Independencia, guerra y ruina económica
CRÓNICAS DE LA CIUDAD
Independencia, guerra y ruina económica
La Independencia como concepto y acción de soberanía y libertad forman parte inherente del proceso que condujo a la ruptura del nexo colonial en la historiografía venezolana. No se puede dejar de lado que la declaración de Independencia del año once fue anterior a la guerra que se libró en su favor. Junto con esta generalizada percepción se tiene como una verdad revelada que, el enfrentamiento bélico absorbió de manera absoluta a todo el aparato productivo y de intercambio de bienes que servían de sustento a la economía de la antigua Capitanía General de Venezuela, en especial, la provincia de Caracas. Es una disposición historiográfica que ha estimulado una visión generalizadora de un conflicto que, si bien es cierto, tuvo resultados nefastos en cuanto a la vida de los combatientes, así como que la dimensión económica sufrió resultados adversos. En este sentido, se puede argüir que, si no hubo una paralización total de las actividades económicas, si tuvo repercusión en la disminución de la inversión, se acrecentó un mayor déficit de la fuerza de trabajo, el comercio se vio afectado en su intercambio, así como que las actividades alrededor de la ganadería y cría de animales se vieron más afectadas frente a otras actividades productivas y comerciales.
La guerra librada entre 1811 y 1821 se presentó en algunas porciones territoriales del país y no involucró a más de treinta mil correligionarios. Las actividades agrícolas se vieron afectadas, en primer lugar, entre 1812 y 1814 en la región central de Venezuela. Luego, con el desarrollo del conflicto bélico hacia los Llanos y la región oriental la mayor afectación se concentró en las pérdidas alrededor del ganado vacuno, caballar y mular. Más que destrucción de cultivos u otras instalaciones productivas fue más dañino el secuestro y la distribución de propiedades, como recompensa para los que participaban de modo directo en el conflicto. El uso de artillería no fue generalizado y quienes luchaban lo hacían, de manera mayoritaria, con cuchillos, machetes y armamento pequeño. Si en los Llanos entre 1816 y 1820 se libraron la mayoría de los combates, los valles colindantes a las costas, desde donde se extraían bienes para la exportación, las escaramuzas fueron menos intensas y en lapsos breves. La historia patria o nacionalista ha sido la encargada de difundir la idea según la cual la guerra a favor de la emancipación estuvo signada por la destrucción total.
Resulta sintomático que quienes visitaron la Venezuela republicana, que hablaron y escribieron acerca del estado de abandono y ruina, de esta comarca, adjudicaron estos más por los efectos del terremoto de 1812 que por la propia guerra independentista. Quienes se han dedicado a estudiar estos asuntos, como el sociólogo Yoston Ferrigni Varela (La crisis del régimen económico colonial en Venezuela, 1770-1830), proporcionan datos que bien valen la pena considerar al momento de hacer balances del impacto de la guerra de Independencia en la antigua provincia de Caracas. También resulta de gran utilidad el estudio preliminar de Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela, redactado por Germán Carrera Damas, así como también de este autor La crisis de la sociedad colonial.
Desde el inicio de la acción beligerante los bandos en pugna se batieron en contienda para alcanzar el control de la provincia de Caracas. El modelo colonial había impuesto una modalidad extractiva en que los puertos, ubicados en la parte central del territorio venezolano, servían para la extracción de bienes, en especial cacao y añil, y la importación de manufacturas. De igual forma, en esta provincia se concentraba la mayor cantidad de población, instituciones gubernamentales, casas de comercio y el núcleo fundamental del aparato agrícola que servía para abastecer otras provincias de Venezuela. De ahí la importancia de tenerla bajo control por parte de las fuerzas en pugna, puesto que la columna vertebral de la economía y del poder político se centralizaba en ella.
Durante el lapso que cubre los años de 1811 y 1814, sobre todo el período de aplicación del decreto de Guerra a Muerte, se desarrollaron conflictos que hicieron temer una situación similar a lo acontecido en Haití desde 1791. Con el derrumbe de la Segunda República se restableció el poder de la monarquía española. Hasta 1821 las tropas leales al rey mantuvieron el control de la región central. Los que combatían contra la Corona lo hacían en la parte oriental, los Llanos y Guayana. Entre 1814 y 1821 no se presentaron enfrentamientos de envergadura en la provincia de Caracas, lo que permitió producir y comerciar con relativa paz.
Fue común en los tiempos de enfrentamiento por la Independencia las expropiaciones y el saqueo entre los bandos en conflicto. Sin embargo, la historia de talante patriótico y nacionalista ha asociado estas prácticas solo con los miembros del ejército realista, siendo figuras emblemáticas Boves, Rosete y Antoñanzas. Sin embargo, desde el bando patriota fue también ejecutada porque se requería cubrir gastos de guerra que un ejercicio fiscal y un erario público exhausto no estaban en capacidad de satisfacer. Si existió un ámbito de ruina preocupante entre 1812 y 1821 fue este. El historiador Germán Carrera Damas demostró en: Boves. Aspectos socioeconómicos de la guerra de Independencia que la práctica del saqueo fue común en este lapso, tanto entre quienes combatían a favor de la Corona como entre quienes pugnaban por la república.
Los aprietos fiscales estuvieron a la orden del día debido a la propia dinámica de una guerra. Las dificultades para llevar a cabo actividades asociadas con el comercio exterior, la devastación que acompañó al terremoto y sus efectos colindantes repercutieron para que aquella se extendiera. Fuese el bando patriota o lo fuese el realista ambos debieron sortear estos inconvenientes. Para tener una idea aproximada de la situación del gasto que implicaba mantener las fuerzas de una comisaría, que era equivalente a un 80% de renta mensual producida por la actividad tabacalera en el departamento de Caracas, unos 37.204 pesos, resulta de imponderable interés estudiar el tributo tabacalero. Esto sin contar el armamento que no era de fácil adquisición por la realidad internacional del momento (1814) y que era propicia para elevar e inflar los precios de fusiles y pistolas.
