La Quinta Anauco

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La Quinta Anauco

Casa de Los Erasos

La Quinta Anauco fue donada al Estado venezolano en 1958

     La Quinta de Anauco sirve hoy de espacio físico para el Museo de Arte Colonial de Caracas, exhibe objetos y artículos de la época colonial.

     El Museo de Arte Colonial, institución que cobija una de las colecciones de arte colonial más valiosa y mejor conservada de Venezuela, fue fundado el 16 de diciembre de 1942, por Alfredo Machado Hernández, en la casa de la esquina de Llaguno. Luego de que el edificio fuera demolido en 1953, el museo cerró por espacio de ocho años, hasta que, en 1961, fue trasladado a la Quinta Anauco, donde aún funciona. En 1958, fue donada por la familia Eraso al Estado venezolano.

     Fue concebida como una casa de campo, de una planta, con varios niveles y pasillo exterior, con más de 700 metros de construcción, con dos patios internos y las habitaciones en hileras, las cuales se comunican interiormente.

     En 1827, se hospedó en ella el Libertador Simón Bolívar entre el 2 y el 6 de julio, fecha en que partió rumbo a Colombia para no regresar jamás a la Patria.

     Antes de que la casa pasara a manos del Estado venezolano, la revista Gente Nuestra realizó una visita a la familia Eraso, propietaria entonces de la hermosa casa colonial y, en su edición del mes de diciembre de 1954, publicó un reportaje en el que “recorre los corredores y jardines de la casona, vieja de siglos, remanso de paz sosiego y belleza que parece imposible de lograrse apenas a unos minutos del agitado centro de Caracas.

     Gracias a la gentileza de doña Dolores Aguerrevere de Eraso y de Cecilia Eraso de Ceballos Botín, que habitan hoy la casona de Anauco, propiedad de la familia Eraso hace más de cien años, podemos invitar a los lectores de la revista Gente Nuestra a compartir con nosotros el placer de conocer parte de la historia de esta emblemática casa caraqueña.

     Comprendemos muy bien a Cecilia Eraso cuando nos dice: ‘Salimos muy poco, casi no vamos nunca a Caracas’. Esta deliciosa casa colonial, con sus corredores y ventanas de otra época, sus amplios jardines llenos de frondosos árboles, invitan verdaderamente a no abandonarla nunca, como han hecho los Eraso a través de los años, en los cuales Anauco ha representado el lazo de unión de la familia.

     Anauco, ligado íntimamente a la historia de nuestra ciudad, evoca con su nombre reminiscencias de varios siglos de vida caraqueña. Primero el río Anauco, que cuando la fundación de Caracas corría limpio y caudaloso a través del fértil valle, marcando el lindero Este de la ciudad. Luego en la Colonia fue la casa de Anauco plaza fuerte, con su garita orientada a la montaña para prevenir el peligro de posibles atacantes que bajaban por ella, generalmente piratas que asaltaban nuestras costas.

     Más tarde, en el estilizado siglo dieciocho, morada de la aristocracia criolla, personificada en el Marqués del Toro. Y surge entonces la figura leyendaria de la linda Marquesa, la cual en recuerdo y fidelidad a un gran amor, divino o humano, manifiesta a Don Francisco, en el día de sus bodas, su inquebrantable decisión de ser su esposa tan sólo en nombre. Y se hace construir sus habitaciones en la parte alta de la casa, y allí vive recluida, bajando únicamente dos o tres veces al año, para atender dignamente al señor Obispo, cuando viene a celebrar festividades religiosas en el Oratorio de la casa, mientras Don Francisco se consuela dando alegres y elegantes recepciones en sus amplios salones, alumbrados con las bellísimas arañas de cristal y plata, que había encargado su padre al virreinato de Méjico, y habían llegado poco antes de su boda.

