Primeros pasos de Armando Reverón

Primeros pasos de Armando Reverón

Foto de Armando Reverón dedicada a su mamá. Caracas, 1912.

Foto de Armando Reverón dedicada a su mamá. Caracas, 1912.

     Armando Reverón, uno de los artistas de más amplia trayectoria en todas las épocas de las artes plásticas en Venezuela, complementó muy joven su pasión por la pintura con estudios en Europa, becado por la Municipalidad de Caracas, a principios de la segunda década del siglo XX.

     Tras seguir cursos en academias españolas de Madrid y Barcelona y visitar estudios de artistas en la capital francesa, el pintor que se especializó en el impacto de la luz tropical, comenzó a figurar en los medios de comunicación de la época como una promesa de la pintura

     El jueves 16 de diciembre de 1915, en la sección APUNTES DEL MOMENTO, publicada en la primera página de El Nuevo Diario, le dedican amplio espacio y anticipan que el muchacho que entonces contaba 26 años de edad, será gran figura, en reportaje-entrevista que firma AMADIS, seudónimo con el que entonces firmaba sus trabajos Eduardo Carreño (1881-1954), destacado poeta, biógrafo y critico. A continuación, transcribimos el texto titulado: UN PINTOR VENEZOLANO

     “Caracas, 10 de diciembre de 1915. Noche de retreta. La muchedumbre gregaria recorre las extensas avenidas, a los compases de la música jacarandosa, que pone alas en los pies y fuego en los espíritus. Bajo el dosel purpúreo de una acacia, no lejos del bronce que perpetúa al Libertador, hay un corrillo en el cual charlan personas que me interesan. Me acerco. Leoncio Martínez tiene la palabra. Con desbordante entusiasmo elogia las aptitudes de sus compañeros del Círculo de Bellas Artes. Cobra vivacidad el palique; y de pronto detiénese en un nombre: el de Armando Julio Reverón, cuyos talentos pondera.

–No le pierdas de vista–díceme el buen Leo; –es un joven pintor que promete mucho. Tiene un solo defecto: que está tocado de extrañas manías.

–Ese no es un defecto propiamente dicho–le arguyó; –porque, para que un individuo se vuelva lunático, ha menester la materia prima, o sea el cerebro en este caso.

–Déjate de paradojas.

     Creí al principio que se trataba de uno de esos muchachos sin relieve que se la dan de locos, por dárselas de algo; y que cometen toda clase de desatinos, amparándose del misterioso don, cuya excelencia proclamó hace siglos el ilustre Erasmo de Rotterdam.

     A tal propósito recordé la gran suma de tiempo y de tinta empleados para desvirtuar la supuesta divina locura de Simón Bolívar y la frase de un amigo: ¡Un hombre normal! ¡Dios nos libre de semejante monstruo!

     Impertinentes disgresiones aparte, es lo cierto que Reverón no era para mí un desconocido, pues había admirado sus lienzos en el salón exhibitorio del Círculo de Bellas Artes.

Muy joven, Reverón empuñó la brocha gorda; y pintó fachadas y paredes interiores con el propósito de reunir dinero para viajar a Europa.

Muy joven, Reverón empuñó la brocha gorda; y pintó fachadas y paredes interiores con el propósito de reunir dinero para viajar a Europa.

Después supe de algunos episodios de su vida aventurera; de su torturadora inconformidad y de que andaba por lueñes [lejanas] tierras. En su retorno al terrazgo nativo, quise conocerle; y a fe que hemos hecho muy buenas migas.

Reverón nació en Caracas; y a los trece años aficiónose a la pintura. Ingresó como alumno en la Academia Nacional de Bellas Artes, bajo la dirección del inolvidable maestro Herrera Toro. Allí estuvo hasta que frisó con los dieciocho; y fue entonces cuando emprendió el éxodo hacia Barcelona de España.

La Ciudad Condal «archivo de la cortesía» llamábale con voz de sirena; lió sus bártulos y llegó a la floreciente urbe catalana. En la Academia de Bellas Artes tuvo como Director de colorido a Climent y Borrás, previos los estudios preliminares. A los pocos meses trasladóse a Madrid, donde logró inscribirse en la célebre Academia de San Fernando. Y fue como sigue: llegó a la puerta del local y allí topóse con un pintor estudiante, cojo por añadidura. Preguntóle:

–Tenga la bondad de informarme, ¿quién es el director de esta Academia?

–El señor Muñoz Degrain, a quien es difícil ver, porque se necesita audiencia.

     Reverón, un tanto desalentado por la respuesta del paticojo, despidióse y al punto se dirigió al domicilio de Muñoz Degrain, cuyas señas conocía de antemano. Llegó, tocó y salióle una criada:

–Me hace el favor, ¿don Antonio Muñoz Degrain está en casa?

–Espere.

     De súbito contestó una voz de adentro:

–¿Quién es? ¡Que pase adelante!

–¿Es usted don Antonio?

–Servidor

–Pues bien, yo soy americano, y habiendo visitado el Museo de Arte Moderno, vi sus paisajes de Granada. . . ¡Y me encantaron!

–¡Ah, esos tiempos de Granada la bella! Pero, en fin, venga usted conmigo para que vea. Y le enseñó entre otras cosas unos tomates, cuya perfección pictórica era tal, que provocaba comérselos.

     Reverón, sin más preámbulos, tomó lápiz y papel y le hizo un croquis.

–Mire este apunte–le dijo a Muñoz cierta persona que hallábase en el estudio.

Armando Reverón es considerado uno de los más importantes del siglo XX en América Latina. Sus restos están sepultados en el Panteón Nacional.

Armando Reverón es considerado uno de los más importantes del siglo XX en América Latina. Sus restos están sepultados en el Panteón Nacional.

     Entonces giró la conversación sobre el prodigioso Ignacio Zuloaga, de quien no se mostró nada afecto Muñoz Degrain, dizque porque honraba poco a España con cuadros de cenceños picadores y caballos canijos, de toreros y majas cursis. Cuando terminó la contumelia, Reverón le manifestó sus deseos y designios.

–Sí, pase mañana por la Academia a las once. Al siguiente día acudió con toda puntualidad; le presentó a varios pintores; autorizóle para que sacase matrículas y llegaron a estimarse de tal modo que, más que maestro y discípulo, fueron dos inseparables camaradas.

     Reverón se captó asimismo el afecto del profesor de anatomía en la Academia, don José Parada y Santín, quien se fijó en el claro-oscuro de las «manchas» del aprendiz, insinuándole:

–Usted le agradaría mucho a Zuloaga. Y le aconsejó que fuese a Segovia en esa primavera. Hacia allí enderezó los pasos, no sin antes recibir algunas admoniciones para presentarse ante el pintor egregio.

–Procure no hablarle y haga una de sus tantas locuras.

     Llegó a Segovia. Encaminóse a la residencia de Zuloaga, al tiempo en que éste salía con la capa a medio rebozo, No quiso importunarle; y fue después de algunos días, en el campo, cuándo y dónde le conoció. Corolario de la charla que hubo allí, fue el llevarle Zuloaga a su taller.

     Mostróle el maestro varias de las obras que estaba ejecutando; luego pidióle opinión. El muchacho no supo qué contestar, pues ante tanta maravilla la palabra hubiese sido irreverente.

     Zuloaga marchóse a París; Reverón a Madrid, donde vendió unos lienzos y pudo trasladarse a Lutecia. Se le agotaron los pocos recursos con que contaba; Lorenzo González ingenióse para allegarle una exigua suma; y Tito Salas concluyó una tela que Reverón había empezado, con el mismo objeto. Partió de nuevo a Barcelona y luego restituyóse a Caracas. Aquí, todo un dilecto artista como él, empuñó la brocha gorda; y pintó fachadas y paredes interiores con el propósito de reunir unos cuartos para tornar a Europa. Así lo hizo; y a no ser por la pícara neurastenia, allá estuviese. Gallardo testimonio de que invirtió bien el tiempo, son los paisajes que se trajo de un victorioso colorido.

     A puro esfuerzo propio ha hecho como Colón tres viajes para descubrir la Belleza. Una de las perennes obcecaciones suyas es El Greco. En él está todo–me dice: –mientras en la comisura de los labios dibújase la flor de una sonrisa. . .”

Etapas del alumbrado eléctrico y de la electricidad en Venezuela

Etapas del alumbrado eléctrico y de la electricidad en Venezuela

Por Héctor Pérez Marchelli

Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland se asombraron cuando en la población de Calabozo, estado Guárico, consiguieron una máquina eléctrica construida por Carlos del Pozo, habitante de esa localidad.

Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland se asombraron cuando en la población de Calabozo, estado Guárico, consiguieron una máquina eléctrica construida por Carlos del Pozo, habitante de esa localidad.

     “Durante nuestro siglo diecinueve, en medio del fragor de las batallas, luchas políticas, epidemias, catástrofes, plagas, el esfuerzo de ciertas individualidades marcan las etapas de un lento, pero inevitable progreso, más patente si seguimos las huellas de quienes hicieron por iluminar la oscuridad, tanto física como espiritual, de los venezolanos. En efecto, quienes tuvieron que ver con la iluminación, el alumbrado y la electricidad, demuestra capacidades y empeño a través de su vida y obra. Del tizón al candil del sebo de ganado, de la luz de aceite a la lámpara de kerosene, del mechero de gas al foco eléctrico, señalan las distintas etapas de una historia que, aunque paralela, no se encuentra entre los relatos de escaramuzas, guerras, vidas de militares y políticos, y el recuento de las pequeñas y grandes rencillas de las distintas facciones nacionales. La historia de la iluminación y luego de la industria que genera industrias, la luz y la energía motriz, tiene para todos nosotros una enseñanza, porque es prueba de estudios, dedicación, constancia, planificación y sostenimiento. La preocupación por mejorar el alumbrado, es incentivo para el desarrollo de la electricidad, y la aplicación del fluido, desplazará inevitablemente a la máquina de vapor y la utilización del gas como iluminación, hasta cambiará las costumbres.

