Presidente de la Cámara de Caracas exhorta a realizar las reformas necesarias para iniciar recuperación económica en 2022

Presidente de la Cámara de Caracas exhorta a realizar las reformas necesarias para iniciar recuperación económica en 2022

     El presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas, la Cámara de Caracas, Leonardo Palacios, cree que la solidaridad del venezolano y el compromiso de los empresarios con el bienestar del país y la generación de riquezas fueron la llave para enfrentar las dificultades en 2021. Esos esfuerzos, considera Palacios, deben estar acompañados por medidas que permitan iniciar la recuperación de la economía en 2022.

     Insta al respeto a la institucionalidad, a recobrar el valor del respeto a los derechos fundamentales de propiedad y libertad económica, y a profundizar la desregularización de la economía, con transparencia administrativa, evitando la opacidad en las informaciones macroeconómicas.

     El presidente de la Cámara de Caracas, en una exhortación reiterada a los órganos del Poder Público, plantea que es necesaria una reforma impositiva que elimine el Impuesto al Gran Patrimonio, sincere el Impuesto al Valor Agregado, y adelante una verdadera armonización de la tributación no solamente municipal y nacional en los impuestos a las actividades económicas y mobiliario urbano, sino una armonización general en relación a la tributación nacional con la municipal en el IVA, y otros impuestos que tengan incidencia sobre la actividad económica, así como también a la tributación estadal.

     Palacios sostiene que para garantizar la inversión nacional y extranjera urge el respeto a la institucionalidad, así como también una normativa transparente, con participación del sector privado, en los procedimientos constitutivos, que permitan fortalecer el proceso industrial mediante la liberación aduanera, el suministro de combustible y el evitar los abusos en la circulación de bienes.

     En 2022 la Cámara de Caracas seguirá propiciando espacios para el diálogo y la presentación de propuestas para un mejor país.

“Venezolanos con historias de éxito” 128 Aniversario de La Cámara de Caracas

“Venezolanos con historias de éxito” 128 Aniversario de La Cámara de Caracas

“Venezolanos con historias de éxito” 128 Aniversario de La Cámara de Caracas

     La Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Caracas, La Cámara de Caracas, celebró sus 128 años como una institución joven, renovada, innovadora que quiere continuar siendo un puente entre los emprendedores y los empresarios.

     Durante el encuentro virtual “Venezolanos con historias de éxito”, Leonardo Palacios, presidente de La Cámara de Caracas, señaló que en la cámara centenaria “queremos ser la voz de los emprendimientos, los emprendimientos nuevos y de los emprendimientos que hicieron posible esta institución en la época que se fundó, queremos ser la voz importante de todos aquellos que desean escalar, establecer una posición o posicionamiento económico a largo plazo generando riqueza, generando bienestar, fuente de trabajo y sobre todo manteniendo una vocería transparente, firme y honesta del empresariado”.

     Diego Romero, vicepresidente de La Cámara de Caracas, estuvo a cargo de la moderación de la actividad y reiteró que por segundo año la institución eligió el emprendimiento como tema central para el aniversario con la convicción de querer promover la innovación y la creatividad como vías para la transformación empresarial apoyándose en el intraemprendimiento.

     En esa línea se eligió a un grupo de emprendedores y empresarios referentes en el ecosistema de emprendimiento venezolano, por sus logros nacionales e internacionales. Cada uno de ellos tuvo la oportunidad de contar su historia y ofrecer herramientas académicas para quienes están en este camino.

     Inició Adan Medina, Co Fundador de Alimentos Munchy, empresa líder en el sector de snacks con sello de “sabor venezolano”. Se refirió al entusiasmo y compromiso de cuatro amigos, quienes siguieron pilares fundamentales del emprendimiento, como aprovechar las oportunidades, optimizar los recursos y apoyarse en el equipo. Además recordó como en el año 2018 enfrentaron un siniestro que les sirvió para reinventarse y superar las adversidades. Lo mismo que en el 2020 con la pandemia.

