Boletín – Volumen 110

Boletín – Volumen 110

BOLETINES

Boletín – Volumen 110

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     En la primera página aparece una salutación por el nuevo año: “1923” , “El Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas al hacer votos por la ventura personal de cada uno de los miembros componentes de los Poderes Públicos venezolanos, presenta sus respetos al señor General J. V. Gómez, Presidente Constitucional de la República” (P.1805).

     Le sigue “Situación mercantil” en que se puede leer al principio “La situación mercantil en el mes de diciembre se caracterizó por una notable paralización de los negocios, aún en aquellos ramos que, por su naturaleza, han tenido siempre algún movimiento para el comercio en general” (Pp. 1805-1807).

     En “La Congeladora de Puerto Cabello” se hizo referencia a la importancia de generar mayor producción de carne de bovinos para la exportación y que esta empresa debería cumplir un papel de gran relevancia en este orden (Pp. 1807-1808).

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     Luego se puede leer “Compañía de seguros del Banco de Venezuela” y “Cuarta Feria de Muestras de Bruselas” (P. 1808). Entre las carillas 1809 y 1811 se puso a la vista del lector “La Barra de Maracaibo” y “La Cámara de Comercio de Maracaibo y la apertura de la Barra”.

     Respecto a los servicios sanitarios y la fundación Rockefeller en Venezuela se lee “Salubridad pública” (Pp. 1811-1815). A partir de la carilla 1815 hasta la 1819 se expuso las características y ventajas de establecer una institución facilitadora del crédito hipotecario, en “Instituto de crédito hipotecario” y “Un instituto de Crédito Territorial que puede convenir para los agricultores de Venezuela”.

     Se puede leer la historia de las propuestas de construcción de vías férreas en Venezuela, desde los tiempos de Páez, en un estudio basado en el ámbito económico en “Los ferrocarriles en Venezuela” (Pp. 1819-1849).

     Más adelante una adenda “Alcance al artículo “Situación mercantil”, P. 1305” en que se agregó “Situación comercial en Ciudad Bolívar y en Carúpano” (P. 1850).

     Viene una corta nota “Noticias recientes sobre la pesca de perlas en la Guajira colombiana” (P. 1850). Se sumó un amplio cuadro “Estadística de ganado vacuno, cabrío, lanar, porcino y caballar en el estado Zulia” (Pp. 1851-1856).

     Para finalizar “Sección de correspondencia”, “Comercio de café en Maracaibo en noviembre de 1922”, “Café y cacao exportados por La Guaira en noviembre de 1922”, “Tipos de cambio en Caracas en diciembre de 1922”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en noviembre de 1922” y “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en diciembre de 1922” (Pp. 1856-1860).

Más boletines

Boletín – Volumen 123

Para esta edición con fecha 1 de febrero de 1924 se inicia con “Situación mercantil”

Boletín – Volumen 118

Asambleas de la Cámara de Comercio de Caracas.

Boletín – Volumen 130

“Situación mercantil” abre esta edición que tiene como fecha 1 de septiembre de 1924.

El Ávila desde el Nuevo Circo

El Ávila desde el Nuevo Circo

Por J. L. Sánchez-Trincado

Una de las más hermosas perspectivas del Ávila se obtiene desde las gradas del Nuevo Circo.

Una de las más hermosas perspectivas del Ávila se obtiene desde las gradas del Nuevo Circo.

     “Una de las más hermosas perspectivas del Ávila se obtiene desde las gradas del Nuevo Circo. La hora es igualmente favorable. Primero hay un sol excesivo, pero después se tranquiliza el cielo, palidece la tarde, se atenúan los colores y, cuando la noche va a ensombrecer la piedra morada y verde de la montaña decorativa, el espectáculo concluye.

     Uno ve las cosas muchas veces. Las miras. Le sirven de trampolín para sus pensamientos. Esa montaña es para mí, vista ahora serenamente, mucho más que un recreo para los ojos y que un juguete para mi imaginación. Estaba ahí y la había mirado muchas veces. Pero solamente ahora, que sentado frente a ella puedo contemplarla a mi gusto, sé que constituye para mí más que un centro sugestivo, un episodio. Detrás de ella está mi ayer y, acaso, mi mañana. Lo que hay tras del Ávila es el cielo del mar. El Ávila es una montaña transparente: perpendicular a ella quedan mil rutas. El Ávila pone sus dedos de cristal en mis ojos y me habla de cuatro y media a seis y media de esta tarde dominical en que el sol está ligeramente desconcertado y atrasa un poco los relojes baratos, con todas las voces musicales de sus matices cambiantes.

     Yo soy pura prisa y el tiempo pesada pausa. La Historia se ha dormido de bruces sobre el calendario. La unidad de la Historia es el siglo; la unidad de una vida, es la hora. La Historia es más para leída o recordada que para vivida. No alcanzamos con la curva de nuestros breves brazos a abarcar todo un haz de acontecimientos importantes, cuya cosecha podríamos recoger. Nos iremos y cuanto quisiéramos ver realizado en el tiempo, no estará todavía cumplido. La Historia es larga y la vida breve.

     No podremos volver. Diderot querría haber resucitado cien años después de irse, aunque este transcurso hubiera tenido que soportarlo en el infierno. Hubiera querido volver a la tierra, a ver lo que pasaba. La Historia es ahora mucho más interesante que en tiempos de Diderot. Otra vez, el agudo escritor hubiera pedido unas segundas vacaciones incómodas con tal de volver al París, seductor, de mil novecientos noventa y nueve. Don Miguel era más ambicioso y más simple: no quería morirse nunca. El hombre griego prefería ser una lagartija tomando el sol encima de una piedra durante miles de años a ser jefe en cualquiera de los negocios ultraterrenos.

