La muerte de Ugarte Pelayo
Alirio José Ugarte Pelayo, líder político del partido Unión Republicana Democrática (URD).
“Alirio Ugarte Pelayo* había estado reunido la noche anterior hasta después de la una y media de la madrugada, hablando sobre la fundación del nuevo partido político Movimiento Demócrata Independiente. Alirio vacilaba un poco. Prefería mantenerse independiente, como lo había anunciado, pero sus amigos le decían que la formación de un grupo definido era necesario.
La noche del miércoles había discutido eso con sus amigos, una vez más. Caridad Sperandio, su esposa, con la cual se casó en 1949, lo notaba cansado y le decía: “Alirio, te estás fatigando demasiado. Debes dormir un poco”.
Pero a Alirio, desde antes del 26 de abril que fue cuando los suspendieron en URD por 16 votos contra 12, no podía dormir tranquilo. Se mantenía despierto con pastillas de Bellergal y con café.
El jueves 16 de mayo de 1966, los reporteros que acudieron a la residencia de Alirio Ugarte Pelayo para dar cobertura a la rueda de prensa en la que anunciaría el lanzamiento de un nuevo partido político (Movimiento Demócrata Independiente), se vieron obligados a cambiar la razón de la pauta periodística, de política a sucesos. Estando todos reunidos en su casa, y solo a minutos de comenzar la presentación, se escuchó un disparó.
El dirigente político de 43 años de edad, fue hallado en la biblioteca de su casa (Quinta Claudelí) de la urbanización Los Chorros, en Caracas, con un disparo de revólver en la sien derecha y debió ser trasladado de emergencia a la Clínica Avila, de Altamira, donde falleció cuando era atendido en el quirófano.
Aunque la Policía Técnica Judicial (PTJ) determinó que se trató de un suicidio, muchas fueron las especulaciones que se ventilaron en torno a la posibilidad de un asesinato, por las circuntancias que rodearon la rutina del político que por esos días, ya que fue suspendido de actividad de militancia en el partido Unión Republicana Democrática (URD), por serias diferencias con el máximo dirigente de esa tolda, Jóvito Villalba, quien se negaba a no aceptar que lo retaran en la nominación de la candidatura presidencial para las elecciones de 1968.
Un par de semanas después de la desaparición física de Ugarte Pelayo, en la edición del 18 de junio de 1966 de la revista Élite, el periodista Félix Hache analizó los diferentes escenarios que rodearon la muerte del joven dirigente político.
Suicidio premeditado
En el trágico epílogo de la vida del Dr. Alirio Ugarte Pelayo conmovió a la nación y dará tema por mucho tiempo a los comentarios políticos. Todo lo que se diga para explicar el drama del joven y relevante líder quedará en el aire, sin bases documentales. No obstante, a los pocos días de su muerte ya corrían por la calle multitud de versiones, muchas de ellas montadas sobre aparentes bases lógicas. Aquí recogemos, con difícil objetividad, las que nos han parecido más verosímiles. Las otras, por descabelladas, no son de tomarse en cuenta.
Los amigos se disputaban el honor póstumo de cargar sobre sus hombros los restos de Alirio
Alirio quiso romper con el estilo político imperante y esto lo llevó a ubicarse en la peculiar posición de hacerse líder y factor de una concordia que acercara a ciertos sectores políticos, afines o no. La recepción que dio a comienzos de año en su residencia de Los Chorros, a la cual fueron invitados personeros de todas las gamas partidistas ̶ desde el perejimenizmo hasta la extrema izquierda ̶ y de las llamadas fuerzas vivas, es una prueba de esa intención cordial. Que aquella cromática recepción fue hecha con fines políticos no cabe la menor duda, pero esos fines fueron honestos y respetables. No lo interpretaron así los tercerones de Jóvito, quienes dieron la voz de alerta. “¡Alirio tiene aspiraciones presidenciales!”. Tácitamente fueron ellos los que lanzaron así, sin proponérselo, el nombre de Alirio sobre el tapete de los candidatos presidenciales. Ya para ese entonces el doctor Ugarte Pelayo era un político presidenciable. Y es de advertir que en este país son muchos los candidatos presidenciales. Un hombre de su brillo intelectual, hábil expositor que a su facilidad de palabra unía cierta emoción, bastante sinceridad y un poco común don de gentes, fue convertido, sin su anuencia, en un potencial candidato a la Presidencia de la República. Su interés por la concordia, paradójicamente, le ganó la animadversión de algunos dirigentes de su propio partido.
