Boletín – Volumen 105

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Boletín – Volumen 105

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Para este número correspondiente a 1 de agosto de 1922 se inicia con “Situación mercantil” (Pp. 1639-1641), sección en la que se informa sobre los síntomas de desaliento por la crisis que se venía padeciendo a raíz de la Guerra, aunque se presentaron cifras prometedoras de recuperación. A continuación, “La iluminación de las costas de Venezuela para el servicio de la navegación” (Pp. 1641-1645) está dedicado a un proyecto presentado por una corporación internacional al gobierno de Venezuela. Desde la redacción del Boletín se aseguró la conveniencia de aceptar la proposición en lo referente a la instalación de nueve faros, sin embargo, las torres en las que se sostendrían no eran convenientes, porque se pensaba hacer con acero, mejor sería mampostería o concreto. Por otro lado, la energía con la se alimentaría la luz de los faros sería de gas acetileno disuelto. En este orden, se informó que el costo de su instalación alcanzaba el valor de 1.494.792 bolívares que para quien suscribió el informe, Germán Jiménez, podría ser menor.

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     Más adelante, “A los productores españoles – el Congreso de Residentes Españoles en América” (1646-1648), en que Francisco Grandmontagne expone la necesidad de participar en los eventos que se llevarían a cabo a propósito de la “Fiesta de la Raza”, así como la necesaria participación de españoles dedicados a actividades comerciales y económicas en América.

     Le sigue, “Noticias sobre agricultura y cría en Guayana” (Pp. 1648-1649), “Exportación de balatá por ciudad Bolívar” (Pp. 1649-1650), “El petróleo y el asfalto en Venezuela” (Pp. 1650-1655) artículo preparado por Arthur H. Redfield, perteneciente a la oficina geológica de los Estados Unidos, en que su autor hace referencia a las potencialidades petroleras de Venezuela y las dos zonas oleíferas, el Lago de Maracaibo y las costas del Golfo de Paria.

     Se presenta a continuación “Concesiones privilegiadas otorgadas con intervención del ministerio de Fomento” (Pp. 1655-1657), donde se informa acerca de las franquicias y prerrogativas concedidas por el gobierno nacional a la fabricación de muelles y líneas férreas.

     Continúan los apartados de la obra de C. H. Haring titulada El comercio y la navegación entre España y las Indias en época de los Habsburgo, esta vez el Apéndice “La Casa de Lonja” (Pp. 1657-1662).

     En “Sección de correspondencia” (P. 1663) se pueden leer propuestas de intercambio comercial desde Italia, Francia y Alemania. Al final los cuadros: “Café y cacao exportados por La Guaira en junio de 1992”, “Comercio de café en Maracaibo en junio de 1922”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en junio de 1922”, “Valores de las Bolsas de Caracas y Maracaibo en julio de 1922” y “Tipos de cambio en Caracas en julio de 1922”.

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Boletín – Volumen 105

Situación mercantil.

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Situación mercantil

Boletín – Volumen 107

Situación mercantil

La conspiración Savelli Maldonado

La conspiración Savelli Maldonado

Relato fiel de una aventura que comenzó en el “Kilómetro 133” (estado Guárico) y terminó en “Villa Augusta” (Caracas). El general José María Castro León títere del perejimenizmo. Rafael Leonidas Trujillo “el gran acusado”. Un hermano de Carlos Savelli Maldonado, Emiliano, fue un conocido piloto de Viasa que falleció trágicamente en el accidente aéreo de Grano de Oro, en Maracaibo, en 1969.

Carlos Maldonado Savelli conspiró contra el gobierno del Rómulo Betancourt. Estuvo al frente de diversos actos de terrorismo a comienzos de la década de 1960.

Carlos Maldonado Savelli conspiró contra el gobierno del Rómulo Betancourt. Estuvo al frente de diversos actos de terrorismo a comienzos de la década de 1960.

     Agazapado en el fondo de un closet que iba a resultar su último refugio, el impetuoso Carlos Savelli Maldonado (1929-2021), tuvo escasos minutos para reflexionar. Allí, acosado por sus pensamientos, debió revivir los momentos culminantes de su cruel aventura, mientras en sus oídos retumba el eco de los últimos disparos. Con cada ruido acechado, con cada pisada, debió escuchar el latido isócrono de su corazón apresurado. Y en espera de la mano férrea del policía que se le echaría dentro de poco encima para arrancarlo del fondo de su improvisado escondite, vería desfilar por su mente afiebrada las imágenes de escarnio y espanto que se propusiera con la realización de su tenebroso plan. Dos ojos, cuatro, mil, diez mil pares de ojos les estarían entonces mirando fijamente. Brazos, cabezas rotas, despojos sangrantes de inocentes víctimas de su furia implacable, se revelarían en las sombras de la oquedad donde creyó encontrar ilusorio refugio.

     La pequeña historia suya tuvo como todas, un comienzo.

     Hijo de una familia caraqueña, ex-alumno de una Academia Militar, creyó encontrar cauce al fuego que le anima en el estudio de una disciplina universitaria; terrateniente, reaccionario, ambicioso, su espíritu conformado por una ideología de tipo corte anárquico y fascistoide, entró en rebelión con el ascenso al poder de las fuerzas democráticas y vino a hacer crisis con el anuncio de una reforma agraria profunda, capaz de desquiciar a su clase rezagada y feudal, de su fundamento económico. Escribió uno, dos, tres y hasta diez artículos contra el propósito que comenzara a alentar en los grupos progresistas del país. Y decidió pasar a la acción desde el parapeto de la Cámara Agrícola donde encontró tribuna, recursos y respaldo para poner en marcha sus intentos de sabotaje. Utilizó el arma de la demagogia y sembró la discordia en algunos sectores campesinos.