     La mayoría de las gentes desearían que la vida individual durase tanto como la vida de la especie, aunque fuera padeciendo sucesivamente etapas de vida y etapas de muerte. Como el habla está lleno de palabras y silencios, la vida debería estar llena de sueños, muertes provisionales y de vidas vigilantes. Estamos dispuestos a pagar la resurrección a cualquier precio. Diderot, con unas cuantas quincenas en la cárcel modelo que describió el Dante sin el amenazador letrero de la entrada. Los ascetas, sacrificando esta vida pasajera a una vida beata. Todos pasaríamos con gusto por una hilera de purgatorios con tal de volver de vez en cuando a darnos una vuelta por la tierra. Queremos vivir la Historia, presenciarla, protagonizar sus actos segundo y tercero, ver en qué para todo esto.

En 1919, abrió sus puertas el Nuevo Circo de Caracas, que desde entonces se convertiría en la cuna de la fiesta brava y de otros espectáculos.

En 1919, abrió sus puertas el Nuevo Circo de Caracas, que desde entonces se convertiría en la cuna de la fiesta brava y de otros espectáculos.

     La Historia es pura pausa: el hombre es todo prisa. Solamente los ojos verdes de la montaña han visto el film completo de la Historia. La montaña, sin prisa, ha podido conocer, tendida espectadora, cuántas aventuras han vivido ya los seres humanos sobre el planeta. Vendería mi alma al diablo por la eterna amatista, iría sin sueño, pupila sin cansancio, que mira todavía tras del párpado translúcido de la nube, y ve por encima del tiempo, tiempo mudo ella misma, de la   montaña sigilosa. Esa piedra verde tiene el secreto de la historia. Medita lo que ha visto sin turbarse.

     Allí está midiendo con su grandeza nuestra delirante estupidez. Extendiendo sobre ella, absorbiendo sus blandos jugos maternales, el tapiz vegetal crece parasitariamente de la piedra húmeda y vive a costa del cielo, del sol y de la lluvia gratuitos. La fauna, más abajo, vive parasitariamente de la flora. El hombre le ha puesto a todos piedra, tapiz, fauna, vilmente a su servicio. Mientras los minerales y los seres vivos trabajan sin descanso en su química prodigiosa, el hombre se ha puesto el traje del domingo y se ha dedicado a holgazanear y divertirse. 

El hermoso cerro Ávila, óleo del célebre pintor Manuel Cabré.

El hermoso cerro Ávila, óleo del célebre pintor Manuel Cabré.

El silencio laborioso del Ávila acusa a nuestro espantoso griterío de brazos caídos. Oleadas inmensas de seres humanos, constantemente renovadas se alzarán, se agitarán y caerán y una gran montaña nutricia las verá pasar sin tristeza, trabajando callada, simplemente para alimentarnos a todos, avergonzada de nuestras derrotas y quejosa de nuestros devaneos.

     La Historia registra este incesante fluir de vidas. Los ojos grises de vetas doradas y azules de la montaña, contemplarán el incesante torbellino del mundo. En la ladera la guerra de los hombres se enciende: solo en las cumbres góticas de los picachos, las manos de hielo de un hada trémula acunan la paz.

     La paz, por anómala, es como un vértigo: nuestro elemento natural es la lucha. A la medida de la guerra está hecha nuestra cabeza y fraguado nuestro corazón. No podemos vivir entre nieves, sino entre llamas. La historia del hombre es como un libro ardiendo. La naturaleza sin sombras, el antiecúmene, es solo el testimonio de que también nuestro planeta es un astro apagado.

     Sobre las gargantas de las gentes del circo desciende, poco a poco, mientras la fiesta avanza, la ronquera del cansancio. 

     Cada vez las gentes de los tendidos claman más débilmente, el fastidio, cortejando a la tarde adviene. Las mujeres que estuvieron a punto de desmayarse han recobrado sus buenos colores y su antigua sonrisa. Solamente la montaña mira la fiesta imperturbablemente, como esta muchacha inglesa que permanece sentada a mi lado.

     El genio de la noche ha anticipado sobre la cuartilla del aire las primeras consonantes de sus luceros. Pronto son catorce, buena señal de que la noche del domingo va a tener escrita en la frente, como si se tratara de una página literaria del periódico de la mañana, un soneto contundente. Estoy de pie y miro por última vez al Ávila. El espectáculo es extraordinariamente hermoso. Lo único que molesta un poco es la corrida”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, Nº 1.034, 7 de julio de 1945; página 4.

Revista Comercio, Mayo de 1981

Revista Comercio, Mayo de 1981

REVISTA COMERCIO

Revista Comercio, Mayo de 1981

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición está dedicada al análisis de la relación entre el Estado, los empresarios y la importancia del desarrollo económico. El editorial está dedicado al análisis de los posibles escenarios ante el posible desarrollo de una reforma arancelaria. Se presenta la ponencia de Enrique Sánchez S. en la XI Asamblea Anual de Consecomercio en la que se analiza de dinámica entre el Estado y los empresarios y cómo concretar acuerdos en común para impulsar el desarrollo. C.R. Chávez analiza cómo se ha venido utilizando los dividendos del petróleo en el presupuesto nacional y su relación con el desarrollo integral venezolano.

