Aniversario Universidad Central de Venezuela

Aniversario Universidad Central de Venezuela

     La Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas, La Cámara de Caracas, se suma a la celebración del tricentenario de la Universidad Central de Venezuela.

     Leonardo Palacios, presidente de La Cámara de Caracas, considera que instituciones como la UCV, de esencia académica, se fortalecen en el tiempo como espacios naturales para la formación de generaciones de pensamiento crítico y ciudadano. A 300 años de su fundación, pese a las dificultades, la UCV profundiza su papel formador, además de propiciar el debate crítico y propositivo.

Biografía del Panteón Nacional

Biografía del Panteón Nacional

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Biografía del Panteón Nacional

     Es el recinto donde se conservan los restos del Libertador y de muchos otros personajes destacados de la historia de Venezuela. Está ubicado en la parroquia San José, en terrenos donde se encontraba la ermita de la Santísima Trinidad, construida en el siglo XVIII por el albañil Juan Domingo del Sacramento Infante, e inaugurada en 1783 y destruida en 1812 por el terremoto que azotó a la ciudad de Caracas.

El 17 de diciembre de 1930, se reinauguró el Panteón Nacional, mostrando su edificio un cambio radical en su fachada y ornamentación

     El sitio donde está situado hoy el Panteón Nacional, era en 1742 un terreno sin mayor uso, situado más allá del río Catuche, en la calle que sale de la Catedral hacia el norte de la ciudad. No existían entonces ni el Cuartel San Carlos, edificado en los últimos años del siglo XVIII, ni el puente de La Trinidad, construido en 1776.

     Relata el ingeniero Edgar Pardo Stolk, en uno de sus múltiples trabajos sobre obras de interés histórico en Caracas, que un modesto albañil que vivía en las cercanías de Catuche, influenciado por el ambiente de religiosidad que dominaba la ciudad, concibió la idea de construir una ermita en homenaje a la Santísima Trinidad, aportando el valor de su único patrimonio, que era el de cuatro casitas, para iniciar la obra.

     El nombre de este humilde alarife era Juan Domingo del Sacramento de la Santísima Trinidad Infante, quien con una fe y constancia ejemplar, se dedicó a realizar la obra.

     En 1740, le comunica su idea al Prelado, quien eleva al Rey su petición; este solicita informes al Gobernador, quien apoya y recomienda la idea, y el 23 de julio de 1744 se le concede la licencia para levantar la ermita, la cual comienza el 15 de agosto de ese año con los dineros habidos por la venta de las cuatro casas y su trabajo personal.

     El 15 de marzo de 1745, Infante solicita al Ayuntamiento que le conceda para su propósito los solares vacíos, los cuales se le otorgaron el 23 del mismo mes.

     El primer Marqués del Toro le cede al artesano ocho y medios solares que tenía en el sitio. En 1747, Infante pide de nuevo al Ayuntamiento que le conceda todas las tierras realengas y el 3 de julio del mismo año, el Ayuntamiento se lo acuerda.

     Luego el albañil, ante el hecho de que el barranco de Catuche impedía el acceso desde la ciudad a su ermita, levanta dos muros que fueron el inicio del puente, el cual fue finalmente ordenado por el general José Solano y Bote, Gobernador y Capitán General de Venezuela.

     El 27 de agosto de 1770 es aprobado el plano del puente del ingeniero Manuel Clemente de Francia; se iniciaron las obras y las terminó en 1776.

     Por fin Infante termina el templo, el cual es bendecido el 15 de julio de 1783.

     Cuenta el cronista Lucas Manzano que “para el año de 1783 cuando vino al mundo Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, habíase inaugurado días antes la Capilla de la Trinidad; a ella lo llevaron sus progenitores luego de haberle echado el agua lustral su tío, el Canónigo Jeréz de Aristiguieta.

     El terremoto del 27 de agosto de 1812 que barrió buena parte de las edificaciones de Santiago de León de Caracas, echó por tierra la Capilla de la Trinidad; apenas quedó de ella en pie, una parte de la pequeña nave que reconstruyeron luego por suscripción popular. Sin embargo, era tal el abandono en que feligreses y autoridades la tenían, que su Excelencia el Libertador, en su última visita a Caracas, en 1827, al pasar el “Puente de la Trinidad”, dijo a su Edecán Ferguzon, aludiendo a la frialdad con que lo recibiera la ciudad que un día le rindiera la más insólita apoteosis:

Perteneciente a la arquitectura neogótica, el edificio del Panteón Nacional fue inaugurado solemnemente el 28 de octubre de 1876

─¿Recuerda usted, Coronel, los primeros días de mi entrada a Caracas?

─Jamás había presenciado entusiasmo semejante, ─ respondióle su fiel servidor. . .

─Hoy, ─ asienta Bolívar ─salimos como derrotados; ─ y agrega ─ “Todo es efímero en este mundo”.

Luego, frente a las ruinas de la Capillita, detiene el héroe su corcel y dice:

─ “Estas ruinas me traen recuerdos de mi niñez”:

     El culto de mi familia a la Santísima Trinidad data de mis abuelos. ¡Cuántos años ─ exclamó el glorioso Paladín ─ transcurrirán todavía para que estos escombros vuelvan a su antiguo esplendor!”

     Del templo de la Trinidad solo quedó un montón de ruinas y algo de los muros exteriores, afirma el ingeniero Pardo Stolk. Al poco tiempo se levantó a la izquierda de las ruinas una modesta capilla, donde continuó el culto al Misterio de la Trinidad.

     Fue en esta capilla, construida al lado de las ruinas, donde pasaron la noche del 16 de diciembre de 1842, los restos de Bolívar, para entrar a Caracas en medio de expresivo homenaje en la mañana del 17. Los despojos del Libertador habían arribado al país procedentes de Colombia.

