Caracas vista por un hijo de Páez

Caracas vista por un hijo de Páez

Ramón Páez (1810-1894), hijo del general José Antonio Páez, escribió una obra titulada Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela. Publicada originalmente en inglés, en 1862.

Ramón Páez (1810-1894), hijo del general José Antonio Páez, escribió una obra titulada Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela. Publicada originalmente en inglés, en 1862.

     Ramón Páez (1810-1894), hijo del general José Antonio Páez, escribió una obra titulada Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela. Texto publicado originalmente en inglés, en Nueva York, en agosto de 1862. Posteriormente, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, lo editó en español, en 1973.

     En su obra, Ramón Páez describió la vida en los llanos venezolanos y colombianos, así como algunos de los hábitos y costumbres de los lugareños. Se trata de una colección de anécdotas y relatos. Su obra está considerada como una de las primeras que se escribió en el ámbito de la literatura venezolana y que describe la vida rural y paisajes llaneros.

     Entre las actividades que ejerció en su vida se encuentran las de diplomático, pintor y escritor. Nació en Achaguas, estado Apure, en 1810, y falleció en Calabozo, estado Guárico, en 1894. Sus primeros estudios los realizó en Caracas, en el Colegio de la Parroquia de la Merced. Siendo aún muy joven fue enviado a España, donde mostró su interés por la botánica y la lengua inglesa. Luego se marcharía a Londres adonde culminaron sus estudios.

     Regresó a Venezuela por poco tiempo, retornando a Londres en 1839 junto a una delegación que acompañó al ministro plenipotenciario de Venezuela en Inglaterra. Años después, en 1846, recorrió con su padre los llanos de Venezuela. De esta visita escribió su primera obra, Escenas Rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela.

     Acompañó a su progenitor en la incursión que llevó a cabo en Curazao, durante 1848, y en la batalla de Taratara el mismo año. Luego de la capitulación de su padre, en 1849, Ramón Páez vivió en calidad de exilado en Curazao hasta 1850. Este mismo año se reunió con su padre en Nueva York donde le acompañó hasta el día de su fallecimiento en el año de 1873.

     Entre 1882 a 1887, entabló una querella frente al gobierno venezolano de entonces, debido al traslado de los restos del general Páez. Sin embargo, en 1888 formó parte de la comitiva que trasladó los despojos del “Taita” al territorio que le vio nacer.

     Aunque el libro mencionado está centrado en los llanos venezolanos, el último apartado lo tituló “Caracas”, donde relata que viajaron desde la localidad de Calabozo con rumbo a los Valles de Aragua. En un punto del camino se despidieron de la comitiva que los acompañaba a él y a su padre. Al llegar a su destino, les atacó un estado febril, que lo afectó más a él que al gran caudillo.

     Antes de alcanzar la ciudad capital fueron objeto de un ataque por parte de tropas forajidas en las cercanías de Villa de Cura. Al arribar a Caracas, cuenta Ramón Páez que fueron recibidos con “las mayores demostraciones del fervor popular y de respeto por el General en Jefe. Las calles estaban repletas de gentes de todos los partidos y condiciones; hermosas damas fueron las encargadas de presentar a nuestro Caudillo coronas de laurel”. Redactó que todas las esquinas estaban ornadas de arcos triunfales, adornados con banderas y pinturas alegóricas, “entre las que sobresalían los retratos de Bolívar y Páez”. En este orden no dejó pasar la oportunidad para escribir que quienes en ese momento lanzaban sus vivas “al desinteresado patriota, un año después pedía su cabeza al tirano Monagas”.

     Agregó a su descripción que a su llegada habían sido agasajados con una espléndida merienda preparada “por las personalidades de Caracas en los espaciosos corredores de la casa del General, cuyos sótanos se habían surtido con los vinos y las conservas más exquisitas”. Luego narró que por toda la ciudad de Caracas se sabía que Monagas y “sus semisalvajes tropas – que aún estaban en Barcelona fraguando la ruina de la República iban a ser los huéspedes del general Páez, hasta tanto que les fuera preparada una conveniente residencia”.

El general José Antonio Páez recorrió gran parte de los llanos en compañía de su hijo Ramón, quien luego plasmaría en un libro sus impresiones de lo vivido en ese viaje.

El general José Antonio Páez recorrió gran parte de los llanos en compañía de su hijo Ramón, quien luego plasmaría en un libro sus impresiones de lo vivido en ese viaje.

     En este orden de ideas, indicó que el nuevo presidente había retardado su llegada, “y esta demora fue aún más odiosa debido a que el país no gozaba entonces de una firme condición”. A esta opinión sumó que muchos de los dirigentes de la anterior rebelión andaban a sus anchas, “y la pandilla de la Sierra se había dejado ver de nuevo muy numerosa bajo el mando de Rangel, un audaz mestizo, antiguo partidario de Cisneros, otro bandido indio, que bajo el pretexto de combatir por España había sembrado el terror durante once años en los alrededores de Caracas”.

     De acuerdo con su percepción en países envueltos en revueltas militares y civiles, “se habían trocado los papeles, y este antiguo terror de las montañas, se tornó en el instrumento más eficaz para la supresión de las cuadrillas de malhechores que erraban por los inaccesibles vericuetos de la Sierra”. Sin embargo, agregó que todavía mostraba inclinación por obedecer a su antiguo socio Rangel.