En URD se le ha rendido un permanente culto a la personalidad de Jóvito Villalba ̶ culto en el que participó el propio Alirio sin reservas y con una sinceridad que no convenció a los tercerones del Maestro ̶, quien jamás admitió a su lado a segundos que pudieran opacarlo. Esta cualidad de Jóvito la prueban hechos históricos tales como su salida voluntaria del PDN, cuando Rómulo Betancourt se ganó en la clandestinidad el puesto de jefe indiscutible del partido, y el mutis que hicieron los fundadores de URD ̶ Elías Toro, Isaac Pardo, Mariano Picón Salas, Inocente Palacios ̶, hombres de fuerte personalidad que no podían tolerar a un jefe único y vitalicio dentro de una organización democrática.
No se ha comprobado que el doctor Ugarte Pelayo moviera resorte alguno, ni dentro ni fuera de URD, en favor de su pre-candidatura presidencial, actitud que, de haberla asumido, hubiera sido perfectamente lícita. La campaña que contra él desataron los tercerones de Villalba, movidos por el celo y con un encono igual al de un monárquico en venganza de una lesa majestad, tuvo su culminación con el pase del líder al Tribunal Disciplinario y su posterior salida de URD. Esta crisis fue observada paso a paso, por medio de la prensa y la televisión, en las voces de sus principales protagonistas, por el pueblo venezolano. Jóvito y Alirio expusieron sus razones con un lenguaje de altura. El Dr. Ugarte Pelayo fue más lejos aun y en cada una de sus intervenciones, casi con humildad, además de exponer sus conceptos, elogio e hizo protestas de amistad y respeto hacia el Maestro, con lo cual dio un ejemplo de tolerancia y de convivencia. Durante esos sucesos Alirio fue la imagen clásica del político sereno y seguro de sí mismo, reflexivo y desapasionado, pero firme. Nunca como en esos días se ganó A. U. P. tantos adeptos al exhibir sus dos relevantes personalidades: la humana y la política. Pero el Maestro se salió del marco de la altura política y el lunes, tres días antes del suicidio, en la casa distrital urredista, desató un lenguaje del más puro y feroz canibalismo político. Los insultos fueron publicados el martes, a toda página, en casi todos los diarios. Desde acusarlo de estar en combinación con “lo más podrido del perejimenizmo”, hasta presentarlo como mezquino personaje al asumir una actitud anti-adeca por haber sido vetado para el cargo de Ministro del Trabajo por el Presidente Leoni, pasando por el señalamiento de pretéritos errores políticos, el Dr. Villalba lo escarneció sin compasión.
Poco antes de comenzar la rueda de prensa que había convocado en su casa, para anunciar la fundación de un nuevo partido político, Alirio Ugarte Pelayo se quitó la vida disparándose un tiro de revólver en la sien derecha
¿Hasta qué punto rompieron el equilibrio emocional de Alirio los insultos de Jóvito, a quien él dio inequívocas muestras de respeto y aprecio, aun en lo más agudo de la crisis que los distanció? El doctor Ugarte Pelayo nunca fue, ni personal ni políticamente, un hombre de combate. Era idealista y poeta, de temperamento amable, cariñoso, pródigo en actitudes afectuosas. Contaba con amigos verdaderos aun dentro de los sectores antagónicos a él. La crisis partidista de la que fue eje, quizá contra su voluntad, le crearon compromisos que no buscó. En torno a su persona se Produjo un reajuste político y de opinión de alcances y trascendencia nacionales que lo envolvió en inesperadas responsabilidades. Posiblemente su mayor problema fue el de violentar su pensamiento y sus propios planes al verse obligado a establecer una nueva fracción política, él, que no propiciaba el fraccionamiento del país político y sí una reagrupación de voluntades.