Se alza el telón: Jaramillo hace resistencia armada

     En el Kilómetro 133, donde se cruzan los caminos del estado Guárico y Anzoátegui, se levantó el telón que iba a revelar a las autoridades la magnitud del peligro que se había cuidadosamente incubado. Rafael Jaramillo, mayordomo de hacienda, al frente de una turba ebria de alcohol, hizo frente a una comisión de la Digepol. Incendió el vehículo en que se transportaba y puso en fuga a los agentes, internándose de inmediato él mismo en la intrincada y vecina selva de Tamanaco.

     Con las noticias de la descabellada acción de Jaramillo vinieron a la prensa los primeros informes sobre éste. Varias cartas suyas provenientes de los archivos oficiales pusieron de relieve que se trataba de un simple soplón de la dictadura perezjimenista. El prófugo, con la complicidad de sus amigotes, pudo evadir la acción combinada de la Guardia Nacional y de la policía que activó su búsqueda desde el mes de septiembre del año pasado.

Quinta “Villa Augusta”, en Los Palos Grandes, donde fue capturado, tras intenso tiroteo, Carlos Savelli Maldonado en compañía de Rafael María Zambrano, Raúl Zambrano Muratti, Fernando Luis Muro, Pedro Mendoza Gámez y José Coello, entre otros terroristas.

Quinta “Villa Augusta”, en Los Palos Grandes, donde fue capturado, tras intenso tiroteo, Carlos Savelli Maldonado en compañía de Rafael María Zambrano, Raúl Zambrano Muratti, Fernando Luis Muro, Pedro Mendoza Gámez y José Coello, entre otros terroristas.

Terrorismo en Caracas

     Octubre trajo a Caracas una novedad en los métodos golpistas: el terrorismo. En diversos sitios de la ciudad estallaron numerosos petardos y la alarma cundió prontamente.

     La activa acción policial, animada por el apoyo popular, iba a dar prontamente con los autores intelectuales de la conspiración que se fraguaba. Fue entonces cuando cayó por primera vez Carlos Savelli Maldonado, quien, al sobornar a un agente encargado de custodiarlo en el retén de la “Casa Gris”, llenó de titulares y por primera vez las planas rojas de los periódicos. A su fuga siguió un espectacular asalto y robo de los archivos de la Cámara Agrícola, trinchera de lucha de Savelli.

     Con exilio dorado para algunos cuantos instigadores intelectuales, la autoridad creyó resuelto el dilema. Pero he aquí que, una nueva y audaz acción del golpismo iba nuevamente a despertar a la policía de un presunto nirvana: en noviembre el general (r) Néstor Prato, exgobernador del Zulia y enjuiciado entonces por la Asamblea Legislativa de aquella entidad, escapó de la Cárcel Pública de Maracaibo en connivencia con agentes exteriores. Volvió a reinar el desconcierto y las fuerzas populares comenzaron por señalar ineficacia en las autoridades policiales.

Castro León se mueve como un péndulo

     Fue para entonces cuando el general (r) Jesús María Castro León se decidió a dar un nuevo rugido escribiendo su insolente carta al presidente de la República, que concluía invitando a sus compañeros de armas a seguirle en sus planes aventureros. Un consejo de guerra le expulsó del Ejército, pero Castro León ya había decidido jugarse su carta.

     Dos aviadores cubanos mercenarios sobrevolaron Curazao y arrojaron panfletos con la carta de Castro León. La trama estaba inspirada y convenientemente pagada por el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo. Holanda, en evidente gesto hostil, no retuvo a los aviadores y uno de estos viajó a Santo Domingo. El otro se fue a Miami.

     Desde entonces el eje Miami–Santo Domingo–Nueva York se puso al descubierto. Castro León, tras entrevistarse en Europa con Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, viajó a los Estados Unidos con el fin de radicarse allí. En Miami se entrevistó por dos ocasiones con Pérez Jiménez y en Nueva York se estableció la cabeza intelectual de la gran conspiración, un fondo común, cercano al millón de dólares estaba puesto a la disposición de ella.

     A comienzos de diciembre otra espectacular noticia iba a conmover a los venezolanos: un grupo de siete militares venezolanos exilados, a cuya cabeza se hallaba el exministro de guerra del dictador, Oscar Mazzei Carta, fue atrapado infraganti por la policía mexicana, momentos en que se disponía a tomar un barco rumbo a Venezuela.

El coronel y conspirador Rafael María Zambrano, propietario de la quinta “Villa Augusta”, comenzó su carrera militar en tiempos de Juan Vicente Gómez.

El coronel y conspirador Rafael María Zambrano, propietario de la quinta “Villa Augusta”, comenzó su carrera militar en tiempos de Juan Vicente Gómez.

