátegui y Nueva Esparta. Desde 1912 comenzó a actuar la Royal Dutch Shell con capital britanico. Luego la British Controlled Oilfield. Entre 1920 y 1930 llegan las compañías norteamericanas Standard Oil, Creole Petroleum Corporation, Standard Oil of Venezuela, Vacuum Oil Company, Richmond Petroleum Company y otras.

     En 1914 se hizo la primera obtención de petróleo en el pozo Zumaque 1 del campo petrolero de Mene Grande (estado Zulia). En 1922 salta el pozo Los Barrosos número 2 y en nueve días sacan un millón de barriles de petróleo: comienza así el auge petrolero en Venezuela.

     Entre 1913 y 1934 no se alcanzó una producción extraordinaria, pero sí lo suficiente para dar un vuelco a la economía nacional, lo cual fue aprovechado por Gómez. Durante los 27 años de gobierno de Gómez el Estado percibió una entrada de 3.187.000.000 de bolívares, siendo el petróleo el gran abastecedor del presupuesto nacional. A partir del petróleo se acaba la agricultura y el país dispone de una gran fuente de ingresos. El cambio de país agrario a petrolero es violento.

 

Tomado de: Troconis, Ermila. Caracas. Caracas: Editorial Grijalbo, 1993; Páginas 208-218 Nota biográfica: Ermila Troconis de Veracoechea (1929-2018), ensayista, profesora universitaria e historiadora venezolana, segunda mujer en ser nombrada individuo de número de la Academia Nacional de Historia de Venezuela (1978). Su valiosa contribución historiográfica recogida en libros y artículos es de consulta obligatoria de estudiosos de diversos aspectos de los procesos históricos venezolanos.

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte I

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte I

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Caracas y la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) – Parte I

Por Ermila Troconis

 

     El 24 de noviembre de 1908 Cipriano Castro se marcha a Europa para someterse a una intervención quirúrgica. Deja encargado del gobierno al vicepresidente y amigo Juan Vicente Gómez. Pero a los pocos días, Gómez encarcela a los castristas y comienza a ejercer el poder autoritariamente: es el inicio de 27 años de dictadura gomecista.

     Al respecto, una cita de Tomás Rourke: “A Gómez no le gustaba Caracas. No podría conquistarla. Se sentía satisfecho gobernándola y, en ocasiones, castigándola”. Y a modo de explicación de este fenómeno, nos dice lo siguiente: “Desde su primera llegada a Caracas, aquella noche en que se quedó en la plaza al lado de la estatua de Bolívar, cubierto con su ruana y en alpargatas, contemplando las luces de los coches que daban vuelta a la plaza, Gómez había quedado desconcertado de aquella ciudad. Había en ella algo que se le escapaba, algo que le irritaba. No podía dominarla, agarrarla, como podía hacerlo con cualquier otra cosa o persona que se encontraba. Era algo demasiado sutil para él. Aquellos caraqueños con su seguridad de sí mismos, con sus chistes demasiado complicados, se le escapaban como de entre las manos”.

     El 20 de diciembre de 1908 se establece el nuevo gobierno al mando personal de Juan Vicente Gómez, el cual tendrá el lema de «Paz, Unión y Trabajo». Este régimen es conocido como la Rehabilitación y fue una absoluta dictadura, bajo el poder y mandato de un hombre que durante 27 años gobernó al país con un régimen de terror político. Para ese momento, Venezuela era aún un país eminentemente agropecuario. Había grandes hatos en los llanos y prósperas haciendas de café y cacao en los Andes y en la costa. El presupuesto nacional se nutría de las aduanas por donde se exportaban los rubros agrícolas. Castro demostró un cierto nacionalismo al enfrentarse a las grandes potencias en beneficio del país. Gómez, por el contrario, favoreció al capital extranjero y suavizó la política con las naciones poderosas.

     En los primeros años de su mandato, de 1908 a 1920, intensifica su interés por el agro y la ganadería y él mismo se transforma en propietario de grandes extensiones de tierra en Maracay y sus alrededores, pues es en esa ciudad donde va a instalarse y a despachar los asuntos de gobierno. Maracay, hoy capital del estado Aragua, dista unos 110 kilómetros de Caracas y fue la ciudad venezolana que obtuvo los mayores beneficios durante el gomecismo.

