Caracas 1830-1870

Caracas 1830-1870

POR AQUÍ PASARON

Caracas 1830-1870

Entre 1830 y 1870, el general José Antonio Páez gobernó a Venezuela durante 13 años, 1830-1834, 1839-1943 y 1861-1863

     Para 1830, Caracas había sido escenario de conflictos bélicos que se desarrollaron con las intenciones de un grupo a favor de la ruptura colonial, frente a quienes defendieron la causa del rey o monarquía española. También la de haber pasado a ocupar un lugar secundario con el establecimiento de la República de Colombia (1821-1830). Ya para 1830 se requirió establecer una capital para la República de Venezuela, luego de la separación de Nueva Granada. En las sesiones del Congreso Constituyente, a inicios del año de 1830, se discutió este asunto. En los debates desarrollados en ellas la decisión osciló entre dos alternativas para su establecimiento, Valencia o Caracas. Aquel Congreso dio inicio a sus sesiones un 6 de mayo de 1830 en la ciudad de Valencia, capital provisional de Venezuela durante la realización del Congreso. Contó con la asistencia de 33 diputados de los 48 que se habían elegido en representación de las provincias de Cumaná, Barcelona, Margarita, Caracas, Carabobo, Coro, Mérida, Barinas, Apure y Guayana. Tuvo como propósito decidir respecto a los pasos que deberían seguirse por parte del Departamento de Venezuela en vista del creciente y continuo distanciamiento con el Gobierno Central de la República de Colombia, localizado en la ciudad de Bogotá.

     Este Congreso se caracterizó por una disposición contraria a los objetivos de Simón Bolívar y la creación de un gran estado al norte de Suramérica. Se había elegido la ciudad de Valencia, donde estaba radicado José Antonio Páez, quien fungía como jefe civil y militar del Departamento de Venezuela, y por haber sido el punto de origen del movimiento separatista conocido bajo la denominación La Cosiata, que ocurrió entre 1826 y 1829. El descontento existente llevó, al momento de proponerse un pacto con el Gobierno de la República de Colombia, a que la presencia de Bolívar en territorio colombiano se puso en duda porque se adjudicaba a su mando los males por los que atravesaba Venezuela.

     El 14 de octubre de 1830, fecha de cierre del Congreso, se tomó la decisión de separarse de la República de Colombia. A partir de este instante surgió el denominado Estado de Venezuela, cuyas bases políticas y legales que fundamentaron el nacimiento de dicha república, como nación independiente, se hallaban contenidas en la Constitución de 1830, elaborada por este congreso convocado por el general José Antonio Páez con el fin de legitimar la separación de Venezuela de la República de Colombia, y con el que finalizó uno de los objetivos del plan de Bolívar.

     Al año siguiente, cuando se regularizó la organización constitucional de Venezuela, en otro decreto fechado el 30 de mayo de 1831, se estableció como capital definitiva de la república a la ciudad de Caracas. En consecuencia, se procedió a ordenar el traslado de los representantes gubernamentales a esta ciudad, así como preparar toda la infraestructura donde deberían funcionar los poderes públicos. Dicho cambio se llevó a cabo el día 3 de julio de 1830.

Antes de 1863, la ciudad estaba enmarcada entre los ríos Guaire, Anauco, Catuche y Caroata

     Los estudios realizados acerca de este período señalan que la necesidad de establecer a Caracas como ciudad capital fue esgrimida con argumentos desarrollados por Ángel Quintero y con el apoyo del vicepresidente de la República, Diego Bautista Urbaneja. Quien representó a los que proponían como capital a Valencia fue Miguel Peña. El historiador venezolano Tomás Polanco Alcántara señaló, en atingencia con este asunto, que la edad avanzada y el retiro, de Miguel Peña, a los Estados Unidos de Norteamérica influyeron para que las propuestas de Quintero calaran y llegar a convencer a José Antonio Páez acerca de la conveniencia de Caracas como capital de la república de Venezuela.

     En el libro Historia de Caracas, redactado por Polanco Alcántara, éste señaló que bien podía considerarse que, el tiempo transcurrido a partir de la decisión del Congreso en fecha 30 de mayo de 1831 hasta el Tratado de Coche, correspondiente al 24 de abril de 1863, se puede considerar un período, cercano a los treinta años, en cuanto a que la ciudad como tal fue bastante uniforme, si bien escenario de cambios políticos, sus características urbanas no fueron objeto de grandes transformaciones.

     Respecto a la ciudad y sus características, fue presentada una suerte de informe por los representantes del Colegio de Ingenieros, en la figura de quien lo presidía para 1869 Juan José Mendoza. Informe el cual había sido elaborado de acuerdo con el censo levantado este preciso año. 

     Lo que sigue está sustentado en una sinopsis presentada por Polanco Alcántara al comparar lo delineado por Mendoza y cotejado con lo que se puede leer en Anuario de la Provincia de Caracas, correspondiente al año de 1834.

     El censo levantado en Caracas durante el año de 1869 determinó la población de Caracas en 47.597 habitantes que contrasta con la cifra de 29.486 personas, según un censo de 1825. Por lo que se aprecia, Caracas fue una ciudad que en cuarenta y cuatro años no pudo duplicar su población. Las causas de tal situación fueron atribuidas, por parte de los integrantes del Colegio de Ingenieros y de su directiva, a la presencia de numerosas enfermedades endémicas y por las epidemias que solían presentarse con cierta frecuencia, también por la alta tasa de mortalidad infantil y, en especial, por los conflictos armados que habían azotado a la Republica y cuyas repercusiones se experimentaron en Caracas.

     Algunos viajeros, visitantes o representantes de gobiernos extranjeros en Venezuela como el caso de Karl Ferdinand Appun y, especialmente, el representante del gobierno brasileño, el Consejero Lisboa, destacaron la escasa transformación de la ciudad desde los tiempos de la Independencia hasta mediados del ochocientos. El diplomático brasileño, dueño de una fina pluma y con rigor metódico en sus narraciones ofreció una interesante descripción de la Caracas que observó en este período. Llegó a lamentar que todavía para 1852 se veían las ruinas que había dejado el sismo de 1812. También, sin ser el único porque hicieron lo propio Paul Rosti, Anton Goering y William Duane, entre otros, describió el deplorable estado de las calles, con aceras a nivel de las vías, la insalubridad, la falta de higiene entre muchos de los pobladores de la ciudad, la casi inexistente existencia de transportes, la escasa cantidad de edificaciones públicas, la desordenada distribución de lugares comerciales como la de un mercado ubicado en la Plaza Mayor, la falta de lugares de esparcimiento, el aspecto triste de las edificaciones, la lenta reconstrucción de los centros de devoción arruinados con el terremoto, la inexistencia de teatros y la insuficiencia de puentes para pasar de un lugar a otro en la ciudad.

