Lola Fuenmayor

Lola Fuenmayor

Por Martín de Ugalde

Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela.

Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela.

     “Era el año 1900. Como en cada centenario, las gentes hablaban de fin de mundo. En la andalucísima Sevilla, donde acaba de quedarse viuda doña María Luisa Rodríguez, aún se exageraba más. Pero ella lo tomaría en serio. Calculó, sin duda, que a lo que se referían los “papeles” y los curas en sus sermones era al mundo viejo, que ya hacía agua, y zarpó Guadalquivir abajo, con lo que le quedaba, rumbo al nuevo mundo de otra esperanza mejor.

     Lo que le quedaba era bien poco: su viudez pobre y una recomendación perentoria de su médico: “Un viaje, doña María Luisa, y a olvidar. Porque recuerde que tiene dos hijos y la necesitan”. Ese era un consuelo: Gabriel (4) y Lolita que cumplió tres en el vapor. Y quería rescatarlo para plantarlo en otras tierras, más descansadas, más frescas.

     El vapor hizo escala en Puerto Príncipe. El barco no hizo más que zarpar rumbo a La Guaira cuando se produjo una terrible tempestad. Desembarcó, ¡por fin! Y dio gracias a Dios por haber puesto un poco de tierra firme en aquel enorme mundo de agua, y gracias también porque puso en su camino desorientado de recién llegada a dos señoritas muy serviciales que llegaron desde Caracas para ver llegar a gentes de otro mundo, y se le ofrecieron para ayudarle a subir en carreta por el camino viejo y darle su dirección, “por si la necesitaba”.

     Doña María Luisa la necesitó. No por ella, que estaba muy mala y tenían que recibirla en un hospital, sino a sus hijos, que no sabía dónde dejarlos después de casi dos meses largos de navegar. . . Lolita, la más chiquitica que acababa de estrenar su tercer año, quedó alojada en casa de las dos hermanas Adrianza, solteras y solas, que vivían de Cipreses a Hoyo, donde funcionaba entonces el “Colegio Nacional de Niñas”. Su mamá murió a los quince días. Ella tardó años en saberlo; pero después lo recordó con fidelidad de asombro durante decenas y decenas de años más. . .

     Hace aún muy pocos, doña Lola de Fuenmayor, la Lolita de entonces que cumple 56 años el 2 de febrero próximo (1952), se acongojó y comenzó a llorar durante una representación de la zarzuela “La Tempestad” en el Teatro Municipal. La sisearon, un señor pidió airado que se callara, y el Dr. Asdrúbal Fuenmayor, su esposo, la acompañó fuera del local. Por uno de esos misterios fenómenos de la psiquis humana, doña Lola recordó al cabo largo de casi cincuenta años los angustiosos momentos que pasó junto a su mamá durante la tormenta en el mar.

     Ha habido también, en la vida de doña Lola de Fuenmayor, otras búsquedas angustiosas por la soledad ancha y tierna del recuerdo materno. Ella, que escribe poemas, obras de teatro para su Colegio y poesías, tiene escondidos en un cajón de recuerdos unos versitos escritos cuando quinceañera y soñadora, se ponía a recordar a su madre imaginándose que podía ser cualquiera de las mujeres de aire dulce que transitaban frente a la puerta del Colegio:

“Cuando una mujer veía
yo a mí misma me decía:
¡Si será mi madre esa! . . .
Pero pasa. . . y no me besa
No es ésa la madre mía” . . .

Cuando apenas contaba con 9 años, Lola comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”. Además, solía dar algunas clases a domicilio.

Cuando apenas contaba con 9 años, Lola comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”. Además, solía dar algunas clases a domicilio.

     “Yo soy –dice con el aire triste de contar una broma seria– una concha de caracol que botó el mar en la orilla y la primera que vino la recogió” . . .

     Y la recogieron bien. Doña Lola de Fuenmayor, directora del “Colegio Santa María” y fundadora de la primera universidad privada de Venezuela, no olvidará nunca, como no se olvida a una madre, a Panchita y María Adrianza, las dos maestras de escuela que se encargaron de ella desde el vaivén columpiado de su cuna hasta verla hecha mujer.

     Fue la lección de ejemplo que recibió Lolita en su hogar la que perdura a través de esta vida dedicada a la enseñanza, no como una misión pedagógica encuadrada en la rutina de las horas de clase, sino la más amplia misión sacerdotal de mentora, que roba inquietudes, sueños y lágrimas.

     Cuando doña Lola me dijo que el homenaje que le dedicaron el 15 de enero venía a festejar el 47 aniversario de sus labores docentes, hice mentalmente una resta. . .

–Pero, doña Lola, ¡si acaba de decirme que tiene 56! . . .

–Pues –me replicó la profesora– 56 menos 9, 47. . . ¡justo!

Y en la exclamación había un aire legítimo de reto.

     Es justamente un caso notable de precocidad rayano en lo inverosímil. Pero si lo de doña Lola, punto redondo. Si se le dice que exagera, por lo que le queda de andaluza, es capaz de disgustarse. Pero a quien ha cruzado el mar, con tempestad y todo, a los tres años, y funda el “Colegio Santa María” a los cinco, hay que creerle capaz de iniciar sus labores docentes a los nueve años de edad.

     Aún le queda de aquella tierna experiencia de sus cinco años el recuerdo de Edit, y a Enriqueta y Canuta, “dos negras grandotas” de trapo que asistían silenciosas y asombradas a las clases parlanchinas de Lolita, la maestrita de un lustro redondo. Doña Lola logró conservar durante algún tiempo las 52 muñecas que constituían su “Santa María” de entonces, que poco a poco han ido desapareciendo camino de casa de otras alumnitas menos quietas, menos atentas, pero, por eso, más reales, con quienes le tocaba batallar ahora.

     A sus nueve años justos, Lolita comenzó a dar clases a niñitas de su edad en el Colegio “María Auxiliadora”, de Mijares a Mercedes. Además, solía dar algunas clases a domicilio. Ella recuerda a unos niñitos Castillo, a quienes enseñaba a leer y escribir por diez pesos al mes. A los 12 era profesora de Geografía e Historia Universal en el “Colegio Nacional de Niños”, donde le pagaban ya 60 bolívares mensuales “que eran 15 pesos” . . .

     Yo quise averiguar la relación exacta del peso con el bolívar. Doña Lola no me supo explicar más que el peso valía cuatro veces más. Después de la entrevista, don Juan de Guruceaga me aclaraba que, aunque los cálculos se hicieran siempre en pesos, no existía ninguna moneda que lo representara. El patrón de moneda era el bolívar, pero se seguía calculando en pesos imaginarios llamados “macuquinos” de un valor equivalente a cuatro bolívares justos.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

     “Aquellos eran otros tiempos – me dice – Diez pesos me daban entonces para vestirme, calzarme, pagar las lecciones que recibía yo y una sirvienta, de esas que le cuestan hoy más que un Cadillac”…

     Los 14 era profesora normal. Recibió el grado en la Escuela Normal de Mujeres. La de hombres vino más tarde; y fue ella precisamente una de las fundadoras. Comenzó a dar clases en el Colegio “San José de Tarbes” y en el “Santa Teresa de Jesús”.

     Cuando se casó, doña Lola tenía 23 años, porque. . . “tengo 33 años y medio de casada”. Se casó un 28 de julio con el Doctor Asdrúbal Fuenmayor Rivera en el templo de Las Mercedes. El Doctor Fuenmayor es abogado que sigue ejerciendo y “tiene negocios”. Tienen también seis hijos: Manuel Fernando (32), Rebeca Margarita, Luis Augusto, Gustavo, Asdrúbal y María Cristina.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

Sede de la Universidad Santa María, en la urbanización El Paraíso, en Caracas.

     Doña Lola de Fuenmayor ha tenido recesos forzosos en su labor docente, impuestos por sus deberes maternos; pero nunca se ha separado enteramente de lo que ha venido a ser su razón de vida. Durante un tiempo fueron a vivir a Antímano, para descansar un poco fuera de la capital.

     Pues doña Lola se las ingeniaba para llegar a lo que llaman el Alto de la Iglesia y dar clases de puericultura y primeras letras, para satisfacer esa necesidad instintiva de dar algo suyo a quien necesita.

     Hoy esa siembra ha dado frutos ubérrimos de buena semilla y bajo la mirada escrutadora, un poco áspera, de doña Lola han pasado en estos quince años de vida del Colegio “Santa María” más de 15.000 alumnos. Algunos más habrán pasado por sus manos durante los 32 años que le precedieron, sin contar las muñecas de aquel Colegio “Santa María” que dista más de medio siglo.

     El Colegio se instaló en una casa de Curamichate a Rosario el primero de octubre de 1938. Respondía a su impulso de siempre de crear un plantel propio, desde que cumplió sus cinco años. a mes y medio corto de distancia tuvo que mudar sus clases a otra casa más capaz, de Colón a Cruz Verde, donde se mantuvieron por espacio de once años. “La Avenida Bolívar nos sacó de ahí” … y apenas hace cuatro años que se trasladaron a los locales que ocupan hoy, de Velásquez a Santa Rosalía, donde cursan estudios cerca de un millar de alumnos. El Colegio tiene además un internado, situado entre los puentes Restaurador y Soublette, con 135 pupilos. Considerado como uno de los más completos del país, consta de clases para los cuatro años de normal, cinco años de bachillerato, una primaria completa e instrucción deportiva con profesores especializados en cada deporte.

     Lola de Fuenmayor, nacida Lola Rodríguez, es una mujer de carácter, que no fuma ni le gusta que fumen los demás, voluntariosa y de una enorme capacidad de trabajo. Tiene el pelo entrecano y rebelde, apenas domado en rizos y las cejas negras. Lleva grandes aretes, como los pendientes de las gitanas andaluzas, y unas gafas de carey que enmarcan unos ojos cansados, pero vivos e inteligentes. Doña Lola lleva también, sin adorno, arrugas como surcos de gran trabajadora. Cuando le pregunté por la satisfacción más grande recibida en su larga vida dedicada a la enseñanza, me contestó sin titubear:

–La Universidad. . .

 

–¿Y de los contratiempos?

 

–Muchos. Pero recuerdo uno que me dolió mucho: la acusación pública de una madre que “me llamó ladrona”, porque “había robado el tiempo y el dinero de una hija suya que no había conseguido pasar aquel año…”

     Y doña Lola se ha puesto de repente sería, como si aún le hicieran daño en los oídos las palabras injustas de una madre ciega de cariño por su hija.

–Y otro– dice como para cambiar el tema– que tampoco podrá olvidar nunca: el caso de una alumnita mía que salió del colegio sonriente un atardecer, y a las 12 del día siguiente estaba muerta…

     Y esta madre de tanto niño, huérfana desde sus tres añitos, vuelve su mirada hacia adentro y relee como a hurtadillas aquel versito que escribió cuando tenía 15 años y aún creía que su mamá, de alguna manera, iba a buscarle otra vez:

“Cuando una mujer veía
yo a mí misma me decía:
¡Si será mi madre esa! . . .
Pero pasa. . . y no me besa
No es ésa la madre mía” . . .

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, septiembre de 1951.
Gardel, ídolo eterno

Gardel, ídolo eterno

Gardel es un caso excepcional: aunque murió en 1935, sigue vendiendo más discos que cualquier artista en plena popularidad y más que Carusso, considerado el cantante más fabuloso de todos los tiempos. Luis Izquierdo, caraqueño fanático de Gardel, tiene más de mil canciones en su voz, grabaciones en francés y todas sus películas, grabadas en cinta magnetofónica. Su último tango en Bogotá, cuando se despidió, fue “Tomo y Obligo”. Dos noches antes una bella muchacha le había pedido llorando que no viajara porque había soñado que dos aviones chocaban en el aire. Gardel, supersticioso, se preocupó un poco, pero después comentó: ¡Pobre locuela! En este reportaje, tal vez el más completo de los que se han publicado en Venezuela, está toda la vida del ídolo del tango.

