Crónica 1895 New York Herald – Parte I

Crónica 1895 New York Herald – Parte I

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Crónica 1895 New York Herald – Parte I

     El 22 de diciembre de 1895, hace 125 años, el diario estadounidense New York Herald publicó una crónica detallada de lo más resaltante de la vida cotidiana de los habitantes de la capital de Venezuela de finales del siglo XIX. La interesantísima crónica elaborada por un “Corresponsal especial” y fechada el 11 de diciembre de 1895, ofrece detalles en torno al particular estilo de vida de los caraqueños, la rutina del Hospital Vargas de acuerdo con las vivencias de un aviador estadounidense que está convaleciente allí, algunas costumbres particulares del caraqueño: apuestas, bailes, deportes, gusto por la bebida y el tratamiento a los animales 

CÓMO SE DIVIERTÍAN LOS VENEZOLANOS DE 1895

Suelen andar armados con pistolas y cuchillos

Adoran jugar al póquer

Crece la popularidad del beisbol

Son muy bebedores

     (CORRESPONSAL ESPECIAL) CARACAS, Venezuela, 11 de diciembre de 1895.- Comparativamente pocos de los hombres aquí se aventuran alguna vez a salir a la calle desarmados. En ese sentido Venezuela es un lugar tan malo como lo fueron alguna vez los territorios de Arkansas o Texas.

     Hay leyes que prohíben portar armas, pero no se cumplen. Uno de los profesores de la universidad aquí me asegura que está convencido de que cada uno de los estudiantes que asiste a sus conferencias tiene un revólver en la cintura. Las armas se usan a menudo tanto para adorno como para protección o agresión. El caballero de espuelas de plata y alegres atavíos que brinca sobre una mula juguetona o un caballo peruano no está completamente equipado sin un par de revólveres. Los tipos más humildes que recorren los caminos rurales a pie o en burros, se enorgullecen especialmente de los cuchillos que llevan en elegantes fundas en la cintura y que están igualmente disponibles para cortar comida o enemigos.

Los caballos son pura piel y huesos, y los conductores les muestran muy poca consideración

     El famoso machete es tan largo que la forma más conveniente de llevarlo es en la mano. Es el arma más terrible en la guerra y se usa para todos los propósitos posibles en tiempos de paz: abrir bosques vírgenes, talar árboles, cavar y construir.

     La vida humana se considera muy barata en Venezuela, excepto por la ley del país cuando se trata de asesinos. Aquí no hay pena capital, y un hombre que es sorprendido con las manos en la masa, cometiendo   un delito, sabe que la sentencia más dura que se le puede imponer es de diez años de prisión. Los peores casos, me han dicho, son enviados a una prisión en los distritos pantanosos cerca de la frontera occidental, donde el hombre que sobrevive a su condena es un fenómeno, y donde dos años es lo que la mayoría de los hombres pueden soportar. Las refriegas de apuñalamientos y disparos son muy comunes y rara vez reciben más atención que media docena de líneas en los periódicos locales, en las que se expresa simpatía por los familiares de los fallecidos.

     La proporción de hombres que se ven en las calles de Caracas sin un brazo o una pierna es mucho mayor que en Estados Unidos al final de la guerra civil. Comparativamente, pocos de los lisiados aquí fueron dados de baja en batalla durante las revoluciones, la mayoría de ellos habían resultado heridos en peleas callejeras. Un mendigo sin piernas, que frecuenta la estación del ferrocarril de La Guaira en el momento de la llegada de los trenes, cuenta una extraña historia sobre haber sido aplastado por una monstruosa serpiente. Dice que estaba trabajando en el campo, cerca de la ciudad, cuando vio la serpiente frente a él. No hizo ningún intento de escapar, ya que estaba fascinado. Perdió el conocimiento cuando el reptil se enroscó a su alrededor y le aplastó las piernas, preparándose para comérselo. Los amigos acudieron en su ayuda y mataron a la culebra. El mendigo dice que sus huesos estaban tan destrozados que los cirujanos del hospital tuvieron que amputarle las piernas de inmediato.

El hospital de Caracas

     El Hospital Vargas de Caracas, es una gran institución, admirablemente ubicada en una ladera y excelentemente administrada. Ningún edificio público en Venezuela está completo sin una estatua, y en el patio central de este hospital hay una de José María Vargas, quien creo que era presidente de la República en el momento de la fundación de este centro. Hay salas para mujeres, todas abiertas a un largo patio a la izquierda de la entrada, y otras tantas para hombres al otro lado.