     En las líneas trazadas acerca de Cisneros agregó que éste “fue convertido de un implacable bandido, en un sumiso esclavo del general Páez, es extremadamente singular y se me permitirá que le de cabida en estas Rudas Escenas”. Del mismo personaje subrayó que utilizó la imagen de la monarquía española para poner en jaque a las mejores tropas de la ciudad de Caracas.

     Contó que un pequeño hijo del indio alzado había sido capturado por las autoridades militares y que “había sido enviado como trofeo al General”. Pero el trato con el pequeño joven era muy difícil y Páez decidió ser su padrino. “Ya cristianizado el pequeño salvaje, fue puesto en una escuela junto con los hijos de su padrino, y tratado con la misma consideración que a cualquiera de ellos”. En su narración refirió que al Cisneros enterarse del destino de su hijo, había enviado una carta de agradecimiento a Páez con una de sus concubinas.

Uno de los grabados aparecidos en la edición original de la obra de Ramón Páez, en 1862.

Uno de los grabados aparecidos en la edición original de la obra de Ramón Páez, en 1862.

     Pero en ella agregó que continuaría su lucha a favor de la corona española. Páez aprovecho la oportunidad para invitar a un encuentro al indio alzado en armas. No obstante, Cisneros se negó. En otra oportunidad cedió a la invitación de su ahora compadre y puso como condición que el general fuese solo al encuentro en un lugar específico en la parte sur de Caracas, muy cerca del Tuy.

     “Siguiendo el camino marcado en la carta de instrucciones que se la había enviado, cabalgó el General dentro del monte hasta que fue detenido por un espantable ¿Quién Vive? De uno de los centinelas; contestando satisfactoriamente el reto, él siguió y otro ¿Quién Vive? Le hizo ver una larga fila de soldados salvajes que le apuntaban a la cabeza con sus fusiles, no escuchó ni una palabra más hasta que llegó al Cuartel del Jefe bajo una gran Ceiba. Por la fama y las hazañas de Cisneros, el General pensaba encontrarse con un poderoso guerrero indio rodeado por un estado mayor de igualmente atléticos hombres”. Destacó que fue grande la sorpresa de Páez al ver a “una mezquina criatura, con el rostro medio oculto por una masa de cabellos caído que avanzaba hacia él”.

En 1888, Ramón Páez estuvo presente en el traslado de los restos de su padre, el general José Antonio Páez, a Caracas.

En 1888, Ramón Páez estuvo presente en el traslado de los restos de su padre, el general José Antonio Páez, a Caracas.

     En su narración recordó que el General trató de convencer al forajido para que abandonara sus ilícitas actividades, al tiempo que le ofreció una buena paga dentro de las filas castrenses venezolanas, pero insistió en seguir en el servicio del Rey de España. Luego Cisneros devolvió la amable visita al General, pero sin traspasar los límites del Valle. Reunión a partir de la cual se mostró ecuánime con el general Páez. “Disolvió entonces su guardia de cuatrocientos soldados, indios todos los cuales quedaron al servicio del gobierno, y se dedicó a la cría del ganado siguiendo el ejemplo de su compadre, quien le avanzó el necesario número de cabezas para establecer una fundación en el caserío indio de Camatagua”.

     A pesar de su colaboración para la erradicación de malhechores enemigos de la República, Cisneros cayó en desgracia, luego de haber sido procesado como colaborador de su antiguo compinche Rangel.

     De tal modo que Páez se vio en la obligación de retirarlo de todo mando y citarlo al Cuartel General de Villa de Cura, para que respondiera de los actos que se le atribuían. Ramón Páez escribió al respecto:

“Una noche, mientras conversaba el general con dos de sus oficiales, en el corredor de una solitaria casa, en la que se había detenido poco antes de llegar al pueblo, Cisneros, trabuco y espada en mano, surgió repentinamente ante él. Sospechando alguna traición, el General avanzó en el acto sobre él y le preguntó: ¿Por qué está usted aquí? Vengo – respondió fríamente Cisneros – a preguntar la causa de mi destitución”. En su relato Ramón Páez comentó que en un descuido de Cisneros el General le había despojado del trabuco y la espada. El caudillo llanero “ordenó a uno de sus oficiales que le pusieran grillos. Ulteriores investigaciones probaron que Cisneros, disgustado por verse destituido en el mando por un Teniente – Coronel, invitó a sus hombres a que le siguieran, invitación que por lo menos, fue inmediatamente aceptada por la tercera parte”.

     En su narración dejó escrito que al siguiente día de la captura de Cisneros fue procesado por un consejo de guerra del que se emitió la sentencia de fusilamiento. Sin embargo, el procesado no parecía dar crédito a la sentencia hasta que estuvo frente al paredón de fusilamiento, “tornóse muy sumiso, y pidió licencia para hablar. Dirigióse a la turba reunida en la plaza protestando de su inocencia contra el cargo de traición que se le imputaba, aunque reconocía que aquello era el justo pago de sus antiguos crímenes”.

