“Preventarium del Ávila, antecedente de los venados”

“Preventarium del Ávila, antecedente de los venados”

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

“Preventarium del Ávila, antecedente de los venados”

     Antes que el conquistador español Diego de Losada fundara nuestra ciudad hace más de cuatro siglos y medio, los indios Caracas, habitantes del hermoso valle, admiraban el color y todos los recursos que podrían obtener de la montaña que denominaban “Guaraira Repano”.

     Como uno de los principales símbolos de la ciudad, el cerro El Ávila ha inspirado a artistas y es la primera fuente de contacto directo del caraqueño con la naturaleza. Hoy en día los visitantes al recinto natural que en 1958 fue decretado como Parque Nacional pueden recorrer atractivos espacios, entre los cuales destacan el famoso Camino de los Españoles, el mausoleo de la edificación donde habitó el doctor Knoche, médico alemán, especialista en momificar cadáveres, que vivió en la zona por un tiempo y la antigua hacienda colonial Las Trinitarias, donde posteriormente fue establecido el Parque Los Venados y donde se encuentran actualmente las oficinas del Instituto Nacional de Parques (Inparques). 

     Antes que el conquistador español Diego de Losada fundara nuestra ciudad hace más de cuatro siglos y medio, los indios Caracas, habitantes del hermoso valle, admiraban el color y todos los recursos que podrían obtener de la montaña que denominaban “Guaraira Repano”.

     Como uno de los principales símbolos de la ciudad, el cerro El Ávila ha inspirado a artistas y es la primera fuente de contacto directo del caraqueño con la naturaleza. Hoy en día los visitantes al recinto natural que en 1958 fue decretado como Parque Nacional pueden recorrer atractivos espacios, entre los cuales destacan el famoso Camino de los Españoles, el mausoleo de la edificación donde habitó el doctor Knoche, médico alemán, especialista en momificar cadáveres, que vivió en la zona por un tiempo y la antigua hacienda colonial Las Trinitarias, donde posteriormente fue establecido el Parque Los Venados y donde se encuentran actualmente las oficinas del Instituto Nacional de Parques (Inparques).

     Es precisamente este último lugar mencionado, “Los Venados”, el espacio más conocido por quienes a lo largo de la historia han subido al cerro para paseos y excursiones. Desde 1936, el entonces presidente de la República, general Eleazar López Contreras, decretó su creación como escuela técnica agrícola, dirigida por un grupo de religiosos Benedictinos, en un proyecto que se conoció como el Preventarium del Ávila. 

     Así como grandes prohombres del continente americano han visto por vez primera la luz de la razón y del entendimiento en este valle rodeado de murallas naturales, asimismo las obras admirables perduran a través de los años para asombro de propios y extraños y en el devenir de nuevas corrientes de cultura y civilización.

     Y es exactamente a una de ellas a la cual hacemos referencia en este trabajo, embargados por la sana emoción que hemos sentido al poder admirar esta obra venezolanista que hoy solo queda en el recuerdo de quienes fueron parte integrante de su efímera existencia.

Comenzaba el año de 1936, signado por la ausencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez, quien tres meses antes había fallecido en Maracay tras 27 años de mandato. A pesar de los grandes problemas nacionales que el nuevo gobierno confrontaba, los eminentes hombres del Gabinete del General López Contreras estaban dispuestos a llevar a cabo obras de recia envergadura y tuvieron la feliz iniciativa de crear, por resolución ejecutiva el llamado “Preventarium del Ávila”, mejor conocido por “Los Venados”, en el fundo “Los Venados”, entre Cotiza y Galipán, en lo que hasta ese entonces se denominaba Hacienda La Trinidad. El autor de ese extraordinario proyecto fue el Dr. Enrique Tejera, en ese entonces ministro de Sanidad y Asistencia Social.

 

La resolución ejecutiva promulgada el 7 de marzo de 1936 por el Presidente Eleazar López Contreras, decía lo siguiente:

 

ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS, presidente de los EE.UU. de Venezuela:

 

Considerando:

 

Que es deber del gobierno velar por el mejoramiento del individuo como fundamento de progreso social; que una disciplina de estudio y de metódico trabajo determina la formación de buenos y eficientes ciudadanos; que para enseñar y educar niños desvalidos es necesario en el Distrito Federal una escuela de previsión social:

 

Considerando: 

 

Que el Gobierno Nacional adquirió la Hacienda “La Trinidad” para fines de utilidad pública, como es el de repoblar sus bosques e higienizar las aguas de que se abastece Caracas, y que un instituto docente puede llenar esa función despertando a la vez en los alumnos amor a la tierra, fuente de virtudes ciudadanas.