El drama de la “Villa Augusta”

     Concluían los festejos tradicionales para recibir el nuevo año, cuando hizo su reaparición el fantasma del terrorismo. Petardos de relativo poder explosivo estallaron nuevamente en todo el ámbito de la ciudad. Todos ellos parecían colados con un propósito definido: crear alarma a fin de provocar el natural ablandamiento de la población civil. Las fuerzas populares respondieron inmediatamente poniendose en pie de guerra: los partidos y la prensa pidieron enérgica acción al gobierno. Los organismos económicos y de la producción reiteraron su apoyo al gobierno y una noticia feliz vino a poner una nota de optimismo en el agitado panorama: Rafael Enrique Jaramillo finalmente había caído en poder de la policía.

     Los diarios anunciaron que el prófugo había cantado como un canario y ello pareció desesperar a los terroristas que pasaron entonces a realizar acciones de mayor alcance y riesgo. Allí parece que estribó un gran error. Una bomba de especial poder explosivo reventó la tubería mayor que surte a la urbanización Las Mercedes. Otra estalló en una estación eléctrica de Bello Monte. Cargas explosivas estallaron sucesivamente en las casas de habitación del diputado Luis Miquilena y el senador Alberto Ravell.

     Pero ya para entonces las pesquisas habían dado con la “Villa Augusta”, en Los Palos Grandes, suerte de fortaleza de dos pisos, de estilo antiguo y aparentemente dotada de instalaciones especiales para su defensa. Allí, tras un intenso tiroteo donde iba a caer abaleado el funcionario de la Digepol, Héctor Rivero, sería finalmente capturado Carlos Savelli Maldonado en compañía de Rafael María Zambrano, dueño de la residencia, su hijo Raúl Zambrano Muratti, Fernando Luis Muro, Pedro Mendoza Gámez y José Coello. Otros complicados habían sido apresados anteriormente: dos españoles, Manuel Malaguer y Domingo Vásquez, Pedro Aponte, César Augusto Lorenzo, Ramón Antonio Pérez Muñoz, Flor Pérez Muñoz, José del Carmen Crávez, Juan Pares, Nicomedes Febres Moretti, Jesús María Cardona, Carlos Bianchi Ferrero, Otto Pereda Pernía y Manuel Antonio Bogan. La Embajada de Nicaragua dio asilo a un prófugo: Luis Rivodó, mientras otro detenido José Eloy Durán conduciría a pistas seguras.

¿Cuántos han conspirado en la “Augusta”?

     La “Villa Augusta” donde Savelli y sus compinches soñaron encontrar perfecto refugio, tiene una larga historia de conspiraciones. Rafael María Zambrano, su propietario, capataz de presos en las carreteras de Gómez y llamado por sus íntimos el “Coronel”, vio acrecentar con largueza sus bienes económicos al amparo de la dictadura perezjimenista. En su casa se reunieron para fraguar acechanzas contra el régimen entre los años 1945 y 1948, Julio César Vargas, Rafael Simón Urbina, Carlos Pulido Barreto y otros personajes. Allí retumbo con odio el nombre del coronel Carlos Delgado Chalbaud y no f alta quien afirme que en sus pasillos se realizó la conjura del asesinato contra éste.

     La policía ocupó en “Villa Augusta” valiosa documentación. Cartas de Pérez Jiménez para Zambrano desde Miami, ofreciéndole consejos y señalándole la ruta a seguir para coronar con éxito la aventura golpista: “Al principio, no pongan partidarios míos en el nuevo Gobierno”, le escribía Tarugo.

Héctor Rivero, funcionario de la Dirección General de Policía (Digepol), muerto a balazos por los conspiradores en Villa Augusta.

Héctor Rivero, funcionario de la Dirección General de Policía (Digepol), muerto a balazos por los conspiradores en Villa Augusta.

Savelli llevaba un “Diario”

     Pero otros documentos fueron a dar a manos de las autoridades: Un “diario” valiosísimo y minucioso de Carlos Savelli Maldonado iba a poner al descubierto todos los detalles de la conspiración. Su sola lectura debió llenar de estupor a los generalmente fríos técnicos de la policía.

     Los planes comprendían atentados contra dirigentes del Gobierno; contra periódicos, muerte violenta a numerosos periodistas, contra estaciones de radio, instalaciones industriales y puntos vitales de la ciudad, como las vías principales de acceso a la capital, el Túnel de la Avenida Bolívar, los puentes de la autopista Caracas-La Guaira; bloqueo y masacre de estudiantes en la Universidad Central, actos de sabotaje y terror. Los dirigentes de los partidos y sindicatos, de la industria, comercio y actividades agrícolas que han respaldado al gobierno serían llevados al Velódromo de “La Vega”, donde serían rápidamente asesinados.

 

Con las flores, la dinamita

     Simultáneo con la caída de Savelli Maldonado, la policía ocupó una fábrica de bombas en la última calle de la urbanización Bello Monte, paralela con la autopista del Este. Allí cayó el fabricante Asdrúbal Araujo, ex-sargento técnico, y se reveló entonces que Luis Nouel, dueño de la floristería “Bello Monte” – espía dominicano, introducido al país por Trujillo – se encargaba de distribuir los explosivos de dinamita en vehículos del establecimiento y convenientemente escondidos, bajo los ramos de flores.

     La prensa señaló por su parte que un grupo de militares, entre ellos el Capitán de Navío Eduardo Morales. Luego, había sido detenido y enviado en un barco de guerra rumbo a “La Orchila”, donde actualmente funciona una instalación de las fuerzas navales.