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     Adalberto Cassani escribe cómo la satisfacción de los consumidores debe ser una de las aristas más importantes de la política empresarial venezolana. La Cámara de Comercio de Caracas publica una declaración a propósito del pretendido aumento de los impuestos sobre cigarros y bebidas alcohólicas en donde se manifiesta una cierta preocupación sobre las nuevas medidas aplicadas por parte del Ejecutivo en temas fiscales. Gerardo Inchausti explica las condiciones del consumo desmesurado del mercado interno venezolano. Se publica la lista de los nuevos directores de Consecomercio luego de la celebración de la XI Asamblea de la organización. Se reseña la conferencia dictada por Humberto Calderón Berti, ministro de Energía y Minas, en la sede del Club del Comercio para sus asociados. El tema de dicha disertación estuvo relacionado con las condiciones de la industria petrolera y las perspectivas a futuro. Ana Teresa Arismendi Melchert entrevista a Leopoldo Díaz Bruzual, presidente del Banco Central de Venezuela, sobre las condiciones actuales de la economía venezolana y la relación del Ejecutivo con lo sectores sindical y empresarial.

Más revistas

Revista Comercio, Marzo de 1981

La edición inicia con la pregunta “¿Despegamos?”

Revista Comercio, Abril 1981

La edición está dedicada al Metro de Caracas y a la importancia de la explotación petrolera en la Faja del Orinoco.

Revista Comercio, Abril – Junio de 1982

La edición está dedicada al informe al congreso presentado por la Contraloría General de la República en 1981.

Guerrillas e intentos de reconquista española

Guerrillas e intentos de reconquista española

Uno de los primeros movimientos guerrilleros en la Provincia de Caracas, lo encabezó José Dionisio Cisneros (), quien comenzó sus incursiones desde las montañas de los Valles del Tuy. Durante una década Cisneros y los suyos con “vivas al rey” ejecutaron acciones que tenían la finalidad de minar las bases de apoyo con las que contaban los republicanos.

Fue en la Provincia de Caracas que surgió la figura de José Dionisio Cisneros quien comenzó sus incursiones guerrilleras desde las montañas de los Valles del Tuy.

Fue en la Provincia de Caracas que surgió la figura de José Dionisio Cisneros quien comenzó sus incursiones guerrilleras desde las montañas de los Valles del Tuy.

     Durante los años de 1821 y 1825, germinaron agrupaciones bélicas cuyo propósito se concentró en la búsqueda por restituir el poder español en la Provincia de Caracas. Sin embargo, sus acciones se concentraron en saqueos de propiedades y asesinatos de dueños de hacienda a nombre de la Corona de España. Estas agrupaciones se conocieron bajo la denominación de facciones con ella se designó a una parcialidad, bando o pandilla de gente amotinada o rebelada de forma violenta en sus acciones. De igual manera, hubo las partidas asimiladas con un grupo de tropas armadas y que actuaban de acuerdo con un tipo de organización militar. Por último, se encontraban las guerrillas o una agrupación de tropa no muy numerosa que, al mando de un jefe particular, con poca o ninguna dependencia de un ejército, acosaba y molestaba al gobierno de turno.

     En este orden de ideas, es dable asegurar que hasta 1831, España acicateó a grupos guerrilleros con el firme propósito de debilitar el nuevo orden republicano, recién inaugurado en la antigua Capitanía General de Venezuela. Los integrantes de estas agrupaciones habían sido soldados de la causa realista. El ejército realista derrotado en Carabobo durante 1821 se atrincheró en Puerto Cabello, desde donde operó hasta ser recuperado por los patriotas en 1823. La coordinación de estas operaciones, para la resistencia y la contraofensiva, se llevó a cabo con el apoyo logístico y militar español proveniente de Cuba y Puerto Rico. Fue desde estos lugares que se logró mantener Coro y Maracaibo a salvo del ejército republicano. Sin embargo, provisiones, hombres y ayuda para las tropas fieles al rey hubieron de ser auxiliadas desde Martinica y Curazao, y subvencionados por las Cajas Reales de La Habana, Puerto Rico y México. Las acciones promovidas por el general de campo Miguel de la Torre y, posteriormente, Francisco Tomás Morales muestran la intención de las autoridades españolas por continuar con la guerra luego de la Batalla de Carabobo.

     Fue el 24 de junio de 1824 que se conquistó la Provincia de Caracas, porción territorial de relevante importancia por el significado administrativo, político y económico representado en ella desde los tiempos de la colonia. Frente a esta realidad, Coro había sido reforzada, desde julio 24 de 1821, con tropas comandadas por el coronel Tello y bajo el mando de La Torre. Tello llegó a la antigua capital de la Gobernación para fortificar las fuerzas insurreccionadas, a favor de la monarquía, conducidas por el coronel Pedro Luis Inchauspe y dejar asentadas guerrillas para combatir a las fuerzas republicanas. 

     Algo similar quiso ejecutar Morales en Maracaibo, pero fue rebasado por las fuerzas republicanas y decidió capitular al entregar la plaza de Maracaibo. La justificación se centró en las dificultades de mantener esta región bajo la bandera del rey español y para evitar mayores penurias a sus habitantes.

     Al ser neutralizado el ejército regular español, la resistencia de los realistas, en la antigua Capitanía General de Venezuela, se orientaría hacia la intensificación de las acciones guerrilleras con las que se pensó en una próxima reconquista del territorio venezolano. Los distintos focos de resistencia realista se desplegaron por varios sitios de la geografía nacional. Su objetivo fue el de debilitar al ejército republicano en nombre de la monarquía y cuyas acciones era la de minar la entereza e integridad republicanas.

