Breve noticia sobre Antímano

Breve noticia sobre Antímano

Por Enrique Bernardo Núñez (Cronista de la Ciudad)

     “El pueblo o estancia de Antímano, en el camino de Caracas a Los Valles de Aragua, abundaba en árboles frutales, particularmente duraznos, como toda la zona de Macarao, San Pedro, Los Teques y El Jarillo. En cambio, La Vega producía buenos dátiles.

     Al describir este camino Humboldt se refiere a ciertas muestras de roca primitiva de un verde oscuro, con granates, de gran espesor y en forma de balas de cañón que envió al Rey de España para sus gabinetes de Historia Natural. Era pueblo doctrinero “de indios tributarios”. Sitio obligado de los conquistadores de todos los tiempos.

Avenida con viejos árboles en el callejón de la estación del ferrocarril. Fotografía de Rafael Hueck Condado (Supermán), 1952
Avenida con viejos árboles en el callejón de la estación del ferrocarril. Fotografía de Rafael Hueck Condado (Supermán), 1952

     Cuando Joaquín Crespo hacía su entrada a Caracas en el año de 1892, se detuvo en Antímano a causa de lluvias torrenciales, aunque adelantó una fuerza a fin de prevenir desórdenes en la ciudad, que se hallaba sin autoridades. El Guaire registró entonces una de sus mayores crecidas.

     Diego de Losada se desvió un poco desde Las Adjuntas, por tierras de Caricuao, a fin de evitar las emboscadas que podían hacerles a orillas del río, y en busca de la tierra llana salió al valle de Cortés Rico, llamado desde entonces Valle de La Pascua.

    En los comienzos del Siglo XVII se hallan en Antímano las encomiendas de Nicolás Sainz de la Varguilla y Leonor Muñoz de Rojas, viuda del Capitán Luis Blanco de Villegas, encomienda que tuvo después Alonso de Hostos Díaz de Alfaro, y la de Domingo Vera de Ibargoyen, indios de nación toroymana.

     En San Pedro de Antímano la del Alférez Juan Fernández del Corro, de nación guayqueri. Del Corro tenía también encomienda en Naiguatá, de Indios Caracas. En La Vega poseía una Ruy Fernández de Fuenmayor.

     Antímano y La Vega tenían por Patrona a N. S. del Rosario. La Vega se distinguía con el título de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Para 1772 (Visita del Obispo Don Mariano Martí) Antímano tenía una población den quinientos trece habitantes, de los cuales ciento cincuenta y uno eran indios, setenta y ocho españoles, aparte de doscientos ochenta y cuatro entre españoles y “de otras castas”, dispersos en sus sementeras y haciendas de caña de azúcar. Martí hizo la visita de los naturales y conoció la instrucción que tenían de la Doctrina.

     Confirmó veintiocho personas. La iglesia era de tejas, con paredes de tapia y mampostería y disponía de cuatro altares, uno de ellos, el del lado de la Epístola, dedicado a N. S. de Guía. El libro de bautizos más antiguo se remonta al año de 1668. Otro más antiguo halló en La Vega, destruido en parte por la polilla. La primera partida legible era de 10 de marzo de 1652.

     Antímano es erigida en Parroquia el mismo año de la muerte del gobernador Guevara Vasconcelos. Se hallaba en posesión interina del gobierno del teniente del Rey, Don Juan de Casas, y del Arzobispado, sede vacante, el doctor Santiago Zuloaga (24 de noviembre de 1807). Como no había dotación para el alumbrado del Santísimo, la señorita Ana María Vega se obligó a entregar los alquileres de una casa de su propiedad en el pueblo, los cuales sumaban cincuenta pesos anuales. Cuarenta para dicho alumbrado y los diez restantes para una de las fiestas de Minerva, en el mes señalado por el señor Cura. Lo era en propiedad el doctor Pedro Echezuría y Echevarría, a quien dio posesión el presbítero Juan Nepomuceno Quintana, el 2 de junio de 1808 (1).

