Boletín – Volumen 78

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Boletín – Volumen 78

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición de fecha 10 de mayo de 1920 presentó un “Índice alfabético de la Ley Orgánica de la Hacienda Nacional vigente”. Ley sancionada por el Congreso para 1918 y dada a conocer el mismo año en una edición oficial impresa por la Imprenta Nacional.

     En páginas siguientes se reprodujo un escrito tomado de la Memoria de Obras Públicas titulado “Corporación del Puerto de La Guaira”. En él se subrayó la reconstrucción de la plataforma del muelle de cabotaje y la culminación del trabajo de unión de los muelles del Tajamar. Del mismo modo, se puso de relieve que las ganancias de la Corporación habían sido mayores este año de 1920 con respecto al anterior. El movimiento de cargas en el Puerto fue mostrado mediante cuadros dividido por años, en los que se aprecia que las mayores ganancias se presentaron en 1919. Luego de mostrar balances de ingresos y egresos, los redactores se encargaron de argumentar su oposición al aumento de aranceles propuesto por los administradores del Puerto. En este mismo aparte se publicó “Libelo de demanda contra la Corporación del Puerto de La Guaira”, expuesto por parte del Procurador General de la Nación, Guillermo Tell Villegas Pulido.

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     Entre las páginas 729 y 735 se dio a conocer la segunda parte del artículo del historiador estadounidense C. H. Haring bajo el título “Los libros mayores de los tesoreros reales de Hispanoamérica en el siglo XVI”, en que su autor señaló, entre otras cuestiones, que respecto a la organización administrativa de las primeras colonias de la América española ofrecían al historiador una amplia gama de posibilidades de indagación. Exhortaba a sus pares estadounidenses a una revisión mayor del Archivo de Sevilla, así como la necesidad de superar como fuente única la Recopilación de leyes de las Indias, preparada por la Corona de España.

     La sección de correspondencia se basó en la información proporcionada por el Consulado americano en Venezuela. Desde distintos puntos de la geografía de los Estados Unidos de Norteamérica se ofertaban agentes de negocios, máquinas para trabajos de panadería, materia prima para fabricar cerillas y velas, productos químicos, pinturas, telas para confeccionar ropas de damas, películas de cine, semillas, frutas, relojes de bolsillo, bujías para motores de combustión interna, máquinas de escribir, artículos de tocador, dulces, pianos, arroz, autopartes, medicamentos, aceites comestibles y productos a base de huevo.

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Boletín – Volumen 89

La situación actual

Boletín – Volumen 112

Esta edición de marzo correspondiente al año de 1923 comienza con “Situación mercantil”.

Boletín – Volumen 96

Situación mercantil

Las memorias de Antonio Paredes

Las memorias de Antonio Paredes

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Las memorias de Antonio Paredes

Antonio Paredes recién salido de la prisión de San Carlos, en Maracaibo, después de haber escrito sus Memorias

     Al triunfar la revolución de Cipriano Castro (1899), Antonio Paredes, un valenciano de apenas 30 años, se niega a someterse y se levanta en armas, pero a los pocos días es sometido, apresado y enviado al castillo San Carlos en Maracaibo. En 1902, es puesto en libertad a raíz de la amnistía decretada por Castro con motivo del bloqueo. Paredes se exilia entonces en Trinidad. En febrero de 1907, invade Venezuela por Pedernales; capturado a los pocos días, es ejecutado sumariamente por orden de Cipriano Castro. A mediados de 1908, su hermano, Manuel Paredes, entabla un juicio por homicidio; la Corte, a la caída de Castro, dicta auto de detención contra el ex presidente, pero no se logra concretar una sentencia

Por Ana Mercedes Pérez

     “1899. ̶ Son tiempos inestables. Tiempos en que no se sabe con qué gobierno se va a amanecer. Los hombres quieren ir a la guerra, ser militares y para ello no se necesita sino ser guapo y cambiar de indumentaria. Se cambia la azada por el sable, el martillo por el revólver, la camisa de trabajo por el traje de campaña. De la noche a la mañana hombres humildes simples peones se levantan en armas auto llamándose Generales de una revolución.

     Lo que se necesita es audacia y más audacia, como decía Danton. Audacia para no dejarse quitar la silla y audacia para recobrarla o conquistarla. Audacia para triunfar y audacia para darse a respetar.

     De Los Andes van bajando sesenta hombres para tomar Caracas. ¿Qué llevan consigo para el triunfo? Audacia y más audacia. Bisoños algunos en artes militares pasan por los pueblos entre vítores solo por el hecho de intentar derribar al presidente. Es la revolución restauradora. El golpe de estado no tendrá otro carácter que el de la fuerza nueva contra la fuerza débil. Y esa fuerza será demostrada hasta el exceso por todo el que quisiera unirse a ella.

