La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

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La televisión en Venezuela dio el primer paso en 1950

     La TV en nuestro país se inició con un programa científico, promovido por dos empresas de Estados Unidos, que transmitieron operaciones quirúrgicas desde el hospital de la Cruz Roja, en La Candelaria, hasta el Hotel Ávila de San Bernardino.

     Aunque la fecha oficial del estreno de la televisión en Venezuela, es el 22 de noviembre de 1952, día en que salió por primera vez brevemente al aire la señal de la Televisora Nacional Canal 5 TVN5, (apenas se pudo presentar en pantalla el logotipo de la estación, con el escudo de Venezuela y el audio del Himno Nacional, porque a los pocos minutos se presentó falla en uno de los transmisores), mucho antes se produjeron los primeros pasos en el país de este innovador medio de comunicación, cuyas primeras emisiones públicas en el mundo, tras su invención en 1925, por parte del escocés John Logie Baird, se produjeron a través de la BBC de Inglaterra, en 1927, y la NBC de Estados Unidos, en 1930.

Herramienta científica en Caracas

     Dos años, tres meses y cinco días antes que el dictador Marcos Pérez Jiménez asistiera al acto de apertura del Canal 5, que luego iniciaría transmisiones regulares a partir del 1 de enero de 1953, ya se realizaban serios ensayos para que iniciara actividades la televisión en Venezuela.

     A principios de 1950, Gonzalo Veloz Mancera, pionero de la industria radial en el país, funda la empresa Televisión Venezolana Televisa, pero no consigue que el gobierno nacional lo autorice a operar. Se acercaban las elecciones presidenciales y el gobierno quería emplear esta moderna plataforma para promover la candidatura del coronel Marcos Pérez Jiménez, afirma el periodista Oscar Yanes en su libro “Pura Pantalla” (Caracas: Planeta, 2000).

     A mediados de agosto de ese mismo año llegan a Caracas representantes de dos importantes empresas estadounidenses, Laboratorios Squibb y General Electric, que ya habían acordado con la Cruz Roja de Venezuela, para realizar en el Hospital Carlos J. Bello y en el Hotel Ávila, un atractivo programa que permitiría exhibir el alcance de este moderno medio de comunicación para divulgar de forma interesantes aspectos de la ciencia y la cultura.

     Los modernos y pesados equipos, cámaras y antenas fueron ubicados en el hospital de La Candelaria y el hotel de San Bernardino para el histórico evento que se celebró los días 17,18 y 19 de agosto de 1950.

     Junto al programa VIDEO-MÉDICO al que asistieron, en horario matutino, varios equipos de cirujanos y participaron desde el auditorio centenares de especialistas y estudiantes de las universidades del país, también se presentó, en tanda vespertina, una suerte de magazine musical animado por varios artistas, como las cantantes Alice Mikuski y la mexicana Susana Guizar.
La revista Construcción, en su edición de agosto de 1950, presentó un interesante reportaje, titulado “Las Transmisiones Científicas del VIDEO-MÉDICO”, en el que brinda detalles de lo que fue el primer paso de la televisión en nuestro país, el cual ofrecemos a continuación.

     “Por primera vez en Venezuela se han realizado demostraciones de televisión, denominadas VIDEO MÉDICO, para una concurrencia que observó esta exhibición en una zona que cubre más de cuatro kilómetros desde el punto de transmisión.

     En la presentación de esta fase histórica, de la ciencia electrónica a la profesión médica aquí en Caracas, E. R. Squibb & Sons Inter-American Corporation y la International General Electrics S. A. Inc., han utilizado más de 5.000 kilos de equipo científico-electrónico. Junto con ese material, que fue traído por avión desde los Estados Unidos de Norte América, hay un sistema de dos cámaras completas, y también equipo transmisor y receptor micro ondal.

     Durante la presentación de las operaciones quirúrgicas y procedimientos clínicos los días 17, 18 y 19 de agosto, una de las cámaras televisiónicas fue puesta en una posición fija sobre la mesa de operación, enfocando el punto exacto de la incisión. La segunda cámara, equipada con una lente telefotostático, se montó sobre un dóile movible. Con esta segunda cámara, el ingeniero o fotógrafo pudo moverse dentro de toda esta zona, enfocando a los varios comentaristas, rayos X, gráficos, el personal, etc., permitiendo de esta manera que la concurrencia estuviese completamente al corriente de todos los procedimientos utilizados para las operaciones.

     Las imágenes de cada cámara son relevadas por un cable a la cámara de control y al equipo monitorio, que está montado sobre una mesa en el mismo estudio.

     Realmente, hay tres partes que componen el equipo monitorio armado delante del ingeniero de control, y cada una contiene una pequeña pantalla parecida a la pantalla de un receptor televisiónico local. Una parte de este equipo enseña la imagen que la primera cámara está enfocando; una segunda parte del equipo monitorio enseña la imagen de la segunda cámara. De estas dos imágenes, el ingeniero selecciona la mejor, la que tiene más interés, y la releva por medio de un cambio del control a la concurrencia observadora.