     Antonio Guzmán Blanco no lo eligió por simple capricho para una de sus moradas favoritas. Sus aires y aguas gozaban fama de ser los más puros que podían hallarse en el Valle de Caracas. Pasaba allí largas temporadas desde los días del Septenio. Sin embargo, su casa, a la salida del pueblo, donde estuvo en años recientes una fábrica de cerámica, no vino a ser construida sino a partir de 1880, durante el Gobierno llamado de la Reivindicación. La compra de los terrenos entre el Guaire, Montalbancito, el callejón que conducía al pozo de “La Vieja”, y el camino real, frente al cerro del Calvario, se efectúa el 13 y 15 de octubre de aquel año. El primero a las señoras Obdulia de Montes de Oca y María Montes de Oca de Talavera, y el segundo a la señora Amalia Arismendi de Briceño y otros, apoderados del doctor Mariano Briceño. Posteriormente, a 14 de diciembre del mismo año, adquiere otro más pequeño de los señores Rafael, Carlos y Pedro Yanes. El valor de estos terrenos fue de Bs. 16.400, Bs. 8.000 y Bs 400, respectivamente.

     Antímano vino a ser entonces durante las temporadas de Guzmán Blanco, el centro de la vida oficial del país. Los coches levantaban nubes de polvo en el camino de Caracas al pueblo llamado “el Versalles del Ilustre”. Criados, muebles, cocina, todo allí era francés.

     Alirio Díaz Guerra cuenta en su libro “Diez años en Venezuela”, lo ocurrido cierto domingo que el presidente quiso tener por invitados a los colombianos notables residentes en Caracas. El encargado de hacer las invitaciones fue el general León Landaeta. Tan estrictamente quiso cumplir, como se hacía generalmente, las órdenes recibidas, que consideró de su deber no hacer excepciones, y a varios de ellos equipó con dinero y trajes nuevos. 

Cerro cubierto de magnífica vegetación frente a la estación del ferrocarril. Fotografía de Rafael Hueck Condado (Supermán), 1952
Cerro cubierto de magnífica vegetación frente a la estación del ferrocarril. Fotografía de Rafael Hueck Condado (Supermán), 1952

     Entre los presentes se hallaban la señora viuda de O’Leary, doña Josefina Ospina, y los doctores Felipe Pérez y Nicolás Esguerra. Diógenes Arrieta no pudo asistir por hallarse enfermo. Al pie de la escalinata, un portero francés “se mantenía inmóvil como una estatua”. La confusión fue grande cuando se presentaron otros invitados en gran número, algunos de ellos indios encogidos y maltrechos. El mayordomo se inclinó ante la señora de Guzmán Blanco para anunciarle que la mesa estaba servida. El presidente apenas podía ocultar su enojo. Se improvisó un servicio aparte para aquellos invitados y se les hizo regresar cuanto antes. A Landaeta no le valieron disculpas –en vano alegaba que se le había ordenado invitar “a todos”–, y, cayó en desgracia. Cerca de este sitio de la casa de Guzmán Blanco, se halló Antonio Leocadio Guzmán de regreso de La Victoria, una noche de luna llena, con la patrulla del Juez Felipe Rodil.

Postal de la estación de Antímano, 1910
Postal de la estación de Antímano, 1910

     El nuevo templo de Antímano, levantado según los planos del ingeniero Augusto Lutowsky, fue inaugurado el 1 de enero de 1882. La línea férrea, cedida después a las obras del ferrocarril Caracas-Valencia, el 27 de abril de 1887. Juan Pablo Rojas Paúl y Raimundo Andueza Palacios heredaron esta predilección del Ilustre Americano por Antímano. Como en los tiempos antiguos estaba rodeado de tablones de caña. Famosas eran las haciendas “Caricuao” y “La Elvira” del general Manuel Antonio Matos, cuya casa estuvo situada en la calle real, que le separaba de un magnífico parque y jardín. Tenía Antímano arboledas dignas de un rey o de un artista. Vimos caer la de la plaza hace algunos años”.