     Cipriano Castro viene anunciando un gobierno donde todo ha de ser nuevo: “nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”. No se discuten planes ni se sabe en cuál terreno ha de decidirse el triunfo. Por ahora, Tocuyito será la meta. Cuatro mil seiscientos hombres apoyan al Gobierno, mientras el enemigo apenas cuenta con la mitad. Pero esa mitad lleva la fuerza de todos los deseos que arrastran los audaces.

     El presidente Ignacio Andrade es débil, hasta para decir que “no tiene tropas”, cuando un militar le ofrece colaboración. Las tropas se levantan si un gobierno cuenta con simpatías. Y cuando el atrevido Don Cipriano le ofrece amistosamente hacer un convenio entre el Gobierno y los revolucionarios, Andrade se niega prohibido ante la impetuosidad del avance.

     Pronto ya nadie le hará caso al Primer Magistrado, ni siquiera cuando intente libertar a los presos. Un presidente sin ejército es un hombre perdido, un hombre proclive a la derrota. Hasta que un buen día alguien se le acerque para advertirle: “Sálvese, General, que todo está perdido”.

Los padres de Antonio Paredes, el general Manuel Antonio Paredes y doña Manuela Domínguez, gente de tradición y de abolengo

Antonio Paredes

     Dentro de ese ambiente de hombres que se quitaban el poder unos a otros se movilizaba un joven militar de treinta años, egresado de la Academia de Saint Cyr, dotado de personalidad brillante. además de la conferida por la tradición: todos sus antepasados habían sido militares y guerreros gloriosos. La herencia viva no había sido creada por oportunismos revolucionarios. Su abuelo General Juan José de la Cruz había recibido el grado de coronel, en Ayacucho; Juan Antonio Paredes, General de la Gran Colombia, era otro de sus gloriosos antepasados; Manuel Antonio Paredes, su padre, había servido con Páez, venciendo al terrible Rubín.

     Los grados de militares habíanle sido conferidos por méritos ganados en buena lid, peleando por la patria con la espada al cinto, espadas que llevaban grabados en su empuñadura los lemas de Honor y Fidelidad.

     Cuando Cipriano Castro invade Caracas, en 1899, Paredes le sirve a Andrade defendiendo la Plaza de Puerto Cabello: No es hombre de rendiciones y acusa de “traidores” a los que ayer estuvieron con el Gobierno y hoy están con la revolución. Desafía al propio Castro llamándole “cobarde” porque no viene a medir sus fuerzas con él. Muy incómodo había de parecerle al jefe de la Revolución Restauradora la impertinencia de este apuesto General, representante de la aristocracia y de la cultura, educado en Europa y que lo reta a “medir con él sus fuerzas para comprobar que sus soldados serán derrotados”.

     La semilla del odio empezaría a germinar a Don Cipriano. El odio contra la superioridad y la digna altivez de Antonio Paredes. Cuando éste observa que el propio Andrade titubea, no transige con la derrota y le dice: “Apóyeme y venceremos a los traidores”.

     Pero el hombre que ha creado una Táctica Militar y que pelea técnicamente, permanecerá solo. Todos se irán con la revolución. Antonio Paredes por su atrevida y digna actitud irá a purgar a Maracaibo, en el Castillo de San Carlos, el testimonio de una raza que no perdonaba.

 

Sus memorias

     “Diario de mi prisión en San Carlos” no contiene propiamente las observaciones de un militar derrotado. Ni la trágica versión de un hombre atado con grillos, colmado de odio o sediento de venganza. Es la obra de un escritor meduloso, casi a veces de un poeta prisionero que espiritualiza el sufrimiento. El hombre que ha llevado consigo a Moliere, a Corneille, a Racine, a Musset, a Spencer, a Byron, etc., que lee literatura en tres idiomas, que traduce para sus compañeros l’Aiglon, de Rostand, nos va a decir por primera vez cómo vibran encarcelados y carceleros dentro de los oscuros muros del calabozo sin aire, sin luz y sin sol.

     “Memorias” que están plenas de una suave luz interior. Es el hombre metido en la soledad de sí mismo el que escribe, confiriéndole importancia a todo mínimo acontecimiento: “mis ojos ávidos de otros espectáculos están cansados de contar las grandes vigas de mangle rojo mal unidas que a la vez que sirven de asiento a esta lúgubre cueva, forman el asiento de la azotea donde durante el día se pasea el oficial de ronda. Podría decir cuántos huecos de clavos o estacas quedaron en el muro el día de la lechada”.

     Habla con los animalitos que lo visitan como solo puede hacerlo un sentimental soñador, un artista: “entre los muchos lagartijos o tuqueques que veo diariamente, conozco y aprecio de modo particular a uno que tiene la cola dividida en dos como una foca, otro con el rabo mocho que pasa el día cerca, en el túnel de la puerta cazando moscas y un tercero de colores muy vivos y esbelta figura, con la parte posterior de la cabeza de un amarillo subido, que por tantas ventajas debe ser el terror de los papás y los maridos de las lagartijas hermosas”.