     Andrés Simón González, Co Fundador y Presidente Ejecutivo de Asistensi, habló esta “insurtech”, una compañía dedicada a transformar el modelo de negocio de las aseguradoras con tecnología, que permite a los migrantes contratar una cobertura de salud para sus familiares. Siendo la atención primaria y la telemedicina, sus productos banderas, que les han permitido ofrecer en Venezuela pólizas de atención sin límites de edades o incluso para personas con enfermedades preexistentes. Un proyecto con un claro enfoquesocial y con un impacto real en miles de familias en situación de vulnerabilidad, que hasta la fecha ha logrado levantar capital semilla internacional importante.

     Claudia Valladares, Co Fundadora y Directora de Impact Hub Caracas, quien destacó cómo desde este espacio logran incubar, acelerar y escalar proyectos con triple impacto. Más recientemente han logrado impulsar el programa Escalando Impacto en alianza con UNICEF. Una colaboración que permitió escalar soluciones que ya existían para mitigar las consecuencias del COVID-19. También comentó sobre el programa anual Accelerate 2030, que les ha permitido presentar numerosos emprendimientos venezolanos que han recibido inversión en la ronda final en Ginebra en la Semana de Financiamiento Global.

     Finalmente Alfredo Vaamonde, Co Fundador y Director de Operaciones de Papa.com, presentó esta plataforma que ofrece apoyo social a los adultos mayores y sus familiares. Vaamonde hizo mención del impacto que tiene en la salud de las personas el cuidado de los padres o parientes mayores. Explicó que la red de cuidadores que tienen prestan múltiples servicios, desde asistencias diarias para actividades de rutina hasta cuidados específicos de salud. Destacó que con este modelo de negocios han creado una categoría nueva relacionada a los cuidados y el bienestar social.

     La Cámara de Caracas hizo un llamado a no perder la esperanza a pesar de la situación económica que vive el país, Diego Romero, vicepresidente de la institución, reflexionó sobre las oportunidades.“Las historias no son lineales, Venezuela sigue siendo una de las economías con mayor potencial de crecimiento en América Latina, todos nosotros aquí presentes luchamos para llevar a cabo nuestros negocios, a diario enfrentamos los problemas que permitan a nuestras empresas ser exitosas, los venezolanos hemos
demostrado una capacidad de resiliencia y de sobreponernos a la adversidad, de adaptarnos a las nuevas circunstancias, para poder dar resultados, subsistir y ser exitosos”, dijo Romero.

     Con la participación de la banda Arayué se dieron los minutos finales de un encuentro marcado por la creatividad y la innovación, emprendedores y empresarios de la mano comprometidos con la defensa de la institucionalidad del país.


Los invitamos a disfrutar de la actividad aniversario “Venezolanos con historias de éxito” en nuestro canal de YouTube: Cámara de Caracas.

La hallaca, pastel venezolano de Navidad

La hallaca, pastel venezolano de Navidad

OCURRIÓ AQUÍ

La hallaca, pastel venezolano de Navidad

     En esta época de sana resurrección y revalorización de lo venezolano no debe faltar el aspecto de las artes culinarias criollas, tanto por lo que atañe al cultivo y defensa de lo nuestro, como por las proyecciones económicas que pueden derivarse de la atracción turística. Todas las naciones, al ofrecer al turista comodidades y atracciones que las conviertan en centro de una corriente extranjera, han concedido lugar especial a las artes culinarias y un ejemplo de lo que en este punto podría hacerse lo constituye la celebridad de ciertos platos típicos tan famosos que sus nombres son ya lenguaje internacional de la mesa.

     Por imperativo de nuestra formación étnica, los platos típicos venezolanos son también expresión de nuestro mestizaje. En la época de la conquista, la cultura española se basaba principalmente en la agricultura, la cría y la minería; mientras que los indios americanos eran pescadores y cazadores. “Junto con los nuevos alimentos ̶̶̶ ̶̶̶ asienta el Dr. Fermín Vélez Boza, en su estudio “La Alimentación y la Nutrición en Venezuela” ̶̶̶ ̶̶̶ se implantaron las normas culinarias y dietéticas hispanas, que, al mezclarse con los alimentos y costumbres de los nativos, llegaron a constituir un tipo de alimentación criolla propia de estas regiones”. Así se iba a lograr un mestizaje de los platos de mesa que, al cabo del tiempo, resultarían tan diferentes de los originales que no los reconocerían ni los españoles puros ni los indios puros; pero que serían familiares a los criollos, producto de la mezcla de sangres.