NOTA: Posteriormente a la publicación del presente artículo consultamos el Libro 1 de la Parroquia de Antímano por cortesía del párroco, Pbro. Antonio Acuña

FUENTES CONSULTADAS

  • El Nacional. Caracas, 28 de noviembre de 1957
  • José de Oviedo y Baños. Historia de la Provincia de Venezuela
  • Alejandro de Humboldt. Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente
  • Vicente Dávila. Tomo I de Encomiendas
  • Relación de la Visita del Obispo Don Mariano Martí
  • Propiedades de Antonio Guzmán Blanco en Caracas.
  • (Libro manuscrito por el señor Don José Quintero). Cortesía del señor T. Sánchez Hurtado
  • Francisco González Guinán. Historia Contemporánea de Venezuela
  • Alirio Díaz Guerra. Diez Años en Venezuela (1885-1895)
Junio de 1969

Junio de 1969

REVISTA PRODUCCIÓN

Junio de 1969

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     La edición está dedicada a la industria química y farmacéutica. Inicia con la presentación de las Gacetas Oficiales de carácter económico publicadas en la legislación venezolana. En el marco de la reunión de la Comisión Mixta en Cartagena sobre el pacto subregional andino, la Cámara de Industriales de Caracas presentó una declaración en donde avala las diversas alternativas de integración que tiene Venezuela. En el editorial de la revista se reseña el desarrollo de la XXV Asamblea Anual de Fedecámaras y los encuentros desarrollados con el gobierno nacional. En el marco del tema central de la edición, se reseña el desarrollo de la VI Conferencia latinoamericana de la industria farmacéutica. Pedro Pick, presidente de la Cámara de la Industria Química afirma que Venezuela es el país ideal para el desarrollo del sector por la presencia de capital, materias primas y vocación para hacer negocios. Oscar Novo, miembro de la firma Dow Química afirma que el gobierno debe que trabajar en alianza con los miembros del sector. Domingo Mariani, director de producción de Hoechst Remedia declara que el gobierno debe promover incentivos para el desarrollo de la industria química. Carlos Añez Anzola afirma que el desarrollo de la industria química se alcanzará cuando se tenga una política definida por parte del gobierno. El presidente de Empresa Nacional de Salinas, José Rafael Pocaterra, en una entrevista analiza la situación del sector y la relación con el gobierno venezolano. Más adelante se presenta un estudio detallado sobre la situación de la industria química en el país. El ingeniero José Ignacio Casal, gerente de la Cámara de Industriales de Caracas explica la preocupación generalizada en los empresarios venezolanos sobre la calidad de la producción. Se reseña el encuentro entre los representantes de los ministerios de Hacienda y Fomento con los miembros de la Industria Gráfica y los productores de pulpa, papel y cartón. Se presenta una nota relacionada con la celebración del VIII Congreso de Ingeniería y la presencia del presidente Rafael Caldera en el evento. El periodista J. Sanjuán escribe un artículo de opinión en el que hace un balance de la economía venezolana a lo largo del mes transcurrido. 

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    Se publica un breve trabajo acerca de las características de la nueva empresa Oxidor, perteneciente al Grupo Montana en alianza con Sherwin Williams de Venezuela y el Instituto Venezolano de Petroquímica. Héctor Esteves hijo, gerente de la Bolsa de Comercio de Caracas, afirma que las industrias no tienen la costumbre de emitir valores, perdiéndose una oportunidad para la promoción del financiamiento. Se anexa la declaración del II congreso latinoamericano de industriales en La Asunción (Paraguay), así como la resolución del Ministerio de Fomento del 3 de mayo de 1969 sobre el fomento a la importación de partes automóviles. Se presenta un estudio brece sobre la industria petroquímica y su importancia para el desarrollo nacional. En temas estadísticos, se presenta el balance de las operaciones financieras de la industria petrolera en 1968. Isaías Martínez Ch. analiza el tema de la organización industrial. Rafael Yustes F. explica el origen del aumento de precios en el año 1968. Antonio J. Fernández analiza la importancia del mantenimiento en las empresas industriales. En temas relacionados con Administración de Empresas, Bernabé Sánchez Rojas explica los tipos de dirigentes presentes en las empresas. Más adelante se presentan las interrogantes de un diagnóstico económico-administrativo de empresas. Con respecto a las industrias básicas, se informa que en materia de aluminio, Venezuela pasó de ser importador a exportador. La edición termina con la presentación de la nómina de miembros de la Cámara de Industriales.

