Sector Comercio y Servicios de Venezuela

Sector Comercio y Servicios de Venezuela

     El sector comercio y servicios o llamado sector terciario de la economía es parte importante de la composición del Producto Interno Bruto de los países. Es un sector que genera competitividad y desarrollo, tiene una característica transversal dado su rol de catalizador con los otros dos grandes sectores productivos: primario y secundario, por cuanto les brinda soporte a una gran lista de actividades en las operaciones que requieren las firmas, además de completar lo necesario para que lleguen hasta el consumidor final sus productos.

Topografía caraqueña y déficit policial

Topografía caraqueña y déficit policial

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Topografía caraqueña y déficit policial

Para 1902, la ciudad constaba de 499 cuadras, además de 26 callejones y dos pasajes

     En total, para el año 1902, la ciudad constaba de 499 cuadras, además de 26 callejones y dos pasajes. Esas cuadras formaban 232 manzanas habitadas, fuera de las partes cultivadas de flores y hortalizas. En vista de estos datos, para atender debidamente a la conservación del orden en la ciudad, el cuerpo de policía requería entonces, de al menos quinientos individuos.

     Pero la realidad era otra, en ese año, la policía de Caracas no contaba sino de doscientos gendarmes, cifra que no alcanza a dar ni un policía por cada manzana, cuando lo más apropiado debía ser uno o dos en cada cuadra. Era, pues, injusto achacarle a esa institución, todos los males de inseguridad que padecía entonces la capital, porque no siempre se halla presente algún miembro suyo a los desórdenes que ocurren

     Para 1902, es decir, a comienzos del siglo XX, Caracas estaba dividida en Avenidas y Calles. Unas y otras eran rectas, tanto en dirección de Norte a Sur como de Este a Oeste. Estas a su vez estaban divididas en cuadras, todas de igual longitud, la cual es de 125 metros, por lo que forman cuadrados perfectos que se denominan manzanas.

De Norte a Sur

      La Avenida Norte Sur, que comienza en el sitio denominado Lagunita y termina en la esquina de La Piedras, consta de 16 cuadras 

Calles Norte-Sur

N° 1 Comienza en el Hospital Vargas y termina en el Guaire: 17 cuadras

N° 2 Comienza en la Luneta de la Merced y termina en el Río Guaire: 15 cuadras

N° 3 Desde la esquina de Nazareno hasta el río Guaire: 18 cuadras

N° 4 Desde la Caja de Agua hasta el río Guaire: 15 cuadras

N° 5 Desde el Barranco hasta el río Guaire: 20 cuadras

N° 6 Desde el Cementerio de los Hijos de Dios hasta Quinta Crespo: 19 cuadras

N° 7 Desde la esquina de San Luis hasta le estación del Ferrocarril Central del Valle: 18 cuadras

N° 8 Desde la Toma de agua hasta el Empedrado: 25 cuadras

N° 9 Desde el río Anauco hasta el boulevard de El Cristo: 14 cuadras

N° 10 Desde la Puerta de Caracas hasta el Guaire: 15 cuadras

N° 11 Desde el Juego de Pelota, o sea, Santo Tomás hasta Puente Victoria: 7 cuadras

N° 12 Desde la esquina de las Mercedes hasta el río Guaire: 11 cuadras

N° 13 Desde la Tejería de Tovar Galindo hasta La Tejería (en la Misericordia): 8 cuadras

N° 14 Desde la Puerta de Caracas hasta el río Guaire: 15 cuadras

N° 15 Desde Salsipuedes hasta Hacienda del Conde: 6 cuadras

Norte 14 bis Desde San Daniel hasta el Barranco: 3 cuadras

Norte 16 Desde el Nazareno hasta Sucre: 3 cuadras

Norte 18 Desde Santa Isabel a Santa Rosa: 2 cuadras

Norte 20 De  La Soledad a San Ruperto: 1 cuadra

Sur 10 bis De Caño Amarillo a las Escalinata del Calvario: 1

Total: 249 cuadras

De Este a Oeste

La Avenida Este-Oeste, que comienza en la Estación del Ferrocarril Central y termina

En los inicios de la carretera de La Guaira, consta de 18 cuadras

 

