El automóvil en Venezuela

8 Abr 2024 | Crónicas de la Ciudad

En 1962, el escritor José García de la Concha publicó un estupendo libro titulado Reminiscencias, vida y costumbres de la vieja Caracas, en el que relata hechos de la cotidianidad capitalina de comienzos del siglo XX. Entre ellos, destaca un capítulo dedicado a William Phelps y el papel que jugó su negocio llamado Almacén Americano en la importación y venta de artículos que marcaran la vida de los venezolanos, entre ellos, el automóvil.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

En 1911, William Phelps se asoció con Henrique Arvelo y fundó en Caracas “Almacén Americano”, uno de los primeros negocios de importación de automóviles en Venezuela.

     “Caracas en su vida íntima, ha contado con hombres que verdaderamente deben remarcarse en su historia. Si bien hay quienes ocupan páginas en su interesante vida militar y política en las letras y en las artes, en la ciencia y en la industria. En su vida social y filantrópica, de la que tanto se debe enorgullecer, uno de estos hombres debe ser don William H. Phelps, uno de tantos ilustres extranjeros que, llegados a nuestro país, se han enamorado de nuestra tierra, de nuestras costumbres, de nuestras gentes, de nuestro cielo, de nuestra flora, y con un cariño y un gran interés han dedicado sus talentos y actividades en pro del bienestar nacional, haciéndose hijos amorosos de una patria que les brinda cordial acogida.

     William H. Phelps entra al país humilde, silente; se dedica a trabajar tesoneramente, con inteligencia, con cálculo y economía, con método, y va agigantándose tanto en sus labores, que pasados unos años ve fructificados todos sus empeños, amasados en una sólida fortuna que no empleará en satisfacciones de su holgada vida. Ahora trabajara más, pero esta vez por el desvalido, por el huérfano, por el menesteroso. Hombre dotado de sensibilidad, altruismo y filantropía, no desmaya en figurar en cuantas sociedades, juntas y recolecciones caritativas se organizan en Caracas, y particularmente trabaja por el bienestar del prójimo.

     A comienzos del siglo, entre las esquinas de Traposos y Colón, hay un pequeño taller de reparaciones de máquinas de coser y de escribir (escasas en aquel tiempo), y creo que hasta relojes. William H. Phelps es un joven alto, delgado, de ojos azules y pelo rubio, agradable, simpático; con un overall azul de trabajo, un alicate y un largo destornillador, atiende a sus clientes. Más tarde importa sus máquinas de escribir y algunos artefactos americanos.

     Para 1911 ya lo tendremos asociado con el señor Henrique Arvelo en el ángulo sudeste de la esquina de Sociedad: “Almacén Americano”, de Arvelo & Phelps. Allí se comienza la importación de automóviles en Caracas. Y viene el Ford modelo 1912, y llegan las máquinas registradoras, que ningún pulpero quiere quedarse sin ellas. Y comienzan a instruirse jóvenes en el desempeño de las funciones de vendedores ambulantes. Y llegan las pianolas y las cajas fuertes, y bicicletas, máquinas de escribir, de moler carne y hacer salchichas; cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos y toda clase de repuestos para Ford.

     Phelps es el alma del negocio, que marcha como dicen los marinos, “viento en popa, a toda vela”. También comienzan sus actividades sociales y filantrópicas, pues ya casado con doña Trina Ticker, de origen inglés, pero gran dama y señora de la más culta raigambre venezolana, ya en holgada situación, no deja de imponer su espíritu altruista y de interés por la cultura, artes y ciencias nacionales.

     Y la firma Arvelo & Phelps inunda el comercio con sus máquinas registradoras; inunda las oficinas con las máquinas de escribir; ya por todas las esquinas se oyen las cornetas de los automóviles; en las casas se meten botellas de vino o cerveza, o simplemente de agua, a enfriarse en las cajas de hielo y descansa Lozamno Pompa y su ayudante, porque ya las niñitas no quieren bailar sino con la pianola. Si en una casa escucha usted la marcha de “Tannhauser”, en otras los cadenciosos compases del vals “Creola” o partituras de la “viuda alegre”.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de discos Víctor, entre ellos, Alma Llanera, en Almacén Americano, 1925.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

Aviso venta de automóviles en el Almacén Americano, 1927.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

En el Almacén Americano se podía conseguir desde un automóvil Ford hasta máquinas registradoras, pianolas, cajas fuertes, bicicletas, máquinas de escribir, cajas de hielo, bocinas y cornetas, acumuladores y bujías para autos, entre muchas otras cosas más.

     Llega el fin del contrato y la separación de los socios. El “Almacén Americano” continúa bajo la razón social de William h. Phelps y Cª. Ahora serán sus socios los empleados. Henrique Arvelo se establecerá de Torre a Madrices con el “Bazar Americano”, bajo la razón social de Arvelo y Cª. Ambos en competencia: si Phelps trajo el Ford, ahora Arvelo trae el Federal y los mismos artículos, pero de diferentes marcas.

     El “Almacén Americano” abre sus puertas entre Pajaritos y la Palma, ensancha sus negocios, comienza el radio e instala la primera estación. Y si en este departamento Edgar J. Anzola hace las delicias de la chiquillería caraqueña con sus oportunas, sanas y graciosas intervenciones. Nino Mosquera atiende otro departamento, Amengual otro y así sucesivamente; son encargados y socios, jóvenes, viejos empleados que, por su tesonera labor y buen comportamiento, discípulos de Phelps, han llegado a integrar el más grande almacén de la época. Ya con sus hijos, fieles retratos de su padre en lo moral, físico y buenas costumbres. Y con estos colaboradores puede el viejo retirarse de los negocios. Pero ahora surge una nueva vida.

     Ciencias, artes y filantropía ocupan su inteligencia y su imaginación. Viste traje de marino, acondiciona una embarcación y se da a estudiar las islas y costas de Venezuela. Se interesa por la pintura y la escultura, por las antigüedades y obras de arte, por la botánica, flora y fauna venezolanas; monta un museo donde la rama ornitológica es una maravilla, organizada por su nuera Kati de Phelps y de la que se puede decir es conocida mundialmente.

     Honor a este ilustre caraqueño de corazón. Caracas, y con Caracas Venezuela entera, te admira y agradece cuanto has hecho en tu meritoria existencia en pro de nuestra cultura y ciencias naturales, por nuestros ricos y nuestros pobres, y por habernos hecho conocer parajes encantadores, unos ignorados y otros recordados”.

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