Más revistas

Septiembre de 1968

En este número inicia con la presentación de las Gacetas Oficiales de carácter económico publicadas en la legislación venezolana.

Septiembre de 1969

El número está dedicado a los sectores textil, confección, joyería y relojería.

Julio de 1969

La edición está dedicada a la industria venezolana de productos alimenticios.

Junio de 1969

Marzo – Abril 1993

REVISTA PRODUCCIÓN

Marzo – Abril 1993

Sinopsis

Por: Esther Mobilia

     El editorial se centra en el tema de la crisis generalizada de la sociedad venezolana y en cómo superarla. En la sección Encuentros se reseñan noticias breves del mundo empresarial tanto nacional como internacional. Más adelante se desarrolla el tema de la seguridad industrial y en la importancia de la toma de conciencia de la protección en el área de trabajo. En un estudio realizado a partir de entrevistas a diversos empresarios se analiza el tema de los cambios vertiginosos que han tenido lugar tanto en Venezuela como el mundo a principios de los años 90 y el reto que representa para nuestro país el proceso de recomposición nacional. En la sección Vínculos se detallan los proyectos de alianzas importantes que se han construido entre empresas venezolanas y extranjeras. El periodista Sebastián de- la Nuez presenta un trabajo acerca de los proyectos diseñados para promover inversiones y estimular las exportaciones en el país, específicamente en la región de Guayana. En su relación con temas de carácter político, se presenta la reseña de un foro promovido por los editores de la revista Producción, en donde se analizan las condiciones actuales del país y la necesidad de construir un consenso para superar la crisis; participaron personalidades de la talla de Gustavo Márquez, Emeterio Gómez, Marisol Fuentes, Reinaldo Calcaño, Sebastián de la Nuez y Luis H. Ball Zuloaga (presidente de la Cámara de Industriales de Caracas), quien participó como moderador. Posteriormente se analiza el tema del almacenamiento financiero cómo ha sido utilizado por diversas empresas venezolanas, alcanzando una cartera, para ese momento, de 15 mil millones de bolívares. Más adelante se hace énfasis en el crecimiento de las empresas venezolanas y de su proyección en el exterior con inversiones en Europa, Estados Unidos y el Caribe. En la sección Personaje se presenta un trabajo sobre la vida del abogado José Bouza Izquierdo, presidente de la Asociación Bancaria de Venezuela y de la Sociedad Financiera Unión, y de sus proyecciones para Venezuela. René Granat, director gerente de la empresa Contipak, es retratado en un artículo sobre el papel de las empresas empacadoras y el papel de la automatización en la industria. Vladimir Chelmiski analiza el papel del proceso de privatización y su importancia para el incremento de la calidad de vida de las personas. Culmina la edición con las direcciones y los contactos de los asociados a la Cámara de Industriales de Caracas.

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Más revistas

Enero de 2002

La edición está dedicada a la solicitud hecha por parte de los empresarios de que se concreten avances en seguridad social.

Octubre de 1969

El número está dedicado a la industria del calzado. En este número inicia con la presentación de las Gacetas Oficiales de carácter económico publicadas en la legislación venezolana.

Febrero de 1969

Esta edición está dedicada al 25 aniversario de la Asociación de Industriales de Artes Gráficas.

Carta Económica de Mérida (1962)

Carta Económica de Mérida (1962)

     En el año de 1962, FEDECAMARAS presentó la «Carta Económica de Mérida» cuyo propósito estaba fundamentado en la oferta de una guía sobre las cuestiones fundamentales que requerían atención, para alcanzar el Desarrollo Nacional.

Usos sociales y espacio público en Caracas

Usos sociales y espacio público en Caracas

El primer embajador de Brasil en Venezuela, Miguel María Lisboa (1809-1881), mejor conocido como el Consejero Lisboa, se le encomendó la misión diplomática de viajar y estudiar a profundidad las características de las repúblicas fronterizas con Brasil (1843-1853). A partir de ese recorrido, Lisboa escribe un libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, donde, entre muchas otras informaciones, relata su vivencia en Caracas y las costumbres de sus habitantes.