¿Ha caído el telón?

     En su discurso del día 21 en la noche, el presidente de la República reveló que las autoridades habían debelado el golpe y que sus autores serían enjuiciados a fin de que los tribunales impusieran el castigo que corresponde a sus graves delitos. Al mismo tiempo indicaba que el grupo de militares era pequeño y de escasa relevancia en cuanto atañe a posiciones de mando.

     Así parece haber caído el telón sobre “la conspiración de Savelli”.

     Pero, ¿realmente “la comedia es finita”?

     Numerosos cabos, al parecer, quedan aun danzando. ¿Volverá, pues, a levantarse el telón para un nuevo acto? Los días futuros habrán de decir ciertamente si hemos de contemplar un epílogo.

FUENTES CONSULTADAS

Venezuela Gráfica. Caracas, 29 de enero de 1960.

    La vieja carretera de Caracas – La Guaira

    La vieja carretera de Caracas – La Guaira

    Camino indio, génesis de la carretera Caracas-La Guaira.
    Camino indio, génesis de la carretera Caracas-La Guaira.

         En aquellos remotísimos tiempos, en la edad de piedra, que ni siquiera la historia los señala con exacta precisión, cuando comenzó a haber señales de vida sobre la tierra y surgió la especie humana, antes de compactarse sus integrantes en comunidades solidarias, anduvieron sin rumbo fijo por todos los parajes hurgando aquí y allá en afán exploratorio para acomodarse donde mejor le conviniera. Sus plantas andariegas fueron abriendo sendas, veredas, caminos que llegaron a ser los primeros ensayos de vinculación y de acercamiento entre las razas.

         Así pues, la planta humana y el hacha de piedra fue aplastando la hierba, apartando la paca y tumbando el obstáculo del árbol en el boscaje espeso para avanzar por la pradera y la selva, ascender hacia las altas montañas y bajar a los valles donde detendrían su marcha. Allí al principio se asentaron las tribus y posteriormente los pueblos, las aldeas y las ciudades.

         Como consecuencia de esa movilidad, de esa inquietud viajera, nacieron los primeros caminos a la corteza del planeta, canales necesarios por donde comenzó a correr impetuoso el río del progreso y de la solidaridad entre los hombres, que ya no se detendría jamás pese al odio a la ambición y al egoísmo que también nacerían en su espíritu a medida que se iban haciendo más exigentes, es decir, mayormente “civilizados”. Por eso vemos que cualquier sendero por más insignificante que parezca o por más anónimo y escondido que esté, simboliza un hito en la historia, leyenda, tradición, episodio evocador que le da vigencia de vid en el tiempo.

         Hoy traeremos a la curiosidad del lector como estampa evocadora de ese ayer siempre emotivo, la ligera y breve historia del lejano camino indio, génesis de la antigua carretera Caracas-La Guaira, especie de cordón umbilical que ha unido en el tiempo y la distancia el valle hermoso y la cercana costa del mar.

    Caminito de los indios

         Los belicosos guerreros caribes anduvieron por las aguas de ese mar que heredaría su nombre en canoas y piraguas en un constante deambular a través del archipiélago de islas antillanas. Unas veces las tribus guerreaban entre sí y otras atacaban a las naciones cobrizas de tierra firme en la de piratería o de conquista. En una de esas periódicas incursiones recalaron a nuestras costas frente a los rojizos acantilados del cálido paraje Huaira.

         Pero sin detenerse a pensar que eran hombres de mar, treparon con sus plantas desnudas la serranía cubierta de neblinas y de lloviznas hasta caer al hermoso valle del Catuchecuai, llamado también de los Caracas. La pica abierta por la planta caribe a lo largo de los repechos y hondonadas del murallón cordillerano, sería la primera vía de comunicación que pondría en contacto al valle con el mar.

         El caribe que abría una senda para llevar a las alturas montañosas su propia conquista no pensó que había abierto una brecha para que siglos más tarde a su vez los demonios blancos penetraran a sus dominios y se los disputaran con fiereza.

         Por medio del angosto camino indígena zigzagueante entre la caprichosa maraña de la salvaje jungla, se harían firmes las bases de la conquista española en esta zona central del territorio venezolano.

    Bajo la administración del presidente Antonio Guzmán Blanco se iniciaron los trabajos de ampliación de la nueva vía Caracas-La Guaira, en 1873.

    Bajo la administración del presidente Antonio Guzmán Blanco se iniciaron los trabajos de ampliación de la nueva vía Caracas-La Guaira, en 1873.

         Así como habían llegado los caribes por la senda abierta y ancha del mar a los acantilados del paraje Huaira y luego por las cuestas empinadas al hermoso valle de Catuchecuai, también lo harían por esa misma ruta los otros conquistadores.

         El mestizo Francisco Fajardo con el instinto de su sangre española mezclada con la india, descubrió muy pronto, después de fondear sus canoas frente a los rojizos acantilados, que el caminito caribe lo llevaría también muy pronto al valle del otro lado de las serranías.

         Llegan posteriormente Luis de Narváez, Juan Rodríguez, Suárez, Diego de Losada. Se enciende la guerra entre el arcabuz y la macana, entre la espada y la flecha y los blancos a caballo y los indios a pie transitan una y otra vez por el camino en un ir y venir del valle a la orilla del mar y viceversa. La emboscada y la sorpresa toman desprevenidos a los guerreros de ambos bandos y los pedruscos y yerbajos de la senda estrecha quedan salpicados de sangre y sembrados de esqueletos.