Por Víctor Manuel Reinoso

A Gardel le gustaba más conversar que beber y en Caracas rechazó invitaciones con tal con tal de irse con sus amigos a charlas a una cafetería de Puerto Hierro.

Naum Imber en compañía de su hija Sofía y su yerno Guillermo Meneses

     “Hace dos semanas, a “Élite” llamó uno de sus amigos.

     –Ustedes saben que este 24 de junio se cumplen 30 años de la muerte de Gardel. Es una fecha especial. Las revistas y diarios han hecho crónicas; de todas maneras, yo les llamo porque creo que ustedes pueden hacer la crónica más completa que se haya escrito jamás sobre Gardel. Yo tengo un amigo que no solo tiene en discos y cintas magnetofónicas casi todo lo que cantó el “Morocho del Abasto”; también tiene fotos inéditas y casi todo lo que se ha publicado sobre él. Mi amigo se llama Luis Felipe Izquierdo. Les voy a dar su teléfono.

     En la revista, Arístides Parra, me dijo poco después:

     –Reinoso, llame a este señor. Es, tal vez, el más fanático gardelista que hay en Venezuela. La tarde de un sábado este señor superó todas las expectativas.

     Luis Felipe Izquierdo es un hombre callado de 32 años, oficinista del Ministerio de Sanidad. Vive en una modesta casa a media cuadra del Nuevo Circo. Ha tenido que llegar a su casa un amigo suyo, el poeta José Francisco, para que sepamos que Izquierdo vive no lejos del lugar donde soñó con ser torero.

     Durante 13 años se arriesgó en el ruedo. Cuando vio que la fama tardaba regresó a su casa, contrajo matrimonio y se dedicó a trabajar como un burócrata más. Pero Izquierdo no solo es aficionado a los toros. Desde que tiene uso de razón es gardelista. Nacido en San Agustín del Sur, su madre, Vicenta Emilia Izquierdo, se lo llevaba de la mano cada vez que daban las películas de Gardel en el cine del barrio. Izquierdo, de esa forma, heredó la pasión por el tanguista que, a pesar de su muerte, no pasa de moda.

     Yo había entrevistado gardelistas. Hace un par de años un grupo me sorprendió cuando me dijo que ellos tenían 536 canciones distintas del “Zorzal Criollo”. Pero Izquierdo, sin duda, los supera. Confiesa tener más de mil de las 1300 canciones que cantó Gardel. Lo que no tiene en discos lo tiene en carretes de cinta de todos los tamaños. Y no para allí. Tiene grabados en discos las 7 películas de largometraje que filmó el “Rey del Tango”. Cualquiera sabe que el tango más famoso “La Cumparsita”. Y bien: Izquierdo tiene una grabación de ese tango cuando se llamaba “Si Supieras”. Mientras hablábamos, nos estuvo haciendo escuchar títulos que no habíamos oído jamás. Izquierdo es de los gardelistas que no sólo tienen palabras que Gardel grabó para los latinoamericanos en Nueva York antes de emprender la jira donde lo esperaba la muerte, sino de los que tienen el primer saludo que, a Gardel, después de grabarlo, no le gustó. .

     Gardel, preocupado de su repertorio, a veces grabó hasta 3 veces una misma canción, con guitarras y con orquesta. Entre las que grabó 3 veces se cuentan “Mano a mano, Rosa de otoño” y “Mariposa”. Y bien: Izquierdo tiene todas estas versiones. ¿Cómo pudo conseguir tanto? Muy sencillo: escribiendo. Jorge Fuvetto, de Buenos Aires; Gilver Mammeris, de Puerto Rico y Antonio Montañés, de Brooklyn, USA, le han mandado la mayoría de las novedades que posee. Él no ha podido mandarles sino recortes. Los dos primeros tenían todo lo que grabó Gardel. Con los coleccionistas de Caracas sí hace intercambios. Entre estos están David Gimón Arroyo, Ulises Mota Carpio, José Francisco Martínez, Juan Moreno Gómez, Raúl Pérez Almeida, y otros.

 

Una maleta repleta de historias

     Izquierdo tiene una salita que es un verdadero santuario de Gardel. Muchas fotos en las paredes; muchos discos en un mueble, centenares de cintas. Gardel, para él, no es sólo el mejor cantante que ha habido. Es, aunque no lo confiese, su Dios. Mientras se dirige a su dormitorio, nos deja escuchando unas palabras de Tito Guizar que habla de su amistad con “El Zorzal” en Nueva York y regresa con una maleta grandísima.

     –Aquí tengo casi todo lo que se ha publicado sobre Gardel –dice–. Un momento después, mientras oímos a Gardel cantar en francés “Madame C’est Vous”, Izquierdo no sólo saca diarios y revistas de Argentina y otros países; también saca libros:

     –Esta “Vida de Carlos Gardel”, de Francisco García Jiménez, es una de las cosas más completas que se han escrito sobre él –nos dice, señalándonos un libro. –Su autor, aparte de recortes de prensa, hizo el relato en base a lo que contó José Razzano, “El Oriental”, que durante 15 años fue el gran compañero de Carlos. 

     Nosotros recordamos que hace 7 u 8 años una revista brasilera publicó una larga historia sobre el tanguista inmortal.

    –No es tan completa –dice Izquierdo.

    –¿Y algo que después sacó “Life”? Izquierdo, parco en palabras, contesta:

    –Menos. Toma una foto de la maleta. Es una escena de “Flor de durazno”, un corto que Gardel filmó en 1917, cuando la suerte recién comenzaba a sonreírle.

    –Vea –dice Izquierdo– Ese gordito de la foto es Gardel. Entonces pesaba 110 kilos. Él tenía tendencia a engordar, por eso toda su vida hizo gimnasia.

    Siendo tan gardelista, cuando su esposa, Lilian Dubéin, tuvo el primer hijo, a Izquierdo no se le ocurrió ponerle su propio nombre sino Carlos. Y es que Carlos Gardel para él no es sólo un ídolo. Vive junto a él. Es parte de su familia. Cada 24 de junio, con unos cuantos amigos, aparte de hacer audiciones especiales, se reúne en su casa. En esas fiestas la única voz que se oye es la de Gardel.

Carlos Gardel en Caracas. Cuando bajó del tren en Caño Amarillo, fue arrastrado por una ola humana. Llegó el viernes 26 de abril y estuvo hasta el 9 de mayo, cuando viajó al interior.

Carlos Gardel en Caracas. Cuando bajó del tren en Caño Amarillo, fue arrastrado por una ola humana. Llegó el viernes 26 de abril y estuvo hasta el 9 de mayo, cuando viajó al interior.

“Es la voz del siglo”

     Cuando el poeta guariqueño José Francisco Martínez supo que hablábamos con Izquierdo para escribir sobre Gardel, corrió a casa de éste con un viejo libro.

     –Esta es mi contribución para su crónica –nos dijo, poco después, pasándonos “Los últimos 10 días de Gardel”, toda una reliquia gardeliana escrita por el empresario colombiano Nicolás Díaz, quien estuvo junto a Gardel desde que éste llegó a Bogotá hasta que tomó el avión el 24 de junio, que unas horas después se estrellaba contra otro avión y se incendiaba en Medellín.

    –Yo seguí las audiciones de Gardel hasta Colombia –dice Martínez–. Entonces era telegrafista en Cumaná. Me las arreglé para sintonizarlo siempre que cantó en radio.

    –¿Qué poseía Gardel que ha conseguido no ser igualado?

     Martínez dice:

     –Aparte de simpatía tenía una voz extraordinaria. Mario Suárez me dijo una vez: “Gardel es la voz del siglo”. Y me habló de las 6 tonalidades de su voz. Otros cantantes que han venido después han tomado uno de esos tonos y son famosos. Ese sería el caso de Charlo, Hugo del Carril y Alberto Castillo. Y ellos lo reconocen. En 1941, cuando Hugo del Carril, en la cúspide de la popularidad, vino a Venezuela, un periodista le preguntó si él creía, como mucha gente, que él era el sucesor de Gardel. Del Carril contestó: “El sucesor de Gardel no ha nacido. Es inimitable”. Y Alberto Castillo, hace unos 7 años, cuando pasó por Maiquetía, cuando le preguntaron cuánto tiempo más seguiría reinando Gardel, contestó: “Hay Gardel para 50 años más”.

     Izquierdo dice:

     –Y es que Gardel, a pesar de haber muerto hace 30 años, sigue estrenando canciones.

     La relación de la vida de Gardel que sigue es el resumen de libros y crónicas que he tardado 3 días en leer, más las acotaciones que me hicieron Izquierdo y Martínez, cuando conversé con ellos. Gardel, cuando llegó a Venezuela, declaró que tenía particular deseo de conocer este país porque su madre había vivido aquí cuando su abuelo era empleado del ferrocarril.

     –¿Es verdad eso?

     La biografía de Gardel, contada miles de veces, depara muchas novedades más.

 

Los años duros

     El cantante argentino que todo el mundo conoce como Gardel, nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1887. En el Hospital de la Greve fue bautizado con el nombre de Charles Romuald Gardes. Su madre fue la planchadora Berthe Gardes; su padre, un desconocido. Cinco años y 3 meses más tarde, el 23 de marzo de 1893, la Gardes y su hijo llegaron a Buenos Aires. Se instalaron en el N° 162 de la calle Uruguay. A los pocos días ella comenzó a trabajar en un taller de aplanchado en la calle Montevideo, entre Corrientes y Lavalle.

     La infancia de Carlos Gardes es oscura. Se sabe que el 3 de abril de 1901 fue inscrito en el Colegio de San Carlos como aprendiz de artesano. En noviembre de 1904, sale del Colegio San Estanislao, con buenas notas. Y trabaja en una cartonería, en una relojería y en una tipografía. Pero al muchacho no le interesaba mayormente ninguno de estos oficios. Prefería tocar guitarra y cantar tonadas y vidalitas, las canciones folklóricas de moda.

     Buenos Aires, a comienzos de siglo, es una ciudad que crece desordenadamente y rápido gracias a los inmigrantes. La vida es semi colonial. Todavía no hay radios y los cantores son bohemios inspirados y de potente voz, que más que cantar determinadas canciones, prefieren improvisar. Son los payadores y cada barrio tiene alguno. Cuando estos payadores se encuentran se producen verdaderos duelos de canto. Los políticos, para atraer público, los llevan en sus jiras electorales. En ese tiempo el payador más famoso es Bettinotti, autor de “Pobre mi madre querida”. En 1904, Carlos Gardes canta por los comités electorales para escuchar al maestro. Pronto deja todo trabajo de lado, cambia la ese de su apellido por la ele, para que suene más para convertirse en el cantor del barrio del Abasto. Sus admiradores, poco después, lo conocerán como el “Morocho del Abasto”. Doña Berta, aunque quiere mucho a su hijo, lo regaña. Pero el muchacho es simpático. “¿Pero, mamá, no te gusta cómo canto?”

     Para 1910, cuando Buenos Aires celebra el centenario de la independencia, Gardel ya tiene fama en su barrio, aunque no improvisa versos, sino que prefiere ponerles música a los de “Almafuerte”. En el café “do Rondemán”, de los hermanos Traverso, frente al mercado del Abasto, tiene su peña. Y cada noche canta mejor.

     En el “Café del Pelado”, en Moreno y Entre Ríos, otro cantor, José Razzano, nacido en Montevideo en 1881, igual que Gardel, también tiene sus fanáticos. Razzano, a quien le dicen “El Oriental”, por ser del otro lado del Río de La Plata, ya ha corrido aventuras en Uruguay. En 1911, cuando la barra de “El Oriental” sabe que el “Morocho del Abasto” amenaza con pasarlo a llevar en fama, organizan el encuentro.

Escenas de la llegada del tren que trajo a Gardel y su comitiva de La Guaira a Caracas.

Escenas de la llegada del tren que trajo a Gardel y su comitiva de La Guaira a Caracas.