     A medida que el switch es movido por el ingeniero, la imagen que está tomando la cámara se descompone en impulsos eléctricos, y por los vericuetos de la ciencia electrónica, es transmitida a la antena que se encuentra encima del Hospital Carlos J. Bello. Aquí, la señal es transmitida en línea a la antena receptora encima del Hotel Ávila, donde es transmitida a su vez por el equipo y cable a una serie de receptores televisiónicos locales. 

     Todo este proceso desde la cámara hasta el receptor local se lleva a cabo con una velocidad de luz de 186.000 millas por segundo.

     Con estas facilidades de superposición de imágenes y cambios incorporados a la cámara del equipo monitorio, el ingeniero no solo puede seleccionar imágenes de cualquier cámara, sino que también puede transmitir ambas imágenes sobreponiendo una encima de la otra. La superposición de imágenes permite una presentación dramática y aumenta el interés del observador.

     Al mismo tiempo que las imágenes, o video se transmiten, la voz del cirujano o narrador es transmitida por un equipo especial de audio. El video y sonido, son transmitidos conjuntamente a la concurrencia observadora, y de esta manera siempre se asegura la uniformidad y exactitud de ellos.

     Se han hecho planes para demostrar algunas otras aplicaciones de la televisión como medio educativo y cultural mientras que el equipo esté en Caracas.

     Representantes del Laboratorio Squibb y la International general Electric S. A. Inc. Expresaron su satisfacción por esta oportunidad de traer a Venezuela esta serie de demostraciones televisiónicas con finalidades educativas tanto en el campo médico como en el aspecto cultural. Al terminar la última actuación, el 19 de agosto, el equipo será desmontado, y transportado via aérea a México.

     VIDEO MÉDICO ya ha hecho con éxito demostraciones similares en Puerto rico, Brasil y Argentina, donde miembros eminentes de la profesión médica han proclamado el uso de la televisión como un sistema ideal de enseñanza para la educación de los jóvenes cirujanos”.

Plaza de San Jacinto

Plaza de San Jacinto

POR AQUÍ PASARON

Plaza de San Jacinto

     El escritor, narrador y ensayista venezolano, Enrique Bernardo Núñez (1895-1964) subrayó que para el año de 1603 el trazado de las calles de la ciudad de Caracas se apreciaba más firme y, por tanto, discernible para el investigador de tiempos posteriores. Caracas se ofrece de manera particular, tal como fue señalado por el Consejero Lisboa a quien le llamó la atención la forma cómo los caraqueños señalaban las direcciones. Éstas no lo hacían, aunque aún persiste la costumbre, por una numeración ordenada ni con base en los puntos cardinales. Las referencias de ubicación se hacían a partir de objetos o nombres de personas.

     Se hizo de común uso localizar direcciones mediante el sistema de indicar entre cuales esquinas se ubicaba el lugar que se espera encontrar. Bajo esta modalidad no ha resultado fácil dar con el número de alguna edificación. Esto se debe a que no es habitual el uso de números, ya sean árabes, griegos o latinos, como indicación ordenada de las casas asentadas en cada una de las manzanas de la comarca. 

     Quizá por comodidad o por desconocimiento se ha optado por puntos de referencia arbitrarios y fuera de toda lógica basada en inscripciones administrativas.

     Todavía resulta común que la referencia por números, cuando existe, se duplique entre edificaciones distintas. Para sortear este entuerto se ha procedido a agregar letras a casas residenciales y comerciales. Esto parece facilitar la ubicación de edificaciones entre las manzanas que dividen la ciudad. Se ha preferido colocar nombres de diversa procedencia a las distintas construcciones que se han levantado en Caracas. Por tal motivo, el nombre de las esquinas aparece como la solución para la ubicación de variados inmuebles asentados en la ciudad. Por eso lo examinado por Núñez, acerca del origen del nombre de algunas esquinas de Caracas, adquirió importancia histórica.

     Para el año señalado se procedió al empedrado de tres de las largas calles que atravesaban la ciudad de norte a sur con ruta hacia el Guayre. Eran calles al margen de los asientos de algunos encomenderos y cuyas casas contaban con grandes solares, como fue usual durante el Antiguo Régimen. Eran correderas de grandes pendientes y que aún para el año 1884 se hacían trabajos para rebajarlas como en la Avenida Norte o Calle Carabobo, “y cuando todavía hoy, sobre todo las de Cristóbal Mexía y Lázaro Vásquez, arrastran bastante agua”.

     Según relató, frente al Convento, del lado oeste, en la cuadra de Nuestra Señora de Chiquinquirá, entre San Jacinto y Traposos, fue el lugar en que se levantó la casa de los Bolívar, “donde debía nacer Simón Bolívar, tercero de este nombre, mejor conocido por el Libertador”. Núñez anotó que, el día 26 de marzo de 1812, el coronel Simón Bolívar, quien habitaba en la casa de las Gradillas, testada por un Aristiguieta, interrumpió al prelado Felipe Mota, quien comunicaba en la plaza que el terremoto de ese año era castigo divino por los pecados de los habitantes de la comarca, entre ellos, “la rebelión contra su rey y señor natural”.