     Y cuando el vendaval de la Independencia estremeció hasta sus cimientos el andamiaje de la vida colonial, el Marqués del Toro, siguiendo a su amigo Simón Bolívar, cuyos ideales compartía, corrió a ponerse al frente de su batallón de las Milicias de Aragua.

     Y luego, en la agitada época que siguió, y en sus breves visitas a su ciudad natal, el libertador visitaba Anauco con frecuencia, saboreando como goce raro para él, el ambiente reposado y apacible de la casona. Y en su última visita, el año 27, decepcionado y triste, pudo decir a su amigo de siempre: “Dos cosas no han cambiado en Caracas, Marqués, Ud. y el Ávila”.

     Después de la muerte del Marqués de Toro, Anauco decayó, empobrecido por las guerras civiles. A mediados del siglo diecinueve fue ocupado por un Ministro inglés, míster Boggan, que fue comprando poco a poco todos los bellísimos muebles. Se llevó a Londres todas las maravillosas arañas de cristal y plata encargadas con todo detalle al virreinato de Méjico, las que quizá alumbraron en un baile la belleza de las Aristeiguieta, en las postrimerías del siglo XVIII caraqueño, y la cama señorial de enormes pilares de plata bruñidos, provenientes también de las minas de Taxco, que cobijara los insomnios del Marqués en las peligrosas noches que precedieron la revolución de la Independencia.

La Quinta de Anauco es en un portal a la Caracas colonial de indudable valor histórico y cultural

     Mr. Boggan estaba animado de un espíritu destructivo. Las flores y los árboles de los jardines de Anauco no podía llevárselos a su país, pero se entretenía en cortar los troncos de los árboles de canela que rodeaban la casa para alimentar el fuego con que asaba los pollos que llevaban a su mesa, a los que la perfumada corteza tropical daba sabor exquisito.

     Se cuenta también de él que era poco hospitalario. Cuando llegaba a la casa un visitante del que deseaba deshacerse pronto, le preguntaba con toda cortesía: ¿Quiere usted fumar, amigo? Y ante la respuesta afirmativa del incauto, llamaba en voz alta: Muchacho Tabaco y Candela e inmediatamente se presentaban amenazadores tres enormes mastines que atendían a estos originales nombres, haciendo marchar al visitante más que de prisa.

     Do Domingo Eraso, atraído por la belleza del histórico sitio, adquirió Anauco en los alrededores de 1860, y lo restauró completamente. Gran parte de los árboles que hoy dan sombra a los jardines, fueron plantados por él en esa época. Don Domingo pasaba seis meses del año en su finca de Anauco, y los otros seis en Europa, especialmente en Inglaterra, donde educaba a sus hijos.

     A fines del siglo pasado en los primeros años del novecientos, Anauco se convirtió en el “salón” de la sociedad de la época, cuando vivían en él Luis Eraso, hijo de Don Domingo y su señora Helena Bunch, hija de un diplomático inglés acreditado en Caracas. Helena transformó los alrededores de la casa en bellísimos jardines, creados por jardineros profesionales. Hizo construir una cancha de tennis, y fue en Anauco donde se jugó tennis por primera vez en Venezuela. Se reunía allí, unas veces a jugar tennis, y otras a tomar té (dos enormes novedades para el momento), la juventud caraqueña de entonces, que también aprovechaba la oportunidad para enredar noviazgos, muchos de los cuales se convirtieron en matrimonios felices.
Allí iban Amelia, Mercedes, Josefina y Panchita Eraso Larráin, Isabel Sturupp, Berta Braun, Guadalupe y Carmelita López de Ceballos, Aquiles Pecchio, Lorenzo Marturet Rivas, Miguel Castillo Rivas, Bartolomé y Juan Antonio López de Ceballos, los Yánez, Totón Olavarría y sus hermanas Mimita y Lucía, Roberto Todd, Antonio Martínez Sánchez, entonces edecán del General Crespo, Eduardo Eraso, Bernardino, José Antonio, Carlos Vicente y Alfredo Mosquera y para dar el acento inglés, Mister Wallis, Mister Cherry y otros.