     Me dirigí hasta el hospital para ver a Charles Wolcott, un aviador estadounidense, quien resultó gravemente herido al descender de un globo el 2 de octubre, en la parte occidental del país. Wolcott ha sufrido intensamente, pero tiene mucho valor. Expresa la creencia de que se recuperará, y si logra recuperar el uso de sus miembros, tiende a retomar su peligrosa profesión. Ocupa un catre ordenado en una de las salas quirúrgicas y dice que no puede sino dar grandes elogios a las Hermanas de la Caridad que lo cuidan.

     Estaba dando una exhibición en el momento del accidente, lo que atribuye únicamente a su falta de conocimiento del país. Hizo su ascensión a última hora de la tarde, sin darse cuenta de que no hay crepúsculo en los trópicos. La noche cayó rápidamente y se volvió imposible para él distinguir claramente la tierra. Imaginando que estaba a una altura de cinco mil pies, tomó su paracaídas y saltó de la nave.

El Hospital Vargas de Caracas, es una institución, admirablemente ubicada en una ladera de la ciudad

     El paracaídas estaba cerrado y, si sus cálculos hubieran sido correctos, se habría abierto lentamente hasta que se extendió a dos mil pies del suelo y su descenso habría sido gradual. Tal como estaban las cosas, había saltado antes de que el globo alcanzara la altura adecuada. Vio que la tierra se acercaba horriblemente antes de que comenzara a abrirse, y supo que saldría herido. Apoyó las piernas lo mejor que pudo, con los dedos de los pies hacia abajo, para romper el impacto. El golpe que sufrió fue tan grande que todos los huesos de sus piernas se dislocaron y su columna vertebral resultó gravemente herida, si no realmente rota.

     No perdió el conocimiento, dice, ni por un momento, aunque estaba sufriendo todas las torturas imaginables. Las autoridades locales querían dejarlo en una choza vecina para que muriera, pero un hombre que había estado trabajando en sociedad con él insistió en que lo llevaran al hospital de Caracas. Lo colocaron en una camilla y lo llevaron a la estación de ferrocarril, un viaje que tomó una noche entera, sobre montañas empinadas. El tren lo llevó a la capital la noche siguiente, y lo llevaron de inmediato al quirófano del hospital, donde perdió el conocimiento por primera vez. Había soportado más dolor durante el duro viaje de lo que había creído posible para que el cuerpo humano se mantuviera, pero estaba decidido a recuperarse.

     No hubo sensación en sus piernas durante algún tiempo después de la operación, pero cuando lo llamé estaba extremadamente sensible, y no pudo soportar ni siquiera una leve presión sobre el colchón que lo sacudió. Tenía una inmensa caja de cigarrillos junto al codo, muchos periódicos estadounidenses para leer y se sentía tan feliz como podía estar bajo las circunstancias. Los médicos, dijo, recomendaron que no debía esperar levantarse dentro de dos o tres meses. Entre risas, describió las características de los demás ocupantes de la sala. Lo que más le divertía era un negro corpulento, cuyo catre estaba enfrente del suyo.

     “Es el peor hombre del barrio”, dijo Wolcott, “pero me llevo bien con él. Camina arriba y abajo temprano en la mañana y hace tales payasadas que los moribundos detienen sus últimas oraciones para reírse de él”.

La Caracas de finales del siglo XIX

     El negro fue llevado al hospital como resultado de una de las habituales grescas del bar. Se había peleado con un hombre mientras bebía, sacó su revólver y disparó un tiro que rozó a su antagonista. Antes de que pudiera volver a disparar, le derribaron un machete en la muñeca derecha, y la pistola y la mano que aún la sostenía cayeron al suelo.

     “Mientras charlaba con Wolcott estaban curando las heridas de uno de sus vecinos, y no pude evitar maravillarme por la longitud de un solo corte de machete. Un pobre tipo fue golpeado con el cuchillo curvo, de modo que la punta entró en su espalda directamente entre los omóplatos, cortando el hueso, corrió hacia la izquierda y bajó por el brazo izquierdo casi hasta la muñeca, exponiendo el hueso en toda la distancia. Las dos salas quirúrgicas son, con mucho, la característica más importante del hospital.

Juegos y bailes

     Las regulaciones policiales en Caracas no son tan estrictas como las de Nueva York, pero la otra noche me divirtió mucho ver a un policía mirando tranquilamente un juego de apuestas. Varios residentes de la ciudad, a quienes les mencioné el incidente, no parecieron considerarlo particularmente extraño.