     Fue en la Provincia de Caracas que surgió la figura de José Dionisio Cisneros quien comenzó sus incursiones guerrilleras desde las montañas de los Valles del Tuy. Durante una década Cisneros y los suyos con “vivas al rey” ejecutaron acciones que tenían la finalidad de minar las bases de apoyo con las que contaban los republicanos.

     Luego de la recuperación de Puerto Cabello y la capitulación del castillo de San Felipe, en 1823, las esperanzas de rescate del territorio perdido se concentraron en las acciones guerrilleras, con la que cobraron impulso nuevas estrategias bélicas sobre la Provincia. Es en este contexto, en las postrimerías de 1821, cuando la figura de Cisneros apareció en las montañas del lado occidental de Caracas. Su asedio fue una preocupación constante entre quienes tenían en sus manos los destinos republicanos.

Muy poco se ha expresado en la historiografía que las ejecutorias de José Dionisio Cisneros tuvieron como motivación la de restituir el poder español.

Muy poco se ha expresado en la historiografía que las ejecutorias de José Dionisio Cisneros tuvieron como motivación la de restituir el poder español.

     Originario de Baruta y de ascendencia indígena, Cisneros había vivido como arriero de mulas, experiencia que le sirvió para sus incursiones y atacar los distintos cantones de la Provincia de Caracas. Se sabe que había formado parte del ejército español bajo el grado de coronel. Su accionar partía desde las poblaciones de Santa Lucía y Charallave. Fue enfrentado por la denominada Columna de Operaciones contra Cisneros, designación con la que se llevó a cabo las llamadas Operaciones del Tuy. La historiografía nacionalista ha revelado que la guerrilla capitaneada por él no dejó de causar malestar en las autoridades, por sus constantes penetraciones y por las afectaciones económicas que le acompañaron por lo que, desde un inicio se dedicaron recursos y hombres para erradicarla.

     Sin embargo, esa misma historiografía ha divulgado la idea según la cual fue una guerrilla dedicada al bandolerismo y saqueo constante. Muy poco se ha expresado que las ejecutorias de Cisneros tuvieron como motivación la de restituir el poder español. Si se lee con atención lo redactado por José Domingo Díaz, quien para 1822 ocupaba el cargo de Intendente en Puerto Rico, se puede constatar la importancia de las acciones de Cisneros con vistas a la reconquista. El mismo Díaz, en su texto Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, hizo referencia al caso de otros integrantes del ejército español que, luego de la derrota de Carabobo, decidieron continuar la resistencia y se apostaron en las montañas que circundaban Caracas.

     Las acciones de esta guerrilla no dejaron de mostrar las fisuras sociales con las que emergió la república. Para 1824 otro ataque de Cisneros despertó preocupación entre las autoridades. El asalto al cuartel de Petare muestra como el descontento frente al mantuanismo arraigado en la sociedad venezolana estaba vivo, por la participación de negros en el amotinamiento que le acompañó. 

Los ataques perpetrados desde los valles del Tuy afectaron el desenvolvimiento económico de la Provincia puesto que las zonas escogidas por el representante guerrillero eran los de abastecimiento y distribución de bienes. En combinación con esto sus operaciones implicaban el desalojo y abandono de propiedades de los hacendados, situación que se venía experimentado desde 1814 y practicada por los grupos en pugna.

     Los ataques de Cisneros y sus correligionarios continuaron hasta 1829 cuando tropas comandadas por el coronel Cistiaga neutralizaron sus acometimientos. Sin embargo, mientras aquél llevó a cabo confiscaciones y repartición de botín, las autoridades se vieron impelidas a tomar medidas que sirvieran para anular por completo a guerrilleros que luchaban a favor de la monarquía. El uso de una fuerza regular no dio resultado favorable a la autoridad republicana. Por tal razón, estimularon la creación de los llamados Campos Volantes o un cuerpo militar paralelo al ejército establecido. Con éstos se intentó repeler y perseguir a los guerrilleros, así como ofrecer protección a los productores del campo y a los hacendados. No obstante, estas fuerzas llegaron a cometer actos vandálicos similares a los cometidos por Cisneros y sus seguidores.

      A pesar de que la historia patria desconozca la táctica y estrategia guerrillera como eslabón de reconquista, las evidencias apuntan que la corona española tuvo como sus bastiones principales en La Habana y Puerto Rico dentro de lo que se calificó como pacificación de América. Similar al movimiento de Cisneros lo fueron los bandos que actuaban bajo la dirección de Doroteo Herrera, Juan Celestino Centeno, Inocencio Rodríguez y Manuel Rodríguez en las regiones montañosas de Guires, Valles del Tuy, Orituco, San Sebastián, Los Teques, Charallave y otros lugares de Caracas.

La pacificación de Cisneros fue rememorada por José Antonio Páez en su Autobiografía, aunque con algunos elementos de exageración.

La pacificación de Cisneros fue rememorada por José Antonio Páez en su Autobiografía, aunque con algunos elementos de exageración.

