El Helicoide de la Roca Tarpeya

El Helicoide de la Roca Tarpeya

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El Helicoide de la Roca Tarpeya

Moderno centro comercial al servicio de Caracas Se levantó alrededor de una roca, con una superficie de construcción de 60.000 m2, iba a tener un helipuerto, un hotel, un gran domo en la parte superior, tecnología de punta, 300 tiendas, estacionamiento y ascensores fabricados en Viena. La complejidad y la escala del edificio, concebido por el arquitecto venezolano Jorge Romero Gutiérrez, fue plasmada en 12.000 planos.
El centro comercial nunca abrió sus puertas

El Helicoide se construyó sobre una inmensa roca

     En el transcurso del año 1957, el cerro conocido con el nombre de Roca Tarpeya comenzó a experimentar una profunda transformación. Ante el empuje de los tractores, la roca, aparentemente inaprovechada, se fue convirtiendo en sólida base sobre la cual comenzó a erigirse una de las obras arquitectónicas más audaz y novedosa que se haya concebido en país alguno: El Helicoide de la Roca Tarpeya.

     En 1952 fue fundada la firma Inversiones Planificadas C. A., con el objeto de construir el Centro Profesional del Este, obra que se llevó a feliz término tres años más tarde, en 1955. Dicha firma es la propietaria de Helicoide C. A., empresa que asumió el extraordinario reto de construir el más moderno centro comercial de América Latina.

     En 1956 se comenzaron los estudios del Helicoide, para plasmar en la realidad la idea concebida por el arquitecto Jorge Romero Gutiérrez, de dotar a Caracas de un centro integral de comercio y exposiciones de industrias, de acuerdo con la entonces moderna tendencia de zonificar o agrupar, mediante conjuntos arquitectónicos funcionales las distintas actividades económicas, culturales y recreativas que se desarrollan en los grandes centros urbanos.

     La idea era que el Helicoide funcionara como un gran centro mercantil de departamentos cooperativos, integrados por 300 locales comerciales, un palacio de ferias y exposiciones, un multicinema, un centro automotriz y comodidades complementarias tales como un estacionamiento para más de dos mil vehículos, un bien dotado preescolar, abundantes zonas verdes, etc.

     Tanto los locales comerciales como los espacios destinados a otras actividades, serían vendidos mediante el régimen de propiedad horizontal. La comercialización inicial permitió que más de 170 importantes firmas adquirieran locales en el Helicoide, lo cual le dio mayor impulso al audaz proyecto.

     Las pautas arquitectónicas del Helicoide, así como la acertada concepción de dar aprovechamiento útil, a la par que monumental, a un terreno que, por sus características topográficas, parecía destinado a un uso marginal, provocaron miles de comentarios favorables en más de seis mil periódicos y revistas especializadas, publicadas en la mayoría de los países de América y Europa. El Helicoide, en definitiva, tenía también el objetivo que constituirse en un importante y atractivo lugar turístico que simbolizara a Caracas, como la torre Eiffel lo es para París o el Rockefeller Center para Nueva York. 

Maqueta del Helicoide

     En sentido económico, la concepción del Helicoide permitió asimilar las enormes ventajas que la moderna sistematización en conjuntos arquitectónicos (urbanizaciones, centros profesionales, etc.) aporta a la comunidad: vías y estacionamientos adecuados al desarrollo de los medios de transporte, proximidad espacial de actividades similares con el consiguiente ahorro de tiempo, facilidades de conservación, mantenimiento, operación y disfrute de los espacios privados y comunes, posibilidades de planificación funcional y estética, etc.

El Helicoide fue concebido como un moderno centro comercial, con 300 locales comerciales, estacionamiento, hotel, helipuerto, etc. Nunca abrió sus puertas.

     En el Helicoide, el público puede seleccionar sus compras, rodeado de atractivos complementarios y sin dificultades de acceso o de estacionamiento, y el comercio podrá, a la vez, desplegar sus actividades en un medio altamente propicio para el éxito de sus operaciones.

     La contribución del Helicoide al mantenimiento o desarrollo de los niveles de la actividad económica en el país, presenta dos aspectos, igualmente positivos, aunque orden diferente.

     En primer lugar, los trabajos de construcción requieren, por su volumen, una inversión total cercana a los cien millones de bolívares. La intensidad de esta inversión ha de tener directamente y por la vía del multiplicador económico, una repercusión sumamente favorable en los niveles de actividad de un sector de nuestra económica que, como el de la construcción, es una de las mayores fuentes de ocupación del país. Se estimó que durante el tiempo de ejecución de la obra, directamente o indirectamente, se generaran empleos para unos 100 técnicos (ingenieros, arquitectos, administradores, etc.) y unos mil obreros.

     En segundo término, la realización por iniciativa privada de una obra del volumen y característica del Helicoide, constituyó un importante estímulo a la economía de la ciudad.