     Pretendemos recorrer en rápidas secuencias las actividades de ciertos hombres y determinados acontecimientos, que nos dan una imagen diferente del convulsionado siglo XIX venezolano. En los llanos de Calabozo se realizaron los primeros experimentos eléctricos de Venezuela.

     Cuando Alejandro de Humboldt y Amadeo Bonpland realizaron su expedición al interior de Venezuela, en marzo de 1800, a través de los llanos hasta llegar al Orinoco, cargados de un importante material de laboratorio, además de poseer los últimos conocimientos científicos, se sorprendieron de las actividades de un habitante de Calabozo, sub-delegado del Estanco del Tabaco, antiguo Visitador de la Real Hacienda, empleado de Intendencia, Juez y Teniente de Justicia Mayor Interino. Era don Carlos del Pozo y Sucre, hijo de un noble siciliano casado con una cumanesa, doña Isabel de Sucre y Trejo. Uno de sus cinco hermanos, el ingeniero militar José del Pozo Sucre y Trejo (1742-1819), tuvo destacada figuración en los servicios de la Corona española.

     Humboldt y Bonpland, atizados por la idea de buscar peces portadores de electricidad, el Gimnotus o Electrophorus eléctricus, llamado comúnmente Temblador, viajan a Calabozo y en sus cercanías, en el Caño Vera, logran obtener varios ejemplares. Hasta se someten a la acción de fuertes descargas. Mientras realizan estas investigaciones hacen amistad con don Carlos del Pozo, quien con anterioridad había experimentado del mismo modo que el viajero doctor Schilling en Guayana en 1770, comprobando que el Temblador aproximaba involuntariamente al imán. Carlos del Pozo –según el testimonio de Humboldt en su Viaje a las regiones equinocciales del nuevo Continente–poseía una máquina eléctrica de grandes discos electróforos, baterías, electrómeros y, además, en su biblioteca se encontraban las obras de Sigaud de La Fond y las Memorias de Banjamín Franklin. Hasta llegó a construir con materiales traídos por barcos provenientes de Filadelfia, “platillos para una máquina de discos y obtener efectos más considerables de la electricidad”. Los aparatos de precisión que llevaba Humboldt a lomo de bestias por los llanos y en débiles embarcaciones por los ríos, eran muy similares a los que poseía del Pozo. Electrómeros de paja, de bolilla de sauco y de hojas de oro laminado, una botella de Leyden, sorprendieron a del Pozo por la similitud con aquellos con que experimentaba. Con absoluta seguridad Humboldt transmitió al sabio venezolano, en las dos semanas de su permanencia por los llanos de Calabozo, los adelantos alcanzados por Volta, Gay Lussac, Galvani e Ingenhousz. De Pozo acompaña a la expedición científica hasta San Fernando de Apure y, según el sabio alemán, allí tomó “buenas observaciones termométricas”.

     Humboldt, cinco meses más tarde, el 20 de agosto, se dirige al Capitán General de la entonces Provincia de Venezuela, don Manuel de Guevara Vasconcelos, en los siguientes términos:

En 1873, el ingeniero químico venezolano, Vicente Marcano, elaboró aparatos de luz eléctrica para iluminación de algunas calles de Caracas.

En 1873, el ingeniero químico venezolano, Vicente Marcano, elaboró aparatos de luz eléctrica para iluminación de algunas calles de Caracas.

     “En Calabozo vive un sujeto de poca fortuna, pero de gran talento mecánico y de bastante instrucción en la física experimental, el subdelegado de la renta de tabaco don Carlos del Pozo y Sucre. Con sus mismas manos y sin haber nunca visto cosa semejante, ha construido en Calabozo una máquina eléctrica, que se puede comparar con las mejores que he visto en España y en Francia. No tengo nada que añadir sobre este talento porque ya sé que Usted lo honra con su protección”.

     Poco después, en 1801, el Ayuntamiento de Caracas designa para el proyecto de poner techo al Coliseo a Carlos del Pozo, quien a la sazón se encontraba en la capital, pero ya él, recién, se había marchado a la villa de Calabozo. Y en 1803 es propuesto por la Junta de Caracas para el cargo de Director de las obras.

     La huella de Carlos del Pozo y Sucre se pierde durante la guerra de independencia, diciéndose apenas que fue prisionero de Antoñanzas y libertado por Monteverde.
Sin embargo, Sir Robert Ker Porter, representante diplomático del gobierno inglés, en su viaje a los llanos como invitado del General José Antonio Páez, anota en su diario:

     “Martes 6 de noviembre de 1832. Cabalgamos desde las primeras horas de la mañana para ver algunos parajes refrescantes llamados “los Baños”, situados entre algunos bosques en la Mesa de Calabozo, no muy lejos de una de sus Misiones. Por nuestro camino observamos un pararrayos, levantado por el científico de quien hablara Humboldt, Señor Carlos del Pozo, hace mucho tiempo reunido con sus padres, que queda como un provechoso Monumento del conocimiento filosófico. No más allá de una milla de distancia de allí, en la llanura [Don Ramón Palacio, Gobernador Civil de Calabozo] erigió un conductor eléctrico similar.

     Hoy en día, en el sitio denominado El Vicario, a un lado del aeropuerto de Calabozo, se levanta una lápida que recuerda los trabajos de del Pozo.

 

Precursores del sistema de alumbrado y de la luz eléctrica en nuestro país

     Los trabajos de Humboldt y de del Pozo no hallaron émulos en nuestro país hasta bien entrado el siglo diecinueve. En la Universidad, los estudios tradicionales de Ingeniería, Derecho y Medicina, no se ocupaban de los adelantos que se realizaban en materia de electricidad. Lo mismo ocurría con otras ciencias experimentales, entre ellas la Química. Así, durante mucho tiempo se continuará usando para el alumbrado público de calles, teatros, salones oficiales y casas: candiles, lámparas, quinqués, fanales, luminarias y arañas, y según la categoría del consumidor, se usará como combustible el aceite de coco, sebo de ganado, aceite de cerdo o manteca, aceite de ballena y velas de esperma y de cera.

     Según Manuel Landaeta Rosales, en 1850, el doctor Alejandro Ibarra, físico notable, preparó un aparato de gas para alumbrado que utilizó en su casa, pero no se extendió al público. En 1853 el doctor Gonzalo Antonio Ruiz introdujo 116 faroles de gas hidrógeno en el sistema de alumbrado de Caracas.

     Al fin, el 29 de mayo de 1856, se rompe la larga demora del progreso y se va a utilizar una de las aplicaciones de la electricidad. Durante la presidencia del general José Tadeo Monagas, se inaugura la línea telegráfica entre La Guaira y Caracas, instalada por el español don Manuel de Montúfar. Ese mismo año la capital sufre una epidemia de cólera, pero también inaugura el Teatro Caracas, iluminado por un gasómetro de mil doscientos sesenta pies cúbicos de gas para un alumbrado a gas. Y hubo que demostrar por la prensa que el alumbrado de este género era más barato que el de aceite.

     A partir de 1860, Venezuela es inundada, como todos los mercados del mundo, por lámparas de petróleo, es decir, kerosene. La línea de vapores americanos, la Red D Line, se ocupa de hacer llegar a todos nuestros puertos el combustible extraído de los pozos petroleros de los Estados Unidos. A partir de ese entonces se entabla una competencia entre los expendedores de gas y de kerosene.

     Tímidamente se realizan instalaciones de gasómetros, con largas interrupciones en sus servicios. En 1863, los señores Antonio María Ros, José María Larrazábal y Servadio, Monsanto y Cía., inauguraron uno en Caracas.

     En abril de 1872, el ingeniero químico Vicente Marcano, poseedor de una extraordinaria facilidad en el diseño y construcción de aparatos mecánicos, es llamado para realizar las reparaciones necesarias en el gasómetro de la ciudad. Un año más tarde, para las fiestas nacionales del 28 de octubre de 1873, el mismo Marcano prepara aparatos de luz eléctrica para la iluminación de algunas calles.

     A finales de 1873 en la sección “Ecos de Caracas”, del diario La Opinión Nacional, leemos:

“Una gran noticia. Nuestro teatro se está lavando la cara, y poniendo parches en la cabeza que le disimularán en lo posible los agujeros de marras. El alumbrado estará también modificado. En lugar de candiles habrá lámparas, en vez de humo luz, y en cambio de caballerizas tendremos salón para señoras”.

     Toca al farmacéutico Roberto Jahnke y al célebre botánico y naturalista alemán doctor Adolfo Ernst hacer los preparativos para la iluminación eléctrica de la estatua del Libertador erigida en la Plaza Mayor en noviembre de 1874. En esa misma oportunidad los señores Colomb y Sosa colocan frente a su tienda luces producidas por un aparato de electricidad traído expresamente de Europa.

En 1897, el ingeniero caraqueño Ricardo Zuloaga (1867-1932) construyó la estación El Encantado, primera central hidroeléctrica que suministro energía eléctrica a la ciudad de Caracas.

En 1897, el ingeniero caraqueño Ricardo Zuloaga (1867-1932) construyó la estación El Encantado, primera central hidroeléctrica que suministro energía eléctrica a la ciudad de Caracas.