     Polanco Alcántara comparó dos planos que se habían elaborado, uno, para 1843, otro, en 1862. A partir de su cotejo llegó a concluir que la ciudad, para esa época, no había sido objeto de mayores cambios o transformaciones estructurales y de ornato. Antes de 1863, la ciudad estaba “encerrada entre el Guaire, el Anauco y el conjunto formado por el Catuche y el Caroata”. Sus dameros estaban constituidos por 140 esquinas, distribuidas en 16 calles de norte a sur y de este a oeste. Como ejemplo se puede citar el que la ciudad para 1852 contaba con dos puentes más que en 1843, cuyos puntos de referencia seguían siendo los mismos: el Palacio Arzobispal, el Palacio de Gobierno, la Universidad, las iglesias, cementerios y conventos.

     Una de las figuras destacadas de este período fue José María Vargas (1786-1854) quien estuvo al frente de la Dirección General de Instrucción Pública, entre los años de 1838 y 1851.

     Vargas preconizó la idea según la cual todo debía esperarse de un pueblo educado, a la vez que criticó al gobierno liberal por no prestar la debida atención a la instrucción del pueblo. En un informe preparado en 1847 se informó que, de las 96 parroquias de la Provincia, 51 no contaban con escuelas públicas. Para ese año había 2.792 alumnos de instrucción primaria en toda la Provincia, distribuidos así: 1.609 alumnos en escuelas públicas, el resto, 1.153 en escuelas privadas. Mientras que en la Universidad de Caracas cursaban carreras universitaria 520 aspirantes a títulos académicos.

     Se sabe la preocupación que mostró Vargas por el descuido existente frente a la instrucción pública, por parte de quienes tenían en sus manos las riendas del Estado. El período al que se hace referencia tuvo como características problemas existentes debido a la falta de maestros, la carencia de locales adecuados para la enseñanza, la escasez de libros, la inexistencia de materiales idóneos para desarrollar el proceso de enseñanza – aprendizaje, así como un carente presupuesto para satisfacer un funcionamiento mínimo de las escuelas de Caracas y del país en general. 

En 1852 todavía se veían en Caracas las ruinas dejadas por el terremoto de 1812

     Ha llamado la atención de estudiosos de la historia de Venezuela que para esta época hubiese una inclinación hacia la música y su aprendizaje. De hecho, entre otras cuestiones difundidas por los viajeros estaba la destreza que mostraban algunos pobladores por la interpretación musical y la ejecución de melodías en el piano. Por lo general, eran jovencitas que habían sido entrenadas en su ejecución. Para este tiempo, se fundó y organizó una Sociedad Filarmónica impulsada por Atanasio Bello (1800-1876) quien en vida ejecutaba el violín y había participado como soldado en batallas a favor de los republicanos. Uno de los propósitos de esta Sociedad fue la de impulsar la educación musical en la Provincia.

     Las actividades culturales fueron escasas durante este período. Quizás las más generalizadas fueron las correspondientes al teatro. Para el año de 1834 habían alcanzado territorio caraqueño algunos artistas de origen español, aunque sin mayores reconocimientos en una sociedad que poco conocía de estos asuntos. Se recuerda que en esta época se presentó la ópera El Barbero de Sevilla en el año de 1836. 

     La Sociedad Filarmónica presentaba algunos esporádicos conciertos en la Provincia. Hubo la intención de generalizar actividades teatrales en Caracas. En efecto, en la década del cincuenta se instaló el Teatro de Caracas, entre las esquinas de Veroes y las Ibarras, cuya inauguración fue el 22 de octubre de 1854 con el montaje de la ópera Ernani de Giuseppe Verdi.

     Hubo la publicación de obras impresas y que dieron a conocer recopilaciones de leyes, periódicos y revistas y que dan cuenta de una demanda por parte de una élite instruida, aunque limitada a sectores puntuales de la población. La mayoría de los libros impresos que llegaban a territorio venezolano provenían de España. Por otro lado, el trabajo con la imprenta tuvo un representante señero en la figura de Valentín Espinal quien, por casi cincuenta años, imprimió diversos escritos desde Caracas. Hubo otros impresores como Tomás Antero, Domingo Navas Spínola y Antonio Damirón.

     Otro aspecto que llama mucho la atención de quienes han estudiado este período de la historia, es la existencia de un importante número de personas dedicadas a la música. Muchos llegaron a ocupar cargos públicos de relevancia con lo que se dio impulso a la interpretación musical. Pero, estuvo restringido a un segmento de la sociedad, porque una formación académica extendida para toda la población no estuvo presente. De igual manera, sucedió con la impresión de libros, folletos y periódicos cuya demanda estuvo acotada entre elites citadinas y no para todos los integrantes de la sociedad. 

     Uno de los acontecimientos cuya repercusión fue nacional, aunque suscitado en Caracas, para el 24 de enero de 1848, cuando hordas militaristas y afines a los Monagas invadieron el Congreso de la República. En la segunda mitad del siglo XIX, Caracas comenzó a experimentar cambios a la luz de los procesos modernizadores propiciados por Antonio Guzmán Blanco. 

     Durante este período se abren nuevos espacios públicos y se presenta una nueva ornamentación de la ciudad capital.

La Catedral de Caracas

La Catedral de Caracas

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Catedral de Caracas

La Catedral es un emblema de Caracas. Dibujo de Ramón Bolet, 1854

     Es la primera iglesia de la ciudad de Caracas, construida en el siglo XVI. A lo largo de su existencia ha sufrido importantes modificaciones como ampliaciones, eliminación del tercer cuerpo de la torre campanario, cambios en los materiales de su cubierta y en la forma de sus columnas, aumento de la altura de fachada, entre otras.

     En este lugar reposaron los restos de nuestro Libertador desde 1842 hasta 1876, cuando fueron trasladados al Panteón Nacional. La Catedral conserva valiosas imágenes religiosas, retablos coloniales, y obras artísticas de distintas épocas. En 1957, fue declarada Monumento Nacional.

     Ubicada justo al frente de la plaza Bolívar de Caracas, la Catedral contempla el pasar de miles de personas diariamente, albergando una gran cantidad de tesoros históricos en su interior, de estos se pueden destacar los restos de los padres y esposa de Simón Bolívar, un cuadro de grandes proporciones de Arturo Michelena que jamás pudo ser concluido y en el cual se puede apreciar “La Última Cena”.

     Uno de los cronistas que ha relatado la historia de esta singular iglesia es el escritor y periodista Lucas Manzano (1884-1966), quien en un libro póstumo, titulado Tradiciones Caraqueñas, publicó un extenso trabajo sobre el más antiguo templo capitalino.

     En el mismo, Manzano cuenta que era la catedral por entonces un oratorio con lo indispensable para la población. Pero a mediados del año de 1614 Caracas se daba el regalo de tener ciertas dimensiones y en el mismo lugar en el que emplazaron la primera ermita; para el fomento de la cual contribuían el Obispo Bohórquez, los encomendados y los hijosdalgos que ya tenían parné para codearse con los nobles castellanos que imponían reglas y dictaban cátedra en la villa regada por el Anauco, Catuche, El Guaire y la quebrada de Caruata, que no había descendido en categoría.