         Procedentes de España otros hombres vienen a reforzar a los fundadores de Santiago de León y de San Pedro de La Guaira, el puertecito asentado en la angosta franja, donde las olas baten con fuerza y es defendida por un cinturón de fortalezas. Tales defensas no son obstáculo para el pirata Amyas Preston y sus feroces seguidores, quienes logran tramontar también la montaña aprovechándose de las ondulaciones, vueltas y hondones del camino y entran a la ciudad que saquean sin miramiento. Regresan luego por la misma vía en busca de sus bajeles de muerte. Entonces el sendero que apenas se había dibujado al comienzo como un réptil alargado y modesto se hace ya más ancho, destacándose mejor su silueta metida entre las verdes lomas, resplandeciente a los rayos del sol o a la pálida luz de la luna.

         Para todos fue amable y cordial este camino, aun cuando a veces su polvo sus neblinas y paisajes recogieron la tristeza, el dolor y el desengaño de no pocos viajeros que dejaron la Patria con nostalgia. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el destino le tendría reservada otra misión a este camino.

     

    Del mar vienen las nuevas ideas

         Los ecos libertarios de la Revolución Francesa iban llegando a través del mar a las tierras americanas. Cuando los barcos españoles fondeaban en nuestras costas, libros y panfletos revolucionarios eran introducidos de contrabando ante las mismas narices de las celosas autoridades reales. Y allí quedaba una parte de ellos en los escondites del puerto guaireño para servir de manjar a mucha gente y el resto con precaución era llevado a lomo de mula o en las alforjas del viajero por el empinado y sinuoso camino hacia Caracas.

         Además, muchos varones ilustres de la clase criolla traían de Europa en sus mentes despiertas un apreciable bagaje de las nuevas ideas. También se podría llamar a esta senda gloriosa, el camino de los conspiradores. El que recogió los sueños y las inquietudes generosas de Gual y de España, del joven Bolívar, del impetuoso Ribas y de toda esa legión de nobles corazones venezolanos que trajinaron sin desmayo por el polvo del camino de La Guaira a Caracas para estructurar el movimiento iniciado el 19 de abril de 1810.

    La "Nueva" Carretera Caracas - La Guaira de 27 kilómetros construida durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez, entre 1911 y 1924.

    La «Nueva» Carretera Caracas – La Guaira de 27 kilómetros construida durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez, entre 1911 y 1924.

    Se vuelve carretera el camino

         El proceso evolutivo en marcha tuvo que llegar a la carcomida estructura colonial de la Venezuela republicana. Caracas, su capital, creía y aspiraba a tener un acceso más fácil y expedito al mar. Por él habían llegado las ideas que le dieron contenido social a la Revolución, por él también debía realizarse un intercambio comercial más intenso. Ya notaba como un anacronismo los arreos de burros trepando en fila india por el caminito estrecho para abastecer a la ciudad o para depositar los productos de las campiñas cercanas Caracas en los galpones del puerto de La Guaira.

         La solución había de ser una carretera amplia y bien trazada que le diera paso a la carreta y al coche eliminando en parte los arreos y el penoso andar a pie del viajero. Bajo la administración del presidente Antonio Guzmán Blanco se iniciaron los trabajos de la nueva vía en 1873, que finalizaron cuatro años más tarde. 

         Fue ciclópea esta labor, ya que el hombre no contaba entonces con modernas maquinarias para abatir la roca y nivelar los caprichos de una topografía de montaña con abismos y riscos peligrosos a los lados. El pico y la pala en las manos de las cuadrillas de obreros dirigidos por recios capataces, convirtieron al fin el tradicional senderillo aborigen en una carretera de mucha importancia para aquella época.

         Entonces el movimiento de carruajes a tracción de sangre con carga y pasajeros fue un medio pintoresco de movilizarse y estimuló al progreso económico. Surgieron a los recodos y curvas de la carretera, posadas y viviendas, granjas y paradores y los nombres tradicionales de Curucutí, Guaracarumbo, Pedro García, Ojo de Agua, Blandín, Plan de Manzano, Boquerón, se hicieron aún más familiares, más vigentes en la evocación y en el recuerdo.

     

    La carretera vieja

         Las polvaredas que levantaban a su paso los coches y carretas en la vieja carretera guzmancista se hacían cada vez más insoportables y además las lluvias tan frecuentes en la zona producían derrumbes peligrosos. Se hizo necesario entonces hacerle a la vía ya muy transitada, defensas, desagües, alcantarillado, puentes y eliminarle algunas vueltas innecesarias. Además, era preciso remozarla con la innovación del piso de macadam. Juan Vicente Gómez llevaría a cabo esta nueva obra. Sería el punto de partida para la iniciación de un plan más ambicioso de construcción de carreteras en el país.

         Ahora el roncar de los motores y el sonido de bocinas herían la soledad de aquellos pintorescos parajes. Automóviles y camiones cruzaban raudos por los 35 kilómetros que separan y unen a Caracas con La Guaira.

         Época romántica e inolvidable con sus viajes al puerto, los paseos al balneario de Macuto, a los baños tradicionales de Maiquetía, a todas esas playas del litoral bajo la sombra grata de sus palmeras.

