Revista Comercio, Octubre 1984 – Marzo 1985

Revista Comercio, Octubre 1984 – Marzo 1985

REVISTA COMERCIO

Revista Comercio, Octubre 1984 – Marzo 1985

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición plantea en su portada que la intervención estatal puede llevar al fracaso económico. Vladimir Chelminski explica, en un intenso informe, cómo la región de América latina vive en los años 80 un ciclo de crisis económica al tiempo que la región de Asia registra niveles de crecimiento en los mismos años. Eddo Polesel analiza los aspectos fundamentales que subyacen a la restitución de las garantías económicas. Se presenta un amplio artículo sobre la historia de las bolsas de valores en Venezuela, escrito por Luis Enrique Otero y Vladimir Chemisnki. En la sección “El Pensamiento empresarial” se presenta una serie de citas extraídas de diversas obras de empresarios venezolanos publicadas en otras ediciones de la Revista Comercio.

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     El abogado madrileño, Bernardo Cremades, explica la importancia del proceso arbitral en los negocios internacionales a partir del texto de una conferencia pronunciada en el Segundo Encuentro Empresarial Iberoamericano, en la Cámara de Comercio de Guayaquil. Se publica un texto sobre la dinámica de la balanza de pagos a partir de un estudio elaboración por James Otis Rodner para su curso de Finanzas Internacionales de IESA.

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La edición plantea en su portada que la intervención estatal puede llevar al fracaso económico.

Tres visiones de Caracas

Tres visiones de Caracas

Karl Ferdinand Appun (1820-1872), naturalista, explorador, escritor, dibujante y pintor alemán que visitó Venezuela a mediados del siglo XIX, por recomendación de su compatriota Alejandro de Humboldt.

Karl Ferdinand Appun (1820-1872), naturalista, explorador, escritor, dibujante y pintor alemán que visitó Venezuela a mediados del siglo XIX, por recomendación de su compatriota Alejandro de Humboldt.

     Entre el centenar de viajeros que visitaron la capital de Venezuela, a lo largo del 1800, algunos eran de origen prusiano o alemán. Varios de ellos habían sido recomendados por Alejandro von Humboldt ante las autoridades gubernamentales, asimismo, tuvieron en sus escritos un modelo a seguir como naturalistas y exploradores de la naturaleza. Uno de ellos fue el alemán Karl Ferdinand Appun (1820-1872) quien estuvo por Venezuela entre 1849 y 1859, lapso durante el cual este país estuvo gobernado por los hermanos Monagas, José Tadeo y José Gregorio. De esta visita nació un texto titulado En los trópicos cuya primera edición se dio a conocer para 1871 en lengua germánica. En Venezuela se haría una edición en castellano para 1961. Entre los objetivos de su expedición, a esta comarca, era el de dar continuidad al trabajo que había comenzado otro alemán, Ferdinand Bellerman (1814-1889). Luego de 1859 marchó a su tierra natal a descansar por males de salud, contraídos en su estadía venezolana. Para 1872 regresaría con el objetivo de explorar la Guayana Inglesa, hoy Guyana, donde encontraría la muerte a manos de indígenas silvestres.

     Durante la estadía por estos parajes visitó casi en su totalidad las costas venezolanas, entre las que destacaron La Guaira y la gran extensión marítima de Puerto Cabello. Igualmente, examinó las costas y las aguas del Lago de Maracaibo. Hacia el lado sur del país hizo lo propio en las aguas del Orinoco, pasó por Guayana y recaló en Georgetown. La Caracas que conoció Appun se diferenciaba poco de la de los primeros años del 1800. Era la ciudad de los arrieros, recuas, vías empedradas y de la mula como medio de transporte fundamental.

     Uno de los aspectos a los que prestó importancia, con cierta amplitud, fue el de los hábitos de consumo y costumbres alimenticias de los venezolanos. Destacó los productos de mayor consumo que se ofertaban en pulperías y en el mercado. 

     Puso a la vista de sus lectores el alto consumo de carnes de origen animal entre los habitantes del país. Escribió respecto a esta inclinación y agregó que la carne era la consigna del día en Venezuela. En cuanto a su presentación podría ser frita, o bien salada o sancochada, tres veces al día. Describió con sorpresa que su ingesta parecía una especie de reglamento que se cumplía con rigor. Igualmente, recordó que un venezolano de nacimiento vería frustrada su existencia sin el diario sancocho y el plátano asado.