Razzano y el triunfo

     No lejos de los dominios del muchacho a quien también llamaban “El Zorzal”, en casa de un señor Gigena, pianista de cierta fama, se encontraron los cantores. Fue una noche y más de 30 personas acudieron. Gardel llegó con su amigo Pellicer y cuando fue presentado a “El Oriental” le dijo: “Me han dicho que usted canta bien”. Y Razzano: “Me defiendo. Pero las “mentas” suyas son grandes. Me alegro mucho cantar con usted”. Gardel comprendió que iban a ser amigos. “Y yo igualmente, amigo”. Primero cantó “El Oriental” con su voz de tenor. Aplausos cerrados.  Cuando cantó “El Morocho”, con su voz de barítono, Razzano fue el primero en pararse y abrazarlo.

     Cuando se despidieron cada cual le dijo al otro dónde podían encontrarse. Noches más tarde, Gardel acudió al “Café del Pelado” a buscar a Razzano y cantó para la barra de éste. Enrique Falbi, inspector de una compañía de seguros, les sugirió allí mismo que formaran dúo y se fueran en jira por el interior, pero Razzano no quiso. 

     Todavía no se olvidaba del hambre que había pasado años atrás en Montevideo. En la reunión había un tercer cantor: Francisco Martino. Y Gardel, que ya estaba dispuesto a conquistar laureles, fue en jira al interior del país con él, tiempo después. Fue una jira de 3 meses. Cuando regresaron, Razzano estaba dispuesto a acompañarlos. El flamante trío cantó en una función de beneficencia. Pero a Razzano le andaba rondando un cuarto cantor. Saúl Salinas, que quería hacer dúo. Al verlo comprometido, se unió al conjunto. Para el carnaval de 1913, el cuarteto actuó en Zárate. Razzano y Martino eran las primeras voces. Gardel y Salinas, las segundas. Pero no les fue bien. Una vez tuvieron que huir de un hotel, sin pagar; en otros lugares vivían de rifas hechas en las cantinas donde cantaban. Salinas, llamado “El Víbora”, solía escamotearle algunos billetes al grupo; de todas maneras, en San Pedro abandonó; en otro pueblo, en General Viamonte, desertó Martino. El dúo no tuvo más éxito. Poco después regresaban a Buenos Aires con 16 recortes de periódicos de provincia como única ganancia.

     Los amigos se separaron. Razzano siempre recordaba que Gardel, por las noches, en los hoteluchos de provincia, ensayaba a cualquier hora y le preguntaba: “–¡Ché, José!” ¿Era así aquella vuelta que le encontramos a la tonada? A fines de 1913 cuando Pancho Taurel, un hombre que había sido rico, lo invitó para que animara una velada, a “El Oriental” se le ocurrió invitar al “Morocho del Abasto”. Corrió a buscarlo y cuando no lo encontró en su domicilio, lo buscó en la casa de una novia. Gardel, después de abrazarlo, le preguntó: “¿Habrá unos pesos?” Los dos estaban tan pobres que no tenían ni guitarras. Para llevar siquiera una, tuvieron que pedirla prestada a un amigo. La fiesta fue animada. Después un café, el grupo enfiestado se fue a la casa de Madame Jeanne, en la calle Viamonte. Entre los agasajados estaba Omar Pérez Freire, que cantó allí su “Ay, ay, ay”. Pero la fiesta no terminó allí sino en el Armenonville, el cabaret de moda. Cuando el grupo pidió a los muchachos que cantaran, éstos ya no tenían la guitarra, pero en el negocio había dos. El dúo cantó, Fue aplaudido por todos los presentes. Un rato después, el administrador sacaba a Razzano a un lado, la primera voz:

     –¿Quieren venir a cantar aquí? Les damos 70 pesos.

     Cuando Razzano, después de decírselo a su compañero, aclaró que ese sueldo no era por semana, sino por noche, Gardel creía que era una broma. Cuando le repitieron que la oferta era seria, dijo:

     –Por 70 pesos no sólo venimos a cantar: ¡venimos hasta a lavar los platos!

 

Aparece el tango

     Ahí comenzó el triunfo. Después de dos meses en el elegante cabaret, a comienzos de 1914, el dúo Gardel-Razzano debuta en el teatro Nacional como fin de fiesta de una compañía francesa que representa “El Paraíso”. Después pasan a la Casa Suiza, el teatro Apolo y enseguida se van de jira por el interior. En octubre ya están de regreso y participan en audiciones organizadas por la Sociedad Argentina de Compositores. Quieren reforzar el dúo con Emilio Bo. No hacen realidad ese proyecto.

     En 1915, lo más importante es una jira que emprenden a Montevideo con la compañía de Enrique Arellano. De allí pasan a Río de Janeiro. En el “Santa Isabel”, rumbo a Río, también va Carusso y canta para los inspirados intérpretes del folklore argentino. Regresan a Buenos Aires sin dinero. En el “San Martín” Gardel y Razzano tienen a su cargo lo más importante de la música criolla en la obra “Juan Moreira”. Es noviembre. Allí Gardel repara en las cualidades de guitarrista de José Ricardo. Deciden incorporarlo a su número. Pero antes que finalice el año, una noche de diciembre, cuando salen del teatro hacia el “Palais de Glacé”, una gavilla agrede a Alippi, uno de los directores de ese espectáculo. Gardel si interpone y recibe un tiro en el pecho que lo tiene hospitalizado hasta febrero de 1916.

     1916 es de actuaciones en otros teatros. A fines de año, Gardel participa en la filmación del corto “Flor de durazno”. Gardel, por ese tiempo, era sumamente gordo. Pesaba 110 kilos y en las fotos es irreconocible. Comprendió que debía adelgazar para gustar al público y desde entonces se dedicó a la gimnasia para mantenerse en forma.

     En enero de 1917 el dúo vuelve a ir a Montevideo, y en abril, el dúo, ya famoso, graba su primer disco. Contiene “Cantar eterno”, grabado a dúo y, por el otro lado, “Entre colores”, que canta Razzano. Ellos ya son considerados como los mejores intérpretes de la música argentina y cuando Ortega y Gasset, su padre Ortega Munita y Eduardo Marquina visitan Buenos Aires, el Círculo de la Prensa los invita para que les canten a los escritores.

     En septiembre de ese año emprenden nueva jira por el interior del país y pasan a Chile. En Viña del Mar, Gardel baila el tango.

     El tango, que es un ritmo picante, hasta ese momento sólo es tocado en los arrabales. Es música sin letras. Pero ese año a Samuel Castrieta se le ha ocurrido ponerle letra a “Lita”, un tango de Pascual Contursi. Es “Mi noche triste”. Gardel lo ha grabado y como ha tenido aceptación graba más. Regresan a la capital argentina con dinero. Donde antes cobraron 20 pesos por actuación ahora les han pagado 800.

     En 1918 el dúo sigue grabando. Hay tangos que Gardel graba solo.

     En 1919 casi no paran en Buenos Aires. Siempre están en jiras por el interior y sólo participan en un festival, donde intervienen en el segundo acto de “La Malquerida”, de Jacinto Benavente.

     Los compositores en vista del éxito, han seguido componiendo tangos por kilos. El dúo graba muchos. Gardel sigue grabando algunos como solista y haciendo gimnasia.

     En mayo de 1921, cuando actúan en el teatro “Esmeralda”, Gardel conoce a Isabel del Valle, que, después de la muerte del cantor, se autodenominará “la novia de Carlos Gardel”. Gardel, sin embargo, está demasiado preocupado por su carrera como para pensar en casarse. Con el dinero que gana, su madre puede viajar periódicamente a Toulouse. El dúo sigue cosechando aplausos. En agosto de 1923, por los mismos días en que se lamenta la muerte de Carusso, a José Ricardo agregan a Guillermo Barbieri como segundo guitarrista de acompañamiento.

El empresario y destacado locutor deportivo argentino, Luis Plácido Pisarello, fue el promotor de la visita de Gardel a Venezuela.

El empresario y destacado locutor deportivo argentino, Luis Plácido Pisarello, fue el promotor de la visita de Gardel a Venezuela.

Razzano deja el dúo

     En 1922, Gardel ya se eleva notoriamente sobre su compañero a pesar de que Razzano sigue siendo la primera voz. De 65 composiciones que graban, sólo 10 son a dúo. Ese año conocen a Jacinto Benavente y a Luigi Pirandello, para quienes cantan.

     En 1923, Razzano casi no canta. Sigue las actuaciones en teatro; A fines de año, el dúo y sus dos guitarristas se embarcan para Europa junto a una compañía de Enrique De Rosas. Después de actuar en Uruguay por tercera vez siguen en el vapor “Antonio Delfino”. En diciembre, cuando debutan en el teatro “Apolo” de Madrid, los cantores sacan a relucir unos lujosisimos trajes de gaucho que han mandado a hacer antes de partir.

     A comienzos de 1924 ya han dejado la compañía porque ellos cobraban la mitad de lo que ganaba toda la compañía. El dúo pasa a Francia. Gardel quiere conocer Toulouse, donde nació. Su madre está allí. También están su tío Jean y su abuelo. Antes de regresar a Buenos Aires pasan por París a comprarles regalos a sus amigos.

     Siguen grabando tangos que serán famosos, entre ellos, “Sentimiento Gaucho” y “Galleguita”, el Príncipe de Saboya visita la capital, ellos son llevados para cantarle. En 1925 le cantarán al Príncipe de Gales que, entusiasmado, corre a su habitación para volver con un ukelele para acompañarlos.

     Por esa época los dos amigos, que han dejado la miseria definitivamente atrás, ya son violentos hípicos. Ese año Gardel se convierte en el dueño de “Lunático”, que le hizo perder una fortuna y de las 10 carreras que ganó una sola puso ver Gardel. Es la época del jinete Leguisamo que se gana un tanto y del stud “Las Guitarras”.

     Pero el dúo no anda bien. A Razzano se le acaba la voz. A menudo no puede cantar. En septiembre de 1925 estaban en Rafaela, una localidad de la provincia de Santa Fe, cuando Razzano, que vuelve a estar afectado, toma la gran decisión. Una mañana le dice:

     –Mirá, Carlos. . . Yo me siento peor cada día. Estoy forzando mi garganta y al fin se arruinará todo. Ya viste anoche qué mal estaba, ¿no?

     –Tenés que curarte. Volvamos a Buenos Aires –le dice Gardel–. Allí te agarra en sus manos milagrosas del doctor León Elkis y te deja nuevo.

     –¿Y si lo mío no tuviera cura?

     –¡Por favor, José! . . . ¿Cómo se te ocurren esas ideas?

     Pero la decisión de Razzano es irrevocable. A Gardel se le hace difícil seguir solo. Propone que dejen de trabajar mientras Razzano se cura, pero éste dice:

     –Te propongo una cosa mejor.

     –¿Cuál?

     –Que te vayas a Europa, solo. Yo, entre tanto, me someteré a una cura en Buenos Aires.

     Poco después, Gardel, acompañado solo por su guitarrista José Ricardo, viaja a España por segunda vez, con la misma compañía que viajó la vez anterior. Gardel triunfa. Sus discos se venden en la Madre Patria. Después vuelve a su ciudad, los teatros, los caballos y a fines de año es el primero en grabar con el sistema eléctrico. De ese año son los tangos “Tiempos viejos” y “A media luz”, entre muchos otros.

 

Gardel, rey de París

     A mediados de 1927, Gardel, esta vez acompañado por los guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri, parte por tercera vez a España. Esta vez graba una docena de éxitos en Barcelona, entre los que se encuentran “Cotorrita de la suerte” y “Volvé, mi negra”. Antes de que termine el año, dado el éxito, ha grabado otras 10 canciones en España y festeja el advenimiento del año 1928 en compañía de Francisco Cannaro, que ya ha llevado el tango a París.

