Representaciones Natick C.A.

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Comercializamos productos y servicios de alta calidad y avanzada tecnología, para el desarrollo del sector industrial de forma sustentable, superando las expectativas de nuestros grupos de interés.

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Ser líderes en la comercialización de productos y servicios para la industria, con un espíritu emprendedor, innovador y de excelencia.

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Desarrollar diferentes modelos de negocios, que se adaptan a las cambiantes condiciones del mercado venezolano, buscando siempre la mayor eficiencia y los precios más competitivos para nuestros clientes.

Materias Primas para la industria de alimentos y bebidas, tales como tierras de blanqueo para aceite, carbon activado, viruta de robles, aromas y sabores, entre muchos otros. Materiales de empaques como corrugados, liners de inducción, resinas de PP y PEP. Servicio de importación y venta en modena local.

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Fundacion Natick de Venezuela. A traves de ella, el grupo Natick canaliza sus proyectos de responsabilidad social, enfocados en la educación con valores, reciclaje y educación para el trabajo.

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WDA legal, S.C.

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Revista Comercio, Marzo de 1981

Revista Comercio, Marzo de 1981

REVISTA COMERCIO

Revista Comercio, Marzo de 1981

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición inicia con la pregunta “¿Despegamos?”, en referencia a las condiciones de la economía venezolana y las proyecciones que de ella se hacían en la década de los 60. Ante el aumento de la inflación y las distorsiones presentes a inicios de los años 80, el gran reto será aplicar las medidas adecuadas para corregir los problemas. El editorial está dedicado a esos problemas, especialmente a la inflación y la su afectación en los salarios de los trabadores. Roger Boulton pone en perspectiva las condiciones de la economía y explica cuáles son los retos de la década para el empresario venezolano. Ana Teresa Arismendi Melchert analiza las condiciones del “despegue” venezolano en términos económicos y lo vincula con el clima presente a inicios de la década de los 80.

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     Enrique Sánchez, de una manera mordaz, explica que el mayor fraude mundial es la inflación, incluso a pesar de que ciertos expertos en el área no la consideren como tal. AgePe también reflexiona sobre la inflación venezolana, poniéndola en perspectiva con lo que fueron las condiciones de la economía alemana luego de la primera posguerra del siglo XX; junto con ello se pregunta si un “milagro alemán” será posible en nuestro país. C. R. Chávez se pregunta si es posible que Venezuela esté dirigiéndose hacia un nuevo modelo de economía de mercado. Luego de su disertación, el experto considera que la vía para que esto se concrete es el impulso real de una reforma en la que la dependencia de la renta petrolera sea cada vez menor. Se registra en la sección de gráficas la conferencia de José E. Porras Omaña, ministro de Fomento, en la cena de la Cámara de Comercio con sus asociados celebrada en febrero de ese año. Se reseña la reunión entre los distribuidores del vestido y calzado con los representantes de la Cámara. Junto con ello, se presentan las imágenes de la charla de Ignacio Moreno León, viceministro de Minas e Hidrocarburos, sobre la explotación de hidrocarburos en la faja del Orinoco. Se registran dos exposiciones de pinturas, una de ellas organizada por las Damas Diplomáticas y otra en honor a los pintores larenses, respectivamente. Se publica un tributo a don José Manuel Sánchez Jiménez, una figura destacada en el ámbito corporativo y gremial. Luis Manuel Peñalver proporciona un enfoque sobre la crisis educativa que afronta el país y sus perspectivas a futuro.

Más revistas

Revista Comercio, Marzo de 1990

La edición está dedicada al tema de la fiscalidad desbordada.

Revista Comercio, Noviembre de 1990

Esta edición se centra en la crisis estructural que afronta Venezuela.

Revista Comercio, Julio – Septiembre de 1982

La edición está dedicada al Metro de Caracas y a las condiciones del sistema financiero venezolano y las condiciones de los mercados internacionales.

Emil Friedman no creía en “niños prodigio”

Emil Friedman no creía en “niños prodigio”

Durante una gira de conciertos por Suramérica, el húngaro Emil Friedman, de 37 años, llegó a Venezuela y decidió quedarse.