Una de las descripciones que hace el Consejero Lisboa sobre los caraqueños es que estos tenían buen gusto para las fiestas y los bailes. Dibujo de Camille Pissarro, c.1854
Una de las descripciones que hace el Consejero Lisboa sobre los caraqueños es que estos tenían buen gusto para las fiestas y los bailes. Dibujo de Camille Pissarro, c.1854

     Uno de los usos sociales que fue objeto de comparación por parte del Consejero Lisboa se relacionó con los recién llegados a alguna ciudad de América y lo que sucedía con cualquier forastero que se asentara en algún lugar de Europa. De esta última recordó que quien llegaba a ella tenía por costumbre tomar la iniciativa de visitar a amigos y conocidos. En cambio, en tierras americanas era diferente. Entre los americanos el forastero era saludado por los habitantes de una de las ciudades pertenecientes al Nuevo Mundo. Puso a la vista que esto era muy común en Brasil, Buenos Aires, Santiago, Bogotá, Quito y Lima. “Los caraqueños, sin embargo, no llevan tan lejos su amabilidad y exigen de los forasteros un término medio, esto es, que se anuncien enviando un billete a las personas con quien quieren relacionarse y recibiendo la primera visita en persona”. Acotó que tal costumbre había sido censurada, sin embargo, algunos sostenían la práctica al calificarla de actitud moderna. 

     Para dar fuerza a este argumento, tal como lo hizo con otras aseveraciones relacionadas con los caraqueños y Caracas, rememoró que cuando visitó la ciudad la primera vez, en 1843, tuvo que enviar tarjetas de presentación a algunos lugareños. 

     No obstante, durante su segunda visita, en 1852, los amigos y relacionados con los que compartió en la primera ocasión fueron quienes le dieron la bienvenida tanto los caballeros como sus señoras y sus doncellas. Ponderó el cumplimiento de los deberes sociales, al corresponder las visitas, cumplir de manera escrupulosa pésames y felicitaciones, “y hasta conocen los modernos de visitas de sobremesa, fiestas y Año Nuevo”. También destacó que, entre mujeres y hombres existía la tradición de visitar los días de su santo a amigos y parientes.

     Agregó que después de 1848 los habitantes de la comarca habían restringido fiesta y ágapes. Calificó lo acontecido este año como tumultuoso, “produjo tantas desgracias y tantas discordias entre los principales habitantes de Caracas”. De los caraqueños expresó que tenían buen gusto para las fiestas y los bailes, “nadie lo sabe hacer mejor”, dejó escrito. Contó que, el día 3 de octubre de 1852 un mantuano lo había invitado a una celebración en ocasión del doctorado en leyes de uno de sus hijos. Expresó que, a pesar de ser poco amante de Terpsícore se había retirado a sus aposentos a las tres de la mañana. Escribió que toda la casa se había adornado para el baile que se presentaría y en cuyo salón había no menos de trescientas luces y una orquesta de doce músicos que interpretaban composiciones de Strauss, Herzog y Lanner, entre otros. Sin embargo, agregó que los bailes en la ciudad no eran frecuentes. El que describió le pareció lleno de delicadeza y buen gusto y que por los manjares que se servían, “igualaba los mejores de Europa”.

     Alrededor del lujo y la elegancia de fiestas como la señalada por el Consejero Lisboa, observó un detalle de los bailes presentado en Caracas, una característica que para él los hacía especiales frente a los bailes que presenció en Europa. Expresó que, en la parte de fuera de las ventanas, así como en los patios e interior de las viviendas, donde se desarrollaban bailes llenos de esplendor, “se apiñan los criados y esclavos de ambos sexos, vestidos aseadamente, los que acompañan a las señoras al baile”. Llamó la atención acerca de esta circunstancia y a la que comparó con el trato ofrecido a los sirvientes por parte de sus amos en Europa. Para él resultaba ser otro buen ejemplo del carácter indulgente y bondadoso de los habitantes del Nuevo Mundo. Para Lisboa resultaba “una prueba de que el estado de esclavitud que los abolicionistas pintan con tan medroso corazón tiene en América, especialmente en las grandes poblaciones, ventajas que ellos les niegan”.