     En abril de 1928, cuando Gardel regresa a la Argentina, ya se ha comprometido para volver a Europa por cuarta vez. Esta vez cantará en París. En septiembre, cuando se embarca hacia la Ciudad Luz, además de Ricardo y Barbieri va como guitarrista José María Aguilar. Gardel debuta en el “Florida”, de París, el 2 de octubre de 1928. Canta “Siga el corso”, “Caminito”, “El carretero”, “Manos brujas”. Y, finalmente “Esta noche me emborracho”, que pronto es el tango más popular en París. Gardel con este triunfo ha conquistado el mundo. En ese tiempo París es el centro indiscutido de la tierra. Las celebridades de todos los continentes acuden a verle. El mismo Benavente lo busca para que le hable en lunfardo. Gardel lleva a su amigo porque no se siente seguro. Dice: ¿Con qué chamuyo querés que le entretenga yo al “coso”? El mismo octubre, Gardel graba en París “Piedad”, “Te aconsejo que me olvides”, “Noviecita mía”, “Alma en pena” y “El carretero”. Y pronto, otras 10 canciones más. En diciembre graba otra docena más de tangos.

     Gardel le escribe a su amigo Razzano a fines de año:

     “La venta de mis discos en París es fantástica. En 3 meses se han vendido 70 mil; están asustados y no dan abasto. Una revista famosa llamada “La Rampe”, que sale en estos días, en lujosa edición de fin de año, llevará en la tapa mi fotografía en colores. También verás que los catálogos de discos de París –que te mando– llevan mi foto en la tapa. Es bueno caer parado. . .”

     A comienzos de 1929, ya está participando en París en el festival “Baldos petits lits blanes”, en el que intervienen la Mistinguett, Chevalier, entre otros. Uno de los espectadores es el presidente de Francia. Esa misma noche, cuando va a comer al restaurant “Lapin agil”, le piden que cante. Él se excusa. No tiene guitarra. El dueño le extiende una:

     –Tome esta. Perteneció a un compatriota suyo que murió el año pasado en París. Esta guitarra era de don Ricardo Güiraldes.

     Gardel se emociona, Güiraldes es el autor de “Don Segundo Sombra”.

     Días después el cantor debuta en el Casino de Cannes. Y poco después en el “Empire”.

     Gardel le escribe a su amigo Razzano:

     –“He debutado en el teatro más difícil de París, el “Empire”, donde trabajan los mejores números que están en el momento en Europa. Soy “la vedette”, el que lleva la gente y hago una revolución, pues me piden hasta 10 “bises”. Me consideran los diarios y el público un artista extraordinario y eso que lucho con la incomprensión del idioma, pero ellos dicen que comprenden todas las expresiones de la cara.

 

Sigue el éxito

     Gardel agrega en esa carta, poco modesta:

     “Compraré un “chateau” colosal en el Bosque de Vincennes con 3 mil metros de jardín y plantas; se parece al de Unzué en la Avenida Alvear. Una gran ocasión de tener casa en París para que puedan venir los amigos a recrearse”.

     Gardel vive como un millonario, pero no se olvida de ayudar a los que han ido a triunfar a París y no han tenido suerte. Hasta las historias de esas derrotas son éxitos para Gardel cuando las canta. Eso pasa con “Anclao en París”, escrita por Enrique Cadicamo y a la que le pone música Barbieri:

     “Tirao por la vida de errante bohemio, estoy Buenos Aires, anclado en París! curtido de malas, bandeado de apremios, te evoco desde este lejano país. . .”

     En marzo de 1929, Gardel graba 10 nuevas canciones en París. En abril, después de unas grabaciones, José Barbieri, que ha acompañado a Gardel durante 13 años y medio, se separa del cantante, Gardel, antes de regresar a Buenos Aires, se devuelve a España y se presenta en Barcelona y Madrid, acompañado por Barbieri y Aguilar.

     En junio de 1929 ya está en su ciudad y agregando a Guillermo Desiderio a su acompañamiento de guitarras graba para la Odeón 143 versiones. A fines de año, Gardel y Razzano se reúnen por última vez para grabar a dúo las canciones “Claveles Mendocinos” y “Serrana Impía”.

     En 1930, Gardel es presentado en programas de una hora por la Radio Nacional y filma 10 cortos; en las que interpreta “Viejo smoking”, “Rosa de otoño”, “Enfunda la mandolina”, “Canchero”, “Yira Yira”, “Padrino Pelado”, “Tengo miedo”, “Añoranza”, “El carretero” y “Mano a mano”. En esos cortos le secundan los guitarristas Barbieri, Riverol y Aguilar, y a veces la orquesta de Francisco Canaro.

     En septiembre de 1930, Gardel se presenta en la Radio América en el teatro “Florida”. El 6 de septiembre, cuando derrocan a Irigoyen, Gardel y sus guitarristas acuden al teatro, pero la función ha sido suspendida. Un matrimonio francés que partirá al día siguiente le pide al artista que cante. Gardel lo hace.

     En enero de 1931, Gardel es aplaudido en el Casino de Niza. En mayo de ese mismo año firma un contrato con la Paramount para su primera película de largometraje: “Luces de Buenos Aires” que se filma en Joinville. El argumento es de Manuel Romero y Luis Bayón y los artistas que le secundan, Sofía Bozán, Gloria Guzmán y Pedrito Quartucci, de la compañía de Romero y Bayón.

     A fines de mayo, Gardel graba 10 canciones entre las que destacan “Fondín de Pedro Mendoza” y dos temas en francés: “Dejá” y “Folie”. En julio invitado por el embajador de Argentina en Francia, da un concierto en la Sorbona. En septiembre, Gardel está de regreso. Lo acompañan en presentación en el “Broadway”, Barbieri, Riverol y Vivas. Gardel canta algunas cosas en francés y graba “Madame, c’est vous”, “Je te dirai” y las dos que ya había grabado en Francia.

Escenas del entierro de Carlos Gardel en Buenos Aires. El célebre cantante murió trágicamente en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, pero sus restos fueron enviados a Argentina en febrero de 1936

Escenas del entierro de Carlos Gardel en Buenos Aires. El célebre cantante murió trágicamente en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, pero sus restos fueron enviados a Argentina en febrero de 1936

El astro de cine

     A comienzos de 1932, Gardel está en Francia de nuevo y la Paramount lo contrata para otros dos films por 600 mil francos. Una es “Melodía de Arrabal”. Con guion del periodista argentino Alfredo le Pera. La niña de la película es Imperio Argentina. El otro actor, Vicente Padula. Gardel filma también “Espérame”. También con argumento de Le Pera, y secundado por Goyita Herrero y Lolita Benavente. El director es Luis Gasnier. De este tiempo hay otro título de película, también escrito por le Pera y donde interviene Imperio Argentina: “La cosa es seria”

     “Luces de Buenos Aires” ya es exhibida y se produce una novedad. Como lo más importante de la película son los instantes en que Gardel canta, el público aplaude cada vez que éste termina una canción y los operadores tienen que repetir la parte de la canción. Eso pasa en España y después en los otros países donde es exhibida.

     Gardel regresa a la Argentina en abril. Se presenta en Radio Belgrano y en junio se embarca para España donde graba 20 temas de su repertorio, con acompañamiento de piano y violín. En diciembre está de regreso en Buenos Aires para pasar el fin de año “con la viejita”, su madre.

     En 1933, Gardel graba las primeras de las 66 versiones que realizará ese año. En marzo comienza en el teatro Nacional a presentarse la obra “De Gabino a Gardel”, pero la gente no acude en masa; prefiere verlo en películas. Gardel se va de jira por el interior del país. En octubre va a Montevideo y en noviembre hace sus últimas grabaciones en Argentina. Son “Tu diagnóstico”, “El tirador plateado” y “Madame Ivone”. El 7 de noviembre, antes de subirse al barco, Gardel, que ya estaba por cumplir 46 años, redacta un testamento, diciendo que no tiene deudas, que es soltero sin hijos y que deja cuanto posee a su madre. Nombra por albacea a su amigo Armando Defino.

     A las 10 de la noche del 7 de noviembre se embarca para Francia una vez más. Lo acompaña Armando Defino, que es su administrador, la esposa de éste; Alberto Castellano, el músico que escribe la música que Gardel le silba, y Horacio Petterossi. También va Le Pera.

     Gardel está pocos días en Francia; es agasajado por amigos; pasa por Toulouse y el 28 de diciembre llega a Nueva York con Defino y Petterossi. Como su voz vende, filmará en Estados Unidos. El 30 de diciembre debuta en los programas de la National Broadcasting Corporation, acompañado por una orquesta de 18 músicos que dirige Hugo Mariani. Gardel llama a Le Pera a Nueva York para que escriba los argumentos de “Cuesta abajo” y “El tango en Broadway”, dirigidas por Louis Gasnier. En la primera secundan a Gardel Mona Maris, Vicente Padula y Anita Campiño; y en la segunda, Blanca Vischer, Trini Ramos, Vicente Padula y Jaime Debesa. Después de rechazar contratos para cantar en público, filma “El día que me quieras”, con Rosita Moreno, la actriz latinoamericana más cotizada en USA en ese momento. Y también con Tito Lusiardo. Dirige John Reinhardt, que también tiene a su cargo “Tango bar”, la última película de Gardel. Un colaborador destacado en la parte musical de todas estas películas, es el argentino Terig Tucci, que en 1964 estuvo en Caracas.

 

Gardel en Nueva York

     Gardel, que siempre ha grabado con la Odeón, el 30 de julio del 34 se pasa a la RCA Victor, donde graban las canciones de sus dos últimas películas. Por este detalle estas empresas grabadoras tendrán varios pleitos años después. En agosto de ese año Gardel hace una transmisión para la Argentina y después parte a ver a su madre a Toulouse. El 2 de diciembre ya le está escribiendo a su madre desde Nueva York donde la habla de sus películas y de su participación en una película en inglés junto a Marlene Dietrich, Mae West, Gary Cooper, Claudet Colbert, Silvia Sidney, George Raft, Elisa Landi y otras famosas estrellas. Esa película, conocida como “Cazadores de Estrellas”, cuenta con dos interpretaciones de Gardel: “Apure, delantero buey” y “Amargura”.

     Pero Gardel es un hombre lleno de proyectos. Se siente feliz de filmar, pero le gustaría hacerlo en compañía propia y tiene pendiente una jira por Centroamérica, que ha estado postergando. En enero manda a llamar a sus antiguos guitarristas Guillermo Barbieri, Ángel Domingo Riverol y José María Aguilar. Estos son detenidos el 21 de enero, cuando arribaron a Nueva York y sólo son puestos en libertad cuando aseguran que no trabajarán en USA. Gardel termina de filmar a comienzos de marzo. El 23 de marzo, ya listo para partir, Gardel dirige un mensaje a sus amigos de Latinoamérica. Es una grabación donde dice que ha firmado un nuevo contrato para grabar las películas que ha terminado y “voy a comenzar una jira que comprenderá Puerto Rico, Colombia, Panamá, Cuba y México. Luego visitaré los otros países de nuestra lengua, donde espero tener el gusto de saludarlos personalmente.”

     Después de esto, la jira comienza. El 3 de abril los diarios publican este cable: “San Juan de Puerto Rico; abril 2 (United). El cantor Carlos Gardel llegó hoy a este puerto, siendo recibido por más de 2 mil personas que lo aclamaron con entusiasmo. Su llegada a esta ciudad marca la primera etapa de la excursión turística que realiza por diversas naciones, entre las cuales figuran Venezuela, Colombia y, posiblemente, Cuba”.

     En Puerto Rico, debido al éxito, debe quedarse más días de los programados. Después de esto, ya tenemos a Gardel en Caracas.