Calles Este-Oeste

N° 1 De Anauco a Tinajitas: 16 cuadras

N° 2 De Peligro a la estación del Ferrocarril de La Guaira: 15 cuadras

N° 3 De Anauco a Buena Vista: 15 cuadras

N° 4 De los Lechozos al túnel del Calvario: 15 cuadras

N° 5  De Anauco a Las Flores: 16 cuadras

N° 6 De Anauco al Silencio: 14 cuadras

N° 7 De Anauco a San Rafael: 17 cuadras

N° 8 Del Matadero al restaurant del Calvario: 12 cuadras

N° 9 De Palo Negro a  Infiernito: 14 cuadras

N° 10 De Matadero a Angelitos: 11 cuadras

N° 11 De Jabonería a San Ruperto: 13 cuadras

N° 12 Del Boulevard del Cristo a Jesús: 11 cuadras

N° 13 De San Rafael a La Libertad: 14 cuadras

N° 14 De La Yegüera al Guarataro: 13 cuadras

N° 15 De Anauco a Santa Isabel: 10 cuadras

N° 16 De La Quebrada a la Quebrada de Lazarinos: 14 cuadras

N° 18 Del Puente de Hierro a La Viuda: 11 cuadras

Oeste 17 de La Coromoto a Santa Ana: 1 cuadra

Total: 250 cuadras

PANORAMA DE CARACAS 1900
En los inicios del siglo XX, solo habían 200 policías para el resguardo de la seguridad de la capital
Panorama de Caracas, Venezuela circa 1900.

Fuentes Consultadas

  • La Semana. Revista Literaria. Caracas, 1° de mayo de 1902.

  • Crónica de Caracas. Caracas, N° 68/71, enero-diciembre de 1966.

El Nazareno de San Pablo y la soledad de San Francisco

El Nazareno de San Pablo y la soledad de San Francisco

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El Nazareno de San Pablo y la soledad de San Francisco

     De las añejas y generosas conmemoraciones religiosas coloniales apenas sobreviven las que el pueblo le dedica al Nazareno de San Pablo y a la virgen de la Soledad del templo de San Francisco, ambas despiertan un gran fervor entre los caraqueños.

     El historiador Mario Briceño-Iragorry afirma que el tradicionalismo religioso de la capital ha quedado reducido a la devoción entusiasta e ingenua que hasta los “incrédulos” rinden al viejo Nazareno de San Pablo y a la Soledad de San Francisco, en los días Miércoles y Viernes de la Semana Mayor.

El Nazareno

 

     El primero recibió culto en la antigua iglesia de San Pablo Ermitaño, destruida por orden del presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco, para edificar en su lugar el Teatro que llevaba su nombre, posteriormente llamado Municipal. Divulgóse la leyenda de que la noche de la inauguración de éste, el Ilustre Americano sintió interrumpido su sueño por suaves toques al balcón del dormitorio presidencial. Puesto de pies, se dirigió a abrir las alas de aquél, y con asombro y terror hallóse ante el doliente Nazareno que le preguntaba: “¿Qué hiciste de mi templo?”. Consecuencia de este encuentro fue la inmediata edificación, en la esquina del viejo Oratorio de San Felipe Neri, del hermoso templo de Santa Ana y Santa Teresa, con que quiso honrar a las santas cuyos nombres llevaba con orgullo Doña Ana Teresa Ibarra de Guzmán Blanco, su esposa. Desde entonces reposa en ese templo, con su cruz a cuestas, el venerado Nazareno.

     En una de las capillas de la basílica se venera la secular imagen del Nazareno, motivo de espectaculares cultos el Miércoles Santo y objeto de veneración muy especial de parte de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y Jesús Nazareno, fundada en 1666, en virtud de patente otorgada por el Provincial del Convento de Carmelitas descalzos de la Provincia de Nueva España, con aprobación del Ilustrísimo Obispo de Caracas Fray Alonso Briceño. Tenía obligación esta cofradía, además del culto y procesión de la Semana Mayor, de dedicarle fiesta solemne el día 4 de mayo.

La Soledad

     La Soledad es centro del señaladísimo culto en la iglesia del antiguo Convento de Religiosos del Orden de San Francisco (Hoy Iglesia de San Francisco). La hermosa imagen que tanto venera el pueblo de Caracas, fue adquirida el año 1654, por el piadoso hacendado de Naiguatá, Don Juan del Corro, quien prometió ofrendarla con motivo de grave enfermedad de su esposa Doña Felipa de Ponte y Villena. Cuéntase que la nave que traía la imagen naufragó en el Caribe y que la caja llegó por sí sola a las playas de Naiguatá, donde posteriormente fue reconocida por el armador Don Sancho de Paredes. El cabello que luce es la propia cabellera de Doña Felipa. Esta imagen es copia de la famosa Soledad del convento madrileño de La Victoria, el cual fue destruido durante la rebelión de 1936. Pedro de Répide, cronista de Madrid, hizo hacer una réplica de la imagen de San Francisco para ser llevada a España.