     Antonio Paredes fue el primero que publicó en Venezuela un libro de esta índole, el primero que recogió sus memorias en la prisión. Se ha inspirado el estudioso en las Memorias de Silvio Pellico. Hay páginas conmovedoras: “Hoy ha recibido Meaño Rojas una carta de su novia residente en Caracas, en la cual dice ella que ‘ha llorado mucho en estos días’, lo que traducido al lenguaje secreto de los presos significa que la revolución se perdió”.

     Y otras veces es el rumor de la noticia lo que sacude el alma de los prisioneros o la simple y sencilla nueva de que pueden salir al patio a tomar el sol, o la resignación ejemplar del general cargado de grillos.

El teniente Antonio Paredes en la Revolución Legalista (1892)

     “Nadie que no haya estado privado del aire como nosotros podrá comprender nuestra dicha. Hoy he admitido una vez más la grandeza de Dios. Yo habría deseado conservar una fotografía de aquello: el viejo con su larga barba blanca, desnudo de medio cuerpo arriba, caminando a pasos muy cortos, algo inclinado hacia adelante; por detrás Pino, de uniforme, más encorvado aún que el viejo, llevándole los grillos. . .”

     El hombre democrático que es Paredes es un ejemplo sin precedente digno de situarlo ante la juventud que cada día se prepara. Porque Paredes no es solamente el héroe que dio su vida valientemente por la patria sino el ciudadano que dicta desde su prisión sus normas de ética política, con una gran generosidad. Mientras sus compañeros en el calabozo viven exasperados por el deseo de venganza contra “el Mono” (el mono es Don Cipriano), Paredes escucha entre tanto las mil formas con que condenarían a quien los tiene presos. Uno quiere colgarlo, otro quiere darle látigo, un tercero en meterlo en una pipa llena de mugre y desperdicios y ahogarlo en ésta, dándole con un sable en la cabeza cada vez que la saque.

     De pronto ante el asombro de todos ha declarado: “mi mayor placer sería verlo paseando y gozando de toda clase de garantías y seguridades, no porque tenga afecto alguno por él, sino porque así es que conviene en un país bien gobernado que cuando haya un hombre que al llegar al poder haga lo que ha dicho, ése será el día en que comenzará Venezuela a prosperar, porque entonces se acabarán las revoluciones y por eso es de desearse que quien asuma el mando después del atrabiliario Castro, sea enérgico a la vez que justo e inteligente, para reprimir, si fuere necesario, los desmanes de sus mismos compañeros”.

     Sus compañeros se recogen en sus celdas amoscados, no sin replicarle que “mejor es volverse santos para ir derechito al cielo”.

     Se adelantó a su tiempo, no sin adelantarse también a criticar los desfalcos en la administración pública, en donde entra el tan actualizado contrabando.

     “En Venezuela ningún empleado del gobierno se atiene a su sueldo. Los ministros entran en grandes especulaciones de todas clases: los militares especulan con las raciones de sus soldados, los aduaneros cierran los ojos y dejan pasar los contrabandos o pactan con los contrabandistas, el que va a hacer cualquier trabajo público se coge una gran parte de lo que se destina a la obra, solo o en sociedad con otros; todos, todos, hasta los porteros encuentran el modo de aumentar su sueldo con alguna industria o gabela prohibida”.

     Y continúa señalando que el presidente (el Cabito) era un limpio cuando llegó al poder. Al cabo de unos meses ya era propietario de todas las acciones del Ferrocarril del Táchira, de todos los vapores que navegaban en el Lago de Maracaibo, del Hato de La Candelaria, de potreros, haciendas en Aragua, de casas en Caracas y Valencia y no se sabe cuántas propiedades más.

     ¿Qué país puede ir adelante y prosperar cuando todo el tren gubernativo, desde el presidente hasta el empleado más insignificante, no se ocupan sino de fomentar sus propios intereses con perjuicio de los de la comunidad?

 

El humorista

     Para disfrutar del aire del patio a través de su calabozo se fabrica una nariz de tres metros de largo, que pudiera ser sacada a través de la reja como la trompa de un elefante. El modo de confeccionarla, ante la atónita mirada de los carceleros, que no sabían de qué pudiera tratarse y vigilaban hasta su mínimo paso, es digno de la trama de una pieza teatral.

     Primero hace comprar el papel de estraza y el almidón   ̶̶̶ pretextando que era bueno para las erupciones ̶, luego hierve el almidón, pica el papel y toma por molde un palo de escoba. Lo hace en tres secciones que une después y con una caja de fósforos suecos se fabrica entonces la parte principal del aparato, especie de embudo pequeño con la forma de una nariz. Tres días empleaba en fabricarse el aparato y en probarlo por la noche, lo que en conjunto era ̶̶̶ dice Paredes ̶̶̶ una especie de serpiente con las anfisbenas de las arenas de Libia de que nos habla el Dante, de posición recta y cabeza muy desarrollada”.