El miércoles fue un día decisivo. Perdido su equilibrio emocional optó por el suicidio, una solución romántica trascendente. Preparó la escena y una rueda de prensa para que el impacto fuera mayor. Hombre de muchas luces, se abstuvo de dejar un testamento o algún otro documento que disminuiría la repercusión de su voluntario sacrificio.
Esta es una de las versiones, pero alrededor de ella surgen dudas. Alirio no era rencoroso y sabía que un acto suicida repercutiría con fuerza destructora en URD. Para un hombre de su inteligencia, de sus recursos y de su serenidad, no era admisible como móvil la venganza y menos a costa de su propia vida. ¿Hizo presa de él el desaliento al no sentirse capaz de usar las armas del insulto y la diatriba para defenderse y atacar y optó por hacer un mutis definitivo? No lo creemos. Ugarte Pelayo ̶ lo dijo poco antes de morir al responder a un periodista que requirió su opinión sobre los ataques personales de que era objeto ̶ conceptuaba los insultos a él dirigidos como dañinos para quien los profería.
Lo cierto es que el suicidio de Alirio Ugarte Pelayo, pese a la ausencia de un documento escrito o hablado, es un desgarrador mensaje político lanzado a una Venezuela que se debate en menudas y estériles pugnas y, sin que esto haya sido su postrera intención, el rostro de quienes lo escarnecieron y no creyeron en su desprendimiento, en su sinceridad, en su bondad.
El chantaje
Otra versión es la del chantaje y ella gira en torno a la última llamada telefónica que recibió Alirio, minutos antes de dispararse un revólver en el parietal. El líder, mental y moralmente golpeado durante más de 20 días y ya al borde de una crisis nerviosa debido a las presiones a que lo sometieron los sucesos que venían desarrollándose, teniéndolo a él como eje, habló por teléfono y después se mató. ¿Quién fue el autor de esa llamada? ¿Qué grave noticia le comunicó? ¿Qué amenaza le hizo? Las perspectivas políticas de A. U. P. eran prometedoras. Militantes del que fue su partido y muchos otros adeptos que le llovieron en toda la República, le daban humano caudal para fundar un nuevo y poderoso grupo político. Su presencia en el escenario político, sin las trabas egoístas y mezquinas que trataron de frenar su ascenso, modificaba varios aspectos del panorama partidista y lesionaba intereses. Su estilo era nuevo, avasallante y amenazaba con provocar cambios en las combinaciones presentes y en las estructuras futuras del país. Nada tuvo de extraño que quienes ya lo combatían y los que se aprestaban a combatirlo con el uso de desleales armas, tales como el insulto y el infundio, hayan apelado al chantaje para detenerlo en sus propósitos. Pero, ¿qué cosa tan extraordinariamente grave e indestructible esgrimieron para cometer el chantaje? Alirio tuvo deslices y errores políticos, como los han tenido todos los actuales dirigentes políticos, y para esos errores tuvo justificación. No hubo programa televisado al que él asistiera en el que, cual disco rayado, dejaran de preguntarle: ¿Cómo explica usted su actuación como director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores y como Gobernador de Monagas durante el régimen dictatorial? Su respuesta llena de lógica sonaba también como disco rayado. De tal manera que hay que descartar, como arma chantajista, algo que se relacione con su actuación política entre 1948 y 1952. ¿Apareció algún documento que sobre el infundio de los cuarenta millones de bolívares que oscuras fuerzas políticas nunca nombradas por sus nombres y apellidos, le ofrecieron para su presunta campaña presidencial? Tal hipótesis es increíble. Si ese documento existiera sus enemigos lo hubieran hecho público sin tener la delicadeza de participárselo; es más, lo hubieran publicado aun después de muerto. Alirio, quien si antes, vivo, fue un formidable adversario, ahora, después de muerto, es una gigantesca sombra acusadora para unos cuantos y una luz orientadora para muchos.