Las carreras de caballos gozaban de mucha popularidad

     Un señor que vive aquí pensó que me interesaría ver un baile autóctono o un baile público. Me llevó a un lugar en una calle lateral del centro de la ciudad. La tensión de la música flotaba desde las ventanas abiertas, haciéndolo muy fácil de encontrar, ya que todas las casas vecinas estaban a oscuras y tan silenciosas como la tumba. Pasamos a través de un pequeño cuarto de baño y entramos en un apartamento más grande, utilizado para juegos de azar. Alrededor de una mesa central había una multitud, compuesta principalmente por negros, muchos de los cuales estaban calzados con alpargatas, la sandalia que usaban casi universalmente las clases más pobres y siempre sin medias. Montones de plata sobre la mesa representaban las apuestas. Un policía, de uniforme, rifle en mano, estaba parado en los escalones traseros, fumando un cigarrillo y mirando el juego por encima de las cabezas de los jugadores.

     Un letrero en la pared notificaba a los caballeros con alpargatas que no debían aventurarse en el piso del salón de baile. El baile en sí resultó muy bajo y poco interesante y, salvo en el vestuario y la complexión, se diferenciaba muy poco de los asuntos del mismo tipo en Nueva York.

     Los soldados visten aquí alpargatas, excepto en ocasiones especiales, cuando están en desfile, y parecen muy enfermos con las maletas y cojean con curiosidad cuando tienen que envolver completamente sus pies en cuero. No ha llovido en Caracas desde el sábado. Antes de eso, creo que no había habido un solo día sin una enorme cantidad. Me dijeron que la cantidad de lluvia en noviembre y la primera parte de diciembre fue incomparable para la temporada. Según uno de los periódicos locales, ha habido muchos casos de gripe y neumonías como resultado del clima húmedo.

Negros en la provincia de Caracas

Negros en la provincia de Caracas

POR AQUÍ PASARON

Negros en la provincia de Caracas

     Hace más de dos siglos que se conformó como comunidad independiente Haití, nombre adoptado de la lengua Arawacs afrancesada. El Guarico o Santo Domingo francés rompió el nexo colonial con la metrópoli francesa y declaró su Independencia en 1804, aunque hasta 1809 tropas francesas permanecieron acantonadas en el lado este del territorio. Lo hicieron como imperio y no república, a diferencia de sus pares del norte y sur América, antes y después de su Independencia. En 1791 estalló en aquel territorio una rebelión de antiguos esclavos en el marco de la Revolución Francesa y acicateada por algunos de sus protagonistas desde Francia. Con la ruptura del nexo colonial terminó un ciclo de prosperidad para los colonos blancos, muchos de los cuales se vieron empujados a emigrar a territorios insulares cercanos a tierra firme.

     A partir de la Independencia los haitianos propiciaron acciones para eliminar la esclavitud, acompañada de medidas para proteger y liberar a esclavos que alcanzaran su territorio. Quizás, el espacio insular donde se experimentó mayor inquietud frente a situaciones como la escenificada en Haití fue Cuba, cobijo de emigrantes blancos provenientes del Guarico. La preocupación que se apoderó de las autoridades coloniales no era por la cantidad de esclavos sino por su concentración en espacios reducidos y contiguos. Desde los tempranos años de la conquista y colonización ibérica, el viajero Girolano Benzoni, en Historia del Mundo Nuevo (1565) había advertido acerca de los riesgos que conllevaba la concentración de esclavos negros en espacios restringidos, tal como lo señaló respecto a Venezuela.

     Incluso, en espacios territoriales como Charcas, correspondiente al Virreinato del Perú, quien ocupaba el cargo de fiscal de la Audiencia hacia 1797, de nombre Victorian de Villaba, reclamó a las autoridades reales mayor atención para las provincias de ultramar al destacar la situación experimentada por el negro africano en ellos. No sólo se quejó del trato despectivo al que era sometido el aborigen, también llamó la atención acerca de la situación del negro africano cuando indicó que el traslado a lugares donde el clima era distinto, al de su zona de origen, el rudo trabajo y la desesperación acababan con la vida de ellos en esta provincia. Por esto adujo que, los que lograban sobrevivir sólo eran útiles para reproducir una casta envilecida, mezcla de negros y blancos que despreciaban tanto al español europeo como al español americano. Igualmente, sumó a sus consideraciones que, corrompían las costumbres, eran huidizos al trabajo y que algún día se vengarían del desprecio con que se les miraba.