 

     Todos estos preparativos los observa su carcelero con gran interés. El famoso prisionero parecía regocijarse con su rostro curioso “¿Quién sabe qué se habrá imaginado? ¡Cómo no vaya a creer que ha fabricado un cañón mágico para destruir la fortaleza y matarlos a todos ellos!”.

     El caso de Cristico es el más divertido de todos. Cristico era el muchacho que le traía la comida y las noticias de fuera, impulsándole a que se comunicara con el mundo exterior para unirse a la revolución. Paredes, un gran psicólogo, de inmediato se da cuenta que Cristico es un espía, un agente del alcalde Bello. . . Y resuelve burlarse, antes de ser él burlado.

     Decide entonces entregarle una carta, dirigida a un tal Quiñones en Maracaibo. A Cristico le brillan los ojos de contento, pues por fin ha logrado la peligrosa encomienda. Dicha misiva iba dirigida dentro del sobre al propio Bello en los siguientes términos:
“Señor General J.A. Bello
. . . desde hace algún tiempo viene el teniente Jesús María Rodríguez (alias Cristico) haciéndome insinuaciones en el sentido que yo encabece una sublevación, y me ha dado noticias de supuestos triunfos de los revolucionarios y ha hablado en mi presencia con varios centinelas elogiándome a la vez que deprimía el gobierno existente y me facilitó el lápiz con que escribo a usted, todo con visible, objeto que yo dé alguna prenda que me comprometa para que pueda hacerse todavía más dura mi prisión. . . Pero Cristico es tan lerdo que desde el principio me dejó conocer sus intenciones y para probarle que no es sino un pobre muchacho MUY INOCENTE lo he escogido a él mismo para que lleve a usted esta carta, haciéndole creer que tengo interés en que la mande a Maracaibo. . .
. . . ¡Qué decepción para usted cuando al romper la cubierta no encuentre lo que espera!”

La libertad

     Pero aquel mismo ciudadano que, no obstante su cultura superior, fue siempre un compañero cordial con sus compañeros de prisión, aquel caballero que había vivido en París y comparte su alimento de rico con los más pobres, aquel fraternal amigo que en el día de su salida regala su catre y sus efectos a los más necesitados, seguirá siendo el día de su libertad un hombre altivo ante el Alcalde y sicarios que le han hostilizado su vida: “vi con sorpresa que todos los compañeros que iban saliendo adelante daban la mano a Bello que estaba parado allí y los despedía con la sonrisa amable de quien despidiera a los concurrentes a un banquete o a un baile. Yo he pasado delante de él sin mirarle. . . Luego todos dieron la mano a Pino, como habían hecho, con el otro. Cuando llegó mi turno de bajar, Pino estiró su mano, yo no moví la mía y salté en el bote sin cuidarme de él”.

     Desde entonces su vida resplandecerá bajo la aureola de una leyenda. Al comprender que su libertad ha tenido el precio de salvar a Cipriano Castro de “la planta insolente del extranjero”, prefiere escoger el camino del destierro. No será sino la preparación del retorno por la senda del sacrificio. El sacrificio más heroico y lamentable en nuestra historia política del siglo que pagó con su propia vida.

     Por ello Antonio Paredes pide la epopeya del mármol; fue un dios vencido en plena juventud.

La glorificación de Juan Crisóstomo Falcón

La glorificación de Juan Crisóstomo Falcón

POR AQUÍ PASARON

La glorificación de Juan Crisóstomo Falcón

Juan Crisóstomo Falcón, militar y político que gobernó en Venezuela entre 1863 y 1868. Fue uno de los líderes de la Guerra Federal (1863)

     En una interesante y poco común investigación en Venezuela, el historiador José María Salvador examinó algunos fenómenos artísticos efímeros producidos con las fiestas cívicas de este país suramericano, la gran mayoría de ellos escenificados en la ciudad de Caracas, centro del poder administrativo y político nacional desde los tiempos coloniales. Este examen fue presentado, en forma de obra, con el título Efímeras efemérides. Fiestas cívicas y arte efímero en la Venezuela de los siglos XVII-XIX, la cual fue publicada bajo el cuidado editorial de la Universidad Católica Andrés Bello, en el año 2001. En esta ocasión, haremos referencia a la interpretación que ofreció Salvador a lo que denominó “Gloria de Juan Crisóstomo Falcón”.

     Fue este un evento muy similar al que se había efectuado en torno a las figuras de Ezequiel Zamora, José Gregorio Monagas y Manuel E. Bruzual cuyos restos humanos fueron trasladados a Caracas para ser depositados en el Panteón Nacional, en noviembre de 1872. Dos años después, el mismo gobierno conducido por Antonio Guzmán Blanco, durante el 29 de abril y el 1ª de mayo de 1874, rindió honras fúnebres al transportar en triunfo al Panteón Nacional los despojos mortales del general Juan Crisóstomo Falcón (1820-1870).

