Pacto de Punto Fijo

Pacto de Punto Fijo

El viernes 31 de octubre de 1958, diez meses después del derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, se firmó el histórico “Pacto de Punto Fijo”, mediante el cual el liderazgo político de la época pretendió y posteriormente logró darle viabilidad y gobernabilidad a la naciente democracia, además de enterrar los demonios del militarismo que azotaban al país desde el siglo XIX. El compromiso lo suscriben los partidos políticos URD, COPEI y AD. El acuerdo se firmó en la residencia de Rafael Caldera llamada “Punto Fijo”, ubicada en la urbanización Las Delicias de Sabana Grande, en Caracas.

Jóvito Villalba firmando el documento que luego se conocería con el nombre de “Pacto de Punto Fijo”; observan Rafael Caldera y Rómulo Betancourt.

Jóvito Villalba firmando el documento que luego se conocería con el nombre de “Pacto de Punto Fijo”; observan Rafael Caldera y Rómulo Betancourt.

     Los partidos Acción Democrática, Social Cristiano Copei y Unión Republicana Democrática, previa detenida y ponderada consideración de todos los elementos que integran la realidad histórica nacional y la problemática electoral del país, y ante la responsabilidad de orientar la opinión pública para la consolidación de los principios democráticos, han llegado a un pleno acuerdo de unidad y cooperación sobre las bases y mediante las consideraciones siguientes:

    1ra Como es del conocimiento público, durante varios meses las distintas fuerzas políticas que han participado en las acciones unitarias para la defensa del régimen democrático han mantenido conversaciones destinadas a asegurar la inteligencia, mutuo respeto y cooperación entre ellas, interesadas por igual en la consolidación de la unidad y la garantía, de la tregua política, sin perjuicio de la autonomía organizativa y caracterización ideológica de cada uno, conforme se declaró expresamente en el acta de ampliación de la Junta Patriótica firmada el 25 de Enero de 1958 por los partidos políticos que la integraban inicialmente. El resultado obtenido es favorable, toda vez que las naturales divergencias entre 198 partidos, tan distintas de uno mismo impuesto por el despotismo, se han canalizado dentro de pautas de convivencia que hoy más que nunca es menester ampliar y garantizar. 

     El análisis cabal de los antecedentes, de las características actuales y de las perspectivas de nuestro movimiento democrático; la ponderación comprensiva de los intereses legítimamente representados por los partidos a nombre de los centenares de miles de sus militantes; el reconocimiento de la existencia de amplios sectores independientes que constituyen factor importante de la vida nacional; el respaldo de las Fuerzas Armadas al proceso de afirmación de la República como elemento institucional del Estado sometido al control de las autoridades constitucionales, y el firme propósito de auspiciar la unión de todas las fuerzas ciudadanas en el esfuerzo de lograr organización de la Nación venezolana, han estado presentes en el estudio de las diferentes fórmulas propuestas. La sincera definición y defensa de los derechos que asisten a los partidos como representantes de grandes núcleos nacionales y la preocupación común de atender en conjunto a los intereses perdurables de la Nación, si bien han podido en forma ocasional provocar la generosa impaciencia de calificados valores de la opinión, son la garantía de que las deliberaciones han respondido a un serio y responsable enfoque de las urgencias del país.

2da Las minuciosas y largas conversaciones han servido para comprometer a las organizaciones unitarias en una política nacional de largo alcance, cuyos dos polos podemos definir así:

     a) Seguridad de que el proceso electoral y los Poderes Públicos que de él van a surgir respondan a las pautas democráticas de la libertad del sufragio.

     b) Garantía de que el proceso electoral no solamente evite la ruptura del frente unitario, sino que la fortalezca mediante la prolongación de la tregua política, la despersonalización del debate, la erradicación de la violencia interpartidista y la definición de normas que faciliten la formación del Gobierno y de los cuerpos deliberantes de modo que ambos agrupen equitativamente a todos los sectores de la sociedad venezolana interesados en la estabilidad de la República como sistema popular de Gobierno.

El acuerdo se firmó en la residencia de Rafael Caldera llamada “Punto Fijo”, ubicada en la urbanización Las Delicias de Sabana Grande, en Caracas. En la gráfica, Caldera junto a Rómulo Betancourt y Jóvito Villaba.

El acuerdo se firmó en la residencia de Rafael Caldera llamada “Punto Fijo”, ubicada en la urbanización Las Delicias de Sabana Grande, en Caracas. En la gráfica, Caldera junto a Rómulo Betancourt y Jóvito Villaba.

     3ra Establecidos esos principios de carácter general, COPEI, AD Y URD comprometen su acción y responsabilidad en los términos siguientes:

     a) Defensa de la Constitucionalidad del derecho a gobernar conforme al resultado electoral. Las elecciones determinarán la responsabilidad en el ejercicio de los Poderes Públicos, durante el período constitucional 1959- 1964; intervención de la Fuerza contra las autoridades surgidas de las votaciones es delito contra la patria. Todas las organizaciones políticas están obligadas a actuar en defensa de las autoridades constitucionales en caso de intentarse o producirse un golpe de Estado, aun cuando durante el transcurso de los cinco años las circunstancias de la autonomía que se reservan dichas organizaciones hayan podido colocar a cualquiera de ellas en la oposición legal y democrática al Gobierno. Se declara el cumplimiento de un deber patriótico la resistencia permanente contra cualquier situación de fuerza que pudiese surgir de un hecho subversivo y su colaboración con ella también como delito de lesa patria.

     b) Gobierno de Unidad Nacional. Si bien el ejercicio del Poder por un partido es consecuencia legítima de una mayoría electoral, la suerte de la democracia venezolana y la estabilidad del Estado de derecho entre nosotros imponen convertir la unidad popular defensiva en gobierno unitario cuando menos por tanto tiempo como perduren los factores que amenazan el ensayo republicano iniciado el 23 de enero; el gobierno de Unidad Nacional es el camino para canalizar las energías partidistas y evitar una. oposición sistemática que debilitarla el movimiento democrático. Se deja claramente sentado que ninguna de las organizaciones signatarias aspira ni acepta hegemonía en el Gabinete Ejecutivo, en el cual deben estar representadas las corrientes políticas nacionales y los sectores independientes del país, mediante una leal selección de capacidades.

     c) Programa mínimo común. Para facilitar la cooperación entre las organizaciones políticas durante el proceso electoral y su colaboración en el Gobierno Constitucional los partidos signatarios acuerdan concurrir a dicho proceso sosteniendo un programa mínimo común, cuya ejecución sea el punto de partida de una administración nacional patriótica y del afianzamiento de la democracia como sistema. Dicho programa se redactará por separado, sobre las bases generales, ya convenidas, y se considerará un anexo del presente acuerdo como este programa no excluye el derecho de las organizaciones políticas a defender otros puntos no comprendidos en él, se acuerda para estos casos la norma siguiente: Ningún partido unitario incluirá partido unitario incluirá en su programa particular puntos contrarios a los comunes del programa mínimo y, en todo caso, la discusión pública en los puntos no comunes se mantendrá dentro de los límites de tolerancia y del mutuo respeto a que obligan los intereses superiores de la unidad popular y de la tregua política. 

De izq. a der., los dirigentes políticos Raúl Leoni, Pedro del Corral, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Lorenzo Fernández, todos firmantes del Pacto de Punto Fijo.

De izq. a der., los dirigentes políticos Raúl Leoni, Pedro del Corral, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Lorenzo Fernández, todos firmantes del Pacto de Punto Fijo.

     4ta El ideal de la unidad como instrumento de lucha contra la tiranía y contra las fuerzas en aptitud de reagruparse para auspiciar otra aventura despótica, sería la selección de un candidato presidencial democrático único, la formación de planchas únicas para los cuerpos colegiados y la formación de un frente único a base de un solo programa integral de Gobierno. En la práctica había evidenciado que diversos factores reales contradicen esa perspectiva Histórica, más, Afortunadamente, hay otros medios idóneos de preservar la Unidad Nacional por consiguiente, lejos de considerar comprometida la unidad por la comprobación de naturales contradicciones interpartidistas que se corresponden con la esencia de la actividad democrática, las organizaciones signatarias después de confrontar sus distintas opiniones entre sí y con las emitidas por voceros independientes autorizados, de la prensa y de otros factores nacionales define:

1) Los requerimientos de la unidad son compatibles con la eventualidad de diversas candidaturas y planchas legislativas.

     2) Para que la presentación de varias candidaturas presidenciales y diversas planchas legislativas pueda verificarse sin menoscabo de la unidad y sin ruptura de la tregua interpartidista, es indispensable fortalecer el sentimiento de común interés patriótico y la tolerancia y mutilo respeto entre las fuerzas unitarias, base de lo cual debe ser la sincera y solemne adhesión de todas las fuerzas democráticas a los puntos contenidos en esta declaración y al espíritu que la anima, tal como hoy se consagra con la firma de este documento.

     3) Para garantizar la tregua política y la tregua política y la convivencia unitaria de las organizaciones democráticas, se crea una Comisión Interpartidista de Unidad encargada de vigilar el cumplimiento de este acuerdo. Dicha Comisión estará encargada de orientar la convivencia interpartidista, de conocer las quejas que se produzcan contra las desviaciones personalistas o sectarias en la campaña electoral y de diligenciar ante cualquiera de los signatarios, y a nombre de todos, la morigeración y control en lo que pudiera comprometer la convivencia democrática.

     5ta Para garantizar que varias postulaciones presidenciales y varias planchas legislativas sean en todo momento expresiones de la voluntad nacional de celebrar elecciones que en definitiva se traduzcan en fortalecimiento de la democracia, se proclama:

     I. Cada organización queda en libertad de sustentar su propio candidato presidencial y sus propias planchas para los cuerpos colegidos dentro del concepto de unidad aquí consagrado y en el sentido de que garanticen la tolerancia mutua durante la campaña y el cumplimiento de los compromisos generales convenidos en esta declaración cualquiera que sea la candidatura o plancha que obtuviera mayor número de votos.

     II. Todos los votos emitidos a favor de las diversas candidaturas democráticas, serán considerados como votos unitarios y la suma de los votos por los distintos colores como una afirmación de la voluntad popular a favor del régimen constitucional y de la consolidación del Estado de derecho.

     III. La postulación de los candidatos presidenciales y de las planchas legislativas es de la responsabilidad de cada partido o coalición. Será el pueblo elector a quien le corresponda calificar con el voto cualquier postulación. Los partidos que suscriben este documento garantizan la adhesión de los principios y normas aquí consagrados de sus respectivos candidatos a la Presidencia de la República.

     IV. Los partidos signatarios se comprometen a realizar una campaña positiva de afirmación de sus candidatos y programas dentro del espíritu de la unidad, evitando planteamientos y discusiones que pueden precipitar la pugna interpartidista, la desviación personalista del debate y divisiones profundas que luego pudieran comprometer la formación del Gobierno de Unidad Nacional.