     Terminó este acápite reseñando que, a los pocos días de la ejecución había llegado a Caracas el cadáver de Rangel, “agujereado de balas y atravesado sobre el lomo de un burro”. Luego de reseñar estos incidentes escribió que por fin llegaron para cumplir con el deseo de Monagas, “de que fuera el general Páez el primero que lo saludara en la rada de La Guaira”.

La Planta “El Encantado”, Monumento Nacional

La Planta “El Encantado”, Monumento Nacional

Gráfica de la instalación de la planta eléctrica El Encantado, en 1896.

Gráfica de la instalación de la planta eléctrica El Encantado, en 1896.

     En el II Congreso de Ingeniería Eléctrica y Mecánica, celebrado en Maracay, estado Aragua, en febrero de 1956, el gerente del departamento comercial de la Electricidad de caracas, doctor Mario A. Aldrey, propuso, en el punto N° 29 de su acta final, lo siguiente:

     “Recomendar al Ejecutivo Nacional que, en honor a la Industria Eléctrica del país, declare Monumento Nacional a la Planta Eléctrica “El Encantado” (Edo. Miranda), construida en 1895”. Esta recomendación al Ejecutivo Nacional honra no solamente a la industria eléctrica del país, sino también en consecuencia, a su promotor y pionero, el ingeniero Ricardo Zuloaga, quien, con una gran visión del futuro industrial de Venezuela, concibió la idea de fundar una compañía de servicio público de electricidad.

     Esta industria se fundó con la instalación de la Planta Eléctrica “El Encantado”, situada en las márgenes del río Guaire, a una distancia de 6 Kms. de Petare, que con una caída de agua de 36 metros y un volumen que fluctuaba entre los 1.000 litros por segundo como mínimo y 3.000 a 4.000 litros por segundo en la época de lluvias, brindó al ingeniero Ricardo Zuloaga la oportunidad técnica para la construcción de la Primera Planta Hidroeléctrica del país.

     La mejor descripción de las instalaciones y equipos de la Planta “El Encantado” se encuentra en la conocida revista de esa época “El Cojo Ilustrado” en su reportaje correspondiente al N° 281 de fecha 1° de septiembre de 1903. De inmediato copiamos textualmente parte de lo que dice el señor Germán Jiménez en el mencionado artículo de “El Cojo Ilustrado”:

 

“Instalaciones hidro-eléctricas de La Electricidad de Caracas

     La transmisión de la energía por medio de la electricidad, una de las maravillas que nos legara la ciencia en los últimos años del siglo XIX, ha sido de resultados tan trascendentales, que apenas hay país civilizado que no trate hoy de utilizar por este medio la fuerza motriz de las aguas para dar vida a las industrias.

     Aunque esta importante aplicación de la ciencia eléctrica data de muy atrás, como que el Telégrafo no es en realidad sino un caso particular de ella, es muy cierto que el sistema no se hizo verdaderamente práctico por corriente alternativa y para grandes instalaciones industriales, son desde las memorables experiencias hechas en 1891, entre Lauffen y Francfort.

     La construcción de la actual planta de “El Encantado” comenzó en 1896 siendo el señor Ingeniero Ricardo Zuloaga promotor de la empresa y director general de los trabajos. Puede decirse, por tanto, que el establecimiento industrial del que nos ocupamos en el presente escrito, es contemporáneo de las primeras instalaciones de su género fundadas en los demás países de América y Europa; circunstancia que redundan indudablemente en honor de Venezuela, que, en esta vez, no ha quedado rezagada en el movimiento universal de la ciencia y de la industria.

     Tiene así esta Empresa un doble interés científico para nosotros; interés que se acrecienta para el observador que visita sus talleres, al contemplar la belleza del paisaje y lo imponente del conjunto de las instalaciones. Véanse allí, en efecto, numerosos edificios enclavados en medio de la abrupta serranía; canales y gruesas tuberías abriéndose paso a través de moles inmensas de durísima roca; espléndidos jardines, poblados de plantas tropicales y exóticas, que han sustituido a peñascales, ayer casi inaccesibles; cables aéreos que facilitan la movilización de obreros y materiales; y todo ello, con el único fin de arrebatar al Guaire la potencia motriz de sus aguas, para ofrecerle luego a los habitantes de Caracas, convertida en luz y en energía eléctrica. ¡Grandioso e interesante espectáculo, y ejemplo extraordinario del dominio que puede ejercer el hombre sobre la naturaleza!

 

Turbinas

     La Sociedad Escher Wyss & Co. de Zurich ha sido la proveedora del todo el material hidráulico de esta empresa. Concretándonos por el momento a la estación generadora de “El Encantado”, diremos que ella consta de cuatro turbinas de 240 a 260 caballos cada una, sistema Girad, de eje vertical, y de dos de 20 a 24 caballos, sistema Jonval, destinados a las excitadoras. De estos receptores, sólo tres grandes y uno pequeño funcionan durante el régimen normal de la Oficina, quedando como reserva una unidad de cada clase. Están colocados en el piso inferior de un vasto edificio, hecho de concreto, que mide 25 metros de largo por 7 metros de ancho; utilizándose una bomba construida debajo, para el canal de desagüe y un piso superior, para la galería de los generadores y cuadro de distribución. Este edificio, así como otros dos situados en su proximidad y que sirven de oficina de teléfonos, alojamiento de empleados, depósitos, etc., están naturalmente protegidos de las crecientes, por ser allí bastante ancho el cauce de las aguas y por estar a 10 metros de altura sobre el nivel del río.