Durante una gira de conciertos por Suramérica, el húngaro Emil Friedman, de 37 años, llegó a Venezuela y decidió quedarse.

     A mediados de 1945, mientras cumplía una gira de conciertos por diferentes capitales suramericanas, el músico Emil Friedman pasó unos días en Caracas y en entrevista para la revista Élite, con Alfredo Armas Alfonzo, dijo que no creía en niños prodigios de la música y anticipó que le gustaría casarse con una venezolana. Entonces Friedman contaba 37 años de edad. En el lobby del desaparecido Hotel Majestic, que estaba ubicado frente al Teatro Municipal, le confesó al reportero que los grandes genios de la música en todas las épocas, siempre han tenido un maestro genial.

     Otro de los temas que se abordó en la conversación giró en torno al gusto de Friedman por la belleza de la mujer venezolana. Ese mismo año de 1945, el violinista de origen húngaro, nacido en Praga, el 24 de mayo de 1908, viajó a Maracaibo y allí aceptó el cargo de director de la Academia de Música del estado Zulia, en el cual se mantuvo hasta 1948.

     En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano y su vocación pedagógica, se trasladó a Caracas y fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, donde niños que se iniciaban en la actividad escolar experimentaban con un instrumento clásico como el violín.

     En 1953, ocho años después de la entrevista con Armas Alfonzo, contrajo matrimonio con la pianista zuliana Elvia Elisa Argüello Landaeta. En 1967 la unidad preescolar cambió de nombre a “Colegio Emil Friedman”, institución que sirvió de inspiración para la creación del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela.

     La mencionada entrevista fue publicada el 16 de junio de 1945, bajo el título: CONVERSANDO CON EMIL FRIEDMAN. La transcribimos a continuación: “Cuatro de la tarde. Lluvia.

      En la tarde gris el agua cae, floja, sobre Caracas. Las gotas largas y tímidas van esmaltando el cemento y sobre el bronce herrumbroso de la vieja estatua heroica de la Plaza del Municipal pintan escurridizos brillos metálicos.

     Llegamos al hall del Hotel Majestic bajo la fría llovizna. Y a una muchacha morena de bellos ojos negros, parapetada tras el mostrador, junto al teléfono, preguntamos:

–Señorita, tiene la bondad. ¿Podría hablar con el señor Friedman?

     Y la muchacha, amable, se ha acercado al teléfono, ha marcado un número y nos ha tendido la bocina, luego de establecer la comunicación, y hétenos, aquí, repantigados en una cómoda butaca del hall de entrada, esperando a Emil Friedman, reputado violinista mundial.

En 1945, el escritor, crítico, editor e historiador venezolano, Alfredo Armas Alfonzo, le realizó la primera entrevista que dio Emil Friedman en Venezuela.

En 1945, el escritor, crítico, editor e historiador venezolano, Alfredo Armas Alfonzo, le realizó la primera entrevista que dio Emil Friedman en Venezuela.

     Llueve en la tarde gris. Fría y lenta llovizna de junio. Y esperamos cinco, diez minutos. Fumamos, y a través del humo vemos los bellos ojos negros, la calle esmaltada de fugaces brillos.

     En eso se presentó Friedman, bajo, robusto, una prematura calvicie desalojando de la cabeza inteligente la amarilla mancha de pelo. Trae en las manos un sombrero de panamá y en los labios delgados una palabra de excusa por la espera.

     Emil Friedman, con este traje liviano, fresco y este cuerpo fuerte y sano más bien parece un deportista. Tiene, además, la palabra amena y dicharachera, y el gesto sobrio, enérgico, del deportista. Le hacemos sitio en el mullido butacón de rojos colores desvaídos. Y hablamos. Bajo la tarde de lluvia. El hoy reputado famoso artista nació en Praga, en 1908, y en correcto castellano ha empezado a decirnos:

–¡Caramba! Esta lluvia. A las cuatro debía ir a la Academia de Música. . . Me espera una niña artista…

–¿Una niña prodigio?, preguntamos.