     Construida de cal y canto, pavimentado su suelo con panelas de tierra cocidas y alegrados sus muros con cuadros al óleo logrados por la “mansedumbre” del beatífico Fray Mauro de Tovar, veían los caraqueños la iglesia principal, cuando el 11 de junio de 1641 tembló la tierra con violencia tal que todo se fue al suelo.

     Fue entonces cuando Fray Mauro, revestido de serenidad y protegido por el Dios de los hombres, se encaminó pasó a paso por sobre los muros destruidos, extrajo del Sagrario la Custodia, ganó prontamente el umbral y llegando a la Plaza Mayor bendijo a la muchedumbre que aterrada ante la catástrofe alzaba sus brazos al cielo demandando perdón para sus culpas.

     A partir de aquella trágica jornada, lograda la reconstrucción de la Catedral por obra milagrosa de Fray Mauro y su colaborador Doña Mary Pérez y los Obispos que lo sucedían dejaron para recuerdo de su gobierno diocesano, emplazados allí oratorios, altares y otras obras que sumadas en conjunto dieron por resultado la iglesia que ocupa el rango de Mayor en el área Metropolitana.

     En sus cinco naves los feligreses podían orar en diez y siete altares, uno de los cuales, de plata, está dedicado al Santísimo Sacramento. Otro consagrado a Santa Ana, bajo el patrocinio de los Obispos de la Grey venezolana. El de Santiago Apóstol, patrón titular de los Reyes de España, en consecuencia, debe ahora estar de capa caída.

     Florecido de milagros hechos a los creyentes contemplan los visitantes del santo lugar el altar de Santa Rosa de Lima, Patrona de las Indias, y cerca de este el de Nuestra Señora de Antigua.

     No pocos ricos de la colonia dejaron recuerdo de su piedad en la Iglesia Mayor. Don Fernando Lovera patrocinaba el altar de Nuestra Señora de la Candelaria y lo dotó con cierta cantidad para fiestas, así como la obligación de repartir cincuenta pesos entre los pobres.

     Don Diego Monasterio dotó la Capilla del Santísimo con nueve mil trescientos pesos; este oratorio era además heredero de tres casas que rentaban ciento cincuenta pesos anuales. Los altares estaban flamantes en el año 1776, cuando otro sacudimiento sísmico derribó la Catedral reconstruida en 1770.

     En cierto lugar de la iglesia, no distante de la Cárcel para eclesiásticos, construida por Fray Mauro de Tovar, hubo gran revuelo el día 17 de abril de 1803.

     Habían llevado a hombros de científicos y gente del pueblo el cadáver del Profesor Juan Pablo Morillo, fallecido el día anterior en su residencia de “Las Madrices”.

     Por indisposición del Gobernador y Capitán Guevara y Vasconcelos, fue designado el Teniente de Gobernador y Auditor de Guerra Don Juan Jurado para que lo representase en la ceremonia de Vigilia y Misa de Cuerpo Presente.

     Jurado se presentó investido como estaba con la representación del Superior y tomó asiento en la silla designada al Capitán General. Esto no agradó a los estudiantes ni al rectorado, por lo que invitaron cortésmente a Don Juan Jurado a tomar las de “villadiego”. Este asintió la invitación como quien oye llover, por cuyo motivo se ausentaron en señal de protesta los acompañantes dejando al muerto solo.

     El muerto fue rectamente al hoyo y el vivo al brollo.

     Llevada la querella al Rey éste sentenció, reprimiendo al funcionario para que en lo sucesivo respetase a los estudiantes y no tomara vela en procesión que no fuese debidamente autorizada por el Gobernador.

     Traer el recuerdo de la vieja iglesia es añorar los sinsabores que pasó el Ilustrísimo Monseñor Coll y Prat, Obispo de Caracas, cuando el sanguinario Boves le conminó a entregarle el corazón de Girardot sepultado allí por pedido del Libertador. Nada obtuvo el testarudo asturiano ante la reciedumbre del Pastor, a quien los patricios por motivos justificados habían llevado bajo escolta a La Guaira durante los sucesos del año once.

     Un suceso pintoresco dentro de lo trágico tuvo teatro en el año 1882. Ocurrió que un orate, a quien los caraqueños mentaban con el mote de “Loco Lerdo”, pasó a mejor vida víctima de un chaleco que según él tenía la virtud de mantenerle en el espacio durante un tiempo, prudencial. Este loco de quien no hemos encontrado referencia en los papeles consultados, dicen que se lanzó del segundo cuerpo de la torre en demostración de eficiencia de su experimento y en llegando al suelo su cabeza se hizo añicos.

     Que nosotros sepamos no se han registrado en la Catedral otros acontecimientos que merezcan citarse, a no ser por la exclamación que un personaje de la revolución triunfadora en el año 1900 hiciera ante la Imagen de la Soledad. Según quienes estuvieron presentes y refieren la escena, el sujeto se arrodilló frente al nicho de la Santa, abrió los brazos en cruz y con franciscana dulzura le dijo a la Virgen: 

 ̶̶     ¡Madrecita linda! No te pido nada, haz sí que me pongan donde “hayga” algo que de lo demás me encargo yo. . . 

     A la Iglesia Mayor le han salido en competencia dos rivales: ellas son las Basílicas de San Pedro Apóstol, en “Los Chaguaramos” y en “La Florida” la Basílica de Nuestra Señora de La Chiquinquirá.

     Siendo como es Venezuela, país poderosamente rico, debiera acometerse la continuación de la reforma llevada a efecto por el gobierno que presidió el General Juan Vicente Gómez, pues así la Catedral de Caracas ocuparía el puesto que en justicia le corresponde como Iglesia Mayor de la capital venezolana.

     Ojalá Dios lo quiera, amén.

Pronunciamiento de La AVDT frente al “Impuesto a los grandes patrimonios”

Pronunciamiento de La AVDT frente al “Impuesto a los grandes patrimonios”