     Por otro lado, un amante y practicante de los deportes, la fotografía, estudioso de la botánica, las ciencias y la música, admirador de las interpretaciones de Beethoven y Wagner, originario de Hungría y amigo de Alejandro de Humboldt, cuyas recomendaciones le abrieron las puertas de América, partió de los Estados Unidos de Norteamérica en enero de 1857 hacia La Habana, donde estuvo durante dos meses antes de su arribo a Venezuela adonde permaneció alrededor de cinco meses. Pal Rosti (1830-1874) formó parte de los reformistas húngaros que pugnaron por el despliegue de reformas capitalistas en contra del orden feudal, a la luz de las revoluciones de 1848 y 1849 en Europa. Uno de sus intereses intelectuales que atrajo su atención fue el relacionado con la indagación acerca de la naturaleza. Durante una estadía en París comenzó a interesarse por la fotografía, de la que dejó una gran colección al fallecer, también perfeccionó allí los métodos de trabajo de la geología y la etnología. Partió de Francia un 4 de agosto de 1856 hacia América y regresó a Hungría el 26 de febrero de 1859. Luego de publicado Memorias de un viaje por América (1861) fue galardonado con la incorporación a la Academia de Ciencias de su país.

El húngaro Pal Rosti, vino a Venezuela en 1857, inspirado por los escritos de Humboldt. Realizó las primeras fotografías paisajísticas del país.

El húngaro Pal Rosti, vino a Venezuela en 1857, inspirado por los escritos de Humboldt. Realizó las primeras fotografías paisajísticas del país.

     Rosti cultivó una fructífera amistad con Humboldt a quien citó de modo reiterado, como autoridad reconocida en el canon académico, a lo largo de sus Memorias… Interesado en estudiar la exuberante naturaleza, tal como en Europa se le denominaba a la zona natural de estos espacios territoriales, desde tiempos de la Ilustración, no dejó de mostrar quizás mucho más que lo expuesto por su admirado maestro, una fuerte inclinación por observar el carácter general de los lugares que visitó en el continente americano. Por eso será común para el lector de hoy toparse con consideraciones respecto a los alimentos que se consumían, las bebidas de mayor preferencia, los tratos sociales y las prácticas políticas generalizadas.

     Como todo visitante que alcanza espacios territoriales distintos a su lugar de origen, el viajero, ya fuese con fines científicos o lo fuera por invitación de autoridades establecidas, desplegó elucubraciones de lo observado y experimentado en tierras lejanas. Con sus relatos se muestran como cronistas en la medida que pretenden delinear paisajes naturales y sociales que más llamaron su atención y que exponen un aprendizaje, uno de los motivos principales del viaje. Si en tiempos de la Antigüedad el viajante se asumía como parte de un designio y regido por el requerimiento del destino de los dioses, es decir, prueba, aventura, sufrimiento, o el peligro propio de la experiencia humana, en los tiempos modernos fue convertido en una porción del capital cultural, de aprendizaje, de pasión y de placer.

     En las narraciones vertidas por el viajero devenido visitante aparecen expresadas un aprendizaje acumulado en combinación con la atracción de lo que le es afín, familiar, y el distanciamiento de todo aquello que, por enseñanza, hábito y costumbre experimenta como ajeno. Una de las interrogantes que Rosti se planteó de manera personal, fue la relacionada con la aversión a los negros presente en los Estados Unidos, disposición que lo llevó a comparar el trato del negro con el esclavismo aún existente en Cuba para el momento de su visita. Cuando hizo referencia a este mismo tópico, para el caso venezolano, comentó de modo fastuoso la abolición de la esclavitud, en tiempos de los Monagas, hacia 1854. Lo que no debe sorprender en cuanto a la forma de gobierno personalista propia del monaguismo que, para un hombre instruido y simpatizante del liberalismo reinante en el sistema mundo moderno, resultaba contrario al libre albedrío y las acciones humanas amparadas en la libertad para el disfrute de los bienes provenientes del trabajo.

     En su visita al mercado de la ciudad contrastó los precios con los de su país y los de Estados Unidos de Norteamérica, con lo que intentó demostrar el alto costo de los bienes que aquí se ofertaban, a excepción de la carne de vaca. Por ejemplo, un saco de papas 5 dólares, un pavo 5 dólares y un pollo 1 dólar. En cuanto al precio de los huevos mostró gran impresión al verificar que el mismo no variara y que se utilizara como referente para fijar el precio de otros bienes de consumo. En su examen del mercado y lo que en él se ofertaba trajo a colación que la carne de cabra se vendiera como carne de carnero. Además de dulces como el de membrillo y el de guayaba que, para su paladar eran exquisitos y de extraordinaria textura. También se conseguía pan de maíz, es decir, arepas que no eran muy de su agrado, en especial, cuando las servían frías, al igual que las caraotas negras y las carnes cocidas en forma de guisos le causaban repulsión. Junto a la arepa se encontraba el pan de trigo y el casabe que, a su parecer, parecía preparado con virutas desmembradas. El papelón lo describió como de muy baja calidad frente al azúcar. En este sentido, le causó curiosidad que los habitantes de Venezuela lo consumieran junto con el queso.