     Los restos del insigne fueron exhibidos en un espléndido armazón en capilla ardiente levantada a la entrada del Camino Nuevo, en la calle de los Bravos. Desde tempranas horas de la mañana se encontraba listo el decorado urbano por donde transitarían los que conducirían el féretro a su destino. Salvador citó un fragmento de una crónica que describió el decorado que se hizo para tal acto. Una porción de la descripción fue como sigue. El trayecto que debía recorrer el féretro estaba adornado con un trofeo compuesto con un escudo, sobre el cual se escribió el nombre de cada una de las victorias de los defensores de las ideas federales.

     Alrededor de este escudo se habían colocado pequeñas banderas tricolores con insignias de duelo, encima de este grupo alegórico, flotaba un pabellón fúnebre, con una franja negra que tenía estampado la inicial del nombre del héroe, orlada por laureles de plata.

     De trecho en trecho se apreciaban columnas de mármol, de cuyo mástil colgaban coronas de siemprevivas, y sobre el capitel con las alas recogidas, se posaba el águila del genio, con un gesto de sorpresa por terrible catástrofe y encadenada en su magnífico vuelo. En cada esquina estaban, frente a frente, dos obeliscos truncados, símbolos de una ilustre existencia malograda, en los que se escribió, sobre mármol negro, los más recordados campos de batalla en los que el pueblo federal tuvo una destacada participación bajo la conducción de Falcón.

     Las casas de las calles, por donde transitarían quienes cargaban el féretro, tenían crespones, mientras los edificios públicos tenían colgaduras negras y la bandera nacional a media asta. En la esquina de la Torre, contigua a la catedral, se erguía un majestuoso arco de triunfo de fuerte textura guerrera, descrita en la misma crónica del modo como sigue. Su base mostraba grupos de cañones, cuyas culatas recibían las columnas formadas de fusiles, le acompañaban hachas, sables y clarines de guerra, le seguían mazos de picas que remataban en dos estrellas, cuyos rayos eran dos bayonetas, flameando entre ellas el pabellón venezolano. La vibra del arco estaba hecha de tambores unidos entre sí.

     Ante este arco marcial se erigió un gran obelisco en el que se apreciaba la imagen de Falcón enmarcada en oro, envuelto por las figuras alegóricas de Venezuela ciñéndole una corona de mirto, así como de la Fama en pregón de las campañas del mariscal, mientras en el medio de ambas figuras se veía el caballo de la Libertad. A las nueve de la mañana del día 29 de abril el presidente Guzmán Blanco, acompañado con miembros de su gabinete, los presidentes de las cámaras legislativas y altos funcionarios civiles y militares, se dirigió al catafalco erigido para la capilla ardiente. De inmediato se dio inicio a la procesión que llevaría los restos mortuorios al Panteón Nacional. Mientras tanto se escuchaban sones lúgubres ejecutados por la banda marcial, al repique de todas las campanas y el sonido de salvas de artillería. Detrás del lujoso carro funerario iban los funcionarios públicos, los miembros del Congreso, el presidente de la república con su gabinete y una brigada del regimiento de la guardia con la bandera enrollada.

     Luego de dos horas de lenta marcha llegaron al sitio de destino. El catafalco donde fue depositado el féretro fue descrito del siguiente modo. Era de gran magnificencia. Estaba compuesto de cuatro columnas que sostenían una elegante cúpula con relieves y arabescos de plata, sobre la cual se posaba, en disposición de alzar vuelo, el Cóndor americano, entre sus garras tenía una corona de laurel y una espada. Este cenotafio estuvo alumbrado por doce candelabros de plata, cuya luminosa luz contrastaba con la flamígera llama que despedían a su alrededor las lámparas funerarias.

En 1874, los restos mortales del general Juan Crisóstomo Falcón fueron sepultados en el Panteón Nacional, en Caracas

     La catedral también había sido investida por el luto, con cortinas negras matizadas con plata que cubrían las columnas en que destacaban trofeos y coronas con los nombres de las batallas triunfantes en las que había participado Falcón. El funeral religioso fue encabezado por el presidente Guzmán Blanco, junto a su comitiva. Al día siguiente, primero de mayo, se trasladaron las cenizas del mariscal al Panteón Nacional. Al concluir la ceremonia sacra, el ataúd fue montado en el carro triunfal, que los amigos de Falcón arrastraron de inmediato. Abrieron la marcha unos cañones y los dos caballos de batalla del prócer. Detrás iban el presidente de la república y su comitiva. 

     Desde la catedral la procesión tomó rumbo, al compás de una música marcial a lo largo de un trayecto flanqueado por trofeos de duelo y otros símbolos llorosos, con cortinas negras, acompañadas de pabellones enlutados colgando en las fachadas de las casas, hasta llegar a la plaza de la Trinidad, donde se había levantado un monumental arco de triunfo. El mismo era de estilo dórico, en él se había estampado: “A la memoria del Gran Ciudadano Mariscal Juan C. Falcón”, envuelta por los nombres: Antonio Guzmán Blanco y Manuel E. Bruzual. En la cara norte lucía idéntica dedicatoria, bordeada por los nombres: José Gregorio Monagas y José Rosario Gonzales, mientras en su bóveda se leían los nombres de quienes acompañaron a Falcón en sus andanzas militares. 