  1. La Asociación Venezolana de Derecho Tributario (AVDT) con motivo del dictado de la “Ley Constitucional que crea el impuesto a los grandes patrimonios”[1] por la denominada “Asamblea Nacional Constituyente”, en fecha 18 de julio de 2019, realizó un evento en el cual analizó el pretendido tributo y evidenció sus deficiencias constitucionales y técnicas. En dicho evento, además de denunciar la inconstitucionalidad de la llamada “Ley Constitucional” y la inviabilidad económica de la pretendida exacción, acogió en todos sus términos el pronunciamiento de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales en rechazo a dicho “tributo”. 
  1. Hoy, después de tres (3) años de la existencia del referido tributo, observamos que se han agudizado las causas jurídicas que generan su inconstitucionalidad, las inconsistencias técnicas del pretendido tributo y las causas económicas que lo hacen inviable. 
  1. La inconstitucionalidad que parte del origen y de la conformación de la llamada “Asamblea Nacional Constituyente” conducen a que cualquier acto que emane de ella, incluyendo la pretendida “Ley Constitucional que crea el impuesto a los grandes patrimonios”, sea absolutamente nulo. Adicionalmente, esa “ley” fue dictada en abierta violación al principio de reserva legal, ya que es la Asamblea Nacional (Poder Legislativo) la llamada a dictar las leyes de naturaleza tributaria y no la Asamblea Nacional Constituyente, cuyas funciones debieron estar encaminadas, en todo caso, a redactar una nueva Constitución Nacional. 
  1. El establecimiento de un pretendido tributo que no grave manifestaciones ciertas de riqueza de un contribuyente, hace que dicha obligación se convierta en una exacción intolerablemente inconstitucional por confiscatoria y violatoria de la capacidad contributiva. En efecto, en el estado actual del desarrollo de los derechos humanos, resulta inconcebible el pretender que una exacción afecte el derecho de propiedad y la libertad económica, sin haber pasado por una fórmula legislativa y técnica, producto de exámenes y profundos estudios de factibilidad, académicos, económicos y de consulta popular. Sin embargo, esta exacción inconstitucional pretendió hacerse imponer en el sistema normativo y fiscal venezolano de forma sorpresiva, atentando además contra los principios de certeza, seguridad jurídica y de no retroactividad de la ley. 
  1. Algunas de las inconsistencias técnicas de la instrumentación normativa de este tributo, que también derivan en su inconstitucionalidad, van desde una indeterminación y una sobrecarga discriminatoria para una categoría de contribuyentes, como son los sujetos pasivos calificados como especiales, en contra del principio de generalidad tributaria; pasando por la deslegalización y también indeterminación de los elementos esenciales del tributo, como son: (i) la base imponible, por pretender confeccionar la misma sobre métodos de valoración poco técnicos, que derivan en una exacción a los activos y no a una manifestación cierta de riqueza, que frustra el mandato de una tributación sobre la verdadera capacidad económica de los contribuyentes y que además quedan a merced del arbitrio y regulación del acreedor y no de la Ley, y (ii) las alícuotas, porque igualmente son variables según lo disponga el sujeto activo de la obligación y no por mandato de la Ley. 
  1. De igual forma, este pretendido tributo se inserta de forma desarmonizada a un sistema tributario ya bastante sobredimensionado. No se complementa con el Impuesto sobre la Renta como ocurrió en su momento con el Impuesto a los Activos Empresariales, el cual tenía algunas características similares a este Impuesto a los Grandes Patrimonios. En efecto, se pretende prohibir la deducción de lo pagado para la determinación del Impuesto sobre la Renta y se desconoce totalmente la armonización con otros tributos existentes que contienen disposiciones que regulan el valor de mercado como límite máximo para gravar a los activos, como son el impuesto de donaciones, impuesto de vehículos, impuesto sobre inmuebles urbanos e incluso los tributos pagados en otras jurisdicciones. 
  1. Pero, no conforme con lo anterior, este pretendido tributo se impone en el momento de mayor crisis económica por la que el país ha pasado. Venezuela ha sorteado varios años en hiperinflación y una devaluación que han frustrado totalmente las funciones monetarias del bolívar y que han decantado en tres (3) reconversiones monetarias en poco más de una década. En una economía que ha tenido una caída de su producto interno bruto superior al ochenta por ciento (80%) en los últimos cinco años y una crisis migratoria sin precedentes y, como si lo anterior no fuera suficiente, en medio de una crisis sanitaria y económica mundial producida por el Covid-19. Esas circunstancias constituyen razón suficiente no sólo para derogar el referido tributo, sino también para someter a revisión otros tantos vigentes en nuestro ordenamiento, tal como la AVDT lo ha venido señalando en diversas oportunidades, constando la última de ellas en el pronunciamiento de fecha 7 de abril de 2021. 
  1. Estas distorsiones y particularmente las relacionadas con el pretendido Impuesto a los Grandes Patrimonios, han sido objeto de análisis y de estudio por parte de la AVDT, lo que ha permitido denunciar -con altos estándares académicos- las distorsiones e inconstitucionalidades antes comentadas, en charlas, conversatorios y, más recientemente, en las XVIII Jornadas Venezolanas de Derecho Tributario, sobre “Patologías del sistema tributario venezolano”, celebradas en Caracas, en el año 2019, cuya relatoría, ponencias, conclusiones y recomendaciones ratificamos y damos por reproducidas en el presente pronunciamiento y a cuya revisión exhortamos. 
  1. Dado que en el próximo mes de noviembre comenzaría la temporada de declaración del pretendido tributo, la AVDT debe nuevamente rechazar la vigencia de una exacción comprobadamente inconstitucional, confiscatoria, poco técnica y a todas luces inconveniente para este momento y ante la deplorable crisis económica que aqueja en el país, siendo más bien imperioso el establecimiento de políticas fiscales destinadas al crecimiento económico y a la atracción de nuevas y mejores inversiones y no generar el efecto contrario al ahuyentar o afectar desproporcionadamente las pocas inversiones ya existentes en nuestro país.

En Caracas, a los 21 días del mes de octubre de 2021

Consejo Directivo de la AVDT

 

AVDT

Más de 50 años de actividad persistente y entusiasta en la defensa de los valores democráticos y los criterios constitucionales de tributación.

 

[1] Publicada en la Gaceta Oficial No. 41.667 de fecha 3 de julio de 2019 (reimpresa por “error material” en Gaceta Oficial No. 41.696 de fecha 16 de agosto de 2019),

La Caracas de 1810-1817

La Caracas de 1810-1817

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

La Caracas de 1810-1817

     Para esta oportunidad haré referencia a la historia de Caracas de acuerdo con lo estructurado por el politólogo e historiador venezolano Tomás Polanco Alcántara (1927-2020) en uno de sus textos cuyo título fue Historia de Caracas, publicado por la Gobernación del Distrito Federal en 1983, a propósito de la aprobación de la enseñanza de la historia regional en Venezuela, como complemento del aprendizaje de la “historia patria” en el año de 1979.

     El texto se inicia con una breve referencia al pasado colonial o Antiguo Régimen. El énfasis mayor se encuentra en lo acontecido luego de 1810 y las referencias que sirven de ejemplo de cómo desde la ciudad de Caracas se fue extendiendo la emancipación y la ruptura del nexo colonial. Así, rememoró Polanco la Caracas de 1810 expresada desde las páginas de la Gaceta de Caracas en que mostraba aún un lenguaje de armonía, concordia, optimismo y convivencia pacífica, aunque con huellas de incertidumbre acerca del futuro, en especial por lo acontecido en la península, las abdicaciones de Bayona, la presencia de Napoleón y sus tropas en territorio español y la conformación de una Junta Suprema a favor de Fernando VII.

     En su descripción, indicó que existía, entre los caraqueños, un convencimiento acerca del carácter provisional de la Junta Suprema, mientras Fernando VII estuviera en manos de Napoleón. También, la misma Junta aprobó por decreto la libertad de comercio con España, a la que se hizo referencia como “nuestra Patria común”. Según este historiador, Caracas no reveló cambios significativos en “su vida ordinaria”. Se llamó a elecciones para la votación de diputados y varios de los nombres propuestos para elegir o ser electos fueron los mismos que habían dado contribución monetaria para combatir a Miranda en 1806. La vida en los puertos y los tratos comerciales, aún para 1810, siguió su curso normal de intercambio histórico con España.