     Con lo acontecido alrededor de “La Cosiata”, en 1826, las esperanzas de reconquista alimentaron los propósitos de la Corona. La crisis en las postrimerías del veinte, que dio al traste con la República de Colombia, fue propicia para el intento de conformar una fuerza armada regular o Ejército de Tierra Firme con las partidas guerrilleras, y con ello emprender la lucha de reconquista. Esta disposición muestra a las claras que desde la autoridad monárquica se sobredimensionó el papel de la guerrilla en sus antiguas posesiones. A lo que se debe agregar que la crisis política interna derivaría en la reinstauración de una forma de gobierno de tipo monárquico, de acuerdo con la percepción de los defensores de la monarquía. Otro tanto se debió a las maniobras de Cisneros que en la mayor parte de las oportunidades no estuvieron acordes con las fórmulas propuestas por las autoridades españolas.

     Una de ellas se relacionó con su actitud hostil hacia José de Arizábalo y Orobio, quien había sido comisionado por Miguel de la Torre para comandar las tropas realistas americanas en Venezuela. Uno de los puntos de alejamiento fue la hostilidad y actos criminales cometidos por Cisneros y sus dirigidos. Entre ambos hombres hubo desacuerdos propiciados por el mediador Alvarenga, quien había sido designado por Arizábalo para convencer a Cisneros para que dejara de lado las actividades que desacreditaban el “buen trato” español. Empero, Cisneros fue renuente a participar en actividades conjuntas con el oficial español, al razonar que había recibido instrucciones de un sacerdote para no acometer nuevos actos bélicos. Esto llevó a pensar que Cisneros no era fiel a una lucha en favor de la monarquía.

     Después del fracaso de la unión colombiana y de la instauración republicana, Cisneros continuó con sus actividades. La pacificación de Cisneros fue rememorada por José Antonio Páez en su Autobiografía, aunque con algunos elementos de exageración. Lo cierto del caso, es que para 1831 las acciones bélicas por él comandadas no existían. 

     Sin embargo, los triunfos por él adquiridos fueron acicate para avivar las pretensiones de la monarquía. El nombramiento de Arizábalo así lo ratifica y quien venía con el firme propósito de coordinar las actividades guerrilleras con un único objetivo: la reconquista. La habilidad de este guerrillero permitió sobrevivir a todos los intentos para acabar con sus acciones, al lado de avivar las esperanzas de reconquista.

     La negación de Cisneros a plegarse a los mandos impuestos por las autoridades españolas evitó su derrota cuando Arizábalo fracasó en 1829. Uno de los razonamientos que utilizó aquél era que no tenía como estrategia enfrentar ejércitos grandes, también que para no correr riesgos eliminaba a heridos y enfermos dentro de sus filas. En este orden, se puede poner en duda la disposición de Cisneros para luchar a favor de las banderas del rey, aunque es indubitable las afectaciones económicas y de propiedades destruidas que ejecutó, lo que le valió el mote de bandolero. Pero, también se le asoció con fanatismo religioso, acusación reiterada por Páez, porque al llevar a cabo sus actividades belicosas lo hacía a nombre y servicio de Dios y del Rey. Cisneros se pacificaría en noviembre de 1831 aunque las guerrillas continuaron su existencia en el territorio de Venezuela.

     Se debe agregar, en este orden, que el tratamiento historiográfico acerca de la guerrilla o partida de guerrillas durante los tiempos de emancipación, no ha tenido una consideración equilibrada entre algunos historiadores venezolanos. En primera instancia, esto se debe a la orientación romántico – nacionalista asumida por parte de aquellos que han hecho referencia a figuras como la de Dionisio Cisneros. En segundo lugar, la historia patria o historiografía nacionalista ha establecido una suerte de exigencia a partir de la cual, cuando se hace referencia a la Independencia, es necesario tomar partido por el bando patriota y republicano. Así, todo aquello que no se asimile a patriota, criollo, república, debe ser encuadrado en intereses, maldad, saqueo e inhumanidad. Si lo es para quienes han sido catalogados de positivistas, sucede lo propio para quienes han asumido el marxismo historiográfico quienes a aquella disposición agregan la de lucha de clases. Aunque, coinciden en el examen de personajes históricos, como el caso acá tratado, bajo la consideración de bandolerismo.

Etapas del alumbrado eléctrico y de la electricidad en Venezuela

Etapas del alumbrado eléctrico y de la electricidad en Venezuela

Por Héctor Pérez Marchelli

Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland se asombraron cuando en la población de Calabozo, estado Guárico, consiguieron una máquina eléctrica construida por Carlos del Pozo, habitante de esa localidad.

Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland se asombraron cuando en la población de Calabozo, estado Guárico, consiguieron una máquina eléctrica construida por Carlos del Pozo, habitante de esa localidad.

     “Durante nuestro siglo diecinueve, en medio del fragor de las batallas, luchas políticas, epidemias, catástrofes, plagas, el esfuerzo de ciertas individualidades marcan las etapas de un lento, pero inevitable progreso, más patente si seguimos las huellas de quienes hicieron por iluminar la oscuridad, tanto física como espiritual, de los venezolanos. En efecto, quienes tuvieron que ver con la iluminación, el alumbrado y la electricidad, demuestra capacidades y empeño a través de su vida y obra. Del tizón al candil del sebo de ganado, de la luz de aceite a la lámpara de kerosene, del mechero de gas al foco eléctrico, señalan las distintas etapas de una historia que, aunque paralela, no se encuentra entre los relatos de escaramuzas, guerras, vidas de militares y políticos, y el recuento de las pequeñas y grandes rencillas de las distintas facciones nacionales. La historia de la iluminación y luego de la industria que genera industrias, la luz y la energía motriz, tiene para todos nosotros una enseñanza, porque es prueba de estudios, dedicación, constancia, planificación y sostenimiento. La preocupación por mejorar el alumbrado, es incentivo para el desarrollo de la electricidad, y la aplicación del fluido, desplazará inevitablemente a la máquina de vapor y la utilización del gas como iluminación, hasta cambiará las costumbres.