Hermosa imagen de las Virgen de la Soledad, venerada por el pueblo de Caracas

Miércoles y Viernes Santos

     De las antiguas y espléndidas conmemoraciones coloniales, apenas sobreviven las que el pueblo  dedica a estas viejas devociones, mantenidas con fervoroso respeto a través de todas las inquietudes de la ciudad. Miércoles y Viernes Santos son días en que se vuelca la vieja conciencia religiosa del pueblo, y grandes y pequeños, crédulos e “incrédulos”, se encaminan a Santa Teresa y a San Francisco para quemar candelas y dirigir oraciones a las imágenes amadas. Laurel, romero, manzanilla y aroma, son ofrecidos, con estampas y escapularios, por los “rameros” y “santeros” que hacen lonja de las puertas sagradas, como en los propios días de la Colonia. En el primero, ponen su nota violácea los penitentes, vestidos de la hopa nazarena, que en años pasados fue atavío exhibido aun por encumbrados señores, a quienes hiciera algún milagro la venerada imagen. (Se recuerda haber salido “de Nazareno” en Miércoles Santo, el ilustre médico Dr. Guillermo Michelena, después de abjuradas sus viejas ideas heréticas). De la Soledad se hace procesión, con el Sepulcro, en la tarde del Viernes Santo.

     Han decaído las vistosas fiestas patronales de las Parroquias y las que prometió celebrar ad perpetuam el propio Municipio, para recuerdo de una epidemia o de un terremoto. Las fiestas de tabla han perdido también su antiguo apogeo; apenas el viejo Nazareno de San Pablo y la primorosa Soledad de San Francisco mantienen el lazo que nos une con la liturgia colonial. Ante dichas imágenes, la propia fe individual, sintiéndose añeja de siglos y ancha de contornos, comprende el valor de la tradición que perfila el carácter y da distinción a los pueblos.

     Nazareno y Soledad son valores que mantienen el relieve de una historia que hoy intentan adulterar modas extrañas e intereses disolventes.

     Pareciese que hubiese empeño por arrancar de cuajo el sabor de la tradición donde toman alimento las raíces de la Patria, del mismo modo como el progreso del asfalto y del concreto desgarró ayer el viejo limonero del Señor, cantando y perpetuado por la musa egregia de Andrés Eloy Blanco. 

La Sampablera

     También quedó para la posteridad, debido a un hecho político que se suscitó en 1859, en la plaza adyacente a la ermita que resguardaba la figura del Nazareno, el término Sampablera, expresión que ha pasado a constituir un venezolanismo aplicado a situaciones que se caracterizan por la confusión y el desorden. 

Plaza y ermita de San Pablo El Ermitaño
En la basílica de Santa Teresa reposa, con su cruz a cuestas, el venerado Nazareno de San Pablo
De la iglesia de San Francisco sale en procesión la Virgen de Soledad, la tarde de cada Viernes Santo

FUENTES CONSULTADAS

  • Briceño-Iragorry, Mario. El Nazareno y la Soledad. Crónica de Caracas. Febrero-Marzo 1951 Nos 2 y 3.

  • El Nazareno de San Pablo. El Heraldo. Caracas, 20 de abril de 1951.

  • La Virgen de la Soledad. La Esfera. Caracas, 11 de abril de 1947.

Calles de Caracas en 1821

Calles de Caracas en 1821

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Calles de Caracas en 1821

El gobernador de Caracas, Andrés Narvarte, ordenó el arreglo de algunas calles, en especial la de los suburbios de La Trinidad y

     El historiador venezolano Enrique Bernardo Núñez, en su obra La ciudad de los techos rojos, anotó que en fecha 20 de septiembre de 1821, el concejal José Nepomuceno Chávez propuso que para el ornato y para el mejoramiento del ordenamiento de Caracas, era conveniente colocar números a las casas y dar nombre a las calles. Los miembros del Concejo Municipal acordaron que el señor Chávez junto con el síndico Pedro Herrera elaboraran el proyecto y que, una vez aprobado por la instancia correspondiente, poner en práctica lo en él contemplado. En esta misma sesión se llevó a cabo la lectura del decreto de julio 20 acerca de los honores que se rendirían al Libertador y como encargados de ejecutarlo se acordó que fuesen los miembros del Ayuntamiento.

