Isla del Burro
Historia, geografía y leyenda de la isla en la cual 300 hombres acumulan más de 3 mil años con las penas a que han sido condenados. El único que ha podido escapar de esta prisión fue el hampón “Petróleo Crudo”, que lo hizo poco antes del derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita.
Por Cirilo Montes Zúñiga
“La Isla del Burro tiene dos historias y dos etapas. La etapa en la que se convirtió en la “isla de la salvación”, frente al tirano Lope de Aguirre, hace ya más de 4 siglos; y la otra, la que va del tirano Juan Vicente Gómez al mandato del presidente Rómulo Betancourt, cuando la más grande isla del Lago de Valencia se convierte en Colonia para Homosexuales, primero; en Cárcel para hampones, después; luego en Correccional para Menores y, finalmente, en Campo para “condenados a penas de presidio y prisión” por delitos militares. Más de 300 hombres, entre civiles y militares, purgan sentencias en estos momentos en la referida isla (1966).
Queremos advertir que, a lo largo de este reportaje, no nos interesa el acierto o desacierto de las penas impuestas a los que hoy sufren presidio en la Isla del Burro. Carrara dijo que el “delito político no es delito”; y la historia de los pueblos latinoamericanos demuestra que en una u otra forma todos, o casi todos los militares, en este o en pasados siglos, han conspirado contra los gobiernos legal o ilegalmente constituidos.
Y la Historia es Maestra cuyas enseñanzas caen inexorables sobre los que mandan hoy, y mañana pueden caer en desgracia y los que hoy están en desgracia y pueden mandar mañana. El refrán del abuelo, de que los hombres somos como las gallinas, sigue vigente.
Precisa aclarar, como mandato de honestidad, que durante la dictadura del gereral Marcos Pérez Jiménez, la Isla del Burro fue clausurada como lugar de castigos; y que ni el tirano Gómez ni el general Eleazar López Contreras la usaron como presidio para reos políticos o condenados por delitos militares. El presidente Isaías Medina Angarita la utilizó para la reclusión de hampones sin esperanzas de redención, y fue durante su mandato cuando se produjo la hazaña de Cruz Crescencio Mejías, el incorregible “Petróleo Crudo”, el único hombre que a nado se haya fugado de la Isla del Burro, ubicada en el corazón del Lago de Valencia, o Laguna de Tacarigua, tal es el nombre que le daban los naturales der la región.
La otra fuga de prisioneros de la Isla del Burro se produjo el 24 de diciembre de 1963; pero hay rumores insistentes de que los reos no lograron su evasión en calidad de grandes nadadores como lo hiciera el terrible “Petróleo Crudo”. Pero este detalle tampoco importa para el objetivo de este reportaje, siendo la justicia o la injusticia de los hombres lo que se ocupe de aclarar las circunstancias en que abandonaron la Isla del Burro los evadidos de la Noche Buena de 1963.
Leyendas en torno a la isla
Así como la Isla del Burro tiene dos etapas y dos historias, también tiene dos leyendas: la leyenda de los encantamientos y los romances y la leyenda del mal, de la política y del terror. Aquella cuenta que para 1700, los nativos de la región cuando iban a emprender una caminata, tomaban antes agua de la isla del Burro, con la cual se aseguraban una infatigable resistencia para sus jornadas. Agrega la olvidada y casi desconocida leyenda que las mujeres nativas prolongaban su juventud bañándose en el Lago en noches de Luna Plena, pero permaneciendo de pie con el agua hasta la altura de los senos y las manos hacia el cielo, mientras un burro hacía oír su rebuzno de la media noche. Pereciera que, con aquel acto, se le diese al tiempo una orden de detenerse para que la mujer volviese a comenzar su vida.