     El aparato de Jahnke es nuevamente puesto a funcionar durante la conmemoración del 5 de julio de 1875. Después será vendido al Gobierno Nacional por 909 venezolanos, siendo destinado al gabinete de física de la Universidad Central.

     Pero aún continuará la lucha de la electricidad por imponerse. En 1876, el ministro de Obras Públicas, ingeniero Roberto García, ordena instalar en el Teatro Guzmán Blanco, que él mismo diseñó, “un gasógeno moderno “Patent” o máquina con todos sus adherentes para fabricar gas con el fluido denominado gasolina, suficiente para doscientas luces durante cinco horas”.

     Ya a finales del año, noviembre de 1876, hasta abril de 1877, un joven médico alemán, el doctor Carl Sachs, especializado en fisiología experimental, realizó un viaje al interior de Venezuela especialmente para estudiar al Temblador. En Calabozo, con un completo laboratorio electro-fisiológico, se dedicó al estudio de este pez.

     Desde julio de 1880, Venezuela pudo comunicarse con el exterior por medio del cable que estableció la Sociedad Francesa de Telégrafos Submarinos. Gerardo M. Borges, “telegrafista de vastos conocimientos como electricista y práctico en el manejo de los aparatos, nos representa en el primer Congreso de Electricidad, celebrado en París el 15 de septiembre de 1881”.

     En la noche del 23 de julio de 1883 –según Manuel Landaeta Rosales y López de Ceballos– Carlos G. Palacios inauguró la luz eléctrica en Caracas, pero sólo surtía a la Plaza Bolívar, los Boulevares del Capitolio y la estatua de Guzmán Blanco en El Calvario, iluminándolos con lámparas Jablochkoff. A partir de septiembre, la maquinaria que se había instalado expresamente para el Centenario de Simón Bolívar, fue utilizada para la exclusiva iluminación del Teatro Municipal.

     El servicio telefónico –aparatos de Bell a base de baterías– fue organizado e instalado por primera vez en agosto del mismo año, por la Intercontinental, comunicando a Caracas, La Guaira, Valencia y Puerto Cabello. Más tarde, otra compañía de teléfonos, The American Company, se estableció en la misma ciudad en 1888.

     El 26 de octubre de 1884 se inaugura la Compañía de Gas, para la iluminación de Caracas. El general Antonio Guzmán Blanco es su promotor y socio. El capital de la compañía sobrepasará el millón de bolívares y será, adentrada la primera década del mil novecientos, cuando desaparecerá.

     Con motivo del centenario del General Rafael Urdaneta se estableció el alumbrado eléctrico en las principales calles de Maracaibo. El 24 de octubre de 1888, Jaime F. Carrillo instaló las maquinarias en apenas ocho días. Posteriormente la empresa se denominó The Maracaibo Electric Light Co. Las maquinarias, calderas, dinamos procedían en su mayor parte de la firma Thomson Houston.

     El norteamericano Miguel F. Dooley logra establecer el 22 de septiembre de 1889 el alumbrado eléctrico de la capital del Estado Carabobo. Muchos años después, la empras de alumbrado que alimentaba sus calderas con leña y carbón, fue adquirida por Carlos Stelling, quien la transformó en hidroeléctrica.

El 5 de julio de 1889 se instalan en Caracas doce relojes eléctricos. El 14 de febrero de 1893, se contrató con el señor Emilio J. Maury el alumbrado por luz eléctrica para la Casa Amarilla, el Salón Municipal, el Palacio Federal y la Plaza interior del Capitolio de Caracas. El ingeniero Carlos Alberto Lares Paredes montó en 1895 la primera planta eléctrica de Mérida, la que iniciaron los señores don Caracciolo Parra Picón y don Obdulio Picón. Pero la aplicación de la electricidad, a un costo mínimo y bajo los últimos avances técnicos, le toca a un joven ingeniero realizarla.

 

Ricardo Zuloaga

     Desde Carlos del Pozo a Ricardo Zuloaga transcurre todo un largo siglo. Al último le toca el mérito de dar el paso definitivo para la utilización de la electricidad no solo para la iluminación de calles y habitaciones, sino también como energía eléctrica que va a desplazar al motor de vapor y que va a impulsar a la industria. Utiliza la energía de los volúmenes de agua para producir corriente alterna. En fin, va a ser factor importante en la modernización del país.

     Terminados sus estudios en el Colegio Roscio, dirigido por el licenciado Agustín Aveledo, obtiene en 1883 el título de Agrimensor, expedido por la Universidad Central, y allí mismo, cinco años más tarde, después de cursar matemáticas, geometría analítica, cálculo diferencial, dibujo lineal, cálculo integral y mecánica racional, geodesia y arte de construir, astronomía práctica y caminos, orotomía, arquitectura, ferrocarriles y aplicaciones de mecánica, botánica y zoología, mineralogía y geología, se gradúa de ingeniero. Entre sus profesores estaban Adolfo Ernst, Roberto García, Jesús Muñoz Tébar, Vicente G. Guánchez. Perteneció al grupo de amigos de Vicente Marcano, al lado de Carlos A. Villanueva, José Antonio Mosquera y Adolfo Frydensberg.

     Después de ejercer su profesión en la instalación de una fábrica de hielo en Puerto Cabello en 1887, realizó un viaje a Europa para estudiar el perfeccionamiento de los quemadores de gas del alumbrado y la posibilidad de utilizar corriente alterna producida por generadores hidráulicos. A su regreso funda la Compañía Anónima la Electricidad de Caracas, con el exiguo capital de medio millón de bolívares, para sus avanzados proyectos. El 8 de agosto de 1897 inaugura la Compañía. Los duros años del comienzo no le restaron valor para hacer surgir la empresa, acrecentándola cada vez más a la par del incremento de las necesidades de la ciudad. “Esa planta –como dijo El Universal al día siguiente de la muerte del ingeniero Ricardo Zuloaga, acaecida el 15 de diciembre de 1932– fue una de las primeras instaladas en el mundo para producción de energía hidroeléctrica para ser llevada a distancia”.

     El 22 de septiembre, día de su nacimiento ocurrido en 1865, es celebrado como Día del Electricista.

FUENTES CONSULTADAS

  • Para la realización de este reportaje se consultaron numerosas obras, en especial trabajos de Manuel Landaeta Rosales, Enrique Bernardo Núñez, Bartolomé López de Ceballos, Ángel Grisanti, Ramón Díaz Sánchez, Marisa Vannini de Gerulewicz, Benito Fernández Machado, Juan y Eduardo Röhl; de don Walter Dupouy su guía y el importante dato en su edición del diario de Sir Robert Ker Porter, y, por último, se utilizó La Opinión Nacional, El Zulia Ilustrado y El Universal.

  • Revista Líneas. Caracas, N° 137, septiembre de 1968

Emil Friedman no creía en “niños prodigio”

Emil Friedman no creía en “niños prodigio”

Durante una gira de conciertos por Suramérica, el húngaro Emil Friedman, de 37 años, llegó a Venezuela y decidió quedarse.

Durante una gira de conciertos por Suramérica, el húngaro Emil Friedman, de 37 años, llegó a Venezuela y decidió quedarse.

     A mediados de 1945, mientras cumplía una gira de conciertos por diferentes capitales suramericanas, el músico Emil Friedman pasó unos días en Caracas y en entrevista para la revista Élite, con Alfredo Armas Alfonzo, dijo que no creía en niños prodigios de la música y anticipó que le gustaría casarse con una venezolana. Entonces Friedman contaba 37 años de edad. En el lobby del desaparecido Hotel Majestic, que estaba ubicado frente al Teatro Municipal, le confesó al reportero que los grandes genios de la música en todas las épocas, siempre han tenido un maestro genial.

     Otro de los temas que se abordó en la conversación giró en torno al gusto de Friedman por la belleza de la mujer venezolana. Ese mismo año de 1945, el violinista de origen húngaro, nacido en Praga, el 24 de mayo de 1908, viajó a Maracaibo y allí aceptó el cargo de director de la Academia de Música del estado Zulia, en el cual se mantuvo hasta 1948.

     En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano y su vocación pedagógica, se trasladó a Caracas y fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, donde niños que se iniciaban en la actividad escolar experimentaban con un instrumento clásico como el violín.

     En 1953, ocho años después de la entrevista con Armas Alfonzo, contrajo matrimonio con la pianista zuliana Elvia Elisa Argüello Landaeta. En 1967 la unidad preescolar cambió de nombre a “Colegio Emil Friedman”, institución que sirvió de inspiración para la creación del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela.

     La mencionada entrevista fue publicada el 16 de junio de 1945, bajo el título: CONVERSANDO CON EMIL FRIEDMAN. La transcribimos a continuación: “Cuatro de la tarde. Lluvia.

      En la tarde gris el agua cae, floja, sobre Caracas. Las gotas largas y tímidas van esmaltando el cemento y sobre el bronce herrumbroso de la vieja estatua heroica de la Plaza del Municipal pintan escurridizos brillos metálicos.

     Llegamos al hall del Hotel Majestic bajo la fría llovizna. Y a una muchacha morena de bellos ojos negros, parapetada tras el mostrador, junto al teléfono, preguntamos:

–Señorita, tiene la bondad. ¿Podría hablar con el señor Friedman?

     Y la muchacha, amable, se ha acercado al teléfono, ha marcado un número y nos ha tendido la bocina, luego de establecer la comunicación, y hétenos, aquí, repantigados en una cómoda butaca del hall de entrada, esperando a Emil Friedman, reputado violinista mundial.

En 1945, el escritor, crítico, editor e historiador venezolano, Alfredo Armas Alfonzo, le realizó la primera entrevista que dio Emil Friedman en Venezuela.