     Luego fue reconstruido el edificio por la caridad pública hasta que, por decreto del 27 de marzo de 1874, el presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco, ordenó terminar la fábrica, levantar la torre que faltaba y destinar el nuevo templo a Panteón Nacional.

     Perteneciente a la arquitectura neogótica, el edificio del Panteón Nacional fue inaugurado solemnemente el 28 de octubre de 1876, día de San Simón, con el traslado de los restos del Libertador Simón Bolívar hasta ese recinto.

Monumento del escultor italiano Pietro Tenerani, el cual representa a Bolívar de pie y realizado en mármol blanco

     La urna fue introducida en un arca cineraria de estilo gótico, construida por el francés Emilio Jacquin.

     El arca era de cedro colocada en sentido norte-sur, elevada sobre el piso del presbiterio y entre la pared del fondo y el monumento del escultor italiano Pietro Tenerani que se trasladó desde la Catedral hasta el Panteón Nacional, el cual representa a Bolívar de pie y realizado en mármol blanco.

     Este monumento, que había sido decretado en la época del presidente José Antonio Páez por el Congreso Nacional, e inaugurado en 1852 por el entonces primer mandatario José Gregorio Monagas.

     A parte de muy modestos trabajos de conservación, pintura, remiendos, goteras, etc., fueron muy pocos los trabajos de reforma que se realizaron al Panteón en las primeras dos décadas del siglo XX.

     En 1930, con motivo del centenario de la muerte del Libertador, el gobierno nacional le solicitó al arquitecto español Manuel Mujica Millán un proyecto para cambiarle el aspecto vetusto al inadecuado edificio del Panteón Nacional.

     Mujica era un excelente arquitecto, tenía imaginación, habilidad y entre otras cualidades, la capacidad de dibujar perspectivas de sus proyectos; las hacía a mano suelta y utilizaba con gusto y destreza la acuarela para presentarlos. Muy pronto comenzó a ser el arquitecto de todo lo que se construía en la capital en esa época. Proyecto urbanizaciones, iglesias, edificios, quintas. Fue el arquitecto de la iglesia de Santa Rosa de Lima y el proyectista de la Catedral de Mérida.

El Panteón Nacional está ubicado en terrenos donde se encontraba la ermita de la Santísima Trinidad, construida en el siglo XVII

     Mujica presentó el proyecto de las fachadas del Panteón Nacional e inició las obras, las cuales deberían estar listas para el 17 de diciembre de ese año 1930, cuando se cumplían los cien años del natalicio de Simón Bolívar. No obstante, el ministro de Obras Públicas, al ver que las obras no podían estar concluidas para esa fecha, rescindió el contrato a Mujica y, aun cuando respetó el proyecto del arquitecto español, y lo designó director artístico de las obras, fueron contratados los ingenieros Guillermo Salas y Hernán Ayala para la culminación de la edificación.

     Se comenzó a trabajar entonces en dos turnos diarios; de 7 de la mañana a 5 de la tarde, y de 5 de la tarde a 2 de la madrugada, incluyendo los sábados.

     La reforma integral incluyó una torre central, dos torres laterales, pórticos nuevos, acabados interiores y exteriores de las torres, ornamentación, fachadas laterales y reparaciones interiores del edificio.

     El 17 de diciembre de 1930, se reinauguró el Panteón Nacional, mostrando su edificio un cambio radical en su fachada y ornamentación.

     Con posterioridad a estas obras, el Panteón Nacional recibió reparaciones menores: pintura varias veces, se colocaron lozas y zócalos de mármol. También se le hicieron manteamiento a algunos monumentos y se erigieron unos nuevos.

     La edificación fue luego declarada Monumento Nacional, el 25 de julio de 2002. En el marco del bicentenario de nuestra independencia y por iniciativa del entonces presidente Hugo Chávez, en el año 2010 se iniciaron trabajos restauración del Panteón Nacional y la construcción de un mausoleo en honor a Simón Bolívar.

     Un día antes del anuncio presidencial sobre la construcción del mausoleo, se realizó la exhumación de los restos de Simón Bolívar, para verificar si la causa de su muerte había sido tuberculosis.

     La Fundación de Estado para Planes y Proyectos Especiales (FOPPE), adscrita al despacho de la Presidencia, fue la encargada de la construcción del mausoleo. Los encargados de la arquitectura fueron Francisco Farruco Sesto, Lucas Pou, Gilberto Rodríguez y Orlando Martínez Santana.

     El mausoleo estaba listo para ser inaugurado el 17 de diciembre de 2012, pero debido a las condiciones de salud de Hugo Chávez, la fecha de inauguración se pospuso. Finalmente y luego de la muerte del presidente Chávez, el 5 de marzo de 2013, la obra fue inaugurada el 14 de mayo de 2013. El acto estuvo presidido por el entonces primer mandatario Nicolás Maduro, y contó con la presencia del alto gobierno.

     Edificio con forma de rampa en ascenso, de tendencia moderna y vinculado al antiguo Panteón Nacional por un pasillo, tiene 54 metros de alto.

     Abarca 2.000 metros cuadrados, con una capacidad para recibir hasta 1.500 personas. La estructura fue hecha con cerámica blanca, acero ensamblado en talleres del país, láminas traídas de Suiza, cerámicas de España, granito negro de Suráfrica y acero corten de Estados Unidos.

     Es de resaltar que cada año, el 5 de julio, en el marco de la firma del Acta de la Independencia, el presidente de la República presenta una ofrenda floral en honor de los que murieron al servicio del país.

     La Constitución Nacional vigente de Venezuela establece que para que los restos de un personaje histórico sean ingresados en el Panteón Nacional, deben haber transcurrido al menos 25 años de su muerte.

     «Esta decisión, de acuerdo al artículo 187 de la Carta Magna, podrá tomarse por recomendación del presidente de la República, de las dos terceras partes de los gobernadores de Estado o de los rectores de las Universidades Nacionales en pleno».