La leyenda del terror arranca en los tiempos de Juan Vicente Gómez y degenera en chismorroteo callejero. En la Isla del Burro, por la noche, se escuchan disparos de fusil, luego lamentos de prisioneros a quienes se está ejecutando. Los Viernes Santos, tristes y arrepentidos, ancianos caimanes salen del lago y ya en tierra se tienden panza arriba implorando perdones al cielo por los prisioneros que devoraron, al lanzarse al agua para recuperar su libertad. A estos “díceres y decires”, se mezcla la especie de que el gobierno actual ha depositado en las aguas del Lago de Valencia más de 100 caimanes con el objeto de que devoren a quienes intenten reconquistar su libertad. Pero esto, estamos seguros, no pasa de ser una truculencia de los enemigos del gobierno.
Cruz Crescencio Mejías, el incorregible “Petróleo Crudo”, fue el único hombre que, a nado, se fugó de la Isla del Burro.
Las dos etapas históricas
La auténtica realidad histórica es que la Isla del Burro fue refugio de salvación y tierra de esperanza. Frente a la isla, hundidas las botas en las aguas fangosas del Lago de Valencia, estático en la orilla, miedoso de seguir adelante, el tirano Lope de Aguirre tuvo que frenar sus instintos criminales, impotente para dar alcance a las naves en las cuales huían de sus garras las autoridades y la población de la recién fundada Ciudad de Valencia. El cargamento humano se refugió en la Isla del Burro y en otras islas, mientras el tirano saqueaba y sembraba la desolación en la ciudad valenciana.
Escritores como Oviedo Zea, Baralt y Codazzi, consignan en sus obras este éxodo hacia la Isla del Burro. Apenas habían transcurrido –dicen– 6 años de su fundación, cuando la ciudad de Valencia fue invadida en 1561 por Lope de Aguirre, tristemente célebre por sus inauditos crímenes, quien después de navegar once meses por el rio Amazonas descendió del Perú y tras haber cometido horrores de todo linaje en la Isla de Margarita, pasó a Borburata y luego a Valencia, cuyos habitantes abandonaron el poblado, refugiándose en las islas del lago de Tacarigua, especialmente en la Isla del Burro, sin dejar al tirano y sus hordas ninguna embarcación a la orilla del lago. Este hecho histórico que eleva a la Isla del Burro a la categoría de Isla de la Vida y la Libertad, está registrado en “Apuntes Estadísticos del Estado Carabobo, formados de orden del ilustre americano general Antonio Guzmán Blanco, presidente de la República”, edición oficial de 1875.
La otra etapa de la Isla del Burro se inicia con Juan Vicente Gómez. Es la etapa del bochorno, la que por una jugada caprichosa le arranca a la Isla del Burro su sitial de gloria. Pero Gómez no la convierte en penal propiamente dicho, sino en Colonia, a la cual envía, en sus primeros años, a los hampones extremadamente peligrosos, ya que al final de su mandato no quedan ni ladrones, ni hampones, ni oposición política activa. El país se ha sumido en una calma que parece eterna, mientras la Isla del Burro, aparentemente, se ha quedado sin delincuentes. A la muerte de Juan Vicente, la isla es objeto de algunos trabajos y reparaciones. El nuevo gobierno intenta convertirla en un penal político, pero los amigos del Presidente lo convencen de que la medida podría resultar negativa.
La fuga de Petróleo Crudo
Al asumir el mando el general Isaías Medina Angarita, la Isla del Burro sigue con su status de Colonia para delincuentes Incorregibles. Es bajo este gobierno que se produce la sensacional fuga de Cruz Crescencio Mejías, alias “Petróleo Crudo”, posiblemente el más peligroso, incorregible e inteligente hampón que haya producido el bajo mundo venezolano.
La fuga de “Petróleo Crudo” fue recogida por los reporteros de aquellos años y llevada a los diarios con caracteres extraordinarios. Desde el presidente de la República hasta el peón del Aseo Urbano, leían y comentaban la hazaña del delincuente, quien aprovechó el impacto de su evasión para conmover a las autoridades y a la opinión pública con una promesa de redención, siempre y cuando las autoridades y la sociedad después de perdonarlo, le permitieran su antiguo puesto de ciudadano honesto en la colmena humana caraqueña.