     Los preparativos fueron encargados a Juan Nepomuceno Chávez, Antonio Díaz y Pedro José Herrera. Dicho reconocimiento a Bolívar fue dado a conocer por bando el lunes 8 de octubre. En este comunicado oficial, emitido por los integrantes de la municipalidad se dio a conocer que el mismo se efectuaría el 28 de este mes. Los funerales por los caídos en el campo de batalla se efectuarían el día 29. Núñez atribuyó al nombre de la calle del Triunfo a esta circunstancia. Fue en esta vía por donde cinco años más tarde, el 10 de enero de 1827, entró el Libertador, tal como lo había hecho el 7 de agosto de 1813. La fiesta del “Regocijo” tal cual fue llamada la actividad en que se rendiría honor a Bolívar se calculó en ocho mil pesos de la época. 

     Sin embargo, no había recursos para costear tales actos. La solución fue la de pedir colaboraciones a las corporaciones existentes, incluso el cabildo eclesiástico, la municipalidad junto con el cabildo y hasta el vicepresidente, Carlos Soublette, prometió una porción de pesos con garantías de reintegro, porque las exangües arcas así lo requerían.

     Núñez escribió que, en la misma oportunidad cuando se dio a conocer el bando del “Regocijo”, el gobernador Andrés Narvarte propuso que, para el arreglo de algunas calles, en especial los suburbios de La Trinidad y Pastora, donde habían ruinas de edificaciones dejadas por el sismo de 1812, se obligara a sus propietarios a que dejaran doce varas de distancia, al frente de cada construcción, para un nuevo ordenamiento de las calles y así facilitar a los transeúntes su circulación. El 11 de octubre se ordenó a los alcaldes de barrio y custodios de policía a levantar un censo de sus respectivas manzanas, en un plazo no mayor a los tres días. Otro bando de policía ordenó a los vecinos con recursos económicos a colocar luces en la puerta de sus viviendas, para que sirvieran de luminarias en horas de la noche.

     Por orden del Concejo se colocó una lámpara en el lugar denominado El Principal, conjuntamente se dio a conocer, entre algunas corporaciones, el contenido y fiel cumplimiento de lo establecido en el bando citado con anterioridad. En abril del año siguiente el cura de la iglesia de San Pablo comunicó, a las autoridades municipales, acerca de la presencia de una fetidez “insufrible” en este recinto de devoción, así como del mal estado del piso que se abría con frecuencia y dejaba al descubierto los sepulcros allí ubicados. En virtud de esta situación las autoridades del municipio dictaron fuertes medidas para que todos los entierros se hicieran en el cementerio provisional de Anauco, mientras se concluía el de La Vega. En Anauco se instaló, a finales de 1821, el degredo para variolosos.

     El traslado de los infectados por viruela para el lugar indicado con anterioridad, fue objeto de quejas por parte del cura de Candelaria, por el temor a contagios entre sus feligreses, debido a lo cercano de esta nueva instalación. Ante esta situación los miembros del Concejo Municipal encomendaron al director de hospitales para que respondiera a las quejas emitidas por el párroco. El director de hospitales respondió que el degredo no revestía ningún peligro para la difusión del terrible mal, “pues en física médica se prueba matemáticamente que los contagios más activos se desvirtúan en la atmósfera y quedan absolutamente sin acción a cuarenta pasos del lugar de infección”, con lo que se dio por cerrado el asunto.

     Para el 23 de diciembre de 1821, los comisionados Chávez y Herrera presentaron el proyecto en que se estableció el posible nombre de las calles de la ciudad. El mismo fue aprobado con ligeras modificaciones. Las 16 calles ubicadas de norte a sur recibieron los nombres del Comercio, de Las Leyes Patrias, Carabobo, Zea, Roscio y Ustáriz, entre otros nombres. 

     Las 17 calles establecidas entre el este y el oeste, recibieron denominaciones tales como: Calle de las Fuentes, del Estío, la de los Bravos, de las Ciencias, del Sol, del Orinoco, Juncal, Agricultura, Fertilidad y Unión, entre otras. Núñez hizo referencia a una de las esquinas “más célebres de Caracas”, Marcos Parra. Él escribió a este respecto que, el 17 de marzo de 1828 una persona, cuyo nombre era Marcos Parra solicitó un terreno o solar en la esquina del Basurero, calle de La Pedrera, hacia Caroata, para ser utilizada en actividades productivas y lucrativas.

     La respuesta del procurador Tomás Hernández Sanabria fue favorable para con el solicitante, porque redundaría en el incremento poblacional, así como que la renta que prometió cancelar era beneficiosa para las arcas públicas y la fábrica que habría de levantar en el lugar favorecería a la industria nacional. Siendo así, las autoridades municipales dieron la buena pro a la petición de Parra y concedieron el solar de dieciséis varas de frente y treinta y cuatro de fondo, bajo un pago de dos pesos anuales, a quien fungía como administrador de las rentas. El 27 de junio de 1780, el Ayuntamiento reconoció a la Pedrera del Cerro como parte de la calle llamada La Faltriquera. Esta y otras pedreras formaban parte de las tenencias de los Propios (o bienes que pertenecían a los municipios y que generaban rentas públicas) de la ciudad, aunque varias personas se habían adueñado de ellas y las explotaban sin ningún tipo de regulación.