Terremoto de Caracas, 1812; Tito Salas 1929, óleo sobre tela

     Sin embargo, a medida que avanzaban las tropas de Napoleón dentro del territorio español y se conocen los pormenores que rodearon lo acontecido con las abdicaciones de Bayona y los intentos de Fernando para establecer una alianza con Napoleón, sirvieron de acicate para crispar los ánimos entre las elites americanas y, por supuesto, caraqueña. Un conjunto de factores políticos, sociales y económicos terminaron de convencer a las élites venezolanas para declarar la independencia en julio de 1811 y establecer una república federal.

     Bajo este marco, Polanco ofreció una descripción de lo sucedido luego del terremoto ocurrido el Jueves Santo, durante el 26 de marzo de 1812. Escribió que la comunidad caraqueña estaba muy agitada por los cambios políticos del ínterin. A ello se sumó las dificultades económicas derivadas de la escasez en todos los órdenes, los enfrentamientos armados y las noticias provenientes de Europa y las dificultades que atravesaba la monarquía española frente a la política napoleónica. En este contexto, el movimiento telúrico de 1812 despertó una mayor incertidumbre por los estragos que causó a la ciudad.

     Por esta razón Polanco argumentó que en circunstancias diferentes su impacto, en la sociedad caraqueña, pudo haber sido otro.

     El autor relató algunos pormenores que rodearon la experiencia posterior al terremoto del doce, a partir de información proveniente de la Gaceta de Caracas. Se sabe que uno de los usos que se hizo del mismo fue para señalar a los republicanos como pecadores y que, por tal circunstancia, el terremoto había sido consecuencia de la ira divina. Ahora, lo que destacó, de modo notorio, Polanco, fue su impacto urbano. Así, una de las primeras consideraciones que se hicieron para el momento, entre las autoridades citadinas, fue la de trasladar los pobladores de la Provincia o “fundar una nueva ciudad en la hermosa explanada de Catia, donde se respira un aire puro, se siente una temperatura más deliciosa y se disfruta de aguas excelentes”. De igual manera, se propuso dejarla en el mismo lugar para aprovechar los materiales, las calles, los puentes y acueductos, así como estudiar las características que deberían poseer las construcciones para evitar colapsos en situaciones similares, como la del doce, en el futuro.

     El autor indicó que las mismas condiciones políticas impidieron un debate mayor, acerca del asunto de la mudanza, y la población quedó en la misma área. Para la redacción de su relato hizo uso también de las Actas del Cabildo, en que, según su razonamiento, aparecen documentos de imponderable interés para evidenciar la magnitud de los efectos del movimiento telúrico. De acuerdo con sus pesquisas, el palacio arzobispal y los salones del cabildo habían sufrido graves daños, y que por tal motivo quedaron inhabilitados. Por lo que los cabildantes se reunían en la capilla provisional de Ñaraulí.

     Con la destrucción de la Catedral se hizo necesario considerar la construcción de una nueva. Según un acta, con fecha 22 de septiembre de 1812, la iglesia de San Francisco había quedado en muy malas condiciones, “desplomada la pared que mira al naciente; caída la bóveda del presbiterio, averiado el Arco Toral, y en tal forma inhabitable el convento anexo que los frailes formaron habitaciones provisionales en las afueras de la ciudad”. En su narración destacó que, alrededor de la capilla de Ñaraulí se encontraban reunidas cerca de doce mil personas en campamentos improvisados. Las lluvias que siguieron al movimiento de tierra agravaron las condiciones de la ciudad y la vida de sus habitantes.

     En meses posteriores, como en septiembre y octubre, las lluvias continuaron y entre los pobladores se experimentaba pesadumbre ante las inclemencias naturales y las consecuencias que había dejado el sismo. “Temblaba casi todos los días”, por tal motivo muy pocos querían permanecer en sus lugares de habitación. Por otro lado, la reconstrucción de la Catedral constriñó al cabildo metropolitano a poner en venta varias de sus alhajas de plata para cubrir los gastos. Todavía para 1814, la Catedral estaba reducida a una sola nave y no poseían techo el presbiterio ni el crucero.

     Polanco refirió que en un acta de abril del año 1816 los integrantes del cabildo habían estampado que casi todas las iglesias de la comarca estaban en ruinas y muchas inhabitables. Para 1817 las autoridades de la ciudad comenzaron a considerar la posibilidad de trasladar la capital a otro lugar. Citó el contenido de un acta del cabildo, con fecha 16 de septiembre de 1816, en que se calificó la situación de Caracas como de “extremidad infeliz”.

     Para 1816 los vecinos y pobladores de la ciudad fueron testigos del cambio de autoridades, cada una de las cuales imponía otros tratos administrativos. Polanco lo reseña del siguiente modo: la llegada de Monteverde, el restablecimiento de la autoridad republicana, la huida de Bolívar y la llegada de Boves, el regreso de Bolívar y su presurosa partida hacia oriente, seguido por una cantidad importante de familias caraqueñas y la restitución del gobierno en manos de los españoles europeos. 

     A los daños físicos producidos por el temblor del doce se sumaron las pérdidas de vidas humanas, producto del conflicto armado y la emigración del catorce. Polanco ofreció algunas cifras a este respecto, basado en testimonios de la época y posteriores a los años referidos hasta ahora. Alrededor de diez mil personas habrían desaparecido con el terremoto, cinco mil almas perecieron en la guerra y catorce mil personas se contaron entre los emigrados en 1814.

     El número de afectados no se sabe con precisión, no obstante, Polanco estableció que la cantidad de pobladores de Caracas no superaba los cuarenta mil. Concluye, en lo concerniente a este punto, que durante los años que abarcan entre 1811 a 1816, el sismo, el conflicto armado y las emigraciones “reducen brutalmente a la mitad la población de Caracas”. La tragedia de la ciudad se puede simplificar con la rememoración de: edificios destruidos, reducción violenta de la población, alteraciones en las formas de gobierno que bascularon entre la monarquía y la república y fuerte disminución del intercambio comercial, tanto al interior del territorio como fuera de él. 

Después del terremoto de 1812 se planteó fundar una nueva ciudad en la hermosa explanada de Catia

     Es necesario añadir que Caracas permaneció, desde 1815 hasta 1821, en manos de los defensores de la causa del rey, lo que remite a estudiar la historia de este período de un modo que permita una aproximación a un espacio segmentado por la guerra y por la práctica política. Polanco recordó lo contemplado en el Reglamento de Policía dado a conocer en septiembre de 1815. Entre algunos de sus apartes tenemos los siguientes: prohibición de pedir limosna de puerta en puerta y fuera de la localidad, la obligación de hacer trabajar a los “ociosos que abundaban en las calles a ración y sin sueldo”, la obligación de portar pasaporte incluso blancos y sacerdotes, promoción de escuelas públicas, prohibición de armas ofensivas no así las espadas que correspondieran a las personas de calidad, permiso para mudarse de un lugar a otro, proscripción de circulación privada de cartas, papeles, manuscritos e impresos.