Fuentes consultadas:

  • Pardo Stolk, Edgar: “El Panteón Nacional”. En: Centenario del Panteón Nacional. Caracas: Oficina Central de Información (OCI), 1975; Págs. 167-204

  • Manzano, Lucas. “La Capilla de la Trinidad”. En: Elite. Caracas, 2 de abril de 1937

Caracas, una percepción entre el siglo XIX y el XX

Caracas, una percepción entre el siglo XIX y el XX

POR AQUÍ PASARON

Caracas, una percepción entre el siglo XIX y el XX

Para 1810 residían en Caracas cerca de 50.000 almas

     A lo largo de la historia, la ciudad ha sido objeto de distintas consideraciones, en especial su papel en el desarrollo de una nueva forma de acumulación, distribución e intercambio basada en el modelo capitalista. Por lo general, se tiende a confundir este importante escenario de la era y mundo moderno porque, por lo general, muchos creen que ella surgió en la modernidad o con el capitalismo. Sin embargo, la ciudad es de larga data y su papel dentro de las comunidades humanas ha cambiado en conjunto con las esferas económica, social, política, económica y cultural.

     En el texto Fábrica de ciudadanos. La construcción de la sensibilidad urbana (Caracas 1870-1980) su autor, Rafael Cartay (Barinas, 1941) le dedica un aparte, de unas treinta páginas, que vale la pena rememorar y que me permite disertar acerca de la ciudad y sus inherencias caraqueñas. Este historiador venezolano inició su disertación al poner en evidencia que una gama de especialistas, en temas dedicados a la ciudad, no han logrado llegar a conclusiones definitivas respecto a su verdadera significación histórica.

     Cita un ejemplo, de hecho, el dominante y divulgado por quienes se asumen legatarios del marxismo, la de oponer al “campo”, o la oposición rural – urbano. Durante las décadas del sesenta al ochenta fue una preocupación entre universitarios, en especial geógrafos.

     Cartay prefirió un enfoque más actual según el cual la ciudad guarda en su seno lo rural, es decir, si se pretende una aproximación a su rol en la historia, debe ser asumido su estudio bajo un lente plagado de heterogeneidad, pluralidad, cruces e intersecciones. En todo caso, lo recomendable es extender un estudio donde se destaque la multiplicidad y la variedad de los intercambios humanos de los que ella ha sido escenario. El autor subraya la necesidad de estudiar el proceso histórico en el que se contextualiza su conformación moderna. De igual manera, reveló la necesidad de un acercamiento a las redes económicas, las formas de intercambio de bienes y servicios que ayudan a satisfacer las necesidades de sus pobladores como de otros más allá de sus linderos.

     Una de las primeras consideraciones que hace este historiador acerca de este tema es que, el proceso de urbanización en el país “ha sido tardío pero explosivo”. Esto se evidencia con los cambios que comenzó a experimentar Venezuela en el siglo XX. Hablar de una ciudad moderna antes de esta centuria resultaría arriesgado puesto que el territorio venezolano fue teatro de cambios importantes, en lo concerniente a su urbanismo, en la década del treinta del 1900. Cartay tomó algunas cifras de un estudio hecho por CORDIPLAN en 1968. Según se estimó en este año para 1936 un 66 por ciento de la población era rural y el resto, un 34,7 por ciento, ocupaba espacios urbanos.

     El cambio fue rápido porque para 1961 el 67,5 por ciento de la población era urbana y un 32,5 por ciento rural. Para la década del noventa cerca de un ochenta por ciento de la población había devenido urbana. Se debe agregar que este vertiginoso giro no fue un atributo venezolano, también en otras porciones territoriales del orbe sucedió algo similar. Cartay adjudicó estas transformaciones al aporte de las migraciones externas y por medio del despliegue de las políticas de salud pública. Por supuesto, estos cambios concitaron otras situaciones al interior de las ciudades, en especial, en lo que refiere a los inmigrantes internos y externos. Distintos estudios señalan que Caracas, en la primera década del 1900, no superaba los noventa mil habitantes. La capital de la república no mostraba grandes contrastes con respecto a su estructura durante el 1800, con calles estrechas, pavimentadas en el Centro, pocas aceras, casas de un solo piso, con ventanales que sobresalían e impedían un tránsito fluido por las aceras, las casas de mampostería las poseían quienes tenían recursos económicos. Era la Caracas de los techos rojos a las que Pérez Bonalde dedicó algunos de sus poemas y Núñez sus eruditas crónicas.

Caracas, hacia 1920 contaba con 118.000 pobladores, y treinta años más tarde, superaba el millón de personas

    Cartay resume en pocas palabras lo que Picón Salas y García Sánchez escribieron acerca de una Caracas decimonónica en pleno siglo XX. Quienes venían de La Guaira se encontraban con Caño Amarillo adonde se asentaban familias en casuchas de barro y techos de zinc, pulperías regentadas por isleños y las lavanderías administradas por chinos, coches halados por caballos, mulas con las que se trasladaban mercancías, pensiones miserables y burdeles de mala reputación.

     Caracas continuaba siendo una ciudad con pocas atracciones, salvo las retretas y tertulias de la Plaza Bolívar o las visitas a la iglesia, con dos salas de cine y un solo hotel con algunas comodidades, el Klindt. Una ciudad en la que aún se veían restos del sismo de 1812 y merodeadores sin calzado y trajes harapientos.

     La fundación de Caracas fue tardía respecto a otras ciudades del orbe. Después de sesenta y nueve años de haber desembarcado los primeros contingentes españoles, en 1567 fue fundada a instancias de Diego de Losada, luego de la fundación de El Tocuyo, Coro y Cumaná. Para 1810 residían en ella cerca de 50.000 almas. Hacia 1920 contaba con 118.000 pobladores, en 1956 superó el millón de personas, dos millones para 1965 y los tres millones para 1990. Cartay recuerda que para 1965 albergaba una quinta parte de la población del país, “pero en ella se cometía más de la mitad de todos los delitos registrados en el país”.