El llamado al perdón lanzado por “Petróleo Crudo”, causó efectos en el propio general Medina Angarita. El perdón fue concedido. “Petróleo Crudo” salió de su escondite para reincorporarse a la vida del ciudadano normal. Como despedida y epílogo a su vida, los reporteros agregaron nuevos detalles a la forma en que el ahora redimido hampón se había fugado de la Isla del Burro. Fue el acto de un hombre macho, sempiterno amigo de lo ajeno e irredento amante de la libertad. Una mañana dijo a los guardias que desearía tener alas para volar y retornar a Caracas. Un Sargento en tono burlón le dijo: “Mira, “Petróleo Crudo”, ni tienes alas ni puedes volar”. Apenas el Sargento pronunció la última palabra, el delincuente le saltó a la cabeza y de dos golpes lo dejó tendido. Dos guardias se abalanzaron, pero la fiera que “Petróleo Crudo” escondía asomó toda su ferocidad y malicia. Los desarmó y los golpeó hasta dejarlos inconscientes y se echó al agua. De la Isla del Burro pudo llegar a la Cabrera, luego a la otra isla que lleva el nombre de Pan de Azúcar. Finalmente, siempre nadando, “Petróleo Crudo” ganó tierra firme y se refugió en Caracas.
Pero Cruz Crescencio Mejías, el que en un momento de íntima religiosidad o de fatal acto de simulación, clamó perdón para sus pecados, había muerto hacía muchos años. “Petróleo Crudo”, su encarnación aberrada, no pudo resistir las tentaciones de la vida fácil y peligrosa. Sin embargo, prevalido de la generosidad de las autoridades, consiguió un puesto en el Ministerio de Obras Públicas con 14 bolívares diarios, un gran sueldo para su escala en 1942; luego se enamoró locamente de una hermosa muchacha, con quien contrajo matrimonio, a cuya boda enviaron regalos distinguidas personalidades, incluyendo el propio presidente de la República. Seguidamente le nació un hijo y para colmo de alegrías, el hogar recibió un segundo varón. Y con toda su felicidad, Cruz Crescencio Mejías no pudo redimirse. Por las noches, al apagarse las luces, el antiguo “Petróleo Crudo” volvió a sus caminos de robo y de crímenes.
Una noche acompañado de otros dos ladrones, “Petróleo Crudo” se introdujo en el establecimiento de Roberto Levy, llevándose varios fajos de billetes nacionales y extranjeros. Una hora después del robo se hizo presente en un baile de familia, en el cual permaneció hasta el amanecer. La coartada no podía ser más inteligente. Pero la policía, que ya había vuelto sobre sus rastros, vio la marca del fugitivo de la Isla del Burro en el delito cometido. Fue condenado a cuatro años de prisión el 13 de diciembre de 1944 por el Juez Segundo de primera Instancia, doctor Hugo Ardila Bustamante. El 1° de diciembre de 1945, a las 8 de la mañana, “Petróleo Crudo” cayó herido de 2 balazos que a quema ropa le hiciera con un revólver calibre 38 el guardia Manuel Cadenas Lobos, agente con chapa número 350, de servicio en la Cárcel Modelo.
Antes de caer, “Petróleo Crudo” manoteó con sus largos brazos en el aire, como nadando, en un intento de coger a su matador. Murió recordando, posiblemente, su hazaña de la isla del Burro y que nadie ha repetido. La mañana de su muerte, como aquella mañana memorable de su fuga, “Petróleo Crudo” amaneció sediento de libertad. Manuel Cadenas Lobos le ordenó que entrase a la celda, pero antes que obedecer Petróleo Crudo se le fue encima, como una fiera. El guardia le hizo 4 disparos, 2 de los cuales lo condujeron a la Isla de la muerte, en el Lago de la Nada.