     Mister Cherry vivió más de cincuenta años en Venezuela y llegó a ser una institución que representaba al ferrocarril inglés.
En momentos en que la compañía que había contratado el ferrocarril para el Tuy quebró, Mister Cherry, que había venido como administrador o contable, y no tenía nada de ingeniero, decidió comprarlo e instalar el ferrocarril por su cuenta. Esta decisión fue la responsable del modo sui-géneris y pintoresco como se condujo el ferrocarril inglés entre nosotros, que al decir de los contemporáneos, cuando el tren se atascaba en medio del camino, bajaban los funcionarios a la vía y ordenaban drásticamente: “los de segunda a empujar”. Y también decían los chiquillos, cuando la máquina llegaba cansada y dando resoplidos a la estación pueblerina, imitando el ruido de la locomotora: “Poco a poco, Mister Cherry, que se acaban los carbones”.
En esa época hizo Joaquín Crespo un Hipódromo en Sabana Grande. Era una sola recta, y allí llegaban los elegantes coches. Luis y Elena Eraso causaban sensación cuando aparecían montados en briosos caballos, ella trajeada de amazona, y recorrían la pista después de las carreras.

     Otro de los asistentes era el conde italiano Mestiati, que había venido a parar a Venezuela gracias a una historia tragicómica, casi de opereta. Parece que el conde, hombre simpático, alto y pelirrojo, primo del Rey de Italia o casi, le gustaba el vino, las mujeres y las cartas un poquito más de lo que le era permitido a un oficial del Ejército. Y su familia, para evitar mayores males, decidió casarlo. Le escogió novia entre la aristocracia italiana y fijó la fecha de la boda. Los amigos el conde quisieron darle una inolvidable despedida de soltero la noche antes, ya que después iba a entrar al buen camino. Y la despedida fue tan completa, los regocijos fueron tales, que en vez de una noche duró dos días, uno de los cuales era el de su boda. Y cuando se presentó a su casa, su padre desesperado por el escándalo dado y el desaire infligido a la novia, que pertenecía a la más alta aristocracia, todo lo cual había acabado con su carrera, lo puso a escoger entre pegarse un tiro o irse a América, y él optó por lo último. Años después. Ya viejo, vivía en una hacienda por Los Chorros, convertido en una figura leyendaria y popular, con sus ojos azules y una gran barba blanca que le llegaba al pecho. Y entre los temporadistas de Los Chorros (cuando se temperaba allí) era un programa hacer una excursión a “Mestiati”, como llamaban a la pequeña hacienda enclavada en una loma.

     Otro era Míster Middleton, que fue Ministro inglés en Caracas, y le gustó tanto esta tierra que cuando le llegó su jubilación, resolvió quedarse a vivir aquí. Todas las tardes salía vestido de levita gris, a pasear por los barrios pobres, donde conversaba con las gentes y se enteraba de sus necesidades. Cuando veían que en una casa faltaba verdaderamente algo, al día siguiente enviaba dinero o víveres, y muchas veces, cuando ya conocía a la familia, metía por la ventana los billetes y seguía su paseo. Ya la gente sabía que eso era ‘cosas del inglés’.

     Pero volvamos a Anauco. Años después lo habitó Don Guillermo Eraso, hijo también de Don Domingo, y a su muerte, su hermano Don Enrique y su familia lo vivieron por mucho tiempo.

     Don Enrique Eraso, prototipo del terrateniente criollo, dio un gran impulso a nuestra agricultura, ocupándose personalmente de sus haciendas en el valle de Caracas y en los valles del Tuy. Sus hijos fundaron hogares que son ornato de nuestra sociedad. Hoy viven en Anauco, bajo recuerdos centenarios, depositarias de la mejor tradición caraqueña, Doña Dolores Aguerrevere, viuda de Don Enrique Eraso, y su hija Doña Cecilia Eraso, viuda de Ceballos, con su hijo Pablo Ceballos Botín Eraso, a quienes repetimos las gracias por su amabilidad y gentileza al habernos permitido presentar este reportaje.