     V. Después de publicado el resultado oficial de las elecciones, tendrá lugar en Caracas un gran acto popular encargado de ratificar los siguientes principios:

     a) Pública adhesión de todas las organizaciones y candidatos participantes al resultado de las elecciones, como expresión de la soberana voluntad popular.

     b) Ratificación por parte de las organizaciones signatarias de su sincero propósito de respaldar al Gobierno de Unidad Nacional, al cual prestarán leal y democrática colaboración. Consideran las organizaciones signatarias que la adhesión de todas las fuerzas políticas a los principios y puntos fijados en esta declaración es una garantía eficaz para el ejercicio del derecho electoral democrático dentro de un clima de unidad. La cooperación de los organismos profesionales gremiales, cívicos y culturales, de la prensa y de personalidades independientes, con los fines así precisados, consolidarán la convivencia nacional y permitirán el desarrollo de una constitucionalidad estable que tenga en sus bases la sinceridad política, el equilibrio democrático, la honestidad administrativa y la norma institucional que son la esencia de la voluntad patriótica del pueblo venezolano. Como este acuerdo no fija principio o condición contrarios al derecho de las otras organizaciones existentes en el país, y su leal cumplimiento no limita ni condiciona el natural ejercicio por ellas de cuantas facultades pueden y quieren poner al servicio de las altas finalidades perseguidas, se invita a todos los organismos democráticos a respaldar, sin perjuicio de sus concepciones específicas, el esfuerzo comprometido en pro de la celebración del proceso electoral en un clima que demuestre la aptitud de Venezuela para la práctica ordenada y pacífica de la democracia.

Caracas, viernes 31 de octubre de 1958

(Firmado)
Por Unión Republicana Democrática: Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas

(Firmado)
Por Partido Social Cristiano COPEI: Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández

(Firmado)
Por Acción Democrática: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios

Cuando El Guaire azotaba a los caraqueños

Cuando El Guaire azotaba a los caraqueños

Severos daños por inundaciones sufrieron diversos sectores de la capital en noviembre de 1949, cuando se produjo uno de los más terribles desbordamientos del río capitalino. Una de las infraestructuras más afectadas por el desbordamiento fue el Hipódromo Nacional de El Paraíso. A partir de entonces, la canalización del Guaire se impuso como una necesidad que había que atender con urgencia, para evitar una nueva calamidad social.

Agua y lodo en los Flores de Puente Hierro, una de las zonas de Caracas más afectadas por la inundación.

Agua y lodo en los Flores de Puente Hierro, una de las zonas de Caracas más afectadas por la inundación.

     Mucho antes que se iniciara el proceso de canalización del río Guaire con proyectos que implementaron el Ministerio de Obras Públicas (MOP) y el Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS) en varias etapas entre los años 1950 y 1980, la población caraqueña padeció diversas calamidades producto de las inundaciones que ocurrían en épocas de lluvia.

     Mucha gente recuerda todavía la tragedia que afectó el suroeste de la ciudad a principios de noviembre de 1949, cuando el río se desbordó y arrasó con edificaciones en zonas de San Agustín, El Conde, Santa Rosalía, Quinta Crespo, El Paraíso y la parroquia San Juan.

    Miles de viviendas fueron arrasadas por la corriente. En el sector Las Flores de Puente Hierro, por ejemplo, la inundación causó estragos en las viviendas de los periodistas Herman “Chiquitín” Ettedgui y Abelardo Raidi, quienes perdieron sus colecciones de trofeos e importantísimas piezas de documentación, fotografías y películas de la historia del deporte venezolano.

     En la edición del 12 de noviembre de 1949, de la revista Elite, el periodista Pedro M. Layatorres, ofreció una interesante crónica del suceso, la cual tituló: “Trágico despertar del Guaire”.

“     Las aguas del río Guaire, desviadas de su cauce, inundaron el viernes 4 de noviembre de 1949 la parte sur de la capital, arrastrando impetuosas todo cuanto hallaron a su paso y poniendo nota de dolor y miseria en la parte más sensible de nuestra sociedad: las clases humildes. El balance de esta inundación –la más grande que se haya registrado en Caracas– es de varios muertos, numerosas casas destruidas, empresas arruinadas, sementeras (siembras) perdidas y el dolor que cae vertical sobre los hogares humildes de aquel sector citadino.

     La inundación fue precedida de un torrencial aguacero desatado en las cabeceras del Guaire. La lluvia se acentuó en Caracas en horas del mediodía. Nadie pudo imaginarse que habría de suceder este desenlace, pues durante la semana había llovido en la ciudad quizás con mayor intensidad que ese día. Las señales de crecida del rio comenzaron a notarse poco antes de las cuatro de la tarde, cuando el hilillo de agua turbia fue invadiendo las riberas en un anticipo de la cuantiosa tragedia.

     Cuando eran las seis de la tarde, toda Caracas vivía una hora de consternación. Las sirenas de las ambulancias cruzaban ágiles las avenidas de la ciudad; aires de preocupación invadieron los ánimos; y todas las instituciones oficiales de seguridad y beneficencia pública desplegaron sus actividades de salvamento. En la región sur de la capital centenares de hogares estaban amenazados de muerte y hundidos en la miseria.

Los depósitos del Ministerio de Educación, en San Martín, fueron arrasados por las aguas, alcanzando pérdidas de más de 40 mil bolívares.

Los depósitos del Ministerio de Educación, en San Martín, fueron arrasados por las aguas, alcanzando pérdidas de más de 40 mil bolívares.

     En un comienzo, las noticias fueron contradictorias y alarmantes. Se hablaba de millares de muertos, derrumbes y estrago total. En medio de este ambiente tormentoso, el Cuerpo de Bomberos, el tren de Radiopatrullas policiales y Militares, el servicio motorizado de la Junta de Beneficencia y elementos particulares, comenzaban la labor de rescate de damnificados, mientras en los hospitales se preparaba la recepción urgente de todos los casos que llegaban.

     Una ligera visita a la zona afectada por la acción de las aguas, permite informar que el Guaire –furioso, tempestuoso– intentaba destrozar aquella parte de Caracas. Una de las zonas más afectadas fue la de El Conde, donde el agua en crecida alcanzó más de cuatro metros de altura. En el Hipódromo Nacional los estragos de la creciente ocasionaron innumerables pérdidas: las cabellerizas fueron destruidas y varios ejemplares hípicos sufrieron serios daños que les inutilizarán para el futuro. La pista fue considerablemente dañada, interrumpiendo la continuación de la presente temporada.

     En la urbanización “Los Molinos” hubo familias que perdieron todas sus pertenencias, igual ocurrió con habitantes de “Las Fuentes”. 

     La Casa de Maternidad “Concepción Palacios” gravemente amenazada, lo mismo que todos los edificios y casas de habitación que quedan situados en línea paralela al rio Guaire en la parte septentrional de la ciudad. Uno de los sitios en donde se registraron mayores destrozos fue el de Puente Restaurador: las pérdidas que ocasionaron a la Línea de Transporte A.R.C. son incalculables. Las aguas derribaron las defensas de los talleres mecánicos, destruyendo numerosos vehículos.

     Mientras las aguas encrespadas corrían veloces, los habitantes de la zona huían despavoridos. Otros contemplaban con dramático gesto cómo la corriente poderosa envolvía animales, árboles y muebles, arrancaba ranchos y ponía tintes de miseria sobre las clases más castigadas de nuestra colectividad.

     Hubo quienes, en un esfuerzo desesperado, trataron de rescatar de las aguas algunas pertenencias; estos fueron presas de la creciente y sufrieron algunos aporreos; otros murieron. Se registraron pérdidas por valor de 40 millones de bolívares.

     El Cuerpo de Bomberos continúa en la labor de rescate de cadáveres sepultados bajo las ruinas, peñascales y matorrales de los sectores afectados por la inundación. Hasta el presente se ha verificado el hallazgo de cuatro personas muertas. Por su parte, las autoridades sanitarias despliegan una gran actividad en cuanto se refiere a la vacunación y aplicación de las medidas preventivas contra cualquier riesgo epidémico. Los Comités de Auxilio trabajan en las labores de recuperación de los hogares desvalidos y toda la ciudadanía ha hecho suyo el dolor que aflige a este gran número de compatriotas sobre cuya existencia recae –riguroso, implacable– el peso de un mal inesperado.

Portada del diario capitalino Últimas Noticias, domingo 6 de noviembre de 1949.

Portada del diario capitalino Últimas Noticias, domingo 6 de noviembre de 1949.

     El Guaire –apacible, inofensivo– que antaño fuera glorificado por la inspiración de más de un poeta romántico, ha recogido su furia. Sus riberas están hoy contemplando la amplitud que proporcionó el destrozo. Ya no figuran a lo largo de su orilla pestilente las casas de cartón y tabla, las cobachas miserables, el dolor de la pobreza, que es signo irónico, que es pestilencia moral sobre el panorama de esta ciudad capital del dólar y del petróleo. El Guaire ha recogido su furia; se ha encargado de acabar en una hora con la miseria que se enseñoreó en sus playas durante muchos años. recorriendo la zona atormentada por la inundación surge una interrogante implacable, violenta: ¿Se pueden exigir responsabilidades?”

     En medio de toda esta confusión y tragedia, no faltaron los que siempre están al acechó de lo ajeno. Los mayores actos vandálicos se registraron en El Paraíso, pero, afortunadamente, las autoridades intervinieron a tiempo para evitar males mayores y poner orden.

Mientras el dolor y la tragedia azotaban a centenares de hogares capitalinos, dos chiquillos aprovechaban la oportunidad para nadar en las aguas turbias de la inundación.

Mientras el dolor y la tragedia azotaban a centenares de hogares capitalinos, dos chiquillos aprovechaban la oportunidad para nadar en las aguas turbias de la inundación.

Contingencia hípica

     Una de las actividades cotidianas que se vieron seriamente afectadas por las inundaciones del año 1949 fueron las carreras de caballos, uno de los entretenimientos favoritos de los caraqueños.

      La crecida del río Guaire convirtió en una inmensa laguna los terrenos del Hipódromo Nacional de El Paraíso. La fuerte corriente se llevó a más de un centenar de ejemplares equinos alojados en las diferentes caballerizas, los cuales fueron apareciendo en diferentes sectores de la ciudad.

     El periodista Alberto “Tapatapa” Hidalgo, especialista en la fuente de hipismo, publicó amena crónica en la edición dominical del 6 de noviembre de 1949 del diario “Últimas Noticias”, de la cual reproducimos los aspectos más interesantes, bajo el título: “Confusión y Tragedia en el Hipódromo”.

     “Caimán, el campeón de la temporada, no sufrió ningún daño. Baedo, el caballo que más dinero ha ganado en la historia de nuestra hípica, estuvo a punto de perecer – Sufrió fuerte golpe en una de sus patas – Alrededor de nueve millones de bolívares en caballos estuvieron a punto de perderse­ – En el cuartel “Ambrosio Plaza” fueron alojados la mayoría de los purasangres.

Las enfurecidas aguas del rio Guaire arrasaron con todo a su paso.

Las enfurecidas aguas del rio Guaire arrasaron con todo a su paso.

     Las viejas caballerizas ubicadas en la parte sur, corrientemente conocidas como la de Los Pinos, en las cuales se hallan los ejemplares pertenecientes al señor Manuel Fonseca y también a los hermanos Neri y algunos otros purasangres como Bonnieblue, Trébol, etc., que cuida el preparador Arturo Muñoz, no sufrieron ningún daño.

     También las otras cuadras adyacentes al paddock, y que limitan con la salida de los 1.400 metros, donde se encuentran los ejemplares de los hermanos París, del doctor Stelling, Rafael Peraza Alemán, Juan Franco, Federico de la Madriz y otros, tampoco sufrieron en absoluto, ya que como es sabido, se encuentran bastante alejadas de la ribera del río.