Es difícil admitir el chantaje como factor determinante del suicidio de A.U.P. Si esa llamada telefónica fue la última gota que desbordó el vaso de su emotividad y lo impulsó a accionar el gatillo, por el hilo telefónico no vino una amenaza ni un chantaje, sino cualquiera otra de esas noticias que sí eran capaces de conmoverlo, como, por ejemplo: la defección de un amigo o un nuevo rastrero ataque de quienes unos días antes figuraron en la, para él muy respetable, lista de sus afectos.
En el trágico epílogo de la vida del Dr. Alirio Ugarte Pelayo conmovió a la nación y dará tema por mucho tiempo a los comentarios políticos
Decepciones
El Dr. Ugarte Pelayo renunció a la vida, a n hermoso hogar y a un porvenir político que era francamente prometedor. Las banderas de la angustia y de la esperanza de muchos venezolanos estaban en sus manos y prueba de ello fueron los ojos, anegados en llanto, de las humildes gentes que, en apretada multitud, acudieron a su imponente cortejo fúnebre. Su inteligencia fue un desafío a los intrigantes de la política, a los que no juegan limpio. Fue un hombre de gran sensibilidad ̶ amaba el arte, la poesía y todas las cosas hermosas ̶, cuyo estilo era la cordialidad, el culto a la amistad. Tenía amigos, muchos amigos en todos los partidos políticos. Quizás fue esta personal característica suya lo que indujo a sus pequeños y mezquinos detractores a sospechar que Alirio buscaba contacto con líderes de otros sectores con fines personalistas. La dispersión ideológica y la inquina personal han contribuido a la fragmentación de nuestro mosaico político. Esto lo sabía Alirio y por eso trató y buscó un acercamiento con dirigentes de otras toldas, con el generoso deseo de superar el más grave problema político de este país: la desunión. Ese signo amistoso de su personalidad humana y política le ganó sinceros afectos y muchos adeptos. Es muy posible que durante y después de la crisis que produjo su salida de URD, algunos de esos amigos, dirigentes de otros partidos, le hayan prometido formal e informalmente apoyo para su futuro político, pero luego, después de hacer sus cálculos, desistieron por temor a verse desplazados de sus posiciones de comando por la descollante personalidad de A.U. P., lo que sin duda hubiera ocurrido a corto plazo, tal como sucedió en URD. Es un signo fatal de este país el que sus dirigentes, casi todos, se crean predestinados a misiones salvadoras exclusivas. De ahí el celo que en ellos provocan hombres de las dimensiones de Ugarte Pelayo, capaces de lograr amplios objetivos.
Poco importaba el contingente humano que Alirio pudiera aportar a una organización política ya existente, además de su caudal ideológico, si su talla de líder estaba llamada a opacar a los viejos ductores. A. U. P. no se mostró, en principio, dispuesto a fundar un nuevo grupo político. Consideraba el fraccionalismo como negativo para el movimiento democrático y por tal razón hubiera preferido sumarse a un partido ya existente a agruparse en una nueva fracción. ¿Qué le hizo dar marcha atrás en ese propósito? Los urredistas que espontáneamente lo siguieron a su salida del partido fueron muchos, varios millares, entre ellos centenares de dirigentes, mayores y menores, que con él tenían frecuente o diario contacto. Es de presumir la influencia que este hecho ha debido ejercer sobre sus intenciones. ¿Le creó esta situación una sensación de frustración, que se añadió a las desazones que en todo ser humano se producen al ser víctima de una injusticia y encima ser agredido con encono? ¿Se vio metido en un atolladero sin salida en el que por un lado corría el riesgo de contradecir sus manifestaciones públicas sobre el fraccionalismo político, así éste fuera honorable y justificado, y por el otro su conciencia de hombre bondadoso le reclamaba no defraudar a sus espontáneos seguidores? ¿Qué camino seguir? Quizás A.U. P., en medio de las intensas presiones a que estaba sometido, perdiera su ponderado discernimiento y no viera otra salida que la heroica del propio y voluntario sacrificio.