DECRETA:

Artículo 1. ̶ Se crea un plantel disciplinario con el nombre de “PREVENTARIUM DEL ÁVILA” el cual funcionará en el inmueble de propiedad nacional denominado “La Trinidad”, situado al norte de Caracas. 

Artículo 2. ̶ Procédase a modernizar las edificaciones existentes y hacer las que fueren necesarias para el funcionamiento de dicho instituto.

Aparte de la siembra y cultivo de cereales y árboles frutales, la labor más importante del Prevetarium del Ávila consistió en la reforestación técnica y práctica de las faldas del Ávila, para conservar y aumentar la capa vegetal del suelo, alcanzando con ello mayor permeabilidad del subsuelo, conservando las aguas y la humedad necesaria para las vertientes. De los jardines experimentales del Preventarium, los padres Benedictinos y sus alumnos se proveían de innumerables árboles y plantas en la sequía prolongada, trayéndose de lejos el líquido elemento para el riego indispensable. El Zamurero, al norte de Cotiza, es testigo mudo del interés y la aplicación de los padres y alumnos del Preventarium, conservándose hasta nuestros días casi en las mismas condiciones que cuando fue reforestado en 1938.

 

Lo anterior es historia moderna de la obra ejecutada por un grupo de religiosos benedictinos al servicio de Dios y de la Patria. Ello perdura en la mente de sus fundadores y de aquellos que adquirieron conocimientos técnicos por dicho instituto agrícola-educacional. Las nuevas generaciones de caraqueños y venezolanos en su gran mayoría desconocen, inclusive, la efímera existencia de este Prevetarium del Ávila, enclavado en lo que hoy en día se conoce como “Paseo de Los Venados”, sitio de interés turístico poco explotado por los moradores de esta capital y casi olvidado por las autoridades competentes.

 

El Prevetarium del Ávila, el Paseo de Los Venados, legendario sitio ubicado entre Cotiza y Galipán, es el Camino de Ronda que utilizaban y aún utilizan los caraqueños en su peregrinaje turístico al Ávila Inmortal. Por una senda casi plana vamos siguiendo la sinuosidad de la montaña por todo el norte de Caracas, cobijados por una vegetación de la que solo podemos disfrutar los habitantes del trópico: árboles de una belleza y una frondosidad indescriptibles cubren de sombra el camino que recorremos, alternando con preciosos arbustos, plantas trepadoras, lianas gigantescas, palmeras, helechos, parásitos y toda una flora prodigiosa. De vez en cuando, en los claros del bosque, detenemos nuestra marcha para admirar el valle de Caracas, que se domina en toda su extensión, ofreciéndose a nuestros ojos los más curiosos y sugestivos aspectos, especialmente el enorme contraste de los altos rascacielos y hermosas mansiones con la pobreza de ranchos insalubres construidos en cerros y quebradas, donde sus moradores viven hacinados.

 

Continuamos nuestro recorrido. Cerca ya de la estación de los Guardias Forestales que cuidan del Parque “Los Venados” en el sitio denominado “El Papelón”, nos encontramos al pie de una cascada con un grupo de muchachos exploradores que siempre los fines de semana van de paseo a recrearse con la pródiga naturaleza al final del “Camino de Ronda”, en las faldas del Pico del Ávila que con las montañas opuestas forman el Río Chacaíto, detenemos nuestra marcha para contemplar embelesados la obra de la naturaleza acondicionada por la inteligencia del hombre de trabajo y de iniciativa. ¡Cuántos recuerdos traerán a la mente de todos aquellos que en la década del 30 a 40 supieron con su esfuerzo e inteligencia construir el Preventarium del Ávila, trabajar en él y contribuir con su esfuerzo al progreso nacional! Estamos seguros de que cientos de estudiantes que allí adquirieron los conocimientos necesarios han deambulado por Venezuela prestando su mejor concurso para el desarrollo del agro vernáculo, dejando a sus seguidores la semilla del progreso y el cúmulo de sus conocimientos que han dado marcha a la superación de un campesinado ignorado por la acción oficial y vejado por políticos inescrupulosos.