 

Apoteosis en Caracas

     Gardel llegó a Caracas el viernes 26 de abril de 1935, pero la expectación comenzó mucho antes. Su representante en Venezuela fue Plácido Pissarello, el viejo locutor hípico de voz cascada que aún trabaja en Caracas. Gardel vino para cantar en el teatro Principal. El día 22 ya salía en los diarios un aviso de este cine diciendo que ya se había vendido una enorme cantidad de localidades “para el acontecimiento máximo del año”. El 25 otro aviso decía que Gardel llegaría a Caracas en un tren especial. Todos los otros días el público era invitado a comprar las localidades con avisos cargados de expectación. Gardel y su gente llegó en barco y la gente que lo esperaba era tanta que debió ser llevado al hotel Miramar antes de abordar el tren. En una entrevista muy curiosa que apareció en “El Heraldo”, Gardel, siempre de buen humor, contó varias cosas. Dijo que había comenzado como corista en el teatro Nacional de Buenos Aires, pero no tenía gran porvenir. “En esa época yo, que ahora hablo hasta por los codos, no había manera de sacarme las palabras ni con sacacorchos”. Dijo que el tango para los argentinos era como el toreo para los sevillanos.

     Habló muy bien de España y dijo que apenas pudiera iría a Andalucía: “Mientras no conozca Andalucía no conoceré el mundo”. Agregó que su jira era una especie de escapada de colegial de sus compromisos cinematográficos, pero él tenía gran interés de visitar estos países, especialmente Venezuela, que “tenía para mí un interés sentimental, mi madre, soltera aún, vivió muchos años aquí. Mi abuelo era un alto empleado del ferrocarril”. ¿Es cierto eso? Eso dice el diario. El cronista comenta que Gardel, siempre aficionado a los chistes, los hizo cuando vio la carretera tan llena de curvas, y estimó que había sido un acierto subir en tren. Cuando habló de sus películas dijo que la película que más le gustaba era “Melodía de arrabal”, pero tenía puestas muchas esperanzas en “El día que me quieras”.

     “Usted ha gustado más en “El tango en Broadway” –le dijo el cronista: “Es posible –admitió Gardel. Usted sabe que los artistas somos pésimos jueces de nosotros mismos”. No habló de tangos preferidos: “Unos y otros, según mi estado de ánimo” –respondió– por eso nunca hago programa para mis actuaciones anticipadamente. Voy cantando lo que siento con ganas de cantar”. Sobre su fama de galán: “Hombre, no crea eso. Yo he llegado a pensar que eso son infundios de mis compañeros de arte para hacerse reclame. Naturalmente que yo, como todo el que se exhibe en público, he tenido mis éxitos amorosos. Pero no crea que me agobian las mujeres y que le escriben a uno tal cantidad de cartas que son necesarios tres secretarios para contestarlas”.

     La entrevista terminó cuando llegó el tren a Caño Amarillo y Gardel desapareció en medio de una ola humana hacia el hotel Majestic. El Principal exhibió el viernes 26 la película española “Chucho el roto”, interpretada por Fernando Soler. Los precios de la noche fueron: patio 6 bs.; balcón, 4 y galería 2 bolívares. Gardel fue anunciado como el más grande acontecimiento del siglo. Debut del más grande y popular artista que ha visto Venezuela: Carlos Gardel, acompañado de su famoso conjunto de guitarristas argentinos: José Aguilar, Domingo Riverol y Guillermo Barbieri. Canciones criollas, tangos, vidalitas, estilos, bailecitos cantados, sambas y los más grandes éxitos de las películas del genial artista.

 

Gómez: gallo bataráz

     El lunes 29 de abril, a petición suya, los precios fueron bajados a 4, 2 y un bolívar. El 1° de mayo ya se anunciaba la función de despedida, pero entonces Gardel se afectó de la garganta y sólo pudo reaparecer ante el público el 4 de mayo.

     Gardel estuvo en la Policlínica Caracas del doctor García Álvarez y lo asistió el que es hoy famoso otorrinolaringólogo, Pedro González Vera. Gardel estuvo en Caracas hasta el 9 de mayo, donde ofreció dos funciones de despedida. Pissarello ha recordado más de una vez que Gardel rechazaba a menudo las invitaciones de la gente más adinerada de Caracas para irse a conversar en una arepería de un señor Landa que estaba ubicada en Puente Hierro. Allí se amanecía con sus amigos y bebía poco, siempre preocupado de su garganta.

     Antes de seguir hacia el interior del país, Gardel actuó en La Guaira. En Maracay actuó para Gómez. Sus admiradores se ríen cuando recuerdan que le cantó “Pobre gallo bataráz” a Juan Vicente Gómez:

“¡Pobre gallo bataráz,
se te está abriendo el pellejo
Ya ni pa’ dar un consejo
como dice, te encontrás. . .”

     Gómez le hizo un regalo. Unos dicen que fueron 10 mil Bs. De Maracay, Gardel viajó a Valencia, y allí dejó tal afición que aún hay personas que lo recuerdan y otro que tiene un museo gardeliano. El famoso intérprete del tango actuó después en Maracaibo. De Maracaibo pasó a Curazao y a las ciudades de la costa del Atlántico de Colombia: Barranquilla y Cartagena. El 11 de junio debutaba en Medellín y el 14 de junio llegaba a Bogotá, donde debutó en el teatro “Real”.

 

Aclamado en Bogotá

     El recibimiento que le hicieron en el aeropuerto de Techo, en Colombia, superó todas las expectativas. El avión donde iba Gardel y su gente debió aterrizar más allá de lo previsto para no atropellar a parte de las 10 mil personas que lo esperaban para vitorearlo. Yendo hacia la ciudad, era tanto el público, que cuando el auto se salió un poco de la vía queriendo esquivarlo, un caucho se reventó. En la noche de ese viernes para poder entrar al teatro, Plaja, su agente de publicidad, tuvo que ponerse un sombrero gris para distraer al público, mientras Gardel, con el abrigo subido, entraba por otro lado. Al final de la función, después de muchos bises, debió permanecer hasta las dos de la madrugada para salir sin ser atropellado por el público que se había quedado a la salida del teatro. Después de esa hora sus compañeros intentaron irse de farra para olvidar los nervios del día. Pero Bogotá es una ciudad que se acuesta temprano. Todo estaba cerrado. Gardel, que estaba muy cansado, pidió que le dejaran en sus habitaciones. El domingo, Gardel feliz, terminó en el “Real”, cantando el bambuco colombiano “Las aguas del Magdalena”. De noche, de farra, como siempre, desechó todas las mujeres despampanantes que le presentaron. Se quedó con una rubia que no era de gran belleza, pero menor de 20 años. A Gardel le gustaban las mujeres jóvenes: “A buey viejo, pasto tierno”, decía a sus amigos.

     El lunes descansó. El martes 18 debutó en el teatro “Olimpia” y se vio en apuros cuando se vio en un escenario en el medio, con el patio a un lado y al otro la galería. No se resolvía a quien darle la espalda. Terminó cantando de lado.

     En Bogotá una periodista del diario “El Nacional” le preguntó qué tipo de mujeres prefería. Gardel contestó:

     –Prefiero las latinas, indudablemente, por ser de mi misma raza y por lo tanto comprender más mi temperamento, pero todas las mujeres atractivas, inteligentes, me agradan. No obstante, las mujeres sajonas, que tienen fama de frías y calculadoras, cuando encuentran un hombre que las enamora y comprende, son tan sensibles y apasionadas como las latinas y, por lo tanto, también me seducen”.

     El 2 de junio Gardel regresó al “Real” y a la tarde del siguiente día ya daba su función de despedida en este teatro. A las 9 de la noche, en audición especial, se despidió por “La Voz de la Víctor”. Cantó “Insomnio”, “Cuesta abajo”, “Tengo miedo”, “Rumores”, “Melodía de arrabal” y “No te engañes corazón”, Unas 5 mil personas lo escucharon desde la plaza Bolívar. Gardel, al despedirse, dijo que los colombianos eran de los que mejor lo habían recibido en su vida. “Gracias, amigos. . . Muchas gracias por tanta amabilidad. Yo voy a ver a mi vieja pronto. . . y no sé si volveré porque el hombre propone y Dios dispone. Pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despido como si fuera hijo propio, que no puedo decirles adiós sino hasta siempre. . . Hasta siempre, amigos”.

     Después de esto cantó “Tomo y obligo”:

“Tomo y obligo, y mándese un trago
que hoy necesito el recuerdo matar;
sin un amigo, lejos del “pago”:
de las mujeres, mejor no hay que hablar. . .”

     Ese fue el último tango que cantó en su vida.

 

El final en Cali

     Nicolás Díaz, autor de “los últimos 10 días de Gardel”, dice que en la última comida que le ofrecieron sus amigos, una niña se había presentado para conocerlo y cuando él la había saludado, ella, llorando, le había pedido que no se fuera en avión porque había soñado que muchos aviones chocaban en el cielo. Gardel, supersticioso, se preocupó al principio, pero después comentó ¡Pobre locuela!

     El 24 de junio, después de subsanar los problemas del equipaje, que fue mandado por tren, Gardel y su comitiva tomó un avión de la Saco hacia Cali. Un par de horas después el avión se detenía en Medellín.

     Con Gardel iban Alfredo le Pera, representante y autor de las letras de sus tangos; los guitarristas Riverol, Barbieri y Aguilar. Azzaf, un secretario, Henry Swartz, gerente de la Universal Film de Colombia y representante de Gardel para Cali, Celedonio Palacio, un chileno que tenía una sala de exhibición en Barranquilla, Henry Playa, el encargado de publicidad, Corpas Moreno, encargado de sonido y el piloto Ernesto Samper.

     Mientras llenaban los tanques del F-31 para seguir a Cali, en Medellín los pasajeros se bajaron y pasaron hacia el bar del aeropuerto. Unos exhibidores locales salieron al encuentro del avión para mandar a Cali los rollos de “payasadas de la vida”. Gardel almorzó y se tomó dos whiskys. El avión salió a las 3 de la tarde. Junto a los hangares, esperando para emprender vuelo a Bogotá, había un avión de la Sabca. El avión de Gardel correteó para emprender el vuelo. Antes de que pudiera elevarse, chocó. El avión detenido se llamaba Manizales, estaba con los motores encendidos y ardió. El avión de la Saco ardió como tea. El fuego duró lo suficiente como para que los cuerpos se carbonizaran. Sólo Aguilar, herido, se salvó.

     Cuentan que esa noche del 24 de junio le fueron a cantar a Gómez. Esto dicen que gritó: “¡Cállense! ¿No saben que murió Carlos Gardel?”

     Esa es la leyenda.

     ¿Dejó novia Gardel?

     Todo indica que no. César Tiempo escribió una novelita rosa diciendo “Así quería Gardel”. Todo eso no pasa de ser una historia del tipo de las de Corín Tellado. Gardel tomaba la vida como venía y al amor sólo le dedicaba instantes, después, el gran amor, eran sus tangos y su vieja. Tuvo más éxito que ninguno porque tenía una voz difícil de superar, una simpatía arrolladora y apareció en un tiempo cuando el tango nacía y cuando la industria de las grabaciones también comenzaba. Sus fanáticos hasta lo encuentran buen actor. No lo era. Pero es el único caso en América de un cantante que, a 30 años de muerto, vende tantas canciones como si estuviera vivo. Las casas grabadoras, que repiten sus temas una y otra vez, los mismos temas en long play con distintas carátulas, han hecho con su voz uno de los mejores negocios”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, 26 de junio de 1965
El papá de Sofía y Lya Imber

El papá de Sofía y Lya Imber

Por Pedro Moreno Garzón

Naum Imber en compañía de su hija Sofía y su yerno Guillermo Meneses

Naum Imber en compañía de su hija Sofía y su yerno Guillermo Meneses

     “Mantener joven el espíritu es una de las condiciones indispensables para no dejarse envejecer físicamente, y tal vez sea la receta que pueda darnos el ruso-venezolano Naum Imber, a quien hace poco le ha venido un hijo ya grandecito en el Guillermo “Guillo” Meneses. Si hay quien pretenda hallar en esto algún jeroglífico, es preciso salirle al paso para explicarle muy despacito que el “Guillo” es, desde hace pocos meses, hijo político del ex ciudadano soviético Naum Imber, porque una de las hijas del mencionado caballero le robó el corazón, de la misma manera que otra de las descendientes de Imber le había hecho aflorar el tornillo sentimental al doctor Coronil para hacerlo caer en las encantadoras redes en complicidad con Cupido.