José Domingo Díaz aseguró que una cifra importante de los esclavos de la Provincia de Caracas integraba las milicias a favor del Rey

     Para dar una idea de la relevancia de este asunto, en lo atinente a Venezuela, resulta importante recordar algunos apuntes delineados por el sevillano José Mª Blanco White, quien editaba el impreso mensual denominado El Español desde 1810, en Londres donde vivía como exilado. En uno de los ejemplares había hecho referencia que en la América Española existían dos grupos en disputa antagónica. Uno, lo denominó americanos. Otro, metropolitanos. Escribió que luego de la disolución de la Suprema y su sustitución por la regencia hubo un distanciamiento temporal con la Corona, al considerarla como una imposición del emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte. Según Blanco los americanos mostraron patriotismo y generosidad con su majestad. No obstante, ésta continuó con una política de imposiciones y prohibiciones que produjeron una atracción hacia las propuestas napoleónicas que, según su análisis, prometían mayores libertades.

     A estas ideaciones agregó (agosto 30 de 1810) que, a pesar del reconocimiento de Fernando como monarca, la metrópoli debía tomar en consideración la cantidad de “gentes de color”, quienes tenían poco que perder al momento del desorden de una revolución completa. Este escrito fue dado a conocer por medio de la Gaceta de Caracas, en la edición de noviembre 16 de 1810, a la que se dio como respuesta, con lamentación por ser de gran aprecio en la comarca (de hecho, tuvo estrecha relación de amistad con Roscio), que él no hubiese podido estar en Caracas y así constatar la moderación civil de las clases honradas, porque los “beneméritos pardos de Caracas” no eran como los “inicuos” zambos de Lima.

Alejandro de Humboldt

     Si hubo una respuesta a este convencimiento de un observador y analista político, respetado y considerado en un momento porque era de quienes sostenía la necesidad de mantener el orden colonial, pero en circunstancias distintas a las históricamente experimentadas, la intranquilidad no cesó. Para marzo 15 de 1811 apareció en la Gaceta de Caracas una información del descubrimiento de una asonada, protagonizada por un joven mantuano, Fernando Galindo, quien había conspirado con pardos para el establecimiento de un gobierno respetuoso de la libertad e igualdad. Ante tal acusación apareció, en el mismo impreso, una comunicación rubricada por Pedro Arévalo, teniente coronel de la clase de pardos, en la que explicó que éstos habían contribuido con la “feliz regeneración política” del diez y nueve de abril del diez. El mismo mostró cautela ante las acusaciones contra Galindo y sus acompañantes, quienes aconsejados por “espíritus facciosos” habían desviado la confianza de los sentimientos que los pardos mostraban de honor y unión con la “grande obra empezada” en 1810.

     En Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Alejandro de Humboldt recordó algunas ideas esbozadas por Benzoni como una premonición. Cuando éste estuvo en la Provincia de Caracas algunos españoles le expresaron con preocupación que, en Santo Domingo se habían multiplicado el número de negros y que no era de temer que algún día se adueñaran de la isla. Humboldt anotó que, entre las castas, de las que se tenía como uno de sus componentes a los negros, requerían de mayor preocupación por parte de las autoridades del Reino. En este sentido, aseveró que en la provincia de Caracas la existencia del negro tenía un doble plano de interés científico. Uno, por el infortunio de la vida que padecían. Otro, por el temor a una reacción violenta, no por la cantidad de ellos sino por su concentración en una extensión territorial poco considerable.

     Esta aprensión se vio acrecentada por la cercanía de la Capitanía General de Venezuela con las islas del Caribe, así como por la transmisión de ideas y su recepción entre quienes vivían en la humillación y el agravio. Recordó que, a pesar del aislamiento que las metrópolis trataban de arraigar en sus posesiones, esto no impedía que la información acerca de las agitaciones y rebeliones dejaran de conocerse. Indicó que el Mediterráneo Americano, tal cual denominaba al Caribe actual, conformado por los litorales de Venezuela, Nueva Granada, México, los Estados Unidos de Norteamérica y las islas antillanas, reunían en su conjunto cerca de un millón y medio de negros libres y esclavos. La mayor concentración se ubicaba en las costas septentrionales y orientales. Por esto, subrayó que resultaría muy natural que las disensiones y disconformidades que estallaron en 1791 en el Santo Domingo francés se hubiesen divulgado hacia las costas del territorio venezolano.