     Pretendemos recorrer en rápidas secuencias las actividades de ciertos hombres y determinados acontecimientos, que nos dan una imagen diferente del convulsionado siglo XIX venezolano. En los llanos de Calabozo se realizaron los primeros experimentos eléctricos de Venezuela.

     Cuando Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland realizaron su expedición al interior de Venezuela, en marzo de 1800, a través de los llanos hasta llegar al Orinoco, cargados de un importante material de laboratorio, además de poseer los últimos conocimientos científicos, se sorprendieron de las actividades de un habitante de Calabozo, sub-delegado del Estanco del Tabaco, antiguo Visitador de la Real Hacienda, empleado de Intendencia, Juez y Teniente de Justicia Mayor Interino. Era don Carlos del Pozo y Sucre, hijo de un noble siciliano casado con una cumanesa, doña Isabel de Sucre y Trejo. Uno de sus cinco hermanos, el ingeniero militar José del Pozo Sucre y Trejo (1742-1819), tuvo destacada figuración en los servicios de la Corona española.

     Humboldt y Bonpland, atizados por la idea de buscar peces portadores de electricidad, el Gimnotus o Electrophorus eléctricus, llamado comúnmente Temblador, viajan a Calabozo y en sus cercanías, en el Caño Vera, logran obtener varios ejemplares. Hasta se someten a la acción de fuertes descargas. Mientras realizan estas investigaciones hacen amistad con don Carlos del Pozo, quien con anterioridad había experimentado del mismo modo que el viajero doctor Schilling en Guayana en 1770, comprobando que el Temblador aproximaba involuntariamente al imán. Carlos del Pozo –según el testimonio de Humboldt en su Viaje a las regiones equinocciales del nuevo Continente–poseía una máquina eléctrica de grandes discos electróforos, baterías, electrómeros y, además, en su biblioteca se encontraban las obras de Sigaud de La Fond y las Memorias de Banjamín Franklin. Hasta llegó a construir con materiales traídos por barcos provenientes de Filadelfia, “platillos para una máquina de discos y obtener efectos más considerables de la electricidad”. Los aparatos de precisión que llevaba Humboldt a lomo de bestias por los llanos y en débiles embarcaciones por los ríos, eran muy similares a los que poseía del Pozo. Electrómeros de paja, de bolilla de sauco y de hojas de oro laminado, una botella de Leyden, sorprendieron a del Pozo por la similitud con aquellos con que experimentaba. Con absoluta seguridad Humboldt transmitió al sabio venezolano, en las dos semanas de su permanencia por los llanos de Calabozo, los adelantos alcanzados por Volta, Gay Lussac, Galvani e Ingenhousz. De Pozo acompaña a la expedición científica hasta San Fernando de Apure y, según el sabio alemán, allí tomó “buenas observaciones termométricas”.

     Humboldt, cinco meses más tarde, el 20 de agosto, se dirige al Capitán General de la entonces Provincia de Venezuela, don Manuel de Guevara Vasconcelos, en los siguientes términos:

En 1873, el ingeniero químico venezolano, Vicente Marcano, elaboró aparatos de luz eléctrica para iluminación de algunas calles de Caracas.

En 1873, el ingeniero químico venezolano, Vicente Marcano, elaboró aparatos de luz eléctrica para iluminación de algunas calles de Caracas.

     “En Calabozo vive un sujeto de poca fortuna, pero de gran talento mecánico y de bastante instrucción en la física experimental, el subdelegado de la renta de tabaco don Carlos del Pozo y Sucre. Con sus mismas manos y sin haber nunca visto cosa semejante, ha construido en Calabozo una máquina eléctrica, que se puede comparar con las mejores que he visto en España y en Francia. No tengo nada que añadir sobre este talento porque ya sé que Usted lo honra con su protección”.

     Poco después, en 1801, el Ayuntamiento de Caracas designa para el proyecto de poner techo al Coliseo a Carlos del Pozo, quien a la sazón se encontraba en la capital, pero ya él, recién, se había marchado a la villa de Calabozo. Y en 1803 es propuesto por la Junta de Caracas para el cargo de Director de las obras.

     La huella de Carlos del Pozo y Sucre se pierde durante la guerra de independencia, diciéndose apenas que fue prisionero de Antoñanzas y libertado por Monteverde.
Sin embargo, Sir Robert Ker Porter, representante diplomático del gobierno inglés, en su viaje a los llanos como invitado del General José Antonio Páez, anota en su diario:

     “Martes 6 de noviembre de 1832. Cabalgamos desde las primeras horas de la mañana para ver algunos parajes refrescantes llamados “los Baños”, situados entre algunos bosques en la Mesa de Calabozo, no muy lejos de una de sus Misiones. Por nuestro camino observamos un pararrayos, levantado por el científico de quien hablara Humboldt, Señor Carlos del Pozo, hace mucho tiempo reunido con sus padres, que queda como un provechoso Monumento del conocimiento filosófico. No más allá de una milla de distancia de allí, en la llanura [Don Ramón Palacio, Gobernador Civil de Calabozo] erigió un conductor eléctrico similar.

