Durante los primeros treinta años del 1900 fue un lugar de distracción porque concentraba un hipódromo, una gallera, un campo de atletismo propiedad de alemanes, el estadio de béisbol Los Samanes, una amplia laguna, el parque de La República y las plazas Petión y Madariaga. A finales del 1800 se construyó un edificio, sede de la primera exposición industrial de Venezuela (1895), el que luego serviría para labores educativas que lleva por nombre San José de Tarbes.
Los más desafortunados fueron extendiendo la ciudad hacia el lado oeste. Asentamientos como Barrio Obrero, San Agustín del Sur, Agua Salud, Catia, Los Jardines del Valle se constituyeron en las primeras décadas del 1900. En los primeros veinte años de esta centuria la ciudad se expandió hacia el este. Primero fueron Los Chorros, a los que le seguirían, La Florida, Las Delicias de Sabana Grande, Campo Alegre, el Country Club, Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes, entre otros. Las primeras edificaciones para los sectores de menores recursos se llevaron a cabo en la década de 1950 e inspiradas en construcciones francesas.
En palabras de este historiador barinés, las restricciones topográficas del estrecho valle caraqueño que acota el área habitable y utilizable por las actividades económicas, administrativas, políticas, sociales y de esparcimiento, contribuyó a que los espacios territoriales incrementaran su valor. Ello contribuyó, en gran proporción, a que los pobladores de escasos recursos recurrieran a invadir las colinas aledañas. Los sectores más pudientes llevaron a la ciudad un patrón lineal y alargado, “disperso y de altos costos”. Mientras los más pobres ocuparon terrenos poco estables y en el lecho de quebradas. La denominada clase media que comenzó a crecer a mediados del 1900, “se ubicó dentro de un patrón de alta densidad, conocida como de ‘propiedad horizontal’, en diversas localizaciones”.
Lo que denomina Cartay “patrón segregacionista” responde a la misma forma como se encuentra estructurada la comunidad nacional y la sociedad venezolana. También, esta segregación se puede apreciar en otras grandes capitales de los distintos países latinoamericanos. De acuerdo con él, ha sido la concentración de la burocracia estatal e industrial las que han contribuido con la segmentación de la población. Cartay ofreció algunas cifras ilustrativas en lo concerniente a este asunto. Para 1967, en la ciudad capital se concentraba el 46 por ciento del personal contratado por la industria y la mayor parte de los empleados del Estado. Años después, en 1980, las cifras se mantenían o se habían elevado, puesto que el 66 por ciento de los establecimientos industriales del país se localizaban en las regiones capital y central, “con más del 45 por ciento del capital fijo y más del 70 por ciento del personal empleado en el parque industrial del país”.
En términos generales, Caracas rememora el cerro El Ávila, también su viabilidad a la que las autoridades han prestado mayor atención. Una característica les acompaña a las distintas edificaciones en ella asentadas, ventanas y puertas tras rejas de seguridad, un deteriorado sistema de transporte público, con escasos lugares de esparcimiento, pero sí con una variedad de centros comerciales y ventas callejera de comidas. En fin, lo que se puede apreciar en la vía pública expresa lo que un desarrollo inarmónico y anárquico ha hecho de la capital venezolana.
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