     Las turbinas grandes son del tipo de coronas paralelas, y de libre desviación, de modo que el agua no debe llenar nunca, completamente, los canales formados por las paletas de la rueda móvil; sistema que tiene la ventaja de prestarse a grandes variaciones en el gasto sin que el coeficiente de rendimiento sea sensiblemente afectado. A fin de evitar que lleguen a trabajar ahogadas, en cuyo caso habría pérdida de efecto útil, un sencillo aparato, provisto de un flotador, hace que el aire se introduzca por pequeños orificios debajo de la turbina al subir demasiado el nivel inferior, aparato absolutamente semejante al imaginado por Meunier, ingeniero hidráulico de París, y que en la presente instalación no ha dado resultados satisfactorios.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Generadores

     La instalación eléctrica de “El Encantado” está constituida por cuatro alternadores, de los cuales uno es de reserva; de eje vertical, directamente acoplado a las turbinas por acoplamiento rígido. Producen corrientes trifásicas a la tensión compuesta de 5.200 volts, que corresponden a 3.000 en cadafás. Absorbiendo cada uno 260 caballos efectivos y funcionando sobre circuitos inductivos para los cuales el valor del factor de potencia sea igual a 0,85, la intensidad normal, a toda carga, será de 22,76 amperes; pues, si se tiene en cuenta que el rendimiento garantizado de estas máquinas es de 91, resultan las cifras siguientes para la potencia disponible en los botones (bornes): 260 caballos x 0,91=236,60 caballos=174,14 kilowatts; número que es idéntico al producto de 3 x 0,85 x 3.000 x 22,76 amperes.

     La velocidad de rotación es, naturalmente, igual a la de las turbinas: 375 revoluciones por minuto.

     Tanto el inductor como el inducido son fijos; sólo gira una rueda de acero, semejante a un volante, con ocho protuberancias hacia el exterior a manera de dientes. Una gran corona fija, de hierro fundido, está circunscrita a esta pieza móvil; dejando un pequeño intervalo entre las dos; contiene, en su cara interior, tres series de arrollamientos: uno en su parte media, compuesto de una sola bobina, que forma el inductor; y los otros dos, a ambos lados de éste, de 24 bobinas cada uno, constituyendo el inducido.

     Tal género de alternadores ofrece, como se ve, la particularidad de que una masa metálica sin arrollamiento alguno, girando en un campo magnético, es la productora aparente de las corrientes inducidas; mecanismo que llama la atención por su sencillez, en cierto modo, de la rutina de la teoría general de los alternadores, damos en seguida algunas notas explicativas acerca de él. El circuito magnético está aquí formado por tres secciones; la rueda móvil, las armaduras del inducido y la corona exterior; la distancia entre la rueda y cada bobina siendo variable, como que depende de la posición de los dientes de aquélla con respecto de ésta, resulta que el flujo magnético encuentra mayor o menor resistencia para pasar de la una a la otra, de donde provienen variaciones de corrientes inducidas. Cada vez que frente a una bobina pasa un diente, la corriente es máxima; después va disminuyendo, hasta hacerse nula cuando el diente ha pasado completamente y hay un vacío en su lugar. Debido a este modo de generar las corrientes, las presentes máquinas son conocidas con el nombre de alternadores de reluctancia variable.

     Las bobinas que forman los anillos inducidos están ligadas entre sí; de modo que cada uno de estos produce la mitad de la tensión total. Los tres circuitos del inducido son conectados en estrella y están formados por 16 bobinas cada uno; estas últimas contienen 41 metros de alambre de cobre aislado, de 3 milímetros de diámetro. Resistencia de las bombas inductora, 2.227 ohms. La ventilación de este aparato no deja nada que desear; su peso alcanza a 10 toneladas.

     El eje vertical, que sostiene la rueda móvil, termina hacia arriba en una chumacera, la cual está apoyada en cuatro brazos de hierro fundido, atornillados a la corona exterior. Uno de los contratiempos que ha tenido esta planta desde sus comienzos, ha sido el rápido deterioro de estas chumaceras, sin saberse, en el primer momento, a qué causa atribuirlo, hasta que, en el curso de la explotación, se llegó a observar la formación de corrientes parásitas (corrientes de Foucault), entre la rueda móvil, los brazos superiores y la corona fija del alternador; corriente que, al pasar del eje a la chumacera, producía chispas que eran la explicación del fenómeno. Una lámina aisladora colocada en la unión de los brazos con la corona, hará desaparecer la dificultad radicalmente.