     Alrededor de nueve millones de bolívares, que es el promedio del capital invertido en caballos finasangres, corrieron el grave riesgo de perderse en la violenta inundación.
Muchos preparadores y encargados de “cuadras” empezaron desde temprano a tomar medidas de precaución cuand vieron que el crecimiento de las aguas comenzó a desbordarse del cauce normal.

     Pero de manera violenta, en un periquete, sin dar tiempo de nada, las aguas penetraron violentamente en las caballerizas alcanzando un nivel alarmante. Apenas hubo tiempo de abrir las puertas de los “boxs” y soltar a los caballos en pleno campo; otros fueron arrollados por la fuerte corriente, creando un estado de alarma y confusión espantosos. Muchos peones estuvieron a punto de perecer ahogados; despavoridos apenas tuvieron tiempo de acordarse de los animales bajo sus cuidos.

     Caimán fue uno de los que menos daños sufrió, ya que fue puesto a salvo desde temprano; primero estuvo alojado en los jardines de la Asociación Hípica de Propietarios, junto con otros, después fue trasladado a la caballeriza de “La Cochera”.

     El caballo que más dinero ha ganado en el Hipódromo Nacional, el gran Haedo, sufrió fuertes golpes en la pata izquierda trasera, y se teme por su futuro como corredor activo.

     Buen Amigo apareció en las calles de San Agustín en la mañana del día siguiente. Igualmente se notificó que en la Jefatura de San Agustín se encontraban dos ejemplares y en El Peaje transitaban por las calles otros.

     Entre las personas que mejor contribuyeron a las tareas de salvamento, se mencionaban al jinete Perfecto Antonio Chapellín y el señor Jorge Escobar, quienes, a riesgo de sus propias vidas, no regatearon su aporte en las actividades que exigían las circunstancias.

El cojo ilustrado

El cojo ilustrado

Considerada como la mejor revista cultural latinoamericana de su época, El Cojo Ilustrado marcó una etapa en la vida literaria y artística de Venezuela; fue característica suya una impecable presentación gráfica. Fue la primera publicación del país, donde se utilizaba un taller de fotograbado mecánico en su reproducción. Circuló entre 1892 y 1915.

Por Hermann Garmendia*

Jesús María Herrera Irigoyen, empresario, socio de Manuel Echezuria en la fábrica de cigarrillos El Cojo (1882), funda en 1892, junto con Echezuria, la revista El Cojo Ilustrado, cuya dirección asume desde el primer número hasta la desaparición de la revista el 1 de abril de 1915.

Jesús María Herrera Irigoyen, empresario, socio de Manuel Echezuria en la fábrica de cigarrillos El Cojo (1882), funda en 1892, junto con Echezuria, la revista El Cojo Ilustrado, cuya dirección asume desde el primer número hasta la desaparición de la revista el 1 de abril de 1915.

     Quizás sean escasos los venezolanos que no hayan escuchado referencias de “El Cojo Ilustrado” y de su significación en la historia de nuestras letras. La publicación, recargada de ilustraciones retorcidas, quizás sea la única manifestación de fin de siglo que no halla inspirado diatribas humorísticas entre los contemporáneos. Casi todas las expresiones del siglo pasado han sido inventariadas, irreverentemente. Los bigotazos mosqueteriles de sus poetas, la palidez de las damas, los juegos de salón, los gestos de los políticos y toda esa moda rococó que el general Antonio Guzmán Blanco puso en boga en Caracas copiada de la Francia del Segundo Imperio y de la Inglaterra victoriana, han dado tópico para más de una risueña invectiva. Pero “El Cojo Ilustrado”, inspira las respetuosas apreciaciones que sugieren las instituciones útiles que le dieron brillo al país.

     “El Cojo Ilustrado”, llevando sus mensajes a los pueblos más extraviados de Venezuela, duró poco menos de un cuarto de siglo (1892-1915), con una vida próspera y feliz. No afrontó momentos de adversidad, ni crisis económica, ni desajustes en los comandos de la dirección. Casi todas las revistas que surgieron paralelas a su existencia, tuvieron un destino común: el del meteoro que brilla momentáneamente, deja una huella luminosa y luego se extinguen en el vacío. Tal “Cosmópolis”, donde puso su empeño constructivo Pedro Emilio Coll. Nacían de un lírico y momentáneo impulso desinteresado, del seno de algunos escritores afines en tendencias, dispuestos a propagar sus credos literarios. Como de una consunción vital moría prematuramente la publicación como siguiendo aquella ley de que la llama que arde de prisa es la primera en apagarse.

     Según don Santiago Key Ayala, “El Cojo Ilustrado” vino al mundo publicitario por un procedimiento inverso al de las otras revistas de su misma índole. Justamente aquí radicó la clave de su éxito. Su cuna fue humildísima, como la de cualquier arrapiezo callejero. En efecto: nació como la humilde flor publicitaria de una fábrica de cigarrillos criollos que estaban humeando por la boca de todos los caraqueños. El dueño de la popular fábrica –el señor Manuel María Echezuria– andaba por las calles de Caracas repartiendo saludos y simpatías. Los pitillos empezaron a llamarse espontáneamente “Cigarrillos el Cojo”.

     El suceso de la aparición de “El Cojo Ilustrado” lo ubica Key Ayala en 1881: periodiquillo de cuatro páginas, en papel satinado, lleno de fáciles conseciones al gusto del público en chascarrillos y amenidades de fin de siglo. Un poeta bohemio, al redactarlo ganaba lo suficiente para su ración de roncitos en los tarantines de su predilección, recitando versos románticos.

     Hubo un tiempo en que la Empresa Cigarrillera floreció en buenos dividendos y se transformó pomposamente en la firma comercial de J. M. Irigoyen & Compañía y entonces, el periodiquillo travieso y burlón, pronto adquirió gran tamaño. Sentado en su mesa de dirección Manuel Revenga, hombre de saludable sensibilidad literaria le comunicó los primeros impulsos.

El Cojo Ilustrado circuló entre 1892 y 1915, con frecuencia quincenal. Es considerada la mejor revista cultural latinoamericana de su época. Fue la primera publicación del país, donde se utilizaba un taller de fotograbado mecánico en su reproducción.

El Cojo Ilustrado circuló entre 1892 y 1915, con frecuencia quincenal. Es considerada la mejor revista cultural latinoamericana de su época. Fue la primera publicación del país, donde se utilizaba un taller de fotograbado mecánico en su reproducción.

     Es, durante aquel tiempo, cuando se opera un curioso fenómeno en el siempre contradictorio mundo de las letras. Toda la efervecencia literaria del momento corre, en busca de su cauce, hacia aquel delta anchuroso, donde desembocaban, confundiéndose en una sola aspiración de cultura, las más disímiles corrientes del pensamiento en la persona de los escritores más notables de la época. Coexistían en aquellas columnas los viejos académicos del general Guzmán Blanco –ya calvos y abuelos– y quienes, jóvenes, expresaban ideas de renovación literaria, contrarias a la tradición expresada por los abizcochados académicos. Tal ciscunstacia liberal le imprimia animación a las páginas de “El Cojo Ilustrado”, imparcial y acogedor, con gran sentido de selección en la discriminación del material. Ya orientados firmemente en la vida literaria, espigaban José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, Pedro Emilio Coll, la novísima generación por la que empezaba a sentir debilidades su director Revenga.

     Ante el éxito de la publicación, ante su interna armonía, cabría preguntarse: ¿Qué voluntad, cuál carácter vigilaba la dinámica por encima de aquella gran empresa de cultura nacional? Según los conocedores de las íntimas palpitaciones de “El Cojo”, quien realizó tal milagro de estabilidad fue Don Jesús María Herrera Irigoyen. No fue un accidente en la Revista: fue su nervadura central. El milagro lo realizó la circunstancia de un gran carácter. Don Jesús María poseía un temperamento emoliente pero firme para evitar las rozaduras entre colaboradores de espíritu opuesto y personificaba un meticuloso orden de boticario. Por lecturas y referencias que tenemos a mano, la primera condición que reunía el director de la Empresa era su mística por no desajustar el orden del ambiente, por no contribuir con complacencias al descrédito de la revista. De ahí surge un pintoresco anecdotario. Porque una voluntad regida por normas tan concluyentes, tenía que chocar con el desorden de los poetas y escritores que formaban el cortejo de colaboración.

     La mística por el orden y la responsabilidad de Don Jesús María envolvió hasta los humildes cajistas de la imprenta. 

     Sabían los obreros acordarse oportunamente de la ortografía que olvidaban los grandes literatos o los empinados funcionarios del gobierno que expedían sus comunicados oficiales. Los cajistas desde sus componedores se sentían identificados con el prestigio de la revista como abejas unánimes en defender las excelencias del panal. En este tiempo de acelerados linotipos y superficial corrección de pruebas, cuesta trabajo creer que la omisión de una simple coma, provocara en los Talleres una serie de complicadas averiguaciones para ubicar al responsable del error y multarlo.

     Porque la corrección de pruebas alcanzaba la solemnidad de un rito: la responsabilidad de un sacerdocio irreprochable. Don Jesús María era el más alto tribunal. En el orden de sus archivos guardaba todas las etapas de la corrección con el fin de deslindar responsabilidades en caso de un error.

Manuel María Echezuria fue uno de los accionistas fundadores de la revista; su condición física (era cojo) dio parte del nombre a la revista y lo de Ilustrado se debió a las excelentes y llamativas imágenes que se presentaban en la publicación.

Manuel María Echezuria fue uno de los accionistas fundadores de la revista; su condición física (era cojo) dio parte del nombre a la revista y lo de Ilustrado se debió a las excelentes y llamativas imágenes que se presentaban en la publicación.

     Si como comentan los biógrafos de Balzac, alguna vez los cajistas de París se negaron a parar sus originales por lo que solía añadirle o quitarle, los tipógrafos de “El Cojo Ilustrado” veían con suma complacencia los “destrozos que algunos escritores hacen de sus pruebas”.

     Pensaban los obreros que el autor, al mejorar su texto, contribuía al realce de la revista. ¿No tiene todo esto un plácido sabor de edad de oro?

     Don Felipe Tejera, desde su severidad académica, motejó a don Jesús María de “Tirano” en sentido juguetón. Pero el director era un psicólogo. Tanto para desvirtuar la tesis de su “tiranía” como para abrir la espita del humorismo entre sus agudos colaboradores, tuvo una pintoresca idea original. Organizó un álbum para que allí escribieran sus colaboradores todo “lo malo que pensaran de él”.

     Le debemos a don Eduardo Carreño haber salvado para la posteridad algunas de esas pintorescas invectivas. Pedro Emilio Coll dejó estampado allí: “Sospecho que el señor Herrera oculta bajo su calva comercial un germen de chifladura literaria; aún más, creo que en el mayor secreto escribe poemas decadentes.

     Acaso su más grande ideal es ser colaborador de “El Cojo Ilustrado”; desgraciadamente, el severo director no quiere aceptarle sus versos. . . porque son muy malos”. Y Francisco de Sales Pérez:

Si ponéis en infusión
una libra de quinina,
un caribe, un escorpión,
una garra de león,
un colmillo de pantera,
y un frasco de ají chirel,
la suegra más dura y fiera,
tendréis un retrato fiel
de la sonrisa de Herrera

     Y, Alejandro Fernández García, “Este álbum es una nueva demostración de la vanidad del señor Herrera Irigoyen, quien, cansado como las viejas coquetas del rumor de las alabanzas, quiere escuchar ahora la voluptuosa acrimonia de los dicterios”.