     Si ha quedado un poco rebuscado el parrafito es culpa de la dificultad de explicar monda y lirondamente un fenómeno tan claro como la luz del día, pero el cual, según me ha dicho el propio Imber, constituye uno de sus grandes orgullos.

     –Yo me siento cada día más venezolano, –me dice en ese pintoresco español que usa, y en el cual se advierte el acento eslavo que parece como si cortara las palabras, igual que ocurre cuando se sintoniza una estación provista del aparato inversor para guardar el secreto de las comunicaciones.

     En cambio, sus dos hijas, hablan un venezolano tan perfecto, que cualquiera diría que nacieron en un pueblecito de Aragua. Sin embargo, la costilla del “Guillo”, con una ingenuidad que encanta, me ha confesado rotundamente que las primeras lecciones de español que tuvo y en la cuales fue de las más deslumbrantes y aprovechadas discípulas, fueron las groserías que decían en la placita de La Victoria los muchachos que por allí vagaban. Los ajos y demás condimentos formaron la base de tan criollo idioma, que un espíritu de eslava frialdad se convirtió en algo que sabe a venezolano hasta la médula. Los morenos hijos de La Victoria sentían que se les agrandaban los ojos al ver una muchachita tan blanca bajo estos soles que hasta a las piedras dan el color arrosquetado que se fijó en la raza venezolana desde hace mucho como una de las características más especiales. Y los negritos de la costa se quedaban con la bocaza abierta, dejando ver sus dientes blanquísimos como el único homenaje inconsciente a esos copos de algodón que saltaban como pajarillos locos, de aquí para allá, con una risa que era como una música y con una alegría sana que ellos no habían conocido jamás.

     Naum Imber está muy contento de que Rusia haya demostrado su fuerza en esta guerra, en la cual se trata de salvar los principios de la democracia. Él no ha sido político, y más bien fue una de las víctimas de la revolución bolchevique, pues ella le despojó de sus propiedades, que alcanzaban a una suma respetable. Sin embargo, él no tiene reproches de ninguna clase, ni odios, porque considera que las revoluciones no pueden detenerse, y más bien recuerda con gran cariño a sus campesinos, que fueron los que le salvaron la vida, cuando las hordas de forajidos se apoderaron de todo.

Las hermanas Sofia y Lya Imber, periodista la primera y médica la segunda

Las hermanas Sofia y Lya Imber, periodista la primera y médica la segunda

     –Yo siempre he sido agricultor y los agricultores no miramos sino al campo, sin que la política llegue en forma alguna a interesarnos. Yo confieso que, durante la época zarista, los campesinos llevaban una vida precaria, sin instrucción, sin que se les abriese el horizonte de espíritu. Había malos patronos que los explotaban miserablemente, pero también había muchos que les tenían cariño paternal. Yo nunca tuve problemas con mis agricultores porque siempre estaba trabajando con ellos, acompañándolos en las faenas que ellos hacían y trabajando más que ellos, si era posible, de manera que se acostumbraron a verme, no como a un patrono, sino como a un compañero. Jamás tuve revueltas en mi hacienda, porque inmediatamente que notaba síntomas de cualquier descontento, acudía presuroso a remediar el mal en favor de los humildes. Por ese motivo, cuando vino la revolución, ellos fueron los que salvaron la vida tanto a mi como a mi familia.

     –¿Recuerda usted algún incidente con sus agricultores?

     –Ellos estaban orgullosos de que yo personalmente llevase su misma vida sencilla y comiese sus mismas viandas y les acompañase en las faenas sin desmayo. Pero es que yo siempre he sido un agricultor por vocación, por amor a la tierra, sentimiento que heredé de mis mayores. Lo que despierta el descontento en las masas campesinas es ver que el dueño de la tierra se aleja de ella por grandes temporadas y no va a ella sino a recoger el dinero para gastarlo después en lujos, borracheras y bailes en las ciudades.

     –Muy interesante. ¿Qué otra observación hizo usted en ese sentido?

     –En los países de tradición los agricultores constituyen la espina dorsal de la nación. Los trabajos del campo forman hombres fuertes, los cuales ven con cierto desprecio a los ciudadanos que no son capaces de cruzar a nado un río ni de cortar un árbol a golpes de hacha. Cuando los fundos agrícolas caen en manos de personas que viven en las ciudades, los agricultores no los ven como a sus iguales sino como a seres inferiores físicamente, que no pueden montar a caballo sin ampollarse las piernas, ni manejar un tractor, ni hacer una gavilla, ni comerse un lechón, ni beberse una bota de vino a chorro continuo.

     Naum Imber nació en Ucrania, Rusia, en 1872. Fue militar en la época zarista con el grado de subteniente, pero como los agricultores estaban exentos de ir a la guerra, no participó en la campaña contra Japón.

     La mayoría de sus trabajos agrícolas los hizo en compañía de nobles rusos poseedores de grandes latifundios, como el general Kimrod, pariente del Zar, y con el conde Knyas Kovaliensky. En esa época, en un pueblo de ocho o diez mil habitantes, tan solo había una escuela.

     Imber se hizo experto en trigo y en fabricación de azúcar de remolacha. Más tarde adelantó estudios especiales en lechería y otros ramos de granjas. En su hacienda siempre hubo prosperidad, y la cuenta del banco iba creciendo rápidamente hasta el día que llegó la revolución y acabó con todo.

Lya Imber de Coronil fue la primera mujer que obtuvo un título médico en Venezuela

Lya Imber de Coronil fue la primera mujer que obtuvo un título médico en Venezuela

     Sus agricultores se presentaron para facilitarle la fuga, y Naum Imber tuvo que despedirse de su tierra querida, la misma que había regado con el sudor de su frente durante tantos años. Lía, su hija mayor, hoy doctora en Medicina de la Universidad de Caracas, estaba pequeñita, de modo que le fue preciso al papá sobornar a los soldados en el Dniester para que les permitieran pasar, metidos en un tonel, y llegar a Besarabia.

     Pero en Rumania se habían presentado continuas revoluciones que no daban estabilidad al agricultor, por lo cual pensó Imber en América, hasta que, finalmente, se cumplió su deseo de conocer a Venezuela, a donde llegó en el año 29, con sus dos hijas, Lía, que había estado estudiando en Besarabia, y terminó su bachillerato, y la pequeña, que había nacido en Rumania. Encontró aquí gran semejanza de carácter con las buenas gentes de su patria, y poco a poco fue reconstruyendo su nido más o menos como el que había dejado allá, en las fértiles tierras ucranianas.

     Como era natural, se presentó en Maracay con el objeto de ver si obtenía trabajo, porque el general Gómez era el único que se lo podía dar, pero los áulicos del expresidente le preguntaban si quería hablar con “el viejo” para que le diera unos centavos. Imber no quería limosnas, sino trabajo, y cansado de esperar, decidió abrirse camino por su cuenta. Muerto el general Gómez, fue Imber durante cuatro años jefe de la Región Norte de Coticita.

     Cuando se habla con este hombre sencillo y magnífico, se le ve que su gran deseo es poderse expresar bien en castellano, cosa que no ha logrado, aunque tiene buena voluntad, porque el aprendizaje de un idioma a una edad avanzada no es fácil generalmente. Pero en un castellano-soviético me hace la afirmación de su cariño enorme por Venezuela y de su deseo de entrar aquí en el definitivo descanso, porque tiene sus hijas casadas con venezolanos, y comienzan a florecerle nietos, que son nuevas prolongaciones de la propia vida.

     Cuando llegó a Venezuela encontró que era un país nuevo y maravilloso para explotarlo agrícolamente. Sobre los comunistas dice que no les conoce durante su gobierno, pero por cartas que ha recibido de sus parientes en Rusia, sabe que, aunque al principio hubo mala situación debido a la dificultad en implantar los sistemas nuevos, después hubo prosperidad y todo el mundo tenía un máximo de comodidades, por lo cual sus parientes rehusaron recibir de él algún socorro, diciendo que no lo necesitaban.

     Ha perdido ya la esperanza en aprender correctamente el español. Pero cree que dentro de poco habrá enseñado el ruso a Guillo, para que lea a Dostoiewsky en su idioma nativo. Yo creo que Meneses ha hecho ya grandes progresos en el idioma de los eslavos, porque le pasa lo mismo que a la lechuza del inglés, que, aunque no habla, se fija muchísimo. A mí me consta, porque mientras su esposa platicaba con su padre en ese suavísimo idioma, el Guillo la miraba y sonreía inteligentemente mientras yo trataba de iniciar una conversación para que no me notasen que tenía abierta la boca.

Sofía Imber reconocida promotora del arte y fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas

Sofía Imber reconocida promotora del arte y fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas

     Yo creo que el viejo Imber ha cumplido ya lo que le faltaba. Tener un nieto. El primer ya está en el hogar de la doctora Imber de Coronil. Ahora le tiene prometido otro el Guillo, que, como hombre formal, está echando sus cálculos, porque dentro de poco se va como huésped de El Silencio. Cualquier día de éstos vamos a formar el gran escándalo sus amigos, encabezados por “el viejo Avilán”, y lo vamos a sacar en hombros por la puerta grande de El Silencio el día en que aparezca en una ventana un guantecito diminuto orgullosamente enarbolado, en señal de que el Jefe Civil tiene que estar “ojo pelao” para inscribir un nuevo ciudadano en la lista de los Imber de Caracas que, Dios mediante, será muy grande, como lo va siendo ya la lista de los Coronil emparentados con ellos, y quienes según el papá Marco Aurelio Rodríguez es la gente de mejor apetito que ha conocido en Venezuela, porque los Rodríguez Coronil son algo especial en la mesa, en el gasto de los zapatos y ahora en sus aficiones a la equitación.

     El viejo Imber, contestando la pregunta final sobre las diferencias raciales en Rusia, afirma que los judíos en su país son muy queridos, y que jamás se les ha mirado como extraños. Rusia no ha tenido prejuicios de raza, con lo cual se ha hecho amar de todas las numerosas razas que pueblan su territorio, cuya extensión no puede parangonarse con ningún otro país en el mundo.

     Naum Imber es naturalizado venezolano, Mañana cuando sus nietos ocupen lugar prominente en este país, podrán señalar con orgullo que tuvieron como genitor a un hombre sano. Gran trabajador, jovial y que, de haber podido dominar el idioma venezolano, hubiera sido uno de los más notables mamadores de gallo de Caracas, que es mucho decir.

     Él mismo afirma, en serio y conmovido, que no le pesa haber perdido su fortuna porque ha encontrado una patria nueva y una familia para la cual no tiene sino corazón.

     En su cartera lleva permanentemente una colección de retratos de sus hijas, hijos políticos y nietos, que se va abultando a medida que pasa el tiempo. ¿Quién sabe si los Imber, pasado el tiempo, van a llegar a ser tan numerosos que podrían ellos solo fundar un pueblecito?”

 

Nota:

Lya Imber (1914-1981)

Médica pediatra rumana-venezolana. Primera mujer en obtener un título médico en Venezuela. Vicepresidenta de la UNICEF y fundadora de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría

Sofía Imber (1924-2017)

Periodista rumana-venezolana, promotora del arte y fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, 5 de agosto de 1944
Viejas recetas en base a maizena

Viejas recetas en base a maizena

El ingeniero venezolano Julián Churión fue el autor de tan interesante escrito sobre las propiedades alimenticias de la harina fina de maíz o maicena.

El ingeniero venezolano Julián Churión fue el autor de tan interesante escrito sobre las propiedades alimenticias de la harina fina de maíz o maicena.