 

Líneas de alta tensión

     La línea de transmisión entre “El Encantado” y la entrada a Caracas (puente de Anauco) presenta un desarrollo de 16 kilómetros y es doble, constando, por consiguiente, de seis alambres. De suerte que esta planta, en régimen normal, puede hacer uso de ambas líneas, reduciendo así las pérdidas en la transmisión, o utilizar una de las dos, dejando la otra de reserva, cuando la instalación no funciona a plena carga. Entre “Los Naranjos” y “El Encantado” la línea es simple, por ahora, y tiene una longitud de 3 kilómetros. No hay dificultad de asociar en paralelo las dos instalaciones, usando los mismos alambres hasta Caracas y elevando en ambas la tensión a 10.000 volts, pero sería más conveniente establecer nuevos conductores para la segunda, a fin de no disminuir sensiblemente el coeficiente de rendimiento y de tener mayor seguridad en el servicio.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

Montaje de los primeros generadores, en 1897.

     Todas las líneas están provistas, a la salida de las respectivas estaciones, de cortocircuitos fusibles y son apoyadas en postes de hierro, de 100 kilogramos de peso, por el intermedio de cruceros de madera y de aisladores de porcelana de doble campana. La distancia normal entre los postes es de 40 metros y la máxima de 250 metros en un sitio cercano a “Los Naranjos”.

     Los conductores son de cobre, con una cubierta aisladora en los trayectos colocados en la ciudad y en las plantas generadoras. Este aislamiento, de la fábrica Tedeschi & Ca. de Turín, consiste en capas de algodón de guttita y de caucho vulcanizado, con un espesor de 1 1/3 milímetros, y su resistencia está garantozada en 150 megohms por kilómetro.

     La sección adoptada por el alambre desnudo es de 33 milímetros cuadrados, o sea, un diámetro de 6½ milímetros; corresponde al calibre N° 2 en el sistema Brown & Sharpe, empleado en América, y a 66.373 circular mils en el sistema Edison. Su peso por metro lineal es de 295,33 gramos y la fábrica garantiza para el metal una conductibilidad de 98 p.

     El sistema de pararrayos aquí adoptado es el de cuernos, que describimos sucintamente por haber dado excelentes resultados. Consiste en dos cuernos divergentes, cuya distancia mínima debe ser de un milímetro por cada 1.000 volts de tensión, pero que en todo caso no ha de ser menos de 3 milímetros para instalaciones colocadas en lugares cubiertos y de 10 para las situadas a la intemperie. Uno de los cuernos está unido a tierra y el otro a la línea de transmisión, continuando esta última perpendicularmente a su dirección general. En tiempo ordinario la corriente pasa siguiendo el conductor; pero al venir la descarga atmosférica por el alambre, en lugar de desviarse, tiende a escaparse en línea recta, salvando, por una especie de velocidad adquirida, la pequeña distancia existente entre los dos cuernos y continuando enseguida hacia la tierra.

     Las dos líneas de transmisión antes de su entrada a Caracas, van a una pequeña Estación de interruptores, situada al este de la ciudad, en Sarria, donde alimentan un sistema de barras colectoras, de las cuales parten tres ramales: uno para la Cervecería Nacional; otro para toda la parte Norte de la población, y un tercero para la parte sur de la ciudad, que se prolonga hasta la curtiembre de los señores Paúl & Ca., situada en Catia. Tanto las líneas de entrada a esta pequeña Estación como los ramales de salida, están provistos de sus correspondientes interruptores. El largo total de los ramales de alta tensión distribuidos en la ciudad alcanza a 9½ kilómetros; ellos están protegidos en toda su longitud por una malla o red de alambres, situada debajo de los conductores para evitar los accidentes que pudiera producir la ruptura de alguno de los hilos. Las mallas son apoyadas en los mismos postes por medio de aisladores y están relacionados en trozos independientes.

 

Subestaciones

     Estas son simplemente puestos de transformación, donde se convierte el alto voltaje en tipos bajos, adecuados a las necesidades de los consumidores. Unas veces, el transformador es montado en el sitio mismo en que está colocado el motor; y otras, un solo transformador, situado en un local céntrico, sirve varias instalaciones por medio de líneas secundarias de baja tensión. La longitud de estas últimas, en toda la ciudad, no alcanza a más de un kilómetro.

     La alta tensión de 4.550 volts, es bajada en los transformadores actuales a cifras que varían entre 190 y 208. Cada aparato está protegido por corta circuitos fusibles y generalmente pararrayos.

     Las subestaciones más notables establecidas hasta hoy, son: la de la Empresa del Gas y de la Luz Eléctrica, cuyos transformadores tienen una capacidad total de 500 kilowatts; la de la cervecería Nacional con 110; y la instalada en la oficina misma de la Compañía, en la calle norte 3, con 140 kilowatts. Las líneas secundarias que parten de la última alimentan 11 motores, siendo, desde este punto de vista, la Subestación de mayor importancia; se ha montado además en ella, un taller mecánico, que ya consta de un motor eléctrico, un torno, una máquina de cortar hierro, una de taladrar, una fragua y un horno de fundición de cobre.

     Fuera de las 3 Subestaciones principales enumeradas, existen las siguientes: 1 en la hacienda “Las Mercedes” (Chacao), 1 en la estación del Ferrocarril Central, 6 en el ramal del norte de la ciudad y 10 en el del sur. Total: 21 Subestaciones, que alimentan los motores de 42 suscriptores.

     La capacidad de los transformadores en las dieciocho subestaciones menores varía de 3 a 30 kilowatts, y en las grandes, de 40 a 100. Haciendo el cómputo aproximado de los coeficientes de rendimiento respectivos, resulta para el valor medio de ellos la cifra 0.94.