FUENTES CONSULTADAS

  • Elite. Caracas, 2 de agosto de 1958; Página 50
La extraña muerte del cantante Genaro Salinas

La extraña muerte del cantante Genaro Salinas

Después de sesenta y cinco años de su violenta desaparición física, el caso del cantante mexicano Genaro Salinas, quien fue hallado severamente lesionado en una calle caraqueña, la noche del 28 de abril de 1957, y murió poco después de ingresar a un centro asistencial, sigue despertando dudas, sin que se conozca lo que en realidad ocurrió.

La noche del domingo 28 de abril de 1957, Genaro Salinas fue encontrado agonizando en el pavimento del túnel que une la avenida Victoria con Los Chaguaramos, en Caracas.

La noche del domingo 28 de abril de 1957, Genaro Salinas fue encontrado agonizando en el pavimento del túnel que une la avenida Victoria con Los Chaguaramos, en Caracas.

     Salinas fue uno de los primeros intérpretes sobresalientes musicales del medio local, que pasaron de ser noticia en la fuente de entretenimiento, a ocupar espacio destacado en los titulares de sucesos, víctima, al parecer, de la violencia de aquella época de dictadura militar en Venezuela. El periodista y escritor Óscar Yanes, en su libro “Amores de última página”, hace una descripción pormenorizada del hecho:

     “El domingo 28 de abril de 1957, a las siete y cuarenta y cinco de la noche, Genaro Salinas fue encontrado agonizando, con el cráneo fracturado y en un pozo de sangre, en el pavimento del túnel que une la avenida Victoria con la Urbanización Los Chaguaramos, en Caracas. Una patrulla policial lo recogió y lo llevó al puesto de emergencia de Coche, en donde murió hora y media después, sin pronunciar palabra, pero tratando de decir algo. Varios esbirros (torturadores) de la Seguridad Nacional, al parecer, lo esperaron en lo alto del puente, por donde debía pasar a pie para ir a su alojamiento en la casa de Graciela Naranjo, lo tiraron de lo alto y le pasaron un carro por encima”.

Censura en tiempos de dictadura

     La noticia de la muerte de Salinas recibió un tratamiento sesgado en los distintos medios impresos del país debido a intrigas de carácter pasional, pues al cantante se le vinculaba con Zoe Ducós, con quien había mantenido un romance en Argentina. Para el momento, la actriz de televisión estaba casada con Miguel Silvio Sanz, uno de los jefes de la policía política del dictador Marcos Pérez Jiménez.

     Desde que se conoció la forma como murió Salinas, se ventiló en algunas redacciones de prensa como un posible asesinato ordenado desde las oficinas de la Seguridad Nacional.

     Como ejemplo de la censura que se practicaba en los diarios capitalinos de aquella época, es preciso señalar que tres días después de la muerte de Salinas fue que apareció la información en Últimas Noticias. “El detectivismo de Seguridad Nacional trata de establecer las causas de la muerte del conocido cantante mejicano Genaro Salinas, quien fue encontrado en estado agónico el domingo por la noche”, destacó el periódico en su edición del martes 30 de abril de 1958. Presentaba fractura abierta del cráneo y sus ropas se encontraban bañadas de sangre. En el codo izquierdo le fue apreciada otra herida de cierta consideración, aunque, de acuerdo con la experticia practicada en el cadáver, no presentaba signos de haber sostenido lucha, como para presumir un crimen. No obstante, el detectivismo se ocupa activamente del caso y durante las 24 horas del día de ayer fueron interrogadas numerosas personas que conocieron al artista en sus últimas actuaciones en Caracas, desde el mes de septiembre cuando llegó, procedente de Colombia, para trabajar en programas de radio y televisión en Radio Caracas.

La noticia de la muerte de Salinas recibió un tratamiento sesgado en los distintos medios impresos del país debido a intrigas de carácter pasional.

La noticia de la muerte de Salinas recibió un tratamiento sesgado en los distintos medios impresos del país debido a intrigas de carácter pasional.

     Al principio se comentó en la prensa que Salinas había sufrido un accidente al ser atropellado por un automóvil dentro del túnel, y que el conductor se dio a la fuga. Después se manejó una versión, según la cual un estudiante lo había visto deambular borracho, se sentó al borde del puente de la Avenida Victoria, desde donde cayó. Este relato fue descartado debido al hallazgo del cuerpo dentro del túnel. Una tercera especulación tuvo que ver con la posibilidad de suicidio ante los apuros económicos por los que en ese momento atravesaba el cantante.

     En Venezuela, Salinas tuvo oportunidad de reencontrarse con Zoe Ducós, con quien había mantenido un romance en 1946, mientras vivía en Buenos Aires, relación que arruinó su matrimonio con la cantante Malena de Toledo.

     Al parecer, Salinas intentó por esos días fin de año de 1956 acercarse a Ducós, quien se había casado con Sanz, principal cabecilla de los temibles programas de tortura y asesinatos a los que sometían a los opositores durante el régimen perejimenizta.

     Al entrar en conocimiento de que Salinas merodeaba los estudios de Radio Caracas TV, donde laboraba Ducós, Sanz se sintió ofendido y dio órdenes a funcionarios de la Seguridad Nacional para que lo amedrentaran.

     Al parecer, los esbirros lo interceptaron aquel domingo y le propinaron una golpiza brutal. La idea era asustarlo, pero se excedieron al lanzarlo desde el puente. Luego lo remataron al pasarle el automóvil por encima y lo dejaron agonizante en el pavimento.

     Nueve meses después de la muerte de Salinas, tras la caída de la dictadora, a principios de 1958, la Asociación de Artistas de Venezuela exigió ante los tribunales que se investigara el asesinato de Genaro Salinas por parte de la Seguridad Nacional por motivos de intriga pasional.

La “Voz de Oro de México”

     Nacido en Tampico, Tamaulipas, México, el 19 de septiembre de 1918, Salinas tenía 38 años cuando murió. Su carrera como cantante profesional la inició muy joven, a la edad de 23 años, en 1941. Se dio a conocer desde temprano como intérprete de canciones líricas y así, después de ganar cierta fama en su propio país, empezó a viajar por el resto del Continente, llegando a equipararse con artistas de renombre como Pedro Vargas, durante los años comprendidos entre 1940 y 1945.

     Graba varios temas con la empresa RCA en la capital mexicana, acompañado de las orquestas Rafael de Paz, Miguel Ángel Pazos y Absalón Pérez, y logra buena aceptación en el mercado por la calidad de temas como “La número cien”, “Aquella tarde”, “Volverás”, “Callecita” y “Años Siboney”, entre otros éxitos del género bolero ranchero.

Salinas era un famoso cantante mexicano nacido en 1918. Entre sus numerosos éxitos destacan temas del género bolero ranchero como “La número cien”, “Aquella tarde”, “Volverás”, “Callecita” y “Años Siboney”.

Salinas era un famoso cantante mexicano nacido en 1918. Entre sus numerosos éxitos destacan temas del género bolero ranchero como “La número cien”, “Aquella tarde”, “Volverás”, “Callecita” y “Años Siboney”.

La primera vez que Salinas estuvo en Venezuela fue en el año 1945, contratado para trabajar en Radio Caracas en el programa de la “Caravana Camel”.

La primera vez que Salinas estuvo en Venezuela fue en el año 1945, contratado para trabajar en Radio Caracas en el programa de la “Caravana Camel”.

Tres visitas a Venezuela

     La primera vez que Salinas estuvo en Venezuela fue en el año 1945, contratado para trabajar en Radio Caracas en el programa de la “Caravana Camel”. Luego, en el año 1952, volvió para trabajar en Radio Continente, en un programa con Aldemaro Romero.

     Y la tercera vez vino contratado por Benito Silva, en septiembre de 1956. En esa ocasión hizo sus primeras presentaciones en Radio Caracas en el programa de la Media Jarra Caracas, con Luis Alfonso Larrain. Luego trató de obtener oportunidad de trabajo en Radio Continente, pero al parecer hubo cierto impedimento debido al contenido de las cláusulas del contrato por el que vino a Venezuela.

     Ante una situación económica difícil, pues tenía deudas con el hotel donde se encontraba alojado en Caracas y la empresa que lo contrato no cumplió lo prometido, Salinas atravesó por problemas de depresión.

     La cantante venezolana Graciela Naranjo le tendió una mano y lo llevó a vivir a su residencia en la Avenida Victoria, a escasas cuadras del lugar donde fue hallado agonizante, cuando a finales de 1956 se vio obligado a salir del Hotel Comercio. Durante los carnavales de 1957, Salinas y Naranjo emprendieron gira por emisoras radiales y locales nocturnos de Ciudad Bolívar y Puerto la Cruz.

     No hubo mejoría en la condición económica del cantante que por esos días también esperaba viajar a Puerto Rico o Santo Domingo. La última vez que Naranjo vio al cantante mexicano, según lo que reveló a Últimas Noticias fue el sábado 27 de abril, en horas del mediodía.

–Se despidió de mi–expresa la mujer entristecida–pero no me dijo para dónde iba. Él acostumbraba entretenerse con sus amigos en sitios cercanos, pero yo nunca llegué a preguntarle con quiénes se reunía.

     La residencia de Naranjo estaba ubicada a unas cuatro cuadras del lugar donde fue encontrado el cuerpo de Salinas.

–Yo no le conocía enemigos porque él era muy pacífico y cariñoso, indicó Naranjo.

     Genaro Salinas era un hombre de 1.68 metros de estatura, de color moreno, contextura gruesa, ojos negros, pelo negro y cara redonda. Algunos de sus amigos dijeron que a veces tenía predisposición por el licor, y aun cuando se reconocía en él un carácter apacible, denotaba un comportamiento brusco en ciertas oportunidades, indicó la crónica del tabloide caraqueño.

 

Solidaridad del gremio artístico

     Sería polémica protagonizaron los sindicatos de artistas de Venezuela y México a la hora de definir cómo se haría el traslado del cadáver del cantante Genaro Salinas a Tampico, México o a Buenos Aires, Argentina, donde residían sus hijos y ex esposa.

     La Asociación de Artistas Mexicanos no prestó la colaboración que se esperaba, mientras que la representación diplomática argentina cooperó con la compra del ataúd.

     Por más de una semana permaneció en capilla ardiente el cuerpo de Salinas en la Funeraria Coromoto, en la esquina de Tienda Honda. Millares de personas desfilaron ante el féretro, ante el que montaron guardia muchos artistas.

     El 5 de mayo, durante el séptimo día de velatorio, ocurrió un hecho insólito, reseñado en diferentes medios. El artista quedó con los ojos abiertos, cosa que impresionaba. Víctor Morillo, conocido declamador, reveló que mientras hacía guardia junto al féretro, se presentó el conocido cantante puertorriqueño Daniel Santos, quien sacó de sus bolsillos un puñal, lo colocó en la frente de Salinas, y para asombro de la concurrencia se cerraron los ojos del malogrado cantante. Santos se acercó y besó la frente de Salinas, en una suerte de tributo final al amigo.

