3.000 hits logrados por Miguel Cabrera
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Desde la Cámara de Caracas celebramos los 3.000 hits logrados por el deportista venezolano Miguel Cabrera.
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La edición del primero de abril de 1921 comenzó, en su página 1013, con “La situación actual” donde se informó que la realidad comercial y mercantil reseñada en boletines anteriores no había variado. Asimismo, se incluyó “Acerca del Comité de arbitraje y la lista de arbitradores de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos de América” (Pp. 1013-1014). Le sigue “Revista mensual de negocios” (Pp. 1014-1015) tomado de una publicación de Nueva York en que se informó la continuación poco fluida de los intercambios comerciales, a excepción de necesidades inmediatas e imperiosas. Aunque, se expresó que se esperaba la normalización debido a que las ventas al detal se estaban equilibrando con los precios al mayor.
De la página 1015 a la 1016 se publicó “Noticias sobre la situación mercantil en Inglaterra”. En este apartado se informó que el contexto económico en este país tendía a mejorar, gracias a la eliminación de algunos impuestos que trababan los negocios, entre otros los porcentajes en las tasas de interés. Le sigue “Examen del mercado para café, cacao y cueros” (Pp. 1016-1017).
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En el mismo se indicó que para el café no había mayores riesgos. En lo que se refiere al cacao se indicó que el mercado era crítico, mientras que con el cuero los pronósticos remitían al deterioro cada vez mayor de sus precios.
De seguida, se dio a conocer “A propósito del puerto internacional propuesto por el señor ministro de Hacienda en la Memoria del año de 1919”. El encargado de su redacción fue H. Pérez Dupuy, quien aseveró que la construcción de un moderno puerto era posible y que estaba en manos del gobierno. Según el autor, Venezuela contaba con recursos como el carbón y el petróleo indispensables como combustible para extender la flota de buques.
En la página 1018 apareció “Información comercial e industrial sobre Mérida”, estructurada por el comerciante merideño Pío Nono Picón. Entre las consideraciones por él vertidas estuvo la cercanía con la estación del ferrocarril de Santa Bárbara del Zulia por medio del cual se trasladaban mercaderías hacia Maracaibo, en especial café. También hizo referencia a los cultivos de caña de azúcar y de trigo en tierras altas, así como que los agricultores hicieron uso racional de los préstamos recibidos.
Entre las páginas 1018 y 1021 se publicó “El licenciado Francisco Aranda”. Se trata de un acápite del libro Tiempo perdido del marqués de Rojas en el que éste destacó tres aspectos de su vida, como lo fueron la de jurisconsulto, hacendista y escritor de cuestiones políticas. Le sigue “Exportaciones para Holanda” (Pp.1021-1022) en que se escribió que grandes cantidades de productos para exportar se encontraban depositados sin vender en los puertos. Sin embargo, desde Holanda se ofrecían mediadores para colocar mercancía en los Países Bajos y Alemania, entre otros.
De la página 1022 a la 1024 se publicó “Del informe del Banco de Venezuela” adonde se muestran datos del segundo semestre de 1920 con cifras y cuadros. El “Convenio celebrado entre la nación y la Corporación del Puerto de La Guaira” apareció entre las páginas 1024 y 1025.
En “Cámara de Comercio Internacional” (Pp. 1025-1026) se reseñó una nota recibida del secretario general de la Cámara de Comercio Internacional. En ella se informó la creación de este organismo para facilitar el comercio y colaborar con la concordia de los países miembros. A continuación, en “El puerto de Baltimore” (P. 1026) G. W. Worsham, resaltó algunas características del segundo importante puerto de Estados Unidos. En otra breve nota, “El mercado azucarero” (Pp. 1026-1027) informó sobre las negociaciones respecto al azúcar cubana.
Entre las páginas 1027 y 1028 se insertó “Condiciones y perspectivas de la agricultura italiana” en el que se presentan un conjunto de datos relacionados con la leve mejoría de las actividades agrícolas en 1920 atinente a las del año anterior. Respecto a la recepción de catorce volúmenes (1920-1921) de los registros comerciales e industriales de British Standard Exporter se informó en “The British Standard Exporter” (P. 1028). Luego se dio a conocer la visita de un técnico quien vino a ofrecer la aplicación de colores de anilina cuya utilidad sería para la tintura de telas, jabones y sombreros en “Un viajero técnico” (P. 1028).