En 1945, el escritor, crítico, editor e historiador venezolano, Alfredo Armas Alfonzo, le realizó la primera entrevista que dio Emil Friedman en Venezuela.

     Llueve en la tarde gris. Fría y lenta llovizna de junio. Y esperamos cinco, diez minutos. Fumamos, y a través del humo vemos los bellos ojos negros, la calle esmaltada de fugaces brillos.

     En eso se presentó Friedman, bajo, robusto, una prematura calvicie desalojando de la cabeza inteligente la amarilla mancha de pelo. Trae en las manos un sombrero de panamá y en los labios delgados una palabra de excusa por la espera.

     Emil Friedman, con este traje liviano, fresco y este cuerpo fuerte y sano más bien parece un deportista. Tiene, además, la palabra amena y dicharachera, y el gesto sobrio, enérgico, del deportista. Le hacemos sitio en el mullido butacón de rojos colores desvaídos. Y hablamos. Bajo la tarde de lluvia. El hoy reputado famoso artista nació en Praga, en 1908, y en correcto castellano ha empezado a decirnos:

–¡Caramba! Esta lluvia. A las cuatro debía ir a la Academia de Música. . . Me espera una niña artista…

–¿Una niña prodigio?, preguntamos.

–Oh, no. No creo en niños prodigios.

     Y esto es motivo para que Emil Friedman converse largamente sobre el tema, cite a diversos artistas del violín y concluye afirmando:

–El artista no nace hecho, con el instrumento bajo el brazo. Nadie nace con una profesión determinada. Los grandes genios han tenido maestros geniales. Mi caso, sin ser un genio, es, un ejemplo extraordinario. Mis padres eran médicos y no violinistas; fueron opuestos siempre a mi deseo. Fue a los doce años, cuando el contacto con la gente de la orquesta Sinfónica de Praga me hizo violinista. Y eso estudiando mucho, por muchos años.

     Friedman cuenta así la historia. Él era un muchacho, y un día fue a la claque, esto es con la gente pagada para aplaudir los espectáculos. Los profesionales del aplauso ocupaban en el teatro la parte más alta, la llamada galería del teatro. Pero la mirada del adolescente íbase con frecuencia hacia abajo, hacia el sitio destinado a los músicos de la orquesta. Y un día, cansado de prodigar aplausos, se dejó llegar hasta el sitio objeto de su curiosidad, y allí, escondido tras la persona del contrabajo, seguía con atención desvelada, el manejo del instrumento tan grande, del tamaño del niño. Y un día le dijo de aprender él. Se rió el músico:

–No. Esto es muy grande para ti. Te voy a regalar uno más chico.

–Y me regaló un violín.

En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano, el músico húngaro fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, institución que años más tarde, se convirtió en el Colegio Emil Friedman.

En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano, el músico húngaro fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, institución que años más tarde, se convirtió en el Colegio Emil Friedman.

     Su primer maestro en Praga, después del músico del contrabasso, fue Otto Sévcik, el “Ingeniero del violín”, famoso músico checo, creador de un método tan fácil que solamente un idiota podía dejar de aprenderlo técnicamente a la perfección. A los 17 años estaba en la Orquesta Sinfónica. Y a los 19 años salió a París, acompañado allí por Henry Marteau, también famoso como Sévcik. De la Ciudad Luz, siempre actuando en las principales salas, Friedman volvió a Praga como asistente del director de la Sinfónica. Allí estuvo del 38 al 39, como concertino.

     Su arte maravilloso paseó en triunfo Inglaterra, Nueva Zelanda, el cercano Oriente –Damasco, Stambul, Ankara, Beirut, Smirna–, Palestina, Egipto, todo el mundo.

     En Inglaterra lo sorprendió la guerra; en Miami el final era esperado. En marzo del 39, estando en Praga, vinieron las hordas nazistas. El 17 de ese mes abandonó el maestro a la gran ciudad checa, dos días después que Adolfo Hitler profanara el suelo de la República. Finlandia, Suecia, Noruega, vieron pasar al músico, el violín callado y triste, rumbo a Inglaterra.

     Y siguieron los caminos invitándolo. El año 40 estaba en Panamá, de donde lo llaman, ofreciéndole contratos ventajosos, según cables que nos muestra. El 42 volvió de nuevo a Inglaterra. Aquí vivió la trágica angustia de los bombardeos despiadados, y vio como se venía al suelo la vieja ciudad de los Lores.

     Y América. Toda la América, desde la Argentina hasta Cuba, por todos los pueblos del nuevo continente excepto Bolivia, Paraguay, Nicaragua y Honduras.

     La palabra correcta de Friedman nos lleva y trae por todos los cielos del mundo. Habla así de la riqueza del Brasil, de nuestro potencial agrícola, de la fecundidad del medio artístico venezolano, de la cual es exponente la continuada visita de artistas y conjuntos de ballet y teatro.

     Luego conversamos de otras cosas. De la mujer venezolana, en primer término. Emil Friedman no es casado y le encanta la mujer criolla. Bueno, Friedman quería casarse con una venezolana. Un tipo como ése, primorosa morena que atiende la Caja en el Copacabana Club del Majestic.

     Nosotros le hemos dicho riendo, que la tarea es fácil y hasta le prometemos ayudarlo, publicando aquí tal deseo y hablando de la ventaja que el matrimonio con el afamado violinista reportaría a la feliz mujer que le toque en suerte.

     Aún más. Friedman emprenderá dentro de poco una gira por el occidente venezolano. ¿Será tras ese propósito? A nuestro entrevistado le gustaría radicarse en Venezuela: una magnífica oportunidad para contar con un agricultor de promesas artísticas. El genio maestro que impulsaría los pequeños genios criollos. Que aquí los hay hasta en la sopa. Tan impertinente como la lluvia, que cae mansa en la calle”.

 

La Planta “El Encantado”, Monumento Nacional

La Planta “El Encantado”, Monumento Nacional

Gráfica de la instalación de la planta eléctrica El Encantado, en 1896.

Gráfica de la instalación de la planta eléctrica El Encantado, en 1896.

     En el II Congreso de Ingeniería Eléctrica y Mecánica, celebrado en Maracay, estado Aragua, en febrero de 1956, el gerente del departamento comercial de la Electricidad de caracas, doctor Mario A. Aldrey, propuso, en el punto N° 29 de su acta final, lo siguiente:

     “Recomendar al Ejecutivo Nacional que, en honor a la Industria Eléctrica del país, declare Monumento Nacional a la Planta Eléctrica “El Encantado” (Edo. Miranda), construida en 1895”. Esta recomendación al Ejecutivo Nacional honra no solamente a la industria eléctrica del país, sino también en consecuencia, a su promotor y pionero, el ingeniero Ricardo Zuloaga, quien, con una gran visión del futuro industrial de Venezuela, concibió la idea de fundar una compañía de servicio público de electricidad.

     Esta industria se fundó con la instalación de la Planta Eléctrica “El Encantado”, situada en las márgenes del río Guaire, a una distancia de 6 Kms. de Petare, que con una caída de agua de 36 metros y un volumen que fluctuaba entre los 1.000 litros por segundo como mínimo y 3.000 a 4.000 litros por segundo en la época de lluvias, brindó al ingeniero Ricardo Zuloaga la oportunidad técnica para la construcción de la Primera Planta Hidroeléctrica del país.

     La mejor descripción de las instalaciones y equipos de la Planta “El Encantado” se encuentra en la conocida revista de esa época “El Cojo Ilustrado” en su reportaje correspondiente al N° 281 de fecha 1° de septiembre de 1903. De inmediato copiamos textualmente parte de lo que dice el señor Germán Jiménez en el mencionado artículo de “El Cojo Ilustrado”:

 

“Instalaciones hidro-eléctricas de La Electricidad de Caracas

     La transmisión de la energía por medio de la electricidad, una de las maravillas que nos legara la ciencia en los últimos años del siglo XIX, ha sido de resultados tan trascendentales, que apenas hay país civilizado que no trate hoy de utilizar por este medio la fuerza motriz de las aguas para dar vida a las industrias.

     Aunque esta importante aplicación de la ciencia eléctrica data de muy atrás, como que el Telégrafo no es en realidad sino un caso particular de ella, es muy cierto que el sistema no se hizo verdaderamente práctico por corriente alternativa y para grandes instalaciones industriales, son desde las memorables experiencias hechas en 1891, entre Lauffen y Francfort.

     La construcción de la actual planta de “El Encantado” comenzó en 1896 siendo el señor Ingeniero Ricardo Zuloaga promotor de la empresa y director general de los trabajos. Puede decirse, por tanto, que el establecimiento industrial del que nos ocupamos en el presente escrito, es contemporáneo de las primeras instalaciones de su género fundadas en los demás países de América y Europa; circunstancia que redundan indudablemente en honor de Venezuela, que, en esta vez, no ha quedado rezagada en el movimiento universal de la ciencia y de la industria.

     Tiene así esta Empresa un doble interés científico para nosotros; interés que se acrecienta para el observador que visita sus talleres, al contemplar la belleza del paisaje y lo imponente del conjunto de las instalaciones. Véanse allí, en efecto, numerosos edificios enclavados en medio de la abrupta serranía; canales y gruesas tuberías abriéndose paso a través de moles inmensas de durísima roca; espléndidos jardines, poblados de plantas tropicales y exóticas, que han sustituido a peñascales, ayer casi inaccesibles; cables aéreos que facilitan la movilización de obreros y materiales; y todo ello, con el único fin de arrebatar al Guaire la potencia motriz de sus aguas, para ofrecerle luego a los habitantes de Caracas, convertida en luz y en energía eléctrica. ¡Grandioso e interesante espectáculo, y ejemplo extraordinario del dominio que puede ejercer el hombre sobre la naturaleza!