Uno de los hijos de “Petróleo Crudo”, al parecer honesto trabajador, viajaba en días pasados hacia Valencia, para luego visitar por primera vez la Isla del Burro, a la cual está unido el nombre de su padre, y en donde actualmente cumplen penas largas unos 300 hombres entre civiles y militares.
Bajo el gobierno del presidente Rómulo Betancourt, la Isla del Burro se convirtió en un penal para los reos condenados por sublevación contra el gobierno nacional.
Después de la muerte de Medina
El presidente Medina Angarita fue derrocado 17 días después de la muerte de “Petróleo Crudo”. Bajo el mandato del general Medina, la Isla del Burro se convirtió, principalmente, en Colonia para homosexuales. En una época hubo más de 200 reclusos de esta especie de hombres, cuyas vidas transcurrían en un devenir de hechos muy pintorescos. Por ejemplo, los domingos, los homosexuales organizaban partidos de beisbol. Una de las novenas se llamaba “Las Nenas de Caracas” y la otra “Las Malucas Maracuchas”. Una dama que en aquellos tiempos visitó la Isla del Burro, atendiendo la invitación que le hiciera un cuñado suyo, que a la sazón era el director de la Colonia, nos cuenta que ella presenció uno de aquellos partidos de pelota, los cuales se realizaban después que las novenas contendoras, debidamente uniformadas, realizaban un desfile que iba presidido por la “Reina”, un homosexual que con una guirnalda de flores en la cabeza y debidamente maquillado, era llevado por 4 de sus compañeros en una especie de litera.
A la caída del general Medina, la Junta Revolucionaria de Gobierno, cedió la Isla del Burro para un Correccional de Menores, al parecer a cargo del Consejo Venezolano del Niño, establecimiento que luego fue abandonado por razones que no hemos podido aclarar. Bajo la dictadura de Pérez Jiménez, como ya hemos dicho, la Isla del Burro fue olvidada. No se la utilizó ni como Correccional, ni como Colonia ni como Prisión. Se sabe que estuvo vigilada por la Seguridad Nacional, y hay quienes aseguran que Pedro Estrada hacia preparativos para rehabilitarla y convertirla en una prisión para reos enemigos del régimen, cuando se produjo la caída de la dictadura. Durante el mandato de Pérez Jiménez se realizaron serios estudios en relación con la geografía, aspectos fluviales y geólogos del Lago de Valencia y de sus 22 islas, incluida la Isla del Burro.
Conversión en penal militar
Bajo el gobierno del presidente Rómulo Betancourt, después de haber sido refaccionada, mediante trabajos realizados por el Ministerio de Obras Públicas, la Isla del Burro se convierte en Penal para los reos condenados por sublevación contra el Gobierno Nacional.
El acuerdo que declara su apertura está publicado en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela, número 27.263, de fecha viernes 4 de octubre de 1963, y textualmente dice: “República de Venezuela, Ministerio de Justicia, Dirección de prisiones, Número 647, Caracas 4 de octubre de 1963, 154° y 105°. Resuelto: Por disposición del ciudadano Presidente de la República y de conformidad con los artículos 1° y 3° de la Ley de Régimen Penitenciario y 29, atribución 5° del Estatuto Orgánico de Ministerios, considerando que las instalaciones de la Isla de Tacarigua, luego de refaccionadas, disponen de capacidad y servicios para recluir en ella a los condenados a penas de presidio y prisión, se habilita dicho establecimiento a los efectos previstos en los artículos 12 y 14 del Código Penal y 408 del Código de Justicia Militar. Comuníquese y publíquese, el Ministro de Justicia, Ezequiel Monsalve Casado”.
