Y los de Oriente:
Dennos los pasteles
Aunque estén calientes,
que pasteles fríos
avientan la gente
Pero lo curioso es que D. Andrés Bello, quien en su Silva a la Zona Tórrida se regodeó tanto con los frutos tropicales, no siquiera en la estrofa consagrada al maíz, mencionara indirectamente el exquisito pastel venezolano. Que Bolívar, al menos en sus cartas íntimas, tampoco lo hiciera. Que no se encuentre ninguna huella de él en los “Viajes” de Depons ni de Humboldt. Tal vez extranjeros que visitaron y vivieron posteriormente en el país, como el Consejero Lisboa y algún cónsul o ministro inglés o norteamericano, hayan dejado alguna constancia en sus Memorias; pero no hemos podido averiguarlo. De los extranjeros solo hemos encontrado que el señor D. Pedro Núñez de Cáceres, un puertorriqueño que vino a Venezuela en 1823, y a quien todo lo nuestro le conmovía el hígado, en su “Memoria de Venezuela y Caracas” habla de unas ayacas entomatadas. Y la Enciclopedia Espasa, en cita que no hemos podido confrontar, transcribe un párrafo del Viaje Pintoresco de Caserta en que éste describe con bastante propiedad la preparación de la hallaca criolla.
Sin embargo, fueron los costumbristas y criollistas venezolanos los que consagraron el pastel venezolano al llevarlo a sus obras literarias. Nicanor Bolet Peraza a mediados del siglo pasado, los bautiza “las imponderables hallacas. . . sabrosísimo manjar que no conocieron ni cantaron los dioses del Olimpo, por lo que no pudieron continuar siendo inmortales”. (“Antología de Costumbristas Venezolanos, 118-119) Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, en un cuento publicado en 1905, estampa la oración: “En la madrugada pasamos por Maracay, que ni el ferro, y ya hemos dejado atrás a La Victoria; lo que es esta noche comemos las hallacas en Caracas, Dios mediante” (“El Criollismo en Venezuela”, 73). Rómulo Gallegos expresa: “Mercedes dijo que ella conocía muchas familias muy decentes y de lo principal que vivían de hacer las hallacas para la venta” (“Antología”, I, 98). Y Romero García, en “Peonía”, Teresa de la Parra en “Mamá Blanca”, Mariano Picón Salas en “Viaje al Amanecer”, Antonia Palacios en “Ana Isabel”, no vacilan en hacer referencia al exquisito pastel.
Valor nutritivo y social de la hallaca
Cuatro elementos entran en la preparación de las hallacas: la masa de maíz pilado, sancochado y molido, el guiso de carnes picadas con los demás condimentos, el adorno de huevos, aceitunas, pasas, etc., y el envoltorio de hojas de cambur o plátano soasadas. “El objeto de extender ésta (la masa) en las hojas de cambur” ̶ precisa Silva Uzcátegui ̶ no es solamente para que las últimas sirvan de protección durante el cocimiento, sino también porque al hervir, las hojas comunican a la hallaca el sabor típico que la distingue de cualquier manjar compuesto de guiso y masa. De manera que, si la hallaca fuese envuelta en tela y no en hojas de cambur, tendría otro gusto.
El Dr. Vélez Boza, médico nutriólogo, presenta, en el estudio citado al principio, los análisis correspondientes y concluye acerca del valor nutritivo de nuestro exquisito pastel lo siguiente:
“La hallaca puede ser considerada como un buen alimento popular, puesto que desde el punto de vista calórico suministra cada una de ellas 700 calorías y con tres o cuatro de éstas al día, se da una ración de 2.100 a 2.800 calorías.
Del punto de vista de los prótidos y lípidos, es rica de tal modo, que suministrando dos o tres de ellas, el requerimiento total en proteínas animales da tres cuartos de los requerimientos en Vit. “A”.
Llenos los requisitos en vitamina B-1, Niacina, y vitamina C, sólo es baja en calcio, pero en la alimentación se la podría suplementar con leche o queso.
Aquí tenemos el ejemplo de un alimento popular y típico en Venezuela, que puede ser recomendado por su acertada combinación y su agradable sabor, y su gran valor nutritivo”.
Además, la confección de las hallacas tiene también un valor familiar que no puede pasar inadvertido para el sociólogo. El Dr. Vélez Boza lo apunta así: “En la preparación de las hallacas existe como si dijéramos un ritual que se conserva en cada una de las familias acerca de los diferentes modos como se preparan. Su preparación es el motivo de reunión de las damas de la familia, y está esto tan ligado a la tradición venezolana que se considera muy infeliz el que, en su hogar, las ganancias del año, aguinaldo o cosechas, no le permiten poder compartirla con sus familiares”.
Por otra parte, Enrique Bernardo Núñez, en una nota periodística que les consagró, señala este aspecto social también importante: “Parientes y amigos las cambiaban entre sí llevados de la idea de que las propias eran las mejores”.
En resumen, la hallaca, pastel venezolano de Navidad, además de su exquisito sabor, reúne valores universales. Es típico en el sentido de que no tiene sino remotos parientes en los demás países de habla española, que son las empanadas y los tamales. Es nacional por cuanto lo consumen en determinadas épocas del año y tradicionalmente en la Pascua de Navidad, todas las clases sociales del país. Y está en vías de hacerse internacional, porque ha sido consagrado como exquisito por el refinamiento de nuestros huéspedes extranjeros, hasta el punto de que su receta ha sido publicada en castellano e inglés en el libro titulado “Buen provecho-Caracas Cookery”, que ya circula en el país y en el extranjero en su tercera
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