 

Turbinas

     La Sociedad Escher Wyss & Co. de Zurich ha sido la proveedora del todo el material hidráulico de esta empresa. Concretándonos por el momento a la estación generadora de “El Encantado”, diremos que ella consta de cuatro turbinas de 240 a 260 caballos cada una, sistema Girad, de eje vertical, y de dos de 20 a 24 caballos, sistema Jonval, destinados a las excitadoras. De estos receptores, sólo tres grandes y uno pequeño funcionan durante el régimen normal de la Oficina, quedando como reserva una unidad de cada clase. Están colocados en el piso inferior de un vasto edificio, hecho de concreto, que mide 25 metros de largo por 7 metros de ancho; utilizándose una bomba construida debajo, para el canal de desagüe y un piso superior, para la galería de los generadores y cuadro de distribución. Este edificio, así como otros dos situados en su proximidad y que sirven de oficina de teléfonos, alojamiento de empleados, depósitos, etc., están naturalmente protegidos de las crecientes, por ser allí bastante ancho el cauce de las aguas y por estar a 10 metros de altura sobre el nivel del río.

     Las turbinas grandes son del tipo de coronas paralelas, y de libre desviación, de modo que el agua no debe llenar nunca, completamente, los canales formados por las paletas de la rueda móvil; sistema que tiene la ventaja de prestarse a grandes variaciones en el gasto sin que el coeficiente de rendimiento sea sensiblemente afectado. A fin de evitar que lleguen a trabajar ahogadas, en cuyo caso habría pérdida de efecto útil, un sencillo aparato, provisto de un flotador, hace que el aire se introduzca por pequeños orificios debajo de la turbina al subir demasiado el nivel inferior, aparato absolutamente semejante al imaginado por Meunier, ingeniero hidráulico de París, y que en la presente instalación no ha dado resultados satisfactorios.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Generadores

     La instalación eléctrica de “El Encantado” está constituida por cuatro alternadores, de los cuales uno es de reserva; de eje vertical, directamente acoplado a las turbinas por acoplamiento rígido. Producen corrientes trifásicas a la tensión compuesta de 5.200 volts, que corresponden a 3.000 en cadafás. Absorbiendo cada uno 260 caballos efectivos y funcionando sobre circuitos inductivos para los cuales el valor del factor de potencia sea igual a 0,85, la intensidad normal, a toda carga, será de 22,76 amperes; pues, si se tiene en cuenta que el rendimiento garantizado de estas máquinas es de 91, resultan las cifras siguientes para la potencia disponible en los botones (bornes): 260 caballos x 0,91=236,60 caballos=174,14 kilowatts; número que es idéntico al producto de 3 x 0,85 x 3.000 x 22,76 amperes.

     La velocidad de rotación es, naturalmente, igual a la de las turbinas: 375 revoluciones por minuto.

     Tanto el inductor como el inducido son fijos; sólo gira una rueda de acero, semejante a un volante, con ocho protuberancias hacia el exterior a manera de dientes. Una gran corona fija, de hierro fundido, está circunscrita a esta pieza móvil; dejando un pequeño intervalo entre las dos; contiene, en su cara interior, tres series de arrollamientos: uno en su parte media, compuesto de una sola bobina, que forma el inductor; y los otros dos, a ambos lados de éste, de 24 bobinas cada uno, constituyendo el inducido.

     Tal género de alternadores ofrece, como se ve, la particularidad de que una masa metálica sin arrollamiento alguno, girando en un campo magnético, es la productora aparente de las corrientes inducidas; mecanismo que llama la atención por su sencillez, en cierto modo, de la rutina de la teoría general de los alternadores, damos en seguida algunas notas explicativas acerca de él. El circuito magnético está aquí formado por tres secciones; la rueda móvil, las armaduras del inducido y la corona exterior; la distancia entre la rueda y cada bobina siendo variable, como que depende de la posición de los dientes de aquélla con respecto de ésta, resulta que el flujo magnético encuentra mayor o menor resistencia para pasar de la una a la otra, de donde provienen variaciones de corrientes inducidas. Cada vez que frente a una bobina pasa un diente, la corriente es máxima; después va disminuyendo, hasta hacerse nula cuando el diente ha pasado completamente y hay un vacío en su lugar. Debido a este modo de generar las corrientes, las presentes máquinas son conocidas con el nombre de alternadores de reluctancia variable.

     Las bobinas que forman los anillos inducidos están ligadas entre sí; de modo que cada uno de estos produce la mitad de la tensión total. Los tres circuitos del inducido son conectados en estrella y están formados por 16 bobinas cada uno; estas últimas contienen 41 metros de alambre de cobre aislado, de 3 milímetros de diámetro. Resistencia de las bombas inductora, 2.227 ohms. La ventilación de este aparato no deja nada que desear; su peso alcanza a 10 toneladas.

     El eje vertical, que sostiene la rueda móvil, termina hacia arriba en una chumacera, la cual está apoyada en cuatro brazos de hierro fundido, atornillados a la corona exterior. Uno de los contratiempos que ha tenido esta planta desde sus comienzos, ha sido el rápido deterioro de estas chumaceras, sin saberse, en el primer momento, a qué causa atribuirlo, hasta que, en el curso de la explotación, se llegó a observar la formación de corrientes parásitas (corrientes de Foucault), entre la rueda móvil, los brazos superiores y la corona fija del alternador; corriente que, al pasar del eje a la chumacera, producía chispas que eran la explicación del fenómeno. Una lámina aisladora colocada en la unión de los brazos con la corona, hará desaparecer la dificultad radicalmente.

 

Líneas de alta tensión

     La línea de transmisión entre “El Encantado” y la entrada a Caracas (puente de Anauco) presenta un desarrollo de 16 kilómetros y es doble, constando, por consiguiente, de seis alambres. De suerte que esta planta, en régimen normal, puede hacer uso de ambas líneas, reduciendo así las pérdidas en la transmisión, o utilizar una de las dos, dejando la otra de reserva, cuando la instalación no funciona a plena carga. Entre “Los Naranjos” y “El Encantado” la línea es simple, por ahora, y tiene una longitud de 3 kilómetros. No hay dificultad de asociar en paralelo las dos instalaciones, usando los mismos alambres hasta Caracas y elevando en ambas la tensión a 10.000 volts, pero sería más conveniente establecer nuevos conductores para la segunda, a fin de no disminuir sensiblemente el coeficiente de rendimiento y de tener mayor seguridad en el servicio.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

     Todas las líneas están provistas, a la salida de las respectivas estaciones, de cortocircuitos fusibles y son apoyadas en postes de hierro, de 100 kilogramos de peso, por el intermedio de cruceros de madera y de aisladores de porcelana de doble campana. La distancia normal entre los postes es de 40 metros y la máxima de 250 metros en un sitio cercano a “Los Naranjos”.

     Los conductores son de cobre, con una cubierta aisladora en los trayectos colocados en la ciudad y en las plantas generadoras. Este aislamiento, de la fábrica Tedeschi & Ca. de Turín, consiste en capas de algodón de guttita y de caucho vulcanizado, con un espesor de 1 1/3 milímetros, y su resistencia está garantozada en 150 megohms por kilómetro.

     La sección adoptada por el alambre desnudo es de 33 milímetros cuadrados, o sea, un diámetro de 6½ milímetros; corresponde al calibre N° 2 en el sistema Brown & Sharpe, empleado en América, y a 66.373 circular mils en el sistema Edison. Su peso por metro lineal es de 295,33 gramos y la fábrica garantiza para el metal una conductibilidad de 98 p.

     El sistema de pararrayos aquí adoptado es el de cuernos, que describimos sucintamente por haber dado excelentes resultados. Consiste en dos cuernos divergentes, cuya distancia mínima debe ser de un milímetro por cada 1.000 volts de tensión, pero que en todo caso no ha de ser menos de 3 milímetros para instalaciones colocadas en lugares cubiertos y de 10 para las situadas a la intemperie. Uno de los cuernos está unido a tierra y el otro a la línea de transmisión, continuando esta última perpendicularmente a su dirección general. En tiempo ordinario la corriente pasa siguiendo el conductor; pero al venir la descarga atmosférica por el alambre, en lugar de desviarse, tiende a escaparse en línea recta, salvando, por una especie de velocidad adquirida, la pequeña distancia existente entre los dos cuernos y continuando enseguida hacia la tierra.

     Las dos líneas de transmisión antes de su entrada a Caracas, van a una pequeña Estación de interruptores, situada al este de la ciudad, en Sarria, donde alimentan un sistema de barras colectoras, de las cuales parten tres ramales: uno para la Cervecería Nacional; otro para toda la parte Norte de la población, y un tercero para la parte sur de la ciudad, que se prolonga hasta la curtiembre de los señores Paúl & Ca., situada en Catia. Tanto las líneas de entrada a esta pequeña Estación como los ramales de salida, están provistos de sus correspondientes interruptores. El largo total de los ramales de alta tensión distribuidos en la ciudad alcanza a 9½ kilómetros; ellos están protegidos en toda su longitud por una malla o red de alambres, situada debajo de los conductores para evitar los accidentes que pudiera producir la ruptura de alguno de los hilos. Las mallas son apoyadas en los mismos postes por medio de aisladores y están relacionados en trozos independientes.