     La Quinta de Anauco es en un portal a la Caracas colonial de indudable valor histórico y cultural”.

Cámara de Caracas pide revisión de impuestos municipales

Cámara de Caracas pide revisión de impuestos municipales

Cámara de Caracas pide revisión de impuestos municipales

     En medio de cobros excesivos, irracionales, confiscatorios e inconstitucionales de los impuestos municipales, un estado de indefensión al no ser escuchados los llamados para una revisión de esos aumentos, además de los abusos y todas las dificultades originadas por la pandemia COVID-19, el empresario venezolano sigue trabajando, sigue produciendo, afirma Leonardo Palacios, presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas.

     El dirigente gremial pide a las autoridades municipales revisar las tasas impositivas que en algunos casos han aumentado hasta en 1.300%, y no optar por ejercer medidas judiciales, medidas cautelares, secuestros, embargos en contra de las empresas que no están al día con el pago del aseo urbano. Los altos incrementos se han dado en algunos municipios como Chacao, en Caracas, y otros en el interior del país como Valencia en Carabobo; Maracaibo y San Francisco en Zulia.

     “Hay que tener en cuenta que todo impuesto que soporte el empresario, que todo impuesto que castigue su rentabilidad, es trasladado en los precios de bienes y servicios al consumidor, entonces no es un problema solo del empresariado, es un problema del empresario y la calidad de vida del ciudadano. De 12.000 empresas hace 5 años, en este momento solo están operativas 2.000”.

     Palacios analiza lo que está sucediendo con los impuestos a la actividad económica y mobiliario urbano (derecho de frente), y concluye que la irracionalidad de los impuestos municipales es una de las consecuencias de no haber trabajado en todas las localidades la armonización municipal que ordenó la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia en julio de 2020.
Recuerda que solo las autoridades municipales capitalinas de Libertador y Sucre iniciaron procesos de armonización. En otros municipios, reclama Palacios, en lugar de armonizar, se concentraron en incrementar las alícuotas impositivas.

     Pide sentarse a discutir los aumentos de los impuestos a las actividades económicas y mobiliario urbano. Y tener presente que muchas empresas, por la paralización debido a la pandemia, largamente extendida a través del esquema 7+7, no han podido abrir o han tenido que producir a medias, sin ningún tipo de incentivo o ayuda. Muy distinto a lo que ocurre con “la economía chocolatera, de bodegones” que tiene incentivos a pesar de no ser fuente de producción nacional ni de pago de impuestos.

     “Toda esta serie de elementos, impuestos no discutidos, incrementados, normalizados, presiones indebidas de los municipios, amenazando con cierre, los abusos, matracas, más toda la presión que existe a nivel de la tributación nacional, hace imposible que el industrial produzca, que el comerciante distribuya, venda o preste servicio y adicionalmente estás enriqueciendo entidades paralelas distintas del Estado con una situación fiscal tan comprometida como la que tenemos”

     El presidente de la Cámara de Caracas insiste en que los empresarios están dispuestos a volver reunirse “porque no se trata de legitimar o no a nadie”, sino de buscar soluciones que permitan la armonización tributaria, para que el sector privado no siga sacrificando más su capacidad económica y que el pago de los tributos se vea reflejado en mejoras en las ciudades que necesitan alumbrado, servicios de aseo urbano y calles sin huecos.

Orígenes de la fábrica de café El Peñón

Orígenes de la fábrica de café El Peñón

POR AQUÍ PASARON

Orígenes de la fábrica de café El Peñón

     “El Peñón”, el mejor Café de América, se elabora en Caracas. Una Empresa Venezolana que emplea la Técnica más Moderna, Combinada con la Higiene más Estricta en el Proceso de Torrefacción

     Los buenos catadores dicen: “nada define a la calidad insuperable de café ‘El Peñón’, que su aroma exquisito y su delicioso sabor.”