     En su narración dejó estampado que, tanto el convento como la iglesia “era de paja”. Para 1608 los dominicos solicitaron se les entregara la ermita de San Sebastián y San Mauricio, que era de teja, para oficiar los santos sacramentos. Esta petición no fue satisfecha, en cambio, se les concedió dos solares, con la condición que uno de ellos fuese destinado a la plaza del convento. Años después, los regidores de la ciudad ordenaron que uno de los solares fuese reservado a la construcción de una plaza, para mayor magnificencia de la iglesia. Según Núñez, los linderos de este terreno eran como sigue: de un lado, calle real en el centro, con un solar del capitán José Serrano Pimentel, a los otros lados, con casas y solar de los herederos del capitán Pedro Navarro Villavicencio.

     Durante este tiempo, en San Jacinto se había extendido el barrio del Rosario. Los frailes de San Jacinto conservaban un tejar y una tenería, en una porción de territorio cedidos a Diego Vásquez de Escobedo, con esclavos en su beneficio. Años después, el procurador Antonio de Mendoza introdujo una queja contra los frailes, quienes, con el subterfugio de construir sementeras, se prestaban para recibir personas libres y a esclavos que escondían a otros esclavos fugitivos y mataban los animales que en ellas se introducían. Recordó Núñez que, el sitio conocido como Tejar estuvo bajo la administración de los frailes hasta 1809, cuando el gobernador Vicente Emparan y Orbe, luego de varios litigios, “lo rescató para construir una carnicería”.

     Durante 1809, tiempo después de haber llegado Emparan, la plaza fue siendo ocupada por quienes hacían vida en el mercado que, apenas iniciaba la instalación de puestos de ventas. Por supuesto, los clérigos no vieron con buenos ojos esta ocupación. Los oficios propios de la iglesia se veían perturbados por la gritería y vocerío de los vendedores en la plaza. En ésta la aglomeración de personas, junto con la combinación de bestias de carga y carruajes presentaban un aspecto que desagradaba a los representantes eclesiásticos y a la feligresía. 

     A esto se agregaba la “servidumbre de agua” y lo que conllevaba el uso personal y colectivo que se hacía de la misma y del vital líquido. De acuerdo con Núñez, lo que más repulsión causaba a los reverendos eran los tarantines de madera que se habían instalado en la plaza.

     En la protesta suscrita por el padre Juan José de Isaza expresó que, en estas casuchas de madera, además de ser obra y figuración de un pensamiento diabólico, eran escenario de actos que antes de su instalación resultaba muy difícil practicarlos. Esto lo ejemplificó al recordar que en ellas se cometían robos, servían para la embriaguez. De igual manera, para que ociosos dedicaran su pensamiento al morbo, pecados y para pactos impuros y plagados de libertinaje.

     Los terrenos ocupados por la plaza eran de utilidad pública y pertenecían a la ciudad. Por medio de los legisladores del Cabildo, se tomó una resolución para establecer un espacio de separación entre los vendedores y la casa de los sagrados oficios. Para ello el alarife de la ciudad Juan Basilio Piñango, inició el levantamiento del presupuesto para hacer las reformas estructurales que se requerían. En la esquina denominada San Jacinto se levantó una edificación que, en 1824, se quiso destinar para prisión de deudores y reos de delitos leves.

     El inmueble del convento de San Jacinto tuvo, luego de 1828, destinos distintos. Rememoró Núñez que, justo en este año la edificación se había reservado a la municipalidad, mientras una parte se destinó para una cárcel. Desaparecidos los conventos de hombres, de acuerdo con la ley del 23 de febrero de 1837, el edificio anejo a las rentas de la universidad se destinó a Casa de Beneficencia y cárcel pública. Hacia 1865 se utilizó como mercado central. Más adelante sería derribado y con ello muchos deudos se llevaron las osamentas que reposaban en las naves del templo. El mercado que se construyó en este lugar fue levantado en 1896. Su construcción estuvo bajo la supervisión del ingeniero Juan Hurtado Manrique, la inversión la inversión consignada para ello alcanzó los 187.000 bolívares y el material de hierro utilizado fue importado de Bélgica.

     Núñez, sin lugar a dudas, se destacó por ser un gran cronista. Ello porque supo aprovechar sus conocimientos historiográficos con una forma muy propia de narrar. Por tal motivo, al leer su examen acerca de los nombres adjudicados a algunos lugares de la ciudad los asoció con acontecimientos religiosos, sociales y políticos con los que dio vigor a sus razonamientos. Esto se evidencia al momento de hacer referencia a situaciones relacionadas con la plaza San Jacinto. Así, en el relato que vengo reseñando, agregó que en la cárcel de San Jacinto había estado como reo Antonio Leocadio Guzmán quien había sido condenado a muerte por actos considerados, por las autoridades, sediciosos, perniciosos y antisociales en el año de 1846.

     En este orden de ideas, anotó Núñez que uno de los cabecillas de la sedición adjudicada a Guzmán, Juan Flores, llamado Calvareño, sería ajusticiado en la plaza San Jacinto el 23 de diciembre de 1846. Rememoró Núñez que la prensa de la época se hizo eco de la noticia sin disimular su perplejidad ante la dureza de la sentencia para con unos, mientras para con otros las sanciones o penas hubiesen sido menos rigurosas en clara alusión al sentenciado Guzmán. También, pedía a los magistrados que tomaran decisiones que evitaran futuros trastornos, también en alusión al caso Guzmán. Núñez reprodujo algunos pormenores que giraron alrededor de la ejecución de Calvareño basado en lo escrito por Ramón Montes.