Jenny de Tellenay, joven francesa que vivió en Caracas entre 1878 y 1881. En 1884, publicó en París un libro sobre su estadía en Venezuela.

Jenny de Tellenay, joven francesa que vivió en Caracas entre 1878 y 1881. En 1884, publicó en París un libro sobre su estadía en Venezuela.

     El viaje como experiencia etnológica y aprendizaje no fue potestad de naturalistas, científicos o diplomáticos, también fueron extendidos por personas de espíritu indagador o de curiosidad exótica. Jenny de Tellenay llegó a Venezuela durante el gobierno de Francisco Linares Alcántara. Entre 1878 y 1881 no dejó de admirar la singularidad de los espacios naturales de Venezuela que conoció y que en Europa concitaban la curiosidad acerca de una naturaleza exuberante y pródiga. Llegó con su madre Olga y el encargado de negocios y cónsul general de Francia el 26 de agosto de aquel año. La marquesita como se le reconocería provenía de un ambiente familiar que le permitió adquirir un capital cultural en un contexto de costumbres europeas refinadas, lujo y comodidades.

     Por lo escrito en Memorias de Venezuela (1884) fue una joven de carácter acucioso y plagado de curiosidad. Dejó plasmado en este texto sus exploraciones por una parte del litoral, Puerto Cabello, las minas de Aroa y de su regreso a Caracas por Valencia y Maracay. En lo referente a la política doméstica se inclinó a favor de Antonio Guzmán Blanco. Sus razonamientos en este orden, así como algunos relacionados con algunos personajes y acontecimientos de la historia de Venezuela fueron errados, aunque quedaron sin enmienda en sus Memorias… Aunque en su trabajo citó con fruición estudios de Humboldt, ello no la libera de los yerros expuestos en su relato.

     Su escrito lo inició con el encuentro de las Antillas y la descripción de lo que su visión ambivalente de viajera escolarizada le orientó. Al alcanzar el puerto de La Guaira detalló la afanosa actividad en la oficina de la aduana y quienes aquí laboraban. Dejó escrito que blancos, negros, indios y mulatos se combinaban con las diversas tareas que desplegaban. Anotó que la gente de “color era sucia” y que no mostraban la fisonomía alegre y abierta de los negros de Martinica.

     De acuerdo con su mirada muchos parecían embrutecidos por el consumo frecuente de aguardiente. Llamó su atención que el comercio al por mayor estuviese en manos de extranjeros, mientras otros de menor poder luchaban por lucrarse y regresar a sus lugares de origen. Sin embargo, llegó a la conclusión de que todos eran agentes de progreso del país.

     A pesar de que, a la luz de la contemporaneidad, sus comentarios puedan herir sensibilidades no deja de ser importante leer lo que ella relató porque mucho de lo descrito se asemeja con configuraciones de otros viajeros de la realidad observada en Venezuela. Desde el mismo momento de su arribo ejercitó una suerte de actividad etnológica en combinación con lo que le interesaba destacar acerca de la flora y la fauna de los lugares que transitó. En especial la que fue percibiendo por el camino de La Guaira a Caracas.

     Resaltó la riqueza de la flora, bastante rica en: leguminosas, crucíferas, umbelíferas y geraniáceas. La fauna: deslumbrada por el Turpial y la Paraulata. Próxima a llegar a la capital describió los ranchitos al borde de ambos lados del camino y de sus habitadores resaltó las negras que llevaban sus hijos a horcajadas, las indias con una pañoleta roja en la cabeza y un tabaco en la boca. Por lo que hasta ese momento había constatado, en el trayecto, expresó que, en cuanto a demostración de desarrollo técnico y tecnológico en América era más espontáneo que cultivado por acción humana. Como ejemplo refirió el hecho de no existir represas y que el agua bajara de los montes de manera directa.

     Si se puede hablar de una constante, entre quienes configuraron sus relatos de paso por Venezuela, fue el lugar relevante que ocupó la exuberancia de su relieve natural. Sin embargo, debe ser tomada en consideración lo que destacaron sobre las costumbres y forma de ser de los caraqueños. Con seguridad el lector de sus narraciones podrá constatar cómo el capital acumulado por el viajero lo llevó a destacar contrastes que pueden resultar para el momento actual algo odiosos.

