El Diario de Debates deja constancia de que el orador fue interrumpido numerosas veces por grandes ovaciones. Se aplaudió entusiásticamente, de manera especial el argumento de que debía cerrarse la taberna y de que había de enseñarse en la escuela nocturna y en la escuela dominical a los trabajadores el hábito de la economía.
El diputado doctor Francisco Ochoa abunda en otra serie de razones, características de la mentalidad del momento: “La creo promotora, como así lo comunique particularmente, porque n nuestro país necesita hoy favorecer las empresas, atraer el capital, traer brazos y si empezamos a poner dificultades de este género, ninguna empresa extranjera ni nacional pensará seriamente en establecerse, ni el capital extranjero vendrá en nuestra ayuda, ni tampoco podrán venir esos brazos que tanta falta nos hacen”. (Grandes aplausos). El orador insiste en que lo que hay que hacer con el obrero es prepararlo, predicarle el ahorro, crearle sociedades de mutuo auxilio, pero que lo contrario es apagar el desarrollo económico.
Los defensores de la Ley no cejaban en su defensa. El doctor Antonio María Planchart insistía en que los argumentos opuestos eran contradictorios, en que no debía haber motivos para temérsele a la Ley, y agregaba: “Por otra parte, ciudadanos diputados, por el Artículo 249 del Código de Comercio, se impone a las Sociedades Anónima y de Comandita por Acciones repartir anualmente de los beneficios liquidados una cuota de 5% cuando menos para formar un fondo de reserva, el cual no puede ser menos del 10% del capital social, con destino a las necesidades que puedan presentarse, como reparación de máquinas y otras pérdidas, Pues bien, un fondo de reserva pueden aplicárselo también los estatutos de la empresa para indemnizar los accidentes de trabajo”.
“Yo no quiero ni puedo creer que legisladores medrosos quieran hacer de mejor condición a la máquina que al hombre. El hombre inventó la máquina como poderosa aliada, no para hacerla de una clase superior a él, sino como ayuda en las evoluciones infinitas de la producción y del trabajo”. (Grandes aplausos).
El diputado doctor Ramiro Parra insistió en su actitud. “Nosotros no venimos a legislar con el corazón sino con la cabeza y de acuerdo con los principios del derecho”. (aplausos) “Ayer demostré que esa Ley ataca el derecho de propiedad, ataca a los ricos y ataca también el derecho de libertad de los obreros. Yo no tengo por qué ser enemigo de los peones: Porque soy igual a ellos. Así es que mi oposición no es por tirarle a los peones sino porque no exista una ley mala. A todos los argumentos que hemos hecho los adversarios nos contestan, salen con la caridad y con esto no pueden darle vida. Si esta Cámara aprueba la Ley, yo me prometo solemnemente llevarla ante la Corte Federal para demostrar que es inconstitucional”.
La amenaza no podía ser más seria. Ello, no obstante, surge nuevos defensores de la Ley. El diputado doctor Luis Olavarría Matos, uno de los abogados que intervinieron en el debate, afirma: “Yo, en verdad, no creo en la inconstitucionalidad de la Ley señalada por el colega. Se ha hablado también en repetidas ocasiones, en el curso del debate surgido sobre este punto, acerca de la derogatoria que hace la Ley, respecto del derecho común. Es bien sabido, y es de principio en materia de legislación de accidentes de trabajo, que es esto precisamente de su esencia”. Afirma que la Ley tiene muchos errores que considera garrafales, y que no tiene una sino muchas modificaciones que proponer. Pero la contraparte está a la ofensiva. El doctor Ochoa, al argumento de la relación entre la máquina y el hombre, se manifiesta mecanista apasionado: “La máquina sustituye al obrero, miles de brazos quedan sin trabajo y sin amparo, y sin embargo, la máquina se impone porque es el resultado del progreso. Los rieles se tensan y la máquina marcha, el tiempo se reduce y el trabajo se centuplica. Este problema ha sido arduo, discutido y es uno de los factores del socialismo”. Y el doctor Parra insiste: “¿Si yo no tengo culpa de un hecho que ha sucedido, cómo se me puede hacer responsable de sus consecuencias?” (Aplausos) Censuraba especialmente la disposición sobre irrenunciabilidad. “De modo que le dan al obrero un derecho del cual no puede disponer. ¿Se ataca o no con esto la libertad del obrero? Si a él le da la gana de trabajar de balde a un amigo, si él no quiere cobrar los daños que ha sufrido, ¿por qué se le obliga a ello? Esta es una disposición atentaroria” (aplausos). Y lo más extraño es que el doctor Olavarría Matos asintió en el argumento y manifestó que era justamente a ese artículo o a esa disposición a la que tenía una de las reformas que pensaba proponer.