     En su transcripción recordó que el día de la ejecución había una tarde soleada. A un lado del templo se colocó el banquillo. Al mediodía se hizo sonar un redoble de tambor. El prisionero fue conducido por dos sacerdotes y en compañía de una escolta. Al disparar los fusileros, los mirones corrieron despavoridos. En cuanto a Guzmán, es harto sabido, que le fue conmutada la pena de muerte por parte del presidente de la república, José Tadeo Monagas, a cambio del destierro perpetuo. Condena esta última que no cumpliría gracias a las complicidades entre actores de la política y la denominada justicia venezolana.

     El cronista culminó al recordar que la plaza San Jacinto pasó a denominarse “El Venezolano”. Para el momento de escribir la crónica recordó que en ella se había erigido, por mandato del Congreso el 25 de abril de 1882, una imagen de Antonio Leocadio Guzmán. Aunque la estatua del tribuno liberal fue derribada, junto con la de su hijo, Antonio Guzmán Blanco, en una turbamulta suscitada el 26 de octubre de 1889. Rojas Paúl mandó que la réplica se repusiera, aunque sería en tiempos de Joaquín Crespo que se logró reponer en 1894.

     Respecto a la casa de Bolívar concluyó con estas palabras: “la casa de Bolívar está cerrada”. Según sus propios términos, su fachada estaba cubierta con mármol. En 1806, Juan Vicente Bolívar vendió la casa de San Jacinto a Juan de la Madriz, para comprar a Chirgua, que luego vino a constituir el patrimonio de su prole. Don Juan da la Madriz ofreció un banquete, siendo Bolívar presidente de Colombia, en 1827. En 1783 era una casa grande y sin lujos, con un patio principal de arcos, como el de las casas principales de aquellos tiempos, enrejados de hierro y de madera, con pavimentos de laja, ladrillos o de huesos pulidos por el uso. Casa de hidalgos ricos, anotó Núñez, espaciosa y confortable. En ella había vivido el gobernador y capitán general Felipe Ramírez Estenoz.

     El reloj de sol, grabado en 1803, que había estado en la puerta del mercado y antes a la entrada del convento fue desmontado, al igual que la estatua de “El Venezolano”, cuando fue demolido el edificio del Mercado Central o de San Jacinto.

     Sin duda, Núñez supo dar vida a los nombres de las esquinas del antiguo damero inaugurado por Diego de Losada durante los primigenios momentos de la conquista, colonización y evangelización ibéricas. Las esquinas de Caracas continúan siendo en la actualidad testimonio de acontecimientos, eventos y situaciones que han marcado la historia nacional.

Orígenes del Caracas Country Club

Orígenes del Caracas Country Club

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Orígenes del Caracas Country Club

Del Golf Club de las Barrancas al Country de Blandin

Caracas Country Club, sede Blandin

     El “Caracas Golf Club”, como se llamó al principio el actual “Caracas Country Club”, fue fundado en 1918 por un selecto grupo de personas de la sociedad caraqueña, las cuales acogieron con entusiasmo la iniciativa de los señores William Phelps, Robert Wesselhoeft y A. Mustard, quienes habían ya ejecutado varios juegos de este sport entre nosotros. El sitio escogido entonces para tales ensayos fue la sabana de uno de nuestros burgos capitalinos, la cual por su amplitud servía por lo pronto de “links” a los fervorosos jugadores.

     La primera reunión celebrada con el objeto de fundar dicho Centro se efectuó en el local del actual Club Paraíso, presidiéndola el caballeroso general Alejandro Ibarra, de grata memoria.

     Ciento treinta y cuatro personas, entre damas y caballeros, suscribieron entonces el acta que se levantó en aquel día y en la que quedaba constancia de la fundación del Centro del que venimos hablando, quedando, desde luego, los suscribientes como miembros de él y comprometidos a aportar la suma de ciento cincuenta bolívares como cuota señalada a los fundadores.

     Durante sus primeros días de existencia, el club no contó, en verdad, mayores triunfos, y un poco de indolencia e incuria por parte de algunos de sus miembros, determinó cierto estado de crisis amenazadora para su desarrollo, el que fue, afortunadamente, contrarrestado de manera vigorosa por los esfuerzos de los señores Wesselhoeft, Phelps y Carlos Behrens.

     Estos caballeros asumieron su administración y a los auspicios de ella, el organismo que parecía pronto a desaparecer bajo la negligencia, se irguió de nuevo vigoroso, después de las vicisitudes que toda obra de esta índole trae consigo, en medio que, como el nuestro, no tiene la tesonera voluntad que requieren las cosas en formación, lograron los decididos y esforzados salvadores levantar el edificio.