     El derrocamiento de la dictadura no provocó, en un principio, que se interrumpieran los trabajos de tan representativa obra, por lo que, la primera etapa de construcción del Helicoide concluyó sin mayores sobresaltos en 1961, año en que la situación económica del país requirió de una serie de medidas por parte del Estado, que impidieron la continuidad de la obra. La construcción del Helicoide se paralizó hasta 1965, cuando se intentan retomar los trabajos para concluirlos en 1967, pero no fue posible porque no hubo flujo de capitales. En consecuencia, la obra se paralizó por completo y su estructura se convirtió en un gigantesco “elefante blanco”.

     En 1982, el gobierno rescató de los depósitos de la aduna de La Guaira la cúpula geodésica de aluminio, la cual fue instalada en la parte superior del Helicoide. Ese año, comienzan a instalarse algunas dependencias oficiales, entre ellas, la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP, hoy SEBIN). En esa década, parte de las instalaciones del Helicoide sirvieron de refugio para damnificados de inundaciones y deslizamientos de tierra ocurridos en sectores populares. 

El Helicoide, un elefante blanco en Caracas

     Desde entonces, la historia del Helicoide ha estado ligada a los gobiernos de turno y a la fluctuante situación económica del país. Han existido varios intentos por regenerarlo y convertirlo en un centro cultural. En una época se habló de mudar allí a la Biblioteca Nacional, pero esa propuesta no pasó de ser una promesa.

 

 

FUENTE CONSULTADA
  • Armiñana, Miguel. El Helicoide de la Roca Tarpeya. El Mes Económico. Caracas, número 5, noviembre-diciembre, 1958
  • El Helicoide. Elite. Caracas, número 1984, octubre de 1963

Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte II

Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte II

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Pinto Salinas murió acribillado a la edad de 38 años – Parte II

Pedro Estrada, máximo exponente del cinismo que caracterizó al regimen dictatorial de Pérez Jiménez

“El cuarto de las bicicletas”

     Entre desmayos, golpes y ring, desnudos y sin probar comida, transcurrieron tres días. A Consalvi y a Castro los pasaron primero a los calabozos, mientras yo, incomunicado y maniatado, permanecía tendido en el suelo, en el tenebroso “cuarto de las bicicletas”, en el sótano del edificio. En la mañana del 12 de junio se presentó de nuevo al cuarto de torturas el “Bachiller” Castro y arrojándose sobre la cara un periódico me dijo: “Mira gran c…, igual suerte correrán todos ustedes” Era “Últimas Noticias”. En su portada aparecía una foto de Pinto Salinas, una gráfica con una camioneta de la Seguridad Nacional baleada y el siguiente truculento comunicado: “La Dirección de Seguridad Nacional cumple con informar al público que en horas de la mañana de hoy (11 de junio de 1953), en las cercanías de San Juan de los Morros, individuos que viajaban en un automóvil hicieron fuego contra una camioneta perteneciente a esta Dirección. Los agentes respondieron de inmediato, resultando herido uno de ellos y muerto uno de los ocupantes del vehículo de los agresores, quien resultó ser el Licenciado Antonio Pinto Salinas, solicitado desde hace tiempo por las Autoridades, como organizador de numerosos atentados terroristas. Los acompañantes de Pinto Salinas fueron detenidos”.

     Pocas veces he sentido mayor angustia y mayor dolor. Confieso con orgullosa hombría que lloré silenciosamente la muerte de quien había sido, desde la adolescencia, no solo un compañero de luchas e inquietudes, sino un hermano entrañable. No se merecía Antonio una muerte semejante. Él, el más humano y tierno de nuestra generación, poeta y alma noble, incapaz de proporcionar mal alguno a sus semejantes. 

     Quienes le conocimos en su exacta dimensión de hombre y combatiente, jamás habremos de comprender cómo la diabólica violencia de unos seres desnaturalizados pudieron descargar la metralla asesina sobre su magra figura con rostro de niño. En aquellos momentos de dolor ̶ más espiritual que físico ̶ olvidé mis propias torturas y me hice el propósito de honrar de por vida, sin mancilla y sin flaquezas, las banderas de redención que con tanta firmeza revolucionaria habían enarbolado las manos del poeta.

Un crimen horrendo

     Pero he aquí los hechos en su descarnada realidad, completamente diferentes a como los presentó la farsa el cinismo oficial.