Complejo de cuna y frustración
Es otra de las versiones. Tiene facetas científicas y tendría que ser explicada por un psiquiatra, pero para los que conocían al Dr. Ugarte Pelayo es inadmisible. El origen, en nuestro país, no es traba que impida a nadie surgir en cualquier actividad. Más aun, cuando el nivel de una cuna sin apellidos, pasando por una adopción de terceros, se llega a escalar las altas posiciones que desde muy joven tuvo Alirio, lejos de ser un baldón ello constituye un mérito y es motivo de admiración. Ugarte Pelayo jamás ocultó su origen y no se avergonzaba de él. Sin amargura, con su característica generosidad, alguna vez narró a los periodistas las alternativas de su infancia y se refirió con respeto y amor a sus padres naturales y a los adoptivos que le dieron sus apellidos. Allí está, para probarlo, la gran entrevista que le hizo Élite en febrero de este año, en la cual Alirio contó, con lujo de detalles, la historia de su nacimiento. En la misma oportunidad se quejó de ser un hombre que provocaba controversias sin él proponérselo. Sus más diáfanas actitudes eran interpretadas caprichosamente y, muy frecuentemente, en sentido diametralmente opuesto a lo que él se proponía. Ciertamente que no le fue fácil obtener lo que otros tuvieron y tienen como llovido del cielo.
Supo vencer obstáculos y convencer a sus adversarios. Su voluntad de vencer ha debido desarrollar en él una disciplina como muy pocas y adquirir un adecuado sentido de su proyección personal y política en el destino de su país. Su emotividad de poeta ̶ “soy un poeta frustrado”, declaró en una entrevista a un reportero ̶ fue superada por su brillante inteligencia de político y logró así un equilibrio entre lo idealista y lo práctico. ¿Dónde está entonces su frustración? Alirio se propuso una meta difícil y estaba en el camino, lleno de obstáculos, pero con promisoras perspectivas, a recorrer para alcanzarla. Joven, con indudables y brillantes condiciones de dirigente, con densos conceptos sobre una realidad nacional imperante y otra por alcanzar, con ideas muy claras sobre los problemas nacionales, con un apoyo que nació espontáneo en diversos sectores y, por último, con una natural inclinación a sumar y multiplicar y no a sustraer y a dividir, tenía ante sí un panorama como para sentirse optimista y no frustrado.
Sean cual fueren los motivos y las causas que impulsaron el suicidio del doctor Alirio Ugarte Pelayo, lo único cierto es que fue una víctima más de esa vorágine política que destruye hombres y vidas, pulveriza prestigios y tiene sumida a Venezuela en un angustioso suspenso”.
FUENTES CONSULTADAS
-
Elite. Caracas, 28 de mayo de 1966
-
Elite. Caracas, 18 de junio de 1966
* Alirio José Ugarte Pelayo, líder político del partido Unión Republicana Democrática (URD). Nacido en la Hacienda Palmira, cerca de Anzoátegui, población del estado Lara, Alirio era hijo natural del general José Rafael Gabaldón y de Romelia Tamayo Anzola, pero que tuvo como padres adoptivos a Luis Horacio Ugarte y Hercilia Pelayo, ambos de Guanare y compadres de Gabaldón.
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