La hallaca es un producto suculento de ese mestizaje del arte culinario

Origen culinario y filológico de la hallaca

     Producto suculento de ese mestizaje del arte culinario, semejante al tipo criollo que se estaba formando de la conjunción del español peninsular con el indio americano, es la hallaca, pastel venezolano de Navidad. “Creemos que en el origen de este plato  ̶̶̶  ̶̶̶ dice el mismo Dr. Vélez Boza ̶̶̶  ̶̶̶  han intervenido evidentemente las costumbres culinarias del pueblo español y del indio, pues es a modo de un pastel tropical; en España no se conocen ni usan las hallacas pero sí los pasteles; al venir los colonizadores a América el indígena les ofreció el maíz y otros condimentos, ají, tomate, el cambur que algunos discuten si había algunas especies nativas o fue importado, contribuyó al darle el sabor y envoltura; aceptó el colono el maíz a falta de su trigo y así en los primeros tiempos  de la Colonia nació este plato que al estudiarlo con la curiosidad del científico hoy día se le encuentra perfecto tanto en valor nutritivo y composición como sabor; tal vez sea algo rico en grasas pero al pensar que fue creado como alimento para la época fría del año, en estos climas tropicales, se comprende que aún esto es adecuado; más adelante trataremos detenidamente sobre su valor nutritivo”.

     El Dr. Ángel Rosenblat, director del Instituto de Filología “Andrés Bello” de la Universidad Central de Venezuela, resume el origen del vocablo así:

     “La palabra tradicional que designa el pastel de masa de maíz con su guiso de carne de condimentos y sus adornos de aceitunas, alcaparras, pasas, almendras, huevos, etc., es tamal, de procedencia azteca. Esta voz tamal llegó también a Venezuela y seguramente fue general en todo el país, con las variantes tamar, tamare. Más tardíamente empieza a llamarse hayaca, al principio sin duda humorísticamente, porque hayaca era una voz indígena que significaba bojote o atado, como se observa en un documento de 1608 (Arch. Hist Nac., “Encomiendas”, V. 165) que reza: tres hayacas de sal grandes”. Esa designación humorística o despectiva del tamal, se fue generalizando hasta el punto de que la palabra tamar o tamare ha quedado relegada hoy a algunas regiones periféricas del país. La voz tamal aparece ya en los primeros cronistas, desde el Padre Sahagún, y se difundió por casi toda América, hasta el Perú y Chile. Claro que el tamal no es igual en todos los países: cada uno ha generalizado un tipo especial según las preferencias nacionales; por eso tampoco es enteramente igual el tamar venezolano y la hayaca de casi todo el país. En cambio, hayaca es voz exclusivamente de Venezuela y no la hemos encontrado en los antiguos cronistas. Como designación del pastel nos parece voz relativamente moderna. Con el sentido de bojote o atado que tiene en el documento de 1608, se emplea todavía la palabra hayaca en expresiones populares de diferentes regiones del país, tales como: “¿Qué hayaca es esa”, dirigiéndose a una persona que lleva una cosa plana y atada con cuerdas; “Esta hallaca es un bojote de hojas”, de manera burlona cuando al desenvolver una hayaca comprada se encuentra que tiene muchas hojas y poco pastel; “Eso es una hallaca”, se dice de un bojote mal hecho, que contiene objetos no comestibles, mal atado, flojo, descuidado.

La hallaca tiene un agradable sabor y gran valor nutritivo

Hallaca, problema lexicográfico

     El más desprevenido lector podrá observar que la palabra con que se designa el exquisito pastel venezolano no ha disfrutado propiamente de una tranquilidad ortográfica.

     Como ha sucedido con la mayor parte de los americanismos, los lingüistas nacionales tuvieron que librar descomunal batalla para convencer a los señores de la Academia Española de que incluyera en su Diccionario el consabido vocablo. Primero lo glosaron, después hicieron estudios de filología comparada para determinar su origen, llegando a polemizar sobre si procedía de lenguas indígenas o del árabe, y luego lo definieron por sus componentes. Por último, redactaron la respectiva memoria y la sometieron a consideración de la Academia, hasta que ésta, después de limpiarlo, fijarlo y bruñirlo, en la edición décima-tercia del Diccionario, correspondiente al año 1899, le puso óleo y crisma y lo bautizó así: Hayaca.