     En medio del sonar de la artillería, el féretro fue llevado bajo el arco del triunfo hasta el Panteón Nacional al compás de la marcha luctuosa de Donizetti. Raimundo Andueza Palacio pronunció el elogio fúnebre, mientras la orquesta y el coro interpretaron el responso de José Lorenzo Montero y, al final, los despojos del mariscal fueron inhumados en la bóveda que se les tenía destinada.

    Ya avanzada la edificación republicana se llevaron a cabo actos en que la celebración espectacular de la muerte estuvo presente. 

     Su apogeo se puede apreciar mediante las apoteósicas honras fúnebres que, luego de varios años de haber fallecido los honrados y glorificados quienes se habían marchado de su tierra natal, luego de cumplir con lo que se ensalzó como actos dignos de ser rememorados. Esta modalidad de recordación sirvió para enfatizar un presente, por lo general, fastuoso y magnánimo. Quienes lo ejecutaban se servían de ellos para mostrarse como símil del homenajeado. El siglo XIX fue un momento durante el cual las celebraciones alrededor de centenarios fueron acompañadas de exposiciones y actos luctuosos, con los que se rindió homenaje a próceres nacionales.

     En las postrimerías del siglo XIX se difundió la necesidad de recordar hazañas heroicas como, por ejemplo, el Descubrimiento de América, pero en la figura de Cristóbal Colón. Fue así como un conjunto de consideraciones de carácter histórico se difundió en aras de su justificación. Fue en la década del ochenta del mil ochocientos cuando se comenzó a generalizar su necesidad como restitución del papel cumplido por España en el mundo. Desde el país ibérico, con ecos en países como México y Argentina, se debatió la justificación del porqué celebrar el tercer centenario del Descubrimiento.

     Publicistas del momento, como el caso de Juan Varela, en España, Joaquín Baranda y Romero Rubio, en México, y Ernesto Quesada, en Argentina, fueron quienes se dieron a la tarea de legitimarla. En tal celebración la imagen de España y Portugal resultaron cruciales, porque se les asoció con la creación de un mundo nuevo y la fundación de un gran conjunto humano, aunque separado por las aguas del Atlántico.

     Fueron tiempos de reformulación de los proyectos modernos de la nación. Un conjunto de estrategias, con las cuales estampar en las mentalidades del momento imágenes con propósitos de cohesión social, se dieron cita en lo que se pudiera denominar ritos de iniciación republicana. Su objetivo fue la figuración e imaginación de la nación como una agrupación humana con atributos comunes. Con esos ritos se fue asentando lo que hoy se tiene como algo natural y normalizado por elites políticas y culturales, en momentos de redefinición de la nacionalidad. La interpretación del himno, rendir culto a los símbolos patrios, el homenaje a los héroes y a todos aquellos que hicieron posible la instauración republicana se hizo tradición, en un principio en la escuela de primeras letras para infantes.

     Con el tiempo cambiaron las denominaciones si en 1492 se celebró una fecha memorable, en el XX se le comenzaría a denominar bajo el nombre de Día de la Raza, quizá, con la intención de mayor inclusión de lo que hoy se precisa como expresión vencedores – vencidos. Ya en el 1900 la utilización de símbolos como forma de unificación nacional comenzó a formar parte de la legitimación de quienes ejercen el poder político. Se puede decir, tal como lo examinó Georges Balandier en su trabajo titulado: El poder en escenas (1992), que todo poder político intenta obtener subordinación por medio de la teatralidad, es decir, fiestas, conmemoraciones, celebraciones, elecciones, las que se esparcen por toda la sociedad como un fastuoso espectáculo.

     Su realización suele mostrar a quien ostenta el poder gubernamental ante el gobernado en analogía con el homenajeado. Las élites políticas y sus aliados culturales hacen uso de medios espectaculares, magnificentes, llenos de colorido y demostración de poderío. Con ella muestran su papel en la historia presente y el futuro que vendrá, por las manifestaciones que ejecutan exaltan valores y, con ello, reafirman su energía. El poderío político no se decanta únicamente con el espectáculo contemporáneo o circunstancial, porque al llevarlo a efecto intenta estampar en la memoria colectiva una impronta, a través de la duración, la reiteración, con lo que inmortaliza acontecimientos que sirven para mostrar atributos de origen.