     En el barrio industrial de Los Flores de Catia, se destaca moderno y espacioso el edificio de “El Peñón”, una de las empresas tostadoras de café más florecientes de nuestro país.

     Está acreditada industria, fundada en 1947, ha logrado conquistar el mercado venezolano gracias a la técnica moderna que emplea en el proceso de producción, a los medios de distribución eficientes que utiliza, al personal idóneo con que cuenta y al empeño que ha sido norma inalterable de sus dueños, de elaborar siempre un producto de alta calidad que satisfaga el gusto del público más exigente.

     Claro está, esto solo ha sido la clave del éxito de esta importante industria venezolana cien por cien, que con el aroma y el sabor exquisito de su maravilloso producto, nos reconforta el espíritu y nos hace recordar otros tiempos menos agitados, cuando no se conocía la televisión, ni se congestionaba el tránsito ni los papanatas obstruían las aceras tratando de localizar a los platillos voladores. Entonces la vida era más tranquila y el hombre podía darle rienda suelta al entendimiento estimulado por un sorbo de café, ese néctar delicioso que actualmente nos resulta imposible saborear.

     La consolidación económica de la referida empresa y el hecho mismo de que hoy en día al decir “El Peñón” no recordemos por asociación de ideas a Gibraltar, sino el mejor café de América, se debe, indiscutiblemente, a la férrea voluntad, a la extraordinaria capacidad de trabajo y a la acrisolada honradez del señor L. N. Díaz García, factor principal de la firma, quien al crear esta fuente segura de trabajo para muchos venezolanos se ha consagrado por entero a ella, dándole la más perfecta organización cosa que le ha permitido elevar, de un modo progresivo, su capacidad de producción y aumentar al mismo tiempo su prestigio que en la actualidad traspasa nuestra fronteras y recorre a Europa en misión amistosa, haciendo alarde de embajador sin “placet” de Venezuela, imponiendo la diplomacia del aroma y del buen gusto, porque es digno decirlo aquí, el café “El Peñón” no se consume solamente en nuestro país. Pese al serio inconveniente que ha surgido últimamente con el encarecimiento de la materia prima, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, la empresa continúa exportándolo en cantidades considerables a Curazao y a Europa.

La higiene más estricta combinada con la técnica más moderna, empleada en la elaboración del mejor café de América

     La demanda del producto determinada por su magnífica calidad, crece aceleradamente y no se limita ya a nuestra demarcación geográfica, sino que trasciende allende los mares y sería inconsecuencia por parte de la empresa no responder a esos requerimientos.

     Hay que destacar, también, que la industria “El Peñón” contribuye al incremento agrícola nacional, al utilizar como materia prima el mejor café que se produce en nuestro campo.

     Otro factor de progreso que ha incluido de manera tangible en el crecimiento admirable que ha alcanzado esta prestigiosa industria, ha sido la perfecta armonía que ha imperado en las relaciones obrero-patronales, producto del trato justo y de la buena remuneración al trabajador. La empresa no ha escatimado gastos para brindarle a su personal todas las facilidades que caracterizan a una industria moderna.

     Estas son a grandes rasgos, las características de la conocida industria café “El Peñón”, considerada como una de las principales en el ramo de la torrefacción de café en el país.

     En sus inicios se hizo famoso el slogan publicitario de la empresa: Tinto, con leche o marrón, más sabroso es El Peñón. Posteriormente, la frase fue modificada: Negrito, con leche o marrón, más sabroso es café El Peñón

Renny Ottolina imagen publicitaria de café El Peñn
Publicidad de café El Peñón, década de 1950
Fuente consultada: Comercio e Industria. Caracas, número 98, 1954; Págs. 38-39

Orígenes de las boticas de Caracas

Orígenes de las boticas de Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Orígenes de las boticas de Caracas

Por Próspero Navarro Sotillo

     Caracas cayó bajo el azote de enfermedades y flagelos no menos terribles, años después de su advenimiento al mundo de las ciudades en 1567. La primera (1580) fue la viruela y continuó hasta 1614 y 1617.