La imprenta caraqueña en tiempos de emancipación

La imprenta caraqueña en tiempos de emancipación

El lunes 24 de octubre de 1808, circuló la Gazeta de Caracas, primer periódico que se imprimió en Venezuela.

El lunes 24 de octubre de 1808, circuló la Gazeta de Caracas, primer periódico que se imprimió en Venezuela.

     De acuerdo con la información proporcionada por el Diccionario de Historia de Venezuela, publicado por la Fundación Polar, una de las últimas porciones territoriales del imperio español que recibió, en 1808, los beneficios de la imprenta fue la Capitanía General de Venezuela. De igual manera se debe descartar que la obra de José Luís Cisneros, Descripción exacta de la Provincia de Venezuela, con pie de imprenta de Valencia, 1764, se hubiese impreso en Venezuela.

     Sin embargo, en tiempos de Independencia, entre 1820 y 1821, se produjeron en Caracas polémicas entre constitucionalistas y monarquistas. Las mismas se ventilaron en impresos caraqueños, gracias a imprentas instaladas en la capital, como los periódicos La Araña, La Aurora de Venezuela, El Celador de la Constitución, El Fanal de Venezuela, La Mariposa Negra, De Todo y Algo Más, La Mosca Libre, La Segunda Aurora y La Lotería Tipográfica, entre otros.

     Fue a propósito de la ocupación francesa en la península ibérica y el conflicto bélico que se derivaría desde 1808, entre España y Francia, que el capitán general Juan de Casas solicitó el envío de una imprenta al gobierno de Trinidad en agosto de este año. El equipo llegó a la provincia de Caracas en septiembre de 1808 junto con los impresores británicos Mateo Gallagher y James Lamb. Ella sirvió para la publicación de la Gazeta de Caracas, primer periódico de Venezuela, cuyo primer número vio la luz el 24 de octubre de aquel año. Su redactor principal fue Andrés Bello (1781-1865) hasta el año de 1810, cuando emprendió su viaje para Inglaterra como miembro de la secretaría de relaciones exteriores de la provincia.

     Es necesario indicar que, la Gazeta de Caracas surgió bajo circunstancias críticas en el seno del imperio español. En mayo de 1808 había estallado la disputa alrededor del trono entre Carlos IV y su hijo Fernando de Borbón, conocido luego como Fernando VII. En mayo de 1808 Napoleón obligó a este último devolver la corona a su padre. Con estas abdicaciones constriñó a Carlos IV que le cediera el trono a él, quien luego lo entregaría a su hermano José Bonaparte. Las primeras informaciones de estos acontecimientos se conocieron en los iniciales días de julio de 1808, gracias a dos ejemplares del Times de Londres. Éstos fueron enviados por funcionarios gubernamentales de Cumaná al capitán general Juan de Casas, que los puso a la orden de Bello para que los tradujera. Bello hizo lo propio y extrajo noticias que con premura comunicó a Casas, quien incrédulo no dio crédito a la información. Sin embargo, Casas llamó a consulta a personas influyentes de la provincia, pero excluyó a los españoles americanos. Allí se discutió la gravedad del asunto y se tomó la decisión de no divulgar la información sobre los eventos en la provincia.

     Como indicamos, fue el 24 de octubre de 1808 que apareció el primer número de la Gazeta de Caracas, en el que se ponderó la importancia y la excelencia del nuevo arte y su valor para la provincia. En la Capitanía General de Venezuela se instaló otra imprenta en la ciudad de Cumaná. El licenciado Miguel José Sanz recomendó que se instalara otra imprenta en Caracas. Para octubre de 1810 inició sus actividades de impresión la de Baillío y Delpech. Esta sociedad sólo duró un año y prosiguió sólo con Juan Baillío. Simón Bolívar y José Tovar habían traído una imprenta que se instaló en Caracas. Para febrero de 1812 se colocó un taller de impresión en Valencia, a cargo de Juan Gutiérrez Díaz.

Entre 1808 y 1810, el redactor principal de la Gazeta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865).

Entre 1808 y 1810, el redactor principal de la Gazeta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865).

     No obstante, fueron muy pocos los talleres de impresión que se instalaron en territorio venezolano. La mayoría de impresos fueron de talante político. De estos talleres salieron periódicos, semanarios, hojas sueltas, folletos y libros de interés para la historia política de Venezuela. Los temas variaron en la puja por el control de la provincia de Caracas entre patriotas y realistas. También en ellos se encuentran las argumentaciones y reflexiones alrededor de la Independencia frente a las pretensiones de la corona española.