–Oh, no. No creo en niños prodigios.

     Y esto es motivo para que Emil Friedman converse largamente sobre el tema, cite a diversos artistas del violín y concluye afirmando:

–El artista no nace hecho, con el instrumento bajo el brazo. Nadie nace con una profesión determinada. Los grandes genios han tenido maestros geniales. Mi caso, sin ser un genio, es, un ejemplo extraordinario. Mis padres eran médicos y no violinistas; fueron opuestos siempre a mi deseo. Fue a los doce años, cuando el contacto con la gente de la orquesta Sinfónica de Praga me hizo violinista. Y eso estudiando mucho, por muchos años.

     Friedman cuenta así la historia. Él era un muchacho, y un día fue a la claque, esto es con la gente pagada para aplaudir los espectáculos. Los profesionales del aplauso ocupaban en el teatro la parte más alta, la llamada galería del teatro. Pero la mirada del adolescente íbase con frecuencia hacia abajo, hacia el sitio destinado a los músicos de la orquesta. Y un día, cansado de prodigar aplausos, se dejó llegar hasta el sitio objeto de su curiosidad, y allí, escondido tras la persona del contrabajo, seguía con atención desvelada, el manejo del instrumento tan grande, del tamaño del niño. Y un día le dijo de aprender él. Se rió el músico:

–No. Esto es muy grande para ti. Te voy a regalar uno más chico.

–Y me regaló un violín.

En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano, el músico húngaro fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, institución que años más tarde, se convirtió en el Colegio Emil Friedman.

En 1949, animado por el talento musical natural del venezolano, el músico húngaro fundó el “Kindergarten Musical Emil Friedman”, institución que años más tarde, se convirtió en el Colegio Emil Friedman.

     Su primer maestro en Praga, después del músico del contrabasso, fue Otto Sévcik, el “Ingeniero del violín”, famoso músico checo, creador de un método tan fácil que solamente un idiota podía dejar de aprenderlo técnicamente a la perfección. A los 17 años estaba en la Orquesta Sinfónica. Y a los 19 años salió a París, acompañado allí por Henry Marteau, también famoso como Sévcik. De la Ciudad Luz, siempre actuando en las principales salas, Friedman volvió a Praga como asistente del director de la Sinfónica. Allí estuvo del 38 al 39, como concertino.

     Su arte maravilloso paseó en triunfo Inglaterra, Nueva Zelanda, el cercano Oriente –Damasco, Stambul, Ankara, Beirut, Smirna–, Palestina, Egipto, todo el mundo.

     En Inglaterra lo sorprendió la guerra; en Miami el final era esperado. En marzo del 39, estando en Praga, vinieron las hordas nazistas. El 17 de ese mes abandonó el maestro a la gran ciudad checa, dos días después que Adolfo Hitler profanara el suelo de la República. Finlandia, Suecia, Noruega, vieron pasar al músico, el violín callado y triste, rumbo a Inglaterra.

     Y siguieron los caminos invitándolo. El año 40 estaba en Panamá, de donde lo llaman, ofreciéndole contratos ventajosos, según cables que nos muestra. El 42 volvió de nuevo a Inglaterra. Aquí vivió la trágica angustia de los bombardeos despiadados, y vio como se venía al suelo la vieja ciudad de los Lores.

     Y América. Toda la América, desde la Argentina hasta Cuba, por todos los pueblos del nuevo continente excepto Bolivia, Paraguay, Nicaragua y Honduras.

     La palabra correcta de Friedman nos lleva y trae por todos los cielos del mundo. Habla así de la riqueza del Brasil, de nuestro potencial agrícola, de la fecundidad del medio artístico venezolano, de la cual es exponente la continuada visita de artistas y conjuntos de ballet y teatro.

     Luego conversamos de otras cosas. De la mujer venezolana, en primer término. Emil Friedman no es casado y le encanta la mujer criolla. Bueno, Friedman quería casarse con una venezolana. Un tipo como ése, primorosa morena que atiende la Caja en el Copacabana Club del Majestic.