     De acuerdo con testimonios de la época la Universidad de Caracas no se vio muy afectada en su funcionamiento y actividades. Por los avisos publicados en la prensa de la época, léase: Gaceta de Caracas, Polanco dedujo que, además de la universidad, desde 1815 se aprecia el empuje de actividades económicas y la venta de libros. Aunque la poca actividad económica se veía estorbada por el requerimiento de empréstitos altos que había llevado a la bancarrota a varios comerciantes. En lo referente al ámbito jurídico, que dependía de Caracas, experimentó un cambio con la reinstalación en la ciudad de la Real Audiencia, orden dada por el Rey el 27 de diciembre de 1815.

     De manera paulatina, el comercio comenzó a experimentar cierta recuperación, al haber un incremento en la producción de café, cacao, añil, algodón y cueros. Según relata Polanco, hubo esfuerzos por recuperar la normalidad del funcionamiento institucional. El 24 de julio de 1816 se hizo público el nombre de quienes ocuparían los cargos de Capitán General, Auditor de Guerra, Secretario, Real Audiencia, oidores, fiscales, Intendente y autoridades de la Iglesia. 

Con la destrucción de la Catedral se hizo necesario considerar la construcción de una nueva

     De acuerdo con esto se puede considerar las intenciones de reconstrucción avaladas por las autoridades españolas. Pero, la provincia había experimentado la disminución de las actividades generadoras de riqueza, los pobladores habían sufrido los rigores de un movimiento telúrico y de la guerra, tal como lo hizo saber el Fiscal de la Real Hacienda, el 25 de septiembre de 1816. Por si esto fuera poco, cada día era necesario utilizar la fuerza de las armas para mantener el orden público y las acechanzas enemigas.

     Asimismo, las autoridades coloniales llamaron a un concurso para trabajos escritos en que se explicara la legítima y exclusiva propiedad de los soberanos de España sobre los territorios del Nuevo Mundo. En las postrimerías de 1816 se llevó a cabo el acto de premiación. El ganador fue un joven universitario de nombre Rafael de Arvelo, también se otorgaron reconocimientos a otros alumnos que presentaron disertaciones acerca de Derecho Canónico y Jurisdicción Eclesiástica.

     Para el año de 1817 se hizo un despliegue militar, acompañado de repique de campanas, descargas de fusilería y actos religiosos a propósito de la llegada de los Sellos Reales para el despacho de la Audiencia. En este año el Cabildo se dio a la tarea de discutir una petición proveniente de los vecinos de Valencia, quienes pretendían que la capital se instalara en esta comarca del centro del territorio venezolano. Gracias a las actas y lo en ellas estampado se puede precisar la situación de Caracas para este momento. Polanco presentó algunas de estas características. Ella contaba con buenos afluentes hídricos, también en ella, durante casi todo el año, se disponía de naranjas, limones, melones, sandías, verduras, variedad de flores y hierbas medicinales. Para el 29 de octubre de 1817 se promulgó un documento en el que se ratificó a Caracas como capital y ciudad más importante de la Provincia. Así, se ratificó que Caracas sería la capital de la provincia, amén de su infraestructura y bienes naturales.

La generación del 28 está más vigente que nunca

La generación del 28 está más vigente que nunca

OCURRIÓ AQUÍ

La generación del 28 está más vigente que nunca

     La primera referencia que se conoce para erigir un monumento al Libertador data del primero de marzo de 1825, cuando la municipalidad de Caracas decidió aprobarlo luego de recibir noticias del triunfo apoteósico de Simón Bolívar en la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. El monumento seria ecuestre, de bronce, sobre columna de mármol y estaría ubicado en la Plaza de San Jacinto, cuyo nombre cambiaría por el de Bolívar. Desafortunadamente este acuerdo quedó sin cumplim

     A principios de 1965, ante diversos actos de violencia protagonizados en el país por el movimiento guerrillero contra el gobierno del presidente constitucional Raúl Leoni, dirigentes políticos de la vieja guardia aprovecharon para recordar la férrea lucha del movimiento estudiantil que 37 años antes, en febrero de 1928, marcó el inicio oficial de la lucha contra Juan Vicente Gómez, dictador que domó a la nación entre 1908 y 1935.

     Una dama, Belén Blanco Yepes de Veloz Mancera, publicó el sábado 27 de febrero de 1965, en la página 8 del diario La Esfera, una interesantísima crónica reflexiva, sobre la acción de aquellos muchachos, conocidos como la “Generación del 28”, cuyos ideales de libertad hoy, 93 años después están más vigentes que nunca. El título del mencionado trabajo es: “Los Estudiantes del 28 pasaron el carnaval presos”, cuyo texto ofrecemos a continuación.

     “En 1935 murió JUAN VICENTE GÓMEZ, dejándonos una patria analfabeta y despoblada, hermosa y campesina, una Venezuela que despertaba después de una larga noche de 27 años.

     Pasaron meses, años, crecimos, formamos nuestros hogares y esta vibrante juventud del año 28, a quienes unía un ideal y marchaban compactos hacia una misma meta, se dispersó, tomaron caminos distintos, caminos opuestos, caminos errados; compañeros de una misma celda, hijos de una misma madre, hermanos de un mismo ideal, hoy van muchos por la vida rencorosos y dispersos, llenos de pasiones malsanas y de bajos pensamientos.

     ¡Estudiantes del 65! Venezuela hoy como hace 37 años, los necesita unidos y fraternos, sin lastres mezquinos y doctrinas extrañas, con la mente abierta y la palabra valiente, para el repudio colectivo de posibles dictaduras, con la conciencia limpia y la frente muy alta, conscientes de la responsabilidad que tienen en el destino de la Venezuela del mañana.

Mi canto es para la fuerza atolondrada.

La pupila serena

La turba mezcolanza de candor  de ciencia

EL SACALAPATALAJÁ

Y la boina del estudiante,

(“La Boina” del estudiante Antonio Arráiz, 1928)iento.

     Hubo otras propuestas también incumplidas, una de ellas en 1842, cuando los restos del Libertador llegaron a Caracas procedentes de Santa Marta, Colombia. En esa ocasión, al menos quedó el nombre de Bolívar para la Plaza Mayor.

     Treinta años más tarde, el 18 de noviembre 1872, el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco decretó la construcción de una estatua ecuestre al Libertador Simón Bolívar.

     El gobierno encargó la ejecución del mencionado decreto a la Compañía de Crédito constituida en Junta de Fomento, bajo la responsabilidad de su presidente Juan Röhl.

     La estatua fue moldeada en la fundición real de Múnich (Alemania) bajo la dirección del señor Ferdinando Von Müller y por el modelo ejecutado por el escultor italiano Adamo Tadolini en 1858, en Roma, y erigida al año siguiente en la plaza Constitución de Lima, Perú.