     En este año ellas se habían ofrecido en arriendo a vecinos de la ciudad. De igual manera, el Ayuntamiento se reservó las facultades para sancionar a aquellos que las explotaban para beneficio personal y que no le aportaban nada a las arcas nacionales. En agosto de 1784, Juan Agustín de Herrera solicitó treinta varas de terreno en el cerro de La Pedrera, “en vista de que interesa a la hermosura y compostura de la ciudad allanar por aquella parte la dificultad de la calle que llaman de La Faltriquera y finalizar el puente allí iniciado”. La concesión fue otorgada a cambio de abrir un camino para la construcción de un puente.

     No muy lejos de estas porciones territoriales, la Viñeta de San Felipe, que se denominaría después Mamey y de Padre Hermoso, en que los Padres del Oratorio tenían huerta de recreo acorde con las reglas de su corporación, llegó a ser, por un buen tiempo, morada del general José Antonio Páez. Hacia el año de 1795 la cuadra de La Viñeta se llamaba Pedro García. Como era muy común en esta época, carecía de agua limpia. El Ayuntamiento se había negado a conceder una petición hecha por el procurador del Oratorio para una “paja de agua”. No se concedió porque un representante de una diputación, Francisco García de Quintana alegó que perjudicaría al Real Hospital.

     Para 1822, La Viñeta había pasado a manos de Hilario Cardozo. Luego sería propiedad del licenciado Diego Bautista Urbaneja quien la vendió a doña Barbarita Nieves (1803-1847). Esta fue compañera sentimental de Páez desde el año de 1821, cuando el Centauro de los Llanos se separó de su verdadera esposa. En este mismo recinto domiciliario llegó a alojarse José Tadeo Monagas. Tiempo después se llevaron a cabo ensayos para el cultivo de flores en los jardines de La Viñeta. La casa de La Viñeta sería convertida luego en un cuartel denominado del Mamey y antes de ser demolida llegó a ser sede de la escuela Gran Colombia.

     En este orden de ideas, Núñez hizo referencia al padre Pedro Ramón Palacios y Sojo quien llegó como portador de una licencia para establecer el Oratorio de San Felipe de Neri, de cuya congregación había sido presidente. El encargado de hacer la dedicación fue el obispo Mariano Martí el 18 de diciembre de 1771. Desde la Catedral había dirigido en procesión al Santísimo Sacramento y el cuerpo de San Justino, mártir. 

     Núñez anotó que el obispo Martí había tenido preferencia por la Casa de San Felipe. Para 1777 se había concluido la edificación dedicada a la residencia, y comenzó a funcionar la nueva iglesia de mayor espacio, cuya construcción la aprovechó Guzmán Blanco para la Iglesia de Santa Teresa.

     En su descripción, Núñez destacó que el Oratorio contó con unos cipreses que fueron admirados por Alejandro de Humboldt y que sirvieron de referencia para otorgar el nombre a la calle y la esquina de Juan Clemente. El mismo padre Palacios y Sojo fundó junto con Juan Manuel Olivares un establecimiento escolar dedicado al arte musical, en su estancia de café y frutas de San José de Chacao. Algunos de los discípulos de este recinto escolar dedicado a la música fue José Antonio Caro de Boesi, de quien se dice era oriundo de Chacao. Caro de Boesi se destacó hacia 1786, lo hizo con su gran misa en re mayor, la que parece haber sido escrita entre este año y 1790.

     De igual manera, Núñez informó acerca del hallazgo de un archivo musical en el sótano de la Escuela Nacional de Música para el año de 1937. Este descubrimiento reveló la existencia de otro compositor de nombre “más o menos semejante”. En un amarillento manuscrito se lee, de acuerdo con lo redactado por Núñez lo siguiente: “misa a cuatro voces con violines y bajo. Compuesta por el señor Juan Bohesi de Caro. Copiada por un humilde hermano del Oratorio del Sor. San Felipe”. Apuntado esto indicó que no era fácil suponer que el copista confundiera a Juan Bohesi o Boesi de Caro, a quien probablemente conociera, con José Antonio. “Con probabilidad, son dos personajes distintos”. La conjetura se presenta, de acuerdo con Núñez, por si este Juan Bohesi vino de Roma en compañía del archivo musical y los instrumentos trasladados por el padre Sojo, a su “regreso de la “Ciudad Eterna”.