     Nosotros le hemos dicho riendo, que la tarea es fácil y hasta le prometemos ayudarlo, publicando aquí tal deseo y hablando de la ventaja que el matrimonio con el afamado violinista reportaría a la feliz mujer que le toque en suerte.

     Aún más. Friedman emprenderá dentro de poco una gira por el occidente venezolano. ¿Será tras ese propósito? A nuestro entrevistado le gustaría radicarse en Venezuela: una magnífica oportunidad para contar con un agricultor de promesas artísticas. El genio maestro que impulsaría los pequeños genios criollos. Que aquí los hay hasta en la sopa. Tan impertinente como la lluvia, que cae mansa en la calle”.

 

Petare

Petare

Por Rhazes Hernández López

Petare se estableció entre el majestuoso Guaire, el cristalino Caurimare y la apacible y vieja quebrada El Loro.

Petare se estableció entre el majestuoso Guaire, el cristalino Caurimare y la apacible y vieja quebrada El Loro.

     “En los Valles de los Caracas, hacia el extremo Este de la ciudad de Santiago de León, existe un viejo pueblecito histórico. En él, a través de casi tres centurias, se han sucedido hechos por demás interesantes. El pequeño burgo está rodeado de estratégicas colinas, en las cuales se libraron batallas hasta no hace muchos lustros, y pertenece hoy día al extenso Estado Miranda. Este pequeño terruño de la nombrada Entidad Federal, tuvo hasta la honra de ser por varios años, en la segunda mitad del siglo XIX, capital del entonces llamado Estado Bolívar.

     Este pueblecito de calles tortuosas y angostas, guarda la imperecedera huella de la arquitectura colonial española. Cuando nos adentramos en el corazón de él, y nos perdemos por las todavía calles empedradas, nos vienen a la mente las serpenteadas y empinadas callejas de la más española de las ciudades de España: Sevilla. Aquí sólo faltan los geranios florecidos sobre los barandales labrados y torneados de los balcones de madera, así como la guitarra andaluza, tejiendo sus arabescos tras el “cante jondo” y la copla del “cantaór” trasnochado. . . En la arquitectura simple y de pequeñas proporciones, vemos las estampas de Extremadura. El alarife de hace diez siglos atrás, nos ha dejado el eterno recuerdo de la Madre Patria.

     Hay en el pueblo una vieja reliquia arquitectónica: la Iglesia de El Calvario, construida en los primeros días en que se formó la feligresía. Posee imágenes valiosas que recuerdan a “Los Primitivos”, muchas de las cuales se conservan intactas, muy especialmente unas esculturas en las que se ven representados al Arcángel San Miguel en lid con el demonio. Algo muy curioso en estas esculturas, es la pintura que las cubre: el Arcángel está pintado de blanco, mientras que el diablo de negro “achocolatado”, valga el vocablo para determinar el color impreciso. En esta misma iglesia, que fuera hace por lo menos 200 años el templo parroquial, hay una cruz grande, de madera, la cual se cree fue traída de España en el siglo XVII. Esta reliquia histórica se conserva en muy buen estado, y numerosos fieles concurren a ella, devotamente, por cuanto se dice “que es muy milagrosa”. El pavimento de este humilde templo, es de ladrillos rojos, es el mismo que le fue colocado cuando fue construida la iglesia. Y a pesar del largo derrotero de años, este enlozado se conserva intacto.

     Siguiendo la costumbre de aquella época de inhumar en los recintos de los templos, podemos apreciar las lápidas de varias tumbas, en las cuales se encuentran enterrados distinguidas damas y nobles caballeros, tal vez fundadores del pequeño pueblecito y dueños y señores de las fértiles campiñas de este extremo de los Valles de Caracas. En los epitafios se ven claramente las fechas que señalan el día en que fueron llevados a la última morada estas connotadas personas. . . 1700. . . 1764. . . 1800. . . Los mausoleos permanecen tal como fueron construidos; el mármol conserva la brillantez del pulimento. Su aspecto nos infunde el respeto que se le tiene a lo hierático y divino. Y ante su presencia, nos hacemos una larga serie de cavilaciones, reconstruyendo en nuestra imaginación aquel pasado oscurantista, cuando se acostumbraba colocar sobre los caballetes de las casas una crucecita de hierro, salvaguarda sobre el enemigo malo, según el decir de las personas versadas en cuestiones religiosas. . . Asimismo, cuando el párroco acudía con el Santo Viático, acompañado de un escuálido cortejo de feligreses y devotos, y los monacillos tocando el lúgubre esquillón, que anunciaba que se le iban a prestar los últimos auxilios a la Santa Madre Iglesia, al moribundo que habitaba en una callejuela húmeda y solitaria, gris-oscura, como un atardecer de invierno.