     Para la edición del 6 de agosto de 1811, la Gazeta de Caracas incluyó el texto de la Ley de Imprenta, sancionada por la Sección Legislativa de Caracas, en la que se subrayó que la imprenta era el instrumento más fiable para comunicar las luces del conocimiento, y la facultad individual de los ciudadanos para hacer públicas sus ideas políticas y reflexiones.

     Con esta aseveración se refrendaba uno de los propósitos del liberalismo político como lo era la libertad de opinión, y con la que se podría hacer frente a todo tipo de arbitrariedad de los gobernantes. Se agregó, además, que el producto de la imprenta era imprescindible para ilustrar a los pueblos en sus derechos y el único camino para alcanzar el conocimiento de la verdadera opinión pública.

     Entre los que dirigieron los asuntos relacionados con la Primera República participaron de modo entusiasta en todo lo que se produjo en los talleres de Caracas, Cumaná y Valencia. Fueron varias las publicaciones en forma de libro o folleto, una iniciativa propiciada por ellos. Quizá, fueron los periódicos donde aparecieron la mayor cantidad de argumentaciones políticas que sirvieron de base para las realizaciones políticas. La hoja suelta sirvió para dar a conocer información que debía circular de manera presurosa y superar demoras que con equipos de técnica deficiente retrasaban la impresión de los periódicos.

     El único medio impreso que existía en el mes de abril de 1810 en la Capitanía era la Gazeta de Caracas, en cuya página principal aparecía un lema escrito en latín y que rezaba: “la salud del pueblo es la suprema ley”. La edición del 25 de abril corrió a cargo de quienes desconocieron la regencia como gestora de la política en Venezuela. Un fragmento de los razonamientos esgrimidos fue que la Gazeta de Caracas había estado destinada a propósitos que ya no estaban de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de Caracas. Ello sirvió para indicar que el espíritu que se iba a restituir era el carácter de franqueza y sinceridad que debía tener, para que el pueblo y el gobierno lograra con ella los benéficos designios que han “producido nuestra pacífica transformación”.

     En combinación con este escrito apareció el primer artículo de talante doctrinal cuyo título fue: “Sin virtud no hay felicidad pública, ni individual”. En un número anterior Vicente Emparan y Orbe publicó un “Manifiesto”, con fecha 7 de abril, donde intentó calmar los ánimos de los habitantes de la comarca, en virtud de los fracasos de las tropas españolas contra los franceses, y con la exhortación de continuar bajo los auspicios de la legislación colonial. Ya en números precedentes se incluyeron los donativos que, a instancias del marqués Casa – León, debían recabarse para ayudar a la península en su lucha contra el “usurpador universal”, tal como se calificó a Napoleón por estas tierras.

De la imprenta de Juan Baillío saldrán periódicos fundamentales para el país como: El Publicista de Venezuela, que circuló en 1811 y donde se publicó ese año el Acta de la Independencia.

De la imprenta de Juan Baillío saldrán periódicos fundamentales para el país como: El Publicista de Venezuela, que circuló en 1811 y donde se publicó ese año el Acta de la Independencia.

     De igual manera, aparecieron las “Instrucciones para elegir diputados a las cortes de España”. También se mezclaban noticias de triunfos de españoles en batallas contra las huestes napoleónicas. Sin embargo, se intercalaban con escritos de ingleses que veían con preocupación el escaso avance de los españoles contra las iniciativas de Napoleón y los suyos. También, aparecían noticias locales relacionadas con el nombramiento de autoridades, resúmenes de gacetas inglesas, avisos mercantiles, ventas de artículos, huidas de esclavos y proyectos para la edición de otros impresos. El tono de la Gazeta de Caracas cambiaría con la edición número noventa y cinco y en la que anunció un tiempo otro a raíz de la declaración del 19 de abril del diez.

     En consecuencia, un conjunto de argumentaciones se tramó respecto al consejo de regencia y sus implicancias. Así, se puede leer una proclama, firmada por José de las Llamozas y Martín Tovar Ponte, en que se informaba acerca de la penosa situación de España en los primeros meses de 1810, luego de dos años de enfrentamiento con los franceses. En ella se indicó que la guerra, iniciada en 1808, la venían desarrollando los españoles en defensa de su libertad e independencia para escapar del “yugo tiránico de sus conquistadores”.

     Con el arrollador avance de las tropas de Napoleón por el territorio español, “los honrados y valerosos Patriotas Españoles” libraban batallas para preservar la “soberanía nacional”, pero se vieron obligados a buscar refugio en Cádiz. Al lado de esta acción, la Junta Central Gubernativa del Reino, en la que se había depositado la soberanía en disputa, debió disolverse. Junto con esta disolución se difuminó una soberanía constituida legalmente para la conservación general del Estado.