 

Subestaciones

     Estas son simplemente puestos de transformación, donde se convierte el alto voltaje en tipos bajos, adecuados a las necesidades de los consumidores. Unas veces, el transformador es montado en el sitio mismo en que está colocado el motor; y otras, un solo transformador, situado en un local céntrico, sirve varias instalaciones por medio de líneas secundarias de baja tensión. La longitud de estas últimas, en toda la ciudad, no alcanza a más de un kilómetro.

     La alta tensión de 4.550 volts, es bajada en los transformadores actuales a cifras que varían entre 190 y 208. Cada aparato está protegido por corta circuitos fusibles y generalmente pararrayos.

     Las subestaciones más notables establecidas hasta hoy, son: la de la Empresa del Gas y de la Luz Eléctrica, cuyos transformadores tienen una capacidad total de 500 kilowatts; la de la cervecería Nacional con 110; y la instalada en la oficina misma de la Compañía, en la calle norte 3, con 140 kilowatts. Las líneas secundarias que parten de la última alimentan 11 motores, siendo, desde este punto de vista, la Subestación de mayor importancia; se ha montado además en ella, un taller mecánico, que ya consta de un motor eléctrico, un torno, una máquina de cortar hierro, una de taladrar, una fragua y un horno de fundición de cobre.

     Fuera de las 3 Subestaciones principales enumeradas, existen las siguientes: 1 en la hacienda “Las Mercedes” (Chacao), 1 en la estación del Ferrocarril Central, 6 en el ramal del norte de la ciudad y 10 en el del sur. Total: 21 Subestaciones, que alimentan los motores de 42 suscriptores.

     La capacidad de los transformadores en las dieciocho subestaciones menores varía de 3 a 30 kilowatts, y en las grandes, de 40 a 100. Haciendo el cómputo aproximado de los coeficientes de rendimiento respectivos, resulta para el valor medio de ellos la cifra 0.94.

 

Esfuerzo inteligente y tenaz de Ricardo Zuloaga.

     Damos aquí término a la tarea que voluntariamente nos hemos impuesto, de hacer conocer los principales detalles e informaciones técnicos relativos a las instalaciones que pertenecen a la Compañía “La Electricidad de Caracas”. Como habrá observado el lector, alguna vez hemos entrado en la explicación de ciertos fenómenos y principios lo cual, innecesario, sin duda, para las personas doctas. Nos ha perecido conveniente y oportuno, no solo por tratarse de una empresa nueva en el país, sino con el fin de lograr que estas líneas puedan ser leídas con fruto aun por aquellos ajenos a los estudios que se relacionan con las ciencias hidráulica y eléctrica.

     Al concluir estos apuntes, tributamos con el mayor placer los aplausos a que son acreedores los dueños de la Compañía y muy bien en especial, al director de los trabajos, señor ingeniero Ricardo Zuloaga, a cuyo esfuerzo inteligente y tenaz se debe, en su mayor parte, la realización de una obra que marca un progreso efectivo en el desarrollo industrial de Venezuela. Por lo demás, la empresa de que tratamos no ha menester de nuestras alabanzas, pues la simple descripción de las obras ejecutadas y el recuento de los inconvenientes de todo género que ha sido necesario vencer, constituyen el mejor elogio a sus labores”.

Caracas, abril de 1903
GERMÁN JIMÉNEZ

FUENTES CONSULTADAS

  • Boletín Líneas de la Electricidad de Caracas. Caracas, marzo de 1956
Barlovento, la película

Barlovento, la película

Vidal López y Luis “Mono” Zuloaga, peloteros pioneros en el cine. La película, dirigida por Fraiz Grijalba, se estrenó en Caracas el 18 de abril de 1945. Fue la primera gran producción de “Bolívar Films”

En un pasaje de la película Barlovento, aparecen los conocidos deportistas Vidal López y Luis “Mono” Zuloaga, siendo esta la primera vez que unos jugadores venezolanos de beisbol intervienen en un film.

En un pasaje de la película Barlovento, aparecen los conocidos deportistas Vidal López y Luis “Mono” Zuloaga, siendo esta la primera vez que unos jugadores venezolanos de beisbol intervienen en un film.

     La fiebre por la pelota venezolana alcanzó tan altas temperaturas en la década de 1940, especialmente después de los títulos que ganó la selección nacional de mayores en los campeonatos Mundiales de 1941, 1944 y 1945, que varias de las figuras principales incursionaron en otras actividades, como campañas publicitarias y hasta en la pantalla grande.

     Mucho antes de que bigleaguers como Baudilio Díaz, David Concepción y Jesús Marcano Trillo participaran en la cinta “Pa’ mi tú estás loco” (1978), dirigida por César Cortez, con un reparto encabezado por Hilda Carrero, Joselo y Napoleón Deffit, entre otros, y que Oswaldo Guillén protagonizara, junto a María Alejandra Martín, el unitario de Radio Caracas Televisión, “La Raya de Cal” (1990), escrito por César Miguel Rondón e Ibsen Martínez, los peloteros Vidal López y Luis “Mono” Zuloaga, se convirtieron en deportistas pioneros en la cuestión cinematográfica.

     En 1945, López y Zuloaga, así como Yolanda Leal, reina del deporte venezolano en la época, el periodista deportivo Candelario Rivera (Chato Candela) y el caricaturista Manuel Martínez (Manuel), muy vinculado a la actividad deportiva nacional, participaron en la película “Barlovento”, dirigida por Franz Grijalba, con Henrique Benshimol y Elisa Soteldo en plan de principales figuras.

     En la edición del 17 de marzo de 1945 de la revista Elite, el periodista Jesús Eduardo Lizarraga, con el título BARLOVENTO, ofrece interesantes detalles de la producción de la cinta. A continuación, transcribimos el reportaje.

     Las producciones cinematográficas venezolanas, hasta ahora no han tenido gran aceptación entre el público. Siempre le encontramos algún defecto que nos hace pensar cómo todavía el cine en Venezuela está en “pañales”. Pero ante todos los escollos y los obstáculos han surgido hombres que verdaderamente se han preocupado por llevar a la gelatina buenos argumentos y excelente técnica. BARLOVENTO es la primera de las producciones que lanzan estos decididos hombres al público venezolano, y estamos seguros que esta película sí tendrá la aceptación deseada dentro del círculo de críticos del pueblo mismo.

     BARLOVENTO es una producción que nos trae un pedazo de esa tierra venezolana que quedó inmortalizada en la pieza del mismo nombre y de la cual es su autor el notable compositor venezolano Eduardo Serrano, director musical de la película.

 

La técnica

     Respecto a la parte técnica, BARLOVENTO no deja nada que desear. Cuenta con los hombres que actualmente están considerados como los mejores técnicos en el ramo peliculero venezolano. Frank Giovanelli, con la cámara, ha sabido corresponder a la confianza que han puesto en él los productores.

     Luis Capriles, “la primera autoridad de sonido en Venezuela”, estará a cargo de recoger en el micrófono todos los diálogos y conversaciones que en la película se desarrollan. Frank Giovanelli Jr. es ayudante de sonido y se desempeña magníficamente.

Aviso de prensa anunciando el estreno de la película Barlovento, en el cine Principal, el 18 de abril de 1945.

Aviso de prensa anunciando el estreno de la película Barlovento, en el cine Principal, el 18 de abril de 1945.

La reina de la Serie Mundial de Beisbol Amateur de 1944, Yolanda Leal, hace el papel de una muchacha del pueblo.

La reina de la Serie Mundial de Beisbol Amateur de 1944, Yolanda Leal, hace el papel de una muchacha del pueblo.

Elisa Soteldo, Lala Gil Bustamante y Luz Manzano, tres principales artistas que intervienen en la película Barlovento.

Elisa Soteldo, Lala Gil Bustamante y Luz Manzano, tres principales artistas que intervienen en la película Barlovento.

Los artistas

     BARLOVENTO cuenta con elementos que han sabido corresponder muy bien a las aspiraciones en ellos puestas. Sí es verdad que estos actores no serán consumados, pero en la interpretación de sus respectivos papeles se han revelado como verdaderas promesas cinematográficas.

     Henrique Benshimol, como galán; Yolanda Leal como una muchacha de pueblo; Lala Gil Bustamante, como una rica señorita de sociedad; Elisa Soteldo, la muchacha que con sus encantos ha sabido conquistar el corazón del famoso compositor (Henrique Benshimol); León Bravo, Luz Manzano, Luis M. Poleo y además la actuación especial de Vidal “Barlovento ” López, Luis “Mono” Zuloaga, Anésimo Onato, Manuel Martínez, quien interpreta estupendamente el papel de coronel Bermúdez, Candelario Rivera (Chato Candela), Risela Alegría, y varios más, todos, absolutamente todos, han dado muestras de mucha comprensión artística.

 

Dirección, producción y realización

     He querido dejar para último el comentario sobre las tres personas a las cuales debe Venezuela esta gran producción.

     Franz Grijalba, director, ha sabido con su mano maestra llevar con calma y paciencia a todos los actores que hasta ahora no tenían ninguna experiencia cinematográfica, para que alcanzaran el máximo rendimiento.

     Grijalba es también autor del argumento y del guión cinematográfico, de lo cual debe estar orgulloso por haber transcrito en el papel los sentimientos de Venezuela, esta Venezuela, que no siendo de él quiere como a su propia patria.

     La producción se la debemos al dinamismo y buenos deseos de Pedro Paiva Ravengar, quien es bien conocido de todos los públicos por ser uno de los más fieles intérpretes de la música venezolana.

     Juanito Martínez Pozueta, ha sido la base principal de esta película; con su gran amor por Venezuela, ha querido hacer de esta cinta una producción que agrade a todos los venezolanos, y lo ha conseguido.