     Luego en 1667 se duplicaron las calamidades con la viruela (1687) y el vómito negro, de fatal complemento. Estos datos los aporta Fray Pedro Simón.

     Entre hambre y enfermedades no se pintaba un cuadro atractivo para los boticarios peninsulares, como cebo para atraerles. Los médicos brillaban por su ausencia y había que apelar a los curanderos. Los nombres de Diego Martín, licenciado Pérez de la Muela ̶ que no era “dentista” ̶ y Diego de Montes, figuran entre ellos.

     “No existía una institución docente” en el campo médico-farmacéutico. El escritor Mariano Picón Salas expresa al respecto que: “Los vecinos acuden a los extraños milagros de la flora indígena para su medicina en estado de naturaleza”. En la Venezuela colonial quien necesitara un remedio se lo preparaba sin necesidad de acudir a la botica. . .

     Y esa falta de conocimientos se acentúa más con la ausencia de instrucción o planteles docentes. El año 1591 es cuando se funda la primera escuela primaria en Caracas, según los datos aparecidos en la historia de la farmacia en Venezuela.

     Es la de Luis Cárdenas y se crea mediante “limosnas de los vecinos” que manda a pedir el Ayuntamiento. Un año después la correspondiente al “Preceptorado de Gramática” de Juan de Arteaga, que no alcanzó mucha difusión, El Seminario, comisión recibida por el Obispo de Venezuela, de Felipe II (1592), tampoco cristaliza en 1641 y solo es realidad en 1696.

     Sea como fuere la primera Botica de Caracas nace a finales de 1649, posiblemente. . . La va a “regentar” Marcos Portero de Los Santos que no era boticario titular y sí un práctico en Farmacia. Se desconoce el inventario sobre lo que expendía dicha botica.

 

Las boticas de Caracas

     Al referirnos especialmente a esa primera “Botica” caraqueña, comenzaremos por señalar el procedimiento seguido por Marcos Portero de Los Santos ante el Cabildo de Caracas. Con fecha 4 de septiembre de 1649, se conoce la petición de que “había una persona a propósito que quería abrir botica pública, y parece conveniente que la haya más en beneficio de los pobres”.

     La semilla dejada por Portero (o Porttero) abrió nuevos horizontes a profesionales de otras ramas, por ejemplo, a los médicos. Solo él y García Palomino no eran médicos ni cirujanos, allá por el siglo XVIII. La botica de Marcos Portero, tras muchas vicisitudes, su “negocio” de Botica cerró en 1651.

     El licenciado Pedro Ponce de León fundó la segunda Farmacia de Caracas, en 1652. Ponce de León Era médico, cirujano y boticario.

     De su “stock” farmacológico se desconoce descripción alguna. Se instaló “en un local perteneciente a la Catedral y pagaba por alquiler cinco pesos mensuales”. Según su testamento dejaba la botica, textos de medicina y cirugía y un “estuche de plata con toda su herramienta”.

     En 1656, Angelo Bartolome Soliaga y Pamphilio adquiere en “400 pesos macuquinos, pagaderos en tres plazos, por anualidades”, la botica de Ponce de León. Ejerció como médico contra la oposición de los existentes en Caracas, pues “no era médico diplomado” y sí protegido del Obispo Baños y Sotomayor. Así y todo lo fue en el Hospital de San Pablo.

     En 1690, Juan de Massa (o Maza) era cirujano y poseía una tienda para expendio de géneros y medicinas. Cerró sus puertas en 1694 “demente y paralítico” en el Hospital de San Pablo. En 1692, Antonio Valdés adquiere la botica que era de su colega cirujano Soliaga y Pamphilio cuando este falleció. La recibe por 620 pesos a crédito.