Maripere

Maripere

Así se denominaba hasta el siglo XIX una zona de Caracas, que ahora llaman Maripere, cuyo nombre se debe a una piadosa y rica mujer llamada María Pérez, quien empleó sus caudales en el ejercicio de la caridad. El historiador, naturalista, periodista y médico caraqueño, Arístides Rojas (1826-1894), quien publicó un enjundioso trabajo de investigación histórica sobre tan singular personaje y toponimia capitalina.

Desde el siglo XVII se conoce este lugar en Caracas, con el nombre Maripere, contracción del de María Pérez, que así se llamó la rica y piadosa señora que empleó sus caudales en el ejercicio de la caridad.

Desde el siglo XVII se conoce este lugar en Caracas, con el nombre Maripere, contracción del de María Pérez, que así se llamó la rica y piadosa señora que empleó sus caudales en el ejercicio de la caridad.

     “A orilla de la carretera del Este, entre los pueblos de Quebrada- honda y Sabana-grande, existe una pequeña zona con casas de campo y poco cultivo, que se conoce con el nombre de Maripere. No hay entre los transeúntes de aquella vía quien no conozca el sitio mencionado, bañado al Este por aguas del Guaire, y al Oeste por la escasa quebrada que se desprende la cordillera del Ávila. Lugar de doscientas almas, es más solicitado por lo agradable de su clima que por el cultivo de su tierra.

     Hace ya como cerca de doscientos cincuenta años que se conoce este lugar con el nombre Maripere, contracción del de María Pérez, que así se llamó la piadosa señora y rica que empleó sus caudales en el ejercicio de la caridad, fundó cofradías, acompañó al obispo Mauro de Tovar durante la mañana y días que siguieron al primer terremoto de Caracas en 11 de junio de 1641, y contribuyó con mano generosa al socorro de las víctimas y a la reconstrucción de la Catedral de Caracas, arrasada por tan violenta catástrofe.

     La actual Metropolitana de Caracas, que resistió el célebre terremoto de 1812, y ha sido modificada en diversas épocas, fue, en los primeros años de los conquistadores y fundadores de esta capital, 1567 a 1690, un miserable caney, simulacro de templo en el cual se albergaron en 1595 los filibusteros ingleses de Amyas Preston, continuando así hasta mediados del siglo décimo séptimo, época en la cual el derruido edificio amenazaba ruina. 

     Concedida por real cédula de 1614 la licencia que del Monarca impetraran los caraqueños para refaccionar la iglesia parroquial, poco se había hecho para conservar el edificio, cuando llegó de prelado en 1640 el obispo Mauro de Tovar. Animado andaba éste y aun había reunido los fondos necesarios para dar remate a la obra ya comenzada, cuando la naturaleza se encargó de echar por tierra la primera Catedral de Caracas, la cual, para la época de que hablamos, contaba cerca de setenta años.

     La mañana del 11 de junio de 1641 estaba despejada y ningún signo infundía temores en los habitantes del poblado, cuando a las nueve menos quince minutos violento sacudimiento de tierra hace bambolear los edificios, llenando de escombros el limitado recinto. Gritos de espanto y de dolor se escuchan por todas partes, y vése a los moradores que despavoridos huyen en todas direcciones. Desde este momento no hubo quietud en la ciudad, sino temores y lágrimas, queriendo huir los que habían sobrevivido a la catástrofe. Pero mientras que unos abandonaban sus hogares reducidos a escombros, otros se ocupaban en salvar a los heridos y contusos que habían quedado bajo las ruinas. Como la ciudad era pequeña, a poco se supo que el número de muertos alcanzaba a doscientos y a otro tanto el de los aporreados.

     En los momentos de la catástrofe, el prelado, que estaba en la obispalía, al sentir bambolear las paredes y crujir los techos, escápase salvando dificultades y sale a la calle, donde tropieza con parte de la muchedumbre que clamaba misericordia.

     Sin turbarse y en medio de escena tan lastimera, el obispo piensa en salvar la custodia- y se dirige a los escombros de la Catedral. Entre las ruinas se abre paso y logra al fin, con trémula mano, abrir el sagrario, saca la custodia y se dirige a la plaza mayor, donde bendice a la muchedumbre aterrada. Horas más tarde se levantó en este lugar una barraca de tablas, que sirvió de templo provisional durante algunas semanas. Sin perder tiempo el obispo comenzó a auxiliar a los moribundos y a socorrer a los necesitados.

Luego del terrible terremoto de 1641, que causó grandes destrozos en Caracas, la acaudalada señora María Pérez colaboró con el obispo de la ciudad, fray Mauro de Tovar, en la reconstrucción de la Catedral y al socorro de las víctimas, entre otras obras de caridad.

Luego del terrible terremoto de 1641, que causó grandes destrozos en Caracas, la acaudalada señora María Pérez colaboró con el obispo de la ciudad, fray Mauro de Tovar, en la reconstrucción de la Catedral y al socorro de las víctimas, entre otras obras de caridad.

     El dinero que con este piadoso objeto fue conseguido entre los sobrevivientes y el cabildo, sirvió para satisfacer las necesidades de los desgraciados, los cuales continuaron bajo el amparo y amor del prelado. Acompañó al obispo en estos días y ayudóle con constancia y eficacia una señora piadosa, Doña María Pérez, corazón caritativo que dedicó su existencia al alivio de la orfandad y al culto de la religión.

     Vinieron al suelo la vetusta Catedral, parte de los conventos de San Francisco y San Jacinto, el nuevo de las Mercedes, que figuraba desde 1638 en la porción alta, despoblada y cerca del sitio donde más tarde se levantara el templo de la Pastora, y el puente del mismo nombre, que atrajeron a este sitio incremento de población.

     Construida la nueva Catedral hubo de durar pocos años, pues para 1664 amenazaba ruina, comenzando en esta época la actual que fue rematada en 1674 y poco a poco ampliándose hasta nuestros días. Desde muy remoto tiempo figuró en la Metropolitana, en la pared occidental del coro bajo un retablo de brocha gorda, de regular tamaño, el cual representa el martirio de San Esteban. 

     En el lado izquierdo del lienzo y en el último término, vése al obispo Mauro que conduce la custodia y va acompañado de una anciana. Representa esta escena al prelado virtuoso, tan sublime en los días del terremoto de 1641, y a la señora María Pérez, tan abnegada como espléndida en la misma época. Este retablo que según nuestras observaciones no fue colocado, sino cuando se reedificó por tercera vez la Catedral, 1664 a 1674, trae su origen desde el pontificado de Mauro de Tovar, quien juzgo que era necesario perpetuar en la memoria de los caraqueños la de una mujer tan abnegada y espontánea, tan caritativa y humilde, como lo había sido María Pérez para sus compatriotas. La colocación del tal retablo, está conexionada con un hecho, si se quiere vulgar, pero que exigía cierta reparación de la sociedad caraqueña.

     Vivía en Caracas en la época del obispo Mauro cierto gallego, pintor de brocha gorda, insolente y desvergonzado por hábito, pues no había hora en que de su boca no salieran descomunales improperios, que letrado parecía en el estudio de ciertas frases provinciales de Galicia y también de Cataluña y Andalucía. Por lo demás era Mauricio Robes hombre cumplido y trabajador. Como en el oficio de pintor tenía ya el gallego algunos años, y compradas eran sus obras por mujeres piadosas e ignorantes, creyó que había llegado el momento en que dos de sus pinturas pudieran exornar los muros interiores de la nueva Catedral, y dando la última mano a los lienzos, la huida de Egipto y la Oración de Huerto, presentóse con estos en cierta mañana a la obispalía en solicitud del prelado.

— ¿Qué solicita Don Mauricio?, preguntó el obispo a Robes, tan luego como le vio en el corredor de la obispalía.

—Vengo a suplicar a Su Señoría, Ilustrísima, me compré estos lienzos que he concluido para adornar con ellos el nuevo templo y que con tanta perseverancia levanta Vuestra Señoría. Y Robes, desenrollando las dos pinturas las expuso a la contemplación del obispo.
El Pastor, después de recorrer con la vista las obras y de estudiarlas desde varias distancias, soltó una carcajada estrepitosa y dijo al pintor:

— “Amigo esto es malo, muy malo, malísimo”, y se retiró.

     Era ese hombre seco, enemigo de preámbulos, lacónico y voluntarioso.

     La primera obispalía entonces era la casa N°13 que pertenece a la Metropolitana y donde está el establecimiento mercantil del señor Ruiz. Todavía se conservan en el patio de esta casa los muros de la capilla provisional que sirvió al obispo después del terremoto de 1641. La segunda obispalía, que es la casa actual, fue vendida al cabildo eclesiástico por Deán Escoto muchos años después. Era baja y como la reconstrucción comenzó con la fábrica del Seminario que le era contiguo, hubo de ponerse a una y otra, arcadas bajas a prueba de terremoto.

     Sin menear los labios Robes enrolló sus lienzos y dejo la obispalía. Al salir a la calle le vino, sin duda, el recuerdo de la piadosa y espléndida María Pérez, pues a la casa de esta, que estaba frente al convento de San Jacinto, dirigió sus pasos. Hasta entonces el gallego estaba como espantado y no sabía darse cuenta de la repulsa del obispo; pero al llegar a la casa de Doña María, el pintor, como queriendo desahogarse, refirió a la señora la escena de la obispalía, coronando su narración con frases lisonjeras a la matrona, la única que en Caracas era capaz de conocer el mérito de aquellas dos pinturas. Pero María, ya fuera porque no le era desconocida la estética, ya porque no quisiera discrepar de la opinión emitida por el obispo, después de haberlas estudiado le dijo al gallego: —“pues amigo, esto es malo, muy malo, malísimo”. El pintor, al verse sentenciado en segunda instancia y perdiendo el aplomo que por respeto o por temor había observado delante del prelado, estalló en esta ocasión dejando libre curso a la lengua, que desató en las más groseras expresiones.

     Al escuchar tanto improperio, Doña María, con ademán dijo al esclavo que hacía las veces de portero:

—“Lanzad a ese hombre de la casa, por insolente y atrevido”.

     Y Robes, más que mohíno, furioso, con paso apresurado, ganó la calle y llegó a su casa, después de haber conjugado cuantas frases sugirieron la venganza y el despecho.

     Dos meses después de esta escena, el pintor llamó a sus vecinos y relacionados para que contemplaran un lienzo que acababa de pintar y el cual, lo juzgaba como otra acabada, digna de ser admirada. Robes había ideado un cuadro de ánimas, dividido en dos secciones: en la de la derecha veíanse las almas purificadas que eran sacadas de entre las llamas por ángeles y serafines; en el de la siniestra retorcíanse los pecadores, y todos llamaban la atención por las gesticulaciones de los semblantes y la desesperación que parecía torturarlos. En un rincón del lienzo descollaba una anciana con los ojos salidos de sus cuencas, colgaba la lengua de la boca, brotaban de las ventanas de la nariz chorros de fuego, pendían de su cuello sartas de onzas de oro, mientras que los brazos enjutos y descarnados se iban retorciendo; lo que daba a esta figura un carácter repelente y monstruoso. Sin que el pintor hubiera dado a nadie explicación de su obra, los curiosos del pueblo creyeron encontrar en el tipo monstruoso del purgatorio, la caricatura de María Pérez; y si se sonrieron al ver la travesura de Robes, en voz baja murmuraron y reprobaron venganza tan injusta como ruin, por ser la piadosa señora amada y venerada de todo Caracas.