     Juanito Martínez, Franz Grijalba y Pedro Paiva, una tripleta de éxito en el nacimiento de la cinematografía venezolana, y los cuales están dispuestos a seguir adelante sin amilanarse para conseguir que Venezuela figure entre las principales naciones productoras de películas.

     Según hemos podido saber, “Barlovento” será estrenada el próximo 19 de abril en el Teatro Principal, ya los toques de corte y montaje están finalizados.

     Así pues, tenemos lista ya otra producción venezolana, otra película más que sale de los estudios de Bolívar Films, el primero que se fundó en esta capital con el nombre de Venezuela Cinematográfica.

     Con “Barlovento” y “Dos hombres en la tormenta”, actualmente en filmación, el cine nacional afirma condiciones de calidad, buscando la clave de su destino cierto, el camino de su implantación definitiva”.

William H. Phelps una vida dedicada a Venezuela

William H. Phelps una vida dedicada a Venezuela

Yo me hice comerciante porque tenía hambre –dice reflexionando este hombre notable que hizo una de las mayores fortunas del país.

Yo me hice comerciante porque tenía hambre –dice reflexionando este hombre notable que hizo una de las mayores fortunas del país.

     Interesante entrevista-reportaje con el científico y empresario William H. Phelps, realizada por Julio Navarro y publicada en la edición N° 926 de la revista Élite, de fecha 3 de julio de 1943, en la que ofrece interesantísimos detalles de su exitosa trayectoria en Venezuela.

     El señor Phelps, quien nació en Nueva York el 14 de junio de 1875, visitó nuestro país por primera vez, a la edad de 21 años, en 1896, mientras elaboraba su tesis doctoral de la Universidad de Harvard. En ese primer viaje se dedicó a la recolección de datos sobre la variedad de aves que habitaban el cerro Turimiquire, en el estado Monagas.

     En 1897 regresó a Venezuela y se hizo residente de nuestro país. Continuó con sus estudios científicos en materia de ornitología, los cuales alternó con el oficio comercial.

     El mencionado trabajo periodístico de la revista Élite fue publicado cuando Mr. Phelps contaba 68 años de edad, estaba retirado de sus actividades empresariales y se dedicaba a darle los últimos toques a su largo trabajo sobre las aves en Venezuela, recopilación detallada de más de un centenar de expediciones por diversos lugares del país, para clasificar la más variada colección ornitológica.

     Entre otras anécdotas de su prolífica actividad profesional, revela que a principios del siglo XX laboró como corresponsal en Caracas del diario New York Herald y como agente de la marca de automóviles Ford marcó exitosa actividad al introducir el novedoso sistema de venta por cuotas.

     El señor William H. Phelps falleció en Caracas, a la edad de 90 años, el 9 de diciembre de 1965. Seguidamente ofrecemos la transcripción de la entrevista-reportaje con quien en diciembre de 1930 fundó la emisora radial YV1BC Broadcasting Caracas, primera estación radial privada de Venezuela.

VIDA EJEMPLAR DE WILLIAM H. PHELPS

     –Yo me hice comerciante porque tenía hambre –dice reflexionando este hombre notable que hizo una de las mayores fortunas del país; que lanzó a nuestras gentes por primera vez en automóvil cuesta abajo –tardamos varios años en lograr que los carros subieran las pendiente, nos dijo más adelante en el curso de la conversación; –que estableció el sábado inglés entre nosotros; que inició en Venezuela y en el mundo el sistema de venta de automóviles a cuotas; que estableció la primera caja de ahorros para sus empleados y que dio un impulso enorme al comercio del país.

     Mr. William H. Phelps agrega inmediatamente, como si fuera parte de una misma sentencia, como si fuera algo indisoluble:

     –Sin embargo, han sido los pájaros lo que siempre me ha interesado. Vine a hacer plata para dedicarme luego a mi verdadera inclinación. Creí que dos o tres años bastarían para mi propósito; pero tuve que esperar largo tiempo. Desde julio de 1897 en que llegué a Venezuela. ¡Cuarenta y seis años!

     ¡El comercio y las aves! Ahí, como en una parábola de los tiempos modernos, quedaban sintetizados los elementos esenciales de la vida de este pionero de la ciencia y de la acción, cuya existencia llena de sacrificios, inquietudes y perseverancia, serviría de tema para una biografía magnífica y aleccionadora que, al estilo norteamericano, debería titularse: “De la nada a millonario”.

     El comercio y las aves. Nada de esto tiene valor por sí mismo. La teoría de la utilidad marginal y la ornitología, desde un diván, sobre una terraza que da a un rincón umbrío del jardín o desde la columna de un periódico, constituyen abstracciones desconcertantes. Superfluas.

     No es posible detener el vuelo del pájaro, dejarlo suspendido en el vacío para capturarlo más tarde, ni se asientan los libros de contabilidad con frases de propaganda: “No hay hogar feliz sin frigidaire o siga el desarrollo de la guerra con un radio X”.

     Es necesario seguir el vuelo del ave y es necesario, por otra parte, obtener la mercancía, convencer al público de su utilidad, dar facilidades de pago, vencer al rival, luchar. La vida es todo lo contrario de la abstracción. Es inquietud, esfuerzo constante, noches en vela, es quizá, como en este caso del comercio y las aves, de la plusvalía y ornitología, paradoja.

     La vida es realidad. Y la vida de este norteamericano notable, figura noble, erguida, de guedeja blanca que parte irregularmente su frente amplia, rostro de ojos vivos e inquietos –escrutadores– y nariz afilada que sugiere perfiles de águila, está hecha de realidades extraordinarias.

 

El hombre de ciencia

     –¿Usted cree que puede interesarle a alguien esa entrevista que me pide? –pregunta después de recibirme e invitarme a sentar en el cuarto de trabajo de su museo particular, construido a prueba de humedad e incendios, en un ángulo tupido, frondoso de su extenso parque.

     –Estoy seguro.

     Una perrita extravagante, ladra agudamente desde un rincón. Su cabeza es delgada, de largo pelo blanco. Los ojos rojizos le asoman tímidamente entre los rizos ofreciendo una divertida interpretación de señora de edad con gorro de dormir.

     –¡Está bueno! !está bueno! –reprende su amo para calmarla. Se acerca. La toma delicadamente sujetándola bajo el brazo, como un paquete, la lleva hasta una mesa distante en la que aparece un mullido almohadón y un teléfono y la abandona. Luego me hace una seña invitándome a entrar en lo que viene a ser un recinto sagrado: las naves del museo donde miles de pajarillos de brillante color y extraña contextura duermen un sueño de alcanfor.

Phelps fue el fundador de El Almacén Americano, uno de las tiendas más importantes del país, donde también comenzó a venderse automóviles Ford, en 1911.

Phelps fue el fundador de El Almacén Americano, uno de las tiendas más importantes del país, donde también comenzó a venderse automóviles Ford, en 1911.

     Mr. William H. Phielps sintió desde su infancia una fuerte inclinación por la vida de las aves. En la Universidad de Harvard se dedicó con ahínco al estudio de la zoología y, especialmente, de la ornitología. Fue eso lo que le trajo a Venezuela, según nos va refiriendo entre el abrir y cerrar de sus grandes arcas de plumas. Formaba parte de una comisión científica dirigida a Maturín para estudiar especies desconocidas. Además de naturalista, Mr. Phelps era un gran observador de las cosas de los hombres. Nadie sabría decir qué le impresionó más: si la riqueza de nuestra fauna, el tornasol de nuestros pajarillos o las posibilidades comerciales de esta inmensidad terrestre.

     Su viaje como naturalista encierra una doble o triple importancia. Si se contara cómo estancia en el país el tiempo de su expedición, indiscutiblemente sería el residente norteamericano más antiguo en Venezuela; pero si no es así, si solo se toma en cuenta la fecha de su llegada como residente, un año después, en julio de 1897, habría perdido ese rivalizado lugar a manos de Mr. Rudolph Dolge. En uno u en otro caso es siempre el norteamericano más rico residente entre nosotros.

     –Hay pájaros que sólo se encuentran, en el mundo, en un cerro, –exclama con énfasis, haciendo resaltar lo extraordinario del estudio y de la empresa, mientras con el dedo índice señala una mancha oscura en la sierra Roraima y luego otra sobre el Auyantepuy.

     Cada una de esas expediciones obtiene, generalmente, diez o quince especies nuevas. En un catálogo general se anota su entrada. Luego, una vez determinada la especie, se llena una ficha que lleva un cuadrito de color, determinado, según que la especie haya sido clasificada o no, o que sus subespecies aparezcan claramente fijadas. En este caso, o en el de no determinación, se envían los ejemplares al museo ornitológico norteamericano para su estudio comparativo.

     El descubrir una especie nueva constituye una emoción difícil de expresar. Las alas rígidas de esas nuevas especies originan un revuelo en el mundo científico. Varios números de un folleto titulado “American Museum Novitates” que aparece sobre la mesa de trabajo, hablan de las nuevas especies descubiertas por este hombre de ciencia.

 

Un tesoro bien guardado

     Tres, cuatro vueltas. Comienza a girar la rueda del complicado mecanismo. Primero a la izquierda. Otra vuelta. Ahora a la derecha. Finalmente tira de una manivela y se abre la caja de caudales. Del fondo extrae dos gruesos volúmenes. Uno se titula “Icones Aviv Mon”. Es el primer volumen sobre ornitología publicado en el mundo. La fecha de edición es de 1560. Su autor es Conradus Gernerv. El otro de los libros, en inglés, lleva por título “A Natural History of Birds”. Es mucho más moderno. Está impreso en 1750.