     Valdés era el cirujano proveedor de las medicinas al Hospital de San Pablo y allí ejercía su profesión de cirujano. Se ubicó con su botica en la calle de “Los Mercaderes” cuyo local pagaba cinco pesos mensuales de alquiler, pero se atrasó en el arrendamiento y Valdés argumentaría en su favor “para no pagar, su mucha pobreza”. Su deceso ocurrió en 1698.

     A comienzos de la década de 1690, Juan de Espinosa, quien era barbero, médico cirujano, boticario y . . . ¡curandero!, tenía en sus inicios un botiquín privado donde atendía a los clientes; luego lo trasformó en Botica Pública.

     Era nativo de Sevilla y se casó acá con Antonia Montes, “madre del también cirujano Andrés Bermúdez, discípulo de Espinosa, quien murió el 10 de abril de 1696 y las drogas de su botica fueron compradas por su pupilo Luis Cardozo, en doscientos veinticinco pesos”. La botica existió por 4 años. Dejó alguna plata, como también discípulos: en la medicina y. . . ¡la barbería!

     En 1694, Dyonisio Garcia Palomino adquiere, a la muerte de Juan Massa (o Maza), las existencias en medicamentos por 205 pesos. Se aclaraba esto: “. . . que ejerce el oficio de Boticario en esta ciudad por lo que se le decía Maestro Boticario”.

     Dos años después, en 1696, Luis Cardozo se asoció a Juan Antonio Angulo “en el negocio de Botica y Barbería” y remataría las drogas de la botica de su maestro Espinosa, cuando éste murió. Cardozo era barbero-sangrador y en 1709 lo despidieron del Convento de San Jacinto por “no hacer su oficio con cuidado”.

     Francisco Guerra Martínez, con el título de Maestro en Cirugía, llega a Caracas desde La Habana en 1694 y pide al Ayuntamiento que se le reconozca dicha credencial. Previo al examen en el Protomedicato y la reválida en Madrid, el Diploma estaba en regla y le fue autenticado por el cuerpo edilicio.

Primer boticario demandado

     Empieza él su profesión acá y tambien los problemas con los “no graduados” o “empíricos” ̶ que hoy todavía existen ̶ . Se instala con una botica, pero la corrección de una fórmula del doctor Gómez de Munar, relacionada con los “Polvos de Juan de Vigo” (en presencia de mismo cliente) señalando como “un disparate lo prescrito” creó un escándalo.

     El Alcalde Alfonso Piñango “fulminó causa criminal contra él por haber dado un medicamento diferente del que se le pidió”. Fue demandado el citado Guerra Martínez, le embargaron la farmacia y lo condenaron a 9 meses de prisión. Se registra así el primer caso de un boticario demandado por haber entregado un medicamento diferente al ordenado por el médico. 

     Es en el siglo XVII cuando se perfila el surgir de la popular Botica que se convertirá luego en la Farmacia de hoy, incluyéndose a la primera establecida en el interior del país por el medico Cristóbal Valdés Rodríguez de Espina, radicado en Trujillo en 1669.

 

Cifras desde 1800

     El censo de Caracas para los años 1800 (Humboldt) 40.000 habitantes; 1802 (Depons) 42.000 habitantes; 1812 (Palacios) 43.000 habitantes; 1825 (Sanavria) 29.843 habitantes y 1829 (Codazzi) 29.320 habitantes.

     Para 1830, la ciudad caraqueña posee unas siete boticas, cuyos dueños son los señores: José Antonio Rocha, Luis Hernández, Juan Francisco Rocha, Mariano Ascanio, Eduardo McClong, Claudio Rocha y la del médico Dr. Pedro Bárcenas.