     Así era el pueblecito de entonces. Así era Petare de los siglos XVIII y XIX, establecido, como siempre, como una isla dentro de un triángulo de agua formado por el majestuoso Guaire, el cristalino Caurimare y la apacible y vieja Quebrada de la Mina de Oro, la que más tarde la voz popular tal vez para abreviar su nombre la llamó El Loro; hoy día continúa llamándose así.

     En algunas casas de esta población se conservan todavía los cuartos, formas de calabozos donde se alojaban a los esclavos después de haber trabajado todo un día bajo el bravo sol tropical en las faenas del campo, en las propiedades agrícolas de sus señores. En estos “cuartos” pueden apreciarse los barrotes de las puertas, así como las grandes aldabas y pesados picaportes hechos de hierro forjado, igualmente las argollas a las cuales eran encadenados durante la noche los esclavos más rebeldes, cansados de sufrir el látigo infamante y las más duras tareas en el largo ciclo de 12 ó 14 horas consecutivas.

Algunas casas de Petare conservan todavía los cuartos donde se alojaban a los esclavos después de haber trabajado todo un día bajo el bravo sol tropical.

Algunas casas de Petare conservan todavía los cuartos donde se alojaban a los esclavos después de haber trabajado todo un día bajo el bravo sol tropical.

En los aledaños del pueblo

     Al salir del pueblecito hacia el Norte, por el viejo camino carretero de Guarenas, nos dirigimos hacia los frescos cañamelares de las haciendas circunvecinas. Tomamos el sendero del fundo de “La Urbina”, sendero éste que va casi por la orilla del que fuera el rumoroso Caurimare, cantado por los aedas de la “era parnasiana”, tales como Domingo Ramón Hernández, Gabriel Muñoz y otros que se nos olvidan. En este agradable sitio se encuentra el célebre “Pozo de la Batea”, donde según cuenta la leyenda, tomó un baño El Libertador y otras eminentes personalidades de linaje, pertenecientes a las familias patriotas de Caracas, cuando el famoso éxodo a Oriente en el año 14.

     En esta hacienda existen dos grandes trapiches los que se conservan, aunque algo derruidos por la acción del tiempo – ¡casi dos siglos de existencia! – Sus torreones se yerguen imponentes apuntando hacia el cielo límpido y azul como dos gigantes de piedra. Arrumbados contra los viejos muros se hallan las primitivas maquinarias para la molienda; las enormes y pesadas mazas de piedra que trituraban la caña de azúcar para extraerle el dulce zumo; las ruedas dentadas cubiertas por el moho de varios lustros. 

     La Gran Rueda de casi diez metros de diámetro, por medio de la cual se ponía en movimiento todo el sistema de molienda, era accionada por el agua; las grandes pailas de cobre martillado, donde se cocinaba la zafra de todos los años para hacer el papelón que consumían todos los pueblos de este feraz valle. Hoy emplean estos grandes envases para los bebederos de las bestias de la hacienda. Uno de estos fundos fue propiedad del general José Antonio Páez, y cuenta la tradición que el Héroe de las Queseras. Acostumbraba pasear todas las tardes en una briosa cabalgadura árabe por su finca, llegando a veces hasta el pueblo, donde era recibido con júbilo por los pobladores, quienes sentían admiración y respeto por el bravo paladín de la Emancipación.