     En “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, Henry Cullen”, conocida como Carta de Jamaica (1815), Simón Bolívar argumentó e insistió que la lucha contra la corona española no derivaría en un conflicto entre castas tal cual había sucedido en Haití. Tanto en esta comunicación como en “Señor redactor o editor de la Gaceta Real de Jamaica” (1815), el Libertador señaló, ante quienes podrían ser de ayuda para conseguir mayor apoyo de las autoridades inglesas en la lucha por la emancipación, que la querella no tenía un propósito ni señales raciales. Uno de sus razonamientos, en este orden, se focalizó en demostrar que, a pesar de una “mayor presencia de razas mezcladas” en Venezuela frente a los blancos, de quienes él se sentía representante, llevaban como experiencia de la realidad colonial una igualdad relativa y arraigada en el tiempo.

     Signos y señales de un peligro tal, es decir, de un levantamiento de esclavos y negros libres estuvo presente a lo largo del conflicto emancipatorio y luego de 1821. Tales síntomas fueron esbozados por el arzobispo Narciso Coll y Prat quien había residido en la Provincia de Caracas entre 1810 y 1816. Hubo de redactar dos Memorias, en 1812 y 1818, cuyo propósito fue la de defenderse contra acusaciones por infidencia reveladas por Pablo Morillo. En Memoriales sobre la Independencia de Venezuela estableció el papel que vino a desempeñar en esta comarca, además de asegurar el compromiso con la religión que profesaba, el culto católico romano, así como que llegó para defender los fueros de la Iglesia, rescatar de una muerte segura a los europeos perseguidos por un “gobierno intruso”, facilitar el ingreso de tropas defensoras del orden monárquico, al lado de su colaboración con la pacificación de sus vecinos y de los esclavos al efecto de preservar estos territorios de las escenas personificadas por los negros y pardos del Guarico. Asunto éste de vital importancia porque evidencia temores factibles de ser precisados en tiempos de emancipación, especialmente en la provincia de Caracas.

     Aunque Humboldt había regresado a Burdeos en 1804 pasaron cerca de treinta años para dar a conocer lo que había observado en la Provincia de Caracas. Mientras la edición esperaba, él recibía y contestaba cartas de amistades que cosechó en estos espacios territoriales, también se dedicó a estudiar otros aspectos de la realidad americana que habían dado a conocer sus pares y que fue agregando a sus elucubraciones. El naturalista alemán recordó que la metrópoli había sorteado con fortuna escaramuzas y levantamientos que pretendieron erosionar su autoridad a lo largo de trescientos años. Sin embargo, con la disputa por la Independencia se había desplegado, con especial ímpetu en la Provincia de Caracas, la actitud de los negros con sus acciones y actitudes amenazantes. A este comentario agregó que en algunas porciones territoriales de la América Española se les había otorgado, a los negros, la liberad por contar con una “raza de hombres intrépidos” y no por motivos de justicia y humanidad.

El viajero Girolano Benzoni advirtió sobre la presencia de esclavos negros en Caracas

     Bajo este marco de análisis puede ser considerada la justificación que ofreció Bolívar cuando se tomó la decisión de ajusticiar al general Manuel Piar. La excusa para su ejecución la sustentó, el Libertador, en que Piar fue propiciador de una insensata y “aborrecible conspiración” con la que pretendía una guerra “entre hermanos” en la que crueles asesinos eliminarían, niños, mujeres y ancianos por la “inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro”. Por otra parte, el tema acerca de esta situación de las castas de negros, pardos y morenos alrededor de la disputa por la Independencia fue considerada con reservas por ambos lados de la querella. Un hombre cuyas filiaciones con el Antiguo Régimen no admiten dudas como José Domingo Díaz redactó Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. En éste, insistió que los esclavos de la Provincia de Caracas, de los cuales ofreció la cifra de setenta mil que en ella habitaban, siendo de ellos sólo diez mil esclavos, integraban milicias a favor del rey. Sumó a sus argumentaciones que, las acciones por ellos desplegadas tenían que ver con una “lección terrible” para quienes combatían contra el ejército de la metrópoli. Su disposición política lo llevó a asegurar que, sólo el rey los había hecho abandonar el arado y la azada, con lo que dio por seguro que muy pocos integrantes de las castas habían seguido las acciones de perversos quienes los desviaron de su camino.

     El eco de Haití no deja de ser importante porque todavía para 1822 se tenía como ejemplo de inestabilidad para el orden que se intentaba instaurar. En una carta dirigida al general Francisco de Paula Santander, de nuevo Bolívar rememoraba el peligro que representaban, para las repúblicas que se pretendían instaurar, negros, pardos y castas en las pretensiones políticas auspiciadas desde 1810. Para el caso de la república de Colombia peligraba su despliegue no sólo por los americanos anglosajones, el imperio mexicano recién instaurado, las repercusiones de la Santa Alianza, sino por los “africanos de Haití, cuyo poder es más fuerte que el fuego primitivo”. Aunque la historia patria no lo mencione.