     Sin embargo, ni el origen ni la ortografía, ni la definición académica satisficieron a los lingüistas venezolanos. Las sucesivas ediciones del Diccionario tuvieron que eliminar la formación del término establecida originalmente. En cuanto a la ortografía y la definición, mantenidas hasta hoy, al principio dieron motivo a una polémica que, si ahora carece del ardor de la crítica inicial, se manifiesta, en cambio, en la renuencia de los escritores a seguir la norma académica.

     En efecto, los escritores venezolanos continuaron escribiendo hallaca con ll y no con y. Así apareció escrita en la sección de cocina campestre que el señor José A. Díaz trae en su obra “El Agricultor Venezolano o Lecciones de Agricultura Práctica Nacional”, publicada en Caracas en 1861, en la cual define el pastel y suministra su forma de preparación. No obstante, el sabio Dr. Adolfo Ernst, en un artículo publicado el 31 de diciembre de 1895 en “La Opinión Nacional”, expresaba sus dudas entre Hallaca o Ayaca, confesando que “a pesar de que la primera de estas formas es hoy la generalmente usada, parece que sería más exacta la segunda”, por estar en mejor armonía con la etimología tupi-guaraní, grupo caribe, que él le atribuye, aunque termina declarando que su conclusión no le satisface totalmente. (Quizás fue D. Julio Calcaño quien primero planteó el problema filológico de la hallaca, que luego recogió en “El Castellano en Venezuela”, publicado en 1897). Uno de los más fuertes argumentos contra la ortografía del vocablo consagrada por el uso es el de que, al parecer, los dialectos indígenas no tenían el sonido del ll, y esto fue quizás lo que guio a la Academia en la adopción de la y. Pero posteriormente, filólogos como el D. Tulio Febres Cordero, D. Gonzalo Picón Febres, D. Lisandro Alvarado y D. R. D. Silva Uzcátegui y los demás escritores venezolanos continuaron escribiendo hallaca con ll.

     La definición adoptada por la Academia fue también motivo de disgusto entre los lingüistas nacionales. El Diccionario definió su hayaca como “pastel de harina de maíz”. Y aquí volvió a arder Troya, porque desde los más afamados filólogos venezolanos hasta la más humilde cocinera nacional, sabían que no se trataba de ninguna harina sino de la masa del maíz. Y al punto, los filólogos Febres Cordero en su “Cocina Criolla” publicada en 1899 en Mérida; Picón Febres en su “Libro Raro”, en 1912, en Curazao; Alvarado en su “Glosario del Bajo Español”, en Venezuela, en 1926: Silva Uzcátegui en su “Enciclopedia Larense”, salieron a corregir a la Academia y a burlarse un poco de los señores académicos españoles.

La hallaca es el plato típico navideño de los venezolanos

La hallaca en la Literatura Nacional

     Mucho antes de que la palabra hallaca fuese limpiada, fijada y bruñida por la real Academia Española, el pueblo venezolano la había creado con su soplo común hasta consagrarla por el uso. En parranda por los días de Navidad, se acercaba a la puerta de las casas para pedir las hallacas cantando aguinaldos. Los hombres del Centro: 

Venimos cantando
desde el Yaracuy
hallacas comiendo
bebiendo cocuy

Y los de Oriente:
Dennos los pasteles
Aunque estén calientes,
que pasteles fríos
avientan la gente

     Pero lo curioso es que D. Andrés Bello, quien en su Silva a la Zona Tórrida se regodeó tanto con los frutos tropicales, no siquiera en la estrofa consagrada al maíz, mencionara indirectamente el exquisito pastel venezolano. Que Bolívar, al menos en sus cartas íntimas, tampoco lo hiciera. Que no se encuentre ninguna huella de él en los “Viajes” de Depons ni de Humboldt. Tal vez extranjeros que visitaron y vivieron posteriormente en el país, como el Consejero Lisboa y algún cónsul o ministro inglés o norteamericano, hayan dejado alguna constancia en sus Memorias; pero no hemos podido averiguarlo. De los extranjeros solo hemos encontrado que el señor D. Pedro Núñez de Cáceres, un puertorriqueño que vino a Venezuela en 1823, y a quien todo lo nuestro le conmovía el hígado, en su “Memoria de Venezuela y Caracas” habla de unas ayacas entomatadas. Y la Enciclopedia Espasa, en cita que no hemos podido confrontar, transcribe un párrafo del Viaje Pintoresco de Caserta en que éste describe con bastante propiedad la preparación de la hallaca criolla.