En la sede antigua de la UCV, en el centro de Caracas, los estudiantes de la boina azul, unidos por una misma razón, por un mismo ideal, en 1928

     Corría el trágico año 1928, Venezuela desangrada y oprimida vivía sus largos años de oprobio y dolor bajo una de las dictaduras más crueles que registra la historia de América.

     El optimismo y la rebeldía era una pequeña llama que vivía latente en el corazón de la juventud venezolana; se conspiraba, se hacían planes que siempre fracasaban lamentablemente, las terribles cárceles de Venezuela, la fatídica “ROTUNDA”, el Castillo LIBERTADOR y SAN CARLOS se llenaban más y más de hombres que soñaban con ser libres.

     El día 6 de febrero comenzó la “SEMANA DEL ESTUDIANTE”. Beatriz Peña Arreaza fue la bella y juvenil REINA que eligieron para este efímero reinado; la consigna era ésta: “Boinas azules para todos los estudiantes, y el SIGALA y BAJALA en todos los labios juveniles”. 

     Desde las primeras horas de la mañana se reunió un numeroso grupo de estudiantes a las puertas de la vieja UNIVERSIDAD, desde allí portando numerosas banderas con la gloriosa insignia de la FEV se dirigieron al Panteón Nacional, donde Beatriz colocó una ofrenda al padre nuestro Simón Bolívar, eran rosas de GALIPÁN. El estudiante Jóvito Villalba habló a los presentes en cálidas y emocionadas palabras, explicando el sentido de esa fiesta estudiantil, luego la inmensa multitud se encaminó a la casa de Don Andrés Bello, donde hizo uso de la palabra el estudiante Joaquín Gabaldón Márquez, quien rememoró en bellas frases el gesto de aquellos heroicos estudiantes de 1814,  al incorporarse gozosos a las filas de los derrotados patriotas, en momentos trágicos para la Patria que recién comenzaba a ser libre. . . describió en palabras viriles aquel alegre desfile de estudiantes y seminaristas, que en una madrugada de febrero marcharon heroicos hacia LA VICTORIA… y también hacia la muerte, bajo la mirada angustiada de José Félix Ribas.

     En la noche se llevó a efecto la coronación de BEATRIZ I en el Teatro Municipal, el estudiante Juan Bautista Oropeza obsequió en nombre de sus compañeros a la reina la insignia en oro de la FEV. En este magnífico acto fueron dedicados a Beatriz Primera poemas de los estudiantes Jacinto Fombona Pachano y Pio Tamayo.

     A las 5 de la tarde del día 7, se efectuó el recital en el Cine Rívoli, donde hablaron brillantemente los estudiantes Gonzalo Carnevali, Jacinto Fombona Pachano, Joaquín Gabaldón Márquez, Antonio Arráiz, Fernando Paz Castillo, Miguel Otero Silva y Manuel Noriega Trigo. Beatriz primera leyó alegremente su real decreto: “Único es mi real mandato y orden que todos los estudiantes universitarios, mis súbditos, lleven como emblema de su alta condición la BOINA AZUL. Dado en Caracas, a los siete días del mes de febrero de mil novecientos veinte y ocho. Yo, Beatriz Primera”.

El Castillo Libertador, en Puerto Cabello, y el Cuartel San Carlos, en Caracas, se llenaron de estudiantes presos que soñaban con ser libres, en

     Luego el estudiante Rómulo Betancourt, en cálidas y vibrantes palabras, clausuró el acto. El ambiente se caldeaba por momentos, se hablaba en voz alta, nos atrevíamos a opinar sobre política y nos hacíamos la inmensa ilusión de que comenzábamos a ser libres. El presidente de la Federación de Estudiantes, Raúl Leoni, hoy Presidente de Venezuela, fue llamado por el Gobernador, el temible Rafael María Velasco, para hacerlo responsable de los actos de la semana del Estudiante.

     Gómez, el Zar de Venezuela, el cruel Dictador, dueño de vidas y haciendas. Estaba alerta en Maracay. Lorenzo Carvallo y Rafael María Velasco lo mantenían informado de esas tímidas manifestaciones de libertad. Ordenó las primeras detenciones, comenzó una dolorosa agonía para las madres, hermanas y novias de estos heroicos muchachos, que estaban luchando por algo desconocido para ellos, por algo que conocían por referencias: LA LIBERTAD. 

     El martes de Carnaval son detenidos y encarcelados en el Cuartel El Cuño el valiente tocuyano Pío Tamayo, Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y el bachiller Guillermo Prince Lara.

     El 23 de febrero en un valiente y hermoso gesto de protesta por la prisión de sus compañeros, se entregan a la policía un numeroso grupo de estudiantes. Fueron encarcelados en el Castillo Libertador de Puerto Cabello, en la celda N° 6, en horrible hacinamiento, el grupo más numeroso de estudiantes: Pedro Scarchiofo, Martín Valdivieso, Félix Luciani, Rafael Soto Iribarren, Cipriano Domínguez, Luis Felipe López, Héctor Garrido, Florencio Robles, Cecilio Terife, Felipe Urbaneja, Epifanio Pérez, Rafael Ángel Camejo, Antonio Domíguez, Rafael Monagas, Guillermo Prince Lara, Antonio Noguera, Jaime Ruiz, José Arcay Tortolero, Juan Pablo Pérez. En otras celdas se encontraban Jacinto Fombona Pachano, Raúl Soulés Baldó, Luis Eduardo Chataing, José Tomás Jiménez Arráiz, Carlos Pérez de la Cova, José Antonio Marturet, Ambrosio Perera, Raúl Prag, Fidel Rotondaro, Antonio Anzola Carrillo, Jóvito Villalba, Julio Mac Gill, Joaquín Gabaldón, Rafael Vegas, Carlos Eduardo Frías, Rafael E. Chirinos Larez, Armando Zuloaga Blanco, Agustín Fernández, Germán Tortosa, Humberto Arroyo Parejo y muchísimos más. Fueron puestos en libertad el día 5 de marzo, la prisión aunque corta, los convirtió en hombres que ahora sí sabían lo que querían, que ahora sí estaban conscientes de su misión.