Petare, tierra de valientes soldados

     Durante el pasado siglo, Petare era considerado como una tierra de hombres valientes. Allí nacieron el general Luciano Mendoza, adversario del general José Antonio Páez, y a quien derrotara en una batalla librada en los llamados “Cerros de Chupulún”, cercanos a esta misma población; el general Natividad Mendoza, hermano de anterior, y también incansable guerrillero, que cuando se “alzaba”, sembraba el pánico en toda la comarca; el general Fermín Soto, destacado miembro del Partido Liberal Amarillo, y quien se distinguió en varias acciones con valentía y serenidad. En la actualidad vive en Petare su hijo, Jesús María Soto, persona muy apreciada en esa población. Igualmente nació en Petare, el general José María Capote, uno de los mílites de quien se dice ayudó a dar el triunfo a Juan Vicente Gómez en la batalla de Ciudad Bolívar. Este pequeño pueblo era considerado como un nido de “revolucionarios”, quienes a cada momento ponían en consternación al gobierno constituido. Para entonces ir de Caracas a Petare era algo difícil, pues parte del camino –hoy Vía del Este– siempre estaba lleno de grandes lodazales. Todavía se comenta en la nombrada población “el gran pantano que se formaba entre Los Dos Caminos y Petare”; las carretas –transporte exclusivo de carga para la época– se hundían en el lodo, y muchas veces llegaron a perecer las bestias que las tiraban, ante el desespero de quienes las conducían.

Las calles de Petare son, generalmente, empinadísimas.

Las calles de Petare son, generalmente, empinadísimas.

Un artista que no se dio a conocer

     En la segunda mitad del siglo pasado, vio la luz en esta población un niño que con el tiempo dio notaciones de tener una gran intuición para el arte de la pintura. Este artista se llamó Jesús María Arvelo. Dicen los que lo conocieron en el pueblo “que tenía una facilidad asombrosa para pintar retratos, así como paisajes y naturalezas muertas”. El gobierno de entonces se interesó por el joven pintor, con el loable propósito de enviarlo a Italia para que estudiara la carrera artística bajo la dirección de buenos maestros; mas, al joven Arvelo, se le presentó la dificultad de separarse de su señora madre, quien desesperadamente le rogaba que no se fuera porque no podía estar sin él. Ante esta calamidad de orden familiar, fue perdiendo el entusiasmo de su viaje a Europa, y el tiempo se encargó de ir apagando sus vehementes deseos de seguir los estudios en una academia. Sin embargo, Arvelo continuó pintando en su pequeño pueblo natal, ya que no vivía sino para su arte, al cual le dedicó la mayor parte de su vida. En Petare se conservan varios óleos de propiedad particular, así como también en la Iglesia Parroquial de esa localidad, sobre hechos de la Biblia y sobre la vida de los santos, e igualmente varias decoraciones en algunas casas. A través de la pequeña obra del artista y de sus escasos recursos técnicos, se observa la disposición y el talento que tenía para tan difícil carrera. Es una verdadera lástima que Venezuela no haya podido contar entre sus hijos a este artista olvidado quien ha podido ser un destacado representante del arte pictórico nacional.

Una reacción contra el Libertador

     En los emocionantes días de la Independencia, cuando el pueblo venezolano se preparaba a sacudir de una vez por todas el yugo de la España oscurantista y ultramontana, en este pueblecito tuvo lugar un triste hecho que ha permanecido perdido en los tantos y olvidados capítulos de la historia patria. Dice la tradición que un grupo de burgueses de la localidad ante el ritmo vertiginoso que estaban tomando los acontecimientos por la Independencia de la patria, agitaron al pueblo contra el Libertador “por su herejía y alta traición contra su católica majestad Don Fernando VII”. Este grupo de reaccionarios señores, obligaron hasta por medio de la fuerza a los esclavos para que se unieran a la protesta por una tan noble causa. El condenable hecho no tuvo una gran trascendencia por fortuna, pero la historia registra este acto como que fue una cosa del pueblo y de los esclavos contra las ideas de emancipación, cuando todo ello fue el producto de los eternos individuos que se han opuesto siempre al progreso de la humanidad. En Petare existe la casa donde se reunieron estos señores. Está situada en la Calle Miranda y en la actualidad hay en ella un negocio de cine y botiquín. Bajo el piso de ella hay unos sótanos profundos que sería curioso visitarlos; se ha llegado a decir que en ellos hay enterrado un gran tesoro. Este rumor popular ha corrido por espacio de muchos años; parece que nadie se ha atrevido a bajar a ellos. Asimismo, se cree que se comunican con una hacienda vecina por medio de un túnel.