     Por eso es preciso pensar en el desarrollo de una política de los lugares y obras monumentales. Así, una república asume una forma de reiterada novedad territorial, la ciudad, el espacio público y la misma nación. De ahí que se reordene, modifique y organice de acuerdo con requerimientos sociales y económicos. Quizás, lo de mayor relieve es tratar de no ser superado por el olvido y lo de crear condiciones específicas de trascendencia en el tiempo, la que se podría manifestar en conmemoraciones futuras. Se trata de una recurrencia a la imaginación con la que se invita a un futuro que de manera inevitable se ofrece plagado de mejoras. El guzmanato parece ser el mejor ejemplo de la teatralidad del poder con sus conmemoraciones, glorificaciones y ornato citadino. Por tanto, la “Gloria de Juan Crisóstomo Falcón” resultó ser una glorificación más y contextualizada en los afanes legitimadores del gobierno presidido por Antonio Guzmán Blanco.

Boletín – Volumen 77

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Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     Esta edición correspondiente al 7 de abril de 1920 reseña una “Asamblea en la Cámara de Comercio de Caracas”. Entre los asuntos que en ella tuvieron especial atención fueron lo relacionado con la ratificación del Convenio, el Reglamento Arbitral y las Reglas para la disposición de las Mercaderías. Estos habían sido firmados con la Cámara de Comercio de los Estados Unidos de Norteamérica, cuyo texto completo se había publicado con el número anterior del Boletín. En la misma asamblea se anunció que para el momento la Cámara contaba con 150 miembros, crecimiento adjudicado al trabajo realizado por la Directiva de esta corporación.

     Páginas después se insertó la continuación de un aparte titulado: “El tercero de los temas de la Alta Comisión Internacional – 1919”. Aparte correspondiente que estuvo dedicado a la Administración del Crédito Público, donde se señaló que con la Ley del 11 de junio de 1915 se transformó por completo el anterior sistema de administración. A partir de este momento la administración del Crédito Público pasó a depender del Ministro de Hacienda. De igual manera, se hizo mención a lo relacionado con el sistema fiscal, las fuentes de ingreso del fisco nacional, las proporciones de los gastos de crédito público, los atributos del sistema fiscal y la reforma monetaria basada en el sistema decimal y la referencia al Franco instituido en 1848.

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     Un breve artículo, reproducido de The Annalist (Nueva York, número 391, con fecha 23 de febrero de 1920) cuyo título fue: “Seria disminución de los aceites combustibles producida por la demanda creciente”. En él se señaló que su escasez, en suelo estadounidense se debía, de manera especial, a una gran demanda a escala planetaria por parte de embarcaciones y el uso industrial. Otro tanto se adjudicó a un Decreto dictado por el presidente mexicano Venustiano Carranza con lo que limitó la cantidad de taladros para la extracción de materias primas para la producción de combustibles. Esto provocó la disminución de transportes y sumado a esta circunstancia se dio a conocer que la explotación de yacimientos en California no era suficiente para cubrir la demanda existente.

     Un escrito denominado “El papel que desempeñan los bancos en el costo de la vida”, firmado por H. Pérez Dupuy y tomado de El Universal (abril 12 de 1920) en que su autor desmintió la conseja según la cual la inflación se debía a la expansión del crédito. Pérez Dupuy desarrolló su argumento según la afirmación que había algo de cierto en ella. Sin embargo, señaló que el crédito se podía clasificar en dos categorías. Uno, se utilizaba para fomentar el comercio y producción de bienes indispensables para la vida humana. Otros, eran destinados para actividades especulativas, no productivas. De acuerdo con sus argumentos serían estos últimos los que repercutían para incrementar la inflación.

     Entre las páginas 700 y 702 se editaron unas tablas tituladas “Curso del cambio en Venezuela durante los años de 1913 a 1919”. En ellas aparecen por cada año y dividido por los meses de enero a diciembre lo correspondiente a libras, dólares, florines, francos, marcos, pesetas y liras en el ámbito cambiario.

     Entre las páginas 702 y 710 fue insertado un artículo que llevó por título: “La Real Hacienda en el régimen colonial de España” cuyo autor era un profesor de historia de la universidad de Yale de nombre C. H. Haring. Este trabajo fue reproducido de: The American Historical Review, correspondiente a julio de 1918.

     En las páginas finales se dio a conocer: “Lista alfabética de los catálogos recibidos por la Cámara de Comercio de Caracas y existentes en su Biblioteca, para 1920”. La mayoría de estos inventarios eran del año de 1919, aunque habían de 1913, 1914 y 1918. En ellos se ofrecían maquinarias de distinto tipo, procesadoras de materias primas, materiales de construcción, autopartes y camiones de carga, entre otros, provenientes de distintos países.

     En la sección de correspondencias se pueden leer propuestas de una fábrica de chocolates y galletas, asentada en La Habana para negociar cacao proveniente de Venezuela. Desde Austria se proponían lazos comerciales con exportadores de cuero seco de res, café y cacao, entre otros productos. Propuestas desde París, Bordeaux, Marsella, Constanza, Oklahoma, Puerto Rico y Viena eran para relacionarse con exportadores venezolanos.

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Boletín – Volumen 68

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En la carilla 3353 “Nuevos miembros de la Cámara.