     Destacó Núñez otro manuscrito en que se estampó lo siguiente: “Misa de difuntos a 3 voces con violines y bajos. Para el uso del Oratorio del P.S. Felipe Neri. Año de 1779. Violín Segundo”. Este historiador venezolano expresó que la música en la ciudad de Caracas trazó una senda entre la Viñeta de la esquina del Padre Hermoso, el Oratorio de los Cipreses y la hacienda San Felipe, en Chacao. Al finalizar su escrito en torno a las calles de Caracas en 1821 indicó: “En la esquina de San Felipe, casa marcada entonces con el número 112 (calle Carabobo), hoy 44, vivió sus últimos años Juan Vicente González, redactor de El Heraldo y autor de la biografía de José Félix Ribas. Allí murió el 1 de octubre de 1866”.

Villanueva y la reurbanización del Silencio

Villanueva y la reurbanización del Silencio

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Villanueva y la reurbanización del Silencio

     Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), considerado el más importante e influyente arquitecto venezolano del siglo XX, fue el autor de un ambicioso proyecto de transformación de Caracas. Durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita, entre 1942 y 1945,  desarrolló lo que se conoce como la reurbanización de El Silencio, que comenzó por derribar el barrio insalubre asentado en el centro capitalino, donde proliferaban la delincuencia y los prostíbulos, y construir lo que hoy es uno de los íconos arquitectónicos de la ciudad. Aquí le presentamos uno de los trabajos más perspicaces sobre esta emblemática obra, escrito por el ingeniero Ricardo De Sola

     “Mi arquitectura, yo no sé. . .  Nunca he tratado de hacer arquitectura. La arquitectura traduce un problema que se ha planteado, traduce un contenido, de qué se trata, qué es, … es la llamada parte analítica, fría, que clasifica y ordena, piensa en las posibilidades del problema que se va a traducir.

     Luego viene la parte sintética, la cual traduce la solución del análisis del problema. Cuando se tienen diversas soluciones se cae en el problema de escoger la mejor y esto es lo difícil. Al desarrollar un proyecto se debe equilibrar el tiempo entre ambas partes, pues cuando se estudian una parte más que otra, entonces la solución es mala, deficiente y no resuelve el problema. Busco la manera de plantear el problema de una manera fría y luego como consecuencia del análisis encuentro la solución y sobre todo busco el equilibrio entre la parte funcional y técnica y luego la parte formal.

     La arquitectura vive del espacio interior, uno debe limitar el espacio, entonces hace la forma, la cual necesita ser construida, hay que saber escoger los materiales, estudiar la circulación, visibilidad, etc.”

     Respuesta de Carlos Raúl Villanueva durante la entrevista realizada el 24 de abril de 1969 por la estudiante Valentina De Sola M.

 

Dirección de urbanismo

     Para el año 1938, en que se crea la Dirección de Urbanismo, ésta se abocó principalmente al estudio de la transformación del casco central de la ciudad de Caracas.

     La Caracas de entonces no llegaba a 300.000 habitantes, estimándose con base a los datos estadísticos que sobre su crecimiento se tenían, que su población llegaría para el año 2.000, al millón de habitantes, estimaciones éstas excesivamente conservadoras ya que para el año de 1955, en octubre, la población del Área Metropolitana de Caracas había alcanzado dicha cifra.  

     En aquel entonces la ciudad empezaba a crecer hacia el Este, en donde se encontraban grandes terrenos libres que formaron las antiguas haciendas que la rodeaban. Era necesario, por lo tanto, crear condiciones para evitar que la vieja ciudad fuese abandonada, de no procederse de inmediato a tomar las medidas tendentes a mejorar el urbanismo de la misma.

      El primer plan de urbanismo para la ciudad de Caracas presentado a la consideración del Concejo Municipal el año 1939 y entre las recomendaciones de mayor importancia se indicaba: “Construir una Avenida Central de treinta metros de ancho que parta de El Calvario y concluya en Los Caobos, comprendiendo la unión de tres plazas de carácter monumental: El Calvario, Santa Teresa y Ño Pastor”, indicándose a la vez que la Plaza El Calvario estará conectada mediante dos diagonales a la carretera a Catia (hoy Avenida Sucre) y a la carretera de Antímano por medio de la Avenida San Martín.

      La zona de El Silencio, donde convergen esas tres grandes vías, de intenso tráfico, sería destinada al desarrollo de un Centro Político-Administrativo.