 

Esfuerzo inteligente y tenaz de Ricardo Zuloaga.

     Damos aquí término a la tarea que voluntariamente nos hemos impuesto, de hacer conocer los principales detalles e informaciones técnicos relativos a las instalaciones que pertenecen a la Compañía “La Electricidad de Caracas”. Como habrá observado el lector, alguna vez hemos entrado en la explicación de ciertos fenómenos y principios lo cual, innecesario, sin duda, para las personas doctas. Nos ha perecido conveniente y oportuno, no solo por tratarse de una empresa nueva en el país, sino con el fin de lograr que estas líneas puedan ser leídas con fruto aun por aquellos ajenos a los estudios que se relacionan con las ciencias hidráulica y eléctrica.

     Al concluir estos apuntes, tributamos con el mayor placer los aplausos a que son acreedores los dueños de la Compañía y muy bien en especial, al director de los trabajos, señor ingeniero Ricardo Zuloaga, a cuyo esfuerzo inteligente y tenaz se debe, en su mayor parte, la realización de una obra que marca un progreso efectivo en el desarrollo industrial de Venezuela. Por lo demás, la empresa de que tratamos no ha menester de nuestras alabanzas, pues la simple descripción de las obras ejecutadas y el recuento de los inconvenientes de todo género que ha sido necesario vencer, constituyen el mejor elogio a sus labores”.

Caracas, abril de 1903
GERMÁN JIMÉNEZ

FUENTES CONSULTADAS

  • Boletín Líneas de la Electricidad de Caracas. Caracas, marzo de 1956
Boletín – Volumen 108

Boletín – Volumen 108

BOLETINES

Boletín – Volumen 108

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

     El número 108 del Boletín tiene como fecha de edición 1 de noviembre de 1922. En sus páginas 1743 a 1746 se incluyó “Situación mercantil”. En el mismo se ratificó que no había variaciones con respecto a meses anteriores. El temor entre el sector mercantil y comercial era notorio. “Sobre todo en lo que respecta a los precios es justo este temor, pues hay un desorden notable en ellos. A veces están por debajo del costo de importación”. Los problemas de mayor grosor se debían a la sequía y que la comercialización del ganado era pequeña. Sin embargo, insistían en que la crisis era menor en Venezuela frente a otras naciones y que se avizoraba una mejoría.

     De la página 1746 a la 1758 el espacio lo ocupa “La Barra de Maracaibo. Importancia de Venezuela. Necesidad de la apertura de la Barra”. En este orden, se escribió que, debido a las reformas constitucionales mexicanas, las autoridades estadounidenses se vieron en la necesidad de encontrar un nuevo proveedor de petróleo, pues sólo producían 500 millones de barriles anuales y consumían 700 millones anuales. 

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     Los únicos países que podían satisfacer esta demanda eran Colombia y Venezuela. Este último se encontraba en mejores condiciones tanto por sus reservas como por la ubicación geográfica de los yacimientos, ventajas que Colombia no tenía. A partir de esta consideración abogaban por la construcción de una Barra. Bajo este marco publicaron algunas opiniones de conocedores del tema y la construcción de la barra en el Lago de Maracaibo.

     En la página 1759 se incluyó una nota de felicitación enviada por M. A. Matos al Boletín por la publicación del artículo titulado “El Lago Libre”, dado a conocer en la edición de octubre de 1922.

     Le sigue “Salubridad pública” (Pp. 1759-1764) que comienza con la siguiente aseveración: “La relación entre la salubridad pública y la capacidad de producción de los habitantes de un país es estrecha o por mejor decir, es justa y precisa”. Los artículos, elaborados por especialistas en la materia son los que siguen: “La anquilostomiasis y la lucha contra este azote”, conferencia de F. Fulleborn y “Palabras del doctor Juan Iturbe” quien comenta la disertación mencionada.

     Seguidamente, “El cultivo de la parra. La uva como fruta” (Pp. 1764-) en la que se emplaza a cultivadores agrarios para que cultiven la uva y la comercien como fruta. En el mismo se incluyen procedimientos para la siembra y su cosecha. En “Notas editoriales” se presenta información referida al comercio con España, la propuesta de una revista proveniente de Berlín para ser colocada en Venezuela, de igual manera se dio a conocer el lanzamiento, para enero de 1923, del Anuario estadístico y comercial de Venezuela editado por A. G. Pinedo. Desde Los Ángeles se hizo una petición a la Cámara de Comercio de Caracas para que sirviera de mediadora con el propósito de establecer relaciones comerciales con venezolanos, al final, la Asociación Mercantil americana se ofrecía para contactar proveedores estadounidenses según la demanda de productos desde Venezuela.

     En “Sección de correspondencia” aparecen propuestas de negocios desde Filadelfia, Texas, San Luís, Nueva York, Michigan, San Juan, Dallas y Tempere.

     De la 1768 a la 1772 los cuadros: “Café y cacao exportados por La Guaira en septiembre de 1922”, “Comercio de café en Maracaibo en septiembre de 1922”, “Tipos de cambio en Caracas en octubre de 1922”, “Precios de productos en diversos lugares de Venezuela en septiembre de 1922” y “Valores de las Bolsas de Caracas y Maracaibo en octubre de 1922”.