     El entusiasmo renació. Enmarcado en el bellísimo panorama que lo circunda, y provisto de las comodidades requeridas, el edificio comenzó a bullir de júbilos cordiales; la juventud pobló los atractivos rincones de la casa del Club y llovieron proyectos a granel para celebrar las justas más esforzadas en aquel estadio aristocrático.

     La primera Junta Directiva fue constituida por los señores Andrés Ibarra, como Presidente; G. W. Murray, Vicepresidente; R. Wesselhoeft, Secretario, y W. Phelps, Tesorero. Como Vocales fueron nombrados los señores L. J. Proctor, A. Mustard y Luis Vaamonde Santana.

     Sucedió al señor Andrés Ybarra en la Presidencia el señor John Boulton, quien a su vez fue reemplazado en turno por el actual presidente, señor Robert Wesselhoeft.

     Fueron sus primeros campeones los señores R. Wesselhoeft, A. Mustard y C. W. Curtis; y luego el señor John Cambell White.

     Figuraron también en la mesa directiva con las funciones de Vicepresidente, Tesorero y Secretario, los señores Rafael Vaamonde, Carlos Behrens y J. S. Binnie, respectivamente; y como Vocales, J. Herrera Uslar, W. H. Phelps y L. Vaamonde Santana.

     El 15 de julio de 1923 se inauguró el edificio del Club  y fue servido un lunch seguido de baile. Luego se llevó a efecto un torneo al cual se le dio el nombre de “Inauguration Handicap”, cuyo premio consistió en una copa de plata. Salió vencedor en dicha justa el señor Guillermo Zuloaga, obteniendo el segundo puesto el señor Albert T. Phelps.

El Caracas Golf Club, fue la cuna de este deporte en Venezuela

     La construcción del edificio, que es de un sencillo pero elegante aspecto rústico, cónsono en todas sus partes con el deporte que practican los miembros del “Caracas Country Club”, le fue confiada al joven y talentoso ingeniero Alejandro Jahn Jr., quien con el entusiasmo de su juventud y la cultura de su claro talento, hizo un edificio cuya belleza salta a la vista, y en donde se advierte la perfecta seguridad de quien tiene una precisión absoluta de lo que ejecuta.

     Y no puede ni debe ser de otra manera, pues el ingeniero Jahn Jr., que fue en las aulas universitarias y especialmente en arquitectura, un afortunado cultivador de la belleza, se trasladó a Francia y Alemania, en cuyos centros siguió cursos bajo la dirección de los más conocidos profesores. 

     Cordialmente nos congratulamos con el doctor Jahn Jr. por este nuevo éxito de su carrera profesional.

     La fecha de origen del juego de Golf, según la enciclopedia británica, es muy dudosa, pero se cree sea de origen holandés; tampoco hay ninguna seguridad de la fecha en que fue introducido en Escocia; pero lo que sí es cierto es,  que en el 1457 ya el juego se había hecho tan popular, que el Parlamento, en vista de que tal “sport” era una rémora para la vida económica del país, dictó medidas limitando las horas de juego, medidas que fueron ampliadas y aplicadas con mayor severidad en el año 1471, hasta que, finalmente, en 1491 el rey Jaime IV de Escocia lanzó un real decreto prohibiendo  dicho “sport”, amenazando con severas penas a los infractores. 

El primer campo de golf que existió en Venezuela fue el del Caracas Golf Club, en 1918

     Más o menos un siglo después este juego reaparece en los anales de la historia de Escocia, haciéndose otra vez tan popular que, en el año 1592, de nuevo el Parlamento tiene que intervenir y reglamentar las horas de jugada.

     Un año más tarde el decreto fue modificado, suspendiendo dicho juego solamente durante las horas de sermones.

     Por estos datos vemos que, aunque el Golf es de origen holandés, donde adquirió mayor popularidad fue en Escocia; a tal punto que en la historia de dicho país es conocido por el nombre de “The Royal and ancient game of Golf”. Mary Stuart fue jugadora de Golf.

     No tardaron muchos años sin que Inglaterra se contagiara con el entusiasmo del Golf, luego el frenesí pasó al continente de Europa, más tarde a Norte América y luego a la América del Sur; y a juzgar por el actual entusiasmo que existe en Caracas para este sport, vemos que aquí también se hará tan popular como en los otros países del mundo.

Fiesta inaugural del Caracas Golf Club, 1918
Fuente: Revista Gente Nuestra. Caracas, número 5, septiembre de 1954; Págs. 10-12

Así nacieron Los Chaguaramos

Así nacieron Los Chaguaramos

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Así nacieron Los Chaguaramos

     Durante siglos la superficie que hoy ocupa la urbanización Los Chaguaramos, en la parroquia San Pedro, en Caracas, estaba ocupada por haciendas debido a la productividad de sus suelos y a la presencia de los ríos Guaire y Valle, pero a mediados del siglo XX, con la expansión de la capital hacia el este y sureste de la ciudad, los espacios fueron cambiando su uso. Así, por ejemplo, muchos terrenos dedicados a la agricultura se fueron transformando en parcelas para la construcción de viviendas. Así sucedió a principios de la década de 1940 con la hacienda El Carmen o El Convento en lo que hoy llamamos Los Chaguaramos.