     Por esta razón, indicaron los redactores, hubo la necesidad de constituir un nuevo sistema de gobierno con el título de regencia que, no podía tener otro propósito que el de preservar la vida de los pocos españoles que habían escapado del yugo francés. La regencia no representaba los intereses de la nación porque no se constituyó con el voto general de quienes tenían la potestad de justificarla. A lo largo de 1810 en las páginas de la Gazeta de Caracas aparecieron un compuesto de argumentaciones alrededor de la ilegitimidad de la regencia, la reclusión de Fernando VII y en manos de quienes estaba la representación de la soberanía.

     La cantidad de razonamientos vertidos en sus páginas, después de la edición 95, fueron afinando la necesidad de romper el nexo colonial. Unos catorce meses después, en la edición del 9 de julio de 1811, apareció en la primera página el titular: “Independencia de Venezuela”. Si se observa con atención los distintos escritos que se dieron a conocer luego del 19 de abril, se puede constatar que lo asumido en 1810 ya anunciaba la ruptura con la sociedad progenitora. Otros impresos, de corte doctrinario, en especial, conformaron argumentos a favor de la emancipación. El Semanario de Caracas, El Patriota de Venezuela, El Mercurio Venezolano y El Publicista de Venezuela confirman la actitud que se fraguó desde 1810 entre algunos caraqueños. En sus páginas, al igual que en la Gazeta de Caracas, se publicaban textos del irlandés William Burke que defendía airadamente el derecho de la América española a independizarse.

     Si la intención de las autoridades coloniales fue la de establecer una imprenta en la Capitanía General de Venezuela, para contrarrestar la información de sus enemigos, como efecto no deseado ella sirvió de espacio para el convencimiento de un grupo de venezolanos a favor de la Independencia. En el mundo moderno la imprenta se convirtió en un agente de cambio y no un cambio por sí misma. Aunque se debe tomar en cuenta que no todos los individuos de este período sabían leer. La lectura colectiva fue una opción, además en tabernas, posadas, plazas, iglesias se transmitían informaciones por vía oral. Uno de los aspectos de gran relevancia en el mundo y que ayudó a la generalización de impresos fue gracias al uso del papel y la paulatina sustitución del pergamino, más bien de uso para ediciones lujosas. Es necesario dejar claro que las iniciativas de emancipación surgieron entre habitantes de la provincia de Caracas, a las que se agregarían otras provincias y que la Gazeta… se tiene como pionera en la divulgación de las informaciones a su alrededor. Lo que la convierte un testimonio fundamental para aproximarnos a los razonamientos y acciones que se desplegaron para lograr la Emancipación.

Boletín – Volumen 118

Boletín – Volumen 118

BOLETINES

Boletín – Volumen 118

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Comienza esta edición con “Asambleas de la Cámara de Comercio de Caracas” (P. 2091).

     Sigue con “Situación mercantil”. En sus primeras líneas se lee: “Durante el mes de agosto la paralización en todo el comercio fue grande, y las causas son tan conocidas que enumerarlas aquí sería repetirnos y aun decir que está al alcance y en el conocimiento de todos” (Pp. 2091-2094).

     Acerca de una peligrosa enfermedad en Puerto Rico y su extensión en Suramérica, “La Hemileia Vastatrix” (P. 2094).

     Relacionado con la oportunidad de trasladar mano de obra italiana para Venezuela en “Inmigración italiana” (P. 2094).

     En un artículo breve se expuso cómo en Ciudad Bolívar una especie perteneciente a la de los gusanos estaba deteriorando los cueros almacenados, en “La quema de las sabanas de cría y potreros para la extinción del gusano de monte” (Pp. 2094-2096).

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     Respecto a la explotación petrolera en Venezuela se proponía establecer una legislación que protegiera a las concesionarias independientes y más pequeñas, frente a las que ya monopolizaban los oleoductos, tal era el caso de la Standard Oil y la Royal Dutch – Shell, “Los oleoductos deben considerarse como vía pública” (Pp. 2096-2097).

     Le sigue “La actual Ley de Arancel” (Pp. 2097-2098). “Apuntes sobre el Bajo Orinoco y Guayana” en que se trata el asunto referido al potencial agrícola y pecuario de esta localidad (Pp. 2099-2102).

     “Homenaje a Laveran” un escrito laudatorio acerca de quien había descubierto el hematozoario del paludismo (Pp. 2102-2104).
“Sobre la peste del ganado” fue un artículo centrado en la parasitología en algunas localidades apartadas de las ciudades y que afectaba a los seres humanos y algunos animales (Pp. 2104-2105).