     Queremos hacer referencia a este último (Bárcenas), quien fue soldado de nuestra independencia, luego estudiaría Medicina y Farmacia. Obtuvo esos títulos: Doctor en Medicina en 1824y el de Boticario (en el Protomedicato) el 18 de junio de 1825. “. . . prestó servicios en la Secretaría del Libertador”. Pero en la inspección a esas boticas veamos lo que ocurrió cuando “se verifico la visita de su farmacia, como no había sacado patente para botica, se le ordenó hacerlo o clausurarla”. Agrega seguidamente el texto consultado: “Por sus merecimientos, fue decretado el reposo de sus restos en el Panteón Nacional”.

     Luego viene Francisco Agustín Laperriere, de Finisterre (Francia), aprobado por la Facultad el 1° de octubre de 1832 y quien se establece en la calle de las Leyes Patrias. Ya en 1831 ̶ a modo de información ̶ la citada Facultad había convocado a los boticarios por cierto “mal estado existente en las boticas y situación de abandono en que se hallaban y convocó a los boticarios a resolver lo conducente”.

     Otros establecimientos de nuestra capital fueron instalados por los señores: Juan Bautista Cabrera, Gerardo Vigo Wadasquier y Carlos Alcántara. En 1837, en la antigua calle de las Leyes Patrias (en la esquina de Las Palmas o de “La Palma”) es don Jorge Braun ̶ de origen alemán ̶ quien convierte el “Almacén de Medicinas y Colores” en la Botica Principal.

     En 1840 abre sus puertas en la esquina de Pajaritos la Botica Central, cuyo fundador fue Don Guillermo Sturup, En la práctica dichas farmacias, situadas en la misma cuadra, serían luego lo que hoy conocemos como un mayor de Medicinas y de Drogas. Las únicas en Caracas en dicho comercio.

     Coincidencialmente, con la fundación de la Botica Central, la Facultad promulgó un acta el 29 de febrero, pues “las boticas de Caracas presentaron algunas irregularidades y se constató que despachaban recetas de intrusos lo que, a su juicio, ameritaba ya que se promulgara una reglamentación”.

     Y efectivamente ocurrió así, pues con la finalidad de oponerse a esos empíricos de la época, el 23 de mayo de 1840 el director de la Facultad, doctor José Joaquín González, ofició a Dr. Ángel Quintero, Secretario de Estado del Departamento del Interior y de Justicia. Y le remitió el Reglamento para la Organización de Boticas y Droguerías, rogándole que “si se consideraba por el Gobierno en armonía con las Leyes de la República pueda la Facultad hacerlo circular en quienes corresponda. El Gobierno con oficio N°594 del 24 de agosto, recomendó su inmediata circulación”.

     Aunque se atribuye, ya no el origen de las Ciencias Farmacológicas en Venezuela, aunque si la iniciación a alemanes y daneses, es importante ver aquí lo relacionado con nuestro Libertador Simón Bolívar. “Tal reglamento es la primera ordenación jurídica de la Venezuela Republicana, en materia de legislación farmacéutica”. Y rezaba así: “La Facultad Médica de Caracas hallándose investida con las atribuciones de que gozaban los antiguos protomedicatos, y siendo parte de ellas (como expresa el artículo 8° del Decreto del Libertador del 25 de junio de 1827) cuidar del exacto desempeño de los deberes profesionales de los individuos de los tres ramos (medicina, cirugía y farmacia), los censura y castiga con multas, suspensión, ha acordado en sesión del presente mes dar principio a la organización de los tres ramos dichos, tomando por ahora las medidas de mayor importancia: y siendo de los despachos de medicamentos del que depende en gran parte la salud pública, y del que abusa con escándalo y exceso por los charlatanes y aventureros, juzga por primera medida, dar a los farmacéuticos y drogueros este reglamento que les sirva de norma para evitar los daños expresados”.

 

Fuentes consultadas: Historia de la Farmacia Venezolana, del Dr. Néstor Oropeza

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