         La autopista moderna y fastuosa acortando a la mitad la distancia y a una cuarta parte el tiempo del trayecto, no desplazará jamás la vieja carretera, que sigue siendo una vía transitada por mucha gente, sobre todo por quienes gustan de admirar los paisajes y descansar en las vueltas del camino para respirar el aire puro de los montes. Es actualmente la vieja senda tan amada de Caracas, una típica carretera de turismo y de emergencia también, cuando llegue a fallar la autopista.

    FUENTE CONSULTADA

    • Venezuela Gráfica. Caracas, 25 de marzo de 1960

    Boletín – Volumen 104

    Boletín – Volumen 104

    BOLETINES

    Boletín – Volumen 104

    Sinopsis

    Por: Dr. Jorge Bracho

         Esta edición del primero de julio de 1922, en su página 1607, abre con “El juramento presidencial”. Ante la toma de posesión y nombramiento de ministros se puede leer: “La organización actual es fianza segura de la continuación en el país del orden, la estabilidad y el progreso”. Entre las páginas 1607 y 1610 está incluido “Situación mercantil” donde se expresó que, luego de la expectativa política “la situación mercantil sigue su curso normal”.

         Un escrito, refrendado por S. R. García González, da a conocer las potencialidades que tienen para la industria algunos ríos del estado Trujillo, en “Los Andes. Sus energías hidráulicas. Hoyas del estado Trujillo. Ríos Boconó y Burate. Importancia del distrito Boconó” (Pp. 1610-1611). De seguidas, “El paludismo en Venezuela” redactado por el médico de un asentamiento petrolero, Mené Grande, Leopoldo García Maldonado quien refiere asuntos relacionados con la “terrible enfermedad” (Pp. 1611-1619).

         A continuación, “Apuntaciones sobre balatá, corozo y apicultura”, en que su autor, Félix Aune, comerciante radicado en Tucacas, proporciona algunas consideraciones para el aprovechamiento de recursos naturales y así alcanzar el progreso económico de distintas localidades venezolanas (Pp. 1619-1620). 

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         Le sigue otro capítulo de la obra de C. H. Haring correspondiente a la segunda parte de “Naos y navegantes” (Pp. 1620-1631). En la página 1632, “Estadística de ganados del estado Yaracuy”. En la 1633, “Comunicación radiotelegráfica con el exterior” referido a la tarifa aprobada por el uso del cable inglés. Entre las carillas 1633 y 1634 se encuentran insertos los cuadros: “Comercio de café en Maracaibo en mayo de 1922”, “Café y cacao exportados por La Guaira en mayo de 1922”, “Comparación de la deuda de Venezuela con las de otros países latino –americanos en la Bolsa de Londres en abril de 1922”.

         En la página 1634 en “Situación mercantil en Barinas” se presenta la difícil situación comercial que atraviesa esta localidad llanera y que se adjudicó a la baja de precios del ganado vacuno.

         De la página 1635 a la 1638 se publicaron los siguientes cuadros: “Valores de las Bolsas de Caracas y Maracaibo en junio de 1922”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en mayo de 1922”, “Importación y exportación de Venezuela en 1921” y, finalmente, “Tipos de cambio en Caracas en junio de 1922”.

    Más boletines

    Boletín – Volumen 76

    Para este número setenta y seis los editores presentaron un Índice de la Ley de Aduanas.

    Boletín – Volumen 126

    Como se hizo habitual en el Boletín, la edición inicia con “Situación Mercantil”.

    Boletín – Volumen 72

    Apuntes sobre la riqueza mineralógica de Venezuela.

    Humboldt y la Caracas de inicios del siglo XIX

    Humboldt y la Caracas de inicios del siglo XIX

    Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, el alemán Alexander von Humboldt estuvo en Caracas durante dos meses (1799) Se alojó en la parte norte de la ciudad, en una casa que luego sería destruida por el terremoto de 1812.

    Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, el alemán Alexander von Humboldt estuvo en Caracas durante dos meses (1799) Se alojó en la parte norte de la ciudad, en una casa que luego sería destruida por el terremoto de 1812.

         Alexander von Humboldt nació en 1769 y falleció en 1859. En todos los registros biográficos aparece como un calificado naturalista y explorador de origen alemán. Recibió una importante formación educativa en el castillo de Tegel y se formó intelectualmente en Berlín, Frankfurt del Oder y en la Universidad de Gotinga.

         Entusiasta y apasionado por la botánica, la geología y la mineralogía, tras estudiar en la Escuela de Minas de Freiberg y trabajar en un departamento minero del gobierno prusiano, en 1799 recibió permiso para embarcarse rumbo a las colonias españolas de la América meridional y Centroamérica. Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, con quien ya había realizado un viaje a España, recorrió casi diez mil kilómetros en tres grandes etapas continentales: las dos primeras en Sudamérica, desde Caracas hasta las fuentes del Orinoco y desde Bogotá a Quito por la región andina, y la tercera por las colonias españolas en México.

         Durante su travesía y estadía en tierras americanas logró recolectar cantidades importantes de datos acerca del clima, la flora y la fauna de estos territorios, así como determinar longitudes y latitudes, medidas del campo magnético terrestre y una completa estadística de las condiciones sociales y económicas que se daban en las colonias mexicanas de España. Entre 1804 y 1827 se estableció en París, donde se dedicó a la recopilación, ordenación y publicación del material recogido en su expedición, contenido todo él en treinta volúmenes que llevan por título Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.