 

Nuestro recorrido al pasado del Preventarium del Ávila toca a su fin. Quisiéramos extendernos relatando sus maravillas, sus realizaciones y sus recónditos secretos. Pero nuestro límite no nos permite prolongarnos más allá de la cantidad de cuartillas que se han fijado para este reportaje. Antes de terminar queremos ofrecer como dato interesante que en 1930 el Hermano Gerbasio Rotter sembró con ocho peones, alrededor de Los Venados 20.820 Pinos, 2.520 Casuarinos, 2.380 Cedros, 5.000 Guamos y 4.260 Cafetos. Además, el Padre Gerbasio construyó 2.000 metros de caminos nuevos y 5.000 metros de caminos ensanchados. Cabe destacar que en ese año récord del Preventarium, 1.857 visitantes examinaron las obras, huertas y sembrados del instituto que dos años antes había sido fundado por feliz iniciativa del Dr. Enrique Tejera.

 

En el presente solo los recuerdos quedan de ese ayer de trabajo, ruinas de lo que pudo haber sido la estación agrícola de nuestras escuelas y universidades. Para el caraqueño go-go, melenudo y poco varonil, el Preventarium del Ávila solo existe en la imaginación de los escritores antañones o en novelas de ciencia-ficción. Al Dr. Tejera, a los Padres Benedictinos y a todos aquellos que se labraron una especialización en el Preventarium del Ávila, nuestro más sincero homenaje.

Boletín – Volumen 75

Boletín – Volumen 75

BOLETINES

Boletín – Volumen 75

Sinopsis

Por: Dr. Jorge Bracho

Para el primero de febrero del año de 1920 se dio a conocer el número 75 del Boletín, el cual se sumaba a la denominada segunda época correspondiente al año IX. Una de las novedades de esta edición fue la del aumento de anuncios publicitarios. A los ya habituales se sumaron: Santana y Compañía, encargada de la distribución de neumáticos marca Hartford, el agente de aduanas y negociante S. Plaza M., el abogado J. E. Sánchez Afanador, una distribuidora de camas: Sucre Paredes y una firma de Álamo – Ybarra.

     Uno de los avisos publicitarios habituales era “La India” cuyo despliegue ocupaba la mitad de una página. Se indicaba en él: “Acaba de recibir por vapor “Bologna” los siguientes artículos: Turrones de Jijona, Alicante, Masapán, Cádiz y Yona. Almendras cubiertas de superior calidad. Avellanas cubiertas, Piñones cubiertos, Garrapiñadas, Torrat de Anís, Peladillas de Alcoy, Frutas heladas, cristalizadas y glasadas. Bombones de Pastas de frutas y de Pasta de Almendras. Gran surtido en Cofres japoneses y cesticas propias para regalos”. En negritas y aparte se ofrecían helados de goma, de mantecado y de frutas, “Los mejores de la capital” según se anotó en el anuncio.

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     La edición abrió con informaciones recientes respecto a los nuevos miembros que se incorporaban a la Cámara. Entre ellos dos de Valencia, Eduardo Berrizbeitia y Ernesto Branger, una Compañía de Ferrocarril de Puerto Cabello, de Coro, G. M. Henriquez, García Hermanos de Barquisimeto, Lahoud y Compañía de Caracas, Eduardo Lindheimer y Compañía de Barquisimeto, Manuel L. Malaret de Cumaná, J.M. Miranda Ferrer también de esta ciudad del oriente de Venezuela y, por último, I. A. Senior e hijo de Coro.

     Entre los artículos se editó la conclusión de “Apuntes sobre la riqueza mineralógica de Venezuela” redactada por Germán Jiménez. El mismo cerró esta disertación con el examen de la minería de las sustancias no metálicas, en este caso el asfalto. En una sección posterior, titulada “Participaciones de constitución de firmas mercantiles” se dio a conocer el establecimiento de nuevas dependencias comerciales tales como: la Editorial Victoria, en Caracas, representada por Manrique y Ramírez Ángel, la Tipografía Vargas, en Caracas, bajo la responsabilidad de Aguerrevere y Guruceaga, compra y venta de frutos del país de Otero y Díaz, en Caracas, así como el establecimiento de la Trading Engineers en Venezuela.