     Sin embargo, fueron los costumbristas y criollistas venezolanos los que consagraron el pastel venezolano al llevarlo a sus obras literarias. Nicanor Bolet Peraza a mediados del siglo pasado, los bautiza “las imponderables hallacas. . . sabrosísimo manjar que no conocieron ni cantaron los dioses del Olimpo, por lo que no pudieron continuar siendo inmortales”. (“Antología de Costumbristas Venezolanos, 118-119) Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, en un cuento publicado en 1905, estampa la oración: “En la madrugada pasamos por Maracay, que ni el ferro, y ya hemos dejado atrás a La Victoria; lo que es esta noche comemos las hallacas en Caracas, Dios mediante” (“El Criollismo en Venezuela”, 73). Rómulo Gallegos expresa: “Mercedes dijo que ella conocía muchas familias muy decentes y de lo principal que vivían de hacer las hallacas para la venta” (“Antología”, I, 98). Y Romero García, en “Peonía”, Teresa de la Parra en “Mamá Blanca”, Mariano Picón Salas en “Viaje al Amanecer”, Antonia Palacios en “Ana Isabel”, no vacilan en hacer referencia al exquisito pastel.

 

Valor nutritivo y social de la hallaca

     Cuatro elementos entran en la preparación de las hallacas: la masa de maíz pilado, sancochado y molido, el guiso de carnes picadas con los demás condimentos, el adorno de huevos, aceitunas, pasas, etc., y el envoltorio de hojas de cambur o plátano soasadas. “El objeto de extender ésta (la masa) en las hojas de cambur” ̶ precisa Silva Uzcátegui ̶ no es solamente para que las últimas sirvan de protección durante el cocimiento, sino también porque al hervir, las hojas comunican a la hallaca el sabor típico que la distingue de cualquier manjar compuesto de guiso y masa. De manera que, si la hallaca fuese envuelta en tela y no en hojas de cambur, tendría otro gusto.

     El Dr. Vélez Boza, médico nutriólogo, presenta, en el estudio citado al principio, los análisis correspondientes y concluye acerca del valor nutritivo de nuestro exquisito pastel lo siguiente:

     “La hallaca puede ser considerada como un buen alimento popular, puesto que desde el punto de vista calórico suministra cada una de ellas 700 calorías y con tres o cuatro de éstas al día, se da una ración de 2.100 a 2.800 calorías.

     Del punto de vista de los prótidos y lípidos, es rica de tal modo, que suministrando dos o tres de ellas, el requerimiento total en proteínas animales da tres cuartos de los requerimientos en Vit. “A”.

     Llenos los requisitos en vitamina B-1, Niacina, y vitamina C, sólo es baja en calcio, pero en la alimentación se la podría suplementar con leche o queso.

     Aquí tenemos el ejemplo de un alimento popular y típico en Venezuela, que puede ser recomendado por su acertada combinación y su agradable sabor, y su gran valor nutritivo”.

     Además, la confección de las hallacas tiene también un valor familiar que no puede pasar inadvertido para el sociólogo. El Dr. Vélez Boza lo apunta así: “En la preparación de las hallacas existe como si dijéramos un ritual que se conserva en cada una de las familias acerca de los diferentes modos como se preparan. Su preparación es el motivo de reunión de las damas de la familia, y está esto tan ligado a la tradición venezolana que se considera muy infeliz el que, en su hogar, las ganancias del año, aguinaldo o cosechas, no le permiten poder compartirla con sus familiares”.

     Por otra parte, Enrique Bernardo Núñez, en una nota periodística que les consagró, señala este aspecto social también importante: “Parientes y amigos las cambiaban entre sí llevados de la idea de que las propias eran las mejores”.