     En lo atinente a Chile y cómo logró sortear una crisis económica que sufrió a principios de la era republicana, “Crédito territorial” (Pp. 2105-2107). “Las Landschaften y sus operaciones de crédito en Alemania (1770-1920)” donde se explica su conformación y las bases económicas que le dan vigor para su funcionamiento (Pp. 2107-2109).

     En “Los que manejan dinero siempre son calumniados”, un artículo de Cristóbal Mendoza y relacionado con las finanzas públicas en 1827 (P. 2110). En otras carillas breves informaciones: “Puente sobre el río Tuy”, “Exploración y explotación de los campos petroleros de Maracaibo”, “Cesión de un campo oleífero”, “Estudios Técnicos respecto a Petróleo. La refinación del petróleo”, “Noticias sobre petróleo”, “La crisis italiana y su causa esencial”, “Telares de algodón en Barquisimeto”, “Noticias de Colombia”, “Noticias del Ecuador” y “Sección de correspondencia” (Pp. 2110-2122).

     Cierran los cuadros “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en julio de 1923”, “Comercio de café en Maracaibo en julio de 1923”, “Café y cacao exportado por La Guaira en julio de 1923”, “Valores de las bolsas de Caracas y Maracaibo en agosto de 1923” y “Tipos de cambio en Caracas en agosto de 1923” (Pp. 2122-2124).

Más boletines

Boletín – Volumen 137

Durante el mes de marzo se sostuvo un movimiento de ventas apreciable.

Boletín – Volumen 146

Esta edición de enero de 1926 comienza con una salutación por el nuevo año que comienza.

Boletín – Volumen 159

Inicia en la página 3599 con “Nuevos miembros de la Cámara”.

San Pablo y la sanpablera

San Pablo y la sanpablera

La iglesia de San Pablo surgió en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580.

La iglesia de San Pablo surgió en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580.

     “La iglesia de San Pablo surge en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580. La calle que lleva al templo aún no tiene nombre. Arranca de “la esquina de María Zavala y Francisco Infante” y es una de las tres calles largas que corren de norte a sur. Se mandó empedrarla en 1603. Junto a la iglesia fue establecido un hospital.

     Al frente se extendía una plaza en cuyo centro había una fuente. De la iglesia de San Pablo era sacada en procesión Nuestra Señora de la Copacabana – en muy ricas andas de plata a fines del siglo XVIII – para impetrar lluvias al cielo. Por haberse deteriorado la fuente, en 1771 se ordenó suplantarla por otra que había estado en la Plaza Mayor. Cuando el viajero Francisco Depons visitó la ciudad a comienzos del siglo XIX, la plaza no le causó buena impresión: “su única regularidad consiste en su forma cuadrada, y su único adorno es la fuente colocada en el centro. No está embaldosada ni allanada”. Más tarde tendrá pavimento de lajas.

     Cuando en 1844 se instaló en la plaza una fuente de mármol, donación de Juan Pérez, la vieja fuente de la Plaza Mayor fue trasladada a San Jacinto, luego a Antímano y finalmente a La Vega. Hoy se cree que sus restos están en una casa particular. La nueva fuente de Juan Pérez representaba una india, armada de arco y de carcaj. De entre el adorno de plumas que tenía en la cabeza surtía el agua. Esta india había de pasar a una gruta artificial sembrada de animales de metal, de figurillas humanas, de casas, molinos y cascadas, todo a manera de enorme nacimiento que atrajo a varias generaciones de niños a la Plaza de la Misericordia.

     Años después de ser remodelada aquella plaza, un entusiasta por nuestras cosas del pasado rescató de una pedrera en El Calvario trozos de la estatua. La cabeza con su penacho había desaparecido.

     San Pablo tuvo árboles un tiempo. Cierta mañana amanecieron cortados por manos criminales. En el lugar de la fuente se erigió una estatua al general José Tadeo Monagas. También el militar y expresidente hubo de ser removido.

     La plazuela –a ella daban las casas de los Salías y de los Monagas– fue en 1814 lugar de ejecución de los patriotas condenados por Boves. Luego volverá a ensangrentarse en las rudas contiendas civiles. Tabernas, garitos y casas de lenocinio se multiplicarán por las cercanías, lo que habrá de provocar otra clase de turbulencias. Así nace, entre batallas y trifulcas, y se fija para siempre la caraqueñísima palabra sanpablera, sinónimo de zipizape. San Pablo Ermitaño, en cuyo honor fue creado el templo, seguramente esperaba mejor recordación.