Barrio El Silencio

     Para el año de 1942, cuando el Gobierno Nacional presidido por el general Isaías Medina Angarita, toma la decisión de destinar los terrenos ocupados por el Barrio El Silencio para el desarrollo de un programa de viviendas y no para el uso del Plan de Urbanismo que se había acordado, se estimó que, dadas las condiciones reinantes en aquel momento, no se justificaba efectuar una gran inversión para la ejecución de una obra que podía ser considerada, si no suntuaria, ciertamente no esencial.

La urbanización de El Silencio consta de 779 apartamentos y 201 locales comerciales

     Este hecho que puede ser considerado de gran significación social y humanística, podría ser cuestionado desde el punto de vista urbanístico, pues si bien es cierto que si cambio el uso de la tierra, no así fue modificada la vialidad trazada.

     Esta situación presentaba para el arquitecto Villanueva un gran reto, que fue resuelto por él mediante una solución arquitectónica que podríamos catalogar de genial, y que originó grandes cambios en la vida de la ciudad al eliminarse un barrio que era vergüenza para Caracas, dadas las condiciones infrahumanas, tenebrosas e insalubres en que vivían sus tres mil cien habitantes, presos de la más mortal miseria, inadaptados a la sociedad y del ejercicio de la prostitución más repugnante. Un sesenta y cinco por ciento de esos habitantes padecían de sífilis y otras enfermedades venéreas y un quince por ciento de tuberculosis. Se le encomendó al Banco Obrero el llevar adelante el desarrollo del proyecto. Este instituto preparó unas bases generales que sirvieron de guía a los arquitectos llamados a Concurso. Este programa fue nuevamente ampliado por la Comisión que fue nombrada a los fines de estudiar los proyectos y escoger el más conveniente.

     El programa se componía de catorce puntos entre los que se establecía que el proyecto a ejecutarse debía tener no más de mil unidades entre apartamentos y locales comerciales, destinándose la planta baja de los edificios a los locales comerciales y los pisos siguientes a vivienda, divididos así: veinte por ciento a viviendas de dos habitaciones; cincuenta por ciento a viviendas de tres habitaciones y treinta por ciento a viviendas de cuatro habitaciones. Esta exigencia correspondía al hecho de que en la clase media en Venezuela la familia era numerosa.

     Así mismo se especificaba que un treinta por ciento del área a urbanizarse debería ser destinada a calles y avenidas, un treinta por ciento a espacios libres y un cuarenta por ciento a las construcciones.

     Se recomendaba una ventilación directa a todas las dependencias de los departamentos y que los edificios no tuvieran más de cuatro pisos sin ascensor, y en caso de alguno de más de cuatro pisos debían instalarse ascensores. 

     El proyecto escogido fue el presentado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Es de advertir que el primer proyecto presentado por Villanueva, el desarrollo se componía de ocho bloques, no se contemplaba la Plaza Urdaneta y la Avenida Bolívar se trazaba ampliando la avenida Oeste-Este 8.

     En el segundo proyecto, Villanueva diseña la Plaza Urdaneta, punto de convergencia de las tres avenidas: Catia, San Martín y Bolívar y traza la Avenida Bolívar tal como fue recomendada en el Plan de Urbanismo de 1939, o sea en el centro de las manzanas comprendidas entre las Avenidas Oeste-Este 6 y Oeste-Este 8.

Postal del croquis de la Reurbanizacion de El Silencio

Proyecto Villanueva

     El segundo proyecto de Villanueva contempla siete bloques de apartamentos multifamiliares, seis de ellos de cuatro plantas y uno de siete plantas. La planta baja en la mayoría de los casos se destina a locales comerciales y los restantes a viviendas. Los edificios de cuatro plantas, servidos solamente por escaleras y el de siete plantas contaba además con ascensor. Cada escalera daba acceso a dos apartamentos por planta en los bloques 4, 5, 6 y 7. Para los bloques 1, 2 y 3, cada escalera sirve a cuatro apartamentos por planta.

     Todas las dependencias tenían iluminación y ventilación directa, y el arquitecto en su diseño le dio una gran amplitud a las zonas destinadas al trabajo del hogar, como fueron: la cocina, el lavadero y el corredor, pues estimó que ciertas actividades productivas pudieran efectuarse en la casa por otra parte, esta zona de trabajo (corredor y balcón) daba su frente a los jardines interiores a los fines de que las madres pudieran tener vigilancia permanente sobre sus hijos, cuando éstos se encontraban en sus actividades recreativas en los parques y jardines del edificio.