La resolución está errada, pues crea un penal en una Isla de Tacarigua que no existe ni ha existido nunca, que no mencionan ni los geógrafos de la Colonia ni los modernos. El geógrafo Agustín Codazzi –y todos los que en Venezuela se han ocupado de la geografía–, dice al iniciar su descripción de la región, lo siguiente: “El Lago de Valencia, llamado antiguamente por los indígenas Tacarigua, está a 432 metros sobre el nivel del mar y la parte más baja a 333”. Luego señalan las otras características del lago, mencionando sus 22 riachuelos y 22 islas, incluyendo la Isla del Burro, pero sin que aparezca entre las mismas una que se denomine Isla de Tacarigua. ¿De dónde sacó el gobierno esa llamada Isla de Tacarigua a que alude la resolución? Hay que corregir, en bien de la realidad geográfica e histórica, ese error. No hay tal Isla de Tacarigua, sino un Lago de Valencia que los indios llamaban Lago o Laguna de Tacarigua. La isla a que quiso referirse la resolución, es la propia Isla del Burro.
la Isla del Burro tiene dos etapas y dos historias, también tiene dos leyendas: la leyenda de los encantamientos y los romances y la leyenda del mal, de la política y del terror.
Geografía de la isla
La Isla del Burro es la más grande de las 22 islas que tiene el Lago de Valencia. Le siguen la de La Culebra, que tiene media legua de extensión; las de Caiquire y Otama, de una milla cada una; Chambergue, más pequeña que las anteriores, pero notable por su altura, pues forma un peñasco con dos cimas que se levantan 63 metros y medio sobre la superficie del agua. Menos de media milla tienen las islas de Brujita, Cura, Horno y Zorro; y algunos centenares de metros tiene Cabo Blanco, Vagre, Araguato, Pan de Azúcar, Frayle, Cucaracha, Hormiga y Cotúa y, por último, la peña que queda frente a La Cabrera. Mencionaremos, por su singularidad, la hermosa laja que se levanta sobre un fondo de granito, entre el Morro de Guacara y el Islote de Cabo Blanco, cerca de 2 varas sobre la superficie de agua, casi perpendicular, en forma de una gran masa cuadrada, perfectamente lisa y de un espesor de más de 2 pies, pudiendo considerársele como un Nilómetro natural, al cual sólo falta marcar los pies y pulgadas para que indique exactamente el aumento, o más bien la disminución anual del lago.
Otros datos muy interesantes que encontramos en los archivos oficiales sobre el lago de Valencia y la Isla del Burro, son los siguientes: “Como el terreno que rodea al lago es sumamente plano y liso, resulta que la disminución de algunas pulgadas en el nivel del agua deja en seco un vasto trecho del suelo cubierto de limo fértil y de despojos orgánicos. A medida que el lago se retira, los labradores adelantan hacia el nuevo borde, y a la retirada progresiva de las aguas se deben las hermosas y ricas campiñas de San Joaquín, Guacara, los Guayos, Valencia, Güigüe, Magdaleno, Santa Cruz, Cagua y Maracay, plantadas de tabaco, caña dulce, café, cacao, algodón, maíz, plátanos y toda especie de verduras y frutas. La profundidad media es de 13 brazas y los sitios más profundos de 37 brazas”. El lector debe tener presente que los detalles que le hemos suministrado entrecomillas, corresponden a una realidad que vieron los geógrafos y que fueron compilados por Guzmán Blanco en 1875.
Enfermedades de la isla
Aun cuando el paisaje y ciertos elementos de la naturaleza brinden a la Isla del Burro todas las apariencias de un sitio normal y agradable, la verdad parece ser lo contrario. Se quejan los presos de sufrir de diarrea permanente, mientras por otro lado hay quejas de que una comezón desesperante ataca a los recluidos. Lo primero sería explicable por el agua, la cual parece que es llevada de Valencia, ya que la del lago no resultaría propicia para el consumo de bebida y ni para uso exterior del cuerpo humano en partes delicadas. Lo señores Boussault y Rivero, examinaron el agua del Lago de Valencia y encontraron que tenía Uno por Dos mil (1 x 2.000), de carbonato de sosa y de magnesia, de muriato de sosa y de sulfato y carbonato de cal. Este resultado de laboratorio dice la verdad sobre la calidad del agua.