         En 1827, regresó a Berlín, lugar en el que tuvo un destacado papel en la recuperación de la comunidad académica y científica alemana, maltratada tras décadas de conflicto bélico. Fue nombrado chambelán del rey Federico Guillermo III de Prusia y se convirtió en uno de sus principales consejeros, por lo que realizó numerosas misiones diplomáticas. En 1829, por encargo del zar Nicolás I de Rusia, efectuó un viaje por la Rusia asiática, en el curso del cual visitó Dzhungaria y el Altai.

         De acuerdo con la descripción del naturalista alemán estuvo dos meses en la ciudad de Caracas. De la casa que habitó, junto a su compañero Bonpland, escribió que era grande y que estaba edificada en la zona más elevada de la ciudad. Desde la altura lograba divisar la cima de la Silla, segmentos de Galipán y el valle por el que surcaba el Guaire, “cuyo rico cultivo contrasta con la sombría cortina de montañas en derredor”. Escribió que su estadía coincidió con la temporada de las lluvias. Por ello presenció que se prendía fuego a las extensas sabanas para mejorar su desempeño en los cultivos.

         Describió que, al ver estos abrasamientos desde cierta distancia se observaban la producción de destellos de luz. “Dondequiera que las sabanas, al seguir las ondulaciones de los declives rocallosos, han colmado los surcos excavados por las aguas, los terrenos inflamados se presentan, en alguna noche oscura, como corrientes de lavas suspendidas sobre el valle”. La sensación percibida la calificó como de común espectáculo en los trópicos y que por la disposición de las montañas ofrecían a la mirada una característica particular. En el transcurso del día, el viento que soplaba desde el lado este, de los lados de Petare, dirigía el humo a la ciudad y oscurecía el ambiente.

    Indicaba Humboldt, que el caraqueño tenía por costumbre una vida uniforme y casera; pudiera decirse que no vive para gozar de la vida, sino únicamente para prolongarla.

    Indicaba Humboldt, que el caraqueño tenía por costumbre una vida uniforme y casera; pudiera decirse que no vive para gozar de la vida, sino únicamente para prolongarla.

         A la acogedora morada que llegó a habitar sumó la calorosa y espléndida acogida dispensada por los nativos, en especial puso a la vista de sus potenciales lectores el caso de Guevara Vasconcelos, Capitán General de Venezuela para el momento de su visita. Indicó que, por haber tenido la oportunidad de compartir con los habitantes de Caracas, La Habana, Santa Fe de Bogotá, Quito, Lima y México, “y de que en estas seis capitales de la América española mi situación me relacionara con personas de todas las jerarquías, no por eso me permitiré juzgar sobre los diferentes grados de civilización a que la sociedad se ha elevado ya en cada colonia”.

         En este sentido, advirtió que sería más conveniente y “fácil” señalar los distintos matices de la cultura nacional y el intento de acuerdo con el cual estaba presente el desarrollo intelectual, que llevar a cabo comparaciones y establecer clasificaciones lo que no podía ser comprendido a partir de un solo punto de vista. En consecuencia, indicó que le había parecido notar mayor inclinación al estudio detenido y profundo de las ciencias entre mexicanos y bogotanos, mientras en Quito y Lima observó una imaginación ardiente y móvil, así como mayores conocimientos en lo atinente a las relaciones políticas y miradas más amplias de la situación de las colonias y de la metrópoli en La Habana y Caracas.

         Adjudicó a las distintas rutas de comunicación, de lo que denominó el Mediterráneo americano, el progreso de las sociedades cubana y caraqueña. “Además, en ninguna parte de la América española ha tomado la civilización una fisonomía más europea. En cambio, le pareció algo exótico la presencia de labradores indígenas en México y Nueva Granada lo que dio un matiz particular a ambas sociedades. Por la fuerte presencia de africanos y sus descendientes en tierras cubanas y caraqueñas, “cree uno estar en La Habana y en Caracas más cerca de Cádiz y de los Estados Unidos que en otra parte alguna del Nuevo Mundo”.

         Escribió que, en Caracas, al contario de lo que observó en La Habana, se había conservado las costumbres nacionales. Aunque aquella no ofrecía mayores placeres vivos ni variados, “pero se experimenta en el seno de las familias ese sentimiento de bienestar que inspiran una jovialidad franca y la cordialidad unida a la cortesía de los modales”.

         Expresó que en Caracas existían, tal como en cualquier lugar en el que se esperaban cambios de trascendencia, dos tipos de “hombres, pudiéramos decir, dos generaciones muy diversas”. Una, poco numerosa, que mantenía una ardiente adhesión a los usos inveterados, a las costumbres tradicionales y la moderación en sus anhelos por algo diferente al régimen colonial, “conserva con cuidado como una parte de su patrimonio sus prejuicios hereditarios”. La otra, con escasas preocupaciones sobre el pasado y del futuro, mostraba escuálida reflexión respecto a ideas novedosas. Sin embargo, al existir una disposición por el estudio la escasa reflexión cedía ante el estudio meditado.

    El sabio alemán escribió haber notado en varias familias caraqueñas el gusto por la instrucción, el conocimiento de las obras maestras de la literatura y su predilección por la música.