     Hoy en día, en el sitio denominado El Vicario, a un lado del aeropuerto de Calabozo, se levanta una lápida que recuerda los trabajos de del Pozo.

 

Precursores del sistema de alumbrado y de la luz eléctrica en nuestro país

     Los trabajos de Humboldt y de del Pozo no hallaron émulos en nuestro país hasta bien entrado el siglo diecinueve. En la Universidad, los estudios tradicionales de Ingeniería, Derecho y Medicina, no se ocupaban de los adelantos que se realizaban en materia de electricidad. Lo mismo ocurría con otras ciencias experimentales, entre ellas la Química. Así, durante mucho tiempo se continuará usando para el alumbrado público de calles, teatros, salones oficiales y casas: candiles, lámparas, quinqués, fanales, luminarias y arañas, y según la categoría del consumidor, se usará como combustible el aceite de coco, sebo de ganado, aceite de cerdo o manteca, aceite de ballena y velas de esperma y de cera.

     Según Manuel Landaeta Rosales, en 1850, el doctor Alejandro Ibarra, físico notable, preparó un aparato de gas para alumbrado que utilizó en su casa, pero no se extendió al público. En 1853 el doctor Gonzalo Antonio Ruiz introdujo 116 faroles de gas hidrógeno en el sistema de alumbrado de Caracas.

     Al fin, el 29 de mayo de 1856, se rompe la larga demora del progreso y se va a utilizar una de las aplicaciones de la electricidad. Durante la presidencia del general José Tadeo Monagas, se inaugura la línea telegráfica entre La Guaira y Caracas, instalada por el español don Manuel de Montúfar. Ese mismo año la capital sufre una epidemia de cólera, pero también inaugura el Teatro Caracas, iluminado por un gasómetro de mil doscientos sesenta pies cúbicos de gas para un alumbrado a gas. Y hubo que demostrar por la prensa que el alumbrado de este género era más barato que el de aceite.

     A partir de 1860, Venezuela es inundada, como todos los mercados del mundo, por lámparas de petróleo, es decir, kerosene. La línea de vapores americanos, la Red D Line, se ocupa de hacer llegar a todos nuestros puertos el combustible extraído de los pozos petroleros de los Estados Unidos. A partir de ese entonces se entabla una competencia entre los expendedores de gas y de kerosene.

     Tímidamente se realizan instalaciones de gasómetros, con largas interrupciones en sus servicios. En 1863, los señores Antonio María Ros, José María Larrazábal y Servadio, Monsanto y Cía., inauguraron uno en Caracas.

     En abril de 1872, el ingeniero químico Vicente Marcano, poseedor de una extraordinaria facilidad en el diseño y construcción de aparatos mecánicos, es llamado para realizar las reparaciones necesarias en el gasómetro de la ciudad. Un año más tarde, para las fiestas nacionales del 28 de octubre de 1873, el mismo Marcano prepara aparatos de luz eléctrica para la iluminación de algunas calles.

     A finales de 1873 en la sección “Ecos de Caracas”, del diario La Opinión Nacional, leemos:

“Una gran noticia. Nuestro teatro se está lavando la cara, y poniendo parches en la cabeza que le disimularán en lo posible los agujeros de marras. El alumbrado estará también modificado. En lugar de candiles habrá lámparas, en vez de humo luz, y en cambio de caballerizas tendremos salón para señoras”.

     Toca al farmacéutico Roberto Jahnke y al célebre botánico y naturalista alemán doctor Adolfo Ernst hacer los preparativos para la iluminación eléctrica de la estatua del Libertador erigida en la Plaza Mayor en noviembre de 1874. En esa misma oportunidad los señores Colomb y Sosa colocan frente a su tienda luces producidas por un aparato de electricidad traído expresamente de Europa.

En 1897, el ingeniero caraqueño Ricardo Zuloaga (1867-1932) construyó la estación El Encantado, primera central hidroeléctrica que suministro energía eléctrica a la ciudad de Caracas.

En 1897, el ingeniero caraqueño Ricardo Zuloaga (1867-1932) construyó la estación El Encantado, primera central hidroeléctrica que suministro energía eléctrica a la ciudad de Caracas.

     El aparato de Jahnke es nuevamente puesto a funcionar durante la conmemoración del 5 de julio de 1875. Después será vendido al Gobierno Nacional por 909 venezolanos, siendo destinado al gabinete de física de la Universidad Central.

     Pero aún continuará la lucha de la electricidad por imponerse. En 1876, el ministro de Obras Públicas, ingeniero Roberto García, ordena instalar en el Teatro Guzmán Blanco, que él mismo diseñó, “un gasógeno moderno “Patent” o máquina con todos sus adherentes para fabricar gas con el fluido denominado gasolina, suficiente para doscientas luces durante cinco horas”.

     Ya a finales del año, noviembre de 1876, hasta abril de 1877, un joven médico alemán, el doctor Carl Sachs, especializado en fisiología experimental, realizó un viaje al interior de Venezuela especialmente para estudiar al Temblador. En Calabozo, con un completo laboratorio electro-fisiológico, se dedicó al estudio de este pez.

     Desde julio de 1880, Venezuela pudo comunicarse con el exterior por medio del cable que estableció la Sociedad Francesa de Telégrafos Submarinos. Gerardo M. Borges, “telegrafista de vastos conocimientos como electricista y práctico en el manejo de los aparatos, nos representa en el primer Congreso de Electricidad, celebrado en París el 15 de septiembre de 1881”.