El Consejero Lisboa observó que los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas
El Consejero Lisboa observó que los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas

     Según observó, un análisis imparcial de las condiciones de vida de los esclavos urbanos se podía corroborar que ellos, en su gran proporción, estaban “considerados en América como formando parte de la familia y tratados con mucha más indulgencia que los criados europeos. En Europa, los criados forman una casta separada en todo de sus amos”. Por otra parte, su criado de nombre Simplicio le hizo notar que algunos sacerdotes fumaban en la calle. Lo que lo llevó a establecer que en Caracas era un hábito muy generalizado entre sus habitantes. En el caso de mujeres las observó, pero en sus casas frente a amigos muy cercanos y “siempre tras muchas disculpas y satisfacciones”.

     Para lo que denominó la embriaguez indicó que no vio en las mujeres caraqueñas una propensión a consumir bebidas alcohólicas. Incluso expresó que entre la “clase baja” solo se podían observar borrachos en fiestas públicas. En cuanto al juego, agregó que cuando visitó la ciudad por vez primera la recreación, con sus excesos y desgracias, no era como en Lima y Santiago de Chile. Según información obtenida por él, “desde el malhadado 1848, anulada la sociabilidad por causa de la revolución, muchos caraqueños buscaron distracción en aquel vicio fatal. Es un argumento más contra las revoluciones, especie de caja de Pandora que encierra en sí todos los males de la tierra”.

     Argumentó que, por ser descendientes de los españoles, los caraqueños conservaban una pasión y tendencia por las ideas religiosas, una característica muy propia de aquéllos según relató. Sin embargo, los caraqueños daban mayor importancia a las prácticas exteriores y no a la esencia y dogma cristianos. De estas prácticas agregó no haber presenciado nunca controversias o peleas por cuestiones religiosas. De igual modo, puso a la vista que quienes acudían con mayor frecuencia a las iglesias eran las mujeres. Agregó: “En su ignorancia de la pura doctrina y de la historia de la religión católica, se parecen mucho los venezolanos a otros pueblos de la América española”.

     De seguidas, añadió que las procesiones en Caracas eran consideradas una expresión de diversión colectiva y que eran las únicas fiestas en que el pueblo en general participaba sin distinción social alguna. Pudo comprobar que toda la sociedad se volcaba a participar y “hacen un extraordinario consumo de pólvora en petardos y cohetes”. La iglesia de las Mercedes era la más dispendiosa durante estas fiestas. Argumentó, en este orden, que la religión de un pueblo servía para medir sus virtudes caritativas. Anotó que entre los establecimientos de caridad pública que existían en la ciudad se encontraba el Hospital de la Misericordia, en donde había una sección solo para leprosos, mal que aquejaba a muchos venezolanos, en especial hacia el oriente del país.

     Indicó no haber localizado casa de expósitos en Caracas. Por otra parte, dispuso para el lector lo que denominó “las capacidades mentales de los caraqueños”. A propósito de esta denominación destacó “que tienen en la capital un grado de adelanto superior a su población, a su importancia política y a sus progresos materiales”. Sin embargo, no dejó de mostrar desasosiego por el “espíritu demagógico” que se estaba sembrando por el país. De la prensa caraqueña destacó que estaba bien dirigida y diseñada. En lo referente al uso de lenguas extranjeras puso de relieve que la lengua francesa e inglesa era muy común entre los jóvenes de la capital.