El diputado doctor Fabricio Gabaldón apoya la proposición de diferir para que la Ley sea estudiada mejor. El diputado doctor Juvenal Anzola insiste sobre este argumento: “No veo que sea inminente el problema de nuestros obreros para la urgencia en la aprobación de este Proyecto. Hasta la fecha, lo único que hay, y no con frecuencia, son accidentes de trabajo, los que pueden solucionarse con el Artículo del Código Civil que en este momento se discute en el Senado, y en el cual cabe la protección a los obreros por accidentes y peligros que tengan en las empresas”.
El diputado Hermoso Tellería reasume el debate con ardor. Sin ser jurista, explica la noción básica de la Ley: “Eso es lo que se llama en la moderna legislación la doctrina del riesgo profesional, reconocida hoy en todos los países del orbe civilizado”. Y apostrofa a la Cámara en térmicos influidos por el apóstrofe de Bolívar en la Sociedad Patriótica: “Que no estábamos adelantados se dijo en estas Cámaras hace más de cincuenta y ocho años, cuando se trataba de abolir la esclavitud”. Lo apoyó el diputado Raúl Crespo Vivas, quien ocupaba ya la Presidencia de la Cámara, y para llover sobre mojado dijo: “Entre los argumentos que se oponen está el muy socorrido y conocido de que no estamos preparados para que esta Ley entre a regir en el país. Pues tampoco, señores, estábamos preparados para proclamar nuestra independencia (aplausos). . . En esta cuestión que se debate, es decir, el contrato de trabajo del obrero, hay algo de aspecto público y mucho de social que debe ser regulado de un modo especial”. E hizo un alegato de mucho efecto al recordar que alguien pretendió que el reglamento sanitario por el cual se obligaba a los dueños de casas a construir servicios higiénicos era contrario al derecho de propiedad, a lo que él invocó que por encima de todas las leyes estaba la salud del pueblo.
Todavía intervienen esta tarde los diputados Aguilera, Godoy y Cayama Martínez. El general Aguilera, para reforzar la oposición a la Ley: “Aquí no tenemos problema obrero. ¿Para qué abrir campo a las dificultades con la Ley, que dado el medio, sólo servirá a los pica pleitos y a los Jefes Civiles?” (Aplausos)
El doctor Godoy para presentar en favor de la Ley un argumento muy simpático: “Discutiéndose ésta, de una vez solventaremos esos problemas que sobre la cuestión obrera se han presentado en otros países más adelantados que nosotros, porque entiendo que los tales problemas se presentaron allá, precisamente, por carecer de leyes positivas. Hágase, pues, previsión para cuando tengamos obreros estudiando y discutiendo en gran cantidad esta Ley que sólo comprende los accidentes de trabajo; porque es mucho mejor prever que tener que remediar. He oído decir que no se debe discutir en esos momentos esa Ley, porque lo que necesitamos es que del extranjero nos vengan capitales y brazos. Pues, todo lo contrario, nada más favorable al implantamiento de la Ley, que esa necesidad, puesto que con mayor razón vendrán al país esos brazos que necesitamos cuando sepan que tenemos una Ley que protege el trabajo de los obreros. De esa manera vendrán los capitales al país con mayores garantías, porque garantizado estará el obrero contra las muchas dificultades que en otros países de le presentan”. El general Cayama, ´para insistir en la defensa: “Discutamos la Ley, y si resulta que es mala, que es impracticable, que es prematura, la negaremos, pero al menos habremos cumplido con nuestros deberes de representantes del pueblo, haciendo lo posible en favor del obrero”.
Lo cierto del caso es que, como podía presumirse, el levantamiento de sanción del diferimiento fue negado.
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