     Ya para este año se cifran en un número de 400.000 familias habitando en ella y que llevaban su existencia diaria en ranchos que no contaban con servicios básicos. Una población que fue sembrando en su aparato psíquico la desesperanza, el abandono y el resentimiento. La ciudad comenzó a extenderse hacia el lado sur del río Guaire, con un puente y un tranvía, abriendo paso a la urbanización El Paraíso. Luego de la década de 1930 se desplegó hacia el lado este. Cartay estableció que, la ciudad comenzó a alejarse de sus atributos “y se vuelve anárquica y policéntrica, sin principio ordenador y sin reglas, continuamente en transición hacia un modelo que nadie conoce ni regula”.

     El autor califica al año de 1920 como el de la transición de una comarca meramente rural a una de predominio urbano. En este año la capital de la república contaba con algunos servicios públicos rudimentarios, como electricidad, teléfonos, acueductos y cloacas. Una ciudad aldeana con matices afrancesados heredados de los tiempos de Guzmán Blanco desde la década de 1870. Para este año de 1920 había 13.476 viviendas, cifra no muy distinta a la de 1890 que fue de 13.419 viviendas. Los caraqueños vivían en insalubres “corralones” o casas de vecindad, con un solo baño. Caracas comienza a cambiar su fisonomía después del fallecimiento de Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935.

     La ciudad que se comienza a transformar en este tiempo vio alentado el ímpetu modernizador a la luz de los ingresos petroleros. En 1938 se creó la Dirección de Urbanismo. Quienes la encabezaron buscaron asesoría de ingenieros franceses para elaborar un plan de urbanismo en correspondencia a lo que ya se venía realizando en ciudades como Buenos Aires, La Habana, Santiago de Chile y Bogotá. Bajo esta iniciativa se estableció el Plan Rotival (1940). Aunque no fue generalizado lo que desde sus propuestas se llevó a cabo se construyó la avenida Bolívar, inaugurada el 31 de diciembre de 1949 y se reorganizó el barrio El Silencio que, anteriormente, amparó en su seno prostíbulos, bares con mala reputación y la concomitante miseria.

Panorama de Caracas, Venezuela circa 1900.

     Quizás, las mayores evocaciones relacionadas con el cambio de la ciudad sean la fundación de la urbanización El Paraíso, mediante un decreto de Andueza Palacio en 1891, con lo que lugares como El Calvario, Antímano y Los Chorros fueron desplazados como sitios de esparcimiento, y la aparición del tranvía eléctrico en 1905, cuyo recorrido era Caño Amarillo y Sabana Grande. Escribió Cartay que la urbanización El Paraíso fue el primer urbanismo moderno de la ciudad.

     Su prístino nombre fue Ciudad Nueva. Se estableció en los antiguos terrenos de la hacienda de los Echezuría, adquiridos en 1890 por la Compañía de Tranvías de Caracas. Luego de cuatro años se establecieron las primeras viviendas cuyos primeros ocupantes fueron las familias Boulton, Eraso,Torres Cárdenas, Francia, Zuloaga y Pacanins.

     Para 1906 el Jockey Club adquirió unos terrenos donde se construyó el hipódromo, inaugurado en 1908. Cuando la urbanización se extendió lo hizo en correspondencia con la avenida 19 de Diciembre. 

     Durante los primeros treinta años del 1900 fue un lugar de distracción porque concentraba un hipódromo, una gallera, un campo de atletismo propiedad de alemanes, el estadio de béisbol Los Samanes, una amplia laguna, el parque de La República y las plazas Petión y Madariaga. A finales del 1800 se construyó un edificio, sede de la primera exposición industrial de Venezuela (1895), el que luego serviría para labores educativas que lleva por nombre San José de Tarbes.

     Los más desafortunados fueron extendiendo la ciudad hacia el lado oeste. Asentamientos como Barrio Obrero, San Agustín del Sur, Agua Salud, Catia, Los Jardines del Valle se constituyeron en las primeras décadas del 1900. En los primeros veinte años de esta centuria la ciudad se expandió hacia el este. Primero fueron Los Chorros, a los que le seguirían, La Florida, Las Delicias de Sabana Grande, Campo Alegre, el Country Club, Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes, entre otros. Las primeras edificaciones para los sectores de menores recursos se llevaron a cabo en la década de 1950 e inspiradas en construcciones francesas.

     En palabras de este historiador barinés, las restricciones topográficas del estrecho valle caraqueño que acota el área habitable y utilizable por las actividades económicas, administrativas, políticas, sociales y de esparcimiento, contribuyó a que los espacios territoriales incrementaran su valor. Ello contribuyó, en gran proporción, a que los pobladores de escasos recursos recurrieran a invadir las colinas aledañas. Los sectores más pudientes llevaron a la ciudad un patrón lineal y alargado, “disperso y de altos costos”. Mientras los más pobres ocuparon terrenos poco estables y en el lecho de quebradas. La denominada clase media que comenzó a crecer a mediados del 1900, “se ubicó dentro de un patrón de alta densidad, conocida como de ‘propiedad horizontal’, en diversas localizaciones”.

     Lo que denomina Cartay “patrón segregacionista” responde a la misma forma como se encuentra estructurada la comunidad nacional y la sociedad venezolana. También, esta segregación se puede apreciar en otras grandes capitales de los distintos países latinoamericanos. De acuerdo con él, ha sido la concentración de la burocracia estatal e industrial las que han contribuido con la segmentación de la población. Cartay ofreció algunas cifras ilustrativas en lo concerniente a este asunto. Para 1967, en la ciudad capital se concentraba el 46 por ciento del personal contratado por la industria y la mayor parte de los empleados del Estado. Años después, en 1980, las cifras se mantenían o se habían elevado, puesto que el 66 por ciento de los establecimientos industriales del país se localizaban en las regiones capital y central, “con más del 45 por ciento del capital fijo y más del 70 por ciento del personal empleado en el parque industrial del país”.