     En resumen, la hallaca, pastel venezolano de Navidad, además de su exquisito sabor, reúne valores universales. Es típico en el sentido de que no tiene sino remotos parientes en los demás países de habla española, que son las empanadas y los tamales. Es nacional por cuanto lo consumen en determinadas épocas del año y tradicionalmente en la Pascua de Navidad, todas las clases sociales del país. Y está en vías de hacerse internacional, porque ha sido consagrado como exquisito por el refinamiento de nuestros huéspedes extranjeros, hasta el punto de que su receta ha sido publicada en castellano e inglés en el libro titulado “Buen provecho-Caracas Cookery”, que ya circula en el país y en el extranjero en su tercera

FUENTES CONSULTADAS

  • Revista Shell. Caracas, 1952

La Caracas de fin de siglo

La Caracas de fin de siglo

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Caracas de fin de siglo

Una sastrería y venta de artículos para caballeros

     “Al examinar la interesante serie de fotografías caraqueñas que se publicaron en 1953, en la revista caraqueña EL FAROL, observamos en primer lugar que en ninguna de ellas se ven luces eléctricas, sino Lámparas de kerosene y de gas; esto nos llevó, en una primera conclusión, a pensar que son de una época anterior a la instalación de la luz eléctrica en las casas. Fue en 1883, con motivo del centenario del Libertador, cuando por primera vez se iluminaron eléctricamente algunas calles de la capital. El alumbrado era de arco voltaico.

      Se instaló la nueva luz en el Teatro Guzmán Blanco (hoy Municipal), la calle del Comercio, y los bulevares de Capitolio. Sin embargo, esto fue algo ocasional; la verdadera introducción del alumbrado eléctrico en Caracas data de 1895, año en que fue fundada la Compañía Anónima LA Electricidad de Caracas. Dos años más tarde, el 8 de agosto de 1897, fue cuando se inauguró, con asistencia del presidente Joaquín Crespo, el servicio público.

     Pensamos, pues, que nuestras fotografías eran anteriores a 1897. El alumbrado de gas existía en la ciudad desde 1881. Sin embargo, notamos que una de las fotografías representa una tienda capitalina cuyo nombre es “Pretoria”, y esto nos llevó a la conclusión de que son de fecha posterior. Pretoria es el nombre de aquella ciudad de África del Sur que fue capital de Transvaal, y figuraba con frecuencia en las informaciones periodísticas de tiempos de la guerra Boer, lo cual nos lleva a los años 1899-1900. 

     Ha sido costumbre caraqueña poner a las pulperías nombres que se han popularizado momentáneamente por acontecimientos mundiales. Así años más tarde, cuando la guerra ruso-japonesa, aparecieron pulperías o tiendas populares con los nombres de “Puerto Arturo” o “Manchuria”; cuando la primera Guerra Mundial, surgieron nombres como “El Piave”, “El Marne”, y otros semejantes. En consecuencia, llegamos a la conclusión de que estas curiosas fotografías corresponden aproximadamente al año de 1900. Aunque ya existía para entonces el alumbrado eléctrico, éste no se había generalizado. Hasta la iluminación de las calles era mixta para 1905, pues algunos faroles eran de arco voltaico, otros de gas, y hasta algunos de kerosene en los suburbios.

     En las casas de habitación la luz eléctrica fue apareciendo poco a poco. En algunas residencias se puso un bombillo en el comedor, acaso dos en la sala, si era grande, y uno que otro en algún corredor. Fue en los dormitorios donde se instaló la nueva luz en último lugar, pues algunas familias de la época pensaban que podía ser peligroso “respirar con electricidad” mientras se dormía.

     Para fines del siglo pasado la poblaciíon caraqueña no llegaba a los 80.000 habitantes. La vida era apacible y silenciosa. Durante toda una mañana acaso no pasaban por alguna de las calles principales, más de cuatro o cinco coches. En algunas tiendas principales, como sucedía entre las esquinas de Monjas y Padre Sierra, donde existían algunas tabaquerías, talabarterías y otros comercios semejantes, los dueños o gerentes de esos establecimientos sacaban a la calle sus sillas, que casi siempre eran de madera y cuero, y las apoyaban en el suelo en las dos patas de atrás, recostando el espaldar  en la pared,  y allí, sentados con la pierna cruzada apoyada en el palito transversal de la silla, fumaban y conversaban agradablemente, en espera de la llegada de algún posible cliente. Eran las boticas, junto con las tiendas de modas, las de mayor animación. En la botica se conversaba mucho. Había señores que se sentaban en algun estrecho banco que casi siempre tenía toda farmacia, y allí se entregaban a animadas charlas con el boticario; se hablaba de politica, de lo que sucedía en París, de temas literarios y de chismes calejeros. Como  no había mayores diversiones, todo el mundo se la pasaba conversando en todas partes.