Aviso promocional de la urbanización Los Chaguaramos, 1945

     En 1941, el ingeniero José Antonio Madriz, un joven con mostachos del siglo XIX, que trabajaba con Luis Roche, el gran urbanizador de Altamira, entre otras famosas urbanizaciones caraqueñas, decidió constituir su propia empresa constructora.

     Durante siglos la superficie que hoy ocupa la urbanización Los Chaguaramos, en la parroquia San Pedro, en Caracas, estaba ocupada por haciendas debido a la productividad de sus suelos y a la presencia de los ríos Guaire y Valle, pero a mediados del siglo XX, con la expansión de la capital hacia el este y sureste de la ciudad, los espacios fueron cambiando su uso. Así, por ejemplo, muchos terrenos dedicados a la agricultura se fueron transformando en parcelas para la construcción de viviendas. Así sucedió a principios de la década de 1940 con la hacienda El Carmen o El Convento en lo que hoy llamamos Los Chaguaramos.

     En 1941, el ingeniero José Antonio Madriz, un joven con mostachos del siglo XIX, que trabajaba con Luis Roche, el gran urbanizador de Altamira, entre otras famosas urbanizaciones caraqueñas, decidió constituir su propia empresa constructora.

     Desde entonces, Madriz empezó a buscar un terreno apropiado para su proyecto. Los domingos, en lugar de dedicarse a descansar, recorría, infatigablemente, el valle de Caracas. Visitó haciendas, subió cerros, atravesó quebradas, midió, preguntó, discutió… No encontraba el lugar ideal. Pero un día abrió las páginas de una novela de Rómulo Gallegos, “El Último Solar”. Se encontró, súbitamente, con la descripción de la hacienda en que se desarrollaba la trama.

     Yo creo reconocer el lugar, musitó el ingeniero Madriz. Yo creo que es la hacienda El Carmen, a la que los campesinos denominan hacienda El Convento, la que está al lado de donde se desarrolla la Ciudad Universitaria.

     El domingo siguiente sorprendió a Madriz dando zancadas por las tierras de la hacienda El Carmen, calculando, a ojo de buen cubero, las dimensiones, atravesando senderos, planeando una posible urbanización, cribando las dificultades, empinándose en los cerros para obtener una visión de conjunto y preguntando a los campesinos que trabajaban allí:

¿De quién es esta hacienda?
No sabemos
¿De quién es esta hacienda?, repetía unos metros más allá
No sabemos, respondían
El ingeniero, por fin, consiguió averiguar que el propietario estaba en Europa, pero que en Caracas residían los apoderados.

     El destino quiso que se realizara la empresa, formando para diciembre de 1944 la sociedad J. A. MADRIZ GUERRERO Y CÍA, de la que también son socios los doctores Luis Pérez Dupuy y Silvestre Tovar, hijo, ambos también jóvenes profesionales venezolanos. La empresa se constituyó con un capital de tres millones de bolívares (Bs. 3.000.000)

Poner nombre no fue fácil

     Ya estaba, pues, constituida la sociedad. Ya, también, el doctor Madriz había repetido, una y otra vez, para satisfacción propia y de los demás, que la hacienda El Carmen reunía todos los requisitos de una urbanización de porvenir. No hay otro lugar urbanizable más próximo al centro. Y, por si fuera poco, quedará al lado de la Ciudad Universitaria.

     Los socios también se mostraron entusiasmados. Uno de ellos propuso que se escogiera, inmediatamente, el nombre de la futura urbanización.
Propongo, sugirió uno, que se denomine “Urbanización Centro del Este”.

     Propongo, dijo otro, que se llame “Fuente del Este”.
Yo diría que nada más apropiado -opinó el tercero- que se designe “Urbanización El Carmen”.

     La discusión se prolongó durante 15 días, hasta que se fijaron que el sendero por donde se penetra a la hacienda lo guarda, como soldados en posición de firmes, una doble hilera de chaguaramos. Además, la gente conocía la hacienda por el nombre de Los Chaguaramos más que el de por el Carmen.

     Se llamará Urbanización Los Chaguaramos, decidieron los socios.
Y así quedó

Los primeros trabajos

     En 1945 se iniciaron los levantamientos topográficos. La futura Urbanización Los Chaguaramos contaba con 400 mil metros cuadrados de terreno plano y unas 20 hectáreas de cerro.

     De un lado, queda la Ciudad Universitaria, del otro el Bosque de Los Caobos; y del otro la hacienda Valle Abajo, propiedad de Juan Simón Mendoza, muy cerca de la Urbanización Los Rosales.

     En el anteproyecto quedó claro que la urbanización le daría respuesta a dos necesidades fundamentales de los caraqueños de entonces: la primera, construcción de pequeños edificios de apartamentos residenciales, para personas de la clase media, las cuales contarán con tiendas y servicios generales para todos aquellos que circulen o estén vinculados a la Ciudad Universitaria. La segunda, casas para aquellas personas de situación económica holgada.

     La urbanización contará, además, con parques, plazas, campos deportivos y una hermosa iglesia para que los feligreses puedan asistir a misa. Los Chaguaramos contará también con el primer autocine del país (abrió sus puertas en 1949).