     En términos generales, Caracas rememora el cerro El Ávila, también su viabilidad a la que las autoridades han prestado mayor atención. Una característica les acompaña a las distintas edificaciones en ella asentadas, ventanas y puertas tras rejas de seguridad, un deteriorado sistema de transporte público, con escasos lugares de esparcimiento, pero sí con una variedad de centros comerciales y ventas callejera de comidas. En fin, lo que se puede apreciar en la vía pública expresa lo que un desarrollo inarmónico y anárquico ha hecho de la capital venezolana.

El Ávila Indígena: Waraira Repano

El Ávila Indígena: Waraira Repano

POR AQUÍ PASARON

El Ávila Indígena: Waraira Repano

FelicianoEl Ávila, visto por el maestro Manuel Cabré Montenegro Colón

     El cerro Ávila, oficialmente llamado Waraira Repano, es un parque nacional (1958) localizado en la cadena del litoral central de la Cordillera de la Costa, en el centro-norte de Venezuela.

     Ubicado en la fila montañosa al norte de Caracas, se extiende por todo el norte del estado Miranda y sur del estado La Guaira.

     El Ávila posee cuatro cumbres relevantes: el Pico Naiguatá, con una altura de 2.765 metros sobre el nivel del mar, el Pico Oriental con 2.640 metros, el Pico Occidental con 2.480 metros y por último el Pico El Ávila con una altitud de 2.250 metros.

     El cerro era conocido por los aborígenes habitantes del valle de Caracas como “Waraira Repano», que significa “Sierra Grande”. No obstante, el historiador José Oviedo y Baños señala que para el siglo XVI la imponente montaña, que se erige frente a la ciudad, comenzó a ser conocida como Ávila. El origen del nombre proviene de un alférez mayor de campo, de nombre Gabriel de Ávila, quien acompañó al español Diego de Losada en la conquista y población del valle del río Guaire.

     En 1568, ya fundada Santiago de León de Caracas, Gabriel participó en la batalla de Maracapana, librada por Losada contra un grupo de caciques indígenas que pretendían recuperar la soberanía sobre el valle.

     En 1573, el alférez mayor fue nombrado alcalde de Caracas. Para entonces era propietario de unas tierras cultivadas al norte de la ciudad, a la que llamó Estancia de los Ávila, de ahí surgiría el nombre del cerro. Fue el fundador de la familia Ávila que primero se estableció en Caracas. Uno de sus descendientes es el sacerdote José Cecilio Ávila, rector de la UCV, entre 1825 y 1827), años en los que fundó nuevas cátedras y exhortó a Simón Bolívar para que le diera protección a la enseñanza de la educación superior.

Desde 1958, el cerro Ávila es Parque Nacional

Sierra Grande

     En 1960, el escritor Julián Padrón publicó en la Revista Shell, uno de los mejores trabajos históricos sobre el cerro Ávila.

     Se pregunta Padrón, en los inicios de su artículo: “¿Qué idea del Ávila tenían los aborígenes del valle de Caracas?

     De inmediato el célebre literato oriental responde:

     “Once años después del establecimiento de los españoles en el valle, el Gobernador Don Juan de Pimentel calculaba en 4.000 los indios más cercanos a los pueblos de Santiago y Caraballeda. Vivían seguramente en el valle, al borde de los ríos y de las quebradas, junto a sus siembras, en barrios de pocas casas. 

Desde 1958, el cerro Ávila es Parque Nacional

     Los pueblos de indios estaban separados unos de otros por varias leguas, y se comunicaban entre sí por caminos torcidos sobre tierra doblada y en parte montañosa. Los de tierra adentro trocaban cosas de comer por sal y pescado con los de la mar. No tenían adoraciones ni santuarios, ni casa ni lugar dedicado a ello; pero tenían piaches a quienes respetaban. El gobernador señala otros hábitos y costumbres de los indios que son los que repiten todos los conquistadores.

     En medio de esos indios de la nación caracas estaba esa serranía que presiden los picos Ávila, La Silla y Naiguatá; los que habitaban la costa contemplaban el rostro adusto, vertical, de la sierra que mira al mar, con blancura de espuma al pie y blancura de nube en la cabellera. Los que moraban en el valle tenían una imagen de verdura desde el pie del monte hasta la línea de la fila que corta en escotaduras el azul del cielo. Algo similar a quienes hoy lo contemplan desde el horizonte del mar litoralense, y a quienes lo hacen viajando por la carretera de Catia a Petare.

     Desgraciadamente no tenemos ningún testimonio donde conste la admiración que los caracas sentían por el Ávila. Los etnólogos y arqueólogos no han descifrado todavía las inscripciones aborígenes que aparecen en las piedras y estelas de los alrededores. Pero el caraqueño actual que haya tenido la fortuna de admirar la montaña en la cima del cerro el Volcán, situado al sur, desde donde se abarca en una visión panorámica los pueblos de Baruta y El Hatillo las serranías del Tuy, y todo el valle desde Catia hasta Petare con la extraordinaria montaña al fondo, podrán comprender por qué a toda esa sierra los indios la llamaban Waraira Repano, que quiere decir Sierra Grande”.

Fuentes Consultadas

  • Caracas, 22 de abril de 2010, decreto N° 7.388, mediante el cual se dispone que la extensión que comprende el Parque Nacional “El Ávila” se denominará en lo adelante Parque Nacional “Waraira Repano”.
  • Biern, Pedro Luis. El Ávila su Historia. Caracas: Corporación Prag, 1980.
  • Padrón, Julián. El Ávila indígena. Revista Shell. Caracas, abril de 1960.