     La situación geográfica, cercana a Caracas y a la entrada de los llanos, estimuló a Gómez para hacer de ella una importante ciudad: se construyeron urbanizaciones, se estableció un aeropuerto y bases militares que hoy subsisten. Gómez mandó instalar un zoológico, ya que como buen campesino, era gran admirador de los animales. En 1911 se inaugura el hipódromo y en 1912 un circo-teatro. 

     En 1917 la Asamblea Legislativa eleva a Maracay al rango de capital del Estado Aragua. En 1928 queda inaugurado el Teatro Maracay, hoy Ateneo. En 1930 se establece la Línea Aeropostal Venezolana, LAV, la cual comienza a operar en 1931 en la Base de Boca de Río. Otras obras de esa época son la plaza Bolívar y el Hotel Jardín. 

     En las Delicias vivía Juan Vicente Gómez, disfrutando de su residencia campestre. Todo esto en detrimento de Caracas, la  capital, pues, durante esos años de hecho lo fue Maracay. En 1920 Caracas tenía 90.720 habitantes y Maracay 9.311.

     De 1920 a 1935 la situación del país es otra: surge el gran apogeo petrolero y ante esta realidad se producen cambios sustanciales en la política aplicada por el gobierno, como veremos luego.

     En cuanto a la obra material realizada en Venezuela durante el gomecismo destacan el pago de la deuda pública y la construcción de carreteras.

     En 1913 fue decretada la reparación de la carretera entre Villa de Cura y San juan de los Morros y la construcción de otra entre San Juan de los Morros y Uverito.

     En 1916 se inició la construcción de la carretera occidental de los Llanos, la cual fue concluida en 1933, enlazando así a Caracas con San Cristóbal. Gómez se ocupó de hacer vías de comunicación, muchas de las cuales hoy perduran.

     A pesar de que Gómez se ocupó de hacer más obras suntuosas en Maracay que en Caracas, en 1912 se inicia la construcción de grandes colectores que bordeando las quebradas caraqueñas llegaron hasta el río Guaire. Aunque el monumento de La India en la urbanización El Paraíso fue decretado en 1904 bajo el gobierno de Castro, fue en 1911, en la época de Gómez, cuando se autorizó la instalación. La estatua de La India había sido construida con la intención de situarla en el Campo de Carabobo cercano a Valencia, pero alguien resolvió que no era apropiada para conmemorar la batalla de Carabobo la cual selló la independencia de Venezuela y se ordenó colocarla en El Paraíso. Años más tarde fue reubicada en la misma avenida Páez, a la altura de La Vega, donde se encuentra actualmente.

En la época de Gómez se logró la paz, pero con la cárcel y el destierro

     Durante el gobierno de Gómez la única zona caraqueña que recibió ciertos beneficios ornamentales es la urbanización El Paraíso. Allí manda construir la Avenida 19 de diciembre. En El Paraíso vivían los personeros del gobierno y las familias más distinguidas de Caracas.

     En 1910 el gobierno ordenó al ingeniero Alejandro Chataing la reforma y ornamentación del interior del edificio y de la fachada del Panteón Nacional. En esa oportunidad se colocó el pavimento de mármol y los plafones que adornan sus naves. La urna de madera que guardaba los restos del Libertador fue sustituida por una de bronce, fundida con trofeos de la Guerra de Independencia.

     El edificio del Archivo General de la Nación es una de las pocas obras que Gómez ordenó hacer en Caracas.

     Fue concluido en 1912 por Alejandro Chataing: es el primer edificio de más de dos pisos construido con el sistema de concreto armado. Aunque este procedimiento se estaba cumpliendo en varias otras obras, existían reservas que impedían su generalización, sobre todo si la edificación debía soportar un peso considerable. 

     Muy cerca del Archivo, que está situado entre las esquinas de Santa Capilla y Carmelitas, se construyó el edificio para Telégrafos y Teléfonos nacionales (de Santa Capilla a Principal); igualmente se realizó la construcción de la Biblioteca Nacional, respetando la fachada hecha en la época de Guzmán Blanco, en el lado oeste del Palacio de las Academias.

     En 1910 fue reconstruida la Casa de Bolívar. En 1913 la Casa Amarilla se convirtió en sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, haciéndole algunas modificaciones. Como puede observarse, la época de Gómez no fue de gran brillantez urbanística para Caracas. Más que todo, su interés se concretó en mejorar algunos edificios de la época de Guzmán y ciertas obras de carácter utilitario, aparte de la construcción de carreteras en el interior.

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