     Entre 1944 y 1945, la demanda de viviendas fue monumental, prácticamente, en menos de dos años, se vendió toda la urbanización. A partir de 1948, se iniciaría el proceso de entrega de viviendas y, por supuesto, el poblamiento de esta céntrica urbanización caraqueña.  

     Uno de los principales promotores de la conformación urbana del área fue el presidente de la República Isaías Medina Angarita, el cual comenzó a desarrollar en torno al eje de la Avenida Presidente Medina, también conocida como Avenida Victoria. La Urbanización Las Acacias, destinada a la Clase Media y a las colonias italianas, española y portuguesas establecidas en esa época en el país. También en su período presidencial se inició la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas para servirle de sede a la Universidad Central de Venezuela y es terminado luego bajo el gobierno de Marcos Pérez Jiménez en 1953. En ese nuevo gobierno se emprendieron otras obras públicas importantes como el Sistema de la Nacionalidad en honor a la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, construyendo el Paseo Los ilustres, Paseo Los Precursores y el Paseo Los Próceres con la Plaza Las Tres Gracias y la Plaza Los Símbolos. Cuenta también con el Helicoide, donde se encuentra la sede del SEBIN. Y la Sede del Comando Nacional Antidrogas de la Guardia Nacional. Por otra parte, se construyó la Plaza Tiuna para rendirle honores a los indígenas que habitaban Caracas antes de la colonización española.

     La Parroquia San Pedro fue creada mediante Gaceta Oficial del entonces Distrito Federal el 13 de octubre de 1994 con territorios que eran parte de las parroquias El Valle y Santa Rosalía, y parte este de San Agustín; mitad oeste del parque Jardín Botánico.

     En sus edificios y accesos se aprecia las huellas de la historia caraqueña, como las construcciones de la Ciudad Universitaria y el paseo de La Nacionalidad concebido en la década de 1950.

     Los espacios de la urbanización Los Chaguaramos, municipio Libertador, reflejan el crecimiento de la urbe caraqueña, desde la década de 1940 cuando experimentó una importante transformación.

     En sus edificios y accesos se aprecia las huellas de la historia caraqueña, como las construcciones de la Ciudad Universitaria y el paseo de La Nacionalidad. Asimismo, resaltan edificaciones como el Castillo Monte Líbano, ubicado en el límite con Colinas de Bello Monte, que es un monumento arquitectónico recordado por los vecinos por la visita a esta estructura del papa Juan Pablo II en 1985.

     Con la ampliación de la autopista Valle-Coche, se eliminó el Barrio «el hueco de Los Chaguaramos, que era un nido para la venta y consumo de drogas entre la población joven», según afirma Carmen Linares, vecina de la zona. «Ese era un grave problema que quedó prácticamente eliminado con el desalojo de este sector popular», afirmó.

     Recordó que hace unos años, cerca de la calle de las Ciencias, los vecinos protestaban constantemente por este problema. Dijo que en la actualidad se ha superado con ayuda de la organización vecinal el alto consumo de alcohol en la zona.

     Después de la ampliación «se logró reducir el 75% de la venta de alcohol». Por otra parte, Douglas Pérez, vecino del sector expresó que es necesario que tomen medidas para disminuir el congestionamiento vial en horas pico en la avenida principal.

     Los vecinos solicitan a las autoridades municipales tomar acciones para mejorar la seguridad y la recolección de basura, que son los principales males. En esta urbanización habitan cerca de 58.254 personas, según el censo del año 2011.

     En esta zona, como parte de los trabajos que realiza el Plan Caracas «Juntos es Posible», las cuadrillas continúan con las obras en las Plaza de la Tres Gracias y Paseo Los Ilustres.

Iglesia San Pedro

     Es una copia de la Basílica de San Pedro de la ciudad del Vaticano, pero en proporciones muchos menores, a diferencia de la basílica del Vaticano, está catalogada como basílica menor y fue fundada en 1952, está ubicada en la parroquia San Pedro de Caracas, urbanización Los Chaguaramos, siendo este espacio virtual empleado como medio para la evangelización, estar en contacto con sus feligreses y todo aquel que desee disponer de lecturas edificantes.

 

Fuentes: El Heraldo. Caracas, 12 de agosto de 1945; pág. 2; La Esfera. Caracas, agosto-septiembre de 1948

Cementerio Los Hijos de Dios

Cementerio Los Hijos de Dios

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Cementerio Los Hijos de Dios

Por Raúl Carrasquel y Valverde.
Caracas, mayo de 1920

     Los abuelos sepultaron a sus abuelos a los mismos pies del abuelo Ávila. El histórico, romántico y ruinoso Cementerio de los Hijos de Dios es la única tristeza del monte patricio de inmortal primavera y lozanía exuberante.

     Los Hijos de Dios, dicen que son “tus hijos” y, en verdad, tan solo son tus siervos, los pacientes de su supremo e ineludible poder. . . Y por eso y porque dispones a tu arbitrio de nuestros mezquinos alentares por todo premio y por todo descanso nos das el reposo y el galardón del osario, misterioso de silencio como una boca muda.