     Villanueva, al diseñar el conjunto arquitectónico de El Silencio, y tomando en cuenta el clima y las costumbres de Caracas, optó por el estilo llamado Colonial, de portales, arcadas, rejas, molduras y en concordancia con ellos los espacios verdes que predominan en los patios y jardines interiores de cada grupo de viviendas y en las venidas. El arquitecto proyecta al Oeste de la Avenida Bolívar y frente a la Plaza Monumental (Plaza Urdaneta con sus dos grandes fuentes, obra del escultor Francisco Narváez), un edificio de gran masa, el bloque 1, hoy Carlos Villanueva, cuya parte central tiene siete pisos y los laterales cuatro. Al Sur y al Norte de la Avenida Bolívar los bloques 2 y 3 con cuatro pisos cada uno, con la posibilidad de aumentar su altura si fuese necesario.

     La mayor altura del bloque 1 tenía por objeto hacer un fondo decorativo a la avenida principal, armonizando con la plaza. Se diseñaron espacios libres de tres tipos diferentes, divididos así: 

  1. Los propios de cada bloque destinados a parques infantiles y zonas de descanso, lejos de todo tráfico y del ruido de la calle.
  2. El espacio libre al Oeste del bloque 1, destinado a centro de deportes para adultos, así como también espacio para los niños.
  3. La Plaza Miranda, adyacente al bloque 7 y la plaza principal, Plaza Urdaneta (hoy Plaza O’Leary).

     Al adoptar el sistema de patios abiertos se facilita la renovación del aire, cosa que no ocurre con los pequeños patios cerrados difíciles de ventilar. La arquitectura como ya dijimos, es del estilo Colonial, y en la construcción se optó el tipo mixto: estructura de concreto armado y espacios intermedios de ladrillos tubulares o algún otro material liviano aislante del calor.

     Villanueva, al diseñar el conjunto arquitectónico de El Silencio, y tomando en cuenta el clima y las costumbres de Caracas, optó por el estilo llamado Colonial, de portales, arcadas, rejas, molduras y en concordancia con ellos los espacios verdes que predominan en los patios y jardines interiores de cada grupo de viviendas y en las venidas. El arquitecto proyecta al Oeste de la Avenida Bolívar y frente a la Plaza Monumental (Plaza Urdaneta con sus dos grandes fuentes, obra del escultor Francisco Narváez), un edificio de gran masa, el bloque 1, hoy Carlos Villanueva, cuya parte central tiene siete pisos y los laterales cuatro. Al Sur y al Norte de la Avenida Bolívar los bloques 2 y 3 con cuatro pisos cada uno, con la posibilidad de aumentar su altura si fuese necesario.

Descripción de la obra

     El proyecto definitivo constó de un total de 779 apartamentos y 201 locales comerciales. Los 779 apartamentos se distribuyeron así: 29 de una habitación (3.72%), 389 de dos habitaciones (49.94%), 260 de tres habitaciones (33.38%), 89 de cuatro habitaciones (11.42%) y 12 de cinco habitaciones (1.54%). El área ocupada por los edificios, incluidos los jardines interiores, es de 55.074,65m2, o sea el 54.97% del área de la reurbanización.

     Ese primer gran proyecto que se desarrolló trajo consigo la organización de las primeras grandes empresas de ingeniería constructora del país y a la vez quedó demostrada la capacidad técnica de la ingeniería venezolana. Tan es así que la construcción total de la reurbanización El Silencio, iniciada el 4 de enero de 1942, quedó totalmente terminada e inaugurada el 20 de agosto de 1945, o sea que la obra fue realizada en 32 meses a un costo de total de 54.927.537,88 bolívares, incluidas las inversiones en la adquisición de los inmuebles, demoliciones, obras de urbanismo y construcción de edificios.

     Se trabajó a un ritmo acelerado a pesar de la situación reinante en aquel entonces, en que había dificultades para la adquisición de los equipos y materiales de construcción, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial que estaba en pleno desarrollo. 

     Deseo para terminar citar un párrafo de Juan Pedro Posani en su obra “Arquitectura de Villanueva”, por compartir totalmente lo que en él se anota: “Para Carlos Raúl Villanueva la arquitectura, el diseño, representaron algo mucho más amplio que la simple actividad enmarcada en la rutina profesional. Para él, diseñar y construir eran la actividad humana por excelencia. Con una coherencia cabal, con una adherencia perfecta a su carácter, sus sentimientos y preferencias anímicas y sensoriales, Villanueva concebía la acción de delimitar el espacio, de organizarlo y entregarlo a la vida de los demás, como la acción suprema, dotada de todo el valor simbólico del constructor, el ser más positivo”.

 

Fuentes consultadas:

Historia de la Construcción en Venezuela. Caracas: Enzo Papi Editor, 1994

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