     Revelada por Mascareño la ruta que llevaba Pinto Salinas, todas las alcabalas de la vía estaban ya en actitud de alerta. Fue así como resultó fácil apresarlo a la salida de la población de Pariaguán en horas del mediodía del 10 de junio. Inmediatamente fue conducido a las Oficinas de la Seguridad en la vecina población de El Tigre, donde los alcanzó la comisión despachada desde Caracas. El mismo día, en horas de la tarde, emprenden con el detenido el aparente viaje de retorno a la capital. Esperan la llegada de la noche en Valle de la Pascua, donde se le separa de sus dos restantes compañeros (Contreras Marín y el conductor Eulogio Acosta) y la caravana, hasta perder de vista a los demás. Sería la 1 y 30 de la madrugada. Detienen el auto en una curva del camino. A empujones sacan al detenido y lo conducen a un lugar próximo a la carretera. En la obscuridad de la noche se escucha una voz imperativa: “Prepárate porque te llegó tu hora”. . . Y una respuesta con acento firme: “Estoy preparado desde ayer”. . . Luego la brutal descarga de fusilería, confundida en un mismo hecho trágico con la apagada voz del poeta que caía acribillado cobardemente por sus perseguidores políticos. Quedaba sembrado allí, en aquella madrugada del 11 de junio de 1953, como testimonio de una vida heroica truncada por la violencia dictatorial.

     Contaba apenas 38 años. Había nacido el 6 de enero de 1915, frente al paisaje maravilloso de la cordillera andina en la población de Santa Cruz de Mora del Estado Mérida.

     Veamos ahora, a título de curiosidad histórica, cómo narra el Juez de Primera Instancia en lo Penal de San Juan de Los Morros, la forma como fue encontrado su cadáver: “A las cuatro horas y cincuenta minutos del día de hoy (11 de junio de 1953) la Seguridad Nacional ha informado a este Tribunal que aproximadamente en el kilómetro seis de la carretera de los llanos, en el punto denominado “Cueva del Tigre”, entre esta ciudad y el vecindario “Los Flores”, se ha hallado una persona muerta, disponiéndose abrir la averiguación sumaria correspondiente”

     Más adelante agrega: “Al margen derecho de la carretera el Tribunal constató la presencia de una persona aparentemente muerta: de las siguientes características: persona de regular estatura, de mediana contextura; camisa de color kaki, pantalón de casimir a rayas gris”. Y sigue describiendo los objetos que portaba, entre ellos “una estampita de la virgen de Coromoto, una cadenita de oro, pendiente del cuello, con dos medallitas, una con la efigie de Nuestra Señora del Carmen y la otra con la efigie de Nuestra Señora de Coromoto. . .”

     “Presente el médico forense de esta Circunscripción Judicial ̶ prosigue el expediente ̶ examinó en el mismo acto el cadáver, el cual presentó las siguientes heridas producidas por arma de fuego: herida en la sien derecha; herida en la región malar derecha; orificio en la región deltoidea derecha; orificio de herida axilar derecha; orificio en la región pectoral derecha y otro en la misma zona, separados uno de otro por una distancia de cerca de dos centímetros. . . ”.

     Como puede observarse en esta patética descripción del juez que ordenó el, levantamiento del cadáver, Pinto Salinas fue acribillado de la manera más salvaje e inhumana; sin embargo, los esbirros quisieron aparentar que el cadáver se encontraba abandonado y sin identificación, por lo que el mismo Juez asienta en el acta que el Tribunal hubo de trasladarse a las oficinas de la Seguridad en San Juan de los Morros, “a fin de identificar, por los medios necesarios, el cadáver de la persona fallecida”. . . Y mientras en el lugar del suceso la Seguridad montaba la farsa descrita, en Caracas Pedro Estrada, con ese cinismo que caracterizaba al régimen dictatorial, publicaba en la prensa diaria el breve comunicado aludido anteriormente, desvirtuando completamente los hechos y pretendiendo hacer ver que había ocurrido en un encuentro armado entre Pinto Salinas y una brigada del mencionado cuerpo represivo. En forma tan burda la Seguridad pretendía ocultar la verdad de tan monstruoso crimen.

Última morada

     Pinto Salinas fue sepultado en el cementerio de San Juan de Los Morros, en la misma fosa que la dictadura había reservado para Alberto Carnevali, fallecido 22 días antes en un camastro carcelario de la Penitenciaría General de Venezuela, y trasladado finalmente su cadáver a la ciudad de Mérida al día siguiente de su muerte. Durante seis años permanecieron los restos de Pinto Salinas en tierras de Guárico, hasta que fueron trasladados al Cementerio General del Sur, en la fecha aniversaria del 11 de junio de 1959, en la cual también sus compañeros de partido le erigieron un monumento a su memoria, en el propio sitio de su asesinato. Allí, la lápida de mármol recoge unas palabras mías: “Antonio Pinto Salinas, poeta de la ternura infinita, habría de escribir con su propia sangre, en la hora suprema de su sacrificio, el poema perenne de la rebeldía”.

     Hemos querido recoger este relato como un testimonio de uno de los crímenes más sombríos que pesan sobre la conciencia de los hombres que escarnecieron el gentilicio venezolano durante una década de oprobio y dictadura. El asesinato de Pinto Salinas, como el de muchos otros venezolanos sacrificados cobardemente por la tiranía, debe tener para las generaciones del presente y del porvenir ̶ ya lo hemos dicho otras veces ̶ el categórico acento de una irrenunciable determinación cívica de impedir por siempre el ominoso retorno a nuestra tierra, de regímenes signados por la barbarie y la opresión.

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