Más boletines

Boletín – Volumen 118

Asambleas de la Cámara de Comercio de Caracas.

Boletín – Volumen 84

La situación mercantil actual

Boletín – Volumen 100

Para esta edición de marzo de 1922 se inicia con “Situación mercantil”

Inauguración del primer bloque de El Silencio

Inauguración del primer bloque de El Silencio

El Bloque número 7 está construido frente a la Plaza Miranda y el Circo Metropolitano. El costo del edificio fue 7.000.000 de bolívares. Consta de 106 apartamentos residenciales y 100 locales destinados a comercios. Carlos Raúl Villanueva, el admirable arquitecto venezolano, de la Escuela de Ciencias y Artes de París, fue el autor del proyecto de la Urbanización

El 5 de julio de 1944, se inauguró el Bloque 7, primer edificio de la Urbanización El Silencio que se construyó; está ubicado frente a la Plaza Miranda.

El 5 de julio de 1944, se inauguró el Bloque 7, primer edificio de la Urbanización El Silencio que se construyó; está ubicado frente a la Plaza Miranda.

     “A las personas que gustamos de los libros, de los papeles, de las máquinas de escribir, de las ideas y de los movidos sucesos de cada día, no nos place, en general, el contacto con los números. Nos parecen las cifras algo seco, duro, poco relacionado con la vida tumultuosa y amable, con el torrente poderoso de la humana existencia, que es precisamente el objeto de nuestro trabajo y de nuestro interés.

     Verdad es que los números pueden teñirse de luz cuando se refieren al poder de las estrellas o al calor del sol; verdad es que se miden las sílabas de los versos y un endecasílabo puede ser tan cercano a las matemáticas como la más sencilla operación de sumar; verdad es que los cálculos toman signos de afirmación viva en los ritmos de la música; verdad es todo ello, pero seguimos demostrando la más profunda desconfianza hacia las cifras. Exceptuando, por supuesto, las que nos marcan el monto del salario o, para los afortunados de la tierra, el monto de la renta: de la tan vilipendiada y sufrida renta, de la tan deseada y terrible renta, de la Renta –con mayúscula– enemiga del ministro de Hacienda y del impuesto que sobre ella gravita insistente e incisivo.

     Hablábamos de los números. Los que con la vida tratamos y de la vida hacemos centro y objeto de nuestro trabajo, solemos mirarlos con despectiva indiferencia. Nos encogemos de hombros ante los números: ¿Qué importan los millones si lo que nos interesa no es el dato en sí mismo sino lo que él pudiera encerrar de humana forma huidiza, eterna, poderosa? . . .

     Y nos sorprenden, a veces, los números con su carga de gigante significación. Y nos dicen los números con gritos de indiscutible fuerza la violenta sinceridad de las cosas que –también ellos– expresan escueta y simplemente, en el estilo sagaz y exacto de un novelista minucioso.

     A propósito de El Silencio –de la reurbanización de El Silencio, del Bloque número 7, inaugurado el miércoles 5 de julio de 1944– los números han cumplido para nosotros admirable papel de indicadores.

     Se ha vuelto personaje central de un cuento en el que jamás creímos que pudiera intervenir la Aritmética. Porque nosotros íbamos a hablar del milagroso caso de la reconstrucción o reurbanización del barrio de “El Silencio” y pensábamos decir cómo la gigantesca colmena de prostitutas y hampones que era “El Silencio”, habíase convertido en este admirable conjunto de edificios soberbios entre cuyas paredes se encierran nya unos cuantos cientos de vidas trabajadoras.

     El Bloque número 7 de El Silencio –inaugurado, como dijimos, el pasado 5 de julio– está construido frente a la Plaza Miranda, frente al Circo Metropolitano. En lo que es hoy Bloque número 7 –apartamentos, comercio, plaza, jardines infantiles– estaban las prostitutas francesas del llamado Callejón de las Chayotas. En los terrenos de este Bloque número 7 se alzaba antes la casa de juego –montidao y ruleta, bacarat y ajilei y sietimedio– de Chingüinga. En lo que es hoy el Bloque número 7 se encendían, hace ya mucho, mucho tiempo, bailoteos, disfrazaderas y heroicas juergas del Molino Rojo.

Los alquileres de los apartamentos residenciales de la Urbanización El Silencio fluctuaban entre los 100 y 150 bolívares.

Los alquileres de los apartamentos residenciales de la Urbanización El Silencio fluctuaban entre los 100 y 150 bolívares.

     Ya sabemos todos los caraqueños cómo era de febril y canalla la parranda pobre y miserable en los alrededores de “El Silencio”. Ya sabemos los caraqueños todos cómo la enfermedad y el vicio y la miseria se unían para formar en el brasero de la prostitución una sombría llama que encendía en resplandores desvergonzados el costado que Caracas ofrece a la cercana colinilla de El Calvario.