Boletín – Volumen 76

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Boletín – Volumen 76

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     En esta edición, con fecha primero de marzo de 1920, se agregaron nuevos avisos publicitarios de representaciones para la importación y exportaciones de bienes bajo la firma J. G. White, servicios ópticos y de farmacopea a cargo de Constanzo Vanzina y de consignación y comisión en general bajo la responsabilidad de S. Plaza.

     Para este número setenta y seis los editores presentaron un Índice de la Ley de Aduanas (desde la letra A hasta la letra Z) con el propósito de facilitar su consulta por parte de quienes se dedicaban a actividades comerciales y mercantiles. En el mismo se advirtió que fue preparado por un conocedor de estos aspectos legales.

     Entre las páginas 686 y 690 se publicó “El tercero de los Temas de la Alta Comisión Internacional – 1919”. Este aparte fue dedicado al crédito nacional y los factores que lo afectaban junto con el monto y el carácter de las deudas públicas. En el mismo se aclaró el significado de las denominaciones Crédito exterior y Crédito interior. Se trató lo correspondiente a la Ley de Colombia del 22 de mayo de 1826, la nueva Ley de Crédito Público del 11 de junio de 1915. En lo que respecta al Crédito Interior se explicó que abarcaba la Deuda Nacional Interna Consolidada del 3% anual, la Deuda Inscrita y los Bonos del Tesoro que sumaban un total de 49.070.831,92 bolívares. 

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     Respecto al Crédito Exterior sumó un total de 93.952.410,73 bolívares. En esta última estuvo contemplada la Deuda Nacional del 3% por Convenios Diplomáticos, Certificados Provisionales (españoles), Deuda Diplomática del 3% anual (Emisión de 1905) y Deuda Diplomática sin intereses (Protocolo de arreglo venezolano – francés del 14 de enero de 1915). Para cada caso se daba la explicación de las deudas y cuya reclamación requería de atención gubernamental.

     En “Sección de Correspondencia”, como venía siendo usual en el Boletín, se ofertaban servicios para ensanchar relaciones económicas con casas comerciales asentadas en Venezuela. Las ofertas provenían de distintos espacios territoriales como Puerto Rico, Florencia, Yucatán, Nueva Orleans, Matanzas, Gibraltar, Lucca, El Cairo, Kansas City, Tokio y París. Las ofertas iban desde el ofrecimiento de bienes exportables junto con lo que pudiera ser colocado en tierras de Venezuela. Entre los bienes ofertados y demandados iban desde el café, el cacao, aceites, azúcar refinada y tabaco, se ofrecían desde el exterior cigarrillos, instrumental médico y odontológico.

     La comunicación enviada por el Consulado americano, el 2 de febrero de 1920, contemplaba algunas peticiones y propuestas de comerciantes y fabricantes estadounidenses. Entre ellas se ofertaban correas de transmisión, correas hechas de cuero, papel fino para correspondencia y jabones de distintos tipos y usos, el requerimiento se circunscribió a cueros, pieles, cuernos y otros productos similares provenientes de Venezuela. Una información suministrada por el mismo Cónsul daba cuenta de las exportaciones que se habían dirigido a territorio estadounidense, incluido Puerto Rico, por un monto 4.611.846 bolívares. Entre ellas se encontraban el café, cacao, cueros de res, pieles de chivo y venado, carboyas de hierro y cobre viejo, entre otros. Agregaron otra información proporcionada por el mismo funcionario respecto a las exportaciones para los meses de enero y febrero desde el año de 1912 hasta 1920.

     Una breve sección denominada “Participaciones” daba a conocer algunos cambios entre socios comerciales y aperturas de nuevos establecimientos comerciales. Una escueta comunicación presentaba información acerca del balance comercial de los Estados Unidos de Norteamérica. Comercio que le era favorable frente a sus socios en Asia, Suramérica y Europa. Líneas después se encargaron de anunciar la actualización del estudio que habían presentado en ediciones anteriores, titulado “Apuntes sobre la riqueza mineralógica de Venezuela”, escrito originalmente en 1915 por Germán González.

     Al final se presentó una información extractada del Suplemento Comercial de The Times, publicado en Londres, donde se informaba sobre las medidas recomendadas al gobierno británico por parte del Comité de Circulación y Cambios para la reforma de la circulación monetaria. De igual modo, se anexó un decreto firmado por el presidente provisional Márquez Bustillos relacionado con la creación de nuevos cargos en la aduana de La Guaira: un interventor, un guarda – almacén, un liquidador, dos oficiales auxiliares y cuatro oficiales de reconocimiento y almacenes, con sus respectivas asignaciones mensuales. Se anexó, asimismo un Suplemento al Boletín número 76 referido al “Convenio de Arbitraje comercial celebrado entre la Cámara de Comercio de Caracas y la Cámara de Comercio de los EEUU”, refrendado por H. L. Ferguson y H. Pérez Dupuy.

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Boletín – Volumen 129

Este número apareció el 1 de agosto de 1924 en cuyas páginas iniciales se lee “Situación mercantil”.

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