El profesor Agustín Aveledo acompañado de un grupo de alumnos de su prestigioso colegio

     Cuando había algún enfermo grave, se llkenaba de opaja toda la calle para evitar el ruido que habcían las llantas de hierro de los coches sobre el empedrado, ciostumbre ésta tal vez improtada de París, donde era usual a mediados de siglo. Los servicios hospitalarios eran muy deficientes. Las famuilias importantes jamás llevaban sus pacientes al Hospital Vargas; las operaciones quirúsgicas se efectuaban en las casas, a las que enviaba el cirujano su mesa e instrumental. Lo mismo sucedía con los alumbramientos, y el partero, o más comunmente la partera, entregaba en la casa su larga lista de todo lo que el jefe de la familia debía comprar en la botica para atender el nacimiento del nuevo niño. Cuando ocurria algun accidente callejero: obrero que caía de un andamio, resbalón y pierna quebrada, ataque cardíaco o epiléptico, etc., la víctima era traslasdada al hospital en una humilde camilla que llevaban dos ayudantes caminando por el medio de la calle, la cual estaba cubierta con una sábana de sospechosa blancura. A veces sonaba la campanilla que agitaba un acólito, mientras el cura llevaba en una pequeña maleta, el viático a un moribundo.

     No hay que olvidar que por aquellos tiempos no había radio, ni fonógfrafos , ni cines. Los teatros estaban cerrados casi todo el año. Eran tres los que entonces existían: el Municipal, el viejo teatro Caracas y el Teatro Calcaño. Fue años más taerde cuando se construyó el Nacional. Una vez al año, con más o menos regularidad, venía una Compañía de Ópera, casi siempre al Municipal, aunque también la hubo en el Caracas. Como los caraqueños eran bastante pobres, había personas que economizaban durante todo el año para poder abonarse a la ópera. Aparte de esas temporadas, ocasionalmente venía algún circo al Metropolitano, y alguna compañía dramática o de zarzuela. Los toros nunca faltaron. Con todo, la mayor parte de las noches caraqueñas carecían de espectáculos públicos. Las familias se reunían a conversar, y los viejos literatos tenían su acostumbrada tertulia en la Plaza Bolívar. En ella había retretas por la Banda Marcial los jueves y domingos por la noche, y por la Banda Bolívar o la Presidencial, los domingos en la mañana. Siempre estaban muy concurridas por gentes de todas clases, y las familias, una vez terminada la música, acudían a “La Francia” o a “La India” a tomarse un helado. Los había de dos tipos: de fruta (guanábana, naranja, fresa) y de crema que eran el mantecado y el chocolate. Los primeros valían un real y los segundos real y medio.

     Las muchachas usaban una falda hasta los pies, pero sin cola, la cual se reservaba a las señoras. Llevaban el talle muy señido y lo de más arriba muy exuberante. Las mangas eran largas y ajustadas a la muñeca, y en los hombros se abombaban mucho. Se usaban grandes sombreros de paja con flores y velos, y al cuello lucían las damas sus boas de pequeñas plumas. Los hombres por entonces usaban conn más frecuencia la camarita que la pajilla, cuyo gran auge fue posterior. Llevaban una levita, un paltó-levita o un simple saco de casimir negro, a veces con pantalones de dril blanco, y sus botines de gomita. Sobre el chaleco se veía la gruesa cadena del reloj.

     “Juan” andaba por la calle con sus alpargatas (Antonio Guzmán Blanco había prohibido años antes el andar descalzo), sus pantalones de dril sujetos por una correa, y a veces por un cinturón ancho que tenía bolsillos y en el que estaba fijo un cuchillo peligroso, una franela gruesa de color crudo y un sombrero que en ocasiones era de cogollo y en otras era de fieltro medio arrugado.