     De ello pensábamos hablar: decir y recordar la atmósfera de pantomima dramática y burlesca desarrollada en aquellos sitios. Pensábamos describir la escena brillante y podrida de la casa de juego, de los centavos hurtados al jornal del trabajador en el truco pintoresco y ladino del tahúr. Pensábamos pintar las sucias cintas colgadas de las greñas de las prostitutas estridentemente pintadas y expresar cómo dolía al buen caraqueño aquel pequeño y sucio rincón donde podía encontrarse cara a cara todo lo que de más asqueante tiene la familia humana. Pensábamos decir la comparación entre dos épocas caraqueñas y hablar de la prodigiosa obra ejecutada por el Banco Obrero en poco más de un año gastado en los trabajos de demolición y reconstrucción. Los números nos han dado el mejor medio de expresión y de ellos nos valemos gustosamente.

La reurbanización de El Silencio es una de las grandes obras que contribuyeron notablemente con la transformación de Caracas.

La reurbanización de El Silencio es una de las grandes obras que contribuyeron notablemente con la transformación de Caracas.

     Para afirmar la capacidad expresiva de las cifras basta saber que los alquileres de los apartamentos residenciales serán de 100 a 150 bolívares. Lo que equivale a poner delante de nuestros ojos el comienzo de la solución del problema de la vivienda para las clases pobres caraqueñas. 

     Pero comencemos seriamente con las cifras, y dejemos al lector la apreciación y las consecuencias de los guarismos.

     Los terrenos donde se está haciendo la reurbanización “El Silencio” costaron 10.000.000 de bolívares. El terreno donde está el trozo destinado a jardín y plaza, en el centro del Bloque número 7, cuesta 1.750.000 bolívares.

     El costo del edificio inaugurado el miércoles es de 7.000.000 de bolívares. Hay en este edificio 1.391 habitaciones, las cuales componen 106 apartamentos residenciales y 100 locales destinados a comercios.

     En la construcción del Bloque número 7 se trabajó durante 345 días lo cual da 1.048.160 horas de trabajo, por las que se pagó en jornales 1.195.000 de bolívares. El Bloque número 7 tiene en su armazón 56.348 sacos de cemento: 421.024 kilogramos de hierro y acero; 17.000 toneladas de granzón y arena; 20.000 metros cuadrados de granito; 155.064 pies de tuberías para conducciones eléctricas; las paredes se llevaron 85.450 metros cuadrados de pintura y en las vidrieras de los locales destinados a comercio hay 4.245 metros cuadrados de cristal. El Bloque número 7 tiene 28.563 unidades de herrajes.

Gráficas del acto inaugural del primer bloque (7) de la urbanización El Silencio, en 1944. En total eran siete edificios.

Gráficas del acto inaugural del primer bloque (7) de la urbanización El Silencio, en 1944. En total eran siete edificios.

     En toda la obra de reurbanización de El Silencio se utilizarán 660.000 metros cúbicos de cemento; 9.000.000 de kilogramos de hierro y acero; 5.000.000 de pies de tuberías sanitarias; 685.450 metros cuadrados de pintura; 157.545 metros de granito para los pisos: 1.475.378 pies de tuberías para conducción eléctrica; 8.109 puertas; 5.357 ventanas; 9.245 metros cuadrados de vidrieras para locales de comercio.

     Al hacer estas obras serán movilizados 76.420 metros cúbicos de tierra y, cuando se llegue al término de ellas estarán a la orden de la ciudadanía 10.457 habitaciones las cuales formarán 1.990 apartamentos residenciales y de comercio.

     Carlos Raúl Villanueva, el admirable arquitecto venezolano, de la Escuela de Ciencias y Artes de París, fue el autor del proyecto, a todas luces magnífico de la Urbanización. La Construcción está de acuerdo con el Plan Urbanizador de Caracas original de Rotival; en materia de higiene sigue las normas establecidas por el Congreso Panamericano de la Vivienda celebrado en Buenos Aires y, también, sigue las pautas urbanísticas del Congreso Interamericano de Municipios.

     En anterior ocasión dijimos que la obra de reurbanización de El Silencio sólo puede compararse por su importancia a las más grandes que se hayan emprendido en Venezuela por el Gobierno Nacional. Recordábamos las que emprendiera Antonio Guzmán Blanco, único presidente que ha dejado marca por muchos años en la viva historia de nuestro país.

     Sólo las obras de Guzmán Blanco se utilizan todavía por las generaciones actuales y, de las que se finalicen durante el período presidencial del general Isaías Medina Angarita, será esta de El Silencio una de las que mejor expresen la voluntad gubernamental puesta al servicio del pueblo, destinada a la solución de los más esenciales problemas, con mirada realmente amplia, no circunscrita al cercano interés del grupo, del terreno del tiempo más inmediato y pequeño. La reurbanización de El Silencio es obra que resistirá el paso de los años. Estará terminada en el primer semestre de 1945.

     El nombre de Diego Nucete Sardi, director-gerente del Banco Obrero, organismo al cual fue encomendado el trabajo de reconstrucción de El Silencio, será bien recordado a través de unas cuantas generaciones de venezolanos, cuando se hable de esta gigantesca obra, pensada para mucho tiempo y para muchas gentes venezolanas.

     Como se dice en la frase ritual de las ceremonias oficiales venezolanas, “Dios y la Patria lo reconocerán”.

FUENTE CONSULTADA

  • Élite. Caracas, Núm. 74, 8 de julio de 1944; Págs. 23-25.

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