Según las observaciones del obispo Mauro de Tovar, el terremoto de 1641 dejó un saldo fatal de 54 muertos en Caracas y la destrucción de iglesias y numerosas viviendas.

Según las observaciones del obispo Mauro de Tovar, el terremoto de 1641 dejó un saldo fatal de 54 muertos en Caracas y la destrucción de iglesias y numerosas viviendas.

     Entre los numerosos lienzos pintados que existen en Caracas, solo uno lleva el nombre de Robes. Le vimos ahora años en la parroquia de Candelaria. Representaba a Jesús echando del templo a los mercaderes: nos pareció la pintura tan monstruosa que no alcanzamos a explicarnos cómo pudo el pintor vender tales obras. 

     Mala salió la chanza al de Robes, pues hubo de salir de Caracas lanzado por el prelado, entonces con más poderío que la autoridad civil. Instalado en un pueblo de los llanos, abandonó el gallego el arte, para dedicarse a la industria de sastre y morir después de haber pasado muchos años de pobreza.

     Tan luego como fue colocado en la Catedral el retablo que representa el martirio de San Esteban, con el único objeto de conmemorar los servicios de María Pérez; agradecido el cabildo eclesiástico a cuanto por la iglesia había hecho tan piadosa señora, dispuso desde 1674 que en las fiestas de la Purificación y de la Inmaculada Concepción, así como en la conmemoración de los muertos, en todas ellas se pidiera a Dios por el alma de María Pérez y de sus parientes difuntos. Durante dos siglos así lo hizo la Catedral de una manera ostentoria. Sábese que noviembre es el mes en que la iglesia católica conmemora a los muertos. 

     En Caracas el día 1 de este mes está dedicado a todos los difuntos, sin distinción de nacionalidades; el 2 corresponde a los obispos y arzobispos; el 3 a los canónigos y el 4 a María Pérez. Hasta ahora veinte años esta última fiesta se hacía de una manera solemne, pues se colocaba un mausoleo en la nave central de la Metropolitana, celebraban las altas dignidades del cabildo, y buena orquesta acompañaba a la misa de difuntos. Y a tal grado llegó la veneración a la noble protectora de la Catedral, que entre las mesas que se colocaban el Jueves Santo en la puerta mayor del templo para pedir por las ánimas, por el monumento, cofradías, etc., se distinguía una en la cual se pedía dinero por el alma de María Pérez. Tales hechos motivaron que la gente del pueblo llamara los días 4 de noviembre y Jueves Santo, días de ánimas ricas, para distinguirlo de los de las ánimas pobres que en pelotón entraban en la fiesta del 1 de noviembre.

     Lentamente y a medida que la renta que proporcionara el caudal de María Pérez iba menguando, fue cesando también el fervor de la Iglesia en favor de su protectora, sobre todo después que desapareció el Rev. Vaamonde, de grato recuerdo por sus virtudes eximias y nobles antecedentes. Y gracias que se cante una misa el 4 de noviembre de cada año en honor de la que tanto hizo en beneficio de sus semejantes.

     No recordamos donde hemos leído, que en cierta ocasión un hombre algo timorato interrogó a un abate ilustrado acerca del tiempo que las almas que habían cumplido en la tierra con sus deberes permanecerían en el Purgatorio antes de llegar a la presencia de Dios. El abate contestó con naturalidad: “La purificación de las almas, dijo, puede necesitar de instantes, de horas, de semanas, de días y de años; pero os advierto que los días de la Eternidad son en esta tierra siglos y que el ser purificado necesita serlo más y más, antes de llegar al seno de la Eterna Recompensa”. Si María Pérez llevó al morir el rico haber de virtudes que le concedieron y conceden sus compatriotas, es de presumirse que después de haber pasado doscientos y más años de su muerte, y gozado durante este lapso de tiempo de las bendiciones y oraciones de la Iglesia, haya alcanzado la felicidad eterna. No hay pues que extrañar que hayan concluido las fiestas de las ánimas ricas, después que desapareció el capital. María Pérez se aleja, pero Maripere, continua. ¡Qué distante estaba la señora cuando durante gran porción del siglo décimo séptimo en que vivió en su estancia sembrada de sabrosos frutos, de que tres siglos más tarde pasarían por el frente de su mansión predilecta una máquina humeante, tronadora, la locomotora, en fin, del Este, que al llegar a este lugar deja oír el silbato y el grito del conductor que dice: MARIPERE!

     Maripere es el recuerdo constante de un alma virtuosa que dejó en la tierra nombre venerado, luminosa estela.

La aventura del vapor Falke en las costas de Venezuela

La aventura del vapor Falke en las costas de Venezuela

Por: Luis Carlos Fajardo

El general Román Delgado Chalbaud en la cubierta del Kalke.

El general Román Delgado Chalbaud en la cubierta del Kalke.

     En un interesantísimo reportaje elaborado en dos entregas, publicado en la revista Élite los días 13 y 20 de junio de 1936, bajo la autoría de Luis Carlos Fajardo, seudónimo que empleó en su brillante pero corta trayectoria como periodista, el entonces director de la mencionada revista, Carlos Eduardo Frías (1906-1986), descubrimos interesantísimos detalles de la operación militar conocida como “Invasión del Falke”, ocurrida en la ciudad de Cumaná en agosto de 1929, que terminó siendo un golpe frustrado contra la dictadura de Juan Vicente Gómez.

     Desde que el general Román Delgado Chalbaud inició en la ciudad de Paris el proceso de reclutamiento del recurso humano, con veteranos militares exilados que habían pagado cárcel y recibido torturas antes de ser expulsados del país, y jóvenes estudiantes venezolanos que bajo ideales de libertad se formaban en Europa, hasta destalles de la adquisición del vapor “Falke”, cómo hicieron para venir desde las costas europeas, engañando a las autoridades marítimas con un itinerario que indicaba que iban hacia China, y la muerte del propio general Delgado Chalbaud, el autor nos presenta un excelente trabajo del cual hacemos un resumen en esta oportunidad. 

     Un par de años después de publicar este reportaje, en 1938, Carlos Eduardo Frías fundó la agencia ARS, pionera de la industria de la publicidad en Venezuela.

 

El juramento

     “Es la noche de la cárcel. De la cárcel “rehabilitadora”. La noche de aquelarre de la Rotunda. Una noche que pudiera ser de cualquiera de los años de la dictadura gomecista. Hay un grupo de hombres. Un grupo recio, serenado en sufrimientos, serenado en torturas, serenado en vejaciones. Un grupo como de piedra. Un grupo como de bronce.

     Es la noche de la cárcel. Es la noche del calabozo infecto, del ruido lejano y cercano de los grillos pesados. De la ronda vigilante. De la confidencia en los rincones. En un rincón, un grupo de hombres habla. Tienen en la cara el dolor de la Patria. Tienen su mismo dolor. Su misma orfandad. Abandonados como ELLA a la inclemencia del Déspota, pero llenos de fe, como ella, en el porvenir de la humanidad.

     Hablan en voz baja. Casi no se oye el rumor de las voces graves, firmes. Los rostros también firmes, graves. Las cosas que se dicen estos hombres, a quienes la barbarie privó de todo, tienen la trascendencia de las promesas solemnes. Perseguidos del Tirano decembrino, víctimas de Juan Vicente Gómez, contra quien han luchado como patriotas, los que hablan esta noche tienen una trascendencia singular.

     Siguen hablando. Ahora más alto. Se sabe ya lo que dicen. Juran solemnemente luchar hasta morir contra el Bárbaro, apenas recuperen la libertad. Y lo juran convencidos, con el convencimiento que dan los grandes dolores morales. Lo juran y este juramento lo guardan en lo más íntimo del corazón.

     Años más tarde, en una calle de Cumaná, morirá alguno de ellos. Años más tarde, en la costa oriental de Venezuela, este mismo grupo de hombres recordará con gravedad el juramento de ahora en La Rotunda de Caracas, en una noche lóbrega, mientras la ciudad querida, la ciudad heroica y esperanzada, duerme su sueño mártir.

     Y así comenzó la aventura del “Falke”. Una noche de cárcel. En un rincón de calabozo. Entre un grupo de hombres. De hombres firmes, serenos.

En libertad

     Amaneció un día cualquiera de libertad en el grupo de hombres patriotas. El sol de la calle se regó por sus rostros huérfanos de la luz. El júbilo del retorno ciudadano colmó las ambiciones del momento. El Bárbaro había dispuesto que los libraran de la infamia carcelaria. Recordamos de entre ellos al general Román Delgado Chalbaud, a los capitanes Carlos Mendoza, Luis Rafael Pimentel y Francisco Angarita, al comandante de Marina Héctor Machado, Pedro Betancourt, Gonzalo y Atilano Carnevali y otros más que la memoria no retiene.

     La mayoría de ellos recibieron conminación del entonces gobernador Velasco, para abandonar la patria. Ese era el precio de su libertad. El destierro abría sus tentáculos inmisericordes para el grupo de compatriotas dignos.

     Y al destierro fueron. Llevaban por delante la luz de un juramento sagrado. Iban a cumplirlo.

En Francia

     La labor comenzó su tela de araña en plena capital de Francia. Se estableció en París como la red central del futuro movimiento invasor. Las actividades pro-patria no descansaron un minuto, animadas por el tesón y la voluntad del general Román Delgado Chalbaud, quien solo tenía por norte, por finalidad, la idea de regresar a la patria en un intento de libertad. Él fue el alma de la aventura heroica que había de fracasar lamentablemente en las costas de Cumaná. Él fue el eje, el motor que impulsó todos los esfuerzos, todas las iniciativas, el que recogió y centralizó todas las actividades tendientes a provocar la malograda expedición del “Falke”.

     Nadie se imagina las ramificaciones que tenía este movimiento armado contra el gobierno de Juan Vicente Gómez. Cosa pensada y organizada con calma y convicción, no se adelantó ni se apresuró hasta no tener todos sus hilos bien atados y firmes. La fatalidad no quiso que esto se diera, pero el esfuerzo de los hombres que tomaron parte en él fue puro, sincero, y sobre todo, esforzado, recio.

     Y llegada la fecha de la partida, recibieron los expedicionarios la ayuda más hermosa por entusiasta. La ayuda de la juventud. De la juventud estudiosa. Formaron en las filas revolucionarias hombres plenos de juventud como Armando Zuloaga Blanco, Julio McGill, Juan Colmenares, Rafael Vegas, etc., todos venezolanos que sabían de las cárceles de Juan Vicente Gómez y que estudiaban en el exterior todo lo que la dictadura les prohibía en su propia tierra.

     Llevaron a la hazaña revolucionaria su corazón de adolescentes. Llevaron su esfuerzo limpio, puro y recio. Se injertaron en la aventura como cosa de ellos. Y así, con el motor del corazón a pleno impulso, partieron con el esforzado grupo de compatriotas que venía trabajando en silencio por la restauración de las libertades en Venezuela.

     Pero sigamos nuestro relato. El vapor “Falke” fue adquirido por el general Román Delgado Chalbaud, mediante negociaciones emprendidas por el coronel McGill. Delgado Chalbaud hizo durante estas negociaciones varios viajes a Alemania, y al regreso de su último viaje, ya en París, dio la orden de concentración general, comenzando a llegar todos los que debían venir en el barco de la aventura.