La picazón desesperante la atribuyeron los estudiosos del Lago de Valencia y de la isla del Burro, al polvillo que despiden los millones de caracoles al faltarles la humedad del agua y los cuales quedan expuestos a los abrasadores rayos solares, así que las tierras quedan sin agua. Para un conocimiento más directo de este problema, transcribimos lo que al respecto dice un geógrafo: “los terrenos de los contornos del Lago que han ido desocupando las aguas, están llenos de caracoles blancos, que casi no dejan ver otra especie de tierra que sus despojos, cuyo polvo pica tan fuertemente que hace el efecto de los pelitos de la picapica, y hay fundados motivos para opinar que no provenga de la concha de los caracoles, sino más bien del insecto que habita en dichas conchas, el cual, una vez que le falta la humedad del agua del Lago en el que ha vivido, debe morir y reducido a polvo imperceptible puede ser la causa de la gran picazón cuando las infinitas partículas llegan a la piel del hombre. Este polvillo, con el viento, llega hasta las islas, incluyendo la Isla del Diablo”.
Cómo es la isla
De Caracas a la orilla del Lago de Valencia, se toman en automóvil tres horas aproximadamente. Luego hay que tomar una chalana que mide unos 50 metros por 25. La nave se desliza por las aguas del lago y en unos 15 minutos pisamos tierra de la Isla del Burro. Aquí huele a tristeza. La libertad del hombre, aun cuando se la embalsame, se descompone y su olor penetrante e indescriptible cae al corazón y no al olfato. Aquí está el primer contingente armado: militares, marinos, hombres de la aviación y de la FAC, civiles en servicio, paracaidistas, etc., todos armados, los más con metralletas. Sigue una caminata de unos 1.200 metros, para luego los hombres visitantes entrar a un cuarto y a otro las mujeres. La requisa es una requisa de verdad. Seguidamente el encuentro con los detenidos.
Los militares presos están en unas celdas y los civiles en unos galpones. El calor es sofocante, no obstante que la Isla del Burro es rica en vegetación. La vigilancia ha aumentad después de la fuga del grupo que se escapó la Noche Buena, entre quienes se encuentra el Mayor Manuel Azuaje Ortega y el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva, este último cabecilla de la rebelión de Puerto Cabello, cuyo saldo trágico se eleva, según cálculos, a unos mil muertos. En realidad, la Isla del Burro, con toda su electrificación moderna, es un cautiverio triste.
El costo de sus instalaciones llega a los 29 millones de bolívares y los hombres presos, condenados todos a penas que fluctúan entre 5 y 25 años, acumulan más de 3 mil años de “vida muerta”, pues los cautivos pasan de los 300, entre militares, universitarios, periodistas, parlamentarios y trabajadores.
Las instalaciones de seguridad de la isla del Burro incluyen alambrado de púa, galpones con servicios sanitarios y a cada 50 metros hay garitas con dos militares armados de metralletas. En cada puesto de vigilancia hay 3 reflectores de alta potencia para iluminar una distancia de 100 metros. La mayor inversión que aquí se ha hecho es la instalación de foto-electrificación de las cercas que rodean el penal. Esta instalación es carísima y curiosa y consiste en unas campanitas colocadas a 10 metros de distancia la una de la otra. A las 5 de la tarde, tras los silbatos que ordenan que cada preso entre en su cárcel para no volver a salir, la corriente eléctrica del sistema entra en funcionamiento. Ello quiere decir que, si una persona se aproxima a las campanitas, el sistema de alarma comienza a funcionar y la cerca toda mantiene una corriente capaz de carbonizar y reducir a cenizas a todo ser viviente que la toque”.
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