Orígenes del Cementero General del Sur en Caracas 1875-1904

Orígenes del Cementero General del Sur en Caracas 1875-1904

OCURRIÓ AQUÍ

Orígenes del Cementero General del Sur en Caracas 1875-1904

     El 5 de julio de 1876, se inauguró el cementerio en presencia del presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco; diez días más tarde, se sepultó en ese camposanto el primer cadáver. En 1889, se adquirió un lote de terreno para realizar la primera ampliación del cementerio. El investigador histórico Manuel Landaeta Rosales realiza en este trabajo una minuciosa recopilación de los primero 30 años este singular recinto

     El caraqueño Manuel Landaeta Rosales (1847-1920) fue un militar durante su juventud, pasando luego a desempeñar importantes cargos en la administración pública hasta 1889, cuando se dedicó con ahínco a la investigación histórica. Realizó importantes trabajos de acopio, resguardo y divulgación de documentos históricos. El mencionado año de 1889 fue designado director de la oficina responsable de la edición y publicación de la Gran recopilación geográfica, estadística e histórica de Venezuela, labor que llevó a cabo con una encomiable minucia. Entre sus numerosas obras, en las que destacan publicaciones, manuscritos y compendios sobre los periodos de gobierno de Antonio Guzmán Blanco, Juan Pablo Rojas Paúl, Joaquín Crespo, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, está la historia del Cementerio General Sur, desde su creación, en 1875, hasta 1904; allí demuestra su insuperable y valioso trabajo.

Mausoleo del ex presidente de la República, general Joauqín Crespo, 1898

Así nació el Cementerio General del Sur

     “Al regresar el general Antonio Guzmán Blanco, presidente de la República, de la campaña de Coro, en marzo de 1875, se ocupó de la necesidad que tenía Caracas de un cementerio adecuado para su población que llenara las condiciones de capacidad, decencia e higiene necesarias. Al efecto comisionó al gobernador del Distrito Federal, general Lino Duarte Level, para localizar el terreno conveniente para tal objeto. Este, acompañado de su secretario, el doctor Miguel Caballero, recorrieron los alrededores de Caracas y se fijaron en el Rincón de El Valle en un terreno que llamaban Tierra de Jugo (diz que por el apellido de uno de sus antiguos dueños), terreno que forma una planicie inclinada suavemente y rodeada de colinas a su espalda. El general Guzmán Blanco, acompañado del mismo Duarte Level, del ingeniero Jesús Muñoz Tébar, Ministro de Obras Públicas, y de otras personas más, vio el terreno y lo creyó apropiado a su objeto.

     El 13 de julio de aquel mismo año de 1875, se dictó una resolución a través del Ministerio de Obras Públicas, mandando construir el cementerio en el lugar referido.

     El plano y presupuesto para la obra lo levantó el citado ingeniero Muñoz Tébar, quien dirigió los trabajos.

     La Junta de Fomento para la obra la compusieron los señores Carlos Arvelo, Juan Bautista Picard y Guillermo Espino.

     El 3 de julio de 1876, el general Guzmán Blanco dictó un decreto declarando abierto al público aquel cementerio, el 10 del mismo mes y año, y prohibiendo enterrar en los otros existentes, que eran “Los Hijos de Dios”, “Las Mercedes”, “San Simón”, “Los Canónigos”, el de “Los Ingleses” y el de “Los Alemanes” y en los Templos, Capillas y otros lugares.

     El mismo 3 de julio dictó el Concejo Municipal el Reglamento del Cementerio, siendo presidente de aquel cuerpo el general Francisco Tosta García, gobernador del Distrito Federal, y secretario del Concejo el señor Carlos Blanco Aranda.

     El 5 del mismo mes de julio, se inauguró solemnemente el cementerio en presencia del general Guzmán Blanco, que fue allí acompañado por muchos empleados de la nación y del municipio, fuera del gran número de ciudadanos que concurrieron al acto. Entre los circunstantes se hallaba el señor Roque Cocchia, delegado Apostólico de Su Santidad Pío IX y el Cuerpo Diplomático. El señor Carlos Arvelo, presidente de la Junta de Fomento del Cementerio, hizo entrega de la obra al Ministro de Obras Públicas, ingeniero Muñoz Tébar, después de un discurso análogo al solemne acto, y éste se dirigió al gobernador Tosta García poniéndolo bajo la égida del Concejo Municipal que éste presidía. El administrador del cementerio, general Salvador Quintero, hizo constar todo en un libro titulado Anales del Cementerio General del Sur.

     El costo de la obra hasta su inauguración, inclusive el mobiliario del edificio de la Administración, alcanzó a los 45.753, 78 venezolanos, o sea 228.768,90 bolívares.

Marmolería Riversi, 1904

Primer entierro

     El primer cadáver que se sepultó en el Cementerio General del Sur, el 10 de julio de 1876, fue el de Bonifacio Flores, de Valencia, miembro de la banda de música de Caracas. También se enterraron allí el mismo día, al general Guillermo Goiticoa, de Caracas, y a José Conrado Olivares, de Guayana, todos adultos.

     El 7 de febrero de 1877, se extendió hasta el Registro Público de esta capital, la escritura del terreno del cementerio, comprado a varias personas. Consta de 117 hectáreas y 6.818 metros siendo su importe de 2.400 venezolanos o sea 12.000 bolívares. El tesoro municipal erogó la suma.

     A petición de muchas personas de Caracas, el Concejo Municipal facultó el 12 de julio de 1877 al gobernador del Distrito Federal, para que hiciera abrir al público los cementerios que estaban clausurados desde el 10 de julio del año anterior; y aquél, que lo era entonces el general Rafael Carabaño, así lo ordenó por resolución del día siguiente, quedando el Cementerio General del Sur clausurado por entonces.