     Ya anteriormente, Pedro Elías Aristeiguieta había ofrecido tener listo en Venezuela un contingente de 300 hombres, la mayoría perteneciente a la clase de pescadores, a los rudos y bravos guaiqueríes que después supieron morir como los mejores bajo el sol de Cumaná o llevar su martirio en las cárceles, bajo el sol inclemente de las carreteras de Paulino Camero y en otras faenas infamantes.

La salida de París

     Ya decidido el viaje, partió el grupo venezolano rumbo a la ciudad libre de Dantzig, en Polonia, cercana al puerto de Gdigen, donde estaba anclado el futuro “General Anzoátegui”. Era un 14 de julio [1929] día de fiesta nacional de Francia. Aprovecharon los expedicionarios esta fecha y los preparativos de festejos para no llamar la atención de los numerosos espías que sostenían las legaciones “rehabilitadoras” en el exterior. El grupo salió primero a Fontainebleau y después volvió a París, tomando el tren del Norte, para Berlín.

     El grupo expedicionario, lleno de impetuosidad y de vigor, soñando con la patria lejana, imaginando el futuro triunfo, llegó a Berlín, donde pasó una noche. La gira del valeroso grupo venezolano estaba amparada por una simulación de jira turística. El organizador Alejandro Ybarra, corrió con todo el arreglo de esta hábil maniobra para despistar a cualquiera de los agentes del gomecismo esparcidos en el exterior.

      De Berlín, la hermosa capital alemana, pasa el grupo a la ciudad libre de Dantzig, siempre viajando en calidad de turistas. Para esto –repetimos–sirvió de mucho la veteranía de Alejandro Ybarra, quien era en ese tiempo manager de la Casa Raymond y Wimcomb. Los gastos fueron hechos de su peculio.

     Y así llega el 19 de julio. En la madrugada, bajo un cielo tranquilo y extraño, se efectúa el embarco. Silenciosos, firmes, graves, con toda la gravedad histórica de lo que representa para su patria, el grupo de embarca a bordo del “Falke”, despachado hábilmente para la China, con todos los papeles arreglados de ese modo. Se lamentó el no poderse embarcar un cañón, por haber llegado tarde, pero se dejó, pensando que viniera en la segunda expedición, que debía ser inmediatamente a esta del “Falke”, y para la cual habían ofrecido dinero muchos compatriotas.

 

¡Altamar!

     Ya está la nave en camino de la patria. Larga navegación por mares extraños. Van a bordo, que recordemos a lo largo de este reportaje periodístico, las personas siguientes: Román Delgado Chalbaud, José Rafael Pocaterra, Francisco Linares Alcántara, Doroteo Flores, Luis Rafael Pimentel, Francisco Angarita, Carlos Mendoza, Egea Mier, Raúl Castro, Edmundo Urdaneta, Carlos Julio Rojas, Juan Colmenares, Luis López Méndez, Rafael Vegas, Armando Zuloaga Blanco, Julio McGill y Carlos Delgado.

     Además, como es lógico, estaba la oficialidad alemana, de la cual solo estaban en el secreto de la expedición el Capitán Zipplit y los tenientes Zuncal y Ermer, jefe de ametralladoras y telegrafista, respectivamente.

     Ya en el barco, con su carga de hombres heroicos, camino de la aventura más heroica aún. No se sabe cómo hubo un denuncio desde Berlín, y aquí comenzaron las tribulaciones de nuestros compatriotas. También se tuvieron noticias de que el gobierno yanqui podía destacar en un momento dado una unidad de su Armada a exigencias de la dictadura gomecista. Se dudaba también de las potencias europeas. El estado era de alarma. El barco tuvo que dar rodeos infinitos para esquivar cualquier encuentro desgraciado. Así, de esa manera, un viaje que hubiera podido hacerse en pocos días, se hizo largo. Hubo que dirigirse muchas veces a rumbos remotos que no figuraban en la jira. El Báltico, El Mar del Norte, el Canal de la Mancha, todos estos sitios sintieron el peso heroico de la quilla del “Falke”, que había de ser bautizado más tarde con el nombre de Crucero “General Anzoátegui”. El aspecto que se le dio al barco fue el de un buque mercante. La oficialidad y parte de la tripulación tenían que permanecer en los camarotes escondidos, no pudiendo así gozar del bello espectáculo de las costas europeas, hasta que, perdido de vista el Espolón de Francia, en pleno Atlántico, el barco cobró su vida legítima.

El capitán Zipplit, bajo cuyo mando vino el Falke a las costas de Venezuela.

El capitán Zipplit, bajo cuyo mando vino el Falke a las costas de Venezuela.

El plan inicial revolucionario

     Antes de seguir el relato, digamos algo del plan inicial de la campaña de esta bien pensada expedición libertadora. Este plan consistía en tocar con el crucero en varios puntos de la costa oriental para repartir el cuantioso y moderno armamento que se llevaba. Esto se haría simultáneamente con la invasión que prepararía Leopoldo Baptista con Juan Pablo Peñaloza por Occidente. El jefe de esta invasión sería el general Régulo Olivares. Pero advirtamos que esto no se pudo llevar a cabo por dificultades económicas, por falta de medios financieros.

     El primer punto de toque de los expedicionarios sería La Blanquilla, donde estarían esperando los compañeros de Santo Domingo, al mando del coronel Simón Betancourt, según instrucciones comunicadas por el doctor Atilano Carnevali. Con esta dotación se reforzaría la guardia de a bordo. Pero sigamos con los hechos de mano de la anécdota, de esta anécdota heroica y viril del grupo revolucionario.

 

En la blanquilla

     La cordialidad y la intimidad del viaje, corriendo juntos el mismo peligro de ser descubiertos, estableció una familiaridad estrechísima entre los venezolanos expedicionarios y la tripulación extranjera. Esta misma intimidad y la compenetración con lo justo de la causa política del viaje, decidieron a la tripulación a tomar parte activísima en los hechos por realizarse. Así, cuando se llegó a costas venezolanas, ya la fusión entre los expedicionarios y la tripulación era un hecho.

     Y henos aquí ya en La Blanquilla, primer punto de contacto con la querida tierra venezolana. Desde lejos la silueta de la Isla se perfila altanera en su soledad. Desde el puente de mando, la oficialidad otea el horizonte con larga-vistas. Armando Zuloaga, Pimentel, Mendoza y casi todos se asoman a la borda ansiosos de ver la tierra nativa. Desde lejos también se ve una vela pequeña en el puerto que los expedicionarios suponen ser el barco que ha traído los compañeros de Santo Domingo. Hay alegría y emoción a bordo del “General Anzoátegui”.

     Lo primero que encontró el grupo de desembarco fue al Cabo de resguardo o jefe de unas salinetas cercanas, que estaba en La Blanquilla. A esta persona se la invitó a ir a bordo, haciéndole creer que se trataba de un barco del gobierno de Juan Vicente Gómez. Llevado a bordo y puesto en presencia del general Delgado Chalbaud, confirmó la ausencia de los dominicanos, informando que dos días antes se había visto en el horizonte una goleta que por causa del mal tiempo había cambiado de rumbo, y que a La Blanquilla solamente iba cada quince días un guardacostas venezolano, para tomar cuenta de las Salinas y del Resguardo y para aprovisionarlo convenientemente. Después de estas declaraciones, y como es lógico, se le aclaró la procedencia del “General Anzoátegui”, dejándolo arrestado a bordo del barco, para evitar cualquier tropiezo o inconveniente al respecto, ya que estaba en posesión del secreto del viaje.

Llega un comisionado

     Después de este pequeño suceso, decidieron los expedicionarios enviar a tierra otra vez una Comisión para que registrara la Isla lo más que pudiera. Esta comisión estuvo al mando del general Doroteo Flores y del capitán Carlos Mendoza. En su recorrido pudieron localizar un Tres Puños, embarcación corriente en toda la costa pescadora de Oriente. El barco tenía todas sus velas plegadas y por tripulación no portaba sino tres hombres, dos de ellos a la sombra de un cujizal y el otro entretenido en las labores de la pesca. Tanto Flores como Mendoza invitaron a los tres hombres a ir hasta el barco expedicionario, a lo que accedieron con gran desconfianza.

     –Yo como que lo conozco a usted, dijo uno de ellos dirigiéndose al general Doroteo Flores. Además, esa carabina como que no es del gobierno.

     –Y si te diera una, ¿qué harías con ella?, le interrogó Mendoza.

–Pues me cobraría muchas cuentas pendientes con los jefes civiles de por aquí.

–Seamos francos, dijo entonces el que parecía jefe de los tres. Ese vapor lo vimos reventar del Norte esta mañana como a las cinco. No debe ser del gobierno, y además los fusiles que ustedes traen son nuevecitos.

     Y así siguió la charla hasta llegar a bordo del “General Anzoátegui”.

    Ya a bordo, los tres hombres fueron conducidos al camarote del general Delgado Chalbaud, y al encontrarse frente a frente del patrón del barco, el general dijo lo siguiente al que ya hemos dicho parecía jefe del grupo de pescadores:

     –Usted está en presencia del general Delgado Chalbaud.

–Y ¿quién me garantiza a mí que eso es verdad?, interrumpió el pescador.

–Porque debes traerme una correspondencia de parte de Pedro Aristeiguieta.

– Asina sí, replicó el hombre en su tono criollo. Y continuo: Yo soy Matías Salazar, para servirle.

     Después de haber dicho esto se sacó del interior de los pantalones un paquetico de correspondencia, la cual fue leída por el general Delgado Chalbaud con gran alegría, pues por medio de ella se supo que Pedro Elías estaba situado en Peñas Negras con su gente, en la angustiosa espera del “General Anzoátegui”, temiendo que el general Emilio Fernández estuviese ya en conocimiento del plan y supiese que el barco se encontraba ya en aguas venezolanas.

     Salazar y sus acompañantes fueron acogidos con bastante cordialidad, inquiriendo todos noticias de la situación exacta de Pedro Elías. Delgado Chalbaud, no queriendo perder tiempo, dictó inmediatamente a José Rafael Pocaterra la respuesta a Pedro Elías Aristeiguieta, prometiéndole amanecer en Peñas Negras el 10 de agosto. Así fue despachado nuevamente el emisario Salazar en su Tres Puños, dejando a bordo a uno de sus acompañantes, que debía orientar el barco.

Iban a bordo en el Falke, entre muchos otros, Román Delgado Chalbaud, José Rafael Pocaterra, Francisco Linares Alcántara, Luis Rafael Pimentel, Luis López Méndez, Rafael Vegas y Armando Zuloaga Blanco.

Iban a bordo en el Falke, entre muchos otros, Román Delgado Chalbaud, José Rafael Pocaterra, Francisco Linares Alcántara, Luis Rafael Pimentel, Luis López Méndez, Rafael Vegas y Armando Zuloaga Blanco.

La goleta “Ponema”

     Serían más o menos las cinco de la tarde, cuando de a bordo se divisó que se acercaba a toda máquina al lado del vapor una goleta motorizada. La primera impresión de los expedicionarios fue la de que se trataba de un guardacostas de la Armada venezolana. Delgado Chalbaud dictó las órdenes del caso en previsión de cualquier sorpresa, pero cuando la embarcación estuvo cerca se vio que era nada menos que “La Ponema”, barco de Francisco Gutiérrez, con gente de Trinidad.