En las páginas finales fue colocada “Sección de Correspondencia” que ofreció información acerca de fabricantes y comerciantes de Ottawa, Nueva York, Jacksonville y Bremen, donde requerían representantes en Venezuela. Se agregó “Cuadros demostrativos de fundos agropecuarios existentes en el estado Miranda” (P. 1029), “Revista del mercado de Puerto Cabello” (Pp.1030-1033), “La cruz roja venezolana” (Pp. 1033-1034), “Cuadro que manifiesta el estado de la deuda de Venezuela en 31 de diciembre de 1920” (Pp. 1033-1035), “Noticias” relacionadas con la producción de petróleo y la deuda, presupuesto y cambio en Alemania” (P. 1035), un cuadro “Tipos de cambio en Caracas sobre el exterior en marzo de 1921”, una petición a comerciantes de Valencia a que se constituyeran en una Cámara de Comercio (P. 1036), dos cuadros referidos a la recepción y posterior exportación de café desde el puerto de Maracaibo (P. 1036) y “Movimiento de valores públicos en la Bolsa de Caracas y en la de Maracaibo durante el mes de marzo de 1921” (P. 1021).
Más boletines
“Para hablar de los hipódromos de Caracas, comencemos por recordar a don Gustavo Sanabria, el entusiasta y decidido precursor de su formación en la Sultana del Ávila.
El primer hipódromo de Venezuela, propiamente dicho, se estableció en el año 1896 en los terrenos que hoy ocupa Las Delicias de Sabana Grande. La idea de construirlo fue de iniciativa privada de varios entusiastas del turf que presidió don Gustavo J. Sanabria. Él prestó el mayor apoyo moral y material al proyecto y en su empresa se vio acompañado de Francisco Sucre, John Boulton, Charles Rohl, Harry Ganteaume, F. L. Pantin, Eduardo Montaubán, Octavio y Alejandro Escobar Vargas, Felipe Toledo, doctor Elías Rodríguez, Manuel Lander Gallegos, doctor Luis Landaeta y el pintor Arturo Michelena. Muchos nombres, sin quererlo, se escapan a nuestra memoria. Pero fueron los pioneros de un deporte que hoy no debemos llamar de los reyes, sino de todos los estratos sociales que han contribuido para que nuestra hípica alcanzase la jerarquía que para ella soñaron sus precursores en el final del medio siglo pasado. Para aquella época era presidente de la República el general Joaquín Crespo. Como buen llanero, tenía pasión por los caballos y prestó su resuelto apoyo para la nueva empresa. De sus hatos en el llano trajo los mejores caballos para actuar en carreras.
Luego se importaron los primeros purasangres que tuvimos. Entre ellos recordamos a Fascalli, Dickund, la recordada yegua Calixta,y el caballo Monroe, el primero que produjo caballos de carrera criollos y de cuyos descendientes no recordamos sino a la gran yegua Simpatía. Entonces corrían caballos criollos, Vencedor, del general Crespo; Sangría, Párate Bueno y el famoso Borinquen, ganador de treintidós [sic] carreras consecutivas y que siempre fue conducido por el gentleman ridder Harry Cadenas.
Conviene, a propósito, recordar una anécdota de entonces. El jinete oficial del general Crespo, un señor de apellido Noble, de nacionalidad norteamericana, enfermó violentamente. Una hora antes del match que sostendrían Rompelínea y Vencedor, del general Crespo el último, éste se quejaba de no tener un jinete de confianza que montase a su caballo. Un señor de apellido González, de la mayor confianza de Crespo y por lo tanto jefe de sus edecanes, y que pesaba 70 kilos y usaba una larga barba al estilo de la época, se ofreció para hacerlo. El general Crespo aceptó la gentileza de su amigo. Pero el jinete advirtió que, como llanero, lo haría en silla de montar y no en silla de carrera. Tal circunstancia hacía que el caballo corriera con 78 kilos. Con todo y ello, Vencedor derrotó a Rompelínea ante el asombro de la “muchedumbre” que poblaba el hipódromo de Sabana Grande.
Don Gustavo Sanabria era, para el año de 1907, Gobernador Civil y Militar del Distrito Federal. Para celebrar el establecimiento o inauguración del servicio de tranvías eléctricos, se propuso trasladar a El Paraíso el hipódromo de Sabana Grande. El presidente de la República era entonces el general Cipriano Castro, y se mostraba en desacuerdo con tal medida por cuanto temía que ella afectara mucho a las rentas municipales. Don Gustavo Sanabria lo convenció y le dijo que el hipódromo era una propiedad privada, que por lo tanto no afectaría a las rentas, y logró así su propósito. Convencido Castro, se procedió a trasladar las tribunas, que habían sido importadas de Inglaterra y son las mismas que luego se instalaron en el Hipódromo Nacional. Todos los gastos de instalación fueron costeados por don Gustavo Sanabria. Es él, pues, el fundador del Hipódromo Nacional de El Paraíso.