     Sentado en un sofá situado en una galería cerrada con tela metálica, al fondo del museo, examina con verdadera fruición las obras ante nuestros ojos. No nos permite tener los libros en nuestras manos ni aún tocar sus hojas. De vez en cuando se detiene ante una lámina y nos da una explicación. Transcurre un momento de vacilación y nos revela algo sobre su tesoro.

     –Quizás los colores hayan sido dados a mano posteriormente.

     A mí no me parecen ni muy brillantes ni muy acertados. Al fin, exclamó.
     –Bien pudiera ser.

     Mr. Phelps parece no recibir con agrado aquella opinión de un profano, aunque corrobora su aserto, y replica vivamente:

     –Bueno, yo no sé. Puede ser así o quizá no. Yo no sé. Yo no sé.

     Se produce un silencio que viene a convertirse en intermedio político.

     –El libro me lo regaló mi yerno, Pierre Cot, ministro francés que ocupó varias carteras. Fue ministro de Aviación del gobierno de Daladier. Pierre –agrega– fue siempre contrario a la colaboración o a la política de apaciguamiento del Eje. Renunció cuando esa tendencia se hacía demasiado manifiesta en el premier francés. Cot perteneció al Frente Popular y es, quizás, uno de los políticos galos que más odia a Hitler.

     De las cosas terrenas pasamos a las divinas. Al “A Natural History of Birds”, el otro de sus valiosos volúmenes. Un curioso libro publicado por entregas, cada una de las cuales va dedicada a una figura notable. La dedicatoria viene a contribuir al pago de la edición. La entrega que guarda Mr. Phelps tiene la dedicatoria más extraordinaria aparecida en libro alguno: “A Dios, el Único, el Omnisciente, el Omnipotente. . .” Mientras leo noto cómo se esboza una sonrisa en mi interlocutor, que al fin exclama:

     –¿No le parece que le echa una pila de flores?

     Transcurren unos segundos y le pregunto:

     –¿Cuál es su idea de Dios?

     –¡Ah, no no! Yo no me voy a zumbar con eso –exclama en perfecto criollo.

William Phelps fundó en 1930 la emisora YB1BC Broadcasting Caracas, que posteriormente pasó a llamarse Radio Caracas Radio.

William Phelps fundó en 1930 la emisora YB1BC Broadcasting Caracas, que posteriormente pasó a llamarse Radio Caracas Radio.

El hombre de empresa

     Es una sensación topográfica. El mundo, para la mayoría, es una pendiente; escarpada: cuesta arriba. Más para los fabricantes de automóviles y sus agentes o quizás mejor para Williams H. Phelps comenzó siendo cuesta abajo. Al menos, según nos confiesa ahora, ese fue su sistema de venta en un principio. El vehículo diabólico era colocado al extremo de las pendientes en aquel rellano, frente al local de la empresa, entonces situada en lo que es hoy el Royal Bank. Ante las ruedas del Ford se extendía un largo camino en bajada: Camejo, Santa Teresa, Cipreses. Era todo un descenso hasta la misma orilla del Guaire.

     ¿Qué artefacto con ruedas no marcharía en estas condiciones? Sin embargo, existía una dificultad. Convencer al candidato a subir al aparato infernal. Obtenido esto, todo lo que había que hacer era quitarle los frenos y dominar el vértigo de la velocidad hasta llegar al último trozo en vertiente en que indefectiblemente, el agente de automóviles repetía la misma frase después de levantar el asiento delantero y destapar el tapón del depósito de gasolina, colocándose de modo hábil para que el presunto candidato no se diera cuenta del engaño: “Se nos acabó la gasolina”.

     Eso era en 1908 y este norteamericano notable que había de pasar a ocupar una de las posiciones económicas más fuertes del país, residía aquí desde hacía varios años. Cabía por tanto preguntarse: ¿qué ha sido antes, el Ford o los pájaros? La respuesta, la respuesta personal de William H. Phelps está henchida de sabiduría. Ni sacrificó su ambición ni dejó de percatarse que para realizar ésta es necesaria una base práctica. La existencia es imaginación, ilusiones, proyectos, ambiciones y unos dólares en el banco.

     –¿El Ford o los pájaros?

     –¡El paludismo!

     Los primeros seis años había sido un morirse de fiebre en el interior, sosteniéndose difícilmente con la pequeña utilidad de una máquina para beneficiar café. Existía un factor con el que nuestro hombre parecía no haber contado: ¡el clima! Por aquel entonces no existía defensa. La alternativa era cruel: o regresar a Norteamérica o morir. Volvió a Estados Unidos y regresó de nuevo a Venezuela. Esta vez, además de ornitólogo, ya graduado en ciencias de la Universidad de Harvard, era representante exclusivo de varias casas comerciales y periodista.

     –El “New York Herald” me pagaba 150 dólares mensuales. Eran los tiempos de Castro con las confiscaciones de los intereses extranjeros y parecían abundar las noticias.

     Fue en esa época, diez años después de su llegada, que Mr. Phelps había quitado el freno del pedal al Ford y se lo había puesto a la adversidad. Las pianolas, las máquinas de escribir, las cajas registradoras –antes de separarse de su socio Arvelo– comenzaron a abrirse paso entre nosotros. Las cosas marchaban bien. Surge la primera agencia en Ciudad Bolívar y poco más tarde, en 1912, otra en Maracaibo. Los negocios progresan. Hay que perseverar. Sobre todo, es necesario incrementarlos. La máquina extraña llega a Rubio, llega a Tovar, llega a todas partes. No por sí sola, sino desarmada, en piezas, sobre la cabeza de los peones contratados; pero llega. No es posible desmayar, no es posible conformarse. Y algo inesperado ocurre.

     Ford mismo se asombra. Uno de sus agentes en un país llamado Venezuela ha revolucionado su sistema de ventas. Ya no es necesario tener dinero para comprar un Ford. Basta con tener una pequeña cantidad y pagar luego proporcionalmente. Es el sistema de cuotas aplicado a la venta de automóviles. Es también, para muchos, la ruina segura. Todos los pronósticos fracasan. William H. Phelps, agente de la Ford, ha visto aumentar sus ventas al quíntuplo. Es más, hasta ha logrado que el Ford, no solo anduviera en terreno plano, sino que subiera las cuestas, acontecimiento este último debido al señor Lewis J. Proctor, Gerente de la New York and Bemudez Company. William H. Phelps ha triunfado. Los pájaros se encuentran ahora más al alcance de su mano.

     Ha sido un triunfo gradual. Sin golpes de suerte. De un modo racional, casi mecánico. Como un cambio de velocidad.

     El Ford y Mr. Phelps han subido la cuesta. Ya todo es agua pasada. El negocio, llevado con sufrimiento e inspiración, ha concluido en un poema en dólares: “El Automóvil Universal”, el “Almacén Americano” y la “Compañía Anónima de Automóviles”. Varias de las más poderosas empresas del país controladas por aquel joven del paludismo y la máquina de beneficiar café.

     –¿Cuál considera que ha sido la base de su éxito comercial?

     Se quita los lentes y los hace girar sobre una de sus piernas:

     –¡La venta a cuotas!

     Ese ha sido el factor esencial pero no exclusivo. El decálogo comercial de Phelps abarca otros principios:

     “La exclusividad del producto”

     –Si hay que competir con un artículo análogo en manos de otro, forzosamente se tiene que llegar a una baja de precios para competir. Con precios bajos no hay ganancia.

     “Inversión de las utilidades en la ampliación de la empresa”.

     –Es el único modo de prosperar.

     “Eliminación del socio capitalista”

     –De no ser así la plata va a otra persona, sin justificación alguna.

     “Espíritu de pionero”

     –Es necesario tener visión. Saber prever. Anticiparse a los hechos.

     Son las cinco de la tarde. Comienza a declinar. Nuestro interlocutor da señales de cansancio. Es verdad que desde hace cinco años se encuentra retirado de los negocios y encerrado en su museo, entregado a lo que ha sido su inclinación durante toda la vida; pero también es verdad que, como de costumbre, se ha levantado a las seis de la mañana y ha estado trabajando en sus libros desde las ocho.

     Regresamos al cuarto de trabajo. Cierra amorosamente uno de los gruesos volúmenes repleto de datos acumulados por él con los que prepara su monumental estudio sobre nuestras aves, que aparece encima de la mesa.

     –¿Cree usted terminarlo pronto?

     Este hombre, nervio, voluntad y ambición, que nos ha ofrecido la más valiosa de las enseñanzas con su sentido armonioso, equilibrado, de la vida, con el juego maestro del deseo y de la realidad, no le agrada ser interrogado sobre sus planes.

     –¡No sé! Quizá cinco, diez años.

     Luego añade con serenidad.

     –¡Quizá lo venga a terminar mi hijo!

     Hay un silencio, la situación ha creado nuevas preguntas.

     –¿Siente haberse apartado por cuarenta años de lo que constituía su verdadero interés? ¿Está satisfecho de la vida William H. Phelps a estas alturas?

     La respuesta es sencilla, rápida, serena:

     –¡Creo que hice lo que debí!

     La luz se ha cernido. ¿Es el ocaso? Un leve gorjeo se eleva. Mr. Phelps, el hombre que supo hacer millones y reunir a la vez veinticinco tomos sobre la vida de las aves, ya no solo sigue el vuelo de las aves. Escucha su trino.

     La luz es oscuridad. De los mangos cuajados a la orilla de la avenida de la “Casa Blanca”, apenas se distinguen las lenguas ígneas de sus hojas.

FUENTES CONSULTADAS

Élite. Caracas, Núm. 926, 3 de julio de 1943.

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