     Triunfante la Revolución llamada de la Reivindicación en febrero de 1879, vino de Europa el general Guzmán Blanco a ponerse a la cabeza de ella con el carácter de Supremo Director, y uno de sus primeros actos fue hacer poner en actividad nuevamente el Cementerio General del Sur y clausurar los otros, como se ve en la resolución del gobernador interino del Distrito Federal, doctor José María Manrique, de fecha 4 de marzo siguiente.

     El señor José Félix Blanco celebró con el gobernador del Distrito Federal el 20 de mayo de 1884, un contrato para establecer una Empresa Funeraria y Cerería estilo americana, y para la construcción de bóvedas subterráneas de mampostería o metal, pero no se llevó a cabo tal contrato.

     El 1 de agosto de 1887, el general Guzmán Blanco dictó un decreto mandando abrir una cortada en las colinas del Portachuelo de El Valle, para prolongar la calle Sur 5 y acortar la distancia al Cementerio General del Sur.

     Al fin de aquella cortada iría una capilla donde se rezarían los oficios a los difuntos. La Junta de Fomento de estos trabajos la compusieron los señores Guillermo Espino, Bonifacio Coronado Millán y Luis R. González y el ingeniero director Juan de Dios Monserrate, y fueron inspectores, el general Gregorio Cedeño Colón, primero, y después, David Montiel. Los trabajos de la cortada que nunca se llevó a cabo completamente, alcanzaron el valor de Bs. 241.348,77 y los de la Capilla Bs. 40.855,50. Esta última no se concluyó tampoco y fue demolida más después de 1893.

     El agua potable se condujo al cementerio por un contrato con el ingeniero Juan de Dios Monserrate, en 1888, pues los trabajos y el riego de los árboles y arbustos se hacían con el agua de una acequia del señor Guillermo Espino que corre cerca de allí.

Ampliación del cementerio

     El 15 de noviembre de 1889, se compró el segundo lote de terreno para ensanchar el cementerio. Su extensión alcanza 51.154 metros y su precio fue de Bs. 10.000, que pagó la nación. Esta escritura fue registrada en esta ciudad, hallándose inserta, como la del terreno primitivo, en la memoria que el gobernador del Distrito presentó al Congreso de 1899. Los linderos son los siguientes: El del primer terreno comprado en 1876, así: por el Norte, Sur y Oeste, las filas de los cerros, cuyas vertientes caen al terreno plano del Cementerio; y por el Este, la portada y paredones allí construidos.

     Los comprados en 1889, éstos: por el Norte, el cementerio general del Sur, camino llamado de la pica con terrenos de Antonio Pulido, Isidoro Obregón e Hipólito Molina; por el Naciente, terrenos del propio vendedor José de jesús González; y por el Poniente, la fila del cerro conocida con el nombre de Guarataro.

     Las primeras aceras del interior del cementerio se hicieron por un contrato entre Eloy Escobar Llamozas y el gobernador, trabajos que corrieron en 1890 por cuenta del Ministerio de Obras Públicas, costando Bs. 24.650.

     Por resolución de la Gobernación del Distrito Federal, de fecha 24 de septiembre de 1891, se nombró una Junta de Fomento para el cuido, mejora y conservación del cementerio, la cual la compusieron los señores Guillermo Espino, Luis R. González, Manuel Oramas y Guillermo Anderson.

 

     El 15 de diciembre de 1892 el señor A. M. Jelambi dirigió unas proposiciones al gobernador del Distrito Federal para empedrados monolíticos y aceras de concreto romano dentro del cementerio y principió los trabajos el 10 de febrero de 1893 y se suspendieron el 10 de noviembre siguiente, después de un gasto de Bs. 111.638,40.

     El boulevard que conduce de El Rincón de El Valle al cementerio, se hizo de 1893 a 1896, durante el gobierno del general Joaquín Crespo. Las aceras y camellón por varios encargados y contratistas y los árboles lo mismo.

     Los señores Enrique Fánger y Fernando Morales, formaron en 1893 una “Agencia Sepulcral”, para asear, cuidar y conservar las tumbas y para construir catafalcos en el cementerio, la cual duraría como ocho meses en actividad. 

     El señor Nicolás Arturo Díaz estableció en 1894 la Agencia “Cruces-marcas”, para las sepulturas. Después de muerto aquél, siguió su esposa en la misma agencia, hasta que muerta aquélla también, siguió el mismo negocio su hermano Manuel Camacho.

     El señor Adolfo Ruiz hizo un contrato por cinco años con el gobernador del Distrito el 11 de mayo de 1895, para construir bóvedas portátiles de concreto romano para sepultar en el cementerio General del Sur. El Concejo Municipal lo aprobó el 15 de julio siguiente, pero para principios de noviembre de 1898 terminó.

     El tranvía al cementerio que parte de la línea férrea de Caracas a El Valle, se inauguró a mediados de noviembre de 1895.

     El Concejo Municipal del Distrito Federal dictó otra Ordenanza sobre cementerios el 11 de julio de 1897 y derogó la del 3 de abril de 1876.

     El primer cuadro demográfico que se ha formado en Caracas fue del año 1897, que hizo el general Carlos Márquez García, siendo administrador del cementerio, por primera vez, cuadro que se insertó en el diario El Derecho, número 394, de 10 de enero de 1898. Además adelantó el trabajo de otros años anteriores para formar la demografía de Caracas desde 1876 en adelante.

El 5 de julio de 1876, se inauguró el cementerio en presencia del presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco

     El señor Julio Carrera hizo un contrato con el Concejo Municipal de Caracas para construir a su costa una capilla funeraria que llamaría “Cruz de María”, para depósito de restos humanos, la cual se levantaría frente al cementerio. A los veinte años pasaría a ser propiedad municipal. El contrato se firmó el 23 de junio de 1898, pero no se llevó a cabo.