Ambiente laboral en Venezuela se torna oscuro y depresivo

Ambiente laboral en Venezuela se torna oscuro y depresivo

Ambiente laboral en Venezuela se torna oscuro y depresivo

Por: Marian Carmona

     El ambiente actual de Venezuela se torna oscuro y depresivo para las personas dentro del mercado laboral por diversos motivos ante la pandemia del Coronavirus (Covid-19).

     Así lo indicó José Ignacio Arcaya, abogado y profesor universitario, quien abordó las posibilidades laborales a nivel político-social en medio de las medidas de cuarentena establecidas por el Ejecutivo Nacional ante la contingencia.

     El abogado manifestó que el desempleo en Venezuela no solo es un problema para la juventud actual sino para todos los que están por nacer y para los que a pesar de ya haber dejado su «grano de arena» en el país, siguen siendo parte del futuro de Venezuela.

     Aseguró que en un país en el que está casi todo destruido hay mucho por construir desde el punto de vista práctico.

     “Un país para reconstruir son oportunidades de trabajo, son posibilidades de ganar dinero y a su vez dejar marcas de tus proyectos en dicho país”

     En un país donde todo está construido se requiere de mucho más esfuerzo para sobresalir. Cualquier emprendimiento pudiera ser una gran compañía con trabajo de un par de años según Arcaya, quien se dedica a la tarea de impulsar y motivar a los venezolanos a formarse, instruirse y estudiar.

     «La situación del país no permite surtimiento del nuevo liderazgo»

     Arcaya comentó que el concepto de liderazgo político se mira muy diferente ahora que como se consideraba hace unos años.

Secuestro y asesinato de Julio Iribarren Borges (Parte II)

Secuestro y asesinato de Julio Iribarren Borges (Parte II)

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Secuestro y asesinato de Julio Iribarren Borges (Parte II)

Tras el macabro hallazgo, bomberos y policías trasladan a la morgue los restos de Iribarren Borges

El jueves apareció el carro

     Las centrales de policía recibieron llamadas, pero eran imprecisas. Las patrullas corrían tras ellas en busca de una pista. Los allanamientos estaban a la orden del día. El jueves a las 3 y media de la tarde, cuando ya habían pasado 31 horas de la desaparición del doctor Julio Iribarren Borges, el 80, número de la Policía Municipal de Caracas, recibió un llamado: “El Cadillac que ustedes tanto buscan está en Coche, no lejos del liceo Pedro Emilio Coll”. El operador quiso conseguir más detalles, pero el que llamaba ya había colgado.

     Inmediatamente se dio la nueva a las patrullas. Las 5 que andaban por el sector no tardaron en confirmar que el que había llamado no había mentido. A 300 metros del liceo de Coche se hallaba el Cadillac que Iribarren Borges manejaba en el momento en que desapareció. No tenía las placas B7-18-22 sino las A3-74-33, que cuando se revisó los libros de la Dirección Nacional de Tránsito, también estaban a nombre de Julio Iribarren Borges. Y entonces se aclaró un error. Las placas señaladas el día anterior pertenecían a un Mercedes Benz de la familia, que con el nerviosismo, habían sido dadas a la policía.

     El carro fue remolcado hasta el estacionamiento de la PTJ con todos los cuidados para no perder detalles y huellas que los secuestradores pudieron dejar. En la guantera no encontraron ningún objeto que les señalara una pista. Solo un mapa de Caracas. Pero había una posibilidad. Algunos datos dados por teléfono decían que los secuestradores estaban por el lado sur de la ciudad de Caracas. El que hubieran dejado el carro abandonado por allí significa que los datos no eran peregrinos del todo. Había que seguir con los allanamientos.

     Cuando, los reporteros  les preguntaban a los funcionarios policiales cuántos habían hecho hasta esa tarde, contestaban: “Yo  creo que pasan de 400”. Pero Iribarren Borges seguía sin aparecer. Su hermano, el Canciller, Ignacio iribarren Borges, despues de asistir a la Conferencia de Cancilleres celebrada en  Buenos Aires, estaba en Brasil y allí se había enterado de la ingrata noticia. Tenía proyectado permanecer varios días en el país carioca, pero ahora cuando su hermano había desaparecido, adelantó su regreso para el viernes 3 de marzo.