Exterior de una pulpería, situada en un popular barrio caraqueño

     La sala de las casas caraqueñas tenía una personalidad inconfundible; era oscura y fresca, con su pavimento de tablas, sus muros empapelados y su cielo raso de coleta cubierto de papel blanco. Tenía grandes muebles cubiertos por una funda gris ribeteada de hiladilla blanca. No faltaba un gran espejo de marco dorado, a veces cubierto por un velo para protegerlo de las moscas, y que estaba colgado sobre una consola que en algunas casas tenía un paño con orillas de macramé.

     Las sillas podían mancharse con el aceite de macasar que los hombres se untaban en el cabello, por lo cual se les cubría en la parte superior del espaldar con un pañito tejido, cuyo nombre era, precisamente, “anti-macasar”. A los lados del sofá, en el suelo, había a veces sendas escupideras, casi siempre de porcelana o loza con algunas florecillas, pues las que eran todas de metal sólo se usaban en hoteles o barberías. En algún rincón había una mesa, a veces de mármol, llena de estatuillas de cerámica y de bibelots, en torno a una gran lámpara de kerosene. En una de las paredes estaba una repisa, hecha con carreteles de hilo vacíos, obra de algún tío “curioso”, en la que reposaba una botella que tenía adentro un pequeño bergantín. 

     Por otro lado, estaban el álbum de tarjetas postales, que las jóvenes románticas coleccionaban; el álbum de viejos retratos de la familia, que tenía gruesas cubiertas de terciopelo y marfil, y se cerraba con un broche de metal; y el otro álbum, donde amigos y admiradores de la niña de la casa escribían versitos o pintaban una mariposa junto a unos “no-me-olvides”, o una paloma con una carta de amor en el pico. Eran frecuentes las pulgas, sobre todo en los muebles abultados, en estas salas de la “gente decente”, pues en las de las familias de menos categoría, en vez de pulgas se encontraban chinches, las que también abundaban en los asientos de los teatros.

     En el corredor había una mesa de mármol y unas sillas y mecedoras de esterilla. Junto a la pared estaba el colgador de sombreros, que a veces tenía un soporte para poner bastones y paraguas. Sobre una especie de escalera de madera había muchos potes de helechos y plantas floridas, las que también se sembraban en latas de salmón o de manteca, a las que se abrían varios huecos en el fondo para que saliera el agua, y luego se pintaban por fuera con pintura al óleo. En las puertas de los cuartos había cortinas de “Lágrimas de San Pedro”, y en ninguna casa faltaba un caracol grande para sujetar las puertas abiertas.

      Por las tardes y las noches, las niñas, bien acicaladas y perfumadas, se sentaban en la ventana, para mirar a través de su impertinente o lorgnon a los jóvenes que estaban recostados en el farol de la esquina, y que eran señal inequívoca de que había muchachas bonitas en la cuadra.

La célebre botica de Velásquez, ubicada en la esquina del mismo nombre, en el centro de Caracas-

     Desde unos pocos años antes, cuando Herrera Irigoyen fundó su célebre revista “El Cojo Ilustrado”, había comenzado en Caracas un nuevo florecimiento de las letras y comenzaban a destacarse nuevos y brillantes escritores: Díaz Rodríguez, Key Ayala, Andrés Mata, Carlos Borges.

     Pero, desgraciadamente para nuestras letras, vinieron más tarde los treinta y seis años de las dictaduras de Castro y de Gómez, que nada querían con escritores ni con campañas culturales, y así el movimiento literario que comenzó a fines de siglo, no llegó a tener toda la extensión y profundidad que hubiera podido alanzar en otras circunstancias.

     La vida diaria de aquellos tiempos era rutinaria. La gente era alegre, a pesar de su pobreza, y parecía que la vida de Caracas, después de los esplendores guzmancistas, se hubiera detenido en un remanso, sin grandes realizaciones y tal vez sin grandes esperanzas, pero con bastante conformidad.

     Después de la revolución legalista de 1892, que llevó a Crespo nuevamente al poder, y después de varios otros alzamientos menores, iba a desatarse sobre el país la fulminante revolución restauradora que transformaría, en bien o en mal, muchos aspectos fundamentales en la vida de la nación.

Fuentes consultadas:

  • Revista El Farol. Caracas, 1953

 

Loading
Abrir chat
1
Contacta a nuestro equipo.
Escanea el código
Contacta a nuestro equipo para aclarar tus dudas o solicitar información.