    El sabio alemán escribió haber notado en varias familias caraqueñas el gusto por la instrucción, el conocimiento de las obras maestras de la literatura y su predilección por la música.

         De este segundo grupo añadió haber conocido varios personajes a los que calificó de distinguidos. Estos personajes mostraban notoriedad por su dedicación al estudio, por lo sosegado de sus costumbres, así como lo elevado de sus sentimientos. Por otro lado, expuso que desde el reinado de Carlos V las colonias se habían convertido en eco del espíritu corporativo y las disputas municipales, ellas vinieron acompañadas del espíritu nobiliario y pretensiones nobiliarias de las más “ilustres familias de Caracas, designadas con el nombre de mantuanas”.

         A este respecto escribió que existían dos clases de “nobles” en la América española. Una estaba constituida por criollos cuyos antepasados habían ocupado un lugar privilegiado durante tiempos recientes en las colonias de América: “funda en parte sus prerrogativas en el lustre de que goza en la metrópoli, y cree poder conservarlas allende los mares, cualquiera que haya sido la época de su establecimiento en las colonias”. En lo referente a la “otra nobleza” mostraba mayor arraigo al suelo americano: “se compone de descendientes de los conquistadores, es decir, de los españoles que sirvieron en el ejército desde las primeras conquistas”.

         Expuso que en una anterior ocasión había expresado que detrás del valor caballeresco, es decir los tiempos de fervor religioso y militar, llegaron a estos territorios hombres de probidad comprobada por su sencillez y generosidad. “Vituperaban las crueldades que manchaban la gloria del nombre español; pero confundidos en el montón, no pudieron salvarse de la proscripción general”. En consecuencia, continuó siendo odioso el nombre de los conquistadores, “cuando la mayor parte de ellos, después de haber ultrajado pueblos pacíficos y vivido en el seno de la opulencia, no probaron al fin de su carrera esas largas adversidades que calman el odio del hombre y mitigan a veces el juicio severo de la historia”.

         Esta consideración relacionada con ambos grupos estaba acompañada de un sentimiento de igualdad entre los blancos criollos; “y por donde quera que se mira a los pardos, bien como esclavos, bien como manumitidos, lo que constituye la nobleza es la libertad hereditaria, la persuasión íntima de no contar entre los antepasados sino hombres libres”. Sin embargo, agregó que el punto de referencia para la diferenciación de los grupos era el color de la piel. Adjudicó esta disposición a los descendientes de vizcaínos llegados a tierra americanas y quienes “han contribuido a propagar en las colonias el sistema de igualdad de todos los hombres cuya sangre no se ha mezclado con la sangre africana”. Disposición que no sólo ratificó en Caracas sino en los restantes territorios visitados por Humboldt.

         Escribió haber notado en varias familias caraqueñas el gusto por la instrucción, el conocimiento de las obras maestras de la literatura provenientes de Francia e Italia. También notó una importante predilección por la música cuya difusión y ejecución acercaba a los distintos grupos sociales dentro de la sociedad de Caracas. En esta localidad no apreció, entre los integrantes de la sociedad caraqueña, un cultivo extendido de las ciencias exactas, el dibujo y la pintura como lo había constatado en México y Santa Fe.

    Tras su larga estadía en América, a comienzos del siglo XIX, Alexander von Humboldt escribió una notable obra, titulada Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, donde recopila importante información sobre la geografía, el clima y la flora y fauna del “nuevo continente”.

    Tras su larga estadía en América, a comienzos del siglo XIX, Alexander von Humboldt escribió una notable obra, titulada Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, donde recopila importante información sobre la geografía, el clima y la flora y fauna del “nuevo continente”.

         En este sentido mostró una actitud dubitativa respecto a que, en las condiciones extraordinarias de una exuberante y variada naturaleza, no hubiese alguien dedicado al estudio de las plantas y los minerales presentes en la comarca. Agregó que solo en un convento ocupado por franciscanos se topó con un “anciano respetable, que calculaba el almanaque para todas las provincias de Venezuela, y que tenía algunas nociones precisas sobre el estado de la astronomía moderna. Interesábanle vivamente nuestros instrumentos, y un día se vio llena nuestra casa de todos los frailes de San Francisco, quienes, con gran sorpresa nuestra, solicitaban ver una brújula de inclinación”.

         De igual modo, llamó la atención sobre la inexistencia de una imprenta en Caracas. A este respecto anotó que en los Estados Unidos en ciudades con apenas 3.000 habitantes contaban con talleres de impresión, mientras que, en Caracas, con cerca de cincuenta mil habitantes no la tuviera. 

         No obstante, subrayó que la cantidad de lectores no era muy grande, “aun en aquellas de las colonias más avanzadas en la civilización; aunque sería injusto atribuir a los colonos lo que ha sido el resultado de una política suspicaz”.

         Aseveró que en una región que presentaba tan seductores aspectos, la población concentraba sus preocupaciones en la fertilidad de los suelos durante el año, las largas sequías, los vientos provenientes de Petare y Catia, creyó encontrar personas que conocieran con profundidad los “altos montes circundantes”. Escribió, con algo de decepción, no haber conocido a nadie que hubiese alcanzado la cúspide de la Silla. “Por la costumbre de una vida uniforme y casera, se espantan de la fatiga y de los cambios súbitos del clima; y pudiera decirse que no viven para gozar de la vida, sino únicamente para prolongarla”.

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