     Un aparte titulado “Estadística” fue preparado por miembros de la Cámara para ofrecer cifras correspondientes a productos venezolanos de exportación, entre ellos los atinentes al café y el cacao, de acuerdo con información suministrada por el Ministerio de Hacienda que abarcaron desde los años 1902-1903 hasta 1917-1918. En el mismo gráfico aparecen números relacionados con los lugares de origen de las salidas de estos productos.

     En “Información sobre algunas materias primas que produce Venezuela” e importadas desde Liverpool se dio a conocer que de las conchas de nácar debían ser enviadas muestras para futuros negocios, así como que el Guano debía ser enviado en frascos cerrados herméticamente para conservar su frescura, aunque continuaba siendo enviado en sacos. También la cola de pescado desde Maracaibo, rojo seco y oscuro oleoso aparecía entre los productos ofertados e importados desde Inglaterra.

     De igual manera, en este número se presentó un informe preparado por autoridades inglesas, relacionadas con la compañía de ferrocarriles, publicado en la revista The Economist, acerca de los progresos alcanzados por “La Compañía del Ferrocarril Central de Venezuela”. Seguidamente, se hizo extensiva la invitación a quienes viajaban a Nueva York con fines comerciales a informar al diario La Prensa, editado en esta ciudad, el motivo de su visita y así facilitar información de potenciales negociantes y lugares donde pernoctar durante la visita.

     De una revista editada en Francia que llevaba como nombre L’ Exportateur Francais se reprodujo un escrito, “Distribución del comercio francés durante una parte del año 1919”. Entre otros asuntos se informó acerca de la compra y venta de productos franceses, entre los meses de enero y octubre de 1919, por parte de países como los Estados Unidos de Norteamérica, Bélgica, España, Suiza, Italia, Brasil, Argentina, Rusia, Argelia y Marruecos.

     La “Sección de correspondencia” informaba acerca de propuestas provenientes de Génova, Italia, para relacionarse con comerciantes de Venezuela, otra proveniente de Lyon, Francia, en que se ofertaba el camión C. B. A., con capacidad de cuatro toneladas y que se había utilizado durante la Primera Guerra Mundial, así como un auto, H. P., cuyo uso podría ser para hombres de negocios y actividades turísticas. De Cuba se ofrecían servicios de importación y exportación y de Estados Unidos de Norteamérica se proponían alianzas del mismo tenor, aunque no por la representación de intermediarios o comisionistas. En este mismo orden de ideas, bajo el título: “Consulado americano, La Guaira 12 de febrero de 1920” se ofrecían intercambios comerciales de bienes como efectos eléctricos, de ferretería, de quincallería, máquinas de distinto tipo apropiadas para el trabajo agrícola y para fábricas, muebles, pianos, accesorios para automóviles, bicicletas, instrumental para dentistas, una nueva clase de cepillos dentales, lámparas incandescentes, medias y calcetines, entre otros.

     Del Suplemento Comercial de The Times editado en Londres se dio a conocer algunos pormenores de las importaciones latinoamericanas por parte de fabricantes y comerciantes ingleses. En el mismo se informó acerca de la escasez de aceite comestible en muchas partes del mundo. Por tal razón, sugirieron la necesidad de extender la producción de aceites provenientes de las nueces, así como el de coco, que se cotizaban muy bien en el mercado internacional. En el mismo escrito se indicó que Colombia y Venezuela contaban con frutos generadores de aceites. No obstante, el desarrollo de una industria en este sentido había tenido dificultades tecnológicas y culturales que no se habían podido superar.

     En las últimas páginas se dio a conocer “Informe de la Oficina de Comercio Exterior de The Merchants, Association of New York” en que se explicaban algunas cuestiones relacionadas con el comercio durante el período de la Primera Guerra y varias recomendaciones para su recuperación y eludir cualquier posibilidad de colapso.

Más boletines

Boletín – Volumen 93

Situación mercantil

Boletín – Volumen 146

Esta edición de enero de 1926 comienza con una salutación por el nuevo año que comienza.

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