Siendo todavía don Gustavo Sanabria gobernador de Caracas y funcionando ya el Hipódromo Nacional, trajo desde Maracay a los mejores caballos que entonces corrían. Eran de su propiedad y descendían todos de los primeros caballos ingleses que se importaron a Venezuela. Un domingo, estando enfermo en su casa de la esquina de El Principal, se enteró don Gustavo que sus caballos habían ganado fácilmente las primeras carreras. Sabiendo que en las restantes tenía inscritos a los mejores caballos, rogó que se los retirasen. No quería ganarlas todas y evitar así las murmuraciones naturales por cuanto eran caballos del Gobernador Civil y Militar. Pero el público no se percataba de que esos caballos eran los mejores porque no eran criollos sino descendientes de grandes purasangres ingleses, los únicos que había en el país. No fueron retirados los caballos. Y cuando como se esperaba, ganaron cómodamente, los Comisarios fueron sacados a pedradas de su sitio. Y entonces sí que había piedras en el hipódromo. En la pista, sobre todo. Los Comisarios eran entonces autoridades máximas y eran handicappers. Pero con todo y eso, los sacaron a pedradas. La deplorable situación económica del hipódromo de entonces llegó hasta hacer imposible el pago de los mínimos premios que se asignaban en las carreras.
Siendo de don Gustavo Sanabria la mayoría de los caballos ganadores y como no había con qué pagarle los premios, sus amigos y socios de la empresa le propusieron que tomara los terrenos del hipódromo en pago de la deuda. Don Gustavo siempre rechazó tal proposición.
Los miembros de la junta directiva eran ad-honorem, igual que los Comisarios y demás personal técnico de las carreras. Entre los años de 1912 y 1920 figuraron como Comisarios los señores Francisco J. Sucre, Octavio Escobar, doctor Elías Rodríguez, Felipe S. Toledo, Andrés Mata, F. L, Pantin, Edgard Ganteaume, M. A. Matos Ibarra, doctor Juan Iturbe, Bernardo Guzmán Blanco, Eduardo Eraso, Andrés Ibarra y el coronel chileno Samuel McGill.
Entre los años 1924 y 1926, figuraron el doctor J. P. Larralde, Oswaldo Stelling, Antonio Ramella y Antonio Reyes. Para 1927 lo fueron el doctor José Vicente Camacho, Oswaldo Stelling y Ramón Rotundo Mendoza.
Y, hasta 1930, fueron Comisarios, don Carlos Márquez Mármol, Oswaldo Stelling y Juan Santos González. Lo demás es ampliamente conocido. Interesa destacar que don Gustavo J. Sanabria es el fundador del hipismo en Venezuela. Es curioso que no exista, para un hombre de tantos méritos en nuestra hípica, un gran clásico que mantenga latente su valor dentro del turf nacional. Es propicia la ocasión en que “Última Hora Hípica” me ha pedido una semblanza sobre él, con ocasión de homenajear en su sexto aniversario l turf venezolano de todos los tiempos, proponer que se establezca un gran clásico que lleve por nombre el de don Gustavo J. Sanabria, fundador del hipismo venezolano”.
FUENTES CONSULTADAS
Desde su apertura en el año 1961, el emblemático espacio capitalino de esparcimiento de la ciudadanía en el cual se crio el escritor mirandino Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927), cuando era la Hacienda “San José”, ha sido nombrado y renombrado en tres ocasiones, pero nunca se ha tomado en cuenta el nombre del autor de ídolos Rotos
Bajo la gestión de la junta militar de gobierno integrada por Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, según decreto N° 443, de mayo de 1950, se ordena el proyecto del Parque del Este de Caracas bajo el diseño urbanístico y paisajístico del brasileño Roberto Burle Marx; y el botánico venezolano Leandro Aristiguieta.
Casi once años más tarde se materializa la idea de darle a Caracas un lugar de esparcimiento con fastuosos bosques y jardines en los que queda representada, a través de más de 130 especies, la flora nacional, más una variada cantidad de animales, ubicados en espacios de cautiverio y otros en estado libre que pueden interactuar con los visitantes.
El 19 de enero de 1961, el entonces presidente de la República, Rómulo Betancourt, corta la cinta tricolor que deja inaugurado el espacio ecológico más importante de la ciudad capital, que cuenta con amplios espacios de caminerías y ocupa los terrenos de la antigua hacienda San José, en un área de 82 hectáreas, con lugares emblemáticos como la laguna artificial, el serpentario, la concha acústica y el Planetario Humboldt.