     Caracas es risueña, mocerilmente alegre y no la amedrenta el tener a norte y sur dos cementerios, y es que, mozuela de este siglo positivista, sabe bien que está garantizada la muerte, más nadie ni nada le responde la vida para el día siguiente. . .

     Por paradoja, macabro contraste, mucho de la belleza emotiva y sugerente de Santiago de León reside en este abandonado, silente y soleado Cementerio de los Hijos de Dios; hay tal mutismo luminoso  y tal ventolera montañesa en sus tres ruinosos patios, que se diafanizan más graves y quejumbrosos oscilan los saucedales, como antañones y telarañosos puñales que pretendieran arañar la comba mentida del cielo, nítidamente azulino, en ratos jaspeado de nubecillas blancas, blanquísimas.

     Mañanitas tórridas, horas mañaneras que enfiestáis el recinto olvidado vuestro es el milagro de los gorjeos vibrantes y de las hierbecillas humedecidas que acarician  a las carcomidas lozas que rezan los nombres de próceres, de mujeres que fueron elegancia y pasión de su tiempo, y de los que pasaron sin dejarnos nada, sin modelar sus vidas, sin grabar sus nombres. Para todas las bóvedas el mismo sol, que fuera él la deidad primera que alumbrara el mundo y calentara a los varones y a las varonas.

     El Ávila, detrás, impone respetuosidad y pide al visitante reverencia a la soberbia de sus moles agrestes, empenachadas de armiño. Y el cementerio de antaño, el osario de la nobleza mestiza y de los adalides emancipadores está lleno de una unción dilatada, de un murmurar de letanías y de trémolos rogares en la fe de las preces. 

     Los fuertes paredones, anaqueles de la vida, archivos de la muerte, llenos de bóvedas semicirculares; las tumbas irregularmente alineadas; aquí y acullá, cabriolas del tiempo, mausoleos afeados y en desequilibrio; cruces metálicas tomadas de orín, cruces de maderas podridas, cruces ineficaces que ya ni piden perdón ni señalan un nombre. Por las tapias mohosas se tienden a bañarse de sol churriguerescas lagartijas, “matos” y otros reptiles menores que medran en los edificios ruinosos, solitarios y soleados. Los pajarillos excursionan al exterior del Cementerio regresando gárrulos, traviesos, en musical algarabía.

     Dejemos transcurrir el tedio abominable del mediodía, y volvamos a los Hijos de Dios con la indolencia del atardecer. Hemos caminado extenso recorrido y para solaz de las pupilas y vencimiento del cansancio, oteamos el vastísimo panorama, los muchos panoramas del calle de Santiago.

El Cementerio Hijos de Dios fue diseñado y construido por el Ingeniero Olegario Meneses, en 1856

     Cúpulas esmaltadas de ocaso, torres católicas platicando con las lenguas vocingleras de sus campanas; terrazas, azoteas, techumbres de pizarra, campanarios que echan de sus ventanales a las miríadas de golondrinas; chimeneas fabriles, para-rayos, y las heráldicas melenas de magníficos chaguaramos y los mil brazos agresivos y contorsionados de las araucarias; la tumultuosa confusión de manchas grises, rojos de tejados, blancos de fachadas y verdes dominantes de vegetación, acogotados se columbran por la concavidad zafiro, donde dicen habita el Padre Nuestro, padre y Dios de estos Hijos. . . 

     Noche; hemos visitado el avilense Camposanto una propicia noche de plenilunio, en la que “la luna plateaba lo negro de un pino”; el silencio palpitaba sordamente en el vientre de la obscuridad; la Hécate de los nocturnos, era esferalmente bella y sin embargo no había en los contornos tétricos de la ruinosa Necrópolis un solo perro, más o menos famélico que ladrase madrigalescamente, cual suelen hacerlo poetillas de arrabal. Las sombras de los que íbamos se alargaban, se alargaban, se alargaban, como en los saudosos versos del gran Asunción Silva.

     Los tres cuerpos del Cementerio de los Hijos de Dios aparecieron en bloque más negros que la obscuridad; la luna plena daba con sus destellos en un sauce vecino a la entrada principal y le prestaba así un aspecto de espía o avanzada. Entramos, rechinaron lastimeramente los goznes del antiquísimo portal, y a nuestros pasos indecisos huía el silencio y se refugiaba en los rincones del recinto, abroquelados de zarzas y malezas; acortamos el tono de voz y hablando kempianas tonterías no olvidábamos el rondar de la luna que se cernía lívida y agorera como una bruja.

     El artista moscovita, el exotizante pintor Nicolás Ferdinandov, ejecutaba en el portátil armónium, dolidas sonatas salpicando la noche y el sitio y las almas de excelsas gotas de emociones, y todos estaban transfigurados por sortilegio de los salmos armónicos y de la soledad. Y todos se espiritualizaban, y el espíritu les saltaba a los ojos asombrados. Y eran todo espíritu!

     ¡Cementerio de los Hijos de Dios enclavado en los propios cimientos del Ávila; colocado el septentrión de la ciudad como para recordarnos que de continuo tenemos gravitando sobre nuestras cabezas a la Muerte, porque eres un florón de poesía, misterios y leyenda, venero y amo tus ruinas!

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