     En la noche del 23 de julio de 1883 –según Manuel Landaeta Rosales y López de Ceballos– Carlos G. Palacios inauguró la luz eléctrica en Caracas, pero sólo surtía a la Plaza Bolívar, los Boulevares del Capitolio y la estatua de Guzmán Blanco en El Calvario, iluminándolos con lámparas Jablochkoff. A partir de septiembre, la maquinaria que se había instalado expresamente para el Centenario de Simón Bolívar, fue utilizada para la exclusiva iluminación del Teatro Municipal.

     El servicio telefónico –aparatos de Bell a base de baterías– fue organizado e instalado por primera vez en agosto del mismo año, por la Intercontinental, comunicando a Caracas, La Guaira, Valencia y Puerto Cabello. Más tarde, otra compañía de teléfonos, The American Company, se estableció en la misma ciudad en 1888.

     El 26 de octubre de 1884 se inaugura la Compañía de Gas, para la iluminación de Caracas. El general Antonio Guzmán Blanco es su promotor y socio. El capital de la compañía sobrepasará el millón de bolívares y será, adentrada la primera década del mil novecientos, cuando desaparecerá.

     Con motivo del centenario del General Rafael Urdaneta se estableció el alumbrado eléctrico en las principales calles de Maracaibo. El 24 de octubre de 1888, Jaime F. Carrillo instaló las maquinarias en apenas ocho días. Posteriormente la empresa se denominó The Maracaibo Electric Light Co. Las maquinarias, calderas, dinamos procedían en su mayor parte de la firma Thomson Houston.

     El norteamericano Miguel F. Dooley logra establecer el 22 de septiembre de 1889 el alumbrado eléctrico de la capital del Estado Carabobo. Muchos años después, la empras de alumbrado que alimentaba sus calderas con leña y carbón, fue adquirida por Carlos Stelling, quien la transformó en hidroeléctrica.

El 5 de julio de 1889 se instalan en Caracas doce relojes eléctricos. El 14 de febrero de 1893, se contrató con el señor Emilio J. Maury el alumbrado por luz eléctrica para la Casa Amarilla, el Salón Municipal, el Palacio Federal y la Plaza interior del Capitolio de Caracas. El ingeniero Carlos Alberto Lares Paredes montó en 1895 la primera planta eléctrica de Mérida, la que iniciaron los señores don Caracciolo Parra Picón y don Obdulio Picón. Pero la aplicación de la electricidad, a un costo mínimo y bajo los últimos avances técnicos, le toca a un joven ingeniero realizarla.

 

Ricardo Zuloaga

     Desde Carlos del Pozo a Ricardo Zuloaga transcurre todo un largo siglo. Al último le toca el mérito de dar el paso definitivo para la utilización de la electricidad no solo para la iluminación de calles y habitaciones, sino también como energía eléctrica que va a desplazar al motor de vapor y que va a impulsar a la industria. Utiliza la energía de los volúmenes de agua para producir corriente alterna. En fin, va a ser factor importante en la modernización del país.

     Terminados sus estudios en el Colegio Roscio, dirigido por el licenciado Agustín Aveledo, obtiene en 1883 el título de Agrimensor, expedido por la Universidad Central, y allí mismo, cinco años más tarde, después de cursar matemáticas, geometría analítica, cálculo diferencial, dibujo lineal, cálculo integral y mecánica racional, geodesia y arte de construir, astronomía práctica y caminos, orotomía, arquitectura, ferrocarriles y aplicaciones de mecánica, botánica y zoología, mineralogía y geología, se gradúa de ingeniero. Entre sus profesores estaban Adolfo Ernst, Roberto García, Jesús Muñoz Tébar, Vicente G. Guánchez. Perteneció al grupo de amigos de Vicente Marcano, al lado de Carlos A. Villanueva, José Antonio Mosquera y Adolfo Frydensberg.

     Después de ejercer su profesión en la instalación de una fábrica de hielo en Puerto Cabello en 1887, realizó un viaje a Europa para estudiar el perfeccionamiento de los quemadores de gas del alumbrado y la posibilidad de utilizar corriente alterna producida por generadores hidráulicos. A su regreso funda la Compañía Anónima la Electricidad de Caracas, con el exiguo capital de medio millón de bolívares, para sus avanzados proyectos. El 8 de agosto de 1897 inaugura la Compañía. Los duros años del comienzo no le restaron valor para hacer surgir la empresa, acrecentándola cada vez más a la par del incremento de las necesidades de la ciudad. “Esa planta –como dijo El Universal al día siguiente de la muerte del ingeniero Ricardo Zuloaga, acaecida el 15 de diciembre de 1932– fue una de las primeras instaladas en el mundo para producción de energía hidroeléctrica para ser llevada a distancia”.

     El 22 de septiembre, día de su nacimiento ocurrido en 1865, es celebrado como Día del Electricista.

FUENTES CONSULTADAS

  • Para la realización de este reportaje se consultaron numerosas obras, en especial trabajos de Manuel Landaeta Rosales, Enrique Bernardo Núñez, Bartolomé López de Ceballos, Ángel Grisanti, Ramón Díaz Sánchez, Marisa Vannini de Gerulewicz, Benito Fernández Machado, Juan y Eduardo Röhl; de don Walter Dupouy su guía y el importante dato en su edición del diario de Sir Robert Ker Porter, y, por último, se utilizó La Opinión Nacional, El Zulia Ilustrado y El Universal.

  • Revista Líneas. Caracas, N° 137, septiembre de 1968

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