Este inmenso parque con caminarías de diseño orgánico serpenteado, propuesto por Burle Marx, fue delineado para recibir unos 6.000 visitantes al mes, sin embargo, en la actualidad sobrepasan las 30.000.
En sus más de sesenta años de operaciones el Parque del Este ha llevado varios nombres. Al principio fue llamado parque “Rómulo Gallegos”. A partir de 1983 le cambiaron el nombre a “Rómulo Betancourt”, en homenaje póstumo al ex mandatario que falleció el 28 de febrero de 1981. Pero desde 2002 pasó a denominarse Parque Generalísimo “Francisco de Miranda”, en tributo a la memoria del prócer de la Independencia de Venezuela.
Antes de que el parque fuera abierto al público, varias personalidades propusieron que el Parque del Este llevara por nombre “Manuel Díaz Rodríguez”, en honor al escritor nacido en Chacao, el 28 de febrero de 1871, quien se crio en la Hacienda “San José” y se inspiró en ese espacio para escribir allí, entre otras de sus grandes obras, la novela “Peregrina”.
A continuación, presentamos un interesante artículo de Augusto Germán Orihuela, publicado el 24 de agosto de 1960, en el diario El Nacional, en el cual expone sus razones para que el parque caraqueño rinda honor a la memoria del escritor que falleció en 1927, a la edad de 56 años.
“En tierras que fueron de su propiedad ̶ Hacienda “San José” ̶ frente a los montes que tanto amó y en el ambiente en que escribiera, entre muchas obras más, su novela “Peregrina” está fomentando el Ministerio de Obras Pública un gran parque nacional que bien podría llevar su nombre: Manuel Díaz Rodríguez.
Dentro de la generación “modernista” que dominó el panorama literario nacional durante los años que van de 1892 a 1925, más o menos, Manuel Díaz Rodríguez descolló principalmente por la maestría de su prosa, la variedad de géneros que cultivó y un profundo amor por la tierra venezolana.
Hijo de isleños, nacido en la hacienda paterna “Las Dolores”, donde hoy está emplazada la urbanización “Altamira”, graduado en medicina, iniciado en las letras casi por azar y por orgullo, como él mismo cuenta en una bella página de “Sermones Líricos”, viajero por diversas latitudes, prestado a la política de un régimen dictatorial que aspiraba a prestigiarse con su nombre y su presencia y por el cual pasó sin desmedro de su dignidad y de su crédito, hasta ir a morir en Nueva York, víctima del flagelo terrible del cáncer, en 1927, Manuel Díaz Rodríguez, el que tiene lugar distinguido para siempre entre los grandes prosistas de nuestro país, al igual que José Enrique Rodó por la donosura del estilo, el primero que levantó el dedo acusador contra las huestes famélicas que por ineptitud de gobiernos anteriores incapaces de incorporar esa región al desarrollo nacional, vinieron a la “conquista” de la capital a mano de un hombre pequeñín y ambicioso, “a quien los doctores valencianos y caraqueños ayudarían a corromper”, ese mismo escritor de “Ídolos Rotos”, que calificar de insigne no resulta ni cursi no exagerado, bien merece dar su nombre a ese parque que con tanto entusiasmo se está incrementando y por el cual, y otros tantos como ése, clama la población atosigada por los gases de los automóviles de esta Caracas cosmopolita, a ratos incómoda e inhospitalaria que nos ha tocado vivir. Tan lejana y tan distinta de la que conoció el autor de “¡Música bárbara!”. Aunque desde luego, ya intuida en ese cuento magistral en todo lo que supone mecanización de la vida venezolana de nuestros días.
Dar a ese parque nacional el nombre de Manuel Díaz Rodríguez, a mi modo de ver el más alto exponente del modernismo literario venezolano, sería acto de justicia y de interés para las generaciones venideras. Por más de un motivo sería decisión que mantendría incólume el recuerdo a una figura de las letras nacionales que bien merece, despertaría el interés por su obra y enaltecería al Gobierno”.
Esta edición correspondiente al 1 de marzo de 1921 abrió en su página 983 con: “La situación mercantil y los cambios”. En éste se notificó que el precio del café había aumentado “algo”, en especial los tipos: lavado corriente y superior calidad, no así los trillados que se cotizaban a 42 bolívares 46 kilos, aunque finalizó el escrito asentando que el bajo precio de los frutos exportados y el alto precio de las importaciones podría estar presente “quien sabe por cuánto tiempo”. Entre las páginas 983 y 984 se dio a conocer “Convenio para uniformar el procedimiento en los casos de arreglos extrajudiciales entre deudores y acreedores”.