     El presidente Guzmán Blanco, por si fueran pocos los encontronazos que había provocado con la Iglesia, ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar. A pesar de que el caudillo ironizaba, asegurando que no era profanación, “pues el arte dramático estuvo exclusivamente, y por mucho tiempo, en poder de los clérigos”, en desagravio hizo construir la basílica de Santa Teresa. Allá fue la venerada imagen del Nazareno de San Pablo a la cual atribuye la devoción popular, entre otros prodigios, el de haber hablado al artífice que la esculpió.

El presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar, el cual se conoció inicialmente como Teatro Guzmán Blanco, luego denominada Teatro Municipal.

El presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar, el cual se conoció inicialmente como Teatro Guzmán Blanco, luego denominada Teatro Municipal.

     Los trabajos para el teatro, conforme al proyecto de Esteban Ricard, se iniciaron en 1876 y en medio de contratiempos, abandono y modificaciones hubo de prolongarse hasta fines de 1880. El Teatro Guzmán Blanco, “que con su magnificencia está a la altura de los mejores que existen en América”, y cuyo costó se elevó casi al millón de bolívares, fue entregado oficialmente el 1° de enero de 1881.

     Para el estreno había sido contratada una compañía lírica italiana que, en realidad, no resultó muy brillante. La obra elegida para la solemne ocasión era tal vez Hernani, y la fecha, el 3 de enero. Pero San Pablo fue siempre lugar de tropiezos. Hubo retardo “por indisposición de la nonna”, y al fin, según dice el anuncio del Diario de Avisos, “el inmortal Trovador del maestro Verdi es la partitura con que se abrirá la presente temporada”, el día 4 por la noche.

     Desde aquel momento, el Teatro Municipal, llamado así cuando Guzmán pasó a la historia, había de ser el mayor centro musical, dramático y coreográfico de Caracas. Por no citar sino lo que también pasó a la historia después de un brillo deslumbrante, allí deleitaron a la concurrencia el piano de Teresita Carreño, las danzas de Ana Pavlova, el patetismo de María Guerrero, la voz de Tita Rufo.

En 1859, durante la Guerra Federal, hubo en la plaza San Pablo un enfrentamiento militar entre liberales y conservadores. Ese hecho sería denominado luego como La Sampablera.

En 1859, durante la Guerra Federal, hubo en la plaza San Pablo un enfrentamiento militar entre liberales y conservadores. Ese hecho sería denominado luego como La Sampablera.

     San Pablo, reducto caraqueño al fin, unía y mezclaba en forma despreocupada lo selecto y lo popular. Frente al ilustre coliseo, en la plazuela, se apiñaba la multitud cada año en alegres danzas de carnaval. A espaldas del teatro, en la actual Plaza Miranda, hubo un mercado. Su edificio de metal cobijaría más tarde a El Molino Rojo, lugar de bailes y de sanpableras. Frente a esa misma plaza se instaló la primera planta eléctrica de Caracas, que el 24 de julio de 1883, centenario del natalicio de Simón Bolívar, había de iluminar con arcos voltaicos el teatro guzmancista y los alrededores del Capitolio.

     En 1897, bajo el gobierno de Crespo, se colocaron varios hermosos relojes en la ciudad. Uno de ellos fue instalado en la esquina de San Pablo. Entre esa esquina y la de Mercaderes, casi a la sombra del Municipal, funcionó el Salón Apolo donde eran ofrecidas las primicias del cinematógrafo y se exhibieron figuras de cera. Una muy impresionante representaba al Libertador en la agonía. 

     Frente al teatro fue construido mucho más tarde el Hotel Majestic, de fea arquitectura. No duró mucho. Contra él y otros edificios cercanos se estrenó una moderna versión del ariete, la enorme y pesada bola para demoliciones. La muerte del Majestic a fuerza de porrazos fue un espectáculo. Nacía la Caracas moderna.

     Cuando progresan las obras del centro Simón Bolívar, desaparece la Plaza de San Pablo. El reloj de Crespo se trasladará a El Peaje, en El Valle. La fachada del Municipal es mutilada. El teatro, remendado anacronismo sumido entre nuevas construcciones y ya insuficiente, abre sus puertas de tarde en tarde. Lo único que parece recobrar verdadera vida el Miércoles Santo es la devoción por El Nazareno, pero desde hace mucho tiempo se le llama el Nazareno de Santa Teresa.

     San Pablo y todo lo que allí surgió o por allí ha pasado son apenas sombras, prontas a desvanecerse”.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

Revista Líneas. Caracas, Núm. 113, septiembre de 1966

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