La mesa nuestra conoce las propiedades alimenticias de la harina fina de maíz o maizena desde hace más de siglo y medio. El “Gran Producto Nacional”, como se conoce a la marca más famosa del país, se consume en Venezuela desde finales del siglo XIX. Prueba de ello está en las interesantes recetas de los más exquisitos postres que se pueden preparar en base a este alimento, publicadas en la edición del 6 de noviembre de 1876 del Diario de Avisos, con la firma del ingeniero guaireño Julián Churión (1822-1878) *, las cuales transcribimos a continuación.

     “MAIZENA. Sustancia alimenticia que ha figurado en la esposición (sic) universal de París, en la sección perteneciente a los Estados Unidos del Norte. Esta sustancia cuyas propiedades nutritivas son tan preciosas y tan útiles, necesario es que figure también en estos artículos.

     La maizena o harina de maíz americano, es de una fuerza y blancura sin igual, pudiéndose preparar o condimentar con leche o agua, de cuantos modos se quiera. No solo mejora considerablemente la calidad del pan de trigo, sino que también se puede preparar con ella natilla, flanes y hasta sorbetes finísimos y delicados, mereciendo, sin exajeración (sic) alguna, los elojios (sic) que hemos visto consignados en la prensa extranjera.

El “Gran Producto Nacional”, como se conoce a la marca más famosa del país, se consume en Venezuela desde finales del siglo XIX.

El “Gran Producto Nacional”, como se conoce a la marca más famosa del país, se consume en Venezuela desde finales del siglo XIX.

     Su fácil conservación sin sufrir alteración alguna es una ventaja inapreciable. Su fácil dijestión (sic) y propiedades alimenticias están reconocidas, con tal de haber sufrido un hervor en agua o leche. Si se le cuece con el jugo o sustancia de carne, se obtiene una jelatina (sic) deliciosa y alimenticia a propósito de los estómagos más delicados.

     Para preparar un pudin de maicena se hierven 80 gamos de esta harina en tres cuartas pare de un litro de buena leche con 20 gramos de azúcar y un poquito de sal fina. La harina se ha de deshacer antes en un cuarto de litro de leche fría con tres yemas de huevos. 

     El sorbete de maizena, que es mui (sic) agradable, tampoco es de difícil. En una cuarta parte de un litro de agua, hiérvanse 20 gramos de harina y 25 idem de azúcar; cuando esta mezcla esté cocida déjese enfriar y cuélese con un tamiz. Luego mézclese con una cuarta parte de un litro de leche, y bátase todo mui bien, agregando cerezas en dulce sin sus huesos, o bien la pasta desecha de las cajetillas de almendrados, y hiélese según costumbre.

     La crema que se prepara con la maicena es escelente (sic). Se compone de 40 gramos de harina por medio litro de leche, y 25 gramos de azúcar, todo mezclado, según se ha dicho, y con algún almendrado. Se baten tres claras de huevos hasta que se pongan blancas como la nieve, y se le añaden 40 gramos de azúcar en polvo o bien merengues. Todo se pone a cocer al horno con poco calor.

     Por último, esta misma harina puede servir para alimentar a los niños si se deslíe en leche o agua y se le deja hervir como las natillas”.

* Como miembro de la Sociedad de Ciencias Naturales y Científicas de Caracas, realizó importantes aportes a las ciencias en el siglo XIX
¿Qué sintió usted cuando le alargaron los pantalones?

¿Qué sintió usted cuando le alargaron los pantalones?

Guillermo Pacanins, gobernador de Caracas, Jesús Corao, Mariano Picón Salas, el maestro Juan Bautista Plaza, Ángel Álamo Ibarra, Francisco “Pepe” Izquierdo y Pedro Sotillo cuentan la desaparición de sus bombachos.

 

Por Francia Natera

El pequeño Guillermo Pacanins y su hermanita Carmen Cleotilde. Guillermo, quien fue gobernador de Caracas en los 50, se alargó los pantalones a los 12 años.

El pequeño Guillermo Pacanins y su hermanita Carmen Cleotilde. Guillermo, quien fue gobernador de Caracas en los 50, se alargó los pantalones a los 12 años.

     “¡Ya era un hombre! No había dudas. Capitaneaba una partida del barrio y le decían “pollo ronco”. Por las noches, sus papás le permitían llegar a las nueve y los sábados, como una condición excepcional y reconocimiento a su irrefrenable masculinidad, podía ir al cine, a divertirse con aquellas primeras películas parlantes donde José Bohr y Ramón Pereda sentaban cátedra de muñecos del celuloide. Atrás quedaban Eddie Polo y Juan Centella, y las negras caídas de ojos de Francisco Bertini.

     Eran los tiempos en que el zagaletón de la casa pedía los pantalones largos. Hasta ahora había usado los bombachos, pantalones de “tennis” y unas horripilantes medias negras o marrones que sin ningún donaire emergían del pantaloncito.

     El límite de la infancia estaba allí, sencillamente, en ese medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. Traspasar ese límite suponía el acto más importante en la vida del muchacho. Lo verían con respeto, pagaría completo en los espectáculos, y podría sentarse y opinar en las reuniones familiares.

     Eso era antes. . . Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Los bombachos del gobernador

     Guillermo Pacanins no era por entonces comandante. Ni siquiera Gobernador de Caracas. Estudiaba en el colegio que el gran educador Sergio María Recagno dirigía en Maiquetía.

     El Pacanins de ahora recuerda con afecto a su maestro y añora a los compañeros de entonces: Eduardo Mayorca, actual prefecto de La Guaira, Raúl Osuna, Domingo del Rosario y otros de la pandilla juvenil.

     Usaba unos horribles bombachos hasta la rodilla y de allí para abajo las inevitables medias acordonadas. En vez de la fulana apostura de hoy y de la exquisita elegancia del bigote y canas, el gobernador parecía, sin más ceremonias, un ave zancuda de peludos muslos.

     –Tenía doce años y como estaba crecidito, decidieron encargarme los pantalones largos. ¡Ah! qué hombre tan macho me sentí ese día. No obstante, seguí practicando con ahínco como deportes predilectos la metra, el trompo y la perinola, sin olvidar el gurrufío.

     Los pantalones largos del Gobernador, los de ahora, se quedaron asomando por debajo del imponente escritorio. Arriba, las manos del hombre revolvían montañas de papeles y de preocupaciones. Afuera un gentío esperaba para entrar con los problemas propios y ya era pasada la hora del almuerzo. Los pantalones del Gobernador por un momento fueron unos bombachos marrones con ganas de fugarse a la playa. . .

Antes de cumplir los 14 años, el célebre músico Juan Bautista Plaza, con el consentimiento de sus padres, se puso pantalones largos.

Antes de cumplir los 14 años, el célebre músico Juan Bautista Plaza, con el consentimiento de sus padres, se puso pantalones largos.

La cabeza de Jesús

     Estaba generalmente hinchada. Para variar, en otras oportunidades una blanca cinta de adhesivo encubría graciosamente los puntos de sutura de una leve pedrada. La cabeza de Jesús Corao no descansaba en esos días. Casi lo único que no hacía era pensar. Pocas cosas preocupaban al “muñeco” de los Corao en 1916. Jesús tenía –al menos eso dijo– 16 años de edad y era el abanderado de los muchachos peloteros del Stand del Este.

     –Peleaba todos los días. Daba cabezazos todos los días. Cuando las medias negras resultaron insuficientes para cubrir las espantosas extremidades inferiores que crecían sin medida, me enviaron a la sastrería de Muscangt que estaba en la esquina de La Bolsa.

     Jesús Corao se acomoda con facilidad, con alegría, en los recuerdos:

     –¡Mi terno gris! Qué sensación de hombría me dio. Salí del colegio Froebel muy ufano a estrenármelos y a pasearlos por las narices de los compañeros: Andrés Eloy Blanco, Alfredo Romero, Roberto, Gustavo y Eduardo Machado.

 Jesús dice que lo tenía todo entonces. No pedía más nada a la vida ni a los seres.

 –¿Ni una novia?

 –Al día siguiente de estrenar los pantalones empecé a buscarla.

 Parece que Jesús encontró varias. Pero al final le sucedió algo insólito. ¿Qué sería?

 –Me casé con una de ellas. . .

Mariano tenía un revólver

     Nadie dudaba ya del genio de Mariano Picón Salas. “Lectura Semanal”, una publicación que editaba en Caracas José Rafael Pocaterra, le había aceptado un cuento. ¡En la Capital! La superioridad de Mariano era evidente. Los demás, apenas habían alcanzado las glorias de la imprenta provinciana.

     Mariano Picón Salas, merideño de pura cepa, tenía 15 años, una marcada vocación sacerdotal, buenas notas en el Colegio de monseñor Mejía en Valera y una entusiasta admiración por Mario Briceño Iragorry, quien también comenzaba a escribir unas románticas cuartillas y un poema que decía: “Mi corazón es como una loca casa de pensión…”.

     Entre la admiración por Mario y el arrobamiento cristiano, se pasaban los días. El padre Mejía apuraba con sus admirables conocimientos de latín y Mariano se regodeaba con la filosofía escolástica. Nada quebrantaba la conducta inalterable del que se creía futuro jesuita, excepto uno que otro cigarrillo fumado a hurtadillas. Hasta que un día. . .

 –Me enfermé del estómago y me enviaron un par de pantalones largos elaborados por los famosos Menda, sastres italianos residenciados en Mérida.

Contó el Dr. Ángel Álamo Ibarra que sus primeros pantalones largos lo marcaron para siempre. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador.

Contó el Dr. Ángel Álamo Ibarra que sus primeros pantalones largos lo marcaron para siempre. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador.

     Los otros muchachos estaban asombrados de la transformación de Mariano. Ya no era el mismo muchacho tranquilo. “La máquina de hacer discursos”, como le decían, había cambiado de dirección. Atrás quedaban los éxitos de aquella estupenda pieza oratoria, declamada con gran fuerza e indignación, titulada “la pornografía, su perversa influencia”.

     Mariano, en vez de denigrar de los pecados del hombre, de horrorizarse de ellos, pisaba la senda de los propios pecados.

     –Me fui a la retreta con mi flux blanco. mis zapatos blancos y mi pajilla. Cuánta hombría. ¡Y no sabía que las mujeres de Valera estaban tan bonitas!

     Los padres, para completar el hombre, le regalaron un revólver. El arma saltaba en el bolsillo blanco y Mariano afirmaba su condición de hombre, muy hombre. Mariano estaba completamente perdido para el claustro.

     También se le perdió el revólver. Y ya no tuvo otro en su vida, Mariano Picón Salas, el gran ensayista, se puso simplemente a escribir.

 

El flaco Juancito

     Tal vez porque estaba muy flaco, tal vez por falta de práctica. Pero algo aterrorizaba a Juan Bautista Plaza el día que se puso los pantalones largos: a cada instante parecía que se le iban a caer.

     Como una damita quinceañera fue festejado Juan Bautista el día de sus pantalones largos. De Truco a Guanábano, en la residencia antigua de los padres del músico, hubo gran fiesta. Los familiares, los amigos, acudían a cumplimentar al espigado muchacho que estudiaba música y bachillerato en el Colegio Francés. La rosada mistela para los jóvenes, el ronco brandy para los mayores.

     Juan Bautista no sabía bailar y disfrutó más o menos de la familiar reunión. No quería que la noche terminara. Sinceramente no lo deseaba.

    –Porque veía con horror la llegada del nuevo día y la inevitable salida a la calle con esos largos pantalones que amenazaban caerse.

     Y Juan Bautista Plaza, con treinta años de pantalones largos a cuestas, hizo un gesto nervioso cuando volvió al examen interrumpido para hablar con la periodista. Se estaba sujetando los pantalones.

 

La tragedia de Álamo Ibarra

     –Eran blancos, con tenues rayitas rojas y una chaqueta larga, larga.

     Ángel Álamo Ibarra, que era alto y guapo, y de la parentela del Libertador, parecía un cigarrillo egipcio.