De la página 985 a la 990 ocupó el espacio “La crisis industrial” donde entre otras consideraciones se expresó que la crisis industrial europea se dejaba sentir en todo el mundo. El equilibrio existente antes de la Primera Guerra no podría reestablecerse si no se resolvían los medios indispensables para recuperar el comercio y el intercambio mercantil roto luego de 1918.
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En cuanto a la situación interna de Venezuela la mayor caída se presentó entre industrias que durante la guerra tuvieron ganancias “sensacionales”. Ni aumentando la capacidad de producción las industrias no tenían esperanza de lograr grandes utilidades.
En la misma página 990 se publicó una nota aclaratoria de “Aplicación de la Ley de Estampillas. Entre las páginas 990 y 993 en “Venezuela en el primer puesto” se expuso que este país ocupaba el primer lugar en circulación de billetes y que acá se era muy refractario a la circulación de papel moneda. Además, que en el país no se había exagerado en la utilización del crédito en vasta extensión como otros países lo habían realizado. Este escrito está acompañado de sendos cuadros “Deudas nacionales del mundo, 1913, 1918, 1919, 1920” y “Papel circulante y reserva de oro de las principales naciones del mundo en 1914, 1918, 1919 y 1920”.
De la página 993 a la 995, José Manuel Benítez reseñó lo que se mostraría en “Exposición regional del Zulia” (Pp. 993-995). Se trata de una muestra que se llevó a cabo en febrero en Maracaibo durante febrero de 1921, en las instalaciones del Convento de San Francisco, a propósito del centenario de la incorporación de la provincia de Maracaibo a la causa de la Independencia. De acuerdo con lo señalado por el autor de la crónica entre lo exhibido se encontraban sombreros, zapatos, licores, jarabes, azúcar, café, cacao, quesos, mantequillas, aceites, jabones, hilanderías y productos metalúrgicos, entre otros.
“Observaciones referentes a los llanos de Venezuela” (Pp.995-996), redactado por Rafael Ruiz, está dedicado a examinar algunas enfermedades, el proceso de recolección de aguas, los alimentos de mayor consumo entre los llaneros, el uso del limón agrio para combatir la gripe y la calidad del ganado vacuno y por qué no debería ser cruzado con otro proveniente del extranjero.
De un informe resultante del Ministerio de Obras Públicas se abrevió “Longitud de camino recorrido por los productos de Venezuela desde su punto de origen al punto de su destino, excluyendo el trayecto recorrido por agua o por ferrocarril”. De los distintos productos destinados a la exportación escogieron el café y el cacao de los que se muestran cuadros relacionados con esta cuestión (Pp. 996-998).
A petición de los redactores del Boletín, el gobernador del estado Lara, David Gimón, presentó “Información acerca de producciones e industrias del estado Lara y nómina de comerciantes del estado”. (Pp. 998-1001) en que la información está vaciada en cuadros y breves comentarios. Le sigue una semblanza de la ciudad de Acarigua como centro mercantil de la ruta de mercaderías que son trasladadas por la vía Valencia, Barinas y Nutrias, en “Información comercial a propósito de Acarigua en el estado Portuguesa” (Pp. 1001-1002), a cargo de Benjamín Barrios. En lo referente a los rubros producidos eran algodón, cerdos y arroz. Concluyó expresando que para el momento la situación no era propicia para el comercio al igual como acontecía en otras partes del mundo.
En la página 1002 se incluyó “Noticias sobre ganado e industrias de la isla de Margarita” y “Datos a propósito del distrito Silva del estado Falcón”. Entre las páginas 1002 y 1003 se insertó “Reseña mercantil acerca de Ocumare del Tuy” en que se destaca la producción de algunos frutos y otras actividades artesanales que se realizaban en la capital del estado Miranda. Le sigue, entre las páginas 1003 y 1005 “La industria italiana actual y sus futuras perspectivas”. Luego y presentado en cuadros: “El cacao. Informe comparativo correspondiente a los seis años últimos” (Pp.1006-1009). A “Sección de Correspondencia” le sigue el cuadro “Café recibido en el puerto de Maracaibo en el mes de enero de 1921”, “Café exportado por el puerto de Maracaibo en el mes de enero de 1921”, “Tipos de cambio en Caracas sobre el exterior en febrero de 1921” y “Movimiento de valores públicos en la Bolsa de Caracas y en la de Maracaibo durante el mes de febrero de 1921” (Pp.1010-1011).
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