     De esta prisión en el Castillo Libertador conservo un maravilloso recuerdo, el original, muy maltrecho, por cierto, de las COPLAS DEL ESTUDIANTE PRESO, que me obsequió un estudiante amigo, son así: 

COPLAS DEL ESTUDIANTE PRESO 

Por Miguel Otero Silva e Israel Peña, en el Castillo de Puerto Cabello

Tengo una tristeza honda

Como nunca la sentí

Estoy pensando en mi novia

Que está rezando por mí

 

Mi tristeza se mitiga

Con la de aquel compañero

Como un lucero que brilla

Del brillo de otro lucero

 

Con alegría o con dolor

Cantar, cantar y cantar

De día cantamos nosotros

Y de noche canta el mar

 

No importa que tenga hambre

No importa el suelo tan duro

No importa que esté tan lejos

Siendo mi amor tan profundo

 

El recuerdo de la madre

Se nos despertó muy hondo

Porque el rayito de sol

Se metió por la ventana

 

Vuelven nuestras esperanzas

De la reja hacia la playa

Y el mar se las lleva lejos

Donde la están esperando

 

Y la paloma tan libre

Que en el alero se para

Cual si la hubieran mandado

Para que nos torturara

Belen Blanco Yepes de Veloz Mancera, fue una de las jóvenes activistas de la Generación del 28

     Nuevas prisiones dos meses después del fracasado complot del Cuartel San Carlos, siguió una sorda lucha clandestina, y en octubre del mismo año se efectuó la prisión en masa de todos los estudiantes; en tres grupos con intervalos de pocos días, fueron enviados a “LAS COLONIAS” a setenta kilómetros de Caracas. Por la larga y polvorienta carretera, salieron una madrugada a pie para Guarenas, primera etapa del más humillante castigo planeado por Gómez, “para corregir a los muchachos”, como dijera en un corrillo de Las Delicias. 

     A lo largo del camino cantaban los gallos en los corrales de los ranchos y ellos alegres y optimistas entonaban el SACALAPATALAJÁ. A la mitad de la jornada ya estaban sedientos y agotados, muchos de ellos se habían quitado los zapatos y habían comprado alpargatas en las pulperías del camino, para estos fue peor la jornada no acostumbrados a usar la criolla alpargata, tenían los pies hinchados y sangrantes, bajo un sol implacable caminaban lentamente, tristemente, aquella larga columna de estudiantes, que salieron   aquella mañana cantando junto con el sol. Detrás marchaban varios automóviles con las madres, hermanas y novias de los muchachos, le suplicaban al coronel Varela, que comandaba la guardia, que permitiera a los más cansados, subirse un trecho en los estribos de los carros. Corina Ruiz le pidió angustiosa, le permitiera a su sobrino Carlos Ibarra Ruiz sentarse en el automóvil solo por diez minutos para curarle los pies sangrantes y le contestó: “¿No se las estaban echando de hombres?, que lo prueben ahora, pues tienen que seguir a pie hasta que se mueran. Así entró a Guarenas a las cuatro de la tarde aquella dolorosa caravana después de un recorrido de 40 kilómetros; hambrientos, con su alegría y optimismo reducidos a su más mínima expresión; recuerdo que solo el más joven del grupo, Silvio Colimodio, “el loco Colimodio”, como le decían sus compañeros, hacía chistes para hacerlos sonreír, se había hecho afeitar la cabeza con navaja y solo tenía 17 años.

     Los acuartelaron en una casona desocupada de Pueblo Arriba, que para ironía del destino, fue la casa donde durmió por una noche El Libertador. Las señoras se hospedaron en mi casa, la casa de los Blanco Yepes, mi padre, el general Manuel Blanco, recién salido del Castillo de Puerto Cabello, expuso de nuevo su libertad, al alojar en nuestra casa, a petición de mi madre, a todas estas madres, hermanas y novias desesperadas y llorosas. Lucía Olavarría, Corina Ruiz, Josefina y María Juliac, la señora Benedetti, la señora Parpacén, María Teresa Castillo, Antonia Palacios y muchas más que no recuerdo. Ellas pasaron largas horas de angustia en nuestra casa; a los muchachos les hicimos naranjada, café, sándwiches  y agotamos en la botica los cepillos y pasta de dientes.

     Le suplicamos a Varela nos dijera la hora en que seguirían hacia Guatire para llevarles café antes de irse, nos respondió que a las cinco de la mañana y con toda la crueldad de que él era capaz, los hizo poner en marcha las dos de la madrugada, a las cuatro nos avisaron que se los habían llevado, en un camioncito de repartir hilo, les dimos alcance cerca de la hacienda Santa Cruz, a pesar de los insultos de Valera les repartimos el café que habíamos llevado en termos, así seguimos hasta Guatire, donde les permitieron descansar en las gradas de la iglesia; Ostos, el Jefe Civil de Guatire, puso una custodia para no dejarnos acercar a los muchachos, a pesar de eso logramos repartirles comida, limonada y cigarrillos; más tarde los acompañamos a la salida del pueblo, hacia la última etapa, LAS COLONIAS.

     Nunca olvidaré las tristes escenas de despedida, las lágrimas de las mujeres, la sonrisa valiente y consoladora de los muchachos, y el regreso a nuestra casa llenas de rebeldía y rencor.

     También conservo las coplas que hiciera en LAS COLONIAS Pablo Rojas Guardia

NUEVAS COPLAS DEL ESTUDIANTE PRESO

Como me vine sin novia

Mis coplas van a llevar

Para la madre lejana

Lo que digo en mi cantar

 

Con el Sígala en los labios

Me fue metiendo en la historia

No tenía otro ideal

Que darle a mi Patria gloria

 

Ruidos en la carretera

Palas al sol muy brillante

Se ha hermanado con su tierra

El alma del estudiante

 

Copos de espuma en el cerro

Luz de luna en la prisión

Se está metiendo una pena

Dentro de mi corazón

 

Las rencillas que alteraron

Un momento nuestra fe

Se olvidan con el anhelo

De protestar otra vez

 

Pena pequeña y sincera

Que se va haciendo lejana

Pues mi madre antes de serlo

Fue mujer venezolana

 

Cuando se cante esta copla

Ha de cantarse en voz baja

Para que se vaya el alma

En un Sígala y Balaja

Belen Blanco Yepes de Veloz Mancera, fue una de las jóvenes activistas de la Generación del 28

     A fines de noviembre, nos avisaron que trasladaban a un grupo de estudiantes para Palenque, los que consideraban más rebeldes y peligrosos. Mis hermanas y yo, regamos gran cantidad de tachuelas en un trecho de la carretera cerca de nuestra casa, nos sentimos felices cuando al pasar el autobús oímos el primer reventón de un caucho, logramos lo que deseábamos, obligamos a detenerse unos momentos mientras reparaban el caucho.

     Nos acercamos al autobús y reconocimos a casi todos los del grupo, flacos, con barba, pero llenos de optimismo conversaron con nosotras, nos regalaron figuritas de madera talladas por ellos en LAS COLONIAS, recuerdo que eran 16: Rafael Enrique Chirinos Lares, Pedro Juliac, José Antonio Marturet, Inocente Palacios, Antonio Anzola Carrillo, Luis Villalba Villalba, Luis Felipe Vegas, Ricardo Razetti, Germán Stelling, Nelson Himiob, Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, Clemente Parpacén, Juan Gualberto Yánez, Eduardo Celis Sauné y Antonio Sánchez Pacheco, ya fallecidos algunos de ellos, un guardia molesto nos apartó groseramente, los pasaron a otro autobús y a poco vimos con tristeza muchas manos diciéndonos adiós y unas pequeñas luces que se alejaban en la noche. . .

Loading
Abrir chat
1
Contacta a nuestro equipo.
Escanea el código
Contacta a nuestro equipo para aclarar tus dudas o solicitar información.