 

La hacienda del conde Mestiatti

     En el cerro del Ávila, justamente frente a Petare, existió en un tiempo una gran hacienda. Tres horas se gastaban a pie desde esta población al gran patio de café de la finca. Para subir al patio había que tomar una escalera construida de hormigón, la cual siempre estaba cubierta de musgos y enredaderas y a veces producía cierta grima por la humedad y por haberse encontrado al pie de ella algunas “macaguas” y “cascabeles” que habían ocasionado la muerte a varios campesinos. El propietario de este fundo cafetero era un Conde que se apellidaba Mestiatti, oriundo de Italia, y de quien se decía que había inmigrado a este país por causas políticas en su patria nativa. El Conde era alto, blanco y con una barba gris, tenía los ojos verdi-azules. Caminaba un poco doblado hacia adelante. En fin, su porte era el de un gran caballero.

     El nombrado señor se esmeró porque su hacienda floreciera y aumentara su producción agrícola; pero pasaron largos años y el Gobierno con el fin de evitar los grandes incendios adquirió la propiedad para patrimonio de la Nación. Hoy aquellas feraces tierras están cubiertas de exuberante vegetación tropical. El ramaje de los árboles cobija bajo su sombra los sólidos muros tejidos por las tupidas enredaderas. Las yerbas han ido tragándose el extenso patio, en el cual se ponía todos los años a secar la cosecha del aromoso fruto. Los canales por donde corría el agua para mover el molino han resistido el peso de los años. En ellos florecen las pascuas y algunas plantas de la familia de las orquídeas, así como también las fresas adheridas a la humedad del hormigón. En la parte baja de la hacienda existe una “caída” de agua con una altura aproximada de setenta y tantos metros. Al pie de ella hay un cristalino pozo que parece un espejo verde de nubes y de ramas largas. El agua es completamente helada, y una persona no es capaz de permanecer dentro de ella más de un minuto; de quedarse un tiempo mayor, saldría entumecida y calambreada. Las orillas de esta piscina natural están cubiertas de berros, juncos y musgos acuáticos. Casi no hay peces; pero sería un sitio ideal para la procreación de truchas y otros peces de zonas templadas. Esta cascada merece verse pues a algunos metros antes de caer casi se pulveriza formando un eterno arcoíris que se esfuma bajo la verde vegetación de la montaña. El agua es purísima, y el fondo del pozo es de una arena limpia, llena de piedrecitas blancas. Las algas acuáticas forman arabescos caprichosos y se mueven con una lasitud de anguila adormecida. El camino para llegar a la hacienda serpentea por entre los pastos. Hoy los excursionistas ascienden por “picas”, por hallarse este sendero casi cubierto de malezas y los derrumbes producidos por las lluvias. De la población de Petare puede verse la línea amarilla del camino en zigzag, hasta perderse en el corazón de la montaña. En algunas horas del día, toda la extensión de la finca se cubre de nieblas, y a lo lejos se ve tenuemente el Valle de los Caracas, perdiéndose la vista hasta el Abra de Catia, hacia el Oeste marino. Regresamos a Petare pasando por la antigua “Hacienda Arvelo”, otro recuerdo colonial con su casona señorial y el viejo trapiche ennegrecido, con su vetusto torreón de adobes rojos, como un centinela firme vigilando el silencio de los labradíos. Tomamos la carretera caminando hacia el viejo pueblecito del Indio Tare, perdiéndonos entre sus callejuelas sevillanas, con la mirada puesta en los balcones florecidos”

FUENTE CONSULTADA

  • Elite. Caracas, núm. 985, 13 de agosto de 1944.

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