     En cuanto a la lengua y los modos usuales que ella mostraba entre los habitantes de la comarca, Lisboa puso en evidencia el ceceo que les daba una cadencia particular a los caraqueños y que se mostraba, en este sentido, diferente al español de la sociedad progenitora. De igual manera, expresó que otra “irregularidad” del idioma, que no había apreciado en España ni otro país latinoamericano, era el uso generalizado de diminutivos que eran aplicados a los gerundios, “los que dan a la conversación un sonido tierno, muy en armonía con las costumbres suaves de los americanos”. Asimismo, puso de relieve el uso, entre los habitantes de Caracas, de interjecciones como el “guá”, “que en boca de las caraqueñas suena con mucha gracia y expresión”.

En su escrito, el Consejero Lisboa señaló que el centro educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción práctica y útil para sus más urgentes necesidades
En su escrito, el Consejero Lisboa señaló que el centro educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción práctica y útil para sus más urgentes necesidades

      A su descripción agregó que había asistido a una colación de grados, el 3 de octubre de 1852. Añadió que los graduandos vestían un “traje apropiado”. El mismo consistía en un vestido confeccionado con seda negra, con togas parecidas a las usadas por los magistrados del Brasil, acompañadas de una muceta y un birrete con borla.

     “La muceta es parecida a la que usan nuestras hermandades en el Brasil, y el birrete es parecido a un turbante turco, coronado en lo alto con una borla de lana o, en algunos casos, por una flor de oropel, y adornado con una franja cosida en la parte alta de la copa, que cae sobre los lados y lo cubre todo. Los colgantes de esta franja tienen un tamaño de un palmo, y cuando el birrete está sobre la cabeza, tapan las orejas y parte de la cabeza del doctor”.

     Describió los actos realizados en la iglesia y los correspondientes al ofrecimiento de los títulos para los graduados, por parte de la autoridad correspondiente. En una de las fases de la ceremonia académica, el doctor en Cánones pronunció un discurso “henchido de eruditas citas de los Santos Padres, pero demasiado extenso”. 

     Luego le siguió un doctor en leyes que, según Lisboa, pronunció un discurso elegante y bien tramado, “y que hubiese merecido universal aplauso si no hubiera encerrado una frase ofensiva para el gobierno español, cuyo representante había sido invitado al acto”. Ante esta circunstancia, Lisboa agregó que esa fracción del discurso había sido reprobada por la mayoría de los asistentes al acto de graduación.

     Según contó, luego fueron invitados a degustar un “abundante refresco” por invitación de uno de los padres de los graduados en leyes. A este respecto escribió que era una mesa espléndida a la que habían sido admitidos todos los doctores, “y todos lo que no lo eran; en una palabra, todo el mundo”. Luego de haber terminado este tentempié la mesa presentaba un aspecto triste, cuyos destrozos le hicieron rememorar un campo de batalla. Sería en esta misma casa en la que, posteriormente, se ofrecería un baile plagado de buen gusto.

     Observó la existencia de otros establecimientos educativos sostenido por los gobiernos provinciales y municipales. Entre ellos destacó una escuela de música, a cargo del consejo municipal. Contó que había asistido a una exposición de los estudiantes de dibujo. En ella se presentaron setenta y cuatro trabajos, realizados al óleo y a lápiz. De éstos comentó una copia de la huida a Egipto, de Murillo, cuyo original reposaba en una iglesia de Caracas. Para él la muestra de los dibujos presentados en octubre de 1852 servía para dar fe de los progresos alcanzados por los alumnos y del estímulo para seguir demostrando sus progresos.

     En su escrito señaló que el establecimiento educativo más digno de alabanza era la Escuela de Artesanos. La misma había sido fundada por un teniente de ingenieros. Desde su establecimiento se habían ofrecido lecciones, todas las noches y los días domingo, de lectura, caligrafía, aritmética, álgebra y geometría para todos los artesanos de Caracas. Comentó que esta iniciativa merecía los mayores elogios. Por tanto, indicó “Es este un hermoso establecimiento donde las clases inferiores de la sociedad adquieren una instrucción, no metafísica y perniciosa, sino adaptada a sus más urgentes necesidades, práctica y útil, y al mismo tiempo dedican al estudio las horas que se perdían antes por las tabernas y consagraban al vicio”. Agregó que era deseable que no se entrometiera la “maldita política” y que convirtiera este establecimiento en un “club de conspiradores”. 

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