     “La Ponema” atracó al lado del “General Anzoátegui”, y pasaron a bordo el general Carabaño, Morales Carabaño, David López, Frontado, Roseliano Pérez, Andrés Gutiérrez y otros venezolanos de los comprometidos. Por la correspondencia traída supieron los expedicionarios que los compañeros de Santo Domingo habían fracasado por haber hecho agua el barco que los conducía a Venezuela y tener que abandonar la empresa ante el suceso.

     También se supo que los comprometidos para ayudar la segunda expedición ponían obstáculos a las entregas de dinero y que el Gobierno tenía noticias efectivas de la aproximación de la invasión.

     El “General Anzoátegui” amanece en Peñas Negras el 10 de agosto de 1929, es decir, un día antes del infortunado ataque a la ciudad de Cumaná. Los hermanos Aristeiguieta suben a bordo. Tanto Pedro Elías como Francisco de Paula están empapados del más sano patriotismo, del más puro entusiasmo ante la inminencia de la aventura.

     Pedro Elías conferencia con el general Delgado Chalbaud, y mientras tanto, se desembarca la cantidad de parque necesaria para los pescadores que acompañarán al valiente cumanés.

     En el camarote de Delgado Chalbaud, Pedro Elías, con un mapa que se había hecho, estudia la situación y explica la situación de su gente. Pedro Elías explica que desde Peñas Negras hasta La Angoleta tiene esparcido un grupo de hombres a quienes tenía que incorporar en la marcha a través de la Península, y que en La Angoleta le esperaban chalupas y embarcaciones pequeñas suficientes para trasladar sus tropas, atravesando el golfo hasta Caiguire, para allí atacar a Cumaná por ese punto. También dijo que en Cumaná habían desembarcado algunas toneladas de carbón para las industrias de la ciudad, las que probablemente se encontraban en el muelle. Toda esa explosión entusiasmó a Delgado Chalbaud y dispuso que algunos oficiales fueran a tierra a dar las instrucciones militares a los pescadores de Pedro Elías. Durante todo el día permanecieron los oficiales instruyendo a las tropas, hasta caída la tarde, en que Aristeiguieta fijó su partida, acompañado del Capitán Luis Rafael Pimentel, militar valiente, de indiscutible experiencia técnica. A bordo se quedaron 75 pescadores de los de Pedro Elías, los cuales formarían la columna de ataque, combinado con el de tierra, el cual debía efectuarse a las cinco de la mañana del día siguiente. La consigna de quienes quedaron a bordo fue simular un ataque por el puerto para distraer a las tropas del gobierno y favorecer el otro ataque a la plaza de Aristeiguieta y Pimentel.

     Por la orden del día quedaron constituidas dos columnas en la forma siguiente; Primera columna, general Doroteo Flores; Segundo, teniente coronel Francisco Angarita Arvelo; Tercero, teniente Raúl Castro y 20 hombres. Segunda columna: general F. L. Alcántara; Segundo, teniente-coronel Luis López Méndez; tercero, capitán Rafael Vegas; Ayudante, teniente Juan Colmenares y 20 hombres. Tercera columna: general Rafael María Carabaño; Segundo, capitán A. Morales Carabaño; Tercero, capitán Ramón Frontado; Ayudante, teniente Julio McGill Sarría y 20 hombres. Jefe de Ametralladoras, capitán Franz Zucal. Segundo, Martin Essner; tercero, Schneider y 4 sirvientes de pieza. Reserva: general Román Delgado Chalbaud; jefe de la Guardia, teniente-coronel Carlos D. Mendoza; capitanes Edmundo Urdaneta Auvert, Roseliano Pérez, Carlos Julio Rojas; Ayudante, teniente Armando Zuloaga Blanco y 15 hombres de tropa. Total, inclusive jefes: 99 hombres.

     Al entrar el barco en el golfo de Cariaco, más o menos a las diez de la noche, se mandaron a apagar las luces. Como a las once circuló la novedad de que una de las chalupas se había perdido. El vapor comenzó entonces a dar vueltas, círculos, para buscarla, pero todo fue en vano. La chalupa se había perdido. Una hora después se notificó la pérdida de la otra chalupa, la cual sí fue encontrada después de media hora de búsqueda. Fue atada nuevamente al barco y se nombró un oficial para que se embarcara en ella en previsión de que volviera a suceder el hecho. Para recuperar el tiempo perdido, el general Delgado Chalbaud dispuso que el “General Anzoátegui” navegara a toda marcha y envuelto en una columna de humo, para evitar cualquier encuentro. El barco se bebía las aguas. Toda la oficialidad estaba en el puente. Las horas eran tensas, inquietas, llenas de nerviosidad. Cumaná era el pensamiento general. El general Delgado Chalbaud se paseaba por cubierta en un estado de inquietud desesperante. José Rafael Pocaterra, en vista del estado del general Delgado, le ofreció una copa de cognac para tranquilizarlo.

     A las 4 y 30 de la madrugada se divisaron al fin las luces de la ciudad de Cumaná. A lo lejos, el puerto se divisaba envuelto en las luces de la rada. Se corrió la voz de alerta y se ordenó levantar las tropas y que cada columna se dispusiera a tomar sus embarcaciones correspondientes. A las 5 menos 10 ancló el “General Anzoátegui” en la bahía de Cumaná, como a cien metros del muelle. Desembarcó Doroteo Flores con la columna de vanguardia. También lo hicieron Alcántara, Carabaño y el general Delgado Chabaud, acompañado de su Estado Mayor. De las ametralladoras de a bordo se desembarcaron dos solamente. En total iban hacia tierra noventa hombres entre oficiales y tropa.

     La primera columna que tomó tierra fue la de Delgado Chalbaud, por el Muelle, al mismo tiempo que llegaba a la playa Doroteo Flores por otro lado.

     La primera descarga se produjo desde el edificio del Resguardo, donde estaban apostadas las tropas del gobierno. De estas descargas resultó muerto el margariteño Frontado, valiente hasta la exageración. Ante este ataque del gobierno, tanto las tropas de Doroteo Flores como la oficialidad de Delgado Chalbaud responden con ruidoso tiroteo que dispersa a los soldados del Dictador. Así quedó silenciado por unos minutos el fuego y se completó el desembarco sin mayores contratiempos.

     Reunidos en la plazoleta de la Aduana, Delgado Chalbaud dispuso el ataque general, en la creencia de que ya Pedro Elías había atacado también la plaza en unión de Luis Rafael Pimentel, que como recordarán nuestros lectores, se había quedado con el bravo cumanés en Peñas Negras.

     En ese estado de cosas, se suscitó una divergencia de opiniones entre Delgado Chalbaud y Doroteo Flores, lo que motivó que Francisco Angarita, Raúl Castro y otros oficiales de la columna, asumieran el ataque por la Avenida Bermúdez, arteria ancha y abierta, que comunica el puerto con el grueso de la ciudad capital del Estado Sucre.

     En estos momentos el capitán Mendoza fue enviado a ocupar la casa que ocupaba en Puerto Sucre el general Emilio Fernández, presidente del Estado, y la que se hallaba desocupada por este mencionado funcionario. Desempeñada la comisión nombrada, Mendoza y sus compañeros se reunieron nuevamente con el grueso de la expedición, trayendo correspondencia, papeles, etc., hallados en la casa citada. Por medio de estos papeles pudieron enterarse, tanto Delgado como sus acompañantes, de que el gobierno sabía ya la noticia de la invasión y estaba preparado para resistir el ataque a Cumaná o a cualquier otro puerto oriental.

     Momentos de inquietud y de entusiasmo fueron aquellos. Un grupo de hombres resueltos en la madrugada guaiquerí. Un puñado de venezolanos que iba en pos de un ideal alto. Muchos de ellos jóvenes llenos de vida, acomodados, desde el, punto de vista del dinero, como el malogrado Armando Zuloaga Blanco. Muchos de ellos recién salidos de una prisión larga, dolorosa, como el general Delgado Chalbaud. Y la aventura infortunada continuó.

     La Avenida Bermúdez es ancha, amplia. Puede tener el doble de la anchura de una de nuestras calles corrientes. Indudablemente que, avanzando por tal vía, serían blanco los expedicionarios de las balas gomecistas, que acechaban cómodamente desde lejos, ya que la Avenida citada remata en el puente Antonio Guzmán Blanco, donde una muralla oportunísima servía de trinchera a las afueras del gobierno.

     Pero el ataque continuó por esa vía. Delgado Chalbaud, a la cabeza de la columna, seguido de Mendoza, Zuloaga, etc., inició la marcha que lo iba a llevar a la muerte. Soledad. Soledad en las cercanías. Si acaso una cabeza curiosa. Si acaso un ruido lejano. Y el alba como temerosa de salir y de presenciar otro fracaso más contra el poderío del bárbaro y sus segundones. La Avenida Bermúdez, pues, fue el teatro principal de los acontecimientos. En ella se desarrolló todo. En ella se libró la acción. Y siguió la aventura. El primero en caer cuando sonaron los primeros disparos fue el capitán Angarita, herido en una pierna. También cae herido Zucal, jefe de las ametralladoras, bandeado por el pecho. Del mismo modo cae un abanderado. Lo siguen Carlos Julio Rojas, el general Carabaño, Julio McGill, etc. Algunos van quedando rezagados debido a las heridas. A muchos los socorren después de algún rato y los guardan en casas de familia, donde la hospitalidad cumanesa se pone una vez más de manifiesto.

     El general Delgado Chalbaud, para estimular sus tropas desplegó el estandarte y marchó a toda la boca del puente, donde recibió mortal herida en el bajo vientre, quedando apoyado en una mano, no cayendo del todo. El capitán Mendoza se le acercó y oyó de él sus últimas palabras que fueron éstas: “Dile a mi hijo, si muero de este balazo, que muero contento porque es por la patria”.

     Así finalizó la vida de Román Delgado Chalbaud y así finalizó también la aventura del “General Anzoátegui”, debido a que la muerte del jefe originó, como es lógico, una desbandada en las tropas que se llevaron al asalto, tropas por lo demás no acostumbradas a la disciplina militar. Mientras tanto, Mendoza y Raúl Castro mantenían el fuego desde las aceras.

     Otro de los actos de dolorosa recordación fue la muerte de Armando Zuloaga Blanco, gallardo exponente de la juventud venezolana. Zuloaga Blanco fue muerto de un tiro en la frente en la esquina donde está situado en Cumaná el Automóvil Universal, casi a dos cuadras de la cabecera del puente. No dijo una palabra. Su muerte fue repentina, Cayó como los buenos.

     Los supervivientes seguían distrayendo al enemigo, en la esperanza de que podía irrumpir de un momento a otro Pedro Elías con su gente. Algunos heridos, como hemos dicho, habían sido llevados a casas de familia y algunos habitantes salían a la calle ante el silencio de los fusiles. Mendoza y Castro se retiraron. El primero con tres heridas en las piernas. Tuvieron la suerte de que los soldados puestos de centinelas en la casa del general Emilio Fernández, en Puerto Sucre, los condujeron a bordo. Al, llegar al barco confirmaron a Pocaterra la muerte de Delgado Chalbaud y el fin desastroso del desembarco, sorprendiéndose de no encontrar en el vapor sino a Zucal, a quien Andrés Gutiérrez prestó los primeros auxilios que requería su estado delicado, y atendiendo también a Mendoza. Estaban a bordo del “General Anzoátegui”, José Rafael Pocaterra Gutiérrez, Russian y Carlos Delgado Chalbaud, quienes no habían desembarcado, quedándose a bordo según el plan convenido de antemano antes del desembarco”.

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