     El gobernador del Distrito Federal, por resolución de 2 de noviembre de 1898, nombró una Junta administradora del cementerio, compuesta de los siguientes ciudadanos; Federico Alcalá, Miguel R. Ruiz, Pedro Pablo Azpúrua Huizi, Juan Bautista Egaña y Eduardo Montauban. Dicha junta fue eliminada el 10 de marzo de 1900, pero el tesorero Montauban había renunciado días antes y en su lugar estaba el señor Pablo S. Guerra. Esta junta hizo arreglar los registros de defunciones en forma estadística: reglamentó la construcción de bóvedas y fosas, construyó 13 aceras de concreto romano con 843 metros de longitud todas, como se ve del informe que pasó el 12 de noviembre de 1899, que corre inserto en la Gaceta Oficial número 7.785 del 24 del mismo mes y año.

     Los entierros se efectúan en Caracas en carros fúnebres desde 1868, y todavía muchos acostumbran hacerlo en lo que llaman Andas y a la mano de párvulos.

     El servicio se hace desde hace más de 40 años por “Agencias Funerarias” montadas al estilo moderno y más adelantado. También el “Tributo a los Pobres”, asociación benéfica fundada el 1° de junio de 1880, ha prestado y presta sus valiosos servicios a la parte desvalida.

     El precio por metro cuadrado de terreno a perpetuidad que se le dio por decreto del general Guzmán Blanco, el 3 de julio de 1876, fue de diez venezolanos, y dos venezolanos por derecho de sepultura.

     El gobernador del Distrito Federal, general Emilio Fernández, por resolución de 10 de marzo de 1900, dividió el terreno del cementerio en seis cuadros o cuarteles, fijando los siguientes precios 

  •          cuartel……………… 60 bolívares
  •          cuartel……………… 50 bolívares
  •          cuartel……………… 40 bolívares
  •          cuartel……………… 30 bolívares
  •          cuartel……………… 20 bolívares
  •          cuartel……………… 10 bolívares
El Cementerio el Día de los Difuntos

     El 18 de junio de 1904, el gobernador del Distrito Federal, general Ramón Tello Mendoza, dictó una ordenanza para el Cementerio General del Sur en ciertos puntos.

     Los artículos 27 y 28 de aquella ordenanza dicen así:
     Art. 27. El Cementerio General se divide en seis cuerpos o cuarteles de ciento cincuenta metros lineales de longitud, por el ancho que actualmente tienen, y sus valores son los siguientes:

  • Primer cuerpo o cuartel del centro, de derecha a izquierda, cincuenta bolívares (Bs. 50), el metro cuadrado.
  • Segundo cuerpo o cuartel, en la misma forma, cuarenta bolívares (Bs. 40).
  • Tercer cuerpo o cuartel , treinta y cinco bolívares (Bs. 35).
  • Cuarto cuerpo o cuartel , treinta bolívares (Bs. 30).
  • Quinto cuerpo o cuartel , diez y seis bolívares (Bs. 16).
  • Sexto cuerpo o cuartel, ocho bolívares (Bs. 8).

Art. 28. El nuevo ensanche del Cementerio General, según el plano levantado por el Ingeniero Municipal, se divide en la forma que sigue:

  • Primer cuerpo o cuartel, situado en frente del edificio, de Norte a Sur, que corresponde a primer cuerpo o cuartel central, cincuenta bolívares (Bs. 50) el metro cuadrado.
  • Segundo cuerpo o cuartel, en la misma situación, y que corresponde al segundo cuerpo central, cuarenta bolívares (Bs. 40)
  • Tercer cuerpo o cuartel, en igual situación a los anteriores, que corresponde también al tercero del central, treinta y cinco bolívares (Bs. 35).
  • El cuarto cuerpo o cuartel, se considera por su situación topográfica, como un cuerpo o cuartel “Especial” y su valor es de ocho bolívares (Bs 8).

     El 21 de junio de 1904, el mismo gobernador, general Ramón Tello Mendoza, dictó una resolución nombrando una Junta de Fomento, para que corriera con la administración del Cementerio, compuesta aquella del mismo gobernador como presidente, de Federico Alcalá como primer vicepresidente, de P. P. Azpúrua Huizi como segundo vicepresidente, y de Alcides Ayala como tesorero.

     El Artículo de aquella Resolución dice así:

     5° El Administrador General de rentas Municipales llevará en cuenta, por separado, el producto de los ingresos del cementerio, tales como “Terrenos a perpetuidad”, “Derechos de inhumación”, “Derechos de bóvedas”, etc., etc., para con ellos atender, la expresada Junta, a los gastos de empleados y de Fomento y Ornato de la Necrópolis.

     El 4 de julio del mismo 1904 se instaló aquella Junta, entrando en lugar del señor Azpúrua, que se encontraba enfermo, el señor Tomás Reina, y aquella Junta ha mantenido en el mayor aseo el cementerio y atendido debidamente a sus obligaciones.

     El valor de los monumentos, estatuas, capillas, mausoleos, túmulos y demás objetos de arte, colocados en el Cementerio General del Sur, montan a más de 4.000.000 de bolívares, fuera del costo de él, que no bajará de otro millón de bolívares como hemos visto.

  •      Actualmente existen en Caracas las marmolerías siguientes:
    Emilio Aagaard, lapidario
    Eusebio Chellini, fabricante de piedra artificial
    Julio Roversi, comerciante en estatuas, túmulos, monumentos, etc., para cementerios
    E. Marré y Ca., ídem, ídem, ídem.
    E. Gariboldi, ídem, ídem, ídem y fabricante de ellos.
    Francisco Pigna, marmolista

     Los mejores monumentos que hay en el cementerio han sido traídos de Italia y de otras naciones de Europa.

FUENTES CONSULTADAS

  • Landaeta Rosales, Manuel. Los Cementerios de Venezuela desde 1567 hasta 1906: Tipografía Herrera Irigoyen, 1906

Loading
Abrir chat
1
Contacta a nuestro equipo.
Escanea el código
Contacta a nuestro equipo para aclarar tus dudas o solicitar información.