Mapa de la Provincia de Caracas
En momentos cuando ya fenecía la Segunda República hubo la orden de retirar la plata macuquina que reposaba en la casa de la moneda, cuando los repúblicos ya emprendían su incursión hacia tierras orientales. La búsqueda de fondos se extendió por Caracas, y con la particularidad de acciones extremas para hacerse de ellos. En el mencionado estudio relacionado con la figura de Boves y los aspectos sociales y económicos de la guerra, se dan a conocer algunas de estas medidas que se desplegaron por toda la provincia de Caracas. Así, para el 14 de septiembre de 1813, Cristóbal Mendoza informó al director general de rentas que en poder de éste había treinta y un mil pesos, pertenecientes al residuo del caudal de los padres jesuitas y que, en vista de las dificultades económicas de la república, debían pasar a manos del gobierno para cubrir los gastos de guerra. El cumplimiento de esta petición no debía pasar de los treinta días para la entrega de quince mil pesos. También se recurrió a acciones con un tono distinto como el de una viuda llamada María del Carmen Yorden, a quien se le exigió la entrega de mil pesos de plata que su marido, Antonio Díaz Navarra, quien al morir no honró una deuda que tenía con la Corona debía hacerlo en este momento. Situación similar debió sortear Monteverde al acudir a auxilios monetarios y materiales de emigrados venezolanos radicados en Curazao.
Desde 1813 se comenzaron a instrumentar fórmulas administrativas para reorganizar la casa de la moneda. Una de las acciones que se barajó para superar la falta de numerario se pensó con la plata que estaba en manos de particulares, quienes por dificultades económicas se vieron en la obligación de desembarazarse de ella. También, a corporaciones como la Iglesia se le cursaron peticiones para que entregaran la plata labrada en reliquias y objetos de adoración. El director general de rentas le comunicó, en enero de 1814, al párroco encargado de la iglesia parroquial Nuestra Señora del Carmen que, en el templo bajo su responsabilidad se hallaba un trono de plata roto y que en tales condiciones no servía para la decencia del culto. Por tales circunstancias, el director de rentas pedía que fuese entregado, junto con las demás alhajas de plata y oro, para ser convertidas en moneda y que con tal acción produciría una satisfacción a las graves penurias por las que atravesaba la república. De igual modo, con dicha satisfacción y entrega se fomentarían las artes, el comercio, la agricultura al beneficiar al Estado y la población de esta comarca.
Aunado a estos contratiempos no dejó de estar presente las querellas de competencia administrativa, tal como se vivió en Caracas para abril de 1814 entre el gobernador militar de Caracas, Manuel Aldao, y el director general de rentas, Juan Nepomuceno Ribas. Este último le reclamó al primero su persistente injerencia en los asuntos propios que correspondían a su cargo, al haber ordenado que el cuidador del almacén de víveres entregara raciones suficientes para la subsistencia del cuerpo de artillería, pues carecía de facultades para tal acción. Aldao agregó que él había sido respetuoso a la autoridad del director del almacén. No obstante, el estado de inopia en que se encontraba la tropa por hambre y las consiguientes quejas contra el gobierno, era necesario intervenir para salvar la patria del peligro que se cernía sobre ella.
En el campo realista no eran muy diferentes las condiciones en las que se vio envuelta la tropa. A pesar de haber tomado Caracas, las quejas por el estado de indigencia en que se encontraban los soldados, de la causa española, en lo atinente al abastecimiento de alimentos y vestimenta estuvo a la orden del día. En consecuencia, con la extensión del conflicto bélico el empobrecimiento y el bandolerismo se extendió.
En Caracas y espacios territoriales colindantes, con la instauración realista aisló esta zona del resto del país, aunque las acciones de bandoleros y la migración de la población, por causa de las acciones de guerra, estimuló fórmulas políticas y administrativas que exigieron a la población que entregara propiedades a favor del ejército. A partir del mismo momento que se iniciaron las acciones contra de la Segunda República se decidió recurrir a prácticas que ayudaran a mantener Caracas. Esta necesidad se impuso porque en ella reposaban todos los recursos necesarios para mantener las fuerzas militares. El movimiento poblacional había provocado que Caracas recibiera el éxodo proveniente de los valles aragüeños, del Tuy y Villa de Cura.
El aumento de la población en esta comarca estuvo acompañado del empleo de seiscientos hombres en labores de fortificación de la ciudad. Esto exigió un considerable consumo de alimentos que sólo se podría satisfacer con la importación. Importación que ingresaba por los puertos y que no resultaba ser suficiente para quienes exigían a las autoridades republicanas auxilio alimenticio. La disminución de la población caraqueña repercutió en la acumulación de renta proveniente del tabaco. A esto se sumó que el bajo consumo de tabaco estuvo acompañado de los pírricos recursos con los que contaba la población para alimentarse
El estudio ofrecido por Ferrigni propone como referencia de recuperación económica cuatro haciendas, la de las Monjas de la Concepción, en que la producción de cacao, entre 1811 y 1822, experimentó un incremento. Sin duda, resulta de un valor imponderable, para el estudioso de este período de la historia venezolana, volcar la mirada alrededor de la guerra de Independencia porque muestra que la idea de ruina total debe ser revisada. El intercambio comercial en la provincia de Caracas, impele a suponer que tanto productividad como beneficios de las propiedades, del convento mencionado, se orientaron en un mejoramiento de las condiciones de producción, mientras una gran porción territorial era escenario de una guerra librada por dos bandos que pugnaban por imponerse.
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