     Personalidades de todos los sectores seguían acudiendo a la quinta “San Judas Tadeo”, donde Julito no dejaba de llorar, de dar mensajes para los secuestradores de su padre pedir que no le hicieran nada. Entre los visitantes de la señora Chichí de Iribarren estuvo el Cardenal Humberto Quintero. Cuando los reporteros le preguntaron su opinión sobre el secuestro, dijo: “Quiero aprovechar la visita a la familia del doctor Iribarren Borges para hacer un llamado a los secuestradores a fin de que procuren ponerle fin a la inmensa angustia en que se encuentra la mamá, señora honorable y de avanzada edad, así como también su esposa”. Y agregó: “En nombre de Dios hago este llamado con tono paternal, puesto que, como arzobispo de Caracas, soy padre espiritual de la familia venezolana y de los secuestradores”.

     Pero los secuestradores que en otro tiempo dejaron en libertad al futbolista Di Stefano y a los coroneles Smolen y Chenault, esta vez buscaban otro propósito. En los anteriores secuestros, todo había sido publicidad. Ahora el secuestro había sido para producir terror

 

El hallazgo macabro

 

     El viernes 3 de marzo las cosas no habían cambiado demasiado. La policía, como siempre, decía que a través de las huellas encontradas en el vehículo esperaban llegar hasta los secuestradores, a dos de los cuales ya tenían identificados. Incluso se habló de un oficial que, hace unos años, se fugó del Cuartel San Carlos.

     Pero pistas concretas no había. Las llamadas a la misma casa del secuestrado decían que sería puesto en libertad en el curso de la tarde. Esas llamadas decían que los que habían llevado a cabo el secuestro eran las Unidades Tácticas Urbanas, y que Máximo Canales (Paul del Rio) no había intervenido en ellas.

     Las llamadas comenzaron a ser precisas a las 5 y media de la tarde del viernes. A los diarios y a las radios llamaban diciendo que si querían encontrar al doctor Iribarren Borges que lo buscaran en una quebrada cerca de la entrada de Pipe, al borde de la carretera Panamericana. Los periodistas recibieron las llamadas y corrieron hacia el sitio señalado. Los policías también habían recibido llamadas en el mismo sentido y cuando llegaron al lugar, la primera patrulla de la Digepol ya había llegado.

     Desde ese momento se llevó a cabo una búsqueda que las sombras de la  tarde, y luego la oscuridad de la noche, hicieron más sigilosa. Policías y periodistas buscaban entre los matorrales y, cuando la claridad desapareció, debieron alumbrarse el camino con linternas.

     Lo único que sabían era que el doctor Iribarren Borges estaba en una quebrada, cerca de la entrada a Pipe. Las quebradas eran examinadas y los ranchos también. Los campesinos que hallaban eran detenidos preventivamente. Los agentes de la Digepol avanzaban con demasiadas precauciones. Temían una emboscada y, para evitar sorpresas, hasta se habían puesto de acuerdo en un santo y seña.

     La búsqueda duró unas dos horas y media. Y fue un chofer de un diario el que divisó, más allá de una brecha entre la maleza, una pantufla. Cuando se acercó vio el cuerpo sin vida de Julio Iribarren Borges.

     El espanto y el horror fueron las primeras reacciones de esos hombres, acostumbrados a las escenas terribles. Antes de tocar el cuerpo del abogado que había sido muerto a tiros, llamaron a un especialista en desmontaje de bombas para evitar sorpresas. Ese funcionario se encargó de revisar los bolsillos de Iribarren Borges. Este fue quien le halló sus anteojos en uno de los bolsillos interiotres de la chaqueta. Y el que le soltó las manos, que tenía entrelazadas sobre el pecho.

Todos condenan el crimen

 

     Desde que se confirmó la noticia de que Iribarren Borges había sido asesinado por sus captores, el ambiente de Caracas volvió a enrarecerse. Todas las personas entrevistadas por los reporteros de radios y diarios decían que se trataba de algo terrible y cobarde. Iribarren Borges no había sido un hombre de partido, ni siquiera era líder de su calle. Era un hombre independiente que había sido funcionario del gobierno y que había tenido sus inconvenientes como todo el mundo por mantenerse firme en sus ideas.

El presidente Raúl Leoni llora la muerte de su entrañable amigo Julio Iribarren Borges

     El canciller Ignacio Iribarren Borges habían regresado al país poco después de las 5 de la tarde. Había ido inmediatamente a saludar a su afligida cuñada. Horas después debía volver a darle el pésame.