     –Aún los estoy viendo, mis primeros pantalones largos. La emoción del día la conservo intacta. ¡Yo era un hombre! Tenía 14 años y me la echaba de patiquincito caraqueño guapo y conquistador. Solamente me faltaba eliminar aquellas piernas velludas que apuntaban obstinadas después del breve pantaloncito corto. Por fin llegó el día. . .

     Era domingo. Cuando Ángel Álamo Ibarra salió de su casa muy temprano en la mañana, estaba seguro de que todo el Caracas elegante no miraba otra cosa que sus pantalones largos. La alegría era infinita. Ahora sus compañeros del Colegio del Doctor Landáez, que estaba en El Paraíso, le guardaban consideraciones especiales.

     –Me acosté feliz, cansado, y dormí profundamente. Por la noche, un ladrón entró a la casa y se llevó la ilusión del adolescente, sus largos pantalones y la chaqueta incongruente.

    –Pero hay epílogo, doctor Álamo, inquiere la reportera angustiada.

     –Golpes. Al día siguiente, cando tuve que volver al colegio de pantalones cortos, la rechifla de los compañeros se disolvió a golpes. ¡Ay dolor! ¡Ay tragedia!, mis pantalones aún los estoy viendo.

Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Los muchachos de ahora nacen de pantalones largos y desconocen la emoción de ese día en que unos metros más de tela son como un certificado de virilidad.

Don Pepe Izquierdo ya había leído el quijote

     –No como esos muchachos de ahora. En mis tiempos los muchachos jugaban en las arenas del Guaire, peleaban en los barrios, aprendían a cimbrear la cintura en los quicios de Santa Teresa y se quedaban en las casas leyendo los libros clásicos.

     El doctor José Izquierdo tenía 14 años y los familiares se apuraron en comprarle un flux de casimir de pantalones largos. Ya conocía el Quijote y leía francés e inglés. Vivía por San Agustín y toreaba en el Nuevo Circo.

     –¡Pero esta juventud afeminada de ahora! ¿Qué es eso señor? Culpa del cinematógrafo, de esa cosa desabrida e imbécil que es el baseball donde dieciocho señores van a dar carreras y un estadio lleno de pistolas va a beber y a pegar gritos.

     Don Pepe estaba realmente imponente y magnífico, con su estupenda voz de Catilina de San José, cuando recordó la versión de Hamlet “descompuesta” –son sus palabras– por Sir Lawrence Olivier.

El límite de la infancia estaba en un medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. De pantalones cortos a los bombachos.

El límite de la infancia estaba en un medio metro de tela que habría de cubrir las largas extremidades llenas de larguísimos vellos. De pantalones cortos a los bombachos.

     –Pero el supremo horror, lo que convierte nuestros incipientes hombres en majaderos afeminados, son la música, las canciones argentinas y mexicanas, y ¡horror de los horrores!, los fluxes de dos colores y esas espantosas guayaberas que dan aspecto de señora embarazada al hombre más macho.   

 

Los liquiliquis de Pedro Sotillo

     En 1915, Pedro Sotillo tenía 13 años y concluía sus estudios de primaria en Los Teques. Su mayor ambición era poseer cuatro liquiliquis con pantalones largos.

     –Era nuestro mayor empeño. Las liquiliquis, tener novia y montar a caballo.

     El poeta Leopoldo Torres Abandero, quien cortaba y cosía en un viejo local frente al Banco de Venezuela, fue comisionado por los padres de Pedro para la elaboración del atuendo de hombre. Pedro tuvo un flux blanco de dril y otros tres de color crudo. También tenía un sombrero porque el poeta cree que:

     –Cuando un llanero pierde el sombrero hasta el chinchorro se cae.

     Toda la vida usó y usa Pedro Sotillo el sombrero criollo de anchas alas. Parece que es, al fin y al cabo, lo único que le queda de las antiguas ambiciones porque él mismo dice:

     –Después tuve que dejar el caballo porque “me lucía” un poco feo, con las muchachas e seguí encontrando para recibir los batacazos que me ahorraba el caballo, y de los pantalones largos me quedó el recuerdo de una pedrada que en el Carnaval me atestaron en la esquina de Manduca.

     Naturalmente, Pedro Sotillo siguió usando pantalones largos. Después los mezcló con sal criolla, criollos versos y vino extranjero. Los pantalones llaneros de Pedro Sotillo se quedaron en Caracas definitivamente. Y cada día son un pregón del afán andariego de los hombres de la llanura”.

FUENTE CONSULTADA

  • El Nacional. Caracas, domingo 3 de agosto de 1952. Edición aniversaria

San Pablo y la sanpablera

San Pablo y la sanpablera

La iglesia de San Pablo surgió en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580.

La iglesia de San Pablo surgió en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580.

     “La iglesia de San Pablo surge en la recién fundada Santiago de León como un voto a raíz de la tremenda epidemia de viruela de 1580. La calle que lleva al templo aún no tiene nombre. Arranca de “la esquina de María Zavala y Francisco Infante” y es una de las tres calles largas que corren de norte a sur. Se mandó empedrarla en 1603. Junto a la iglesia fue establecido un hospital.

     Al frente se extendía una plaza en cuyo centro había una fuente. De la iglesia de San Pablo era sacada en procesión Nuestra Señora de la Copacabana – en muy ricas andas de plata a fines del siglo XVIII – para impetrar lluvias al cielo. Por haberse deteriorado la fuente, en 1771 se ordenó suplantarla por otra que había estado en la Plaza Mayor. Cuando el viajero Francisco Depons visitó la ciudad a comienzos del siglo XIX, la plaza no le causó buena impresión: “su única regularidad consiste en su forma cuadrada, y su único adorno es la fuente colocada en el centro. No está embaldosada ni allanada”. Más tarde tendrá pavimento de lajas.

     Cuando en 1844 se instaló en la plaza una fuente de mármol, donación de Juan Pérez, la vieja fuente de la Plaza Mayor fue trasladada a San Jacinto, luego a Antímano y finalmente a La Vega. Hoy se cree que sus restos están en una casa particular. La nueva fuente de Juan Pérez representaba una india, armada de arco y de carcaj. De entre el adorno de plumas que tenía en la cabeza surtía el agua. Esta india había de pasar a una gruta artificial sembrada de animales de metal, de figurillas humanas, de casas, molinos y cascadas, todo a manera de enorme nacimiento que atrajo a varias generaciones de niños a la Plaza de la Misericordia.

     Años después de ser remodelada aquella plaza, un entusiasta por nuestras cosas del pasado rescató de una pedrera en El Calvario trozos de la estatua. La cabeza con su penacho había desaparecido.

     San Pablo tuvo árboles un tiempo. Cierta mañana amanecieron cortados por manos criminales. En el lugar de la fuente se erigió una estatua al general José Tadeo Monagas. También el militar y expresidente hubo de ser removido.

     La plazuela –a ella daban las casas de los Salías y de los Monagas– fue en 1814 lugar de ejecución de los patriotas condenados por Boves. Luego volverá a ensangrentarse en las rudas contiendas civiles. Tabernas, garitos y casas de lenocinio se multiplicarán por las cercanías, lo que habrá de provocar otra clase de turbulencias. Así nace, entre batallas y trifulcas, y se fija para siempre la caraqueñísima palabra sanpablera, sinónimo de zipizape. San Pablo Ermitaño, en cuyo honor fue creado el templo, seguramente esperaba mejor recordación.

     El presidente Guzmán Blanco, por si fueran pocos los encontronazos que había provocado con la Iglesia, ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar. A pesar de que el caudillo ironizaba, asegurando que no era profanación, “pues el arte dramático estuvo exclusivamente, y por mucho tiempo, en poder de los clérigos”, en desagravio hizo construir la basílica de Santa Teresa. Allá fue la venerada imagen del Nazareno de San Pablo a la cual atribuye la devoción popular, entre otros prodigios, el de haber hablado al artífice que la esculpió.

El presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar, el cual se conoció inicialmente como Teatro Guzmán Blanco, luego denominada Teatro Municipal.

El presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó el derribo del templo de San Pablo para levantar un teatro en su lugar, el cual se conoció inicialmente como Teatro Guzmán Blanco, luego denominada Teatro Municipal.

     Los trabajos para el teatro, conforme al proyecto de Esteban Ricard, se iniciaron en 1876 y en medio de contratiempos, abandono y modificaciones hubo de prolongarse hasta fines de 1880. El Teatro Guzmán Blanco, “que con su magnificencia está a la altura de los mejores que existen en América”, y cuyo costó se elevó casi al millón de bolívares, fue entregado oficialmente el 1° de enero de 1881.

     Para el estreno había sido contratada una compañía lírica italiana que, en realidad, no resultó muy brillante. La obra elegida para la solemne ocasión era tal vez Hernani, y la fecha, el 3 de enero. Pero San Pablo fue siempre lugar de tropiezos. Hubo retardo “por indisposición de la nonna”, y al fin, según dice el anuncio del Diario de Avisos, “el inmortal Trovador del maestro Verdi es la partitura con que se abrirá la presente temporada”, el día 4 por la noche.

     Desde aquel momento, el Teatro Municipal, llamado así cuando Guzmán pasó a la historia, había de ser el mayor centro musical, dramático y coreográfico de Caracas. Por no citar sino lo que también pasó a la historia después de un brillo deslumbrante, allí deleitaron a la concurrencia el piano de Teresita Carreño, las danzas de Ana Pavlova, el patetismo de María Guerrero, la voz de Tita Rufo.

En 1859, durante la Guerra Federal, hubo en la plaza San Pablo un enfrentamiento militar entre liberales y conservadores. Ese hecho sería denominado luego como La Sampablera.

En 1859, durante la Guerra Federal, hubo en la plaza San Pablo un enfrentamiento militar entre liberales y conservadores. Ese hecho sería denominado luego como La Sampablera.

     San Pablo, reducto caraqueño al fin, unía y mezclaba en forma despreocupada lo selecto y lo popular. Frente al ilustre coliseo, en la plazuela, se apiñaba la multitud cada año en alegres danzas de carnaval. A espaldas del teatro, en la actual Plaza Miranda, hubo un mercado. Su edificio de metal cobijaría más tarde a El Molino Rojo, lugar de bailes y de sanpableras. Frente a esa misma plaza se instaló la primera planta eléctrica de Caracas, que el 24 de julio de 1883, centenario del natalicio de Simón Bolívar, había de iluminar con arcos voltaicos el teatro guzmancista y los alrededores del Capitolio.

     En 1897, bajo el gobierno de Crespo, se colocaron varios hermosos relojes en la ciudad. Uno de ellos fue instalado en la esquina de San Pablo. Entre esa esquina y la de Mercaderes, casi a la sombra del Municipal, funcionó el Salón Apolo donde eran ofrecidas las primicias del cinematógrafo y se exhibieron figuras de cera. Una muy impresionante representaba al Libertador en la agonía. 

     Frente al teatro fue construido mucho más tarde el Hotel Majestic, de fea arquitectura. No duró mucho. Contra él y otros edificios cercanos se estrenó una moderna versión del ariete, la enorme y pesada bola para demoliciones. La muerte del Majestic a fuerza de porrazos fue un espectáculo. Nacía la Caracas moderna.

     Cuando progresan las obras del centro Simón Bolívar, desaparece la Plaza de San Pablo. El reloj de Crespo se trasladará a El Peaje, en El Valle. La fachada del Municipal es mutilada. El teatro, remendado anacronismo sumido entre nuevas construcciones y ya insuficiente, abre sus puertas de tarde en tarde. Lo único que parece recobrar verdadera vida el Miércoles Santo es la devoción por El Nazareno, pero desde hace mucho tiempo se le llama el Nazareno de Santa Teresa.

     San Pablo y todo lo que allí surgió o por allí ha pasado son apenas sombras, prontas a desvanecerse”.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

Revista Líneas. Caracas, Núm. 113, septiembre de 1966

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