     Cuando las noticias ya no dejaron lugar a dudas, líderes políticos de todos los partidos fueron a la casa de Iribarren Borges a darle el pésame a su viuda y sus familiares. El presidente Leoni también fue una vez más a la quinta de la Avenida principal del Country Club.

     Las radios emitían noticias hasta después de la media noche. A esa hora desde la Televisora Nacional, se produjo una transmisión en cadena. Habló el ministro de Relaciones Interiores, Reinaldo Leandro Mora. Muchas radios que esperaban hacer cadena con Radio Nacional se quedaron esperando y cuando supieron que el ministro de había dirigido al país desde otra emisora, su comunicado había terminado. Leandro Mira dijo que cerca del cadáver de Iribarren Borges habían sido halladas hojas de propaganda del FALN, donde decían que desatarían una ola de terror. “Por cada hombre que nos maten ultimaremos 3 del gobierno”, habían dicho esos comunicados en noviembre del año pasado. El ministro del Interior terminó su alocución con estas palabras: “El Gobierno quiere advertir claramente que realizará todos los esfuerzos posibles para que los asesinos del doctor Iribarren Borges sean castigados con todo el peso de la Ley, y al mismo tiempo hace un llamado sereno y firme, a todos los sectores que forman parte de la colectividad de que es hora de definiciones terminantes en beneficio de la República que todos anhelamos construir”.

     Una interminable caravana de automóviles acompañó a Iribarren Borges a su última morada el sábado 11 de marzo de 1967. A esa hora los policías y los periodistas seguían examinando el sitio donde había sido cobardemente asesinado el ex Director de los Seguros Sociales. Cuando los reporteros de “Élite” volvieron al lugar, los policías ya había limpiado el sitio de maleza y no querían que nadie se acercara. Esperaban conseguir la bala que había ultimado al médico valenciano.

     Los diarios de la tarde iban a publicar lo que el presidente Leoni y sus ministros habían acordado de una a 3 de la mañana, en La Casona: Las garantías, recién restituidas, volvieron a ser suspendidas, parcialmente. El ministro Leandro Mora llevó los decretos el sábado por la tarde.

 

Información tomada de la revista Élite. Caracas, N° 2.164 18, marzo de 1967; Separata de 8 páginas

Cámara de Comercio de Caracas: Para mantenerse operando, la industria requiere fijar precios que permitan cubrir sus costos de producción

Cámara de Comercio de Caracas: Para mantenerse operando, la industria requiere fijar precios que permitan cubrir sus costos de producción

Cámara de Comercio de Caracas: Para mantenerse operando, la industria requiere fijar precios que permitan cubrir sus costos de producción

     Ante la nueva fiscalización de los comercios para verificar el cumplimiento de los precios en determinados rubros, anunciada esta semana por el Ministerio del Poder Popular para el Comercio, Leonardo Palacios, Presidente de la Cámara de Comercio de Caracas, aseguró que insistir en controlar los precios, en medio de esta compleja situación económica, constituye un golpe para la industria que se mantiene operando y generando empleo formal en el país.

     “En un proceso hiperinflacionario con constantes devaluaciones de la moneda, el hecho de que cada empresa haya tenido la posibilidad de producir y vender sus bienes y servicios, haciendo un manejo responsable de su flujo de caja y fijando precios que permitan cubrir los costos de producción y reponer las materias primas o mercancías, según sea el caso, es lo que ha permitido que las pocas empresas y comercios sigan en pie, ofreciendo distintas opciones y posibilidades para elección del consumidor venezolano”, aseguró.

     Palacios recordó que los venezolanos tenemos amplia experiencia con los controles de precios y sabemos que no funcionan porque generan escasez y desvían productos al mercado negro. “Volver a los controles de precios no es la solución a la complicada situación económica que enfrentamos. Los productos se mantienen o regresan al anaquel cuando las empresas tienen la posibilidad de fijar sus precios en función de sus costos”, agregó.

     El representante de la cámara considera que las autoridades deben concentrarse en estabilizar la economía y ofrecer condiciones para la inversión privada y el fortalecimiento de la producción nacional, tomando en cuenta el impacto que ha tenido la pandemia y la hiperinflación en el sector empresarial del país.

     Para concluir, Palacios insistió en que “lograr una industria nacional consolidada y un sector comercial sólido es la única vía para que los venezolanos puedan tener acceso a bienes, productos y servicios de calidad”.

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